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El otro 11S Desconocido… (Novela) (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Johnson y Cartucci, se quedaron todavía un rato más. Inspeccionaron minuciosamente un buen tramo de la acera en la que estaba tendido el cadáver, Johnson llamó a su compañero con cierta alegría, acababa de encontrar junto a un bordillo, la vaina de latón de un arma de fuego. Cartucci, con el lapicero que llevaba en su bolsillo, la ensartó y la olió. El agua de la lluvia recibida casi impedía poder determinar por medio del olfato, si había sido disparada recientemente. Pertenecía con toda probabilidad a una pistola automática de grueso calibre, parecida a la munición utilizada por algunas armas del ejército. La depositó en una pequeña bolsa de plástico que metió en el bolsillo de su gabardina, para entregarla al laboratorio de balística.

El cadáver fue hallado frente un moderno bar llamado "Nevada Smiths", esta zona de la 3ª, está abarrotada de oficinas, bares, restaurantes de fast food, en una palabra, un lugar sumamente transitado. Johnson y Cartucci entraron en el Nevada Smith, el ambiente en el local era bastante bullicioso debido a la hora, la mayoría de clientes eran habituales y provenían de las oficinas de los alrededores.

Preguntaron por el propietario a una muchacha de pelo teñido rojizo, que estaba atendiendo a los clientes detrás del mostrador.

– Señorita, ¿puede avisar al propietario del local? Somos detectives de la policía de Metropolitana -mostraron sus placas. La muchacha se alejó con movimientos cansinos y ondulantes.

– Señor Soler, dos policías desean hablar con usted.

– Diles que ya voy -respondió éste.

El propietario del local acabó de contar las monedas que tenía sobre la mesa de escritorio y salió de su oficinita para atenderles.

– ¿Qué puedo hacer por ustedes, señores?

– Somos los detectives Johnson y Cartucci, estamos iniciando la investigación del asesinato ocurrido ante la puerta de su local, ¿ha tenido usted oportunidad de ver u oír algo de lo ocurrido?

– No, en aquel momento estaba atareado en mi pequeña oficina de la parte trasera del bar, simplemente he podido oír un ruido que me pareció un trueno, pero lo descarté por que no se vio el relámpago, pero ya le digo, era muy atenuado por la distancia.

– ¿A qué hora se produjo, aproximadamente? -preguntó uno de los policías.

– Se lo diré con precisión pues acababa de mirar mi reloj; eran las 11,45 a.m. – respondió éste, – y pensé; tengo que ayudar en la cocina, se acerca la hora punta de los almuerzos de los clientes de las oficinas y vendrán como siempre, hambrientos y todos de una vez. Al salir de mi oficina, pude ver a través de las cristaleras del local un grupo de gente con paraguas en la acera mirando hacia abajo. Me asomé por un momento para ver lo que ocurría y solo pude ver los pies de un hombre tendido en el suelo entre un bosque de piernas, seguidamente oí las sirenas de los coches de la policía y nuevamente entré al local. Lamento no poderles ser de mayor ayuda.

– Nos ha ayudado usted mucho, Sr. Soler, gracias a ello podemos establecer con bastante exactitud el momento en que se produjo el disparo. Es posible que tengamos que volver a importunarle. Hasta la vista.

Volvieron a dar un paseo por la zona con el afán de hallar alguna pista, el cielo comenzaba tímidamente a despejarse y, lucía un tímido sol otoñal. Recorrieron lentamente el callejón que estaba junto al Nevada Smiths hasta el fondo, solo contenedores malolientes de basura, charcos de agua y barro y muchas pisadas era todo lo que se veía. Una de ésas les llamó la atención respecto a las demás, eran pisadas de un tipo de calzado deportivo, de grueso y profundo dibujo en su suela poco común, probablemente de unas botas de montaña bastante nuevas, pues el dibujo de la suela era claro, formaba tacos en posición de espiga, como si su usuario fuera alguien corpulento o pesado, en el centro de la plantilla, interrumpiendo el dibujo de la suela figuraba un anagrama de la marca del fabricante, no se podía distinguir con precisión el nombre. Llamaron a los de la policía científica para que tomasen unas muestras de algunas de aquellas características huellas. Siguieron el rastro de las mismas, y pudieron ver que éstas se iniciaban debajo de una ventana del primer piso de la parte posterior del edificio, al parecer el propietario de ese peculiar calzado había saltado desde esta venta al callejón y, se perdían al llegar a la acera de la calle 3ª, allí la lluvia y el constante paso de peatones las había borrado.

Poco después Danny Johnson y Joseph Cartucci estaban en su mesa de trabajo de la comisaría para redactar el informe del suceso.

Capítulo IIº

Ginebra, Suiza, cerca del lago Leman, en la rue du Rhône, se halla el Consulado de Rumanía. La bandera del balcón luce a media asta, en señal de luto por el fallecimiento de un alto dignatario de la nación. El cónsul manda cerrar las ventanas, el traqueteo de los tranvías eléctricos no le permiten oír la voz del teléfono que le llama en conferencia desde Nueva York.

Una voz ronca y profunda le afirma al cónsul: " El negocio ha sido llevado a cabo".

– Gracias -responde éste- efectuaremos la transferencia hoy mismo, manténgase localizable, adiós -.

Al poco tiempo un empleado del consulado se dirigía a la Unión de Banque Suisse con instrucciones para realizar la transferencia prometida por el cónsul.

Un automóvil Mercedes de color verde oscuro ocupado por tres individuos, estaba estacionado discretamente en las inmediaciones del consulado, puso su motor en marcha y siguió al funcionario rumano hasta llegar a la puerta del banco, allí se apeó uno de sus ocupantes entrando también en el banco. De modo discreto y guardando una prudencial distancia observó todos los movimientos del funcionario, éste rellenaba un impreso bancario que entregó en la ventanilla de transferencias. El hombre del automóvil se acercó disimuladamente al montoncillo de impresos de transferencia que habían quedado sobre el mostrador de mármol, y que fueron utilizados por el funcionario del consulado, se metió en el bolsillo de su trescuartos de piel negra los tres primeros impresos del montón y regresó al automóvil. Ya en él, los extrajo de su bolsillo poniendo uno de ellos sobre el cristal de una de las ventanas del auto, al trasluz se adivinaban unos surcos dejados por la presión del objeto de escritura que utilizó el funcionario al rellenar el impreso del tipo autocalco. Con un lápiz resiguió con gran paciencia los caracteres que marcaban los surcos en el papel, hasta poder efectuar una eficaz lectura de su contenido. Se trataba de una transferencia por valor de 50.000 dólares americanos, a través del City Bank de Nueva York, a nombre de un tal Vitale Drozd.

Simultáneamente, el cónsul rumano en Ginebra, enviaba un mensaje cifrado a un lugar de Bucarest.

En Nueva York, los detectives Jhonson y Cartucci se dirigían a la morgue metropolitana para conocer el resultado de la autopsia efectuada al cadáver del hombre anónimo hallado el día anterior sobre la cera de la calle 3ª con un disparo en la nuca.

No hacía más de media hora que se había finalizado la autopsia del cadáver, éste yacía todavía sobre la fría mesa de acero inoxidable. Una larga y ostentosa costura, que acababa de serle practicada, iba desde el pecho hasta el bajo vientre. En la parte anterior del cuello del cadáver se apreciaba el agujero de salida del proyectil que lo había matado formando un símil a los pétalos de una flor, el proyectil al atravesar todo el cuello, fue arrastrando tejidos, tendones y partículas de huesecillos procedentes de alguna vértebra cervical que encontró en su trayectoria hasta la salida al exterior formando este efecto al expansionarse.

En el tronco del cadáver, se adivinaban antiguas cicatrices producto de una ajetreada actividad, posiblemente delictiva o bélica.

La rodilla izquierda mostraba unas ostentosas cicatrices pertenecientes a una seria intervención quirúrgica habida algunos años atrás, una buena parte de la cara anterior del hueso rotular estaba disminuido, como si hubiese recibido un disparo de un arma de fuego en esa rodilla y le hubiese destrozado el hueso de la misma.

Como era de esperar, ésa era la pierna a la que pertenecía el zapato cuya suela estaba más desgastada que la de su par.

El forense les dio el informe en un sobre y, en una bolsita de plástico transparente, el objeto que el cadáver llevaba en su mano cerrada.

En su oficina de la comisaría procedieron a leer el informe forense. Poca cosa les aclaraba, que el cadáver era de origen europeo, probablemente del sudeste europeo, 1,82 m de estatura, unos cuarenta años de edad, complexión atlética, varias fracturas en los huesos, ya sanadas, principalmente en los pertenecientes al cubito y radio del brazo derecho, la rótula de la rodilla izquierda había sido recompuesta por algún habilidoso traumatólogo, quizás el impacto de un proyectil sobre ella la había dejado en muy mal estado. Probablemente el sujeto hubiese sido en vida un mercenario o hubiese pertenecido a algún ejército regular.

