- La sociedad del conocimiento e Internet: la curvatura espacio-temporal
- Internet como crono-topología emergente
- El espectro identitario se… en las crono-topologías emergentes de la acentuada curvatura espacio-temporal
- Conclusión
- Bibliografía
- Notas
ABSTRACT
Una de las características que distingue a las sociedades contemporáneas, que pueden definirse como sociedades del conocimiento, es la peculiar maleabilidad (no necesariamente intencionada) de su espacio-tiempo. Internet es, entre otros muchos, uno de los últimos artefactos que ha influido en esta deformación, abriendo un nuevo campo para la expansión de la socialidad y la configuración identitaria. Este trabajo se inserta en las (in)estabilidades de esta pronunciada curvatura espacio-temporal, a base de una serie de impertinencias sociológicas: (i) la desmitificación de Internet en su relación con la sociedad del conocimiento y las identidades, (ii) la borradura de la duplicidad ontológica que distinguía entre el mundo de lo real y el de lo virtual, y (iii) la definición de la identidad como concepto-boya de la sociología, construyendo mi propio artilugio para pensarlo: el espectro identitario. Seguramente, todas estas impertinencias poseen un epicentro que ni les sigue ni les precede: la vivencia de la identidad a través de la crono-topología emergente como noción mediadora, que articula las espacio-temporalidades de localización y visibilización referenciables en Internet con la imposibilidad de presumir dos entidades contrapuestas (lo real vs. lo virtual).
Palabras clave: · estudios ciencia–tecnología-sociedad · identidad · internet · posmodernismo · sociedad del conocimiento
La sociedad del conocimiento, Internet y la identidad configuran una monstruosa tríada para el análisis sociológico. El enclave formado por estos tres elementos como objeto de estudio, trasciende con mucho las posibilidades expositivas de una comunicación. Pero invita a la reflexión, incita al atrevimiento e impele a pensar sus componentes de forma entrelazada. Esta comunicación no resulta ser otra cosa que una suerte de impertinencias sociológicas sobre el vértice en el que se unen estos tres ingredientes muy al uso de las sociologías contemporáneas (y algunas extemporáneas). Es impertinente con la formulación del grupo de trabajo que lo acoge, es inoportuna con la mayoría de los sociólogos que han tratado y tratan la socialidad en la Red, y es molesta introduciendo problemáticas, quizás, más allá de lo planteado por los organizadores de este cibercongreso. Pero mi intención no es fastidiar a nadie, sino presentar un trabajo que pueda presentar algunas claves (aunque sean impropias, bastardas) para el pensamiento sociológico en el extraño espacio que conforma el enclave.
Por ello, en la presente comunicación, reconozco en un primer momento el nexo que une a la sociedad del conocimiento con el dispositivo de las (mal)llamadas tecnologías de la información y la comunicación: su acentuada y perceptible curvatura espacio-temporal. Aparece la primera impertinencia también: el tiempo y el espacio no se multiplica, divide o fragmenta, simplemente se curva.
A continuación, sigue una breve bronca dispensada a los sociólogos que trasladan lastres modernistas al análisis de Internet que, en mi opinión, son la mayoría. Para suplir el vacío sociológico que supone desembarazarse de esa pesada carga, arreglo, no sin prisas, un escenario en el que la sociología puede desenvolverse sin recurrir nuevamente al repertorio modernista. El concepto de crono-topología emergente intenta mediar en todo este embrollo, al menos nadie negará la relativa elegancia de la solución propuesta.
En tercer lugar, intentaré mostrar como la identidad se desenvuelve en todo este tinglado de sociología impertinente. Comenzaré por una forma de nominar y utilizar el nebuloso espacio de pensamiento de la identidad que puede resultar algo polémica, pero no exenta de atractivo. El espectro identitario, así se llama el invento, se escenificará de muy diversas maneras: como juego, como lucha o como vivencia.
Por último, la conclusión, en la que haré acopio de lo escrito a lo largo del texto y mostraré la síntesis de las numerosas impertinencias, molestas quizás, pero seguramente provechosas para la reflexión sociológica.
La sociedad del conocimiento e Internet: la curvatura espacio-temporal
La sociedad del conocimiento es una de las rúbricas post post- (2) que más cuerpo y aceptación está tomando en la teoría sociológica contemporánea. Además, en mayor o menor medida, tácita o explícitamente, se hace alusión al conocimiento (predominantemente científico) en la práctica totalidad de las propuestas acerca de la nueva era. Es ésta pues, una noción en boga sociológica pero tremendamente compleja para abordarla con simpleza. Únicamente me centraré en su relación con otro de los integrantes de la tríada seleccionada: Internet. Obviaré que otras redes sociotécnicas, como el teléfono (fijo y móvil), la televisión, la red de carreteras o los aviones también se encuentran implicadas en la característica de la sociedad del conocimiento que voy a tratar a continuación, mas no es este el lugar para un análisis más detallado.
Seguramente, una de las hipótesis científicas más bellas del siglo XX sea la formulada por Einstein en su teoría de la relatividad general: la gravedad no es otra cosa que la expresión del carácter curvo del espacio-tiempo. La masa y la energía curvarían el continuo espacio-tiempo, con lo que los objetos con mayor masa modificarían la trayectoria de los objetos que se encontraran a su alrededor. Nada más sencillo y genial al mismo tiempo.
