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El otro 11S Desconocido… (Novela) (página 5)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Llegada la hora del almuerzo, Candelaria había preparado unas papas "arrugás" y mojo picón con unas costillas de cerdo a las brasas, una típica comida guanche. Poco a poco fueron presentándose a la casa varios de los que allí vivían. Primero llegó el esposo de Candelaria, José, un hombretón fuerte como un toro, pescador de profesión, acto seguido la hija Mireya, la mayor de las dos del matrimonio, una bellísima muchacha, alta espigada, de pelo ondulado, negro natural, ojos grandes y almendrados con largas y espesas pestañas, había salido a su madre, y hacía honor a la fama de bellezas isleñas, aparentaba unos veintinueve años.

Se saludaron con cordialidad, pero "Chitón" no le quitaba ojo de encima, la "primita" le había causado una profunda impresión, se sentaron alrededor de la mesa y, entre risas y amena conversación, dieron buena cuenta de los alimentos.

Al postre llegó la hija menor del matrimonio, África, contaba con veintidós espléndidos años, alta y delgada, pelo castaño muy largo que le llegaba hasta casi a la cintura, también unos grandes ojos castaños acababan de embellecer a una cara ovalada.

Chitón ahora sí que no sabía a que "primita" prestar su atención, ambas eran lindas, distintas, pero de muy, muy buen ver.

Bien entrada la tarde, debían partir al aeropuerto, Mireya se ofreció en llevarles en su pequeño automóvil, los dos pilotos aceptaron encantados, África se unió a la oferta, después de los despidos familiares, subieron al pequeño SEAT Panda y enfilaron la autovía hasta el aeropuerto.

En la Terminal, Chitón invitó a sus "primitas" a visitar el avión que pilotaban, accedieron encantadas, solicitaron el correspondiente permiso de las autoridades y fueron hasta el aeroplano. A las muchachas les impresionó ver el interior de aquel avión, con sus butacas tapizadas en cuero y mesitas para que los pasajeros durante el vuelo pudieran trabajar o jugar a las cartas o cualquier otra actividad, el apoya cabezas de cada asiento, tenía en su parte posterior una pantallita de televisión con un selector de canales independiente.

Las acompañaron de nuevo hasta el estacionamiento y se despidieron de ellas con cierta tristeza, les había impactado tanta belleza y sencillez, habían recibido de ellas y su familia, un trato tan familiar que Chitón sintió la sensación de haberlos conocido de toda la vida. Se despidieron con un sencillo, hasta pronto.

Regresaron al aparato, prepararon el plan de vuelo después de consultar a meteorología para su inmediato vuelo a Frankfurt y lo presentaron en control. Les indicaron hora de salida y la frecuencia con la que debía operar su sistema de radiocomunicación.

Treinta minutos después de haber cargado de carburante el Sabre, iniciaron la maniobra para el despegue. Ya en el aire, Chitón no se quitaba de la mente la imagen de sus dos primas, todavía no había tomado preferencia, al cabo de un buen espacio de tiempo, cuando el aeroplano estaba gobernado por el piloto automático, le comentó a su compañero:

– Oye, compañero ¿qué te parecieron mis primitas?

– Lindas, preciosas, creo que no había visto en la vida dos gacelitas tan lindas y simpáticas, ¿es que hay alguna de ellas que te ha enamorado? -le dijo con esa socarronería tan cubana.

– No sé , no sé, pero te digo compañero, que estoy como una piña colada. Pienso que terminada nuestra misión voy a regresar a Tenerife, estiró ambos brazos en cruz desperezándose y bostezó.

En menos de cuatro horas aterrizaron, los radiocontroles de tierra les iban marcando la ruta, acababan de sobrepasar el del Cabo de Creus en España, treinta y cinco minutos después divisaban a su derecha el Montblac y treinta minutos más tarde divisaban a lo lejos el resplandor de las luces de la ciudad de Frankfurt, por la ventanilla izquierda de la cabina, se divisaba una preciosa y rojiza puesta de sol.

Capítulo XXXIº

Kutnesov, volaba a Estocolmo al mismo tiempo que Oleg en su automóvil, se dirigía al aeropuerto de Frankfurt para contactar con sus dos compañeros cubanos.

Le había llamado la noche anterior y le dijeron que se hospedaban en el hotel que había en el propio aeropuerto, el Sheraton Frankfurt Airport Hotel.

El aeropuerto de Frankfurt es el mayor y de más tráfico de toda Europa, es la encrucijada de los vuelos a los cuatro puntos cardinales del continente, es por ello que cuenta con varios hoteles, algunos de ellos clasificados en categoría de cinco estrellas, además de cines, espectáculos, shopping centers, etc. Una ciudad.

Oleg, estacionó su automóvil en el aparcamiento del hotel y fue directo a recepción, poco antes de llegar al mostrador oyó que le llamaban por su nombre de pila ¡¡Oleg,Oleg!! era Chitón, de pie, en medio del lobby. Oleg pensó por sus adentros "estos cubanos siempre tan expresivos y bulliciosos". Le hizo una señal con la mano y a continuación se puso el dedo índice sobre la boca indicando que bajara el "volumen" de su voz.

– Mira, Chitón, estamos desarrollando una misión que en modo alguno conviene llamar excesivamente la atención, ¿entiendes?

– Oye, chico, perdona -respondió Chitón -yo no sabía esto, nada me dijiste.

-Lo sé, lo sé, debes disculparme tú a mí por habértelo dicho tarde, pero no le demos mayor importancia. ¿Qué tal se portó el aparato?

– Fantástico, es una pieza de relojería, tiene de una maniobrabilidad casi como un monoplano de exhibición. Todo ha sido excelente.

– Venid, acompañadme -les conminó Oleg- en mi automóvil llevo los dos paneles con instrumentos de control digitales que me he hecho fabricar aquí por un artesano y, vamos a instalarlos en el aparato, en el espacio que ocupaban los dos asientos que dejasteis en Venezuela.

Tomaron el coche y se acercaron al edificio de la terminal, solicitaron autorización para llevar los paneles hasta donde estaba estacionado el Sabre.

Subieron al aparato e iniciaron la instalación. Unas dos horas después habían terminado del todo. Oleg revisó el pintado y las letras que había ordenado efectuaran en el aeropuerto de Valencia, en Venezuela. Todo se había ejecutado a la perfección, su aspecto externo, podía pasar perfectamente por uno de los aviones que prestan servicios puntuales a las Naciones Unidas.

Vamos a plantear un plan de vuelo a Estocolmo para primera hora de la tarde, tu Chitón, vete a meteorología para ver que previsión de tiempo tendremos para la tarde.

Dejaron el avión cerrado y se fueron a comer a un buen restaurante de la zona free shops. Oleg compró en una de las tiendas de telefonía Vodafone un teléfono celular, uno muy simple, pero útil.

Dos horas después subieron al aparato, esperaron órdenes de la torre de control, al poco tiempo les iban cursando las instrucciones para el despegue.

En dos horas tomaron tierra en el aeropuerto de Arlanda de Estocolmo. Solicitaron un aparcamiento para más de un día y les situaron en una esquina del espacio reservado para estacionamiento de aeronaves. Un lugar discreto y poco transitado. Perfecto.

El tiempo en Estocolmo estaba lluvioso y bastante frío, por la época del año en que estaban, se hospedaron en el Radisson SAS Arlanda Hotel, en el propio aeropuerto, el mismo en que estaba hospedado Kutnesov e Ilia.

Después de una buena ducha descansaron una hora y llamaron a recepción preguntando por la habitación del Sr.Kutnesov.

Oleg tomó de nuevo el teléfono y llamó a la 312.

– Dígame –oyó.

– Soy Oleg, ¿ eres Kutnesov?

-Sí Oleg, soy yo, ven con tus compañeros a mi habitación, Ilia está al llegar, ha ido a visitar una amiga en la ciudad.

– Venimos de inmediato.

Oleg salió de su habitación y llamó con los nudillos a la puerta contigua, abrió la puerta uno de los cubanos.

-¿Qué se te ofrece, compañero? -le dijo.

– Acompañadme, vamos a la habitación del camarada Kutnesov.

Kutnesov les abrió la puerta y les conminó a entrar a la salita contigua a la habitación. Oleg efectuó la presentación de los dos cubanos, Kutnesov había oído hablar de ellos pero no les conocía personalmente.

– Bienvenidos al equipo -les dijo en ruso, los dos caribeños respondieron en el mismo idioma estar satisfechos de pertenecer a la misión que les habían encomendado. Hablaban ambos un ruso bastante aceptable con un acento muy especial, lo habían aprendido en su larga estancia en la academia del aire de Moscú.

Al poco tiempo se incorporó Ilia, les dio un efusivo abrazo a todos los presentes. Kutnesov, con aire socarrón le preguntó a Ilia

– ¿Qué cómo le había ido con las relaciones ruso-suecas?

– Mejor imposible -respondió sonriendo.

Ya un poco más serio preguntó a los tres recién llegados como había transcurrido todo, a lo que Oleg respondió que todo se había desarrollado "según lo previsto".

