- Prologo
- Gestión gubernativa de López
- Desarrollo de la economía paraguaya
- Otras aristas de las transformaciones socio-económicas de esta época
- Libre navegación de los ríos
- Antilopismo
- Balance de la época de López
- Cuestión diplomáticas del gobierno de López
- Comienza la confrontación con Juan Manuel de Rosas
- Se agrava la problemática con Buenos Aires
- Caída de rosas y reconocimiento de nuestra independencia
- Conclusiones del tema
- Conclusión del trabajo
- Bibliografía
- Anexo
PROLOGO
En el presente trabajo el lector podrá encontrar la exposición sistemática de la gestión gubernativa de uno de los presidentes más emblemáticos de nuestra historia patria: don Carlos Antonio López.
López abrió Paraguay al mundo exterior, importando técnicos y capital para la construcción de carreteras, vías férreas y canales, reorganizó el sistema judicial del país, así como su Ejército. También estableció uno de los mejores sistemas educativos de Latinoamérica, fomentó el comercio exterior e incrementó la producción agrícola. A pesar de ser un autócrata, que utilizó su cargo para acumular tierras y riqueza para su familia, López creó una administración capaz de gobernar el país. Reelegido en 1854 y 1857, al morir dejó tras de sí una nación moderna y dinámica.
Dividimos el contenido en dos partes, la primera trata sobre la administración de López, desde el inicio de su actividad política como cónsul, e incluye la postura antilopista profesada por sus opositores.
La segunda parte, ya más propia de la materia, tratara sobre algunos aspectos de su gestión diplomática. Elegimos la lucha que este realizó para conseguir el reconocimiento de nuestra independencia por parte de las dos potencias vecinas de aquel entonces: El Imperio del Brasil y la Confederación Argentina. Reparamos con más extensión en la segunda cuestión por ser la oposición del dictador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, el escollo que mas costó vencer.
En el final incluimos dos grupos de conclusiones, las primeras se refieren al tema en cuestión, es decir, el Gobierno de Carlos Antonio Lopez. Y el segundo sobre el trabajo realizado.
Posteriormente anexamos las semblanzas de dos de los actores principales del debate diplomático más importante expuesto: el protagonista Carlos A. López; y su antagonista, Juan M. de Rosas.
Igualmente incluimos la bibliografía de rigor para que el lector pueda tener la certeza de la información que se suministra en esta obra.
Omitiendo alargar demás este preámbulo, cuyo objetivo es ser breve, dejarnos a consideración del lector el examen de presente trabajo.
PARTE UNO:
GESTIÓN GUBERNATIVA DE LÓPEZ.
CAPITULO 1: CARRERA POLÍTICA Y PRIMERAS POSTURAS DE GOBIERNO.
Luego del fallecimiento del Dr. Francia, se produjeron una serie de gobiernos provisorios productos de golpes de estado, hasta que Mariano Roque Alonzo convocó a una Asamblea para el 12 de marzo de 1841, en la que se decidió reimplantar el Consulado, integrado por un civil y un militar. Los elegidos fueron el propio Roque Alonso y Carlos Antonio López.
Desde el principio la política del consulado se encaminó a facilitar la exportación de los excedentes agropecuarios que acumulaba la nación, junto con el inicio de cierta liberalización, dirigida, en particular, a restringir el poderío estatal, que algunos estimaban abusivo, y a establecer varios principios característicos de una República burguesa en maduración. Esos planes se concretaron con la reforma del sistema de recaudación tributaria, la elaboración de un nuevo reglamento de aduanas, el restablecimiento del comercio con Corrientes, la liberación de los presos políticos y la concesión de libre salida a extranjeros residentes en el país, así como el derecho de estos a naturalizarse paraguayos. López, en su afán democratizador, llegó a elaborara un documento titulado "Tratado de los Derechos y los Deberes del Hombre Social", inspirado en las ideas de Montesquieu; concedió la libertad a todos los esclavos del Estado y la de vientres a los privados, residuos coloniales que el régimen de Francia no había llegado formalmente a eliminar, aun cuando la esclavitud solo se practicaba dentro de los estrechos límites de un sistema domestico- patriarcal, que no desempeñaba un papel significativo en la economía nacional.
El abandono de ciertos preceptos de la política del Supremo no representó, en modo alguno, un cambio esencial en el carácter del régimen gubernamental, ni que el Estado perdiera su lugar preponderante en la economía del país, así como tampoco su paternalista función social. Por ejemplo, durante el Consulado distribuyeron animales y útiles de labranza entre los campesinos y se arrendaron tierras estatales a varias familias, tal como era costumbre en la época del Dr. Francia.
