- Introducción
- Violencia intrafamiliar
- Concepto de género
- Violencia de género
- Salud mental, ansiedad y depresión
- Violencia y salud mental
- Evaluaciones
- El marco jurídico mexicano
- Acciones para el cambio
Introducción
Violencia es el uso de la fuerza, abierta u oculta, con la finalidad de obtener, de un individuo o de un grupo, algo que no quiere consentir libremente ([1]); la violencia también tiene que ver con el intento de controlar a la sociedad mediante la centralización del saber. La violencia no se refiere sólo a una forma de "hacer", sino también de "no hacer"
En una investigación realizada en el estado de Durango, México, ([2]) para caracterizar y determinar, desde un enfoque de género, la prevalencia de los diferentes tipos de violencia, se entrevistaron 384 mujeres con un cuestionario de 184 preguntas cerradas y 22 abiertas, con reactivos específicos para la violencia física, emocional y sexual, encontrando que la prevalencia de violencia doméstica fue de violencia sexual, 42%; física, 40%, y emocional, 39%. Se reconoce que el problema de la violencia, en sus diferentes formas, es un hecho altamente prevalente que pone en peligro el bienestar del núcleo familiar.
Se realizó una encuesta piloto en 57 mujeres de Guadalajara, México, seleccionadas mediante un muestreo polietápico. Se encontró que el 46% de las mujeres habían sufrido violencia. El perpetrador más frecuente fue el compañero/esposo (73%). De las mujeres que han sufrido violencia por parte del esposo, la violencia emocional se identificó en el 33%, la violencia física con 19% y la sexual con 12% ([3])
En un estudio para estimar la frecuencia de diferentes formas de violencia sexual y su asociación con sintomatología depresiva, ideación e intento suicida, y uso de alcohol y otras drogas alguna vez en la vida realizado en un centro de salud oficial de México, D.F., en 1998, ([4]) se encontró que de 345 mujeres usuarias del establecimiento asistencial, 19% señaló haber sido objeto de tocamientos sexuales contra su voluntad al menos alguna vez en su vida, en tanto 11% habían sido violadas y 5% fueron forzadas a tocar los órganos sexuales de otra persona contra su voluntad. Una de cada cinco mujeres reportó haber experimentado alguna violencia sexual dentro de la relación de pareja. Se encontró una asociación significativa entre algunas formas de violencia sexual y la depresión, la ideación e intento suicida y el uso de psicofármacos.
Al evaluar la actitud afectiva, cognoscitiva y conductual del personal médico del Instituto Mexicano del Seguro Social del estado de Morelos, México, hacia la identificación y canalización de mujeres maltratadas que acuden a consulta médica, mediante un cuestionario de autoaplicación que se proporcionó a 269 médicos y médicas generales, especialistas y estudiantes de pre y posgrado, se encontró que el 90% de los entrevistados nunca ha recibido capacitación en violencia contra la mujer ([5]). La actitud afectiva y cognoscitiva del personal médico que recibió capacitación sobre el tema fue más favorable hacia la identificación y atención de mujeres maltratadas que llegan a consulta médica, en comparación con los que no la recibieron. Sobre el nivel de conocimiento acerca del tema, 21% de los entrevistados mostró un nivel bajo, 63% medio y 16% alto. En el personal médico, con nivel de conocimiento medio y alto, se observó 2.1 y 6 veces –respectivamente– una actitud afectiva más favorable respecto a la identificación y canalización de casos de mujeres maltratadas en comparación con el personal con nivel de conocimiento bajo. Las médicas mostraron 2.3 veces mejor actitud para identificar y canalizar mujeres maltratadas. Este estudio evidencia la necesidad de capacitar y sensibilizar al personal médico sobre la materia.