No obstante, parece ser que incluso antes de que esta propuesta fuera lanzada y provocara una revolución conceptual, aún difícil de asumir hoy día, el ser humano siempre hubiese perseguido curvar el espacio-tiempo a su favor. Eliminar las limitaciones de la física tetradimensional que habitaba siempre ha estado entre sus objetivos, cuestión que en los últimos treinta años ha modificado de forma substancial. Y es precisamente con el artefacto Internet, cuando parece haberse alcanzado una de las cotas más altas a la hora de reorganizar las crono-topologías generalmente utilizadas.
Así, Internet y otros aparatos, hacen de masa y/o energía, que se densifica y se diluye con sus propios ritmos (o arritmias), estirando en cierta manera, y siempre de forma restringida, las posibilidades espacio-temporales que nos envuelven. Es éste un fenómeno importante por su potencialidad, pero no nos engañemos, no abre puertas a otras dimensiones o nos eleva a un nivel de existencia superior. Se trata solamente de una curvatura más pronunciada, la que experimentamos en la sociedad del conocimiento como resultado de intensos procesos históricos de domesticación del espacio y el tiempo, ni siquiera nos encontramos con agujeros de gusano o inciertos saltos cuánticos.
Como veremos más adelante, figurar Internet como artefacto capaz de acentuar la curvatura espacio-temporal (social), tendrá importantes consecuencias a la hora de imaginar las espacio-temporalidades a las que da origen, especialmente cuando éstas son determinantes en las maneras de pensar la identidad en la Red.
Internet como crono-topología emergente
a. Apagando los rescoldos modernistas
Sin aspirar a comenzar aquí una digresión que desvíe la atención desde la problemática aquí propuesta hacia debates de otro calado, creo conveniente señalar la existencia de una serie de rescoldos de la peculiar ontología/epistemología características de la modernidad que ensombrecen muchos de los análisis que abordan la construcción de identidades y el establecimiento de relaciones sociales en Internet. Estos rescoldos (aún calientes, incluso se puede afirmar que hoy día muchas son las hogueras modernistas que aún permanecen en pie), pueden reducirse a:
– En primer lugar, la creencia en la existencia de una naturaleza de las cosas por sí mismas, que están ahí, esto es, una realidad per se, autónoma y aislada.
– En segundo lugar, una forma de acercarse a esa realidad autónoma que crea la ficción del distanciamiento entre el que observa y lo observado, la relación sujeto-objeto, la llamada "doctrina de la representación" (Haraway, 1999), estableciéndose un límite, una frontera, que delimita la demarcación entre el polo de lo activo (el que tiene voz) y el polo de lo pasivo (el silenciado, mudo) y que en última instancia parasita el resto de dicotomías que reproducen este esquema.
– Tercero, la dinámica moderna basada en la máxima formulada por Marx de que "todo lo sólido se desvanece en el aire" (Berman, 1988), un maniqueísmo que opone "el dualismo entre orden (solidez) y revolución (evanescencia)" (García Selgas, 2003). En definitiva, la dinámica de destruir (evaporar) para volver a construir (solidificar).
Estos rescoldos se han dejado notar en muchos aspectos sobre los estudios que se han realizado acerca de Internet, mostrando a éste como un espacio totalmente autónomo, alejado e hiperdistante, y no sólo eso, sino que además, al confluir con un uso sesgado de la noción de virtual, ese espacio se torna en algo etéreo, volátil, radicalmente distinto al mundo de lo real, considerado lo sólido, lo duro, acentuando la distancia entre ambas esferas y convirtiéndola en inconmensurable. Las consecuencias de las, aún incandescentes, brasas modernistas, pueden ser resumidas en la figura 1.
Es como si tras conectarse con Internet y tomar contacto con el ordenador, la materia quedara transubstancializada (negando la corporalidad biológico-material por completo) para tornarse en un tipo de corporalidad abstracta e inmaterial. Es la lógica del 0 o 1, la lógica del dentro o fuera. Si estás en el ciberespacio, no puedes estar en la realidad al mismo tiempo; si transitas por la vida real, el ciberespacio queda a años luz.
De esta manera, pensar la identidad y la socialidad en Internet se convierte en un callejón sin salida, o mejor dicho, con dos salidas (im)posibles, que encuentran su inspiración en las categorías de apocalípticos e integrados de Umberto Eco (2004):
– por un lado, los planteamientos realistas y cuasi-apocalípticos, quienes defenderían la imposibilidad de la identidad en lo evanescente, sólo la correspondencia en lo sólido, en lo real, permitiría cotejar la identidad virtual y autentificarla;
– por otro lado, los planteamientos virtualistas y emancipatorios, para quienes en lo etéreo, en lo evanescente, encontraríamos el medio ideal para romper con las constricciones sociales que nos atan en el mundo de lo real. Todas las barreras, fronteras y límites se habrían derribado, y el "puedes ser quien quieras ser y quien tengas las capacidad de ser" (3) (Tirado y Gálvez) sería la máxima reinante en este universo.
Sin embargo, si rompemos con el planteamiento que nos muestra dos esferas completamente separadas, y hacemos visible la continuidad que existen entre las dos, que de hecho no son dos ámbitos diferenciados ni diferenciables, concluiremos que todo forma parte de la misma realidad ¿No es simultánea nuestra corporalidad tecleando delante de nuestra pantalla del ordenador con la intervención que estamos realizando en el foro de una página web? ¿No es todo un continuo de materialidad simbólica, de hibridación entre lo humano y no humano? (4). El ciberespacio como esfera autónoma es sólo posible en la novela de Gibson. El nuestro, más mundano, refiere, antes que a un nuevo espacio entendido como entelequia, a la emergencia de visibilizaciones espacio-temporales que son fruto de esos continuos enrolamientos híbridos o articulaciones entre los actantes de la red.
