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El rostro oculto del hombre americano

Enviado por vientodeaguila


Partes: 1, 2

    1. Algunos procesos históricos claves para entender la historia americana
    2. Explorando las tradiciones nativas americanas
    3. Anexos
    4. Fuentes de información

    PROLOGO

    He escrito este libro pensando mucho en aquellos maestros y maestras que, diariamente, enfrentan en las aulas de nuestros colegios y universidades la tarea de enseñar historia . Yo mismo, en los últimos diez años de mi vida, he estado haciendo lo mismo: explorando con mis alumnos la memoria que nos ha sido legada y que se constituye cotidianamente en el conjunto de referentes desde los que construimos nuestro ser presente; las formas de vivir y de gobernar las sociedades; los utensilios, máquinas y herramientas que el hombre ha fabricado y sus propósitos; los modos de entender el conocimiento y de concebir la realidad circundante; las maneras de relacionarse consigo mismo y con el entorno que han sido ideadas por el ser humano a través del tiempo.

    Estas páginas, son el resultado final de algunos años de reflexión sobre la historia antigua y reciente de nuestro continente. Han sido alimentadas por múltiples lecturas sobre las primitivas tradiciones de los pueblos que florecieron en las más heterogéneas geografías americanas; por relatos míticos e historias sobre las aventuras de nuestros "guerreros espirituales", muchas veces escuchados de la voz viva de sus protagonistas. También he leído la historia oficial. Adicionalmente son, sin embargo, resultado de una pasión personal: he estado durante algo más de una década buscando a los hombres y mujeres que encarnan todavía hoy aquellas viejas tradiciones, aquellas maneras de entender la vida, de pensar y de relacionarse con los otros hombres y mujeres y con todas las criaturas del universo que conforman lo que yo denomino "el rostro oculto del hombre americano". He compartido con ellos, en días y noches inolvidables, las antiguas ceremonias nativas. Siguiendo impulsos que muchas veces contrariaban mi razón, he penetrado en lo profundo de la selva amazónica en búsqueda de los viejos "ayahuasqueros", me he bañado en las cascadas y he danzado días enteros en agradecimiento al Sol; he aprendido las canciones sagradas que guardan la memoria de nuestros abuelos indios y he amanecido decenas de veces acompañando a los yachags en sus rituales de curación. También he subido a la soledad de la montaña a encontrarme "cara a cara" con el Espíritu. Con el pasar de los años, ha madurado en mí la convicción de que hay una América todavía no descubierta, una América que escapó a los descendientes de Colón. Una América presente en centenares de hombres y mujeres que guardaron las antiguas costumbres y tradiciones, los viejos rituales propiciatorios, las ceremonias de agradecimiento: los tesoros de un conocimiento desarrollado desde hace miles de años en nuestras tierras. Se trata de un riquísimo patrimonio espiritual, que tiene el sello propio de nuestras geografías y la marca de nuestros abuelos. Es más nuestro por eso, y es por eso que somos sus legítimos herederos. He asumido esta herencia y también la delicada responsabilidad de guardar algunas de las tradiciones de nuestros antepasados. Por razones que todavía no consigo explicar, aquello que se inició hace años como la simple curiosidad de un estudiante universitario hambriento de experiencias intelectuales, ha terminado por transfigurar no sólo mi pensamiento, sino mi ser entero. No pierdo ya mi tiempo en lamentar los sinuosos caminos que he tenido que recorrer para llegar a donde estoy: son, simplemente, los que me tocaron en suerte y solo tengo gratitud para la vida por haberme llevado a recorrerlos. Este libro es por eso, mi muestra de agradecimiento para aquellos abuelos y taitas que me introdujeron en la sabiduría ancestral y el misterio de nuestras tradiciones y que confiaron un día en que podían depositar en mis manos la responsabilidad de custodiarlas. A veces siento el peso y la magnitud de esta responsabilidad. Sé que la palabra escrita es limitada y que mis relatos empalidecen los vivos colores de las experiencias en que están fundamentados. Sé también que la vitalidad de nuestras tradiciones se prueba por el hecho de que han sobrevivido el paso de los siglos por la sola fuerza del ritual y de la transmisión oral. Asumo sin embargo mi condición de escritor, mi sueño infantil de ser escritor, en la confianza de que más allá de todo límite y toda circunstancia, el Espíritu está presente en la realización de los sueños de los hombres. Asumo también por eso, con mi vida, la total responsabilidad sobre el contenido de estas páginas que han sido mi reto de guerrero en este tiempo.

    Jorge Luis Mazón

    (Huaira Guamán)

    PRIMERA PARTE

    (Algunos procesos históricos claves para entender la historia americana)

    1. Erase una vez un mundo mágico y encantado

     TEMA CENTRAL: "El proceso histórico – filosófico de desencantamiento del mundo que dio origen a las cosmovisiones utilitaristas del medio ambiente"

     PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL CAPITULO:

    • A partir de la revolución científica (siglos 16 – 17) el hombre empieza a dejar de sentirse parte de la naturaleza. La razón científica lo coloca "fuera de la creación", como un observador cuya intención básica será en adelante descifrar los secretos de la naturaleza con el fin de dominarla.
    • Al romperse esa unidad antigua entre el hombre y su entorno natural, se abre el camino para la irracional sobreexplotación de la Tierra que nos ha llevado, a principios del siglo 21, al borde mismo del colapso ecológico.
    • Para el hombre de la razón científica, ya no hay más una relación de respeto y armonía con la tierra. La Tierra ha sido "cosificada" y puede ser saqueada para responder al anhelo de acumulación de riquezas del hombre moderno.

      Hubo un tiempo en la historia humana en la que los hombres tenían una "visión encantada" sobre el universo en que vivían. La magia, que es muy variada, era parte de la vida cotidiana de los seres humanos. El universo, era bastante más que un mundo de objetos externos al hombre. Así vivieron cientos de generaciones en todas las regiones del planeta, desde las selvas amazónicas a los desiertos africanos, desde las islas de la Polinesia hasta las llanuras norteamericanas y la estepa siberiana. El hombre, se sabía y se sentía parte integrante de la creación. Vivía en un diálogo permanente con los otros seres del mundo visible (los elementos, las rocas, las nubes, los animales y los seres del mundo vegetal), así como también con los seres de los reinos invisibles (espíritus). Si hay algún elemento común a la especie humana, por lo menos desde el hombre de Neanderthal (100.000 a.N.e) en adelante, por cualquier dirección del planeta por donde se mire, es la existencia de prácticas sociales que se suelen denominar religiosas, pero que prefiero denominar aquí espirituales.

    También se vivió así, aunque hasta una época algo más temprana, en las montañas y llanuras de Europa Occidental. Al decir del profesor y filósofo norteamericano Morris Berman, era la visión del mundo que predominó hasta que en Europa se llegó a los albores de la Revolución Científica (siglos 16-17). De ahí en adelante (y es bueno no perder de vista que en el siglo 16 comienza la expansión de las metrópolis europeas, así como la colonización e imposición de la cultura occidental en prácticamente todo el planeta), lo que se vive es un continuo desencantamiento del mundo (al menos en el nivel del pensamiento). Aquel tradicional mundo poblado por humanos y muchas otras criaturas, va cediendo terreno a un mundo donde la razón científica (con su clásica exigencia de rígida distinción entre sujeto y objeto, entre observador y observado), virtualmente expulsa al ser humano de la creación, lo escinde, para colocarlo en el plano aparentemente superior de aquel que tiene una razón cuya intención es descifrar los secretos de la naturaleza para dominarla. El hombre, que desde siempre había sido socio de la naturaleza, empieza paulatinamente a separarse de ella. Luego le declarará la guerra.

    "Sujeto y objeto – dice Berman – siempre son vistos como antagónicos. Yo ya no soy mis experiencias y por lo tanto no soy realmente parte del mundo que me rodea, (…) todo es un objeto ajeno, distinto y aparte de mì. Finalmente, yo tambièn soy un objeto, también soy una "cosa" alienada en un mundo de otras cosas igualmente insignificantes y carentes de sentido. Este mundo no lo hago yo: al cosmos no le importo nada y no me siento perteneciente a él. De hecho, lo que siento es un profundo malestar en el alma".

