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La Historia me Absolverá. Importancia y Vigencia

Enviado por Rahimi Romero Borges


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    La Historia me Absolverá. Importancia y Vigencia – Monografias.com

    La Historia me Absolverá. Importancia y Vigencia

    La Historia me Absolverá es una obra fundadora, aunque nacida en los albores de la segunda mitad del siglo XX. Tan importante como eso fue el pronunciamiento, en oratoria improvisada ante el Tribunal que juzgaba a su autor, el joven letrado Fidel Castro Ruz, el 16 de octubre de 1953, en una pequeña sala de la Escuela de Enfermeras del Hospital Civil de Santiago de Cuba. Su medida crece y se proyecta con la reconstrucción del alegato de autodefensa por él mismo. Autodefensa de la causa que lideró y cuyo epicentro fue el asalto al Moncada el 26 de Julio de aquel mismo año. Pero, además, La Historia me Absolverá se convirtió en el vehículo más efectivo para lograr reagrupar a aquellos jóvenes comprometidos en la organización del movimiento revolucionario, históricamente conocido como de La Generación del Centenario, que no pudieron participar en los asaltos a los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, y Moncada, de Santiago de Cuba. Otro mérito extraordinario de La Historia me Absolverá, fue el de sumar adeptos para la causa revolucionaria. Su propia edición y distribución clandestina coadyuvó a ello decisivamente.

    "Condenadme, no importa, La Historia me Absolverá". Con esas palabras y esa convicción finalizó su histórico alegato de autodefensa el joven abogado Fidel Castro Ruz, al ser juzgado en la causa 37 por las acciones del 26 de julio de 1953, cuando la Generación del Centenario protagonizó los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

    Este 16 de octubre se cumplen 59 años del histórico acontecimiento en que Fidel pasó de acusado a acusador en el juicio celebrado en la pequeña sala de enfermeras del hospital Saturnino Lora, en Santiago de Cuba, y con su enérgica denuncia rompió el muro de silencio que la censura pretendió imponer al juicio.

    Fidel solicitó ejercer su propia defensa para denunciar con crudeza y sin tapujos los desmanes de la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista Zaldívar, que sumó a la lista de abusos y atropellos el asesinato de un numeroso grupo de los asaltantes al cuartel Moncada.

    La Historia me Absolverá constituye un documento que sintetizó con brillantez el programa de lucha de los jóvenes revolucionarios, en tanto programa político y de acción, devino eficaz instrumento para la unidad del movimiento revolucionario, que haría valer su influencia en el curso posterior de la lucha hasta la definitiva victoria de enero de 1959.

    No significó solo una pieza oratoria de enorme trascendencia, sino que se convirtió por derecho propio en el Programa del Moncada, cuyas bases las expuso magistralmente Fidel y posteriormente fueron materializadas, como el más digno homenaje a los héroes y mártires del Moncada.

    Al repasar sus páginas, encontramos en La Historia me Absolverá la asombrosa visión futurista de Fidel, la definida estrategia a seguir para hacer realidad los anhelos libertarios del pueblo cubano, su posición antiimperialista y el trazado irreversible del camino revolucionario transitado por nuestro pueblo hasta los días presentes.

    En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a 70 hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá", concluyó Fidel su histórico alegato. El tiempo transcurrido y la Revolución Socialista en Cuba confirman con creces que Fidel fue absuelto por la Historia.

    Dentro de esta se destacan problemas como la salud, educación, industrialización, desempleo, tierra y la vivienda. Ejemplos de estos problemas lo vemos cuando El abandono sanitario del pueblo cubano, con particular ensañamiento en los campos, fue una de las razones expuestas por el joven revolucionario Fidel Castro ante el tribunal que los juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953, para justificar la rebelión contra la dictadura impuesta al país el 10 de marzo de 1952, mediante un golpe de estado.

    Su denuncia fue contundente. La sociedad se conmueve ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura, pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en masa que se comete con tantos miles y miles de niños que mueren todos los años por falta de recursos, agonizando entre los estertores del dolor y cuyos ojos inocentes, ya en ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que no caiga sobre los hombres la maldición de Dios (…) El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, sólo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siendo igual, o peor.