El detective Johnson abrió el sobre de plástico para ver su contenido, era el objeto que el cadáver tenía fuertemente asido en su mano. Lo extrajo con sumo cuidado y sorprendentemente vio que se trataba de un tapón metálico de alguna bebida gaseosa, vulgarmente se le llamaba "chapa". Una breve nota escrita a mano por el forense, decía : "la mano del cadáver que contenía este objeto, tenía el perfil del mismo marcado en su palma". Lo cual hacía deducir que el fallecido mantenía el puño con fuerte presión para que no se le escapara el objeto de su interior.

Con una gruesa lente de aumento inspeccionaron minuciosamente el objeto, nada aparentemente les indicaba alguna anormalidad. La parte superior del objeto estaba serigrafiada, debía ser una desconocida marca de alguna bebida, una estrella dorada de cinco puntas sobre fondo rojo. En la parte interior una plaquita de plástico blanco circular que contribuía a la hermeticidad del cierre. Nada más.

Finalmente a Cartucci se le ocurrió levantar la plaquita de plástico circular que sellaba el cierre del tapón. Ayudándose de unas pinzas trató de levantarlo con cuidado, estaba fijado fuertemente sobre la superficie metálica del tapón, después de varios intentos logró separarla por uno de los bordes hasta levantarlo del todo. Unos signos extraños aparecían pintados con rotulador en la superficie metálica del tapón.

– Jhonson -, llamó Cartucci- acércate, mira eso ¿sabes qué pueden ser estos dos signos?

– Creo que sí –dijo éste- son dos letras del alfabeto griego, Alfa y Omega, la primera y la última del alfabeto respectivamente, vete a saber su real significado, podría tener muchos. De todos modos pienso que si el individuo tenía tanta preocupación de que no se le escapara de la mano, posiblemente su significado pueda ser importante para alguien. Creo que deberíamos estar atentos, para ver si alguien reclama el cadáver y a partir de ahí ir tirando del hilo.

Guardaron el tapón en el mismo sobre de plástico que les entregó el médico forense y lo metieron en una caja fuerte de la comisaría.

Ambos decidieron ir nuevamente al lugar del crimen para seguir investigando.

En el callejón todo seguía igual, a excepción de los contenedores de basura que habían sido vaciados por los de la recogida y limpieza, pero las huellas de aquel peculiar calzado deportivo parecía que habían sido borradas concienzudamente. Fue entonces cuando recordaron que habían requerido a los "científicos" que sacaran una muestra de las mismas. Cartucci llamó por teléfono al laboratorio y le pasaron con un "científico" muy poco amable. Cartucci se identificó, pero le respondió que esa información no podía darla por teléfono, que si quería saber algo debía ir en persona. Colgó malhumorado y se reunió con su compañero.

  • ¿Has encontrado algo nuevo? -le dijo a su compañero.

  • No, todo está igual a excepción de las pisadas que vimos en el callejón, al parecer han sido borradas.

  • Cabe la posibilidad de que el servicio municipal de limpieza las hubiese borrado sin ser conscientes de la importancia que tenían.

Observaron el ventanuco de la pared, daba justo sobre la puerta trasera del Nevada Bar. Entraron por la puerta trasera y preguntaron a la camarera que había tras la barra.

  • Señorita, ¿ podría informarnos por dónde se accede al piso de arriba?

  • Por una puerta roja del callejón lateral, junto a los contenedores de la basura.

  • ¿Sabes por casualidad quién vive ahí?

  • Creo que nadie, pero yo no me preocupo de otra cosa que atender a los clientes del bar, nada me importa lo que ocurre fuera de este sitio -les espetó algo brusca.

  • Gracias, señorita -y se marcharon.

Buscaron la puerta roja del callejón lateral. Ahí estaba, algo disimulada por el tamaño de los gruesos contenedores, tuvieron que apartar uno de ellos para poder acceder a la misma. Empujaron pero no se abría, estaba cerrada con llave. Uno de los detectives intentó abrirla con una horquilla metálica que llevaba en uno de sus bolsillos, pero antes llamó fuertemente para ver si alguien respondía, no obtuvieron respuesta.

Con la ayuda de la horquilla lograron forzar la sencilla cerradura y entraron a una angosta y oscura escalera de peldaños de madera muy gastados que crujían al ser pisados. El olor que desprendían los contenedores de basura era nauseabundo, llegaba hasta el rellano de la escalera. En el rellano había otra puerta que probablemente pertenecía al apartamento que daba a la ventana del callejón. Llamaron , no hubo respuesta alguna. Nuevamente con la ayuda de la horquilla lograron abrirla.

Se trataba de un pequeño apartamento de una sola pieza que contenía una revuelta cama de sábanas mugrientas y arrugadas, por llamarla de alguna manera, dos sillas, una de ellas tumbada en el suelo, una pequeña consola de tres cajones, abiertos y revueltos, la ropa que habían contenido se hallaba esparcida por el suelo. Daba la impresión de que alguien se les había anticipado y había practicado un concienzudo registro del mismo. En una esquina había un estrecho y pequeño cuarto de baño, también sucio y mugriento. El suelo era de listones de madera, que en alguna ocasión habrían sido brillantes y barnizados y un poco más allá, una botella de cerveza vacía.

Johnson se acercó a la ventana y comprobó de que se trataba de la que daba al callejón, pudo observar que alguien con un calzado recio se había apoyado en el alféizar de esa ventana causándole algunas astillas a la débil madera del marco, fruto de una posible precipitación en huir. Nada más de particular hallaron en aquel apartamento después de una minuciosa inspección. A Cartucci se le ocurrió llevarse el casco de la botella de cerveza que estaba tirada en el cuartucho.

Al marcharse, uno de los policías reparó en un cuadro colgado en la pared, era una burda reproducción de un paisaje montañero, posiblemente perteneciente a las Montañas Rocosas, un paisaje clásico de los que suelen ponerse en los calendarios. Se acercó y con una mano, lo separó de la pared para poder ver su parte posterior, sorprendentemente pudo comprobar que los mismos signos del alfabeto griego que aparecieron bajo el tapón de cerveza, aparecían escritos en el dorso del cuadro.

Se llevaron el cuadro a la comisaría para inspeccionarle con detenimiento para ver si podía encontrar alguna pista que les ayudara a descifrar las incógnitas que se les habían planteado desde el momento que hallaron aquel cadáver.

De camino a su oficina, pasaron a recoger el informe de la oficina científica y de balística.

El informe de balística les decía que el casquillo de bala, que habían entregado para su análisis, pertenecía a una pistola automática de calibre 9 mm. Parabellum, fabricada posiblemente en cualquier país del Este Europeo del área de la antigua Unión Soviética. El disparo se había realizado utilizando un efectivo silenciador, el casquillo contenía en su interior algunas partículas cristalizadas de pólvora, residuos que no se eliminan por causa de la retención de los gases de combustión y explosión que el uso del silenciador frenan su salida del arma. Este tipo de munición es también el utilizado por algunos grupos terroristas, tales como el IRA en Irlanda del Norte y ETA en España, entre otros.

Se sentaron alrededor de una mesa de trabajo junto a su jefe inmediato, el capitán O´Maley y el sargento O" kefe, para inspeccionar el cuadro que habían extraído de la habitación. En primer lugar un especialista en huellas dactilares, después de un exhaustivo examen dictaminó que no habían huellas de ningún tipo, que posiblemente las hubo pero que fueron borradas concienzudamente.

Luego, con sumo cuidado, separaron el marco, el cristal, la fotografía y el cartón que soporta ambas cosas. El cartoncillo tenía grafiado a mano las letras Alfa y Omega del alfabeto griego, aparentemente no se apreciaba nada más. La fotografía provenía de alguna lámina procedente de algún calendario, no era posible saber su origen real, el cartón que contenía la inscripción podía haber sido la contracubierta de algún cuaderno de dibujo.

La incógnita era descubrir el significado de ambas letras. Los conocimientos de los allí reunidos no alcanzaba poder descifrar aquel posible jeroglífico. La curiosidad y sospechas las despertó la coincidencia de la escritura de ambas letras en el tapón que tenía en su mano el cadáver hallado en Manhattan y en el dorso del cuadro.

El jefe O´Maley sugirió enviarlo a un departamento especialista en desarrollar jeroglíficos, que pertenecía al F.B.I., en un ala del laboratorio de la universidad de Nueva York. Llamó a uno de los policías y le entregó en una caja de cartón, el cuadro recompuesto y el tapón de botella de cerveza, con una nota dirigida al jefe del departamento, antiguo compañero suyo en la escuela de policía.

Durante la reunión, les entregaron los resultados obtenidos en el estudio de las huellas halladas en el suelo del callejón.

Decía :

"Huella perteneciente a calzado de tipo deportivo de montaña, generalmente utilizado para trekking, así como también para el calzado de algún ejército. La suela es de fabricación italiana, un anagrama grabado en la fundición de la goma de la suela, reza como: "Vibram", made in Italy. Esta marca de fabricación italiana, es la número uno en suministro de suelas especiales a casi la totalidad de fabricantes europeos de ese tipo de calzado".

– Bien -dijo el sargento O" kefe- esto ya nos coincide con el informe forense respecto al origen del cadáver, confirma sin duda su de procedencia europea.

Una nota marginal, aclaraba que se había hallado pegado en dicha suela unas partículas de tierra, humus. "Se trata de un característico tipo de humus que solo se da en algunas regiones de Ucrania", país que perteneció a la antigua Unión Soviética, hoy escindido de la misma y República independiente, posee el humus más rico del planeta".

