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El desafío de la lectura (página 6)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Como se aprecia, esta presunta traducción del alemán al español no coincide en algunos traductores. Nos encontramos con seis sustantivos distintos. "Tempestad" y "tormenta" serían sinónimos, lo mismo que "ímpetu", "ataque", "fuerza", "empuje" e "impulso". Pero en semántica hay un principio que afirma que ningún sinónimo es perfecto. Según el Diccionario de la Real Academia Española, "tempestad" es una tormenta grande, especialmente marina, con vientos de extraordinaria fuerza. También el conjunto de palabras ásperas o injuriosas. Así mismo, es una agitación de los ánimos. En tanto que "tormenta" tiene las siguientes acepciones: 1. Perturbación atmosférica violenta acompañada de aparato eléctrico y viento fuerte, lluvia, nieve o granizo. 2. Adversidad, desgracia o infelicidad de alguien. 3. Manifestación violenta de un estado de ánimo excitado. 4. Cantidad grande de algo, especialmente si es impetuoso y violento. Una tormenta de ataques y de protestas de la prensa contra el Gobierno. 5. Perturbación o agitación en algún aspecto de la organización política, económica o social. Una tormenta financiera. Con respecto a los otros cuatro sustantivos, encontramos estas definiciones: "Ímpetu". 1. Movimiento acelerado y violento. 2. Fuerza o violencia. 3. Brío, vehemencia, ardor con que se actúa. "Ataque". Acción de atacar, acometer o emprender una ofensiva. 2. Acción de atacar, perjudicar o destruir. 3. En algunos deportes, iniciativa que toma un jugador o un equipo para vencer al adversario. 4. Acceso repentino ocasionado por un trastorno o una enfermedad, o bien por un sentimiento extremo. Ataque de nervios, de ira. Ataque al corazón. 5. Impugnación, crítica, palabra o acción ofensiva. 6. Conjunto de trabajos de trinchera para tomar o expugnar una plaza. "Fuerza". 1. Vigor, robustez y capacidad para mover algo o a alguien que tenga peso o haga resistencia; como para levantar una piedra, tirar una barra, etc. 2. Aplicación del poder físico o moral. 3. Capacidad para soportar un peso o resistir un empuje. 4. Virtud y eficacia natural que las cosas tienen en sí. 5. Acto de obligar a alguien a que asienta a algo, o a que lo haga. 6. Grueso o parte principal, mayor y más fuerte de un todo. 7. Estado más vigoroso de algo. "Empuje". 1. Acción y efecto de empujar. 2. Esfuerzo producido por el peso de una bóveda, o por el de las tierras de un muelle o malecón, sobre las paredes que las sostienen. 3. Brío, arranque, resolución con que se acomete una empresa. 4. Fuerza o valimiento eficaces para empujar. "Impulso". 1. Acción y efecto de impulsar. 2. Instigación, sugestión. 3. Fuerza que lleva un cuerpo en movimiento o en crecimiento. 4. Deseo o motivo afectivo que induce a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar. Correr para efectuar un lanzamiento o un salto con mayor ímpetu. Así las cosas, ¿cuál sería la traducción más fiel o más cercana a lo que realmente significan "sturm" y "drang" en alemán?

Otro ejemplo de traducciones que no coinciden en su totalidad lo encontramos en algunos párrafos de la novela Madame Bovary, de Gustave Flaubert. La descripción del peinado de Emma, en el capítulo II, de la primera parte, aparece así:

"Su cabello formaba dos negras crenchas u ondas, que por lo compactas parecían de una sola pieza, con una raya fina en medio que se hundía ligeramente siguiendo la curva del cráneo; y las crenchas sólo dejaban al descubierto los lóbulos de las orejas, y luego se anudaban detrás formando un grueso moño. Tenía los pómulos rosados" (NABOKOV, Vladimir. Curso de Literatura Europea. Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, 1997, p. 206).

"Iba peinada con raya al medio, una raya muy fina que se hundía un poco hacia la curva del cráneo, y las dos crenchas de pelo negro parecían talladas cada una de una pieza, tan lisas eran; dejaban apenas al descubierto la punta de la oreja y luego se refundían en la parte de atrás en un moño abundante, haciendo en las sienes una especie de ondulación, algo que el médico rural era la primera vez que había visto en su vida. Tenía los pómulos sonrosados" (FLAUBERT, Gustave. Madame Bovary. Traducción de Carmen Martín Gaite. Editorial la Oveja Negra, Bogotá, 1983, p. 22).

"Sus cabellos, cuyos bandós negros parecían cada uno de una sola pieza de lisos que estaban, se separaban por una raya fina que se hundía ligeramente siguiendo la curva del cráneo, y dejando ver apenas el lóbulo de la oreja, iban a recogerse por detrás en un moño abundante, con un movimiento ondulado hacia las sienes que el médico rural observó entonces por primera vez en su vida. Sus pómulos eran rosados" (Libro electrónico. Librodoc.com).

Son evidentes las diferencias, nada más en esta pequeña muestra. Según el escritor Vladimir Nabokov, este episodio ha sido mal traducido en todas las versiones inglesas. Si hay imprecisiones en las traducciones de esta obra del francés al español, ¿qué decir de las traducciones del francés al inglés, y del inglés al español o viceversa? Entonces, ¿qué hacer para captar lo que en realidad escribe un autor en su lengua original? ¿Hacer como lo han hecho grandes lectores como Jorge Luis Borges, "el más lector de los lectores", que han resuelto el inconveniente de las traducciones, aprendiendo el idioma en que fue escrito el texto para poder leerlo y disfrutar de su originalidad? No queda otra alternativa.

Para corroborar la afirmación de que "ningún sinónimo es perfecto", y en relación con Madame Bovary, vemos lo siguiente: "El trabajo técnico que en ella efectúa Flaubert consiste en la búsqueda de la palabra única que corresponda al objeto único –para Flaubert no existen sinónimos-, en la búsqueda de la sin par estructuración semántica que corresponda a la estructuración pica, y en la supresión de impurezas en el ritmo de la frase… El infinito esfuerzo de su trabajo en el estilo, se funda precisamente en que tiene que hallar la palabra justa para el hecho de que se trata de exponer, palabra que sólo puede descubrirse mediante una nueva contemplación de los hechos, no echando mano de visiones y giros ya existentes" (FRIEDRICH, Hugo. Tres clásicos de la novela francesa).

Respecto a la lengua y a las perspectivas culturales, por ejemplo, hay textos escritos para un público de habla inglesa y sobre la perspectiva de la cultura, literatura y psociología británica y norteamericana, con un sentido del humor y enfoque de los temas completamente distintos en muchos casos del que adoptaría un pensador o escritor de habla española.

Gastón Fernández de la Torriente, consciente de esta problemática, señala que actualmente se traduce mucho, y se traduce, con frecuencia, mal. Abundan las malas traducciones de libros científicos y literarios. Traducir exige un esfuerzo disciplinado y consciente. Algunas traducciones no captan el sentido de la obra y el sentido del autor. No captan el sentido original. No son fieles al original. No interpretan, no captan el espíritu y la forma del texto traducido. En las inadecuadas traducciones hay errores de construcción (solecismos) y uso indiscriminado de extranjerismos (barbarismos).

Sobre el problema de las traducciones, reproduzco lo siguiente, tomado de un ensayo titulado Curso de introducción a la filosofía, de autor anónimo, publicado en Internet:

