Las situaciones sociopolíticas en Argentina (Siglo XXI y la construcción de la ciudadanía) (página 2)
Enviado por W. Daros
– La escuela depende heterónomamente de autoridades y pretende educar para la autonomía.
– Busca la diversidad, pero forma para competencias comunes.
– Se busca competir (éxito individual) en el contexto de una sociedad (que requiere búsqueda de bienes comunes).
– Debate lo insustancial mientras impone lo esencial.
– Dice apreciar la bondad de la democracia, pero no dispone de tiempos ni de espacios para ella.
– La libertad de expresión es ejercida por el sector docente y gerencial, no por los alumnos.
– Por un lado se favorece la diversidad de estilos y formas de vida, pero por otro se debe tender a un bien común (por ejemplo a la defensa de los mismos derechos) sin lo cual no es posible ser socio ni sostener sociedad alguna (Santos Guerra, 2003: 15).
20.- Ante el pesimismo público, el nihilismo cultural, la impotencia o corrupción política, la indiferencia ante el dolor del inocente, el consumismo y la superficialidad, el ejercicio de la democracia exige diálogo, transparencia, pluralismo, libertad, justicia, respecto mutuo, no sólo tolerancia radical (de raza, cultura, religión, etc.); sino además transparentar y admitir la diversidad, valentía cívica, solidaridad (o bondad natural para con todos), racionalidad comunicativa y transparencia en la gestión, en el reconocimiento de los derechos y realidades, crecimiento individual, derecho a la inclusión y participación.
La admisión de las diferencias hoy es definida (Moscoso, 2011: 77) como el reconocimiento de "la exigencia de que se reconozca la identidad única e irrepetible de esta persona o grupo, el hecho de que es diferente a cualquier otro". Según Taylor, además de la noción de respeto igual que se expresa en la prevalencia de derechos individuales y en la neutralidad del Estado frente a los ideales de vida buena, el ideal de reconocimiento exige que se proporcione a las personas los medios para que puedan tener una adecuada percepción del yo y auto estima. Como puede advertirse, el ideal del reconocimiento va más allá de garantizar los mecanismos de participación cívica que garantizan una adecuada participación social para expresar un compromiso social con la autoestima y la felicidad individual, puesto que se entiende que expresan la irrepetibilidad de la persona. Hay quien defiende que todos los conflictos sociales pueden explicarse en última instancia como afrentas al reconocimiento. Para este teórico hegeliano, la falta de reconocimiento puede dar cuenta de todos los conflictos sociales de nuestros días y es el motor de todos los movimientos sociales así otras manifestaciones de insatisfacción social. Una experiencia moral que pueda ser descrita como falta de respeto debe ser considerada como base motivacional de los conflictos sociales. Los conflictos sociales los protagonizan sujetos o colectivos que se sienten objeto de la falta de respeto por razón de alguna de sus características y que están además convencidos de que las prácticas institucionales son lesivas en términos de reconocimiento.
21.- Concediendo que todos los conflictos sociales participan en alguna medida del reconocimiento, en la medida en que toda injusticia simbólica conlleva aparejada una carga de violencia simbólica y suele representarse de formas culturalmente ultrajantes, Nancy Fraser prefiere reservar el término de injusticia de estatus cuando los patrones de interpretación cultural excluyen o ponen en inferioridad de condiciones a determinados actores sociales.
Los estudios de Michel Foucault (Foucault, 2001) ponen de manifiesto que el período moderno ha generado la instauración de una normatividad que se cifra en el par normal / anormal. La posmodernidad detecta una ruptura para con este modelo el cual presupone entender la perfección humana como una naturaleza dada por Dios y un modelo moderno ya médico-científico que permanece privilegiado en la cultura occidental, pero que comienza a ser criticado (Balza, 2011).