– Bien, muchachos, mañana va a ser el "gran día", hoy iremos a dormir temprano para mañana estar frescos y relajados. Vamos a salir alrededor de las siete de la mañana, tendremos cuatro horas de vuelo hasta Solikamks, por el camino revisaremos el plan de acción. A las posibles preguntas que puedan hacernos en el aeropuerto de destino, debemos responder que es un avión de las Naciones Unidas en misión de estudios geotécnicos. Vosotros, dijo dirigiéndose a los cubanos, sois simplemente unos pilotos que el gobierno de Cuba presta en colaboración con este proyecto científico, no bajareis en ningún momento del avión, no entablareis conversación alguna con nadie, ni aceptareis bebidas de ninguna clase bajo ningún motivo. Vuestra misión será estar pendientes en todo momento de nuestro regreso, tan pronto nos veáis acercarnos al aparato pondréis los motores en marcha y ni tan siquiera pediréis permiso a la torre de control para el despegue.

Deberemos aprovechar el factor sorpresa para ganar tiempo y salir del espacio aéreo ruso antes de que la reacción de la aviación rusa pueda interferirnos. Cuando nosotros tres estemos en tierra, nos comunicaremos con vosotros mediante estos walky talky que he comprado, hablaremos en castellano, pero únicamente los utilizaremos cuando sea necesario. ¿Lo habéis comprendido? ¿Tenéis alguna duda?-.

– Lo hemos comprendido perfectamente, camarada Kutnesov, nada va a fallar por nuestra parte.

– Bien -respondió éste-. Volaremos lo más bajo posible que nos permita el relieve del suelo para evitar en todo momento ser captados por los radares de nuestra situación. Hasta la frontera con Ucrania el peligro será mayor , el terreno es llano, no hay casi montañas que nos permitan "escondernos", luego cuando sobrevolemos este país el peligro decrecerá, Ucrania ya no pertenece a la antigua CCCP, pero todavía tiene ciertos acuerdos de colaboración con Rusia, podrían darles datos de nuestra situación, después de cruzar el Mar Negro estaremos ya sobre Turquía, el peligro ya habrá desaparecido. Elegimos este modelo de avión por que permite manejarlo como uno de menor envergadura. Deberéis tener prevista una ruta de vuelo hasta Sanaa, Yemen, allá nos darán cobijo unos hermanos musulmanes. Ilia, Oleg y yo, nos quedaremos en esa ciudad, vosotros ya fuera de peligro, seguiréis el vuelo hasta donde queráis, en Sanaa habrá terminado vuestra misión. Podréis vender el aparato o accidentarlo para cobrar de la compañía aseguradora, u os lo podéis quedar y utilizarlo como aerotaxi-. Del resto del proyecto nos encargaremos nosotros tres.

Los dos cubanos se levantaron de la reunión y marchó cada uno a su habitación -hasta mañana a las siete-.

– Que durmáis bien -respondió Ilia.

– Es mejor que estos dos muchachos se hayan marchado a dormir antes que nosotros, no creo deban participar de la operación, no deben saber a qué vamos, quizás lo imaginen pero cuanto menos sepan mucho mejor -dijo Ilia.

– Estoy de acuerdo con lo que dices -abundó Oleg, asintiendo con la cabeza Kutnesov.

– Oíd mi plan, vamos a ver que os parece -dijo Kutnesov.

– Al llegar, iremos Ilia y yo a la planta embotelladora, trataremos de atraer a nuestro "amigo" hasta el avión, con la excusa de que vea el sistema de detección sismográfico que hay instalado y, de paso echar unas copitas del coñac que tanto le gusta. Una vez le tengamos aquí, le maniataremos y le dormiremos con cloroformo que llevaré en un pequeño frasco, luego le quitaremos las llaves y la tarjeta magnética.

– ¿Pero qué vamos hacer con la huella digital? -preguntó Ilia.

-Ése es el dilema -dijo Kutnesov-. Había pensado en imprimir en un papel la huella digital de su pulgar, pero no sería posible, el instrumento de detección distingue la huella y toma la temperatura corporal, de no ser así suena una alarma.

– Entonces ¿qué hacer? -apuntó Oleg.

– Muy sencillo, le cortaremos el dedo pulgar y se quedará dentro del avión hasta nuestro regreso, les dejaremos a los cubanos el frasco de cloroformo, por si despertara, a nuestro regreso en el momento que lleguemos al avión, lanzaremos su cuerpo fuera y partiremos.

– Y la temperatura del dedo ¿cómo vamos hacer para mantenerla? -preguntó Oleg.

– Ya había pensado en ello, traigo una cajita con unas resistencias, eléctricas accionadas por unas diminutas baterías que mantendrán caliente el dedo por casi unos treinta minutos, tiempo suficiente para llegar hasta el lugar y activar la entrada -abundó Kutnesov.

– Toda vez hayamos sobrepasado esta puerta, ya estaremos dentro del recinto principal, tú, Oleg te quedarás allí con un arma con silenciador, cualquiera que entre o intente salir le disparas, si puedes eliminarlo sin disparar mucho mejor, mientras, Ilia y yo vamos a por el K28-. Los tres llevaremos en todo momento, guantes y mascarillas, hemos de procurar dejar el menor número posible de rastros para evitar que puedan saber quién o quienes han intervenido en el robo y, no puedan seguirnos después por todo el mundo -acabó Kutnesov.

– Ahora a dormir todo el mundo -sugirió Ilia. Hasta mañana y dormid bien, nos hará falta.

Capítulo XXXIIº

Al Pentágono iban llegando informes del individuo del retrato robot, algunos no se ajustaban al perfil. La difusión del retrato con la descripción del individuo a todas las comisarías del país, fue dando sus frutos. Las policía locales, se esparcieron por cada una de sus localidades, preguntando en hoteles, moteles, pensiones, apartamentos, restaurantes y garajes. Desde Jefferson City, Missouri, les llegó una confirmación de estancia en el Motel Unity Village, luego otra desde Salt Lake City en el Plaza Hotel, con fecha contigua a la anterior, ambas confirmaban reconocer al individuo de la foto robot y su automóvil como cliente. Las descripciones dadas por los empleados de ambos hoteles coincidían perfectamente, no había duda alguna de que se trataba del tipo que andaban buscando y que se hallaba muy probablemente en estos momentos en San Francisco.

El General y sus colaboradores, entre ellos Cartucci, se preguntaron el porqué este individuo cruzó todo el territorio de Este a Oeste en automóvil, cuando lo habitual es efectuarlo en avión o ferrocarril, a buen seguro había un motivo para ello.

En un plano del país fueron marcando con agujas de cabezas de color, la ruta que habría recorrido hasta llegar a San Francisco.

– ¿Qué pretende?

– Analicemos minuciosamente todo elemento susceptible a ser objetivo de terroristas en el recorrido que este hombre ha realizado -apuntó el General. Piensen, piensen todos ustedes, no hagan otra cosa que pensar en todas las posibilidades, pónganse en lugar de ese individuo y vean qué podrían hacer para efectuar un acto terrorista de gran calibre, comparable al sufrido en el 11S.

Más tarde llegó un informe del jefe de policía de San Francisco, habían localizado el hotel en el que se había hospedado el sujeto buscado, el Hotel Cartwrigth, en Union Square, en el corazón de la bella ciudad californiana. Hacía dos días que había pagado su factura, en efectivo, y abandonó el hotel.

Cartucci, marchó urgente a tomar el primer avión para San Francisco. Llegó por la tarde después de bastantes horas de vuelo, tomó un taxi y le pidió le llevara al Hotel Cartwrigth, al mismo tiempo llamaba al jefe de la policía.

– ¿Jefe Hataway? -preguntó Cartucci.

– Al habla –respondió.

– Soy el detective Cartucci, de la policía metropolitana de NY -el General le informó que iba a venir a colaborar con ustedes para intentar dar caza a este misterioso individuo.

– Ah sí, sea bienvenido, ¿en qué hotel se hospedará, detective?

– En el mismo hotel Cartwright, señor.

– Bien, le enviaré una unidad a recogerle a las 2 p.m.

– Gracias, allá estaré, hasta luego.

– Hasta luego -cortó el jefe de la policía.

Se registró en el hotel como Joseph Cartucci, no citó su calidad de policía. Subió a la habitación asignada y aguardó a que vinieran a por él. Se quedó dormido en la butaca en que se había sentado, el cansancio y la tensión, al fin le habían hecho mella.

Le despertaron unos repetidos golpes en la puerta de su habitación, se fue abrir la misma, una señorita estaba frente a ella.

– ¿Sr.Cartucci? -preguntó ésta.

– Soy yo -respondió el detective neoyorquino.

Mi jefe, el capitán Hataway, me envía a buscarle y llevarle a la central -respondió ésta. Soy la detective Rodríguez, Elizabeth, puede llamarme Liz.

– Encantado, señorita Rodríguez, ah, disculpe, Liz -correspondió Cartucci con cortesía.

– Sígame, por favor.

Cartucci se puso la chaqueta, cerró la puerta de su habitación y siguió a la detective hasta el ascensor.

– Parece ser que han podido identificar al individuo del que les enviamos la foto robot -apuntó Cartucci.

– Efectivamente, una de nuestras patrullas visitó todos los hoteles de la ciudad, hasta dar con el individuo en este mismo hotel donde se hospeda usted. Lamentablemente, cuando dimos con él, hacía dos días que había pagado su factura y abandonó el hotel, no sabemos todavía si también abandonó la ciudad, estamos trabajando en ello.

– ¿Tienen el automóvil bajo control? -preguntó el detective.

– No, únicamente sabemos de su existencia por la denuncia que le puso uno de los vigilantes del aparcamiento, pero cuando fuimos a verle ya no estaba en el estacionamiento, desde que nos llegó la copia de la denuncia hasta el momento en que ésta se efectuó, pasaron algunas horas, tuvo tiempo para marcharse.

