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Ernest Hemingway y la generación perdida. Un ensayo sobre Paris era una fiesta (página 2)

Enviado por catb64


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En Ernest Hemingway y su mundo, Anthony Burgess nos habla ampliamente de esta obra: "París era una fiesta, los apuntes de París creados que, después de un montón de paciente moldear y limar, emergieron como una especie de autobiografía de los años de aprendizaje literario, aparecieron en 1964. La connotación religiosa del título es tan apta como la de The Sun Also Rises. El joven Hemingway y sus amigos están hambrientos y son lo bastante pobres como para ver cualquier comida como un sacramento; la fiesta de fe y esperanza (aunque no mucha caridad) que es la vie de Bohéme de los años veinte pasó de verdad y, conservada en la memoria, puede volver a suceder una y otra vez como una potente liturgia, revivificadora de un presente que, paradójicamente, está bien alimentado, pero vacío de elementos nutritivos. Hemingway no envuelve aquellos días con un indiscriminado velo de afecto: recuerda ciertos personajes con un desagrado sin paliativos y una cruel expresión verbal: los ojos de Wyndham Lewis son los de un "violador fracasado" (Lewis escribió un ensayo sarcástico sobre Hemingway, haciéndole aparecer como un "buey estúpido"), Ford Madox Ford es un "bien vestido tonel ambulante puesto en pie", Gertrude Stein "era endiabladamente encantadora hasta que se volvió ambiciosa," (6)

Datos técnicos de la obra

El libro está compuesto por veinte capítulos, que pueden leerse de manera independiente, como relatos, ya que no necesariamente hay una secuencia en la trama, son como flashbacks, que como en una película se van presentando continuamente.

Hay una nota de la que ya hemos hablado, firmada por (M.H.) Mary Hemingway. Un prefacio escrito por Hemingway en San Francisco de Paula, Cuba, 1960, en la que hace una advertencia al lector: "Si el lector lo prefiere, puede considerar el libro como obra de ficción. Pero siempre cabe la posibilidad que un libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que fueron antes contadas como hechos." (p.11.).

En la biografía escrita por Norberto Fuentes Hemingway en Cuba, hay una información importante, sobre una anotación que hizo Hemingway que podría considerarse el origen de lo que sería París era una fiesta: "Hemingway cubrió con los signos de su estilográfica una parte considerable de un ejemplar de Wuthering Heights. Es la anotación inicial del libro de remembranzas parisinas de Hemingway, que tiene el titulo aquí de "The Lean and Lovely Years". Se convertiría después en A Moveable Feast (París era una fiesta). Hemingway comenzó esta obra en Finca Vigía entre el otoño de 1957 y la primavera de 1958. Disponía de un primer boceto, escrito en mayo de 1956, sobre una etapa inicial de su amistad con Scott Fitzgerald." (7)

El relato del viaje a Lyon es uno de los mejores momentos de París era una fiesta. Hemingway le había confirmado previamente a Fitzgerald que viajarían juntos en el tren. Este era un hombre olvidadizo y Hemingway se vio solo y casi sin dinero en un vagón de ferrocarril. The Three Mountains Press es el nombre de la editora que publicó la primera edición de In Our Time, en 1924. La denominación alude a los tres montes de la capital francesa. Y en las anotaciones que hizo en el ejemplar del libro muestran que Hemingway pensaba incluir en su libro de memorias, un capítulo que hablara de sus primeras publicaciones en París.

Editorial que publicó la primera edición.

En la bibliografía del Barron's simplicied approach to Hemingway, preparada por Donald Heiney se hace referencia a la primera edición de París era una fiesta: " A Moveable Feast. (Memoirs). New York, Charles Scribner's Sons, 1964.

Tema de la obra.

En el prólogo de París era una fiesta, escrito por Vargas Llosa en Londres, el 23 de junio de 1987, se nos habla del tema e importancia de este libro:

"Más que una evocación nostálgica de la juventud, el libro es una invocación mágica, un esfuerzo inconsciente para, retornando mediante la memoria y la palabra al apogeo de su vida, el momento de mayor empuje y fuerza creativa, recuperar aquella energía y lucidez que ahora lo están abandonando de prisa. Y el libro es también un desquite póstumo, un arreglo de cuentas con viejos compañeros de vocación y de bohemia." (8)

Pero el mejor juicio sobre París era una fiesta lo hace Fernando Quiñones, en Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid): "Diario de escritor, de sus problemas humanos y estilísticos, al tiempo que crónica de un tiempo y de una generación realmente irrepetibles, este París-fiesta de Ernest Hemingway alinea en sus páginas suscitaciones tan directas cuanto ilustrativas de una Gertrude Stein, de un Ezra Pound, de un Scott Fitzgerald, de un Evan Shipman, de un Wyndham Lewis o de un Ford Madox Ford, junto a esa delicada trama, quizá involuntariamente novelesca, que supone una conducta de semejante vitalidad en sus días más vigorosos y rotundos, año a año y, en muchos pasajes, casi hora a hora reseñada. Un París, ese París cruel y adorable, íntimo y multitudinario, poblado por la extraordinaria fauna de la "lost generation" y sus precursores fue la idea de juventud para Hemingway. (…) Ese París es el protagonista de este vivaz libro-testamento tan autobiográfico como de ficción, tan entremezclado, como la vida misma, de realidad, deseo y remembranza." (9)

INTRODUCCION

El siguiente trabajo tiene como finalidad, demostrar que los años que van de l921 a 1926 en París, son decisivos para la formación de Ernest Hemingway como escritor. Estas experiencias son relatadas en el libro póstumo París era una fiesta (1964), el cual será nuestro objeto de estudio y guía.

Al final de su vida, Hemingway sintió la necesidad de volcar en un libro sus primeros años de escritor y artista "cuando era muy pobre y muy feliz", junto a su hermosa esposa Hadley y su hijo "Bumby" .Años en que no sentía la corrupción de su talento, años importantísimos donde conoció a la flor y nata de los expatriados norteamericanos, quienes ejercieron una influencia decisiva en su vida y obra.

París de los años veinte. Un lugar hecho para vivir como artista. El sueño de todo joven escritor de la época, donde se reunían escritores de la talla de Joyce o Pound. Con los que podía encontrarse en cualquier momento, y tomarse una copa. Es allí donde se reúne el grueso de los escritores que Gertrude Stein bautizó como "la generación perdida".

"Era el universo de donde emergían en direcciones totalmente opuestas y a veces discutibles Ezra Pound, Ford Madox Ford, William Carlos Williams y tantos otros que debían constituir durante treinta años el grupo de exploradores de la vida literaria americana, en especial el grupo de la Trasatlantic Review, publicada en París y que el mismo Hemingway dirigirá por algún tiempo. Se encuentran personajes tan pintorescos como los esposos editores Jolas, Bill Cody nieto de Búffalo Bill, que haría la carrera de la diplomacia, y un cierto número de bohemios más o menos procedentes de los dos continentes, extensamente descritos cuarenta años más tarde en París era una fiesta. La obra póstuma de Hemingway" (1)

Pero ¿qué intentaba Hemingway con este libro?. No podemos decir que sea una novela, porque falta la cohesión necesaria entre las partes, tampoco es una autobiografía, porque falta el rigor necesario en los datos que utiliza. Pero, eso qué importa, porque en este libro encontramos de manera sencilla, lo que tiene de privilegio y de esclavitud una vocación.

Hemingway recuerda a sus compañeros de generación, como por ejemplo Scott Fitzgerald, Ford Madox Ford, Ezra Pound, quienes le muestran de manera indirecta, todas las tentaciones que debe evitar. París era una fiesta describe también el "entrenamiento" que se impuso Hemingway para convertirse en escritor. "Se encerraba en su mutismo cuando le era indispensable, se sentaba frente a su Corona y fortalecido por el amor de Hadley y su alegría parisina, elegía con método y paciencia ser un escritor sin trampa ni mentira."(2)

En el capitulo 10, "Nace una Nueva Escuela", Hemingway habla de este "entrenamiento": "El instrumental necesario se reducía a las libretas de lomo azul, a los dos lápices y el sacapuntas (afilando el lápiz con un cortaplumas se echa a perder demasiada madera), a los veladores de mármol, y al olor a mañana temprana y buena suerte".(3)

Hemingway estaba escribiendo un cuento que se desarrollaba en Michigan. Pero lo que no lograba soportar eran las interrupciones, y después que le costaba tanto llegar al bosque de Michigan, y sentir el sudor en la frente y la espalda, y el peso de la mochila en ambos hombros. "A eso se le llama trasplantarse". Puede sustraerse y olvidar la conversación de un inoportuno charlatán. Después de convertir en critico al molesto visitante del café donde escribe, prefiere quedarse al día siguiente en su casa, y levantarse temprano.

Se encuentra con el pintor Pascín en el Dôme, y después de un agradable encuentro con dos chicas, y de rechazar una invitación, piensa que hay personas que bromean con la vida, porque tienen las simientes mejor cubiertas que otros, un nuevo aprendizaje a cada momento y con cada persona que encuentra.

Frederick Hoffman en La Novela Moderna en Norteamérica dice: En 1903, Gertrude Stein se estableció en Francia: era el primero de los expatriados del siglo veinte. The Autobiography of Alice B. Toklas (1933) es la crónica que escribió Miss Stein de los primeros treinta años de esa vida y de la impresión que produjo sobre cierto número de jóvenes americanos que acostumbraban a visitarla en su casa del 27 de la rue de Fleurus." (4) Lugar que sería inmortalizado y descrito tiempo después en París era una fiesta.