Para poder aumentar realmente el volumen del comercio exterior era imprescindible abrir los ríos a la libre navegación, aun cuando el régimen de Juan Manuel de Rosas, Gobernador de Buenos Aires, seguía defendiendo los intereses exclusivistas del puerto privilegiado. La creciente hostilidad de Rosas y las reiteradas negativas del caudillo a reconocer la independencia de la más antigua provincia del Virreinato del Rio de la Plata, se hicieron del dominio público con la difusión de una carta en la que el gobernante porteño amenaza con invadir al Paraguay. El conato de agresión precipitó la convocatoria de una nueva asamblea antes del plazo fijado. El Congreso Nacional se celebró en Asunción el 25 noviembre de 1842, con el único objetivo de reafirmar la soberanía nacional. Los símbolos patrios fueron ratificados por los delegados y el 25 de diciembre se procedió a jurar la independencia a lo largo y ancho del país. La declaración, que reafirmaba la emitida en octubre de 1813, fue enviada a los principales Gobiernos extranjeros, con vistas a propiciar el reconocimiento de la República.
La Asamblea de marzo de 1844 tuvo por objeto discutir la primera Constitución del Paraguay. La carta aprobada, que buscaba conseguir la estabilidad de la república, entregó el poder ejecutivo a un Presidente, siendo electo para ello Carlos Antonio López.
El latente conflicto con Buenos Aires se agudizó de improviso en agosto de 1844, cuando Rosas prohibió cualquier tipo de navegación por el rio Paraná a los barcos paraguayos, en represalia por un tratado firmado entre Asunción y Corrientes. Esta amenaza llevó a los paraguayos a reforzar aún más sus capacidades defensivas con el establecimiento del servicio militar obligatorio, contratación de instructores brasileños para el ejército y fortificación de los principales puntos estratégicos, como Paso de Patria. Y fue en estas circunstancias nada agradables en que se puso en funcionamiento la nueva imprenta en la que se editaba El Paraguayo Independiente y se empezó a divulgar el lema "Independencia o Muerte".
A fin de obtener el financiamiento necesario para la defensa nacional, se decretó el 2 de enero de 1846 la propiedad del Estado sobre las plantas de yerba mate y las maderas de construcción naval, independientemente de la propiedad de la tierra. "Los yerbales, expresaba la disposición, son producciones espontaneas de la naturaleza, que no están en el dominio privado, ni son frutos de trabajo individual alguno".
Según afirma el historiador Carlos Pastore, el Gobierno se proponía con esta medida no solamente hacerse de recursos financieros, sino también evitar que los Estados vecinos que resistían el reconocimiento de la independencia del Paraguay obtuvieran uno de los materiales que podría facilitar la empresa de conquista de su territorio, a que estaba amenazado.
Rememorando, a fin de cerrar este capítulo, promulgada la Ley de Administración Política de 1844, el 14 de marzo de ese año, reunido el Congreso, se dio por terminado el gobierno Consular y se decidió elegir un Presidente siendo elegido Don Carlos Antonio López primer Presidente Constitucional de la República por el período 1844-1854. Al término de dicho periodo, fue reelegido dos veces, una por tres (1854-1857) y otra por diez años (1857-1867), no pudiendo completarse esta tercera etapa de su presidencia por su fallecimiento, el 10 de septiembre de 1862.
En cuanto a las posturas políticas, las iremos desarrollando con mayor detalle en capítulos específicos.
CAPITULO 2:
DESARROLLO DE LA ECONOMÍA PARAGUAYA.
Uno de los objetivos principales de Carlos A. López fue la libre navegación de los ríos en el continente, cuya conquista facilitó al Paraguay la formación de una impresionante marina mercante, que permitía la eficiente comercialización de parte de la producción nacional, a la vez que posibilitaba el desarrollo de relaciones capitalistas de producción. Aprovechando sus magnificas maderas y otros recursos naturales de la nación, el país creó, en astilleros propios, la mayor flota comercial del Rio de la Plata. Con la ayuda de técnicos extranjeros contratados por el Gobierno, los astilleros estatales legaron a botar buques de acero provistos de calderas, al parecer los primeros de su tipo que se construyeron en América del Sur. El primogénito de estos vapores fue el "Ypora", con 226 toneladas de desplazamiento. En funciones desde el 2 de julio de 1856, el "Ypora" abrió el camino de la navegación a vapor para otras embarcaciones paraguayas construidas o adquiridas en los años siguientes, tales como el "Salto del Guayra", "Ygurei", "Rio Apa" y "Jejui" hasta hacer un total de once. Paralelamente se armaban unos cincuenta veleros pequeños y grandes. Los insumos de hierro y acero necesarios se producían en la fundición de Yvycui, inaugurada en 1854 y dotada de modernas instalaciones, en las que laboraban más de cien obreros. Cañones de doce pulgadas, armas ligeras, proyectiles, implementos agrícolas y otros artículos, salían del arsenal de Asunción, donde trabajaban más de 250 trabajadores asalariados. La materia prima se obtenía en las minas del Estado, situadas en Itacurubi y Valenzuela, de donde se extraía el mineral de hierro, azufre y carbón.
