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Hipótesis vestigial (página 2)

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2, 3

Según el paradigma evolutivo, las muelas del juicio son terceros molares vestigiales que los homínidos usaban para ayudarse a masticar el tejido vegetal. El postulado general en este sentido es que las calaveras de los primeros homínidos tenían mandíbulas más largas y con más espacio para las muelas del juicio, al objeto de facilitar al individuo la masticación del follaje y compensar así la incapacidad de digerir eficientemente la celulosa de que se compone la pared celular de las plantas; pero no poseían más dientes, ya que todos los primates tienen 32. La hipótesis vestigial propone que, según fue cambiando la dieta humana, se desarrollaron mandíbulas más cortas, aunque siguen apareciendo terceros molares, o "muelas del juicio" en los humanos actuales. Otros enfoques adicionales sugieren que cierta dieta cultural es un factor de mayor importancia que la genética en el desarrollo del tamaño de las mandíbulas, y, consecuentemente, del espacio disponible para las muelas del juicio. Diferentes colectivos humanos difieren mucho en el porcentaje de población que desarrolla muelas del juicio. La agénesis (ausencia de desarrollo) de las muelas del juicio va de un 0,2% entre los habitantes de Tasmania hasta casi un 100% entre los indígenas mexicanos. La diferencia está relacionada aparentemente con el gen PAX9, y quizás con otros genes también.

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En algunas personas, las muelas del juicio generan problemas al salir por falta de espacio en la boca o por la posibilidad de que salgan en un ángulo inadecuado. La "Asociación Americana de Cirujanos Orales y Maxilofaciales" dice que, en general, el problema se debe a que no hay suficiente espacio en la boca para su salida. ¿Y por qué no hay suficiente espacio en la boca?

Algunas teorías evolucionistas tratan de explicar esto aduciendo que el tener 32 dientes con la capacidad de masticar "era una gran ventaja [al principio], sobre todo porque el hombre primitivo no visitaba al dentista con la regularidad que hacemos hoy en día; [en consecuencia,] los terceros molares pueden haber jugado un papel de respaldo importante cuando los dientes se perdían o desgastaban" (Science-discoverycom, 2008). Otras teorías afirman que, como consecuencia de que los cerebros se hicieron más grandes y las mandíbulas se empequeñecieron, se produjo una disminución de la cantidad de espacio disponible para los dientes en la boca (Wilford, 2004).

Como quiera que el materialismo evolucionista no contempla la arquitectura humana como una obra de acabado perfecto e insuperable en sus orígenes, sino como una estructura aleatoria en desarrollo continuo, su influencia en el punto de vista médico acerca del tercer molar puede conducir a actuaciones diametralmente opuestas a la norma natural que se atisba desde el prisma del Génesis. Para muchos médicos evolucionistas, el progreso cultural y biológico ha mermado nuestra dependencia de todo tipo de dientes, particularmente de las muelas del juicio. Creen que en los humanos "prehistóricos" las muelas del juicio tenían un sentido de utilidad, pero que en los últimos cien años ya no tienen ese sentido, considerando además que causan dolores y problemas. Ante esto, proponen eliminar las muelas del juicio en los niños pequeños, antes de que se formen, mediante láser, teratógenos, ácido retinoico o citral (Silvestri y Singh, 2011).

Un análisis efectuado por Robert Corruccini, de la "Southern Illinois University" en Carbondale (EEUU), quien ha revisado 20 años de investigación sobre diferencias interculturales en oclusión dental, comparando por ejemplo la dieta de los aborígenes australianos en los años 1940 y la dieta y los dientes de los habitantes terrestres de la prehistoria con la actual, arroja el siguiente resultado, según él: "las enfermedades de las encías y la maloclusión eran sorprendentemente raras en los dientes prehistóricos". Jerome Rose, de la Universidad de Arkansas, dice que "la dieta basta de los antiguos egipcios ( en la que comían mucha fibra) tenía un impacto positivo en el desarrollo de la mandíbula. Los esfuerzos al masticar estimulaban el crecimiento del hueso alveolar, la fina capa de hueso alrededor de las raíces de los dientes, lo que causa que las mandíbulas inferiores de los niños crezcan más robustas y largas, con poca sobremordida o maloclusión. Como resultado, cuando los antiguos egipcios cerraban sus mandíbulas,

los incisivos superiores e inferiores (los cuatro dientes frontales) se encontraban filo con filo, con un buen espacio entre los dientes en sus robustas caras. La gente de hoy en día que come dietas más blandas tiene una mordida con 'configuración de tijeras', en la cual los incisivos superiores sobresalen sobre los incisivos inferiores, debido a que la mandíbula inferior es más pequeña que la superior". Corruccini añade: "Nuestras mandíbulas están infradesarrolladas debido a que los alimentos ablandados, altamente procesados, no proveen la necesaria resistencia a la masticación para estimular el crecimiento normal de la mandíbula durante la infancia".

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"La caries y la maloclusión no son un problema neolítico, sino industrial", ha dicho Kevin Boyd, dentista pediatra del "Children's Memorial Hospital" en Chicago. "La gente prehistórica probablemente no tenía las infecciones que se asocian hoy en día con los terceros molares impactados y parcialmente impactados. Aunque la caries y las enfermedades periodontales estaban extendidas, la evidencia sugiere que las patologías dentales eran relativamente bajas" (Silvestri y Singh). "Hacia el final del siglo XVII, la gente experimentó un aumento dramático en la frecuencia de las enfermedades dentales, muy probablemente como resultado de un cambio dramático en el estilo de vida y en las dietas" (Silvestri y Singh).

Parece que desde el comienzo de la edad moderna hasta la llegada de la odontología contemporánea a principios del siglo XX, hubo una aceleración brutal en la tasa de las enfermedades dentales asociadas no sólo con los terceros molares sino también con todos los otros dientes. Corruccini ha admitido que ha emergido una rama "alternativa" de "odontología evolutiva" en la que los niños hacen ejercicios bucales y llevan dispositivos que ejercen una fuerza grande en sus mandíbulas en crecimiento. Peter Ungar, de la Universidad de Arkansas en Fayetteville, dijo alimentar a sus propios hijos con cecina (carne seca y fibrosa, como el jamón curado y duro) para aumentar los esfuerzos de masticación en sus mandíbulas en desarrollo.

Todos estos datos nos llevan a una posible solución del problema: evitar la dieta blanda, tipo "puré de patata", que apenas requiere esfuerzo dental para comerla. El problema es similar al de la atrofia muscular que hoy día se observa en muchos seres humanos, cada vez menos dependientes de su aparato locomotor para transportarse (por ejemplo, debido al excesivo uso del automóvil para ir a todas partes, incluso para visitar a un vecino que vive a una manzana de distancia); en este caso a nadie se le ocurriría argumentar que la extirpación quirúrgica del tejido muscular colgante resolvería el problema de la flacidez común de tantos individuos de nuestra sociedad (y sus consiguientes molestias musculares). La solución sensata es usar el cuerpo para lo que fue diseñado, es decir, para hacer ejercicio, tal como es en este caso aconsejado por la comunidad médica.

Del mismo modo, aplicando idéntico razonamiento al problema de las muelas del juicio, la mejor solución sería una dieta más saludable, incluyendo un alto contenido de fibra, con frutas y verduras crudas, que requieren una masticación enérgica. En realidad, este tipo de dieta es la que señala el Génesis para el hombre primigenio: «Y Dios pasó a decir [a la primera pareja humana]: "Mirad que os he dado toda vegetación que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra y todo árbol en el cual hay fruto de árbol que da semilla. Que os sirva de alimento"» (Génesis 1: 29).

En consecuencia, existe una gran evidencia de que los terceros molares no son restos vestigiales que deben eliminarse quirúrgicamente, pues hay mucha documentación médica que señala que los problemas comenzaron a incrementarse dramáticamente a partir del siglo XIX, con los cambios en la dieta, y sobretodo a partir de la última parte del siglo XX. Se ha constatado, pues, que los esfuerzos al masticar estimulan el crecimiento del hueso alveolar, la fina capa de hueso alrededor de las raíces de los dientes, lo que hace que las mandíbulas inferiores de los niños crezcan más robustas y largas, con poca sobremordida o maloclusión.

Por lo tanto, la argumentación evolucionista de que las muelas del juicio son un ejemplo de "mal diseño", o de "ausencia de diseño", carece de peso específico. Antes bien, son un claro indicio que señala hacia el tipo correcto de alimentación que el ser humano debería tener, y que, desgraciadamente, no tiene en esta sociedad antinatural. Para evitar problemas con las muelas del juicio, tal como las maloclusiones y los apiñamientos dentales, los niños pequeños deberían comer alimentos duros, para que sus dientes tengan que hacer esfuerzos y no atrofiarse: alimentos con mucha fibra, verduras y frutas crudas (porque al hervirlas se ablandan), debiendo evitarse las dietas blandas (purés de patatas y similares, así como los alimentos procesados).

Órgano vomeronasal.

