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Análisis situacional de la infancia en el Estado Bolívar (página 29)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51

Barceloneta

Rural

La Paragua

San Francisco

Rural

San Francisco

Santa Bárbara

Rural

Sta. Bárbara de Centurión

PARROQUIA

TIPO pquia.

CAPITAL

8. Municipio Roscio

Sección Capital Roscio

 

Guasipati

Salom

Rural

El Miamo

9. Municipio Sifontes

Sección Capital Sifontes

 

Tumeremo

Dalla Costa

Rural

El Dorado

San Isidro

Rural

Las Claritas

10. Municipio Sucre

Sección Capital Sucre

 

Maripa

Aripao

Rural

Aripao

Guarataro

Rural

Guarataro

Las Majadas

Rural

Las Majadas

Moitaco

Rural

Moitaco

11. Municipio Padre Pedro Chien

Municipio Autónomo

Rural

El Palmar

           

Anexo 2. Déficit Habitacional Estructural, Funcional, Bruto y Neto según municipio.

Censo 2001

 

Territorio

Déficit Funcional (DF)

Déficit Estructural

(DE)

Déficit Habitacional Bruto (DHB)

Déficit Neto

(DN)

Estado Bolívar

36.554

39.839

76.393

57.482

Caroní

20.236

19.130

39.366

31.566

Cedeño

1.642

3.595

5.237

3.936

El Callao

524

879

1.403

1.140

Gran Sabana

367

390

757

457

Heres

8.253

7.652

15.905

10.717

Padre Chien

336

471

807

589

Piar

2.467

2.458

4.925

3.322

Raúl Leoni

920

2.016

2.936

2.189

Roscio

536

546

1.082

649

Sifontes

885

1.698

2.583

1.839

Sucre

389

1.004

1.393

1.079

 

Fuente: INE; XIII Censo General de Población y Vivienda,2001

Procesamiento: Gerencia Estadística Estadal Bolívar. Cálculos propios-Cifras provisionales sujetas a modificaciones

NOTA: Del estudio se excluyen las casas de vecindad, refugio, hoteles y otras viviendas comunes.

Anexo 3. La Investigación-Acción participativa[80]

Las relaciones entre dirigentes y dirigidos en los movimientos de emancipación popular se han representado de muy diferentes formas. Entre la "sequedad" del Lenin de ¿Qué hacer?, declarando que la conciencia revolucionaria sólo podría ser introducida desde el exterior a unos trabajadores instintivamente conciliadores, y la "calidez" de unos movimientos alternativos que vieron en el establecimiento de una vanguardia dirigente los fermentos de una nueva relación de dominación, la disputa, en diferentes versiones, nunca se ha dirimido. Ni el autoproclamado vanguardismo (lejos por otra parte del primer bolchevismo) ni el espontaneísmo que atribuye potencial suficiente al saber explícito de los explotados sobre su condición, han resultado jamás satisfactorios. A mitad de camino entre las exigencias del saber teórico y las enseñanzas de la movilización popular, la investigación-acción participativa propone una nueva aportación al problema de cómo el saber puede proporcionar poder a los que carecen de él sin injertar durante el proceso nuevas relaciones de sojuzgamiento. Lo hace desde ámbitos específicos, relacionados todos con lo que podríamos abreviar como el problema de una pedagogía que persiga la destrucción de los roles iniciales entre el enseñante y enseñado (desde la educación al Trabajo Social, pasando por la acción política). La investigación-acción participativa persigue el modo de eliminar los privilegios del maestro o el dirigente sin desperdiciar por el camino el capital de autoridad racional sobre la que hacía descansar parte de su preeminencia. Procederemos, primero, a ofrecer algunos rasgos de su amplia base filosófica para ofrecer a continuación los objetivos y fases que se desarrollaron durante la presente investigación. Dado que la investigación-acción participativa no pretende ofrecer tecnologías que produzcan resultados automáticos, debido a que somete a una crítica radical las implicaciones epistemológicas y éticas de la concepción del espacio de intervención como escenario de un proyecto de amaestramiento, dichas fases destacan por estar sobrecargadas teóricamente de precauciones. Derivan éstas de un magma filosófico que permite a los teóricos de la investigación-acción participativa incorporar una notable y nada común autoconciencia epistémica.

