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La Biblia y sus autores (página 2)

Enviado por Agustin Fabra


Partes: 1, 2, 3

La atribución a Salomón es, pues, ficticia, pues la cultura hebreo-bíblica no surge hasta el cautiverio hebreo en Babilonia. El hebreo empleado en el texto es, además, obviamente tardío y contiene algunos arameísmos e incluso influencias del griego, lo que sugiere que cuando se compuso ya estaba escrita la Septuaginta. Por todos esos motivos filológicos y por la simbología de la obra se sitúa la redacción en el siglo IV a.C.

Su canonicidad fue puesta en duda en ámbito judío pero fue establecida firmemente en el Concilio de Jamnia. En la tradición cristiana siempre ha sido considerado canónico. Llama la atención el uso que se da de este libro en la misa en memoria de María Magdalena.

A primera vista, el Cantar de los Cantares se estructura como un poema de amor conyugal a voces o cantos alternos, ajeno a todo plan organizado y que escapa a cualquier categorización rigurosa. Trata de dos amantes, Salomón y Sulamita, que han sido obligados a separarse pero que se buscan con desesperación. Declaman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre, apoyándose en la antigua premisa de que El amor siempre triunfa.

24.- Lamentaciones

El Tanaj hebreo ubica este libro en los Ketuvim, los escritos. Sin embargo las versiones griega y latina las colocan a continuación de Jeremías, a quien se atribuye su composición. El nombre hebreo del libro es ekah. Más tarde, la literatura rabínica lo llamó qinot, que los LXX tradujeron como Trenos y la Vulgata como Lamentaciones.

Tanto la tradición judía como la cristiana atribuyen el libro a Jeremías, apoyando sus afirmaciones en el hecho de que el contenido de los poemas corresponden a la época en que vivió el profeta. Sin embargo no hay prueba alguna de la autoría de Jeremías. El único indicio es una sola frase en II Crónicas: "Jeremías compuso una lamentación sobre Yosiyahu".

El argumento para rebatir su autoría es que Jeremías no parece un hombre inclinado a géneros tan complicados y difíciles como los poemas de lamentación. Por otra parte, no formaba parte del partido proegipcio ya que el libro implora la ayuda del faraón, ni se alegró por la muerte de Sedecías, mientras que el libro la celebra. Además Jeremías nunca testimoniaría en contra de la verdad de las profecías ya que él mismo era un profeta.

Salvo el capítulo 1, las Lamentaciones fueron escritas en Jerusalén en fecha posterior a la caída de la ciudad en manos de los caldeos y deben haber servido para las ceremonias religiosas que persistieron en el templo luego del Exilio.

Como los textos se refieren al arrepentimiento por las desobediencias que causaron la catástrofe bélica, junto con el duelo de la ciudad y sus habitantes, los judíos las recitan en el gran ayuno que conmemora la destrucción del Segundo Gran Templo de Jerusalén a manos de los babilonios

Las teorías actuales sostienen que las Lamentaciones se escribieron en Jerusalén luego de la catástrofe de 587 a. C., pero no por la misma mano ni al mismo tiempo. Los autores verdaderos fueron obviamente judíos piadosos y versados en la Ley, y, con toda probabilidad, eran sacerdotes que conocían perfectamente el Libro de Jeremías. El capítulo 1 puede ser tan antiguo como de 597 a. C.

25.- Job

Su autor es desconocido, aunque la tradición lo atribuye a Moisés, el cual posiblemente conociera a Job durante su huida del Bajo Egipto. Si este fuera el caso, Job era un habitante de la península arábiga, situada al este del imperio. Aunque algunos de estos especialistas datan el libro entre el año 500 a. C. y el año 250 a. C., su cita en antiguos manuscritos judíos descartan tal opción. Popularmente se considera que este fue escrito alrededor del año 3500 a. C.

Dada la perfección formal del escrito se piensa normalmente en la época de oro de la literatura judía, es decir, entre los siglos X y VIII antes de Cristo. Por otro lado, la problemática tratada habla de una datación incluso posterior, por lo menos tras las deportaciones y en tiempos del profeta Malaquías: entre el 538 y el 330 a. C. El autor es anónimo pero de gran finura religiosa y conocimientos. El apéndice que añade la traducción de los LXX afirma que Job vive en Uz, entre los confines de Idumea y Arabia.

Aun cuando la temática del libro es unitaria, hay diversos indicios de una composición más compleja, como por ejemplo, la variación en el uso de los nombres divinos (Yahveh, Saddai, Eloah, Elohím). Sin embargo se mantiene a lo largo de la obra el uso coherente. Por ejemplo, Job solo usa una vez el nombre "Yahveh" en el prólogo y en una expresión corriente. Al parecer las arengas de Elihú resultan ser añadidos, debido a su forma de razonamiento y a que el discurso anterior y posterior ni siquiera lo toman en cuenta.

26.- Proverbios

Los Proverbios se atribuyen tradicionalmente al rey Salomón. Los capítulos 10 al 22, 16 así como 25 al 29 son atribuidos a Salomón y al menos se puede demostrar, por medio del uso que en ellos se hace de géneros literarios más arcaicos como el dístico, que son de los más antiguos del libro. Asimismo se hacen menciones a la vida cortesana que no podrían provenir de tiempos posteriores dado que el índice de esplendor y de florecimiento no será igualado en los reinados posteriores. La sección de máximas de la segunda de ellas eran ya antiguas y muy bien conocidas en tiempos de Ezequías, esto es, durante las invasiones asirias de alrededor de 722 a. C.

Sin embargo, también se encuentran algunos arameísmos que complican la datación o, al menos, dan cuenta de ciertos retoques o añadidos posteriores. Se supone que el autor del 30 es Agur, mientras que Samuel redactó el 31.

Además de la monocorde repetición de fórmulas casi idénticas, el libro contiene numerosos consejos y órdenes pedestres y terrenales, que no parecen tener relación alguna con un mensaje divino. Sus ideas de la vida y de la relación entre el hombre y Dios son simples y terrenales.

Pero las verdades que expresa son incuestionables para el hombre con experiencia, y la mayoría de los consejos no han perdido su validez a pesar de los miles de años transcurridos. La idea de que el hombre ha sido llamado al servicio de Yahvéh no lo dispensa de actuar con sabiduría en los asuntos de menor rango, porque las virtudes naturales y la sabiduría de la tierra, el campo y la familia están en la raíz misma de la santidad.

27.- Eclesiastés

El autor se llama a sí mismo Qohéleth, que significa literalmente el hombre de la asamblea o el representante de la asamblea. El vocero, un tribuno de la asamblea del pueblo que, cansado de las ideas dominantes, se decide a tomar la palabra.

En el Tanaj Qohéleth es el nombre que se da al libro. La Septuaginta griega lo traduce como Ekklesiastés, y de ese título se deriva el título español Eclesiastés. Sin embargo, una traducción más aproximada de Qohéleth es el congregador, lo que también se aplica mejor a Salomón e indicaría con qué propósito escribió dicho autor el libro.

Eclesiastés es un libro post-exílico, cuyo autor se llama a sí mismo hijo de David y rey en Jerusalén (Eclesiastés 1:1), atribuido tradicionalmente al rey Salomón, a pesar de que actualmente su autoría se considera un misterio.

Varios círculos de eruditos niegan la autoría salomónica. Comentan que se atribuía a Salomón cualquier obra de tema filosófico eminente de la que se desconocía el autor, y que el estilo literario y el uso de la lengua lo ubica en tiempo de los persas de Ciro. Otro argumento es que el autor dice explícitamente en Eclesiastés 1:12 que en el momento de escribir el libro ya no era rey: fui rey en Jerusalén. Sin embargo, quienes defienden la autoría salomónica sostienen que esta última idea presenta oposición histórica, pues Salomón fue el hijo de David que llegó al trono, y que su comentario fui puede ser una figura retórica o poética.

Actualmente la mayoría de los eruditos comentan que conocer la fecha y autoría del libro con certeza es imposible por falta de evidencias históricas. El círculo de comentaristas a favor de la autoría salomónica lo sitúan en su vejez, cuando su filosofía había sido enriquecida por filosofías foráneas (1Reyes 10:23-24).

El autor parece un hombre incuestionablemente ilustrado. Qohéleth conoce lo que pasa fuera de las fronteras de Israel, ha viajado y ha estado en profundo y prolongado contacto con el helenismo. Aunque esto es claro, mucho más difícil resulta establecer con cuál de las tres grandes corrientes de pensamiento helénico comulga o simpatiza: no se sabe si fue cínico, epicúreo o estoico.

28.- Sabiduría

El Libro de la Sabiduría, o Sabiduría de Salomón, es un libro bíblico del Antiguo Testamento. No está incluido en el Tanaj judío hebreo-arameo, pero distintas facciones y expresiones del Cristianismo Histórico lo incluyen en sus Biblias entre los llamados deuterocanónicos, en tanto que los grupos protestantes, y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados, lo excluyen de sus Biblias, así como a los otros deuterocanónicos.