A continuación esbozaré mi propuesta que sirve para desentendernos de este lastre, para ahogar los rescoldos modernistas sin renunciar al estudio riguroso y crítico de la identidad (y la socialidad) en Internet.
b. Espacio-temporalidades de localización y visibilización referenciables de Internet: crono-topologías emergentes
En muchas ocasiones, Internet se ha descrito como un espacio completamente fragmentado, deslocalizado, desterritorializado. Como señalaba en el apartado anterior, Internet es el epítome de lo virtual, que es étereo, gaseoso, evanescente. En la propia presentación de este grupo de trabajo, se cuestionan por la fisicidad de la identidad, es decir, por su territorialidad y materialidad. Parece ser que las tecnologías asociadas a la sociedad del conocimiento, suponemos que Internet entre ellas, son las que plantean la problemática, desplazan el debate hacia el supuesto teórico de la inmaterialidad de las nuevas identidades, al parecer, no siempre bien reflexionada. Sin embargo, como he expuesto más arriba, en los estudios sociológicos sobre Internet, la inmaterialidad de las identidades es la protagonista. Considero que, si bien, el territorio ha jugado un papel fundamental en la constitución de la identidad moderna, no debe confundirse a éste con materialidad o fisicidad. De la misma manera que lo material incluye otras muchas cosas aparte de la territorialidad, el territorio y sus fronteras no pueden reducirse a pura materialidad. Lo simbólico también juega en su conformación, nunca aparece desprovisto de semántica, de sentido. La territorialidad también está marcada por la inmaterialidad.
La topología del territorio y la cronología de la historia, no son en sí entidades materiales contrapuestas a las crono-topologías virtuales del ciberespacio y su supuesta inmaterialidad. Sin duda, la identidad no puede pesarse de la misma manera, pero su diferencia no radica en su materialidad o inmaterialidad, sino en otros aspectos que en este texto comienzan a vislumbrarse o a intuirse. Lo material y lo simbólico no están reñidos, se necesitan.
Así, y a pesar de los desarrollos postmodernos virtualistas (y en alivio de los realistas cuasi-apocalípticos), la (re)construcción de identidades y el establecimiento de relaciones sociales, necesitan siempre de soportes simbólico-materiales referenciables, en suma, de espacio-temporalidades de localización, visibilización y referencialidad.
Al comienzo de uno de los subapartados de la obra Modalidades débiles de la identidad de Gabriel Gatti, aparece un cita que reproduce una conversación extraída de la serie Doctor en Alaska, que explotaré aquí en mi propio beneficio: "–Fleischman: Quizás hemos superado lo de las tribus y nos encontramos en la aldea global, con teléfonos, fax, televisión. Básicamente, todos somos de la misma tribu. –Ed: Es cierto… Pero no puedes pasar el rato con millones de personas…" (2002: 272). He ahí el sentido, y la necesidad, de los espacios de localización y visibilización referenciables: es difícil pasar el rato con el concepto de Internet. La socialidad requiere de situaciones y escenarios manejables, en definitiva, la socialidad y la identidad no dejan de ser cuestiones pragmáticas.
¿Pero en qué consisten esas espacio-temporalidades de localización, visibilización referenciables? Desgranemos sus concepciones:
– Localización, en tanto que espacio-tiempo localizable y reconocible. Además, localización, también en el sentido de acción de situar, no sólo el propio espacio-tiempo, sino a esos otros-nosotros que forman parte de un mismo campo compartido de socialidad.
– Visibilización, ya que las operaciones de situar, localizar, reconocer, requieren de la visibilización de las espacio-temporalidades y de los otros-nosotros que las forman.
– Referenciables, puesto que en última instancia todo hace alusión a un mismo principio de referencialidad, no importa que ya no tratemos con espacio-tiempos perfectamente balizados, definidos, cerrados (el caso moderno del territorio delimitado por fronteras), sino lo importante es que se puede acudir a estos cronotopos, es posible desenvolverse en su apariencia amorfa y desordenada. Lo contrario, sería dramático. Nadie volvería de Internet, se perderían en su maraña reticular para siempre, o simplemente sería imposible hacer nada, pues todo estaría formado por fragmentos infinitesimales inconexos sin capacidad de generar sentido alguno. Pistas: precisamente no se trata de ir a o volver de, entrar en o salir de. No creo en el dualismo ontológico que la modernidad ha instaurado en el análisis sociológico de Internet.
Ejemplos de estas espacio-temporalidades de localización y visibilización las encontramos en chats, grupos de noticias, páginas web, foros, weblogs, o listas de correo. Evocados en abstracto pueden resultar caóticos, imposibles de referenciar. Empero, su práctica es otra, y nos descubre la singularidad de su ordenamiento, sus modos de localizarse y visibilizarse (5).
Una vez aclarados estos términos, ¿no estoy reproduciendo acaso el esquema que denunciaba más arriba, al otorgar un espacio-tiempo propio a Internet, aparentemente desconectado del mundo off-line? ¿Estoy favoreciendo acaso el dualismo ontológico? ¿Cómo conciliar mi perspectiva que no desea discriminar entre dos esferas contrapuestas, con la caracterización de Internet como entramado formado por espacio-temporalidades de localización y visibilización referenciables?