    El presupuesto asignado a la salud  era realmente una vergüenza. Unos 25 millones de pesos, de los cuales políticos y funcionarios corrompidos se robaban gran parte, era lo que el gobierno destinaba a la salud del pueblo. La mayoría de esos recursos se concentraban en la capital, cuya población representando el 22% del total del país, contaba con el 61 por ciento de las camas.En la zona oriental la situación era más trágica. La Región Oriente Sur de Salud Pública, que abarcaba las actuales provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, contaba con un presupuesto de sólo 1 300 000 pesos. Hoy sólo Santiago de Cuba sobrepasa los 400 000 000.

    La mortalidad infantil cubana superaba la tasa de 60 por cada mil nacidos vivos, aún cuando muchos niños no eran siquiera registrados en su nacimiento por residir en lugares rurales donde la asistencia médica no llegó nunca durante la etapa pre revolucionaria.

    Miles de niños y adultos morían cada año víctimas de enfermedades curables. Por la poliomielitis fallecían anualmente o quedaban inválidas unas 300 personas; el paludismo atacaba a unas 3 000; de la difteria eran presa unos 600 niños, mientras que la gastroenteritis causaba estragos en la propia ciudad de Santiago de Cuba. Incluso en 1957, se conoce el doloroso episodio del Valle de Mayarí Arriba, zona rural donde ese año murió el 80 por ciento de los niños menores de un año, como consecuencia de esa enfermedad.

    En el propio año 1953, una epidemia de gastroenteritis mataba dos niños cada día en Santiago de Cuba. Las autoridades achacaron la enfermedad a la mala calidad del agua y los alimentos, pidieron apoyo al país, y como respuesta recibieron unas pocas camas y cuatro cajas de medicamentos, lo que ni siquiera contribuyó a aliviar el mal. La tuberculosis, el tétanos y otras enfermedades infecciosas, sembraban también la muerte en muchos hogares cubanos, principalmente los pobres.

    Ese derecho humano, el de la vida, estaba garantizado sólo para unos pocos que podían pagarlo. El hambre, la desnutrición y falta de trabajo preventivo, agravaban la situación.

    La salud era un negocio privado. Y la medicina, una mercancía. El 70 por ciento del mercado de medicamentos estaba en manos de empresas norteamericanas y la población tenía que adquirirlos mediante precios que multiplicaban su costo. El servicio médico rural no existía. El país contaba con unos 6 000 médicos, la mayoría en la capital cubana y otras grandes ciudades, mientras que gran parte de ellos ejercía la medicina privada. Las 131 casas de socorro existentes en el país, eran realmente una grotesca caricatura de atención sanitaria, y una gran mayoría de quienes recibían asistencia médica, se quedaban con las recetas en los bolsillos, al no poder comprarlas por falta de recursos. La atención estomatológica era ínfima. Una intervención quirúrgica era un lujo que pocos podían satisfacer.

    Eso explica que, en esa época, la expectativa de vida de la población anduviera por los 55 años.

    La Salud del pueblo, en correspondencia con el Programa del Moncada, fue una de las principales transformaciones encaradas por la Revolución desde sus primeros pasos, enfrentando no sólo las pésimas condiciones existentes, sino las impuestas por la contrarrevolución y los gobiernos norteamericanos.De los 6 000  médicos existentes, unos 3 000 abandonaron el país; pero Cuba ha formado, en estos años de Revolución, casi 100 000 médicos y una diversidad grande de profesionales que garantizan la atención gratis y cada vez de mayor calidad a toda la población, sin excepción de ningún tipo.La medicina privada fue erradicada, así como la comercialización privada de los medicamentos. El sistema de salud cubano eliminó el vergonzoso status que convertía al paciente en un cliente y a la medicina en una mercancía.El Estado cubano invierte hoy en la salud una cifra que no resiste comparación con la de esos años de antes de 1959. En Santiago de Cuba, por sólo citar un ejemplo, tres instituciones: el Hospital Provincial Saturnino Lora, el Hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas y el Instituto Superior de Ciencias Médicas –cada uno por separado- tienen un presupuesto que casi duplica el destinado a la salud en Cuba antes del triunfo de la Revolución.En los más apartados parajes de nuestra geografía, existen los Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, que abarcan a toda la población.Desde 1962 comenzó una campaña de vacunación para toda la población infantil. Y enfermedades como la poliomielitis, el paludismo, la difteria, gastroenteritis y otras infecciosas que causaban miles de muertes, fueron erradicadas desde los primeros años. Hoy, el programa de vacunación protege a la población infantil contra 13 enfermedades.