Otro estudio, donde se evalúa la opinión del personal médico frente al fenómeno de la violencia intrafamiliar, utilizando un cuestionario diseñado ad hoc., muestra que la mayoría de encuestados (87,1%) consideró que era un problema importante, pero no lo consideraban un problema de salud. El 60% consideró que podía tener un papel relevante en la detección de esta situación. En general, valoraron como muy baja su preparación para atender a este tipo de pacientes. El personal de enfermería era más sensible al problema y se consideraba más preparado que el personal médico. Este estudio concluye que los profesionales de la salud están sensibilizados frente al problema de la violencia de género, pero no lo consideran un problema de salud y aducen falta de preparación para abordar este tema. ([6])
En México, no obstante, la investigación epidemiológica al respecto es aún incipiente, en uno de los primeros estudios que se llevaron a cabo en la zona sur de la Ciudad de México, se encontró que 38% de las mujeres había sufrido violencia alguna vez en su vida, tanto emocional como física. Por otro lado, 37% de las mujeres que asisten a servicios de salud en instituciones públicas han sido sometidas a alguna forma de violencia alguna vez en la vida y 21.6% han sido víctimas de violencia por parte de su pareja en el último año. La edad más proclive para ser víctima de violencia es entre los 31 y 45 años de edad y se trata de mujeres con un nivel de instrucción bajo. De acuerdo con la Secretaría de Salud, en México el Estado en que se documentó mayor prevalencia de la violencia, es Quintana Roo; Aguascalientes acusó la prevalencia menor. ([7])
Un tema de importancia y preocupación social en la actualidad es la violencia, particularmente la violencia doméstica que afecta a la población en general pero sobre todo a niñas y niños, mujeres, personas de la tercera edad y a discapacitados.
Se ha encontrado que la violencia que ejerce la pareja conyugal contra la mujer es mucho más significativa cuando se trata de mujeres jóvenes: 46 de cada 100 mujeres de 15 a 29 años de edad declaró haber sido objeto de al menos un incidente de violencia en el año 2006; en particular 48 de cada 100 mujeres de 15 a 19 años de edad manifestó haber sufrido un incidente de violencia en ese periodo.
Según la Encuesta Nacional sobre Dinámica de las Relaciones de los Hogares 2006, ([8]) son objeto de violencia emocional 36.5% de las mujeres jóvenes; este tipo de violencia incluye menosprecios, amenazas, prohibiciones, amedrentamientos, etcétera. El 28.3% sufre violencia económica: la pareja le reclama cómo gasta el dinero, no le da gasto, se gasta lo que se necesita para la casa o le prohíbe trabajar o estudiar. El 12.9% fue víctima de algún tipo de violencia física (empujones, patadas, golpes con las manos o con objetos, agresiones con armas, etcétera) y 4.8% tuvo algún incidente de violencia sexual por parte de su pareja.
En América Latina la violencia es extensa y tiene inmensos costos. Los indicadores más tradicionales ilustran su cuantía. En la región hay 140.000 homicidios cada año; cada latinoamericano pierde el equivalente a casi tres días anuales de vida saludable por causa de la violencia; 28 millones de familias son sujetas a hurto o robo en un año o, para decirlo en forma más contundente, 54 familias son robadas cada minuto; aproximadamente una por segundo. La violencia, medida por cualquiera de estos indicadores, es cinco veces más alta en esta región que en el resto del mundo. ([9])
La violencia sobre los bienes y las personas representa una destrucción y transferencia de recursos, aproximadamente el 14.2% del PIB latinoamericano; es decir 168 millones de dólares. En capital humano se pierde 1.9% del PIB, este porcentaje es equivalente al gasto en educación primaria de la región. En recursos de capital se pierde anualmente 4.8% del PIB, o sea, la mitad de la inversión privada. Las transferencias de recursos que se realizan entre las víctimas y los criminales alcanzan al 2.1% del PIB, porcentaje superior que el del efecto distributivo de todas las finanzas públicas.
Sin embargo, esta problemática es bastante diversa entre los distintos países del continente. En el Cono Sur –especialmente en Chile y Uruguay– y en Costa Rica se registran los menores índices de violencia, éstos son comparables al de los países europeos. La mayor incidencia de hechos violentos se presenta en otros países andinos y en los de Centro América; los casos extremos son El Salvador y Colombia, aquí se encontró que a causa de agresiones contra personas y bienes se destruye una cuarta parte del potencial anual de producción.
La magnitud y costo de la violencia en la región ha conducido, con frecuencia, a visiones nihilistas sobre las posibilidades de intervención. Se arguye por un lado, que ésta se halla tan enraizada en la cultura de la gente y sus instituciones que deja poco espacio para el desarrollo de políticas. Por otro lado, se estima que no hay campo para las intervenciones, mientras no se logre erradicar los problemas estructurales asociados con la pobreza y la inequidad.
