- Introducción
- Aparición de la historiografía obrera militante
- El movimiento obrero en el pensamiento de Marx
- América: comienzos de la historiografía obrera
- Conclusiones
- Fuentes citadas
La filosofía de la historia que fundó Giambattista Vico (1668-1744) y la visión científica positiva de la metodología de la historia que institucionalizó en Alemania Leopold von Ranke (1795-1886), delimitan el nacimiento de las ciencias sociales en la tradición idealista del desarrollo intelectual europeo. En ese siglo surge también el pensamiento de Karl Marx y F. Engels, cuya estatura y unidad permite afirmar que, entre 1840 y 1885, se forjó también la visión materialista de la cultura, las ciencias sociales y de la historia como rama de la ciencia.
La influencia de Marx en la historiografía fue mínima durante la segunda mitad del siglo XIX. En parte, como consecuencia del ritmo histórico de la ciencia. Debido también, a que el conocimiento de la historia, desde el Renacimiento, fue un estímulo o un freno social a los cambios ideológicos y de las instituciones del Estado. Las condiciones sociales y políticas que prevalecieron en Europa en los siglos XVIII y XIX; es decir, desde la gran depresión de la centuria anterior, alineó a la mayoría de los filósofos con el lado conservador de las sociedades. En la segunda mitad del XIX casi todos los historiadores, en Europa y fuera del viejo continente, adscribieron al positivismo historicista. El marxismo consiguió algún protagonismo, hasta la Primera Guerra Mundial y con el triunfo de la revolución socialista en Rusia.
Luego de la muerte de V.I. Lenin, el triunfo de J. Stalin y la edición de la Historia del Partido Comunista, el marxismo-leninismo se convirtió en un sistema ideológico influido por el positivismo y se destinó a legitimar "la dictadura del proletariado". La enseñanza de la Historia fue controlada por el PCUS, con orientación doctrinaria marxista, la propaganda a la URSS y al propio Partido. Sólo a fines de la década 50-60 se produjo la ruptura de ese dominio intelectual, con la divulgación entre algunos círculos comunistas rusos, de los planteamientos de A. Gramsci sobre la ideología y de G. Luckács acerca de la conciencia de clase.
http://blogs.ua.es/tendenciashistoriograficas/la-historiografia-marxista/
En Europa y América, la Segunda Internacional -liberal y socialdemócrata- también sentó un período de hegemonía en el estudio de la sociología, la política y el conocimiento positivista de las historias nacionales, con base en las tesis filosóficas de Edward Bernstein (1850-1932), la sociología histórica de Durkheim, la de Max Weber (1850-1920) y la economía de Adam Smith. Por esos años apenas irrumpen en la academia las hipótesis de David Ricardo y las de otros reformadores liberales o socialistas revisionistas.
No obstante, entre 1920 y 1950 se produjo el despertar de la musa de la historia, más que, la renovación de la ciencia de la historia; pues la conciencia de la historia asomó en una pugna ideológica promovida por un lado, por el marxismo oficial de los PC aglutinados alrededor de la Tercera Internacional del Movimiento Obrero, francamente pro-soviética y pro-yanqui; y, por otro, en diversas batallas contra el nacismo, el fascismo y el falangismo español.
Surgió en primer lugar, la genuina expresividad contra el positivismo histórico que Marc Bloch impulsó desde las cárceles nazis, en Introducción a la Historia, la corta vida de la Escuela de los Annales y de la Historia de las Mentalidades. En segundo lugar, la resurrección de las corrientes económicas del marxismo, de la Teoría de la dependencia y de varias expresiones del marxismo que han sido calificadas como estructuralistas, funcionalistas, mecanicistas, culturalistas y neopositivistas –por sus énfasis en la información cuantitativa o por su carácter llanamente descriptivo-.
En fin, con el imperialismo neoliberal, entre 1985 y 2015, el discurso de la historia marxista, tradicional o renovado, ha sido centro de una intensa lucha ideológica. Pero el nuevo contexto de la lucha de clases ha estado definido por las guerras contra el imperialismo, los movimientos revolucionarios de África, Centroamérica y América del Sur, por las gestas de los nuevos movimientos sociales "Otro mundo es Posible" y por las correlaciones favorables a las fuerzas populares frente a la debilidad ideológica y organizativa de los movimientos obreros que surgieron entre 1830 y 1890.
Por lo tanto, este artículo pretende:
a) Dar a conocer algunos cambios relevantes del surgimiento del capitalismo industrial, de la historia de la filosofía y de la ciencia social, en los cuales apareció en Europa y América la historiografía obrera militante, influida por el historicismo y con un enfoque catequístico del materialismo histórico.
b) Relacionar la Revolución Industrial con la formación de la clase obrera como sujeto, su impacto en la evolución del socialismo y en el pensamiento revolucionario de Carlos Marx y Federico Engels a partir de 1840.
c) Comprender los comienzos de la historiografía obrera fuera de Europa, en el contexto de las contradicciones entre el crecimiento de la economía industrial, la formación del capitalismo agrícola y el desarrollo desigual de las ciencias sociales académicas, en la fase del imperialismo.