    La mortalidad infantil tiene hoy en Cuba una tasa de 4,7 por cada mil nacidos vivos, con resultados grandes también en las tasas de mortalidad preescolar, escolar y materna, mientras que la expectativa de vida ronda los  78 años.Una red de hospitales, Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, Policlínicos, Hogares Maternos y de Ancianos, Centros Especializados y de Investigación, sostienen un sistema que cuenta con  Universidades Médicas en 13  provincias,  de donde cada año egresan miles de profesionales en las carreras de medicina, enfermería, estomatología, y psicología y tecnología de la salud.

    Cuba, además, comparte su obra de la salud con decenas de pueblos, principalmente los más pobres, tanto con el envío de personal calificado que ha atendido a millones de personas y salvado millones de vidas, como  la formación gratuita de profesionales en nuestro país.

    Una cifra avala el avance: 38  000  profesionales de la salud se desempeñan como docentes. Eso indica que por cada médico que abandonó el país en los primeros años del triunfo revolucionario, la Revolución tiene como profesores a doce. El equipamiento tecnológico más moderno, a un alto costo en divisas, es adquirido para nuestras instituciones de asistencia, docencia e investigaciones, todo en aras de la salud del pueblo.

    El sistema cubano de salud, prioriza el nivel primario de atención, la prevención, la educación de la población, la búsqueda para la detección precoz de las enfermedades y su tratamiento oportuno, al tiempo que alerta sobre los malos hábitos de alimentación y otros que conspiran contra la salud.Cuba se encuentra entre los primeros países del mundo donde la población vive más años después de haber cumplido los 60 de edad.

    En Santiago de Cuba, escenario del combate del 26 de Julio, lugar donde Fidel Castro, el 16 de octubre de 1953 proclamó su alegato La historia me absolverá, de 198 médicos que existían antes del triunfo, ahora trabajan más de  6 000, al tiempo que la Universidad Médica cuenta con más de 16  000 estudiantes y 4 500 profesores.

    No hay país del mundo con más médicos por habitantes que Cuba. Pero no es sólo la cantidad, sino que todos, sin excepción, están al servicio del pueblo. La crítica situación de la salud, inspiró el combate del Moncada; ahora la salud en Cuba es una muestra de  que los sueños de ayer, son la realidad conquistada durante más de 50 años de lucha.

    Es plena confirmación de las palabras de Fidel Castro en el histórico juicio, tras exponer las razones del Moncada y la confianza en el triunfo: A los que me llamen por esto soñador, les digo como Martí: "El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las entrañas universales y visto hervir los pueblos, llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que el porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber".

    El drama de la educación era uno de los más agudos que sufría el pueblo de Cuba en la etapa pre revolucionaria cubana. En su alegato La historia me absolverá, Fidel Castro resumió esa situación de la forma siguiente:

    "Nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior. ¿En un campo donde el campesino no es dueño de la tierra, para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad no hay industrias, para qué se quieren escuelas técnicas e industriales? Todo está dentro la misma lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier pequeño país de Europa existen más de doscientas Escuelas Técnicas y de Artes Industriales; en Cuba no pasan de seis y los muchachos salen con sus títulos sin tener donde emplearse. A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños de edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario. ¿Es así como puede crearse una patria grande?".Esa situación, llevada a cifras, era realmente impresionante.

    En 1953, fecha del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 23,6 % de la población mayor de 10 años era analfabeta, mientras que sólo el 55,6% de los niños entre  seis y 14 años estaban matriculados en las escuelas, aunque muchos se veían obligados a abandonarla para incorporarse al trabajo como medio de subsistencia.Un millón y medio de habitantes mayores de seis años no tenían ningún grado escolar aprobado, al tiempo que la matrícula sólo registraba el 52 % de los niños de siete años, el 43,7 de ocho y el 36,6 de los de nueve.

    Entre los 15 y 19 años, en la flor de su juventud, sólo el 17% de los cubanos recibía algún tipo de educación, mientras que el grado cultural promedio de los mayores de 15 años no llegaba al tercero.

    En el país existían sólo 53 464 graduados universitarios, entre ellos 37 292 en la capital del país, con una población analfabeta de seis a nueve años que llegaba a 44,5 % en La Habana, al tiempo que en Oriente alcanzaba un 81,2 %, llegando a un 89% en las zonas rurales.

    La situación denunciada por Fidel durante el juicio, ante un Tribunal obligado a condenarlo y un grupo de soldados armados de bayonetas, continuó agravándose en los años siguientes.