    Pero, ¿qué es lo grave de todo esto? Lo grave es reconocer que, durante el 99 por ciento del transcurso de la historia humana, el mundo estuvo encantado y el hombre se veía a sí mismo como su parte integrante. El hombre era un ser tan mágico como todo lo que le rodeaba. La importancia y vitalidad de esta cosmovisión se clarifica cuando entendemos que, gracias a este sentimiento de participación, gracias a esta especial mirada que es incapaz de ver en lo otro y los otros una "simple cosa que puedo utilizar", la relación del hombre con su entorno fue una relación de respeto y armonía. Así pueden empezar a entenderse, por ejemplo, cientos de ritos de agradecimiento a la Madre Tierra, o los muchos cultos al Sol o a los elementos que son comunes a muchísimos pueblos "salvajes" y religiones paganas del mundo. El hombre, vivió temiendo y respetando aquello que, en su entendimiento primario pero no por ello inferior o menos sabio y luminoso, formaba parte imprescindible del tejido de la vida. Agradecer a la Tierra, o al poder de los vientos, era – de algún modo- agradecerse a sí mismo, era una manera de tenerse respeto, de estar permanentemente reencontrando la propia armonía: Yo no daño la Tierra, porque Yo soy la Tierra. Era -sin duda- un modo de reconocerse parte del Todo. Dañar el Todo, atentar contra la vida en cualquiera de sus formas (su forma pájaro, su forma roca, su forma río o pez o árbol), era un acto impensable para muchos, pues solo un enajenado podría atentar contra sí mismo.

    Esta visión encantada del cosmos a la que hace referencia Berman, es válida virtualmente para todas las sociedades anteriores o que se desarrollaron en áreas ajenas a la influencia de la civilización judeocristiana occidental. Y es que por razones que permanecen obscuras, señala Berman, dos culturas en particular, la judía y la griega, fueron las responsables de los comienzos de este proceso de desencantamiento:

    "A pesar de que el judaísmo poseía una fuerte herencia gnóstica (siendo la cábala su único sobreviviente), la tradición oficial rabínica (más tarde talmúdica) se basó precisamente en la extirpación de las creencias animísticas. Yaveh es un Dios celoso: "No tendrás otros dioses más que Yo"; y a lo largo de la historia judía, la prohibición en contra del totemismo -la adoración de ídolos (imágenes esculpidas) – ha sido el tema central. El Antiguo Testamento es la historia del triunfo del monoteísmo sobre Astarte, Baal, el becerro de oro y los dioses de la naturaleza de pueblos vecinos "paganos". Aquí vemos los primeros destellos de (…) la conciencia no participativa: el conocimiento se adquiere mediante el reconocimiento de la distancia entre nosotros y la naturaleza. La unión extática con la naturaleza se juzga no meramente como ignorancia, sino como idolatría. La Divinidad debe experimentarse dentro del corazón humano; Ella, definitivamente, no es inmanente a la naturaleza."

    Los distintos pueblos de América precolombina, eran pueblos con cosmovisiones mágicas, como lo atestiguan hasta la saciedad su historia, sus mitologías, aquello que se ha podido rescatar de su cultura y su ritualidad ancestral y que se mantiene vivo todavía en muchísimos pueblos y comunidades de todo el continente. Cierto es que la conquista y posterior imposición de los modelos culturales europeos dio inicio a una época de negación, invalidación y virtual aniquilación de culturas y cosmovisiones nativas. Pero cierto es también que asistimos a una época de renacimientos. En palabras de Berman, podemos afirmar entonces que "es vital un reencantamiento del mundo". Es vital por cuanto, en apenas los últimos cuatrocientos años de la experiencia humana, y fruto sobre todo de un proceso de alienación en el que el hombre dejó de saberse y sentirse parte integrante (orgánica) del cosmos, no solo ha conseguido romper esa integridad primigenia (que se expresa también en la ruptura cada vez más evidente de la psiquis humana), sino -y lo que es peor- casi ha conseguido llevar al planeta a su colapso ecológico. El credo de la razón científica, que tanto éxito ha tenido a todo lo largo del los cuatro últimos siglos, hasta llegar a convertirse en el siglo XX en el "discurso oficial por excelencia" (ningún discurso tiene tanta validez, en nuestra época, como aquel que viene respaldado por el membrete de la ciencia), ha empezado sin embargo a arrojar un espectro de duda sobre sí mismo, como bien lo señalan Baigent y Leigh refiriéndose a algunas de las realidades más problemáticas de nuestra civilización contemporánea:

    "Difícilmente podía resultar razonable reunir y almacenar un número de armas nucleares capaz de destruir el globo terráqueo sesenta veces; difícilmente podía resultar razonable dejar que el planeta se superpoblara sin desarrollar los recursos adecuados para acomodar tal crecimiento; difícilmente podía parecer razonable reducir y agotar los recursos existentes sin previsión alguna en vistas a su reposición".

    La civilización científica y tecnológica nos ha hecho capaces de poner naves en el espacio exterior desde las cuales podemos contemplar nuestra bellísima y azul casa común. Lo trágico es que esta perspectiva pareciera no habernos dado más que un lugar desde donde poder contemplar en visión panorámica nuestro suicidio colectivo.

    ESTAMOS HECHOS DE TIERRA

    "No es de brutos que nuestros abuelos indios decían que son hijos de la Tierra. Ni por supersticiosos ni por románticos. Cada que yo me llevo un bocado a la boca, un plátano, un pan, un pedacito de papa, estoy literalmente incorporando a mi cuerpo un pedazo de la Madre Tierra. Después, ese platanito, esa papita, se transforman en mi sangre, en mis tejidos, en mis células. ¿Me entiendes? Somos de Tierra. Estamos hechos de Tierra. Somos uno solo con la Tierra, y eso es bien sagrado".

    ARTURO CHIRIBOGA (yachag ecuatoriano)

    IDEAS PARA TRABAJAR EN CLASE:

    • Tras leer la cita textual del yachag Arturo Chiriboga ("Estamos hechos de tierra"),escribe un ensayo donde muestres (usando información científica de apoyo si quieres) que el cuerpo físico del ser humano está literalmente formado por elementos que provienen de la Tierra.
    • Imagina que una mañana despiertas y de pronto descubres que puedes percibir otros mundos (dimensiones) que están más allá del mundo físico que percibes con tus cinco sentidos. Describe tus percepciones, los seres que ves, lo que hacen, qué te dicen y qué mensajes te traen.
    1. La Tierra en la cámara de torturas

    TEMA CENTRAL: "De cómo el hombre se propuso dominar a la naturaleza"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL CAPITULO:

    • El empirismo baconiano, una filosofía de espíritu inquisidor, es uno de los antecedentes principales en el cambio de visión operado a raíz de la revolución científica.
    • Francis Bacon propugna una relación de dominio del hombre sobre la naturaleza. Encarna así el espíritu del hombre que se coloca (desde la prepotencia de una razón que se cree superior) en posición de enfrentamiento contra la tierra.
    • Los demás seres y criaturas de la naturaleza son reducidos a la condición de sirvientes o meros accesorios que pueden ser usados para los fines de este nuevo hombre que se propone reinar sobre ellos.

      De algún modo, los orígenes de las catástrofes ambientales y la atmósfera apocalíptica que nos rodea en este principio de milenio, hay que ir a rastrearlos en Europa, en una época donde la religión oficial (católica) había adquirido intereses y compromisos tan "de este mundo", que necesariamente tuvo que idear una razón que justificara un estado de cosas muy lejano de su naturaleza: el cultivo del espíritu de sus fieles.