Aparición de la historiografía obrera militante
La noción "clase obrera" enriquece la conciencia social de la época contemporánea como contenido de una sensibilidad sobre la situación de las clases trabajadoras en el período de transición a la sociedad industrial moderna. Remite a unas percepciones difundidas en parte por el pensamiento político socialista, marxista y anarquista que se cultivaron en Europa desde la Revolución Francesa y en América desde la última década del siglo XIX.
En esa perspectiva, "clase obrera" devino concepto para aprehender al sujeto colectivo y protagonista a la vez, de las luchas que reivindicaban mejoras en la situación laboral y en las condiciones de vida de los trabajadores directos mediante la acción sindical, la participación político electoral o la acción revolucionaria pro socialista. Tales luchas relacionaron ideológica y políticamente las nociones clase obrera y movimiento obrero desde las obras escritas por obreros y para obreros, sus memorias de militantes políticos o la historia de sus organizaciones.
En otro ángulo. La industrialización provocó la aparición del obrero y del movimiento obrero y éste adquirió conciencia para sí con fundamento en la historia de sus luchas reivindicativas y políticas. "Entonces el obrero tomaba conciencia de forma espontánea y adquiría esa conciencia de clase que lo articularía al movimiento obrero Tal ideología era un sentimiento y una identidad que hacía que alguien se sintiese incluido en el movimiento obrero."
En España, el dirigente obrero Roberto Ceamaros definió al militante como "aquel que hacía la guerra social, es decir, quien luchaba por lograr la justicia social y la libertad frente a las desigualdades surgidas de la Revolución Industrial." "( ) Habría que entender por militante del movimiento obrero a todo aquel o aquella que, manual o intelectual, teórico u hombre de acción ( ) había ejercido una acción importante o no, para resolver, a través de reformas o por la revolución, o por las dos, en el sentido de la justicia social, la contradicción puesta en toda su amplitud por la Revolución Industrial, entre la producción colectiva y la apropiación individual." http://eprints.ucm.es/21456/1/T34476.pdf
La narración de hechos, datos y rasgos de la economía familiar o de empresa que denunciaban las desigualdades sociales porque victimaban a la clase obrera y trabajadora, se convirtió en el tópico relevante del temario que abordó la historia militante del movimiento obrero. En los folios de los boletines, periódicos y en hojas sueltas los sindicalistas letrados relataban trazos de la explotación; responsabilizan a los empleadores e insistían en el compadrazgo con los patronos que realizaban las autoridades del Estado y los encargados de aplicar el Derecho.
Ello propició la descripción y conocimiento de la explotación laboral que los obreros sentían en el abuso patronal con el tiempo de trabajo y el pago de los salarios, o la denuncia de las inhumanas condiciones de trabajo en las cuales incubaban riesgos de accidentes y enfermedades. El ambiente laboral se narraba, estableciendo una relación directa, unilateral entre las condiciones materiales de existencia de la clase obrera, los móviles económicos e institucionales de sus reacciones defensivas, las formas de organización facilitadoras de las contiendas obrero patronales, la destrucción de máquinas o la provocación de perjuicios materiales y en la persona física de los patronos. Los papeles y cuadernos de quejas y denuncias, incluían notas sobe legislación del trabajo y la creación de partidos políticos con objetivos y programas reformadores o revolucionarios.
Aquellas fuentes dieron cuenta también, de denuncias muy variadas. Se publicaban gacetillas con referencia reiterada al contenido de clase de muchas disposiciones de los gobiernos o acerca de la organización del Estado liberal. Con ello, los autores pretendían minar la supuesta validez absoluta de los valores e ideologías políticas que propagaban las clases dominantes para legitimar sus poderes e intereses. Así, a contrapelo de los dogmas del pensamiento liberal burgués, el movimiento obrero abordó los rasgos del trabajo asalariado y de las relaciones sociales entre obreros y patronos, con criterios reivindicativos y como parte de sus programas políticos.
La demanda de escolaridad, instrucción primaria y el aprendizaje de los oficios aparecen muy temprano como necesidades ligadas con los centros de trabajo; relacionadas con la formación de un bagaje de idoneidades que colocaran al obrero en mejores condiciones de valoración de su estatus social y de negociación de la venta de su fuerza de trabajo. Tampoco estuvo ausente el interés por la educación humanista del proletariado, que incluía la producción intelectual y de bienes de la cultura. En estado de analfabetismo general, el obrero recurrió a la enseñanza individual y en las horas libres de trabajo en el taller se utilizó la lectura en voz alta; actitudes ligadas a un genuino compañerismo y solidaridad de clase.