    Así, en 1958, los datos eran desgarradores. Un millón de analfabetos absolutos, más de un millón de semianalfabetos, 600 000 niños sin escuelas mientras que 10 000 maestros estaban sin trabajo. El presupuesto de la nación para la educación era de apenas 79,4 millones de pesos, muchos de los cuales eran robados por políticos y funcionarios corruptos.En su discurso de autodefensa, Fidel recordó el concepto martiano de que "El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la dirección de los sentimientos" y que "Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre".

    Pero hubo que esperar el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959, para poder realizar ese sueño martiano y el ideal por el cual combatieron y murieron los jóvenes revolucionarios el 26 de Julio de 1953. En septiembre de 1959, fueron creadas en Cuba 10 000 aulas. Y como hecho sin precedente en la historia cubana y más allá, 69 cuarteles fueron convertidos en escuelas para más de 40 000 alumnos.

    El 26 de diciembre de 1959, fue proclamada la primera Reforma Integral de la Enseñanza. Luego, 3 000 maestros voluntarios marcharon hacia las montañas, a luchar contra la ignorancia heredada del brutal sistema capitalista. Y 150 000 muchachas campesinas pasaron por becas en la capital del país, en escuelas organizadas en las mansiones abandonadas por los esbirros y explotadores que habían abandonado nuestro territorio.

    En 1961, más de 100 000 cubanos, principalmente jóvenes, se integraron a la ardua tarea de la alfabetización, enseñando a leer y escribir,  en solo un año,  a 707 000 adultos. Ya, en junio de ese mismo año, había sido proclamada la Ley de Nacionalización de la Enseñanza y el carácter gratuito de la educación en todos sus niveles. El 22 de diciembre de 1961, Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetos.

    Hoy la Patria de José Martí posee el pueblo culto y libre que él soñara. No existen niños sin escuelas y maestros, ni maestros sin aulas. Es el país de mayor cantidad de docentes por alumnos. La educación continúa gratuita, en todos los niveles, para todos los ciudadanos del país, sin discriminación de ningún tipo. Los graduados universitarios sobrepasan ahora el millón.Cuba es hoy un pilar de la enseñanza que ofrece su ayuda solidaria a otros pueblos donde más de 5 000 000 de personas han salido del analfabetismo mediante el método cubano Yo sí puedo,  al tiempo que perfecciona cada año su propio sistema. En nuestras escuelas, junto a los maestros, la Revolución ha llevado los más modernos medios de enseñanza: computadoras, vídeos, televisores y otros recursos que han borrado diferencias entre las escuelas rurales y urbanas.

    En Cuba – si alguien conoce ejemplo igual valdría escucharlo –  mientras fue necesario, un centenar de escuelas tuvieron  la asombrosa cifra de ¡Un alumno! por encontrarse en zonas intrincadas. Y allí han llegado también los medios de enseñanza e incluso la electricidad derivada del aprovechamiento de la energía solar.

    La obra de la Revolución en la educación, no cabe en el espacio de un artículo periodístico. Puede afirmarse, eso sí, que es una obra grandiosa que trasciende incluso los objetivos planteados en el Programa del Moncada.La situación dolorosa y humillante que sirvió de razón a los combatientes moncadistas para su acción heroica, fue erradicada y sobre sus ruinas se levanta el baluarte que somos hoy y la seguridad de continuar siendo siempre un pueblo culto y libre.

    El desempleo formaba parte de las grandes tragedias de Cuba, denunciadas por Fidel Castro ante el Tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953.

    En ese histórico juicio, el líder de la juventud cubana en esa etapa de combate, luego del análisis de otros problemas, expuso  como una de las razones que justificaban la rebeldía ante la dictadura que desde el 10 de marzo, tras un golpe de estado, dominaba el país:

    (…) Con tales antecedentes, ¿cómo no explicarse que desde el mes de mayo al de diciembre un millón de personas se encuentren sin trabajo, y que  Cuba, con una población de cinco millones y medio de habitantes, tenga actualmente más desocupados que Francia e Italia con una población de más de cuarenta millones cada una?

    Y advertía Fidel en su alegato La historia me absolverá, que "El porvenir de la nación y la solución de sus problemas no pueden seguir dependiendo del interés egoísta de una docena de financieros, de los fríos cálculos sobre ganancias que tracen en sus despachos de aire acondicionado diez o doce magnates" (…) Y no es con estadistas al estilo de Carlos Saladrigas, cuyo estadismo consiste en dejarlo todo tal cual está y pasarse la vida farfullando sandeces sobre la "libertad absoluta de empresa", "garantías del capital de inversión" y la "ley de la oferta y la demanda" como habrán de resolverse tales problemas".

