Aquella mañana, la pareja entró en un negocio dedicado al alquiler de automóviles, alquilaron un Jeep Wrangler todo terreno, el hombre presentó un pasaporte polaco con el nombre de Vincent Krecick, de Varsovia, le solicitaron una tarjeta de crédito, no la poseía, tuvo que depositar 1.000 Dólares como fianza.
Poco después de la salida de la pareja con el automóvil, una de las agentes de policía asignadas al caso, se personó en el establecimiento para tomar información y sacar muestras de las huellas dactilares que hubieran podido dejar.
Un vehículo de camuflaje y una motocicleta siguió al Jeep desde el mismo momento que salió del parking del establecimiento. Enfilaron la carretera 95 de la costa, luego tomaron la 192 hasta Fort Pierce. En esta localidad costera hallaron una casita aislada junto a la playa que estaba para alquilar, era una casita pequeña, de dos habitaciones, baño y salón con cocina, con un pequeño jardín que rodeaba la vivienda, cuya fachada principal miraba al mar.
Les pareció idónea, fueron a la dirección que indicaba un cartel que estaba colgado de la valla de madera para interesarse. La alquilaron para dos semanas, pagaron el alquiler anticipadamente y les dieron las llaves.
Tomaron su automóvil y regresaron a Miami para pagar y abandonar el Hotel.
Poco después uno de los agentes que les siguieron en automóvil, entró en la agencia inmobiliaria en la que habían efectuado el alquiler de la casita. Solicitó información y le facilitaron un duplicado de llaves. A continuación informó al detective Cartucci, este le indicó:
– Procedan a entrar en el domicilio y coloquen micrófonos ocultos y, si fuera posible efectuarlo con total seguridad de no ser descubiertos, sitúen alguna cámara.
– Vamos a efectuarlo de inmediato -respondió éste- necesitaré que me envíen un experto-.
– Ahora mismo va para allá, suerte y manténgame informado de cualquier evento -dijo Cartucci.
Vitale y la muchacha pagaron el hotel, luego entraron en el Falls Shopping Center, unos grandes almacenes, para comprar ropa de cama. Entretanto en aquellos momentos en la casita de Fort Pierce se estaban instalando los aparatos electrónicos solicitados por Cartucci.
Nuevamente el detective neoyorquino solicitó al F.B.I. siguiera controlando la zona de todas las llamadas telefónicas que se produjeran.
Vitale adquirió un GPS portátil en una tienda de aparatos electrónicos, de este modo podría dar la situación exacta de la casa alquilada a los que le traían la "mercancía". Llegaron a la casita de la playa a alrededor de las 4,30 p.m., hacía una tarde espléndida, una suave brisa mecía las ramas de algunas de las palmeras del paseo de la playa, un sol benigno acariciaba sus rostros, pasearon por más de dos horas, hablaron de sus países de origen, se cruzaron en varias ocasiones con ciclistas que también paseaban por allí.
Entraron en la casa en cuanto, a la caída de la tarde, comenzó a refrescar. Vitale cogió el teléfono celular que había comprado y efectuó con el una llamada a larga distancia. Marcó el número de Suiza, se identificó con la clave AlfaOmega, le dio a su interlocutor las coordenadas de longitud y latitud que identificaba la situación exacta de la casita. Luego colgó.
Automáticamente la llamada había sido recogida por el sistema de captación de telefonía del F.B.I., y al mismo tiempo había sido registrada por los micrófonos que fueron instalados durante su ausencia.
Cartucci tuvo la transcripción de la llamada casi de inmediato, llamó al Pentágono.
-,Mi general, acabamos de interceptar otra llamada de nuestro hombre de nuevo a Suiza, a la legación diplomática de Rumanía en este país, o a su embajador, pienso que actúan como intermediarios entre algún grupo terrorista islámico y el ejecutor del atentado que es nuestro hombre.
