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Hipótesis vestigial (página 3)

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2, 3

«Los evolucionistas asumen que los invertebrados marinos que aparecen en el estrato Cámbrico evolucionaron de alguna manera para transformarse en peces a lo largo de millones de años. Sin embargo, como los invertebrados cámbricos no cuentan con ningún ancestro, no hay ningún eslabón transitorio que indique que ocurrió una evolución entre éstos y los peces. Se debería advertir que los invertebrados y los peces tienen enormes diferencias estructurales. Los invertebrados tienen los tejidos duros al exterior del cuerpo, mientras que los peces son vertebrados que tienen los suyos al interior. Una "evolución" tan enorme habría abarcado miles de millones de mudanzas para completarse y debería haber miles de millones de formas transitorias exponiéndolas.

Los evolucionistas han estado excavando los estratos fósiles por cerca de 140 años en la búsqueda de esas formas hipotéticas. Encontraron millones de invertebrados fósiles y millones de peces fósiles. No obstante, nadie ha encontrado, aunque no sea más que, un fósil a medio camino entre el invertebrado y el pez.

Un paleontólogo evolucionista, Gerald T. Todd, admite este hecho en un artículo titulado "La evolución del pulmón y el origen de los peces óseos" (American zoologist, Volumen 26, Nº 4, año 1980, página 757): "Las tres subdivisiones de los peces óseos aparecen por primera vez en los registros fósiles más o menos al mismo tiempo. Ya se presentan morfológicamente muy diferenciados y están bien acorazados. ¿Cómo se originaron? ¿Cómo pasaron a tener una coraza resistente? Y, ¿por qué no hay rastros de formas primarias, intermedias?".

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El escenario evolutivo va un paso m‡ ás allá‡y se argumenta que los peces, quienes evolucionaron a partir de los invertebrados, se transformaron luego en anfibios (los anfibios pueden vivir en la tierra y en el agua, como las ranas). Esto es confirmado por una conocida autoridad evolucionista,

Robert L. Carroll, autor de "Vertebrate paleontology and evolution" (Paleontología y evolución del vertebrado, 1988), aunque lo hace a disgusto: "No contamos con ningún f—ósil intermedio entre el pez rhipidistian (su ancestro favorito de los tetráp‡odos) y los primeros anfibios". Dos paleontólogos evolucionistas, Colbert y Morales, comentan sobre las tres clases fundamentales de anfibios (ranas, salamandras y cecilias) en "Evolución de los vertebrados" (1991): "No hay ninguna evidencia de algún anfibio del Paleozoico que combine las características que serían de esperar en un solo ancestro común. Las salamandras, las cecilias y las ranas conocidas más antiguas, son muy similares a sus descendientes vivos".

Hasta hace unos 50 años, los evolucionistas pensaban que existía una criatura así. Ese pez, llamado "celecanto" (o "celacanto"), al que se estimó una edad de 410 millones de años, fue presentado como una forma transitoria con un pulmón primitivo, un cerebro desarrollado, un sistema digestivo y circulatorio dispuesto para funcionar sobre la tierra, e incluso un mecanismo primitivo para caminar. Estas interpretaciones anatómicas fueron aceptadas como verdades indiscutibles en los círculos científicos hasta fines del decenio de 1930. El celecanto fue presentado como una forma transitoria genuina que probaba la transición evolutiva del agua a la tierra. Sin embargo, el 22-12-1938 se hizo un descubrimiento muy interesante en el Océano Índico: Fue atrapado vivo un miembro de la familia de los celecantos, a la que hasta entonces se presentaba como una forma transitoria extinta hace 70 millones de años. El descubrimiento de un prototipo "viviente" de celecanto provocó a los evolucionistas una severa conmoción. El paleontólogo evolucionista J.L.B. Smith dijo que no se hubiese sorprendido más que si se encontraba con un dinosaurio vivo. En los años siguientes se atraparon doscientos celecantos en distintas partes del mundo.

Esas criaturas vivas revelaron lo lejos que podían llegar los evolucionistas en la formación de sus escenarios imaginarios. Contrariamente a lo que se sostenía, los celecantos no tenían pulmones primitivos ni cerebro grande. El órgano que los investigadores evolucionistas propusieron como pulmón primitivo no pasó—a ser otra cosa más que una bolsa lípida. Por otra parte, el celecanto, presentado como "un candidato a reptil preparado para pasar del mar a la tierra", era en realidad un pez que vivía en las profundidades de los océanos y nunca se aproximó a menos de 180 metros de la superficie.