Concepto

No resulta sencillo delimitar el concepto de investigación-acción participativa (IAP). En su primitiva delimitación remitía a un proceso continuo en espiral por el que se analizaban los hechos y conceptualizaban los problemas, se planificaban y ejecutaban las acciones pertinentes y se pasaba a un nuevo proceso de conceptualización. La manera en que Lewin concebía ese proceso estaba aún cargada de supuestos elitistas y de concepciones del cambio social alucinadas con la eficacia de la acción instrumental[81]. Por su parte, los profesores Lourdes Merino y Enrique Raya proponen establecer diferencias entre investigación-acción e investigación-acción participativa, situando a la primera como una aplicación del método científico a un problema con voluntad praxeológica y con cierta participación de los afectados[82]. La IAP aparecería entonces como un tipo de investigación-acción que, incorporando los presupuestos de la epistemología crítica, organiza el análisis y la intervención como una pedagogía constructiva de disolución de los privilegios del proceso de investigación como punto de partida para un cambio social de alcance indeterminable. Esa búsqueda del conocimiento se caracteriza por ser colectiva, por proporcionar resultados cuya utilización y gobierno corresponde a los propios implicados, que deben haber determinado el proceso de conocimiento a la vez que experimentado en el mismo un proceso de maduración colectiva[83].

Por otra parte, y esta cuestión es central, los iniciadores de la IAP se previenen contra su propio poder  concibiéndose  "como  participantes  y  aprendices en el proceso,  aportando  sus conocimientos y convirtiéndose también en objeto de análisis" [84]. Los investigadores entran así en un proceso en que la objetivación de sí mismos, en una suerte de inagotable sociología del conocimiento, se convierte en testigo de la calidad emancipatoria de su actuación[85].

Presupuestos epistémicos

Los teóricos de la Investigación-acción participativa se reclaman de una múltiple inspiración teórica: Marx y Freud, Gramsci y Dewey, Habermas y Foucault, Jesús Ibáñez y T. Kuhn, Edgar Morin y Paulo Freire, Kurt Lewin y Orlando Fals Borda. No podemos realizar una selección de los aportes individuales, mas sí es posible delinear los supuestos epistemológicos que nutren la IAP desde determinados radicales básicos.

Relación sujeto-objeto

La IAP reniega de la separación sujeto-objeto tal como ha sido planteada en la teoría tradicional del conocimiento por razones tanto epistémicas como ético-políticas. Respecto a lo primero la mayoría de los teóricos rubrican, sin duda, con la reciente filosofía de la ciencia, la tesis de que la conciencia del investigador forma parte del sistema experimental, y, con Sartre [86], que la conciencia únicamente puede adquirir nuevas perspectivas si es capaz de embarcarse en una praxis diferente. Una realidad social de opresión no sólo es imposible de captar desde una objetividad pura, sino que el proceso de aprehensión de la misma se desarrollará en una u otra dirección en función de la práctica social en que la conciencia se encabalga confirmándola y/o transformándola. Es imposible, por ejemplo, desvelar el carácter alienante de la educación tradicional sin embarcarse en una práctica alternativa que pruebe la posibilidad de otros procesos de aprendizaje por el camino en que se transforma el anterior.