– Recién acabamos de oír una conversación en la que éste daba las coordenadas geográficas para que fuera localizada con precisión su situación. Pudiera ser que lo que está aguardando del exterior pueda venir por mar o quizás por avión, esto último casi lo descartaría.
– Mire, Cartucci, voy a ordenar que un helicóptero patrulle con cierta frecuencia la zona, no va a ser un helicóptero militar, levantaría sospechas al individuo, haremos que sea uno de la policía de tráfico, de ese modo resultará más discreto.
– General, es una buena idea pero al individuo le tenemos muy controlado desde tierra y veremos a cualquiera que pueda acercársele, pienso que sería mucho mejor vigilar el mar, ya que con toda probabilidad el contacto viene del mar.
-Sí, me parece correcto, lo haremos como usted dice -respondió el General–. El Presidente me ha dado carta blanca.
Cartucci salió del automóvil para estirar las piernas, llevaba varias horas sentado tras el volante, paseó por la acera que lindaba con la playa, una hora más tarde les llegó el relevo. Les aleccionó en cuanto a que tuvieran sumo cuidado en todos los movimientos que hubiera en la casa, de personas que se acercaran o entraran o de los contactos con terceros que los habitantes de la misma pudieran tener, que sacaran fotografías y vídeo de todo y que además si sucedía le llamaran a su teléfono. Puso el motor en marcha de su Chevrolet y fue al hotel para descansar.
Unos cientos de metros más abajo otro automóvil permanecía estacionado con dos hombres dentro. Éstos observaron el cambio de automóviles efectuado, se quedaron mirándose el uno al otro sin decir nada, al poco rato uno de ellos dijo:
– Este automóvil que se ha marchado parece que haya efectuado una suplencia con el que está estacionado en el mismo sitio donde estaba.
– ¿No será que están vigilándoles? -dijo el otro.
– Eso parece, debemos estar atentos y comprobar que se trata de una vigilancia, de ser así deberíamos averiguar de quienes se trata -uno de ellos efectuó una llamada a Yemen.
Capítulo XXXIXº
El resto de los días la navegación fue bastante placentera, pero a medida que se acercaban al lugar en el que les habían indicado por radio aumentaba la tensión y el nerviosismo oculto de la "tripulación".
Desde una emisora de Yemen habían contactado con ellos el día anterior, el secretario del Jeque Issam Al-Zaim les informó del punto geográfico donde debían desembarcar y entregar la mercancía.
El propietario del barco, Marcel, habituado desde años a entregar mercancías de contrabando, una vez hubo localizado sobre sus mapas el lugar donde debía efectuarse el encuentro trazó un plan para la entrega. Reunió a todos en popa:
– Mañana, a la salida del sol, llegaremos a destino, deberemos tener el máximo de precauciones, en cuanto lleguemos anclaremos a media milla de la playa, nos vestiremos con ropas propias de playa, algunos se tirarán del barco al mar para bañarse, otros tomarán en sol en cubierta, en popa vamos a montar una mesa para hacer el aperitivo, todo debe ser de lo más normal y festivo, somos un grupo de amigos en vacaciones y vamos a divertirnos.
– Botaremos la moto de agua y uno de nosotros irá a tierra con ella a comprar pan, y bebidas, aprovechará para dar un vistazo al pueblo y los alrededores, pero en modo alguno se acercará a la casa donde se halla nuestro contacto. ¿De acuerdo? -asintieron todos con la cabeza.
A la salida del sol por la popa, desde la nave comenzaba a divisarse a lo lejos parte de la costa de Florida, era como una línea muy delgada en el horizonte difuminada por una débil neblina matutina. Una suave brisa resbalaba por el velamen empujándoles rumbo Oeste, hacía poco tiempo que habían sobrepasado un grupito de pequeñas islas pertenecientes al archipiélago de Bahamas.
Dos horas después tenían la costa a poco más de dos millas, estaban justo frente al punto de las coordenadas que les habían facilitado. Marcel cogió los prismáticos y fijó la vista al punto indicado por su GPS, se divisaba una casita aislada de una sola planta y tejado de color rojizo, en el porche de la misma se apreciaba la silueta de una persona, lamentablemente la neblina existente no permitía apreciar con claridad quién era. Guardó sus prismáticos y ayudó a sus compañeros a plegar y atar correctamente el velamen.
