6. La Axiología
Es la parte de la filosofía que estudia los valores, con el objeto de formular una teoría que permita explicar la existencia y la vigencia de todo un mundo de producción humana que tiene importancia definitiva para la vida del hombre y su desarrollo histórico-social. Los valores son reglas de origen social a partir de las cuales cada individuo rige su vida. La palabra valor posee diversos significados. La palabra valor posee muchos significados como por ejemplo, algo material como un coche tiene un valor útil, un libro tiene un valor intelectual o científico, el dinero un valor material y la música o el arte tienen un valor estético. En cambio, cuando hacemos alusión al valor del trabajo, de la ayuda a los demás, de la tolerancia, de la justicia social, hablamos específicamente de valores humanos. En nuestro caso, con el término valor nos referimos especialmente a cualidades especiales sólo pueden ser puestas al descubierto a través de la actividad social y cultural de la persona. Esto significa, en palabras sencillas, que nuestro comportamiento diario es una especie de termómetro que muestra la clase de valores que poseemos… La axiología a principios de siglo XVIII alcanza gran desarrollo a través de los grandes pensadores alemanes: Max Scheler y Nicolai Hartmann. Así pues, hoy la axiología cobra singular importancia en esta época de crisis que vivimos, para tratar de esclarecer las bases individuales y colectivas sobre las que se están edificando los distintos proyectos de país que actualmente se debaten en el plano político y económico, e incluso para tratar de establecer al más apto (no olvidemos que la axiología, como parte de la ética, es una disciplina práctica y normativa). La mayoría de las corrientes filosóficas que han abordado explícitamente el campo axiológico, coinciden en considerar a los valores como patrones ideales de las cualidades que un bien (en el amplio sentido de la palabra) debe poseer conforme a su propia naturaleza. Sin embargo, este acuerdo sólo es salvable a nivel de los bienes materiales, de los que se derivan valores propios del conocimiento de la dimensión física y tangible de la naturaleza; al abordar la esfera subjetiva (en tanto experiencia individual) de la conducta individual y social del hombre es cuando las discrepancias surgen. Estas discrepancias giran en torno a si han de considerarse los valores como universales y objetivos, o como relativos al sujeto y su circunstancia. Así, por un lado, se define una tradición que parte de Platón (428/7-348 a.n.e.) a Kant (1724-1804) y Scheler (1874-1928), quienes afirman la existencia de valores universales, válidos en todo momento histórico e independientes del sujeto. Platón estableció como fin último del hombre, alcanzar la Idea del Bien, a través del desligamiento del mundo material. En esta Idea del Bien es donde radica la felicidad del hombre (fundamento conceptual del Eudemonismo). Este planteamiento se refleja posteriormente en la moral cristiana, que postula a los valores del espíritu como bienes a alcanzar por sobre los de índole material. Esta idea contrasta con sistemas filosóficos orientales como el Confucionismo, que busca más bien, la unidad material y espiritual del hombre. Este marco conceptual continúa en Kant, quién estableció la universalidad de los valores al considerarlos como Imperativos categóricos a priori, es decir, enunciados formales sobre el "deber ser", independientes de la experiencia, pero que la predeterminan y guían la conducta valorativa. Posteriormente, Scheler, al contrario de Kant, considera a los valores como dados con un contenido material, con lo cual hace derivar al deber de la intuición personal del valor, el cual, sin embargo, sigue siendo universal en sí. Cabe hacer notar que Scheler deriva su Axiología de un concepto cristiano del amor y el valor de la persona. En contraposición a esta tradición, encontramos otra que parte de Protágoras (c. 480-410), con su famoso lema "el hombre es la medida de todas las cosas", pasa por el Hedonismo de Epicuro (341-270), llega hasta el Utilitarismo de John Stuart Mill (1806-1873) y el Pragmatismo de James (1842-1910). En todas estas escuelas se encuentra una noción de valor que se deriva de las circunstancias temporales del individuo y la sociedad. Por ello, consideran a los valores como relativos, aunque, al igual que