Toma de conciencia

Estrictamente relacionado con lo que acabamos de exponer se encuentra el problema de la toma de conciencia. Toda teoría de la concientización se apoya, de algún modo, en una teoría marxista de la ideología y, por tanto, en la posibilidad de configurar una representación del mundo verdadera frente a otra falsificada. La mayoría de los teóricos de la investigación remiten a la teoría de los intereses del conocimiento establecida por Jürgen Habermas. Para el autor de Conocimiento e interés existen un tipo de ciencias dirigidas por un interés de emancipación. Mientras las ciencias empírico-analíticas construyen el mundo como unidad legaliforme desde el que organizar su sometimiento y las ciencias histórico-hermenéuticas como un espacio simbólicamente dotado de sentido dialógicamente asimilable, las ciencias sociales críticas median ambos paradigmas mediante la utilización de la autorreflexión. Por un lado, conciben la existencia de determinaciones sociales que actúan con fuerza de ley, por otro, sitúan en las condiciones iniciales que hacen posibles semejantes regularidades la conciencia oscurecida como el conductor fundamental del determinismo. Al establecer las condiciones iniciales de las leyes sociales como espacio de coacción inconsciente, Habermas sitúa la autorreflexión sobre lo que nos constituye como previo necesario de un cambio social, que aún puede abortarse por el miedo derivado de la amenaza directa de violencia.

Este interés autorreflexivo puede ser interpretado como una nueva rehabilitación del sueño hegeliano y lukacsiano de un lugar epistemológico absoluto como guía para la IAP. Semejante peligro ha sido eliminado por alguno de sus más capaces defensores por el énfasis, no en el sueño de una transparencia completa, sino en el valor formativo de un proceso autorreflexivo inacabable: "encontrar la belleza de la artesanía popular en la construcción participada en las ciencias sociales. Es decir, no en el resultado final, pulido y perfeccionista, sino en la textura y el pulso, que muestran la viveza del proceso, su práctica"[87].

Participación

La participación ha sido propuesta por teóricos de las ciencias humanas como mecanismo   de  prevención  y  difuminación d e  los  conflictos  sociales.  Desde  la  psicología

"humanista" de los 50 a la nueva empresa toyotista, la participación consiste en la incorporación activa de los implicados a un proyecto cuya dirección estratégica se encuentra definida de antemano.

Desde la IAP se considera esto un simulacro de la verdadera participación[88]. La participación no puede confundirse con una simple preocupación por encontrar el apoyo reflexivo de los implicados para los objetivos de conocimiento e intervención delineados por un dispositivo exterior a ellos. La IAP tiene cuidado de diferenciarse de todas aquellas llamadas a la participación basadas en la asimilación acrítica de un marco global de partida con el que se propone compromiso. La participación que reclama la IAP no es simple movilización, sino recapitulación sobre el conjunto de procesos que condicionan la vida social de un colectivo determinado con el objetivo de acometer una eventual modificación de los mismos.

Por supuesto, esto supone una específica relación entre los dirigentes y los dirigidos. En la IAP los dirigentes tienen (a la manera del Estado revolucionario según Lenin) como primer objetivo su desaparición, por lo que cada una de las fases -como veremos a continuación- no culmina sin que se haya avanzado en la capacidad de autogestión de los colectivos sociales implicados. En la IAP, la acción transforma al "enseñante" en facilitador y catalizador. Con el último concepto se refiere a la inteligencia para provocar una reacción reflexiva en la comunidad que se estudia, con el primero a la necesidad de ir proporcionando elementos de reflexión y análisis a los implicados sin prefigurar totalitariamente los problemas de reflexión o los objetivos de acción que los mismos elijan. [89]

La concepción de la participación en la IAP debe evitar tanto el peligro elitista como la apuesta por un diálogo oscurecido ante las desigualdades reales de los sujetos que entran en comunicación. Frente al sueño vanguardista o el libertario-liberal, la IAP propone establecerse en el espacio abierto por una contradicción sólo clausurable tendencial y temporalmente . En palabras de Paulo Freire: "el hombre dialógico tiene fe en los hombre antes de encontrarse frente a frente con ellos. Esta, sin embargo, no es una fe ingenua. El hombre dialógico que es crítico sabe que el poder de hacer, de crear, de transformar, es un poder de los hombres y sabe también que ellos pueden, enajenados en una situación concreta tener ese poder disminuido. Esta posibilidad, sin embargo, en vez de matar en el hombre dialógico su fe en los hombres se presenta ante él, por el contario como un desafío al cual puede responder. Está convencido de que este poder de hacer y transformar, si bien negado en ciertas situaciones, puede renacer. No gratuitamente sino en la lucha por su liberación". [90]

