En Asunción Gordon accedió a dejar constancia escrita de los motivos por los que Rosas le había denegado el paso. El ingles comunicó que: "El Gobernador de Buenos Aires habrá determinado a negar al infrascripto permiso para dirigirse por el Paraná al Paraguay, porque al Ministro Brazilero se había negado igual suplica, y que el conceder al Ministro Británico lo que había sido negado a ese le daría justa causa de queja" (…) "Que, si el infrascripto recibiese la licencia en cuestión, cualquier otro Gobierno tendría derecho al mismo favor" (…) "Que existia en este Pais un partido que queria formar una Provincia y parte de la Confederación Argentina" (…) "Que el Gobierno de Buenos Aires no había reconocido este País como Estado independiente, y que por tanto no permitiría Agentes Públicos o Particulares a pasar por el territorio de la Confederación para visitarlo. Al mismo tiempo desconocióse todo designio, de parte del Gobierno de Buenos Aires, de obligar al Paraguay, por las armas, a unirse a la Confederación pero que, con todo, no se permitiría Agentes Extranjeros a pasar para ella; (se tenga el poder de impedirles) mientras que el Paraguay no se habrá pronunciado por entero en favor de un cualquier modo de Gobierno, sea en la forma de un Estado independiente, sea como una Provincia, haciendo parte integrante de la Confederación".
La respuesta de Gordon mereció el agradecimiento del gobierno paraguayo. La información del agente inglés era un testimonio fehaciente de las intenciones de Rosas. Si bien los alegatos de Rosas eran infundados y falaces, puesto que no había un partido porteñista en Asunción o intensión alguna de incorporarse a la Confederación, era cierto que hasta esa fecha no existía una evidencia documental de la proclamación solemne de la Independencia Nacional ni juramento de estilo.
La solución vino en el Congreso Extraordinario de 1842, el cual aprobó la solemne declaración que reza: "Primero. La República del Paraguay en el de la Plata es para siempre de hecho y derecho una nación libre e independiente de todo poder extraño. (…) Tercero. En lo sucesivo el Gobierno que fuese nombrado para presidir los destinos de la nación, será juramentado en presencia del Congreso, de defender y conservar la integridad e independencia del territorio de la República, sin cuyo requisito no tomará posesión del mando. Exceptúase el actual Gobierno por haberlo ya prestado en la acta misma de su inauguración. – Cuarto. Los empleados militares, civiles y eclesiásticos serán juramentados al tenor de esta acta luego de su publicación. – Quinto. Ningún ciudadano podrá en adelante obtener empleo alguno sin prestar primero el juramento prevenido en el artículo anterior. – Sexto. El Supremo Gobierno comunicará oficialmente esta solemne declaración a los Gobiernos circunvecinos, y al de la confederación argentina, dando cuenta al soberano Congreso de su resultado (…)".
El gobierno consular, para dar cumplimiento a lo dispuesto por el Congreso extraordinario, designó a Andrés Gill como agente especial para presentar a Rosas las resoluciones de la Asamblea de 1842, y solicitarle el reconocimiento de nuestra independencia y pabellón nacional en la forma usual de las naciones. Además debía cumplir lo que verbalmente se le había encomendado: establecer contacto con los representantes del Brasil, Bolivia, Chile y Estados Unidos de América para manifestarles los deseos del Paraguay de entablar relaciones con sus respectivos países. Para el gobierno de cada uno de los tres llevó también la comunicación relativa a la declaración del 25 de noviembre con el pedido del reconocimiento de la independencia. Igual cometido debía cumplir con el ministro francés y el nuncio apostólico de Su Santidad el Papa.
Días antes de su partida le fue entregada la respuesta de Rosas a la comunicación del 28 de diciembre de 1842. El documento, que protocolizó la política de Rosas con relación a la República, encerraba tres declaraciones principales: 1º El gobierno encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina no daba su aquiescencia a los deseos del Paraguay que su independencia fuese reconocida por la aludida Confederación. 2º El envío de un agente, cuando permitiesen las circunstancias, encargado de transmitir a los Cónsules los gravísimos inconvenientes que ofrecía la independencia paraguaya. 3º «Jamás las armas del confederación argentina turbarán la paz y tranquilidad del pueblo paraguayo». Fundamentales eran la primera y la última. Por primera vez Rosas las exponía en una comunicación oficial, empleando un lenguaje diplomático cortés, pero con claridad, como para no dudarse de sus intenciones. Su política no varió con el tiempo. Durante su prolongado predominio no reconoció la independencia del Paraguay y el ejército argentino no molestó a la República. En cuanto al envío del agente, ya prometido a Ponte Ribeiro, para convencer a los paraguayos de lo que más les convenía, no cumplió su ofrecimiento. El comisionado nunca apareció.