Es importante recordar el momento histórico en el que se produce este fenómeno literario. Marc Saporta en su estudio sobre la novela norteamericana nos ofrece un resumen de la formación de la "generación perdida": "Entre 1920 y 1930 en América, tiene lugar la era de la prosperidad. La Industria conocía una expansión que bien podía hacer perder la cabeza a los más sabios; los tabúes victorianos cedían bajo el empuje de una juventud ávida mientras que, al otro lado de la barricada, los círculos neo-puritanos triunfantes habían hecho votar la ley sobre la prohibición del alcohol -primera contradicción-; pero el dinero corría a chorros, los hombres de negocios nadaban en la euforia, se producía, se construía, no se veían límites a la expansión económica en un país en el que la 'búsqueda de la felicidad' era más que nunca un derecho constitucional para una masa de privilegiados que formaban, a pesar de todo, una parte sustancial de la población.

En medio de este frenesí, a causa precisamente de este frenesí quizás , algunos adolescentes prolongados, empujados por este eterno espíritu de contradicción de la juventud, se sentían asfixiados, sumergidos."(5)

John Brown en su Panorama de la literatura norteamericana contemporánea, analiza el fenómeno de los expatriados de esta manera: "La primera guerra mundial, las experiencias de los jóvenes americanos movilizados en Europa descritas por las novelas de guerra de Hemingway y de Dos Passos (y por The Enormous Room, de Cummings), estimularon el movimiento de los escritores "expatriados" que durante los años 1920 y 1930 dominó la literatura americana. En aquel momento Montparnasse se convirtió en la capital literaria de los Estados Unidos, y el american abroad fue un personaje clave de nuestras novelas. El Dôme y la Rotonda fueron la meca de una mitología nacional artística, y también la última etapa de la vida bohemia.

Rebelados contra la filosofía de la época de Harding y de Coolidge, irritados por las coerciones de la moral puritana, rebaños de genios en agraz se instalaron en la ribera izquierda en busca de libertad de expresión, de aventuras intelectuales y de 'pensiones "baratas." (6)

Continuando con el análisis del fenómeno, André LeVot dirá lo siguiente en su biografía sobre uno de los miembros de la "generación perdida", Scott Fitzgerald: "Y así, como espectadores de lo ajeno, como consumidores de lo insólito, como enamorados de la diferencia, siguieron viviendo aquellos hombres, después de breves tentativas para readaptarse a las normas americanas. (Tal como le sucede al soldado Krebs, de "Soldier"s Home") Las grandes ciudades europeas, y París en particular, les ofrecieron una libertad, un estímulo e infinitas posibilidades de contactos que convirtieron a Main Street en habitable. Gracias a las tarifas de cambio del dólar, la desocupación, el derecho a la pereza y al ensueño, el ocio propicio a la creación y tantas otras cosas podían perpetuarse, transformarse en un estilo de vida. El aumento de las cotizaciones precipitó la inmigración de los intelectuales: en septiembre de 1919 se cambia un dólar por ocho francos; un año después, el dólar vale quince francos; en julio de 1925 llega a los veinticinco francos y, tras un descenso con ocasi6n de la crisis financiera de 1926, se estabilizará alrededor de los veinticinco francos hasta 1932.

Es así como Montparnasse se convierte en la capital artística e intelectual de una nueva bohemía dorada que puede vivir holgadamente gracias a unos ingresos mínimos que, en los Estados Unidos, habrían significado la pobreza." (7)

Marc Saporta concluye: "El Montparnasse de 1920 ofrecía a causa del destierro, un laboratorio más interesante que Greenwích Village y se organizó un ir y venir entre la orilla izquierda del Sena y el bajo Manhattan.

A dos pasos del Dôme, Gertrude Stein podía ofrecer a estas vocaciones del errar un semblante de puerto y una enseñanzas. Hasta entonces no se habían preocupado mucho -y con motivo- de procedimientos literarios en el seno de esta juventud turbulenta y desamparada." (8)

Ernest Hemingway, uno de los más importantes de la "generación perdida", hizo su aprendizaje en París. No deja de ser extraño que un hombre cuya vida había estado consagrada a la aventura, la cacería en África, las corridas de toros en España, la pesca de altura en Key West y en Cuba, viviera en su juventud una vida más bien consagrada al arte, virtuosa y disciplinada, en París.

Después de haber participado en el primer gran conflicto mundial, como conductor de ambulancias, y haber sido herido en el frente, y haber tenido un romance en el hospital donde se recuperaba de sus heridas, este joven veterano vuelve a los Estados Unidos, y desengañado de los valores que antes lo habían llevado a la guerra, decide convertirse en reportero, lo más cercano a un escritor.

En 1920 trabaja como periodista en Toronto (Star Weekly) y en Chicago (Chicago Tribune). Vive mal, es un perfecto desconocido y nada hacía prever en él, a un futuro Premio Nobel. El joven reportero se enamora de Hadley Richardson, descubre que la vida le ofrece otras alternativas y que puede convertirse en escritor, piensa que en Europa puede hacerlo y decide que Italia es un buen lugar para comenzar.

Pero conoce a Sherwood Anderson, quien le persuade de ir a París, y de presentarse a Gertrude Stein, que lo puede guiar para que se convierta en escritor.

En septiembre de 1921 se casa con Hadley Richardson. Viaja con ella a París, llevando una carta de recomendación de Sherwood Anderson -a quien podemos considerar su primer maestro- para Gertrude Stein, la mejor profesora que un joven escritor podría desear.

Gracias a Gertrude Stein en 1922, Hemingway se relaciona con varios escritores que residen en París: Ezra Pound, el erudito poeta que con su estilo algo extravagante y muy particular , se convierte en otro de los iniciadores de Hemingway al ofrecerle nuevas perspectivas para comprender la literatura de su tiempo y ayudó a tallar el estilo clásico de Hemingway. Ford Madox Ford, amigo y secretario de Conrad, que le dio la responsabilidad de una revista literaria tan importante como Trasatlantic Review, a pesar de aparecer con una imagen muy deteriorada en París era una fiesta. James Joyce, que representó el ideal del artista que se debía seguir contra toda prueba. Y Francis Scott Fitzgerald, quien habría de proclamarse el descubridor del talento de Hemingway, como el nuevo profeta de esa generación.

Hemingway sin embargo sigue trabajando como corresponsal del Star Weekly. Viaja por Alemania, Italia, Grecia y Suiza. Lo que da al joven escritor una perspectiva más amplia de Europa y el mundo.

En 1923 publica seis relatos cortos en el número 9 de Little Review de abril, lo que será después las miniaturas de I al VI en in our time. En julio, a los 24 años, aparece su primer libro, Three Stories and ten poems (Tres cuentos y diez poemas). publicado en París por Contact Publishing Company en una edición de 300 ejemplares, de la cual Edmund Wilson hará una critica que será su primer espaldarazo como escritor profesional. Y en octubre otro acontecimiento importante sucede en la vida de Hemingway; se convierte en padre, nace John Hadley Nicanor, su primer hijo.

En el año 1924 aparece in our time (en nuestro tiempo) 32 páginas de viñetas publicadas por Three Mountains Press de París en una edición de 170 ejemplares. En el mes de abril de este año, publica con el título de Work in Progress (Obra en Marcha) al estilo de Joyce, el cuento "Campamento Indio" en la Trasatlantic Review, En diciembre publica el cuento "El médico y su mujer" también en Trasatlantic Review, y el cuento "El señor y la señora Eliot" en la Little Review.

En enero de 1925 publica el cuento "Cross-country en la nieve" cuyo tema son los deportes de invierno, y está lleno de acciones rápidas, en la Trasatlantic Review. En mayo publica su cuento más largo "El río de los dos corazones" en This Quarter y el cuento "El regreso del soldado" en Contact collection of contemporary writers, en París.

En agosto publica "El invicto", en la revista alemana Querschnitt, recibiendo por primera vez en su carrera dinero como pago de un texto. En octubre aparece la primera edición norteamericana (Boni y Liberight) de un libro suyo: In Our Time, recoge las viñetas editadas en el libro del mismo título (pero en minúsculas) publicado en París, intercaladas entre cada uno de los 14 cuentos recogidos por primera vez en el volumen.

En mayo de 1926 se publica Torrents of Spring (Torrentes de primavera), pastiche al "estilo" Sherwood Anderson, escrito, según Hemingway, para ser rechazado por Boni y Liberight y lograr su aceptación por Scribnerls Sons -editores de Scott Fitzgerald- que editará, a partir de esta, toda su obra.

En julio aparece "Un cuento trivial" en Little Review, Y en octubre, una de sus obras más importantes, The Sun Also Rises (Fiesta), publicado con gran éxito de público y crítica. Después de divorciarse de Hadley Richardson se casa con Pauline Pfeiffer.

Hemos querido delimitar nuestra investigación hasta el año 1926, ya que a partir de la publicación de The Sun Also Rises (Fiesta). Hemingway se convierte en una figura pública de prestigio, se hace famoso y comienza una nueva etapa en su vida, la de hombre de acción y aventura a toda prueba, además de que abandona París, se casa con otra mujer y cambia de estilo de vida. Pasa de ser el escritor pobre y desconocido, al rico autor -gracias al dinero de su segunda mujer y a la fama que le dan sus libros y aventuras por todo el mundo- su vida de allí en adelante es mejor conocida y las revistas lo convierten en un mito viviente, los años parisinos han quedado atrás y el aventurero toma el lugar del joven artista.

