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Aplicación de las ideas de Thomas Hobbes para reforzar nuestra institucionalidad

Enviado por dmasson


    1. La vida de Thomas Hobbes (1588 – 1679)
    2. El siglo XVII en Inglaterra, Los turbulentos Estuardos y las guerras civiles (1603-1688)
    3. La filosofía de Thomas Hobbes. Materialismo y determinismo
    4. Selección de textos del Leviatán
    5. Apreciaciones
    6. La fragilidad institucional del Perú
    7. Conclusiones
    8. Fuentes

    I-INTRODUCCION

    En el actual ensayo, al tratar las ideas de Hobbes, presentaremos primero su vida, sus obras, su entorno histórico en la Inglaterra del Siglo XVIII, desgarrada por luchas internas similares a las nuestras ya la vez muy distintas, pero con el indicador común de la carencia de un poder central fuerte y respetado, para luego exponer una selección de textos de su máxima creación filosófica, el "Leviatán", comentarlos y analizarlos.

    En un segundo bloque pasaremos a resumir los puntos saltantes de nuestra debilidad institucionalidad, para tratar de dar cabida a las ideas Hobbesianas en nuestra realidad nacional, dejando en claro que la autocracia o soberanía absoluta no resulta aplicable en nuestro contexto actual, pero sí debemos tomar en cuenta las ideas del autor sobre la conveniencia de un Estado respetado y legitimizado por la anuencia de la colectividad antes de tratar de instaurar una Economía de Libre Mercado sin control alguno.

    Debemos tomar como ejemplo el fortalecimiento de la Corona Británica luego de las Guerras Civiles de los débiles Estuardos para luego vigilar el ritmo creciente de una economía que se rige por el mercado, pero respetando al poder central.

    II-LA VIDA DE THOMAS HOBBES (1588 – 1679)

    Thomas Hobbes nació en 1588 en Inglaterra, Malmesbury, Wiltshire, hijo de un clérigo de Wesport. En 1603 realiza sus estudios en el Magdalen Hall de la Universidad de Oxford, donde se empapa de filosofía escolástica y de lógica, graduándose en 1608. Ese mismo año se hace cargo del hijo de William Cavendish (conde de Devonshire) lo que le permitió codearse con la nobleza y las elites intelectuales. Su primer viaje por el continente Europeo lo realiza en 1610, a raíz del cual Hobbes toma conciencia del poder que todavía ejercía el escolasticismo en la mayoría de los ámbitos de conocimiento.

    En 1628 publica una traducción de Tucídides, obra que critica el sistema democrático y sus peligros, desde una perspectiva conservadora. A la muerte de William Cavendish acaecida en 1629, Hobbes trabaja como tutor del hijo de Gervase Clinton, con el que viaja por Europa descubriendo su pasión por la geometría y la aplicación de ésta a un método que demostrase los principios sociales y políticos defendidos por él.

    En su tercer viaje por el continente, Hobbes se relaciona con el círculo de Abbe Mersenne, estableciendo contacto con Descartes y Pierre Gassendi. En un viaje a Italia en 1636 conoce a Galileo, que le influirá en su construcción de una filosofía social fundamentada en las ciencias naturales y la geometría.

    Cuando vuelve a Inglaterra el Rey y el Parlamento estaban en conflicto, motivo por el cual Hobbes hizo circular secretamente un manuscrito titulado Elementos del derecho, donde defendía la necesidad de la soberanía absoluta, frente al parlamentarismo. Se exilia voluntariamente a Francia, temiendo las consecuencias que la difusíón de su escrito pudiera acarrearle. En 1642 publica De cive, una teoría sobre el gobierno y comienza a escribir De corpore, primer trabajo que incluirá posteriormente en una trilogía sobre el cuerpo, el hombre y el ciudadano.

    En 1647 trabaja como tutor del futuro Carlos II, que también se hallaba exiliado en Francia y en 1648, después de soportar una enfermedad que casi le lleva a morir, publica la segunda edición de De cive. Tres años después de la muerte de Mersenne (1648), Hobbes publica en 1651 su obra más importante, Leviatán, una teoría sobre la soberanía en la que se muestra como un defensor implacable del absolutismo. Pero, debido al temor a las represalias de las autoridades francesas que veían en esa obra un ataque a las instituciones eclesiásticas, Hobbes marcha de nuevo a Inglaterra, donde se ve inmerso en una controversia en torno al tema de la libertad con el obispo de Derry, John Bramall.

    En 1657 publica la segunda parte de su trilogía bajo el título De homine y cinco años después publica De corpore, enzarzándose en intrincadas disputas con los miembros de la Royal Society John Wallis y Seth Ward, sobre temas de geometría, religión y el estado de las universidades.

    En 1666 la Cámara de los Comunes incluyó su obra Leviatán en el índice de libros investigados a causa de sus supuestas tendencias ateas y, a pesar de que el rey intercedió a su favor, se prohibió a Hobbes publicar ninguna otra obra, por lo que sus tres libros siguientes, que trataban temas de historia y que fueron agrupados bajo el título Bhemoth, no verían la luz hasta después de su muerte, acaecida el 4 de diciembre de 1679 en Hardwick Hall. Antes, Hobbes escribió una autobiografía en prosa y en verso latino y con 86 años publicó una traducción al inglés de la Iliada y la Odisea.

    III-EL SIGLO XVII EN INGLATERRA, LOS TURBULENTOS ESTUARDOS Y LAS GUERRAS CIVILES (1603-1688)

    Los Estuardos de Escocia acceden a la corona de Inglaterra cuando la línea de sucesión de la Casa Tudor queda trunca con la muerte sin descendencia de Isabel I en 1603. Hobbes tenía entonces 15 años de edad y por ende fue testigo del esplendor de la era isabelina (1558-1603), en la que la Monarquía inglesa fue particularmente fuerte y aceptada por el orden que impuso en la isla.

    Los reyes Estuardos ceñíanse ambas coronas, la escocesa y la inglesa. Eran poderosos, pero no disponían de ejército regular y sus ingresos eran limitados. Trataron de encontrar fondos sin tener que depender del Parlamento. Inglaterra era un país claramente protestante y cualquier movimiento que pudiera interpretarse como un intento de restablecer el catolicismo era objeto de una violenta respuesta. La incapacidad de Carlos I de dar respuesta a estos problemas originó la guerra civil.

    Jacobo I (1603-1625)

    Cuando subió al trono inglés, ya había sido rey de Escocia durante 36 años, y había aprendido a sobrevivir. Por un lado, era flexible y voluntarioso para llegar a acuerdos y por otro era rudo e indecoroso. Era bisexual y entre 1618-1628 su favorito, el duque de Buckingham fue el hombre más importante de Inglaterra tras el propio rey. Jacobo pretendió la coexistencia de todas las religiones, pero un grupo de católicos, en la Conspiración de la Pólvora (5 de noviembre de 1605), atentaron contra el gobierno. Fueron ejecutados y en lo sucesivo, los católicos fueron considerados posibles traidores. Jacobo heredó una deuda que incrementó gastando mucho dinero con sus favoritos. Terminó la guerra con España y mantuvo a Inglaterra al margen de la Guerra de los Treinta Años. Apoyó la colonización del Ulster. Los cargos en Irlanda exigían jurar la Ley de Supremacía, lo que significaba la exclusión de los católicos. De este modo, los ingleses se hicieron dueños del Parlamento irlandés. Los colonos fueron mayoría en el Ulster, mientras en el resto de Irlanda solo representaban una minoría combativa.