Unas horas más tarde fletaron la moto de agua, Oleg con pantalón de baño y una ligera camiseta de manga corta, se subió a la misma, la puso en marcha y paseó un buen rato con ella alrededor de la embarcación, en ningún momento se acercó a la orilla, tomaban todo género de precauciones. A bordo el resto de compañeros preparaban un buen desayuno al aire libre, la temperatura ambiente era tan benigna que permitía que se disfrutara del clima de Florida.
Oleg, enfiló la costa y en un instante llegó a la playa, dejó la motocicleta estacionada sobre la arena y se marchó caminando en dirección a un pequeño centro comercial que estaba junto al puerto deportivo. Compró unas barras de pan, fruta, un par de botes de mermelada y algunas hamburguesas, lo metió todo en unas bolsas de plástico y regresó al lugar donde había dejado la motocicleta. Volvió a la embarcación, los compañeros le aguardaban con el desayuno preparado.
Pasaron el resto del día a bordo, ninguno de ellos tuvo la tentación de acercarse a tierra firme.
Desde la casita de la playa, vieron a la embarcación que había fondeado frente a ellos, de inmediato pensaron que pudiera ser la embarcación que le habían indicado a Vitale, éste y Cora se fueron turnando los prismáticos para la observación de cuanto ocurría a bordo de la misma.
Al anochecer desde la nave efectuaron señas con una potente linterna, Vitale de inmediato reconoció las señales que venían efectuando en código Morse. Él a su vez con su linterna, utilizando el mismo código, les pidió que se identificaran, "Alfa", le respondieron, acto seguido le solicitaron a el su identificación, "Omega" les dijo éste.
Desde la embarcación le indicaron que alrededor de medianoche, le dejarían en la playa un paquete con el contenido de lo que esperaba. "O.K. estaré alerta", les respondió.
Un poco más tarde salieron a cenar en una mesita que había en el porche de la casita, encendieron una vela para dar un aire romántico como habría hecho cualquier pareja joven, era un modo de poder estar discretamente vigilando la playa desde el porche y no llamar la atención.
Sobre las 11,50 p.m. una linterna de a bordo les hizo señas de atención a las que Vitale respondió indicando que estaba alerta.
Ilia, se había vestido con un traje de neopreno negro, se calzó unas aletas natatorias también de color negro y bajó por la borda contraria a la playa hasta el agua, Marcel le bajó atado a una cuerda la "mercancía" que Ilia recogió. Ésta, al estar dentro de un contenedor de porexpan, flotaba con facilidad.
Ilia comenzó a nadar sigilosamente, sin hacer ruido alguno, empujando el paquete y tomando la dirección de la casita de la playa, evitaba chapotear con el agua, para ello sumergió todo su cuerpo por debajo del nivel del agua, tardó algunos minutos en salvar el par de millas que cubrían la distancia entre la nave y la orilla, nadaba lentamente, únicamente sobresalía del agua el tubo de respiración y el "paquete". Tocó con una de sus manos la arena de la playa que se metía en el mar, allí asomó por un momento la cabeza para comprobar si había seguido el rumbo correcto hasta llegar a la zona de la playa en que estaba la casita, Vio la luz de la vela y dos siluetas sentadas el en porche. Ancló con un hierro y un cabo, que llevaba a propósito, el "paquete" en la arena, para que el oleaje no le moviera, seguidamente giró sobre si mismo e inició el regreso a lugar de partida.
Poco tiempo después, le indicaban a Vitale, por el mismo medio utilizado con anterioridad, que le habían entregado el paquete frente a su casa. Este les respondió que iba ahora mismo a retirarlo.