Ser socio, crear una ciudadanía, implica una conducta ética, donde la participación no es solo un derecho sino un deber: se debe aportar tiempo, iniciativa y decisión. La falta de participación suele tener varias causas: el silencio y el sometimiento para eludir la responsabilidad y evitarse problemas; la falta de información sobre lo que se trata; la falta de tiempo y de lugar para participar; el escepticismo donde se presupone que no va pasar nada; el individualismo ante los temas generales; la obsesión por la eficiencia que no da tiempo para decisiones compartidas.
La forma de vivir, aprender y enseñar en un clima democrático implica fuerzas y aprecio para una forma de vida humana que admite como valores fundamentales la igualdad ante las leyes (igualdad de deberes, derechos y transparencia de las gestiones) y libertad solo limitada para que ella misma pueda ser ejercida también por los demás.
22.- La pluralidad de opiniones y la diversidad en la forma de vida social, dentro de los límites de unos bienes comunes, ya se dan -o deberían darse gradualmente- en las situaciones de aula, formándose la sociedad del aprendizaje, democrático y pluralista en su forma de aprender y criticar, pero sin descuidar la búsqueda de la verdad en su contenido y formas de validación. Los caminos a los que se llega a una verdad pueden ser variados; pero, en cuanto a su contenido, un resultado verdadero no es necesariamente el de la mayoría.
Se mantienen, de este modo, valores fundamentales para el ser humano, tanto en las formas de proceder como en el contenido de lo aprendido: tanto valores subjetivos como la libertad, la creatividad, la igualdad de derechos de investigación; como valores objetivos (valor de la verdad y los métodos de validación); y valores humanos como la solidaridad del contrato social, y la diversidad de los sentimientos, las opiniones y formas de vida dentro de las pautas del contrato social, dinámica y libremente construido, en medio de las circunstancias históricas que lo hacen posible y mejorable; valores morales sometidos a una gestión transparente y pública que puede dar cuenta de todos sus actos ante la justicia.
Rever el acuerdo social educativo
23.- Cambiar las formas de la educación implica rever el acuerdo social educativo entre todos los socios, de modo que dé esperanzas a un futuro abierto, sin exclusiones a priori y desde el nacimiento. En particular, las familias -hoy casi descuartizadas o maltrechas, por diversas causas- no pueden contentarse con ejercer una paternidad pasiva, infantilizante y permisiva, cómplices en la evasión de los deberes. Las escuelas no son "depósitos de contención social" de los aspectos que los padres han descuidado. La escuela no es una isla social, sino una parte de la actividad social que comienza en las familias. La crianza sigue siendo tarea de la familia; y es ella la que genera la primera idea de la dignidad de la persona y de sociedad, la que debe ejercer la autoridad y poner límites.
Urge recuperar la función social de la familia y de la escuela, pero esto no se logra con las descripciones y diagnósticos solamente: la escuela -y las demás instituciones educativas- deben ser sociedades de aprendizaje, sostenidas económicamente, con un alto prestigio social merecido, y que además salvaguarden los valores humanos fundamentales -que hace posible que seamos socios (esto es, ciudadanos)-, transmitiéndolos y recreándolos.
24.- Dado que el aula es una sociedad para el aprendizaje, la autoridad docente se debe ejercer con racionalidad, con comprensión y manifestación mutua de buena voluntad para lograr la finalidad de la docencia posibilitándose el aprendizaje, y finalmente la finalidad de la educación. Las palabras groseras, los tonos altos de voz (gritos) y gestos cargados de ironía o desprecio no pueden tener lugar en un sitio donde se desea lograr ciudadanos preparados para una convivencia (unidad) en la pluralidad de modos de ver, conocer, opinar, vivir.
Como lo ha señalado un documento del Ministerio de Educación Provincial de Santa Fe (Argentina), de circulación interna en las escuelas (Marco jurisdiccional para la construcción de la convivencia escolar), "la convivencia escolar es una construcción sistemática y consensuada en la búsqueda del cambio del estilo de relación, comunicación y trabajo en los distintos espacios educativos, en los que se reconozca que el error y el conflicto son inherentes a la vida y que exigen el esfuerzo de buscar las estrategias acordes a un estilo de gestión democrático. Es mucho más que un régimen disciplinario: involucra valores, ideales, principios, acciones pedagógicas correspondientes para que se tornen vitales".