Los evolucionistas sostienen que un día, una especie que habitaba el agua, de algún modo se dirigió a la tierra y se transformó en una especie terrestre. Hay una serie de hechos obvios que hacen imposible tal transición:

1) Transporte de una carga: Las criaturas que habitan el mar no tienen ningún problema en acarrear el peso de su cuerpo. Sin embargo, la mayoría de las criaturas terrestres consumen el 40% de su energía precisamente en el traslado de sus cuerpos. Las criaturas que hacen la transición del agua a la tierra tendrían que desarrollar nuevos sistemas musculares y esqueléticos para satisfacer la energía requerida de modo simultáneo. Y es imposible que esos sistemas se hayan formado por mutaciones fortuitas.

2) Retención del calor: En tierra la temperatura puede cambiar rápidamente y fluctúa en una escala amplia. La criatura terrestre tiene un mecanismo corporal que puede contrarrestar o resistir los grandes cambios térmicos. Un organismo vivo que tiene un sistema corporal regulado en consonancia con una temperatura constante del mar, necesitaría adquirir un sistema de protección que asegure un mínimo de daños provenientes de los cambios de temperatura sobre la tierra. Es ridículo suponer que el pez adquiere ese sistema por medio de mutaciones fortuitas en apenas el tiempo que trepa a la tierra.

3) El uso del agua: Esencial para el metabolismo. El agua, incluso la humedad, necesita ser usada con restricción (por las criaturas terrestres) debido a la escasez de fuentes acuíferas sobre la tierra. Por ejemplo, la piel tiene que ser diseñada para que pierda cierta cantidad de agua y también prevenga la evaporación excesiva. Por lo tanto, las criaturas terrestres poseerán el sentido de sed, algo que las acuáticas no lo tienen. Además, la piel de los animales marinos no es apropiada para un medio no acuático.

4) Riñones: Los organismos marinos pueden evacuar fácilmente los materiales de desecho, especialmente el amoniaco, por medio de la filtración, dado que el medio en el que viven es el agua. En cambio en tierra el agua debe economizarse. Por eso, los seres terrestres tienen un sistema renal. Gracias a los riñones el amoniaco es acumulado para ser convertido en urea y durante su excreción se usa un mínimo de agua. Por lo tanto, se necesitan nuevos sistemas que provean soporte al funcionamiento de los riñones. En resumen, para que haya ocurrido el paso del agua a la tierra, los organismos vivos sin riñones habrían tenido que desarrollar un sistema renal improvisado».

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NOTA:

Es totalmente imposible que todos los cambios fisiológicos, de extrema envergadura, que proponen los evolucionistas para explicar el aparecimiento de las especies marinas y el paso de unas a otras y de éstas a las especies terrestres pudiesen haber ocurrido en un mismo organismo, al mismo tiempo y por casualidad. Se necesita una "fe" mucho mayor para creer en un proceso evolucionario de estas características que para admitir una creación por diseño inteligente, la obra de un admirable Creador. La razón para esta "ceguera", a pesar de la evidencia de las pruebas, estriba en el poder secuestrador que ejerce el paradigma materialista en el mundo académico y cultural de nuestros días, tal como se expone en la segunda parte del artículo G073 (Paradigma paleoevolutivo).

Una de las grandes lacras que desvirtúa al pensamiento materialista y evolucionista es la incapacidad de ver por encima del simplismo pueril que inevitablemente ha afectado a las construcciones mentales primitivas, es decir, inmaduras. El enfoque simplista es comprensible, pues es la única manera de abordar los estudios de una realidad aparente cuando se dispone de escasos bancos de datos y escuetas elaboraciones; es la manera natural en que los niños acceden a conocimientos cada vez más complejos y la forma en que la humanidad pensadora ha ido despertando su capacidad investigadora allá en los comienzos de la historia. Pero hoy día, seguir manteniendo a ultranza un paradigma simplista o reduccionista a la hora de interpretar los fenómenos naturales, después de tantos años de confirmación de que el simplismo teórico es siempre insuficiente y de que vez tras vez debe ser sustituido por un complejismo que conduce a una visión más exacta de la realidad… Seguir, pues, manteniendo esta postura en el terreno de la Biología, es una terca aberración académica. Sin embargo, ésta es la línea de actuación mental que nunca ha cesado de impulsar, y continúa impulsando, al evolucionismo.