los otros pensadores, siguen manteniéndolos dentro de una categoría idealista o formalista. En el fondo, el debate sobre la universalidad o el relativismo de los valores es en realidad un debate entre concepciones distintas de la naturaleza humana. En el primer caso, prevalece una posición "esencialista" del ser humano, la cual se fundamenta en la creencia de la existencia de una sustancia fija del mismo; para esta postura, el valor se define de antemano y es puesto como meta a alcanzar. En el segundo caso, predomina una visión del hombre como fenómeno cambiante, para la cual, el valor no se establece de manera fija (relativo a alguna esencia), sino que depende de circunstancias particulares. Los axiólogos actuales han tratado de superar esta contradicción al establecer distintos niveles de manifestación del valor, a los cuales corresponden distintos niveles del estudio axiológico. En este contexto, Theodor Lessing define, en primer lugar, un nivel para la Axiología Pura (o Trascendental), como teoría del valor en general. En segundo lugar, está el nivel de la Fenomenología del Valor, como teoría de la significación personal del valor y la conducta valorativa; en tercer lugar, se encuentra el nivel de la Axiología Actual, como teoría de las determinaciones psicológicas, económicas y biológicas que generan los valores y especifican el carácter de la conducta valorativa. De cualquier forma, se establecen los valores como representaciones subjetivas (ideales) de la realidad, dependientes de los sentimientos y la intuición emotiva. La Psicología Moderna también ha aportado elementos importantes para modificar nuestra concepción del mundo y, con ella, la forma de enfocar a la Axiología. La teoría Psicoanalítica con Freud (1856-1940), puso de relieve el papel de los deseos y sentimientos inconscientes en la determinación de la conducta. Para él, el desarrollo de la vida en sociedad requirió la formación de una moral represora que sacrificara los impulsos sexuales y agresivos del hombre en aras de poder construir la civilización. Esta situación conflictiva del hombre es explicada debido a su naturaleza contradictoria e instintual. El psicoanálisis, entonces, postula la necesidad de reconciliar al hombre consigo mismo, a través de la liberación del material reprimido y su sublimación en productos útiles a la adaptación del individuo adulto, cuyos valores morales deben de conciliarse con su vida emocional y afectiva. Por otra parte, la Psicología Evolutiva de piaget (1896-1980), señaló la relevancia del desarrollo de la inteligencia en la conformación de la moral individual: en la medida que se desarrolla un pensamiento formal y cada vez más complejo, los valores del individuo dejan de depender de la autoridad externa para convertirse en principios autónomos y flexibles, mediante la articulación de las operaciones lógicas del pensamiento con los juicios y conceptos morales. El psicólogo ruso Vygotsky (1896-1934), incorporó a la explicación del desarrollo intelectual y emocional el papel del contexto socio-histórico. Basado en las tesis de Engels sobre el desarrollo del trabajo, Vygotsky analizó el desarrollo de la conciencia y el contenido ideológico a partir de la interacción social del niño con el medio social, en la cual el lenguaje es el instrumento principal de la adquisición y reconstrucción de los medios y bienes del grupo social. Así, los valores del grupo social serán redimensionados en el individuo por mediación de la conciencia y la vida emocional del mismo. En resumen, la importancia de los trabajos de psicólogos como Freud, Piaget y Vygotsky para la Axiología, es que esclarecen el carácter complejo y unitario del fenómeno del valor (lo cual sirve al intento de definir distintos niveles para su estudio, como lo hace Lessing). De ello se pueden derivar algunas conclusiones: a) Los valores apelan tanto a la experiencia subjetiva (emociones, deseos, sentimientos) como al nivel más objetivo del hombre (inteligencia, lenguaje) es decir, a su totalidad. b) No sólo se manifiestan en la realidad concreta, sino que la dirigen hacia metas abstractas y universales (su conocimiento involucra tanto a la deducción como a la intuición). c) Son relativos al individuo y su contexto social y material pero la experiencia histórica permite la construcción de representaciones universales y categóricas del valor.