25.- El ejercicio de la docencia requiere, en el docente, no sólo un dominio de sí, sino también la suficiente capacidad de conocimiento psicológico y político como para posibilitar la convivencia del grupo social que son sus alumnos. Para ello, debe prepararse para manejar conflictos, y para ejerce la autoridad propia de la que ha sido investido por la institución, en función de hacer del aula una sociedad para el aprendizaje. Como en toda sociedad se requiere un contrato o acuerdo entre sus integrantes que dé el marco de referencia de los deberes y derechos de los mismos.
Los vínculos de convivencia, basados en acuerdos, se deberían orientar a:
1.- Fomentar la responsabilidad individual, social y promover la formación de un sujeto autónomo y responsable.
2.- Considerar que la convivencia es una cuestión cultural que debe ser construida a partir de ciertos marcos teóricos acordados institucionalmente y que debe ser apropiada de manera sistemática.
26.- El Estado, como garante del bien común, determina el encuadre normativo fijando criterios generales, delimitación de acciones reparadoras y sanciones para que exista un código común y a partir de él cada unidad educativa organiza la convivencia escolar, de acuerdo a sus propias características, respetando el marco de lo reglado.
Siguiendo el documento citado, cabe recordad que históricamente, la regulación de la convivencia se ha llevado a cabo desde una concepción de disciplina, en sentido de castigo para la corrección, donde la Escuela tendía a:
-a) Desarrollar una cultura autocrática,
-b) centralizar el ejercicio del poder,
-c) ignorar la diversidad en cualquier orden institucional,
-d) organizar la disciplina en base a castigos,
-e) aplicar sanciones sólo con carácter punitivo,
-f) no buscar soluciones educativas,
-g) relegar el trabajo en equipo,
-h) negar los conflictos,
-i) otorgar mayor significación a la violencia física que a la simbólica,
-j) analizar la disciplina sin buscar las causas.
Sintetizando, el concepto de disciplina, además de significar "lo aprensible en el ámbito del conocimiento", refiere a aprender un conjunto de reglas necesarias para que se mantenga el orden y la subordinación. Al ser alterada la norma social de conducta, surgía la necesidad del castigo.
27.- La cultura escolar, dese le punto de su organización y gestión, es un modelo de vínculos y presunciones subyacentes desarrolladas por el grupo de docentes y discentes o aprendices, al ir aprendiendo a resolver el problema de su adaptación externa y de su integración interna. Cuando se da un cierre organizacional, el grupo muestra una pérdida en sus capacidades de comprender y actuar respecto de lo nuevo o inesperado en su medio interno o en el circundante, o en ambos a la vez. Surgen entonces, estilos sociales perversos como el actuar:
a) Compulsivo, con comportamientos rígidos y ritualistas, con miembros obsesionados con cumplir sus tareas mediante reglas detalladas.
b) Paranoico, trabajando el grupo bajo desconfianza y sospecha. La estrategia empleada, entonces, consiste en centralizar el poder y ejercer una vigilancia estrecha.
c) Dramático generando constantes cambios de programas, con decisiones contradictorias respecto de los fines.
d) Depresivo, trabajando sus miembros con pasividad y desesperanza, mediante alternativas reiteradas y conservadoras respecto del contexto.
Se trata de estilos destructivos porque deforman la misión de la institución escolar, de crear vínculos sociales. Estos estilos se vuelven insoportables para sus propios miembros, no capacitando para escuchar, y mirar con sentido crítico, logrando más bien evidencias que confirmen los propios temores. Una organización escolar cerrada estima que lo que es bueno para la institución es bueno para sus miembros, reforzándose en la rutina de lo cotidiano, argumentándose que se defiende al a cultura (entendida como un sistema de valores, ideas y creencias cerradas y autosuficientes), la cual se convierte en una forma de control ideológico (esto es, impuesto como el único verdadero y válido). Pero una cultura democrática implica unidad (en algunos fines) y diversidad al mismo tiempo, en los medios, pudiéndose incluso repensar los fines.