El botánico, zoólogo y anatomista holandés Frederik Ruysch describió en el ser humano, en 1703, un extraño órgano localizado en la base de la cavidad nasal (el OVN o VNO, es decir, el Órgano Vomero-Nasal), muy cercano a las membranas olfatorias. Al principio lo consideró parte del sistema que detecta los olores, pero luego observó que tal órgano está totalmente aislado, separado por una cápsula ósea o cartilaginosa del resto del aparato olfativo.

En 1813, el médico danés Ludvig Jacobson "redescubrió" este órgano en uno de sus pacientes, y, en homenaje a él, el citado elemento es conocido hoy como "órgano de Jacobson", o, más frecuentemente, con el nombre de "órgano vomeronasal" (OVN), debido a su ubicación anatómica, entre los huesos nasales y el vómer. Este órgano tiene forma de medialuna, y sus dos extremos se abren a la parte superior de la cavidad

bucal, normalmente mediante dos conductos que se encuentran ubicados detrás de los dientes. El susodicho órgano se comunica por medios no muy claros con la amígdala y el hipotálamo del cerebro en el caso de los animales, brindándoles una enorme cantidad de información sensorial que el olfato no podría ni recoger ni procesar debido a su dependencia de los olores volátiles. Por decirlo de alguna manera: hay perfumes que van al aire y otros que son más pesados y tienden a caer al suelo. Estos últimos son los que intercepta el OVN de los animales.

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Si hemos de ser científicamente estrictos, contrariamente a los animales, el OVN humano no presenta neuronas sensoriales que lleguen al cerebro. Es un órgano "aislado" neurológicamente, por lo que, a primera vista, no debería cumplir ninguna función. Además, las neuronas "normales" de nuestro epitelio olfativo son perfectamente capaces de detectar e identificar muchos tipos de moléculas pesadas llamadas " feromonas" y éste es el motivo por el cual muchos productos cosméticos las incluyen en sus fórmulas, principalmente en los perfumes de buena calidad; es por ello que una persona provista de ese perfume nos resulta más atractiva que si no lo tuviese. Ahora bien, aparentemente dichas feromonas son detectadas por lo animales mediante el OVN, lo cual deja hipotéticamente al OVN humano más "inoperante" todavía. Y aquí es donde los evolucionistas pasan a afirmar que el OVN del hombre es un claro ejemplo de órgano vestigial que actualmente no cumple ningún propósito ni tiene ninguna utilidad.

NOTA:

Las serpientes poseen sentido del olfato, pero respiran muy lentamente y, por lo tanto, no son capaces de olfatear el aire con la rapidez necesaria para seguir el rastro de sus presas. Sin embargo, poseen un órgano auxiliar que utilizan en este sentido: el "órgano de Jacobson".

Debido a que el órgano de Jacobson está situado en el interior de la boca, las serpientes se ven obligadas a sacar la lengua para recoger los olores que la presa ha dejado en el aire y en el suelo. Después, la lengua se retrae y lleva esos olores hasta el órgano de Jacobson. Puesto que las serpientes son capaces de meter y sacar la lengua a gran velocidad, pueden, en poco tiempo, identificar y seguir cualquier olor, incluso el dejado por las presas más rápidas.

Cualquier animal deja huellas cuando se mueve, ya sean los gases que exhala, el sudor o los fragmentos de piel y pelo que quedan en el suelo. Cuando una serpiente persigue una presa, utiliza la lengua para explorar el aire en

busca de gases y también para recoger partículas del suelo. Tanto los gases, disueltos en la saliva, como las partículas son transportados por la lengua hasta el órgano de Jacobson.

Lo que para los humanos significaría quedarse absorto mirando algo de máximo interés, o "quedarse con la boca abierta", en el gato dicha mueca también existe y se le llama "reacción de flehmen", pero tiene un origen muy diferente. Los gatos disponen de un especializado sistema que les permite olfatear y paladear al mismo tiempo.

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Para comprender correctamente esta estrecha simbiosis entre el gusto y el olfato del gato, hay que tener en cuenta que los felinos disponen de un órgano llamado "órgano vomeronasal", "de Jacobsen" (un doctor Danés que lo descubrió hace más de 200 años) o "de flehmen". Se trata de una estructura tubular (dos conductos o canales nasopalatinos, entre la nariz y el paladar) quimiorreceptora (capaz de percibir sustancias químicas), situada tras los incisivos superiores, en el cartílago del septo nasal ("pared" que divide ambas fosas nasales), que permite "paladear" partículas gaseosas pesadas, generalmente perceptibles por el olfato y no por el gusto.

La conexión con el cerebro de esta singular estructura se realiza con áreas asociadas a comportamientos sexuales, alimentarios, de defensa, sociales y secreciones neuroendocrinas. La información recibida por el órgano vomeronasal se transmite al sistema límbico, una zona especializada en las sensaciones (placer, miedo, ansiedad, etc.).

El aire no atraviesa esta estructura si el animal no realiza una mueca o pose concreta: el "comportamiento o reacción de flehmen", con la boca parcialmente abierta, los labios hacia abajo, la nariz arrugada… cerrando la ruta respiratoria normal y dirigiendo el aire hacia los incisivos; pues este comportamiento agranda la apertura de los conductos nasopalatinos y activa el mecanismo de succión del aire; de esa forma, el aire recogido es chequeado.

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Esta acción tan sutil puede no ser evidenciada por los propietarios humanos del animal, y generalmente es utilizada por el gato para "analizar" la orina de otros animales, algo muy importante para los machos, pues así podrán conocer la condición sexual de las hembras.

Investigadores estadounidenses creen haber entendido cual es la causa por la que los perros tienen tan sorprendente olfato. Desde los años cincuenta se sabía que mamíferos como las ratas y los conejos tienen una estructura anatómica especializada en su cavidad nasal, llamada "órgano vomeronasal" u "órgano de Jacobson", carente en algunos primates. Los perros concretamente tienen esta estructura justo detrás de los ojos, extendiéndose hasta casi la mitad de la nariz.

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Para los científicos estaba claro que en esta estructura se encontraba la clave de por qué los perros podían olfatear olores que para los humanos eran imperceptibles.

El estudio realizado ha llevado a los investigadores a entender cómo el aire y los olores fluyen dentro de la nariz del perro. Para ello, crearon "una nariz canina virtual", siguiendo el modelo de una resonancia magnética de alta resolución de las vías nasales de un cadáver, y, además, utilizaron siete perros de diferentes razas y tamaños equipados con un hocico especial que disponía de un dispositivo para medir su tasa de aspiración ante diferentes tipos de olores. Todos los perros olían con la misma frecuencia, a saber, "cinco veces por segundo".

Mediante vídeos de alta velocidad, pudieron distinguir entre el proceso de "olfatear" y el de "respirar", lo cual les permitió calcular el alcance aerodinámico de las ventanas nasales. Por otro lado, cuando la "nariz virtual" comenzó a oler, se dieron cuenta de que un perro huele con la particularidad de que cada uno de sus huecos nasales puede olfatear olores por separado, lo que le permite saber en qué dirección debe rastrear.

Pero, además, han descubierto que la nariz de un perro tiene un modelo de aire único que ayuda a transportar moléculas olorosas por vía aérea hasta el órgano vomeronasal, conservando el olor en sus receptores aún después de que el perro lo haya exhalado, a diferencia de lo que ocurre en los humanos.

En el año 1809, el anatomista Ludwig Jacobson (17831843), aportó la descripción de un órgano situado en la cavidad nasal de los mamíferos y que contenía numerosas glándulas, doble inervación y abundante flujo sanguíneo, el cual es conocido en nuestros días como "órgano vomeronasal" (OVN) o "de Jacobson". Está ausente en aves, peces y en mamíferos no terrestres.

El OVN (OV) bovino es un órgano par, tubular y hueco, que mide entre dos y veinte centímetros (2-20 cm), de acuerdo al tamaño y edad de la especie animal, ubicado debajo de la mucosa nasal, en el piso del borde ventral del tabique nasal, envuelto en una cápsula cartilaginosa del hueso vómer; el extremo posterior de la luz del tubo es ciego y el anterior es abierto en forma de hendidura y se comunica con la cavidad nasal y con la cavidad oral bucal en rumiantes y otros mamíferos. La luz del órgano está recubierta de un epitelio quimiosensorial (epitelio vomeronasal), constituido por dos tipos de neuronas bipolares especializadas. La cara externa está cubierta de células ciliadas no sensoriales.

La cara interna de la cavidad es cóncava y en ella se ubican las neuronas sensoriales (D) que con sus largos axones forman el nervio terminal vomeronasal (NBV). Esas fibras forman dos o tres troncos (A) que entran al cráneo (NV) y terminan en el bulbo olfatorio accesorio o bulbo vomeronasal (BV), y desde allí se conectan al hipotálamo y a otros centros nerviosos del encéfalo, tales como la amígdala, incluso presentando mecanismos de retroalimentación para desencadenar respuestas endocrinas, reproductivas y conductuales específicas a través del eje hipotálamo-hipófisis-gónadas.