    Durante la Alta Edad Media, aparece El Tribunal de la Santa Inquisición. Se trata, en buena medida, de la respuesta de las más altas jerarquías del culto religioso más extendido en la Europa de fines de la Edad Media. Más que tratarse de un Tribunal para velar por la pureza de los dogmas católicos (como relata la historia oficial), en los hechos, el Santo Oficio se convirtió en un poderosísimo centro desde el que se administraba el terror (como mecanismo de control social) y se proveía a la Iglesia y a los Monarcas Católicos europeos de los fondos necesarios para continuar su expansión por el planeta. Con la creación del Tribunal del Santo Oficio, se inaugura una de las épocas más terribles de la historia humana, época marcada por la delación, la doble moral y el total irrespeto hacia la vida.

    No es casualidad entonces que, en este contexto, aparecieran en Europa figuras como la de Sir Francis Bacon, considerado dentro de la historia de la ciencia de occidente como el fundador del empirismo y uno de los pilares fundamentales del método y la mentalidad científicos. No es casualidad que, en un medio donde se torturaba hasta el máximo de la crueldad al más mínimo pretexto, apareciera un filósofo con mentalidad de inquisidor que proponía que a la naturaleza hay que preguntarle directamente, colocándole en una situación en que se viera forzada a suministrarnos sus respuestas. Se trata de los mismos métodos con los que la Inquisición procedía con los reos del Santo Oficio en sus famosas cámaras de tortura. Se trata ya no de un pensador recreando la relación sagrada del hombre con el Universo. Se trata de la relación de un torturador con su víctima. Es el insensible hombre desespiritualizado que no aboga ya por una relación armoniosa, de respeto y devoción hacia aquella parte del Cosmos de la que el ser humano, desde antiguo, se sentía parte integral, sino por una relación de fuerza, por un combate. Ya no es el hombre marchando con la Tierra. Es, final y desgraciadamente, el hombre contra la Tierra. La naturaleza misma ha sido desespiritualizada, cosificada. La Tierra, será de ahí en adelante, cada vez menos objeto de culto para convertirse en un objeto simple y llano. Una cosa puesta allí no importa por quién, para que el hombre ejerza su dominio sobre ella. Durante los cuatro siglos siguientes, la humanidad se lanzará, impulsada por ese espíritu de dominio, a conquistar y sojuzgar toda la tierra disponible. Donde antes se acostumbraba a mirar un conjunto interrelacionado de seres encantados que compartían con el hombre venturas y desventuras, el hombre del Renacimiento, el hombre del siglo de las luces y este contemporáneo hombre de la mentalidad científica, empezarán a ver tan solo "recursos que deben ser explotados".

    Pero hay que decir también que, contra las distorsiones y abusos de la iglesia descritos más arriba, el Renacimiento fue en Europa también un tiempo donde, el Racionalismo y el Humanismo ateístico irrumpieron en forma contestataria. Analizando este momento histórico, Germán Rodríguez señala acertadamente:

    "La Religión, antes dominante, se vio enfrentada por la Ciencia que proclamaba la supremacía de la razón. Poco a poco el humanismo renacentista se transformó en humanismo antropocéntrico y el hombre se creyó destinado a gobernar la Naturaleza. (…) De este modo, la razón se dirigió al dominio técnico experimental del mundo."

    En Abya Yala, la isla de la Tortuga, (así es como denominaban algunos pueblos de la actual Centroamérica a nuestro continente) , en esta Tierra del Hombre Rojo (así lo denominaban muchos pueblos de Norteamérica), desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, la gran diversidad de pueblos que habitaban estas tierras, compartían, desde luego, esto que venimos denominando una visión encantada o mágica del mundo, caracterizada por el respeto a la Tierra y a todos los elementos. Es una visión que tiene en su matriz un ecologismo natural sobre el que profundizo en un capítulo posterior de este libro.

    LA TIERRA REDUCIDA A UN SIMPLE "RECURSO ECONOMICO"

    "La visión del mundo predominante en Occidente es que se debe estudiar, diseccionar y dominar la naturaleza, y que se debe medir el progreso según nuestra habilidad para extraer los secretos y riquezas de la Tierra. El Primer Mundo ha dominado la Tierra, en muchos casos para enriquecerse. Los pueblos primitivos no consideran a la Tierra simplemente como un recurso económico. Sus territorios ancestrales son, literalmente, la fuente de la vida, y sus diferentes modos de vida se desarrollan y definen en relación al entorno. Los pueblos primitivos son gentes de la Tierra".

    JULIAN BURGER

    IDEAS PARA TRABAJAR EN CLASE:

    • Imagina un mundo donde los hombres han talado todos los bosques y toda la tierra se ha convertido en un desierto. No existen ya tierras para cultivar los alimentos. Las sequías son prolongadas. Escribe un cuento donde relates cómo sería tu vida y la de tu familia en este mundo. ¿De qué se alimentarían? ¿Cómo sería tu relación con los demás miembros de tu sociedad?
    • Lee la cita de Julián Burger ("La Tierra reducida a un simple recurso económico"). Escribe un listado de las actividades económicas que ha inventado el hombre y que suponen una relación de maltrato hacia la Tierra.

    3. Idolatría y politeísmo

    TEMA CENTRAL: "La extirpación de idolatrías durante la conquista y colonización del continente americano"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL CAPITULO:

    • Había en América, antes de la llegada de los conquistadores europeos, muchos y variados cultos religiosos que hablan de la presencia de una riquísima vida espiritual entre nuestros ancestros nativos.
    • La imposición del catolicismo y los cultos cristianos supuso la persecución y casi total exterminio de las prácticas a través de las cuales se expresaba la espiritualidad nativa. Una de las estrategias de los conquistadores fue la "demonización" de las religiones amerindias.
    • El análisis de este proceso histórico de "extirpación de idolatrías" ha utilizado los conceptos de "idolatría" y "politeísmo" para justificar la imposición de los cultos e iglesias cristianas en América. Se trata, sin embargo, de dos conceptos de corte peyorativo, que más echan sombras que luces sobre el proceso histórico en cuestión.

    Al estudiar la historia de la conquista del continente americano por España y las demás metrópolis europeas, una de las primeras cosas que se torna evidente para el estudioso de la historia, es la inmensa insensibilidad que mostraron los conquistadores respecto de lo que Burger denomina apropiadamente "elevada y altamente desarrollada conciencia espiritual de los pueblos conquistados."

    Muchos de los que hoy en el Ecuador tenemos más de 25 años, tal vez recordemos esos viejos libros de texto con los que nos enseñaban en la escuela la historia de la conquista de nuestro continente por los europeos. Entre los conceptos que rigurosamente teníamos que memorizar los escolares de hace 5 lustros – relacionados con las luchas entre nativos y europeos – figuraba el concepto de IDOLATRIA. Puedo todavía ver a mi viejo profesor de cuarto grado de primaria explicando a media centena de niños ávidos de historias heroicas o fantásticas cómo es que los españoles llegaron a América a enseñarnos la "única religión verdadera" y el "único Dios verdadero", porque nuestros indios vivían en la ignorancia y como parte de esa ignorancia, por doquier se había extendido el culto de los más diversos ídolos. En lugar de adorar al Dios de la Biblia, los salvajes pobladores de estas tierras habían optado por construir fastuosos templos donde adorar a la luna, al sol, al jaguar, a la anaconda, al trueno, al cóndor o al águila. Desoyendo expresos mandatos del Antiguo Testamento, construían figuras de oro y plata de estos seres y animales, y estas figuras ocupaban lugares centrales en sus templos y lugares de culto. Los españoles nos habían hecho "un bien" al traernos la religión católico cristiana. Para nuestros indios, representaba un "progreso" el pasar de la superstición animista de sus cultos naturales, a la opción racional de un dios abstracto. La cultura impuesta por los europeos en América hacía 5 siglos, era no sólo "moderna", sino "éticamente correcta".