– Vaya, vaya, vaya -exclamó sordamente O´Maley- parece que nos vamos acercando al individuo. Recapitulemos -dijo dirigiéndose a sus compañeros de cuerpo- Del cadáver sabemos que pertenece a la raza blanca, con toda probabilidad de origen europeo, para más certeza, del algún país del Este de Europa, quizás podría haber pertenecido a algún cuerpo militar o mercenario al servicio de algún dictador, cojeaba de su pierna izquierda y finalmente el objeto que asía tan fuertemente en su mano en el momento de su asesinato, debía ser para el o para alguien sumamente importante.

La ausencia de documentación y de todo tipo de etiquetas en sus ropas, podrían decirnos que el hombre en cuestión entró clandestinamente al país. ¿No os parece? es el motivo de no dejar huellas ni antecedentes de su origen, quitando todo vestigio identificador en sus ropas.

O´Maley cogió el teléfono que había sobre la mesa y marcó un número local.

– Centralita, páseme, por favor, con el agente Mastrangelo -espacio- dígale que está al aparato O´Maley, gracias.

  • Mastrangelo, ¿cómo te va todo por ahí? Yo bien, tengo ya dos hijos, varones ambos, y tú ¿qué es de tu vida? -siguieron charlando un par de minutos más hasta que O´Maley le espetó:

  • Te acabo de enviar por un agente, unas pruebas que hemos recogido de un asesinato, pertenecían de algún modo al difunto, pero en e

  • llas hay unos signos, aparentemente de origen griego, y no llegamos a descifrar su sentido. ¿Podrías echarnos una mano? Gracias, te lo debo. Cuando tengas el dictamen avísame, vendré yo personalmente a recoger los resultados y así será un motivo para volver a vernos. Una vez más, gracias -colgó y dijo:

  • Estoy seguro que podrán llegar a una conclusión lógica del significado de estas dos letras, tienen verdaderos expertos en descifrar códigos y jeroglíficos extraños, durante la guerra fría, el F.B.I. tuvo un papel relevante en esta materia, es por ello que desarrollaron y potenciaron este departamento. Aún hoy es consultado por los departamentos de la C.I.A. y el Estado Mayor del ejército americano.

Capítulo IIIº

En una habitación del Hotel Drogba, en Kiev, Ucrania, dos individuos pertenecientes a la desmantelada KGB soviética estaban sentados en dos butacas, uno frente al otro, ambos eran de aspecto y constitución eslava, altos, fornidos y atléticos, pelo rubio el uno, casi blanco el otro, ojos color gris claro y de aspecto lobuno el primero y, azules el segundo.

El primero aparenta tener una edad cercana a los cuarenta años, el otro es algunos pocos años mayor. Les separa una pequeña mesa auxiliar, sobre ella una botella de Vodka ucraniano y dos pequeños vasitos.

Ilia, el de ojos lobunos, de perro husky, le está proponiendo un negocio muy lucrativo a su interlocutor llamado Oleg, ambos se conocieron y trabaron una fuerte amistad en la escuela militar de Kavotice, este centro de enseñanza especializa a los alumnos brillantes en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas a la biología de estrategia militar.

Al terminar su licenciatura ambos ingresaron en el cuerpo de elite de la KGB. A Ilia le destinaron como agregado comercial a la embajada Soviética en Londres con el fin de perfeccionar su inglés y familiarizarse con las costumbres británicas.

Oleg, estuvo un año en el seno de la KGB del Kremlin, donde le adiestraron en descifrar mensajes en clave y crearlos. Luego fue destinado a la embajada rusa en Buenos Aires por más de dos años y con posterioridad otro año en Johannesburgo, Sudáfrica. Su castellano era bastante fluido y había adquirido algo del acento porteño, casi podía pasar por un argentino.

A la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento del comunismo, ambos tuvieron que abandonar sus empleos en KGB viéndose en la necesidad de ganarse la vida por su cuenta. Reunieron a un grupo de especialistas en distintas disciplinas, todos ellos antiguos camaradas de la desaparecida policía estatal, gente de su más absoluta confianza y con muchos contactos en varios países de occidente, ofrecían sus servicio para "trabajos" por encargo.

Oleg no tenía domicilio fijo, vivía en hoteles y se desplazaba de un país a otro con suma frecuencia. El único medio de comunicarse con él era mediante internet o a su teléfono celular, cuyo número poseían muy pocas personas. Ilia tenía una oficina comercial de import export en Madrid, que utilizaba como tapadera para sus principales actividades, algunas de ellas ilícitas o delictivas.

Ilia llenó de vodka el vaso de su interlocutor y el suyo propio, este éste lo apuró de un solo trago.

– Vamos a ver -dijo Ilia- nuestro contacto en Afganistán ha tenido un encargo de un grupo islámico de corte terrorista, parece que están preparando algo de mucha envergadura para ponerlo en práctica en otro país, por ello te he pedido esa reunión aquí en Kiev.

– ¿Quiénes son ellos?

– Fundamentalistas islámicos, probablemente terroristas, algunos de ellos son de origen saudita, hay también algunos afganos, iraquíes y gente procedente de Marruecos, todos ellos fanáticos hasta morir, pero al parecer no quieren aparecer ellos como "actuantes".

– Y ¿qué pretenden de nosotros? -interpeló Oleg.

– Que les proporcionemos una cierta cantidad de K-28.

– ¿Cómo? ¿K-28 has dicho?

– Sí, has oído bien.

– Pero Ilia, eso es una locura, tú sabes cuán difícil es obtener el K-28, no se puede fabricar en cualquier laboratorio, se precisa una instalación muy sofisticada y costosa, me atrevería a decir que es casi imposible para una organización civil, además de su peligrosísimo manejo. Es un secreto de Estado.

– Lo he calculado todo minuciosamente -dijo Ilia-. Lo robaremos de las reservas rusas, del depósito secreto que tienen en Siberia.

– Esto es imposible, Ilia -exclamó casi en voz alta Oleg-. ¿No recuerdas cuantos controles hay protegiendo este producto biológico? Está todo codificado electrónicamente, si no dispones de una tarjeta magnética con los códigos secretos y tus huellas digitales grabadas en la memoria del sistema de vigilancia, el acceso es imposible y, en caso de error, se disparan todas las alarmas y bloquean puertas.

– Oleg, ésta gente nos han ofrecido más de cincuenta millones de dólares americanos, por cada entrega. Creo que vale la pena intentarlo.

– En el supuesto de lograr hacerse con algunas dosis de K-28, ¿dónde debiera de efectuarse la entrega?.

– En los Estados Unidos, en cualquier lugar de la costa Este -exclamó Ilia.

– Bien, la oferta es sumamente alta para que tiente nuestras voluntades, pero deberemos planificarlo con todo detalle, paso a paso. En primer lugar alguien de nosotros deberá desplazarse al lugar para estudiar las posibilidades de acceso y los posibles puntos débiles del sistema de seguridad.

– Es importante que solo un grupo reducidísimo de personas, previamente seleccionadas puedan conocer el proyecto. Nos va la vida en ello. ¿Has aceptado el encargo?

– No, todavía no, previamente quería discutirlo contigo y Dimitri Kutnesov, en Moscú, esto es algo que no puede hacerlo uno solo. Únicamente especialistas con una organización muy bien entrenada pueden llevarlo a cabo con alguna posibilidad de éxito.

– Bien, no les confirmes nada todavía, diles que estamos estudiando y valorando las posibilidades. ¿Cómo pagarían?.

– En cuanto aceptáramos el encargo nos transferirían de banco a banco el 25% del total, el resto a la entrega de la mercancía en el lugar que nos sea indicado.

– Y ¿cómo sabremos que nos han efectuado el segundo ingreso?

– Muy sencillo -respondió Ilia- deberemos estar uno en el lugar de la entrega y, el otro en el banco receptor en el mismo instante en que se efectúe la entrega y la transferencia. Deberemos estar comunicados por teléfono para ejecutarlo todo simultáneamente.

– Bien, en su momento lo estableceremos.

-¿A quién vamos a enviar a efectuar las averiguaciones pertinentes?

– Iré yo mismo -dijo Ilia- tengo allí todavía algunos viejos camaradas entre ellos está Kutnesov, haré que me acompañe el camarada. Recordarás que éste es un gran experto en sistemas de seguridad electrónicos. Él fue quien planificó todo el sistema de seguridad inexpugnable del Kremlin y otras instalaciones secretas militares.

– Bien, tú sabes muy bien qué hacer. Te lo dejo bajo tu responsabilidad. Yo me ocuparé de cómo sacar el K-28 del país e introducirlo en los EE.UU. para su entrega. A partir de ahora hablaremos muy poco por teléfono y nada por escrito, semanalmente nos veremos aquí en Kiev, en el mismo hotel y, en cada encuentro decidiremos donde efectuaremos el siguiente. En el caso de tener que escribir algo, lo haremos en clave cifrada. ¿De acuerdo?

– De acuerdo, hasta la próxima semana.

Ambos salieron del hotel por separado y en distinto momento. Ilia se llevó la botella de vodka y los vasos, luego los echó a un contenedor de basura lejos del hotel.