    La situación del empleo era realmente agónica. A los 600 000 cubanos sin empleo en aquellos momentos, se unían los 500 000 mil obreros del campo que solo trabajaban tres o cuatro meses al año, pasando el resto sin tener donde ganar su sustento.

    A la falta de empleo se unían los bajos salarios, los sistemas arbitrarios de pago en muchos casos basados en papeles que sustituían al dinero, al tiempo que la discriminación racial y de sexo marginaban y perjudicaban a cientos de miles de cubanos.

    La situación de 1953 continuó agravándose, porque cada año arribaban a la edad del empleo unos 100 000 jóvenes, para los cuales no existían fuentes de trabajo. Así, en 1958, último año de la tiranía en el poder, más de 700 000 cubanos, una tercera parte de la población laboral, más del 45 por ciento en las zonas rurales,  no tenía empleo permanente.

    La mujer era particularmente discriminada. En 1958, por ejemplo, solo estaban empleadas 194 000 de ellas, el 70 por ciento en labores domésticas.Antes del triunfo de la Revolución, sólo 37 900 trabajadores incrementaban la cifra de empleados cada año; en los primeros 17 años posteriores a 1958, el promedio fue de 82 300. En la primera década de la Revolución, casi un millón de cubanos encontró nuevos empleos.

    Otra tragedia relacionada con este tema, era la jubilación, pues la mayoría de las cajas de retiro estaban desfalcadas, y luego de una azarosa vida laboral, la mayoría de los cubanos tenía que vivir con míseros ingresos que le permitían apenas subsistir.

    El desarrollo del país en todas las esferas, permitió erradicar el desempleo desde los primeros años, hasta el punto de necesitar brazos para enfrentar los diversos programas económicos y sociales. Cientos de miles fueron ocupados en las labores agrícolas, la industria, las construcciones,  la salud,  la educación y otros servicios sociales.

    Hoy la mujer ocupa un lugar importante en la composición del empleo en Cuba, al punto de que más del 65 por ciento de la fuerza técnica empleada en el sector estatal civil está en sus manos. En este caso, como en los demás, han sido un factor de ayuda los Círculos Infantiles, los seminternados de primaria, los sistemas de becas, los comedores obreros y otras medidas que facilitan la incorporación de las madres y demás mujeres al trabajo.

    Cuba, al estar por debajo del tres por ciento de desempleo – índice establecido internacionalmente- llegó a ser  un país considerado con  pleno empleo. Pero algo muy importantes es que muchas personas no ocupadas, lo están por búsquedas de puestos de su preferencia, mientras miles de plazas laborales permanecen sin ser ocupadas en la agricultura, las construcciones, los servicios comunales y otros sectores importantes.

    En nuestro país, los sancionados, recluidos en prisiones, tienen el derecho al trabajo, recibiendo sus salarios correspondientes.

    El derecho al trabajo, uno de los principales derechos humanos, está refrendado en la Constitución de la República de Cuba. Y aún cuando muchos no han  deseado  hacer uso de esa ventaja,  comisiones de trabajo  los han visitado  para proponerles empleo. Cada año se producen incrementos de salarios a trabajadores de diversos sectores, como han sido los de la salud, la educación, los jurídicos, entre otros, en correspondencia con las posibilidades de la economía.

    Hoy, en medio de una crisis mundial que ha lanzado a la calle a millones de trabajadores, Cuba, aún en medio del férreo bloqueo imperial que tiene la misma edad de la Revolución, sigue protegiendo el empleo. Y  en los años más duros, cuando fue necesario cerrar muchos centros de trabajo por carencias de recursos para mantenerlos, ningún obrero quedó desamparado. Pese a que la actualización del modelo económico cubano ha conducido a que se racionalicen miles de plazas que mantenían las plantillas por encima de su necesidad, se buscan soluciones, entre éstas  la reubicación en otro puesto y el incremento del trabajo no estatal.