Hay políticas simples muy eficaces, en el área de vigilancia y seguimiento epidemiológico de los hechos, el control del consumo del alcohol y otras drogas, restricción al uso de armas de fuego, y la adecuada atención de urgencias en los servicios de salud, que permitirían reducir sustancialmente tanto la incidencia de la violencia como sus costos. Más y mejor educación, así como un crecimiento económico equitativo que permita reducir la pobreza, resultan antídotos de enorme eficacia para la agresión sobre el hombre y sus bienes.
Así mismo, se debe combinar una lucha pública contra la impunidad y por la eficacia de los aparatos judiciales y policiales, con mayor flexibilización para que los individuos y sus asociaciones puedan ejercer mayor prevención y control de los comportamientos violentos. La reconstrucción del tejido social y la acumulación del capital social son las inversiones más importantes que los latinoamericanos podrían hacer para cimentar una convivencia ciudadana más pacífica.
La violencia es en la actualidad -sin duda alguna- la limitante principal del desarrollo económico de América Latina. Y es por esto, y por su alto costo social y económico, que se hace imperante y muy apremiante la necesidad de actuar con la mayor eficacia. Las experiencias de países y localidades de la región de los últimos quince años examinadas con algún detalle en los estudios de caso, ofrece instrumentos de acción para rescatar el respeto a la vida y a la propiedad como los elementos esenciales de nuestro desarrollo futuro. ([10])
Violencia intrafamiliar
Son innumerables las formas de violencia familiar. Puede pensarse en violencia hacia los mayores, entre cónyuges, hacia los niños, las mujeres, los hombres, los discapacitados, etc. Siempre es difícil pensar un esquema típico familiar, debido a que la violencia puede ser psíquica o física, y ocurre en todas las clases sociales, culturas y edades. La mayoría de las veces se trata de adultos hacia uno a varios individuos.
Se caracteriza a la violencia familiar en la que alguien con más poder abusa de otras con menos poder. El término violencia familiar alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre los miembros de la familia. La relación de abuso es aquella en la que una de las partes ocasiona un daño físico y/o psicológico a otro miembro. Este daño se puede dar ya sea por acción o por omisión y se da en un contexto de desequilibrio de poder.
Para establecer que una situación familiar es un caso de violencia familiar, la relación de abuso debe ser crónica, permanente y periódica, refiriéndonos así a las distintas formas de relación abusiva que caracterizan un vínculo familiar.
Generalmente en las familias en las que aparece la violencia familiar tienen una organización jerárquica fija o inamovible; además, sus miembros interactúan rígidamente, no pueden aportar su propia identidad, deben actuar y ser como el sistema familiar les impone.
Las personas sometidas a situaciones críticas de violencia familiar presentan un debilitamiento de sus defensas físicas y psicológicas, lo que conduciría a un incremento en los problemas de salud. Muchas padecen de depresión y enfermedades psicosomáticas.
También estas personas muestran una disminución marcada en el rendimiento laboral. En los niños y adolescentes tienen problemas de aprendizaje, trastornos de la personalidad, etc.
Por lo general las personas que viven afectadas por la violencia familiar, como se criaron dentro de este contexto, tienden a reproducirlos en sus futuras relaciones.
La violencia intrafamiliar contra las mujeres tiene también un alto costo social y económico para el estado y la sociedad y puede transformarse en una barrera para el desarrollo socioeconómico. Algunos estudios estiman que el abuso sexual y el maltrato físico disminuyen el ingreso de las mujeres entre un 3% y un 20% por el impacto sobre el logro educacional y sobre la salud, lo que a su vez repercute en su actividad laboral. Según cálculos hechos con la metodología AVAD (Años de Vida Ajustados según Discapacidad), en las economías de mercado, para las mujeres de 15 a 44 años, la violencia intrafamiliar representa casi un año de vida perdido por cada cinco años de vida saludable. ([11])
Violencia familiar es un término aplicado al maltrato físico y emocional de una persona por alguien que está en estrecha relación con la víctima ([12]). El término incluye la violencia en el hogar, maltrato físico y abandono del niño, abuso sexual del niño, maltrato del anciano y muchos casos de agresión sexual. La violencia familiar se puede constatar en cualquier país del mundo, sin importar el sexo ni todos los estratos raciales, étnicos, religiosos y socio – económicos. Aunque las definiciones varían según la cultura, la violencia familiar representa un importante problema de salud pública, debido a las muertes, heridas y sus consecuencias psicológicas adversas. El daño físico y emocional puede representar impedimentos crónicos o de por vida para muchas víctimas. La violencia familiar va asociada a un gran riesgo de depresión, angustia, abuso substancial y comportamiento autodestructivo, incluido el suicidio. Las víctimas a menudo se convierten en agresores o participan en relaciones violentas más tarde.