A la misión Gill sucedió la de Manuel Peña, que fue portador de la nota contestación de la del 26 de abril y de otra relacionada con la adquisición de armas. Los Cónsules respondieron a Rosas el 30 de agosto de 1843, en términos precisos y categóricos, por los cuales el Paraguay ratificaba su decisión de conservar su independencia. "El Gobierno que subscribe, decían López y Alonso, tomó luego en conocimiento la nota de V.E. del 26 de abril del presente año y le ha sido grandemente sensible el observar un resultado que no se esperaba, y que pone en contorción los principios republicanos y la filantropía del gran pueblo argentino", a cuya liberalidad y patriotismo debió su independencia la Banda Oriental, conforme con la voluntad libre y espontánea de los orientales. En el mismo sentido se condujo el gobierno argentino al reconocer la formación de Bolivia. Igual acto de justicia esperaba de él, la república del Paraguay, cuya independencia proclamada y sancionada por el congreso general de octubre de 1813, fue reconocida por gobiernos argentinos anteriores.
Agregaban los cónsules: "El soberano congreso general de esta República celebrado en 25 de noviembre próximo pasado, no hizo más que ratificar solemnemente, lo que aquella corporación del año trece había declarado y puso además en expediente formal su declaratoria para exigir el debido reconocimiento de nuestra independencia, y abrir su comercio franco con la confederación argentina y con las naciones amigas, que pudieron hacerlo bajo bases concernientes (…) La República del Paraguay guiada de la experiencia ha venido a confirmar lo que mejor le conviene a su futura suerte. Conoce lo que ella vale, de nadie es émula, ni rival. Ella sola se basta para cuanto quería. Ha mostrado en largo tiempo su moderación y justicia, y será libre e independiente, porque quiere serlo".
No obstante el énfasis y la energía de los párrafos precedentes, el gobierno paraguayo deseaba conservar sus amigables relaciones con el argentino. Un rompimiento con Buenos Aires debía repercutir necesariamente sobre el comercio de ambos países, cuyo trastorno o entorpecimiento sería de consecuencias perjudiciales para el Paraguay. De ahí que los Cónsules terminaban con las siguientes palabras de prudencia y moderación; "Y mientras pueda arribarse a una resolución razonada más halagante a los designios nacionales de nuestra República, espera el superior Gobierno que por parte del Exmo. Gobierno de Buenos Aires no se opondrá obstáculo alguno al comercio de ambas Repúblicas, ni a sus relaciones amigables, ni al progreso de sus simpatías".
El 14 de marzo de 1844 Carlos Antonio López fue elegido presidente de la República del Paraguay. Rosas aprovechó el cambio de gobierno para enviar una nota a López diciendo que se mantenía en su negativa en cuanto al reconocimiento de la independencia, pero que conservaría la mejor amistad con el gobierno paraguayo y que no pondría dificultad al tráfico comercial con este país.
Posteriormente pues comenzó a implementar una diferencia de la actitud en el trato entre el régimen paraguayo y el correntino, comportándose con abierta hostilidad hacia este ultimo. Informado el dictador acerca del comercio entre correntinos y elementos unitarios (rebeldes), impuso un bloqueo absoluto sobre la rebelde provincia del Litoral, exceptuando expresamente a los paraguayos de esta medida.
Tal como lo esperaba Rosas, este tratamiento diferencial colocó al gobierno correntino en contra del paraguayo, y en octubre de 1844 el primero decretó que todo barco que comerciara con Buenos Aires era objeto legítimo de guerra y podía ser detenido por tiempo y sobre bases indeterminadas, una medida que obviamente dañaba la navegación paraguaya. López contraatacó rápidamente, tomando posesión de todos los navíos correntinos presentes en aguas paraguayas. Momentáneamente Rosas, fiel cultor de la máxima de "divide y vencerás", había triunfado en su propósito de poner a ambos Estados del Alto Plata uno contra el otro.
CAPITULO 3:
SE AGRAVA LA PROBLEMÁTICA CON BUENOS AIRES.