    Los trabajadores cubanos tienen garantizada no sólo su vida laboral, sino también su jubilación, su vejez segura, incluyendo a los no estatales. Así ha sido desde el triunfo revolucionario y lo refrenda también la nueva y reciente Ley de Seguridad Social, que extendió  la edad necesaria para la jubilación, elevándola de 60 a 65 años para los hombres y de 55 a 60 para las mujeres. Se establece incluso el derecho al pluriempleo y a que un jubilado ocupe otro puesto laboral, distinto al que ocupaba, con derecho al total del salario.En Cuba, desapareció  el flagelo del desempleo que estuvo entre los graves problemas que inspiraron a los combatientes del Moncada para su hazaña del 26 de julio de 1953. Y la obra conquistada, convierte en realidad los sueños que entonces parecían imposibles.

    La vivienda era uno de los grandes dramas que vivía el pueblo cubano en 1953, fecha del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

    Así lo denunció Fidel Castro, en su alegato La historia me absolverá, pronunciado el 16 de octubre de 1953, en Santiago de Cuba:

    Tan grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud; dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos; y dos millones ochocientas mil de nuestra población rural y suburbana carecen de luz eléctrica.Otros datos grafican con igual elocuencia la situación. En ese mismo año 1953, cifras ofrecidas por el Censo Nacional, sólo  el 13% de las viviendas estaban conceptuadas como buenas; el 20% fueron catalogadas como aceptables, mientras que la categoría de regular abarcó al 21%; las clasificadas como malas llegaron al 32%,  y el resto, casi un 15% fueron declaradas en estado ruinoso.Varios casatenientes dueños de  cientos y miles de viviendas- vivían de los altos alquileres, y no vacilaban en desahuciar a las familias pobres que no podían pagar las mensualidades por no contar con los ingresos suficientes. Los inversionistas en la construcción de viviendas, edificaban teniendo en cuenta no las necesidades de la población, sino sus ganancias.En fecha tan temprana como el 6 de marzo de 1959, fue dictada una Ley que rebajaba en hasta un 50% los alquileres a la población; y el 14 de octubre de 1960, se dictó la Ley de Reforma Urbana, que convirtió en dueños de la vivienda a quienes las habitaban.

    Los abusivos alquileres y los desahucios, pasaron a formar parte de un pasado sin posible regreso a la nación cubana. La Revolución comenzó a construir viviendas en los campos, para obreros agrícolas y campesinos organizados en Cooperativas. Otros programas fueron dirigidos a las ciudades. Mediante éstos, surgieron centenares de nuevos asentamientos rurales y urbanos, decenas de miles de edificios multifamiliares para las familias más necesitadas.El problema de la vivienda, pese a todo el esfuerzo constructivo, continúa siendo una dificultad para el Estado cubano, y ha sido ésta una de las actividades más golpeadas por las limitaciones derivadas del bloqueo norteamericano contra nuestro país.

    Es, sin embargo, una conquista sin precedentes que más del 85% de las familias cubanas son dueñas de la vivienda que habitan y no pagan impuesto alguno por poseerla, al tiempo que el restante 15% abona mensualmente una suma de alrededor del 10% de sus ingresos y las familias se convierten en dueñas en el momento que saldan los bajos precios de este inmueble en Cuba.El servicio eléctrico llega ya a alrededor del 98% de los hogares cubanos, e incluso en lugares intrincados de las zonas rurales, donde no ha penetrado el Sistema Electroenergético Nacional, se han introducido otros sistemas, como las celdas fotovoltaicas alimentadas por la energía solar, instalaciones mini hidroeléctricas y grupos electrógenos que benefician a miles de personas y objetivos económicos y sociales, entre éstos escuelas, unidades productivas y  comerciales, Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, Salas de Televisión y otras.

    Como parte de ese programa constructivo se rehabilita ahora la Industria de Materiales de la Construcción y se facilita a personas necesitadas, en la medida de las posibilidades, los elementos constructivos y asesoría técnica para que ellos edifiquen sus propias viviendas.

    En Santiago de Cuba, puede afirmarse que más del 50% de las viviendas existentes fueron construidas a partir de 1959, al tiempo que otras miles han sido rehabilitadas o reconstruidas tras el paso de diversos huracanes. Actualmente se desarrolla el programa mediante el cual se presta ayuda subsidiada  en su totalidad, a las familias que no poseen los recursos para la construcción o acondicionamiento de su vivienda.

    Queda mucho por hacer en esta dirección de trabajo, pero la Revolución no ha dejado de hacer ingentes esfuerzos para mejorar las condiciones del fondo habitacional, distinto en mucho a las calamidades de la fecha en que se produjo el asalto glorioso del 26 de julio de 1953.

    La industrialización del país, en precario grado de desarrollo en 1953, fue otro de los problemas fundamentales planteados por el jefe del asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro, durante el juicio que lo condenó a 15 años de prisión.