Excluido de educación secundaria y universitaria debido a las necesidades de subsistencia familiar, los conocimientos científicos o técnicos fueron prohibitivos para la clase obrera y sus dirigentes, en general. Desde 1850, casi todos los Estados liberales crearon sistemas de educación formal, con base en una división del trabajo intelectual que tomó en cuenta el ejercicio de las funciones de gobierno, el control de las instituciones del Estado y de las empresas. Los estratos medios dependientes de la burguesía y sus élites políticas, heredaron y monopolizaron el saber administrativo y el trabajo burocrático, configurando otro segmento laboral con intereses sociales diferentes de las demandas de la clase obrera.
Aunque la clase obrera y el movimiento obrero fueron nuevos sectores que surgieron con la sociedad industrial capitalista, sus identidades como parte de otra clase social fueron descubiertas en el medio siglo delimitado entre la Revolución Francesa y las revoluciones con programas socialistas de la primera mitad del siglo XIX. Por ello se afirma que el concepto de clase social no fue inventado por Karl Marx, aunque él sí lo introdujo en un marco sociológico.
En el marxismo las clases sociales se asientan en criterios económicos y la sociedad se concibe dividida en base a la propiedad o no de los medios de producción. Es decir, en la burguesía propietaria y en el proletariado que solo posee su fuerza de trabajo; lo cual, conlleva una relación de opresión y de explotación de la primera hacia la segunda. Estas dos nuevas clases sociales son producto solamente del capitalismo y evolucionaron en relación de antagonismo y de explotación de una por la otra.
La confrontación se esclarece debido a que existe una conciencia de clase o de los intereses comunes y del antagonismo con respecto de los intereses del otro; desigualdad en conflicto explícito o latente, el cual, deviene en motor del cambio social, como se anunciaba en el Manifiesto Comunista. Estas clases sociales actúan, además, como sujetos de la lucha ideológica. En Marx, la clase obrera se nutre del proletariado y se afirma sujeto histórico protagonista del cambio revolucionario, una hipótesis demostrable en la práctica política. Aquí se halla la diferencia entre el concepto de clase de Marx y otros de tipo sociológico.
El concepto de clase social en Marx
Transcurrieron otros cincuenta años entre el auge del socialismo utópico de tradición francesa e inglesa y la formulación del paradigma de transformación social, según el concepto de revolución agenciada por el proletariado y el movimiento obrero. En ese período despegó lentamente la difusión de las obras de economía política, la dialéctica materialista y el materialismo histórico: trilogía marxista que trasformó la concepción del devenir, de las causas del cambio histórico y del futuro del modo de producción capitalista.
El clima de transformaciones se caracterizó por el fracaso de la revolución de 1830 en Francia, las agitaciones sociales de 1830-1832 en Inglaterra, la represión de las conquistas liberales en Alemania y la derrota italiana en las contiendas nacionalistas contra Austria. Pero esos cambios promovieron, a la vez, la crítica de economistas, empresarios y políticos a los éxitos que se esperaban del progreso capitalista frente al atraso tecnológico, la pobreza rural, la concentración de la riqueza, el temor al radicalismo del movimiento cartista de 1830-1848 y a las luchas sociales con protagonismo de organizaciones proletarias. Además, se desarrolló el pensamiento marxista "con una visión de la historia que niega la escuela escocesa, una crítica de la economía política clásica y un programa de construcción del futuro radicalmente opuesto al de la burguesía" (Fontana, J. 1982:137-140).
Se trata de una concepción de la historia de las sociedades, aprehendida con la elaboración de pensamiento, la polémica filosófica y la actividad política de Marx y Engels, entre 1843 y 1883. La dialéctica, el materialismo histórico y la crítica a la economía política inglesa, se erigieron paradigma filosófico, de las ciencias sociales y la economía. En ellas se alude al obrero fabril e industrial como la clase antagónica en la lucha del proletariado contra la burguesía; clase obrera que floreció entre 1780 y 1840, época de la "revolución industrial" que vio su nacimiento y el del movimiento obrero en el período 1840 a 1890. Durante ese siglo se consolidó sobre aquellos cimientos sociales y productivos el predominio absoluto del capitalismo. (Hobsbawn, E.1979:269-270).
"Marx no fue un epistemólogo. Descubrió su método practicándolo." (Vilar 1975:1) pero la filosofía marxista trajo implicaciones al interpretar los cambios de las sociedades y explicar el devenir. "El materialismo, aplicado a cualquier rama teórica, significa ante todo, el estudio y conocimiento del mundo como realidad objetiva, es decir, como realidad existente independientemente del conocimiento humano, del sujeto que realiza el acto del conocimiento ( ) Lo dicho es válido, también para el materialismo histórico, que hace objeto de su conocimiento "la historia de los hombres".