Tal vez por eso Hemingway, al final de su vida hace un balance y se da cuenta que lo mejor que le ha sucedido en toda su agitada existencia fue la época que vivió en París, cuando aún no se había corrompido por la fama y el dinero, cuando el amor que sentía era verdadero, cuando lo que escribía era en base a un principio artístico sólido, y no para complacer al público o a una corriente política.

Sabemos que Hemingway rememoró esos años, de una manera superficial en otras obras, por ejemplo Las Nieves del Kilimanjaro, donde el escritor Harry, recuerda sus años parisinos, y no había sido corrompido por los ricos y por una hermosa pero destructiva mujer; o en Islas en el Golfo, donde el pintor Thomas Hudson recuerda sus primeros años como pintor y sus experiencias con su primera mujer y su hijo, donde podemos darnos cuenta de que lo que narra Thomas Hudson no es más que las transposiciones que hace de las vivencias del joven Hemingway en París.

Recordemos uno de sus libros de "no ficción", Las verdes colinas de Africa, en el cual el narrador que no es más que el mismo Hemingway, recuerda en una conversación los años que vivió en París, sus primeras publicaciones y la paga de sus primeros trabajos publicados en Alemania.

¿Por qué entonces París era una fiesta?. Porque allí están condensados lo mejor de sus recuerdos, sus angustias y alegrías, todo lo que no pudo contar en otras obras, de una manera nostálgica y hermosa, como una serie de anécdotas que nos contara un viejo sabio, sobre lo mejor de su juventud. Su estilo es, por decir lo menos, "puro Hemingway". Sobrio, bien trabajado, muy

bien cincelado y nos muestra cómo un libro semi autobiográfico, que puede tomarse como una ficción, o como un libro de memorias, no cae en sentimentalismos ni en "lamentos" por la juventud que se ha perdido.

Nuestro objetivo, es aproximarnos a los primeros años de un gran escritor, años de aprendizaje y formación cultural, social y existencial, pero vistos desde la perspectiva de un hombre que ya ha probado todo lo que puede ofrecerle la vida. Años que se desarrollaron antes del "Crack" del 29, cuando podía vivirse con muy poco dinero y no preocuparse por el mañana.

París era una fiesta, es como Hemingway, sencillo y a la vez profundo. Un ejemplo típico de su famosa teoría del Iceberg, donde se adivinan muchas cosas en el fondo, pero se muestran pocas en la superficie. Recordemos que en el prefacio de París era una fiesta, Hemingway advierte que muchos lugares, personas, observaciones e impresiones no han entrado en el libro, porque son la base del Iceberg. "No se encontrará mención del Stade Anastasie, donde los boxeadores servían de camareros a las mesas entre los árboles, y el ring estaba en el jardín. Ni de los entrenamientos con Larry Gains, ni de los grandes combates a veinte asaltos en el Cirque d'Hiver. Ni de buenos amigos como fueron Charlie Sweeny, Bill Bird y Mike Strater, ni de André Masson ni de Miró. No se dice palabra de nuestros viajes a la Selva Negra, ni de las exploraciones de un día por los bosques que tanto nos gustaban, alrededor de París." (P.11.)

¿Por qué tantas omisiones en un libro que trata de rescatar lo mejor de los años de juventud?. Hemingway era un escritor de mucho oficio y no quiso repetirse, o por lo que ya sabemos sobre su teoría del Iceberg, todo lo que se omitió es para otorgarle al relato la profundidad necesaria, la fuerza y la serenidad que debe poseer un Iceberg para mantenerse a flote y desplazarse con sencillez y lentitud.

París era una fiesta, nos quiere mostrar los momentos más importantes y trascendentes de esa Moveable Feast que era el París de los años 20, donde había que tener "una buena y severa disciplina" para no dejarse atrapar por el torbellino de situaciones y personas que se sucedían a diario.

"París es, finalmente, el lugar de una centralizaciónmoda y eficaz: la vida intelectual norteamericana se desparrama, se dispersa a través de los distintos Estados, de una a otra costa, de Florida a California. La vida literaria francesa se desarrolla principalmente entre el boulevard Raspail y el boulevard Saint-Michel.

La excitación nace allí de los encuentros infinitamente diversos que sin duda multiplican la exigüidad de este territorio…Constantemente vivo, el pasado se mezcla al presente sin esfuerzo: se posee así, al mismo tiempo que los recuerdos propios, a la Historia entera y a las gentes que la hicieron. Porque 'París nos pertenece', como dice Hemingway, nosotros también le pertenecemos a ella. Y es necesario pertenecer, estar enraizado. Las más vivas aspiraciones norteamericanas tienden a esta exigencia y esa es justamente la recompensa que París puede otorgar y de la que nace una auténtica felicidad." (9)

Hemingway trabajó a conciencia este libro, que comenzó en Cuba en el otoño de 1957, continuó trabajándolo en Ketchum (Idaho) en el invierno de 1958-59, se lo llevó a España en 1959 y lo terminó en la primavera de 1960 en Cuba. Cuatro anos de trabajo dieron como resultado, el último libro de importancia de Hemingway, después de El viejo y el mar (1952).

Vayamos pues al París de los años 20, descrito magistralmente por Hemingway y acompañemos a ese joven que intenta convertirse en escritor contra viento y marea, a pesar del mal tiempo que hay en el Café en la Place Saint-Michel, y comencemos esa fiesta compartida que, como dice Vargas Llosa, es la literatura.

I. ¿Una generacion perdida o ganada para la posteridad?

Une génération perdue.

Después de haber llegado con las cartas de recomendación para Gertrude Stein en marzo de 1922, Hemingway había descubierto un tesoro; la amistad y los consejos de la corpulenta mujer. En el 27 de la rue de Fleurus el joven aprendiz encontró un buen lugar donde pasar las tardes, y aprender de la conversación de Miss Stein. Era además un lugar para descansar después de los viajes que hacía para cubrir algún evento para el periódico en el que trabajaba; el Toronto Star.

Para Miss Stein, el joven mostraba un admirable talento para la observación, y madera para ser un buen escritor. Por eso asume el papel de guía o "profesora" del joven "Hem". Este a su vez le profesa gran admiración y respeto. Acepta sin chistar todas las recomendaciones que en materia de estilo y técnica ofrece Miss Stein.

Esta relación de admiración, consejos y aprendizaje, porque ella le introduce en el mundo de las corridas de toros, en las que el discípulo resaltará como "aficionado", fue muy importante. Hemingway terminará convirtiéndose , en un experto con un tratado taurino llamado Muerte en la tarde. Miss Stein revisa además sus primeros manuscritos y lo aconseja para que deje el periodismo.

En el capítulo 2 de París era una fiesta: "Miss Stein da enseñanza, Hemingway y su esposa, invitan a la Sra. Stein a su pequeño departamento. Hemingway muestra lo que ha escrito y Miss Stein aprueba todo lo que le enseña salvo el cuento que se titula "Allá en el Michigan", que pasará a formar parte de su primer libro Tres cuentos y diez poemas.

El cuento le parece bueno, pero es inaccrochable, es decir que por ser tan crudo, no puede ser publicado en una revista, o colgado como un cuadro. Hemingway le responde que lo que quiere es emplear las palabras que las personas utilizan en la realidad.

Hemingway acepta y piensa que debe meterse en la cabeza no escribir cuentos inaccrochables y aprende la enseñanza de Miss Stein a regañadientes pero sin discutir. Como buen alumno más le interesaba escuchar que hablar.

Hemingway era un gran lector: Aldous Huxley, D.H. Lawrence, cualquier libro nuevo que encontraba en las ventas de libros usados, o en la librería "Shakespeare & Co." de Sylvia Beach. Pero Miss Stein vuelve al ataque y dice que Huxley es un cadáver. D.H. Lawrence es sentimental e insensato y risible, además de tener un estilo enfermo. Su recomendación: leer a Marie Belloc Lowndes.

Pero no todos los gustos y consejos de Miss Stein eran aceptados por Hemingway. Discutían sobre la calidad de los trabajos de Sherwood Anderson, otra de las influencias importantes en Hemingway, de la que pretendió librarse en la parodia Torrentes de primavera, motivo por el cual la "profesora" y el "alumno" se enojaron profundamente, porque Hemingway satiriza el estilo de Anderson y el de ella misma.

La Sra. Stein también estaba furiosa con Ezra Pound por romper una silla que le ofrecieron en alguna de sus visitas al 27 rue de Fleurus. Hemingway, sin embargo, era consciente de que por semejante estupidez no se podía despreciar a Pound, "un gran poeta y un hombre cordial".

Hemingway marchó al Canadá en 1923, y cuando estuvo de vuelta en París en enero de 1924, se instaló en la rue Notre-Dame-des-Champs; la amistad con Miss Stein todavía se mantenía, fue en esa época cuando surgi6 el famoso comentario de la "generación perdida", que bautizó a toda una escuela de escritores norteamericanos.

La anécdota viene del día en que Miss Stein tuvo problemas con un viejo Ford T, al ser supuestamente mal atendida por un joven mecánico que era veterano de guerra, la Sra. Stein se quejó con el dueño del taller. Se decidió que aquel joven no era sérieux, y el jefe le riñó severamente al muchacho gracias a la queja de Miss Stein.