Sobre una Tipología de Valores. Otro punto está en el esclarecimiento de la tipología de valores, pues se habla de valores morales, valores sociales, valores individuales, valores profesionales, valores antropológicos, y otros. Cuando se habla de tipología no se trata del contenido de un valor específico, sino se refiere al objeto o relación de la vida real del cual emerge como paradigma el valor. Aclaro esto porque todo valor es moral, al igual que todo valor es social y emerge de una individualidad. Desde ese ángulo todos los valores son morales, sociales, individuales. Pero no todos refieren el mundo moral de la persona, como no todos refieren el mundo de las relaciones sociales de la persona y la sociedad como un todo y sus partes, no todos refieren la autorreproducción de lo humano, tan vital y dañado hoy día. Aunque toda enumeración siempre corre el riesgo de ser incompleta, y la presente de seguro lo es, si nos parece oportuno enunciar algunos valores en los tipos que hemos mencionado. Así, entre los morales aparecen los rectores del sistema axiológico de toda persona, lo justo, la libertad, el decoro, lo bueno, lo moral; entre los individuales el honor, la amistad, la autoestima, el respeto; entre los sociales la cultura, el trabajo, la propiedad, la convivencia, la equidad, la identidad, la pertenencia; entre los profesionales la honestidad, la eficiencia, el prestigio, la estética, la limpieza, la responsabilidad, la profesionalidad, el reconocimiento, entre los antropológicos el amor, la belleza, la dignidad y otros que de seguro la lectura de este trabajo le sugerirá. Allport, Vernon y Lindzey (1951), propusieron: Estético = Armonía, belleza de la forma, simetría. Práctico = Utilidad. Social = Altruismo y filantropía. Político = Influencia, predominio y ejercicio al poder. Religioso = Aspectos trascendentales, místicos, búsqueda de un sentido de la vida. Esta enumeración, que afilia ciertos valores a grupos de acuerdo con el aspecto de la vida social a que refieren, no nos puede conducir a dividirlos en la cosmovisión de la persona. Por el contrario, se manifiestan en la más profunda concatenación y dependencia mutua. Para ver con mayor claridad esta imbricación se requiere que incorporemos al análisis un concepto cardinal: la MORAL SOCIAL. Ella no es sumatoria, sino síntesis. Todo proyecto social critica o refrenda los preceptos de la moral social, la cual se ha ido nutriendo a lo largo de la vida nacional y ha ido conformando un cuerpo de preceptos, inicialmente no escritos, que van configurando lo que es percibido socialmente como valioso, como justo. Esos preceptos indican luego la afirmación de la legalidad, toman cuerpo jurídico muchos de ellos formando los principios máximos que conforman la nación y la nacionalidad, en fin van nutriendo la IDENTIDAD. A esa conjunción necesaria de valores de la moral social, de la individualidad, de la profesionalidad, etc. se debe responder en la labor educativa en el ámbito de la formación de profesionales. Hagamos notar que los valores no son cajas negras, cerradas y estáticas, sino que se enriquecen, nutren, amplían, diversifican, etc. Pero también se deforman, o se pierden dando lugar a la aparición de un antivalor. (Por ejemplo el rol de la honestidad en la profesionalidad del contador que luego conforma dos libros y roba).
7. La formación de valores en la educación superior.
(Una Propuesta, Emilio Ortiz Torres, 1994) El problema de la formación de los valores tiene mucha actualidad por las propias necesidades del desarrollo social en este mundo globalizado. Variados son los enfoques que tratan de buscar una explicación a tan complejo problema, el cual puede ser conceptualizado desde diferentes ciencias al ser concebido desde el paradigma de la complejidad, pues todo intento de simplificarlo corre el peligro de desnaturalizar su propia esencia. En el trabajo se intenta ofrecer diferentes criterios teóricos y metodológicos sobre la investigación y la práctica educativa en la formación de valores en la universidad. El problema de la formación o la educación de valores o en los valores preocupa y ocupa a la comunidad educativa universitaria en el mundo. La entrada del nuevo milenio exige de una mayor eficiencia, eficacia y pertinencia de los procesos formativos en la enseñanza superior, no sólo en cuanto a la elevación del nivel técnico-profesional de sus egresados, sino también en sus cualidades morales. De los valores se viene hablando bastante desde hace tiempo por parte de diferentes especialistas, con disímiles puntos de vista y enfoques, lo cual resulta lógico, pues constituye un tema muy complejo que puede ser abordado desde diferentes enfoques y desde los diferentes campos del saber que integran, por ejemplo, las Ciencias de la Educación: la Psicología, la Pedagogía, la Filosofía, la Sociología y la Historia, entre otras. Un objeto de investigación educativa tan complejo como los valores no puede ser aprehendido con rigor sólo desde la Pedagogía, de ahí la importancia de hacerlo en conjunción con la Psicología. Precisamente, el objetivo de este trabajo es ofrecer diferentes criterios teóricos y metodológicos sobre la investigación y la práctica educativa en la formación de valores en la universidad. ¿De qué posiciones teórico-metodológicas partir? El estudio científico de los valores debe preceder a su investigación y a su educación en los estudiantes. Se pueden considerar los siguientes elementos: ¿En qué sujetos deseamos educar valores?. Ante todo es imprescindible el enfoque ontogenético porque en el caso que nos ocupa educamos jóvenes que han seleccionado una carrera y su futura labor profesional constituye el centro