"Conocemos –escribieron C. Marx y F. Engels en La Ideología Alemana- sólo una ciencia, la ciencia de la historia Se puede dividirla en historia de la naturaleza e historia de los hombres La historia de la naturaleza, las llamadas ciencias naturales, no nos interesa aquí, en cambio tenemos que examinar la historia de los hombres" "La historia humana existe solamente por la propia existencia humana, porque los seres humanos, activamente y antes de todo el conocimiento realizan el proceso de desarrollo histórico. "La historia no hace nada" "no posee ninguna inmensa riqueza", "no libra ninguna clase de luchas". (C. Marx y Engels. La Sagrada Familia. (Citados por Mezhúiev, V. 1980: 95-96). http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-39/la-auto-emancipacion-de-las-clases-de-trabajadoras-y-trabajadores-como-proc
La negación de la historia como concepto metafísico e idealista de la evolución humana y la clarificación de la actividad creadora como atributo exclusivo de los seres humanos, fue a la vez antítesis y síntesis de la rica trayectoria del pensamiento filosófico y político acerca de la historia y sus funciones. Una travesía elaborada en el largo plazo del Renacimiento a la Ilustración y la Revolución Industrial, durante el cual se bosquejó el nacimiento y desarrollo del positivismo, el historicismo y otras corrientes académicas de la historia en Inglaterra, Los Países Bajos, Europa Central e Italia.
Por otra parte, las tesis marxistas sobre la revolución proletaria nacieron y evolucionaron entrampadas en un núcleo de realidades económicas y proposiciones teóricas. Las discrepancias filosóficas que se gestaron entre grupos de estudiantes acompañaban los trabajos de organización sindical de los obreros urbanos. Estos aumentaban como fuerza de trabajo, por sectores productivos e industrias. A la vez, en el seno del movimiento obrero surgían controversias ideológicas, disputas sindicales y polémicas sobre los programas políticos influidos por la burguesía.
El movimiento obrero en el pensamiento de Marx
Estudios sobre los orígenes del marxismo lo reducen a la evolución del pensamiento teórico de Marx y Engels. Atendiendo a su conexión con el movimiento obrero, el marxismo fue un producto de la confluencia de las luchas obreras y las búsquedas de un grupo de intelectuales escindido de la academia. Su evolución se produce en relación con el ascenso del movimiento obrero, entre 1843 y 1846.
Para seguir ese proceso, se propone poner en pie de igualdad las reflexiones de los intelectuales y de los trabajadores a partir de una revisión de las relaciones de Marx con el movimiento obrero de la década 1840. En una historia lineal, el origen del marxismo es descrito como un proceso meramente intelectual, que puede explicarse a partir del conocimiento de autores que ejercieron influencia sobre el joven Marx.
En tanto proceso, se retoma un hecho obvio: el socialismo y el movimiento obrero son anteriores a los primeros tanteos de Marx y Engels en el materialismo histórico. Ambos se encontraron con una multiplicidad de corrientes y de teorías socialistas, así como, con prácticas y problemas establecidos desde mucho antes. El origen del marxismo no tuvo un comienzo académico.
Las líneas fundamentales fueron desarrolladas por Engels después de la muerte de Marx, al redactar un resumen de la Historia de la Liga de los Comunistas, primera organización política del movimiento obrero que se proclamó comunista. La Liga Comunista había nacido en Londres como una organización revolucionaria, en junio de 1847, resultado del congreso de la Liga de los justos, al cual se integró el Comité Comunista de Correspondencia de Bruselas liderado por los exiliados alemanes Karl Marx y Federico Engels.
La historia de la Liga de los Comunistas fue escrita por Engels y en ella se hace de los obreros un sujeto pasivo, receptor de las ideas marxistas. Habría que destacar la capacidad organizadora de Marx, habitualmente oscurecida. No obstante, sin la práctica y las concepciones elaboradas por el movimiento obrero, no hubiera sido posible el desarrollo de la teoría marxista porque, entre otras cosas, Marx y Engels construyeron su teoría socialista a partir de la experiencia de ese movimiento obrero.
Marx inició su actividad política en las filas del liberalismo. En las condiciones de Alemania en 1840, el liberalismo era extremadamente débil y ponía sus esperanzas en las supuestas convicciones reformistas del nuevo monarca de Prusia, Federico Guillermo IV que ascendió al trono en 1840. Los Jóvenes Hegelianos surgieron como grupo en la segunda mitad de la década de 1830; emprendieron la crítica a la religión, pues consideraban que ésta era el fundamento de todas las concepciones erróneas. Contribuyeron con dos cosas, combinadas en una mezcla explosiva: su dedicación a la teoría abstracta y a la investigación seria. Estos jóvenes hegelianos fueron un componente social de gran importancia en la formación de Marx y, en menor medida de Engels, y no un componente meramente ideológico."