El patrón dijo: "Todos vosotros sois une génération perdue". A Miss Stein le pareció magnífico el calificativo y se lo repitió a Hemingway. "Eso es lo que son ustedes. Todos los jóvenes que sirvieron en la guerra. Son una generación perdida". Hemingway se molesta por ello, y le pregunta la raz6n de que los califique de esa manera. "Lo son. No le tienen respeto a nada. Se emborrachan hasta matarse." "¿Usted me ha visto alguna vez borracho?" pregunta Hemingway algo molesto. "A veces me he emborrachado. Pero no la visito a usted cuando estoy borracho". Remata diciendo: "El patrón de ese muchacho estaba probablemente borracho a las once de la mañana. Así le salen de hermosas las frases." dictamina Hemingway. Miss Stein sentencia: No me discuta, Hemingway. No le hace ningún favor. Todos ustedes son una generación perdida, exactamente como lo dijo el del garage."

Sin darse cuenta Miss Stein también le estaba dando a Hemingway la idea para su primera novela, The Sun Also Rises. Puso las palabras del dueño del taller, referidas por Miss Stein como epígrafe de su primera novela, equilibradas con una cita del Eclesiastés. "Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece…Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta…El viento sopla hacia el sur, y rodea el norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo… Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo". ¿Por qué?.

Después de aquella discusión, Hemingway , camino a su casa, pensó en el muchacho del garaje y se sintió al igual que el joven, lo comprendió, ya que Hemingway fue herido en la guerra, y manejó aquellos automóviles Ford T convertidos en ambulancias. Recordó cómo esos terribles y arcaicos vehículos perdían los frenos bajando por las carreteras de montaña con toda una carga de heridos, tal como lo relataría después en su novela Adiós a las Armas, donde el teniente-conductor de ambulancias, lanzaba esos anticuados camiones por barrancos, ya que no podían dar marcha atrás o perdían los frenos, y era imposible y sumamente peligroso seguir conduciéndolos.

Estos recuerdos de Hemingway son ampliamente desarrollados, y por eso logra comprender al joven mecánico, quien decepcionado al igual que él de los viejos valores ya no toma muy en serio las cosas que hace , porque lo que quiere es olvidar lo vivido en la guerra.

Hemingway pensó en Miss Stein y en Sherwood Anderson, "sus maestros" y en lo que significan el egoísmo y la pereza mental. Recordemos que a la Sra. Stein le desagradaba el trabajo de corregir y retocar las cosas que escribía y que ambos escritores no tenían la disciplina que él se imponía diariamente frente a la máquina de escribir, y concluye: "¿quién trata a quién de generación perdida?".

Piensa que todas las generaciones se pierden por algo y siempre se han perdido y siempre se perderán. Por eso coloca el fragmento del Eclesiastés en su novela The Sun Also Rises (Fiesta), y al observar la estatua del Mariscal Ney blandiendo su espada reafirma lo que ha pensado acerca de que todas las generaciones se pierden; se sienta en la Closerie para acompañar a la estatua de un héroe de una generación que también se había perdido, que está como símbolo de ese descubrimiento que ha hecho; se toma una cerveza muy fría antes de volver a casa, tal vez para enfriar también sus pensamientos.

Recuerda a Miss Stein como una buena amiga. "Pero al cuerno con sus sermones de generación perdida y con toda la porquería de etiquetas que cualquiera puede ir por ahí pegando".

Hemingway vuelve a su casa, encuentra a su mujer y a su hijo contentos y con fuego en la chimenea, comenta con su mujer la nueva sabiduría que ha adquirido, la de no creer en todo lo que dicen "sus maestros", en especial Miss Stein, que al fin y al cabo es una buena mujer, "Pero a veces dice la mar de disparates".

Porque, aunque Hemingway se haya resistido a ser catalogado como miembro de la "generación perdida", con su novela The Sun Also Rises, no sólo los había bautizado, sino que además convertido en una Escuela de escritores expatriados.

Para Hemingway, Gertrude Stein, Ezra Pound, Ford Madox Ford, James Joyce eran "los maestros", pero también estaban los escritores de su generación: John Dos Passos, el poeta Archibald Mac Leish, Robert McAlmon, William Carlos Williams, Harold Stearns, John Peale Bishop, y F. Scott Fitzgerald.

Como sabemos todos este grupo de escritores, que en un principio fue catalogado despectivamente como "generación perdida", demostró ser una de las Escuelas o movimientos literarios de los más importantes de la literatura norteamericana contemporánea.

Retratos, bocetos y caricaturas.

Lugares y personas.

Recordemos que Hemingway nos ha advertido en el "Prefacio" de París era una fiesta, que "Por razones que al autor le bastan, a muchos lugares, personas, observaciones e impresiones no se les ha dado cabida en este libro. Hay secretos, y hay cosas que todo el mundo sabe y que todo el mundo ha escrito y sin duda volverá a escribir". Han quedado fuera de la narración. tal vez porque no puede definirlos exactamente, porque ha pasado mucho tiempo y por tenerlos borrosos en su memoria, tal vez porque ha hablado de ellos en otros libros, o porque siguiendo su teoría del Iceberg los dejó bajo la superficie para que los adivináramos.

Hemingway actúa como un joven pintor que quiere atrapar con rápidos bocetos todo lo que ve, oye, siente y huele. Quiere condensar con poco trazos, como lo hace Goya en sus dibujos, la fuerza del momento, la impresión que deja cierta persona o lo que esa persona transmite, sin importar que tenga que deformarlo para dar la impresión exacta, aunque esta pueda parecer contradictoria.

De igual manera los paisajes, los ambientes y lugares, son "acomodados" para que sirvan en la composición del cuadro, es decir, para crear un efecto. Hemingway decía que había aprendido a escribir observando la obra de muchos pintores. Por eso tiene la capacidad para describir y mostrar un lugar, utilizando perspectiva, colores, combinándolos para crear una atmósfera adecuada a lo que se cuenta.

Por ejemplo el Café des Amateurs: "Era un café tristón y mala sombra, y allí se agolpaban los borrachos del barrio y yo me guardaba de entrar porque olía a cuerpo sucio y la borrachera olía a ocre."(p.13). En pocos trazos nos muestra, el olor, la iluminación, el ambiente. "Había anuncios de aperitivos con nombres raros, pero casi nadie era bastante rico,(…)" y hasta la situación de los borrachos y poivrottes, que iban allí.

Veamos este pequeño cuadro que pinta de la rue Cardinal Lemoine: "En verano, con todas las ventanas abiertas, oíamos la bomba y el olor era fuerte. Los carros con las cubas iban pintados en marrón y azafrán, (… ) a la luz de la luna, los cilindros con ruedas tras sus caballos parecían cuadros de Braque." Al igual que la descripción que nos está haciendo.

Cuando describe a una persona, el procedimiento de componer es similar. Coloca a la modelo donde le de buena luz, crea una atmósfera y comienza con los pinceles su obra. "Una chica entró en el café y se sentó sola a una mesa junto a la ventana. " Cerca de la ventana para que le de buena iluminación, inmediatamente comienza los esbozos de su modelo. "Era muy linda, de cara fresca como moneda recién acuñada si vamos a suponer que se acuñan monedas en carne suave de cutis fresco de lluvia, y el pelo era negro como ala de cuervo y le daba en la mejilla un limpio corte en diagonal." (p.15). Finaliza el boceto de la hermosa joven, y sabe que aunque no la vea nunca más, ya le pertenece.

A su esposa Hadley la va presentando a través de pequeños esbozos que nos darán finalmente una visión mucho más completa, analizando gestos, movimientos, expresiones de su rostro; "Tenía una cara de modelado suave y los ojos y la sonrisa se le iluminaban ante cada decisión ofrecida, como si fuera un regalo de valor."

Pero así como podía pintar los más hermosos cuadros, dibujar al carboncillo con rapidez y eficacia, podía caricaturizar, deformar y volver irreconocible al personaje que está describiendo. Como lo hace por ejemplo con sus compañeros de generación, Scott Fitzgerald, Sylvia Beach, o con sus "maestros", Ezra Pound, Gertrude Stein o Ford Madox Ford.

Veamos el retrato que hace de Gertrude Stein: "Miss Stein era muy voluminosa, pero no alta, de arquitectura maciza como una labriega. Tenía unos ojos hermosos, y unas facciones rudas, que eran de judía alemana, pero hubieran podido muy bien ser friulanas, y yo tenía la impresión de ver a una campesina del norte de Italia cuando la miraba con sus ropas y su cara expresiva y su fascinador, copioso y vívido cabello de inmigrante, peinado en un moño alto que seguramente no había cambiado desde que era una muchacha." (p.22).

En una entrevista que realiza George Plimpton a Hemingway (1). Esta será la opinión que da el escritor famoso de su vieja maestra: "Miss Stein escribió largo y con notable inexactitud sobre su influencia en mi obra. Le era necesario hacerlo después de aprender a escribir diálogos con un libro llamado Fiesta. Yo la quería mucho y me pareció espléndido que hubiera aprendido a escribir conversaciones. Para mí no era nuevo aprender de todos los que pudiera, vivos o muertos, y no pensé que esto afectaría tan violentamente a Gertrude. Ella ya escribía bien de otras maneras."

"De todos modos es cierto que Hemingway aprendió mucho de ella, que era una buena teórica de la escritura y tenía afición a ser didáctica. Una larga familiaridad con los pintores cubistas había despertado en ella el deseo de utilizar las palabras como ellos utilizaban los colores -por su encanto intrínseco- sin preocuparse demasiado por el contenido." (…) "Hemingway encontró aquí una confirmación de sus propias inclinaciones literarias y se puso a trabajar con entusiasmo. Copió, para un editor, parte del manuscrito de The Making of Americans, labor que debió permitirle hacer un revelamiento de los distintos procedimientos de escritura utilizados por Gertrude Stein." (2)

El siguiente retrato que veremos es el de Ezra Pound, otra de las influencias de Hemingway, además de buen amigo y ejemplo de dedicación artística. Ezra Pound vivía en la rue Notre Dame Des Champs en un estudio muy pobre en comparación, con el de Gertrude Stein. "El de Ezra sólo tenía mucha luz y una estufa para calentarlo, y había pinturas de artistas japoneses amigos suyos".

