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Movimientos GLBTT y procesos revolucionaros en América Latina: construyendo un nuevo sujeto histórico


Partes: 1, 2

  1. Carlos Sánchez
  2. Jennifer Durán
  3. Tatiana Rojas
  4. Lohana Berkins

Carlos Sánchez:

Cuando hablamos de procesos revolucionarios y movimientos homosexuales, nos imaginamos que no existe aparentemente una vinculación dado que la tradición, la publicidad y el mercado, nos imponen un imaginario, una forma de concebir los movimientos homosexuales, como una cosa muy festivalera, carnavalesca, con muy poco contenido político. Sin embargo, en las últimas dos décadas en América Latina, se ha venido desarrollando un movimiento emergente con claro contenido político y subversivo, anti-sistémico, lo que coincide con un momento de desarrollo del sistema capitalista.

Quiero comentar un artículo del compañero canadiense Alan Siers, presentado en la Escuela de Verano Solidarity, una organización socialista revolucionaria norteamericana, en agosto del año 2000. Alan es miembro del News Socialyst Group de Canadá y es Profesor de Sociología en la Universidad de Winsord.

Dicho artículo menciona distintos avances del Movimiento Homosexual en las últimas décadas y sostiene que ahora es posible, para homosexuales y lesbianas, vivir en forma relativamente abierta, en un ambiente básicamente tolerante, con acceso a recursos comunitarios. Aunque muchos otros también se han beneficiado de estas conquistas, ha habido muy pocos cambios en la vida de las maricas más vulnerabilizadas, lo que incluye a la gente transgénero, a las maricas que viven en la pobreza, a las personas de color, quienes viven en el closet y a muchas mujeres.

Ha habido avances en los derechos de las minorías sexuales, pero hay un amplio margen dentro de la población homosexual que vive en la marginalidad y exclusión. Muchas conquistas de homosexuales y lesbianas deben apreciarse en un contexto en que la mayoría de las maricas ha ganado muy poco o nada. Incluso, las más destacadas de estas victorias han tenido lugar en los últimos veinte años, un período señalado por un claro giro a la derecha, donde el clima político general ha estado marcado por el ataque hacia los pobres, los retrocesos de las medidas de acción afirmativas a favor de las mujeres, los ataques a los inmigrantes, el ascenso de la derecha, la declinación de la izquierda y un movimiento obrero generalmente a la defensiva. Ese es el contexto en el cual nos desarrollamos.

Las conquistas obtenidas obedecen fundamentalmente a dos causas. En primer lugar, han sido producto de la lucha. Las maricas se han movilizado una y otra vez, han tomado las calles para protestar por la violencia del Estado, los ataques a las maricas, la falta de acción sobre el Sida y la negación de los Derechos Humanos. Al hacerlo, hemos cambiado el mundo y lo que es más importante, nos hemos transformado en activistas. Ninguno de estos logros habría sido posible sin ese intrépido y decidido activismo. Las maricas no son el único grupo que se ha movilizado contra la ofensiva de la derecha. Los grupos contra la pobreza, los partidarios de los derechos de los inmigrantes, los activistas anti-racismo, las feministas y los movimientos sindicales, han contraatacado con fuerza.

Es necesario investigar con mayor alcance a fin de entender los cambios de la sociedad capitalista, que han creado ciertos espacios para la consolidación de las identidades lésbicas y gays, en un clima generalmente hostil.

La palabra homosexual surgió en la década de 1860. Se requería una nueva palabra para describir un fenómeno relativamente nuevo, aunque, desde luego, no tenía nada de nuevo, en que mujeres tuvieran sexo con otras mujeres y que hombres hicieran lo mismo con otros hombres.

El nuevo aspecto del término homosexual intentaba captar el surgimiento de una orientación sexual hacia el mismo sexo con una identidad de tiempo completo, es decir, nos dábamos cuenta de que éramos mariquitas las 24 horas del día y no sólo en algunas horas de la noche.

Esta transformación fue resultado de relaciones de producción específicamente capitalistas. La separación del hogar, la industria a domicilio y el empleo remunerado en las sociedades capitalistas fue la base para el surgimiento del homosexual o de la homosexuala o lesbiana o la travesti.

En las sociedades precapitalistas, los individuos producen y gastan energías para transformar la naturaleza de manera que satisfaga sus deseos y necesidades y se reproducen, es decir restauran su energía y crían a la próxima generación con la misma gente. La gente caza, recolecta, siembra, come, juega, cría a los niños y tiene sexo en la misma comunidad organizada por parentescos.

En las sociedades capitalistas, la producción está separada de la reproducción y el empleado asalariado se traslada de los hogares, lo que abre nuevos espacios. Así como el acceso a los recursos productivos claves en la sociedad ya no depende directamente de la ubicación en las estructuras de parentesco, en buena medida el patrón de una sociedad capitalista no tiene que ocuparse de lo que sus empleados hacen en su tiempo no pagado, siempre y cuando lleguen listos para el trabajo. El capitalismo tuvo un efecto doble, abrió nuevas posibilidades para la explotación de la sexualidad y al mismo tiempo erosionó las estructuras familiares dominantes a través de la larga jornada de trabajo y de una paga inadecuada.