Debido a una antigua tradición piadosa, durante muchos Siglos, el llamado Cantar de los Cantares, así como los Libros de los Proverbios, del Eclesiastés, de la Sabiduría, y otros Libros de Salmos, fueron atribuidos a la autoría de Salomón, personaje a quien cita la Biblia como hijo y sucesor del rey David, dotado de una gran sabiduría, así como de una gran habilidad para las relaciones diplomáticas, constructor del primer gran templo de Yahveh en Jerusalén, y también como el último rey en común de todas las tribus israelitas. Sin embargo, en el caso de todas estas obras, los estudiosos bíblicos ya han determinado que esta atribución, casi seguramente, no es ninguna otra cosa sino un artificio literario, destinado a exaltar, por una parte, la gran inteligencia legendaria del mencionado rey, y, por otra, a tratar de aumentar la autoridad de los escritos al atribuirlos a un autor conocido, ilustre en razón de su realeza, y, por añadidura, notable y destacado en el campo del conocimiento.

El autor de este libro ha sido un convencido israelita piadoso, profundo conocedor de los textos sagrados, la historia y las costumbres propios de su pueblo. Reproduce de forma muy fiel y minuciosa los usos y costumbres propios de la liturgia de los cultos paganos de la cultura egipcia, a los cuáles reprueba y considera no actos religiosos, sino tan sólo prácticas idolátricas supersticiosas. Está versado en la cultura alejandrina, y parece ser, por consiguiente, un israelita de la Diáspora, avecindado o residente en Alejandría. Y, como tal, escribe en una lengua griega muy fluida, provista de algún cierto grado de elegancia.

De lo anterior se desprende que, si el autor era alejandrino, la fecha del manuscrito no puede remontarse a ninguna fecha anterior a la fundación de la ciudad por el conquistador Alejandro Magno, en el 330 a. C. Desde allí en adelante, la fecha exacta permanece sumida en el misterio y no hay evidencia de que haya existido algún original hebreo o arameo que pudiese brindarnos mayores precisiones, sino tan solamente el texto griego.

Los estudiosos han determinado que el libro fue escrito en pleno período helenístico, principalmente por la armonía que el autor evidencia entre la espiritualidad judía y la mentalidad griega. Aunque el autor del Libro de la Sabiduría da muestras fehacientes de no haber asimilado de manera alguna profunda o substancial algún tipo de doctrina filosófica griega, sí se le observa, en cambio, utilizar en numerosas ocasiones términos habituales entre los estoicos y platónicos.

El autor de este libro utilizó como fuentes para sus convicciones los textos de la Biblia griega de los LXX. Y, si bien no lo afirma de una manera expresa, parece sugerir en algunos pasajes que los alejandrinos se encontraban, en el momento en que él escribe, llevando a cabo alguna forma de campaña de discriminación contra los israelitas. De forma tal que no sugiere una acción de genocidio o de limpieza étnica, sino más bien algunas expresiones sutiles de animadversión o de desprecio, que pudieron haber estado en boga durante aquellos tiempos.

29.- Eclesiástico o Sirácides

El Libro de la Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac, es uno de los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento, común y familiarmente llamado Libro de Sirácides, o bien, del Sirácida.

La tradición latina lo ha llamado Libro del Eclesiástico. Sin embargo, a pesar de este nombre, no debe confundirse con el Eclesiastés, el cual es otro libro sapiencial del Antiguo Testamento, de nombre similar. Tampoco debe confundirse con la expresión Libros Eclesiásticos, usada de manera muy tardía entre los protestantes para hacer referencia, de forma sistemática, a todos los escritos Deuterocanónicos.

Forma parte del Canon Amplio Oriental y Occidental, sustento de las Biblias propias de las iglesias cristianas Ortodoxas, Orientales y de la Iglesia Católica. Ésta lo incluye entre los textos comúnmente tenidos por deuterocanónicos. En las Biblias Católicas se le suele ubicar al final de las series de textos y escritos sapienciales, después de Sabiduría y antes de las series de los Libros Proféticos.

Los judíos contemporáneos no lo incluyen en el Tanaj, aunque hay pruebas de que por lo menos algunos grupos judíos de tiempos de Jesús sí lo incluían entre los Escritos o Hagiógrafos, es decir, la tercera sección del Tanaj.

A diferencia de otros Libros Sapienciales, el Libro Eclesiástico es el único de entre los Libros Sapienciales de cuyo autor sabemos con certeza el nombre. En el capítulo 50 dice expresamente lo siguiente: "Doctrina de entendimiento, y de conocimiento, grabó, en este libro, Jesús, hijo de Sirac, de Eleazar, el jerosolimita que desbordó sabiduría de su corazón…" (Sirácides 50,27).

Se trata posiblemente de un sabio de Jerusalén que escribió la obra hacia el año 190 a. C. Se dedicó desde joven al estudio de la Ley y la Sabiduría, y buscó la salvación en la oración. Ben Sirac es un hombre que ha viajado y que dispone de una rica experiencia de vida basada en la observación. Ha sido calumniado con acusaciones falsas; aclarada la verdad por obra de Dios, entona un canto de acción de gracias que cristaliza en este libro.

Algunos exponentes sugieren que Sirácides debió pertenecer a la escuela judía saducea, o que tal vez simpatizaba con sus ideas. Mas dado que el libro fue hallado entre los Rollos Manuscritos del Mar Muerto, así como en las ruinas del fuerte de Masada, es mucho más probable que su obra hubiera sido un texto universalmente aceptado y al que se recurría para alentar la fe de diferentes escuelas de judíos disidentes, y aun discrepantes unas de otras.

El original fue escrito en hebreo; la traducción griega se considera obra de un nieto de Ben Sirac unos 60 o 70 años después. Hoy se dispone de copias del texto hebreo manuscritas por los judíos caraítas en el Siglo IX, encontradas en el depósito de una sinagoga en El Cairo en 1896 (3,6-16,26; 18; 19; 20; 25; 26; 36; 37; 35,11-38,27; 39,15-51,30), en 1931 (32,16-34,1) y 1958, así como de fragmentos de manuscritos copiados en el Siglo I o antes, encontrados en Qumrán (6,14-15; 6,20-31; 51,13-19) y en 1964 en la fortaleza de Masada (39,27-32; 40,10-19,26-44;17,6). Actualmente se dispone de dos tercios del texto hebreo: 1.108 versículos, con respecto a los 1.616 del total de que consta el texto griego.

Jerónimo de Estridón menciona haber tenido el texto hebreo, pero que al final optó por sólo revisar y corregir la traducción latina, que ya existía previamente, para incluirla en su propia versión de la Vulgata.

En el Prólogo de la versión griega se menciona expresamente que se trata de una traducción vertida del hebreo por un nieto del mismo Ben Sirac, a fin de cultivar y edificar la de los judíos de Alejandría y da una fecha: el año 132 a. C. A pesar de todo lo anterior, el origen hebreo del texto ha sido muy discutido. Hubo quienes llegaron a sostener que los textos hebreos encontrados en El Cairo eran una traducción, pero tras el hallazgo de los manuscritos de Qumran y Masada se sabe sin lugar a duda que fue escrito en hebreo.

La datación puede fijarse con cierta certeza porque Jesucristo habla elogiosamente del Sumo Sacerdote Simón, segundo de este nombre (Sirácides 50), que parece haber sido su contemporáneo. El traductor del libro al griego manifiesta que Jesús era su abuelo, y que él, el traductor, partió hacia Egipto en el año 38 del rey Evergetes, es decir, en el 132 a. C.

Por una parte, el autor no sabe nada acerca de las persecuciones del pueblo judío por Antíoco IV Epífanes, y no ha oído hablar de la conquista de Jerusalén ni del saqueo del Templo, hechos que comenzaron en 170 a. C. Por tanto, el libro debe haberse escrito antes, alrededor de 180 a. C. En esos tiempos el helenismo había hecho presa de la nación judía, y contra esta invasión de cultura foránea habría preconizado Ben Sirac.

El libro constituye un inapreciable y casi único testimonio de la realidad de su tiempo y de las costumbres y usos judíos de entre la fecha de la composición original y la de la traducción del nieto de Sirácides (130 a. C.).

30.- Isaías

El Libro de Isaías es un libro bíblico del Tanaj judío y del Antiguo Testamento de los cristianos, que se incluye como primero de los denominados Libros proféticos. El libro suele atribuirse a Isaías, el primero de los grandes profetas hebreos, razón por la cual lleva su nombre.

El Libro de Isaías, largo y complejo como es, no pudo haber sido escrito por un solo autor. Los especialistas consideran evidente que la obra se fue formando a lo largo de muchos años, con partes provenientes de tiempos y lugares muy distintos.

Hay diversas hipótesis y muchos críticos, incluso católicos y protestantes, que creen que el libro no fue escrito por un solo hombre, sino por tres. A falta de nombres mejores, se conoce al primer autor como proto Isaías, al segundo como deutero Isaías y se llama al tercero trito Isaías.

El castigo de Dios contra el pueblo infiel es una de las ideas centrales del Libro de Isaías. Dios es el único y verdadero creador del mundo y, por lo tanto, dueño del mismo; ha hecho una alianza indisoluble con el pueblo de Israel y, al verla traicionada, ha llamado con un silbido a los ejércitos egipcios y asirios para que castiguen en Su nombre a los impíos.

31.- Jeremías

El mensaje principal de Jeremías es simple: ya es demasiado tarde para evitar la disciplina de Dios, así que aceptadla y alejaos de vuestros pecados. Sin embargo, después de un periodo de castigo, Dios restaurará Judá. Jeremías usa con frecuencia acciones figurativas para comunicar su mensaje, tales como romper un tarro de barro para mostrar cómo Dios destruirá Jerusalén.