La apuesta por una democracia participativa radical podría hacer a la IAP sospechosa de un idealismo que desconoce las dificultades de concebir una sociedad compleja como un sujeto que se autorregula a sí mismo. Huyendo de semejantes objetivos desaforados, uno de los promotores centrales de la IAP, Orlando Fals Borda[91], ha insistido en la referencia a una utopía realista ("un Estado con menos Locke y más Kropotkin") ajena tanto al socialismo de Estado y la simplicidad ultraizquierdista como a la democracia de competencia entre partidos del capitalismo tardío. La IAP parecería conectar, así, con algunos de los rasgos distintivos del arsenal político configurado durante los años 70 y 80 de nuestro siglo por lo que se denominó como nuevos movimientos sociales.

Redescubrimiento del saber popular

La existencia de una diferencia entre los lugares de extracción de conocimiento y los de su utilización demuestra cómo las ciencias sociales se entreveran en prácticas de opresión. Las exigencias de una reapropiación del conocimiento deriva de la vocación participacionista de la IAP. Sin embargo, las llamadas a la rehabilitación del saber popular no tienen sólo el sentido de proporcionar a los grupos sociales dominados capacidad para conocer las claves que rigen sus vidas. Los defensores de la IAP  buscan  el desarrollo  y   la  potenciación  de  los

saberes que configuran la vida cotidiana de las gentes. Desde la certeza, claro está, de que puede rescatarse allí una riqueza sobre el mundo despreciada y minorada por los supuestos hegemónicos acerca de la producción, la posesión y la aplicación del saber.

Esta cuestión se presta a confusión. La IAP se ha practicado, a menudo, en sociedades excluidas de las sociedades capitalistas más desarrolladas, y las apelaciones al saber popular están cargadas de cierta melancolía ensoñadora de la cultura campesina y del tipo de estrecha experiencia simbólica característica de las estructuras comunitarias tradicionales. Por sensato que pueda ser la dignificación de las culturas precapitalistas, late en todo ese tipo de apelaciones cierto naturalismo ingenuo. Es cierto que la IAP requiere formas de agregación popular con relaciones vitales distinguibles de la relación de maximización competitiva que caracteriza nuestra vida cotidiana[92], pero sería un error teóricamente miope y políticamente paralizante desechar a las sociedades occidentales como lugares donde resulta posible desarrollar la IAP.[93]

Cabe entender la cuestión del saber popular desde ópticas menos proclives a las idealizaciones de la cultura preindustrial. La primera es utilizar la noción de rescate del saber popular como forma de discernir los elementos emancipatorios (inevitablemente compuestos con otros opresivos) que penetran toda manifestación cultural humana, desde la curandería popular al rap, desde el futbol a la exigencia por parte de los alumnos de clases magistrales. Redescubrir el saber popular funcionaría así como un referente heurístico que exigiría a los investigadores buscar las energías a catalizar en la propia existencia social de los grupos oprimidos, evitando dejarse llevar por el aristocratismo epistemológico.

El rescate del saber popular podría revelar una exigencia doble para la IAP inspirable en el materialismo de Walter Benjamin[94]: la necesidad de partir de los deseos y los conocimientos sociohistóricos existentes para conceptualizar cualquier proyecto. El redescubrimiento del saber popular tiene que ver con el reencuentro con las capacidades individuales y colectivas, emotivas y cognitivas, adquiribles en plurales procesos de socialización, desde las cuales los sujetos evalúan su experiencia social y a cuyo fardo cualquier propuesta de cambio social ha de dirigirse para encontrar elementos de apoyo[95] si no quiere elevarse sobre el vacío.