A fines del Siglo XIX y principios del XX, los que toman las decisiones y los reformadores morales empezaron a preocuparse de que la clase obrera atravesaba un proceso de degeneración moral. En muchos hogares los hombres, las mujeres y los niños fueron empleados asalariados fuera de la casa.

Unidades domésticas sobre pobladas significaron que los niños fueran expuestos al sexo y que las niñas y niños vivieran en una gran promiscuidad. Las relaciones sexuales extramatrimoniales y la homosexualidad parecen prosperar en calles y bares. Los tomadores de decisiones públicas vieron la reforma moral en parte como un antídoto a la militancia de la clase trabajadora. Una familia proletaria revigorizada era vista como el pilar potencial de la estabilidad, así como una fuente continua de nuevos trabajadores. El Estado desarrolló una gran variedad de nuevas formas de regulación moral para moldear a la familia proletaria en el período que va desde 1880 a 1920, en Canadá, Gran Bretaña y EE.UU.

La homosexualidad masculina fue proscrita, las mujeres quedaron omitidas de la legislación británica debido a que los legisladores sexistas no podían siquiera concebir que la mujer pudiera tener una sexualidad independiente de la de los hombres.

El nuevo orden de los géneros, reforzado a través de actividades, como clases de economía doméstica segregadas por clase social para las niñas y los talleres técnicos para los niños en las escuelas; y el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar, fue sujeto a nuevas formas de escrutinio, como las enfermeras de salud pública harían con la introducción de la inspección y la instrucción.

El régimen de regulación moral que emergió a principios del Siglo XX fue incorporado en las estructuras del Estado de bienestar surgido luego de la Segunda Guerra Mundial, permaneciendo casi intacto hasta la década de los 60. Los últimos 35 años hemos atestiguado una desregulación moral parcial ante los cambios de la sociedad capitalista y el surgimiento de movimientos militantes lésbicos, gays y de mujeres. El capitalismo abrió nuevos espacios para el desarrollo de la sexualidad y los clausuró a través de un régimen de regulación moral. En el pasado reciente, este régimen de regulación moral ha sufrido grandes cambios. Ha habido una desregulación moral parcial en la medida en que las reglas se han relajado en determinadas áreas de la vida, si bien al mismo tiempo, nuevas formas de vigilancia y control han surgido, como por ejemplo, en el hostigamiento a la gente que recibe beneficios sociales o a los que viven sin techo.

La desregulación de carácter moral, se ha relacionado con la más profunda penetración de la mercantilización de bienes y productos en nuestra cotidianidad. En los EE.UU. y Canadá, el pan se horneaba en casa y ahora se compra en las tiendas. Las fiestas de cumpleaños, cada vez más frecuentes, se organizan en establecimientos comerciales. El mercado es fundamentalmente amoral; su único objetivo es el lucro. El viejo régimen de regulación moral constituía en realidad una barrera para el lucro. Por ejemplo, las restricciones a la especulación, mantuvieron a la industria de elevadísimas ganancias en los márgenes de la vida de los EE.UU. y Canadá.

El giro a la derecha en los últimos veinte años ha incluido una buena cuota de desregulación en la medida en que las barreras de la expansión depredadora del mercado han sido eliminadas. Las industrias del transporte han sido desreguladas de manera tal, que se ha llegado a disminuir sensiblemente la cantidad y calidad de las inspecciones de salud y seguridad, así como las salvaguardas de seguridad y los límites de la competencia. También ha habido desregulación moral: los casinos ahora compiten por sacar el dinero de los bolsillos de la clase trabajadora.

Esta desregulación moral tiene relación con la comercialización de los cuerpos. De hecho, la publicidad, dirigida a la venta de productos, explota la exposición del cuerpo humano y la liberalización de la sexualidad. En el metro de Santiago hay mucha publicidad erotizada y relacionada con el sexo. Últimamente ha salido una publicidad muy homofóbica, de un desodorante, que dice el olor a hombre atrae a más hombres ¿te gustaría eso?. Es una propaganda dirigida a los hombres, pero me pregunto qué pasa con las mujeres que leen esa publicidad, ¿de verdad quisieran andar hediondas?. Es una lógica heterosexista y obviamente homofóbica desde el momento en que excluye la posibilidad de que los hombres nos podamos sentir atraídos por otros hombres y las mujeres por otras mujeres.

Ciertamente el estilo de vida gay comercializado no es equitativamente accesible a todos los espacios y tiende a orientarse más hacia los hombres que a las mujeres, en parte debido a que los hombres tienen un mayor poder de compra. La gente con menores ingresos tiene un acceso muy limitado a estos espacios que generalmente tienen como requisito un pago para acceder a sus servicios.

Ciertamente, los hombres gays han sido pioneros de una nueva masculinidad orientada al mercado que se extiende progresivamente a los hombres heterosexuales. Está bien que se preocupen por su apariencia, no tengo nada contra verse viriles y comprar todo al mismo tiempo.