    Carlos I (1625-1642)

    Era remilgado y retraído, buen padre y marido, pero sin cualidades negociadoras. Se enfrentó a España en la Guerra de los Treinta Años, pero fracasó en su ataque a Cádiz y en su intento de liberar a los hugonotes franceses. En 1628 pidió dinero al Parlamento, que a cambio redactó la "Petición de Derechos" contra el arresto arbitrario, el impuesto extraparlamentario, el reclutamiento de tropas gratuito y la ley marcial. Carlos fingió aceptar la petición, pero dejó de respetarla al cabo de poco tiempo, y disolvió el Parlamento en 1629. Empezaron entonces los once años de gobierno absolutista. En 1629 Carlos firmó la paz con Francia y en 1630 la paz con España. En 1637 estaba en la cumbre de su poder, con el presupuesto equilibrado.

    Pero su política religiosa disgustaba a sus súbditos: En su apoyo al anglicanismo frente al calvinismo, muchos veían una restauración del papado. En Escocia intentó imponerse a la Iglesia Presbiteriana. En 1638 los escoceses formaron una Alianza Nacional y Carlos envió un ejército contra ella. Al comienzo de las Guerras de los Obispos (1639-1649), Carlos no consiguió formar un ejército con garantías y se vio obligado a firmar la paz en 1639. En 1640 sufrió una derrota y los escoceses invadieron Inglaterra, venciendo en Newcastle y ocupando la zona nororiental del país. En noviembre de 1640 Carlos, sin dinero, convocó al Parlamento, que ya no se había de disolver en vida del monarca en lo que se conoce como Parlamento Largo. En 1641 se llegó a un acuerdo pacífico con los escoceses.

    La primera sesión del Parlamento Largo duró hasta agosto de 1641. se abolieron las medidas financieras de la Corona establecidas en la década anterior y los tribunales de prerrogativa real. Carlos aceptó, pero el Parlamento no le creyó. El Parlamento atacó entonces a los principales ministros: Strafford y Laud fueron ejecutados. El Parlamento aprobó la Ley Trienal, que obligaba a reunir el Parlamento cada tres años; su disolución solo se produciría por acuerdo de sus miembros.

    En octubre de 1641 se produjo una nueva rebelión en Irlanda. Muchos protestantes fueron asesinados. Los católicos ingleses apoyaron a los irlandeses. La Confederación Católica, con su propio Parlamento, estuvo liderada por Owen Roe O’Neill. El Parlamento temió que Carlos utilizase el ejército formado para sofocar la rebelión contra sus propios súbditos. La Gran Protesta exigió el nombramiento de ministros con la confianza del Parlamento, el permiso a las prácticas calvinistas y la supervisión por parte del Parlamento del ejército destinado a Irlanda. Carlos rechazó la solicitud, animado por el escaso margen de votos con el que había sido aprobada.

    El 3 de enero de 1642, Carlos envió al Fiscal General del Estado a la Cámara de los Lores para incoar proceso por alta traición a varios Comunes. El intento de arresto, precipitó la guerra civil: en Londres se produjeron manifestaciones y altercados públicos. En mayo, el Parlamento asumió el poder de realizar nombramientos militares. En julio, el Parlamento constituyó su propio ejército y en agosto el rey formó el suyo en Nottingham.

    Primera Guerra Civil (1642-1646)

    La guerra civil dividió a las familias, mientras los estratos bajos reaccionaron con apatía. Fue una guerra de asedios y escaramuzas y no de grandes batallas. El Parlamento contaba con ventaja a largo plazo al disponer de los recursos humanos y económicos de Londres y de la ayuda de 20.000 escoceses. Por ello procuraron agotar a los realistas, cuyo principal general fue el príncipe Ruperto, sobrino de Carlos.

    El 25 de octubre de 1642 tuvo lugar la inconclusa batalla de Edgehill. Carlos tuvo oportunidad de tomar Londres pero se retiró incomprensiblemente. En la primavera de 1643 los realistas disfrutaron de varias victorias, pero agotadas las municiones, retrocedieron. El invierno trajo consigo un estancamiento. Antes de su muerte a finales de 1643, el líder del Parlamento, Pym, firmó la Solemne Liga y Alianza, por la que los escoceses colaboraron con 20.000 hombres a cambio de una reforma religiosa en Escocia acorde con los principios presbiterianos. En julio de 1644, tuvo lugar la mayor batalla de la guerra en Marston Moor, con victoria de los parlamentaristas, quienes ocuparon después York y aseguraron el control del norte. Las disputas entre los generales parlamentaristas impidieron rematar entonces la guerra. En septiembre, los realistas tomaron Cornualles. Tras la batalla de Newbury, los dos ejércitos quedaron exhaustos.

    Para resolver las luchas internas entre los generales parlamentaristas, se dictó la Ordenanza Autoexcluyente, por la que los miembros del Parlamento no podían ejercer autoridad militar. Sólo Oliver Cromwell quedó exento. Las tropas fueron reunidas en el Nuevo Ejército Modelo, mandado por Sir Thomas Fairfax. Carlos se vio obligado a retroceder hacia el norte, pero en julio de 1645, en Naseby, la victoria realista desequilibró definitivamente la guerra.

    En 1644 y 1645 los católicos escoceses, ayudados por los irlandeses, consiguieron espectaculares victorias en Escocia, pero en septiembre de 1645 fueron aplastados por la Alianza. Carlos se rindió a los escoceses en mayo de 1646. Se negó a negociar en serio, mientras sus oponentes mantenían las diferencias entre sí. Se produjo una revuelta popular en contra de la violencia y la destrucción reinantes. El comercio se hundió y se padeció una depresión económica.

    Segunda Guerra Civil. Ejecución de Carlos I (1646-1649)

    El Parlamento estaba dividido en episcopalianos, presbiterianos e independientes. Los episcopalianos tenían la mayoría y pretendían una organización religiosa de arriba abajo, a partir de los obispos. Los presbiterianos deseaban organizar la Iglesia de abajo arriba, a partir de congregaciones, con un papel importante para los laicos. Los independientes se oponían a los presbiterianos.

    En 1646 se reformó la Iglesia anglicana de acuerdo con principios presbiterianos, según había acordado el Parlamento con los escoceses, pero el pueblo siguió practicando los ritos anglicanos que conocía. El pueblo reclamó la reducción de impuestos y la desmovilización del Ejército, en el que fue penetrando un movimiento radical, que se opuso a la arbitrariedad del Parlamento y a los presbiterianos.

    En diciembre de 1646 la City de Londres solicitó al Parlamento la disolución del Ejército. En febrero y marzo de 1647 se redujeron las atribuciones del Ejército, al mismo tiempo que seguía sin recibir sus pagas. Cuando el Parlamento pretendió desmantelar la infantería, el Ejército tomó la iniciativa. En junio apresó a Carlos I. Oliver Cromwell se erigió en líder de los militares. En agosto de 1647, el Ejército presentó al Rey un Catálogo de Propuestas, que fue rechazado. En noviembre de 1647, Carlos huyó. En diciembre firmó un compromiso con los escoceses, en el que aceptaba establecer el presbiterianismo en Inglaterra a cambio de ayuda militar. Entre abril-junio de 1648 se sucedieron las sublevaciones contra el Parlamento en Inglaterra, pero fueron controladas por el Ejército. Cromwell derrotó a los escoceses en julio e invadió Escocia.