Jeremías, profeta de Judá e hijo de sacerdotes, nació en Anatot alrededor del 650 a. C. Prácticamente no profetizó fuera de Jerusalén y lo hizo en el período comprendido entre 628 a. C. y 580 a. C. Es decir, entre sus 22 y 70 años de edad. Pasó, por lo tanto, casi toda su vida adulta profetizando en su ciudad. Fue testigo de los reinados de Josías, Joaquín y Sedecías.

Fue coetáneo de otros profetas: Nahum, Habacuc y Sofonías. Parece haber intentado amalgamar las experiencias particulares de estos tres junto con la suya propia en un solo gran texto, que abarcara el período completo. Donde los otros profetas tienen presencia parcial, Jeremías es una figura casi total. Escribe sobre asuntos de su época y su sociedad.

La tradición expresa que Jeremías dictó sus profecías a Baruc, o que éste recogió las enseñanzas de su maestro ya fallecido. Sin embargo, las diferencias de estilo entre las secciones 2 y 3 y las divergencias entre el texto hebreo y el griego demuestran que las profecías de este libro no han sido escritas consecutivamente, ni siguiendo un plan de trabajo.

Jeremías debió ser un hombre extraordinario, y los expertos judíos siempre opinaron que su religión habría seguido caminos muy distintos sin él. Aunque, si se lo lee superficialmente, no parece haber hecho grandes aportes a la teología antigua; el traslado del concepto de pecado de la sociedad al individuo supone un avance religioso y humanístico radicalmente adelantado a su tiempo. Hacia la mitad de su vida, Jeremías escribió que la nación era incurable. Y hoy se entiende este concepto: la nación está compuesta de hombres, y si muchos de ellos están enfermos, el tejido social completo se corromperá.

32.- Baruc

El Libro de Baruc es un libro Bíblico del Antiguo Testamento perteneciente al grupo de los Libros proféticos y, dentro de ellos, a los llamados profetas mayores con base en la escasa extensión del texto. En las biblias católicas se encuentra ubicado entre Lamentaciones y Ezequiel.

El libro de Baruc existió primeramente como tres partes separadas e independientes que más tarde fueron reunidas y resultaron en el libro actual. La pieza más antigua (dos poemas, Bar. 3:9-5:9) pertenecen al siglo III a. C. Ya en tiempos de los Macabeos, un último redactor añadió el prólogo y la parte final y atribuyó el todo al profeta Baruc, secretario y amanuense de Jeremías, lo que demuestra la influencia de este último en aquel tiempo y lugar.

La Septuaginta muestra separado el capítulo 6 de Baruc, que se llama Carta de Jeremías, y en las biblias de ciertas religiones se encuentra como libro separado. La Vulgata, en cambio, la junta con el libro de Baruc y la numera como un capítulo más. La Carta de Jeremías es un discurso apologético contra la idolatría, y desarrolla aún más los conceptos estudiados por Jeremías e Isaías. A pesar de ser adoptado por la iglesia católica, Baruc hace una fuerte declaración en contra de la confección, adoración y fe en las imágenes hechas en maderas y revestidas de oro, plata y otros materiales. Esta costumbre la adquirió del pueblo de Babilonia, quienes representaban deidades con imágenes hechas por manos de hombres.

El texto fue escrito en el período Macabeo, pero no pueden establecerse mayores precisiones. Las cartas fueron reunidas en un sólo libro en el año 100 a. C.

33.- Ezequiel

La disposición sencilla y ordenada del libro de Ezequiel denota un laborioso proceso de organización y planeamiento en base, según se cree, a diversos textos preexistentes. Se presume que el propio profeta o un grupo de sus discípulos recopiló y ordenó la seguidilla de poemas, discursos y visiones contenidas en el texto actual, agregándole luego los datos cronológicos e históricos que lo convierten en un todo orgánico y armónico.

El texto se atribuye al profeta Ezequiel cuyo nombre, que el libro ha heredado, significa en hebreo prevalece Él o conforta Él. Hijo del sacerdote Buzi, Ezequiel probablemente había nacido en Jerusalén o en uno de sus suburbios o aldeas cercanas. Según la historiografía bíblica tradicional, fue uno de los hebreos notables deportados a Babilonia por orden del rey Nabucodonosor II luego de la invasión y conquista de Israel por los caldeos alrededor de 598 a. C. Incluido en la deportación forzosa, Ezequiel parece haber predicado entre los prisioneros en aquella tierra extraña.

Se desconoce el momento y lugar de la muerte de Ezequiel, aunque la tradición indica que su tumba está cerca de Babilonia, en un lugar llamado Al Kifl.

34.- Daniel

Pertenece a los géneros narrativo y apocalíptico, de difícil comprensión. Dios muestra cómo da sabiduría a Daniel y cómo la dará a todo aquel que quiera, por el simple hecho de tener voluntad y reconocer que el poder está en las manos del Altísimo, Dios todopoderoso.

La primera parte del libro narra la historia del profeta Daniel quien, según el mismo libro, vivió en Babilonia como exiliado junto con el resto del pueblo hebreo en el siglo VI a. C. En esta parte se narran las vicisitudes de Daniel y otros tres compañeros por ser fieles a Dios, al contrario de lo mandado por Nabucodonosor II, rey de los babilonios. Igualmente se narra la sabiduría de Daniel al interpretar correctamente los sueños y visiones del rey. Por último, la primera parte también narra lo sucedido con Daniel cuando los babilonios fueron conquistados por los medos, comandados por Darío el Medo, los cuales más tarde fueron sometidos por los persas.

La segunda parte del libro históricamente puede referirse a lo sucedido en Medio Oriente, particularmente en el territorio de Palestina, cuando la Dinastía Ptolemaica y la Dinastía Seléucida peleaban por el territorio, y cuando Antíoco IV Epífanes intentó suprimir el culto judío en Jerusalén y reemplazarlo por un culto helenista.

Existe una fuerte disputa en cuanto a la fecha de escritura del libro. Sectores religiosos interpretan que fue escrita durante el exilio en Babilonia, y sitúan su cumplimiento hasta nuestros días. Pero la mayoría de los eruditos y los historiadores prefieren la interpretación preterista, conocida como tesis Macabea. Esta exégesis es la interpretación judía tradicional, aún anterior a la época de Cristo, que sustenta la observancia de la fiesta de la Hanuká.

35.- Oseas

El Libro de Oseas es un texto bíblico del Antiguo Testamento cristiano y del Tanaj hebreo. Para los protestantes se trata del primero de los profetas menores, mientras que para los católicos es el segundo, luego de Baruc.

Oseas profetizó durante los años de decadencia del reino del norte. Luego del reinado de Jeroboam II se presentaron tiempos difíciles, en los cuales las revueltas, golpes militares y asesinatos de reyes eran episodios comunes, a tal punto que se cometieron cuatro regicidios en un término de quince años escasos. La anarquía cubrió el país, mientras que el pueblo era víctima de la inseguridad, el robo, la violencia y otros males. Ante la gravedad de la situación la corona pidió ayuda, como había sucedido en el pasado, a los grandes poderes imperiales de la región: Asiria y Egipto.

El libro se atribuye al profeta Oseas, activo en Israel en el 722 a. C. Esto contradice la afirmación de Oseas 1:1, lo cual se explica por el hecho de que ese versículo es muy posterior al resto del libro. Las indicaciones del libro son demasiado vagas y generales como para poder establecer más detalles respecto de la vida del hombre real que escribió el texto.

El estilo literario de Oseas es muy hermoso, entrecortado, denso y sentencioso, con brillantes figuras léxicas, como paronomasias y juegos de palabras, y un nutrido vocabulario. El capítulo dos es especialmente bello, porque su lenguaje florido le impide reiterarse, aunque mencione los mismos temas más de una vez.

La profecía está dividida en dos piezas, a pesar de que, especialmente en la segunda, no se siga ningún orden lógico. La primera parte es de sentido discutible, aunque sería importantísimo establecer de qué se trata, porque la segunda es la aplicación práctica de ésta. La interpretación más aceptada dice que Oseas se ha unido con su amada pero ésta lo ha abandonado. Como se ve, el profeta se compara con Dios y teje una vez más la metáfora del esposo y la mujer. El profeta ha seguido amando a la joven y la somete a una prueba; superada ésta, la perdona y vuelve a llevarla junto a sí.

Este es el resumen de la manera audaz e inédita en que Oseas expresa las relaciones de Yahvéh con los judíos: amorosas, románticas, casi carnales ni de naturaleza sexual.

36.- Joel

No sabemos nada de la persona del autor, ya que la profecía sólo indica que era hijo de un señor de la época llamado Petuel, cuyo nombre significa Yahvé es Dios. Se cree que el autor procedía del reino de Judá o reino del sur, y que su prédica se desarrolló en Judá y Jerusalén por sus referencias a dichos lugares, al Templo y al culto. La uniformidad léxica y estilística de Joel a lo largo de todo el texto permiten atribuirlo a la mano de un solo autor.