El ascenso de un estilo de vida gay comercial se ha asociado a un giro político de alejamiento de los grupos políticos liberacionistas maricas. Los movimientos liberacionales lésbico-gay surgidos en los años 70, luego de los disturbios de Stonewell, han establecido un conjunto de políticas, han marcado un serio alejamiento de las organizaciones maricas originales. En un principio, centraban sus esfuerzos en la lucha en contra del poder establecido, más que en intentar ganar a través de los poderosos la visibilidad, más que la respetabilidad , en la oposición a un sistema familiar obligatorio, en vez de la asignación dentro de él, en la lucha para terminar con el monopolio estatal para definir las relaciones aceptables.

Estas políticas liberacionistas tuvieron altibajos en los treinta años desde Stonewell. Hacia los años 80, una orientación más moderada hacia la reforma dominó el movimiento. Este movimiento, orientado hacia el reformismo gradual, favoreció el cabildeo para introducirse al poder más que el activismo militante, la respetabilidad, la aceptabilidad y la asimilación del sistema familiar heterosexista, en vez de oponerse a el.

Las políticas liberacionistas adquirieron nuevos bríos con una nueva ola de activismo militante sobre el Sida, a partir del año 87. El Sida tuvo un efecto devastador en las comunidades maricas. La respuesta de los gobiernos y los medios a la crisis fue el silencio absoluto, con excepción de algunas referencias infamantes ocasionales.

La década de los 90 atestiguó la consolidación del capitalismo marica comercial. Una capa de profesionales maricas de élite que incluye a gente de negocios, abogados, médicos, periodistas y profesores universitarios asumió la vocería de las comunidades maricas, ante la ausencia de los movimientos liberacionistas.

Esta clase profesional frecuentemente define las comunidades y políticas lésbico-gays; este grupo tiende a favorecer las demandas ante los tribunales más que a la movilización y los festivales comerciales, como los desfiles del orgullo gay, más que a las protestas. Dada la ubicación específica de las comunidades maricas, en muchas ciudades norteamericanas y latinoamericanas esta clase profesional marica, frecuentemente promueve la reforma urbana élitizada y excluyente y la coerción policíaca en contra de la gente sin techo. El surgimiento de un capitalismo marica hace particularmente importante entender las relaciones entre las políticas de la clase social y la liberación. Los individuos del ámbito empresarial, comercial y profesional que frecuentemente hablan por las comunidades homosexuales, no necesariamente toman en cuenta los intereses de los más socialmente vulnerabilizados de éstas. Vivimos una era en que crece la polarización social, donde los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres más pobres, polarización que se refleja en las comunidades homosexuales, en las que ciertamente algunas se benefician de los campos sociales contemporáneos, mientras que otras lo sufren. El carácter específico de las relaciones de clase dentro de las comunidades homosexuales requiere mayor pretensión de la que podemos exponer. La división en clases sociales de las comunidades homosexuales es también un recordatorio sobre las estrategias para organizarse y construir alianzas. Un fuerte movimiento obrero puede ayudar a impulsar los derechos homosexuales. El movimiento lésbico-homosexual contemporáneo surgido esencialmente en los últimos años en distintos países de América Latina, cuenta con una infraestructura organizacional bien desarrollada aunque comparado con su homólogo norteamericano o canadiense, ha obtenido relativamente poco en lo referente a derechos y reconocimiento oficial.

Las maricas canadienses, por ejemplo, tienen un movimiento proporcionalmente débil comparado con el de Norteamérica, aunque cuentan con más derechos que los norteamericanos y los latinoamericanos.

Una de las razones que determinan esta diferencia es que los poderosos movimientos obreros de los países del norte, particularmente en Canadá y en gran parte de Europa, han contribuido de manera importante en el desarrollo y reconocimiento de estos derechos. Esto para nosotros es súper importante, pues las estrategias para el desarrollo de los movimientos homosexuales en los distintos países, particularmente de México, algunos estados brasileños y Chile, pasan por el fortalecimiento de las organizaciones sociales, conjuntamente con el trabajo hacia nuestra comunidad homosexual, entendiendo que es la única forma de romper el aislamiento al que históricamente hemos sido sometidos. Entendemos que no sólo el movimiento homosexual tiene esa necesidad, dado el efecto de la globalización económica neoliberal, que busca parcializar las luchas sociales en procura de sostener un sistema de inequidad que se ha impuesto.

Sentimos que las estrategias de desarrollo de los movimientos homosexuales se vinculan con nuestra incursión en el campo social más amplio. Para nosotros, es fundamental trabajar con otros sindicatos de trabajadores, organizaciones de mujeres, campesinos, pueblos originarios, estudiantes etc. De hecho, en América Latina se han desarrollado distintas experiencias de intervención de los movimientos gays en los partidos políticos de izquierda. En Brasil nuestra experiencia fundamental se ha dado con el PT, aunque también con el MST; en México hay una fuerte relación del movimiento homosexual con el movimiento zapatista; en Venezuela hay un movimiento revolucionario emergente vinculado con el Movimiento Quinta República; en Argentina también hay militancia de izquierda trabajando; están nuestros compañeros, los activistas Quir, que están muy orientados a desarrollar teoría marxista a partir de las luchas sociales de los movimientos homosexuales, y también la experiencia emergente en Chile en los tres últimos años, que también muestra algunos avances en algunos ámbitos del desarrollo político y social, que nos permiten, al menos por ahora, incorporarnos a al trabajo conjunto, codo a codo, con otras organizaciones.