Comparándose con él mismo, Hemingway veía a Pound como un santo: "(… ) era más bueno que yo, y miraba cristianamente a la gente. Lo que él escribía era tan perfecto cuando se le daba bien, y él era tan sincero en sus errores y estaba tan enamorado de sus teorías falsas, y era tan cariñoso con la gente, (…) quiso que yo le enseñara a boxear, (…) Ezra era muy torpe boxeando, y se imponía objetivos dramáticamente imposibles de alcanzar, como por ejemplo sacar de un empleo bancario a T.S. Elíot, con una asociación benéfica llamada "Bel Esprit", que recogería dinero para ayudar a Eliot a abandonar su empleo en el banco, y dedicarse solamente a escribir poesía. Lógicamente que la idea fracasa y hasta Hemingway gasta lo que había recogido, para apostarlo en las carreras de caballos.

Como podemos ver Hemingway no encuentra muchos méritos en su amigo y maestro, en la entrevista que le hace Plimpton: "Ezra era extremadamente inteligente en los temas que realmente sabía."(3)

Un acertado comentario sobre Pound lo da Georges-Albert Astre: "Ezra, por su parte, era el maestro respetado por todos los vivientes: dieciséis años mayor que Hemingway, jefe de la poesía anglosajona de vanguardia, posaba, según palabras de John Brown, como príncipe de los expatriados, como gran duque de los estetas. Entre 1920 y 1925, este oriundo del Far West con aires de cowboy, dueño de una extravagante cultura que poco debía a la enseñanza oficial, dominaba con su insólito prestigio a los expatriados ingleses y norteamericanos y a todos los incitaba a la aventura del espíritu."(4)

Pero realmente Ezra Pound había colaborado con el trabajo del joven escritor, este poeta y animador del Imaginismo, había adoptado para su trabajo literario las enseñanzas del filósofo Hulme, para quien la poesía no es más que un mosaico de palabras. Como consecuencia se debe usar cada palabra con el máximo de exactitud.

Pound proponía que se escribieran poemas sin ideas, que fueran sobre todo, momentos excepcionales de la sensibilidad, donde había que restituir el instante con toda su fuerza de impacto y evitar las generalidades, las abstracciones verbosas. Ezra Pound como buen maestro revisó lápiz en mano los manuscritos de Hewíngway. "Hizo volar la mayoría de los adjetivos". (5)

Ford Madox Ford tampoco se salva de este tipo de retrato; a pesar de que estuvo a la cabeza de la Trasatlantic Review, una de las grandes revistas de la vida literaria entre los norteamericanos de París y que en general confió plenamente en Hemingway. En París era una fiesta, aparece "espeso, jadeante, repugnante", regularmente obtuso, fatigado y cansado, irascible.

A pesar de ser un buen escritor, y editor de varias publicaciones y amigo personal de Joseph Conrad, Hemingway veía a Ford de una manera caricaturesca y despiadada; "Era Ford Madox Ford, según se hacía llamar entonces, porque desde la guerra había repudiado su apellido alemán de Hueffer. Jadeaba a través de su hirsuto mostacho manchado, y se erguía con rigidez, como si fuera un embudo ambulante, puesto con la punta hacia abajo y bien trajeado. (…) Miró al boulevard con sus ojos de un azul desvaído. Las cejas y las pestañas eran incoloras", el dibujo que presenta Hemingway es como el de un espectro o cadáver. "Yo evitaba mirar a Ford en la medida de lo posible, y siempre retenía mi aliento cuando me encontraba cerca de él en una estancia cerrada, (tal como se hace cuando se está en una funeraria y se ve al muerto maquillado, a través de la ventanilla que cubre la mitad del ataúd) pero aquella tarde estábamos al aire libre, y además las hojas caídas volaban sobre la acera, llegando por mi lado de la mesa y alejándose por el suyo, de modo que le miré francamente. Me arrepentí, y miré a la acera de enfrente. (…) Bebí un sorbo de mi copa para comprobar si la proximidad de Ford le había dado mal sabor, pero todavía estaba pura." (pp.81-82)

A pesar de lo que le provocaba la personalidad de Ford, intentaba soportarlo: "Me esforcé por tener muy presente lo que Ezra Pound había dicho de Ford: que no había que maltratarle nunca, que había que recordar siempre que sólo decía mentiras cuando estaba fatigado, que era un escritor bueno de verdad, y que había sufrido terribles contratiempos conyugales. Me esforcé todo lo que pude por tener presente todo aquello, aunque la pesada y resollante y abyecta vecindad del propio Ford, tan cerca que podía tocarle, lo hacía difícil." (PP.84-85)

F. Scott Fitzgerald, ¿retrato o caricatura?

La relación de Hemingway con Scott Fitzgerald, fue una de las que marcaron con mayor fuerza, la vida y la obra de Hemingway. En sus inicios Scott Fitzgerald fue un escritor brillante y adorado por la juventud norteamericana. Sus obras, con ciertos altibajos se habían vendido muy bien en los Estados Unidos y lo convirtieron en el niño mimado de los años veinte, o "el cronista de la era del jazz". En sus libros This Side of Paradise, The Beautiful and Damned, Flappers and Philosophers, All the sad young men y la más conocida y admirada de sus obras The Great Gatsby, impone una concepción romántica de la vida. Crea un nuevo estilo; en la indumentaria, en el comportamiento y hasta en los sentimientos.

¿Cómo influye Fitzgerald en Hemingway?. Hemingway aún no había escrito su primera novela, intentaba con todas sus fuerzas convertirse en un escritor puro como Joyce, pero solamente había escrito unos cuentos inaccrochables, estaba escribiendo una novela que también había sido censurada por Miss Stein, quien le recomendó que empezara desde el principio y se concentrara.

Para Miss Stein, el joven más importante, y el escritor mejor dotado de toda esa generación era F. Scott Fitzgerald. Tal vez de allí comenzara esta relación de odio y admiración que sentía Hemingway por Fitzgerald.

Scott Fitzgerald simbolizaba todo lo que el joven Hemingway quería conseguir pero no había podido lograr. Vivir de la literatura, ser famoso, vivir la vida de los "ricos", y escribir libros de una calidad excepcional como The Great Gatsby.

Hemingway veía en Fitzgerald un espejo en el cual quería reflejarse, evitando todos los defectos y fisuras que este presentaba. Tal vez por eso vemos que a pesar de haber pasado muchos años, y haber muerto Fitzgerald, Hemingway le dedica tres capítulos de París era una fiesta, más de lo que dedicó a cualquier otro que conociera en esos años.

Los capítulos en los cuales se refiere a Scott Fitzgerald son "Scott Fitzgerald"; "Los gavilanes no comparten nada" donde habla de Zelda, la. mujer de Fitzgerald, la causante de la degeneración progresiva de Fitzgerald, y el más despiadada de todos los retratos que presenta y "Una cuestión de tamaño".

Heminway siempre evitó los males que aquejaban a Fittzgerald aunque sufrió idénticas dificultades. Hemingway decía que Zelda, la mujer de Scott, lo había ido destruyendo lentamente, hasta convertirlo en un borracho inseguro de sí mismo y de su talento. Hemingway lo quiso evitar con su esposa Hadley, hasta llegar al divorcio.

Pero Scott veía a Heminway de manera diferente, como la joven promesa de la literatura anglosajona, como la representación perfecta de dedicación. exclusiva al ideal. artístico, como al joven veterano de guerra que ya sabía, muchas cosas de la vida, que sabía boxear, que era fuerte y rudo, y que tenía un talento excepcional para la literatura.

En el capítulo 17 de París era una fiesta; "Scott Fitzgerald" Hemingway presenta al. personaje, habla de su talento "tan natural como el dibujo que forma el polvillo en un ala de mariposa." Y describe su primer encuentro.

"El entró en el bar Dingo de la rue Delambre, donde. yo estaba sentado en compañía de algunos sujetos que eran compañías perfectamente malas, (…)" mientras que Scott estaba acompañado por el jugador de baseball de la Universidad de Princeton; Dunc Chaplin, un muchacho decente, Veamos con atención el retrato:

Scott era ya entonces un hombre pero parecía un muchacho, y su cara de muchacho no se sabía si iba para guapa o se quedaba en graciosa. Tenía un pelo ondulado muy rubio, frente muy alta, ojos exaltados y cordiales, y una delicada boca irlandesa de larga línea de labios, que en una muchacha hubiese representado una boca de gran belleza.. Tenía una firme barbilla y perfectas orejas, y una nariz que nunca fue torcida. Desde luego que se puede tener todo eso y no ser hermoso , pero él lo era gracias al color del cutis, al pelo muy rubio y a la boca. Una boca como para preocupar hasta que uno conocía bien a Scott, y entonces como para preocupar todavía más. (p.142.)

Esta descripción muestra el grado de admiración que sentía Hemingway por su contemporáneo. Sabía por ejemplo que tenía talento, aunque lo hubiese desperdiciado, que era un hombre refinado, que sus compañías eran selectas, que estaba frente a un compañero de generación que lo había superado, y que además tenía un mejor físico, y que tal como hizo con el personaje Robert Cohn de The Sun Also Rises, debía ser despiadada en la sátira para saber los defectos en los que no debía incurrir. Hemingway quería mantenerse puro, y por eso arremetía contra lo que él consideraba los defectos de los demás.