"La traducción afecta a la autenticidad de los textos y es interpretación de ellos y hasta inicio del comentario. Establece el texto que lee quien no lee el original y esta operación no es posible sin alteraciones más o menos importantes de éste, salvo quizá en algún caso de traducción a lengua próxima absolutamente excepcional. Estas alteraciones proceden del hecho de que traducir es persecución de un ideal imposible, como fundado en un supuesto sin realidad. El traducir supone la equivalencia expresiva de las distintas lenguas, lo que es sólo un ideal. Ya dentro de una lengua puede advertirse la falta de expresiones para determinadas realidades… Porque las distintas lenguas no tienen, todas, expresiones para las mismas cosas. Ello se debe a algo más profundo. Las lenguas responden a culturas y quizá hasta a mentes, colectivas, distintas. Y estas culturas no tienen los mismos ingredientes materiales y espirituales, estas mentes no perciben ni piensan lo mismo. Muchos norteamericanismos del español de México son la prueba de la falta original de los objetos designados por ellos en la cultura mexicana. Análogamente sucede con lo que no son cosas materiales. En unas lenguas faltan términos para denominar, por ejemplo, sentimientos que tienen nombre en otras, o las unas tienen un solo término para denominar los que las otras distinguen con sendos. Indicio de que las mentes correspondientes a las primeras no distinguen lo que estas últimas, acaso por no percibir, o incluso no experimentar, algo de lo que experimentan y perciben las otras. El francés con su orgueil y el alemán con su Stolz no distinguen como nuestro español entre orgullo y soberbia. En la mayoría de los casos, lo que pasa es que los términos tienen significaciones plurales y las significaciones de los términos de una lengua no se corresponden exactamente con las significaciones de los términos de otra. Esto hace que un mismo término de una lengua figure en distintos contextos de ella con otras tantas de sus significaciones, y que al traducir no sea posible emplear un mismo término, sino que sea necesario hacer uso de distintos, consecuencia de todo punto perturbadora cuando el término original es un término cuya unidad es esencial, como sucede en los casos en que es un término técnico filosófico… Todo esto y otro tanto que no es posible ni interesa detallar, se debe en última instancia a la irrealidad del supuesto más profundo de toda actividad de traducción: la independencia de lo significado, o más en general aún de lo expresado por las expresiones, respecto de éstas mismas. Para que en las distintas lenguas pudiera haber expresiones perfectamente equivalentes desde el punto de vista semántico, fuera menester que lo expresado pudiera expresarse indiferentemente con unas expresiones u otras, es decir, resultara indiferente a la diferencia entre las expresiones, independiente, pues, de ellas. Pero mucho dista de ser así. No hay solas las clásicas suposiciones real o formal, lógica y material, en que el mismo término significa el objeto, o la idea de este objeto, o a sí mismo, el término; hay vinculaciones recíprocas entre lo expresado y las expresiones, lo uno y las otras en cuanto tales, que se ven muy bien, por ejemplo, en los refranes: las equivalencias entre los de distintas lenguas son en muchos casos meramente aproximadas… Traducción es recreación en todos los casos; en los más arduos, empeño con alto componente de creación. Por todo esto es por lo que la traducción es, muy propiamente, interpretación, y a través de la paráfrasis, indispensable o conveniente en muchos casos, por ejemplo, para hacer inteligible lo que sin ella no lo sería en absoluto o evitar una nota, es conato e inicio de la explicación del texto, del comentario. El traductor, en suma, padece así cogido, por las efectivas discrepancias de las lenguas, entre su doble necesaria fidelidad: al original y a la lengua a que traduce, al pensamiento filosófico o poético y a su expresión técnica y literaria, y a la propiedad de la lengua a que traduce, a la legibilidad en el sentido de la inteligibilidad y de la facilidad y fluidez -contrarios entre los cuales es demasiado frecuente no poder hallar ningún heraclitiano acople. Se debe concluir, sin duda, que el ideal es la lectura de los originales, y hasta se podría concluir que acaso fuera mejor dedicar a la difusión de las lenguas los esfuerzos ofrendados a la actividad de traducir. Pero la verdad es que no hay que exagerar. El ideal de la comprensión lo más perfectamente auténtica posible de los textos, no del pasado, ni de un pasado remoto, sino simplemente ajenos, no es más que esto, un ideal, a la realización del que son otros tantos límites cuantos nos confinan en nuestras individualidades a los humanos. La lectura de originales es también traducción, interpretación, explicación, recreación, no ya cuando es un principiante quien los deletrea, sino, y sin duda m s, cuando es un grande hombre cargado de saber quien los hace revivir con esta su sabiduría y humanidad toda. Y dado así que todo traducir es recreación, y puestos a escoger entre recreaciones, las que más lo sean pueden ser las más sugestivas, cuando menos -si este "cuando menos" es lícito… La traducción es la mejor de las introducciones a la lectura de los originales y como tal debe ser utilizada por los principiantes y puede serlo por los doctos".

¿CÓMO MEJORAR LA LECTURA?

*La concentración

Concentrarse implica centrar la atención y los pensamientos en lo que estamos leyendo. Si bien esta es una condición interior, a veces ayuda buscar un lugar adecuado, en donde no haya otras cosas o personas que nos distraigan. Con la práctica, aprenderemos a concentrarnos en cualquier parte. Cabe hablar asimismo, de una concentración particular en aquellas partes en donde reside la médula del texto o en donde se hallan mayores dificultades de comprensión. Durante la lectura ha de tenerse en mente el propósito perseguido. Este es un recurso muy útil para mantener la concentración.

*La revisión general

Pasar la vista por las páginas de un libro permite obtener una idea general del mismo. Todos quienes han hecho de la lectura un hábito saben cuán valioso puede ser este examen inicial, revelador de la existencia de subtítulos que no figuran en el índice general, o de notas que contienen datos iluminadores, o de conclusiones cuya lectura podrá contribuir a una mejor comprensión del texto. Esta actividad permite familiarizarse con los principales aspectos del contenido del libro y sus características, su autor, además ayuda a seleccionar qué leer y cómo hacerlo. Esta hojeada general reviste particular utilidad en el caso de libros cuyo índice general se limita a señalar los nombres de cada capítulo, o en aquellos cuyos títulos no aparecen divididos en secciones.

Por otra parte, el examen inicial permite descubrir la existencia de oraciones clave, detectar lo básico que con frecuencia aparece en el primero o el último párrafo de un capítulo. Permitirá, asimismo, comprobar si hay un resumen o sumario, unas conclusiones o unas recomendaciones, materiales que convendrá leer antes que el resto del texto. En todo caso, aún sin oraciones clave, ni resumen, cabe la posibilidad de escudriñar el texto leyendo algunos párrafos u oraciones sueltos, tomados de distintas páginas.

Esta revisión puede hacerse de la siguiente manera: 1. Portada y reverso de portada. 2. Introducción y epílogo. 3. Tabla de contenidos. 4. Índice analítico y glosario. 5. Bibliografía. 6. Presentación. 7. Apéndices. Cuando buscamos un tema en particular, el examen preliminar revelará, de manera general, cuántas de las páginas del libro tratan sobre él, asimismo, permitirá descubrir el enfoque de otros temas cuyo tratamiento no se esperaba encontrar allí. Como consecuencia, cambiará en el lector el propósito inicial o se confirmara el de partida. Después de esta revisión, se puede proceder a leer el contenido del libro.

*Formular preguntas anticipadamente.

Los lectores que se anticipan al pensamiento del autor, son lectores dinámicos. Esta actitud de adelantarse estimula la mente, produce interés, expectativa, curiosidad y, al final, la evidencia de resultados positivos. Para practicar la anticipación en la lectura el método es muy sencillo: la pregunta. Preguntar significa búsqueda e investigación y produce curiosidad, interés, estímulo a buscar respuestas y ayuda a leer con concentración. El examen preliminar del libro nos permitirá plantearnos ciertas preguntas cuya respuesta posiblemente ofrezca el texto. Ya el título de la obra puede provocar algunas interrogantes Más que saber preguntar debemos adquirir el hábito de leer con una actitud interrogativa. Los títulos y los subtítulos de los textos que vamos a leer, son las grandes fuentes de preguntas. Por eso es importante practicar el convertir los títulos de los textos que vamos a leer en preguntas.

*Motivación

Motivación es la acción y el efecto de motivar. Es el ensayo mental preparatorio de una acción para animar o animarse a ejecutarla con interés y diligencia. La motivación es el motor que nos mueve a realizar algo. Una motivación intensa y positiva estimula nuestro interés; se potencia así la concentración y la atención y se minimiza el esfuerzo que supone una buena lectura. A ella se debe en buena medida el buen rendimiento en la lectura o en el estudio. Para tener una motivación eficaz se necesita conocer los objetivos y saber cómo alcanzarlos; conocimiento de buenas técnicas de lectura y métodos de estudio y su perfecto dominio; conocer los resultados del trabajo lector y realizar una adecuada aplicación práctica a nuestra vida. Para leer se debe disponer de una buena motivación; si no hay motivación se dificultará la comprensión de lo leído.

LA LECTURA RÁPIDA

Leer rápidamente, dentro de los límites racionales, y con el máximo de utilidad (asimilación y comprensión), es una actividad eficiente. Los lectores rápidos, según W. J. Mayo, son quienes mejor leen; los que mejor captan el sentido de la lectura, debido a que pueden hacerse con las relaciones internas del texto y con las particularidades de su estructura en un período de tiempo más breve posible. El lector rápido capta con mayor prontitud la relación interna del texto y obtiene así una mejor comprensión de su contenido. No obstante su comprobada eficacia, sobre la lectura rápida existen algunas inquietudes:

*La lectura rápida es lectura descuidada, atropellada. Se confunde la rapidez con el apresuramiento. En realidad, el lector veloz es un lector activo, alerta y eficiente. Busca las ideas importantes y los elementos de estructura y organización que le ayuden a comprender mejor el significado de lo que lee. Por contraste, el lector lento suele vagar con sus pensamientos, lo que se debe en parte al hecho de leer por debajo de su capacidad para estar alerta e interesado en la lectura.

*Cuando se lee con rapidez no se dispone de tiempo para buscar el significado de palabras desconocidas ni para releer pasajes difíciles. No hay razón para que esto sea así. El lector veloz puede detenerse tan frecuentemente como el lector lento. Aquél terminará la lectura primero y recordará tanto o más que éste, y cuando lo desee, podrá releer el texto.

*La lectura rápida afecta la comprensión. Muchos lectores suponen que la lectura rápida no permite la comprensión y por ello leen palabra por palabra, con el ánimo de comprender totalmente lo leído. Ignoran que la lectura rápida (inteligentemente rápida, racional y metódicamente dirigida) no implica necesariamente inadecuada asimilación y comprensión.