La conjugación de estos factores posibilitó un incesante aumento de los intercambios con el mundo exterior. En poco menos de diez años el volumen del comercio era cuatro veces superior al de 1851. Se cuenta que a principios de la década del sesenta atracaban anualmente en el puerto de Asunción más de 300 buques de vapor de diferentes nacionalidades. Se exportaba yerba mate, maderas, tabaco, cueros, cigarros y naranjas. Se importaba fundamentalmente maquinarias y ciertas manufacturas que el país aun no producía.
También en 1854, el Estado paraguayo comenzó a construir el primer ferrocarril de trocha ancha del Rio de la Plata y el segundo de toda América del Sur. La línea férrea comunicó en 1861 a Asunción con la villa de Paraguarí, a una distancia de 72 kilómetros. El proyecto incluía la unión de la capital con la ciudad de Villarrica, centro de las mejores haciendas y estancias del departamento del Guaira, zona densamente poblada. A la vez fue establecida una red de telégrafos que, a la vez que bordeaba el rio Paraguay permitía enlazar el estratégico Paso de la Patria con Asunción. De esta manera el Gobierno paraguayo daba pasos firmes en el desarrollo económico nacional.
CAPITULO 3:
OTRAS ARISTAS DE LAS TRANSFORMACIONES SOCIO- ECONÓMICAS DE ESTA ÉPOCA.
Gestiones En Europa.
En 1853, el presidente Carlos A. López envió a Europa una Misión Diplomática presidida por el general francisco Solano López. La misión visitó Londres, Paris, Madrid y Roma. Buena parte de los éxitos señalados en el capitulo anterior se debieron a las gestiones realizadas por esta misión en Europa, a donde llegó en 1854.
Durante casi dos años viajó por el viejo continente. Lo más trascendente fue la contratación de centenares de técnicos; ingleses, franceses, italianos, alemanes, suecos, de múltiples especialidades: ingenieros, arquitectos, mineralogistas, fundidores, maquinistas, médicos, farmacéuticos, profesores y otros intelectuales. Con tan ponderable concurso, produjo una masiva incorporación de los mejores exponentes de la técnica europea de entonces. Sin olvidar la construcción del Tacuarí, nave insignia de nuestra marina de guerra, así como la adquisición de materiales y equipos para instalaciones del astillero, el arsenal, el ferrocarril, el telégrafo, entre otros. La misión regresó a Asunción en enero de 1855.
Educación.
No menos sobresaliente fue el esfuerzo educacional del presidente López, al proseguir también en este acápite la línea trazada por el doctor Francia. La enseñanza siguió siendo gratuita y los niños de familias con pocos recursos eran alojados y alimentados por cuenta del Estado.
Desde 1858 se enviaban jóvenes a estudiar a Europa a expensas del Gobierno paraguayo. Fueron enviados a Inglaterra y Francia 16 jóvenes a estudiar Ciencias y Humanidades, los cuales estuvieron de regreso en 1863. También se implemento un sistema de becas internas para jóvenes con aptitudes pero de recursos escasos, los cuales podían seguir, en virtud a estas becas, sus estudios en la capital.
Fueron muy promocionadas también las instituciones de enseñanza superior, tales como la Academia de Literatura, el Seminario, la Escuela de Derecho Civil y Político, La Escuela Normal, Las Aulas de Filosofía y Matemáticas, la Escuela de Dibujo y Artes, etc.
Luis G. Benítez expone la siguiente critica: es de lamentar que con el desarrollo de la educación y la cultura no se haya dado las condiciones políticas para el ejercicio del civismo, porque si bien don Carlos dio un gran impulso a la educación, no brindó las condiciones políticas y las libertades cívicas para la formación de ciudadanos; que no se reduce a leer y escribir, a actuar en la sociedad como elemento pasivo y vegetar en la rutina sin termino del acatamiento sumiso. El doctor Francia, don Carlos y el Mariscal, no concebían la vigencia de una ciudadanía con conciencia de sus derechos y disposición de ejercerlos.
El Paraguayo Independiente.
El "Paraguayo Independiente se editó del 26 de abril de 1845 al 18 de setiembre de 1852. Esta publicación tuvo como redactor principal y director al propio presidente López.
A este periódico le siguieron "El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles", "El Eco del Paraguay" y algunos otros.
El Paraguayo Independiente aparecía semanalmente los sábados, pero desde el número 51, sólo cuando las circunstancias lo reclamaban y se disponía del material necesario. Fueron lanzados en total 118 números.
Cumplió con alta eficiencia su histórica misión de fomentar el convencimiento de que el Paraguay era "de hecho y de derecho independiente y soberano". Cuando en 1852 el presidente Urquiza reconoció nuestra independencia, el Paraguayo Independiente dio por cumplida su misión y dejó de aparecer.