– ¿Supongo que siguen la búsqueda?

– Naturalmente, tenemos a varios coches patrulla buscando día y noche. Pero todavía no hemos dado con él.

Llegaron a la comisaría Central.

Capítulo XXXIIIº

A las siete en punto despegaron del aeropuerto de Estocolmo, habían solicitado un plan de vuelo a Solikamks con una escala técnica en Moscú para repostar. Tres horas después divisaban el aeropuerto siberiano. Ilia estaba sumamente tenso, pero intentaba dominarse para que su estado no se comunicara a ninguno de sus compañeros.

El avión tomó tierra suavemente, los cubanos eran muy buenos pilotos. Condujeron el avión a la zona de estacionamiento, procuraron situarlo lo más cerca posible de la pista de despegue.

Kutnesov e Ilia saltaron a tierra, iban vestidos con las mismas ropas de la última vez en que estuvieron en Solikamks, tomaron el mismo autobús hasta la residencia, reservaron habitación y luego se fueron andando hasta la planta de embotellado.

Pidieron por su "amigo" Serguei, al poco rato apareció éste por la puerta.

– ¡¡Hola amigos ¿cómo estáis?!! -dijo éste al verles con aquella voz bronca.

– ¿Qué tal tovarich Seguei?, ¿cómo va todo? -le dijo Kutnesov. Te hemos traído unas botellas de aquel excelente coñac francés que tanto te gustó. Hemos regresado para comprobar los resultados de la instalación que dejamos funcionando en calidad de ensayo, en esta ocasión hemos venido con un avión especial de las Naciones Unidas que lleva instalado un sistema muy sofisticado de aparatos de control remoto, acompáñanos a verle y de paso podrías llevarte algunas botellas.

-Oh sí, tan pronto me sea posible -les dijo.

– ¿Cuándo va a ser eso? -le inquirió Ilia, tenemos un poco de prisa, por la tarde debemos estar en Moscú para entregar los informes técnicos y no nos dará tiempo de darte las botellas.

– Bien, vamos allá, lo que debía hacer ahora lo dejaré para más tarde, ¡¡veamos este avión científico!! -dijo con cierto entusiasmo Serguei, estaba deseoso de darle un buen tiento a aquel coñac francés, tan aromático y tan suave.

Subieron al todo terreno Lada Niva de Serguei y fueron con el al aeropuerto. En pocos minutos estaban junto al aparato. Serguei se quedó mirándolo con admiración, nunca había visto un avión perteneciente a las Naciones Unidas. Últimamente en la Federación Rusa las cosas habían cambiado mucho. Unos años atrás ningún avión extranjero podía tomar tierra en un aeropuerto ruso sin tener unos permisos muy especiales.

Subieron al avión por la escalerilla autónoma , Ilia iba delante, le seguía Serguei y detrás Kutnesov, los cubanos estaban dentro de la cabina de pilotaje con la puerta de acceso entornada, Oleg les salió al encuentro, debajo del chaleco antibalas llevaba escondida una nueve largo parabellum.

– Serguei, te presento al ingeniero Oleg Timorov, es el hombre que está al cuidado de la instrumentación, Serguei le tendió la mano, este gesto le perdió, Oleg le dio un fuerte tirón hacia sí haciéndolo girar sobre sí mismo, le pasó el otro brazo por el cuello y apretó fuertemente, Serguei se ahogaba, le parecía que de repente un brazo de acero le estaba cercando el cuello y le presionaba sobre la nuez. Ilia sacó el frasco de cloroformo y empapó con el líquido un pañuelo que llevaba en el bolsillo, lo puso sobre la boca y nariz de Serguei, éste hacía esfuerzos titánicos para soltarse y poder respirar, pateaba e intentaba soltarse de aquel férreo abrazo mortal, el pañuelo que Ilia le había aplicado le dejó flotando y luego profundamente dormido, dejó de luchar, Oleg lo soltó y lo tumbó en el suelo. Con cinta adhesiva le maniataron las muñecas y tobillos, en la boca le dejaron embutido el pañuelo de cloroformo.

Kutnesov se acercó y sacó un cuchillo de los que utilizan los comandos en la selva, un cuchillo multiuso sumamente afilado y, sin pensárselo dos veces, le cercenó el pulgar de la mano derecha por debajo de la primera falange, inmediatamente lo puso dentro de una cajita metálica que llevaba en uno de sus bolsillos envuelto en unas gasas. Buscaron en sus bolsillos y hallaron la tarjeta magnética de acceso además de la clave del día anotada en un papel arrugado.

Rápidamente dejaron a Serguei metido dentro del lavabo del avión, luego los tres subieron al todo terreno en el que habían venido, marcharon en dirección a la planta embotelladora. El único en llevar un arma de fuego era Oleg Timorov, Ilia llevaba en la mano un maletín con herramientas, aparentaba contener instrumentos de medición.

Llegaron a la planta y estacionaron el automóvil. En la parte trasera de la misma, los dos soldados que controlaban la puerta principal, les pidieron la identificación, Kutnesov mostró tres documentos que llevaba en su bolsillo y, que habían sido obtenido en Moscú falsificados por un especialista. Cruzaron la puerta principal y siguieron en dirección al lugar en el que en la última visita efectuada, habían enterrado las galgas extensiométricas, simularon comprobarlas y poco a poco fueron acercándose a la puerta de acceso del edificio principal, junto a la puerta estaba el lector de tarjetas magnéticas y el identificador de la huella digital.

Kutnesov actuaba con gran aplomo y frialdad ,sin apenas mostrar precipitación alguna, extrajo la tarjeta de su bolsillo, la frotó con tranquilidad sobre su suéter de lana para limpiar la banda magnética y la pasó por el identificador, Ilia y Oleg estaban algo tensos, temían que en cualquier momento sonara alguna de las alarmas, no fue así, marcó el código de la semana , la puerta se abrió, entraron en el recinto, se acercaron a la puerta del ascensor que les bajaría hasta el almacén donde estaban depositados los productos de destrucción masiva, Kutnesov sacó la cajita metálica y aproximó el pulgar de Serguei al identificador de huellas que permitía acceder al ascensor.

Ilia sacó el plano de la planta que llevaba en el interior de su pequeña mochila de la espalda, llegó el ascensor abriendo sus puertas automáticamente, ninguna alarma había sonado por el momento. Les sorprendía que una instalación que contenía secretos bélicos tan importantes, no tuviera más personal al cargo. Debían estar muy seguros del sistema de seguridad que los cuidaba.

Bajaron hasta la segunda planta, al abrirse las puertas del ascensor encontraron dos soldados sentados en un banco de madera, éstos, al verles, mostraron cara de sorpresa e intentaron levantarse con rapidez del asiento donde se hallaban, pero Ilia estaba sumamente atento, dio un puntapié a una de las patas del banco y este y ambos soldados fueron a parar al suelo, al mismo tiempo que Oleg se abalanzaba sobre ambos, sin darles tiempo de reacción, les clavó un cuchillo en el corazón, fue una reacción inmediata y rápida, casi instintiva, que demostraba que estos hombres estaban habituados a ese tipo de acción. Dejaron la puerta del ascensor trabada para inmovilizarle y no pudiera ser utilizado por nadie más.

Se pusieron unas lentes especiales para detectar rayos infrarrojos, el plano les indicaba una zona controlada por ese sistema, y que a simple vista no son visibles. Avanzaron por un largo pasillo, allá al final del mismo pudieron distinguir la red de rayos infrarrojos que cubrían la zona. Pararon su andadura al borde del inicio de la red, estudiaron el modo de sobrepasarla de modo que no sonara la alarma y quedaran bloqueadas todas las puertas del recinto.

Arriba, en el techo, vieron las toberas del sistema de climatización, Ilia las señaló con el dedo, procuraban no hablar para que no se pudiera disparar alguna alarma que se activara mediante sensores de audio. Habían pasado tres minutos desde que entraron en el edificio, no podían perder tiempo, Kutnesov se agachó en el suelo formando un caballete, Ilia subió sobre la espalda de éste, alcanzó unos de los registros de los conductos de aire, quitó silenciosamente la rejilla de la boca de acceso, subiendo a pulso y entró en el conducto principal, le siguió Oleg, Kutnesov se quedó vigilando.

Se arrastraron por el tubo unos cinco metros, distancia que habían calculado sobre el plano en la que estaba la red de infrarrojos, quitaron la rejilla siguiente, Oleg asomó la cabeza, se puso las gafas especiales y pudo comprobar que el campo de infrarrojos había quedado atrás.

Bajaron al suelo sigilosamente y anduvieron hasta la puerta en la que había un cartel escrito en ruso que decía: almacén, además del signo de peligro de muerte y de radiaciones. La puerta era metálica con una cerradura bastante simple. Antes de intentar abrirla Ilia revisó toda la pared donde se hallaba la puerta, afortunadamente observó que en la esquina superior derecha del marco asomaba ligeramente un poco de cable eléctrico de color azul, miró el plano y no figuraba que hubiera ninguna alarma en aquel punto, no obstante, con la punta de su cuchillo descalzó un poco el material que estaba alrededor de lo que parecía un cable hasta poder comprobar claramente que era un hilo eléctrico que entraba al interior del almacén, se calzó un guante de gruesa goma, tomó unos alicates de electricista y procedió a cortar el hilo azul, el corazón se les encogió, rogaron por sus adentros de que no se tratara de un cable que alimentara una alarma de la puerta, cortó, no ocurrió nada, trabajaron la cerradura con una ganzúa y en pocos segundo lograron abrirla, empujaron suavemente la puerta y no sonó ninguna alarma.