    Vistas así las cosas, crecí entendiendo que idolatría era una palabra despectiva, que implicaba un estado de cosas propio de "seres atrasados" y que nosotros, los modernos y urbanos niños del futuro, debíamos considerar como un estado pre-racional no deseado de la conciencia, por suerte superado. Nuestra buena religión católica era incuestionable y de aquellos cultos antiguos propios de nuestros idólatras tatarabuelos indios no había para qué hablar. Ellos – pobrecitos – no tenían nuestra ciencia y por eso no podían explicarse racionalmente las causas y los mecanismos de los fenómenos naturales. Creían en los seres que creían motivados únicamente por el temor y la ignorancia.

    Y después de entender el "carácter idolátrico" de las religiones amerindias precolombinas, pasábamos a otro concepto a través del cual se entendía también el mismo proceso histórico: el concepto de Monoteísmo. Desde un conocido prejuicio antropológico, se nos invitaba a creer que el Monoteísmo representa un "paso adelante" respecto de los cultos denominados Politeístas.

    El Monoteísmo – se nos inculcaba – es propio de pueblos civilizados (judíos, árabes, romanos y europeos en general después)los mismos que, más tarde o más temprano, lograron superar las tradicionales visiones "primitivas" del fenómeno religioso, y desarrollaron el culto a una sola deidad, abstracta y no hecha a la imagen y medida de los temores humanos. En síntesis, creer en un solo Dios era "superior" a creer en varios.

    Y así, terminábamos el sexto grado de primaria, en el mejor de los casos con una visión compasiva de nuestros antepasados indios. Y es que cómo no íbamos a ser compasivos con aquellos pobres seres incivilizados e ignorantes que habían padecido, en tratándose de la sagrada relación con Dios, dos enfermedades típicas de seres primitivos: idolatría y politeísmo. Menos mal que llegaron aquellos varones de la espada y la cruz que – con mano brusca a veces, había que reconocerlo – extirparon ese cáncer de la conciencia americana primitiva y nos permitieron pasar a la edad adulta en materia religiosa.

    El caso es que idolatría y politeísmo son apenas dos de los calificativos con los que cierta ideología moldeó la conciencia de decenas de generaciones de niños y jóvenes americanos, para tratar de justificar y hacer tolerable a la memoria histórica el inocultable tiempo de la llegada de los "soldados de Dios". Había – como ya cinco siglos antes habían hecho frailes, capitanes y corregidores – que encontrar "buenas razones" para justificar el atropello, persecución y casi total exterminio de los cultos nativos (y de los nativos).

    Vamos a intentar entonces otra interpretación de los hechos sucedidos tras la llegada de los conquistadores. Una interpretación que trate de explicar el fenómeno que los cronistas de la conquista denominaron de "extirpación de idolatrías", pero desde un punto de vista en el que idolatrías y politeísmo no signifiquen una visión peyorativa de la espiritualidad indiana precolombina.

    Para empezar a entender el fenómeno histórico referido, propongo entonces entender el contexto por el que estaba atravesando la Iglesia Católica que lideró el recambio de la cultura espiritual en nuestro continente. Como bien señala Julián Burger, citando al soldado cronista Bernal Díaz del Castillo, "los colonizadores llegaron con la espada en una mano y la Biblia en la otra, para llevar la luz a aquellos sumidos en la oscuridad, y también para enriquecerse"

    Hay que decir entonces que, en lo que se refiere a la Iglesia Católica, "las estrategias de suplantación de costumbres y creencias aplicadas en Europa fueron trasplantadas y la lucha contra el paganismo se extendió junto con la hoguera inquisitorial hacia todas las regiones a donde fue la extirpación de idolatrías". Varios siglos de enconada lucha contra los "infieles" musulmanes, habían adiestrado bien a los cruzados católicos en la persecución de herejías, de modo que cuando le tocó el turno a nuestro continente, la persecución de infieles se extendió a América con similares prácticas a las que se utilizaban en Europa.

    Desde bien temprano en la colonia, una de las tácticas de control social de los europeos fue la demonización de los ritos y creencias religiosas nativas. Citemos algunos ejemplos. En su "Relación de las cosas de Yucatán", Diego de Landa señala:

    "Usaba también esta gente de ciertos caracteres o letras de los cuales escribían en sus libros sus cosas antiguas y sus ciencias, y con estas figuras y algunas señales de las mismas, entendían sus cosas y las daban a entender y enseñaban (…) Hallámosles gran número de libros de éstas sus letras y porque no tenían cosa que no hubiere superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena".

    Fray Gerónimo de Mendieta por su parte, no sin cierta admiración respecto al elevado número de las prácticas religiosas indígenas (lo que indica, de paso, que esta no era, ni mucho menos, una tierra donde se desconocía la vida espiritual) y algo de envidia por cuanto no le había sido dado observar tanta diligencia en los cultos realizados por los propios cristianos, refiere por su parte:

    "No quiero detenerme en contar la manera de ídolos que estos indios tenían, ni las diferencias de sacrificios y ceremonias con que los adoraban, que todo era poco en respecto de lo que se halló en la tierra firme de la Nueva España; mas por poco que era, cotejado con la de México y otras partes, basta decir y que se entienda, como el demonio estaba de ellos tan apoderado y hecho tan señor y servido, cual plugiera a Cristo que su divina Majestad lo estuviera de todas sus racionales criaturas."

    Viejos y nuevos misioneros, católicos y protestantes, jugaron desde que empezó su presencia en América, papeles incluso más importantes que los propios conquistadores en cuanto a la destrucción y combate a las culturas autóctonas.

    "En la destrucción de los registros precolombinos, tales como códices, manuscritos, tokapus y kipus, más notable que la acción de los conquistadores cuya sed de oro les llevaba al saqueo de los templos, fue la de los misioneros que vinieron a extirpar las idolatrías de los habitantes de América."

    Blanca Muratorio, una investigadora de las religiones amerindias, señala también, refiriéndose a este mismo tema que "la prédica misionera todavía hoy condena el chamanismo y, desde su comienzo, identificó a los chamanes nativos con el demonio cristiano y, por consiguiente, con el infierno." Los chamanes – digámoslo de pasada en este lugar – son los principales "sacerdotes", tanto de los grandes cultos de los pueblos más grandes, como de las prácticas religiosas de la pequeña localidad o aldea. Al demonizarlos, la Iglesia de los conquistadores asestó un golpe tremendo en la columna vertebral misma de la espiritualidad indígena. Los dioses y seres en los que estaba puesta la fe de nuestros antepasados aborígenes, fueron declarados de pronto no solo ilegales, sino "diabólicos", encarnación misma de lo más repudiable y odioso que podía reconocer el oficialismo triunfante. De esta manera, no era difícil conseguir la discriminación y el rechazo firme de los cultos nativos por la sociedad colonial. En el lapso de apenas un siglo, culturas y formas de espiritualidad milenarias habían – como bien anota Germán Rodríguez – "olvidado gran parte de su pasado y sus antiguas ciencias y solo quedaba la tradición oral como medio de transmitir lo poco que conservaban de sus saberes". La consolidación paulatina que vivió Europa durante el siglo 17 del racionalismo y la mentalidad científica, coincidió con la destrucción de buena parte de la visión mágica (y de la identidad cultural) de los pueblos originarios del Nuevo Mundo.

    Lo curioso es que todavía hoy, dos siglos después de que los enciclopedistas franceses con ese optimismo típico del súper racionalista siglo 18 anunciaran la salvación y la felicidad de la humanidad por el camino de la ciencia y la necesidad de llevar la cultura del progreso a los incivilizados del mundo entero, instituciones como el Instituto Lingüístico de Verano y la Nueva Misión de las Tribus continúan trabajando en distintos países del mundo actual, alimentando una ideología que considera todavía que los indios – como dice con aserto Julián Burger – "no son más que paganos que esperan ser convertidos al dios de los misioneros." Lo grave de todo esto, actualmente, es que los gobiernos latinoamericanos actuales, al bendecir la presencia misionera, atentan contra el estilo de vida aborigen (o lo que queda de él), en nombre de la modernidad ecológicamente reprochable de petroleras, madereras y colonos ganaderos.