alrededor de la cual se deben diseñar las influencias instructiva y educativa. La etapa juvenil plantea determinadas características generales que se deben conocer por los profesores y constatar si cada alumno nuestro es portador de ellas o no. ¿Qué valores posee ese joven universitario?. Hay que asumir que ese joven (casi adolescente todavía), que ingresa en los recintos universitarios trae de los niveles educativos precedentes un nivel de desarrollo de su personalidad, y por tanto, determinados valores, los cuales hay que conocer antes de plantearse educarlos. ¿Cuál es su nivel de motivación profesional?. Como parte del diagnóstico inicial a cada estudiante debe conocerse el motivo o los motivos que lo impulsaron a seleccionar esa carrera y no otra. ¿Cuáles valores educar?. Ante todo hay que delimitar los valores trascendentes, los esenciales, de acuerdo con el modelo del profesional con que se trabaje, para evitar de esa forma concentrar las influencias y no perder esfuerzos ni tiempo al intentar educar demasiados valores al unísono. Además, hay que compatibilizar el enfoque analítico de los valores: considerarlos cada uno por separado, con el enfoque sintético: buscar la condicionalidad interna entre ellos, porque algunos se presuponen, al estimular la aparición de otros. ¿Cómo concebir a la personalidad?. Es necesario adoptar una concepción científica de la personalidad porque las influencias educativas están dirigidas a desarrollar un profesional con determinadas características personales, dentro de los cuales se insertan los valores, concretados como cualidades de la personalidad que autorregulan conscientemente su conducta de manera permanente. Al valor hay que vivenciarlo, o sea, conocerlo y sentirlo como importante por parte del que lo posee, de lo contrario no se forma ni llega a regular la conducta. ¿De cuáles principios partir?. La ausencia de principios que guíen la práctica educativa provoca un desmedido empirismo que lastra cualquier esfuerzo por obtener resultados en la educación de valores. Los siguientes principios son fundamentales: de la Personalidad, de la Unidad de la Actividad y la Comunicación, de la Unidad de lo Cognitivo y lo Afectivo, la Unidad de las Influencias Educativas, la Unidad de lo Colectivo y lo Individual y de la Unidad de lo Instructivo y lo Educativo. Los cuales permiten diseñar el proceso docente-educativo de una manera más coherente y efectiva. ¿Cómo modificar el proceso de enseñanza-aprendizaje? El proceso de E-A debe sufrir todas aquellas modificaciones que sean necesarias para salir de la rutina y el esquematismo, de acuerdo con las aspiraciones del proyecto educativo. ¿Cómo realizar el diagnóstico de salida? Es imprescindible comparar el diagnóstico de entrada con el de salida y constatar si se han producido cambios, con la limitante que los avances en la educación de la personalidad no son inmediatos, requieren de tiempo para que se afiancen en los alumnos. ¿Qué experiencias existen en otras universidades en la formación de valores?. Es necesario conocer qué se esté haciendo en otros centros de educación superior para beber de las mejores experiencias y resultados de investigaciones realizadas. El intercambio de experiencias y de resultados investigativos es muy importante, sería poco científico y hasta peligroso intentar trabajar de manera aislada. La búsqueda de bibliografía actualizada sobre el tema debe ser una labor constante del claustro de profesores, así como propiciar encuentros e intercambios con especialistas y colegas. Existen experiencias interesantes en otras universidades que deben ser tenidas en cuenta y aplicables con las adecuaciones correspondientes. Algunas de los resultados más interesantes son: La necesidad de enfocar el proceso docente-educativo con una su visión ética, comunicativa, holística e interdisciplinaria. Problematizar los contenidos de la enseñanza con situaciones conflictivas que revelen las contradicciones reales de la sociedad actual y el papel de lo valores en su dilucidación. El alumno como sujeto del aprendizaje que logre vivenciar los contenidos de la enseñanza (unidad de lo intelectual y lo emocional), a través de un diálogo cotidiano entre el profesor y el alumno y de ellos entre sí, así como que se estimule su autoperfeccionamiento y su educación. Necesidad de una capacitación específica a los profesores universitarios para la formación de valores en los jóvenes, a partir de la introducción en su práctica de estrategias tales como la orientación profesional, el aprendizaje grupal y el empleo de métodos participativos, así como el desarrollo de la competencia comunicativa de los docentes, y la redimensión de su rol. Los valores no se pueden imponer, inculcar ni adoctrinar, los alumnos deben asumirlos y hacerlos suyos por su propia construcción y determinación. En el profesor universitario debe provocarse la autorreflexión y autoevaluación sobre la competencia de su labor en la formación de valores. La ejemplaridad del claustro de profesores y del funcionamiento de la universidad. Se destacan los valores responsabilidad, fidelidad, solidaridad, autenticidad, patriotismo, laboriosidad y algunas vías para educarlos. Enfatizar en la clase como vía fundamental para la educación de los valores, junto con las demás actividades. Vincular de manera coherente los paradigmas cualitativos y cuantitativos de investigación. Se involucran fenómenos psicológicos complejos, tales como los intereses, necesidades, motivos, intenciones, aspiraciones, ideales, convicciones, etc. La obligatoriedad de hacer siempre un diagnóstico de cada alumno al entrar a la universidad y la constatación de su evolución en cada año.