Se levantó y, paseando, se acercó a la playa, pronto vio la "mercancía" meciéndose al contacto de las suaves olas que iban y venían. Miró arriba y abajo de la playa, no vio nada anormal, a aquellas horas de la noche solía estar durmiendo todo el mundo, cogió el paquete y lo cargó en uno de sus hombros echando andar hacia la casa con cierta celeridad. Desde el automóvil de Cartucci, observaron con las gafas de infrarrojos, al sujeto que llevaba un bulto cargado en uno de sus hombros. De inmediato el hombre que estaba al volante y que había observado la acción, despertó al detective que tenía a su lado adormilado.
– ¡¡Cartucci, Cartucci, despierte, algo ocurre!! -dijo.
Cartucci se despertó sobresaltado, se frotó los ojos y se puso las gafas especiales de infrarrojos. Efectivamente, lo que estaba viendo era el individuo con un bulto blanco cargado sobre su hombro derecho, estaba echando a andar en dirección a la casa.
– ¡Ya le entregaron lo que estaba aguardando! –dijo-. ¿Cómo ha sido?, ¿has visto acercarse a alguien a la playa?
– No, no he visto a nadie acercarse.
– Si no has visto a nadie acercarse, entonces la mercancía ha venido desde el mar- dedujo el detective.
– No hemos observado en todo el día que ninguna embarcación se acercara a la orilla, la única embarcación existente más o menos cercana es velero que está fondeado a unas dos millas de aquí -, repuso el policía.
Cartucci volvió a ponerse las gafas de infrarrojos y miró en dirección al mar para ver el velero que citaba su compañero, imposible verlo, había mucha distancia y el alcance efectivo de aquellas gafas tenía límites. Llamó al servicio de helicópteros para que efectuaran una pasada sobre la zona para comprobar si todavía estaba el velero varado en el mismo lugar.
Unos veinte minutos después pasó arriba y abajo unas cuatro veces un helicóptero del servicio de costas que contactó por radioteléfono con Cartucci:
– Allo, Sr. Cartucci, ¿me escucha? cambio.
– Sí, le oigo -cambio.
– No hay ninguna embarcación en diez millas a la redonda, únicamente hemos divisado un velero a unas veintidós millas, que llevaba un rumbo que aparentaba indicar como si se dirigiera al archipiélago de Bahamas -cambio.
– ¡Maldita sea! -dijo Cartucci- era esta nave, seguro, sino ¿por qué navegan de noche y se dan tanta prisa? Bien, gracias por el servicio, cambio y corto.
– Qué estúpidos hemos sido, nos hemos dejado engañar como principiantes, estoy convencido de que esta payasada que los de esta nave organizaron, ha sido para disimular sus verdaderos propósitos, han estado todo el día haciendo movimientos en cubierta como si de lo más natural se tratara, han enviado un hombre a tierra con la motocicleta de agua para hacer algunas compras de provisiones y, a nadie de nosotros se nos ha ocurrido pedirle la documentación al sujeto y efectuar un registro al velero, lo podíamos haber hecho, se hallaba dentro de nuestras aguas jurisdiccionales. ¡Porca miseria!
– Bien, nos queda el individuo que estamos controlando desde hace algunos días, vamos a dejarle que de algunos pasos más para comprobar si efectivamente está tratando de llevar a cabo un atentado como pensamos, no podemos correr ningún riesgo -Cartucci ya no pudo pegar ojo el resto de la noche.
Un par de horas más tarde, alrededor de las 6.00 a.m. se observó movimiento en la casita de la playa, la mujer salió se metió en el automóvil de alquiler y efectuó una maniobra que dejaba el vehículo con su parte trasera cerca de la entrada del pequeño jardín de la casa, se bajó y levantó la portezuela del maletero posterior, al instante salió de la casa el hombre con un paquete blanco cargado en uno de sus hombros y lo metió rápidamente dentro del maletero, se diría que estaba premeditada toda la acción con anterioridad, en esos momentos la muchacha salía con dos bolsas de mano y las lanzó al asiento posterior del auto. Subieron ambos al mismo y arrancaron.