Grande fue la importancia atribuida a este periódico por el propio presidente López, que siete años después de haber dejado de aparecer, el mismo mandatario dispuso una nueva impresión de la colección completa. Esta segunda edición apareció en dos tomos, en 1859, por la Imprenta de la República. El primero, en un volumen de 759 páginas, contenía además del prefacio, 74 números; el segundo de 740 páginas, reproducía los números restantes, a los cuales se agregaba un apéndice con documentos sobre los acontecimientos posteriores a la desaparición de El Paraguayo Independiente, tales como el reconocimiento de la independencia por la Confederación Argentina, la mediación del Paraguay en el conflicto suscitado entre la misma Confederación y Buenos Aires, la mediación de Francia e Inglaterra en la cuestión Argentina, y las relaciones entre el Paraguay y los Estados Unidos de América.
El Paraguayo Independiente defendió también, con elocuencia, la libertad de los ríos. Para la república era una cuestión fundamental la navegación del Paraná, cerrada esta caudalosa arteria fluvial, aquella quedaba aislada, sin mayores posibilidades para comunicarse con el mundo y sin vía por donde dar salida a sus productos. Rosas, así lo comprendió e impidió que el Paraguay se sirviese de esa ruta. Nuevamente el intento de dominación por la asfixia comercial.
La aparición de este periódico señaló una nueva época en el desarrollo de nuestra cultura. Desde entonces, el poder de la inteligencia llegó hasta los lejanos confines del territorio iluminando las consciencias. Y como si esto no fuese suficiente para que el hebdomadario ocupase un sitio preferente en el recuerdo de las generaciones, sus páginas encierran un rico archivo político y diplomático, al cual necesariamente deberán recurrir los estudiosos para conocer y apreciar nuestro pasado.
CAPITULO 4:
LIBRE NAVEGACIÓN DE LOS RÍOS.
Tras el derrocamiento de Rosas y el ascenso de Urquiza, entre las primeras resoluciones de la nueva Confederación Argentina estuvieron la declaración de Libre Navegación de los Ríos Interiores y el reconocimiento de la independencia del Paraguay.
El restablecimiento de los vínculos con el exterior se afianzo con la autorización otorgada por el presidente López para que algunos mercaderes pudieran reiniciar libremente sus actividades y con la firma de convenios comerciales con Inglaterra, Estados Unidos y Francia.
La apertura del comercio abrió una nueva fase en la liberación del régimen económico nacional, lo que se puso en evidencia con la autorización otorgada por López a los extranjeros para que invirtieran en el país. Con ello se pretendía incentivar la actividad mercantil y permitir la libre acumulación de capital en manos privadas, así como la inversión extranjera.
Uno de los primeros permisos para realizar inversiones concedido por el presidente López a extranjeros, recayó en Edward A. Hopkins, quien creó con capital de Rhode Island la United States and Paraguay Navegation Company. La firma norteamericana, en la que tenía participación el propio secretario de Estado, James Buchanan, instaló en Asunción una fábrica de cigarros, otra de ladrillos y varias industrias menores y comercios.
Las irregularidades cometidas por los norteamericanos, no muy inclinados a reconocer las prerrogativas del Estado paraguayo, unido al desmedido avance de la esfera de actividad de esta empresa extranjera, que vulneraba el sistema económico nacionalista, hicieron que López dictara la expropiación de todas las inversiones foráneas y expresamente prohibiera a los extranjeros poseer bienes en el país, cerrando así, abruptamente, el ultimo capitulo del intento liberador de su régimen.
Inconforme con esta decisión, Hopkins llamo en su ayuda a un barco de guerra de Estados Unidos, el "Water Wich", que se hallaba navegando por las aguas fluviales de Corrientes. Con supuestas intenciones pacificas, el capitán del buque, Thomas Page, fondeó frente a Asunción el 20 de septiembre de 1854. Una vez en el puerto, amenazó con cañonear la ciudad, el grave incidente terminó, momentáneamente, con la evacuación del personal norteamericano hacia la provincia argentina vecina.
Sin tardanza, el presidente López prohibió la navegación por los ríos paraguayos a todos los barcos extranjeros (3 de octubre). El gobierno norteamericano, por su parte, ordenó al Water Wich ignorar esa disposición soberana. Enterado del irrespetuoso avance del vapor de Estados Unidos, López cursó una ordenanza al Jefe de Marina de Guerra Paraguaya para que repela al vapor extranjero, en caso de desobedecer las disposiciones nacionales.
En febrero de 1855 el vapor norteamericano se presentó en actitud provocadora frente a las baterías del fuerte Itapiru, con la pretensión de navegar un canal interior en la confluencia del Paraná y el Paraguay. El Comandante de la fortaleza indicó al buque que se detuviera, para lo cual efectuó varios disparos con salva. Pero como el barco seguía avanzando, el comandante Wenceslao Robles, jefe del fortín, ordenó el bombardeo con proyectiles. El Water Wich fue rechazado a cañonazos.