A pesar de los comprobados efectos de la lectura rápida, para algunos, sobre todo para quienes la lectura es un trabajo profundamente placentero y plenamente ameno, una encantadora actividad lúdica y una inefable ocasión para extasiarse con el más exquisito disfrute, la rapidez impide el goce total de la lectura; no permite saborear las palabras, degustar las frases y decantar las ideas. Otros le dan mucha importancia a la lectura rápida, especialmente periodistas, ejecutivos, empresarios, ciertos estudiantes y demás personas que, por circunstancias de tiempo, trabajo y por la prisa que el mundo "moderno" inexorablemente exige e impone, deben consultar en forma apresurada diversa cantidad de textos, necesarios para la dinámica cotidiana que impone la sociedad capitalista.

Para Víctor Moreno, algunas personas consideran que hay tanto que leer que es necesario leer lo más posible. "Ello ha llevado a que algunos padres de familia preocupados por hacer que sus hijos lean, terminen por confundir el placer de la lectura con la adquisición y dominio de técnicas que permiten leer con más rapidez. El problema no pasa por allí. El lector, debido a la práctica que adquiere, va descubriendo y dominando técnicas metalectoras, que le permiten leer con mucha más rapidez, pero no lo hace porque tenga que leer tantas paginas por minuto. Todo lector sabe que la velocidad de la lectura, una vez alcanzado un óptimo nivel lector, dependerá de lo que se lee, de la naturaleza de la temática y del estilo alcanzado por el escritor. Existen personas que se enorgullecen de leer muy rápido, porque han estudiado tal o cual método de lectura veloz, pero en la práctica no leen, no son realmente lectores".

Aunque muchos consideran que aprender a leer con rapidez no es sólo una necesidad impuesta por la premura de los tiempos modernos en que vivimos, sino un paso obligado para ser un buen lector, un lector eficiente, Nietzsche pide a sus lectores que se separen de lo que se comprende por "hombre moderno". Estanislao Zuleta, citando a Nietzsche, sostiene que el hombre moderno es el hombre que está de afán, que quiere rápidamente asimilar. La obra nietzscheana, por ejemplo, requiere de lectores que tengan "carácter de vacas", que sean capaz de rumiar, de leer y releer, de estar tranquilos. De lo contrario, surge la idea de haber leído cuando ni siquiera se ha interpretado el texto. "Creo que la comprensión que tienen hacía mi es, en el fondo, alejada de la lengua que yo hablo; todavía no pueden llegar a mis textos, ya que cuando uno no oye, puede tener la ilusión de que allí no se dice algo; entonces hace falta un tiempo para que me oigan", precisa Nietzsche. Para éste, leer no es recibir, consumir, adquirir; leer es trabajar. "Lo que tenemos ante nosotros es un mensaje en el que el autor nos informa por medio de palabras sus experiencias, sentimientos, pensamientos o conocimientos sobre el mundo; y nosotros, provistos de un código común que produce el texto, procuramos averiguar lo que ese autor nos quiso decir", precisa. W. J. Mayo sostiene que la poesía y la buena prosa de una novela exigen una lectura intencionalmente lenta y minuciosa: se trata de deleitarnos con la lectura; aquí las palabras están pidiendo que se goce de ellas: trascienden el mero funcionalismo del vehículo de un mensaje para transformarse en lo esencial; es la belleza de la lengua en todo su esplendor lo que el poeta despliega ante nosotros. La lectura es un acto de crear y recrear ideas, no de consumirlas o recibirlas pasivamente como en un depósito. Aquí es procedente recordar lo expuesto anteriormente: "la lectura no se mide teniendo en cuenta la cantidad y rapidez con que se lean los textos, sino la interacción pausada y profunda entre el autor y el lector".

John Carmody, autor de libros de superación personal, es partidario de la lectura lenta, máxime cuando se trata de este tipo de textos, "porque la lectura de importancia, la lectura para nutrir el alma, es lenta y personal". En su libro En busca de la paz interior sostiene que uno debe detenerse cuando una línea del texto lo impacte, para pensar en ella y permitirle a la imaginación que juegue con ella y preguntar por más implicaciones. "Por encima de todo, debería examinar por qué lo ha alegrado, ha herido su vanidad, o desafiado su conciencia, haciéndola sentir culpable. Debe dejar que el autor, el texto, se vuelvan un interlocutor, un socio en una conversación. El texto le hace preguntas a usted, más o menos explícitamente. Sólo necesita colocarse en la posición de alguien a quien se dirigen para comenzar a escucharlos. Debe hacerles preguntas (desafiar las suposiciones del autor, ver dónde las convicciones parecen conducir)… Si descubrimos que un libro nos alimenta, aplaca una sed profunda o vende una parte lastimada de nuestro espíritu, somos tontos los que leemos de prisa. Nos lo debemos a nosotros mismos para digerirlo por completo, de modo que pueda ser parte de nuestro ser. Esa es la forma como crecemos en la vida contemplativa, la vida de nuestro yo más profundo…", precisa Carmody.

Con el ánimo de tener en cuenta los planteamientos de quienes prefieren la lectura rápida y de quienes no están de acuerdo con ella, es importante entender que existe flexibilidad en la lectura, según su tipo. Porque no es lo mismo leer un complejo tratado científico o filosófico que leer un periódico. La lectura de estudio, por ejemplo, exige una velocidad variable, repasar, memorizar, mayor concentración y compenetración con el texto, subrayar, tomar notas, esquematizar y resumir. Exige dominio del contenido del texto, visión general del mismo, repasar para afianzar conocimientos, búsqueda de datos concretos, análisis de las estructuras del lenguaje, valoración crítica del texto lo más objetiva y correctamente posible y participación activa que implica anotar, subrayar, resumir y sacar esquemas. "El lector debidamente adiestrado aplica a cada materia la técnica más idónea y jamás se enfrenta de manera idéntica a todo tipo de textos; sabe que cada materia exige una manera determinada de trabajo y que todo dependerá de la intención con que se lea, y de la mayor o menor complejidad del texto", sostiene W. J. Mayo. Una lectura de esparcimiento se hará, en muchos casos, con gran rapidez y soltura; una de índole cultural, se efectuará con prudente moderación, ya que implica una valoración crítica y razonada del contenido y una adecuada asimilación del mismo; y la profesional o de estudio requiere una velocidad variable. En esta última tiene importancia el factor memorización, debido a que hay que retener datos. Incluso, algunas veces, hay que "incurrir" en malos hábitos como repetición y vocalización. El buen lector, de acuerdo con sus preferencias y del tipo de lectura, empleará diferentes velocidades dependiendo de la dificultad e importancia de los textos.

Para quienes defienden la lectura rápida sólo por defenderla, sería procedente que reflexionaran sobre la siguiente alegoría de Rafael Pombo. Un niño le preguntó a un buey: "¿En qué piensas todo el día / tendido sobre la yerba? / Paréceme un gran doctor / embelesado en la ciencia". El buey respondió: "La ciencia, niño querido, / no es lo que a mí me alimenta. / Ésa es fruto del estudio / con que Dios al hombre obsequia. // Fuera el pensar para mí, / pobre animal, ardua empresa; /prefiero hacer treinta surcos / antes de aprender dos letras. // Mascar bien, me importa más / que una lección de la escuela. / Con las muelas masco yo, / tú, niño, con la cabeza. // Pero si anhelas ser sabio, / ojalá viéndome aprendas / a rumiar, y rumiar mucho, / cada bocado de ciencia. // El digerir, no el comer, / es lo que el cuerpo aprovecha, / y el alma, cuerpo invisible, / tiene que seguir tal regla. // Sin rumiarlo bien, no engullas / ni una línea, ni una letra; / el que aprende como un loro, / loro ignorante se queda".

SEGUNDA PARTE

MÉTODOS PARA LEER Y ESTUDIAR

A continuación expondré algunos métodos de lectura, creados por diversos autores expertos en este campo, advirtiendo que de nada sirven las técnicas y los métodos de lectura si el espíritu lector está ausente. Por eso, antes de revisar los métodos de lectura, antes que aprender a leer técnicamente, hay que rescatar el sentido más profundo del acto de leer. Sin que exista una camisa de fuerza para leer provechosamente, es importante tener en cuenta los siguientes métodos o procedimientos, los cuales favorecerán una mejor lectura.

MÉTODO PARA LIBROS EXPOSITIVOS

Mortimer J. Adler, autor del libro "Cómo leer un libro", propone tres clases o maneras de efectuar lecturas expositivas (ciencia, filosofía, política, economía e historia). "Cualquier buen libro es digno de ser leído tres veces", afirma. Estas tres lecturas tienen que ser realizadas separadas y conscientemente, cuando estamos aprendiendo a leer, pese a que pueden hacerse las tres juntas e inconscientemente cuando ya somos expertos. La primera (lectura estructural o analítica) se relaciona con el descubrimiento de la unidad y de las estructuras, parcial y total; la segunda (lectura interpretativa) tiene que ver con el análisis del todo en sus términos componentes, proposiciones y argumentos; y la tercera (lectura crítica) trata de la crítica de la doctrina del autor, de modo que se pueda llegar a un acuerdo o desacuerdo inteligente. El lector experto puede descubrir el contenido de un libro al analizar el todo en sus partes y, al mismo tiempo, al construir el todo con sus elementos de pensamiento y conocimiento, sus términos, proposiciones y argumentos.