Jennifer Durán:

Recuerdo una controversia de hace algunos años, respecto a un cuadro de Simón Bolívar, representado con la chaqueta entreabierta, donde asomaba un par de voluminosos pechos. Se señaló que era un insulto presentar a Simón Bolívar feminizado y transexuado, como si estas características fueran excluyentes para el del liderazgo, la iniciativa, o la lucha revolucionaria. Entonces, me pregunté ¿qué es realmente y qué hace un movimiento revolucionario?. ¿Es utilizar las armas, o trabajar para la creación de un mundo mejor, según sus propias y personales visiones, o más bien, el movimiento que se atreve a cuestionar lo establecido?. Creo que lo revolucionario será tal siempre y cuando nos atrevamos a mirar más allá de los límites que nos han enseñado y cuestionar todos los discursos, cuando consideremos que el libre uso de nuestro cuerpo, siempre que no cause daño a quienes se hayan involucrado, también es un derecho, incluso el derecho más primordial de todos.

Qué somos capaces de construir por nosotras mismas, qué entenderemos y qué desearemos como familia y por lo que lucharemos al hablar sobre un futuro en una sociedad más justa y con real igualdad de oportunidades. Es un futuro que empezamos a construir exactamente hoy, al develar que todas las discriminaciones, que todas las exclusiones tienen el mismo origen, que es la imposición de un modelo que beneficia a unos pocos en base a la opresión y al abuso de poder de unos sobre otros.

En este caso, reivindicar la condición de oprimidas y oprimidos es parte del ser revolucionaria. No es acaso el movimiento gay, lésbico, bisexual, transexual, transgénero, un movimiento revolucionario al cuestionar las bases mismas de conceptos tan tradicionalmente defendidos como el que entendemos por familia, por pareja, por ser mujer, por ser hombre y los comportamientos sociales ligados a estas dos últimas definiciones, alejar a la familia y a la pareja de su estereotípico rol histórico y ente reproductor de nuevos individuos y la socialización, que es la enseñanza de las normas del sistema cultural mayoritaria. Qué ocurriría si a una niña o un niño se le enseñara que en el mundo existen personas con modos de concebir y construir su vida de formas parcial o totalmente diferentes a la que le rodea y que esto no significa que valgan menos, o que sean de algún modo peligrosas como para que fuese prudente alejarse de ellas. Qué tan debilitado se vería este sistema patriarcal, heterosexista, conservador y jerarquizante si dejamos de considerar a nuestros semejantes como enemigos, si dejamos de esconder nuestras cortinas, vidrios polarizados y rejas y decidimos organizarnos, creando, conociéndonos y cooperando nuestras igualdades y diferencias atreviéndonos a trabajar unidos para llevar soluciones.

El movimiento gay, lésbico, bisexual, transexual, transgénero, no está ausente de los distintos procesos revolucionarios latinoamericanos, si bien su participación ha sido invisibilizada mediante dos modos: la ausencia del discurso gay-lésbico-transexual de estas luchas y el discurso público que niega la participación de personas GLBTT en estos procesos, por considerar que su participación sería una vergüenza y un deshonor para las acciones revolucionarias.