Los sociólogos consideran que la violencia familiar tiene sus raíces en la crisis que padece la institución familiar, creada por la gran cantidad de estresores externos a los que está expuesta o por el cambio que están sufriendo las normas sociales y culturales. Esta se ve exacerbada por la alta valoración que la familia da a la privacidad, que impide el control social de la violencia que puede haber en su interior.
La incidencia de violencia intrafamiliar, tanto contra cónyuges como contra los hijos, parece ser elevada en todo nuestro país, pero hay muy pocos datos que permitan determinar a ciencia cierta si esos niveles van en aumento y si son mayores o menores en algunos estados o en el Distrito Federal. Independientemente de eso, las consecuencias son tremendamente perjudiciales para la sociedad.
Concepto de género
Se conoce como Género, el conjunto de relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos, además es una forma primaria de relaciones significativas de poder que se traducen en símbolos culturales, conceptos normativos, instituciones y organizaciones sociales e identidad subjetiva. El concepto de género se refiere a la construcción social de las relaciones entre mujeres y varones, aprendidas a través del proceso de socialización, cambiantes con el tiempo, que varían de una cultura a otra, y aun dentro de una misma cultura. ([13])
El término fue utilizado en los años setenta para describir las características de mujeres y varones que son construidas socialmente, en contraste con las que son determinadas biológicamente. Esto demuestra que no se nace con atributos y características femeninas o masculinas, sino que se desarrollan a partir del aprendizaje, sólo se nace con sexo. ([14]) Esta distinción tiene implicaciones muy importantes. El concepto aparece entre las feministas a mediados de los años 70 para insistir sobre el carácter eminentemente social de las distinciones basadas en el sexo y rechazar los determinismos biológicos que se apoyan en la diferencia sexual. El concepto pone énfasis en la construcción social de los roles y en las relaciones entre los géneros (en tanto que productos culturales y no biológicos).Se reconoce así la subordinación de las mujeres como un producto social, situado en una cultura y un tiempo histórico específico, resultado de arreglos sociales privados. ([15])
El concepto "Género" se refiere a las diferencias socioculturales que existen entre mujeres y hombres en determinados períodos históricos y culturas. Las sociedades configuran una serie de responsabilidades, papeles y funciones y determinan diferencias en el acceso a los recursos, en las necesidades y en la visión del mundo de las mujeres y los hombres de las distintas clases sociales.
El género es una variable de análisis que permite analizar los papeles que desempeñan las mujeres y los hombres y sus respectivas dificultades, necesidades y oportunidades. El término "género" no es sinónimo de "mujer" sino que hace referencia a los atributos socioculturales, al análisis de las funciones de cada sexo y de sus interrelaciones. Es el sexo socialmente construido, son características, roles, espacios y rasgos de personalidad que la sociedad asigna a varones y mujeres en función de su sexo y a las relaciones entre ambos.
Sexo alude a los aspectos físicos, biológicos y anatómicos que distinguen lo que es un macho y una hembra; por el contrario, Género, remite a las características que social y culturalmente se atribuyen a hombres y mujeres a partir de las diferencias biológicas, constituyendo así lo que se conoce como género masculino y género femenino. Cuando asumimos una perspectiva de género pensamos en los dos polos de la relación (sexo y género) y no sólo en uno de ellos. ([16])
El término Sexo alude a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres (órganos genitales y reproductivos) y que son naturales, congénitas y universales, por lo tanto inmutables, irreversibles.
El término Género se refiere a las diferencias construidas por la sociedad para hombres y mujeres, a su forma de relacionarse y dividir sus funciones. Estas diferencias se pueden modificar y cambian según el tiempo, contexto y clase social, etnia, edad, región, cultura, religión. Se expresan en "lo femenino" y "lo masculino". Son las características sociales, culturales, políticas, psicológicas, jurídicas y económicas que hacen diferentes a las mujeres y los hombres. El género es el sexo socialmente construido.