Un Modelo de Personalidad en la Educación Superior De acuerdo con los presupuestos anteriores el modelo debe descansar en un conjunto de cualidades morales de valor social, nacional y universal, acorde con las particularidades de la época y de nuestras tradiciones más autóctonas. Los valores tienen un carácter supraindividual porque adquieren significación en el ámbito de toda la sociedad y al arraigarse en el educando se convierten en cualidades de la personalidad, sin pretender que exista una paridad absoluta entre cualidad y valor, pues un valor puede quedar reflejado en una o en varias cualidades y viceversa. Aunque los valores poseen un contexto histórico y cultural en el cual se desarrollan, existe cierto consenso en cuanto a los más importantes, por ejemplo, la investigadora A. Delgado (1998) considera que los valores deseables en los alumnos universitarios son, entre otros, la responsabilidad, la libertad y la independencia, lo que refleja coincidencias con otros autores de habla hispana. Las relaciones entre los valores y las cualidades de la personalidad constituye un problema de carácter teórico que requiere de un análisis cuidadoso al estar muy vinculados sin llegar a identificarlos. Se parte de las tres dimensiones de los valores propuesta por R. Favelo (citado por R. Sánchez Noda, 1998), específicamente de la segunda, referida a la percepción, al significado y a la valoración de las condiciones objetivas en cada uno de los hombres en la sociedad, en el cual están los elementos psicológicos de este fenómeno, pues no basta con que el valor sea conocido por las personas, sino que tiene que convertirse en objeto de reflexión, vincularlo con su vida cotidiana en sus relaciones con los demás y con su concepción del mundo para que tome cuerpo como cualidad de la personalidad. Cuando los valores llegan a regular la conducta de las personas, no desde fuera, sino desde dentro (autorregulación), se puede afirmar que son cualidades de la personalidad, lo que implica un nivel de autoconciencia relativamente alto sobre ellos y un sentido personal para el sujeto. Cuando esto no ocurre los valores pueden ser conocidos por parte de los educandos y llegar a cierto nivel de regulación, pero externo, de acuerdo con el contexto social inmediato en que se encuentren inmersos, y cuando las condiciones varíen, o no exista la presión social acostumbrada, cambiará sensiblemente la conducta y se demostrará la inexistencia de tales convicciones en la personalidad (C. Álvarez, 1998). Desde el punto de vista educativo es muy importante conocer los criterios íntimos de los educandos, sus razonamientos, criterios, dudas, opiniones y temores, pues sólo sabiendo cómo piensa cada alumno se puede contribuir en su formación. El criterio de existencia de determinada cualidad de la personalidad nunca será solamente por la constatación de una conducta más o menos reiterada, por verbalizaciones socialmente aceptadas (repeticiones de frases clichés) o por las aceptaciones unánimes de propuestas masivas, pues muchas veces están determinadas externamente por presiones grupales y no por criterios internos. Aunque difícil no es imposible la constatación de dichas cualidades, pero sobre la base de un estudio integral y continuado de la persona, de una comunicación íntima, reflexiva y sistematizada con ella, así como con la fuerza del ejemplo personal, ya que además de la persuasión, la imitación como mecanismo y medio socio-psicológico de influencia, juega un papel educativo importante. Si los profesores no son portadores de esas cualidades es imposible que las estimulen en sus alumnos. Los educandos necesitan de la concreción de este modelo en personas que para ellos signifiquen un paradigma del profesional que ellos quisieran ser, de lo contrario se quedarían en el vacío de la verbalización abstracta e improductiva de un modelo inalcanzable por lo alejado de su experiencia vital.