Toda esta maniobra fue observada por dos automóviles estacionados estratégicamente en los alrededores.
Cartucci llamó al servicio de helicópteros para que desde lejos les observaran, advirtió a los motoristas para que se reunieran con él, en un punto determinado y que vendría dado por la posición del objetivo indicado por la policía desde el aire. Al mismo tiempo el conductor del auto del detective seguía de lejos a la pareja. No observó Cartucci y su compañero que otro automóvil les seguía a ellos.
La pareja enfiló la carretera 192 dirección Norte, siguió esta misma ruta hasta llegar a la altura de Cabo Kennedy, un poco antes se desvió para tomar la carretera, unas cinco horas después pararon en un área de servicio, repostaron carburante y la muchacha entró en el restaurante para comprar algo de comida, el hombre no abandonó el automóvil en ningún momento.
Cartucci pidió le fuera cambiado su automóvil por otro de distinto color, no deseaba que se fijaran que todo el tiempo les iba siguiendo un mismo automóvil, era un riesgo que no deseaba correr.
Hubiera podido detener a Vitale y su compañera, pero con ello no daba solución al problema de fondo, quería averiguar con certeza cuál era el proyecto terrorista que se había tramado y su organización, no creía que fuera una organización rusa, pensaba que éstos podían ser los ejecutores pero que estos obedecían órdenes de otro grupo, posiblemente islámico.
Por el camino recibió una llamada a su teléfono celular en la que se le indicaba que unas veinte millas más adelante encontraría una patrulla policial con un automóvil "camuflado" que le efectuaría el cambio.
El general en el Pentágono recibió un comunicado procedente de la central de la Agencia de Inteligencia israelí, el Mossad, que decía escuetamente:
"El producto K28.- Se trata de un germen biológico desarrollado y experimentado por la antigua Unión Soviética para ser utilizado en una posible guerra bacteriológica, con altísimo poder letal, posteriormente a la guerra fría, el proyecto K28 fue archivado".
Al General se le erizaron los cabellos, pensó por un momento que el "producto" entrado en el país y que posiblemente llevaba el hombre al que iban siguiendo, pudiera tratarse del K28 del informe recibido del Mossad. La pregunta era, ¿cómo lo utilizaría este éste?, debería preguntar a la CIA si tenía noticias de este producto. Llamó al Director General de la Compañía, que era por el nombre que se la conocía, le expuso la problemática, éste le prometió investigarlo de inmediato e informarle tan pronto hallaran en sus archivos algo referente al K28.
Cuarenta minutos después, el Director de la CIA llamaba al General para informarle.
-General, hemos encontrado en nuestros archivos algunos antecedentes que bien podrían referirse al producto por el que me ha consultado.
En el verano de 1975 nuestros hombres infiltrados en la Unión Soviética nos informaron de una nueva arma biológica que los científicos rusos estaban investigando, al parecer terriblemente efectiva y de alto poder letal, pero no pudieron saber más al respecto. Dos años más tarde uno de los científicos que trabajó en este proyecto desertó, se pudo escapar con motivo de un congreso científico que se celebró en Estocolmo en el que participaba. Se refugió en la embajada británica, ésta le dio asilo político a él y a su esposa, al saber de la importancia del personaje, el MI8 británico nos informó de la deserción y nos invitó a interrogarle conjuntamente.
Dos de nuestros agentes que dominaban el ruso a la perfección se desplazaron a Londres, estuvieron varios días charlando con el personaje, en ningún momento le dijeron que hablaban ruso, en una de las conversaciones el Profesor X, no puedo darle su nombre verdadero, le preguntaron sobre un producto biológico muy letal cuyas noticias les había llegado a ellos, éste les respondió que, efectivamente, él había trabajado en este proyecto junto a otros tres colegas, les comentó que no había sido experimentado en su totalidad, por lo cual no se tenía una experiencia demasiado amplia sobre el mismo y sus efectos, que habían recibido órdenes de "arriba" de detener la investigación y archivar el proyecto y el producto fabricado. Este producto se metió en unas botellas de cristal precintadas, herméticamente cerradas y, a su vez introducidas en un contenedor de acero inoxidable cilíndrico, y fue enviado posteriormente a una población secreta de Siberia. Es todo cuanto sabemos y puedo decirle General.