La tradición judía pensaba que el libro fue escrito antes del 750 a. C. y por esta razón es el segundo de los libros de los profetas menores. Hoy en día muchos eruditos opinan que fue escrito después del Exilio. Los sucesos espectaculares hacen de la profecía de Joel algo interesante y de provecho. Según la introducción es la palabra de YAHVE que le aconteció a Joel hijo de Petuel. Tal como puede leérsela

hoy, su fecha puede fijarse en época anterior al Exilio. Sin embargo, existen autores que difieren de esta afirmación. Algunos datan la profecía como contemporánea a Zacarías, posterior a Nehemías o incluso más tardía. Estos argumentos acerca de una fecha reciente se apoyan en la ausencia de un rey judío, la importancia que Joel atribuye al culto, el intensivo uso de Ezequiel como fuente y la cita tomada de Abdías que se lee

El libro de Joel se encuentra dividido en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, una devastadora plaga de langostas destruye el país produciendo una celebración penitencial entre las víctimas. El episodio está tratado como una narración histórica. Yahvé se compadece de los judíos y promete poner orden a cambio de expiación, oración y ayuno. Dios anuncia la llegada del terrible Día de Yahvé, poblado de fenómenos astronómicos horrorosos, la aparición de una prodigiosa fuente de agua en medio del Templo y la fertilización de la tierra azotada por la langosta gracias a dicha agua (3:18). En los días de tales episodios Jerusalén será, toda ella, un templo. Esta sección está narrada como profecía escatológica.

La segunda parte del texto se eleva por encima de las disquisiciones históricas y se transforma en un texto completamente escatológico. Entre sus anuncios se encuentra la efusión del Espíritu y su derrame sobre la tierra, la restauración del Edén y el enjuiciamiento a que Dios someterá a las naciones humanas.

37.- Amós

Amós era punzador de higos sicómoros en Teqoa durante el reinado del rey Jeroboam II. Esta práctica se aplicaba a unas higueras descendientes de las egipcias para la maduración del fruto. Escribió su libro cerca del año 803 a. C. y tenía, según se evidencia en el propio texto, extraordinarios conocimientos de la política de su país. Amós profetizó en un principio, que en Bet-el se celebraban fiestas ilegítimas, utilizando los poderes de su escrito para llevar al pueblo hacia la fe verdadera.

La autenticidad de la mayor parte del libro no ha sido discutida. A pesar de ello hay evidencia incontrastable de manipulación en ciertos bloques de texto, donde se ha cambiado mucho y que, por lo mismo, no pueden atribuirse a la mano del autor original, por ejemplo en el capítulo 7 del Libro.

El objetivo de Amós es el de enseñar que Yahvéh es el Dios del Universo, y que lo que los hombres llaman Derecho Natural no es otra cosa que el imperio del orden moral del que Dios es guardián y Señor. El poder de Dios es ilimitado, su albedrío sobre la naturaleza y los hombres es infinito. Amenaza y castiga por doquier por violar el orden moral antedicho, pero podría perdonarlos si se convierten a Él. En caso de persistir en el error, destruirá a todos los malvados en un cataclismo que Amós llama El día de Yahvéh.

El de Amós es un mensaje de terror, amenaza y castigo, pero también de perdón, redención y amor. El único medio de salvación es la conversión a la fe verdadera. Si Oseas es el profeta del amor, Amós es el de la justicia, terrible e inexorable, de Dios.

38.- Abdías

Se desconoce casi todo acerca del autor del libro. Según ciertos autores, el profeta Abdías habría sido un príncipe enviado por el rey Josafat para adoctrinar al pueblo judío, junto con otros dos príncipes, en la Ley de Yahvéh. De acuerdo con esta hipótesis, la profecía de Abdías data de entre los años 848 y 841 a. C. Si esto es cierto, entonces el libro de Abdías muy bien puede ser consecuencia de la desastrosa campaña militar del rey Joram contra los idumeos.

Ya desde tiempos de Esaú y Jacob era evidente la gran rivalidad que existía entre Israel y Edom (Génesis 25:23, Génesis 27:39-40). En tiempos de la monarquía hebrea, Edom ocupaba un lugar estratégico en la ruta hacia el importante puerto de Elat en el Mar Rojo, y ello ocasionó continuas peleas con los judíos, tal como se relata en II Crónicas, II Samuel y I y II Reyes.

La enemistad entre ambos reinos generó una abundante literatura bíblica antiedomita, ejemplos de los cuales pueden leerse en Ezequiel, Salmos, Isaías, Jeremías y Amós, a la que pertenece la primera parte de Abdías. Este odio está marcado por la colaboración que los edomitas prestaron a Nabucodonosor II en la guerra hebreo-caldea, y, tras llevarse cautivos los caldeos a muchos judíos, los del Edom aprovecharon para ocupar sus territorios.

39.- Jonás

Jonás es el único libro del Antiguo Testamento que trata exclusivamente de la comisión encargada a un profeta de Yahvé de ir a una ciudad pagana, Nínive, a proclamar un mensaje de juicio, lo que resultó en el arrepentimiento de dicha ciudad. Fue Jonás, hijo de Amitai, quien vivió las experiencias que se relatan en este libro. Puesto que es probable que fuese el mismo Jonás que se menciona en 2 Reyes 14:25, debió profetizar durante el reinado del rey Jeroboam II de Israel. Por lo tanto, es razonable situar los acontecimientos registrados en el libro de Jonás en el siglo IX a.C.

El libro relata que Jonás se negó a obedecer y al principio rehúye de la presencia de Yahvé embarcándose rumbo a Tarsis, pero en el camino Dios prepara una tempestad y los tripulantes, al saber que huían de Yahvé, arrojan a Jonás al mar en medio de la tempestad.

Según el texto, Dios envió un gran pez para que se tragara a Jonás. Después de tres días de permanecer en el vientre del pez durante los cuales Jonás oró, Yahvé dio la orden de que el pez vomitara a Jonás, arrojándolo a tierra firme.

Después de esto Jonás recibió por segunda vez la orden de Dios de ir a predicar a Nínive. Jonás accedió y en esa ciudad anunció la destrucción inminente para temor de todos sus habitantes: Dentro de cuarenta días Nínive será destruida. El Rey de la ciudad, al enterarse sobre dicho designio, ordenó el ayuno de toda la población. Al presenciar el arrepentimiento masivo de la población de Nínive, Dios decidió que no castigaría la ciudad ni a sus habitantes. Jonás se enojó al contemplar la piedad de su Dios y el hecho de que su profecía no se cumpliera, por lo que se marchó de la ciudad disgustado. Dios lo reprendió por su falta de compasión hacia los muchos miles de personas y animales de Nínive, pero al final le alecciona

El libro de Jonás es una historia narrativa que tiene como propósito dar testimonio de la gracia de Dios y que el mensaje de salvación es para todos los seres humanos.

40.- Miqueas

El libro de Miqueas pertenece a los libros proféticos del Antiguo Testamento. Fue escrito a finales del siglo VIII a. C. por el profeta que lleva su nombre.

Miqueas vivió un tiempo de guerra cruel. Vio desatarse la guerra entre el Reino del Norte y el Reino del Sur, con 120.000 muertos en el Reino del Sur (2 Crónicas 28:6), sin mencionar las víctimas del Reino del Norte. Después Asiria, una gran potencia militar de su época, aplasta al Reino del Norte; sólo un milagro pudo evitar que estos mismos ejércitos entraran en Jerusalén (2 Crónicas 32). Miqueas interpretó estos acontecimientos como el castigo de Dios sobre el Reino del Norte por pecados como idolatría, adoración de Baal, sacrificios rituales de niños, magia y encantamientos (2 Reyes 17:16-17).

Sin embargo no todo en el libro de Miqueas es juicio y castigo. Miqueas ve una luz en las tinieblas, percibió un majestuoso Dios que gobierna sobre todo suceso, que castigó a su pueblo sólo para purificarlo y restaurarlo. También formuló algunas de las más francas predicciones de destrucción que hay en la Biblia, e hizo algunas de las más claras predicciones sobre Jesús, el Mesías, el Libertador que vendría a salvar a Israel.

Sobre todo, el libro ha suscitado especial interés por su profecía sobre el origen del Mesías, una de las más concretas del Antiguo Testamento, y con la cual el libro culmina sus ideas escatológicas: Mas tú, Belén Efrata, aunque menor entre las familias de Judá, de ti ha de salir aquel que ha de dominar en Israel (5:1-5). En el Nuevo Testamento los evangelistas reconocen en Belén Efrata la dignación del lugar de nacimiento del Mesías. La profecía se cumple en Jesús, nacido en Belén de Judea en tiempo del rey Herodes (Mt 2:1-6; Jn 7:42).

41.- Nahúm

Nahúm profetizó hacia el año 626 a. C. Los asirios iban perdiendo su dominio sobre los pueblos que esclavizaban y que los odiaban profundamente. Uno de estos pueblos eran los judíos. Los poemas de Nahúm reflejan el corazón de un patriota que cree que Dios gobierna la historia de los pueblos, se preocupa que se le reconozca sólo a Él como Dios en todo lo que sucede en la naturaleza y en su fidelidad a sus amigos.

El Libro de Nahúm profetiza la inminente desaparición del Imperio Neo-asirio y la destrucción de Nínive su capital. Aunque es imposible ser preciso en cuanto a la fecha exacta de la composición del libro, el término al que puede ser fijado está entre 663 a. C. y 612 a. C. La caída de Tebas en el 663 a. C. se considera como un evento pasado reciente (3:8-10), mientras que la caída de Nínive en el 612 AC y el extremo final del Imperio en el 609 a. C. parecen ser o representar eventos futuros.

42.- Habacuc

El Libro de Habacuc es un libro profético que toma su nombre de su autor y probablemente significa uno que abraza (Hab.1-1; 3-1). Al final de la profecía, este nombre se vuelve apropiado conforme el profeta se aferra a Dios independientemente a su confección por los planes de Dios hacia su pueblo.