En 1842, ante la necesidad de encontrar canales de expresión para sus ideas, una parte de los Jóvenes Hegelianos se alió con la burguesía industrial renana. Los años 1843 y 1844 fueron decisivos en el pasaje de Marx al socialismo, en el cual, resultaron centrales dos experiencias: el encuentro en París con las sociedades secretas de los obreros franceses y alemanes, y el impacto de la insurrección de los tejedores de Silesia y Moravia, en 1844; ambas interpretadas por Marx como una demostración de la capacidad política de la clase obrera.
Marx tuvo conocimiento de las teorías de los socialistas franceses durante 1843, Todavía en septiembre de ese año seguía planteando la superioridad de la filosofía sobre las doctrinas socialistas. El paso siguiente en su evolución fue conceder al proletariado el papel de ejecutor de las tareas propuestas por la filosofía. Marx encaró la cuestión central: la pregunta sobre cuál clase social estaba en condiciones de realizar la revolución en Alemania.
El proletariado pasó a ser concebido la única clase revolucionaria, lo cual implica de por sí, el abandono definitivo del terreno del liberalismo. Pero no el abandono del terreno filosófico en que Marx se había movido desde los comienzos de su actividad política. El proletariado es caracterizado todavía como un elemento pasivo, siendo la filosofía la encargada de imprimir su carácter al movimiento de las masas trabajadoras. En otras palabras, el intelectual, el filósofo es quien impone a las masas las acciones a realizar.
El distanciamiento del liberalismo se basó, en el campo de la teoría, en la adopción de un punto de vista democrático general y en la aceptación de la filosofía de Feuerbach. Desde ese punto de partida filosófico Marx llegó a pensar al proletariado como la única clase revolucionaria. El fracaso de la insurrección de 1839, promovida por los blanquistas, marcó el final de una etapa del socialismo francés. Hasta ese momento, las sociedades secretas habían actuado en conjunción con los republicanos y los demócratas.
El movimiento obrero francés tenía en 1844 una larga tradición de teorías y prácticas, que se remontaban a la Conspiración de los Iguales (1796). Durante buena parte de su historia, las organizaciones de trabajadores estuvieron bajo la influencia del movimiento republicano. Sólo a partir del fracaso de 1839 y de la difusión de la experiencia de Babeauf durante la Revolución Francesa, comenzó a conformarse una teoría política divergente de la tradición republicana. El blanquismo, tomó los ejes principales del babouvismo y fue la corriente más consciente de esta política proletaria.
A partir de la interacción con las sociedades secretas francesas y alemanas se fue conformando una nueva teoría socialista. El segundo hecho fundamental vino con la rebelión de los tejedores de Silesia y Moravia. Este acontecimiento tiene gran importancia porque representa el pasaje del comunismo "filosófico", centrado en una noción abstracta de proletariado, a una concepción del comunismo centrada en la acción política y en la organización de los trabajadores.
Marx planteó la diferencia entre la acción de los trabajadores y la de los liberales ( ) No sólo se destruyen las máquinas, estos rivales de los obreros, sino también los libros de comercio y títulos de propiedad; y mientras que los otros movimientos sólo se dirigen contra el patrón industrial, el enemigo visible, en este movimiento se dirige igualmente contra el banquero, el enemigo oculto. Marx va más allá y reconoce la superioridad intelectual de estos obreros sobre los obreros liberales alemanes. Ahí es fundamental su reivindicación de la obra de Wilhelm Weitling.
El elogio a Weitling marca un punto de inflexión en la evolución política de Marx. Hasta ese momento, los interlocutores en sus debates habían sido los Jóvenes Hegelianos. Marx abre su horizonte e incorpora a la discusión a los intelectuales obreros y el caso más claro es Proudhon. No se trata solamente, de que en 1844 Marx comenzó a estudiar las obras de los economistas políticos ingleses. Al mismo tiempo, y esto suele ser menos destacado, Marx inició una serie de debates e intercambios con dirigentes, intelectuales y militantes obreros.
Hay otra vertiente y consiste en el papel que jugó Engels. A través de él, Marx entabló contacto con El cartismo, el cual, con sus movilizaciones de masas obligó a Marx y Engels a ver las limitaciones de un movimiento social centrado en sociedades secretas, como era el caso de las organizaciones de los obreros franceses y de los artesanos alemanes. Si el comunismo de Marx y Engels tuvo un carácter de masas, se debe, en buena medida, a la influencia del cartismo. Pero, también el cartismo obligó a Marx y Engels a repensar la relación del movimiento obrero con el Estado. Durante 1845 y 1846, Marx y Engels encararon la cuestión de formular su nuevo punto de vista en una teoría de la sociedad y de la política. En esta tarea, los hitos principales fueron las Tesis sobre Feuerbach y La ideología alemana.