    Un pequeño grupo del ejército estaba convencido de la imposibilidad de llegar a un acuerdo con Carlos I, pero el Parlamento era partidario de negociar. El golpe militar instigado por Cromwell, organizado por el general Ireton y llevado a cabo por el coronel Thomas Pride purgó el Parlamento, de modo que solo quedaron algunos miembros, en lo que se conoció como Parlamento Residual o Rump.

    El Rump nombró un Tribunal que acusó a Carlos de traidor. Fue decapitado el 30 de enero de 1649.

    El Parlamento Residual (1649-1653)

    El Rump abolió la monarquía y eliminó la Cámara de los Lores, declarando a Inglaterra como Commonwealth. El país aceptó el cambio a regañadientes, muchos jueces dimitieron y el gobierno local se hizo imposible. Fairfax dimitió y el camino quedó expedito para Cromwell, que se convirtió en Capitán General del Ejército. Los niveladores pretendieron el voto para todos los varones mayores de 21 años, la convocatoria anual del Parlamento, la eliminación del diezmo y la simplificación de la Ley. El líder del movimiento, John Lilburne, atacó al Gobierno exigiéndole reformas radicales para la redistribución de la riqueza. Instó a los soldados a tomar el poder en nombre del pueblo. Fue arrestado pero resultó absuelto. Otro grupo opositor, los diggers, pretendió la propiedad común de los bienes.

    Desapareció toda forma de censura y los radicales se infiltraron en la religión y la política, ocasión que aprovecharon los milenaristas y las sectas. Algunos grupos pedían la abolición de los diezmos y la participación de las mujeres en la predicación y gobierno de la Iglesia. En 1647 George Fox constituyó la Sociedad de Amigos, cuyos miembros fueron conocidos como los cuáqueros. Su doctrina se basaba en la conciencia individual y estaban implicados en el radicalismo político. Otra secta, los ranters, creían que quienes recibían la Gracia divina no podían cometer errores ni tenían que observar las leyes humanas.

    La rebelión irlandesa no estaba completamente aplastada y el Rump decidió recobrar el control de Irlanda y vengar la muerte de protestantes. Cromwell atacó en Drogheda a un ejército realista y en Wexford a los católicos. La brutalidad de la represión provocó que los irlandeses defendieran encarnizadamente su territorio. En 1652 se llegó a un acuerdo por el que los terratenientes irlandeses fueron sustituidos por protestantes, salvo en la provincia de Connacht. Muchos irlandeses fueron muertos o exiliados e Irlanda fue declarada parte de la Commonwealth.

    En 1650 Cromwell atacó Escocia, que hubo coronado a Carlos II. Tras la victoria de Dunbar, muchos escoceses fueron asesinados y hechos prisioneros. Cromwell ocupó Edimburgo y Glasgow. En 1651 (el año en que Hobbes publicó su Leviatán), Cromwell y Lambert derrotaron a los restos del ejército realista en Worcester. Todo lo que pudo arrancarse de Escocia fue trasladado a Inglaterra. La unión efectiva con Escocia se realizó en 1654. Se construyeron o repararon 77 grandes barcos y se constituyó una flota permanente. En 1651, se aprobó la Ley de Navegación para cortar el comercio holandés con Norteamérica. Estalló entonces la Primera Guerra Anglo Holandesa (1652-1654). En 1652 Blake fue derrotado por el holandés Tromp, pero en 1653 venció en Portland y Beachy Head. Con los barcos holandeses capturados, Inglaterra pudo duplicar las cifras de su comercio.

    El Rump era muy impopular en el Ejército y en todo el país. Cromwell no consiguió las reformas que pretendía y lo disolvió 20 de abril de 1653.

    El Protectorado (1653-1658)

    Cromwell decidió otorgar la autoridad suprema a una asamblea de 140 hombres fieles. La mayoría eran moderados, con una minoría de radicales. Tras cinco meses de altercados, los moderados devolvieron el poder a Cromwell. El ejército tomó el mando, pero Cromwell se negó a presidir el gobierno y encargó una Constitución a Lambert. El Instrumento de Gobierno de 1653 instituyó un Gobierno compuesto por el Lord Protector (Cromwell, con todo el poder ejecutivo) el Parlamento y el Consejo. Cromwell rechazó el título de rey. El Instrumento garantizó la libertad de culto a todos menos a los católicos y los episcopalianos, aunque dejaron de ser perseguidos oficialmente e incluso los judíos fueron readmitidos. El poder del Protector estaba sometido a numerosas restricciones que el propio Cromwell aprobaba. En el Consejo siempre hubo mayoría de civiles. El tamaño del Ejército fue reduciéndose progresivamente. En las elecciones, los presbiterianos consiguieron muchos escaños y la situación se hizo inviable. El sistema legal y gobiernos locales no se alteraron prácticamente y se defendió el orden social vigente.

    Finalizada la guerra contra Holanda, Cromwell atacó las colonias de España en el Caribe. Inglaterra se hizo con Jamaica, pero las bajas fueron grandes y el intento se consideró un gran fracaso. Se nombraron generales encargados de ejecutar las leyes que prohibían beber, blasfemar, jurar, etc. Duraron menos de un año y fueron detestados por todos. Cromwell gobernó de manera arbitraria, encarcelando a gente sin juicio previo. Tras fracasar en el intento de que financiara la guerra contra España, disolvió el Parlamento. Su salud se deterioró rápidamente. Nombró sucesor a su hijo Richard Cromwell y murió el 3 de septiembre de 1658.

    Fin de la República (16581660)

    Entre septiembre de 1658 y diciembre de 1659, la anarquía política y económica se adueñó del pais, mientras los grupos políticos eran incapaces de alcanzar un acuerdo. En el invierno de 1659-1660, todos fueron convenciéndose de que la restauración de la monarquía era el único modo de conseguir la estabilidad.

    Richard Cromwell era incapaz de sostener el gobierno. El Parlamento despojó al ejército de poder político en abril de 1659. Richard disolvió el Parlamento y el general Monk entró en negociaciones con el príncipe Carlos. En 1660, la República se desmoronó y la Monarquía fue reinstaurada.

    Carlos II (1660-1685)

    Carlos era encantador, amante del placer, inteligente e indolente. Mostró un enorme valor y construyó un régimen de amplia base. Repartió el poder entre los diferentes partidos. Exiliado en Holanda, Carlos firmó la Declaración de Breda. Se concedía una amnistía general. El Parlamento se encargaría del problema de la expropiación de tierras, lo que implicaba para los realistas la esperanza de su recuperación. Los independientes podían confiar en una tolerancia religiosa. Por todo ello, el recibimiento de Carlos II en Londres fue multitudinario.