Como con muchos de los profetas menores, nada se conoce del profeta excepto por lo que puede ser inferido del libro. En el caso de Habacuc la información interna casi no existe, lo que hace que las conclusiones de su identidad y vida sean conjeturas. Su simple introducción como el profeta Habacuc puede implicar que él no necesitaba presentación debido a que era un profeta conocido de sus días.

Fue contemporáneo de Jeremías, Ezequiel, Daniel y Sofonías. La mención de los caldeos (Hab.1-6) sugiere una fecha a finales del siglo VII a. C., poco antes de que Nabucodonosor comenzara su marcha militar a través de Nínive (612 a. C.). El amargo lamento de Habacuc (Hab.1: 2-4) puede reflejar un período poco después de la muerte de Josías (609 a. C.), días en los que la reforma del rey piadoso (cp. 2 R. 23) fueron rápidamente cambiadas por su sucesor, Joacim (Jeremías 22: 13-19).

43.- Sofonías

El primer versículo del libro atribuye su autoría a Sofonías, hijo de Kusí, hijo de Guedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá. (Sofonías 1:1).

Sofonías, en hebreo Zephanja, significa Dios protege o Dios oculta. Kusí, el nombre del padre, significa natural de Etiopía. Según este versículo, Sofonías fue tataranieto del rey Ezequías y pudiera ser que al igual que Isaías fuera miembro de la familia real. De este versículo y del análisis del contenido del libro se cree que la actividad del profeta se desarrolló en el reinado de Josías (640-609 a. C.). Probablemente Sofonías y Jeremías fueron los profetas que urgieron al rey Josías para que promulgara una Reforma del Culto, la que posteriormente se llevó a cabo.

El mensaje principal del libro es el Día del Señor o Día de Yahvé, día en que el profeta anuncia como un castigo divino por los pecados del Reino de Judá.

44.- Ageo

Ageo es uno de los profetas menores. En hebreo se escribe Haggai. Con él empieza el periodo postexílico de la profecía de Israel, en el cual le acompañará Zacarías y le sucederá, casi un siglo más tarde, Malaquías.

Como muchos otros de los profetas menores. Ageo no es conocido más que por algunas pocas noticias. Sus cuatro discursos se refieren todos al segundo año de Darío I (520 a. C.), y fueron pronunciados en menos de cuatro meses (cf. 1, 1; 2, 11 y 21).

En el primer discurso (1, 2-2, 1), Ageo exhorta a los judíos, remisos en reanudar la reconstrucción del Templo. En el segundo (2, 2-10) consuela a los que habían visto la gloria y magnificencia del Templo salomónico. En el tercero (2, 11-20), anuncia la bendición de Dios y la futura gloria del Templo. En el cuarto (2, 21-24), se dirige a Zorobabel prometiéndole recompensa divina y fortaleciéndole con la promesa del reino mesiánico futuro.

45.- Zacarías

El libro de Zacarías es un libro del Antiguo Testamento perteneciente al canon de la Biblia y de la Tanaj judía, atribuido al profeta Zacarías. Se cree que fue escrito después del destierro, alrededor del año 520 a. C., cuando Zorobabel fue nombrado gobernador por los persas. El libro consta de catorce capítulos: ocho de la versión original, más seis añadidos en época posterior, alrededor de 410 a. C.

Zacarías significa Dios se acuerda. No se conoce gran cosa sobre el profeta, salvo lo que se deduce del libro. Aunque se cree que su abuelo Ido era el jefe de una familia de sacerdotes que regresó a Jerusalén con Zorobabel (Nehemías 12:1-4). Se cree que era un sacerdote y un profeta. Estos detalles se deducen de su interés por el templo y el sacerdocio.

Algunos eruditos aceptan que el libro es el escrito de un individuo: el profeta Zacarías. Actualmente la mayoría de los eruditos opinan que la primera parte del libro fue escrita por el profeta y posteriormente revisada por alguno de sus discípulos. La segunda parte del libro fue escrita, probablemente, después de las conquistas de Alejandro Magno, por uno o dos autores.

46.- Malaquías

El libro pertenece a la colección de los doce profetas menores y es también el último libro de la biblia hebrea. Se atribuye comúnmente a un profeta de nombre Malaquías. Aunque el apelativo Malaquías ha sido considerado generalmente como un nombre propio, su significado en es hebreo mi mensajero, es decir, el mensajero de Dios. Existe un debate sobre la identidad del autor del libro. En el Talmud se identifica a Malaquías con Mardoqueo y en el tárgum de Jonathan o tárgum de Jerusalén se le identifica con Esdrás. San Jerónimo opinaba que esto último era debido al hecho de que los judíos veían a Esdrás como un intermediario entre los Profetas y la Gran Sinagoga. No hay, sin embargo ninguna evidencia que apoye esta tesis.

No hay muchos detalles históricos en el libro de Malaquías. El más importante para fecharlo está en el uso de la palabra gobernador (pehâ), en el versículo 8 del Capítulo primero: "Y cuando presentáis para el sacrificio una res ciega, ¿no está mal? Y cuando presentáis una coja o enferma, ¿no está mal? Anda, ofrécesela a tu gobernador: ¿se te pondrá contento o te acogerá con agrado?, dice Yahveh Sebaot."

El Libro de Malaquías era conocido por el autor del Eclesiástico, quien menciona a los doce profetas en 49-10. Por estas razones y los temas del libro, la mayoría de los eruditos le asignan una fecha de composición en torno al 460 antes de Cristo, entre los libros de Ageo y Zacarías y un poco antes de que Nehemías llegara a Jerusalén en el 445 a.

El libro de Malaquías trata directamente, y al parecer de primera mano, de los abusos en la gestión del recién restaurado Templo de Salomón. Por eso, fue escrito casi con absoluta certeza en Jerusalén.

Libros del Nuevo Testamento

1.- Evangelio de San Mateo

Los evangelios son tradicionalmente impresos con Mateo primero, porque todas las listas primitivas que existen de los evangelios lo ponen como el primero. Es seguido por Marcos, Lucas, y Juan, en dicho orden.

La tradición atribuye su autoría a Mateo Leví, un recaudador de impuestos a quien Jesús llamó para que le siguiera como uno de sus apóstoles. A favor de esta atribución, suele aducirse que es el único de los cuatro evangelios que llama a Leví por su segundo nombre, Mateo, que siempre que lo cita dice Mateo el publicano. También se considera que en su evangelio figuran 115 vocablos que no se hallan en los otros y tienen que ver con dinero, oro, plata, deudas, cuentas, cambios de dinero, etc., frases que estarían en la punta de la pluma de un ex publicano.

Sin embargo, algunos estudiosos bíblicos modernos indican que posiblemente este libro, al igual que otros del Nuevo Testamento, sea de autores desconocidos que utilizaron las tradiciones o documentos previos del autor a quien se le acredita el libro y, al momento de escribir su edición definitiva, según una costumbre literaria de la antigüedad, lo hayan hecho bajo el nombre del personaje cuyos relatos ellos recogieron. A esto se le conoce como pseudoepigrafía. Desde el punto de vista de las Iglesias cristianas históricas, esto no afecta en absoluto el valor que estos escritos puedan tener para la fe de los creyentes

La datación de la mayoría de los especialistas contemporáneos sitúa hacia el año 80 a 90 la redacción de este evangelio en su versión griega conocida hoy. Una de las principales razones esgrimidas para esa datación es que difícilmente se habría consignado la profecía de Jesús de Nazaret sobre la destrucción del templo de Jerusalén, acaecida en forma efectiva por parte de las legiones romanas de Tito en el año 70, de la forma que el Evangelio de Mateo la contiene si ésta no se hubiese cumplido ya. La destrucción del templo fue un hecho que caló tan profundamente en el ánimo judío, que se suelen diferenciar con cierto grado de certidumbre las obras anteriores de las posteriores a esa fecha por la forma en que aluden a ese acontecimiento notable. En el Evangelio de Mateo la destrucción del templo de Jerusalén aparece como profecía directa (Mateo 24:1-2), e incluso hay referencias indirectas. De allí la dificultad que encuentran la mayoría de los autores para pensar en una composición anterior al año 80.4

2.- Evangelio de San Marcos

El Evangelio según San Marcos es el segundo libro del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Es el más breve de los cuatro evangelios canónicos y también el más antiguo, según la opinión mayoritaria de los expertos bíblicos.

Entre los estudiosos existe un amplio consenso en datar el Evangelio de Marcos a finales de los años 60 del siglo I d.C., o poco después del año 70 d.C. Su autor es desconocido, aunque una tradición cristiana tardía lo atribuye a Marcos, personaje citado en otros pasajes del Nuevo Testamento. Narra la vida de Jesús de Nazaret desde su bautismo por Juan el Bautista hasta su resurrección.

No existen pruebas definitivas acerca de quién fue el autor de este evangelio. El texto no incluye ninguna indicación sobre su autoría. La tradición cristiana, sin embargo, ha atribuido el evangelio a Marcos, discípulo de Pedro, personaje citado en las epístolas de Pablo de Tarso, en los Hechos de los apóstoles, donde es presentado como compañero de Pablo, y en la primera epístola de Pedro, que lo llama mi hijo.

La base de esta tradición se encuentra en algunas referencias de los primitivos autores cristianos a la idea de que Marcos puso por escrito los recuerdos del apóstol Pedro. Eusebio de Cesarea, que escribió a comienzos del siglo IV, cita en su Historia eclesiástica un fragmento de la obra, hoy perdida, de Papías de Hierápolis de comienzos del siglo II. Papías, a su vez, remonta su testimonio a Juan el Presbítero.