Y he aquí donde aparece el constructo terminológico que pretende conciliar la experiencia de desenvolvernos en espacios de localización y visibilización con la premisa de encontrarnos en una única ontología que no diferencia entornos diametralmente opuestos: crono-topología emergente. Como vengo reivindicando a lo largo del documento, que el artefacto bio(cuerpos)-tecno(satélites, fibra óptica, ordenadores)-social(charlas en tiempo real, cambio de información, interacciones) Internet muestre una crono-topología distinta a la descrita en la física euclidiana (6) no significa que carezca de ella. Como la inteligencia en las redes neurodifusas, los espacio-tiempos de localización y visibilización de Internet emergen como crono-topologías resultado de los múltiples, heterogéneos, dinámicos y fluidos (des)enrolamientos, hibridaciones, y articulaciones que se dan entre los distintos elementos que lo constituyen. No observamos la mayoría de estos procesos, por lo que la experiencia de un alter-entorno rápidamente nos envuelve (ya lo vivamos como algo positivo o negativo) y nos convence de habitar una crono-topología extradimensional. Sin embargo, esos procesos no dejan de existir y la (dis)continuidad es constante, generando crono-topologías emergentes y en las que, esta vez sí, podemos pensar la socialidad y la identidad en Internet.
Parece inevitable comenzar cualquier reflexión sociológica que incluya la identidad, con una digresión sobre su concepto. Puesto que la tradición obliga, procuraré no excederme demasiada en un terreno, no sé si yermo por manido, pero al que aún podemos acudir en búsqueda de vestigios y fantasmas. Admitámoslo, el término identidad se ha convertido en una boya sociológica, como ese concepto que nos permite pensar sociológicamente ciertos aspectos de lo social y su realidad. Fuera de este reducido ámbito de pensamiento y práctica, en lo social no sociológico, la identidad se vuelve extraña, estridente, e incluso obscena.
De todas maneras, una vez más, como hacen tantos, me aferraré a esta boya sociológica, y comenzaré por excluir la forma en que no deseo pensar la identidad: como entidad substancial, como unidad total y como aquello que permanece inalterable a lo largo del tiempo, la identidad idéntica a sí misma. Este parece ser el punto de partida de los desarrollos teóricos contemporáneos sobre la identidad, a partir, sobre todo, del postestructuralismo. De aquí en adelante, las opciones son muchas. Intentaré dibujar mi trazo de pensamiento acerca de la identidad, que ya adelanto, no es excesivamente original, pero sí algo insidioso, como intenta provocar todo el texto.
Stuart Hall se refiere a la identidad como un punto de sutura entre los discursos y prácticas que pretenden situarnos, y los procesos por los que se construyen subjetividades que responden a esa interpelación inicial (2003: 20-21). La identidad podría entenderse, entonces, como la lucha entre lo que te dicen (7) que debes ser y aquello que dices (8) ser. La identificación (Hall, 2003: 21) jugaría así un papel fundamental. No sólo existe el proceso unidireccional en el que uno es empujado con sutil brutalidad a una determinada identidad, además, ese sujeto debe adherirse a ella. Recurrente es el debate que recrimina a Foucault su obcecación por las prácticas y discursos socialmente dominantes que termina por agotar al sujeto. La diferencia entre el Foucault del Vigilar y Castigar y el de la Historia de la sexualidad, es la misma que hay entre el Kafka de El proceso y el de El castillo. En el primero, el individuo termina siendo aplastado, ejecutado sin miramientos, desconociendo el por qué de su fatal destino y sin que se intuya en ningún momento de la obra capacidad alguna de reacción o resistencia. Sin embargo, en El castillo, su protagonista, curiosamente con el mismo intrigante nombre, K., tiene la capacidad, no de dictar las normas, pero sí de jugarlas. Jugar con las normas, circunvalar las reglas, quizás esa sea la forma de entender lo que la identidad supone.
Así, Gabriel Gatti (2002: 290 y ss.) apunta en una dirección similar, cuando nos habla del régimen de acción de sus modalidades débiles de la identidad, que no es otra que la astucia. Una astucia que se desenvuelve en lo ya establecido, que permite a su agente prototípico, el parásito, distanciarse de las reglas sin romperlas, alterar las normas sin destruirlas. Este recurso teórico para "escapar de la doble prisión donde está confinada la noción de acción" (Gatti, 2002: 297), a saber, la del sistema implacable que moldea a los sujetos a su imagen y semejanza, y la del sujeto preexistente racional que se mueve según su absoluta volición, se sitúa también en esa sutura, en ese espacio de tensión en el que se configura la identidad.
Mantengamos, pues, este modelo de pensamiento para la identidad. Pero ahondemos en ese espacio de lucha, de conflicto, de tensión, pero también de adhesión y desprendimiento, de infidelidad y sumisión. Consideraré la posibilidad de encontrar ciertos asientos en ese espacio nebuloso, pero siempre inestables, sujetos a cambio, nunca completados. Me gustaría asemejar la identidad, no sólo con las premisas anteriores, sino también con la idea de espacio amorfo, difuso, sin número, incontable. Podríamos pensar la identidad como un espectro, en varios sentidos: como una gama de gradientes, como algo fantasmagórico, como una distribución de intensidad, como conjunto de especies… Estaríamos ante un espectro identitario, que nos evitaría entrar en el delicado terreno de la medición de identidades: ¿identidad múltiple formada por varios aspectos? ¿muchas identidades en un yo? ¿una identidad subjetiva formada por otras identidades completas o por fragmentos de identidades? ¿es la identidad una unidad medible?
Muchos son los lugares a través de y en los que este espacio amorfo se configura, dando forma, además, a esos mismos lugares a los que recurre: el cuerpo, el laboratorio, el mapa, o por qué no, el mismo Internet.