El insolente vapor norteamericano, seriamente dañado y con varios heridos, se retiró en forma apresurada, perseguido por la cañonera paraguaya Tacuarí.
Otro incidente aconteció a principios de 1858. Bajo pretexto de una supuesta violación por parte del Paraguay del principio de libre navegación, en esa ocasión una escuadra brasileña, al mando del almirante Pedro Ferreira de Oliveira, compuesta por 20 buques con 130 cañones y 3000 tripulantes, obtuvo la autorización del Gobierno porteño para remontar el Paraná y dirigirse al norte, rumbo a Asunción. Sin encontrar resistencia alguna por parte del presidente Urquiza, cabeza de la Confederación Argentina, la potente flota llegó a su destino.
Allí exigió el libre tránsito para los barcos del Imperio que comunicaban al estado de Matto Grosso en la costa atlántica, por medio del sistema fluvial. Deseando evitar a todo trance una guerra, Carlos Antonio López firmó, en 12 de febrero de 1858, el tratado que derogaba las restricciones a la navegación brasileña por el rio Paraguay. Esta concesión paraguaya, como se demostraría un lustro más tarde, no iba a poner fin a las ambiciones del Imperio del Brasil, por lo que a los dos años las relaciones entre ambos países volverían a deteriorarse.
Apenas transcurrido diez meses de estos sucesos, se desarrollo el segundo capítulo del drama paraguayo por la supervivencia nacional. Otra flota de guerra extranjera, esta vez norteamericana, amenazaba la integridad del país. Once vapores y nueve veleros con 200 cañones y 1500 tripulantes, enviados por el entonces presidente de los Estados Unidos, James Buchanan, constituían una especie de expedición punitiva que se proponía arrancar por la fuerza las indemnizaciones y privilegios que el "Water Wich" no había sido capaz de obtener.
La presencia en el Paraná de la poderosa armada norteamericana sirvió de pretexto a Urquiza para ofrecer su mediación. Pero su verdadera finalidad era atraer al Paraguay a la alianza que organizaba contra la continua disidencia de Buenos Aires. López cedió algunas cuestiones y el incidente se soluciono sometiendo el diferendo al arbitraje internacional, con la retirada de la reclamación norteamericana y la concertación de un nuevo tratado comercial.
Después de este episodio, el presidente López quedo completamente convencido de que también Estados Unidos era hostil al Paraguay y corría a conjurarse con sus enemigos, con el propósito de cerrar el asfixiante cerco que se levantaba lentamente en torno al país.
CAPITULO 5:
ANTILOPISMO.
Las primeras voces que se alzaron contra el régimen de López no fueron, sin embargo, la de ciudadanos paraguayos, sino la de intelectuales y políticos liberales de Buenos Aires, que veían en el Paraguay un mal ejemplo para la Argentina, así como un obstáculo a la expansión comercial por el interior del Rio de la Plata, entre ellos, por ejemplo, estaban Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre.
Uno de los primeros paraguayo que se hizo eco del coro antilopista fue Luciano Recalde. No tardó en formarse un grupo de emigrados paraguayos radicados en Buenos Aires, que organizó, el 2 de agosto de 1858, la llamada Sociedad Libertadora del Paraguay, auspiciada por los liberales bonaerenses y antecesora de la tristemente célebre Legión. La agrupación la encabezaban Gregorio y Serapio Machain, Manuel Pedro de la Peña, Carlos Loizaga y el ya mencionado Luciano Recalde.
Nótese que Manuel Pedro de la Peña fue arrestado en 1827 por su oposición al régimen revolucionario del Dr. Francia. Paso su juventud en la cárcel. A la muerte del Supremo fue favorecido por la amnistía política dictada por el Consulado. En libertad, escribió su "Himno a la Libertad". Colaboro con el gobierno de Carlos Antonio López, en el cual desempeño importantes puestos diplomáticos, como señalaremos más adelante. Sin embargo, defraudado por los obstáculos interpuestos a los planes liberales, se opuso también al presidente López, y se refugió en Buenos Aires. En esta ciudad contribuyo a la propaganda antilopista, cuando acuso a Carlos Antonio y a su hijo de ser continuadores del régimen de Francia (vilabou 123).
Las pretensiones "libertadoras" de estos individuos se plasmaron en el programa de la organización, en el que se decía: el principal fin de esta sociedad, según sus estatutos, es liberar aquella tan fértil como desgraciada parte del Globo, comunicarle el espíritu civilizado de nuestro siglo, establecer en ella, por medio de la propaganda y de todo cuanto recurso humano y decente este a su alcance, los principios de libertad, igualdad, derecho de propiedad y todos aquellos goces concedidos a los hombres por las leyes divinas y humanas, reconocidos y acatados hoy por el mundo civilizado, y de que ha estado privada por la arbitrariedad de sus mandatarios (E. Cardozo 142).Los verdaderos móviles de esa cruzada antilopista habían quedado al descubierto con la publicación del libro de Luciano Recalde titulado Monopolio del Paraguay, aparecido en Buenos Aires en 1857, y en el que se abogaba descarnadamente por la liquidación del patrimonio estatal y de las restricciones comerciales. El historiador paraguayo Julio Cesar Chávez anota al respecto: uno de los factores que provocaban mayor resistencia al régimen estaba constituido por el monopolio de la yerba y la madera. El Estado aparecía como el máximo privilegiado traficante.(172).