El autor, se trate o no de Marcos, parece ser que se dirige predominantemente a pagano-cristianos, más que a judeocristianos. Cada vez que emplea un término en hebreo o en arameo lo traduce al griego, lo que hace suponer que se dirige a una audiencia no familiarizada con estos idiomas. Utiliza la traducción al griego de la Biblia, la Biblia de los Setenta, y no su versión original hebrea, y no está familiarizado con la geografía de Palestina.

Desde la época de Clemente de Alejandría, a finales del siglo II, se había creído que este evangelio fue escrito en Roma, basándose en los latinismos que aparecen en el texto. Sin embargo, la hipótesis del origen romano del evangelio de Marcos fue cuestionada por algunos autores, dado que los latinismos presentes en el evangelio de Marcos suelen ser términos relacionados con la vida militar, por lo que eran muy probablemente palabras conocidas en todas las regiones del Imperio Romano en las que existían guarniciones militares. Se ha propuesto como alternativa la posibilidad de que fuese redactado en Antioquía. Sin embargo, no existen indicios claros acerca del lugar donde fue compuesto el evangelio de Marcos. La mayoría de los estudiosos bíblicos9 10 data la redacción de este evangelio, en su estado actual, entre los años 65 y 75.

El Evangelio de Marcos relata la historia de Jesús de Nazaret desde su bautismo hasta su resurrección. A diferencia de los otros dos sinópticos, no contiene material narrativo acerca de la vida de Jesús anterior al comienzo de su predicación. Marcos está de acuerdo en lo esencial con la teología paulina: lo único importante en Jesús es su muerte y su resurrección. No obstante, a diferencia de Pablo, se ocupa de consignar los hechos y dichos de Jesús.

3.- Evangelio de San Lucas

Este evangelio relata la vida de Jesús de Nazaret, centrándose especialmente en su nacimiento, ministerio público, muerte y resurrección. Termina con un relato de su ascensión. Su evangelio tiene una finalidad pastoral: su intención es la profundización de la fe, mostrando a Cristo como el Salvador de hombres y mujeres, resaltando su espíritu de misericordia.

El evangelio es anónimo, puesto que no está firmado. Es aceptado casi unánimemente que fue escrito por el mismo autor de los Hechos de los Apóstoles, pues ambas obras están dedicadas a un mismo personaje, un tal Teófilo, que significa amigo de Dios, de quien se ignora si es un personaje real, un nombre simbólico o un pseudónimo. El autor del libro de los Hechos, además, hace en su prólogo referencia a una obra precedente. Se ha subrayado además la homogeneidad de estilo y de pensamiento de estos dos libros.

Este evangelio ha sido atribuido tradicionalmente a Lucas, el médico querido al que alude Pablo de Tarso en su Epístola a los colosenses. La atribución a Lucas de entre todos los discípulos de Pablo se basa en parte en que su Evangelio es el que utiliza más términos médicos. De ahí el nombre con el que es generalmente conocido. Según la tradición, aunque Lucas nunca conoció a Jesús, tras su conversión al cristianismo viajó a Roma, donde conoció a Pedro y Marcos. También conoció a María, la Madre de Jesús. Esto le permitió narrar en su Evangelio numerosos hechos de la infancia de Jesús y muchos detalles de María.

La mayoría de los autores sitúan la composición de este evangelio en la década de los 80 d.C., debido a que suponen que Lc 21, donde se describe la destrucción del Templo de Jerusalén acontecida el año 70, es una narración post eventum; es decir, que Lucas estaría poniendo en boca de Jesús una profecía que ya se había cumplido. Así, refiriéndose al templo Jesús dice: «llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida» y, respondiendo a la pregunta de cuándo sucedería responde:

«Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato» y «Se levantará nación contra nación y reino contra reino».

Es posible que la carta fuese dirigida a Teófilo ben Anás; sumo sacerdote saduceo entre los años 37 – 42 d.C., cuñado de Caifás. Es decir: si el Teófilo de Lucas fuese Teófilo ben Anás, la carta iría dirigida a los judíos saduceos y no a los gentiles, como reza la tradición popular. Ciertos datos internos nos aseguran que la carta iba dirigida a un sacerdote o eminencia judía, entre ellos, que se presuponen conocimientos avanzados del judaísmo que se enfatizan las profecías del Tanaj, y que se muestra a Jesús y a cuantos le siguen como piadosos y devotos practicantes de la Torá de Moisés. Si Teófilo no fuese judío, para él no tendría ningún valor una prédica de un Mesías profetizado en el Tanaj que cumple con la Torá de Moisés.

El evangelio de Lucas aporta noticias que no aparecen en los demás evangelios, como por ejemplo acerca de los primeros años de la vida de Jesús. También contiene bastantes detalles sobre la predicación de Jesús en las regiones de Galilea, Samaria, Judea y Perea. Por otra parte, contiene una versión reducida del llamado Sermón de la Montaña, conocida como Sermón de la Llanura. También es privativo de este evangelio el relato de la parábola del hijo pródigo. Su relato de las apariciones de Jesús tras la resurrección es particularmente detallado, en particular la aparición ante los llamados peregrinos de Emaús. Uno de sus objetivos, en opinión de este historiador, sería demostrar ante las autoridades romanas, que ni Jesús ni sus seguidores suponían una amenaza para el Imperio romano.

4.- Evangelio de San Juan

El Evangelio de Juan es uno de los evangelios canónicos constitutivos del Nuevo Testamento, caracterizado por las marcadas diferencias estilísticas y temáticas, y por las divergencias en su esquema cronológico y topográfico respecto de los otros tres, llamados evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). El Evangelio de Juan no solo contiene muchos pasajes sin equivalente en los otros evangelios canónicos, sino que aún los pasajes con cierta similitud son presentados de forma totalmente diversa en cuanto al contenido, al lenguaje, a las expresiones y giros con que predica Jesús de Nazaret, y a los lugares de su ministerio.

La tradición apostólica atribuye la autoría de este evangelio a Juan el apóstol y evangelista aunque, dada la falta de unidad en su redacción final, el estilo y la fecha supuesta de redacción (en torno al año 90 d.C.), entre otros puntos, se cuestiona tanto la autoría en sí como sus alcances. Existe la posibilidad de que el Evangelio de Juan fuera fruto de la comunidad fundada alrededor de uno de los discípulos de Jesús, presentado en el evangelio con el título de discípulo a quien Jesús amaba, seguramente la de Éfeso.

Entre las características del Evangelio de Juan, se acepta ampliamente la de ser un escrito para la meditación en el que sobresalen los discursos como forma de reflexión en torno a la figura de Jesús de Nazaret, a quien se presenta desde el prólogo como el Logos, la Palabra eterna de Dios. Es un evangelio sumamente simbólico y litúrgico, que enmarca el ministerio público de Jesús en la sucesión de festividades judías. Muchos estudiosos han visto en el Evangelio de Juan un carácter marcadamente místico.

Las polémicas de que fue y es objeto el Evangelio de Juan son el resultado de su singularidad. No se trata de una obra corriente: se disputa su autor, el ambiente que haya podido influir en su pensamiento y sus modos de expresión, su estructura literaria, sus fuentes, y hasta la naturaleza del libro. Con todo, siempre fue recibido sin reticencias por parte de la Iglesia. La bibliografía sobre el Evangelio de Juan se acrecentó mucho en el último siglo, y hoy es sumamente abundante. Junto con los numerosos análisis que de él se hicieron, se puso aún más de manifiesto su profundidad, que supera el marco estrictamente religioso (cristológico, soteriológico y eclesiológico) y que, a través del tiempo, alcanzó los más diversos campos de la cultura y de las artes.

La datación mayoritaria sitúa a este evangelio en los años 90 d.C. Las dataciones más tardías están limitadas por el papiro P52 (hacia 125-150), y por las menciones al Evangelio de Juan que hacen Ireneo de Lyon y el Fragmento muratoriano hacia el año 180, así como Clemente de Alejandría y Tertuliano hacia 200.

Ireneo de Lyon (130 -202) señaló a Éfeso como lugar de composición del Evangelio de Juan, ya en tiempos del emperador Trajano (98 a 117). La época del comienzo del mandato de Trajano coincidiría con la datación de muchos especialistas. En nuestros días se admite en general que la lengua original del Evangelio de Juan es la koiné, una variedad del griego. Algunos autores plantearon la hipótesis de un texto original desaparecido en arameo. Esta hipótesis fue revisada extensamente, pero no tuvo aceptación entre los especialistas.

5.- Hechos de los Apóstoles

Los Hechos de los Apóstoles es el nombre de un libro de la Biblia, el quinto del Nuevo Testamento. Algunos teólogos lo llaman Hechos del Espíritu Santo por el número de veces que se lo menciona. Probablemente tenga el mismo origen que el Evangelio de Lucas, con el que forma lo que se suele llamar el opus lucanum. De hecho el libro en su inicio manifiesta que es un segundo tratado. Sin embargo, los textos se separaron antes de que se escribieran los manuscritos que llegaron hasta hoy. Con esta separación se buscaba cultivar el conocimiento de los evangelios como una unidad de archivos sagrados, a los cuales los Hechos servían como una especie de apéndice. Es de un interés y valor históricos únicos: no hay ningún otro libro como éste dentro del Nuevo Testamento.