En mi opinión, estas homofóbicas reacciones tienen su raíz en dos componentes o reflejos. Primero, la no visibilización de las actrices y actores de las revoluciones como sujetos homo y bisexuales y, segundo, vendría a ser el no reconocimiento del homoerotismo y de la homosexualidad como hecho revolucionario. Incluso, si buscáramos en los registros formales de los partidos y sectores de izquierda, sería casi imposible encontrar personas de organizaciones GLBTT. Además, en los registros actuales de las organizaciones y personas cercanas al movimiento, son pocos los nombres recordados y en mi criterio, son mucho menores a la participación real que han tenido. Esto de debe a que el cuerpo ha estado siempre atado a cánones morales opresores del vestuario. El comportamiento con reglas precisas de exhibición y ocultamiento es considerado como un asunto privado donde lo que decidamos hacer con él, incluida la orientación sexual, es visto como un asunto que no es necesario visibilizar públicamente, ni pegar un cartel, pero cuando vemos leyes e instituciones variadas destinadas a normar el ejercicio de la sexualidad, nos damos cuenta que no se trata de un asunto privado, sino de discursos públicos, que buscan instaurar reglas, según lo conveniente para su particular beneficio. Cómo es posible entender que lo moralmente permitido es promocionado y defendido por las mismas personas que fomentan lo no permitido o lo inmoral, siempre que les produzcan el beneficio y el lucro. O no les parece absurdo que proliferen las discos y cafés gays, que los quioscos de calles céntricas, presenten revistas eróticas de hombres para hombres, mientras en esas mismas calles, en esas mismas esquinas, los carabineros y distintos tipos de guardias de seguridad pueden molestarte e incluso expulsarte de lugares públicos, por tener actitudes de pareja, con tu pareja, donde personas se sienten con el derecho a golpearte, o a insultarte y a observarte descaradamente, con esa típica expresión de entre repulsión, sorpresa y burla, que supongo más de varias y varios, aquí conocemos. Cómo se entiende que en el último tiempo, partidos de izquierda y centro, se vinculen a este movimiento, y que dos personalidades del mundo GLBTT, como son Rolando Jiménez y Marcelo Zamora se hayan unido públicamente a partidos políticos, que seguramente los lanzarán como candidatos para algún cargo en las próximas elecciones, en circunstancias que ninguno de esos partidos haya levantado la voz, para exigir, por ejemplo, que las carreras médicas cuenten con ramos referentes a la orientación sexual desde una perspectiva libre de prejuicios, o que la ley de violencia intrafamiliar considere las parejas del mismo sexo, o que los sistemas de educación formal entreguen una verdadera útil y efectiva información referente al ejercicio de la sexualidad, entre tantas otras cosas. Así múltiples sectores de amarilla centroizquierda utilizan y disfrutan los métodos anticonceptivos, pero aún no conciben relaciones con fines no procreativos, defienden el derecho al divorcio, exigen protecciones y reconocimientos legales para las mujeres jefas de hogar, pero siguen levantando la bandera de la falta de imagen paterna o materna, para rechazar el derecho a la adopción, o el cuidado de hijos o hijas, de parejas homosexuales. Incluso siguen respaldándose en explicaciones que señalan como origen de la homosexualidad de mujeres y hombres, el faltar a los sacrosantos patrones de comportamientos basados en el machismo imperante en este sistema. De qué otro modo se puede entender que se señale que las madres de carácter fuerte sea la causal principal, sino es para reforzar el machismo, que señala que el papel de la mujer, debe ser una actitud sumisa, condenándola como culpable de todos los males, delincuencia juvenil, drogadicción y homosexualidad, cuando se desvincula de las labores que le corresponden, para dedicarse con marcado interés a labores como trabajar y desarrollar sus propios y personales intereses. ¿Qué pasa con el cada vez más creciente número de mujeres jefas de hogar?. Sus hijas e hijos están marcados irremediablemente como degenerados, gracias a que la suelta de su madre, se atrevió a separarse de su marido.

Debemos ser capaces de desenmascarar los discursos que están tras la verdad única y verdadera de los estudios científicos que tanto se mencionan, pero que en la realidad, no cuentan con datos tan básicos, como el nombre de quienes lo realizaron, el lugar y la época en que fueron hechos, ni con un respaldo observable en los hechos. Vale preguntarse si realmente queremos ser incluidas para justificar los esfuerzos de apertura mental de algunos sectores que más que vernos como sujetos, nos siguen tomando como material de morbo, rating, seudo aceptación, discriminación positiva, suma de votos, etc.

En la sociedad machista y opresora en la que habitamos, las mujeres históricamente hemos sido invisibilizadas en el ejercicio de nuestra sexualidad y pocos colores políticos se salvan del hecho de no haber intentado algo para impedirlo. Incluso en el caso de la sexualidad lésbica, ésta ha sido reglamentada, absorbida para servir de estímulo erótico masculino, ya que a pesar de los avances que se destacan con respecto a la igualdad de la mujer, sigue sin concebirse como sujeto independiente del hombre para establecer sus relaciones, y así al estar restringidas al mundo afectivo, de un modo romántico y pasivo, las lesbianas nos dejamos engañar por historias protagonizadas por princesas azules, que como se supone, deberían ser príncipes. Es mejor vivirlas en la clandestinidad, ya que al ser mujeres, no está bien que levantemos la voz y hagamos públicas las exigencias de nuestros derechos, pues es casi un delito social poner nuestros propios intereses y libertad como prioritarios sobre la visión que puedan tener nuestras familias o entorno. Además de las agresiones homofóbicas de nuestra sociedad, las lesbianas y mujeres bisexuales debemos sumar las ya tristemente típicas expresiones de supuesta admiración que es como nos hacen entender lo que no es más que acoso y violencia sexual en contra de nosotras, afirmación de que somos objeto de deseo y satisfacción para hombres, siendo catalogadas como las viejas seriotas, no nos agrada que nos vean como objetos disponibles. Esta suma de violencia que debemos resistir las mujeres que nos relacionamos con mujeres, nos prueba que no es lo mismo ser dos hombres caminando, que dos mujeres caminando por la calle, pues por las construcciones culturales con respecto al ser femeninas, estamos doblemente expuestas a múltiples riesgos. No digo esto a fin de asustarlas, para que vayan a esconderse a sus casas, sino, porque creo que es necesario destacar que no somos sujetas con derechos sólo cuando estamos dentro de una disco, en los pasajes solitarios un sábado por la noche, o en las reuniones con nuestras amigas o amigos, lo somos siempre, y este sistema productor coercitivo que impone sólo un modo de vivir las múltiples aristas de nuestra existencia nos está jodiendo cuando nos hace creer que somos libres, sólo porque podemos consumir, porque podemos ir a una disco, o porque podemos visitar múltiples páginas lésbicas de Internet, y además en el caso de las mujeres, de las mujeres lesbianas y bisexuales, al ser culturalmente concebidas, sólo para la maternidad, no se nos considera al momento de realizar cualquier tipo de campaña para el bien público, exceptuando ciertas propagandas supuestamente antidiscriminatorias como las que se han observado un tiempo atrás en las líneas del metro, que más bien reafirman los estereotipos de parejas lésbicas, donde una es ahombrada y la otra femenina, sin poder entender, primero que los comportamientos que tengamos como seres individuales, entre estos los asignados culturalmente, esperados para cada uno de los sexos, nada tienen que ver con nuestra orientación sexual.