¿De qué hablaron estos escritores en su primer encuentro?. De "escritores y editores y agentes y críticos y George Horace Lorímer, y de la parte anecdótica y de la económica de un escritor de éxito" (pp,146-147).. Hemingway seguía manteniendo su postura de hombre rudo y deportista, que escribe cuentos muy buenos y que a ratos está acompañado de personas de dudosa reputación, que todo lo que le contaba Scott, no era más que un ruido molesto, al que él estaba prestando la mayor atención, ya que podía revivir todo lo que sucedió en su primer encuentro y al principio de su amistad.

Con el tiempo esta relación se fue deteriorando, Scott Fitzgerald se había convertido en un fracasado, su fama y prestigio se habían esfumado, mientras que los de Hemingway iban en ascenso. Se había convertido en un héroe que las revistas se encargaban de ensalzar, aparecía cazando en Africa, escribía artículos por los que le pagaban muy bien y sus obras eran best-sellers.

En el famoso cuento Las nieves del Kilimanjaro, aparece una sátira a Fitzgerald y su excesiva preocupación por los ricos y su mundo. Para Fitzgerald los ricos eran diferentes, no cuantitativamente porque tuvieran más dinero sino cualitativamente, porque tenía un interés de novelista en sus costumbres y sus modales. De aquí la famosa réplica de Hemingway: "Si son diferentes, tienen más dinero."

Scott Fitzgerald se mostraba entonces como aquello a lo que no se debía llegar, lo que se debía evitar, adular a los ricos, dejarse dominar por una mujer que finalmente lo llevaría a la destrucción, la falta de carácter para imponer su criterio, su suavidad y modales refinados para ocultar a un neurótico que estaba alcoholizado, y que finalmente se había vendido al mejor postor.

La descripción que hace de Zelda Fitzgerald en "Los Gavilanes no comparten nada", nos muestra una mujer estúpida e insoportable. "Estaba con una resaca que le daba un aspecto cansado, está con las facciones crispadas y ajadas, y se mostraba ceremoniosa con Hadley y Hemingway. Zelda tenía ojos de gavilán y los labios estrechos, y modales y acento de algún Estado del sur." (p.176)

Hemingway intuye que Zelda estaba celosa del trabajo de Scott, y sabemos que esta observación tiene mucho de verdad. En la excelente biografía Scott Fitzgerald de André LeVot, nos enteramos que Zelda, después de practicar ballet infructuosamente, se da cuenta que ella también quiere ser escritora, y comienza a publicar cuentos imitando el estilo de su marido, hasta llegar en cierta oportunidad a plagiar una novela de Fitzgerald, y publicarla con resultados desastrosos, para la editorial y para Scott que se dió cuenta de la estúpida competencia que tenía con Zelda.

Los celos que le provocaba Zelda a Scott, desde una aventura que tuvo con un joven aviador francés, tenían siempre en guardia a Fitzgerald. "Scott estaba muy enamorado de Zelda, y muy celoso. (…) me contó aquello de cuando ella se enamoró de un piloto aviador de la marina francesa, (…) Entonces Zelda aguantaba más bebida que Scott, pero Scott temía que ella perdiera el conocimiento entre las gentes que frecuentaban aquella primavera, y en los lugares a que iban." (pp.177-178) Scott poco a poco fue cayendo en la trampa, y después de una temporada en Cap d'Antibes, la cosa fue empeorando, entonces era Scott el que estaba borracho todo el tiempo.

Ya no le importaba el trabajo de los demás, y se presentaba en el 113 de la rue Notre-Dame-des-Champs, ebrio a cualquier hora del día o de la noche, y en la borrachera le daba placer estorbar el trabajo de Hemingway, tanto como a Zelda le gustaba entorpecer e impedir el trabajo de Scott. Esta situación se prolongó por varios años pero reconoce Hemingway, "no tuve ningún amigo tan leal como Scott cuando no estaba borracho." (p.181.) Hemingway por el contrario se concentraba con mayor fuerza en su trabajo, y en seis semanas había terminado el primer borrador de The Sun Also Rises.

Hadley, mi mujer, y yo, habíamos ido a Valencia temprano para conseguir buenas entradas de la feria que empieza allí el 24 de julio. Todos los de mi edad habían escrito una novela y yo todavía tenía dificultades para escribir un párrafo. Así que empecé el libro el día de mi cumpleaños, escribí durante toda la feria, en cama, a las mañanas, me fui a Madrid después y escribí allí. Allí no había feria así que teníamos un cuarto con una mesa y escribí con gran lujo en la mesa y a la vuelta de la esquina del hotel en una cervecería en el Pasaje Alvarez donde hacía fresco. Finalmente empezó a hacer demasiado calor para escribir y nos fuimos a Hendaya. Había un hotelito barato allí en la encantadora y larga playa y trabajé muy bien y después nos fuimos a París y terminé el primer borrador en el departamento sobre el aserradero, en 113 Rue Notre-Dame-des-Champs, a las seis semanas del día del comienzo. (6)

Hemingway estaba en un frenesí creativo, pero a la vez no podía dejar de vivir, ya que la vitalidad de su cuerpo le exigía un movimiento constante. Se había dado cuenta que no podía seguir perdiendo tiempo, que no caería en el juego de Scott, quien buscaba cualquier pretexto para beber y no escribir.

Fitzgerald se engañaba, y trataba de engañar a los demás mostrando un enorme libro de contabilidad en el cual apuntaba, cuidadosamente y por orden cronol6gico todos los cuentos que había publicado, año tras año, y la indicación de lo que le habían pagado por cada cuento. Quería mostrar el panorama que se abría en su futuro. No se abría ningún panorama concluirá Hemingway, al ver las condiciones tan difíciles con las que tenía que luchar Fitzgerald para escribir; la neurosis y alcoholismo de Zelda, la debilidad y los celos de los que sufría él mismo, además del alcoholismo por complacer a Zelda, las deudas que siempre eran mayores, los cuentos y el desperdicio de talento por los cuentos que escribía para revistas, que eran hechos con un molde o según una fórmula, todo esto hacía prever su muerte prematura, y la decadencia de Fitzgerald como escritor. "Los escritores norteamericanos no tienen un segundo acto".

Hemingway trat6 de ayudarlo, pero Fitzgerald se debatía entre las tentaciones y el desarreglo que le daba Zelda, y la disciplina y el ejercicio que le proponía Hemingway. Hacían largas caminatas donde él sudaba el alcohol, resolvía que trabajaría en serio y en realidad trabajaba y se le daba bien. Pero Zelda se aburría y se quejaba de no ser suficientemente bien atendida, y comenzaba a beber, y Scott la acompañaba, y vuelta a empezar, todo el trabajo se iba por la borda, se peleaban y luego hacían las paces, todo como en un círculo vicioso del que no podía escapar.

Fitzgerald intentaba continuamente trabajar, diariamente intentaba y fracasaba, echaba la culpa a París, e intentaba buscar un buen lugar donde pudiera trabajar,, le habló a Hemingway de la Riviera, y le proponía que trabajaran juntos como negros todo el día, se bañarían y tomarían el sol y se broncearían y beberían un solo aperitivo antes del almuerzo y uno antes de la cena, pero todo no eran más que proyectos, según el estilo de vida que estaban llevando, suerte tenía si podía escribir cualquier cosa.

Mientras tanto Hemingway se había marchado con su esposa a Schruns en el Vorarlberg de Austria, "volví a redactar la primera mitad de mi manuscrito, y si no recuerdo mal la terminé en enero."

James Joyce, la humildad del maestro.

Para un joven que intenta convertirse en escritor, es muy importante conseguir la verdad o la esencia de lo que significa asumir esa vocación. Debe luchar con la incomprensión de sus compañeros de generación, y debe mostrar a sus mayores dentro del campo de la literatura que él si tiene madera para ello, y es entonces cuando puede darse un contacto de calidad entre un aprendiz y un maestro.

Debe afanarse por aprender todo lo que pueda callar y observar, tal como lo hace el ayudante de un carpintero, o de un constructor, que diligentemente debe pasar las herramientas, levantarse y llegar más temprano que el maestro, repetir todas las palabras que éste dice, callar y observar para aprender, el viejo método de los maestros y artesanos del Renacimiento.

En el capítulo "El hombre marcado para la muerte" de París era una fiesta , Hemingway habla por primera vez de Joyce. Desde 1922, "Nos habíamos hecho amigos en aquel maravilloso intervalo después de terminado el Ulysses y antes de que Joyce empezara aquello que durante largos años se tituló Work in Progress. " (p.121.) Hemingway introduce la figura de Ernest Walsh, para contraponerla con la de Joyce. Conoci6 a Ernest Walsh el poeta, en el estudio de Ezra Pound y lo describe o dibuja con un sarcasmo sutil y furioso. Veamos "al hombre marcado para la muerte": "Ernest Walsh era moreno, vehemente, impecablemente irlandés, poético, y visiblemente marcado para la muerte, tal como en las películas salen personajes marcados para la muerte," (p.117.)

Walsh se presentó en el humilde estudio de Ezra Pound, acompañado por un par de rubias, que habían leído los poemas de Walsh en la revista de Harriet Monroe; Poetry: A Magazine of Verse. Mientras Walsh hablaba con Ezra, Hemingway se divertía escuchando hablar al par de rubias, que sentían gran admiración por le pagaban mil d6lares por poema.