1. La primera lectura (Estructural o Analítica) consiste en el análisis de la estructura del texto o libro. Se trata fundamentalmente de localizar palabras y proposiciones importantes que usa el autor y hallar el modo en que las usa. Este proceso lector implica los siguientes aspectos: *Clasificar el libro conforme a la índole y materia. *Consignar brevemente de qué trata todo el libro. *Enumerar las partes principales en su orden y relación, y analizar estas partes como se analiza el todo. *Definir el problema o problemas que el autor está tratando de resolver. Para entender un libro hay que encararlo primero como un todo, que tiene una unidad y una estructura de partes; y segundo, en función de sus elementos, sus unidades de lenguaje y de pensamiento. En esta lectura el lector procede del todo a sus partes.

La primera regla de esta primera lectura consiste en captar a través del título del libro. La podemos definir como: "Clasificar el libro según su clase y el asunto tema". Esta regla nos exige que actuemos con discernimiento. Es necesario saber qué clase de libro estamos leyendo, y debemos saberlo lo antes posible, con preferencia antes de comenzar a leer. Se debe comenzar con el "asunto fachada": título, subtítulo, prefacio o prólogo e introducción. Si aplicamos bien esta regla sabremos qué clase de libro es.

Una segunda regla de la primera lectura consiste en examinar el esqueleto del libro. La definimos como: "Enunciar la unidad de todo libro en una sola frase, o cuando más en varias frases". Se trata de enunciar el tema del libro entero con la máxima brevedad. Captar la estructura de un libro es una parte esencial de la primera comprensión. Esto significa que debemos decir de qué es el todo, lo más concisamente que se pueda. Decir cuál es el tema del libro no es lo mismo que decir qué clase de libro es. El descubrir "acerca" de qué trata un libro es descubrir su tema o punto principal. No es posible comprender un todo sin ver de algún modo sus partes; pero también es cierto que sólo captando la organización de sus partes es posible conocer y comprender el todo. Es más fácil captar una estructura compleja y unificada, en dos pasos que en uno. Esta regla atrae la atención del lector hacia la unidad.

La tercera regla del primer modo de lectura puede expresarse como: "Exponer las partes principales del libro, y demostrar cómo están organizadas para formar un todo al ser coordinadas entre sí y con la unidad del libro". Es necesario definir sus partes principales en su orden y relación y analizar estas partes como ya se ha analizado todo. Un libro es como una casa; es una mansión de muchas habitaciones de diferentes modelos y niveles, de diferentes tamaños y formas, con diferentes perspectivas, habitaciones con diferentes funciones a realizar. Estas habitaciones son, en parte, independientes; cada una tiene su propia estructura y decoración interior, pero no son absolutamente independientes y separadas; están unidas por puertas y arcadas, por corredores y escaleras. La analogía arquitectónica es casi perfecta. Un buen libro, como una buena casa, es un ordenado arreglo de partes; cada parte principal goza de una cierta dosis de independencia. Esta regla atrae la atención hacia la complejidad de un libro. Implica algo más que una enumeración de las partes: significa tratar las partes como si fuesen conjuntos, subordinados cada una con una unidad y una complejidad propias.

La cuarta regla del primer modo de lectura exige que se "descubran cuáles son los problemas del autor". Aquí es importante definir el problema o los problemas que el autor trata de solucionar. Si el autor no formula el problema, es tarea del buen lector formularlo con toda la precisión posible. Se debe enunciar el problema o los problemas principales que el libro trata de contestar; y de exponer los problemas subordinados si las preguntas principales son complejas y tienen muchas partes. El lector tiene que colocar las preguntas en orden inteligible. ¿Cuáles son primarias, cuáles secundarias? ¿Cuáles deben ser contestadas primero, si es que otras deben ser contestadas después? Si el lector conoce la clase de preguntas que cualquiera puede hacer acerca de una cosa, se convierte en perito en el descubrimiento de los problemas del autor. Estos pueden ser expresados brevemente: ¿Existe algo? ¿Qué clase de cosa es? ¿Qué provocó su existencia, o bajo qué condiciones puede existir, o por qué existe? ¿Qué objeto llena? ¿Cuáles son las consecuencias de su existencia? ¿Cuáles son sus propiedades características, sus rasgos típicos? ¿Cuáles son sus relaciones con otras cosas de índole similar? ¿Cómo actúa? ¿Las precedentes son todas preguntas teóricas? ¿Las siguientes son prácticas? ¿Qué fines deben ser buscados? ¿Qué medios deben ser elegidos para un fin dado? ¿Qué cosas deben hacerse para lograr un objetivo determinado, y en qué orden? Bajo estas condiciones, ¿qué es lo que se debe hacer correctamente, o qué es lo mejor antes que lo peor? ¿Bajo cuáles condiciones sería mejor hacer esto que aquello? Estas preguntas pueden ayudar al lector a descubrir los problemas que el libro ha tratado de solucionar.

2. En la segunda lectura (Interpretativa) se debe interpretar el contenido del libro a través de los siguientes pasos: *Ponerse de acuerdo con el autor mediante la interpretación de sus palabras básicas o más importantes. *Captar las proposiciones o sentencias, tratando con sus frases más importantes. Las palabras deben ser interpretadas y las sentencias comprendidas. *Conocer los argumentos del autor, encontrándolos en encadenamientos de frases o construyéndolos a expensas de ellos. *Determinar cuál de sus problemas resolvió el autor y cuál no, y de los últimos decidir cuál de ellos sabía el autor que no había logrado resolver. En esta lectura el lector procede de las partes al todo. La lectura interpretativa implica llegar a una transacción con el autor al interpretar sus palabras básicas; captar las proposiciones importantes del autor mediante la búsqueda de sus oraciones importantes; conocer los argumentos del autor, encontrándolas en secuencias de oraciones, o construyéndolos con dichas secuencias; y determinar cuáles problemas solucionó y cuáles no.

La primera regla de la lectura interpretativa trata de palabras y términos importantes del libro. Significa encontrar las palabras importantes y llegar a una transacción. Se trata de localizar las palabras importantes y hallar el modo en que el autor las usa; es decir, encontrar las palabras importantes y por medio de ellas llegar a una transacción con el autor. No todas las palabras son importantes; lo son sólo aquellas que él usa de un modo especial. El defecto de un mal lector es su falta de atención hacia las palabras claves, y sus consiguientes fracasos para llegar a una transacción con el autor. Es necesario llegar a una transacción con el autor; de lo contrario la comunicación de conocimientos del autor al lector no es posible. Si el autor usa una palabra en un sentido y el lector la lee en otro, han cambiado palabras entre ellos, pero no han llegado a una transacción. El interpretar un libro es un trabajo detectivesco. El encontrar las palabras importantes significa localizar los indicios, y el llegar a una transacción por medio de ellos es acorralar el pensamiento del autor. El lector debe llegar primero a una transacción con el autor, antes de que pueda averiguar qué es lo que el autor está proponiendo, qué juicios está declarando.

Las oraciones y proposiciones conforman la segunda regla de la lectura interpretativa. Implica señalar las oraciones más importantes de un texto y descubrir las proposiciones que ellas contienen. Una proposición es una declaración, una expresión del juicio del autor acerca de algo. Éste afirma algo que cree cierto, o niega algo que considera falso. Es una declaración de conocimientos, no de intenciones. Las proposiciones tienen que tener una razón que las justifique. Si estamos interesados en el asunto-tema de un libro, y no sólo en el autor, deseamos saber no solamente cuáles son las proposiciones, sino qué son. Las oraciones importantes son aquellas que expresan los juicios sobre los cuales reposa todo su argumento. Las oraciones y los párrafos son unidades gramaticales, son unidades de idioma; las proposiciones y los argumentos son unidades de lógica, o sea de pensamiento y conocimientos. No todas las oraciones expresan en un libro una proposición, pues algunas oraciones expresan preguntas. Las proposiciones son respuestas a preguntas, son declaraciones de conocimientos o de opinión. Sólo si se reconocen las diferentes proposiciones en una oración complicada, se podrán juzgar con discernimiento lo que el escritor dice.

La tercera regla de la lectura interpretativa trata de argumentos de toda índole. Esta norma nos invita a localizar o componer los argumentos básicos en el libro, encontrándolos en la ilación de oraciones. Hay muchas clases de razonamientos, muchas maneras de mantener lo que se dice. A veces es posible argüir que algo es cierto; a veces no puede defenderse más que una probabilidad. Pero cada especie de controversia consiste en una cantidad de afirmaciones entre sí, en cierto modo. Esto es dicho "a causa" de "aquello". "A causa", en este caso, significa una razón dada. La presencia de argumentos es indicada por otras palabras que se refieren a afirmaciones, tales como: "si" esto es así, "entonces" aquello; o "puesto que", esto, por consiguiente "aquello", o se "deduce" de esto que "aquel" es el caso. Un argumento es siempre un grupo de afirmaciones de las cuales algunas proporcionan las bases o razones para lo que deberá ser deducido.