Desde el eriseísmo no es posible adoptar enfoques reduccionistas como criteriología de base, sino sólo por necesidades teóricas transitorias y siempre conscientes del menoscabo que esto produce cuando se trata de lograr una visión integrada y real de los fenómenos naturales, por lo que el abordaje simplista debería asumirse (en el eriseísmo) más bien como una concesión condicionada por la incapacidad humana actual para comprehender determinados aspectos de una realidad inabarcable y sobrecogedora, pero siempre con la intención de ser sometido a continua revisión para evitar el desenfoque atroz y el subjetivismo contraproducente (ésta es la causa de la miopía evolucionista). La razón de tal criterio estriba en la asunción de que toda la realidad que percibimos, tanto dentro como fuera de nuestro cuerpo, es la superlativa obra de diseño inteligente de un Creador Todopoderoso y, por tanto, nuestra mente humana, aunque formidable y poderosa, es, al presente (y quizás por innumerables años del futuro), tan infinitamente inferior a la del Sumo Hacedor que toda tentativa de conocer la realidad que ha emanado de Su capacidad creativa es a lo sumo una burda e ínfima aproximación insuperable que en el mejor de los casos nunca carecerá de pertinaces límites.

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Teniendo este enfoque como punto de partida, conviene recordar que existen muchas evidencias de que el diseño biológico de multitud de criaturas presenta estructuras de gran versatilidad, es decir, órganos capaces de realizar diversas funciones o tareas, ya propias de su idiosincrasia aparente o ya extrañas a la misma (evidentemente, todo ello desde nuestra humana interpretación). Por ejemplo, el oso está dotado de un manto adiposo superficial que cumple varias funciones más o menos prioritarias, según las condiciones impuestas por el entorno: almacenamiento energético, aislamiento término, flotabilidad y amortiguamiento de golpes, por citar sólo las más relevantes. De la misma manera, la vejiga natatoria de los peces podría quizás reajustarse morfológicamente y asumir funciones no sólo de flotabilidad sino también de respiración, incluso con preponderancia de esta última si fuera necesario y por requerimientos adaptativos. Pues, en realidad, poco o casi nada sabemos acerca de las posibilidades de acomodación o ajuste morfofuncional de tal o cual órgano, como la vejiga natatoria, bien sea dentro del segmento adaptativo correspondiente a la vida de un solo individuo (pez) o en un lapso adaptativo epigenético que englobaría la existencia de varias generaciones (ver páginas 4 y 5 del artículo G067, titulado "Alimentación animal").

El argumento directo nos lleva a proponer otra explicación plausible y antagónica a la evolucionista, en cuanto al tema de la vejiga natatoria, respaldada por un aval científico más fuerte que el de la teoría evolutiva. El zoólogo Bolton Davidheiser y muchos otros científicos no evolucionistas o moderadamente evolucionistas, así como ingente cantidad de personas sinceras bien documentadas, se dan cuenta de la veracidad de las siguientes palabras del doctor Davidheiser publicadas en 1977 en el libro "Creación, evolución y el registro fósil", páginas 44 a 53: "Prácticamente, en cada libro que trata del evolucionismo, el autor afirma que la evolución es un hecho y que no debe dudarse de su realidad. Si ello fuera cierto, no habría necesidad de que tantos autores lo repitieran una y otra vez. Los químicos y físicos no se dedican a repetir que las moléculas y los átomos realmente existen. No necesitan hacerlo, y si alguien no creyera en las moléculas, estos científicos no se preocuparían por ello. Pero la cosa es muy diferente con los biólogos. Por lo general se preocupan mucho de que el evolucionismo sea aceptado por el público.

Hay el caso notable de un libro reciente en el que el autor no intenta presentar evidencia en favor del evolucionismo, asumiendo que los lectores ya lo aceptan. Esto puede ser el inicio de una tendencia entre los autores de textos, pero se puede afirmar con certeza que los evolucionistas no relajarán en el próximo futuro el celo misionero que manifiestan en la propagación de su culto.