En tercer lugar, hay que esbozar la actividad de Marx al frente del Comité de Correspondencia Comunista de Bruselas. El acercamiento entre Marx y Engels y la Liga de los Justos, que culminó en febrero de 1848 con la publicación del Manifiesto Comunista, que fue posible por la actividad de ese Comité de Correspondencia.
http://miseriadelasociologia.blogspot.com/2013/07/el-movimiento-obrero-en-los-origenes.htm
El marxismo predominó en el movimiento obrero cohesionado por la Primera Internacional entre 1864 y 1876. En 1868 Mijaíl Bakunin y Pierre Joseph Proudhon lideraron en la Internacional la corriente anarquista del movimiento, frente a la conducción intelectual de Marx. En el Congreso de la Haya de 1872, Marx salió victorioso y Bakunin fue expulsado de la Internacional. Se produjo la primera ruptura entre marxistas y anarquistas.
A comienzos de los años 90 –Marx había fallecido en 1883- luego de un período de actividad clandestina, se fundó el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán, organizado por la Asociación General de Trabajadores, liderada por Ferdinand Lassalle y por el Partido Socialdemócrata de Trabajadores, dirigido por Augusto Bebel y Wilhelm Liebknecht. El partido adoptó el Programa de Erfurt de orientación reformista que elaboró Karl Kautsky.
En Francia, después de la represión que siguió a la experiencia revolucionaria de La Comuna de París, se fundó en 1879 la Federación de Trabajadores Socialistas. En la década siguiente se sentaron las bases y se construyeron partidos obreros y socialistas en Dinamarca, Suecia, Bélgica, Austria, Suiza e Italia. Surgieron además grupos marxistas en Finlandia y Rusia. En Estados Unidos se organizó el Socialist Labor Party y en Inglaterra surgió el Nuevo Sindicalismo, una organización de masas de obreros no calificados, ubicada a la izquierda de los antiguos sindicatos.
Después de la clausura de la Primera Internacional, entre 1886 y 1889, la corriente marxista del movimiento obrero se reorganizó bajo la dirección de Engels. Este año se realizó en París el congreso que fundó la Segunda Internacional, en el cual se debatió con ahínco la relación entre reforma y revolución. Un sector dirigido por Edward Bernstein, impresionado por la ausencia de revoluciones, proclamó que no había que luchar para tomar el poder, sino por las reformas graduales que "abrirían el camino al socialismo". El objetivo del movimiento obrero ya no era organizarse para luchar por el poder del Estado, sino mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.
En ese período los revisionistas elaboraron las principales propuestas reformadoras sobre economía, sociedad y el poder. El campo de batalla se trasladó al interior del movimiento obrero configurando los bandos reformistas y revolucionarios entre los socialistas, anarquistas y comunistas, estos últimos en minoría. Las corrientes marxista y revisionista se separaron en toda Europa y surgieron los partidos comunistas y socialdemócratas. La Segunda Internacional se reunió nueve veces, hasta la Primera Guerra. En el Congreso de Londres de 1896 fueron expulsados de nuevo, los anarquistas. Engels había fallecido un año antes.
Hubo otro cambio que hizo más complejas las tareas del movimiento obrero. La segunda revolución industrial reconfiguró las líneas gruesas del desarrollo capitalista mostrando su carácter desigual entre los países productores de bienes de capital y aquellos proveedores de materias primas y fuerza de trabajo barata. Surgió una nueva división internacional del trabajo, en la cual, los países no industrializados fueron subordinados por el mercado mundial a una nueva condición neocolonial.
Con diferencias entre los países, la situación neocolonial se impuso a tono con el tipo y las fuentes de materias primas, la ubicación geográfica, la accesibilidad a las rutas marítimas, el crecimiento y articulación del mercado interno u otras condiciones favorables a la circulación de capital y a las inversiones extranjeras de capital. De ahí otro fenómeno nuevo y complementario: la aparición del imperialismo, observado originalmente por teóricos de la economía política liberal. Y su contraparte: La agitación de sentimientos nacionalistas y las luchas por la soberanía y autonomía de los Estados frente a los monopolios financieros e industriales del capital, como categoría económica de alcance mundial.
Esas transformaciones se acentuaron al comenzar el siglo XX en medio de confrontaciones militares entre Estados y naciones. Aires oscuros de guerra cruzaron las fronteras de los imperios monárquicos absolutistas de Rusia, Austria-Hungría y Turquía. Desde comienzo del siglo, para el movimiento obrero las guerras regionales en Europa Oriental tenían explicación como guerras imperialistas o de redistribución de las posesiones territoriales. La expansión imperialista puso en la agenda política el tema de la paz.