Culturalmente, las lesbianas hemos sido invisibilizadas y menospreciadas, pues como tales, no cumplimos con los patrones impuestos desde lo masculino. Nuestra primera preocupación no es la maternidad o la familia, no nos interesa emparentarnos de manera temporal o definitiva, ni crear relaciones de dependencia o codependencia con hombres, nos hemos desligado de los patrones de gestos y comportamientos femeninos, sin llegar a ser la caricatura de la pareja de mujeres, la cual por lo demás, no es sino la forma de heterotizar una relación donde ni real, ni idealmente, está presente un hombre, me refiero con esto, al típico mito de la pareja lésbica, donde una de ellas hace de hombre. Experimentamos y vivimos día a día formas afectivas no guiadas por la dominación y la dependencia y formas de relacionarnos eróticamente, donde no es necesaria la presencia, ni de un hombre, ni de un pene, que en nuestra cultura es un símbolo de fuerza, virilidad, coraje, y una larga lista de valores ambicionados, ni siquiera como un objeto lúdico. Así el amor lésbico, la relación afectivo-sexual entre mujeres, rompe el esquema, primero al ser para sí, no una función reproductiva o de producción de seres humanos, sino para el mero disfrute del placer, y segundo por ser el amor a un igual, lo cual valida y demuestra como posible una relación entre iguales, donde los atributos de una, no se hayan por debajo de los de la otra, descubre además nuevas formas erótico-afectivas, donde el poseer y el dominar, pierde sentido frente al conocer y el explorar, además de tantas otras palabras definitorias.

Las mujeres que amamos a otras mujeres, lesbianas y bisexuales, estamos por tanto llamadas a cortar con los prejuicios y auto-prejuicios que nos encadenan y atrevernos a dejar de ser, lo que esta sociedad espera de nosotras, desligarnos de la culpa que nos han inculcado, que nos han enseñado, que debemos sentir, dejar de auto vernos como fenómenos, o tristes desviaciones y levantar orgullosas la voz, para exigir, los derechos que hoy nos son negados y eliminar los castigos que se nos imponen, tanto legal como moralmente, porque la especie, no se va a extinguir, ni bajarán los ángeles del cielo para castigarnos por nuestra degeneración, ya que las personas que levantan su voz para condenarnos y excluirnos se hayan a nuestra misma altura como seres humanos y debemos demostrar con hechos, que llevamos el orgullo muy en alto, pues no creemos en sus monstruos, ni en sus fantasmas ocultos en el armario o debajo de la cama.

No queremos ser reconocidas ni consideradas al costo de tener que probar que sentirte atraída por una mujer es menos meritorio, no queremos tener que salvar el mundo, ser las mártires para ser consideradas personas, no queremos probar que a pesar de ser lesbianas, también podemos ser buenas, no queremos ser tratadas por el movimiento gay masculino, ni por cualquier otro movimiento social, dando las gracias a que nos toleren, porque es lo políticamente correcto, para una persona educada, progresista, libertaria y de mente abierta, por no discriminar a los pobrecitos homosexuales que han sufrido tanto, no queremos que se nos trate, como haciéndonos el favor de respetarnos, tolerarnos y darnos un espacio, sin ser capaces de ver realmente lo que está en juego, ni el grado de libertad, de revolución que el ejercicio de una sexualidad diversa implica. Pero, pareciese ser, que como muchos seres humanos en esta fecha, las mujeres lésbicas tenemos mala memoria, olvidamos a nuestras torturadas, golpeadas, echadas de sus trabajos, de sus hogares, de sus escuelas, de su libre derecho a pensar, a optar y decidir sobre sus cuerpos, olvidando que también tenemos derechos, y hay quienes lucharon por ello, olvidando que no valemos menos que nadie que pise esta tierra, y terminamos agradeciendo, recibir migajas de nuestros propios derechos y los vemos como inmensos favores, las pocas veces que obtenemos, al menos migajas de ellos. Las migajas no se agradecen, sencillamente porque, no es eso lo que queremos, no ansiamos migajas, pedacitos o porcentajes de derechos, queremos ser vistas, sentirnos y que nos sientan, como sujetas plenas en el ejercicio de nuestras acciones.