    CORTEZ DESTRUYENDO LOS TEMPLOS AZTECAS

    "Los más principales de estos ídolos, y en quien ellos más fe y creencia tenían, derroqué de sus sillas y los fice echar por las escaleras abajo, e fice limpiar aquellas capillas donde los tenían, porque todas estaban llenas de sangre que sacrifican, y puse en ellas imágenes de nuestra Señora y de otros santos, que no poco el dicho Moctezuma y los naturales sintieron; los cuales primero me dijeron que no lo hiciese, porque si se sabía por las comunidades se levantarían contra mí, porque tenían que aquellos ídolos les daban todos los bienes temporales, y que dejándolos maltratar se enojarían y no les darían nada, y les secarían los frutos de la tierra y moriría la gente de hambre".

    HERNAN CORTEZ

    IDEAS PARA TRABAJAR EN CLASE

    • Supón que eres un sacerdote azteca o inca y que debes preparar una ceremonia de agradecimiento por los frutos que la Tierra ha dado a tu pueblo en la última cosecha. Describe cómo sería la ceremonia que debes dirigir (el escenario, los participantes, los vestuarios, el ritual, etc.) Construye una maqueta donde esté representado el ritual de agradecimiento a la Tierra.
    • Escribe un ensayo donde expongas tu punto de vista sobre si existe o no derecho por parte de todos los pueblos y comunidades del mundo a escoger libremente el culto religioso a través del cual establecer una relación con lo divino. Expón también tu opinión sobre las consecuencias que ha tenido y tiene todavía la creencia (sostenida por algunas religiones) de que existe "un solo Dios verdadero" y una "sola religión correcta".
    • Basándote en la cita de Cortez sobre la destrucción de un templo azteca, escribe un guión y presenta en clase una dramatización sobre este suceso histórico.
    1. La estrategia del disfraz

    TEMA CENTRAL: "El sincretismo como estrategia de supervivencia de los cultos y cosmovisiones nativas americanas"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL CAPITULO:

    • Ante el embate de los conquistadores europeos, hubo pueblos nativos americanos que optaron por la huida hacia regiones geográficas de difícil acceso donde pudieran continuar viviendo según sus culturas y cultivando las prácticas espirituales de sus antepasados.
    • Otra estrategia para salvaguardar los cultos nativos ancestrales fue la del sincretismo, que es la estrategia del disfraz. Obligados a aceptar por la fuerza las religiones de los conquistadores, muchos de nuestros abuelos indios optaron por esconder sus cultos y deidades originales mezclándolos hábilmente con los ritos y santos cristianos.

    Muchos de los ritos, usos y costumbres de los antiguos pobladores de nuestro continente se perdieron tras el embate militar y cultural que supuso la conquista. Hacia finales del siglo 16, las sociedades indígenas americanas habían sido transformadas profundamente. España y Portugal, la avanzada de la penetración europea, terminaban sus ajetreos "pacificadores" y cimentaban el gobierno de la metrópoli sobre las principales poblaciones americanas desde México hasta Chile. Poco a poco, franceses, ingleses y holandeses se aventurarían también a reclamar su "parte del pastel", y completarían la "labor civilizadora" que Europa se impuso como una de sus misiones principales en América.

    Pero la historia abunda también en relatos sobre la resistencia indígena a la invasión blanca. Rumiñahui en el Reino de Quito, Túpac Amaru en el Cuzco, Caballo Loco y Gerónimo en América del Norte, son apenas unos cuantos nombres de jefes indios que, ante la alternativa de entregar sus pueblos y territorios al dominio del colonizador, prefirieron levantar sus armas y entregar sus vidas. Todo esto es historia conocida.

    Lo que los libros de historia generalmente no cuentan, son las otras formas y estrategias de resistencia que frecuentemente adoptaron las poblaciones indias para proteger sus costumbres y saberes, y salvaguardar lo más preciado que tenían: su espiritualidad.

    Hoy conocemos informes sobre la existencia de pueblos enteros que optaron por la estrategia de la huida hacia regiones geográficas virtualmente inaccesibles. Este es el caso de algunas comunidades de huicholes, en la serranía del México actual, de los Quero de los Andes peruanos, o de algunos pueblos amazónicos que, hasta hace no muchos años, defendieron su cultura de la invasión colonizadora con la ayuda de su legendaria ferocidad y la abigarrada geografía selvática . Siglos después de la invasión europea, para sorpresa de muchos, han empezado poco a poco a salir a la luz y a mostrar algo de lo que estuvieron cuidando durante los siglos del Pachakutik de la oscuridad. Y asistimos con agrado a constatar que el tesoro del cual se mantuvieron secularmente como guardianes, era fundamentalmente un tesoro espiritual. Una forma de vida en la que la cotidianidad de la existencia está permeada por la presencia del Espíritu, una forma de relacionarse entre sí mismos y con el entorno constantemente asediada por la figura de lo sagrado.

    Pero hubo también en América, y estos son tal vez los casos más numerosos, aquellos que, como forma sutil de resistencia al acoso de la cultura que se imponía como dominante, optaron por la estrategia del sincretismo, que es la estrategia del disfraz. Recordemos, para contextualizar el proceso de formación de sincretismos en nuestros continente, que la Europa – pero sobre todo la España – que nos conquistó, era la España profundamente feudal de los reyes católicos y sus sucesores; una España que, por el tiempo en que Colón accidentalmente topó con las Bahamas en su viaje hacia las Indias orientales, había desatado una persecución tremenda contra los judíos residentes en su territorio y arrebatado muchas fortunas de los que se negaron a la conversión, con la colaboración del Tribunal de la Santa Inquisición cuya presencia había oficializado pocos años antes para "combatir las herejías. Se trataba de una España que había optado (un poco más tarde que sus pares europeos) por un catolicismo radical que en el fondo servía muy bien a los intereses del absolutismo monárquico y a la consolidación del estado nacional español que se inicia con el matrimonio entre Isabel del Castilla y Fernando de Aragón.

    Para nuestro relato, interesa adicionalmente saber – como bien señalan Rodríguez y Tatzo – que "como parte del dominio universal de la Iglesia Católica, en el siglo 16 arribó a costas americanas Diego de Albornoz, oficial del Santo Oficio de la Inquisición, quien entre sus designios traía la formación de los tribunales inquisitoriales en los que se juzgaría las acciones de quienes no se avinieran a las disposiciones de la Iglesia y se los encontrara sospechosos de herejía." Era el tiempo en que, tanto en España como en América, no ser católico era un peligro que no valía la pena correrse. Los sacerdotes que fueron arribando en los barcos de los Pizarro y los Cortez, representaban la "avanzadilla ideológica" necesaria para justificar éticamente las atrocidades que cometía la ambición de la aventura conquistadora. Eran los soldados de Dios, y la alfabetización de los indígenas en la lengua española corrió de la mano de la enseñanza de los ritos y valores de la nueva religión, aquella que proclamaba con vehemencia que su Dios era el "único Dios verdadero", y su religión la única que servía para entrar en comunión con ese Dios. Se trataba de viejos dogmas convenientemente actualizados para servir al dominio ideológico que acompaña toda empresa de sojuzgamiento político y económico.