La actividad sediciosa de la Sociedad Libertadora no se limitó, por supuesto, a Buenos Aires y las provincias del Plata, sino que su influencia también se irradio al Paraguay. El 16 de febrero de 1859 las autoridades de Asunción descubrieron una conspiración que pretendía asesinar al presidente López. Entre los complotados se encontraba un súbdito ingles, lo que dio lugar a un conflicto de carácter internacional, pues los británicos se apoderaron durante unos días del vapor "Tacuarí" en el que viajaba el general Francisco Solano López, que finalmente se resolvió sin mayores trastornos.
CAPITULO 6:
BALANCE DE LA ÉPOCA DE LÓPEZ.
Sin lugar a dudas, podemos afirmar a manera de balance que el régimen de Carlos Antonio López contribuyo decisivamente al desarrollo de las fuerzas productivas. El Estado nacional se consolido y adquirió una estructura más firme, como fiel continuador de la política soberana y nacionalista del doctor Francia.
El predomino estatal sobre el comercio se mantuvo, así como el predominio gubernamental sobre las actividades productivas más importantes del país. Todo ello puede definirse como una modalidad precoz de capitalismo de estado, a decir de Guerra Vilaboy, todavía en fase de transición y adaptado como es lógico a las relaciones paraguayas del siglo XIX.
El Estado se convirtió en una formidable palanca impulsora del desarrollo económico nacional, en virtud de las posibilidades de acumulación de capital que permitía la vasta esfera económica gubernamental. Ello explica que, sin necesidad de obtener empréstitos extranjeros y al valerse de una balanza comercial anualmente favorable, que permitía obtener medios de producción con costos relativamente bajo, el país estuviera en posibilidad de crear una naciente infraestructura y de echar las bases de una industria propia, sin perder por ello el dominio de los principales recursos naturales, ni de ninguna de las fuentes internas de financiamiento.
Sobre esto, Efraín Cardozo apunta: de hecho, el Estado, tan identificado con la familia López, ejercía la dirección de la actividad económica del país. Por decreto de 1846 se había declarado libre el comercio, pero esa libertad era nominal, por el mismo decreto se estableció la propiedad del Estado sobre los yerbales y bosques de madera de construcción. Bastaba la menor insinuación del Gobierno para que las más ricas propiedades particulares pasasen al Fisco, a trueque de irrisorias indemnizaciones y las multas dejaban en la miseria a las familias de los emigrados. El Estado era el más importante estanciero y el principal exportador, lo que no permitió la formación de ninguna fortuna privada apreciable, aparte de las que reunieron los parientes de López.
Comparando con el gobierno de Francia, en el Estado de López, a pesar de tener en cuento los intereses de los comerciantes, estancieros y campesinos acomodados, no clase de terratenientes semifeudales no pudo levantar cabeza y los comerciantes exportadores nunca lograron introducir las inversiones extranjeras y los intereses británicos, como sucedía en los demás países de América Latina.
Esos sectores sociales tampoco lograron liquidar el peso abrumadoramente mayoritario del Estado en economía. Más bien la presencia del capital privado y el crecimiento relativo de la naciente burguesía nacional, se hizo sentir alrededor de las actividades mercantiles, productivas y empresariales de la familia presidencial, en intima vinculación con el aparato gubernamental.
Evidentemente junto a la familia López se fue conformando una nueva oligarquía de características burguesas, vinculada en forma muy estrecha a la actividad estatal. En ese restringido círculo de poder figuraba, además de la familia presidencial, la alta jerarquía eclesiástica y los militares de elevada graduación, junto a algunos destacados negociantes.
El creciente aburguesamiento de la clase dominante y las limitaciones introducidas al régimen democrático, estaban en cierta forma determinados históricamente y no pueden opacar el hecho concreto de que la función primordial del Estado paraguayo siguió consistiendo en colocar a la nación en condiciones de preservar su independencia y a la vanguardia entre los países latinoamericanos, creando las premisas necesarias para un desarrollo propio del capitalismo.
Juan Natalicio González opina: Carlos Antonio López trabajó, infatigablemente, con sabiduría y fértil genio realizador, a consolidar esa libertad y a crear ese poderío. Cuando le sorprendió la muerte, el Paraguay era un vasto taller, donde florecían las artes y las industrias, se movilizaban todas las riquezas potenciales a beneficio exclusivo del pueblo y donde la cultura se expandía en forma realmente explosiva.