Ilia se fue directo al aeropuerto y tomó el primer vuelo a Moscú, un par de horas después pudo adquirir un billete en primera clase de Aeroflot a Madrid vía Frankfurt, no sin antes llamar a su oficina de la calle Jacometrezo en la capital de España. Oleg se desplazó por carretera hasta la frontera por la ciudad de Lvov con Polonia.

La oficina de Madrid, era sumamente discreta, ocupaba solo dos piezas del tercer piso de un edificio dedicado a oficinas. En éste se hallaban algunas delegaciones comerciales de distintos países, en especial de países suramericanos. Atendía, en la ausencia del titular, una señorita rusa llamada Anitka que hablaba correctamente hasta cinco idiomas.

La oficina en cuestión estaba muy poco frecuentada por clientes dado a que, por tratarse de una sociedad de import-export, raramente recibía visitas de clientes de ultramar.

Capítulo IVº

Seis horas después Ilia había llegado a Barajas, tomó un taxi y se desplazó directamente a su oficina. Su secretaria le puso al corriente de las llamadas y del correo electrónico recibido en su ausencia.

Anitka, pídeme un billete para pasado mañana a Estocolmo y Moscú, a ser posible en el primer vuelo que salga de Barajas y que enlace con el de Moscú al día siguiente. Luego pídeme otro para volar desde Moscú a Solikamsk-.

Esta ciudad distaba unos mil kilómetros de la capital rusa, en plena Siberia, las condiciones de vida en ella eran extremadamente duras, en invierno era casi imposible desplazarse por tierra, únicamente era posible por avión, cuando las condiciones atmosféricas lo permitían.

En esta solitaria ciudad de la antigua Unión Soviética habían construido, años atrás, un laboratorio para experimentación de cultivos biológicos rodeado del más alto secreto. Era una construcción de hormigón armado, de gruesas paredes, semisubterránea, solo emergía al exterior la primera planta de la edificación, el resto estaba oculto por la tierra y el hielo siberiano. Su construcción duró algo más de tres años.

En la parte visible del edificio figuraba un cartel que decía " Planta embotelladora ". Efectivamente, la primera planta estaba ocupada por una moderna y automatizada maquinaria embotelladora de agua mineral que ocultaba el resto de la edificación.

El acceso a las plantas inferiores, estaba severamente restringido, solo accesible a personal únicamente autorizado por el Comité Central del Kremlin. Los autorizados para poder acceder debían reunir una serie de requisitos de seguridad sumamente estrictos, desde poseer una carta magnética con un código especial, la huella digital de su poseedor registrada y un código cifrado unipersonal que era renovado semanalmente desde Moscú.

Ilia pasó el control de seguridad y pasaportes de Barajas alrededor de la 10.45 h, tenía tiempo de sobras hasta la hora de embarque, entró en uno de los self-service de la zona de descanso y tiendas de souvenirs, tomó un café muy cargado y un pedazo de plum cake, compró un periódico inglés y en una duty free shop una botella de vodka danés de bolsillo, de las que tienen la forma y tamaño del bolsillo de una chaqueta.

Treinta minutos después embarcaba en el vuelo de KLM 426 destino a Estocolmo.

Alrededor de las 13.45 horas su avión tomaba tierra en aeropuerto de la capital sueca. Dado que no llevaba equipaje alguno, no tuvo que entretenerse en la espera del mismo en la terminal aérea.

– Al hotel Sheraton –le ordenó al taxista.

Se registró en la recepción del hotel utilizando un pasaporte falso, de nacionalidad rumana. En lugar de ir directamente a su habitación, salió a la calle y entró en unos grandes almacenes vecinos a su hotel en los que adquirió un pijama, calcetines, una muda interior una camisa y maquinilla de afeitar con un frasco de jabón facial.

Poco después se dirigió a la habitación de su hotel. Era muy confortable y espaciosa, decorada en tonos pastel, en los que predominaba el color marfil. Conectó el televisor para ver las noticias.

Más tarde salió para cenar, buscó un restaurante discreto y cercano, procuraba pasar lo más desapercibido posible, evitaba tomar taxis, solían ser confidentes de la policía. Vio en la misma calle a un par de manzanas un rótulo luminoso de neón que anunciaba un restaurante, se acercó al mismo y husmeó a través de la cristalera para ver su ambiente interior.

Era un restaurante vulgar, de cocina internacional, de cubierto barato, pero muy discreto. No vio nada que resaltara su atención, entró y escogió una mesa de un rincón, desde ella dominaba todo el local. Todo estaba bien. Aplicaba siempre una norma de seguridad: precaución.

Pidió una sopa de cangrejo marino y un entrecot con guarnición. La camarera que servía las mesas era una bella y simpática muchacha de pelo muy rubio y grandes ojos azules, una clásica mujer nórdica, con la que en el postre entabló una breve conversación. Hablaron sobre la ciudad y sus diversiones nocturnas. Finalmente quedaron en verse al cierre del local, ella le haría de guía por los locales de diversión de la ciudad.

El Estocolmo nocturno era una ciudad más animada de lo que aparentaba. Visitaron varios locales y finalmente disfrutaron de una de las discotecas de moda del momento. Alrededor de las dos de la madrugada salieron e Ilia la acompañó hasta su casa con el Volkswagen beetle de ella. Ésta lo invitó a subir a su pequeño apartamento. Ilia aceptó encantado. En el ascensor se besaron con ardiente pasión. Luego fueron juntos a la ducha donde tuvieron el primer encuentro amoroso de la noche. Ilia pasó el resto de la noche en el apartamento de su nueva amiga sueca.

Le despertó un fuerte zumbido de una ambulancia que pasaba por la calle, palpó a su lado y encontró aquel lado de la cama vacía, su amiga se había marchado a trabajar. Le había dejado sobre su ropa una nota en la que le daba su teléfono móvil para que la llamara.

El ruso se fue a la ducha y se vistió, luego tomó un taxi, dos calles más abajo y se dirigió su hotel. Por el camino se compró una pequeña maleta de viaje y una mochilita de cuero.

Por la tarde tomó un bus para el aeropuerto , pasó el control de pasaportes, esta vez utilizó otro pasaporte falso, ucraniano. Procuraba no dejar rastro alguno de su persona. Llamó a su nueva amiga sueca y la dijo que se marchaba de viaje, pero que en unos días regresaría.

Ya en Moscú, se hospedó en la casa de una antigua amiga del partido. A la mañana siguiente se marchó a pie a una agencia de viajes internacionales propiedad de un amigo.

– ¿El Sr. Kutnesov? -preguntó a una de las empleadas.

– ¿Quién le digo que desea verle?

– Dígale que es un viejo compañero.

Kutnesov salió, quedó muy sorprendido de ver a un viejo camarada que hacía algún tiempo no veía.

– ¡¡Ilia!! -exclamó éste, qué sorpresa, entra, entra, dijo a la vez que le ordenaba a una de las empleadas que bajo ningún concepto fuera interrumpido.

El camarada Kutnesov, había sido uno de sus más íntimos amigos en la escuela superior del ejército, era además paisano de la ciudad de nacimiento y sus padres eran también buenos amigos.

Tenían la misma edad, Kutnesov había engordado bastante, la vida sedentaria de la oficina y las comilonas con clientes le comenzaban a dejar huella en su cuerpo.

– Cuéntame, cuéntame de tu vida, viejo camarada -dijo éste a Ilia.

– Poca cosa puedo contarte que ya no sepas, tengo una empresa de import export en Madrid, me funciona bastante bien, me da para vivir con ciertas comodidades. He venido a verte por un negocio que me han propuesto y tus conocimientos pueden ser básicos para el desarrollo del proyecto.

– ¿De qué se trata? -inquirió Kutnesov.

– Bien, verás, un amigo común, que si es necesario ya te diré quién es, tiene relaciones internacionales con grupos armados de corte terrorista. Un grupo de estos le ha efectuado un encargo tan especial como de difícil obtención. El encargo es suministrarles algunas dosis de K-28.

– ¡¡Santo cielo!! esto es imposible, Ilia, de sobra sabes que ni podrías tan siquiera acercarte al edificio, está sumamente protegido. Los sistemas de seguridad son insalvables. No se por qué pierdes el tiempo con este imposible.

– El imposible, como tú dices, representa unos cuantos millones de dólares americanos, camarada Dimitri Kutnesov, una inimaginable cantidad – respondió Ilia.

Kutnesov, mesándose los largos y lisos cabellos que le caían por la frente, se removió en el asiento del sillón en que estaba sentado apoyó ambos codos sobre la mesa de su despacho, aproximó su cara en dirección donde estaba sentado su viejo camarada, como si deseara oír mejor lo que este le estaba explicando.

– ¿De cuántos dólares estaríamos hablamos, amigo?

– De muchos, muchísimos, pero no puedo precisarte, todavía no hemos confirmado el encargo hasta que no hayamos estudiado todas las posibilidades del proyecto. He venido a Moscú para estudiar conjuntamente contigo, las posibilidades. Tú fuiste quien diseñó todos los sistemas de seguridad de Solikamsk, nadie mejor para conocer los posibles puntos débiles del sistema.