Entraron sigilosamente, dieron las luces y se encontraron ante una serie de pasillos formados por hileras de estanterías que contenían frascos etiquetados, al fondo de esta sala otra puerta permanecía cerrada con los mismos signos de toxicidad y radiaciones que la anterior, a ambos lados de la puerta unas pequeñas ventanas con gruesos cristales permitían ver el interior, se asomaron por una de ellas y vieron que se trataba de un almacén climatizado, giraron la llave de la cerradura y entraron a la pieza, iniciaron la búsqueda entre las decenas de frascos metálicos etiquetados, no veían nada que rezara K28, el tiempo iba pasando en contra suya, siguieron buscando. En un lado de la estancia, una armario metálico estaba sostenido en la pared, era un armario de alrededor de un metro de altura por unos ochenta centímetros de anchura por cuarenta de profundidad, un poco descorazonados lo abrieron, allá estaba junto con otros dos envases etiquetados, eran envases metálicos, de acero inoxidable, de forma circular, de unos cuarenta centímetros de altura por unos diez de diámetro, tenían una tapa roscada con un asa en la parte superior para el transporte y manejo.

Ambos se miraron hicieron la señal de éxito con el pulgar de la mano, cogieron con sumo cuidado el envase por el asa, cerraron nuevamente el armario y regresaron al punto de partida, habían pasado más de diez minutos desde que entraron en el edificio, Kutnesov estaba preocupado, desde su situación no podía verles y no sabía si habían logrado su objetivo, oyó unos ligeros ruidos procedentes del tubo de climatización, pensó "deben ser ellos". A los pocos instante asomó Ilia por la ventanilla de acceso a la tobera de aire, le hizo un guiño con el ojo a su compañero que estaba abajo y le alcanzó el contenedor del K28.

Kutnesov lo cogió con ambas manos y lo depositó en el suelo a un lado, suavemente, ayudó a sus dos compañeros a bajar y de inmediato reemprendieron el camino de la salida, desatrancaron el ascensor y subieron hasta la planta cero, el soldado que habían matado en la segunda planta trataron de esconderlo en un rincón de la sala, tapándole con unos papeles de embalaje que por allí habían, cuanto más tardaran en descubrir el asalto sería mucho mejor para ellos.

Al llegar a la puerta de salida con acceso mediante la identificación de la huella digital, ésta no se abrió, el dedo de Serguei se había enfriado, la batería de la cajita estaba agotada, se quedaron inmóviles, sin saber que hacer, volvieron a intentarlo, seguía sin abrirse, Oleg cogió el dedo, abrió la bragueta de su pantalón y se puso el dedo entre sus partes, dos minutos después, éste había adquirido la temperatura corporal de Oleg, volvieron a ponerla sobre la placa de cristal del aparato y, ahora sí se abrió, metieron el contenedor de K28 en el interior del maletín de las herramientas, éstas las habían dejado en un rincón para que dejaran espacio suficiente, salieron sin precipitación para no llamar la atención de los dos vigilantes de la primera puerta de acceso, más allá estaba la calle y un poco más allá el Lada Niva que les aguardaba.

Saludaron a los dos vigilantes con un simple adiós, unos pasos después recordaron no haber inutilizado las cámaras de tv de circuito cerrado. Kutnesov dio una vuelta sobre sí mismo y entró nuevamente en el recinto ante el estupor de sus compañeros, no sabían qué hacer, Kutnesov les hizo un signo para que siguieran andando, los guardias no volvieron a solicitarle ninguna identificación, ya le conocían, fue directo a una caja metálica que se hallaba en una esquina de la sala de acceso, con su cuchillo la violentó y pudo abrirla, allá estaba el video-grabador, apretó el botón de eject y salió el cartucho de la cinta de todas las grabaciones efectuadas durante el día, se lo puso en el interior de la chaqueta y regresó de nuevo a la salida, saludó de nuevo a los dos guardianes con la mano en alto y apresuró el paso para poder subir al todoterreno casi en marcha.

A una velocidad moderada se marcharon dirección al aeropuerto, con uno de los Walkie Talkie llamaron a los cubanos para que pusieran en marcha las turbinas del avión. Cuando ya estaban llegando, un funcionario de las aduanas se acercaba a la escalerilla autónoma de acceso al aparato, llamaron otra vez por el Walkie a los cubanos y les advirtieron de la proximidad del funcionario aduanero, cuando Chitón llegaba a la puerta el agente ya estaba dentro, le pidió al cubano el plan de vuelo previsto, ya que tenían las turbinas en marcha y éste no se había presentado en control.

Chitón le dijo que lo estaban elaborando y que su compañero iría inmediatamente a presentarlo y pedir autorización de salida, pero el funcionario fue caminando hacia el interior del avión, estaba acercándose al cuarto de aseo donde tenían a Serguei, estaban también subiendo por la escalerilla de cola Oleg, Ilia y Kutnesov, se acercaron al funcionario, repentinamente Oleg le dio con la culata de su pistola en la cabeza, este cayó al suelo como si fuera de plomo.

Levantaron la escalerilla y el avión se puso en marcha, rápidamente se acercaron a la cabecera de pista, los motores rugieron a su máxima potencia, al iniciar la carrera para el despegue, por la puerta todavía abierta, lanzaron fuera al funcionario y a Serguei.

Subieron solo hasta una altitud de unos quinientos metros para evitar los radares, recogieron el tren de aterrizaje y volaron al máximo de la velocidad que los motores podían desarrollar, a pesar de que a esta altitud la atmósfera es más densa que en las capas superiores ofreciendo mayor resistencia a la penetración.

Veinte minutos después entraron en territorio ucraniano, segundos después en la frecuencia que tenían sintonizado su sistema de comunicación les habló una voz grave en perfecto ruso: "Regresen de inmediato al punto de partida o de lo contrario les abatiremos, cambio". Los cinco se miraron ligeramente sorprendidos, echaron un vistazo por las ventanillas laterales y vieron la compañía de un caza ruso en cada lado de su avión.

Simularon no haberles oído y siguieron sin variar el rumbo, unos segundos después les repitieron el mismo mensaje. No respondieron, hacían tiempo para tratar de salir de la jurisdicción ucraniana.

Finalmente uno de los cazas les efectuó una pasada de "aviso" casi rozándoles una de las alas que hizo que el Sabre temblara por el efecto de la turbulencia que generaba el otro avión.

– Mantened el rumbo -casi les gritó Ilia.

Los dos cubanos se agarraron fuertemente a los mandos del avión, allá a lo lejos se divisaba el Mar Negro, debían llegar hasta él, era su salvación, fuera de su jurisdicción no se atreverían a hacerles nada.

Otra vez volvieron a efectuarles una "pasada" a muy poca distancia, de nuevo el Sabre tembló, esta vez todavía más, ya que la proximidad fue mayor.

– Vamos a dispararles -les dijeron por la radio–. Bajen de inmediato y sígannos, les ordenaron. Les dispararon una ráfaga de aviso.

Justo acababan de salir del territorio ucraniano y volaban sobre el Mar Negro, acababan de sobrepasar la ciudad de Odesa.

–Estamos fuera del territorio de su jurisdicción -les comunicaron por radio a los pilotos de los cazas que les acompañaban.

– Estamos informando a la OTAN de la agresión -les amenazó Ilia por radio.

– Probablemente ahora estarán consultando con Moscú.

A los pocos segundos ambos aviones militares cambiaron el rumbo dejando de escoltarles.

Tomaron altura de crucero y enfilaron el rumbo a Sanaa, los tres celebraron el éxito de la misión. Unas horas después tomaban tierra en el aeropuerto de la ciudad.

Por radio comunicaron con la gente que les aguardaban en la capital de Yemen. Pudieron hablar con el propio Ali Sahal. Le informaron del éxito de la misión, le dijeron que en unos treinta minutos estarían en el aeropuerto.

– Les aguardaré allí, mis felicitaciones por el éxito, nuestros hermanos en las montañas afganas de Khyber estarán muy satisfechos por la noticia -les dijo Ali.

Un automóvil negro se acercó al Sabre que acababa de estacionarse dentro de un hangar libre. Bajó Ali Sahal, los ocupantes del avión bajaron la escalerilla y se acercaron a su amigo Sahal, éste sonreía satisfecho mostrando su blanca dentadura al ver a los hombres que el había contratado para la peligrosa misión. Confiaba que ello también contentaría a sus hermanos musulmanes, ahora refugiados por las montañas de Afganistán.

Se dieron el tradicional saludo árabe, acto seguido subieron al automóvil, Ilia llevaba en sus manos el envase de acero inoxidable.

–¡¡Aquí lo tiene! !-dijo éste.

Se despidieron de sus dos amigos cubanos, ambos recibieron un grueso sobre que les dio Oleg, diciéndoles:

-Gracias por vuestra valiosa colaboración, nos sentimos muy satisfechos, tal y como acordamos, podéis marcharos con el avión y haced con el lo que estiméis más oportuno, nosotros a partir de ahora no lo vamos a necesitar.

Los dos cubanos tomaron los sobres que les ofrecieron y algo tristes se fueron al avión para tomar rumbo a Tenerife.

En pocos minutos llegaron al palacete del Jeque Issam Al-Zaim.