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Su papel en la reproducción y comunicación sexual entre individuos de la misma especie fue demostrado en 1953, observándose que su estimulación desencadena intensos efectos sobre el sistema endocrino, la reproducción y la conducta sexual; en tanto que su alteración, o ausencia, puede ocasionar graves perturbaciones de apareamiento en animales jóvenes.

El término "feromona" está muy relacionado con el OVN y fue introducido en la literatura científica en el año 1959, siendo definido como "sustancia química secretada hacia el exterior del individuo y detectada por otro individuo de la misma especie, sobre el cual induce reacciones específicas endocrinas o conductuales". La reciente identificación y subsiguiente clonación de genes para los receptores vomeronasales de feromonas en roedores ha revelado unos 250 receptores de esas sustancias, y también ha puesto en evidencia la complejidad del sistema vomeronasal en la comunicación con feromonas entre los mamíferos (Brennan y Zufall, 2006; Brennan y Keverne, 2004).

El "flehmen" es una conducta sexual que expresan algunos animales mamíferos, una especie de rito conductual estimulado por feromonas y/o partículas no volátiles presentes en fluidos biológicos, como el moco cérvico-vaginal (afrodisina), la orina (proteína urinaria mayor, MPUs) o las heces emanadas de las hembras en celo. El macho, al oler la orina, heces, moco y/o región de la vulva que contienen feromonas sexuales, eleva su cabeza, frunce la nariz, contrae y eleva su labio superior y mueve la lengua y la coloca sobre la parte anterior del paladar para frotar la papila incisiva del paladar.

Esta conducta se expresa sólo en aquellos animales que poseen en el "paladar duro", detrás del rodete dentario en los rumiantes, una papila y un conducto incisivo que comunica con el OVN. En estas especies, la lengua juega un papel importante en dirigir el mensajero químico hacia el OVN, en el cual se activa un mecanismo de bombeo con intervención de los vasos sanguíneos.

En aquellas especies, como los alces, en los cuales la papila incisiva está ausente, la conducta de "flehmen" no se expresa (More, 2006; Keverne, 1999; Doving y Trotier, 1998). Este rito lo manifiestan tanto el macho como la hembra bovina.

Se observa una gran diferencia entre el olfato y el OVN, consistente en que las neuronas del olfato terminan en la corteza olfatoria del cerebro, por lo que producen una respuesta consciente. Sin embargo, en el caso del OVN las neuronas van a parar a dos núcleos encefálicos que no tienen nada que ver con la conciencia vigil: la amígdala y el hipotálamo. La amígdala controla la memoria emocional, especialmente en lo que tiene que ver con el miedo, la sexualidad y la lucha, así como la consolidación de los recuerdos en la memoria. El hipotálamo maneja el ciclo del sueño, la reproducción, la alimentación y el instinto maternal, entre otras muchas funciones conocidas.

Las moléculas detectadas por el olfato suelen ser relativamente ligeras y flotan en el aire, mientras que las moléculas que detecta el OVN suelen depositarse en el suelo porque son más pesadas que el aire y esto se debe a que habitualmente son de naturaleza proteica y de gran tamaño. La mayoría de estas macromoléculas proteicas pasan desapercibidas al olfato, pero no al OVN, y constituyen lo que se conoce como "feromonas", que no son ni más ni menos que mediadores de comunicación química. Esto quiere decir, por ejemplo, que un felino reconoce a los miembros de su propio grupo mediante las feromonas (mediante el OVN y no mediante el olfato). Así, los gatos se frotan unos contra otros y contra su amo humano, y luego de hacerlo se lamen el pelaje; el sentido de esto es llevar las moléculas de feromonas de los otros gatos o de los humanos al OVN con la punta de la lengua, y a partir de allí los datos captados se archivan y se fijan en la memoria inconsciente.

Las feromonas se encuentran particularmente en la orina, en el flujo vaginal y en los productos de las glándulas sudoríparas y sebáceas. En el caso de los gatos, además, se localizan en la secreción de las glándulas supracaudal, perianales, interdigitales, sebáceas de los sacos anales, del mentón, peribucales y del conducto auditivo. Es por esto que se frotan contra todo, para dejar su señal y formar una especie de "olor de familia" mezclando sus feromonas con las del dueño, parientes y amigos.

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La "mueca" que hace el gato para detectar las feromonas se llama "reacción de flehmen", siendo "flehmen" una palabra alemana que significa "retraer el labio superior". Se cree que el flehmen lleva las feromonas al OVN mediante un mecanismo de succión, y es muy notable en los ungulados y los gatos. Sin embargo, no es imprescindible: el perro no la tiene y su órgano de Jacobson es perfectamente funcional. Pero la cuestión principal es si en el ser humano (que posee órgano de Jacobson) el OVN funciona o no. Si la respuesta fuera negativa, estaríamos aparentemente en presencia de un órgano vestigial, atrófico, que ha sido desechado a través de un proceso evolutivo, como afirman los darwinistas. Sin embargo, la respuesta no se presenta tan sencilla como pudiera parecer. El problema es que el OVN da la impresión de cumplir funciones diferentes según el grupo de organismos de que se trate. Si bien la función detectora de feromonas sexuales está demostrada en los mamíferos (el OVN de hámsters y ratones se llena de hormona luteinizante, de obvia función sexual, cuando el órgano detecta feromonas de una hembra en celo), en las serpientes y reptiles sirve para detectar la presa.

Si bien siempre se ha conocido la existencia del OVN en los animales, su presencia en el hombre ha generado acres disputas entre los científicos, ya que muchos sostenían que Ruysch y Jacobson estaban equivocados, o que habían confundido una malformación con el órgano vomeronasal. Sin embargo, los resultados obtenidos mediante endoscopias y microfotografías, hoy en día, muestran que al menos en uno de los lados del vómer los humanos poseen, en efecto, un OVN. A partir de 1993, ya nadie duda de ello.

Se han hecho estudios (emprendidos por empresas cosméticas, que tienen interés comercial en demostrar la funcionalidad del OVN humano) que, libres de errores metodológicos, parecen confirmar una actuación de detección química (pero no olfatoria; por ende, inconsciente) localizada en el epitelio vomeronasal humano. Por el hecho de ser no olfatoria, no produce ninguna respuesta consciente en las personas, pero sí un evidente cambio emocional y de humor.

Si, como parece posible, el OVN humano se llena de hormona luteinizante como el de los ratones, entonces no necesita de axones neuronales para transmitir su respuesta, sino que dispone de un eficiente mecanismo endocrino de comunicación con el resto del encéfalo, independientemente de sus conexiones neuronales, pasando la información a todo el organismo a través del torrente sanguíneo. Esto es exactamente lo que hacen las feromonas en los demás mamíferos: producen cambios hormonales casi inmediatos que determinan el disparo o el freno de diversas conductas sexuales.

Muchos estudios proponen que la sobreestimulación del órgano de Jacobson produce, en la mayor parte de las mujeres embarazadas, la famosa e infame "hiperemesis gravídica", que intentó ser tratada con la trágica "talidomida". Se cree que esta droga bloquea precisamente la respuesta hormonal del OVN y por ello era tan efectiva contra los vómitos y las náuseas.

NOTA:

Cuando Jacobson "redescubrió" el OVN en 1813, no se pudo conocer su función rápidamente. Por eso, los evolucionistas le atribuyeron el calificativo de "vestigial". Sin embargo, estudios posteriores mostraron que los animales que cuentan con un órgano vomeronasal lo utilizan para la detección de feromonas a pesar de que algunas de ellas son detectadas por el olfato. Pero los evolucionistas seguían insistiendo que, al menos en el caso del hombre, el OVN era vestigial. Esto lo afirmaban porque los seres humanos carecen de neuronas que conecten el OVN con el cerebro, dando la impresión de que este OVN se encuentra aislado del encéfalo y del resto del sistema nervioso tanto anatómica como fisiológicamente.

Estudios científicos realizados en 1987 por la doctora Winnifred B. Cutler pusieron de relieve la existencia de feromonas en los seres humanos, demostrando además que dichas feromonas (sustancias inodoras cuya presencia no se descubre conscientemente) son detectadas por el órgano vomeronasal. Ante esto, algunos investigadores llegaron a pensar que el OVN no esta conectado por neuronas al encéfalo porque, en realidad, no necesita estarlo.

El hombre experimenta una fuerte reacción no olfatoria hacia las feromonas del sexo opuesto. No es consciente de haberlas olido, pero acusa un cambio de humor muy notable, se excita sexualmente y sufre toda una serie de procesos fisiológicos que promueven el aumento del acto sexual. La interacción con estas sustancias inodoras ocurre en este órgano, que, a pesar de no estar inervado, logra transmitir mensajes directamente al hipotálamo. Esto sugiere que la conexión del OVN con el encéfalo podría estar regulada por vía endocrina en vez de neural. En otras palabras, el órgano vomeronasal parece cumplir más con una función endocrina.