A pesar de que los evolucionistas presentan el evolucionismo como un hecho categórico, no se muestran tan seguros cuándo descienden a los detalles. Cualquier persona puede elegir cualquier grupo de animales o de plantas, grande o pequeño, o decidir uno al azar. Después puede acercarse a una biblioteca y, con algo de paciencia, encontrará un autor cualificado que afirma que el origen evolutivo de aquella forma de vida es desconocido. Naturalmente, también encontrará afirmaciones de autores que especulan sobre los antecesores del grupo, y otros autores que presentan su pretendido linaje como hecho. Otros autores discuten los puntos de vista evolutivos de otros autores y dicen por qué, en su opinión, los otros autores van errados.

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Para ilustrar esta situación, presentaremos una muestra de afirmaciones de evolucionistas cualificados con respecto a grupos tanto grandes como pequeños, generales y específicos. La mayor parte de las afirmaciones que se reproducen aquí han sido publicadas con posterioridad a 1950; unas pocas son de últimos de la década de los 40. Cada afirmación es de un autor distinto. Daremos ejemplos de entre los grupos animales solamente, aunque es igual de fácil, o quizá más aún, hacer lo mismo para las plantas…".

Debido a lo extenso de la relación que a continuación se cita entre las páginas 45 y 53 del mencionado libro, no la expondremos aquí, sino solamente nos detendremos en el pez pulmonado, porque nos atañe en este artículo. Tras 47 referencias evolucionistas, la que hace la número 48 figura así: " El pez pulmón: el pez pulmón se originó presumiblemente a partir de un grupo ancestral de los Crosopterígidos que se derivó a los celecantos, aunque esta hipótesis no halla la aceptación uniforme de los paleontólogos dedicados al estudio de los peces" (Karl E. Lagler, profesor de Pesquerías y Zoología, Universidad de Michigan; basándose en el libro "Ictiología" de John Wiley, 1962, página 27). En total, hay 81 referencias.

La falta de coherencia que se observa en la mayoría de los autores evolucionistas, y la pretensión beligerante de éstos de implantar el dogma materialista-evolutivo como la única opción admisible, es, en sí misma, una evidencia de suficiente peso argumental para sospechar que nos encontramos en una coyuntura académica cuyo aporte cotidiano seguirá siendo contraproducente e infeliz para el avance fundamental de la ciencia hasta que llegue el momento de su definitiva resolución. Cuando dicha resolución llegue, en un futuro más o menos cercano, el evolucionismo tendrá que pasar a la historia convertido en familiar cercano de las patrañas mitológicas pertenecientes a la antigüedad lejana. Este vaticinio no es una hipérbole gratuita, pues se basa en la constatación de una corruptela científica que hace viable la estupidez y la insensatez en un ala no pequeña de la biología, la astronomía y la ciencia global contemporánea, especialmente porque da pábulo, entre otros, al paradigma materialista interdisciplinar de última hora denominado "metaevolución".

NOTA:

En un contexto cosmológico, plenamente materialista, la palabra "metaevolución" describe el hipotético proceso continuo de evolución de la materia, desde el supuesto origen del tiempo en el Big-Bang hasta la evolución cultural y tecnológica actual en la Tierra propiciada por los seres humanos. La Metaevolución describe, por tanto, de manera conjetural, el proceso de cambio aparente de la evolución global del universo y sus mecanismos a través del tiempo, descendiendo hacia los reductos cósmicos locales desde esa visión global. Interpreta la realidad desde el paradigma evolutivo, trascendiendo la Biología y posicionándose autoritariamente en los mismos cimientos de la Cosmología. El andamiaje teórico es completamente opuesto a la admisión del diseño inteligente de la vida y de las estructuras micro y macrocósmicas. La realidad se aborda a través de procesos físicos, nucleares, químicos, moleculares, supramoleculares, biológicos, ecológicos, culturales, etcétera, puramente aleatorios, en el sentido de estar desprovistos de sabor teleológico (propósito creativo).

Resulta, de esta forma, un término integral que permite a los científicos materialistas "atisbar" las pautas comunes metaevolutivas que suponen que dan lugar a propiedades emergentes, como la vida o la consciencia, en un complejo alud de procesos de autoorganización de la materia en un Universo en expansión y enfriamiento. En consecuencia, el evolucionismo biológico quedaría enmarcado dentro del gran esquema metaevolutivo; y su hipotética expresión terrestre vendría a concebirse como un infinitesimal caso local perdido en la inmensidad de un cosmos "predispuesto" en semejante dirección metaevolucionaria.