Una de las chicas lo compara con Eddie Guest, a quien no le pagan tanto por sus canciones. Lo cual da a entender que la calidad del poeta no se mide por el talento, sino por lo que gana con sus poemas. Hemingway le pregunta si no será Mr. Walsh un célebre jugador de naipes, a lo que las muchachas responden que con lo que gana escribiendo poesía, eso no le hace falta.

La fachada comienza a derrumbarse cuando Pound le comenta a Hemingway que Walsh no pudo pagar la cuenta del Claridge y que la cuenta la pagaron unas damas devotas de la poesía. Walsh y Hemingway tienen una conversación, sobre la supuesta entrega de un premio que otorgaba la revista Dial a un destacado colaborador. Después de comer ostras y beber vino, "(…) empez6 a guiarme delicadamente hacia su terreno. Parecía como si estuviera transformándome a mí en puta y transformándose él en mi chulo, (…) El sabía que yo sabía que él estaba podrido, y no quiero decir podrido como los chulos, sino podrido como los tísicos que mueren de la tisis, y que yo sabia que estaba grave, y conmigo no se esforzaba por toser, y ya que estábamos en la mesa yo se lo agradecía." (p.120.)

Todo este preámbulo para mostrar lo que sucede con un escritor o artista, que es solamente apariencia, que es hueco, que vive de lo que digan los demás, aunque sean un par de putillas que se consiguen en cualquier lugar, y lógicamente para ponerlo como la contrapartida al otro escritor que Hemingway quiere presentar, si Ernest' Walsh, es un podrido, un mentiroso, un escritor que se vende como una puta. (Recordar que la integridad de un escritor es como la virginidad de una muchacha, una vez que se pierde nunca más se recupera) ¿quién es entonces el verdadero escritor, aquel que no se vende como una puta. que no quiere ser un chulo?.

A los ojos del joven aprendiz de escritor, el ideal lo representa en todos sus aspectos, James Joyce.

Después que Walsh le anuncia va a ganar el premio del Dial, Hemingway piensa:

Me daban angustia las gentes que me hablaban de mi obra a la cara, y le miré y vi su expresión de marcado para la muerte, y pensé, podrido que quieres pudrirme con tu podredumbre.(…) Ahora quieres pudrirme a mí. No pudras a los demás lo que no quieras que te pudran a ti. Lo único podrido era su muerte. (p.123.)

Este es uno de los retratos o caricaturas más despiadados que hace Hemingway en París era una fiesta, aunque debemos reconocer que es necesario para la presentación del personaje que le interesa resaltar; Joyce.

Después de pasar cierto tiempo, Hemingway se encuentra con Joyce, quien había pasado la tarde solo en el teatro, y que a pesar de tener la vista muy dañada, se divertía escuchando a los actores a que no los podía ver. Joyce invita a Hemingway a tomarse una copa con él en los Deux Magots, y pidieron jerez seco.

Walsh también le había prometido el premio a Joyce. Hemingway le contó a Joyce sobre el primer encuentro que había tenido con Walsh en el estudio de Ezra Pound y la anécdota lo divirtió mucho.

En la entrevista a Hemingway por George Plimpton dirá sobre Joyce: "Cuanto mejor son los escritores, menos hablarán de lo que ellos mismos han escrito. Joyce era un muy gran escritor y solamente le explicaba lo que hacía a los mediocres. " (7)

Joyce fue a los ojos de Hemingway el promotor de un arte totalmente nuevo, el explorador y guía.. Entre el extraordinario humanista que era Joyce, revelado por Sylvia Beach en 1922, y presentado en su famosa librería y biblioteca Shakespeare & Co, y el autodidacta Hemingway, no había aparentemente afinidad alguna.

Georges-Albert Astre en "Un americano en París" dice: "Pero el alborotador, el muy ruidoso cronista del Toronto Star, que en realidad protegía su vida interior por medio de personajes ostensibles que hacía ademán de asumir, admiraba profundamente en el enigmático irlandés cierto pudor literario, cierta discreción y un dominio de sí mismo del que le hubiera gustado ser capaz: ( …)".(8)

Según una anécdota que cuenta Anthony Burgess en Hemingway y su mundo, a Joyce le gustaba ir a bares de mala muerte , y buscar camorra, para luego echar a pelear a su amigo el joven y fuerte boxeador Hemingway, diciéndole: "¡Dale, Hemingway! ¡Dale!".

Finalmente dice Astre: "En lo de Nichaud, donde a veces almorzaban, Ernest y Hadley veían a Joyce almorzando en familia, "el y su mujer sentados con la espalda contra la pared, Joyce estudiando el menú, que blandía en una sola mano, a través de sus gruesos anteojos, Nora a su lado, comiendo con apetito pero con refinamiento; Giorgio, de espaldas, flaco, demasiado elegante, la nuca brillante; Lucía, adolescente en pleno crecimiento, con su pesada cabellera enrulada, hablando todos en italiano. Joyce, enseñaba, primero la verdad." (9)

En la novela Islas en el Golfo, el protagonista Thomas Hudson es un viejo pintor, que vive en una isla apartado del mundo, dedicado a su arte, bebiendo con sus amigos, lejos de la tentación de las mujeres, recibe a su s hijos en las vacaciones, y se dedica a seguir su papel de buen padre.

En una conversación que mantienen sus tres hijos en la playa, Heminway introduce los recuerdos parisinos del pintor, y transforma al joven escritor de París era una fiesta, en un pintor desconocido que está aprendiendo el oficio. El hijo mayor del viejo pintor, dice que recuerda los paseos que hacía con su padre, el "bohemio" por los jardines de Luxemburgo, donde cazaban pichones que llevaban a casa para matar el hambre.

Hemingway habla de Joyce, y de sus conversaciones de café, y de la humildad que mostraba, donde cazaban pichones que llevaban a casa para matar el hambre.

Heminway habla de Joyce, y de sus conversaciones de café, y de la humildad que mostraba, y de cosas que le enseñaba de una manera indirecta el famoso escritor. El hijo de Hudson habla de una edición autografiada que tiene del Ulysses de Joyce, y que llevó a su escuela para demostrarle a sus compañeros que él había conocido a Joyce, y del intento que hizo un profesor para quedarse con el libro.

Anthony Burgess recoge esta opinión que da Joyce de Hemingway: "Es un buen escritor, Hemingway. Escribe tal como es. Nos gusta. Es un campesino grande y poderoso, tan fuerte como un búfalo, Un deportista. Y listo para vivir la vida sobre la que escribe. Nunca la hubiera escrito si su cuerpo no le hubiera permitido vivirla. Pero los gigantes de esta clase son verdaderamente modestos; hay mucho más detrás de la forma de Hemingway de lo que la gente cree. "

Sylvia Beach, la admiración por el talento.

La librería y biblioteca circulante Shakespeare and Company , era uno de los lugares de reunión de los escritores expatriados en París, en el 12 de la rue de l'Ode6n, era un lugar caldeado y alegre, con una gran estufa en invierno, mesas y estantes, libros nuevos en los escaparates y en las paredes fotos de escritores tanto muertos como vivos.

"Además los vivos y los muertos se unían para edificarle lo que le era más necesario y lo que no había querido adquirir en los bancos de los anfiteatros universitarios: una cultura auténtica.

La alegría de los encuentros y las conversaciones se conjugaba espléndidamente con la felicidad de leer; en París, Hemingway se hizo de ese saber tan vasto que utilizará muy hábilmente siempre, sin ostentación ni pedantería, al punto de parecer tosco e inculto a los que no disciernen más allá de la experiencia y de la aventura relatada ninguna de las referencias sutiles ni de las intenciones secretas." (10)

Así describe Hemingway a Sylvia Beach: "Sylvia tenía una cara vivaz de modelado anguloso, ojos pardos tan vivos como los de una bestezuela y tan alegres como los de una niña, y un ondulado cabello castaño que peinaba hacia atrás partiendo de su hermosa frente y cortaba a ras de sus orejas y siguiendo la misma curva del cuello de las chaquetas de terciopelo que llevaba. Tenía las piernas bonitas y era amable y alegre y se interesaba en las conversaciones, y le gustaba bromear y contar chismes." (p.39.)

La primera vez que Hemingway entró a la librería en diciembre de 1921, estaba un tanto intimidado, ya que no llevaba mucho dinero, además del temor que siente un joven aspirante a escritor cuando entra en un librería y se encuentra con un librero que ha leído muchísimo, y se siente torpe e ignorante.

Sylvia le extendió una tarjeta de suscriptor, a pesar de no tener lo suficiente para pagar. Y lo mejor del caso, le dijo que podía llevarse todos los libros que quisiera. Sylvia a pesar de lo mal que se sentía Hemingway al principio, lo trató muy bien, estuvo encantadora, sonriente, cordial y comprensiva. Tan avergonzado estaba Hemingway que hasta su dirección en el 74 de la rue Cardinal Lemoine, conspiraba para acentuar su pobreza.

Hemingway había encontrado un tesoro maravilloso, sobre todo para un joven aprendiz de escritor, que necesita leer muchísimo y aprender las técnicas de otros escritores. Comenzó leyendo a Turguenev, los dos tomos de los Apuntes de un cazador, Hijos y amantes de D,H. Lawrence, La Guerra y la paz de Tolstoi y El jugador de Dostoyevski.