Por el lado opuesto, lo perverso de las instituciones puede darse como una desviación del "todo vale", generándose una cultura de la disgregación y de la ruptura de vínculos sociales.
Cultura democrática
28.- Generar y mantener una cultura democrática implica un difícil equilibrio entre los fines compartidos y los excluidos momentáneamente, pero que podrían, mediante la participación y discusión de ideas, llegar a ser incluidos, aunque exijan la revisión de lo que es la postura oficial o tradicional.
Los seres humanos pueden ser racionales, pero no lo son necesariamente. La creencia en la racionalidad no es siempre racional, pues la racionalidad no es un absoluto que se fundamenta en sí misma. No obstante, un racionalismo consciente de sus límites (y, por lo tanto, no dogmático) es preferible a las teorías que bogan por la irracionalidad y la violencia. La actividad humana de algunos hombres puede, en efecto, a veces, no admitir la crítica, ser intolerante y violenta.
"El racionalista, tal como yo uso el término, es un hombre que trata de llegar a las decisiones por la argumentación o, en ciertos casos, por el compromiso, y no por la violencia. Es un hombre que prefiere fracasar en el intento de convencer a otra persona mediante la argumentación antes que lograr aplastarla por la fuerza, la intimidación y las amenazas, o hasta por la propaganda persuasiva" (Popper, 1967, 410; Kaplan, 2014).
29.- La actitud crítica, y los aprendices críticos y frecuentemente molestos, son sin embargo, esenciales para mantener y promover una cultura democrática, siempre que con la desviación del "todo vale" se niegue el mismo sistema democrático y sus reglas de procedimientos. La mera cultura escolar no resuelve ni prepara para el cambio social, si ella es una parte cerrada del sistema.
"Lo perverso en un grupo social es afirmar que las realidades de los otros son ilegítimas porque difieren de la visión oficial que es privilegiada y de la cual se dice que es racional y objetiva. Es como una petición de obediencia y el que está en otra realidad está equivocado y es negado" (Etkin, 2003: 181).
Diferenciándose de este modelo, la concepción de la convivencia, concebida como una forma humana de convivir, debería tender a:
– Desarrollar una cultura colegiada, más democrática,
– descentralizar el ejercicio del poder,
– reconocer la diversidad en cualquier orden institucional,
– organizar la convivencia en base a la confianza,
– fortalecer el trabajo en equipo,
– reconocer el conflicto como inherente a las relaciones interpersonales,
– otorgar igual significación a la violencia física que a la simbólica,
– buscar en forma conjunta acciones reparadoras, con carácter educativo
– reconocer el error y trabajar a partir de él. Para que el aprendizaje sea posible es necesario privilegiar la comunicación, el diálogo,
– pasar de la comprensión a la participación (Murcio Maghei, 2014).
– aprender a vivir y convivir en el consenso y en el disenso (Onetto, 2013).
Cuando el conflicto desdibuja los lugares de los sujetos, seguramente podamos hacer referencia a la ausencia del diálogo, lo cual suele generar conflictos y la falta de resistencia a las frustraciones (Messing, 2014).
30.- Siguiendo el mencionado documento, hay que considerar que los conflictos son inevitables; no son buenos ni malos, simplemente existen y es preciso abordarlos constructivamente.
Suele asociarse el término conflicto a la idea de disputa. Pero ella es sólo una de las formas; no necesariamente se expresa como confrontación o pelea. Existen otras manifestaciones que también deben ser entendidas como conflictivas: por ejemplo la retención de información, el silencio ante una petición, el boicot hacia algún proyecto.
En síntesis, por conflicto puede entenderse como desacuerdo de ideas, intereses o principios, entre personas o grupos de personas, cuando se intenta realizar un proyecto (de convivencia, de aprendizaje, etc.).