A esas moléculas biológicas de comunicación química llamadas Feromonas también se le han atribuido otras funciones tales como: regulación de la fertilidad, regularidad de los ciclos menstruales y suavización de la menopausia. En 1998, Martha K. McClintock y Kathleen Stern, en un trabajo publicado en la prestigiosa revista Nature del 12-3-1998, titulado "Regulation of ovulation by human pheromones" (Regulación de la ovulación mediante feromonas humanas), demostraron que la conocida sincronía de los ciclos menstruales que se produce entre mujeres que comparten una misma habitación o viven en un internado, se debe a las feromonas.

Estos hallazgos permiten pensar que el papel del OVN en los humanos no es tan simple como parece y que, en el futuro, tal vez se le descubran asombrosas funciones que antaño eran consideradas propias de un "sexto sentido" misterioso.

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Piloerección.

La piel está formada por tres capas: la epidermis o capa exterior, la dermis y la hipodermis. Esta última a su vez está formada por las glándulas sudoríparas, el tejido graso, los bulbos pilosos y una fina capa muscular denominada "musculus erector pili", comúnmente conocido como el "músculo erector del pelo" o "músculo horripilante". Es el músculo horripilante justamente el que ocasiona el fenómeno de la "piel de gallina".

El músculo horripilante, que se encuentra muy próximo a la raíz del vello, es sensible a estímulos provocados por el frío o la adrenalina (segregada en estados de miedo, ira, emoción, placer, etc.) y al recibir la orden del sistema nervioso, se contrae, provocando el erizamiento del pelo, acontecimiento que se denomina "fenómeno pilomotor" o "piloerección". Por otro lado también se dilatan los poros, conduciendo más sangre a la zona enfriada, y esto es lo que da la apariencia de "la piel de gallina"o "carne de gallina".

La "piel de gallina" no es un órgano o una glándula, sino más bien un reflejo nervioso, por lo que los evolucionistas lo consideran un "reflejo rudimentario o vestigial". En efecto, los partidarios de la teoría de la evolución proponen que nuestro cerebro está formado por diferentes capas (aproximadamente concéntricas) que poseen distintas antigüedades evolucionarias y el reflejo de la piloerección tiene su origen en la capa más antigua, por lo que el ser humano todavía es un "animal" con rasgos bastante primitivos. No ven utilidad relevante y actual en este reflejo humano y por eso lo consideran vestigial, es decir, una reliquia del proceso evolutivo. Consideran que los supuestos ancestros "peludos" del hombre moderno, al igual que muchos animales actuales, utilizaban este reflejo para "abultar" su pelaje (o sus plumas), utilizando así los pelos como mecanismo de protección frente a las bajas temperaturas; además, por otro lado, ante situaciones de estrés, cuando se sentían invadidos o atacados, erizaban sus pelos para parecer más grandes, fuertes o aterradores, en un mecanismo de defensa, para intimidar al adversario. De ahí procede, aseguran, el hecho de que hoy día todavía se nos erice la piel, de manera "vestigial", cuando sentimos miedo o terror.

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Frente al argumento evolutivo se presenta el argumento antievolutivo, que asigna utilidad al fenómeno de la piloerección humana y por lo tanto no es contemplable como reacción vestigial. Veamos: En la parte más profunda de la dermis se encuentra el tejido graso, las glándulas sudoríparas, los bulbos pilosos y una fina musculatura que opera sobre los poros, dilatando y contrayendo esos diminutos esfínteres con la finalidad de mantener la temperatura. Si hay un exceso de calor se abren para liberar sudor y contribuir al enfriamiento corporal por evaporación. Si hay una falta de calor (frío) se contraen y cierran para evitar la pérdida de más calor. Cuando el grupo muscular llamado "musculus erector pili", o músculo horripilador, se contrae, el poro se cierra, la piel forma un bultito alrededor del folículo y el pelo se eriza, dando como resultado la piel de gallina. Es una reacción coadyuvante a la termorregulación, no un fenómeno vestigial. Además, actualmente se sabe que las reacciones emocionales intensas (sobresaltos, estremecimientos, enfurecimientos, terror, ira, placer, etc.) pueden producir escalofríos, erizamientos del cabello y piel de gallina.

NOTA:

La interpretación evolucionista del hecho de que el ser humano se ve afectado por el fenómeno denominado "piel de gallina" (piloerección) es simplemente una especulación acerca de un acontecimiento biológico, no una verdad científica. Es conveniente distinguir correctamente entre "hecho" e "interpretación del hecho", puesto que un determinado fenómeno admite escasas descripciones (ya que habitualmente las descripciones se van fusionando entre sí debido a que se complementan bien unas con otras cuando los registros son concienzudos y escrupulosos) pero comparativamente admite muchas más interpretaciones (pues éstas suelen ser excluyentes entre sí).

Existen numerosas "analogías biológicas" en la naturaleza, las cuales son asumidas como tales incluso por los evolucionistas. Una analogía biológica es una semejanza morfológica y/o funcional entre órganos pertenecientes a diferentes especies o géneros de seres vivientes, como, por ejemplo, las alas de los insectos y las alas de las aves; en este caso es evidente que ambas estructuras cumplen el mismo cometido, a saber, volar, pero los órganos que permiten dicha actividad son estructural y originariamente muy distintos entre sí, lo cual es admitido sin reservas por la propia doctrina evolutiva. Sin embargo, otras similitudes son analogías según las teorías creacionistas pero no lo son para las teorías evolucionistas, como ocurre con el fenómeno de la piloerección.

La piloerección es vista por los creacionistas no evolutivos como una "analogía funcional" y nada más, pero los evolucionistas la consideran mucho más que analogía: la interpretan como una "homología funcional" de carácter vestigial. Con el término "homología" los evolucionistas quieren significar las supuestas similitudes morfológicas y/o funcionales de órganos y/o funciones que tienen la misma procedencia ancestral, por lo que dicho término es anatema (un error aborrecible) en las teorías creacionistas no evolutivas, ya que éstas no admiten una línea evolucionaria ancestral.

Desde el punto de vista del Génesis (eriseísmo) el término "homología" es espurio (engañoso y falso), puesto que se trata de un concepto eminentemente evolucionista. En cambio, la noción de "analogía biológica" tiene su lugar. En consecuencia, el fenómeno de la piloerección guardaría analogía morfofuncional entre órganos pertenecientes a diferentes géneros creativos, pero habría que matizar que se trataría de una "analogía parcial", al menos cuando la comparación se hace entre el hombre y los animales. Las razones para pensar así son expuestas a continuación.

El libro PRINCIPIOS DE ANATOMÍA, FISIOLOGÍA E HIGIENE de Gilberto Gutiérrez, editado en 2004 por Limusa (México), página 118, dice:

» (hemos subrayado la palabra "obliga"). Es interesante la manera como interpreta este libro el fenómeno de la piloerección a causa del frío; dice que es una reacción que nos "obliga" a abrigarnos. Desde este prisma, no es una homología vestigial sino una analogía biológica. En consecuencia, podemos suponer, desde el eriseísmo, que el Creador ha dotado tanto al hombre como a los animales peludos y a las aves plumíferas de un mecanismo similar, una analogía biológica, que en cada género cumple su función protectora contra el frío de una manera particular. En las aves y en los mamíferos peludos, la piloerección genera una capa aislante de aire, atrapado entre las plumas o los pelos, que preserva a estos animales de la pérdida de calor corporal; y en el ser humano la piloerección lo alerta o sensibiliza ante la bajada de calor corporal, a fin de que busque cómo o dónde abrigarse perentoriamente.

La revista "Nature Neuroscience" de Enero-2011 expone un estudio que revela que la música puede ser tan placentera como la droga y asegura que la capacidad de la música para provocar reacciones fisiológicas está perfectamente documentada. Es lo que se llama "escalofrío emocional", una respuesta mediada por el sistema nervioso autónomo que afecta a la frecuencia cardíaca y respiratoria, a la conductividad de la piel y a la temperatura periférica. También se ha observado que las áreas del cerebro que conforman los circuitos de la emoción y la recompensa se activan mientras escuchamos los compases que consideramos placenteros, pero el papel directo de la dopamina no se ha comprobado. Este neurotransmisor es el mediador de las adicciones a las drogas, como la cocaína o la heroína.

Sin embargo, una investigación realizada en el "Instituto Neurológico de Montreal" de la Universidad McGill (Canadá) demuestra que la dopamina también media el placer que experimentamos con la música, "una recompensa muy abstracta que consiste en una secuencia de tonos desplegados a través del tiempo que produce una respuesta comparable a la de estímulos más básicos", indican los autores… Y no sólo durante los momentos especialmente estimulantes de una melodía; sino que también el cerebro reaccionaba (y liberaba dopamina) justo antes, ocasionando un fenómeno llamado "anticipación". En resumen, "estos resultados ayudan a explicar por qué la música está tan valorada en todas las sociedades", concluye el estudio.