Capítulo XXXIVº

Vitale trasladó todos sus enseres al apartamento de Cora. Por el camino paró en una tienda de telefonía celular y adquirió una unidad que actuaba mediante la carga de tarjetas que se adquieren en todo tipo de establecimientos públicos, facilitó a la empleada de la tienda que le atendió, un nombre y dirección falsos.

Por la tarde llamó a larga distancia, llamó al consulado de Rumania, en Suiza. Simplemente les dio el número de su nuevo teléfono.

Treinta minutos después recibió una llamada del Cónsul de la legación diplomática rumana.

– Debería marcharse a Florida -le dijo , busque una población al Este de la península, en pocos días le será entregado el "regalo" para que pueda llevar acabo su cometido. Llámeme desde allí para darnos su situación exacta. El paquete viene por mar, suponemos que tiene bien localizados todos los objetivos-. Cortó la comunicación sin más.

Llegó al apartamento de Cora, ella acababa de regresar de ver una película de un cine cercano.

– Cora, debo marcharme ya mismo, te llamaré desde donde vaya a instalarme. Recogeré algo de ropa.

– ¿Dónde te vas? -preguntó la muchacha.

– A Florida, pero todavía no sé exactamente el lugar, parece ser que se acerca el momento -respondió Vitale.

– Vaya, se me olvidó comprar la fruta, ahora mismo regreso -se excusó Cora, de algún modo debía informar a los dos hombres que le seguían.

Bajó inmediatamente a la calle, vio a unos cien metros de distancia la furgoneta aparcada, se acercó a ella y vio dentro a uno de los hombres, le hizo una seña discreta para que saliera de ella, éste salió y se acercó al lugar donde se había detenido Cora, ésta se había detenido frente una frutería, el hombre simuló coger unas naranjas, Cora le dijo en voz baja:

– Vitale se marcha a Florida, parece ser que el momento se acerca -.

– Vete con él, no le dejes marchar solo, tú serás nuestro enlace, cuando lleguéis al lugar indícanos dónde estáis, te dejo este número de teléfono para que puedas llamarnos y darnos razón del lugar-. Soltó un papelito que cayó sobre una de las naranjas del cesto, Cora le recogió y lo puso en el interior de su monedero. Se dio la vuelta y el hombre ya había desaparecido. Pagó la fruta que había metido dentro de una bolsa de papel y se fue rápidamente al apartamento, apretó el paso.

En el apartamento, Vitale acababa de cerrar su "troller" y se disponía a marchar. La muchacha se acercó a él diciéndole:

-¿Te parece que venga contigo a Florida? no he estado nunca allí.

Vitale, pensó rápidamente si podría ser un inconveniente la compañía de la chica. De otra parte también pensó que podría ser una ayuda.

– Rápido, haz tu maleta y vámonos -le dijo.

La muchacha no se lo hizo repetir dos veces, tomó de su armario una bolsa de deporte y puso algunas ropas dentro.

– Dispuesta -dijo.

Bajaron por el ascensor hasta el vestíbulo del edificio, salieron a la calle y anduvieron hasta el lugar donde se hallaba estacionado el Ford Mustang. Pusieron sus equipajes en el asiento posterior y tomaron dirección al aeropuerto. Una furgoneta los fue siguiendo todo el tiempo.

En el aeropuerto estacionaron el automóvil en el lugar destinado para ello cerca de la terminal 1, Vitale desconectó la batería del auto, intuía que estaría bastantes días sin utilizarla, de este modo ésta tardaría muchos días más en quedarse descargada, cogieron sus maletas y se acercaron caminando hasta los mostradores de venta de billetes. Pudieron adquirir dos billetes para Miami, de los llamados "last minute", de bajo costo. En poco más de un cuarto de hora estaban volando.

La furgoneta que los siguió hasta el aeropuerto aparcó a unos veinte metros de distancia del Mustang, los dos hombres que viajaban en ella cerraron las puertas y fueron a la terminal para ver a la pareja en que vuelo partían, luego en la cafetería del aeropuerto tomaron un refresco y regresaron a la furgoneta. Algo que vieron que les alarmó, un agente de la policía estaba de pié junto al Mustang, miraba el interior del automóvil, hablaba por su walkie talkie que colgaba de su hombro izquierdo, se acercaron andando hasta quedar muy cerca del agente de la ley, podían oír bastante bien la conversación que este mantenía con alguien en el otro extremo del receptor.

Pudieron oír –"creo que he localizado el automóvil que andamos buscando, cambio"-, luego siguió, -"aguardaré aquí a que llegue la patrulla especial", cambio.

Los dos hombres "escolta" de Vitale, se quedaron aguardando en el interior de la furgoneta para ver cuanto ocurría. Unos veinte minutos después, llegaron un par de coches patrulla de la policía de San Francisco, estacionaron los vehículos en paralelo junto al Mustang y comenzaron a tomar huellas dactilares por todo el perímetro del automóvil, con una llave falsa abrieron la puerta del lado del conductor e iniciaron un registro a fondo del interior del auto además de las huellas dactilares. Momentos después llegó en otro automóvil convencional, el detective Cartucci acompañado del capitán Hataway de la policía de SF.

Cartucci sugirió al capitán mostrar el retrato robot del individuo por todas las oficinas del aeropuerto y mostradores de recepción de las compañías aéreas, para ver si alguno de los empleados podía reconocerle.

El capitán llamó a la central de la policía y solicitó la presencia de dos unidades más, en pocos minutos arribaron. Los distribuyó por parejas, cada una de ellas disponía de una foto robot del individuo, e iniciaron el recorrido por todo el aeropuerto, mostrador por mostrador, no dejaron ni uno, interrogaron a cada uno de los empleados del mismo, mostrándoles a todos ellos la fotografía, Cartucci y el capitán también contribuyeron en este laborioso y minucioso trabajo. Nada, nadie les daba razón. Finalmente una empleada del mostrador de "último minuto" les dijo que sí, que había vendido dos billetes a una pareja con destino al aeropuerto internacional de Miami, el hombre era muy parecido al del retrato robot que le estaban mostrando.

– Señorita -dijo Cartucci a la empleada- dígame para qué vuelo les vendió Vd. los billetes, hora de salida, compañía aérea, cómo iba vestido el individuo, qué nombre utilizó el y ella, la acompañante descríbala.

La muchacha se quedó un poco asustada ante el alud de preguntas, era una mujer de raza negra, de grandes ojos, que en aquel momento, producto de la sorpresa, abrió desmesuradamente, resaltando el blanco de los mismo con su color de piel.

Cartucci intuyó el nerviosismo de la empleada y la tranquilizó.

– No se asuste, señorita, solo se trata de que tranquilamente me facilite todos los datos que le he pedido y le vengan a la memoria.

Esto tranquilizó un poquito a su interlocutora, comenzó diciendo:

-Él era un hombre alto, muy alto, joven de algo más de treinta y cinco años posiblemente, su cara podría decir que era idéntica a la de la foto-robot que me han mostrado, vestía un suéter y unos tejanos, llevaban muy poco equipaje, ella era algo más joven que él, pelo negro ondulado y largo, le sobrepasaba los hombros, ojos grandes y oscuros, era bastante bella, vestía como la mayoría de los jóvenes de ahora, una camisa corta y unos tejanos con algunos rotos y desgastado. Llevaban ambos poco equipaje, les vendí dos billetes de clase turista, para el vuelo TWA-0104 destino aeropuerto Internacional de Miami, cuyo embarque era diez minutos después de la venta. En estos momentos llevan ya unos 35 minutos de vuelo-.

Cartucci iba tomando nota de todo cuanto la muchacha le relataba. Tomó su teléfono celular y llamó al General al Pentágono para informarle, el capitán de la policía de SF llamaba a su homónimo en Miami para ponerle en sobreaviso. Le pasó el teléfono a Cartucci para que hablara con éste.

– Le saludo, capitán -dijo Cartucci a modo de introducción– se trata de que el hombre y la mujer que viajan en ese vuelo, sean controlados tan pronto pisen suelo en el aeropuerto de Miami, bajo ningún concepto la pareja debe notar que son vigilados, infórmenos de todos sus movimientos, yo mismo, en pocas horas, voy a estar con usted en Miami, en cuanto me sea posible tomar un vuelo con este destino. Ahora mismo le enviamos por Internet la foto robot del individuo, no tenemos la de la muchacha, tomen fotografías de ambos, la descripción del individuo, el número de vuelo y demás. Nos vemos ahora mismo, le avisaré de mi llegada desde el aeropuerto de Miami, gracias-. Colgó.

El General le proporcionó un avión de combate de la base de San Diego para que le trasladara a Miami, una hora después emprendían el vuelo.

Capítulo XXXVº

Ali Sahal acompañó a los tres mercenarios al palacete del Jeque Issam Al-Zaim, en esta ocasión iban acompañados por otro Mercedes negro con cristales tintados de obscuro, en su interior iban cuatro hombres fuertemente armados protegiendo el envase del K28, éste había sido previamente introducido en una caja de porexpan de gruesas paredes como protección y camuflaje del mismo.

Les recibió en el salón de las alfombras y los cojines, acompañado de su fiel secretario El-Saud, en la estancia que Ilia ya conocía de su anterior visita. Después de los saludos de ritual árabe, se sentaron sobre unos cojines que habían alrededor de una exquisita mesa redonda, de unos dos metros de diámetro, con incrustaciones de nácar y fileteada con hilos de oro puro. Un par de sirvientes les sirvió el té con menta y unas bandejas con un buen surtido de pastas dulces y frutos secos, los árabes tienen a gala su proverbial hospitalidad para con las personas que aprecian y, ésta era una ocasión especial para ello.