El libro de los Hechos es la única historia de la Iglesia primitiva, primitiva tanto en el espíritu como en la sustancia; sin él sería imposible tener un cuadro coherente de la Edad Apostólica. Con él, las epístolas paulinas son de un valor histórico incalculable; sin él, permanecerían incomprensiblemente fragmentarias e incompletas, a menudo incluso confundirían.

El libro de los Hechos no contiene la historia de todos los apóstoles, sino sólo la de Pedro y de Pablo de Tarso. Juan es mencionado sólo tres veces, y todo lo que se cuenta de Santiago, el hijo de Zebedeo, es su ejecución por Herodes (Hechos 12:1). Al inicio del libro se menciona a los doce, incluyendo a Matías, quien sustituyó a Judas Iscariote. También a lo largo del libro se menciona a Bernabé de Chipre, a Marcos y Santiago, el hermano del Señor, entre otros.

La evidencia externa, que es relativamente extensa y temprana, como el fragmento muratoriano (una traducción del siglo VII de un texto griego del siglo II descubierta por Ludovico Antonio Muratori en el XVIII), Ireneo, Tertuliano, Clemente y Orígenes todos apuntan a Lucas, el compañero de Pablo (Filemón 24), quien tal vez estaba con él como médico (Colosenses 4:14).

El mismo libro de Hechos indica que fue escrito por un compañero de Pablo. En Hechos 16:10 el escritor, sin previo aviso, pasa de la tercera persona a la primera: "Pero cuando vio la visión enseguida procuramos avanzar hacia Macedonia". La datación mayoritaria sitúa a este libro en los años 80, debido a que esta es la década en que se suele fechar el Evangelio según san Lucas, que lo precede.

6.- Epístola a los Romanos

La Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos fue probablemente escrita en Corinto al principio del año 58. Febe (Romanos 16:1) de Cencrea la llevó a Roma en mano, como era habitual en aquellos tiempos; en el último capítulo se menciona las encomendaciones a esta cristiana. Pablo fue a Roma 3 años después. El escriba fue posiblemente Tercio (Romanos 16:22) ya que cuando se escribió la carta, Pablo aún no había estado en Roma (Romanos 1:9).

El objetivo del apóstol al escribir a esta iglesia fue explicar las doctrinas del evangelio, y la epístola es una exposición sistemática de la aplicación universal del evangelio. Asimismo, el Apóstol intenta motivar a la iglesia de Roma a apoyar su posible viaje de misión a España. Es una carta con gran apoyo en las escrituras hebreas, las cuales cita frecuentemente. Evidentemente la congregación de Roma estaba compuesta por gentiles y judíos. Si bien Pablo no había estado en Roma, seguramente recibió información de la congregación por dos colaboradores, Priscila y Aquila, al ver los saludos del capítulo 16 se nota que conocía a varios de los cristianos que se congregaban allí.

La autenticidad de esta carta está dada por los antecedentes más lejanos, que se encuentran en un viejo canon del año 170 llamado canon de Muratori.

El título de Hechos de los Apóstoles lo recibió ya en la antigüedad, relacionándolo con un género literario helenístico que narraba las hazañas de los héroes. En este Libro los dos héroes principales son Pedro y Pablo, sin olvidar a San Esteban, el primer mártir del cristianismo. Viene a ser como un diario de los primeros treinta años de existencia de la Iglesia. Lucas nos cuenta las primeras predicaciones de los Apóstoles, así como la conversión de muchos paganos a Cristo. Nos transmite un mensaje religioso y de fe, el de cómo el Espíritu Santo guiaba, protegía y hacía progresar a la naciente Iglesia de Cristo.

Cabe señalar el valor histórico de los Hechos de los Apóstoles, su valor doctrinal por la acción del Espíritu Santo y su valor apologético por la defensa del cristianismo.

7.- Primera carta a los Corintios

La Primera epístola a los corintios es una carta escrita por Pablo de Tarso a la comunidad cristiana o Iglesia de Corinto. Fue escrita desde Éfeso cerca del tiempo de la Pascua, en el tercer año del viaje de Pablo allí, sobre el año 57 después de Cristo, cuando planeaba visitar Macedonia para más tarde regresar a Corinto.

La Primera epístola a los Corintios fue escrita en Éfeso, donde, según Hch 20:31, Pablo vivió tres años, probablemente entre el 54 y el 57. Mientras estaba allí, los creyentes de la congregación le hicieron llegar, posiblemente por conducto de Estéfanas, Fortunato y Acaico (16:17) algunas consultas, a las que Pablo respondió con la presente carta.

Este Libro fue escrito con ocasión de las divisiones, discordias y escándalos que amenazaban a la vida cristiana gravemente. Los corintios escribieron a Pablo para informarle acerca de las dificultades por las que estaba atravesando, y Pablo les contesta desde Éfeso en el año 57 d.C., tocando los problemas de la inmoralidad, de los pleitos delante de jueces y paganos, y sobre la virginidad y el matrimonio. Soluciona el problema de los alimentos ofrecidos a los dioses y trata también acerca del orden en el culto y trata sobre la Eucaristía.

En ambas Cartas a los Corintios, Pablo defiende su autoridad y su mensaje de Apóstol, pero en esta primera Carta trata también temas tales como la caridad, los carismas y la resurrección, que tan importantes son para la vida del cristiano.

8.- Segunda carta a los Corintios

La segunda epístola a los corintios es una carta escrita por Pablo de Tarso a la comunidad cristiana en Corinto. Poco después de escribir su primera carta a los corintios, Pablo salió de Éfeso para llegar a Macedonia. Escrita por el año 57, tiene como finalidad la apologética del ministerio apostólico de Pablo. Tras observar el fruto de su primera epístola con la creación de nuevas comunidades cristianas, la segunda carta se dirige nuevamente a estos conversos.

Para comprender un poco más el mensaje de Pablo, debemos saber que la ciudad griega de Corinto era un gran centro industrial en aquella época, con grandes astilleros, así como con una célebre arquitectura, cultivo de las artes y ciudad bulliciosa. Cicerón la llamó luz de toda Grecia por ser tan cosmopolita. Sin embargo era una ciudad pagana, llena de excesos sexuales hasta el punto que el templo de su diosa Afrodita era un centro de prostitución. De ahí que la expresión vivir como un corintio por aquel entonces significaba llevar mala vida, mientras que doncella corintia equivalía a prostituta. Y en aquel marco, hacia el año 51 d.C., Pablo fundó la Iglesia de Corinto, aunque para ello tuvo muchas dificultades.

Algunos judaizantes, enemigos de Pablo, trataron de destruir la obra que el Apóstol estaba realizando en Corinto. Por ello esta segunda Carta tiene un aspecto apologético o de defensa. Pablo defiende su personalidad, la elevación en su vida espiritual y los trabajos y sufrimientos padecidos a causa del Evangelio.

Muchos entendidos afirman que esta Carta es un conjunto de fragmentos, pero hoy en día nadie pone en duda la autenticidad de la misma, tomada en su conjunto. Pablo de Tarso escribió esta Carta en Macedonia, después de haber salido de Éfeso, donde había escrito la primera Carta. Esto con mucha probabilidad ocurrió en el otoño del año 57 d.C., en el transcurso del viaje que se narra en Hechos 20:1 y siguientes.

9.- Carta a los Gálatas

La Epístola a los gálatas es una carta escrita por Pablo de Tarso a los cristianos que habitaban la provincia romana de Galacia, en Asia Menor, y que correspondía a la actual zona sur del Asia Menor, donde se asentaban las ciudades de Licaonia, Iconio, Listra, Derbe y Antioquia de Pisidia.

La autenticidad está dada por los registros más antiguos que encontramos. Esta carta fue utilizada por Policarpo de Esmirna en el siglo II, figura en el fragmento Muratori y en los escritos de Ireneo de Lyon. Además se encontró con ocho cartas más en el llamado manuscrito de Chester Beatty del año 200 DC. También otros patriarcas de la iglesia primitiva la mencionan, como Clemente de Alejandría, Tertuliano y Orígenes. Se la menciona por nombre en el canon reducido de Marción. Todo el canon anterior al Concilio de Cartago en el año 397 d.C. la incluían en los escritos como auténtica. Además existe una clara correlación y estilo con los otros escritos de Pablo.

Pablo escribe a las Iglesias de Galacia, donde casi todos sus fieles eran gentiles conversos. Igual que en Roma y en Corinto, había grupos de judeo-cristianos que se escandalizaban con la predicación de Pablo, pues proclamaba que la salvación no depende de las obras de la Ley, sino de la fe en Cristo Jesús. Los judaizantes le atacaron duramente ya que, según ellos, Pablo predicaba un Evangelio personal, contrario a la Ley judía y, además, Pablo no obligaba a la circuncisión.

Desde el punto de vista doctrinal esta Carta presenta ideas de la carta a los Romanos, pero de forma mucho más concreta y esquemática, porque Pablo escribió como impulsado por una reacción inmediata provocada por una situación que se había presentado en la comunidad de Galacia, región recorrida por Pablo.

No resulta fácil determinar la fecha de la redacción de esta carta, pues mientras algunos entendidos la fechan en los años 54 y 55 d.C., no mucho después de llegar Pablo a Éfeso en su tercer viaje misionero, otros expertos la datan en el año 57 d.C. en Éfeso o en Macedonia.