Mucho habría que "rizar el rizo" de las elucubraciones para poder conseguir un argumento evolutivo que aparentemente justificara el papel ventajoso de la música en la lucha despiadada por la existencia, según propone la teoría iniciada por Darwin. Más credibilidad lógica tendría defender la existencia de un Diseñador inteligente y benévolo que de alguna manera se ha complacido en dotar a los seres humanos y animales de estructuras capaces de experimentar el placer y la alegría de vivir. A este respecto, el libro "La vida… ¿cómo se presentó aquí? ¿Por evolución, o por creación?", páginas 177 y 178, párrafos 21 y 22, reeditado en 2006 por la Sociedad Watchtower, dice lo siguiente:

« Considérese esto: El hombre da origen a pensamientos abstractos, a consciencia se fija metas, se traza planes para alcanzarlas, inicia el esfuerzo que se necesita para llevar a cabo los planes, y queda satisfecho con el logro de éstos. Creado con ojo para la belleza, oído para la música, aptitud para el arte, deseo de aprender, curiosidad insaciable y una imaginación que inventa y crea… el hombre halla gozo y satisfacción en el ejercicio de estos dones. Surgen problemas que le presentan retos, y él se deleita en usar sus facultades mentales y poderes físicos para resolverlos. Un sentido moral para determinar lo que es correcto y lo que es incorrecto, y una conciencia que le duele cuando se desvía de lo recto… el hombre manifiesta estas cualidades también. El dar le ocasiona felicidad, y en el amar y ser amado halla gozo. Todas estas actividades acrecientan el placer que halla en vivir, y dan propósito y significado a su vida.

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El humano puede considerar contemplativamente las plantas y los animales, lo majestuoso de las montañas y los océanos en su derredor, lo vasto de los cielos estrellados que se extienden sobre él, y sentirse pequeño. Tiene un sentido del tiempo y de la eternidad, se pregunta cómo llegó a la existencia y a dónde va, y busca a tientas para entender lo que se halla detrás de todo esto. Ningún animal tiene pensamientos de esta índole. Pero el humano busca el cómo y el porqué de las cosas. Todo esto es resultado de que haya sido dotado de un cerebro imponente y de que lleve la "imagen" de Aquél que lo hizo».

Así, pues, desde el punto de vista creativo, el ser humano ha sido diseñado de tal manera que experimenta un fuerte placer en la música, el baile y otras actividades recreativas. La pediatra y neuróloga infantil argentina Silvia Hebe Bedini, graduada en medicina por la Universidad de Buenos Aires en 1995, ha publicado un artículo intitulado "Escalofríos emocionales, su naturaleza neuropsicobiológica", en el que presenta los siguientes comentarios:

«Los escalofríos emocionales, conocidos popularmente como "piel de gallina", "piel de pollo" o "goose bumps", son, en general, expresiones espontáneas del sistema piloso en respuesta a experiencias placenteras asociadas mayormente a picos emocionales y/o a estímulos musicales, y se relacionan íntimamente con los mecanismos cerebrales del registro del placer y la recompensa… Según Anne J. Blood and Robert J. Zatorre (Montreal Neurological Institute, McGill University, Canadá) la música, específicamente aquellas piezas que generan intenso placer al escucharlas, reclutarían circuitos cerebrales de procesamiento de las emociones y de sensación de recompensa similares a aquéllos activados por estímulos biológicamente relevantes como el sexo y la alimentación, circuitos que también son estimulados artificialmente por ciertas drogas de abuso y por la nicotina… Cada vez más estudios se enfocan en la interpretación de los escalofríos desencadenados por las emociones como expresiones de intenso placer relacionado, entre otros poderosos estímulos, con la música. Las áreas del cerebro que se activan previamente y durante a la piloerección coinciden con los centros de placer y recompensa, confirmando su naturaleza psico-neurológica y sugiriendo un probable rol social relacionado con el lenguaje no verbal de nuestra emocionalidad (lenguaje emocional)».

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La somatización piloerectiva del placer cerebral experimentado por la audición de piezas musicales parece cumplir un papel amplificador del estímulo placentero, de modo que aquí la piloerección no podría entenderse como un reflejo residual o vestigial sino más bien como un elemento de gran utilidad emocional. Si, como se ha sugerido, esta piloerección juega además un papel emocionalmente comunicativo, entonces, verdaderamente estaríamos asistiendo a la contemplación de una ingeniería de diseño apoteósica y no a una reliquia evolutiva procedente de un pasado ancestral.

Tubérculo de Darwin.

Según el "Manual de auriculoterapia", del doctor en otorrinolaringología Moisés Lipszyc, reimpreso por cuarta vez por la editorial Kier de Buenos Aires (Argentina) en 2007, en la medicina convencional se le otorga una ínfima importancia a la oreja, a pesar de formar parte del aparato auditivo. Esto se debe a que la opinión dominante en los círculos médicos es que la oreja es un órgano casi atrofiado en el ser humano, cuya única función consiste en la pasiva tarea de dirigir las ondas sonoras hacia la membrana del tímpano. Es decir, se toma por un órgano estático, casi inútil y agregado.

Sin embargo, paralela y paradójicamente, existe la creencia médica mayoritaria de que nuestro organismo no desperdicia nada y cada órgano cumple una función que justifica sobradamente su existencia. Además, hoy día existen tratamientos basados en la auriculoterapia (manipulaciones del pabellón auditivo externo con fines terapéuticos) que reportan algunos resultados positivos, como, por ejemplo, ciertos éxitos en la reducción de la obesidad por medio de acupuntura china auricular. También se han informado casos de resolución de cefaleas, migrañas, aftas, herpes labial, trastornos mamarios, problemas digestivos o renales, gases o meteorismo digestivo, constipaciones, gastritis, indigestiones, cólicos, úlcera gastroduodenal, diarreas, vómitos, hemorroides, problemas menstruales, insomnio, angustia, ansiedad, depresión, estrés, asma, sinusitis, bulimia, anorexia, alcoholismo, tabaquismo, drogadicción, esguinces, dolor de huesos y articulaciones, artritis y reuma. Todo ello ha venido en muchas ocasiones auspiciado por médicos de indiscutible solvencia en los países occidentales, razón por la cual la acupuntura, así como la auriculoterapia basada en ella, ha sido aceptada en la medicina ambulatoria de muchos países, incluso en España.

Por otra parte, lo que hace sospechosamente falaz la postura tradicional de que la oreja es un elemento de muy poco valor es su rica inervación. ¿Por qué iba a estar copiosamente inervado un órgano que tiene aparentemente tan poca relevancia?

En los últimos años se ha investigado minuciosamente las posibilidades médicas de la Auriculoterapia en países como China, Francia y Argentina y se han confirmado muchos puntos de la oreja que se suponían de utilidad y encontrado otros con aplicaciones diversas. Se ha constatado que la región anatómica de la oreja externa está recorrida por una multitud de nervios y microvasos sanguíneos, además de la complejidad extraordinaria de la red de nervios que presenta la oreja interna. Cuando se pulsa la oreja se produce una estimulación que se transmite al sistema nervioso central superior, donde la oreja se comportaría como un comando externo para las diferentes regiones u órganos por intermedio del cerebro. Es una especie de gráfico o imagen cibernética que funciona como un cerebro anexo al cerebro principal y permite comandar las acciones energéticas que se transmiten a cada región o punto del cuerpo.

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Volviendo al "Manual de auriculoterapia" del doctor Moisés Lipszyc, página 19, nos centraremos ahora en la anomalía denominada "tubérculo de Darwin". Antes de explicar de qué se trata, el autor, en la página anterior, presenta unos dibujos explicativos, comenzando por el de una oreja considerada normal:

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A continuación, introduce la anomalía en sus 2 versiones: oreja de Darwin y oreja de Morel. Más adelante, explica que la citada anomalía no tiene significación patológica. Se trata, simplemente, de una detención del desarrollo fetal a nivel local o auricular, sin trascendencia alguna. Es una anomalía congénita, causada por la detención del desarrollo en el borde libre del hélix a nivel de su segmento posterior superior. A veces tiene la forma de un pequeño tubérculo redondeado, pero más frecuentemente adopta la geometría de una laminilla triangular.

En aquellos casos en los que el hélix tiene su forma acanalada normal, el tubérculo se dirige hacia abajo y adelante (oreja de Darwin). Pero en los casos, menos frecuentes, en los que el canal no se ha formado, presenta un aspecto aplanado, y el tubérculo se dirige hacia arriba y atrás ( oreja de Morel), por lo que la oreja termina en punta, como ocurre en los animales de orejas largas:

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El doctor Lipszyc pasa a establecer una comparación entre las orejas humanas de Darwin y Morel y la morfología de las orejas de los primates cercopiteco y macaco:

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Enseguida habla de las investigaciones de Chiarugi, quien comprobó que en los animales de orejas largas los pelos del pabellón auditivo externo se dirigen todos hacia la punta o tubérculo de Darwin, y la misma particularidad ocurría también en las orejas humanas con tubérculo de Darwin. Se trata de dos corrientes de pelos, convergentes ambas hacia el tubérculo de Darwin (el equivalente a la punta de las orejas de los animales de orejas largas). Por otro lado, el doctor Schwalbe ha hecho prolijas investigaciones sobre la evolución intrauterina de la oreja en el feto humano, comprobando que la anomalía denominada " tubérculo de Darwin" siempre existe en el 5º ó 6º mes de embarazo, en todos los fetos, pero desaparece casi siempre durante el último mes de la gravidez (salvo en aproximadamente un 10% de los casos, que son los correspondientes a los individuos que presentan la anomalía posteriormente).