    En su alegato, el joven revolucionario afirmó:

    "Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados…Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas, industrias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas, que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas".

    En la Cuba de entonces, más del 94% de los establecimientos industriales tenían menos de cien empleados, mientras que más del 50% de los trabajadores de esa rama pertenecían al sector azucarero.Las industrias productoras de materias primas y recursos básicos, representaban sólo el 0,1% de las inversiones al margen de la industria azucarera, la que, en su mayoría, estaba en manos de monopolios extranjeros.Cuba, sin vacilación de ningún tipo, nacionalizó las principales industrias, al tiempo que  inició, desde el inicio del triunfo revolucionario, la construcción de importantes industrias en las más diversas ramas. Las industrias básica, ligera, alimenticia y otras ramas recibieron fuertes inversiones. En unos casos, con instalaciones nuevas y en otros mediante ampliaciones de instalaciones y modernización tecnológica de las existentes.

    La generación eléctrica, la industria del níquel, la rama química; las exploraciones, extracción y refinación de petróleo, las ramas del calzado y textil, la producción industrial alimentaria, la industria sideromecánica, la fabricación de equipos e implementos agrícolas y la industria turística, alcanzaron desde los primeros años un notable impulso. También fue modernizado el proceso industrial azucarero e introducida la mecanización del corte y alza de la caña, liberando a cientos de miles de trabajadores de tan rudo trabajo.

    Todo el sector industrial cubano fue blanco de las agresiones norteamericanas desde los primeros años de la Revolución. El bloqueo obstaculizó la obtención de materias primas y piezas de repuesto para una tecnología en su mayoría extranjera. Los ingenieros, técnicos y obreros, tuvieron que hacer múltiples innovaciones, adaptaciones y  fabricar piezas para mantener funcionando muchas de nuestras industrias, afectadas también por la escasez de combustibles.La economía cubana, a partir del bloqueo norteamericano que comenzó desde el mismo año del triunfo revolucionario, sufrió un duro golpe. Cuba quedó sin tener a quien comprarle ni a quien venderle, hecho que se repitió tres décadas después, cuando la desaparición de la Unión Soviética y del Campo Socialista. No haber sucumbido ante tales situaciones, es un mérito indiscutible de la Revolución cubana, de sus dirigentes y de su pueblo.

    Nuestra industrialización, por esos motivos,  no sólo se ha afectado en las industrias existentes, sino también se ha retardado en su desarrollo. La obra realizada, sin embargo, es grande, no se ha detenido y prosigue su avance.Los sueños moncadistas continúan ganando fuerza de realidad en la obra conquistada y defendida durante más de medio siglo. Y pese a las limitaciones económicas derivadas de la pobreza heredada y del bloqueo que ha costado al país  miles de  millones de dólares y ha retardado nuestro desarrollo en más de 15 años, contamos con otra riqueza imposible de medir en cifras, definida por el Comandante en Jefe Fidel Castro en su Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en diciembre de 1975:

    "El socialismo no solo significa enriquecimiento material, sino también la oportunidad de crear una extraordinaria riqueza cultural y espiritual en el pueblo y forjar un hombre con profundos sentimientos de solidaridad humana, ajeno a los egoísmos y mezquindades que envilecen y agobian a los individuos en el capitalismo".Ese hombre, una de las obras más hermosas creadas por la Revolución cubana, es también una de las razones que justifican el combate heroico del Moncada, el 26 de julio de 1953, cuando 61 jóvenes revolucionarios – 55 de ellos vilmente asesinados – ofrendaron su vida, como expresara también Fidel durante su enjuiciamiento ante el Tribunal, para que nuestro José Martí siguiera viviendo en el alma de la Patria.

    En su alegato de autodefensa ante el tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953 – el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo- el máximo jefe de esa acción, Fidel Castro Ruz, sintetizó en seis puntos las principales transformaciones que emprendería el gobierno revolucionario una vez alcanzado el poder, junto con  la conquista de las libertades públicas y la democracia política.

    El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de la salud del pueblo.

    Ese histórico alegato, pronunciado el 16 de octubre de 1953, devino en programa por el cual se continuó luchando y movilizando a las masas. Fidel fue condenado a  15 años de prisión, y el 15 de mayo de 1955 fue amnistiado, marchando hacia México el 7 de julio de ese mismo año, con el objetivo de organizar el regreso a la Patria para continuar el combate contra la tiranía de Fulgencio Batista. El 2 de diciembre de 1956 desembarcó en el Yate Granma, junto a 81 combatientes, iniciando la guerra revolucionaria que alcanzó la victoria el 1ro. de enero de 1959. Y el Programa del Moncada comenzó su inmediata aplicación.