    Mediante la Ley de Amnistía y Olvido, el Parlamento amnistió a todos, salvo a los que había firmado la sentencia de muerte de Carlos I. La cabeza de Cromwell fue expuesta durante 25 años en un mástil delante del Parlamento. Once personas fueron ejecutadas públicamente. El Ejército fue desmantelado, tras pagarle lo que se le debía. Los lores de la Cámara y los obispos volvieron a sus puestos, incluyendo el episcopado escocés. Las tierras de la Iglesia y de la Corona fueron devueltas. Pese a las intenciones de tolerancia del rey, el Parlamento restauró la supremacía anglicana. En 1661, la Ley de Corporación estableció la desposesión de los funcionarios no anglicanos. Esta Ley continuó vigente hasta 1828. La Ley de Uniformidad de 1662 exigió que los clérigos fueran ordenados por obispos y que en los servicios religiosos se utilizase solo el Devocionario. La Ley de los Conventículos de 1664 prohibió los servicios religiosos que no fuesen anglicanos (a partir de 1670 esta Ley dejó de cumplirse). La Ley de la Cinco Millas de 1665 prohibió que los clérigos disidentes vivieran en un radio de cinco millas de las ciudades.

    Los ingleses pugnaron con los holandeses por la preponderancia comercial. Desde 1663 las colonias inglesas sólo podían importar bienes europeos desde Inglaterra y en barcos ingleses. En 1664 los ingleses tomaron Nueva Amsterdam, denominándola Nueva York. En 1665 Jacobo, duque de York y hermano de Carlos, derrotó a la escuadra holandesa en Lowestoft. En junio de 1666 la Batalla de los Cuatro Días supuso enormes pérdidas para ingleses y holandeses. En ese mismo año Londres se vio atacado por la peste, que se llevó a 56.000 personas. Siguió el gran incendio de Londres. La Corona se vio en la bancarrota. Carlos II comenzó las negociaciones de paz con los holandeses en mayo de 1667 y reunió la flota en Chatham. El almirante holandés De Ruyter aprovechó la ocasión: incendió tres buques y capturó el Royal Charles, buque insígnea. La guerra concluyó con el Tratado de Breda, e Inglaterra se hizo de forma definitiva con Nueva York y Nueva Jersey, territorios sin importancia en aquel entonces.

    Cuando Luis XIV de Francia invadió los territorios españoles en los Países Bajos, Inglaterra se alió con los holandeses. Pero Carlos y Luis firmaron el Tratado de Dover. Carlos recibía un subsidio anual mientras durara la guerra y se hacía con parte del imperio holandés. En las cláusulas secretas, Carlos II se comprometió a permitir el catolicismo. En efecto, Carlos declaró la guerra a los holandeses y firmó la Declaración de Indulgencia que permitía los ritos católicos en privado.

    En marzo de 1672 el Parlamento obligó a Carlos a aprobar la Ley de Prueba, por la que todos los que ocupaban un puesto oficial debían comulgar de acuerdo con la Iglesia de Inglaterra y negar la transubstanciación (rigió hasta 1828). El Parlamento se negó a conceder más dinero para la guerra y Carlos firmó la paz con los holandeses en 1674. En 1678 se produjo un supuesto complot papista: 35 inocentes fueron ejecutados. El Parlamento quiso excluir de la sucesión al duque de York, católico, y Carlos lo disolvió. La Cámara de los Comunes del siguiente Parlamento aprobó un proyecto de Ley en el mismo sentido, que fue rechazado por la Cámara de los Lores. El Parlamento quedó nuevamente disuelto. Los exclusionistas se llamaron más tarde whigs y los que se oponían a la exclusión tories. Carlos no convocó el Parlamento entre 1681-1685. Tras el frustrado complot de la Casa de Rye, que pretendió el asesinato de Carlos y Jacobo, fueron ejecutados algunos de sus oponentes. Carlos II se convirtió al catolicismo en el lecho de muerte.

    Jacobo II (1685-1689)

    Jacobo II no tuvo problemas para acceder al trono, tras prometer gobernar respetando la legislación y manteniendo la independencia de la Iglesia anglicana. Era católico celoso y procuró que los católicos pudiesen celebrar su liturgia abiertamente y que pudiesen participar en la vida política. Su hija María, de religión protestante y casada con el calvinista holandés Guillermo de Orange, era la heredera.

    En junio de 1685, el duque de Monmouth, hijo bastardo de Carlos I, invadió Inglaterra desde Holanda. Convenció a los artesanos del oeste del país, donde la industria textil estaba deprimida. Reunió un ejército de 3.000 soldados inexpertos, e intentó un ataque por sorpresa sobre Sedgemoor (Somerset). Tras la derrota, fue ejecutado. Esta fue la última rebelión popular en Inglaterra, famosa por la sangrienta represión. Fueron condenados a muerte 300 rebeldes y muchos más fueron deportados.

    Jacobo pretendió suprimir la Ley de Prueba, pero el Parlamento no lo admitió. Entonces, recurrió a su prerrogativa para eximir a algunos individuos de las leyes penales. Sustituyó la mitad de los jueces y a 250 jueces de paz por católicos, integró a cuatro católicos en su Consejo Privado y nombró oficiales católicos en el ejército. En Irlanda aplicó la misma política. Mientras tanto, llegaban a Inglaterra protestantes perseguidos en Francia.

    En abril de 1688, Jacobo promulgó la Declaración de Indulgencia, por la que se suprimieron las leyes penales contra los católicos y los disidentes. En mayo obligó a la lectura de la Declaración en las Iglesias. El arzobispo Sancroft y seis obispos se negaron a ello y fueron juzgados, siendo absueltos por el jurado. El 10 de junio, la reina María dio a luz a Jacobo Eduardo Estuardo, abriendo así la posibilidad de una sucesión católica. Ese mismo año el rey Jacobo II fue depuesto. Desde 1714 reinarían sobre la isla reyes de origen alemán, de la Casa Hannover y el fantasma de las guerras de religión se esfumó, dando paso al pragmatismo del gobierno parlamentario que hizo de Inglaterra una potencia de primer orden.

    En 1679 falleció Thomas Hobbes, ya nonagenario. El Leviatán constituye así una especie de llamamiento al orden o búsqueda de rumbo para un país que casi lo pierde, pero lo encontraría a fines del Siglo XVII bajo el reinado de María y Guillermo de Orange, la unión de las dos potencias mercantiles de la época, Inglaterra y Holanda. Gran Bretaña obtuvo la estabilidad que Hobbes reclamaba, preludio de su auge en la Revolución Industrial del Siglo XVIII.

    IV-LA FILOSOFIA DE THOMAS HOBBES. MATERIALISMO Y DETERMINISMO

    Aunque la fama de Hobbes se debe esencialmente a sus teorías políticas y sociales, su filosofía constituye la más completa doctrina materialista del siglo XVII.

    El universo es concebido como una gran máquina corpórea, donde todo sigue las estrictas leyes del mecanicismo, según las cuales, cualquier fenómeno ha de explicarse a partir de elementos meramente cuantitativos: la materia (extensión), el movimiento y los choques de materia en el espacio.

    "El universo es corpóreo. Todo lo que es real es material y lo que no es material no es real" (Leviatán).