Ilia presentó al Jeque Al-Zaim, a sus dos compañeros, éste los saludó a ambos con un movimiento de ligera inclinación de cabeza y poniendo la palma de su mano sobre el corazón, saludo que suele reservarse para las personas que acompañan a un amigo.

El Jeque les preguntó cómo había sido el desarrollo de la acción para la obtención del K28. Ilia tomó la palabra; en primer lugar desarrolló la personalidad y conocimientos de cada uno de sus compañeros, luego pasó a explicar con bastante número de detalle toda la acción efectuada, desde su inicio hasta su llegada a Sannaa, pasando por la compra del avión y su "camuflaje", el modo de poder llegar hasta el lugar donde se hallaba el K28 almacenado y, su salida accidentada del país.

Su exposición duró algo más de una hora, los asistentes a la reunión permanecieron todo el tiempo en un sagrado silencio, escuchaban el relato de Ilia con tal atención, como si del Profeta se tratara, solo interrumpían su inmovilidad para alcanzar la taza de té y sorber de ella silenciosamente.

Al finalizar, el Jeque Al-Zaim, les felicitó con sumo respeto y tomó seguidamente la palabra:

– Les he escuchado con gran atención y, han efectuado ustedes un trabajo con la profesionalidad que esperábamos, podría decirse que han cumplido casi con la parte más difícil del proyecto, la segunda parte es la de introducir en los EE.UU. el K28 y, no va a ser tarea fácil. No deben olvidar que este país, desde lo ocurrido el 11S del 2001, vive en una constante sobrevigilancia de sus aduanas, costas e instituciones públicas y privadas. Están en perenne alerta roja, por eso la introducción del K28 no va a ser nada sencillo. Hemos desarrollado un plan para la introducción en el territorio:

En un avión privado llevaremos el "paquete" hasta la isla de Madeira, allá estará un velero de regatas de un amigo de la causa, es un traficante de armas marsellés de origen argelino, por supuesto no sabe el verdadero contenido de la mercancía.

Con el velero navegarán hasta cualquier puerto deportivo de la costa de la península de Florida, nuestro hombre en el país en unas horas nos dirá el punto exacto de la entrega, allá el se hará cargo de la entrega, a partir de aquel momento quedarán liberados del encargo que les efectuamos y, les será ingresado en su cuenta bancaria el resto del importe acordado. Les acompañará todo el viaje hasta la entrega el Sr.Alí Sahal, él actuará como fedatario y nos mantendrá informados en todo momento. ¿Les parece bien?

Los tres mercenarios se miraron entre sí y asintieron, Kutnesov propuso llamar al aeropuerto de Sannaa para averiguar si los cubanos ya habían despegado, y poder marchar con ellos en su avión. El secretario del Jeque se levantó para llamar por teléfono al aeropuerto. En dos minutos regresó.

– El avión ya ha partido hace algo más de treinta minutos -dijo, pero he dado instrucciones que desde la torre de control les contacten por radio y les hagan regresar, tan pronto estén en tierra traerán a ambos en uno de nuestros automóviles que ya ha salido para allá.

Dos horas más tarde subían al Sabre y emprendían el vuelo. Chitón estaba entusiasmado con el futuro que se había trazado, él y su compañero constituirían una pequeña compañía de aerotaxi con base en el aeropuerto de Los Rodeos en la isla de Tenerife, no tenía interés alguno en regresar a Cuba, una vez se hubiese aposentado en Tenerife, mandaría venir a sus padres y a sus tres hermanos, vivirían el resto de sus vidas con una mayor calidad de vida que la que tendrían de regresar allí.

Aposentados en los amplios asientos de cuero del avión, Ali-Sahal, conversaba con el resto de pasajeros, Oleg en un momento de confianza se atrevió a preguntarle por el proyecto que tenían previsto en los EE.UU. Alí se puso automáticamente en guardia, como si se le hubiese despertado una alarma de peligro. Oleg observó la reacción inmediata de su interlocutor y se excusó de inmediato con el diciendo:

– Excúseme Sr.Sahal, creo que involuntariamente he cometido una indiscreción y en modo alguno desearía que se molestase, discúlpeme de nuevo -insistió.

Sahal se relajó, se dio cuenta que el hombre había preguntado sin ninguna doble intención.

– No se preocupe, Oleg, ya veo que su interés no era intencionado, no obstante les voy a hacer una pequeña

confidencia.

Como ustedes, caballeros, ya deben saber, los EE.UU. con su política de estrategia energética, están sometiendo a su tiranía, entre otros, a todo el pueblo árabe, observe que sus intromisiones solo se efectúan en los países en los que su mayor riqueza son fuentes de energía procedentes de hidrocarburos, Irán, Arabia Saudita, Irak, Kuwait, Afganistán, todos estos países están bajo la posibilidad de intervención americana, aprovechan cualquier excusa para perpetrar una invasión, o si no, ordenan que la CIA la provoque, no debemos olvidar que los negocios familiares del actual presidente de la nación, son los del petróleo, invaden un país, montan un gobierno títere y se quedan con los contratos de explotación petrolífera de por vida, es una política de desgaste, la alta tecnología desarrollada en los últimos diez años, les permite, desde sus satélites, conocer con mucha precisión las reservas petrolíferas y de gas de todos los países productores del mundo, prevén que las reservas mundiales finalizarán dentro de los próximos treinta y cinco años, primeramente explotarán los recursos del mundo árabe, luego irán a por los demás, finalmente ellos tendrá todavía las reservas de Alaska, eso les permitirá dominar el mundo. Los países árabes pasarán a ser sus esclavos y los europeos sus compinches sometidos.

Solo hay un modo de parar esta locura, ¡¡destruyéndoles!! Ya les hemos dado muestras evidentes de que los hermanos del mundo islámico no vamos a quedarnos de brazos cruzados viendo lo que ocurre, o cómo algunos de nuestros gobernantes venden a su país a cambio de conservar su privilegiada posición política.

En Nueva York, en Madrid y en Londres, ya les dimos el primer escarmiento, pero a pesar de todo siguen en su empeño. En Irak han destituido y hecho prisionero a Saddam Hussein, han ensangrentado el país enfrentando unos creyentes con otros, enmascararon su invasión con la excusa de la producción de armas de destrucción masiva, que jamás han aparecido, han simulado una constitución democrática y han efectuado unas elecciones para que salieran elegidos sus candidatos aliados del país. Todo eso para quedarse con las concesiones de explotación del petróleo iraquí. No les importa lo más mínimo que esto pueda terminar en una sangrienta guerra civil. Miles de muertos en poco más de dos años.

Ossama Bin Laden dio la primera alerta de acción, nosotros, nuestra hermandad islámica independiente, formada por hombres de todos los países islámicos, hemos alentado una coalición mundial para enfrentarnos con este monstruo sangriento americano, vamos a luchar contra ellos en todas partes del mundo, en cada país existen grupos de islamistas independientes unos de otros, pero con un fin común, para atentar contra el diablo americano.

El 11S fue el propio Ossama quien planeó este ataque que significó el golpe más contundente recibido por los americanos en su propio territorio, ellos no esperaban una acción tan osada y de tal magnitud en sus propias narices. Ninguno de los héroes que intervinieron habían vivido en los EE.UU. por más de un año, todos fueron reclutados y aleccionados por especialistas durante algunos años, el secuestros de los aviones, el pilotaje de los mismos, la colisión con las dos torres gemelas y el Pentágono, todo fue ensayado minuciosamente y repetidamente, todos los que intervinieron podrían haberlo efectuado con los ojos vendados.

El atentado de Madrid, fue tramado y ejecutado por hermanos magrebíes, independientes de nuestra organización, sin intervención de Al-Qaeda, pero siguiendo nuestra comunes consignas, algunos de ellos pagaron con la vida su participación, otros han sido encarcelados por un juez exhibicionista llamado Garzón, nuestro futuro objetivo, otros lograron huir, Mohamed Belhadj y Daoud Ounhnane, todos ellos marroquíes que llevaban algunos años viviendo y trabajando en España, pudieron escapar, hoy están escondidos bajo la custodia del GICM, Grupo Islámico Combatiente Marroquí, en no sé qué país.

El golpe que van a recibir ahora va a ser tan sumamente contundente que no levantarán cabeza, será el fin del diablo americano y la liberación del pueblo musulmán.

Chitón apareció por la puerta de cabina informando que en pocos minutos tomarían tierra en el moderno y nuevo aeropuerto de la isla de Madeira, construido sobre el mar, una notable obra de ingeniería.

En la terminal un fabuloso Rolls Royce Cornische especial de color Burdeos metalizado, les aguardaba con el motor al relantí, Ali Sahal saludó al conductor efusivamente, se trataba del traficante internacional de armas, no había revolución en el mundo en la que él no hubiese vendido gran parte de las armas que se utilizaron, enriqueciéndose cada vez más. Alí le pidió que hiciera aproximar el automóvil al avión para poder cargar la "mercancía" en el maletero posterior del automóvil. Éste dio instrucciones a su chofer y seguidamente entró en el recinto aproximando de espaldas el automóvil hasta llegar a la escalerilla del avión. Chitón y su compañero ayudaron a Ilia a cargar el "paquete" en el maletero y lo cerraron.

Nuevamente el Rolls se acercó a la terminal de pasajeros y recogió a Oleg y Kutnesov que allí aguardaban.