Como mencionaba un documental de mujeres, presentado a principio de este año, yo quiero que para mí también se abran las grandes alamedas, donde todas y todos podamos construir nuestra libertad, construir lo que nos señala la necesidad de esfuerzo en conjunto, de coordinación, de unión, de consensos reales para llevar a cabo las cosas y encontrar soluciones, y no para esconder la tierra debajo de la alfombra, como nuestros queridos políticos entienden este término, sin embargo el revolucionar las cosas y los hechos, requiere trabajo en conjunto. Divide y vencerás, dice el refrán, y es esto precisamente lo que los prejuicios esperan conseguir y han conseguido hasta ahora, que nos resulte tan difícil organizarnos de modo coordinado y corporativo, crear un movimiento social, capaz de comprender, las múltiples aristas de exclusión en las que vivimos, pues la discriminación por orientación sexual, etnias, identidad de género, sexo, etc., no sólo afecta a las minorías sexuales o de cualquier otro tipo, a las tres o cuatro personas que en nuestras horas de ocio, nos dedicamos a pegar carteles, criticar y proponer, nos afecta a todas y a todos, a los gremios, sindicatos, estudiantes, trabajadores y trabajadoras con y sin remuneración, nos afecta porque nos priva de libertad, porque nos venda los ojos y nos dice qué ver y cómo, qué entender y porqué, qué hacer y qué no, porque no nos permite elegir y decidir qué hacer con nuestras propias vidas, cómo llevarlas, cómo comportarnos, cómo pensar, cómo amar, cómo sentir placer, qué expectativas, qué planes de vida tendremos, cómo vestirnos, cómo actuar, cómo sentir y qué creer.

No es nuestra intención, como publicitan personas para desprestigiar el movimiento GLBTT, que cada cual se cuelgue carteles de qué es, o imponer el lesbianismo o el libertinaje sexual, ni la indefinición de los comportamientos de género, aunque, esto último, es digno de una discusión más amplia, sino que de satanizar lo que va contra la norma, lo que la naturaleza señala como destino único y exclusivo para los seres y los cuerpos. Lo que aspiramos a construir, es una sociedad en donde el ser distintas o distintos, no marque diferencias de ningún tipo, en el acceso a salud, educación, seguridad social, los espacios públicos, donde tengamos la certeza, no de ser iguales ni de tener que serlo, sino de ser equivalentes o igualmente valiosas y valiosos, con todas las puertas abiertas para sumergirnos, con todos los saberes que nuestra infinita curiosidad desee. Queremos una sociedad donde no se nos abran los espacios por mera discriminación positiva, porque conseguimos meter la suficiente bulla, o por buena voluntad a las mujeres lesbianas bisexuales, indígenas, pobres, inmigrantes y un largo etc., sino porque no hay ninguna razón real ni supuesta, para que se nos cierren las puertas, para que alguien, siquiera se cuestione el porqué deberíamos, o no deberíamos acceder a todos los espacios, a todas las esferas. Queremos también, y es más, exigimos, discursos consecuentes por parte de los sectores progresistas; no tienen idea lo desilusionante política y personalmente que resulta descubrir que no hay nada más parecido a una persona machista y heterosexista de derecha, que una persona machista y heterosexista de izquierda, ver como nuestras propias compañeras y compañeros, sea de partidos políticos, como agrupaciones sociales, los cuales no trepidan en declararse abiertamente en contra de posiciones conservadoras, que nos privan de nuestras libertades y derechos, que nos señalan una única forma de vida como correcta y posible, sectores que han luchado y defendido la promoción de valores laicos y el ejercicio de derechos, son las mismas que al momento de hablarles de modos diversos de vivir la sexualidad, se escandalizan, y corren a refugiarse en construcciones conservadoras de lo que es natural de las personas.

Las mujeres lesbianas y bisexuales nada conseguiremos con luchas anónimas, nada lograremos ocultas en las sombras, reclamando los derechos de seres invisibles. La primera reivindicación, la primera exigencia, de que el lesbianismo, no sea visto como enfermedad, como una degeneración, como algo de que avergonzarse, es que nosotras mismas seamos capaces de no avergonzarnos cada mañana frente al espejo, que seamos capaces de defender la utopía que sustentamos, que nuestras sociedades, ni se transformen en la nueva inquisición con modernas hogueras para quienes se salgan de los cánones permitidos. Debemos dejar de esconder nuestros intereses en el trabajo, la familia y los hijos, no estamos pidiendo favores, estamos exigiendo y ejerciendo nuestros derechos.

Retomando el contexto que enmarca este foro, el doloroso recuerdo del derrocamiento brutal del Gobierno de Salvador Allende y de la ideología social de izquierda en que se sustentaba, por parte de fuerzas militares chilenas e intereses políticos y comerciales extranjeros, considero que debemos, como mujeres lesbianas bisexuales, Movimiento GLBTT, y movimientos sociales en general, no detener esta lucha, para que nunca más en Chile ninguna persona se sienta dueña de la verdad, o con el derecho a torturar, golpear, hacer desaparecer a otro por pensar distinto, sea en el ámbito que sea, para que nunca más en Chile las lesbianas seamos maltratadas, insultadas e incluso, golpeadas hasta la muerte en plena vía pública, por más de un sujeto y sin que nadie lo impida, como sucedió en Octubre de 1984, con Mónica Briones, y como sigue sucediendo, día a día en los rincones de este país. No somos las víctimas que huimos. Somos y debemos ser, las revolucionarias que luchamos contra las nuevas dictaduras, porque la mantención de la pobreza y el aumento de la brecha entre ricos y pobres, es una nueva dictadura, la discriminación por edad, orientación sexual, país de origen sexo, etc., son nuevas formas de dictadura, de un modelo que la única libertad que nos concede, es la del irracional consumo.