En la página 22, el doctor Lipszyc resalta que, a diferencia de los animales, la oreja del ser humano presenta un elemento muy singular, el llamado "lóbulo", el cual apenas es perceptible en algunos monos antropoideos. ¿Por qué? Él concluye: "precisamente en el lóbulo están localizados los puntos que en auriculoterapia corresponden al cráneo (el alojamiento del cerebro)".

La interpretación evolucionista de la presencia del tubérculo de Darwin en algunos humanos es la hipótesis vestigial; mejor dicho, un ala del colectivo evolucionista (pero no todos los evolucionistas) afirma que se trata de un resto vestigial correspondiente a una antigua particularidad anatómica que poseyeron nuestros supuestos antepasados simiescos y cuya utilidad aparente era dotar de la capacidad de movilizar la porción superior del pabellón auditivo mediante una articulación situada en dicho tubérculo, con objeto de poder orientar la oreja por plegamientos y rotaciones parciales y así obtener una mejor captación de las ondas sonoras relevantes para el sujeto. Sin embargo, como quiera que sólo un 10% de los humanos, como máximo, presentan esta tuberosidad y además los grandes primates (bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes, los cuales, según el evolucionismo, son los antecesores no humanos más cercanos al hombre actual) carecen de ella en general, la hipótesis vestigial no resulta muy convincente. Esto es así porque el tubérculo susodicho constituye una rareza en el hombre, lo cual es sinónimo de anomalía o malformación congénita; pues para que, desde el punto de vista de la medicina materialista, se pueda considerar un órgano como vestigial debería aparecer éste (al menos) en la inmensa mayoría de los seres humanos.

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NOTA:

Es interesante lo que se dice en la página 22 del libro del doctor Lipszyc, antes citado: " La presencia de esta anomalía (o tuberosidad de Darwin) en los fetos humanos sólo durante el quinto y sexto mes de embarazo y la presencia del mismo elemento en todos los macacos y cercopitecos adultos —también en los cinocéfalos— viene a constituir un carácter pitecoide (simiesco) y adquiere así todo el valor de las llamadas anormalidades reversivas (L. Testut y A. Latarjet, obra ya citada)… También agregan estos autores —siguiendo a Schwalbe— que en el feto humano de cinco meses la oreja tiene el aspecto de la del macaco, y en el sexto mes toma la forma de la del cercopiteco, y ésta, a su vez, se asemeja a la de Morel… Si a esto le agregamos que en el hombre aparece un elemento nuevo, el lóbulo, ausente o muy rudimentario en los monos, incluidos los grandes antropoides, y que, precisamente, en el lóbulo están localizados los puntos que en auriculoterapia corresponden al cráneo… [esto] nos demuestra que la oreja es un órgano evolucionado y maduro".

Según estas declaraciones, da la impresión de que existe un modelado fetal de la oreja humana, la cual pasa primero por una fase simiesca y luego se moldea hacia una forma libre de pelos y también de la tuberosidad de Darwin, y, finalmente, recibe el lóbulo como elemento añadido. Esta descripción se parece mucho al rebaje escultórico de figuras en madera o piedra, en donde el profesional utiliza cinceles, cepillos, lijas y otras herramientas para repasar la pieza trabajada, igualando y depurando la superficie, eliminando astillas, resaltos, esquirlas, etc.; o bien realizando modificaciones ligeras sobre la silueta de figuras ya acabadas definitivamente. Ahora bien, ¿qué tipo de herramientas biológicas entran en acción para modelar la oreja humana?

Durante mucho tiempo, ésta ha sido una pregunta sin respuesta, aunque a veces se intentaba aventurar una solución hipotética, pero pronto caía en descrédito. Sin embargo, las investigaciones más recientes, auxiliadas con una tecnología cada vez más potente, han conseguido penetrar la superficie del enigma y presentar explicaciones fiables que no pasan de ser todavía pueriles. Se ha descubierto, sin embargo, lo que parece ser un fenómeno muy relevante en el moldeamiento del organismo fetal, a saber, la denominada "Apoptosis". ¿Qué es?

Se llama Apoptosis, o muerte celular programada, al proceso ordenado de muerte de una célula ante estímulos extra o intracelulares. Es un mecanismo fundamental en el remodelado durante el desarrollo embrionario (por ejemplo, para la eliminación de las zonas interdigitales), en el desarrollo de órganos y sistemas (el establecimiento del correcto circuito de conexiones neuronales durante el desarrollo necesita que las neuronas que no establezcan contactos sinápticos mueran por apoptosis), en el mantenimiento de la homeostasis celular (es crucial el manteniendo de un número determinado de células estableciendo un equilibrio entre división y muerte celular en sistemas como la médula ósea o el aparato digestivo), en la defensa frente a patógenos (células infectadas por virus o bacterias disparan procesos de apoptosis como defensa orgánica) y en la defensa frente al desarrollo de tumores o cánceres (aquí los procesos de apoptosis protegen al individuo frente al desarrollo anormal de células que originan algunos tipos de neoplasias).

La Wikipedia aclara: "La muerte celular programada es parte integral del desarrollo de los tejidos tanto de plantas (viridiplantae) como de animales pluricelulares (metazoa), y no provoca la respuesta inflamatoria característica de la necrosis. En otras palabras, la apoptosis no se parece al tipo de reacción resultante del daño a los tejidos debido a infecciones patogénicas o accidentes. En lugar de hincharse y reventar -y, por tanto, derramar su contenido, posiblemente dañino, hacia el espacio intercelular-, las células en proceso de apoptosis y sus núcleos se encogen, y con frecuencia se fragmentan. De esta manera, pueden ser eficientemente englobadas vía fagocitosis y, consecuentemente, sus componentes son reutilizados por macrófagos o por células del tejido adyacente.

El doctor Pagán Santini (nacido en San Juan de Puerto Rico en octubre de 1955, médico por la UAP y maestro en biología celular por la UNAM, especialista en investigación y tratamiento del Sida) ha elaborado un interesante artículo titulado "La muerte celular programada en células germinales" (27-9-2012), en el que dice, en parte, lo siguiente:

«Cuando pensamos en el desarrollo embrionario de un organismo, en algunas ocasiones se tiene la idea de un programa infalible y esquemático. Sin embargo, la embriología o la ciencia del desarrollo nos ha estado demostrando que este proceso se parece más al de un escultor que al de una máquina de producción en serie. Uno de los mecanismos que el cuerpo utiliza para remodelar el organismo que se está desarrollando es lo que los científicos llaman "la apoptosis". La Apoptosis es la muerte celular programada o suicida, donde aquellas células que se han producido de más o se han formado incorrectamente están programadas para suicidarse…

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Desde los organismos multicelulares más primitivos hasta los vertebrados, los eventos de muerte celular bien orquestados han jugado un papel crítico en la remoción de células superfluas como parte vital de la escultura tisular durante el desarrollo. La muerte fisiológica permite eliminar las células extras que no se desean a fin de mantener la homeostasia en el desarrollo del adulto, así como eliminar las células perjudiciales o las células con serios daños celulares o genéticos.

En el desarrollo embrionario y fetal, y en algunos casos posteriormente, la apoptosis y la autofagia participan en la remodelación y eliminación de numerosas estructuras, en el control de la superproducción de células, en la eliminación de células defectuosas y en la formación de células diferenciales especiales. Por lo que la apoptosis se presenta en células sometidas a recambio, en la embriogénesis, en la metamorfosis, durante la involución del seno lactante, cuando hay carencia de los factores de crecimiento, por activación de los llamados receptores de muerte; y en células sometidas a estrés por radiación ionizante o por compuestos químicos mutagénicos, entre otros . La pérdida de estructuras, como la cola de los renacuajos durante la metamorfosis de los anfibios en respuesta al incremento en sangre de una hormona tiroidea, la pérdida de la cola de los embriones humanos en desarrollo, o la metamorfosis de insectos, son otros casos donde la importancia de la apoptosis queda patente. Entre otros ejemplos están los ductos de Müllerian, que forman el útero y los oviductos en las hembras de los mamíferos y que se eliminan por apoptosis en los machos; de igual modo, en los machos, la testosterona dirige la muerte de las células de las glándulas mamarias. Todos estos procesos están regulados a través de una combinación de señales positivas y negativas que reciben las células…

En las pasadas décadas, los mecanismos subyacentes a la muerte celular han generado un interés relevante entre los investigadores de distintos campos de las ciencias biomédicas. Sin embargo, éste no es un tema que pasó desapercibido a los investigadores del siglo XIX. En 1885 Walter Flemming describió el proceso de "cromatolisis" como el responsable de la perdida de las células de la granulosa en la atresia folicular ovárica y de la degeneración de las células germinales del testículo. Pero no fue hasta 1972 cuando Kerr, Wyllie y Currie implantan el término "apoptosis", ampliamente utilizado en nuestros días, que evoca la caída de las hojas de los árboles en otoño o la de los pétalos de las flores. Para definir a este último proceso, y como sinónimo de muerte celular programada, se acuñó el término "apoptosis", neologismo tomado del griego clásico (apo: "fuera de" o "separación" y ptosis: "caída"), cuyo significado describe un conjunto de características morfológicas conservadas en una gran variedad de tipos celulares durante episodios fisiológicos de muerte celular en mamíferos…

Los mecanismos de la muerte celular programada natural o fisiológica, que incluye las células que van a morir en tejidos particulares para mantener el balance entre proliferación celular y muerte, presupone que la muerte por apoptosis responde a un programa de muerte intracelular que puede ser activado o inhibido por estímulos tanto fisiológicos como patológicos. Cuando la gravedad del daño es tal que la célula no puede repararse, se activan mecanismos que la dirigen al suicidio. La apoptosis presenta características que difieren marcadamente de la muerte celular degenerativa o necrosis, pues tiene mecanismos de inicio específicos para el tipo de daño que recibe la célula e implica la inducción de genes en la que pueden intervenir mecanismos internos tales como un reloj bioquímico…».