Pero contra los deseos de Rosas, esta situación de divorcio entre Corrientes y Paraguay se interrumpió casi de inmediato por la mediación del Imperio del Brasil, El objetivo brasileño era conformar una gran alianza antirrosista, y en virtud a este objetivo, además de mediar en la solución del conflicto, Más aún, el 2 de diciembre de 1844 ayudaron a soldar un acuerdo de navegación y comercio entre Carlos Antonio López y el gobernador de Corrientes, Joaquín Madariaga, que explicitaba los derechos de visita por parte de los barcos mercantes de ambas jurisdicciones e implícitamente unía a los dos gobiernos en una alianza antiporteña, estipulando una normativa sobre el apresamiento de embarcaciones enemigas.
La respuesta del jefe de la Confederación Argentina a lo que consideraba una afrenta correntino-paraguaya fue contundente: el 8 de enero de 1845 Rosas dispuso la prohibición del comercio con Corrientes y Paraguay a todo buque situado en Buenos Aires u otro puerto de la Confederación. Asimismo, el decreto prohibía el ingreso de buques paraguayos o correntinos a dichos puertos. El caudillo Oribe, aliado de Rosas en Uruguay, expidió un decreto semejante, prohibiendo el comercio del Paraguay por el río Uruguay. No obstante, estos decretos no amedrentaron al presidente López, quien el 11 de noviembre de ese mismo año selló una alianza ofensiva y defensiva con el gobierno de Corrientes en contra de Rosas y sus aliados. Los tratados firmados en esta ocasión expresaron el deseo común de los Estados del Alto Plata por la libre navegación en los ríos.
También establecieron los objetivos políticos de los dos gobiernos, explicitando el reconocimiento de la independencia paraguaya y, para Corrientes, el "completo cumplimiento de los derechos individuales y políticos de las provincias del Plata como estados independientes aún unidos en una federación". Se designaba además al general José María Paz director de las fuerzas fluviales y terrestres.
Finalmente, el 4 de diciembre de 1845 Paraguay lanzó un manifiesto declarando la guerra a Rosas por negarse a reconocer la independencia paraguaya y haber prohibido el comercio fluvial. A su vez, el 19 de dicho mes se canjearon en la provincia de Corrientes las ratificaciones del tratado de alianza correntino- paraguayo. Como consecuencia de la declaración de guerra del Paraguay, un ejército de este país de 4.000 hombres, comandado por el general Francisco Solano López, pasó en 1846 a Corrientes a ponerse bajo las órdenes del general Paz.
El acuerdo entre Paraguay y Corrientes era convincente en el papel, pero difícil de concretar por las continuas discusiones entre José María Paz y Joaquín Madariaga sobre la conducción de la campaña contra Buenos Aires. El exasperante deseo de protagonismo provocó que ninguno de ellos recurriera a las fuerzas expedicionarias paraguayas establecidas en Corrientes como un aliado contra el avance rosista. Cada caudillo antirrosista quiso jugar su propia guerra contra Rosas, y por eso terminaron perdiendo. El resultado fue un desastre completo. En febrero de 1846 las tropas rosistas al mando de Urquiza derrotaron a las fuerzas correntinas en la batalla de Laguna Limpia.
Este suceso inesperado provocó la posibilidad de que Rosas ordenara la invasión del Paraguay, pero el representante norteamericano en Buenos Aires William Brent obtuvo de Rosas, el 26 de febrero de 1846, que esta acción no se llevara adelante. Por otro lado, al día siguiente de la declaración de guerra a Rosas, el presidente
López había aceptado, a instancias del enviado norteamericano Edward Hopkins, la mediación norteamericana en el conflicto. Las bases entregadas por López incluían el previo reconocimiento de la independencia por parte de Rosas, el ajuste con la garantía norteamericana de un tratado de navegación y comercio, conservándose la libre navegación del Paraná, y atender las exigencias de Corrientes. A su vez, las condiciones comunicadas por Arana a Brent en Buenos Aires, el 27 de febrero, reconocían a Paraguay su integridad territorial, autonomía en los asuntos internos y la libre navegación de los ríos, pero sobre la base de igualdad con todos los demás miembros de la Confederación Argentina, por lo cual era imposible el acuerdo entre este proyecto y el de López. El 9 de marzo de 1846 Rosas dirigía una nota a su ministro en Brasil Guido para que comunicara a su colega norteamericano Henry Wise que no era posible aceptar la propuesta paraguaya por los siguientes motivos:
"Que el gobierno de la Confederación no puede dar ese paso porque ello importaría favorecer la segregación de Corrientes y desmembrar el territorio nacional" (…) "Que la Confederación Argentina es la única dueña del Río Paraná, por la misma razón que los Estados Unidos se han hecho los únicos dueños del Mississipi y del Misouri, y el Brasil del Amazonas." (…) "Que el gobierno argentino ha mandado al general Urquiza que no ataque ni invada el territorio paraguayo en ningún caso ni tiempo, sino que solamente trate como enemigos salvajes unitarios a los paraguayos o tropas paraguayas que avanzasen hostilmente sobre el territorio de Corrientes." (…) "Y que nunca hará uso de las armas en contra del Paraguay".