Una vía posible para la resolución de los conflictos consiste en buscar dar respuesta a las siguientes preguntas:
– Orígenes: ¿Quiénes son las partes en conflicto? ¿Cómo se las puede caracterizar?
– Fuentes: ¿Por qué se produce el conflicto? ¿Cómo se puede caracterizar?
– Tipos: ¿Cuál es su contenido? ¿Cómo se podría avanzar para su resolución?
– Creencias: ¿Qué creen las partes acerca de los objetivos y los resultados de la resolución del conflicto? ¿Qué piensan que va a suceder?
– Postura: ¿Qué buscan satisfacer las partes en conflicto? ¿Cómo se pueden caracterizar sus intereses?
El docente no tiene sólo la función de instruir facilitando conocimientos; para logarlo debe ejercer también la función de autoridad frente al grupo, para posibilitar aprender.
"Los tiempos de hoy, con lugares de autoridad no reconocidos, ineficaces para promover la razón y descreídos del progreso, desconciertan y desalientan, siembran perplejidad y desasosiego. Así, escuchamos: `Yo no fui preparado como docente para este trabajo´, `No es mi función, yo sólo sé enseñar´, `los docentes ya no somos respetados, nuestro lugar se ha perdido´, `si los padres no enseñan respeto, nosotros no podemos hacerlo´, `Así nada es posible, no se puede enseñar sin autoridad´" (Greco, 2011: 22).
31.- La autoridad no es fuerza física bruta, sino el poder de hacer crecer (actor, augere); es un servicio: servicio de la autoridad y autoridad de servicio. La autoridad entraña la posibilidad de que alguien actúe sobre otro y éste lo acepte asumiendo una transformación de sí mismo. El que tiene autoridad necesita ser reconocido por poseedor de la misma; y reconocer significa otorgar legitimidad. Lo que el docente posee es ante todo conocimiento y conocimiento de sus límites; luego dominio didáctico (saber enseñar); pero también idoneidad para saber enfrentar conflictos, para generar tanto convivencia como trabajo de aprendizaje en los alumnos, y resistencia a la frustración personal.
El conflicto no debe "naturalizarse" y ser considerado como un hecho que no tiene solución; sino que siempre debe explicitarse y es necesario intervenir para su posible solución (Onetto, 2014).
32.- Como es sabido, las virtudes morales no son más que fuerzas habituales adquiridas por las personas. Además del dominio de sí mismo (saber ubicarse y posponer algunos deseos en pos de los bienes que otorga la convivencia) se requiere aprender a tener:
a)- Fuerza para comprometerse, manifestada en la participación:
Es indispensable pensar en los distintos niveles de participación institucional para avanzar en la construcción de acuerdos consensuados de convivencia escolar. No significa solamente aceptar tareas asignadas por otros o colaboración en lo que se haya emprendido, sino involucrarse con otros en la redefinición de los problemas, construcción del diagnóstico, objetivos, búsqueda de soluciones y evaluación de lo actuado. Participar implica aprendizaje y requiere equilibrio emocional (Perpiñán, 2013).
Resulta pertinente reflexionar sobre distintos marcos orgánicos de participación, determinar posibilidades y límites en el contexto institucional.
b)- Fuerza para redefinir los valores del bien común para la convivencia:
Es imposible hablar de construir la convivencia sin remitirse a los valores. Se requiere redefinir los valores, a través de las palabras que los representan, debe conducir a plantear los deberes y derechos de todos y de cada uno. Implica estar dispuestos a conciliar los bienes comunes y los bienes particulares.
c)- Fuerza para reconocer los límites, y generar acciones reparadoras y sanciones justas por haber sido aceptadas en el acuerdo de convivencia:
Los límites son necesarios; deben recuperar el lugar de la palabra; se requiere poner acento en lo educativo y no en lo punitivo.
El límite representa una frontera que tiene como función separar la zona de lo que está permitido con aquello que no lo está. Hablar de lo permitido y de lo que no lo es, debe estar determinado por la singularidad de cada escuela y seguramente no será igual para todas.