"Entre 1920 y 1930 Shakespeare & Co. fue el lugar de reunión de toda la colonia literaria internacional de París. Sylvia nos describe la primera visita de Hemingway en 1921: 'Al levantar la cabeza vi un gran joven de pelo castaño, con bigote, y le escuché decir con voz muy profunda que era Ernest Hemingway. Le dije que se sentara y supe, preguntándole, que era oriundo de Chicago. Me enteré también que había pasado dos años (sic!) en un hospital militar para recuperar el uso de su pierna ¿Quería ver? Sí. claro, por supuesto. El trabajo del negocio Shakespeare & Co fue por lo tanto interrumpido mientras él se sacaba el zapato y el calcetín para mostrarme las terribles cicatrices que le cubrían la pierna y el pie".(11). Ya en esta temprana época de su vida, Hemingway estaba creando su propio mito.

Sabemos que Hemingway siempre sintió un gran afecto por Sylvia Beach. Encontró en ella desde el principio la admiración constante y sin reservas que siempre necesitó y de la que Hemingway se sintió ávido, aun en la cumbre de su gloría. La veneración de Sylvia Beach era total. Gracias a Sylvia conoció a Adrienne Monnier que tenía una librería frente a Shakespeare & Co. y quien bajo su guía se puso a leer obras francesas modernas.

En el capítulo 8 "El hambre era una buena disciplina", Hemingway cuenta cómo después de una larga caminata, para olvidar las ganas de comer llega al número 12 de la rue de l'Odeón, y por casualidad pregunta si algo le ha llegado, Sylvia se alegra de entregarle un cheque y una carta de Wedderkop, que contenía seiscientos francos, de la revista Querschnitt y dice además que seguirán otros pagos, Hemingway se queja de no ser publicado más que en Alemania, y Sylvia le da ánimos, le dice que puede ser colocado lo que escribe en la Trasatlantic, y que lo más importante es que puede escribirlos.

Salió descontento de la librería por haberse quejado de sus apuros económicos, ya que hacía lo que hacía por su propia decisión, y que a pesar de haber dejado el periodismo, tiene crédito y sabe que Sylvia podría prestarle dinero porque lo ha hecho en otras oportunidades, y que es un puerco de falso y santo y mártir, porque aunque el hambre es una buena disciplina y es una maravilla, comer es otra maravilla, y eso es lo que hace en el Lipp. Comer y beber.

II. El Paris de los años 20

El París que conoció Hemingway.

El París que conoció el joven Hemingway fue el París de la clase baja. Sus ingresos no le permitían alojarse en un lujoso hotel, tal como lo hacía Fitzgerald, o alquilar un apartamento con todos los servicios y comodidades tal como lo tenía Gertrude Stein.

Después de desembarcar en El Havre con su mujer en diciembre de 1921, con apenas 22 años, tomó un departamento en Rue du Cardinal Lemoine, en el 5e. Arrondissement, cerca de la rue des Ecoles, y de la rue de Monge, a poca distancia del conocido Panthéon.

"El piso de la rue Cardinal Lemoine tenía dos habitaciones sin agua caliente y sin más dispositivo higiénico que un recipiente con antiséptico, que de todos modos no era molesto para una persona acostumbrada a las letrinas de los patios de Michigan." (p.41)

A pesar de las incomodidades, y de la falta de higiene, la joven pareja había encontrado un lugar donde se sentían libres y donde el amor les daba las comodidades que les faltaban. Su hogar era un perfecto refugio de sus correrías por las calles de París.

Hemingway iba a todas partes caminando, tal vez por no gastar en transporte o por el afán de ir a pie. "Toda la tristeza de la ciudad se nos echó encima de pronto con las primeras lluvias frías de invierno, y al pasear no se les veía remate a los caserones blancos, sólo el negro húmedo de la calle y las puertas cerradas de los tenduchos, los herbolarios, las tiendas de papelería y peri6dicos, la comadrona (de segunda clase). y el hotel donde Verlaine murió y yo tenía alquilado un cuarto en el último piso y allí trabajaba," (P.14)

Hemingway decide no trabajar por el frío que estaba haciendo, y sale a caminar, pasa por el Lycée Henri-Quatre y aquella iglesia antigua de Saint-Etienne-du-Mont y por la Place du Panthéon, dobla a la derecha para alcanzar el boulevard Saint-Michel, y caminó hasta llegar al café donde también podía trabajar y descansar de la caminata y del mal tiempo, y beberse en una mesa un café en la Place Saint-Michel.

Cuando el dinero estaba muy escaso, otro refugio para el aprendiz era el 27 de la rue de Fleurus. Para dirigirse allí podía elegir entre varias calles, llegar hasta el jardín del Luxemburgo, se daba un paseo por el jardín, entraba al Musée du Luxembourg y veía las pinturas de Cézanne, Manet y Monet. En cuanto se estaba haciendo de noche y faltaba la luz en el Luxemburgo, cruzaba los jardines y subía al apartamento en forma de estudio de Gertrude Stein.

Cuando Hemingway estuvo de vuelta de Toronto en 1924, cambió de dirección y se mudó a la rue Notre-Dame-des.Champs, de ello habla en Las verdes colinas de Africa: " (…) Habíamos alquilado los altos de un pabellón en la rue Notre Dame des Champs en un patio con un aserradero (y el gemido repentino de la sierra, el olor del aserrín, el castafio por encima del techo y una loca que vivía en la planta baja) y ese año lleno de preocupaciones de dinero, todos mis cuentos devueltos por el correo que llegaba a través de una hendíja de la puerta del aserradero, con cartas de rechazo en donde nunca los llamaban cuentos sino anécdotas, bocetos, cuentitos. No los querían y vivíamos de puerros y bebíamos vino de Cahors y agua". (1)

Pero volvamos a la rue du Cardinal Lemoine, desde lo alto de la calle se podían seguir varios caminos para llegar al río. El más corto era seguir calle abajo, atravesar el boulevard Saint-Germain, asomaba al río por un muelle s6rdído que tenía a la derecha la Halle aux-Vins, atravesando un brazo del Sena se llegaba a Saint-Louis y luego la Cité con Notre-Dame, se encontraba con los puestos de los libros en los muelles, en los cuales hallaba a veces libros americanos muy baratos.

Estos paseos los hacía Hemingway cuando había terminado de trabajar y necesitaba descansar y relajarse, o reflexionar y organizar sus ideas. Paseaba por los muelles del Sena, e iba mirando a los pescadores, y a cualquiera que supiera hacer bien algún trabajo manual, como el pescador Nick Adams del cuento "Big Two-Hearted River" (Gran río de dos corazones).

"Yo paseaba por los muelles al terminar mi trabajo o cuando intentaba reflexionar y organizarme las ideas. Me resultaba más fácil reflexionar mientras andaba y hacía algo o mientras miraba a la gente hacer algún trabajo que supieran hacer bien. En el extremo de la isla de la Cité, debajo del Pont-Neuf, donde está la estatua de Henri-Quatre y la isla termina en punta afilada como una proa de barco, había un jardincillo al borde del agua con unos hermosos castaños, robustos y de copa ancha, y con las corrientes y remolinos que el Sena forma al fluir se encuentran excelentes puntos de pesca, Uno baja al jardín por una escalera, y puede observar a los pescadores que están allí mismo o debajo del gran puente." (p.45)

Georges-Albert Astre concluye: "Lo que París daba a la joven pareja, en sus sucesivos domicilios -rue Jacob, en Montmartre; rue du Cardinal Lemoine , rue Notre Dame des Champs era lo más a menudo una alegría verdadera, una plenitud interior que corría pareja con la pobreza material, una libertad irremplazable que ni Oak Park ni Chicago podían ofrecer (…)" (2)

Kurt Singer, en su biografía Hemingway, life and death of a Giant, expresa acertadamente lo que significó París para Hemingway:

"- Qué ciudad, le escribió a Sherwood Anderson. El y Hadley huroneaban por las calles como dos sabuesos empeñosos. Comían en el Café del Domo, recorrían sin cesar el Louvre, meditaban junto a la tumba de Napole6n. y rebuscan en los escaparates de libros a lo largo del Sena, Hemingway limitaba su tiempo de holgazanería vagabundeando, y se gastaba la mayor parte del día tecleando en su máquina, soltando las verdades sin adornos, sin rebuscamientos, respecto a lo que había visto: el aristócrata blanco ruso que era ahora portero del Café de la Paix, el duque con sus cicatrices que manejaba un taxi arruinado, a los franceses que, triunfantes como lo estaban, seguían sin perdonar y odiando al Boche, con ferocidad de guadaña, a los veteranos de la guerra sin piernas, sin empleo y llevando sólo una cruz de guerra que no les producía ni un franco en los empeños. " (3) Esta era la gente que encontraba Hemingway por las calles de París, cuando hacia sus recorridos no solo miraba el ambiente, sino que tomaba nota mentalmente de las personas que veía, y que estaban al igual que él por esas calles.

"La gente se escapaba de las desilusiones utilizando muchos caminos. Se le encontraba flotando en el Sena o muerta en sus buhardillas con drogas. Otros se asfixiaban con indolencia o se pudrían con enfermedades venéreas, y los gígolos vendían sus cuerpos a los hombres o a las mujeres, indistíntamente. La homosexualidad y el lesbianismo estaban de moda, porque eran diferentes, y eliminaban el problema del embarazo. Montparnasse era el centro de un culto a Dada, de alta potencia y autoembriaguéz, amoralidad y decadencia, un producto desequilibrado de búsqueda sinfín hacia la nada… ¡la nada!. Pero Hemingway sabía que París poseía dos cosas en común con Chicago: la mejor y la peor. Ambas ciudades eran cultas, cada una a su propio modo, y ambas eran depravadas, reales y combativas."(4)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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