    Este fragmento del Leviatán resume la filosofía materialista de Hobbes, estrechamente vinculada a una postura determinista del mundo que postula que todos los fenómenos del universo se hallan determinados por la cadena causal de los acontecimientos. Nada surge del azar; todo acontecer es el resultado necesario de la serie de las causas, y, por ende, podría ser anticipado y previsto. El determinismo de Hobbes se fundamenta en un método racionalista de carácter matemático y geométrico (el método analítico-sintético de Descartes), que parte de la hipótesis de que las partes de un todo (materiales, engendradas y entendidas como causas) han de descomponerse y explicar el conjunto o las partes en su totalidad. La teología queda excluida del ámbito de la filosofía (por no estar compuestas sus partes de elementos corpóreos engendrados), abarcando exclusivamente la geometría, una filosofía de la sociedad y la física, aunque esta última únicamente pueda proporcionar conocimientos basados en la mera probabilidad, no necesarios, como posteriormente defenderá David Hume.

    La antropología de Hobbes se fundamentará también en el materialismo. Criticando el dualismo cartesiano, denunciará el paso ilícito del "cogito" a la "res cogitans". Del "pienso" puede deducirse únicamente que "soy", de lo contrario, de la proposición "yo paseo" se seguiría análogamente la existencia de una "substancia ambulante", lo cual es ciertamente un absurdo. El hombre es un cuerpo y, como tal, se comporta a la manera como lo hacen el resto de los cuerpos-máquinas. El pensamiento o la conciencia no es una substancia separada del cuerpo: la "entidad" corporal que somos, y su conocimiento de las cosas proviene y se reduce a la sensación. En polémica con la teoría aristotélica de la sensación, Hobbes postula que ésta ha de explicarse también a partir de postulados mecanicistas, como producto de los movimientos de los cuerpos (materia). El apetito y la aversión (repugnancia) provocan determinados movimientos y acciones en los cuerpos denominados emociones. Los sueños y la imaginación son explicados, así mismo, como reacciones a una gran variedad estímulos (corporales), tanto externos como internos. La libertad humana y el libre arbitrio (albedrío) de la voluntad quedan subordinados y limitados por el feroz determinismo de Hobbes. Ambos están condicionados por los movimientos de los cuerpos externos.

    Hobbes sostenía un materialismo mecanicista. Según él todo es material, tanto las cosas naturales como las artificiales e incluso las espirituales. Y la materia se encuentra regida por las leyes del movimiento. Incluso puede verse en Hobbes a un pensador que intentó hacer de la Física del Movimiento de Galileo la ley de toda realidad, siendo que para él no hay otra cosa más que cuerpos en movimiento. La Filosofía debe ocuparse del estudio de los cuerpos, de sus propiedades y de su origen. Quedan fuera de ella los temas teológicos (Dios, los ángeles, Lo Eterno, Lo Increado, Lo "Supra-Racional").

    En el pensamiento de Hobbes no hay lugar para el dualismo antropológico cartesiano. El hombre es sólo cuerpo. Y este cuerpo, como todos los demás, está sujeto al movimiento, que en su caso es generado por las pasiones, las acciones, los pensamientos. El movimiento tiene lugar de acuerdo a leyes causales y, por lo tanto, no cabe hablar de libertad. Aprobamos lo que vemos como agradable y desaprobamos lo desagradable. El valorar y el obrar humanos están regidos por el utilitarismo y el egoísmo.

    El Leviatán: la política de Thomas Hobbes

    La filosofía política y la teoría social de Hobbes representan una evidente reacción contra las ideas descentralizadoras (parlamentarismo) y la libertad ideológica y de conciencia que proponía la Reforma, en la que él avistaba el peligro de conducir inevitablemente a la anarquía, el caos y la revolución, de forma para él fue necesario justificar y fundamentar la necesidad del absolutismo como política ideal con la que soslayar dichos "males". Es inevitable instaurar una autoridad absoluta cuya ley sea la jerarquía máxima y tenga que ser obedecida por todos sin excepción.

    El Estado es un "artificio" que surge para remediar un hipotético estado de naturaleza en el que los hombres, guiados por el instinto de supervivencia, el egoísmo y por la ley del más fuerte (la ley de la selva), se hallarían inmersos en una guerra de todos contra todos que haría imposible el establecimiento de sociedades (y una cultura) organizadas en las que reinara la paz y la armonía. Sin un Estado o autoridad fuerte sobrevendría el caos y la destrucción (la anarquía), convirtiéndose el hombre en un lobo para los otros hombres, según la célebre frase de Hobbes: "homo hominis, lupus".

    La propia naturaleza nos otorga una razón que nos provee de ciertas "leyes naturales" que son como "dictados de la recta razón sobre cosas que tienen que ser hechas o evitadas para preservar nuestra vida y miembros en el mismo estado que gozamos". Por ello, el hombre encuentra dentro de sí la necesidad de establecer unas leyes que le permitan vivir en paz y en orden; necesidad que se realiza mediante un pacto o contrato social mediante el cual, los poderes individuales se transfieren a "un solo hombre" o a "una asamblea de hombres": el Estado o Leviatán que, como el monstruo bíblico, se convierte en el soberano absoluto y cuyo poder aúna todos los poderes individuales.

    El Estado se presenta así como algo artificial, opuesto a la naturaleza humana, pero susceptible de garantizar la supervivencia de todos a costa de la pérdida de su autonomía y libertad. Aunque Hobbes estuvo a favor de la libertad religiosa e ideológica y favoreció el proceso de secularización de Europa, no obstante defendió el poder absoluto y casi autófago del Estado, a cuyos intereses ha de subordinarse toda minoría. Hobbes representa el orden propio del conservadurismo, en el cual, el todo social armonioso ha de estar por encima y subordinar cualquier acción u apetencia individual. Como forma óptima de gobierno defendió la monarquía, desaconsejando cualquier reparto entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

    Hobbes pretendía ser el iniciador de la Filosofía Política como lo fue Galileo de la Física. A diferencia de la tradición aristotélica, que veía en el hombre a un "animal social", él sostenía que la sociedad surge de un acuerdo artificial, basado en el propio interés que busca la seguridad por temor a los demás. Por este acuerdo surge el Leviatán, "dios mortal" o poder absoluto.

    Afirma que en el "estado de naturaleza" el hombre vive una guerra de todos contra todos. «El hombre es un lobo para el hombre.» Pero, al mismo tiempo, este mismo hombre, incluso en el estado de naturaleza, sigue siendo un ser racional y tiende a superar el desorden y la inseguridad. Con el fin de lograr su seguridad y superar el peligro que el estado de naturaleza implica, los individuos ceden sus derechos en favor de un tercero, surgido de este contrato: el Estado o la República (también llamado "Leviatán"). Para que este acto tenga sentido, la sesión de derechos al Estado debe ser definitiva. Los derechos no pueden ser recuperados. El Estado es, por lo tanto, omnipotente. Este Estado soberano es la fuente única del derecho, la moral y la religión.

    V-SELECCIÓN DE TEXTOS DEL LEVIATAN

    A.-La igualdad por naturaleza

    La Naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un hombres es, a veces, evidentemente más fuerte de cuerpo o más sagaz de entendimiento que otro, cuando se considera en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan importante que uno pueda reclamar, a base de ella, para sí mismo, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar como él. (…) Por lo que respecta a la fuerza corporal, el más débil tiene bastante fuerza para matar al más fuerte, ya sea mediante secretas maquinaciones o confederándose con otro que se halle en el mismo peligro que él se encuentra. (…) De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecución de nuestros fines. Esta es la causa de que si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelve enemigos, y en el camino que conduce al fin [autoconservación o simple delectación] tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro.