– Bien, pero primeramente nos iremos a disfrutar de un buen almuerzo en un excelente restaurante, y podremos comentar las estrategias.

Tomaron un taxi en la parada que había frente la agencia de viajes. El taxista estaba casi al total servicio de Kutnesov.

– Al restaurante Gudunov, Alexei -.

Era un restaurante clásico de Moscú, fundado en el siglo XVII en honor al Zar Boris Gudunov, se había aprovechado el refectorio de un antiguo convento, disponía de tres grandes salas con capacidad para unas ciento cuarenta personas en cada una de ellas, todas las noches había música rusa y gitana, se hallaba muy cerca del hotel Metropol y a espaldas de la Plaza Roja. Se respiraba un aire decimonónico. Mobiliario de estilo romántico en perfecto estado de conservación, hasta los camareros aparentaban pertenecer a la antigüedad.

Kutnesov tenía permanentemente reservada una mesa . Les situaron en una discreta cercana a una de las grandes y emplomadas vidrieras que daban al exterior. Los colores de los cristales permitían ver el exterior perfectamente, sin embargo desde el exterior no podía apreciarse nada de cuanto ocurría dentro.

El Gudunov era uno de los pocos y privilegiados restaurantes moscovitas que podían servir asado de oso siberiano, exquisito plato muy apreciado por los grandes gourmets rusos.

Regaron la comida con un delicioso vino blanco alemán del valle del Rhin, y al café encendieron un par de gruesos cigarros Cohiba procedentes de Cuba, los mismos que solía fumar Fidel Castro y, que en Moscú, solo podían adquirirse en determinados establecimientos.

Dimitri Kutnesov inició la conversación referente al asunto que Ilia le había tratado.

– Ilia -dijo éste- debemos situar cronológicamente las acciones o plan a seguir, ¿estás de acuerdo?

– Sí, creo que es muy necesario.

– Mira, en primer lugar se deberá buscar un razonable motivo para justificar la presencia de cualquiera de nosotros en aquella ciudad. Tú sabes que fue construida solamente para dar servicios a los trabajadores de la planta de Solikamks. Punto primero: JUSTIFICAR PRESENCIA. La estancia allí no deberá ser superior a dos días. Punto segundo: TIEMPO DE ESTANCIA. Hacerse con alguna tarjeta magnética y código para poder acceder al primer obstáculo. Tercer punto: OBTENCIÓN TARJETA MAGNÉTICA y CÓDIGO. Un plano de las instalaciones. Cuarto punto: PLANO. Esquema del circuito de todo el sistema de alarmas. Quinto punto: ESQUEMA DE ALARMAS. En este caso no será necesario, ya que yo me quedé con una copia cuando diseñé los sistemas de seguridad. El escollo final es el más difícil de cumplir. Para acceder al almacén de los productos, existe en la puerta un identificador de la huella digital de las personas autorizadas. Sexto punto: IMPRESIÓN DIGITAL. Finalmente, cómo marchar de la ciudad rápidamente y no dejar rastros de identificación inmediata. Séptimo punto: HUIDA.

Ahora marchemos y esta noche cada uno por su cuenta intente desarrollar el plan a seguir en cada uno de los puntos. Mañana por la mañana te espero en mi oficina.

Ilia pagó la cuenta y se separaron.

Capítulo Vº

En el consulado de Rumania, en Suiza, se recibió una llamada desde una población de los Estados Unidos, solicitando hablar con el Canciller. Éste se puso al aparato.

– Dígame -una voz suave con extraño acento inglés le dijo:

– Soy Vitale, le llamo porque la policía de Nueva York está haciendo averiguaciones sobre el origen del "encargo". A pesar de que tuve sumo cuidado en no dejar rastros, cabe la posibilidad de que se dirijan a ese consulado pidiendo alguna información. Le he llamado para que no se sienta sorprendido si ello ocurriera.

– Gracias -respondió el canciller, pero no me preocupa lo más mínimo, estaré no obstante alerta. Prosiga con lo que se le ha encomendado y contacte con nuestra persona en California.

– Así lo haré -respondió el tal Vitale-. Tengo un número telefónico que me fue facilitado desde Bucarest. Le mantendré informado, hasta la vista –.

La comunicación no duró más cuarenta y cinco segundos, por lo que si hubo algún escucha, le habría sido sumamente difícil de localizar el número desde donde se efectuaba la llamada.

A continuación llamó un número de la ciudad de Riahd, desde la misma cabina pública.

– ¿Eres Taysir el Benhin ? –la respuesta fue lacónica :

– Siga.

Vitale se atrevió a preguntar si ya tenía respuesta del contacto efectuado para el suministro del producto que precisaban y al que habían bautizado con Alfa-Omega.

Nuevamente la respuesta fue parca :

– No –dijo su interlocutor al otro lado del hilo.

– ¿Ha sido confirmada la entrega?

– Todavía no, debemos esperar algunos días. Llámeme en una semana, adiós –dijo, y colgó.

Vitale también colgó e inmediatamente se alejó de la cabina desde donde había efectuado las llamadas. Se sentó en un banco de una plazoleta cercana simulando leer un periódico. A los pocos minutos llegó un automóvil negro del que descendieron dos hombres. Ambos se dirigieron apresuradamente a la cabina telefónica.

Llevaban un pequeño maletín del que extrajeron una serie de utensilios de los que se utilizan para localizar huellas dactilares, efectuaron algunas comprobaciones, guardaron los utensilios nuevamente y se marcharon en el automóvil negro.

Vitale tomó la matrícula de éste, más tarde comprobaría, por mediación de un contacto en el departamento del registro de matrículas del ayuntamiento, que correspondía a uno de los automóviles asignados al Federal Bureau of Investigation. Esto le confirmaba que el FBI, sospechaba algo y realizaba escuchas telefónicas permanentes.

Se alejó sin demasiada prisa del lugar, fingiendo leer el NY Herald Tribune. Quería ser lo más prudente posible y no deseaba llamar la atención.

Descendió a una estación del subway, tomó el primero que llegó, no sin antes comprobar que no estaba siendo seguido. A partir de ahora debería ser todavía más cauto con el uso del teléfono.

Vitale se acerco al banco al que le habían sido transferido los 50.000 dólares, sacaría todo el efectivo y guardaría una parte en una caja de alquiler en la misma entidad. No deseaba que el fisco americano detectara un excesivo movimiento de dinero repentino y sin fundamento.

Se acercó a una de las ventanillas de pagos, apuntó un número de seis cifras en un papelito entregándolo a la empleada que atendía el puesto ésta le preguntó qué cantidad deseaba retirar. Toda, le respondió éste.

Ella se agachó ligeramente para tomar un fajo de billetes del cajón del mostrador mientras pulsaba un botón eléctrico con uno de sus pies.

Una mujer salió del interior de una de las salitas de las que disponía el hall del banco, iba cargada con un montón de expedientes metidos en carpetas. Se acercó al lugar donde estaba Vitale y, se tropezó apropósito con él, para que se cayeran por el suelo la mayoría de los expedientes que llevaba en sus manos.

– Oh, disculpe señor, qué torpeza la mía –se excusó, no sin sonrojarse, mientras que se agachaba para recogerlos. Vitale, se agachó también para colaborar en la recolección.

– No se preocupe -le dijo, puede ocurrirle a cualquiera.

Pero de lo que no se apercibió Vitale, fue del ingenio electrónico que le prendió la señorita en su chaqueta, un diminuto chip electrónico controlado mediante satélite.

La muchacha se excusó una vez más y se marchó contoneando sus caderas exageradamente, con el fin de que el hombre con quien había "tropezado" se fijara en ella y no en el diminuto aparato electrónico que le había colocado.

Se dio la vuelta y le dijo a la empleada que le atendía que deseaba alquilar una caja de seguridad. Ésta lo remitió a otro empleado al final del mostrador.

Le informó de sus pretensiones, el empleado le hizo rellenar un pequeño formulario y pagar la primera cuota anual, acto seguido le dio una llave y un papelito con el número de la caja que se le había asignado.

– Sígame, por favor, le acompañaré -dijo el empleado.

Tomaron un ascensor blindado y bajaron dos plantas. En el segundo sótano había un guarda de seguridad armado y una empleada con uniforme de la entidad bancaria.

Vitale le indicó el número de caja que le habían asignado, la empleada cogió de un cajón de su mesa otra llave e invitó al cliente de que la siguiera al interior de una bóveda rectangular cuyas paredes estaban repletas de cajas de acero inoxidable, perfectamente alineadas.

Se situaron frente a una de ellas cuyo número correspondía al que le había sido asignado. La empleada introdujo su llave en uno de los dos alojamientos que la caja tenía en su cara frontal, indicándole al cliente que introdujera la suya, ambos hicieron girar sus respectivas llaves al unísono, un seco clic sonó retumbando ligeramente en el silencio de la gran sala. La caja quedaba abierta.

La empleada se retiró dejando al cliente que la sacara de su nicho y la llevara a una de las pequeñas habitaciones que había en el lado Este de la sala, Vitale la puso sobre una mesita, depositó en su interior parte de los cincuenta mil dólares en un sobre y una pistola automática de grueso calibre. Seguidamente retornó la caja a su lugar y salió del banco.