Tal y como he ido desarrollando a lo largo de este documento, Internet no transubstancializa la realidad, no añade nuevas dimensiones (en el sentido más científico-físico), no es el portal que nos teletransporta a mundos más allá de éste. Pero sí hace todo más complejo. Estira pero no rompe, deforma pero no transforma. Internet es una de las últimas grandes marañas que vienen a aumentar la complejidad (y la envergadura) de la realidad compuesta por multitud de actantes (9), uniéndose a otros complejos entramados como el metro de una gran ciudad, un movimiento social concreto, o el ejército de un país, por citar algunos ejemplos. Recordemos que el concepto moderno de identidad ya se encontraba moribundo antes de que el fenómeno Internet explotara, puede que termine rematándolo, pero no fue él quien dinamitó el proceso.
Disipada la burbuja mística que envolvía Internet, cabe hablar de la identidad, y de cómo las crono-topologías que emergen asociadas a la Red afectan a la manera en que aquélla se construye, se experimenta, se modifica, se piensa.
Todas esas consideraciones sobre la identidad se centran en las peculiaridades de las crono-topologías emergentes relacionadas con Internet:
– La existencia de una curvatura espacio-temporal pronunciada, lo que permite admitir en una misma espacio-temporalidad de localización y visibilización, nebulosas identitarias dispares, que en otras crono-topologías emergentes, como la clásica del Estado-nación, se antojarían impensables.
– La importancia que posee la forma en cómo se hacen visibles y localizables las identidades, también relativamente distinta a procedimientos similares en otras crono-topologías. Pero no nos engañemos, el cuerpo, las lógicas nacionales, el sentimiento de comunidad también se encuentran presentes en las disputas por la identidad en las nuevas crono-topologías emergentes.
Veamos que dan de sí todas estas consideraciones sobre la identidad e Internet en diversas situaciones que afectan al espectro identitario que se…
… juega
En este caso, voy a restringir el campo semántico al que podría referir la conjugación verbal que encabeza el apartado. Voy a limitarme a las connotaciones (y denotaciones) lúdicas, burlonas y exploratorias del verbo jugar. Dejaré el juego como experiencia vital amplia para el último subapartado de este punto.
Voy a relatar un ejemplo clásico de burla, intento de engaño en la crono-topología emergente de Internet, pero que también puede leerse como experimento identitario, como un ejemplo de identidad exploratoria. He aquí el relato, después, las posibles interpretaciones:
Un chico, varón de 17 años, se encuentra en una sala común de ordenadores con conexión gratuita a Internet habilitada por el gobierno de su localidad. Teclea con soltura y mantiene en el rostro lo que podría asemejarse a una leve sonrisa. Sostiene una conversación de Chat privada con un hombre de unos 30 años, le está viendo a través de su cámara web. Su nick es "analesbiana", y además de con éste último, ya ha charlado con otro hombre. Está delante del ordenador durante una hora y media, después se marcha. En una o dos semanas está de nuevo ante uno de los ordenadores de la sala pública, esta vez su nick en el Chat es "laura-lesbianxxx". Realiza dos conatos de conversación, pero enseguida sale del Chat y se dedica a buscar información en páginas web. A partir de entonces, el chico irá gradualmente utilizando con mayor asiduidad los recursos que le ofrece la red de redes, pero nunca volverá a utilizar un nick que insinúe su intención de hacerse pasar por una persona de distinto sexo y/o condición sexual.
Mucho se ha escrito sobre las ventajas que ofrece Internet para quienes buscan escudarse bajo el anonimato, sobre las facilidades con la que permite la acción impune, la sorna del engaño. Sin embargo, la burla, el engaño, el vituperio, no son nada nuevo. La diferencia reside en las particularidades de las distintas crono-topologías en las que tienen lugar. En Internet, el engaño, la ocultación, tiene que ver con el nickname que juega al despiste (aunque esto es sólo relevante en determinados espacio-tiempos de localización), con el envío/robo de recursos digitales (fácilmente reproducibles y manipulables, tales como fotografías, documentos de texto, claves de acceso), o con la instantaneidad para modificar distintos parámetros de una configuración.
No obstante, no parece acertado regodearse en las posibles consecuencias, como gusta hacer a los cuasi-apocalípticos, de estos comportamientos. Salvo en casos graves de pérdidas de datos, o robo malintencionado de recursos, Internet no es el sálvese quién pueda hobbesiano de la guerra de todos contra todos (tampoco lo es en los casos anteriores, el robo/manipulación tendría que llegar al extremo, por ejemplo, de disparar misiles con cabezas nucleares, algo, por el momento, impensable (10)). En lo que respecta a la identidad, tranquilícense, no estará en peligro precisamente por la Red. El espectro identitario sufre poco con los casos como el que he descrito en mi pequeño relato de más arriba. Se trata, en la mayoría de los casos, de un juego, de un divertimento, de una especie de travestismo virtual. Me gusta comparar esa situación, en la que algunos ven lo peligroso que resulta Internet para las relaciones sociales, con el Carnaval. Las personas juegan modulando su espectro identitario, para que durante unas horas parezca, burdamente, una representación identitaria y estética, generalmente, inadmisible en el campo cotidiano de sus prácticas. Es un simple juego, ni si quiera existen motivaciones que se inclinen por engañar al prójimo.
Y es que, si ustedes se han hecho pasar alguna vez por una alteridad a la representación del espectro identitario dominante sobre su persona, enseguida se percatarán de lo que ocurre si, el juego, la gamberrada, se prolonga en exceso. Un poco, divierte; mucho, aburre. Casos como el de arriba, típicos en la red, el presentarse como alguien de distinto sexo y/o condición (de deseo) sexual, no tienen una esperanza de vida más allá de las dos horas. Pruébenlo, verán como pronto se cansan.