La cuarta regla de este segundo modo de lectura consiste en determinar, entre sus problemas, cuáles solucionó el autor y cuáles no. Después que el lector haya llegado a una transacción con el autor, captando sus proposiciones y argumentos, puede controlar lo que ha descubierto respondiendo a las siguientes preguntas: ¿Cuáles de los problemas que el autor trató de solucionar logró hacerlo? ¿En el curso de la solución de éstos, se embarcó en otros nuevos? De los problemas que no logró solucionar, antiguos o nuevos, ¿en cuáles supo el autor que había fracasado? Cuando el lector sea capaz de responder a estas preguntas, podrá sentirse razonablemente seguro de haber logrado comprender el libro.

3. La tercera lectura (Crítica) consiste en la crítica del texto como comunicación del saber. Este paso consta de unas máximas generales y de unos criterios específicos para los puntos de la crítica. Las máximas generales son: *No comenzar la crítica antes del análisis y de la interpretación. *No discrepar disputativamente o contenciosamente. *Respetar la diferencia entre el conocimiento y la opinión, teniendo razones para cualquier juicio crítico que se realice. Los criterios específicos para los puntos de crítica son: *Indicar dónde el autor carece de información, dónde está mal informado, dónde es ilógico y dónde el análisis o relación es incompleto. En esta lectura el lector juzga al autor, y decide si está o no de acuerdo con él. Un libro debe ser leído activamente. La actividad en la lectura no concluye con la tarea de comprender lo que un libro dice. Debe ser complementada con la tarea de la crítica, del juicio. El lector debe saber juzgar un libro, así como debe saber llegar a un entendimiento de su contenido. Aquí es donde la retórica entra en juego. Hasta cuando no se hayan realizado satisfactoriamente las dos primeras lecturas (analítica e interpretativa), el buen lector no debe sentirse en libertad de expresarse, de emitir un juicio crítico.

No podemos valorar un texto si no hemos captado el mensaje, si no hemos descubierto el significado en relación con sus formas. La valoración es indispensable, si se tiene en cuenta que el lector entabla un diálogo con el autor a través de un texto. El lector debe estar en capacidad de expresar su posición frente al texto por medio de argumentos válidos. La lectura crítica debe llevar al autor a emitir juicios personales sobre lo que ha analizado, comprendido e interpretado; en ellos se rebelan su personalidad, sus intereses, sus emociones, su visión del mundo, sus experiencias, su apreciación literaria y su comprensión e interpretación lectoras.

Una vez realizada una lectura, el lector deberá ser capaz de opinar sobre el autor y, particularmente sobre el mensaje, ya desde el punto de vista de su contenido (fondo), ya desde el punto de vista de su presentación (forma). La crítica lectora es una reacción mental, de alto valor intelectual, que conduce a la emisión de juicios personales reveladores de la personalidad del lector, de su gusto, de su apreciación literaria, de su comprensión e interpretación lectoras. La lectura crítica es discernimiento ponderado, fruto del pensamiento reflexivo.

A. Máximas generales

La primera máxima de la lectura crítica implica que el lector sea capaz de decir, con una certeza razonable, "comprendo", antes que pueda decir cualquiera de las cosas siguientes: "estoy de acuerdo", o "disiento", o "suspendo el juicio". Esto implica abstenerse de decir si estamos de acuerdo o en desacuerdo con el autor, o que suspendemos el juicio, hasta que realmente hayamos entendido el texto. Exige del lector que complete la tarea de entendimiento antes de entrar precipitadamente en la lectura.

La segunda máxima de la lectura crítica indica que no tiene objeto ganar un argumento si el lector sabe o sospecha que está equivocado. Esta regla le dice al lector que no sea disputador o contencioso. La palabra contencioso define a la persona que tiene por costumbre disputar o contradecir todo lo que otros afirman.

La tercera máxima de esta lectura crítica recomienda que se considere a los desacuerdos como solucionables. Todos los desacuerdos pueden ser solucionados por medio de la eliminación de malas inteligencias o de la ignorancia. El lector debe hacer más que abrir juicios de acuerdo o desacuerdo; debe dar razones. Aquí se pide al lector que encare los desacuerdos sobre asuntos de conocimientos como algo remediable. Se le sugiere que dé razones para sus discrepancias de modo tal que los problemas no sean meramente enunciados, sino también definidos.

B. Criterios específicos para los puntos de crítica

Cuando el lector haya finalizado su lectura, debe estar en capacidad de afirmar que "entendió". Si "no entendió", tendrá que argumentar por qué. Si la falta reside en el libro, ha de localizar los orígenes de la dificultad. Debe demostrar que la estructura del libro es desordenada, que sus partes no tienen coherencia, que algo en éste carece de pertinencia. O, tal vez que el autor se equivoca en el uso de palabras importantes, con toda una cadena de confusiones que esto trae como consecuencia.

En caso que el lector discrepe con el autor, debe ser capaz de mantener una controversia cortés e inteligente. El lector debe llegar a un acuerdo o desacuerdo con el autor siguiendo y encontrando los argumentos del autor. El lector que llega a una transacción con el autor y capta sus razonamientos y proposiciones, se "entiende" con el autor. Todo el proceso de interpretación se encamina a un encuentro de mentes mediante el idioma. El entendimiento de un libro vendría a ser como un acuerdo entre el lector y el autor.

Cuando el lector entiende y disiente cree que puede demostrar que el autor está equivocado en algo. Pero a veces lo hace bajo la influencia de la emoción y el prejuicio. Esto se evita si se tienen en cuenta algunas "prescripciones" que indican los cuatro modos en que un libro pude ser "adversamente" criticado. Si el lector dice "entiendo, pero disiento", puede hacer estas observaciones como si estuviera dialogando con el autor: *"Carece usted de información". *"Está usted mal informado". *"Es usted ilógico, su razonamiento no es convincente". *"Su análisis es incompleto". El lector que discrepe debe efectuar estas observaciones. Aunque son un poco independientes, el hacer una de éstas no impide hacer la otra; todas y cada una de ellas pueden hacerse, porque los defectos que tratan no se excluyen mutuamente. El lector no puede hacer ninguna de éstas sin ser definitivo y preciso acerca del punto en el cual el autor carece de información, o está mal informado, o es ilógico. Si el lector no puede demostrar que el autor carece de información, está mal informado, o sea ilógico sobre asuntos importantes, no puede discrepar. Para disentir es necesario indicar dónde el autor carece de información, dónde está mal informado, dónde es ilógico y dónde el análisis o relación del autor es incompleto. Veamos las observaciones o criterios específicos. Las tres primeras tratan de la validez de las aseveraciones y razonamientos del autor; son criterios para la discrepancia; están relacionadas con los términos, proposiciones y argumentos del autor. Estos son los elementos que él usó para solucionar los problemas que iniciaron sus esfuerzos. La cuarta es acerca de la plenitud de la ejecución del plan del autor; influye en la estructura del conjunto.

Decir que el autor "no está informado", es decir que carece de algún elemento de juicio "pertinente" al problema que está tratando de solucionar. Para poder sostener esta observación, es necesario exponer los conocimientos que le faltan al autor y demostrar por qué es pertinente, y cómo establece una diferencia en lo que a sus conclusiones se refiere.

Decir que el autor "está mal informado", es decir que él asevera lo que no hace al caso. Su error puede deberse a la falta de conocimientos, pero el error es algo más que eso. Sea cual sea la causa, éste consiste en aseveraciones contrarias a los hechos. El autor propone como verdadero o más probable lo que es en realidad falsa o menos probable; pretende poseer un saber del que carece. Para aprobar la afirmación el lector debe poder argüir la verdad o la mayor probabilidad de una posición contraria a la del autor.

Decir que un autor "es ilógico", es decir que ha cometido una falta al razonar. El lector debe señalar el punto exacto en el cual el argumento carece de fuerza lógica o moral.

Decir que el análisis de un autor "es incompleto", es decir que éste no ha solucionado todos los problemas con que comenzó, o que no ha hecho un uso tan bueno de sus materiales como podía hacerlo, que no vio todas sus complicaciones y ramificaciones, o que no logró establecer distinciones que son importantes en su trabajo. No tiene objeto hacer esta observación si el lector no pude definir con exactitud lo inadecuado, ya sea por su propio esfuerzo o mediante la ayuda de otros libros.