Vitale ignoraba que el número de cuenta que había abierto en el City Bank estaba controlado desde que le fueron transferidos los cincuenta mil dólares desde Ginebra.

A la salida entró en los grandes almacenes Saks, de la Quinta Avenida, cerca del Rockefeller Center, para comprarse un gabán y algunas otras ropas de invierno, el cual comenzaba ya a asomarse, en Nueva York el frío solía presentarse repentinamente y con rigor. Luego entró a ver un musical recién estrenado en Brodway.

Capítulo VIº

A partir de la ola de ataques terroristas sufridos por los EE.UU. en su propio territorio y, en especial el del 11S, así como también en diversos lugares del Planeta en los que estos tenían intereses, el Ministerio del Interior, disponía de un sistema muy avanzado de localización de llamadas telefónicas, era un aparato diseñado por el departamento de telefonía de la Bell Inc. que con repetitiva periodicidad efectuaba barridos de escuchas telefónicas por toda la ciudad, unos cuantos especialistas multilinguistas, estaban al tanto de la mayor parte de las llamadas telefónicas que se producían, prestando atención especial a aquellas en las que la conversación que se sostenía podía ser sospechosa o de interés para la policía, lo cual comunicaba de manera simultánea e inmediata.

Las llamadas telefónicas efectuadas desde una cabina pública de la ciudad de Nueva York a Ginebra y Riahd, en Arabia Saudita, fueron interceptadas en uno de los barridos y cursado aviso a la policía de NY, al mismo tiempo que al F.B.I.

Dado que ambas llamadas se salían de su territorio, informaron también de éstas al departamento internacional de la C.I.A. la cual a su vez comunicó el contenido a sus contactos en las correspondientes ciudades del mundo en las que tenían delegación, para que efectuaran las averiguaciones oportunas.

La policía Metropolitana de NY, al recibir la notificación de las llamadas, desplazó inmediatamente a dos especialistas en huellas dactilares al lugar donde se habían efectuado las mismas, a la vez que pasaba comunicado al resto de las comisarías de NY.

La comisaría a la que pertenecían los detectives Jhonson y Cartucci les dieron noticia a ambos.

Cartucci se encontró el informe sobre su mesa de trabajo a su regreso del archivo policial situado en el sótano del edificio. Después de leer el contenido del mismo, llamó a su compañero.

– ¡Johnson! Acércate, por favor, ven a leer esa nota de Interior que encontré sobre mi mesa.

Éste dejó un expediente que absorbía en aquel momento su atención y, se acercó a la mesa de su compañero.

– Lee este comunicado y dame tu opinión, veamos si le encuentras alguna relación con alguno de los casos que estamos llevando.

Invirtió poco tiempo en leerlo, se quedó pensativo un par de minutos, en el entretanto sostenía el documento entre sus dedos y pellizcaba su barbilla.

– No sé, dijo, tengo la impresión que estas llamadas podrían guardar alguna relación con el asesinato de la calle 3ª. ¿No te parece?

– Es la misma sensación que yo he sentido nada más leerlo.

– Pienso, además, que debiéramos solicitar un informe más completo de las dos llamadas, la hora en la que se han realizado, el lugar, los números y el país al que se han efectuado y una transcripción de ambas conversaciones -.

– Me parece imprescindible –dijo Cartucci.

Vía e-mail solicitaron a Interior, con carácter de urgente, un informe completo, no sin antes informar a su capitán.

En menos de veinte minutos tuvieron la respuesta a su demanda. Dos páginas completas ocupaban el informe solicitado.

La primera se había efectuado a las 11,32 a.m. a un número de la ciudad de Ginebra, que correspondía al Consulado de Rumania en esa ciudad. Duración: 45 segundos. La conversación se había efectuado en inglés.

Primera llamada, transcripción literal:

" Dígame -, # Soy Vitale, le llamo porque la policía de Nueva York está haciendo averiguaciones sobre el origen del "encargo". A pesar de que tuve sumo cuidado en no dejar rastros, cabe la posibilidad de que se dirijan a ese consulado interesándose en alguna información. Le he llamado para que no se sienta sorprendido si ello ocurriera.#

Gracias #, No me preocupa lo más mínimo, estaré no obstante alerta. Prosiga con lo que se le ha encomendado y contacte con nuestro hombre en California #.

Sí lo haré # Tengo un número telefónico que me fue facilitado desde Bucarest. Le mantendré informado, hasta la vista " #. Fin de la comunicación.

Segunda llamada, transcripción literal :

" # ¿Eres Taysir al Benhin ? – .#

#Siga #.

# ¿Tiene ya respuesta del contacto efectuado para el suministro del producto que precisan Alfa/Omega? #

# – No #.

#¿Ha sido confirmada la entrega?-.#

#Todavía no, debemos esperar algunos días -. Llámeme en una semana, adiós dijo. # . Fin de la comunicación."

– ¡¡Ea,ea,ea,!! -exclamó, Johnson, eso viene a despejar posiblemente algunos puntos oscuros de la investigación que estamos llevando del crimen de la calle 3ª.

– Analicemos el contenido de las llamadas.

– Nos dice que un tal Vitale está en NY y llama a un consulado rumano en Ginebra. Que ha ejecutado un encargo que le habían indicado. Que lo ha realizado sin dejar huellas. Sabe que la policía está realizando algún tipo de investigación al respecto. Advierte de ello a un funcionario rumano en el extranjero.

– Le han encomendado "algo" que todavía debe de ejecutar. Deberá contactar con alguien en California, para ello tiene un número telefónico en el que en algún momento contactará para probablemente recibir ayuda o instrucciones. Hay que avisar a Interior para que desde ahora controle a ser posible todas las llamadas entrantes a cualquier lugar de California y nos avise.

– Pero lo que acaba de demostrar la relación de estas llamadas con nuestro caso de la calle 3ª, es la segunda llamada, cuando cita la frase que ya conocemos; Alfa-Omega. Volverá a llamar para alguna confirmación. Hay que intentar controlar esa llamada, nos podría aclarar todavía más cosas y ofrecernos unas pistas más sólidas de las que hasta ahora disponemos.

Colocaron el documento en el expediente abierto y fueron al despacho del jefe O´Maley. Este también había leído el informe de Interior.

– Jefe, hemos leído el informe de Interior, respecto a las dos llamadas telefónicas localizadas, ¿qué opinión le merecen?

– Creo que guardan una relación bastante directa con nuestro caso, hasta el punto que sospecho que nuestro cadáver es el primer eslabón de alguna cadena de terroristas internacionales, deberíamos informar de todo ello a instancias superiores, habrá aspectos de la investigación que por su magnitud estarán fuera de nuestra jurisdicción. Voy a ver al gobernador, hasta luego, estad localizables.

Tomó su coche oficial indicándole al conductor la dirección de la oficina del Gobernador, en el entretanto llamaba a su amigo del F.B.I., Mastrangelo.

– Páseme con el agente Mastrángelo, por favor.

– Al momento -le respondió una voz femenina.

– Mastrángelo al habla.

– Hola amigo, soy O´Maley.

– ¿Cómo te va, colega? -respondió éste.

– Estoy desplazándome a la oficina del gobernador del Estado, tenemos un caso en nuestras manos que pudiera ser de vuestra competencia pero deberá ser el gobernador quien decida la responsabilidad de la investigación. Creo sería conveniente que vinieras tú también.

– Voy para allá -respondió éste.

Capítulo VIIº

Ilia tomó té para el desayuno y un par de tostadas que su vieja amiga del partido le había preparado mientras él estaba en la ducha. Un viejo samovar en la cocina mantenía el agua al punto de temperatura necesario para poder preparar en cualquier momento del día una infusión.

Como todas las mañanas, practicaba una tabla de gimnasia militar acompañada de unos ejercicios de artes marciales, de las que era un verdadero experto. En sus días castrenses había ganado, durante tres años consecutivos, el campeonato de artes marciales y tiro del ejército de la Unión Soviética, esta constante práctica le permitía estar en plena forma física manteniendo sus músculos en perfecta armonía de coordinación con sus reflejos.

Desayunaba envuelto en la misma toalla con la que se había secado a la salida de la ducha, charlaba con su anfitriona Nerevda de su vida en Madrid. Naturalmente en ningún momento le comentó el verdadero propósito de su visita a Moscú.

Salieron del apartamento de la plaza Lubiánskaya, situada en el mismo centro de la ciudad, junto al museo Politécnico. La "tovarich" Nerevda tomó su bicicleta al mismo tiempo que se despedía de Ilia y se marchó por una de las nueve calles que desembocaban en la conocida plaza.

Ilia se marchó a pie en dirección a la oficina de su amigo Kutnesov. La mañana en Moscú estaba bastante fría, en noviembre el frío comienza a mostrarse con cierta rigurosidad, pero a pesar de ello apetecía un paseo por el centro histórico de la ciudad. Pasó por delante del Café Puskin, seguía igual que cuando abandonó la ciudad para irse a vivir a Madrid. Más allá el teatro de la ópera.

En poco más de media hora estaba en la puerta de la agencia de viajes de su viejo camarada.