Las relaciones de género están además interrelacionadas e implicadas en otras relaciones sociales: de producción, etnicidad, nacionalidad, religión y otras de carácter generacional. El sistema de género como tal, no está aislado, sino que se articula con otros sistemas de relaciones sociales.
Cuadro 1. Diferencias entre sexo y género ([17])
SEXO | GÉNERO |
Diferencias biológicas entre mujeres y varones | Construcciones Sociales y culturales |
Mujeres: Posibilidad de gestar y alumbrar. Posibilidad de dar de lactar. Desarrollo de los senos. Aparato reproductivo interno. Varones: Aparato reproductivo externo. Inviabilidad de gestar, alumbrar y dar de lactar. Producción de espermatozoides. Diferencias Principales: Cromosómicas: XX / XY Anatómicas: sistema reproductor, caracteres sexuales secundarias: (senos, voz, vello, etc). Fisiológicas: diferencias hormonales Varones: testosterona Mujeres: estrógenos y progesterona. | Asignación diferenciada de roles. Asignación diferenciada de atributos, cualidades, capacidades. Restricciones diferenciadas para varones y mujeres. Prescripciones diferenciadas para mujeres y varones. Derechos y obligaciones distintas para mujeres y varones: Privilegios y exclusiones Vestido y ornamentos diferentes. Usos y costumbres sobre el arreglo personal diferenciado. |
El enfoque de género es una herramienta teórica y metodológica desarrollada para analizar los significados, prácticas, símbolos, representaciones, instituciones y normas que las sociedades elaboran a partir de la diferencia biológica entre varones y mujeres. Contempla específicamente la dimensión de las relaciones sociales y de las estructuras de poder y hace hincapié en la necesidad de entender cómo se realizan estas relaciones en cada contexto social y cultural. Como metodología aporta en el análisis los modos en que las diferencias sociales y de género trascienden a las personas enraizándose en las sociedades.
El enfoque de género explica el ordenamiento social y la distribución desigual de los recursos, las decisiones, el poder y el trabajo entre mujeres y varones, basados en las diferencias de género y en relaciones de subordinación.
La perspectiva de género busca fortalecer a la familia, promover relaciones equitativas, armónicas y solidarias entre varones y mujeres y la promoción de la igualdad de derechos y oportunidades para niños, niñas, jóvenes, mujeres, varones y adultos mayores.
Esta perspectiva busca promover un conjunto de medidas de equidad que permitan compensar las desventajas que les impiden disfrutar por igual de los beneficios del desarrollo y tener un acceso igualitario a las decisiones públicas y privadas. Es considerada como la visión a lograr en el largo plazo.
Esta perspectiva considera los problemas necesidades e intereses que surgen de las desigualdades socialmente constituidas, para que mujeres y varones puedan realizarse plenamente en su identidad, roles y capacidades, sin discriminación alguna.
El análisis de género permite visualizar que las relaciones entre el género femenino y masculino son relaciones de poder, donde lo masculino domina lo femenino (subordinación). El análisis de género evidencia que la construcción social adjudica roles, espacios y atributos diferentes para cada sexo.
Cuadro 2. Roles, espacios y atributos para cada sexo ([18])
Mujer | Hombre | |
Roles | Reproductivo | Productivo |
Espacios | Doméstico | Público |
Atributos | Dulzura Comprensión Emotividad | Fortaleza Competencia Razón |
La visión de género es una herramienta que permite percibir la realidad desde un punto de vista que abarca un mayor espacio. Esta herramienta considera de manera explícita las diferencias de género determinadas por la sociedad y las relaciones entre mujeres y hombres en un contexto determinado. Al considerar las relaciones de género como relaciones de poder, su visión implica un contenido político. La visión de género busca volver a definir el concepto y la práctica del desarrollo, al igual que los elementos que tienen mayor o menor prioridad en el cambio, plantea superar el conflicto entre los espacios público y privado, tiene como propósito lograr la equidad entre los sexos dentro del proceso de desarrollo y desafía la posición subordinada de la mujer, reconociéndola como participante activa en el desarrollo.
Violencia de género
Si bien las violaciones de los derechos humanos afectan tanto a los hombres como a las mujeres, su impacto varía de acuerdo con el sexo de la víctima. Los estudios sobre la materia permiten afirmar que toda agresión perpetrada contra una mujer tiene alguna característica que permite identificarla como violencia de género. Esto significa que está directamente vinculada a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas que se establecen entre varones y mujeres en nuestra sociedad, que perpetúan la desvalorización de lo femenino y su subordinación a lo masculino. Lo que diferencia a este tipo de violencia de otras formas de agresión y coerción es que el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer.