Entre las cualidades más importantes están: El colectivismo. La perseverancia. La honestidad-honradez (sinceridad-franqueza). El humanismo (sensibilidad-compasión bondad). La dignidad (seriedad-decoro). La austeridad. La solidaridad. La disciplina (cumplimiento-organización). La laboriosidad. El patriotismo. La sencillez. La independencia (integridad-autonomía). El autocontrol. La delicadeza (cortesía-ternura). Entusiasmo (pasión). El activismo (diligencia-dinamismo). El criticismo (crítico-autocrítico). La autoestima. Cada cualidad puede fomentarse por separado, a partir de su conocimiento precioso, de la discusión y el debate colectivo en las aulas, de manera que se promueva lo que L. Kolhberg (1992) denomina el juicio moral, es necesario generar estrategias e instrumentos de "control" que promuevan la formación del pensamiento crítico, como base para un mayor desarrollo y madurez moral, situaciones de aprendizaje en los que el alumno tenga que ejecutar su capacidad de juicio y tome decisiones. Los profesores deben plantearse objetivos de aprendizaje que procuren el desarrollo de habilidades de pensamiento complejo. En las condiciones sociales las investigadoras A. Minujin y R. Avendaño (1988 y 1990) demostraron experimentalmente la formación y desarrollo de cualidades morales, a partir de la definición de cada una en sus determinaciones esenciales y su concreción en las condiciones singulares del aula. Aunque esta experiencia no fue desarrollada en la educación superior, aporta elementos valiosos para su posible adecuación a este nivel de enseñanza. Esta estrategia de formar las cualidades por separado constituye un enfoque analítico, el cual se sustenta en la relativa independencia de cada una, pero limitarse a él en la educación de las cualidades morales provocaría la violación inmediata y flagrante de la concepción de la personalidad como principio, anteriormente analizado, y a no buscar la integración de dichas cualidades dentro de un sistema autorregulado, por lo que se impone la aplicación complementaria del enfoque sistémico que busque las relaciones internas entre ellas, al no estar tan desvinculadas entre sí, pues la aparición de una estimula el desarrollo de otras, y de manera contraria, la ausencia o el poco desarrollo de una repercute en la inexistencia de otras. Es, por tanto, una tarea científica de primer orden precisar con certeza la condicionalidad interna entre las cualidades de la personalidad y llevarlo a la práctica educativa sistemática en las universidades. Este modelo de personalidad, basado en cualidades morales es el que debe usarse como paradigma en la educación desde los primeros grados hasta el tercer nivel de enseñanza, con las necesarias adecuaciones de acuerdo con el desarrollo ontogenético de la personalidad y añadirle, además, aquellas cualidades de carácter instructivo, relacionadas con determinados conocimientos, hábitos y habilidades que le confieren el carácter profesional al modelo en dependencia de la carrera. Cuando el estudiante ingresa a la universidad debe enriquecerse el modelo con aquellas cualidades específicas que tipifican o caracterizan a un profesional universitario, como por ejemplo, las cualidades: Comunicativas. Creativas. Amor por la profesión. Observador Perspicaz. Estudioso. Investigador. Optimista. Organizado. Dentro del proceso de perfeccionamiento curricular en la educación superior estas cualidades han tomado cuerpo de una forma u otra en el diseño de planes y programas de estudio, aunque no siempre con la debida coherencia, en documentos estatales con diferentes denominaciones: profesiograma, perfil del egresado, diseño de la carrera y en ocasiones sin la combinación armónica de los enfoques analítico y sintético, y sin un sistema coherente de principios para la educación de la personalidad que sustente dicho modelo para que facilite el éxito del proceso educativo. (Consulte la Ley Orgánica de Educación y su Reglamento, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la Ley de Universidades; y los Códigos de Ética de los Colegios, Gremios y Asociaciones de Maestros, Profesores y Licenciados).
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Federación nacional de profesionales de la docencia Colegio de profesores de venezuela Código de ética Del Profesional de la docencia Declaración de principios La ética está relacionada con la cultura inherente a un pueblo, a una comunidad. El Profesor debe responder de sus actitudes frente al medio donde se desenvuelve y respetar la escala de valores que la sociedad tiene, no sin negar el derecho que le asiste para que esa escala de valores se perfeccione, se supere. De allí que se entiende la profesión como un servicio público en beneficio del colectivo. La ética del Profesor se basa en fundamentos, en comportamientos aceptados por los miembros del gremio y en consecuencia, es de obligatorio cumplimiento. Es un comportamiento ético autoimpuesto que le permite satisfacciones y sentirse orgulloso por actuar sin atender las deformaciones producidas por las crisis que comúnmente son aprovechadas para deformar los verdaderos principios sobre los cuales debe descansar la nación. El no acatamiento del Código de Ética Profesional, genera una sanción de tipo moral, lo que implica un castigo mayor que la sanción legal, ya que ocasiona el repudio de los demás. Esta máxima se explica y justifica en la Venezuela actual, que atraviesa un momento difícil, cuando la escala de valores aparece desquiciada y es un deber del profesor contribuir para solventar una situación que está generalizando un profundo escepticismo y de allí la oportunidad de este Código de ética que, como bandera, le permitirá al Profesor colaborar par que la sociedad en general encuentre su camino, su desarrollo, su progreso, su independencia y su redención. Las normas y principios contenidos en este Código están concebidos en forma sencilla aplicables, y su cumplimiento por el Profesor le puede señalar que en su labor, en el logro de sus fines, lo conducirá a decir con satisfacción: Respetaré fielmente los estatutos de fenaprodo – c.p.v. No aceptaré que por motivos de lucro se interfiera mi ejercicio profesional. Pondré todos mis esfuerzos teniendo como norte el honor y las más nobles tradiciones del magisterio. Rechazaré todo tipo de discriminación. Procuraré, para los demás, lo que desearía para mí y para mis familiares. Defenderé la superación y los niveles de excelencia. Actuaré siempre apegado a la verdad. Combatiré la injusticia social. Defenderé el derecho a la vida. Seré un incondicional defensor de la paz, la libertad, la solidaridad, la estabilidad. Seré un crítico permanente contra todo signo que lesione la independencia e integridad de la comunidad nacional. Me empeñaré para la defensa de la familia, el derecho a asociarse, el derecho a la educación, el derecho a la salud, al desarrollo pleno de la personalidad y en general, mis esfuerzos se orientarán siempre para que, además del cumplimiento de los deberes por parte de los venezolanos, también sepan defender sus derechos individuales, sociales, económicos y políticos. Rechazaré cualquiera ingerencia político-partidista en el marco de los derechos profesionales y sindicales.