No obstante el fracaso de la mediación norteamericana, López decidió el retiro de sus fuerzas de Corrientes, poniendo fin a este conato de guerra contra el gobierno de Rosas.
El nuevo gobernador correntino Benjamín Virasoro, hombre de confianza de Urquiza, gobernador de la provincia de Entre Ríos, permitió el comercio entre su provincia y el Paraguay. A pesar de estas medidas adoptadas por Virasoro, Rosas prefirió no complicar la ya delicada situación política correntina y el 7 de febrero de 1848 autorizó que "hasta nueva resolución sean abiertos los puertos de la Confederación a las procedencias del Paraguay".
A pesar de esta decisión de Rosas, las relaciones entre el Paraguay y la Confederación rosista continuaron complicándose por la desconfianza que el gobierno de Asunción guardaba respecto de los futuros planes de Urquiza y los derechos que el primero reclamaba sobre territorios de las antiguas misiones jesuíticas. Estos hechos y otros más que eran todos sumamente favorables a Rosas, hicieron que el presidente López decidiera asegurar la soberanía paraguaya en las Misiones despachando hacia el sur una columna de 1000 hombres de infantería, 600 de caballería y una unidad de artillería que avanzó sobre el área disputada en junio de 1849. El propósito de la expedición era restablecer las líneas del comercio entre Itapúa (llamada Encarnación luego de 1846) y Sao Borja, y sobre todo proteger un importante cargamento de armas y municiones enviado desde Rio Grande a Paraguay.
Ante la posibilidad de una reacción bélica de la Confederación y sabiendo que Brasil no deseaba renovar el tratado de alianza, López buscó un avenimiento con Rosas. Para ello ordenó a su ministro Benito Varela dirigir a su colega argentino la nota de 16 de octubre de 1849, proponiendo lo siguiente:
1) Renovar el tratado del 12 de octubre de 1811.
2) Establecer un principio estable para la navegación de los ríos.
3) Para solucionar la cuestión de límites, esperar la reunión del Congreso General de la Confederación Argentina.
4) Diferir el reconocimiento de la independencia del Paraguay hasta la reunión de dicho Congreso General.
5) Pactar un tratado de alianza defensiva para ayudarse recíprocamente contra cualquier enemigo que atacase a uno u otro país.
Pero Rosas ya negociaba en esa época la cesación de hostilidades con ingleses y franceses. Por lo tanto, en cuanto tuvo la certeza de que estos asuntos estaban por alcanzar una solución, Rosas no solamente no contestó a Paraguay sino que preparó a la opinión pública porteña para recibir el 19 de marzo de 1850 el siguiente decreto de la Legislatura: "Queda autorizado el Excmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia Brigadier don Juan Manuel de Rosas para disponer sin limitación alguna de todos los fondos, renta y recursos de todo género de la Provincia hasta tanto se haga efectiva la reincorporación de la Provincia del Paraguay a la Confederación Argentina". Este decreto fue la respuesta a la nota de López, y como las fuerzas de éste permanecían en las Misiones, Rosas ordenó a las propias el avance hasta la provincia de Corrientes.
Negociados los tratados de paz con Inglaterra y Francia, Rosas rompió relaciones con el gobierno brasileño en septiembre de 1850, debido a las incursiones depredadoras del barón de Jacuhy en territorio oriental, y ordenó el retiro de su ministro Guido de la corte de Río de Janeiro. El Imperio del Brasil buscó entonces celebrar alianzas con los países vecinos. La intransigencia de Rosas fue seguramente una de las razones más poderosas por las que el gobierno paraguayo finalmente firmó con Brasil un tratado de alianza defensiva contra el jefe de la Confederación el 25 de diciembre de 1850.
CAPITULO 4:
CAÍDA DE ROSAS Y RECONOCIMIENTO DE NUESTRA INDEPENDENCIA.