No debe darse por sentado este conocimiento ya que es fundamental para planificar acciones preventivas.
33.- Las sanciones deben estar pensadas como reparación y no como humillación. Más que la sanción interesa que el/los autores de la acción no vuelvan a reiterarla. Por esta razón, siempre que sea posible, deben llevarse a cabo acciones reparadoras que neutralicen los efectos de la actuación negativa con otra actuación de sentido contrario; ejemplo de ello puede ser pedir disculpas si hay una agresión verbal; reparar, limpiar, arreglar si hay un daño material; recuperar el tiempo del trabajo perdido, etc.
Agotadas las instancias de los consejos, avisos, prevenciones, advertencias, y las acciones reparadoras, pueden aplicarse amonestaciones. Será necesario saber por qué, cuándo y cómo se aplican, dado que ello seguramente fortalecerá los vínculos y el reconocimiento de la elite que le corresponde mandar y de aquellos a los que les corresponde obedecer. Amonestar significa "advertir a una persona la conveniencia para que se enmiende o se abstenga de hacer algo ilícita", contrario las normas consensuadas.
Consideremos que no hay instituciones sin leyes que la sustenten ni hay reglamentaciones que puedan evitar transgresiones; pero sí hay situaciones que pueden prevenirse, como también hay normas que deben ser reconsideradas, reconstruidas, y aplicadas.
Pensando en que la función de la escuela es educar, no debemos llegar a la expulsión, dado que si ello ocurre se pierde la posibilidad de seguir educándolo (Tresta, 2014).
Asistencia institucional
34.- Mas tanto los docentes, como los educandos, tienen derecho a ser asistidos por la Institución educativa en caso de conflictos.
En la convivencia escolar pueden darse situaciones no fáciles, dado que pueden encontrarse personalidades prepotentes que no respeten las normas de convivencia establecidas y admitidas inicialmente. Como en toda sociedad organizada, deben existir diversas instancias de diálogo y mediación de conflictos. El representante de la Institución no obraría éticamente si se desentiende de sus obligaciones de organización y gestión justas (Ferreyra, 2014).
El docente debe cultivar una mentalidad amplia ante sus alumnos, sin discriminación negativa ante ellos. La historia nos ha demostrados que alumnos, al parecer poco capaces y lúcidos en el período escolar, fueron luego personas brillantes y aportaron mucho a la sociedad.
El joven es por definición un proyecto de vida abierto a innumerables posibilidades.
Para evitar tratos injustos, es conveniente que las normas de conducta y de evaluación académica sean los más claras posibles desde el inicio del proceso, para que nadie se sienta excluido. Pero el educando debe saber que si bien es libre en su proceso de aprender, nadie puede aprender por él: él debe hacer su esfuerzo y atenerse a las consecuencias de sus decisiones y actos libres. Esta es una buena forma de iniciarnos en la vida social pública.
35.- El respeto por los estudiantes implica el respeto por sus creencias religiosas. No es admisible la ironía para quienes no piensan de manera uniforme a la mayoría, ni lo es el proselitismo. Desde el punto de vista social, se debe buscar y acentuar lo que vincula a los ciudadanos y no lo que los separa. Quien ama la verdad, no teme buscarla u oírla, sin importar de donde viene. Sobre las creencias particulares debería sensatamente primar el respeto a los derechos humanos universales, y el deber de ser mutuamente respetuosos de las personas.
El respeto a las creencias religiosas, no implica el respeto al error académico. La escuela o universidad es un ámbito en que se busca la objetividad en el conocimiento, la crítica racional y el empleo de métodos que posibiliten la búsqueda de la verdad con justicia. Los errores hechos manifiestos ayudan a aprender: aprender implica no cometer dos veces los mismos errores.