Caso aparte, merecería la otra interpretación, la que alude a las identidades exploratorias, es decir, esas prácticas encaminadas a experimentar con otros tipos de identidad o con representaciones sobre esos otros tipos. Puede resultar muy atractiva la presunción que muchos felices virtualistas emancipatorios sustentan, por la que consideran Internet como un lugar en el que desplegar infinitas configuraciones identitarias sin el menor riesgo. El límite, lo pone tu imaginación. Sin embargo, las limitaciones están claras, y no se encuentran únicamente en la imaginación de cada cual. Ya aclaré más arriba, que la identidad, o el espectro identitario, es una intersección entre un decirse y un que te digan. Los virtualistas saltan, voluntaria y felizmente, a una de las prisiones de la acción a las que aludía Gatti en su reflexión sobre la agencia. Pero no se dan cuenta de lo siguiente: si yo, hombre, me hago pasar por mujer en un Chat o en un foro, es cierto que no correré grandes riesgos, que será un procedimiento indoloro, ¿pero qué hay de la experiencia de ser mujer? Demasiados ríos de tinta tóxica y árboles muertos ha costado a las teóricas feministas y otros/as su disputa, como para que, por arte de magia, uno pasara a vivir la experiencia de la mujer con tan solo introducir en la casilla nick "Anastacia", "Nuria" o "Brenda". El esquema es este:
– En la crono-topología Internet, los riesgos de transformación o experimentación, sus peajes, son bajos. Sin embargo, su nivel experiencial suele resultar igualmente bajo. No sólo de textos e imágenes digitales vive el hombre (y la mujer).
– Si decidimos llegar a altas cotas de experimentación en otras crono-topologías, como la que regularmente nos rodea, los costes pueden ser altos (que se lo pregunten a los transexuales, por ejemplo). En cambio, los niveles experienciales, siempre será mayores en estos casos.
Existirían otras posibilidades, como una repetición del experimento, que por su incidencia, traspasaría el umbral del juego y de la identidad exploratoria. Serían prácticas y discursos que formarían ya parte de la tensión configuradora del espectro identitario en toda su extensión, pues superado el carácter excepcional de los mismos, pasarían al conjunto de experiencias vitales significativas (11).
… pugna
Como bien es sabido, la identidad no es solamente un juego más o menos inocuo, una forma elegante de estirar las normas sin levantar sospechas, todo lo contrario, muchas veces toma la forma de la disputa, a veces encarnizada, que convierte el espectro identitario en un campo de batalla. La lucha suele recurrir, como ya he dicho, a una gran variedad de lugares, que va desde la corporalidad hasta el espacio político, pasando por supuesto, por la extraña crono-topología de la acentuada curvatura espacio-temporal.
En su investigación sobre la identidad de raza en determinados grupos de noticias de Usenet, Byron Burkhalter (2003) se pregunta por los recursos que en Internet pueden ser utilizados para la identificación de la raza. Curiosamente, en contra de lo que algunos virtualistas defenderían, en Internet, la importancia de la raza, así como, y esto lo añado yo a sus argumentaciones, otros rasgos de identificación clásicos como el sexo, la apariencia física, la profesión o el lugar de procedencia, no sólo no dejan de ser relevantes sino que se vuelven problemáticos y pasan a ser objeto explícito de las controversias sobre la identidad. No basta con decir que uno es negro o blanco (12). Los otros pueden cuestionarte, fijarse en las formas de visibilización (el estilo de escritura, el lenguaje utilizado, las opiniones vertidas, la firma que aparece tras cada intervención, el avatar, los enlaces propuestos, tus conocimientos, etc.) y emplazarte, interpelarte a otras posiciones de identificación. Se establece, literalmente, una lucha por la configuración del espectro identitario. Veamos una pequeña muestra de disputa identitaria, en la que se suceden distintas réplicas:
«[Intervención inicial] No contrataría a gente de una minoría, aunque fuera por principios […] el hecho de que existe gente que intenta forzarme a que contrate a las minorías simplemente por el hecho de que son negros o hispanos […] me negaría a contratar a una minoría por principios…
[Primera réplica] Y ahí lo tienes. Un blanco imbécil e intolerante…
[Segunda réplica] …seguramente esta persona, se trata de una de esas personas de raza negra que consiguieron ENTRAR a través de una discriminación positiva […] Uno no tiene por qué asumir que es blanco…» (Burkhalter, 2003: 98)
Esta breve sucesión nos muestra dos cosas: la primera, que cualquier rasgo que pueda tildarse de identitario es relevante en la crono-topología emergente estudiada; la segunda, que toda identificación resulta problemática, por uno mismo y por los demás.
Como vemos, Internet no es impermeable a las pugnas por la identidad, por ese espacio espectral, sino que queda igualmente empapado por ellas. Por supuesto, las disputas, no podría ser de otra manera, se encuentran mediatizadas por las peculiaridades de su crono-topología emergente. Por un lado, la acentuada curvatura espacio-temporal deforma los marcos de seguridad utilizados convencionalmente, por lo que la sensación de que cualquiera podría estar detrás del personaje virtual con el que interactuamos (¡como si la realidad viviera agazapada detrás de las virtualidades presta para asaltarnos!), elevan y amplían los escenarios posibles para las disputas. Por otro lado, las espacio-temporalidades de localización y visibilización referenciables, son, precisamente, el marco, o mejor dicho, la referencia principal sobre la que basar el enfrentamiento sobre las identificaciones y la configuración de su espectro. Y no es únicamente su referencia, sino también la expresión simbólico-material de las propias peleas, de otra manera, serían impensables, imposibles.