Las negociaciones realizadas por Rosas con las potencias europeas resultaron desfavorables para Urquiza, quien tomó la decisión de iniciar la ya madurada empresa de derrocar a Rosas. Lo cual ocurrió 1º de mayo de 1851, fecha en que Urquiza se pronunció en franca rebeldía contra el dictador, y fue apoyado por el gobernador de Corrientes Visororo. El 29 de mayo de 1851 se formalizó en la ciudad de Montevideo una alianza entre el Imperio del Brasil, el gobierno de Montevideo y el gobierno de la provincia de Entre Ríos. Por el artículo 1º de este acuerdo, las partes firmantes se comprometían a acabar con la guerra civil en el territorio oriental, uniéndose en alianza ofensiva y defensiva para el fin de mantener la independencia y pacificar el territorio de la misma República (Oriental del Uruguay), haciendo salir del territorio de ésta al general don Manuel Oribe y las fuerzas argentinas que manda, y cooperando para que, restituidas las cosas a su estado normal, se proceda a la elección libre del presidente de la República, según la constitución del Estado Oriental.
Otras disposiciones del tratado tripartito eran la libre navegación del río Paraná y los demás afluentes del Plata y la invitación a Paraguay a entrar en la alianza gestada contra Rosas.
La invitación a Paraguay como miembro de la alianza antirrosista estaba explicitada en el artículo 23º del tratado: El gobierno de Paraguay será invitado a entrar en la alianza, enviándole un ejemplar del presente convenio; y si así lo hiciere, conviniendo en las disposiciones aquí insertas, tomará la parte que le corresponda en la cooperación, a fin de que pueda gozar también de las ventajas mutuamente concedidas a los gobiernos aliados.
Una vez derrocado Rosas y ascendido Urquiza al poder, decidió este enviar a Santiago Derqui al Paraguay. El reconocimiento de la independencia fue declarado en ceremonia solemne el 17 de julio de 1852. No obstante, El tratado de límites firmado por Derqui iba a ser muy mal recibido por la opinión pública de Paraná, lo cual derivó que, en septiembre de 1855, el Congreso de Paraná rechazo los acuerdos con Paraguay firmados por Derqui y recomendó que se iniciaran nuevas negociaciones con ese país.
El rechazo de los tratados firmados por Derqui por el Congreso de la Confederación fue percibido por el presidente paraguayo Carlos Antonio López como un agravio. No obstante, era necesario para Urquiza mantener la neutralidad de Paraguay, por lo que el 13 de octubre de 1855 designó a Tomás Guido como enviado ante el gobierno paraguayo.
Las negociaciones no fueron buenas y el resultado fue postergar la cuestión de límites y limitarse a firmar un tratado de amistad, comercio y navegación el 29 de julio de 1856.
Estos hechos acontecieron en los últimos años del gobierno de Carlos Antonio López, y constituyen el fin de una empresa tan duramente sobrellevada, al cual consistía en el reconocimiento de nuestra independencia por parte del estado argentino.
CONCLUSIONES DEL TEMA
En esta parte del trabajo, quisiéramos agregar todas aquellas conclusiones, opiniones y críticas que, por razones didácticas no hemos incluido en las paginas del contenido de la presente obra.
Primeramente, es de recalcar que los progresos materiales alcanzados en todos los órdenes, bajo la dirección de los técnicos europeos contratados en época de López hicieron del Paraguay una unidad económica autónoma y pujante que en poco tiempo se colocó entre los primeros países sudamericanos. Abandonando el intento de implantación de capital extranjero luego del fracaso de la Compañía Hopkins, el Paraguay fue la única nación del continente donde encontró barreras infranqueables la expansión del imperialismo europeo, y acostumbrado a prolongados aislamientos desarrolló un género de economía peculiar que dependía muy poco de la economía internacional.
No obstante, es necesario reconocer que la política exterior independiente del Paraguay y las potencialidades productivas de un país que durante décadas había resistido exitosamente a las pretensiones hegemónicas de sus ambiciosos vecinos, así como las presiones de las principales potencias capitalistas para penetrar su economía y dominar sus mercados, tenía que provocar, más tarde o más temprano, la oposición concertada de todas estas fuerzas. Era el preludio de la tormenta que se iba gestando en el horizonte y que trágicamente termino en la Guerra de la Triple Alianza.
Pero esta oposición, como bien señalamos en la parte uno de este trabajo, no solo era externa, sino que también se daba dentro del país. A finales de la década del cincuenta, y paralelamente con el creciente hostigamiento de fuerzas extranjeras, se fue haciendo palpable la aparición de los primeros síntomas internos de oposición al régimen de Carlos Antonio López. La misma causa, el desarrollo de la política nacionalista en el Paraguay, iba provocando distintos efectos en su contra y poniendo en acción el engranaje hostil de la maquinaria desestabilizadora que artificialmente creaban las grandes potencias industriales. Es decir, existía una conjugación de factores internos y externos.