Capítulo I De los deberes en general del profesor Artículo 1º.- Proceder con desinterés, lealtad, veracidad, eficiencia, discreción, honradez y probidad. Artículo 2º.- Preservar la independencia en sus actuaciones profesionales, respetando la Constitución y demás Leyes de la República. Artículo 3º.- Preservar el respeto a su dignidad personal y profesional. Artículo 4º.- Cumplir a cabalidad las normas del presente Código. Artículo 5º.- Asistir y ser puntual en el cumplimiento de su deber. Artículo 6º.- Mantener una vida pública y privada ejemplares. Artículo 7º.- Ser un buen ciudadano y cumplir con todos sus deberse cívicos. Artículo 8º.- Entender que su labor es de servicio público y no de carácter lucrativo. Artículo 9º.- Mantenerse informado acerca de los adelantos científicos y técnicos de su área.- Artículo 10º.- Contribuir y defender el desarrollo pleno de la personalidad, la formación de ciudadanos aptos para la vida, para el ejercicio de la democracia, el fomento de la cultura y el desarrollo del espíritu de solidaridad humana.
Capítulo II De los deberes institucionales del profesor Son deberes institucionales del Profesor: Artículo 11º.- Propiciar y mantener la fraternidad y solidaridad tanto con los afiliados a su gremio, como con los pertenecientes a altos gremios afines. Artículo 12º.- Rechazar toda acción indigna que lesione el patrimonio moral de todo el gremio. Artículo 13º.- Combatir con todos los medios lícitos la conducta moralmente censurable de sus colegas. Artículo 14º.- No emitir opiniones públicas o privadas que lesionen al gremio. Artículo 15º.- No aceptar cargos que el gremio haya declarado en conflicto. Artículo 16º.- Acatar los Estatutos y demás normas del Colegio de Profesores de Venezuela. Artículo 17º.- No obtener ventajas o canonjías cuando ejerza cargos públicos o cargos directivos gremiales. Artículo 18º.- Guardar consideración hacia sus superiores jerárquicos. Artículo 19º.- Ocurrir al órgano del Colegio de Profesores correspondiente cuando se considere lesionado en sus derechos gremiales. Artículo 20º.- Estimular a los Profesores no colegiados para que se afilien al gremio. Artículo 21º.- Luchar por la unidad del magisterio por encima de banderías políticas o religiosas. Artículo 22º.- Participar con entusiasmo en todas las actividades que propicie y desarrolle el Colegio de Profesores. Artículo 23º.- Fortalecer el respeto mutuo, trato cordial y racional tolerancia con sus colegas. Artículo 24º.- Colaborar con sus colegas en las medidas de sus posibilidades, en todo cuanto demanden de él para el mejor ejercicio profesional. Artículo 25º.- Ofrecer sus conocimientos y experiencias para el mejoramiento institucional del Colegio de Profesores. Artículo 26º.- Combatir y denunciar las desviaciones de carácter sindical y gremial. Artículo 27º.- Exigir la más absoluta pulcritud en el manejo patrimonial del gremio por parte de sus directivos. Artículo 28º.- Exigir del Colegio de Profesores una mayor y audaz participación para mejorar la calidad de la educación venezolana.