    Y así llegamos, a siglos de distancia, a este punto donde queremos empezar a comprender la magnitud del acoso y la persecusión realizada por este catolicismo inquisitorial contra las culturas y religiones nativas. Para empezar a entenderlo hay que insistir en algo: es una interpretación interesada aquella que afirma que, antes de la llegada de los europeos, nuestros pueblos autóctonos mantenían "formas primitivas" de religiosidad. Ahora, por fin, es cada día más abundante la literatura que da pruebas de la variada y riquísima gama de cultos y tradiciones espirituales que existían entre nuestros abuelos indios en los tiempos del "encuentro de las dos culturas". Es más, me atrevo sin recelo a afirmar que, mucho antes de la llegada de Colón, existían ya por los cuatro costados del continente, cultos religiosos muy sofisticados, pero sobre todo cosmovisiones y formas de vida en las que la espiritualidad ocupaba un lugar central. Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, distintos pueblos en distintas lenguas habían ido dando forma, con el paso de los siglos, a distintas maneras de denominar a un Gran Espíritu Creador y a sus infinitas manifestaciones naturales, sagradas todas por contener en sí mismas, esta esencia divina. Se honraba así, la presencia del Creador en el viento, en cada árbol y montaña, en el ala del águila o el búho, en el rugido del jaguar o el canto de la cascada. Y se honraba estas presencias de las más diversas formas: ayunando en la soledad de la montaña, danzando en comunidad, celebrando el ingreso en la pubertad o el valor en el combate. La presencia del "mundo de los espíritus", de este mundo donde el Gran Espíritu Creador cobra los más variados (y a veces impredecibles) aspectos, acompañaba casi cada acto de la vida de unos hombres que no habían aprendido todavía, como sus hermanos blancos, a considerar verdadero sólo aquello que podían percibir con sus cinco sentidos. Vivían en un mundo que aparece ante nuestros ojos como mágico y encantado, donde los hombres todavía no habían perdido la capacidad de estar atentos a las señales de la naturaleza y tenían en cuenta para sus decisiones cotidianas los mensajes sutiles que el Creador escondía en la lluvia, el arco iris, la súbita presencia de una mariposa o el latido de su propio corazón. Es este mundo el que pronto sería obligado a ocultarse. La mentalidad de los conquistadores europeos que arribaron en el siglo 16 a nuestras tierras, no fue precisamente la del invasor inteligente que asimila con perspicacia los logros de la cultura dominada y los incorpora a la propia, sino más bien la del cruzado fanático en lucha contra los infieles, y también la del mercader. Lo que durante siglos Europa había ensayado en su lucha contra los moros, se extendió, a partir de la conquista, a territorios americanos. Por donde pasaba la espada o el arcabuz del conquistador, pasaba luego la cruz del fraile santificando la extensión y consolidación del dominio universal de su iglesia y la expulsión del demonio de los territorios del Señor. Y el demonio, más temprano que tarde, adquirió rostro indígena. Y miles fueron los indígenas que murieron defendiendo aquello que consideraban legítimamente como sagrado. Miles los que no entendieron simplemente el cambio que se les proponía: la vitalidad y belleza de unos seres sagrados que diariamente alimentaban su vida (la Tierra, el Sol, el Agua), por la imagen de un hombre lacerado y doliente que prometía consuelo para el sufrimiento humano en "otro mundo", y que para colmo de la impotencia, estaba agonizando clavado en una cruz. Pero miles fueron también los que utilizaron la estrategia del disfraz. Entre la alternativa de aceptar la cultura y la religión de los conquistadores o ser condenados a la persecución, el ostracismo o el exterminio, fueron muchos nuestros abuelos indios que, hábilmente, adoptaron los símbolos del cristianismo y siguieron practicando sus viejos ritos. Esto es evidente, hasta la actualidad, cuando se mira con atención las maneras que suele adoptar mucho del curanderismo y la medicina "chamánica" indígena y mestiza. Rodríguez y Tatzo, señalan por ejemplo a este respecto:

    "Algunos elementos originales han sido sustituidos por símbolos católicos, tales como cruces y botellitas. Esto se explica debido a que, durante el largo período colonial, en el que la vida cultural estuvo sumida bajo los dictados de los Padres de la Iglesia y la sociedad criolla tomó como modelo las sociedades feudales de Europa, la resistencia cultural indígena asumió formas miméticas a fin de cubrir los ritos aborígenes con el ropaje de la iglesia católica para de este modo perpetuar las ceremonias."

    Señalan también otras formas que adoptó el sincretismo (básicamente religioso), como la incorporación por los indígenas a sus ceremonias de cruces, oraciones e imágenes de santos y santas. Fueron pasando los años, y la medicina de nuestros chamanes nativos, para poder ser bien vista a los ojos del colonizador, incorporó sagazmente en sus invocaciones a los espíritus de las montañas, los cerros o los manantiales, los nombres de estos santos.

    Con el advenimiento del Pachakutik de la oscuridad, algunos yachags se convirtieron en campesinos. Desde entonces, la sabiduría fue transmitida de un yachag a otro, formando los eslabones de una cadena secular que ha permanecido oculta e ignorada durante mucho tiempo. Aurelio Díaz ratifica estos hechos cuando afirma:

    "La forma tradicional de nuestros antepasados existe, ha sobrevivido, ha llegado hasta nosotros. Aquí está ahora, yo la he recibido directamente de familia, en familia, en familia.

    Puedo relatar la historia de cómo se ha conservado, como fue transmitida, y cómo debe continuar siendo transmitida de generación en generación y de familia en familia."

    Vale decir, para concluir esta parte, que la estrategia del sincretismo inaugurada en la colonia como forma de protección de las tradiciones y la espiritualidad nativas, a menudo ha tenido que seguirse manteniendo hasta épocas recientes, muchas veces como medida precautelatoria contra la pasión fanática de los misioneros (sobre todo protestantes), que buscan sus clientelas frecuentemente entre las poblaciones indígenas, prevalidos de su potencial económico, en una labor de corte clientelar que aprovecha (incluso con buenas intenciones, pero ya se sabe que el camino del infierno está plagado de estas) las deplorables condiciones de vida a que el modo de vida occidental ha reducido a estas poblaciones. En un estudio reciente sobre religiones amerindias en el sur del continente americano, Juan Borrás, recogía el siguiente comentario de un indígena yamana fueguino:

    "Los misioneros nunca nos preguntaron sobre esto, antes al contrario nos dijeron que aquello en que nosotros creíamos, no eran sino tonterías, y debíamos olvidarlo. Y, sin embargo, nosotros sentimos desde el primer momento que el Dios de los cristianos, del que nos hablaban, en el fondo era el mismo que nuestro Watauinewa. Este proceder y esta forma de hablar de los misioneros nos hizo daño."

    LA SUPERVIVENCIA DE LA SABIDURIA ANCESTRAL

    "Yo no he perdido mi memoria. Tengo mi historia bien clara, todo lo que se ha puesto sobre nosotros, toda la saturación de ideas equivocadas. De que descendemos de Adán y Eva, de que de alguna manera estos son nuestros padres. Mi único Padre es el Sol, y mi única Madre es la Madre Tierra, y nunca hemos sido expulsados del paraíso, éste es nuestro Paraíso, ésta es nuestra historia. Está bien la historia de otros pueblos, pero la nuestra no tiene ningún problema (…) Cómo es posible que la primera pareja haya sido expulsada del paraíso, y que los primeros hijos, el primer hermano, mate a su otro hermano y que sea condenado a errar por el resto de la eternidad.

    Esto no es así, mi hermano y mi hermana son el Aire y el Agua. Y ellos nunca han tenido celo alguno y nunca han atentado el uno contra el otro. Al contrario, funcionan y son una familia real y verdadera, mi sagrada familia."