Los antiguos círculos privilegiados del Paraguay habían cifrado todas sus esperanzas en que el Gobierno de López llevara hasta sus últimas consecuencias el proceso de liberación, sobre todo en lo referido a lo que modernamente se denomina el área estatal de la economía. La reiterada negativa del Jefe de Estado a abandonar su política nacionalista, que limitaba el acceso al enorme patrimonio estatal e impedía lucrar con la comercialización de la yerba mate y la riqueza forestal, hizo renacer el descontento en un sector de los propietarios, los cuales hicieron aflorar las criticas que antes hacían a Francia, solo que ahora contra Lopez..
Sin embargo, es necesario dar tiempo a ver las dos caras de la moneda, ya que no todo los que se publicaba en Buenos Aires era para denigrar al Gobierno paraguayo, hubo periodistas y escritores que salieron de forma resuelta en defensa del Paraguay. Entre ellos merecen citarse a Juan J. Brizuela, Nicolás Calvo y más tarde a Juan Bautista Alberdi.
Para terminar este punto: El gobierno no abandonó los resortes fundamentales de la economía nacional, y como en el pasado, tampoco dio entrada al capitalismo extranjero, arrojando, en suma, para su época, un balance positivo.
También quisiéramos detenernos nuevamente sobre el caso del Water Wich. Es evidente que los norteamericanos confundían ex profeso la libre navegación por los ríos, con el derecho a desconocer la soberanía paraguaya sobre su propio litoral. Igualmente recordemos que, atrás de los intereses estatales del país norteamericano, existían fuertes intereses personales, tanto de Hopkins como de Buchanan, e ideológicos, los cuales creo que se dejó en claro cuáles eran.
Otro topo digno de mencionar nuevamente, y consideramos que no dimos la devida importancia al mismo al escribir el presente trabajo, es el del Paraguayo Independiente. Su fundación y existencia están estrechamente vinculadas a la gloria de Carlos Antonio López. No sólo fue su creador, sino el inspirador de su prédica y su redactor principal. En cada uno de sus números dejó impresos la reciedumbre de su carácter, la elevación de sus aspiraciones, la clara visión de su talento y el fuego de su patriotismo. Juan Andrés Gelly, uno de los paraguayos más eminentes de aquel tiempo, también dejó en sus páginas los rasgos de su vasta ilustración. Si grande es la figura de Carlos Antonio López como hombre de acción y paladín de la independencia nacional, grande es también como propulsor y animador de nuestra cultura. En este sentido, El Paraguayo Independiente, es la sólida columna en que descansa su imperecedera memoria.
Con El Paraguayo Independiente nuestro pueblo aprendió que no sólo se defiende a la patria con la acción de las armas sino que también se la defiende con las virtudes de la inteligencia.
Entrando en la parte diplomática, en la cual se habrá notado nos explayamos mas, por contrapartida tenernos menos cosas que acotar en estas conclusiones que ya no se hayan incluido anteriormente. Con respecto al tratado de Pimienta Bueno del 7 octubre de 1844, este no tenía ningún objeto para el Paraguay, ya que nuestro nunca había sido hostilizado militarmente por Rosas, quien no le había cerrado sus puertos sino cuando López se había aliado a los unitarios y firmado convenciones diplomáticas con la provincia de Corrientes. En cambio, el acuerdo le convenía al Brasil porque hacía de Paraguay un aliado para una eventual guerra contra Rosas. Además, el emperador no ratificó el tratado, prueba evidente de que aquél no abrigaba el propósito de cumplir las cláusulas estipuladas en el mismo, sino que sólo procuraba poner a López del lado del Imperio y en contra de Rosas.
En cuanto a la relación con la Confederación, destacamos la actuación de Andrés Gill. El Paraguay por primera vez se presentaba a la consideración del mundo y lo hacía por intermedio de esa persona, a quien de esta suerte, le cupo el honroso cometido de iniciar la diplomacia paraguaya. Y para terminar, queremos resaltar que en las redacciones que pudimos observar de los escritos de Rosas a los gobernantes paraguayos se notaba una fina y sutil habilidad en él a utilización de las palabras, puesto que no se refería a la República de Paraguay pero si al Pueblo Paraguayo y a su Excelentísimo Gobierno. Era de doble filo porque ni admitía ni negaba la independencia de la República. El mismo rotulo llevaban las comunicaciones dirigidas a los Gobiernos de las provincias.
CONCLUSIÓN DEL TRABAJO
Llegando al final, nos sentimos satisfechos con la tarea realizada, la cual es fruto de largas horas de estudio e investigación.