    El problema de la tierra era uno de los más necesitados de solución. Léanse algunos datos  sobre la situación agraria cubana en esa época y podrá comprenderse la magnitud del drama.

    El 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos –expresó Fidel en su denuncia ante el tribunal – está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está en manos extranjeras (…) Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas.En Cuba, la Constitución burguesa de 1940 planteaba la eliminación del latifundio, pero ese artículo quedó como pieza de museo, sin ninguna aplicación y, al contrario, la tierra continuó pasando  a manos de los poderosos, nacionales y extranjeros, mientras los campesinos y otros productores se hundían progresivamente en la miseria.

    En aquel momento estaban registradas 159 000 fincas. Y el 20 %de los propietarios tenía menos del 1 por ciento de las tierras. El 1 %, tenía el 46% de ese medio vital para la vida en el campo. En solo 13 latifundios norteamericanos asentados en la economía azucarera, se concentraba la impresionante cifra de 1 173 000 hectáreas, extensión  superior a la poseída por 101 278  fincas pequeñas, mientras que más de 100 000 campesinos trabajaban la tierra sin ser dueños de éstas, y sólo el 30 por ciento de quienes trabajaban el agro eran propietarios. En 894 personas  se monopolizaba  la tercera parte del área dedicada a la agricultura.

    Unos 33 000 agricultores eran aparceros, es decir, trabajaban una parcela sin ser dueños y tenían que pagar a sus propietarios, mientras que 13 000 eran precaristas, quienes se asentaban en tierras del Estado, sin proceder legal alguno. Unos y otros, eran objeto constante de extorsiones, abusos,  desalojos y crímenes en una sociedad donde la tierra no era de quienes la trabajaban. Otros 46 000 trabajaban como arrendatarios y 6 987 como subarrendatarios.Esa situación era causante de que en nuestros campos, antes de 1959, más de 200 mil familias vivieran en bohíos miserables, sólo el 9 por ciento disfrutara del servicio eléctrico, 96 de cada 100 familias no consumieran carne habitualmente, menos del uno por ciento comiera pescado, apenas el dos por ciento tuvieran el huevo en su alimentación y  un  89 por ciento no contara con un decisivo recurso dietético como lo es la leche. El drama de la alta mortalidad infantil –más de 60 por cada mil nacidos vivos- los desalojos, los atropellos y asesinatos, el analfabetismo y el abandono, se nutrían entonces de los campesinos y obreros agrícolas cubanos.

    Datos ofrecidos por una encuesta de una organización juvenil católica, en 1957, afirman que una familia campesina cubana, como promedio, tenía un ingreso de 46 pesos al mes para los gastos de alimentación, ropa, medicinas y transporte,  contabilizado el valor de los alimentos que ella misma producía.El Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, en su libro La Sierra Maestra y más allá, describe con elocuencia a los pobladores de este territorio, enclavado en el teatro de operaciones del III Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, bajo su mando durante la guerra revolucionaria.

    "Muchos de estos hombres han luchado por la posesión de sus tierras, reclamando sus derechos a ellas, y al no obtenerlas las ocupan, luego son desalojados a plan de machete por los rurales y destruidos sus bohíos halándolos con yuntas de bueyes o quemándolos, un despojo brutal. Vuelven a ocuparlas y de nuevo son sacados, así una y otra vez, en lucha constante que trasladan de unos a otros, de padres a hijos. Así son estos hombres".Por esas razones, la Reforma Agraria era vital, pues sin ella el país no podría aspirar a la independencia económica, ni a la industrialización, ni a transformar las terribles condiciones de vida de las familias del campo.

    El 21 de septiembre de 1958, tuvo lugar en el territorio liberado del II Frente Oriental Frank País García, presidido por el entonces Comandante y jefe de esa fuerza guerrillera, Raúl Castro Ruz, el  Primer Congreso Campesino en Armas, donde la decisión fue apoyar sin reservas al Ejército Rebelde, como única garantía de una Reforma Agraria luego del triunfo.

    El 8 de diciembre de igual  año, en el mismo escenario, se celebró el Congreso Obrero en Armas, con iguales acuerdos e igual reclamo.

    Partes: 1, 2
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