    B.-El estado de guerra en la naturaleza

    "Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que les obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como de todo hombre contra todo hombre. Pues la guerra no consiste sólo en batallas, o en el acto de luchar; sino en un espacio de tiempo donde la voluntad de disputar en batalla es suficientemente conocida. […] Pues así como la naturaleza del mal tiempo no está en un chaparrón o dos, sino en una inclinación hacia la lluvia de muchos días en conjunto así la naturaleza de la guerra no consiste en el hecho de la guerra, sino en la disposición conocida hacia ella, durante todo el tiempo en que no hay seguridad de lo contrario. Todo otro tiempo es paz.

    Lo que puede en consecuencia atribuirse al tiempo de guerra, en el que todo hombre es enemigo de todo hombre, puede igualmente atribuirse al tiempo en que los hombre también viven sin otra seguridad que la que les suministra su propia fuerza y su propia inventiva. En tal condición no hay lugar para la industria; porque el fruto de la misma es inseguro. Y, por consiguiente, tampoco cultivo de la tierra; ni navegación, ni uso de los bienes que pueden ser incorporados por mar, ni construcción confortable; ni instrumentos para mover y remover los objetos que necesitan mucha fuerza; ni conocimiento de la faz de la tierra; ni cómputo del tiempo; ni artes ni letras; ni sociedad, sino, lo que es peor que todo, miedo continuo y peligro de muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desgraciada, brutal y corta.

    De esta guerra de todo hombre contra todo hombre, es también consecuencia que nada puede ser injusto. Las nociones de bien y mal, justicia e injusticia, no tienen allí lugar. Donde no hay poder común, no hay ley. Donde no hay ley, no hay injusticia. En la guerra la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales. Justicia e injusticia no son facultades ni del cuerpo ni del espíritu. Si lo fueran podrían darse en un hombre que estuviera solo en el mundo, lo mismo que se dan sus sensaciones y pasiones. Son, aquellas, cualidades que se refieren al hombre en sociedad, no en estado solitario. Es consecuente también con la misma condición que no haya propiedad, ni dominio, ni distinción entre mío y tuyo; sino sólo aquello que todo hombre pueda tomar, y sólo en tanto que puede conservarlo".

    C.-Las leyes de la naturaleza

    "Y dado que la condición del hombre […] es condición de guerra de todos contra todos, en la que cada cual es gobernado por su propia razón, sin que haya nada que pueda servirle de ayuda para preservar su vida contra sus enemigos, se sigue que en una tal condición todo hombre tiene derecho a todo, incluido al cuerpo de los demás. Y, por tanto, mientras persista este derecho natural de todo hombre a toda cosa no puede haber seguridad para hombre alguno (por muy fuerte o sabio que sea) de vivir todo el tiempo que la naturaleza concede ordinariamente a los hombres para vivir. Y es por consiguiente un precepto, o regla general de la razón, que todo hombre debiera esforzarse por la paz, en la medida en que espera obtenerla, y que cuando no puede obtenerla, puede entonces buscar y usar toda la ayuda y las ventajas de la guerra, de cuya regla la mera rama contiene la primera y fundamental ley de la naturaleza, que es buscar la paz y seguirla, la segunda, la suma del derecho natural, que es defendernos por todos los medios que podamos.

    De esta ley fundamental de naturaleza, mediante la cual se ordena a los hombres que tiendan hacia la paz, se deriva esta segunda ley: que un hombre esté dispuesto, cuando otros también lo están tanto como él, a renunciar a su derecho a toda cosa en pro de la paz y defensa propia que considere necesaria, y se contente con tanta libertad contra otros hombres como consentiría a otros hombres contra él mismo. En efecto, mientras uno mantenga su derecho de hacer cuanto le agrade, los hombres se encuentran en situación de guerra. Y si los demás no quieren renunciar a ese derecho como él, no existe razón para que nadie se despoje de dicha atribución, porque ello más bien que disponerse a la paz significaría ofrecerse a sí mismo como presa (a lo que no está obligado ningún hombre)".

    VI- APRECIACIONES

     Los elementos de la teoría psicológica de Hobbes se presentan en una serie de principios que gobiernan las distintas mociones de la mente humana. Hobbes interpreta los conceptos éticos tradicionales ("bien" y "mal") en términos de su teoría psicológica mecanicista.

    1. Para las personas que viven en un estado pre-social, los deseos y aversiones que subyacen a sus juicios de lo que es bueno y lo que es malo se dirigen hacia un fin primordial: la autoconservación. El continuo éxito en la preservación individual se llama felicidad, según Hobbes. Distintos objetos de deseo, bienes como la amistad, la riqueza y la inteligencia, promueven o facilitan esta felicidad. Los amigos son un bien porque vienen en nuestra defensa cuando estamos en dificultades; las riquezas son buenas porque nos sirven para comprar a los amigos que necesitamos para nuestra seguridad; la inteligencia es un bien porque nos previene ante el peligro.
    2. Cuando los objetos de deseo son examinados desde el punto de vista de cómo promueven la felicidad, se les examina en términos de poder. Hobbes adscribe a los humanos en estado natural una tendencia general a "un deseo perpetuo e incansable de poder que cesa solamente con la muerte". Cuando varias personas desean el mismo objeto, surge la enemistad; y porque la naturaleza los ha dotado a todos con los mismos poderes físicos y mentales, la confianza personal en las propias fuerzas hace que surja el conflicto.
    3. La condición natural de los seres humanos, dice Hobbes, es la guerra de todos contra todos. Él no sostiene que "el estado de naturaleza" de hecho existiera alguna vez; más bien, existe en cualquier tiempo o lugar donde no funciona la sociedad civil.
    4. Defendiéndose contra la posible acusación de cinismo, Hobbes muestra que no existen bases para las objeciones contra la acción interesada en el estado de naturaleza. Las relaciones sociales no derivan del estado original de la humanidad sino que son creadas artificialmente. De hecho, la sociedad sólo es un medio para que cada individuo pueda alcanzar su propio interés y felicidad.

      "El DERECHO DE NATURALEZA, lo que los escritores llaman comúnmente jus naturale, es la libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder como quiera, para la conservación de su propia naturaleza, es decir, de su propia vida; y por consiguiente, para hacer todo aquello que su propio juicio y razón considere como los medios más aptos para lograr ese fin.

      Por LIBERTAD se entiende, de acuerdo con el significado propio de la palabra, la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que con frecuencia reducen parte del poder que un hombre tiene de hacer lo que quiere; pero que no pueden impedirle que use el poder que le resta, de acuerdo con lo que su juicio y razón le dicten.

      Ley de naturaleza (lex naturalis) es un precepto o norma general, establecida por la razón, en virtud de la cual se prohíbe a un hombre hacer lo que puede destruir su vida o privarle de los medios de conservarla; o bien, omitir aquello mediante lo cual piensa que pueda quedar su vida mejor preservada. Aunque quienes se ocupan de estas cuestiones acostumbran confundir jus y lex, derecho y ley, precisa distinguir esos términos, porque el DERECHO consiste en la libertad de hacer o de omitir, mientras que la LEY determina y obliga a una de esas dos cosas. Así, la ley y el derecho difieren tanto como la obligación y la libertad, que son incompatibles cuando se refieren a una misma materia.