Los dos cubanos presentaron un plan de vuelo a Tenerife y veintidós minutos después levantaban el vuelo a su nuevo destino y a su nueva vida.

Durmieron en el mismo Hotel en que se había hospedado durante bastante tiempo Sir Winston Churchill, que todavía mantenía la habitación que este había ocupado intacta, no sufrió alteración alguna cuando la dirección del hotel decidió emprender la modernización del edificio.

Al día siguiente muy temprano, el Rolls Royce estaba estacionado frente la puerta giratoria del hotel, Ali-Sahal había efectuado las oraciones matutinas dirigidas a la Meca, en el entretanto los otros tres hombres se desayunaban opíparamente en el bufette de libre servicio del restaurante del hotel. Por la tarde del día anterior, y por sugerencia de Alí fueron a comprarse ropas apropiadas al clima que reinaba en Florida, tenían que pasar por acaudalados turistas que navegaban errantes por el mundo.

Ali pagó la factura del hotel y salieron tomando la dirección al puerto que estaba a unos cuatro kilómetros de la empinada ciudad de Funchal.

El automóvil entró en el recinto portuario después de pasar un ligero control aduanero, los vigilantes de la puerta de acceso a los muelles echaron simplemente un vistazo al interior del vehículo sin más, acercaron el automóvil hasta la borda del velero.

El velero tenía una eslora de veinte metros, diseñado y fabricado en unos astilleros noruegos, por encargo de su actual propietario, el casco era de acero y toda la cubierta fue construida con madera de Teca tratada, disponía de cuatro camarotes en su interior también en madera barnizada y un gran salón. Para la navegación estaba equipado con tres mástiles y sus correspondientes velas y aparejos, podía auxiliar esta con un motor diesel intraborda de 300 CV de potencia.

Cargaron la "mercancía" depositándola en el interior de uno de los camarotes, el propietario del barco, por recomendación de Sahal, dio unos días de vacaciones a la tripulación.

Marcel Budba, reunió a sus invitados en popa para aleccionarles sobre el viaje.

– Señores -comenzó- por sugerencia del amigo Sahal y en función de la naturaleza de la "mercancía" que transportamos, he dado unos días de asueto a mis tripulantes, por lo que a partir de ahora deberemos participar todos en las tareas de abordo, yo voy hacerme cargo del timón para tripular la nave y el resto colaborará en las demás tareas de abordo. ¿Alguna pregunta?-. No hubo respuesta.

– Manos a la obra, pues -.

– Que alguien cuide de soltar los cabos, vamos a desatracar.

Oleg, de un salto, subió al muelle y soltó los cabos de proa y popa, al mismo tiempo que los que estaban abordo los recogían. Budba encendió el motor de intraborda para iniciar las maniobras de desatraque, lentamente fue separándose del muelle uno de los costados de la nave, Budba hizo girar lentamente el timón a estribor para que la proa enfilara la dirección de la bocana de salida. Ya en el mar el oleaje comenzaba a hacerse respetable, desplegaron todas las velas, el viento era favorable y les permitía navegar por encima de los 30 nudos. Maurice puso el automático con rumbo Este.

Capítulo XXXVIº

Vitale y Cora descendieron del vuelo de TWA por el finger adosado al fuselaje del avión, siguieron al resto de pasajeros hasta el edificio de la terminal, obviaron la sala de recogida de equipajes, llevaban el suyo en mano, un muchacho de unos veinte años se acercó caminando en el mismo sentido en paralelo a ellos, tenía aspecto de estudiante.

El aeropuerto de Miami aquellas horas estaba a rebosar de personal, tomaron un taxi en una de las puertas de las llegadas de vuelos domésticos. El muchacho con aspecto de estudiante entró en un automóvil blanco que le esperaba conducido por el Detective Cartucci.

Siguieron a distancia el taxi al mismo tiempo que también lo efectuaba un helicóptero de la policía, difícilmente se podía escapar. El taxi les dejó frente a un hotel de segunda categoría llamado Winter Heaven South, en el Ocean Drive de la playa. Cartucci y el "estudiante" se quedaron dentro del automóvil aguardando para ver si volvían a salir.

Cartucci llamó al jefe de policía, le pidió un equipo de especialistas en seguimientos, en menos de treinta minutos tuvo a sus órdenes dos hombres equipados con motocicletas convencionales, una muchacha morena de origen cubano que conducía un automóvil pequeño, un Smart, y otro hombre vestido de abuelo con bastón y barba blanca.

Cartucci los aleccionó y distribuyó las responsabilidades a cada uno de ellos, hizo muy particular hincapié en que bajo ninguna circunstancia deberían de ser "detectados" por el "objetivo", antes prefería perder su rastro momentáneo.

Una de las muchachas tomó una habitación en el mismo hotel, en una distracción del empleado del mostrador de recepción, pudo echar una ojeada al libro de registro de entradas, Sr.y Sra. Krecick, nacionalidad polaca, habitación 212, decía el libro.

La agente, pidió una habitación en la segunda planta, a poder ser con vistas a la calle principal.

Cora propuso salir a dar un paseo y de paso reconocer el medio donde debían desenvolverse, salieron ambos una media hora después de haber llegado, Vitale tomó de la mano a Cora, entraron en una librería que se hallaba en la esquina de una calle que desembocaba al paseo marítimo. Adquirieron un par de libros biográficos, uno trataba sobre la vida del profesor Albert Einstein, el otro trataba sobre Sir W. Churchil, también adquirieron un plano de la costa de Miami y siguieron paseando.

Cora cuando tuvo un momento llamó a los "escoltas" a SF para decirles en que hotel se hospedaban en Miami.

–No le dejes solo, ve a todas partes con él -le ordenaron.

La muchacha policía que se hospedó en el mismo hotel, llamó por su walkie a Cartucci.

  • Detective Cartucci, el objetivo se ha instalado en la habitación 212, está a dos puertas más allá de la mía.

– Bien, ellos acaban de salir a dar un paseo, les estamos controlando, entre usted en su habitación e instale algunos micrófono del modo más discreto posible, si observamos que regresan al hotel se lo advertiremos para que le de a usted tiempo de salir -le indicó Cartucci.

– Ahora mismo me pongo manos a la obra -afirmó ésta.

Entró en la 212 e instaló dos micrófonos en lugares prácticamente imposibles de localizar. Luego regresó a su cámara y sintonizó los micrófonos con su receptor–grabador.

En en ese mismo instante en el aeropuerto de SF embarcaban los dos "escoltas" ocultos de Vitale.

La pareja, que ahora paseaba por Ocean Drive, se distrajo viendo un match de voley playa de unos bañistas, un anciano con bastón y una barba rala ya muy gris, se sentó en un banco público unos metros más allá, contemplando también el partido. El anciano llevaba en uno de sus oídos un diminuto receptor y prendido en la parte posterior de la solapa de su chaqueta un micrófono tan diminuto como un alfiler. En una de sus manos escondía un captador-amplificador de voz, ello le permitía escuchar con bastante claridad la conversación de cualquier persona a unos cuarenta metros de distancia, todo cuanto oía lo repetía por su diminuto micrófono para que el detective Cartucci lo escuchara.

Hasta el momento la conversación era escasa y con poco interés, hasta que en un momento dado saltó la liebre.

–Voy a llamar al Cónsul, para ver que instrucciones me da -era la voz del hombre que vigilaban.

El "viejecito" repitió la frase para que la oyera Cartucci, éste, al oírla, alertó de inmediato a la central del F.B.I., para que centraran la captación de llamadas telefónicas en el área donde ellos se hallaban. El agente Federal que le atendió le prometió que tan pronto la registrasen le informaría.

Vitale tomó el celular que había adquirido y marcó un número de Ginebra.

-Allo, póngame con el Sr. Cónsul.

-Dígale que soy AlfaOmega -silencio. Unos segundos después una voz ronca dijo en ruso:

-Allo ¿Vitale?

-Sí, soy AlfaOmega, Vitale.

-Bien, solo puedo decirle que la mercancía que espera, ya está en camino, probablemente en unos cinco días llegue al puerto que usted nos indicará. Deberá ser un puerto deportivo o pescador, discreto, de alguna pequeña comunidad costera. Tan pronto lo haya encontrado vuelva a llamarme, yo cuidaré de trasladarlo a los que llevan el barco con la mercancía. Tenga muchísimo cuidado con el manejo del producto, es terriblemente peligroso.

– Hasta pronto-. Se cortó la conversación y Vitale se metió el celular en el bolsillo posterior del pantalón.

Cora lo miró y el compañero le explicó por encima el contenido de la llamada, mientras desde la oficina central del F.B.I. le comunicaban a Cartucci que les había sido posible registrar la conversación al completo.

– Se la vamos a enviar por Internet en unos instantes, tan pronto tengamos la traducción hecha a nuestro idioma -le dijeron.

El anciano también tuvo la oportunidad de oír parte de la conversación pero de poco le sirvió, no sabía ruso.

Unos diez minutos más tarde sonó el teléfono de Cartucci, desde la oficina Federal, le informaron que tenía la traducción en su correo de Internet.

– Muchas gracias, compañero -dijo el detective a su interlocutor. Llamó a la central de policía de Miami solicitando le imprimieran un par de copias del correo que se había recibido a su nombre. Veinte minutos más tarde una de las muchachas policía llamó con los nudillos de su mano al cristal de la ventanilla del conductor, Cartucci accionó el pulsador eléctrico para abrir la ventanilla y esta le entregó un sobre cerrado.