Mas el docente, en le aula, tiene además de la autoridad académica, la autoridad de ordenamiento del aula considerada sociedad para el aprendizaje. Todo lo que no posibilita aprender debe ser dialogado en clase para generar un vínculo consensuado con los alumnos acerca del comportamiento a tener en el aula y en la escuela.
36.- Las formas de convivencias se aprenden afectivamente en las familias, pero se reflexiona y fundamentan racionalmente, con el diálogo y la crítica, en las instituciones educativas. No es viable una vida en común para aprender, sin admitir como razonable los medios para lograrla, lo que requiere la admisión de derechos y deberes mutuos. Se establece, de este modo, razonablemente, la idea básica de la necesidad de normas para la convivencia. Sin suprimirse -sino al contrario apreciándoselo- el aporte de las subjetividades, se admite un ámbito de intersubjetividades y de normas objetivamente creadas para la convivencia social. Aunque los seres humanos no son primeramente racionales y ordenados (sino afectivos), pueden proponerse serlo en la medida en que ello los hace más integrada, eficiente y armónicamente humanos; y hace más compleja la forma humana de vida.
No deja ser éste un buen intento por posibilitar el surgimiento del hombre y del ciudadano, desde la sociedad para el aprendizaje que es el aula. Todos los medios didácticos que lleven a esto (deportes, fiestas, viajes, recursos audiovisivos, etc.), y no sólo la docencia magistral, adquieren un sentido educativo.
"Aquello que llamamos convivencia en verdad podría ser una posibilidad de formación de futuros ciudadanos, que sepan reclamar y expresar a partir de la ley los incumplimientos y/o maltratos a los que son sometidos. También podría ser que ellos mismos pueden ser transmisores y creadores de reglas emanadas del colectivo -pero que terminen por ser interiorizadas en la subjetividad-, que posibiliten erradicar el racismo, la segregación, y la destrucción del otro por ser débil (como los niños, los portadores de estigmas de color de piel, etc.), o por existir con una mínima o máxima diferencia respecto del sujeto llamado `normal´" (Belgich, 2014: 45).
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ZUCCHERINO, R. Juan Bautista Alberdi: Ideólogo del siglo XXI. Bs. As., Depalma, 2007.
Autor:
W. R. Daros
UAP[3]
[1] “El sociólogo Robert Merton recalca que es la pobreza relativa a las expectativas socialmente generadas por distintos medios la que produce un virtual crecimiento del delito en los sectores carenciados ante la oferta de tantos bienes inaccesibles para ellos. Freud señalaba en 1927 “Una cultura que no ha podido evitar que la satisfacción de cierto número de sus miembros tenga por premisa la opresión de los otros, es comprensible que los oprimidos desarrollen una intensa hostilidad hacia esa cultura… de cuyos bienes participan en medida sumamente escasa”. Porvenir de una Ilusión (1927). El problema no es la pobreza sino la inequidad: el hecho que unos tengan tanto y la mayoría esté condenada a ser espectadora de los lujos de unos pocos”. Aguiar, E. El otro amenazante. Reflexiones acerca del sentimiento de inseguridad. Disponible en: El psicoanalítico. Boletín nº 12, Enero 2013. http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num12/subjetividad-aguiar-el-otro-amenazante-inseguridad.php
[2] Cabe recordar que el 6% se logró en Argentina recién en el 2009. Cfr. Gasto público en educación, total (% del PIB). Disponible en: http://datos.bancomundial.org/indicador/SE.XPD.TOTL.GD.ZS. La presidente, en marzo de 2012, remarcó ante la Asamblea Legislativa que su gobierno "logró destinar el 6,47 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación". Pero la solicitud de la UNESCO es ahora que se destine el 8% de PIB. Cfr. http://www.observatorio.org/comunicados/comun062.html http://www.unesco.org/fileadmin/MULTIMEDIA/INSTITUTES/UIL/confintea/pdf/GRALE/grale_sp.pdf
[3] El autor agradece a la UAP (Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Argentina) el otorgamiento de una beca que hizo posible un trabajo inédito más amplio, en el que se incluye este artículo.
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