… vive
Realmente este subapartado es más bien un y etcétera, que una situación o modalidad particular en la que se configura el espectro indentitario. Al se juega o se pugna, se podría haber añadido un se reconstruye, se configura, se modifica o se indaga, por citar algunos ejemplos, que no siempre serían fácilmente distinguibles. El espectro identitario se vive en Internet, en el sentido de un cúmulo de prácticas, experiencias y discursos, como en cualquier otra crono-topología emergente que imaginemos. Como afirmé más arriba, lo que observamos son una serie de visibilizaciones emergentes producto de complejos procesos de hibridación y articulación que no logramos visibilizar, por lo que nuestras vivencias, de alguna manera también emergentes, nunca se abstraen para permanecer recluidas en su propia esfera. Todas esas prácticas y experiencias se desparraman simultáneamente por toda la realidad.
El concepto de crono-topología emergente, entonces, no es más que una estrategia, otra baliza sociológica a la que agarrarse (aunque no de forma tan desesperada como ocurre con la identidad), no pretende, aunque resulta difícil, generar nuevas realidades abstraídas. Si no he utilizado la construcción cronotopo sin más, es precisamente para evitar caer en la trampa de ontologizar la fórmula, terminando por crear una esfera independiente como sí lo suelen hacer los planteamientos ciber o virtual (seguramente en unos usos sesgados). Prefiero recurrir a este híbrido de cronología y topología, que da cuenta del logos, de la intencionalidad de la trazada, no es inocente, no esconde su implicación en la articulación.
De esta manera, aquello que quiera significar la identidad, fuere lo que fuere, o lo que se quiera pensar a través de esa noción, no cabe duda de que puede entenderse y practicarse en toda su extensión en la crono-topología emergente de la acentuada curvatura espacio-temporal propia de las sociedades del conocimiento. El espectro identitario añade Internet a su colección de escenarios en los que jugarse de forma simultánea.
Como amenazaba al principio de esta comunicación, la conclusión será una compilación resumida de las diversas impertinencias (más bien soterradas, no excesivamente explícitas) que he desplegado a lo largo del texto.
Así, la primera impertinencia nos advertía de la relación entre la noción de sociedad del conocimiento e Internet. Se ha magnificado en exceso el papel que juega Internet en este, supuesto, nuevo tipo de sociedad. El centro de esta noción, muchas descripciones sobre el cambio lo son principalmente de un descentramiento, recae principalmente, según mi propio criterio, en la predominancia del conocimiento científico sobre otras retóricas y su capacidad para filtrarse a través de todo el tejido social de formas muy diversas, no todas necesariamente (o convencionalmente) científicas.
Por ello, yo me inclino a resaltar la relación más directa que identifico entre los dos artefactos: la pronunciación de la curvatura espacio-temporal de la presente época, orquestada, en parte, por Internet. Otra historia es la influencia que esa curvatura posee sobre la producción, distribución y filtración del conocimiento. No es este el lugar para discutirlo.
La segunda impertinencia se hundía en el intersticio que los sociólogos y otros teóricos sociales habían permitido en sus escritos cuando estudiaban la identidad y la socialidad en Internet. Pronto nos percatamos que la cuestión no era leve: se había abierto un abismo, una profunda sima entre dos esferas aparentemente irreconciliables. Por esta razón, me dediqué a incordiar a este planteamiento, afirmando que lo virtual y lo real formaban parte de una misma ontología.
Después, siguiendo una línea ascendente de impertinencia, argumenté que para pensar la identidad en Internet eran necesarios unos espacio-tiempos de localización y visibilización, en todo caso, escenarios referenciables a los que la identidad podría acudir para configurarse de alguna manera. Para no contradecir mi argumentación anterior, y volver a romper lo que había unido en una misma realidad, me saqué de la manga la noción de crono-topología emergente, con la que intentaba mediar entre la realidad continua de articulaciones e hibridaciones y las visibilizaciones que nos hacían creer fácilmente en espacio-temporalidades independientes.
Por último, la impertinencia final consistió en presentar una discusión, no excesivamente novedosa, sobre el mismo concepto-boya de la identidad, algo que iba más allá de las pretensiones de este congreso, pero que resultaba necesario para armar el artefacto sociológico espectro identitario, esa amalgama amorfa, sin estabilidades fijas (aunque no exenta de ciertos asentamientos temporales), producto de la tensión entre las prácticas y discursos dominantes que sitúan al individuo y el sujeto que también busca sus adhesiones e identificaciones. Más adelante vendrían las formas en las que aquel espectro identitario, se jugaba, se luchaba y se vivía en Internet.
Otras inadecuaciones e impertinencias menores, como la disconformidad con alguno de los planteamientos iniciales de este grupo de trabajo o la incómoda prolijidad de los términos utilizados, han atravesado también todo el documento (todo texto las tiene). Quedémonos, pues, con algunos de estos cosquilleos sociológicos, y busquemos en consecuencia cuánto de serio y riguroso tienen.