La violencia de género puede adoptar diversas formas, lo que permite clasificar el delito, de acuerdo con la relación en que ésta se enmarca y el ejercicio de poder que supone, en las siguientes categorías: violación sexual e incesto, asedio sexual en el trabajo y en las instituciones de educación, violencia sexual contra mujeres detenidas o presas, actos de violencia contra las mujeres desarraigadas, tráfico de mujeres y violencia doméstica o intrafamiliar. ([19])
La violencia de género es el reflejo de la relación desigual de poder en las relaciones entre las mujeres y los hombres y la raíz de la violencia se encuentra en la dimensión de dominio y poder masculino en nuestra sociedad. La causa subyacente de todas las agresiones contra las mujeres se encuentra en el sexismo. Existen cuatro cuestiones que han de considerarse en el análisis de la situación del maltrato hacia la mujer:
La utilidad explicativa de los constructos género y poder.
Análisis de la familia como una institución que estructura las relaciones heterosexuales de acuerdo al género y al poder.
Comprensión y validación de las experiencias de las mujeres.
Desarrollo de teorías y modelos que reflejen de manera fidedigna las experiencias de las mujeres.
Los hombres utilizan la violencia física y/o el enfado y el maltrato psicológico como estrategia de control. La violencia masculina se encuentra en la estructura social y no en la psicopatología individual de los agresores.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), afirma que la violencia que sufren muchas mujeres, tanto en países desarrollados como en los no desarrollados, está relacionada con el estatus de desigualdad de las mujeres en todas la sociedades y que su origen tiene sus raíces en la estructura del matrimonio, en la familia y en la sociedad, siendo imposible comprender su naturaleza sin tener en cuenta el contexto social e ideológico dentro del cual la violencia ocurre.
Plantea que cualquier explicación debe ir más allá de las características del agresor, de la víctima, de la familia y de la sociedad; para erradicar la violencia en primer lugar, hay que erradicar la desigualdad a nivel de género.
Existen formas de violencia específicas para cada género. En las fases tempranas del desarrollo, los niños y las niñas tienen riesgo y patrones de victimización parecidos; cuando crecen, las mujeres empiezan a sufrir más ataques sexuales.
Erradicar la pandemia de la violencia de género es el verdadero reto del siglo XXI, mucho más que cualquier otro tipo de avance científico, cultural o tecnológico. Si la humanidad aprendiera a detectar, prevenir y parar esta enfermedad histórica, se produciría un punto de inflexión en su evolución: el fatuo "homo sapiens" pasaría a ser persona, ser humano.
La violencia de género es la primera causa de muerte de la mujer en el mundo, pero también es la primera causa generadora de guerras. El niño que crece en el mito de la superioridad del varón frente a la mujer, incorpora a sus más íntimas creencias la de que unos seres son superiores a otros sólo por su sexo. Es fácil extrapolar esta idea a la de superioridad por la raza, por la lengua, etc.
El primer paso para afrontar el reto de la erradicación de la violencia de género es aprender a detectarla. La violencia de género suele manifestarse en primer lugar cómo agresión verbal en sus formas más encubiertas. Es muy importante conocer sus mecanismos, porque las secuelas psicológicas de los malos tratos psíquicos son igual o más graves que las de los malos tratos físicos.
Siempre hay alguien que pregunta ¿por qué ella no se va? en vez de preguntar ¿por qué él la agrede? La sociedad suele poner el centro de gravedad de los malos tratos en la víctima, buscando las razones por las que merece o se deja maltratar, y justifica al agresor diciendo que es un enfermo o un borracho.
Los profesionales de la salud tienen un importantísimo papel que jugar en la detección, atención, derivación de la víctima y denuncia si fuera necesario.