    AURELIO DIAZ TEPANCALLI

    IDEAS PARA TRABAJAR EN CLASE

    • Haz de cuenta que vives en un mundo donde no existe la escritura. Sólo tienes tu palabra para transmitir a tus hijos y nietos tus experiencias y los mensajes que quieres transmitirles. Con esa idea central, escribe un cuento donde el personaje central seas tú mismo cuando haz llegado a la ancianidad. El argumento del cuento, son los relatos que tú les cuentas a tus hijos y nietos sentado frente al fuego y que les pides que guarden para sus generaciones posteriores. ¿Qué valores, qué lecciones de vida ocuparían el centro de tu relato? ¿Qué consejos darías a tus menores para conservar en el tiempo esa sabiduría que pretendes transmitir?
    • Construye con tus compañeros una máscara que representen: un conquistador español, un fraile, un monarca indio, un sacerdote maya, etc. Con ellas, haz ejercicios de improvisación donde actúes pequeños papeles sobre estos personajes. Al representarlos, centra tu atención en darte cuenta qué partes de ti no consigues ocultar detrás de la máscara.
    • Imagina que eres un científico experto en el estudio de las estrellas y los planetas que vive bajo un gobierno que prohíbe la astronomía. ¿Qué estrategias utilizarías para seguir realizando tus investigaciones y dando a conocer tus descubrimientos? 
    1. La intuición y la magia contra la lógica

    TEMA CENTRAL: "Las características y diferencias entre la mentalidad científica europea y la mentalidad mágico-mítica amerindia"

    PLANTEAMIENTOS PRINCIPALES DEL CAPITULO:

    • La racionalidad que Europa impulsa a partir del siglo 15 (época en que se inician sus viajes de exploración y colonización de todos los continentes) es la fría y analítica racionalidad de la ciencia. Es una mentalidad que pone el énfasis en la división y clasificación de sus objetos de estudio.
    • La racionalidad indígena americana, por su parte, comporta formas de pensamiento diferentes. Se trata de una racionalidad guiada por la intuición, que pone el énfasis en el desarrollo de la sensorialidad como guía del discurso racional. Se trata de un pensamiento mágico, que explora constantemente en el símbolo y que, a diferencia de su par europeo, tiene un espíritu totalizador y unificante.
    • La realidad, para el pensamiento mágico amerindio, abarca dimensiones que están más allá del plano físico que puede ser percibido por nuestros cinco sentidos. De este modo, su pensamiento se extiende y busca instrumentos con los cuales dar cuenta de esos "otros mundos" a los que considera tan reales como el mundo físico, por ejemplo, el mundo de los sueños y el mundo presente en los relatos míticos.
    • Hay una diferencia trascendental entre el concepto científico de "vida", que la restringe a los seres orgánicos (excluido el "reino mineral") y el concepto indio que reconoce esta cualidad como presente en toda la naturaleza. Para el indio, el hombre los animales y las plantas están tan vivos como las piedras, el arco iris, la lluvia, el fuego, etc.

     Corría el año 1998 cuando tuve la oportunidad de conocer a Hilario Chiriap, un chamán shuar. Se trata de un indio de la amazonía ecuatoriana que se educó desde niño en las escuelas de los misioneros católicos. Antes de que un envenenamiento lo pusiera, a los veinte años, en manos de un viejo chamán del cual recibió la iniciación en la medicina y la espiritualidad tradicional de sus ancestros, se había preparado como profesor bilingüe en las escuelas del hombre blanco. En ellas – me relató una bella noche en que buscábamos sanación y conocimiento bebiendo ayahuasca, la bebida sagrada de su tradición – le enseñaron las concepciones imperantes sobre el conocimiento y la vida. Las mismas que todavía hoy, los hombres de la mentalidad científica enseñan a nuestros niños y jóvenes en nuestras escuelas y universidades. Las mismas que nos enseñan a considerar como "las verdaderas", o las "razonablemente más aceptables". Aquella noche le oí rezar emocionadas palabras de gratitud hacia el Agua, a la que consideraba "bien sagrada". Le oí también hablar con tristeza de esa vieja cosmovisión que solo alcanza a ver en esta "hermana mayor" una "cosa" incolora, insabora, inolora e insípida. Desde un entendimiento de sus bisabuelos, Hilario me contó sobre las mil presencias del Agua. Habló del agua roja de la sangre, del agua salada de las lágrimas que brota desde nuestro interior y nos purifica, de la cantarina agua de los ríos y cascadas, de cómo el agua es uno de los sostenes de la vida y merece por eso gratitud y reverencia. "La vida de aquellos que solo pueden ver lo incoloro, insaboro e insípido del agua, debe ser así mismo, desabrida, gris y sin sabores" – ironizaba mordazmente hacia el final. Sirva este breve relato como preludio para referirnos entonces a la cosmovisión, a la manera de entender el universo, el conocimiento y la vida del mundo tradicional amerindio, en relación con la cosmovisión científica oficial.

    Nuevamente vamos a ubicarnos en Europa, siglo 16. Es a partir de esta época – analiza Rodríguez – que "se fue configurando un criterio de saber cuyas categorías de valor rompieron con el paradigma de la tradición antigua y entronizaron a las matemáticas como el ideal de la ciencia. Al buscar la objetividad en el conocimiento, sobrevalorando la percepción de los sentidos externos (vista, gusto, olfato, tacto y el sentido de la proporción o del equilibrio) el nuevo paradigma científico se alejó inevitablemente de la Naturaleza como un ‘Todo viviente’. Desde entonces, fue considerado científico (y verdadero o digno de crédito) sólo lo que se podía comprobar y cuantificar de acuerdo al método de la ciencia inductiva, la cual se volvió fría y analítica en sus conclusiones".

    Fue durante este siglo que se insinuó a los hombres de ciencia europeos la idea de que las matemáticas podían ser un fundamento seguro del saber. Las relaciones matemáticas, después de todo, son el fundamento de la lógica, y estamos hablando de una época donde la lógica se va convirtiendo en el instrumento predilecto para sustentar la veracidad de los discursos. Si podían aplicarse patrones matemáticos a todos los conocimientos que iban surgiendo fruto de la creciente actividad exploratoria e investigativa del hombre renacentista, mucho mejor. El conocimiento, poco a poco, abandonó sus viejas fuentes intuitivas, para beber de las nuevas: la observación experimental y la lógica fundamentada en relaciones matemáticas al estilo aristotélico. Poco a poco, pero con un brío poderoso, se fue cocinando este festín de la razón donde el principal invitado a ser excluido fue, sin duda, el corazón. El cada vez más racionalista hombre europeo, conquistador absoluto de los extensos continentes que conforman la geografía planetaria, decidió olvidarse un poco de los asuntos divinos (tan abundantes en "supersticiones irracionales") y se lanzó a la conquista de los pequeños continentes: contabilizó y clasificó plantas, rocas y animales; diseccionó seres humanos para trazar también los mapas de nuestra geografía interior; empezó la exploración de las mínimas partículas de la materia en búsqueda del último fragmento indivisible. En pocas palabras, aprendió, como nunca antes, a clasificar, contar y a diseccionar, es decir, a dividir. La nueva visión del mundo que se fue imponiendo, tenía estos modelos de pensamiento como sus motores principales de descripción de la realidad. Y la realidad que se fue configurando como consecuencia del uso de estas herramientas intelectuales, fue una realidad fragmentada, dividida, donde la obsesión por el análisis de las partes, poco a poco fue impidiendo la visión global y totalizadora: la visión sintetizadora que unifica. El hombre occidental, puede entenderse entonces, es un ser mentalmente predispuesto a la división y el conflicto.

    Esta es la visión del mundo y la concepción del conocimiento que, desde Europa, se desplazó virtualmente a la casi totalidad del planeta. No olvidemos que los siglos 15 y 16 fueron los siglos de los grandes viajes de exploración y descubrimiento; los siglos donde el mundo entero (incluido nuestro recién descubierto continente), se repartió entre las grandes metrópolis del occidente de Europa. Españoles, portugueses, ingleses, franceses, holandeses, belgas, italianos y alemanes – pero sobre todo los 5 primeros – se lanzaron a conquistar y poner bajo su dominio económico y cultural el resto de la tierra. En América, la nueva cosmovisión científica se fue imponiendo de a poco.

    Lo que nos interesa sin embargo en este punto es confrontar esta cosmovisión que vino de la mano del colonizador, con otras cosmovisiones no científicas que eran aquellas con las cuales se explicaba el mundo y la vida el hombre precolombino.