Kutnesov salió al instante de su oficina, había visto la llegada de Ilia a través de su cámara de T.V. de circuito cerrado, en Moscú toda precaución era poca, los raptos, robos, extorsión y asesinato, estaban a la orden del día. Grupos mafiosos, antiguos oficiales de la desmantelada KGB, formaban bandas delictivas que mantenían aterrorizado al país, las autoridades del Gobierno se veían incapacitadas para desmantelarlas, eran como un pulpo de mil tentáculos, tenían confidentes en todos los departamentos de la policía y del ejército, estaban en grado de anticiparse a todos sus movimientos.

– Vamos, Ilia, entra en mi despacho – dijo tomándole de un brazo y acompañándole hasta una de las butacas de la pieza.

– He estado pensando el algunas de las acciones a seguir para poder culminar con ciertas posibilidades nuestro plan.

– Vamos a ir a Solikamks con una documentación que podré obtener, no me preguntes como los obtengo, que nos avalará como expertos en sismografía, en misión de sacar planos geológicos de la zona por encargo del Instituto Geológico Nacional (IGN). Observa -, dijo poniendo sobre la mesa algunos papeles. Aquellos papeles eran una especie de salvoconductos que les permitían su desplazamiento y estancia por una semana en Solikamks para efectuar prospecciones y mediciones geológicas.

– Únicamente deberemos añadirle una fotografía actual de cada uno de nosotros.

– Esto es fantástico, Dimitri –exclamó Ilia. ¿Cómo los has obtenido?

– Eso no se pregunta, tovarich, pero solo te diré que todavía mantengo muy buenas relaciones dentro de la policía estatal. Me han facilitado el papel impreso ya firmado y sellado, yo solo he tenido que rellenar los nombres, el lugar de destino y el objeto de la misión. ¿Qué te parece?

– Vamos a hacernos las fotografías. ¿Tienes cerca de aquí algún lugar donde hacerlas? -apuntó Ilia.

– No será necesario, tengo una cámara digital de alta resolución y podemos hacerlas aquí, ahora mismo e imprimirlas al momento.

Efectivamente, se hicieron las fotografías imprimiéndolas y fijándolas con adhesivo posteriormente a sendos documentos. Utilizaron nombres falsos y las huellas dactilares, que debían imprimirse en la parte inferior de los mismos, pertenecían a las de un pobre borrachín que solía dormir la mona del día anterior en el fondo de un portal cercano. Hasta aquí todo perfecto.

En un establecimiento dedicado a la venta de instrumentos de meteorología, adquirieron un perforadora eléctrica a pilas, sumamente manejable y de pequeño tamaño, baterías eléctricas alimentadas por rayos solares, un par de carretes de hilo eléctrico de cobre sumamente fino, menor a un milímetro de diámetro, dos paquetes de galgas extensiométricas de dos pulgadas y, herramientas varias en un maletín adecuado, así como un multitester portátil.

La agencia de viajes de Kutnesov, se ocupó de efectuar las reservas de dos habitaciones en el único edificio comunal a nombre de los "profesores" Seramov Igor y Sakis Tirison, en la población de Solikamsk.

Tomaron un avión que salía a las 7.00 h de la mañana, con llegada a destino alrededor de las 9.35 h. Los aparatos que efectuaban los vuelos domésticos, eran bimotores turbohélices tipo Tupolev T-134, con capacidad para cuarenta y cinco pasajeros más carga.

Seramov Igor (Ilia) se había dejado la barba de algunos días y vestía ropas de mucho abrigo de tonos verde obscuro y gorro de piel de zorro siberiano con orejeras protectoras. Sakis Tirison (Kutnesov) también se equipaba con ropas adecuadas a la zona y estación a la que se desplazaban, éste por el contrario llevaba una enorme y gruesa chaqueta acolchada de color rojo vivo y capucha.

Solikamsk, situada al borde del inicio de Siberia, disfrutaba de un invierno glacial casi permanente, era por este motivo el tipo de vestimenta elegido por ambos viajeros.

Durante el vuelo planificaron los primeros movimientos "científicos" a realizar, no podían obviar que los pasajeros que les acompañaban en el vuelo, eran en su mayor parte militares de distintas especialidades y graduaciones.

Kutnesov sacó un plano de la zona, lo desplegó sobre sus rodillas y con el dedo índice señaló a Ilia la zona donde se hallaba situada la "planta embotelladora", ésta estaba ubicada en el extremo norte de la población. Los edificios más próximos a ella distaban a unos doscientos metros lineales.

– Efectuaremos las catas de comprobación alrededor de la edificación en cuestión, a unos 25 veinticinco metros de la puerta principal, situaremos en cada cata una de las galgas extensiométricas que llevamos. La distancia entre sí deberá ser de unos treinta y cinco metros, las uniremos todas ellas mediante el cable microeléctrico que llevamos en las bobinas-.

-La fuente de alimentación para excitar las galgas podremos situarla dentro de una caja IP-55 para protegerla de la intemperie con una toma de corriente alterna que intentaremos tomarla de la planta, para ello precisaremos pedir permiso al responsable de la planta para que podamos tener acceso al cuadro eléctrico y manipularle-.

Kutnesov el día anterior había mantenido una entrevista con una reconocida autoridad en sismografía, el profesor Turkenev, éste le facilitó las instrucciones técnicas necesarias para la instalación de un sistema de detección de fenómenos sísmicos. En ningún momento Kutnesov desveló al profesor, el lugar y el motivo de su interés por la sismografía.

Poco tiempo después el Tupolev iniciaba la maniobra de aproximación al pequeño aeropuerto militar de Solikamsk. Desde el aire se apreciaba nítidamente la población, que distaba escasamente a un kilómetro del aeropuerto.

Podía distinguirse perfectamente la "planta de embotelladora" en el extremo Norte del núcleo urbano, cerca de la misma se hallaba emplazado un voluminoso transformador eléctrico al final de una línea de alta tensión, que probablemente procedía de alguna central nuclear, de las muchas que se habían construido durante la larga etapa de la CCCP, junto al mismo un enorme generador eléctrico de gran potencia, pintado de rojo vivo, que garantizaba el suministro eléctrico a la planta. Al sur de la población una tristemente célebre prisión siberiana.

En pocos instantes el avión tomó contacto con el firme de la pista de aterrizaje.

Los dos turbohélices del Tupolev conectaron la reversa para auxiliar al sistema de freno, que provocó una ligera sacudida a la aeronave, simultáneamente aparecía al final de la pista un vehículo de color amarillo con la indicación escrita en su parte posterior de: sígame, éste guió al avión hasta el lugar que le correspondía estacionarse definitivamente.

Descendieron de la nave por la puerta de popa y tuvieron que acercarse a la "panza" del avión para retirar personalmente su equipaje y desplazarse a pie hasta la pequeña edificación de la terminal.

A pesar de que se trataba de un vuelo doméstico se debía superar un control de pasaportes o documental.

Varios militares armados custodiaban la edificación. En el control de documentos una funcionaria madura revisó detenidamente la documentación de ambos, ésta llamó a otro funcionario, al parecer de mayor rango, estuvo cuchicheando al oído del mismo unos momentos, mirando todo el tiempo a ambos "profesores".

– Síganme por favor -les solicitó, acompañando sus palabras con un gesto que indicaba el camino a seguir. Entraron en una pequeña oficina acristalada que permitía divisar todo cuanto acontecía en la terminal.

– Leo en sus documentos profesores, que el motivo de su visita es estrictamente científico –les espetó de súbito el funcionario.

– ¿Con quién tengo el gusto de hablar Sr.? -solicitó Dimitri.

– Ah sí, disculpen, soy el supervisor social del aeropuerto, mi nombre es Karoli. Y ahora que nos hemos identificado, por favor, díganme el motivo de su visita, ya deben saber que esta población tiene sumamente restringidas las visitas.

– Verá, camarada Karoli, pertenecemos al Instituto Sismográfico de Moscú, el Consejo científico del Instituto está elaborando un plan de detección y prevención de movimientos sísmicos por todo el territorio, para ello situamos en cada localidad un sistema de detección vía satélite, cuyos datos se registran y analizan simultáneamente y, de producirse alguna alteración anómala, ello permite poder advertir a la población de este peligro con tiempo suficiente para poder tomar las prevenciones de evacuación necesarias.

– ¿Y en qué parte de la zona implantarán este sistema? -requirió el funcionario.

– Deberemos situarlo no lejos de una fuente de energía eléctrica, un transformador, por ejemplo -respondió Ilia, necesitaremos conectarnos para que puedan trabajar los instrumentos, vamos efectuar primeramente un reconocimiento a pie por la población y elegiremos el lugar más adecuado.

– Bien, no les entretengo más, les agradeceré que a su regreso me entreguen una copia del informe técnico que hayan elaborado, deberé acompañarlo al mío que semanalmente describo todas las actividades locales, y que remito todos los sábados a la central de Moscú.

Salieron de la entrevista y tomaron un bus de color kaki, perteneciente al ejército, que les llevó hasta la puerta del edificio donde debían alojarse.

Se registraron como los profesores Seramov Igor y Sakis Tirison. Subieron a sus respectivas habitaciones para dejar sus valijas y sustituir sus ropas de ciudad por otras más adecuadas al clima imperante.