      De esta ley fundamental de naturaleza, mediante la cual se ordena a los hombres que tiendan hacia la paz, se deriva esta segunda ley: que uno acceda, si los demás consienten también, y mientras se considere necesario para la paz y defensa de sí mismo, a renunciar a este derecho a todas las cosas y a satisfacerse con la misma libertad, frente a los demás hombres, y que les sea concedida a los demás con respecto a él mismo. En efecto, mientras uno mantenga su derecho de hacer cuanto le agrade, los hombres se encuentran en situación de guerra. Y si los demás no quieren renunciar a ese derecho como él, no existe razón para que nadie se despoje de dicha atribución, porque ello más bien que disponerse a la paz significaría ofrecerse a sí mismo como presa (a lo que no está obligado ningún hombre). Tal es la ley del Evangelio: Lo que pretendáis que los demás os hagan a vosotros, hacedlo vosotros a ellos. Y esta otra ley de la humanidad entera: Quod tibi fieri non vis, alteri ne feceris."

    5. El final del perpetuo estado de guerra propio del estado de naturaleza se debe a la intervención instrumental de la razón. Primero, un individuo llega a darse cuenta, a través de deliberación racional, de que necesita seguridad. En segundo lugar, la razón descubre los preceptos de las "leyes naturales" por los cuales se puede alcanzar la paz.

      "De esta ley de Naturaleza, según la cual estarnos obligados a transferir a otros aquellos derechos que, retenidos, perturban la paz de la humanidad, se deduce una tercera ley, a saber: Que los hombres cumplan los pactos que han celebrado. Sin ello, los pactos son vanos, y no contienen sino palabras vacías, y subsistiendo el derecho de todos los hombres a todas las cosas, seguimos hallándonos en situación de guerra.

      En esta ley de naturaleza consiste la fuente y origen de la JUSTICIA. En efecto, donde no ha existido un pacto, no se ha transferido ningún derecho, y todos los hombres tienen derecho a todas las cosas: por tanto, ninguna acción puede ser injusta. Pero cuando se ha hecho un pacto, romperlo es injusto. La definición de INJUSTICIA no es otra sino ésta: el incumplimiento de un pacto. En consecuencia, lo que no es injusto es justo".

    6. Cuando se toma en cuenta la naturaleza egoísta de los seres humanos, resulta manifiesto que las primeras dos leyes de la naturaleza en sí mismas y por ellas mismas no obligan al individuo. En consecuencia, se requiere de otra ley para hacer efectivas las dos primeras.

      "Acaso pueda parecer lo que sigue una deducción excesivamente sutil de las leyes de la naturaleza, para que todos se percaten de ella; pero como la mayor parte de los hombres están demasiado ocupados en buscar el sustento, y el resto son demasiado negligentes para comprender, precisa hacer inexcusable e inteligible a todos los hombres, incluso a los menos capaces, que son factores de una misma suma; lo cual puede expresarse diciendo: No hagas a otro lo que no querrías que te hicieran a ti. Esto significa que al aprender las leyes de la naturaleza y cuando se confrontan las acciones de otros hombres con las de uno mismo, y parecen ser aquéllas de mucho peso, lo que procede es colocar las acciones ajenas en el otro platillo de la balanza, y las propias en lugar de ellas, con objeto de que nuestras pasiones y el egoísmo no puedan añadir nada a la ponderación; entonces, ninguna de estas leyes de la naturaleza dejará de parecer" muy razonable.

    7. Hobbes concluye diciendo que las leyes de la naturaleza pueden resumirse en una regla que todos aceptan: la regla dorada.

      "En primer lugar, puesto que pactan, debe comprenderse que no están obligados por un pacto anterior a alguna cosa que contradiga la presente. En consecuencia, quienes acaban de instituir un Estado y quedan, por ello, obligados por el pacto, a considerar como propias las acciones y juicios de uno, no pueden legalmente hacer un pacto nuevo entre sí para obedecer a cualquier otro, en una cosa cualquiera, sin su permiso. En consecuencia, también, quienes son súbditos de un monarca no pueden sin su aceptación renunciar a la monarquía y retornar a la confusión de una multitud disgregada; ni transferir su personalidad de quien la sustenta a otro hombre o a otra asamblea de hombres, porque están obligados, cada uno respecto de cada uno, a considerar como propio y ser reputados como autores de todo aquello que pueda hacer y considere adecuado llevar a cabo quien es, a la sazón, su soberano. Así que cuando disiente un hombre cualquiera, todos los restantes deben quebrantar el pacto hecho con ese hombre, lo cual es injusticia; y, además, todos los hombres han dado la soberanía a quien representa su persona, y, por consiguiente, si lo deponen toman de él lo que es suyo propio y cometen nuevamente injusticia. (…)

      En segundo lugar, como el derecho de representar la persona de todos se otorga a quien todos reconocen como soberano, solamente por pacto de uno a otro, y no del soberano en cada uno de ellos, no puede existir quebrantamiento de pacto por parte del soberano, y en consecuencia ninguno de sus súbditos, fundándose en una infracción, puede ser liberado de su sumisión. (…)"

    8. La razón no sólo dicta la paz y la seguridad en la sociedad, sino que también prescribe los medios por los cuales aquellos fines pueden ser alcanzados: una comunidad instituida por convención o contrato. Era claro para Hobbes que debería existir algún poder civil para determinar e interpretar lo que es correcto, erróneo, bueno y malo en la sociedad. Tal autoridad debe ser concedida a un solo poder soberano –individual o en asamblea– para prevenir que ocurran disputas entre varias autoridades.
    9. Hobbes cree que en materia de conciencia, por ejemplo, debe obedecerse al soberano. Así, incluso los asuntos eclesiásticos deben estar bajo el control de la autoridad civil, la cual sería "el comandante de Dios en la tierra".
    10. En sus últimas consecuencias, por tanto, la teoría ética de Hobbes lleva a la doctrina política del poder soberano absoluto, designado para terminar el estado natural de guerra de todos contra todos.

    "La misión del soberano (sea un monarca o una asamblea), consiste en el fin para el cual fue investido con el soberano poder, que no es otro sino el de procurar la seguridad del pueblo; a ello está obligado por la ley de naturaleza, así como a rendir cuenta a Dios, autor de esta ley, y a nadie sino a Él. Pero por seguridad no se entiende aquí una simple conservación de la vida, sino también todas las excelencias que el hombre puede adquirir para sí mismo por medio de una actividad legal, sin peligro ni daño para el Estado".

    VII- LA FRAGILIDAD INSTITUCIONAL DEL PERU

    Nuestra generación nació durante los años setentas, auge de los gobiernos militares en Sudamérica y siempre hemos escuchado reiteradas expresiones acerca de la "debilidad institucional" existente en el país.

    Institucionalidad es el reinado de las Instituciones, las que provienen del latín "institutio", como derivado del verbo "instituere" (in = hacia; stituere = de stare) que significa el proceso en que se llega a algo permanente, hacer que algo surja como entidad estable, aludiendo a ordenamientos de la vida social (rerum vitae communis). Las "Institutas" del Emperador Justiniano revitalizan en el Siglo VI d.c. la idea de estabilidad que acompañaba al orden socio – político mantenido durante la llamada "Pax Romana" y al auge del Imperio Romano, lo que será motivo de añoranza durante las centurias de desorden que originó su decadencia y caída.