Para un estudiante respetuoso del Génesis y de la ciencia fidedigna (eriseísmo), la cuestión del tubérculo de Darwin queda enmarcada dentro del contexto de la imperfección humana heredada a causa del error deliberado inicial que precipitó a nuestros primeros ancestros hacia un tobogán degenerativo de carácter psicosomático o integral, el cual se ha ido amplificando de generación en generación. La tuberosidad de Darwin y todas las demás anomalías congénitas evidencian, por lo tanto, el fracaso parcial de los "mecanismos" embriológico, epigenético, apoptótico y así por el estilo, exquisitamente eficaces al principio, antes de la caída en desgracia. Los fallos orgánicos de índole escultural en el modelado del cuerpo, ya vegetal, animal o humano, se explicarían, en parte, por el efecto nocivo de un ambiente fuertemente enrarecido (respecto al patrón original), una dieta bastante anómala en general (extremadamente discordante con la expresada en el Génesis), una competencia feroz por la vida (en lugar de la presumible cooperación original), un descuido total de la encomienda dada por el Creador al hombre en los comienzos (proteger y hacer prosperar benévolamente la armonía en la biosfera), etc.

Pliegue semilunar.

El "pliegue semilunar" humano está situado en el lado interno del ojo, es decir, en el lado más próximo a la nariz. Charles Darwin creía que dicho pliegue era un vestigio procedente de algún ave "antecesora" del hombre; sin embargo, hoy día se sabe que este elemento ocular humano, aparentemente vestigial, no es más que el límite lateral externo de la "carúncula", la cual contribuye al menos a la función limpiadora y lubricadora del globo ocular. Ahora bien, muchos evolucionistas se apresuran a tachar de inútil, rudimentaria y vestigial a esta formación caruncular. Sin embargo, algunos anatomistas se muestran muy cautelosos y no se atreven a comulgar con esas suposiciones. Ello es debido al fracaso que ha tenido la mayoría de las hipótesis vestigiales esgrimidas a lo largo de los últimos 2 siglos, algunas de las cuales no sólo han resultado ser completamente erróneas sino también contraproducentes (tomemos, por ejemplo, el caso del apéndice vermiforme, explicado en la página 5).

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La "carúncula lagrimal" es un pequeño relieve conjuntival ovalado y rosado situado medialmente (hacia el interior, respecto) a la "plica semilunaris" (pliegue semilunar), junto al canto interno palpebral. Está cubierta por un epitelio estratificado similar al de la piel, pero sin queratinización, y contiene glándulas lagrimales accesorias. La "lágrima", que se produce constantemente en el, ojo pasa a la fosa nasal (a la nariz) por una serie de conductos, tal como podemos ver en la foto de la derecha (1: canalículos lagrimales, 2: saco lagrimal, 3: conducto lacrimonasal).

La función de la carúncula lagrimal es la de retener la lágrima para que pase a través de los puntos lagrimales. Su equilibrio es tan delicado que pequeñas alteraciones en la morfología del "lago lagrimal" pueden provocar epífora (lagrimeo continuo). También participa en la secreción mucosa. Tiene elementos de la piel, tales como folículos pilosos, glándulas sebáceas y glándulas sudoríparas, así como tejido lagrimal accesorio.

Algunos tratados de oftalmología describen a la carúncula como una elevación carnosa de carácter glandular, que porta glándulas sebáceas y sudoríparas y cuyas secreciones blanquecinas y aceitosas en ocasiones se acumulan en la comisura media, especialmente cuando se duerme. Estas glándulas segregan un líquido salino que lubrica la parte delantera del ojo cuando los párpados están cerrados y limpia su superficie de las pequeñas partículas de polvo o cualquier otro cuerpo extraño.

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Es evidente, pues, que la carúncula es un elemento útil del ojo humano. Sin embargo, algunos evolucionistas sostienen que existe una diferenciación estructural entre carúncula y pliegue semilunar, y es aquí donde se produce la controversia. La opinión más moderada proviene, al parecer, de aquellos expertos que consideran que el pliegue semilunar es una especie de terreno intermedio o limítrofe entre la conjuntiva ocular y la carúncula. No obstante, los citados evolucionistas pretenden que dicho pliegue semilunar sea tenido por un rudimento vestigial humano procedente de la denominada "membrana nictitante" de las aves y los reptiles.

NOTA:

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La membrana nictitante, o "tercer párpado", es una característica anatómica y fisiológica de ciertos animales. Se trata de una telilla o párpado accesorio que tiene por objeto proteger al globo ocular por debajo de los párpados principales. En el ser humano no existe, pero algunos evolucionistas insisten que se materializa en el repliegue semilunar (plica semilunaris) de la conjuntiva.

Gracias a esta membrana, el halcón no tiene que exponer la delicada superficie ocular a la intemperie y puede volar sin riesgo a una velocidad media de 280 kilómetros por hora e incluso más, pues algunos especímenes, como el Halcón Peregrino, han llegado a frisar los 360 kilómetros por hora de vuelo en picado. En la serie de 3 fotografías que se muestran sobre estas líneas, se observa la membrana nictitante de un ave en proceso de cierre.

El "tercer párpado" es muy ostensible en reptiles y aves, y menos en mamíferos domésticos (gatos y perros). A diferencia del ser humano y de la mayoría de los primates, que carecen de esta membrana, los animales que sí la poseen se sirven de ella como escudo protector (para la evitación de lesiones por resecamiento o por traumatismos diversos contra la delicada superficie ocular). No obstante, también en ellos dicha membrana actúa como si fuera una extensión de la carúncula, contribuyendo a la producción de lágrimas y amplificando la acción del sistema inmunológico ocular gracias a sus glándulas linfáticas.

En la raza canina llamada "cocker", este pliegue semilunar de la conjuntiva es muy común que alcance a rodear casi por completo el ojo. Se ve reforzado por un pequeño cartílago en forma de T, que a su vez le proporciona la forma ideal para adaptarse a la curvatura del ojo. Está provisto de un glándula cuya secreción representa entre un 30 y un 55% de la porción acuosa lacrimal. Cuando el ojo es agredido, o incluso ante un gesto de amenaza, los músculos que lo mueven se contraen simultáneamente y, para protegerlo, lo retraen hacia la órbita. En ese momento sale el tercer párpado y lo cubre. Todo este movimiento se produce en forma muy veloz; y una vez que desaparece el peligro, los músculos que mueven al ojo se relajan y el tercer párpado retorna a su posición normal.

Desde el punto de vista del Génesis (eriseísmo), el pliegue semilunar no podría ser un resto vestigial procedente de una evolución biológica que culminó en el hombre. Más bien, se trataría en todo caso de una analogía biológica que nos induce a pensar que el Creador tal vez utilizó modelos estructurales en su obra de ingeniería terrestre, tanto para el caso de los seres vivos como para el de los seres inertes o minerales. Según esto, el pliegue semilunar pertenecería a un tipo de diseño analógico polifacético que afectaría más o menos ostensiblemente a las estructuras oculares de muchos géneros vivientes diferentes. Estaría plenamente manifiesto, pues, en forma de membrana nictitante, en los reptiles y en las aves; se encontraría moderadamente presente en algunos mamíferos, como en el ya citado "cocker"; y se hallaría prácticamente inexistente, aunque virtualmente discernible y con connotaciones limítrofes y tal vez estéticas, en el hombre.

NOTA:

Para el eriseísmo (que conjuga la absoluta credibilidad del Génesis con la ciencia fidedigna), el concepto biológico de "estructura u órgano vestigial" es impresentable, puesto que éste supone la aceptación de la doctrina evolutiva y se deriva precisamente de tal supuesto. Por lo tanto, la negación del evolucionismo hace que la definición de "estructura vestigial" quede completamente vacía de contenido.