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Dado que el aval científico que respalda a la teoría evolucionista es muy deficiente, el eriseísmo (ver Nota, a continuación), en justicia, no necesita mucho crédito académico para despuntar por encima de aquélla; la deficiencia de la primera, en este sentido, es de suficiente peso específico como para no estar en condiciones de exigir de esta otra lo que ella misma no puede aportar. Sin embargo, no por ello el eriseísmo se relaja y se conforma con refutar a su oponente. En realidad, lo que verdaderamente impulsa al eriseísta no es conseguir victorias intelectuales sino más bien aumentar en conocimiento fidedigno de la realidad; y para ello intenta comprender y apegarse al máximo al punto de vista del Ingeniero Supremo que está detrás del sobrecogedor diseño inteligente que se observa en toda la naturaleza.

Toda la serie de artículos publicados hasta ahora, desde el G001 hasta el presente G074, contienen sobrada cantidad de argumentos intelectuales como para situar al paradigma del diseño inteligente por encima del evolucionismo en cuanto a interpretación teleológica de las estructuras de los organismos vivientes y más. Por criterio fundamental, el eriseísmo evita envolverse en una controversia con el evolucionismo, malgastando así unas energías que pueden usarse en la investigación de la realidad que la sagrada escritura y la ciencia fidedigna desvelan, así como soslayar el riesgo de desenfocarse radicalmente del verdadero propósito que le lleva al buen puerto. Independientemente de la presión y de las protestas que ejerzan los movimientos creacionistas contemporáneos, el evolucionismo continuará medrando por un breve espacio de tiempo más, en un entorno libre de cuidados, puesto que el materialismo a ultranza se ha apoderado del planeta. Sin embargo, de repente llegará a su extinción, pues una realidad sobrenatural invisible a sus ojos lo pulverizará.

He aquí la interpretación eriseísta de la conexión entre los pulmones y la vejiga natatoria de los peces. Como ya se ha comentado, el Génesis impide que empleemos esfuerzos inútiles en intentar explicar y probar que existe una ligazón evolucionaria entre pulmones y vejigas natatorias. Ante esto, la única opción plausible es establecer analogías de casos en los que se observan notables similitudes anatómicas y fisiológicas entre ambas estructuras, pero teniendo en cuenta siempre que existe una buena cantidad de ejemplos en los que las analogías descuellan conspicuamente en la biosfera, y esto lo admiten hasta los propios evolucionistas. De por sí, estos casos de analogías biológicas son bastante elocuentes, ya que marcan pautas que nos llevan a pensar que las obras creativas de Dios son la cristalización de proyectos sobrenaturales que tienen como nexo arquitectónico ciertas similitudes modulares más o menos relevantes.

En verdad, aunque hemos desglosado la respuesta eriseísta en 2 argumentaciones (directa e indirecta), ambas coinciden en una misma línea esencial de pensamiento: la exposición de la insolidez del evolucionismo y, por tanto, la falta de credibilidad de toda explicación evolucionaria, incluida la "vinculación" entre pulmón y vejiga natatoria; la exposición del criterio eriseísta y de su aval proporcionado por gran cantidad de analogías arquitectónicas observables en la biosfera y por el respaldo del Génesis y demás sagrada escritura; y, finalmente, la comparación entre los 2 avales (evolucionista y eriseísta), resultando el último (el eriseísta) más fiable que el primero (el evolucionista).

NOTA:

Las palabras ERISEÍSMO y ERISEÍSTA derivan del acrónimo ERISE (Estudios de la Realidad Inducidos por las Sagradas Escrituras), pero no señalan hacia ningún movimiento filosófico, religioso o teórico sino, más bien, a un criterio o método de estudio que aúna los resultados obtenidos tras la investigación del contenido de la sagrada escritura y los hallazgos cognoscitivos (arte, ciencia, cultura, tecnología, etc.) que armonizan con la misma. En realidad, el Eriseísmo es un planteamiento personal, propio del que escribe estas líneas, que le sirve para sustituir la fórmula egotista y malsana "yo pienso" por la más benigna, discreta y prudente expresión: "desde el punto de vista eriseísta…".