Empezó la guerra y con ella se acentuaron las diferencias en el movimiento obrero. Antes y durante la guerra la posición de los socialistas fue muy ambigua. En Francia la rechazaron los socialistas como Jean Jaurès y los sindicalistas revolucionarios como A. Merrheim, de mentalidad antimilitarista. Pero, mientras unos pedían la paz y llamaban a huelga general, los socialdemócratas alemanes y de Austria votaron los créditos de guerra. Entre los anarquistas hubo más homogeneidad: repudiaron y condenaron la guerra, salvo excepciones en que apoyaron a los aliados.
Al terminar la Guerra de 1914 eran irreconciliables las fisuras dentro de la Segunda Internacional. Por un lado, la social democracia que había apoyado el conflicto y participó de la reconstrucción de algunos países; una parte de la izquierda socialista que poco a poco fue formando los partidos comunistas y promovieron algunos movimientos revolucionarios como en Alemania en 1918 o en Hungría en 1919; un movimiento anarquista fuerte en algunos países, como en España. En 1915, en la Conferencia de Zimmerwald (Suiza) la corriente opuesta a la guerra, liderada por V. I. Lenin, propuso fundar otra instancia internacional.
En marzo de 1919, tras la Revolución Rusa, Lenin, el líder bolchevique del nuevo gobierno soviético, organizó otra Internacional, popularmente conocida como la Internacional Comunista o Komintern, para impulsar la revolución mundial según el modelo comunista ruso. El Congreso Fundacional eligió como presidente a Grígori Zinóviev, uno de los lugartenientes de Lenin y designó una comisión ejecutiva para asegurar la continuidad entre congresos. El Segundo Congreso, de 1920, adoptó 21 condiciones para el ingreso, que reflejaban la insistencia de Lenin en la obediencia total y su desprecio por el socialismo reformista de la Segunda Internacional.
América: comienzos de la historiografía obrera
En los países del continente americano varios fenómenos retardaron la formación del capitalismo y la viabilidad de la industrialización. La permanencia de la esclavitud; la expansión territorial de Estados Unidos sobre México, el Caribe y Centroamérica; las guerras de independencia de Cuba y Puerto Rico; la segunda revolución industrial entre 1870-1914 y la nueva división internacional del trabajo; la formación del imperialismo financiero monopolista como matriz estructural de la historia económica contemporánea.
Las economías de estos países arrastraban contradicciones profundas. Se consolidaron fuertes regímenes de dominación mediante la fusión de al menos dos grupos políticos con intereses productivos, comerciales y financieros. Por un lado, con las clases dominantes europeas y por otro, con el expansionismo de los Estados Unidos. Ambos bloques vivían en permanente disputa entre sí y débilmente con las fuerzas metropolitanas, para consolidar sus respectivas alianzas por la hegemonía imperialista en el Istmo Centroamericano y el Caribe.
Las decisiones de los gobiernos de Centroamérica para impulsar la agricultura de exportación y explorar o habilitar sus territorios, el impulso de las inversiones públicas de origen extranjero y los cambios demográficos, transformaron los modos de tenencia de la tierra en perjuicio de la propiedad comunitaria de indígenas, campesinos colonos, agricultores y de las ventajas laborales de la abolición de la esclavitud. El intercambio internacional de productos agrícolas por manufacturas y bienes de capital supeditó los cultivos tradicionales de consumo familiar y comercio interno, a la agricultura para la exportación. Después de 1860 ya era perceptible el empobrecimiento de sectores de la población y el abandono de los campos y talleres por numerosas familias de labradores y artesanos.
En las villas y ciudades decayó la elaboración y comercio de textiles, medio de trabajo de centenares de indígenas y mestizos. Los gremios por oficios se desintegraron porque se anularon las ordenanzas coloniales que protegían a las corporaciones por oficios y debido a la importación de manufacturas fabriles. En las ciudades más pobladas buen número de oficiales, aprendices de oficios y trabajadores independientes se convirtió en obreros asalariados de talleres. Los obrajes pasaron a ser propiedad de maestros de oficios o de inmigrantes que traían experiencia comercial y excedentes de dinero para comprar fuerza de trabajo, maquinaria liviana y herramientas.
Hacia 1870 se impusieron los intereses de EUA enunciados desde 1824 en la Doctrina Monroe; favorecidos también por la cercanía, las tempranas inversiones ferroviarias en Panamá, en 1850; el fracaso de la industria textil y de otras manufacturas, con las recurrentes crisis de la artesanía y, paralelamente, por la formación de un enclave agrícola desde Guatemala a Panamá para el cultivo y exportación de bananos a Europa y Estados Unidos.
Se acentuó así la integración geográfica de tipo agrícola, regional y horizontal que había surgido a mediados del siglo XIX. Esta vez, delimitó la evolución de una gran demanda de fuerza de trabajo proletaria y de obreros agrícolas, ferrocarrileros y portuarios. En cada país el mercado salarial quedó formado por hilachas de aquel sector, sin cohesión interna, más los obreros de ciudades, minería, explotación de bosques, maderas, fibras y los trabajadores de obras públicas.