También, la noción de "estructuras homólogas" es improcedente en el eriseísmo. En efecto, pues la "homología" implica una conexión embriológica evolutiva. De modo que, descartando el evolucionismo, queda igualmente anulado todo concepto de "homología biológica".

La única opción válida es la "analogía biológica", la cual no se define necesariamente a partir del evolucionismo. La "analogía" implica un parecido o similitud entre estructuras biológicas, pero sin que medie ninguna conexión evolutiva entre ellas. Por ejemplo, tanto para un eriseísta como para un evolucionista, el ala de un ave y el ala de una mosca son estructuras análogas, tal como las patas de los insectos y las extremidades de los vertebrados también lo son. Sin embargo, las diferentes extremidades de los vertebrados son estructuras homólogas para un evolucionista y análogas para un eriseísta.

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Vejiga natatoria.

De acuerdo con la Wikipedia, la "vejiga natatoria" es un órgano de flotación que poseen muchos peces óseos. Se trata de una bolsa de paredes flexibles, llena de gas, que se encuentra justo bajo la columna vertebral. Los peces óseos tienen un peso específico ligeramente por encima del agua. La vejiga natatoria controla la flotabilidad neutral del pez en el agua, obviando la necesidad de un esfuerzo muscular. Aunque la mayoría de los peces óseos poseen una vejiga natatoria, existen excepciones, como el caso de no pocos peces predadores, cuya vejiga ausente les confiere la ventaja de poder moverse más rápidamente en diferentes alturas, mientras que los peces con vejiga natatoria están limitados a cierta altitud en el agua. Ejemplo típico de esos predadores son los tiburones y las rayas, y también el verdel.

El pez sólo flota en equilibrio a cierta profundidad. Esto es debido a que la presión hidrostática aumenta con la profundidad, lo que hace que el volumen de la vejiga disminuya a mayor profundidad. Tal efecto no le causa problemas graves al pez, ya que hasta incluso con una vejiga completamente compresada el pez sólo pesa ligeramente más que el agua. Sin embargo, cuando el pez sube la vejiga se expande y el pez tiene que nadar activamente hacia abajo, de lo contrario subiría hasta una altura crítica en donde perdería el control. Ahora bien, existen dos maneras que tiene el pez de ajustar el volumen de su vejiga natatoria:

1. Muchos peces que tienen su hábitat cerca a la superficie del agua suben a ésta y tragan aire, para cargar la vejiga; y para descargarla "eructan" el aire. Esto es posible porque tienen un conducto neumático que conecta la vejiga con el esófago. Peces cuyo hábitat se encuentra a notable profundidad requerían de mucho esfuerzo para bajar, por lo que esta estrategia no les resulta nada rentable.

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2. Los peces de las profundidades suelen ajustar el volumen de su vejiga por intercambio de gases procedentes de la sangre, lo que les hace independientes del aire atmosférico. La mayor parte de la superficie de su vejiga es impermeable al gas, así que el intercambio de éste ocurre sólo en dos lugares específicos. Uno es en la "glándula de gas", donde donde dicho gas se agrega a la vejiga, y otro es una zona de reabsorción, donde se transfiere gas desde la vejiga a la sangre. La glándula de gas contiene una red de capilares sanguíneos llamada "rete mirabilis", que además previene de una pérdida de oxígeno en el sistema sanguíneo. Se trata de un mecanismo muy eficaz, ya que funciona en condiciones de profundidad extrema (de hasta 4000 metros, en donde la presión dentro de la vejiga sube a 400 atmósferas, mientras que la presión en la sangre no puede sobrepasar las 0'2 atmósferas; sin embargo, reabsorber gas de la vejiga al sistema sanguíneo en tales condiciones es más fácil, porque el gas se difunde naturalmente por el gradiente o diferencia de presión).

La vejiga natatoria es de forma más o menos oval, aunque morfológicamente varía bastante según las diferentes especies. El volumen, por el contrario, casi siempre se mantiene igual y sólo varía entre agua dulce y agua salada o del mar. En peces marinos la vejiga ocupa un 5% del volumen total de pez, mientras que en peces de agua dulce ocupa un 7%. Esto es debido a que la densidad del agua dulce es menor que la del agua marina, y consecuentemente se necesita un volumen mayor para alcanzar una flotabilidad neutral.

A Darwin le gustaba mucho recalcar el aparente reciclaje de órganos que tan frecuentemente se observa en la naturaleza, y comprendía que tal vez aquí podría jugar una baza contundente a favor de su teoría y en contra del creacionismo. Uno de sus ejemplos favoritos, al que cita seis veces en "El origen de las especies", es el pulmón. Darwin se dio cuenta de que el pulmón y las vejigas natatorias de los peces podrían ser consideradas estructuras homólogas y, puesto que estaba convencido de que los vertebrados terrestres descendían de los peces, dedujo que el pulmón había evolucionado a partir de la vejiga natatoria.

A pesar de que su línea de razonamiento parecía acertada, hoy día, los propios evolucionistas, consideran que Darwin estaba equivocado. Con el tiempo, aunque los investigadores evolucionistas han dado por cierto que las vejigas natatorias y los pulmones son órganos homólogos y que los vertebrados terrestres descienden de los peces, han concluido que la vejiga natatoria evolucionó a partir del pulmón y no al revés.

¿Por qué? Han acumulado datos y argumentos que les llevan a creer que los primeros vertebrados tenían un sistema respiratorio compuesto de branquias para extraer oxígeno del agua y pulmones para respirar el aire por encima de la superficie acuosa. Se basan en que actualmente existen peces que tienen pulmones y entonces opinan que a partir de esos peces pulmonados surgieron evolutivamente los vertebrados terrestres, los cuales perdieron las branquias y conservaron los pulmones para respirar en tierra. Afirman que, paralelamente, otra rama evolucionaba partiendo de esos antiguos peces (o teleósteos) y éstos conservaron las branquias para respirar bajo el agua y modificaron sus pulmones convirtiéndolos en vejigas natatorias. Los teleósteos son los más abundantes de los peces y son los animales que uno asociaría inmediatamente con la palabra "pez", de ahí que Darwin los tomara por los antepasados de los mamíferos cuando para los evolucionistas del presente son una rama paralela.

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Desde el punto de vista eriseísta (credibilidad total del Génesis, mancomunado con la ciencia fidedigna), es falso el concepto de que la vejiga natatoria de los peces provenga de un proceso evolucionario de transformación del pulmón y para ello se cuenta con 2 argumentos importantes:

1. Argumento indirecto. Consiste en descubrir un fallo notable en una afirmación de la teoría evolutiva, de tal manera que el resto de la misma quede muy en entredicho.

2. Argumento directo. Consiste en proponer otra explicación plausible y antagónica a la evolucionista, en cuanto a un tema específico, cuyo aval científico sea más fuerte que el de la teoría evolutiva.

En cuanto al argumento indirecto, tenemos primeramente que decir que muchos evolucionistas defienden la idea de que la vejiga natatoria de los peces es un resto vestigial de un pulmón primitivo (pulmón vestigial). La Wikipedia nos informa que existe una no pequeña controversia en la comunidad científica evolucionista con respecto a la definición exacta de la palabra "vestigial", con algunos sugiriendo que el órgano denominado "vestigial" debe ser estrictamente inútil para ser clasificado como tal, mientras otros reclaman que un órgano en un animal actual puede ser descrito como "vestigial" por el solo hecho de que no cumpla la misma función en ese mismo animal con respecto a la que cumplía en alguno de sus antecesores evolutivos, incluso si el órgano actual tiene un uso completamente diferente. Un ejemplo de esto es, pues, la vejiga natatoria de muchos peces, que, en términos evolucionarios, se piensa que es un pulmón vestigial, derivado de un posible órgano para respirar aire de los "antecesores" comunes de los peces actinopterigios y los vertebrados terrestres. Su presencia en especies actuales indica, según ellos, su relación filogénica evolutiva con otras especies, fósiles o vivientes, que presentan los mismos órganos.

Sea que admitan o rechacen a la vejiga natatoria dentro del concepto de órgano vestigial, lo que sí parece bastante común a todos los evolucionistas es la creencia de que los peces actinopterigios dieron lugar a los teleósteos pulmonados primitivos y que de éstos provinieron 2 ramas, la de los teleósteos no pulmonados y la de los teleósteos pulmonados secundarios, a partir de los cuales surgieron los animales pulmonados terrestres. Dicha interpretación, de forma esquemática, sería:

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La puesta en entredicho de este esquema (o de un superesquema evolucionario que lo englobe) también pone en entredicho la existencia de peces teleósteos no pulmonados cuya vejiga natatoria sea un pulmón vestigial; es decir, la posesión de una vejiga natatoria en un pez no implica que ésta proceda de un pulmón vestigial. A este respecto, el libro "El engaño del evolucionismo", de Harun Yahya, impreso en Canadá en Diciembre de 2001, páginas 34 a 37, expone contundentes razones antievolucionistas:

Partes: 1, 2, 3
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