En veinte minutos se hallaron en la calle principal de la población. Como ya habían observado desde su avión, esta calle cruzaba la ciudad de Norte a Sur, tomaron dirección Sur con el fin de no llamar la atención, estaban convencidos que se había encargado a alguien que tomara nota de todos sus movimientos.

Fueron tomando notas en un cuaderno y efectuaban mediciones en determinados lugares, representaban bastante bien su papel.

Regresaron dirección Norte, a mitad del recorrido de la calle principal, doblaron a la derecha, dirección Este por una calle secundaria. La edificaciones eran todas de casitas prefabricadas de madera, de una sola planta, la mayor parte de ellas pintadas de colores bastantes llamativos, se supone que para ser distinguidas durante las estaciones de las grandes nevadas. Anduvieron hasta salir del perímetro urbano por más de un kilómetro, desde allí podían distinguir la edificación que emergía de la planta embotelladora con bastante precisión, no estaría a más de medio kilómetro de distancia, su objetivo principal.

Capítulo VIIIº

El edificio que alberga las oficinas del Gobernador del Estado, se halla en una zona sumamente céntrica de la ciudad, el tráfico a esas hora solía ser intenso y lento, el automóvil oficial de O´Maley puso la sirena para abrirse paso, pero a pesar de ello no avanzaba con demasiada velocidad.

Treinta y cinco minutos más tarde, estacionaba el vehículo en el garaje del edificio público, no sin antes haber soportado unas estrictas medidas de verificación y control de personas y vehículo.

– Tengo cita con el Gobernador –dijo O´Maley al recepcionista de la antesala del despacho del responsable gubernativo en el Estado.

– ¿Su nombre, por favor? –solicitó éste con amabilidad.

– Jefferson R. O´Maley, de la policía metropolitana de NY.

El recepcionista tomó el teléfono de su mesa y marcó dos números del dial.

– Sr. Secretario, el Sr. O´Maley tiene cita con el Gobernador. Sí, ahora mismo le hago pasar.

Cuando Jeff O´Maley entró en el regio y espacioso despacho del Gobernador, acompañado por el Secretario, vio sentado en una esquina de un sofá de piel color marrón pálido, a su amigo del F.B.I. Mastramgelo, justo a su lado, en una butaca, al Gobernador, un hombre bien trajeado de unos cincuenta y ocho años, ligeramente barrigón y de cara afable, aunque en este momento su semblante reflejaba preocupación y seriedad.

Avanzó con el brazo y la mano diestra abierta para estrechar la de la máxima autoridad del Estado.

– Sr.Gobernador, a sus órdenes -dijo a modo de saludo O´Maley. Éste, levantándose de su butaca, correspondió al saludo con un :

– Jefe O´Maley. Le presento al intendente del F.B.I. Sr. Mastrágelo -inició el gobernador a modo de presentación.

– Nos conocemos -dijo éste, somos compañeros de la Academia, de la promoción del 78.

– ¿Cómo estás, viejo amigo? -dijo este apretándole la mano que el otro le tendía con afabilidad.

– Ya ves -le respondió.

– Siéntense, por favor -les dijo el Gobernador.

– ¿Café o algún refresco? -preguntó el secretario.

– Café -pidió el policía –. También para mí, Sr.Secretario -dijo Mastrangelo.

– Bien, Jefe O´Maley -dijo el Gobernador- dado a que el Sr.Mastrangelo llegó algo antes que Vd. me ha puesto al corriente del asunto motivo de esa reunión. ¿Puede Vd. añadir algo que crea necesario que conozcamos?

– No sé, pero pienso que debiera de algún modo resumir todo lo que la policía metropolitana ha averiguado al respecto.

– Prosiga -requirió el Gobernador.

En primer lugar tenemos un cadáver de origen desconocido, no contiene indicios de ninguna clase que puedan aportarnos algunas pistas claras.

Coincidirán conmigo en que ello no suele ser habitual. Casi siempre, por pequeño que sea, hay algún indicio que nos permite una identificación del cadáver.

Para mayor abundamiento, la autopsia practicada al cadáver solo nos revela que es de origen eurocaucásico, con una rodilla destrozada, y múltiples fracturas óseas en brazos y piernas ya sanadas y un objeto en una de sus manos, que el fallecido debía considerar de vital importancia por el modo que la tenía asida en el momento que le dispararon a la nuca.

El objeto que llevaba este cadáver en la mano tenía escrito una especie de jeroglífico o código que se repite en la parte posterior de una fotografía colgada en la pared de un apartamento muy cercano a donde estaba el cadáver.

Pero lo que más nos alertó, y que a mi entender motiva esta reunión, es que este código o jeroglífico se repite en unas llamadas telefónicas efectuadas desde la ciudad de NY a países extranjeros de los clasificados como de alta peligrosidad.

En una de las llamadas se habla de un número telefónico de California facilitado desde Bucarest. La otra llamada es a la capital de Arabia Saudita y se cita el misterioso código, con lo cual queda establecida la interrelación entre el cadáver y las llamadas telefónicas de un tal Vitale.

Por estos pequeños indicios, señores, intuyo que algo de envergadura se está organizando, no nos puede volver a ocurrir el desastre del 11 de septiembre, no debemos menospreciar ningún tipo de información que caiga en nuestras manos.

– Estoy totalmente de acuerdo con usted, capitán -manifestó el gobernador- pero debemos formar un equipo entre ustedes, la policía metropolitana, el F.B.I., la C.I.A. y el Pentágono. Para evitar posibles filtraciones, voy a disponer una oficina en nuestro propio edificio para que los responsables a cargo de la investigación puedan trabajar con tranquilidad, eficacia y coordinación con los otros departamentos de los distintos cuerpos del Estado. Seamos sumamente prudentes y discretos, los ojos y los oídos bien abiertos y la imaginación no debe descansar.

Tendrán noticias mías en breve, manos a la obra, caballeros-. El gobernador acompañó a ambos hasta la puerta de su despacho estrechándoles las manos a ambos-. Thimoty, llame al general Fredson al Pentágono.

Capítulo IXº

Vitale adquirió un automóvil usado en un negocio de compraventa en el Bronx, era un vehículo de la marca Ford, un coupé azul marino del 98, modelo Mustang, pagó al contado, 7.500 dólares, no quería dejar rastros.

Vació su apartamento y metió las maletas en el cofre posterior de su automóvil.

A la salida de la ciudad por la carretera estatal 40, cruzó los estados de Pensilvania, Ohio, el sur de Indiana e Ilinois, se paró para dormir en el Motel Unity Village de la población de Jefferson City en el estado de Missouri.

Tomó una habitación por una noche, con nombre falso, en el estado de Missouri, ya que en la mayoría de los moteles del país, no suelen exigir documentación para efectuar el registro de una habitación.

Había comprado unos sandwitches de pollo preparados en un establecimiento de fast food y unas cuantas cervezas. Cenó en su habitación y se puso a ver la televisión hasta que se durmió.

Una furgoneta con dos individuos se estacionó cerca del Mustang de Vitale, arropados por la oscuridad uno de ellos se acercó al coche y le instaló un artilugio electrónico, un radiolocalizador, que estaba sintonizado con el receptor de señales situado en un panel del interior de la furgoneta. Otro transmisor estaba sintonizado con uno de los satélites de transmisiones y captaba las señales del artilugio que le colgaron en su chaqueta en la visita al City Bank.

Al día siguiente, muy temprano después de una tonificante ducha y desayuno, Vitale puso en marcha su automóvil y se marchó del Motel, en el que había pernoctado, no percibió en ningún momento la presencia de una furgoneta plateada que le seguía en la distancia. Continuó por la ruta 40, atravesó el Estado de Kansas, luego cambió a la ruta 50 por Colorado y Utha, alrededor de las 7 p.m. llegó a la ciudad de Salt Lake City. Cenó por el camino en un restaurante de camioneros, todo muy discreto. Procuró en todo momento conducir con sumo respeto a las señales de tráfico y a los límites de velocidad autorizada, en modo alguno le interesaba que la policía le detuviera para multarle y pidieran su identificación. Iba tomando cuidadosas notas en un cuaderno de todas las plantas depuradoras de agua y de las grandes reservas acuíferas que nutrían de agua a todas las grandes ciudades que iba cruzando por el camino.

Vestía como cualquier muchacho americano, blue jeans, botas tejanas, camisa de cuadros , chaqueta de cuero tipo a las de los aviadores de la primera guerra mundial y, gorra de béisbol azul marino con el anagrama de los Yankees de NY.

Le dieron una habitación en el Salt Lake Plaza Hotel, en el West Best . Al día siguiente, antes de marcharse, bajó al sótano del hotel y cambió las matrículas de su automóvil por las de otro del estado de California y se marchó.

Cruzó el Estado de Nevada y después de Reno entró en el Estado de California, en Sacramento tomó la ruta 80 hasta San Francisco.

El principal motivo de su desplazamiento en automóvil cruzando el país, era la localización de los principales depósitos de aprovisionamiento de agua de las ciudades. Era una orden recibida unos días antes de salir de viaje, en una carta enviada desde Caracas cuyo contenido estaba en código cifrado, que después de memorizar su contenido destruyó.

Todas las localizaciones las grabó en una cassette magnética y guardó en el alojamiento de la radio de su automóvil.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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