MÉTODO PARA LIBROS IMAGINATATIVOS O DE FICCIÓN

Según Mortimer J. Adler, la literatura imaginativa comprende la ficción: poesía, novela y teatro. Una novela no se puede leer como un texto de filosofía, o una obra lírica como si fuera una demostración matemática. Los libros expositivos instruyen y los imaginativos deleitan. La lectura expositiva llama la atención del intelecto y la imaginativa la imaginación. Los libros expositivos "realmente" comunican lo que es eminente y esencialmente comunicable: el conocimiento abstracto. Los imaginativos "tratan" de comunicar lo que es esencial y profundamente incomunicable: la experiencia concreta. La diferencia básica en la literatura expositiva y la imaginativa consiste en que la primera instruye comunicando y la segunda deleita recreando lo que no puede comunicarse. Los libros expositivos tienen como principal objeto enseñar mientras que los imaginativos enseñan sólo incidentalmente, si llegan a enseñar, creando experiencias del as cuales podemos aprender. Para aprender con libros imaginativos tenemos que elaborar nuestro propio pensamiento acerca de la experiencia; para aprender lo que enseñan los hombres de ciencia y filosofía, debemos tratar de comprender lo que ellos han pensado. No se debe leer la ficción como si fueran hechos; no se debe leer una novela como si fuera una obra científica, ni siquiera como si fuera ciencia socia la sicología.

Reglas para la lectura imaginativa:

1º. No se debe tratar de buscar un mensaje en una novela, obra teatro o poesía, porque no es originalmente didáctica. La ficción impulsa a la acción sólo cuando es buena como ficción. Hay que leer el libro por lo que es, buscando la historia, no el mensaje, en los libros narrativos. En la ficción hay creaciones y no pensamientos o doctrinas. Sólo se puede comprender un mundo cuando ha sido creado. Shakespeare, partiendo del mundo que ningún hombre ha hecho, sin abandonarlo nunca, "construyó" muchos mundos dentro de él.

2º. No se deben buscar términos, proposiciones y argumentaciones en la literatura imaginativa, porque son recursos lógicos y no poéticos.

3º. No se debe criticar la ficción según normas de la verdad y de la consistencia que corresponden adecuadamente a la comunicación del conocimiento. La "verdad" de una buena "historia" es su verosimilitud, su intrínseca estabilidad o plausibilidad. Cuando leemos una biografía queremos la verdad acerca de una persona determinada; cuando leemos una novela queremos una historia que debe ser cierta sólo en el sentido de que "pudo haber sucedido" en el mundo de personajes y de hechos que el novelista ha creado.

4º. No se deben leer todos los libros imaginativos como si fueran iguales; la lírica, la novela y el teatro requieren lecturas adecuadamente diferentes.

5º. Reconocer si se trata de una poesía, una novela o una obra de teatro, porque sus contenidos son diferentes. El poema cuenta una "historia" esencialmente en función de una sola experiencia emocional; las novelas y las piezas de teatro tienen tramas más complicadas, que comprenden a muchos personajes, sus acciones y reacciones recíprocas, así como las emociones que experimentan en el transcurso de la obra.

6º. Aprender a captar la unidad global de la obra. La unidad de la ficción está en el argumento. Si no se capta el interés del argumento, no se capta la historia narrada. En la condensación del argumento reside la unidad de la obra.

7º. Reducir el todo a sus unidades más simples y descubrir cómo está construido el todo en todas sus partes. Las partes de la ficción son los diversos pasos que el autor da para desenvolver su trama: los detalles de representación y de los episodios. Conocer la estructura de una narración implica saber dónde comienza, por qué pasa y dónde termina; identificar las diversas crisis que conducen hasta la culminación, dónde y cómo tiene lugar la culminación y qué sucede en la parte final. Las partes deben estar interrelacionadas, porque los capítulos de una novela o las de una pieza de teatro si carecen de significado y coherencia se les arrancan del todo. La narración para ser interesante, debe sostener y elevar la incertidumbre.

8º. Establecer relación entre los elementos de ficción: episodios, incidencias y personajes con sus pensamientos, discursos, sentimientos y actos. Sólo es posible captar la "historia" si hay familiarización real con los personajes y se han experimentado sus hechos.

9º. Entrar, conocer y vivenciar el mundo imaginativo creado por el autor, convirtiéndonos en miembros de su población, deseosos de hacernos amigos de sus personajes y de participar en sus conocimientos mediante una comprensión simpática. Así, encontramos las relaciones que utilizan los personajes y los convertimos en miembros de una sociedad viviente. Se trata de trabar conocimiento con los personajes, acompañarlos en el mundo imaginativo en que viven, admitir las leyes de su sociedad, respirar su aire, probar su comida, viajar por sus caminos.

10º. Seguir a los personajes a través de sus aventuras; el escenario o fundo, el marco social, es una especie de vinculación estática de los elementos de la ficción. La conexión dinámica permite el desenmarañamiento de la trama. Para leer bien la obra es necesario tener el dedo sobre el pulso de la narración, sensible a todos sus latidos.

11º. No critiquemos la literatura imaginativa hasta haber apreciado plenamente qué ha tratado de hacernos experimentar el autor. La crítica tiene que ver con la belleza de la obra. La belleza de cualquier obra de arte está relacionada con el placer que nos proporciona cuando la conocemos bien. Distinguir entre la expresión de gusto que indica meramente que algo gusta o no gusta y el ejercicio crítico último que concierne a los méritos objetivos de la obra. Antes de decir lo que nos gusta o lo que no nos gusta, debemos estar seguros de que hemos hecho un esfuerzo honesto para apreciar la obra. Para lograr la apreciación, como la comprensión, debemos leer activamente. Sólo así podremos decir que nos gustó o no el libro, y por qué nos gustó o no nos gustó. Para emitir un juicio crítico sobre una obra debemos responder a las siguientes preguntas: ¿Hasta qué punto tiene unidad la obra? ¿De qué magnitud es la complejidad de las partes y elementos que la unidad abarca y organiza? ¿Es una historia probable, esto es, tiene la inherente plausibilidad de la verdad poética? ¿Nos eleva de la ordinaria semiconciencia de la vida diaria a la claridad de la intensa vigilia, excitando las emociones y llenando nuestra imaginación? ¿Crea un nuevo mundo en el cual somos introducidos y en el cual parece que viven con la ilusión de que estamos viviendo la vida constante y totalmente?

Con respecto a la lectura de periódicos y revistas, nos dice Adler, que debemos preguntarnos qué dice en general, qué dice en particular, si es cierto y eso qué importa. Mientras leemos debemos hacernos estas preguntas y contestarlas exacta y correctamente.

MÉTODO DE LA LECTURA EXPLORATIVA, SELECTIVA, GENERAL, INVESTIGATIVA Y PROFUNDA

1. Lectura explorativa o de reconocimiento. En este primer aspecto se deben tener en cuenta el título, subtítulos, contenido o índice y preguntas.

2. Lectura selectiva. Aquí se centra la atención en el prólogo, introducción, primer y último párrafo de cada capítulo, primera y última frase de cada párrafo, conclusión o epílogo).

3. Lectura general del libro. Consiste en realizar una nueva lectura atenta del libro de manera total, general o global.

4. Lectura investigativa. Se efectúa para buscar significados, subrayar, tomar apuntes, identificar frases principales y secundarias de los párrafos y la idea o ideas principales de cada capítulo, señalar los párrafos claves, establecer relaciones causa-efecto, establecer correspondencia entre título y subtítulo, adelantar conclusiones).

5. Lectura profunda. Esta última lectura de realiza de manera profunda con el ánimo de resumir, esquematizar, sintetizar, relacionar, descubrir el mensaje y el tema o temas principales, asimilar, interiorizar, establecer relaciones interdisciplinarias, apoderarse del contenido y enfrentarlo con sentido crítico, descubrir la ideología y punto de vista del autor, actuar.

Se ha leído bien cuando, además de saber lo que dice el autor, sabemos qué es lo que quiere decir y por qué lo dice. El buen lector debe ser capaz de recordar lo que el autor dijo tanto como comprender lo que quiso decir. No basta con saber qué dice el autor, sino saber qué quiere decir. Debemos estar seguros de comprender lo que dice el libro: sólo entonces podremos decir si estamos, o no, de acuerdo con el autor. No sólo se debe leer para informarnos; se debe leer para entender. Cuando leemos para informarnos, sólo obtenemos hechos; cuando leemos para entender, no solamente aprendemos hechos sino también su significado.

MÉTODO O TÉCNICA VILER (Vistazo, Interrogarse, Leer detenidamente, Expresar, Repasar)

Este método lo establecer W. J. Mayo en su libro Cómo leer, estudiar y memorizar rápidamente, y consiste en los siguientes pasos:

1. Vistazo. El primer paso consiste en echarle un vistazo total o una revisión general al texto para familiarizarnos con el texto que vamos a estudiar. Este procedimiento permitirá controlar la intención para no divagar a otras cosas, tras haber leído un poco, es especial si el tema es pesado; se prepara uno para saber de qué se trata la lectura; despierta en el inconsciente cosas que ya sabemos sobre lo que leemos; nos da una idea de la extensión de lo que hemos de leer y el tiempo que gastaremos en hacerlo; le da un propósito o dirección a la lectura. Dar un vistazo a un texto consiste en explorar los títulos, índice, introducciones, prefacio, glosario, resúmenes, encabezados, subtítulos, dibujos, gráficas, bibliografía, palabras en mayúscula, etcétera. En general, se trata de familiarizarnos con el texto que vamos a leer.