    Analizando el mundo chamánico de las grandes praderas norteamericanas , dice Ingrid Batson que en la práctica y el discurso de los "medicine men" se puede detectar una visión del mundo a la que califica de "no ordinaria". Pero asegura también que, desde una perspectiva filosófica, el discurso típico de estos chamanes "permite una mejor comprensión formal del llamado pensamiento analógico; esta forma de pensar – concluye – es tan nuclear al chamanismo como el pensamiento lógico lo es al mundo científico. La mentalidad, la forma de trabajar con el pensamiento vigente en el mundo amerindio pre-europeo era, definitivamente "no ordinaria", si por ordinario entendemos simplemente aquello que se nos ha enseñado a entender como la "forma común", ( léase "científica") de ver el mundo. El discurso de los hombres de medicina a los que se refiere Batson, no es – desde luego – el discurso del hombre que presenta pruebas y recurre a complicados diseños experimentales para validar sus aseveraciones. Es el discurso del hombre que, desde la aguzada percepción de sus sentidos externos e internos y bajo la guía de su intuición, habla del camino del hombre y de la vida proponiendo una nueva relación – más armónica – con los elementos naturales. El camino de aquel que busca similitudes entre el macrocosmos y el microcosmos. Es el discurso del hombre que pugna por una resensibilización del ser humano y que vive con la confianza del que está acostumbrado a compartir con hombres y mujeres que dicen la verdad.

    Occidente ha sido pródigo en crear discursos lógicamente impecables, así como fastuosos y complicadísimos edificios teóricos. Desde el Renacimiento, se ha pasado cinco siglos persiguiendo la objetividad en el conocimiento y el camino "correcto" para llegar a la verdad. Estos dos paradigmas epistemológicos, son precisamente los que han entrado en crisis, y por doquier se escuchan voces anunciando la necesidad de nuevos paradigmas.

    Analicemos otra faceta de este mismo problema. La civilización precolombina, a diferencia de su par europea, más que interesarse por develar los misterios ocultos en el mundo material, era una civilización muy dada a explorar las dimensiones espirituales. Sus caminos de conocimiento, su "ciencia" – si cabe el término – estaba centrada en otras cosas. Este específico "centramiento en lo espiritual", hace que la realidad misma, como la concebía el hombre precolombino, sea diferente a la del hombre europeo. Como asevera Agnes Sartori:

    "Su realidad está fundada en una visión mítica, ritual y simbólica. Por ello, los indígenas son hombres libres, y llevan una existencia ligada a las leyes de la naturaleza; su realidad sigue siendo "mitológica", la concepción y explicación mitológica de los acontecimientos pone al indígena u hombre tradicional en un universo metahistórico, en el cual mitos fundadores y ritos aprendidos y perpetuados por la sociedad humana constituyen una relación indivisible y sin interrupción entre realidad concreta y realidad simbólica".

    El mito, juega entonces dentro de la cosmovisión indígena un papel diferente que aquel que le asigna la visión científica. No es, como muchas veces lo escuchamos en el pasado, un relato más o menos "fantástico", ni una explicación primitiva e infantil de hechos históricos o problemas de conocimiento. El mito es, para el hombre precolombino como para muchos hombres antiguos, un verdadero "instrumento cognoscitivo" que sirve para organizar la percepción de la realidad. Y la realidad del hombre americano antiguo, es una realidad mítica y mágica, donde tienen perfecta cabida seres, hechos y fenómenos que trascienden este universo de cinco sentidos que la ciencia acepta como el único existente, por ejemplo el mundo de los sueños. Se trata de un hombre que conoce el poder de la imagen mental y la palabra, no importa si es hablada o escrita, y que más que estar formalmente enfrascado en el eterno problema escolástico de la "objetividad", usa sus discursos para ir dando forma a un universo que sabe en constante transformación. Más que la estructura lógica y silogística de sus discursos, se ocupa de que su palabra exprese lo que busca para sí mismo y para su entorno: belleza, armonía, salud, fuerza o dulzura. Para hombres que viven de esta manera, los relatos mitológicos son tan "reales" como cualquier otro.

    Y sin embargo, hay que decir también con Sartori que la mayor parte de los estudios de antropología y arqueología que se editan y exploran las culturas y formas de pensamiento del hombre americano pre-europeo, "están basados en rígidos sistemas científicos en los cuales no cabe ningún espacio para realidades trascendentes, en los cuales no existe ni siquiera la preocupación de otros posibles procesos de conocimiento que no sean ‘científicos’ en el sentido más moderno, y por consecuencia, materialista de la palabra." Para Sartori, el científico social contemporáneo difícilmente puede comprender un mundo donde la experiencia ritual, individual, familiar y comunitaria, es un signo característico de la cultura:

    "El resultado es que la gran tradición espiritual precolombina es casi desconocida. Y es que es muy difícil comprender un mundo caracterizado por experiencias rituales para el hombre de hoy, que vive en una dimensión mental tecnocrática y pragmática, acostumbrado a ‘ver’ todo y tener una ‘explicación racional’ para cualquier aspecto de su existencia."

    Como alternativa a esta cosmovisión caracterizada por el "endiosamiento de la razón", que puso como corolario al ser humano "por encima" de los demás seres naturales y le abrogó privilegios y derechos casi sin límite, encontramos en el mundo precolombino ( y más específicamente en el mundo andino) una actitud radicalmente distinta. Se trata de una manera diferente de concebir – y por consecuencia – de relacionarse con la naturaleza: una sabiduría que asigna más valor a la percepción del corazón que a la lógica fría y utilitaria.

    Resumiendo lo dicho, y siguiendo un esquema que en sus líneas básicas ha sido recientemente propuesto por Rodríguez, presentamos el siguiente cuadro diferencial donde podemos observar, de forma resumida, las características de lo que este autor denomina "Ciencia Andina", confrontadas con las de la Ciencia Occidental.

    CIENCIA OCCIDENTAL

    CIENCIA ANDINA

    1. Parte de una concepción intelectual, empírica y abstracta

    1. Proviene de una concepción sensitiva, afectiva y estética que involucra lo intelectual

    2. Carácter parcelario y dispersivo

    2. Carácter global e integrador

    3.Tiempo lineal

    3. Tiempo con sentido curvo y espiral

    4. Ha llevado a un extrañamiento del hombre con la naturaleza

    4. Armonía con la Pachamama

    5. Considera a los seres en función de su utilidad para el hombre: la tierra sirve para ser explotada.

    5. Considera al hombre en su mutua relación con los otros seres: la Tierra es parte de su vida.

    6. Conocimiento anclado en lo sensible.

    6. Conocimiento que abarca lo sensible y lo suprasensible.

    7. Hace diferencias entre lo Profano y lo Sagrado.

    7. Respeta todas las manifestaciones de la vida.

    8. Transmisión formal y burocrática de conocimientos.

    8. Transmisión de sabiduría de persona a persona.

    EL CONCEPTO INDIO DE LA VIDA

    La ciencia occidental habla de la vida como algo exclusivo de los seres orgánicos. (…) Desde nuestro punto de vista la PACHAMAMA es un cosmos existencial activo, en permanente recreación: el río, la piedra, el arco iris, la planta, el animal, el runa, las estrellas, todas son expresiones distintas y particularizadas de la Vida Universal."

    GERMAN RODRIGUEZ

    IDEAS PARA TRABAJAR EN CLASE

    • Colócate en el papel de un investigador que usa el método científico de conocimiento. Tu objeto de estudio va a ser "el Aire". Presenta un informe en el que resumas tus conclusiones sobre este objeto de estudio. Ten en cuenta que el científico trabaja diseñando experimentos para medir diversos aspectos de su objeto, haciendo observaciones minuciosas, descomponiendo su objeto para analizar sus diversas partes, etc.
    • Realiza ahora el mismo ejercicio pero supón que ya no eres un científico sino un poeta indio. Escribe un poema sobre el Aire donde muestres también las conclusiones a que has llegado después de un estudio de este elemento. Recuerda que no dispones de los conocimientos ni de las "herramientas intelectuales" con las que trabaja el científico. Recuerda también que el poeta se deja llevar mucho por los "pálpitos de su corazón", por los símbolos y las analogías que puede establecer entre su "objeto poético" y otras realidades. Recuerda también que el poeta incursiona frecuentemente en el mundo de la magia.
    • Representa en un dibujo la idea central contenida en el texto de Germán Rodríguez: "El concepto indio de la vida".

    Partes: 1, 2
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