Existe un síndrome llamado estrés postraumático (EPT) que experimentan los sujetos que han tenido una exposición a diferentes situaciones de maltrato, el cual es medido a través de una escala de presencia de evento traumático y su relación con el estrés postraumático; se presenta mayor nivel de EPT en aquellas mujeres que han sido abusadas sexualmente, luego en sujetos sometidos a maltrato físico severo y por último en aquellos que han sido maltratados emocionalmente.([20]) A partir de los primeros abusos, la mujer se paraliza y, por tanto, queda incapacitada para responder a la agresión física o emocional de su pareja. Vive un constante estado de estrés que la lleva a padecer continuamente síntomas de depresión, los cuales pueden ocasionar complicaciones tan severas que pueden llevar a una enfermedad irreversible o a la misma muerte. Este proceso se denomina triangulo de abuso-estrés-depresión (TAED)
El maltrato físico puede ser definido como cualquier trauma, lesión o condición no accidental, que cause daño físico. El maltrato físico infligido representa a menudo castigo corporal severo e irrazonable o castigo injustificado. Esto suele ocurrir cuando el padre y/o la madre sacuden con violencia o le dan un fuerte golpe al menor. Otras manifestaciones del abuso físico son: quemaduras, mordiscos, torcerle las extremidades u otras formas de tortura. El daño puede ser producto de un sólo episodio o de varios episodios.
En la mayoría de los casos el abuso físico no es un mero acto físico contra la mujer. Es un patrón de conducta, es el estilo que tiene el varón para lidiar con su pareja. Mientras más tiempo exista, más serios serán los golpes que reciba la mujer y más difícil será eliminar la conducta abusiva.
La negligencia emocional implica la carencia crónica de proveer el apoyo y el afecto necesario para que la mujer desarrolle una personalidad fuerte y saludable. Consiste en faltar a los deberes o dejar de ejercer las facultades de proveer adecuadamente albergue, alimentación, vestido, educación, supervisión, atención de salud, no visitar o no mantener comunicación frecuente con la pareja u otras necesidades básicas requeridas para el desarrollo de las capacidades físicas, intelectuales o emocionales de la mujer
Además de la negligencia, existe otra forma de ejercer el maltrato emocional, que incluye la ejecución –consciente o no- de acciones que dañan a la mujer en su esfera emocional.
La presencia simultánea de varios factores que posibilitan y/o favorecen la violencia intrafamiliar hace que exista un riesgo elevado en la aparición de este síntoma de descomposición social, aunque a veces no se detecte su presencia. En este sentido juegan un papel muy importante los factores de mediación social como la disponibilidad de un sistema social de apoyo que pueda actuar como recurso mediador o liberador en situaciones estresantes; asimismo, la afiliación o conexión con instituciones públicas o privadas, agrupaciones de diversa índole, organizaciones no gubernamentales e incluso familiares o miembros de la comunidad del entorno de la familia en los que pueda encontrarse el apoyo preciso.
Salud mental, ansiedad y depresión
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM) de la Asociación Psiquiátrica de los Estados Unidos (American Psychiatric Association) contiene una clasificación de los trastornos mentales y proporciona descripciones claras de las categorías diagnósticas, con el fin de que los clínicos y los investigadores de las ciencias de la salud puedan diagnosticar, estudiar e intercambiar información y tratar los distintos trastornos mentales. La edición vigente es la cuarta (DSM-IV-TR) ([21])
Para todas las personas, la salud mental y física y el bienestar social son componentes vitales inextricablemente ligados. Con el desarrollo del conocimiento acerca de esta interrelación, surge más claramente que la salud mental es crucial para asegurar el bienestar general de los individuos, sociedades y países. En efecto, la salud mental puede ser definida como el estado de bienestar que permite a los individuos realizar sus habilidades, afrontar el estrés normal de la vida, trabajar de manera productiva y fructífera, y hacer una contribución significativa a sus comunidades. No obstante, en la mayor parte del mundo, ni remotamente se le atribuye a la salud mental y los trastornos mentales la misma importancia que a la salud física. Por el contrario, la salud mental ha sido objeto de abandono e indiferencia. ([22])
La magnitud y la carga del problema de la salud mental se evidencian con los siguientes datos:
450 millones de personas sufren de un trastorno mental o de la conducta.
Alrededor de un millón de personas se suicidan cada año.
Cuatro de las seis causas principales de los años vividos con discapacidad resultan de trastornos neuropsiquiátricos (depresión, trastornos generados por el uso de alcohol, esquizofrenia y trastorno bipolar)
Una de cada cuatro familias tiene por lo menos un miembro afectado por un trastorno mental. Los miembros de la familia son frecuentemente los cuidadores primarios de las personas con trastornos mentales. La magnitud de la carga en la familia es difícil de justipreciar, y por eso es frecuentemente ignorada. No obstante, es dable afirmar que el impacto de la patología mental es importante en el deterioro de la calidad de la vida familiar.