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Muchas son las personas sinceras que a través de la historia han buscado la manera de conciliar el conocimiento racional de la realidad natural con la sagrada escritura, tales como Newton, Kepler, Galileo y otros. Desde el punto de vista de la sagrada escritura, parece ser que en el futuro más o menos distante, cuando brille sobre la Tierra una sociedad humana teocrática que tendrá en alta estima la guía divina, y en un entorno paradisíaco, se darán las óptimas condiciones para que medren los estudios de la realidad mancomunados con la sagrada escritura. El gobierno bendito que exista entonces se encargará de organizar los estudios y los recursos científicos de tal manera que se incremente exponencialmente el "verdadero conocimiento". Al presente, sin embargo, no hay muchas posibilidades de realizar investigaciones exhaustivas y profundas porque la "realidad" de nuestros tiempos oscuros dictan que nos enfrentamos a lances de supervivencia. La sagrada escritura señala a nuestros días como pertenecientes a la víspera de una "grande tribulación", de tal envergadura ésta, que no tiene, ni tendrá, parangón en la historia. Las publicaciones de la "Sociedad Watchtower Bible And Tract" descuellan, sobre las de toda otra sociedad bíblica, a la hora de advertir, mediante artículos y libros, a escala mundial, cuál el significado profético de nuestros tiempos, mostrando la peligrosidad de los mismos y también dónde se encuentra la vía de escape provista por el Dios de la Biblia para protección de los seres humanos que desean agradar a su Creador.

Otras estructuras.

Hasta la década de 1960, los libros de texto de ciencias naturales afirmaban que existían unas 200 estructuras vestigiales en el cuerpo humano, y era rutinario incluir entre éstas a las Amígdalas, el Timo, la Tiroides, la Pineal y la Pituitaria (La glándula maestra, o Hipófisis); pero pocos evolucionistas de entonces, y ninguno de hoy (a la vista de los nuevos hallazgos, que muestran el error de considerar inútiles a estos órganos), se atreverían a extirparse gratuitamente algún órgano de los mencionados. Lo que ha sucedido es que en los últimos 50 años, a partir del descubrimiento de todas las funciones que realizan los supuestos órganos vestigiales (y de la identificación de ADN, cromosomas, y genes propios exclusivamente de cada especie, sin vestigios de ADN de algún ancestro en cada una de las células de los tejidos), la lista de órganos vestigiales ha ido tendiendo a cero.

La publicación de carácter internacional "Selecciones del Reader´s Digest", de Noviembre-1966, ha declarado: "Durante los últimos dos mil años, los médicos permanecieron desconcertados en cuanto a la función del Timo, y llegaron a considerarlo, como el Apéndice, un órgano superfluo y vestigial; pero en los últimos años se ha comprobado que lejos de ser inútil, el Timo es en realidad el órgano regulador (glándula maestra) del intrincado sistema inmune… Experimentos recientes, han llevado a los investigadores a considerar que también el apéndice, las amígdalas y las adenoides participan en la respuesta inmune".

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Otra supuesta evidencia de evolución, parecida a la anterior, es la llamada " Recapitulación" o aparición de estructuras durante el desarrollo embrionario, que supuestamente recapitulan, recuerdan o repiten el proceso evolutivo de un organismo, pasando durante su etapa de embrión o feto, por los pasos evolutivos de pez, reptil, ave, mamífero y humano. Pero aunque a partir del huevo (del tamaño de un punto), todos los embriones, sean de cerdos, ranas, murciélagos, personas, palomas, vacas, etc., se parecen en sus primeras semanas, ahora se sabe que a nivel genético, la información contenida en cada uno de sus ADN es completamente diferente, específica, no emparentada y no intercambiable.

Aún así, y aunque suene ridículo a la luz de los conocimientos que sobre genética, genómica y embriología (desarrollo prenatal) se han acumulado en los últimos años, los libros de texto de Biología siguen mencionando la Recapitulación (supuesta aparición, en los embriones, de vestigios de sus antepasados), como evidencia de la evolución. Por ejemplo, la doctrina de la Recapitulación dice que el que aparezcan arcos branquiales en el cuello del embrión es una evidencia que apunta hacia un vestigio de su evolución a partir de un ancestro que era pez; pero actualmente se sabe que no se trata de arcos branquiales sino de zonas germinales, desde donde se desarrollarán importantes órganos como el oído medio, la Paratiroides y el Timo.