- LI]BERMAN, Marshall, 1988, Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad, Madrid: Siglo XXI
- BURKHALTER, Byron, 2003, "La lectura on-line de la raza. El descubrimiento de la identidad de raza en las discusiones de Usenet" en SMITH, Marc A. y KOLLOCK, Peter, Comunidades en el ciberespacio, Barcelona: UOC, pp.89-108
- ECO, Umberto, 2004, Apocalípticos e integrados, Barcelona: Lumen
- GARCÍA SELGAS, Fernando J., 2003, "Para una ontología política de la fluidez social: el desbordamiento de los constructivismos" en Política y Sociedad, vol. 40, nº1, pp. 27-55
- GATTI, Gabriel, 2002, Las modalidades débiles de la identidad, Bilbao: Servicio Editorial UPV
- HALL, Stuart, 2003, "¿Quién necesita identidad?" en Hall, S. y du Gay, P. [comp.], Cuestiones de identidad cultural, Buenos Aires: Amorrortu, pp. 13-39
- HARAWAY, Donna J., 1999, "Las promesas de los monstruos: una política regeneradora para los otros inapropiados/bles" en Política y Sociedad, nº 30, pp. 121-163
- LAW, John, y MOL, Annemarie, 1994, "Regions, Networks and fluids: Anaemia and social topology" en Social Studies in Science, nº 24, pp 641-671
- MURIEL, Daniel, 2003, "La morada del postmoderno Prometeo: Internet como máximo exponente de lo tecn-" en Inguruak, nº 37, pp. 147-163
- TIRADO, F. y GÁLVEZ, A. [on line], "Comunidades virtuales, ciborgs y redes sociotécnicas: nuevas formas para la interacción social" en <http://www.uoc.edu/humfil/articles/esp/tiradogalvez0302/tiradogalvez0302.html>
[1] – La redacción de esta comunicación se ha realizado bajo la financiación del Gobierno Vasco, a través de una beca del Programa de Formación de Investigadores del Departamento de Educación, Universidades e Investigación.
[2] – Esta peculiar construcción terminológica, rúbricas post post-, viene a ubicar aquellas etiquetas utilizadas en los escritos científico sociales contemporáneos, especialmente los sociológicos, para definir lo que se entiende como un cambio a gran escala en las formas societales, desprendiéndose del incómodo prefijo post- que impregnaba los primeros intentos por definir el cambio (postmodernidad, sociedad postindustrial, postcapitalismo). En definitiva, las rúbricas post post-, son un intento por superar una terminología itinerante, por nominar el cambio que ya se intuía en lo post-. Aparte de la sociedad del conocimiento, otros ejemplos puede ser la modernidad tardía, la sociedad riesgo o la era de la información. Estas problemáticas y la reflexión crítica sobre algunos de los supuestos más difundidos acerca de la sociedad del conocimiento, las expuse en una comunicación titulada "¿Sociedad del conocimiento? Repensando (y matizando) las rúbricas post post-" presentada al VIII Congreso Español de Sociología, celebrado en Alicante del 23 al 25 de Septiembre de 2004.
[3] – La segunda parte de la máxima ("…y quien tengas la capacidad de ser"), puede ser más fácilmente aceptada, ya que incluye una matización que implica capacidades, competencias, destrezas, y, en cierta medida, lógicas limitaciones en semejante vorágine autoconstitutiva.
[4] – Para una revisión de las relaciones que se establecen entre lo social y lo tecnológico, la propuesta de lo tecn- que propongo en el artículo "La morada del postmoderno Prometeo: Internet como máximo exponente de lo tecn-" (Muriel, 2003).
[5] – En el II Congreso Internacional convocado por el Festival Ciber@rt que se celebró en Bilbao del 26 al 29 de Abril de 2004 bajo el lema "Desafios para la identidad ubicua" (http://www.ciberart-bilbao.net/congreso.htm), presenté una ponencia titulada "Socialidad, identidad y comunidad en los espacios de localización y visibilización de Internet: una propuesta no modernista de la construcción identitaria en la Red a través de los programas peer to peer. El caso de la comunidad Spanishare", en la que precisamente indicaba algunas notas sobre la práctica experiencial en un espacio de localización y visibilización referencial, la comunidad Spanishare (http://www.spanishare.com).
[6] – No obstante, no la sustituye por otra, sino que en conjunción con ella, genera nuevas crono-topologías que la complementan, la amplían y transforman. A este respecto, ver el artículo de Law y Mol (1994) en el que abogan por la multiplicidad de topologías de lo social, entre las que identifican las de territorio, red y fluido.
[7] – Y aquí se incluyen los discursos, prácticas, y saberes de disciplinamiento, gobierno y domesticación de los individuos, al más puro estilo foucaultiano.
[8] – En este caso, me refiero a los procesos de adhesión (o no) a esos lugares a los que los individuos son llamados a través de los distintos procesos de disciplinamiento dominantes.
[9] – El uso del vocablo actante permite la libertad de definir su unidad teniendo en cuenta supuestos dispares: desde entenderlo como una entidad tremendamente compleja (instituciones, colectivo de gays y lesbianas, el cuerpo humano) hasta pensarlo como una simple molécula. No existiría una unidad tipo irreductible, el actante es escurridizo, su definición es siempre contingente. Además, no entiende de naturalezas o voliciones, humanos y no-humanos están a la misma altura en el relato.
[10] – Para eso ya se valen por sí solos los dirigentes políticos y su cúpula militar.
[11] – Las otras también son experiencias con total carga de significado, pero su articulación como juego, simple divertimento o curiosidad eventual, no desplaza en demasía la configuración de su espectro identitario, que depende de otras tensiones y prácticas de mayor significatividad.
[12] – Ya lo he advertido varias veces en este texto valiéndome de argumentos también de otros autores, no basta con decirse, hay que identificarse, luchar por las posiciones, moverse astutamente. Pero esto ocurre en cualquier crono-topología, independientemente de su complejidad.
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Daniel Muriel http://es.geocities.com/dmurisan