Amén de los costos de salud y sociales, las personas afectadas por trastornos mentales son víctimas de violaciones de los derechos humanos, estigma y discriminación, dentro y fuera de las instituciones psiquiátricas.
Existe una enorme carga emocional y financiera para los individuos, sus familias y la sociedad en su conjunto.
Los impactos económicos de las enfermedades mentales se expresan en la disminución del ingreso personal, en la habilidad de la persona enferma – y, frecuentemente, de sus cuidadores – para trabajar, en la productividad en el ámbito de trabajo, en la contribución a la economía nacional, así como en el aumento de la utilización de los servicios de atención y apoyo.
El costo de los problemas de salud mental en países desarrollados se estima entre el 3% y el 4% del Producto Nacional Bruto (PNB). Más aún, las enfermedades mentales cuestan a las economías nacionales varios miles de millones de dólares, tanto en términos de gastos incurridos directamente como en la pérdida de la productividad.
El DSM-IV clasifica como trastornos de ansiedad a los siguientes: Trastorno de angustia (con agorafobia o sin ella) o agorafobia sin trastorno de angustia, Fobia específica, Fobia social, Trastorno obsesivo-compulsivo, Trastorno por estrés postraumático, Trastorno por estrés agudo, Trastorno de ansiedad generalizada, Trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica, Trastorno de ansiedad inducido por sustancias y Trastorno de ansiedad no especificado.
La ansiedad se define como un estado emocional desagradable en el que hay sensaciones de peligro amenazador, caracterizado por malestar, tensión o aprensión. Generalmente, la causa es un conflicto intrapsíquico inconsciente o irreconocible. La ansiedad es una emoción comúnmente experimentada por el ser humano a lo largo de su existencia y que responde a una amenaza a su identidad. Se considera normal cuando es una reacción adaptativa a un peligro identificable en el ambiente y se corresponde cuantitativamente y cualitativamente con él. Habitualmente se usa el término "miedo". Sin embargo, la ansiedad patológica es desproporcionada a cualquier estímulo posible y persiste por encima del nivel de adaptación. Es una respuesta a una amenaza indeterminada, difusa y muchas veces inexistente. La ansiedad es una estado psicológico de inquietud y sobresalto.
La ansiedad que no es excesiva presenta aspectos positivos, ya que estimula el aprendizaje y el cumplimiento de tareas. No ocurre lo mismo con los episodios persistentes de ansiedad intensa, los cuales son nocivos y comprometen la autonomía del individuo. El inicio de la ansiedad puede situarse en cualquier edad, aunque hay mayor incidencia en los adultos jóvenes (entre los 20 y los 40 años). En cuanto al sexo, la frecuencia es más alta en las mujeres, cuyo número puede alcanzar el doble que en los varones.
El paciente ansioso puede buscar una mejoría sintomática en el alcohol y otras sustancias, cuyo abuso no es raro. Tampoco es extraño que la presencia de ansiedad crónica provoque en el paciente una desmoralización que puede ocasionar la coexistencia de síntomas depresivos o de un síndrome depresivo completo.
El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) se caracteriza por ansiedad generalizada y persistente y que podría denominarse "ansiedad libre flotante". Se acompaña de síntomas físicos variables y múltiples, preocupaciones por uno mismo o por sus allegados, así como pensamientos negativos diversos.
Es más frecuente en las mujeres y entre los factores desencadenantes destaca el estrés crónico ambiental. Su evolución tiende a la cronicidad. El TAG presenta también una elevada comorbilidad con el trastorno de pánico.
Dentro de los trastornos de ansiedad, el criterio para el diagnóstico de crisis de pánico o crisis de angustia es la aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos: ([23])
1. Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardiaca.
2. Sudoración.
3. Temblores o sacudidas.
4. Sensación de ahogo o falta de aliento.
5. Sensación de atragantarse.
6. Opresión o malestar torácico.
7. Náuseas o molestias abdominales.
8. Inestabilidad, mareo o desmayo.
9. Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo)
10. Miedo a perder el control o volverse loco.
11. Miedo a morir.
12. Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo)
13. Escalofríos o sofocaciones.
Los criterios para el diagnóstico de agorafobia son:
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