NOTA:

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Tenemos un ejemplo de imparcialidad profesional, contra los supuestos teóricos de la Recapitulación, en el libro EMBIOLOGÍA MÉDICA (3ª edición, 1975), de Jan Langman, un autor que no está comprometido ideológicamente con ningún movimiento creacionista, y quien, sin embargo, escribe: "A los arcos faríngeos y sus hendiduras frecuentemente se les llama arcos branquiales y hendiduras branquiales, como analogía o referencia a vertebrados inferiores; pero dado que el embrión humano nunca tiene branquias, en este libro se han adoptado los términos arcos y hendiduras faríngeas".

También, otros científicos no creacionistas, han dicho: "Rara vez, una afirmación como la de la teoría de la recapitulación de Ernst Haeckel (1866), tan simplista en su presentación (con dibujos embrionarios fraudulentos), considerada plausible entonces, y tan ampliamente aceptada sin haber sido sometida a un examen crítico, ha sido tan nociva para la ciencia" (Gavin De Beer, "A Century of Darwin", 1958). "La teoría de la recapitulación ya debería estar, actualmente, muerta" (Stephen J. Gould, "Natural History", Abril de 1980, página 144).

Conclusión.

A lo largo de este artículo, y de los inmediatos anteriores, se han presentado suficientes datos como para que resulte sencillo distinguir las fuertes tendencias ateas, materialistas y simplistas que impulsan a la la teoría evolucionista, con su posicionamiento dogmático a ultranza. E independientemente de la justificación de carácter sociológico que pueda jugar a favor del evolucionismo, resulta que la elusión combativa que hace de la figura de un Creador (a pesar de las pruebas de diseño inteligente que se manifiestan en la naturaleza), así como la fijación de una férrea criteriología materialista y la empachosa redundancia en sostener una interpretación máximamente simplista de los fenómenos biocosmológicos… , todo esto, en conjunto, debería alarmar a las mentes analíticas, pues indica que se está implantando en el mismo seno de la ciencia contemporánea una tiranía belicosa que considera "delito de lesa majestad" a toda interpretación de la realidad que no se atenga a los cánones artificiales (vale decir: subjetivos) del materialismo evolutivo.

Un síntoma de error proviene de la gran andanada de reveses que ya ha recibido la interpretación simplista de los fenómenos biológicos a lo largo de varios siglos, aunque sin escarmiento por parte del evolucionismo. A muy duras penas, para no caer en el absurdo de querer hacer ver lo blanco como si fuera negro, las hipótesis evolucionarias, autoelevadas a la categoría de hecho científico, han ido incorporando en sus estructuras especulativas unas explicaciones progresivamente complejas para tales fenómenos, lo cual han aceptado con rezongo porque las ha forzado a aproximarse a las teorías del diseño inteligente. Y es que, a medida que la tecnología científica avanza, los nuevos sistemas de detección y los vanguardistas procedimientos de laboratorio arrojan datos que apuntan hacia una complejidad insospechada y apoteósica.

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Otro síntoma procede de la malograda "liberación" que el materialismo ha traído a la sociedad humana tras su pretendida defensa de la imparcialidad intelectual, haciendo guerra preventiva contra la denominada "lacra creacionista y religiosa". Bien es verdad que la historia atestigua que la religión mayoritaria ha sido una lacra, pero también pone en evidencia que el materialismo no es menos lacra. Además, la incapacidad de la ciencia materialista de encontrar un sentido de trascendencia para sí misma (y tener que comulgar con un teorema de Gödel que pone barricadas infinitas al campo de la misma), quedando relegadas la ética y la moral a un simple juego de oportunistas, hace que la labor científica pueda ser entendida como un baile de intelectuales estúpidos que nutren al monstruo de la tecnología y lo envalentonan para que acometa más eficazmente su macabra tarea destructiva y autodestructora.

Finalmente, la sistemática eliminación de la persona del Creador de los planteamientos científicos lleva a que el ser humano ande alienado, existencialmente desarraigado y huérfano de padre. Los libros de ciencia y tecnología están repletos de nombres propios pertenecientes a ilustres descubridores, académicos de fama e ingenieros sobresalientes, a los que se les otorga una mención de honor y de agradecimiento. Sin embargo, el Ingeniero Supremo, hacia el que apuntan todos los datos de una realidad que pregona silenciosamente el diseño inteligente…, Éste, pues, paradójicamente, no merece ninguna mención en absoluto; y, lo que es más, es desterrado con aspavientos del mundo de la ciencia.

 

 

Autor:

Jesús Castro

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