Capítulo III De los deberes del profesor frente a la comunidad Artículo 29º.- Propiciar y estimular acciones tendientes a lograr la justicia social. Artículo 30º.- Proponer y realizar acciones que conduzcan a lograr una mayor igualdad entre los venezolanos. Artículo 31º.- Denunciar y combatir la corrupción en todas sus manifestaciones. Artículo 32º.- Proponer y realizar acciones para los cambios que rápidamente requiere Venezuela para su desarrollo integral. Artículo 33º.- Combatir la usura con todos los medios a su alcance. Artículo 34º.- Participar con entusiasmo en las actividades que desarrollen las juntas de vecinos. Artículo 35º.- Luchar denodadamente a favor de la paz. Artículo 36º.- Estimular la convivencia social, fomentando la organización de cooperativas y demás instituciones destinadas a mejorar la economía popular. Artículo 37º.- Proteger a la familia como célula fundamental de la sociedad. Artículo 38º.- trabajar intensamente por la protección del menor y evitar el abandono de la infancia. Artículo 39º.- Propiciar la participación de la comunidad en la toma de decisiones locales. Artículo 40º.- Desarrollar en el individuo una conciencia de responsabilidad ciudadana en la conservación del medio ambiente. Artículo 41º.- Denunciar y combatir los monopolios. Artículo 42º.- Fomentar la cultura en sus diversas manifestaciones. Artículo 43º.- Propagar el trabajo como único medio para la superación de los pueblos. Artículo 44º.- Combatir todo tipo de pesimismo. Artículo 45º.- Propiciar la disciplina y la puntualidad en los integrantes de la comunidad. Artículo 46º.- Sugerir y propagar las mejores costumbres en la comunidad donde se desenvuelve.
Capítulo IV De los deberes del profesor como docente Son deberes del Profesor: Artículo 47º.- Poner dedicación y constancia en sus tareas educativas y cumplir cabalmente con las funciones inherentes a su cargo. Artículo 48º.- Tratar a sus alumnos sin discriminaciones de ninguna naturaleza. Artículo 49º.- Propiciar y defender niveles de excelencia en la formación educativa de sus alumnos. Artículo 50º.- Atender, hasta donde le sea posible, las diferencias individuales de sus alumnos. Artículo 51º.- Propiciar la formación integral de los estudiantes. Artículo 52º.- Estimular el pensamiento reflexivo, la actitud crítica, la conciencia ética y la formación de hábitos de estudio. Artículo 53º.- Combatir la rutina escolar. Artículo 54º.- Estimular a los alumnos para la discusión libre. Artículo 55º.- Rechazar todo tipo de autoritarismo en las relaciones con sus alumnos. Artículo 56º.- Evitar la improvisación y el empirismo. Artículo 57º.- Propiciar el acatamiento a las leyes. Artículo 58º.- Fomentar el amor y respeto al trabajo. Artículo 59º.- Participar plenamente en las actividades extra – cátedra que contribuyan al crecimiento y proyección de la Institución. Artículo 60º.- Evitar la pasividad durante el desarrollo de sus actividades educativas. Artículo 61º.- Combatir el conformismo en sus alumnos. Artículo 62º.- Inculcar en sus alumnos el espíritu de superación constante y hacer todo cuanto lícitamente sea posible para vencer obstáculos. Artículo 63º.- Incitar a sus alumnos para que sean formales en el cumplimiento del deber y decididos para reclamar sus derechos. Artículo 64º.- Combatir la anarquía y el individualismo en sus diversas manifestaciones. Artículo 65º.- Crear conciencia acerca de que por encima de los intereses personales están los de la colectividad. Artículo 66º.- Despertar en los alumnos la conciencia para que luchen denodadamente en la solución de los problemas que afectan a su núcleo familiar y a la comunidad donde se desenvuelve.
Capítulo V De las normas disciplinarias Artículo 67º.- Las faltas de la ética cometidas por ignorancia, negligencia, impericia o mala fe, debidamente comprobadas, serán objeto de sanciones por parte del Tribunal Disciplinario del Colegio de Profesores de Venezuela. Sin perjuicio de las sanciones establecidas por las Leyes correspondientes.
Capítulo VI Disposiciones finales Artículo 68º.- Salvo disposiciones expresas de las Leyes que rijan la materia, las acciones disciplinarias prescriben a los seis meses, contados desde el día en que se perpetró el hecho o el último acto constitutivo de la falta. Artículo 69º.- Las normas de este Código sólo podrán ser modificadas por la Convención del Colegio de Profesores de Venezuela. Artículo 70º.- Este Código entrará en vigencia a los 29 días del mes de Junio en Caracas, de 1988. Dado, firmado y refrendado en la ciudad de Caracas, sede de la Convención Extraordinaria del Colegio de Profesores de Venezuela, a los veintinueve días del mes de junio de mil novecientos noventa y ocho. Hoy nos inquieta y nos preocupa la controversia planteada sobre la discusión y finalmente promulgación de una Ley de Contenido que "regule" la libertad de expresión y la censura en los medios de comunicación.
Autor:
Enrique Estrella
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