    Habitualmente se entiende porhttp://www.eumed.net/cursecon/0/recomiendo.phtml/t_blank

    "Institución" cualquier organismo o grupo social que, con unos determinados medios, persigue la realización de unos fines o propósitos. En el ámbito político, tenemos una amplia gama de exponentes entre las diversas entidades públicas y en la sociedad civil, encontramos a los gremios, sindicatos, clubes de madres, comités de autodefensa, federaciones empresariales, etc.

    Sin embargo, dentro de la literatura económica, se utiliza el concepto "institución" como algo más genérico: la forma en que se relacionan los seres humanos de una determinada sociedad o colectivo, buscando el mayor beneficio para el grupo. Son  los usos, hábitos, costumbres o normas por los que se rigen las relaciones sociales y económicas entre los miembros del grupo.

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    Para que ese objetivo sea posible, esas relaciones estarán guiadas por un conjunto de normas o reglas que auto limitan o restringen el ámbito de actuación de los individuos, unas llamadas formales y otras informales. 

    Reglas formales son las normativas de carácter jurídico y las leyes. Las reglas informales, consisten en los hábitos y conductas costumbristas adoptados por el colectivo. Son reglas no escritas, pero que son aceptadas y adoptadas por el colectivo para el buen funcionamiento del mismo. Ambos tipos de reglas (que existen porque el hombre vive en sociedad), por sí solas, no son suficientes, si no se enmarcan en el contexto socioeconómico presente y si no gozan de cierta flexibilidad a los posibles cambios de dicho entorno. 

    Panorama nacional actual

    Trataremos de visualizar caminos que nos podrían llevar a fortalecer la Institucionalidad en el Perú. Así, si hablamos de debilidad de las instituciones nacionales, nos enfrentamos a un doble problema :

    1. Por un lado la fragilidad de las entidades públicas o privadas representativas del nuestro colectivo social
    2. Por el otro, nuestra particular concepción de las costumbres existentes, las que algún estricto moralista podría calificar de inmorales en muchos sentidos. Esto se explica por nuestro peculiar devenir histórico, las convulsiones sociales que no han permitido que arraigue una determinada estructura social, con instituciones sólidas, que encarnen determinados valores e ideas.

    La debilidad institucional existente en nuestro país facilita en gran medida el fortalecimiento de prácticas corruptas. En cierto modo, la cultura de "Pepe el Vivo" que reina en nuestro medio, conduce a privar a las instituciones de su sustento moral y así vemos por ejemplo que la Policía Nacional es vista como un mercado de transacciones mercantiles, en lugar de un medio de protección de los derechos fundamentales del ciudadano.

    VIII- CONCLUSIONES

    1. El Estado teatro

    Hobbes dice que una persona es aquella cuyas palabras o acciones son consideradas como suyas o representando las palabras y acciones de otro hombre o cualquier otra cosa a la cual le son atribuidas verdaderamente o por ficción. Cuando se parte del que habla o actúa por sí mismo, Hobbes se refiere a la "persona natural"; y cuando se parte de aquel que habla o actúa por otro, se refiere a la persona artificial o fingida, es decir, cuando se considera que las palabras y acciones de uno representan las de otro. (Leviatan, I, 16, p.217). Si se tiene presente que la ficción es fruto de la imaginación, se deduce entonces que la idea de "persona artificial" (fundamental en la concepción del Estado) aparece como resultado de la actividad de imaginar, es decir, de la capacidad de fingir, a partir de la cual tiene lugar la idea de representación. Por ello, la idea del Estado se nos muestra como una imagen, esto es, como resultado de la experiencia cognoscitiva a través de la cual se constituye el hombre, pues Hobbes, en su descripción del proceso de conocimiento, concibe las imágenes como representación. (Leviatan, I, 1, p.85). De tal modo que este filósofo muestra la equivalencia que existe, en sentido amplio, entre imagen y representación. El término persona nos coloca directamente en el terreno de la imaginación, y el Estado se nos revela, fundamentalmente, como imagen.

    2. El Leviatán como metáfora

    Ahora nos interesa mostrar que el "Leviatan" como metáfora juega un rol decisivo en la constitución del poder político. Para ello es necesario recordar que el fin del Estado es la seguridad, para lo cual Hobbes acude a la pasión del temor. Hobbes a este respecto recuerda la debilidad intrínseca de las leyes naturales cuando no existe el temor a la espada. De allí que sea fundamental la imagen temerosa del Estado. Aparece entonces la necesidad de generar "el gran Leviatan" o "Dios mortal", cuyo poder es capaz de crear el terror que hace posible unificar las voluntades y lograr la paz. (Leviatan, 2, 17, p.227). Para darle nombre a su modelo de Estado, Hobbes eligió un nombre mítico, tomado de las Escrituras. Se trata de un mito que tuvo diversos significados, y que se convirtió de imagen del mal en imagen del poder, y fue precisamente esta similitud, afianzada en el siglo XVII, la que Hobbes utilizó como metáfora. En el siglo XVII el término Leviatan llegó a significar una persona de prodigioso poder, equivalente al llamado "poder soberano" y al poder absoluto de Dios.

    3. El Estado en el Perú : las autocracias no conforman un Leviatán

    1. Se debe aumentar las capacidades del gobierno, reformando al Estado, de lo contrario no se podrá llevar adelante ninguna reforma estructural. Debe reestructurarse la carrera pública (el Servicio Civil), reformulando una Ley del Escalafón de la Administración Pública. Este reforzamiento de la burocracia, aislándola de las presiones políticas, no constituye una apología de la autocracia ni de la soberanía absoluta, toda vez que Hobbes propugnaba el poder real absoluto sobre una Inglaterra dividida para darle estabilidad, lo que aca demuestra resultar una tendencia peligrosa (v.g. la corrupción fujimorista), pero si hablamos de Economía de Libre Mercado a la manera anglosajona, no debemos olvidar que ellos primero robustecieron su Estado, para impulsar la economía y cuando ésta ya avanzaba sin necesidad de mucha ayuda, el aparato estatal recién pasó a la calidac de árbitro, no antes.
    2. Debe ponerse énfasis la aplicación de las normas sobre transparencia fiscal y en la rendición de cuentas de los funcionarios públicos, ya que así nunca se producirá ese desprendimiento de libertades individuales para fortalecer a un Estado que la mayoría ve como irreal o no representativo de la colectividad nacional.
    3. De esa manera consideramos que, después de un trabajo a largo plazo y marcado por el empleo ético del poder, ya que el estado Hobbesiano no se crea para satisfacer necesidades particulares, sino comunes, recién podrá solidificarse nuestra institucionalidad.

    IX- FUENTES

    Selección de textos y comentarios de Denise, Peterfreund y White, Great Traditions in Ethics, Belmont, Ca.: Wadsworth, 1996. Traducción de los comentarios: M. Polanco. Fuente de los textos en español: Thomas Hobbes, Leviatán, México: Gernika, 1994

    Leviatán, Ed. Macpherson, London, Penguin Books, 1985).

    DUNCAN RICARDO MASSON CABRERA

    Santiago de Surco, Febrero de 2005