Reconocemos nuestros errores y sentimos que no dispongamos de una extensa bibliografía, la cual sin duda hubiera suministrado mayores datos y derramado mayor luz sobre cuestiones que necesitaban de documentación para plasmar la realidad histórica, es decir, la reconstrucción del pasado en que subsiste la conciencia de la continuidad de ese pasado en el presente.
Por otro lado, agradecemos la iniciativas de los profesores de la cátedra que gracias a trabajos como estos nos permiten descubrir aspectos de nuestra historia que de otra forma quizá nunca accedamos, por puro interés, a investigar.
También damos gracias a quienes nos facilitaron los libros y ayudaron a armar el contenido de la obra.
Sin más que agregar, damos por concluido este trabajo, honrados en haber indagado en los anales de la historia patria en este año especial del bicentenario, y esperando haber llenado las expectativas.
BIBLIOGRAFÍA.
Libros.
v Báez, Cecilio. "Historia Diplomática del Paraguay". Asunción. 1932.
v Báez, Cecilio. "Resumen de la Historia del Paraguay". Asunción. 1910.
v Benítez, Luis G. "Manual de Historia del Paraguay". Asuncion. 2002.
v Cardozo, Efraín. "Paraguay Independiente".
v Chaves, Julio Cesar. "El Presidente López. Vida y gobierno de Don Carlos". Editorial Ayacucho. Buenos Aires. 1955.
v Delgado de Carvalho. "Historia Diplomática del Brasil". Sâo Paulo. 1959.
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Diccionarios.
v Garcia- Pelayo y Gros, y otros. "Diccionario Pequeño Larousse Ilustrado". Ediciones Larousse. Mexico DF. 1987.
v Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Microsoft Encarta- 2007.
ANEXO.
SEMBLANZA DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ
Carlos Antonio López Ynsfrán (Asunción, 4 de noviembre de 1790 – Ibídem, 10 de septiembre de 1862) fue una figura política paraguaya. Fue presidente de Paraguay entre 1844 y 1862.
López nació en el barrio Manorá, Asunción, el 4 de noviembre de 1790. Forzado por sus padres cursó sus estudios de filosofía y teología en el Real Seminario de San Carlos de dicha ciudad, pero luego abandonó dicha carrera para estudiar derecho. Tras doctorarse en jurisprudencia, fue catedrático de dicha institución. Por causa de las hostiles relaciones con su tío, y en aquella época, dictador, José Gaspar Rodríguez de Francia, fue forzado a mantenerse oculto por varios años. Adquirió, de todas formas, tan profundo conocimiento de ley y asuntos gubernamentales que, a la muerte de Francia en 1840, luego del breve gobierno de la junta provisoria que dirigió el país entre 1840 y 1841, fue elegido cónsul junto con el Teniente Mariano Roque Alonso, puesto en el que se desempeñó entre 1841 y 1844.
Promulgada la Ley de la Administración Política de 1844 (considerada como una Constitución por algunos), el 14 de marzo de ese año, reunido el Congreso, se dio por terminado el gobierno Consular y se decidió elegir un Presidente siendo elegido Don Carlos Antonio López primer Presidente Constitucional de la República por el período 1844-1854. Al término de dicho periodo, fue reelegido dos veces, una por tres (1854-1857) y otra por diez años (1857-1867), no pudiendo completarse esta tercera etapa de su presidencia por su fallecimiento, el 10 de septiembre de 1862. Aunque nominalmente era un presidente actuando bajo una constitución republicana, gobernó despóticamente. Su gobierno fue en general dirigido con sabia energía al desarrollo de los recursos materiales, dotó al país de una nueva constitución y un ejército moderno.
Entre los más importantes aportes de su gestión se pueden citar:
· El primer tramo del Ferrocarril Nacional.
· La creación de la Flota Nacional.
· Las fundiciones de Hierro de Ybycuí.
· El desarrollo del Arsenal.
· El incremento de la producción y el comercio. Se firmaron tratados comerciales con Francia, Estados Unidos y el Reino Unido.
· La creación de más de 300 escuelas, declarándose la enseñanza gratuita y obligatoria.
· La creación del Himno Nacional.
· La reforma de la agricultura.
· La concesión de la ciudadanía a los indígenas.
· La fundación del periódico El Paraguayo Independiente
· La reorganización completa de la Administración pública, con un mayor presupuesto.
· La instalación de imprentas.
· El resurgimiento de la vida social.
· El afianzamiento de las fronteras paraguayas, así como el reconocimiento de su independencia por parte de muchos países.