Convertido en potencia de primer orden, acaso la mejor organizada y poderosa de la América antes española, sus barcos, al tope la bandera nacional, surcaban los mares y visitaban regularmente los principales puertos europeos, conduciendo en sus bodegas los múltiples productos del suelo paraguayo.
Proseguía el autor: El Paraguay consagra en sus bases constitucionales las viejas aspiraciones del pueblo; se tornan funciones predominantes del Estado, el comercio exterior, la organización de los medios de transporte y la explotación de las riquezas básicas del país. El Estado tiene sus almacenes, que le permiten regular el precio de las mercadería, tiene sus estancias, que proporcionan carne y remonta al ejercito y bestias de labor al agricultor pobre; tiene, en fin, su marina mercante, sus ferrocarriles, sus explotaciones mineras, sus empresas industriales.
No coarta la formación de fortunas individuales, sino su hipertrofia, es decir, la aparición de una plutocracia prepotente que amenace o extinga las libertades del pueblo. Simultáneamente se ocupa de evitar la pauperización de las clases inferiores; si la acumulación de la fortuna individual encuentra un límite, también la pobreza tiene un linde del que no puede descender. Periódicamente llega hasta las clases desheredadas el eficaz amparo estadual, en la forma de distribución gratuita de los medios de producción.
PARTE DOS:
CUESTIÓN DIPLOMÁTICAS DEL GOBIERNO DE LÓPEZ.
CAPITULO 1: RELACIONES CON EL IMPERIO DEL BRASIL.
El presidente López ansiaba entrañablemente lograr el reconocimiento de nuestra independencia por parte de los países vecinos y demás potencias del mundo. Estas aspiraciones fueron fuertemente respaldadas por la diplomacia brasileña, que entre otros factores entreveía en ellas la oportunidad propicia para predisponer al gobierno paraguayo en contra del de la Confederación, evitando así la reconstrucción de un Estado de proporciones similares al extinto virreinato del Río de la Plata, política esta iniciada por Portugal y proseguida con éxito por los estadistas del Imperio.
A ella respondió la misión de Antonio Manuel Correa da Cámara ante el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, la que por sí sola significaba un reconocimiento de facto de la independencia del Paraguay. Correa da Cámara fue el único representante diplomático que tuvo el privilegio de ser recibido por el Dr. Francia, en 1825, y fue posteriormente despedido de Itapúa, en 1829. Desde entonces quedaron interrumpidas las relaciones oficiales del Paraguay con el Brasil. Desaparecido el Supremo Dictador, las fronteras del Paraguay quedaron abiertas al amigable juego de las relaciones internacionales. Los países vecinos mostraron nuevamente su interés por mantener contacto con Asunción, no siendo la excepción El Imperio del Brasil, quien buscó restablecer las interrumpidas relaciones.
Por su parte, el gobierno de los Cónsules López y Alonso, buscó también establecer relaciones con los Estados vecinos, como consecuencia de la ratificación de la independencia por el congreso de 1842. Con ese objeto, Andrés Gill fue comisionado a Buenos Aires y, entre otras comunicaciones, era portador de la dirigida «Al Excmo. Señor Ministro Secretario de relaciones extranjeras de S. M. el señor Don Pedro Segundo Emperador constitucional del Imperio del Brasil en la corte del Río Janeyro», fechada, el 28 de diciembre de 1842. La cual ponía al corriente del Pedro II la Declaración de Independencia realizada meses atrás, a fin de que se preste este a reconocerla.
A fin de dar respuesta, el gobierno brasileño envió a José Antonio Pimenta Bueno, quien, además de reconocer la independencia paraguaya el 14 de septiembre de 1844, firmó con López un tratado de "Alianza, Comercio, Navegación, Extradición Y Límites", el 7 de octubre. El contenido de este tratado era sumamente favorable a los intereses paraguayos, por ejemplo: Artículo 2º: Su Majestad el Emperador del Brasil, que tiene ya reconocida la independencia y soberanía de la República del Paraguay, interpondrá sus efectivos y buenos oficios para que las demás potencias reconozcan igualmente y cuanto antes la misma soberanía e independencia de la República. (…) Artículo 3º: En caso de que la República del Paraguay sea amenazada de un ataque hostil, Su Majestad el Emperador del Brasil empleará todos los esfuerzos no solo para prevenir las hostilidades sino también para que la República obtenga justa y completa satisfacción de las ofensas recibidas. (…) Artículo 12º: quedaba garantida para las dos potencias y sus súbditos la navegación de los ríos Paraná y Paraguay en toda la extensión de los Estados y dominios. (…) Artículo 23º: las partes contratantes se comprometían a trabajar de común acuerdo a fin de afirmar para sus súbditos la libertad de navegación del río Paraná hasta el Río de la Plata.