10.- Carta a los Efesios

La Epístola a los efesios es una de las cartas escritas por San Pablo que se recogen en la Biblia como uno de los Libros del Nuevo Testamento. Se atribuye su escritura a Pablo de Tarso en Roma para sus seguidores de la Iglesia de Éfeso, en Asia Menor, alrededor del mismo tiempo de la escritura de la Epístola a los colosenses, teniendo ambos textos muchos puntos en común.

Pese a que lleva la firma de Pablo, según el profesor Antonio Piñero, en su libro Guía para entender el Nuevo Testamento, la mayoría de los eruditos consideran que no fue escrita por él sino por algún discípulo suyo, atribuyéndola a su maestro.

El tema central de esta Carta es el de la Iglesia como Cuerpo de Cristo, aun cuando trata también otros temas como la vocación a la santidad, la adopción filial, la redención o el sello del Espíritu Santo. Pero la segunda parte de esta Carta a los Efesios se dirige a la vida práctica del cristiano: nueva vida en comunidad con el Espíritu Santo, trabajo comunitario en la Iglesia, matrimonio y familia, así como una lista de armas espirituales contra el Mal.

Un interés grande de la Carta es Cristo resucitado, pero sin aludir a la Parusía o segunda venida de Cristo, que es un tema paulino de gran importancia. Esta Carta es de un estilo redundante, además de que hay diferencias de lenguaje y estilo, de doctrina y de contenido, si la comparamos con otras Cartas de Pablo, lo cual hace que se dude en la actualidad acerca de su autenticidad paulina.

Según los seguidores del cristianismo, este es quizás el libro más profundo existente acerca de la iglesia, el cual toca las mayores profundidades de la doctrina cristiana, y escala las alturas de la experiencia cristiana.

11.- Carta a los Filipenses

Es una carta escrita por Pablo de Tarso a los cristianos de Filipos. Escrita alrededor del año 61 d. C. en una prisión de Roma, consta de 4 capítulos. Su propósito principal fue agradecer a los cristianos de Filipos la ofrenda que ellos le enviaron. Pablo trata también temas como la humildad, el gozo, la unidad y la vida cristiana. Filipos era una ciudad griega de la provincia de Macedonia, donde Pablo había fundado una comunidad cristiana cerca del año 50 d. C. durante su segunda gira misional.

La Iglesia de Filipos es la primera que Pablo fundó en Europa en el transcurso de su segundo viaje. Los filipenses fueron los más adictos al Apóstol; era su Iglesia predilecta. Esta Carta la envió con Epafrodito, cristiano que visitó a Pablo trayéndole ayuda económica de parte de los filipenses. Epafrodito enfermó y al recuperarse regresó a Filipos con la Carta de Pablo.

Esta carta no tiene un plan sistemático de doctrina; es más bien la conversación afectuosa entre un padre y sus queridos hijos, a quienes anima a perseverar en la humildad, y les previene contra los judaizantes (Filipenses 3:2). El tono predominante en esta carta es el de la alegría. Es un ardiente afecto apostólico de Pablo hacia la comunidad que él formó y a la que tanto estima, y a la que exhorta, estimula y anima porque es gozo y corona (Filipenses 4:1). Tradicionalmente se considera que esta carta fue escrita en Roma entre los años 61 al 63 d.C.

Filipos, ciudad de Macedonia, fue famosa por la batalla librada en el año 42 a.C. entre Octavio y Antonio de una parte, y por Bruto y Casio por la otra. Octavio, el vencedor, dio a la ciudad la categoría de colonia romana. Pablo predicó en esta ciudad por primera vez, acompañado de Silas,

Timoteo y Lucas, hacia el año 51 d.C., iniciando así su apostolado europeo (Hechos 16:12-40). Pablo anima a los filipenses a seguir en el amor, en la unión y en la humildad.

12.- Carta a los Colosenses

Es una breve carta dirigida a los cristianos de la ciudad de Colosas, en Frigia, al sudoeste de Asia Menor. La carta se presenta como obra de Pablo de Tarso, autor de otras epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, y la tradición eclesiástica no cuestionó su autoría. Sin embargo, desde principios del siglo XIX se ha puesto en duda que fuese Pablo su verdadero autor. En la actualidad su autoría está discutida.

En la epístola hay elementos que permiten afirmar que fue escrita en prisión (4:10 – 4:16). Por ello los partidarios de la autoría de Pablo consideran que fue escrita durante alguno de los períodos de encarcelamiento del apóstol narrados en los Hechos de los Apóstoles: su primera prisión en Roma, durante la cual disfrutó de una relativa libertad para predicar (Hch 28,16-28), su segundo encarcelamiento en dicha ciudad, su prisión en Cesarea Marítima (Hch 23,12-27,), o incluso en Éfeso (Hch 9). En todo caso, debió ser compuesta poco antes de la Epístola a los Efesios. Quienes niegan la autoría paulina, en general, no se pronuncian sobre una fecha y lugar de composición concretos, aunque consideran que debió de ser escrita en fecha relativamente próxima a la muerte del apóstol, y, en todo caso, antes de Efesios. Los autores que aceptan su atribución a Pablo en Roma durante su primer encarcelamiento allí, probablemente en la primavera de 57 o, según otros, en el año 62. Poco después escribió la Epístola a los efesios.

Eprafas, amigo y colaborador de Pablo, es quien había evangelizado la ciudad y comentó al Apóstol acerca del amor de los colosenses, así como del peligro que corrían los colosenses con algunas enseñanzas equivocadas. Al parecer ellos daban demasiada importancia a los ángeles, a las costumbres festivas y a las reglas del comer, y no daban la suficiente importancia a cristo.

Por esto Pablo escribe esta carta y da toda la preferencia y prioridad a Cristo, quien es superior a todo, el primero en todo, está por encima de todo, y todo ha sido creado por El y para El (Colosenses 1:15- 19). Por Cristo el cristiano se libera del falso culto y de las reglas exageradas, y es llamado a una vida nueva en el amor por Cristo y por su Mensaje.

Eprafas advierte igualmente a Pablo sobre los falsos predicadores, y por ello el Apóstol pone en guardia a los cristianos haciendo una hermosa exposición del Ministerio de Cristo: la primacía de Cristo, jefe y cabeza de su Iglesia, la cual es su Cuerpo. Cristo, por su Sangre, es el único mediador, por encima de ángeles y de toda criatura. En esta Carta se explica mejor que en otras la doctrina de la persona de Cristo: Dios y Hombre.

Colosenses es una carta cristológica por excelencia. Por su exposición dogmática, esta carta tiene un verdadero programa de vida cristiana. Se lee en la liturgia del Domingo de Resurrección.

13.- Primera Carta a los Tesalonicenses

Como su nombre indica, se trata de una epístola dirigida a la comunidad cristiana de Tesalónica y se dice primera porque existe también una segunda carta en el canon bíblico, dirigida a esta misma comunidad. Por su temática, se puede considerar una obra de la escatología cristiana, sin menoscabo de que también contiene una exhortación moral y un extenso apunte biográfico, que ocupa la mitad de la carta, y donde Pablo desgrana recuerdos de su prédica.

Como todas las cartas de Pablo, 1 Tesalonicenses está inmersa en un contexto histórico complejo sin cuyo conocimiento es imposible interpretar correctamente su contenido. Para situar dicho contexto es menester, sin embargo, decidir el peso que se va a asignar a los distintos relatos que lega la tradición, dado que a veces no armonizan bien o directamente se contradicen. Dependiendo de esos pesos nos habremos adscrito a una u otra escuela. En el caso de 1 Tesalonicenses, los documentos relevantes son la propia epístola y el libro neotestamentario de los Hechos de los apóstoles.

Con todo este material se pueden reconstruir con cierta seguridad6 los largos preliminares y la circunstancia final en que Pablo escribió la epístola. Las personas son muy importantes porque, una vez roto el círculo de sus colaboradores antioquenos, Silas entre ellos, en esta etapa de la vida de Pablo se consolidan nuevos nombres que, como Lucas o Timoteo, han pasado a formar parte plena y destacada de la tradición cristiana.

Tesalónica era por aquel entonces la capital de Macedonia, al norte de Grecia. Fue fundada por el rey Casandro hacia el año 315 a.C. y llamada tesalónica por ser éste el nombre de su esposa, que era hermana de Alejandro Magno. Hacia el año 148 a.C. la ciudad cayó bajo la dominación romana.

En tesalónica Pablo convirtió a algunos judíos y a muchos paganos. Este éxito de Pablo provocó el odio de los judíos incrédulos, obligando al Apóstol a marcharse del lugar sin haber podido instalar convenientemente a los recién convertidos. Después Timoteo informó a Pablo sobre la preocupación de estos primeros cristianos, acerca de la suerte de los fieles que fallecieran antes de la Parusía o regreso de Cristo, la cual esperaban de modo inminente.

Es posible que haya sido la primera de las Epístolas de Pablo, escrita hacia fines del año 52, tras el regreso de Timoteo desde Macedonia, puesto que transmite sus comentarios sobre el estado de la Iglesia en Tesalónica (Hechos 18:1-5; 1Tesalonicenses 3:6). Pablo emplea la carta como medio para corregir la iglesia tesalonicense y proporcionarles instrucción moral; se destacan en ella los temas del martirio por Jesús y la fe en la proximidad de la segunda venida, la Parusía.

En resumen, Pablo les expresa que el cristianismo debe vivir siempre en un estado de expectación permanente, pero de manera serena y gozosa, ya que la muerte puede llegar en cualquier momento.

14.- Segunda carta a los Tesalonicenses

Partes: 1, 2, 3
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