– Gracias -dijo éste.

Era la traducción de la conversación registrada, el detective neoyorkino inició su lectura, a medida que leía su ceño se iba frunciendo. Llamó al Pentágono para hablar con el General:

– Dígame, Cartucci, ¿cómo le va por Miami? -preguntó este al coger el aparato.

– General, le llamo muy preocupado, ya debe saber que hemos localizado el objetivo, lo estamos controlando constantemente. Pero hace pocos minutos hemos tenido la oportunidad de intervenir una llamada a larga distancia que ha efectuado el individuo en cuestión, me ha dejado sumamente inquieto. En la conversación se habla de un producto de manejo sumamente peligroso, que, al parecer se trae por vía marítima, no citan si se trata de un transporte privado o por mediación de un buque mercante de línea regular.

Deduzco que es posible que lo que intentan introducir en el país, sea algún producto químico o biológico de gran poder destructivo.

– Estoy de acuerdo con sus deducciones, Cartucci.

– Veo que este asunto está tomando unas dimensiones tales que debo consultar con el Presidente. Siga sus averiguaciones en el entretanto yo hablo con la máxima autoridad de la Nación.

– Le llamo más tarde, hasta luego.

Capítulo XXXVIIº

En alta mar el velero del marsellés navegaba a buen ritmo, su afilada proa surcaba el agua limpiamente generando rizos de blanca espuma, el diseño de su casco favorecía una navegación pletórica con viento procedente del Este que inflaba todas sus velas impulsándolo con la máxima velocidad de la que era capaz de desarrollar.

Al segundo día de navegación el viento amainó y aparecieron en el horizonte unos grandes cúmulos negros, sumamente apiñados que obscurecieron el día, a medida que avanzaban en dirección a la tormenta los relámpagos fueron haciéndose más frecuentes e intensos, el patrón de la nave, Marcel, recomendó a todos sus acompañantes la utilización de los chalecos salvavidas y que anclaran el mosquetón los arneses de cintura de cada uno al cabo central de acero para evitar la posibilidad de que una fuerte ola pudiera arrastrar a alguno de ellos al mar.

Kutnesov bajó a la zona donde tenían depositada la "mercancía" para asegurar su estanqueidad, cogió unas cinchas de lona trenzada con las que abrazó el contenedor al palo de la mayor, regresó de nuevo a cubierta para ayudar a sus compañeros, si era necesario. La tormenta iba arreciando a medida que se acercaban a los plomizos cúmulos, el viento volvió a tener presencia y en poco tiempo las olas comenzaron a ser cada vez más altas, hasta el punto que la mayoría de ellas pasaban por encima de la cubierta del velero, recogieron y ataron firmemente el velamen y navegaron únicamente impulsándose por el motor autónomo de la nave. El patrón, a cargo del timón, se asía fuertemente a el para no perder la estabilidad, maniobró para tratar de cruzar las olas cogiéndolas con la proa del velero.

El viento volvió a arreciar variando con frecuencia la dirección del mismo, el palo mayor crujía ante las embestidas del mar. Una gran ola, la mayor de las recibidas hasta aquel momento, arrastró a Ilia hasta el la borda de la nave quedando colgado fuera de la misma, el cable del su arnés era la única unión entre su cuerpo y la embarcación, gritaba solicitando ayuda para poder regresar a bordo, pero la oscuridad del día y el fragor del oleaje no permitían a su compañeros oírle, Ilia gritaba desaforadamente, pero era inútil, se sujetaba fuertemente con sus dedos a la borda del barco ayudado por el cable que tuvo la precaución de enganchar al arnés de seguridad, el frío y el cansancio comenzaban hacer mella en él.

Al patrón de la nave, Marcel, asido fuertemente al timón, le pareció divisar a duras penas, a alguien que estaba colgado de la borda de estribor, afortunadamente tenía cerca de sí a Kutnesov al que le alertó de lo que había visto por un momento. Kuntnesov se acercó arrastrándose hasta el lugar, comprobando la comprometida y peligrosa situación de su compañero Ilia, le echó un cabo en el que pudiera atarse a la cintura y reforzar el que ya sostenía al camarada. Arrastrándose se acercó a la puerta de acceso de la bodega para solicitar ayuda, donde debían estar los otros dos, Ali Sal estaba vomitando blanco como el papel, solo Oleg podía echarle una mano, pero no le veía, miró a su alrededor y no podía divisar a mayor distancia que unos tres metros. Se le ocurrió enrollar el cabo que le había lanzado a Ilia en una de las poleas eléctricas de a bordo y con ella subir al compañero, una vez enrollado el cabo, pulsó el interruptor y éste no actuaba, Ilia estaba desesperado, pensaba que había llegado su fin, iba a morir del modo más absurdo, milagrosamente apareció Oleg por la puerta de la bodega, había estado sujetando algunos trastos de la cocina que con el movimiento habían caído por los suelos.

Kutnesov le hizo un gesto con la mano señalando la borda en la que se hallaba el compañero de ambos, éste comprendió al instante la situación, se lanzó al suelo y arrastrándose junto a Kutnesov, se acercaron al cabo que había lanzado éste a Ilia y comenzaron a tirar de él fuertemente, lentamente y con firmeza fueron arrastrando a su amigo hasta poderle situar sobre la cubierta de la embarcación, el timonel seguía toda la acción sin poder ayudarles, finalmente pudieron sujetar con fuerza el cuerpo de Ilia introduciéndole como pudieron en el interior de la bodega, éste estaba exhausto, respiraba a duras penas, tosía fuertemente para expulsar el agua que había entrado hasta sus pulmones, le tumbaron en una de las camas y auxiliaron al pobre Sahal que seguía con el mareo y vómitos, en el botiquín hallaron unas pastillas adecuadas para la situación del árabe, le proporcionaron un par de ellas, que tragó de inmediato, quedándose tumbado en el suelo con los ojos cerrados, de este modo experimentaba menos sensación de mareo.

Salieron ambos nuevamente a cubierta para ayudar al patrón de la embarcación. Era un hombre duro; aguantaba firmemente la posición y el rumbo.

Unas tres horas después el temporal fue amainando, las olas fueron cada vez menos frecuentes y altas, así como las turbulencias de aire. La navegación se convirtió de nuevo en casi placentera, Alí asomó por la puertecilla de la bodega todavía algo mareado, pero había dejado de vomitar, Oleg bromeó con él diciéndole:

– Ali, esto no es cruzar el desierto ¿verdad? -.

– Es la primera vez que me mareo de ese modo, es una experiencia terrible, no desearía volver a pasar otra vez una situación tan extrema, creo que mi cuerpo no lo iba a resistir, francamente, Oleg, me hallo mejor en el desierto, como tu tú dices.

Ilia estuvo tumbado en la cama todavía un par de horas más, estaba exhausto, cuando se levantó tenía un hambre atroz, se acercó a la cocina y abrió una lata de atún en conserva, cogió un par de rebanadas de pan de molde envasado y se hizo un sándwich que tragó en un par de bocados

El patrón de la nave, Marcel, solicitó a Oleg que tomara el timón para que él pudiera descansar algún tiempo, estaba derrengado, le dio unas instrucciones relativas al navegador automático que le mantendría el rumbo prefijado, únicamente el debería rectificar las posibles derivas de rumbo causadas por las corrientes marinas y el viento, que en este momento no era excesivamente intenso.

Cinco horas de navegación apacible fueron suficientes para que el franco argelino Marcel Budba descansara suficiente y tornara a tomar la caña del timón. Ali Sahal se había estabilizado e Ilia se recuperaba del susto habido.

Ali propuso preparar un almuerzo que fue muy bien recibido por todos, después del esfuerzo y la tensión mantenida apetecía ingerir alguna cosa que calmara el apetito de los estómagos de la tripulación. La idea fue muy bien acogida por todos.

Se metió en la cocina de la bodega y se puso a preparar un arroz blanco y champiñones, acompañándolo con carne enlatada con salsa. Descorchó una botella de vino francés, de Burdeos rezaba la etiqueta, que halló en unas cajas.

Ilia improvisó una mesa en la cubierta disponiéndose todos ellos a satisfacer sus estómagos.

Finalizado el almuerzo Marcel sacó una botella de coñac para tomarlo junto al café, Ilia, Kutnesov y Oleg se miraron y sonrieron por la presencia de tan preciado líquido. Marcel observó esta sonrisa de complicidad de los tres mercenarios lo que le mereció preguntar el motivo de la misma.

– Observo que la aparición de esta botella de coñac es motivo de alegría por parte vuestra, ¿tanto os gusta?

– Ja,ja,ja,ja –respondieron-. Amigo Marcel, no puedes imaginarte lo decisivo que fue para nosotros el excelente coñac francés, hasta el punto podría decirse que en un momento determinado de nuestra acción en territorio ruso simplificó la intervención.

Ilia explicó sin excesivos detalles, la influencia de la utilización del coñac, a lo que todos ellos estallaron en grandes carcajadas.

– Brindemos pues por él -dijo Budba alzando el vasito de plástico en el que estaba su ración de dorado líquido.

– ¡¡Por el coñac francés!! -brindaron al unísono.

Capítulo XXXVIIIº

Cartucci mantuvo todo el tiempo a la pareja, formada por el mercenario Vitale y la islamista Cora, bajo una estricta vigilancia continuada, todos sus movimientos eran fotografiados o registrados en vídeo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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