2. Interrogar. El segundo paso es interrogarse. La mejor manera de sacar provecho a la lectura es hacerse preguntas acerca de lo que se está leyendo. Al buscar las respuestas a los interrogantes se consigue que la mente no vaya de un lado a otro a medida que se lee. Interrogarse permite un vistazo completo al texto, facilita el conocimiento del vocabulario desconocido, concentra la atención del lector en los temas que se van a leer, permiten conocer todos los temas tratados en el texto, facilita la memorización de los conocimientos pertinentes.

3. Leer. El tercer paso es leer detenidamente. Son demasiados los lectores que se ponen a leer un texto sin los pasos previos del vistazo y del interrogarse. Los resultados suelen ser pobreza de comprensión, divagación de la mente, pérdida de tiempo y vuelta a leer las distintas partes sin que se saque nada en claro. Para efectuar la lectura es pertinente tener en cuenta que se lee para poder responder a las preguntas planteadas en los pasos anteriores; o se lee para contestar los cuestionarios que se nos presentan. Leer para responder a las preguntas da un propósito determinado. Se debe tener en cuenta de manera especial las palabras o frases subrayadas en cursiva o en negrilla.

4. Expresar. El cuarto paso es expresar. Significa explicar con las propias palabras lo que se ha leído para detectar si realmente se comprendieron los temas. Esta explicación debe responder a un proceso de interiorización de los conceptos.

5. Repasar. El quinto paso es repasar. Supone echar un vistazo a lo que ya se ha leído. Para repasar se debe tener en cuenta hacerlo inmediatamente después de haber leído el texto. Esto equivale a volver a leer las notas y subrayados, y repasar periódicamente.

MÉTODO DE LECTURA DE ESTUDIO "ROBINSON": EPL2R (Explorar, Preguntar, Leer, Recitar y Repasar)

Este método, que consiste en explorar, preguntar, releer, recitar y repasar, fue planteado por W. J. Mayo en su renombrado libro. Consta de los siguientes pasos:

1. Explorar. Consiste en indagar cuanto podamos sobre los fines y propósitos del autor. Para ello debemos leer el prólogo, estudiar el índice, fijarnos en los encabezamientos y en los distintos epígrafes de los capítulos y en los resúmenes de los mismos si los hay y dar una rápida ojeada a todo el texto. Se trata de obtener una visión general de lo que más tarde se estudiará. No debemos perder de vista cuáles son nuestros objetivos y la importancia del texto para nuestros intereses. El preciso tener en cuenta al autor: ¿Quién es? ¿Qué es? ¿Cómo escribe?

2. Preguntar. Debemos explorar rápidamente el texto anotando las preguntas que se nos ocurran. Esto nos obliga a pensar y a reflexionar, a ser capaces de dar nuestra particular ordenación a los conocimientos adquiridos. Desarrollaremos nuestra capacidad crítica y llegaremos a leer activamente, no seremos meros receptores de información, tendremos nuestras propias exigencias para con el autor: ¿Qué pruebas reales nos da?, ¿lo que dice coincide con las afirmaciones de otros autores o con lo que nosotros sabíamos o creíamos?

3. Leer (reeler). La primera lectura de estudio podrá ser rápida, de visión general; luego efectuaremos una lectura más detenida y detallada. Debemos leer activamente, siempre captando lo fundamental de lo escrito, las ideas principales y los detalles de mayor relevancia.

4. Recitar. Tras la lectura de cada apartado importante del capítulo debemos dejar a un lado el libro e intentar repetir en síntesis y con nuestras propias palabras lo leído. Recitar permite potenciar nuestra memoria, ahorrar tiempo, facilitar la capacidad de atención y corregir las faltas.

5. Repasar. Debemos repasar la lección o el texto inmediatamente después de haberlo estudiado. Tras la lectura de cada capítulo recitaremos sus pasajes más importantes e inmediatamente procederemos a repasarlo. En los repasos intermedios nos debemos dedicar más a releer que a recitar.

APÉNDICES

ALGUNAS TÉCNICAS PARA COMPRENDER Y TRABAJAR TEXTOS

El resumen

El resumen es una exposición breve y precisa de las ideas principales de un asunto, un tema o una materia. Resumir es sacar la información más importante de un texto, haciéndolo más pequeño, pero sin que pierda el contenido o lo que quiere decir. Es como volver a contarlo o escribirlo con otras palabras, de forma abreviada y hablando sólo de los aspectos más importantes de éste. Para hacer un resumen escrito es conveniente seguir estos pasos: *Realizar una lectura cuidadosa del texto. *Aclarar el vocabulario desconocido con ayuda del diccionario u otras fuentes, para comprender mejor el texto. *Concretar el tema del texto. *Encontrar y señalar las ideas principales. *Redactar en orden las ideas principales. *Escribir, si es necesario, algunas ideas secundarias (muy breves) para explicar o ejemplificar las ideas principales.

La síntesis

La síntesis es parecida al resumen, en cuanto a que es un esfuerzo por expresar sólo lo fundamental de un texto. Sin embargo, normalmente se diferencia del resumen por ser mucho más breve. Por ejemplo, un texto de diez páginas puede resumirse en una página, mientras que la síntesis del mismo texto puede ser de diez líneas. La síntesis se utiliza más para artículos de opinión o comentarios, pues estos traen un mensaje que es posible expresar en una o dos oraciones.

El esquema o cuadro sinóptico

El esquema o cuadro sinóptico es una forma de organizar los elementos o partes que conforman un tema. Normalmente se utilizan para representar de manera gráfica la estructura de un tema y la relación entre las ideas del mismo. Se suelen organizar las ideas y temas en cuadros o llaves, tratando de representar la relación entre ellos por el lugar en que se colocan y las líneas que los unen.

El análisis crítico

Cuando una persona escribe trata de transmitir un mensaje. Sin embargo, muchas veces junto al mensaje, la persona que escribe intenta hacernos pensar y sentir de una forma. Por ejemplo, en un periódico podemos encontrar una noticia como la siguiente: "Campesinos pararon el tráfico durante más de dos horas en una importante carretera del país. Colocaron barricadas de piedras y troncos para impedir el paso de los vehículos. Ante el reclamo de las personas que viajaban en la carretera los campesinos respondieron con amenazas e insultos. Esta situación provocó el retraso de los transportes de productos y de pasajeros. Además, generó el descontento de un grupo de turistas que transitaban por ese lugar. Estas acciones afectan la economía e imagen del país…"

El mensaje central de esta noticia es que unos campesinos pararon el tráfico en una carretera. Pero ¿qué nos hace sentir y pensar la noticia? Por la forma en que está escrita, nos podría hacer sentir y pensar que lo que hicieron los campesinos definitivamente no está bien. Que son unos desconsiderados y abusivos. Sin embargo, al analizarla con mayor detenimiento nos podemos dar cuenta que no dice por qué razones los campesinos pararon los carros, cuál es la situación de la gente, qué actitud asumieron los transportistas, ni si realmente los campesinos los amenazaron. Pareciera que el que escribió la noticia está más preocupado por lo que piensen los turistas que por la situación de la población campesina y lo que los motivó a realizar esa acción. Bueno, con este ejemplo nos podemos dar una idea de lo importante que es el análisis crítico. A continuación hacemos algunas recomendaciones para juzgar críticamente cualquier tipo de lectura.

*Averiguar información sobre el autor. Eso nos puede ayudar a saber con qué intención la persona está escribiendo y qué intereses defiende.

*Descubrir la intención de quien escribe. Para ello debemos responder a la siguiente pregunta ¿qué quiere hacernos sentir y pensar la persona que escribió? Al descubrir dicho propósito, podemos decidir si estamos de acuerdo o no.

*Investigar más sobre el tema. Eso nos permitirá aumentar la objetividad de nuestra opinión, en base a otros puntos de vista.

*Dudar. Debemos tomar en cuenta que la verdad nunca se nos presenta del todo completa, conocerla requiere de una actitud cuestionadora. No creer las cosas sólo porque figuran en un libro. Dudar quiere decir hacernos preguntas sobre lo que leemos: ¿Será verdad todo? ¿Será que no están ocultando algo? etc.

Para hacer un análisis crítico podemos usar las siguientes preguntas: – ¿Cuál es el mensaje central del texto? – ¿A qué sector (grupo político, clase social, etc.) pertenecerá el autor del artículo? – ¿Qué quiere el autor que piense y sienta al leer su artículo? – ¿Con qué argumentos estoy de acuerdo y con cuáles no? ¿Por qué? – ¿Qué opino del mensaje a nivel general?

El comentario

Muchas veces nos piden hacer un comentario sobre una lectura. Es importante recordar que el comentario difiere del resumen. En el primero valoramos el texto argumentando los porqués. Veamos algunas de las cuestiones que podemos abordar al realizar un comentario:

*La veracidad del texto. Si nos parece que se acerca a la verdad o no y por qué. Podemos expresar nuestros acuerdos y desacuerdos con las ideas del autor.

*La relación de las ideas del texto con otras ideas o experiencias. Podemos hacer referencia a otras ideas que hemos escuchado en función del texto o a experiencias que puedan tener relación.