Tatiana Rojas:

Me gustaría contarles cómo aparece esto de que el Partido Comunista tiene una encargada de de minorías sexuales y una encargada de genero. Esta discusión o este paso que se dio no nace como una cuestión que se le ocurriera brillantemente a alguien, sino con el proceso de candidatura presidencial.

Cómo era posible que Gladys apareciera mostrándose en televisión con tanto maricón y además que eran tan locas y algunos andaban semidesnudos, etc.

En estas discusiones me metí sin saber, fundamentalmente porque las mujeres siempre fuimos tildadas de locas, ya sea por teñirnos el pelo de alguna forma, por usar minifalda, etc. Al mes después me informaron que era la nueva y flamante encargada de minorías sexuales del PC. Nunca supe cuál fue la discusión que se dio, por qué nominar una encargada o encargado; sin embargo estoy convencida que fue un acierto histórico. Después de esto asistimos a las marchas del orgullo gay a las que Gladys era invitada. Por supuesto íbamos un lote de gente no muy grande y en estas marchas encontramos compañeros y compañeras que se nos acercaban y que después nos enteramos que eran militantes comunistas, que nunca se habían atrevido a decir en el partido su vida, ni siquiera hablando de una orientación sexual. Eso para nosotros fue una cosa importante. También quisiera mencionar, lo rico que fue en ese tiempo conocer a Carlos Sánchez, a Marco, a Fernando, a Juan Pablo, y poder encontrarme en las marchas con muchos compañeros y empezar una relación que dura hasta hoy. Más allá de una relación que ya es importante por lo que significa personalmente la amistad con los compañeros y las compañeras, también significa la relación o marca un tipo de relación entre las movimientos sociales y los partidos políticos, en este caso el Partido Comunista, que era necesaria y que es de otro estilo, que tiene que ver fundamentalmente, con entender los nuevos procesos, o en el caso de nuestro partido que tiene que ver con la construcción del nuevo sujeto histórico, del cual habla nuestro último congreso.

Quedaba claro que ambos queríamos encontrarnos, por un lado el Movimiento Unificado de Minorías Sexuales en ese tiempo, y por otro, nosotros, como partido buscando en distintos ámbitos, este nuevo sujeto histórico, además, por cierto, de una búsqueda personal, y esto también es lo rico, que volvemos a construir la política desde los seres humanos y por lo tanto, también, esta integración entre lo social y lo político, la hacemos más viva, más real. Esto hace que nos planteemos la creación de un comité de izquierda, pues la mayoría de los compañeros venían de la misma jota, del MIR, desde sectores de izquierda, desde sectores que habían luchado duramente contra la dictadura. Hacemos este comité de izquierda y decidimos irrumpir en el partido, decidimos irrumpir en la izquierda, porque estábamos convencidos que esto era revolucionario, esto tiene que ver con un cambio de mentalidad y tiene que ver con derrocar nuestra propia mentalidad, respecto a las estructuras de poder.

Después viene la candidatura de Carlos. Nos lanzamos al parlamento sin ninguna pretensión de salir, más bien, de visibilizarnos y de visibilizar esta unidad, de poner en el tapete de la discusión nacional, no sólo el problema de las minorías sexuales, sino que la discriminación y no sólo la discriminación por raza, etnia u orientación sexual, sino también la discriminación o la ley laboral que hace que los partidos entre comillas pequeños o que no pertenezcan a grandes conglomerados, estuvieran fuera de las instancias de poder.

Esto hace que vayan apareciendo en la medida del desarrollo de este discurso político, que tiene otra visión desde los partidos políticos de izquierda, en la casa de la izquierda, las asambleas, mucha militancia gay, lesbianas, bisexual, y se atrevan a militar desde estas posiciones, lo que permite que el movimiento social hoy esté más politizado, y que el movimiento GLBTT esté discutiendo, que esté en las asambleas populares, que tenga un discurso más ciudadano, además del que se refiere a problemas reivindicativos de discriminación.

Otro momento importante fue la llegada al Congreso con todos estos temas que se discutieron en el partido, tales como las minorías sexuales, los mapuches. Cómo nos poníamos las minorías, si unos en contra de los otros, o cómo pudiéramos ser unos la alternativa de otros. En el Congreso se decide crear el Área de Género, un aporte importante del Movimiento de Minorías Sexuales a los partidos políticos, y digo esto porque después de que el Partido Comunista crea su Area de Género y se refuerza la Comisión Nacional de Minorías Sexuales, hoy hay otros partidos de seudo izquierda que también están nombrando sus encargados.

Partes: 1, 2
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