– Gracias, querido amigo, no sabe que gran favor acaba de prestar a la Nación, por que ahora ya no me cabe la menor duda de que lo que nuestro hombre lleva en este "paquete" se trata de este K28. Le contaré como cómo se han desarrollado los hechos. Gracias una vez más.
Llamó a Cartucci.
– Cartucci, detengan tan pronto les sea posible a este hombre, lo que lleva dentro del contenedor es un producto biológico de alto poder letal, es posible que haya sido robado en Rusia, como otras tantas cosas, e intente de algún modo propagarlo en nuestro territorio, los efectos podrían ser verdaderamente desastrosos, miles y miles de nuestro ciudadanos podrían verse afectados y morir de la manera más terrible, si fuera necesario mátelo, pero preferentemente deténgalo vivo, para poderle interrogar y poder llegar a la raíz del complot.
– Así lo vamos hacer, mi General, le mantendré al corriente, hasta luego -colgó el teléfono.
Aceleró su automóvil rebasando los límites de velocidad autorizada. Por radio advirtió al resto de perseguidores que iba a detener al sujeto, les ordenó máxima precaución para que no escapara, así mismo les advirtió que quería prenderlo él mismo, que nadie efectuara un solo disparo a no ser que estuviera en peligro su propia vida, también ordenó que todos los que intervenían se pusieran los chalecos antibala.
El helicóptero les informó que tenían el "objetivo" una milla más allá, mediaban unos seis automóviles entre él y el objetivo. Adelantó uno a uno los vehículos que mediaban, lo efectuó de una manera que no despertara demasiado la atención. Unos minutos después se había situado a unos diez metros del objetivo, un motorista con una ostentosa Harley Davidson y traje negro de cuero con flecos, les adelantó y se situó delante del coche perseguido.
El motorista redujo lentamente la velocidad obligando a su vez que el vehículo que llevaba a sus espaldas hiciera lo mismo. En aquel momento Cartucci puso una luz azul giratoria en el techo del automóvil y conectó la sirena.
El automóvil de la pareja desaceleró y se arrimó al arcén de la carretera, el motorista de la Harley cruzó la motocicleta frente el morro del auto parar que no pudiera continuar la marcha, Cartucci saltó de su automóvil casi sin parar del todo, empuñó el revolver que llevaba en la sobaquera y de un salto se situó en la ventanilla del conductor.
– ¡Salgan del automóvil, despacio y con las manos en alto! -gritó el detective, al otro lado del auto, ya se había situado el policía disfrazado de la motocicleta también pistola en mano.
Vitale y Cora bajaron, tal y como se les había indicado, les pusieron de rodillas y les fueron colocadas a ambos las esposas, llegó otro de los automóviles perseguidores, pusieron de pie a los dos detenidos, repentinamente ambos cayeron al suelo con la cabeza sangrando a borbotones.
La confusión fue mayúscula, no se había oído más ruido que el que efectuaban los automóviles que iban pasando, llamaron un servicio de ambulancia de helicóptero, uno de los policía registró el automóvil de la pareja, ambos cadáveres habían recibido un disparo cada uno en la cabeza, los disparos habían sido efectuados utilizando proyectiles especiales, de los denominados genéricamente Dun-Dun, ambos cadáveres tenían las cabezas reventadas, ello significaba que el proyectil disponía de un dispositivo que estallaba al penetrar en el cuerpo dejando el rostro prácticamente irreconocible.