*La aplicabilidad o utilidad de las ideas del texto. Expresar si consideramos que lo leído puede usarse en nuestro trabajo o realidad inmediata.

*Los aspectos positivos y negativos. A cualquier realidad le podemos encontrar aspectos positivos y negativos.

*Las limitaciones. A veces es necesario aclarar a qué campos o situaciones se aplica lo que dice el autor y a cuáles no.

*Los riesgos. Cualquier propuesta, aun cuando en su generalidad sea positiva, siempre conlleva riesgos que es bueno señalar.

COMENTARIO DE TEXTOS

Introducción

El comentario es un análisis que se realiza sobre un texto escrito desde varios planos o puntos de vista con el fin de determinar su naturaleza y características generales o particulares. Una lectura compresiva e identificativa del tipo de texto es lo primero que se debe hacer. El método o métodos que se sigan pueden ser tan diversos como los textos comentados; no obstante, es necesario dar unas pautas imprescindibles para hacer un comentario correcto.

Autor, obra, género.

Hay que hacer referencia al autor y su obra, si se conoce. En cuanto al género, término complejo, puede aplicarse la siguiente clasificación: Los géneros literarios se clasifican en: mayores y menores; los géneros mayores son: Lírica, expresión de los sentimientos del autor, "yo subjetivo", está escrito en prosa o verso. Épica, es la narración del mundo exterior, observado por el autor, en prosa: novela, cuento y leyenda; en verso: cantares de gesta, romances… Dramática o género teatral, analiza las vivencias de los personajes de ese mundo exterior: tragedia, comedia o drama. Y géneros menores: Oratoria, pretende persuadir por medio de la palabra: discurso, arenga, conferencia, charla… Didáctica, género con fines formativos y educativos: ensayo, artículo, conferencia… Historia, narración de acontecimientos pasados: crónicas, reportajes…

Tipo de escrito y naturaleza del texto

Un texto puede pertenecer a uno de estos cuatro tipos de escritos básicos: A) Narración, se cuentan acciones: predominio de dinamismo: frases cortas, abundancia de verbos… B) Descripción, se expresan circunstancias: cualidades, ambientes, paisajes; texto de acción lenta, predominio de sustantivos, adjetivos… C) Exposición, escrito en el que se pretende comentar objetivamente un tema: se comunican ideas y opiniones; predominio de lenguajes técnicos especializados… D) Argumentación, es la exposición de un tema, pero sometido a debate, aportando datos que sustenten lo que se afirma. Es más subjetivo que la exposición… Los textos, por su naturaleza y contenido temático, se pueden clasificar en: periodísticos, científicos, publicitarios, humanísticos, jurídicos, literarios… Además, hay circunstancias espaciales que también se deben considerar en un comentario, como la fecha en que el texto fue escrito; si la fecha no aparece expresada, se intenta deducir por el contenido significativo del texto, analizando el contexto histórico-social al que el texto responde. Conviene destacar: el tiempo externo, en el que está escrito el texto, y el tiempo interno al que se refiere su contenido.

Comentario explicativo del texto.

En esta fase se anota lo que el autor dice y cómo lo dice: Explicación del contenido, comentario de los términos, datos, conceptos básicos del texto, asociándolos, si es posible, con los conocimientos que se tengan. Señalar también el plan ideológico del texto, así como el pensamiento del autor. Análisis de la forma, valoración general del estilo y de las características formales del texto: la estructura: analítica, sintética, encuadrada, paralela… y caracterización del lenguaje: culto, popular; normativo, incorrecto…, y rasgos que presenta: rasgos fónicos: grafías, reducción de grupos consonánticos, acentuación, entonación…; rasgos morfosintácticos, categoría gramatical dominante: sustantivos, adjetivos, verbos…; presencia o ausencia de determinantes; coordinación o subordinación; periodos largos o periodos cortos… rasgos léxico-semánticos, clases de palabras: simple, compuesta, derivada…; connotación, denotación y uso figurado del lenguaje.

Comentario crítico.

Surge de la respuesta razonada, que el texto sugiere al lector, y se deben puntualizar varios aspectos: Juicio crítico es asentir, disentir o matizar el contenido del texto, expresando el grado de precisión, objetividad o subjetividad manifestados por el autor. Asociación y relación del texto, con otras tendencias, movimientos o temas conocidos. Interés del texto, con relación a su época, como representación de una corriente de pensamiento, por su relación o vigencia actual, por su originalidad de contenido de enfoque o forma.

COMENTARIO DE TEXTO LITERARIO

Introducción

Comentario de texto literario, valoración de un texto para comprobar, por medio de diversas técnicas, su carácter literario. Comentar un texto no es glosar su contenido. Sólo si se abarca su totalidad, y cada una de sus ideas se relaciona con las demás, el texto tiene sentido, y se percibe la función de todas las palabras. El lector espera reconocer en el texto unos rasgos que responden al género en que se inscribe. Los límites del texto, que marcan estrofas y rasgos de los diferentes géneros, encuadran su diseño interior. Para que el texto alcance todo su sentido, hay que conocer los instrumentos manejados por el escritor, las figuras retóricas, las referencias culturales. Sólo así se puede vincular la obra al contexto literario. El lector recibe del autor un mensaje, cuyo fin es este mensaje como forma; percibe en sus interrelaciones, la actitud, el tema, la estructura y el mensaje del texto, y concibe su esencia simbólica, su función histórica y su valor poético.

Procedimiento de análisis

Cada texto exige una técnica de análisis que ponga de relieve sus rasgos más significativos, por lo que es necesario, en primer lugar, situar el texto en su marco histórico-literario. El modo de actuar varía según se trate de una obra completa, de un texto completo o de un fragmento, e igualmente si se conoce el nombre del autor, el título y la fecha de la obra. Si se sabe el nombre del autor, se utilizan los medios de consulta necesarios para situar la obra en la etapa del autor a la que ésta pertenezca. Si todos los datos aparecen en el texto, no hay mayor problema que la consulta en un manual de Literatura con el fin de obtener una mayor información sobre el autor, obra, fecha, periodo, características generales de la época y movimiento al que pertenece el texto, relación con otros movimientos artísticos y culturales del momento, características del autor, característica de la obra o fragmento, objeto del análisis.

Características literarias

Para analizar las características literarias de un texto hay que determinar:

Género literario y forma de expresión: Identificación del género y subgéneros, señalando su originalidad y características del autor; la forma de expresión (narración, diálogo, descripción…) y, por último, si se trata de un texto en prosa o verso con sus características.

Análisis del contenido (relación del autor con la obra): Actitud ante la realidad (externa/interna); postura del autor (objetiva/subjetiva, irónica, crítica…); punto de vista (estilo directo/indirecto, utilización de primera, segunda o tercera persona) e implicación del autor en el texto.

Argumento y tono: Tipo de argumento y esquema argumental. Hay que observar las características (descriptivo, narrativo, digresivo) y el tono (optimista, pesimista…).

Estructura del contenido: Estructura del texto (núcleos y subnúcleos estructurales, sus relaciones y características) y modelos estructurales (analizante, sintetizante, paralela, atributiva…).

Tema e idea central. Precisar el tema: Características y cualidades.

Análisis de la forma

Es el momento culminante del análisis, cuando afloran los niveles literarios utilizados por el autor; para eso hay que analizar todos los recursos del lenguaje literario y su función poética.

En el análisis formal, se debe analizar los diferentes planos: Plano fonético-fónico, peculiaridades: figuras retóricas basadas en el sonido (onomatopeyas, aliteración, paronomasia, asonancia, aféresis).

Acento y entonación. Ritmo de la prosa (ritmo lingüístico, de pensamiento, de intensidad, cuantitativo, silábico, tonal…). Análisis métrico del texto en verso. Medida (cómputo silábico). El acento: tipo de versos (octosílabo, endecasílabo…). Rima (total o parcial). Tipos de estrofas (cuarteto, serventesio, quinteto, octava real, soneto…). Poema (romance, silva, letrilla…).

Planos morfológico y sintáctico. Interpretación de las diferentes posibilidades expresivas que ofrece el texto en relación con el contenido. Análisis de las categorías gramaticales y sus conexiones. Comentario de texto lingüístico. Análisis y estructura del texto (simetrías, paralelismo, diálogo, descripción). Figuras retóricas: por adición de palabras (paráfrasis, pleonasmo, sinonimia…); por omisión de palabras (elipsis, asíndeton); por repetición de palabras (anáfora, reduplicación, concatenación, polisíndeton); por analogía (derivación, dilogía, calambur, hipérbaton).

Plano semántico, determinar las peculiaridades del texto que se comenta, relacionándolo con el contenido; características del léxico, elementos emotivos y afectivos. El significado de las palabras en el texto. La connotación, como característica del lenguaje literario (polisemia, antonimia, homonimia…). Los cambios semánticos: tropos (sinécdoque, metonimia, metáfora, alegoría, símbolo…). Figuras retóricas (prosografía, retrato, enumeración, hipérbole, prosopopeya, apóstrofe, paradoja…) y, finalmente, valoración del texto, reconocer el sentido histórico-social y apreciar el valor poético del texto como realización de un artista en un género.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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