Con el objetivo de seducir al presidente paraguayo, y deseoso de consolidar un Estado tapón que evitara una posible reedición del Virreinato del Río de la Plata por parte de Rosas, el gobierno brasileño movió todos los resortes de su diplomacia para que otros países reconocieran la independencia paraguaya. Por ejemplo, en un memorial que escribió en Berlín el 27 de enero de 1846, el vizconde de Abrantes, representante diplomático brasileño, defendía enfáticamente la decisión de su gobierno de reconocer la independencia paraguaya: "Por lo que toca al Brasil, si la independencia del Estado de Montevideo, establecida por la Convención del 27 de Agosto de 1828, fue una condición o garantía necesaria para el equilibrio entre el Brasil y la Confederación Argentina; también la independencia de la República del Paraguay es evidentemente necesaria para complementar dicho equilibrio. La anexión del Paraguay á la Confederación daría a ésta, además del orgullo de conquistadora, un aumento del territorio y de fuerzas tales que aquel equilibrio dejaría de existir, y todos los sacrificios hechos por el Brasil, cuando se adhirió á la independencia de Montevideo, quedarían enteramente estériles."
Respondieron a la convocatoria brasileña en pro del reconocimiento paraguayo Bolivia, Venezuela y Austria; por su parte, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Cerdeña se negaron a hacerlo, y recién mandaron sus diplomáticos al Paraguay cuando el general Urquiza pasó a ser presidente de la Confederación Argentina y finiquitó el conflicto pendiente con el Brasil.
Citemos también que el reconocimiento de la independencia realizado por Brasil generó la desaprobación y protesta de Rosas. Numerosos entrecruzamientos diplomáticos se produjeron entre la Corte de San Cristóbal y Buenos Aires pero sin ningún resultado diferente. El imperio estaba decidido a mantener su postura hacia Paraguay.
El 19 de noviembre de 1846, Juan Andrés Gelly llegó a Río de Janeiro, como encargado de negocios del Paraguay ante la Corte de San Cristóbal, siendo cordialmente recibido y reconocido en tal carácter. Al año siguiente, el enviado paraguayo planteó a gobierno de Brasil renovar el tratado de octubre de 1844, pero el Imperio se negó a dicha proposición.
La situación cambio años después, lo cual derivo en que el gobierno paraguayo finalmente firmó con Brasil un tratado de alianza defensiva contra el jefe de la Confederación el 25 de diciembre de 1850.
Entre los múltiples relacionamientos que se dio con el país vecino podemos citar las sugerencias de Pimenta Bueno al gobierno de Asunción que derivaron en la edición del periódico El Paraguayo Independiente, con el expreso fin de defender los derechos territoriales y la independencia del Paraguay. También, el Imperio de Brasil ayudó al presidente López a formar un ejército regular bajo la dirección de militares brasileños; a procurarle armas y municiones, y a levantar las fortificaciones de Humaitá. De esto se puede inferir que a todas luces el Imperio buscaba preparar a Paraguay para una guerra contra Rosas, ocasión que se presentó en diciembre de 1845.
CAPITULO 2:
COMIENZA LA CONFRONTACIÓN CON JUAN MANUEL DE ROSAS.
El «eje pasivo» que caracterizó a las relaciones entre el Paraguay y la Confederación Argentina durante el gobierno del Dr. Francia cambió después de la muerte del Supremo Dictador. Al asumir los cónsules, el sistema de aislamiento es abandonado y comienza la difícil tarea de romper la persistente convicción de que nuestro país aun pertenece a la Confederación Argentina, tesis sostenida por el Gobernador porteño Juan Manuel de Rosas.
A inicios de 1842, el ministro brasileño, Luis Moutinho de Lima Alvares e Silva, solicitaba autorización del gobierno argentino para que Antonio José Lisboa, nombrado encargado de negocios del Imperio en la capital paraguaya pudiera trasladarse en un buque de guerra a cumplir su cometido. Rosas se opuso no solamente a la navegación del barco en aguas de la Confederación sino que también a que el agente brasileño transitase por territorio argentino. En aquella ocasión, Felipe Arana, ministro de relaciones exteriores del dictador porteño, manifestó al plenipotenciario imperial, de parte del mismo Rosas, que accediendo éste a la partida de un representante extranjero hacia Asunción, «reconocería ipso facto la independencia del Paraguay». Arana agregó confidencialmente que "las vistas del Dictador eran incorporar a la Confederación Argentina la Provincia del Paraguay, que de derecho formaba parte de dicha Confederación, no estando, hasta aquí, separada de ella sino de facto". En abril de ese año, partía de Rio de janeiro Jorge Roberto Gordon, agregado a la legación británica en la Corte de San Cristóbal, con destino a Buenos Aires, de donde debía trasladarse al Paraguay, en misión especial del gobierno inglés, pero encontró la misma oposición de Rosa, obligándole a tomar la vía terrestre.
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