Durante la confusión originada, el segundo automóvil perseguidor, efectuó una maniobra de giro de 180º y marchó en dirección opuesta con marcha moderada para no llamar la atención, unas millas más allá, el acompañante del conductor, desmontó en varias partes el fusil de alza telescópica y, lo colocó en el interior de un estuche metálico de color negro , luego unas millas más allá del escenario, aceleró la velocidad, al pasar por un puente tiraron el estuche al agua, éste se hundió rápidamente y desapareció bajo las aguas.
En el escenario del incidente, los cadáveres fueron colocados cada uno de ellos, en el interior de unas fundas de plástico apropiadas y subidos al helicóptero ambulancia que había llegado en pocos minutos. El detective Cartucci se hizo cargo del contenedor y lo cargó con sumo cuidado en el maletero del automóvil, le ordenó a su compañero que le llevara al aeropuerto de Miami.
Llamó al General al Pentágono.
– Mi General, todo acabó, nos los han asesinado en nuestras propias narices, dos disparos efectuados a distancia, posiblemente con un fusil con alza telescópica y proyectiles explosivos, sus caras han quedado totalmente irreconocibles, de todas maneras el "producto" del contenedor está en nuestro poder.
– Vaya al aeropuerto de Miami, ahora mismo le envío uno de nuestros aviones para que lo recojan a usted y el al "producto" acá con nosotros. Analizaremos la situación y tomaremos medidas para el futuro, quizás esto pudiera repetirse en cualquier momento, esta gente no cejará en su empeño hasta que les venzamos definitivamente.
-Eso creo, mi General, estoy a su disposición, allá voy, nos vemos en unas horas.
– Hasta luego.
Horas después, el detective Cartucci llegaba al Pentágono con la carga mortífera del K28, le recibió el General en la puerta de su oficina.
–Lo felicito, Cartucci, por toda su labor e inteligencia aportada en este caso, gracias a su tenacidad y al equipo humano que colaboró con usted pudo ser abortado para el bien de la Nación. Los ciudadanos tienen una deuda con usted-.
– No hacía otra cosa, mi General, que cumplir con mi cometido, para eso me pagan, mis compañeros de la comisaría a la que estoy asignado en NY, se sentirán orgullosos de que uno de los suyos haya colaborado tan estrechamente en este caso.
– Hace unos minutos hablé con su capitán O´Maley, éste me ha confirmado que en cuanto llegue a NY, podrá tomarse unos días de vacaciones con su familia, le conviene descansar y bajar su tensión. El caso se ha solucionado a nuestro favor, solo nos queda poder esclarecer algún día el desenlace trágico obtenido. Hubiese sido definitivo poder someter a interrogatorio a ambos personajes, con toda probabilidad se habría podido desenmascarar a la organización terrorista que efectuó el "encargo".
El container del K28 fue trasladado a los laboratorios de biología del Ejército para someterlo a análisis.
Aquella misma tarde el General informó telefónicamente de los resultados al presidente de la Nación, el cual lo felicitó por el éxito y le sugirió distinguir el teniente Cartucci con una condecoración al mérito Civil.
A partir de 11 de Septiembre del 2001, los Estados Unidos de Norteamérica, deberá permanecer en constante alerta, ésta fue la primera ocasión en que se veían atacados en su propio territorio por un enemigo intangible, sin uniforme. El caso abortado por el equipo de Cartucci, pudiera haber sido otro de ellos, con consecuencias probablemente muy superiores a los daños físicos y humanos del World Trade Center de Nueva York, de haber contaminado los depósito de las aguas potables que suministran algunas de las grandes urbes la catástrofe no hubiese tenido parangón en la historia de la humanidad.
Fin
En memoria a los fallecidos en los atentados
Terroristas del 11 de Septiembre en Nueva York,
y el 11 de Marzo en Atocha, Madrid, y a sus familiares.
Amis nietos : Guillermo, Ignasi, Álvaro y Daniela,
por su corazón todavía puro y por ser
mis más fieles amigos.
Autor:
Manel Batista I Farrés
Octubre 2005
293 Páginas, en 39 Capítulos.
ISBN 10 : 84-9802-562-1
Inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual:
Número : 02/2006/4464
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