El capitalismo occidental experimentó un período de auge y expansión hemisférica en condiciones de desarrollo desigual, hasta la Primera Guerra Mundial (Cardoso y Pérez. 1979: 220-227). Ello configuró también el contexto de florecimiento del progreso material, de las historias políticas nacionales, la educación, la ciencia y las innovaciones técnicas, en las cuales, las élites latinoamericanas se percibieron clase hegemónica con criterios de herencia colonial y alguna visión de futuro. Por lo tanto, de manera diferenciada con respecto a las clases inferiores de sus naciones y Estados. Con ello configuraron también el fenómeno de dominación de clase en la producción cultural de los bienes materiales y espirituales de estas sociedades. (Camacho D., 1977: 129-148).
Para el filósofo Eusebio Fernández, "la historia del pensamiento socialista español de la Segunda Internacional, portaba tres características notables: Conocimiento exiguo, parcial y minoritario de la obra de Marx y Engels, preponderante influencia de la socialdemocracia, e ideologías cientificistas
Esos rasgos los palpa "en la prensa y en la lectura obrera, tanto socialista, como anarquista Es un socialismo inspirado en un marxismo de fuertes connotaciones positivistas y en el darwinismo social. De ahí, una concepción filosófica evolucionista y determinista (inevitabilidad del socialismo por evolución natural de los hechos históricos, etc.), y el olvido total del análisis dialéctico, debido a la casi inexistente influencia de la filosofía hegeliana. Los pensadores se acercaron al socialismo desde la perspectiva de otras influencias filosóficas no marxistas como el krausismo, el positivismo o el neokantismo. Por ello no puede hablarse de tradición teórica marxista "
Puede afirmarse que estos rasgos, en particular el positivismo, son comunes al origen del pensamiento socialista en América. Al comenzar el siglo XIX, en estas sociedades, el positivismo fue la corriente que condujo la indagación del pasado por vías más seguras. Propuso un paradigma y una metodología de investigación y narración que satisfizo la necesidad de darle coherencia a la ideología política defensora de los intereses de clase del bloque de poder terrateniente e industrial, frente a las revoluciones de la época y las luchas sociales como contenido irrefutable del origen y evolución del Estado y del nacionalismo burgués, republicano o monárquico constitucional. (Fontana, 1982: 132-134)
Así, desde México y Chile, diferentes autores de historia del movimiento obrero constatan la propagación periodística y bibliográfica del pensamiento socialista entre 1850 y 1880; vistazos acerca del socialismo utópico, el blanquismo, el anarquismo proudhoniano y de Bakunin. Asimismo, hacia 1860 surgieron las primeras coaliciones de trabajadores en la forma de grupos de ayuda mutua, cooperativas, asociaciones y uniones obreras con formas propias de lucha laboral como la destrucción de máquinas, quemas de bodegas de granos y las huelgas.
En las décadas siguientes se crearon Secciones de la I y II Internacional de Trabajadores, Federaciones Regionales y Centrales Obreras anarquistas. (Godio, J. 1979: 11-34; Rama M. C., 1976: 57-69). La economía política marxista comienza a difundirse desde México y el Cono Sur, a fines del siglo XIX. Con esos textos se conoció en Centroamérica el pasado de la clase obrera nacional e internacional, desde los artesanos por oficios, y las ideas socialistas.
La divulgaron cronistas de la prensa y unos pocos académicos de la educación, la filosofía y el derecho que se ligaron a los intereses de los obreros en luchas ideológicas, cívicas, laborales y antiimperialistas, después de 1890. Por esos años se popularizaron las doctrinas y documentos socialistas por diversos medios de prensa en las ciudades y al calor de las condenas al marxismo por parte del involucramiento del Vaticano y la Iglesia Católica en la lucha de clases internacional.
En el siglo XIX hubo una revolución en la historia de la filosofía y de la ciencia social, con el surgimiento y desarrollo de la dialéctica de Hegel y el materialismo histórico y dialéctico de K. Marx. En América, ambas corrientes carecieron de estudio y divulgación académica. En la segunda mitad del siglo XIX, en la práctica política, como en los estudios humanistas, el positivismo de A. Comte y el Historicismo de Ranke configuraron el paradigma que logró hegemonía ideológica.
Los estudios de historia del materialismo realizados por C. Marx, lo acercaron en el siglo XIX al pensamiento político liberal desde la perspectiva socialista. No obstante, el carácter represivo de las monarquías constitucionales y de las nacientes repúblicas liberales, deslindó la constitución de la hegemonía burguesa y la exclusión de los intereses sociales y nacionales de la clase obrera. En esa disyuntiva, Marx se involucró en las luchas políticas, organizativas e ideológicas del movimiento obrero alemán, configurando el socialismo materialista que tomó cuerpo teórico en El Manifiesto Comunista.
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