El celo que guardaba a los acercamientos extranjeros varias veces lo envolvieron en disputas diplomáticas con Brasil, Inglaterra, y Estados Unidos, que muchas veces lo llevaron al borde de la guerra, pero cada vez que esto sucedía se redimía por medio de audaces evasiones.
A su muerte, dejó el camino marcado para que su primogénito hijo Francisco Solano López (1826-1870), a quien anteriormente había confiado cargos de responsabilidad, lo sucediera en la presidencia del país.
JUAN MANUEL DE ROSAS
Juan Manuel de Rosas (1793-1877), político y militar argentino, gobernador de Buenos Aires (1829-1832; 1835-1852) y principal dirigente de la que habría de ser considerada, de hecho, Confederación Argentina (1835-1852).
Nacido en Buenos Aires, en el seno de una de las familias más destacadas de la ciudad, se crió en una estancia cerca del Salado, y a los ocho años de edad ingresó en la escuela de Francisco Javier Argerich, en Buenos Aires. Interrumpió sus estudios para formar la compañía de niños que luchó contra las invasiones inglesas (1806-1807). Amasó una gran fortuna como ganadero y exportador de carne de vacuno en la época en que el virreinato del Río de la Plata luchaba por su emancipación del dominio español (1810-1816). En 1827, en el contexto previo al inicio de la Guerra Civil, se había convertido en dirigente militar y en paladín de la aristocracia conservadora del país, que estaba a favor de la corriente federalista, opuesta a la influencia extranjera y a las reformas liberales defendidas por la tendencia unitaria, en la que militaba Juan Galo Lavalle, gobernador de Buenos Aires. Éste fue apartado del poder por Rosas tras la batalla de Puente de Márquez, librada el 26 de abril de 1829. En julio de ese año Lavalle y Rosas firmaron una tregua, y el 6 de diciembre Rosas fue nombrado gobernador de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta 1832.
En 1833 dirigió una victoriosa campaña contra los indígenas del sur de Argentina, y dos años más tarde fue restablecido como gobernador, hecho que él aceptó con la condición de que le fueran conferidos poderes dictatoriales. Conseguidos éstos, impuso los criterios federales al frente de la que habría de ser considerada, de facto, Confederación Argentina. Tras fundar su propio Partido Restaurador Apostólico, y con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, conocida como "La Mazorca", que aterrorizó a sus adversarios unitarios, formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación. Para entonces, se había comenzado a usar la divisa punzó (distintivo rojo muy vivo, color de los uniformes usados por la primera unidad militar de Rosas contra los británicos y luego en la campaña contra los indios meridionales) como emblema de la lealtad federal (luego fue obligatoria). Los principales apoyos de Rosas provenían de los estancieros (que compartían sus intereses), de la Iglesia católica y de la población más humilde. Por su parte, los principales opositores a su régimen fueron los unitarios (que odiaban a Rosas por su radical supresión de la libertad y que creían que la nación necesitaba un gobierno constitucional centralizado), los intelectuales y escritores (que criticaban sus políticas y actuaciones y, muy especialmente, las protagonizadas por La Mazorca) y, por último, los caudillos provinciales que se resistían a su autoridad y que de inmediato fueron derrotados y reemplazados.
Rosas estableció un régimen dictatorial, con una amplia red de espionaje y una constante presencia de la policía secreta, que propició que en 1840 fueran ya muy pocos los dispuestos a enfrentársele. Tras autoproclamarse "tirano" en 1842, lo que le otorgó pleno dominio sobre todo el territorio de la Confederación, su retrato pasó a estar presente en todos los lugares públicos. En 1843 intervino en la guerra civil de la vecina Uruguay (la denominada Guerra Grande), suscitando el temor ante un posible expansionismo argentino. Gran Bretaña y Francia tomaron represalias, imponiendo bloqueos a Buenos Aires (1838-1840 y 1845-1850), pero Rosas perseveró en sus intenciones. En 1851, Justo José de Urquiza, antiguo partidario de Rosas y gobernador de la provincia de Entre Ríos, lideró contra su gobierno una rebelión de carácter centralista (unitaria) que contó con el respaldo de Brasil y Uruguay. Derrotado por las tropas de Urquiza en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852), Rosas hubo de exiliarse. Falleció 25 años más tarde en Swathling (en las proximidades de la ciudad inglesa de Southampton, en el condado de Hampshire, Gran Bretaña).
Autor:
Cesar Fabián Mazari Acosta Thompson
Ypane- Paraguay
2010
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