Cientificidad

El redescubrimiento del saber popular, las exigencias de un conocimiento ligado a las personas que configuran su contexto de surgimiento, permite que la literatura de la IAP rehabilite ciertos tópicos confusos sobre la ciencia popular en una curiosa composición de posmodernismo y lyssenkismo. Ciertos teóricos de la IAP parecen utilizar la orientación antipositivista de la filosofía de la ciencia dominante, para reclamarse de una ciencia alternativa al "monopolio positivista presente, al etnocentrismo de la ciencia occidental y a la tecnología de destrucción"[96]. De ahí se ha inferido que cada ciencia crea su mundo y sus métodos de validación, con lo cual una ciencia orientada por un interés emancipatorio podría disponer de estructuras de conocimiento y de formas de verdad distintas e incompatibles a las de la ciencia positivista[97].

El abandono de controles epistemológicos basados en una cierta noción de objetividad, deja sin valor cualquier práctica cognoscitiva orientada por una crítica de las ideologías que, de hecho, organiza múltiples aportaciones relacionadas con la investigación-acción[98]. Esto haría al investigador defender en la teoría lo contrario de lo que supone en la práctica, siempre conducida por un interés, implícito o explícito, en la verdad.

La IAP necesita de la objetividad para que sus apuestas de transformación moral de la realidad correspondan a tendencias y potencialidades reales de un momento histórico determinado. Cuantos más controles ayuden a evitar la deformación del acercamiento pluridimensional de los interesados a su propia realidad, tanto mejor para ellos y para sus proyectos emancipatorios. La IAP no pretende ser una "nueva ciencia social", ni presume de aportar un presuntuoso conocimiento alternativo, aunque la selección de sus "objetos" (las causas de la opresión) y la actividad de éstos (gobierno del saber por los propios interesados y productores del mismo), tenga poco que ver con lo que sucede en los laboratorios científicos o los gabinetes de investigación social dirigidos por el Estado o el Capital. La relación entre el "sujeto" y los "objetos" es tan diferente en el ámbito de la IAP porque el suyo es el ideal de la praxis y no el de la episteme, es decir, no el del control de una realidad fijada por relaciones causa-efecto, sino el de la organización moral de una realidad para la que no hay más reglas que el diálogo prudente entre seres humanos libres[99]. Tal es el imprescindible objetivo de toda actividad humana que, cuando se quiere emancipatoria, pasa a descansar más sobre la filosofía moral y política que sobre una epistemología, sin la que, sin embargo, carecería de bases.

Aspectos metodológicos

La IAP se articula diferenciadamente del método científico convencional, ya sea instrumental o interactivo[100] En este sentido, el esquema metodológico o modo de organizar la investigación por el que se guían tales perspectivas -generalmente lineal, mas o menos rígidamente pero muy estructurado, diseñado desde arriba por los expertos- no puede ser válido para producir un tipo de conocimiento que persigue ser crítico, reflexivo, colectivo, participado, emancipador. Pero aún mas, la IAP no termina en la producción de conocimientos, sino que pretende actuar frente a las realidades sociales, transformándolas desde el protagonismo de los actores: "no es una preocupación principal la obtención de datos o la constatación de hechos de manera única y excluyente… Lo prioritario es la dialéctica que se establece en los agentes sociales, entre unos y otros, es decir la interacción continua entre reflexión y acción, … una visión pragmática del mundo social, donde lo fundamental es el diálogo constante con la realidad para intervenir en su transformación" .[101]

Así pues, el hilo conductor de la IAP debe plantearse como un proceso cíclico de reflexión-acción-reflexión, en el que se reestructura la relación entre conocer y hacer , entre sujeto y objeto de manera que se vaya configurando y consolidando con cada paso la capacidad de autogestión de los implicados.

Bajo esta perspectiva es imposible e inconveniente crear un modelo o esquema metodológico cerrado, a modo de recetario, que marque el paso de lo que debemos hacer en cada momento. Mas bien se requiere plantear algunos criterios que hagan avanzar en la creación de "un contexto investigativo más abierto y procesual de modo que los propios resultados de la investigación se reintroduzcan en el mismo proceso para profundizar en la misma".[102]

 

Anexo 4. Metodología a emplear en mesas de Trabajo

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51
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