Análisis e investigación del libro "Martín Fierro" de José Hernández
Enviado por Eva Ruth Kirilovsky
- José Hernández: Vida y Obra – Contexto histórico
- Argumento de las dos partes de la obra
- Estructura del poema
- La lengua
- Personajes secundarios
- Preguntas guía
- Conclusión
- Bibliografía
La siguiente monografía es un análisis del libro "Martín Fierro" escrito por el argentino José Hernández, el cual nos fue asignado como lectura para la clase de literatura. Para hacerlo se nos concedieron 2 meses de tiempo, así como también una serie de preguntas para utilizar como guía. Durante mi investigación, descubrí cierta información que, aunque no estaba comprendida en las mencionadas preguntas, me pareció que sería de provecho para el trabajo, por lo que decidí incluirla en él.
Desarrollo:
José Hernández: Vida y obra – Contexto histórico
Nace nuestro poeta el 10 de noviembre de 1834, en la chacra (granja o alquería, derivado de una voz quechua) de Pedriel, a medio centenar de kilómetros de la capital argentina. Su padre se llamaba Pedro Pascual Rafael Hernández, procedente de una familia de rancio abolengo federal. Su abuelo paterno, José Gregorio Hernández Plata, había arribado al país en 1779 y, junto con Alzaga, fueron los dos únicos miembros del Cabildo que se opusieron a que el Virreinato del Río de la Plata quedara al mando de Santiago de Liniers, el vencedor de los ingleses en 1806, por ser este de origen francés.
La madre era doña Isabel de José Cipriano Pueyrredón y Dogán, perteneciente a una empecinada familia de "unitarios"; él y sus hermanos (excepto uno que era canónigo) lucharon como jabatos junto a Juan Martín Pueyrredón (tío abuelo de José Hernández), brigadier general y director supremo de las "Provincias Unidas" entre los años 1816 a 1819.
El abuelo de nuestro escritor, hermano de Juan Martín, había ayudado a constituir el cuerpo de Húsares del rey o de Húsares de Pueyrredón, reclutando entre la mejor juventud de Buenos Aires hasta completar cien plazas y muy útil para frenar la codicia inglesa, que había puesto los ojos una y otra vez en las ricas Provincias del Plata.
¿Tendría éxito el casamiento de un "federal" con una "unitaria"? De nada sirvió que el abuelo paterno de José Hernández intentara oponerse al enlace. La boda siguió adelante y, como la novia era menor, fue necesario solicitar la venia judicial.
José Hernández fue bautizado ocho meses y medio más tarde de su venida al mundo, concretamente el 27 de julio de 1835 en la parroquia de la catedral del Norte, actual Iglesia de la Merced. Y al parecer tras imponerle los nombres de José y Rafael, las aguas bautismales fueron bálsamo para las tirantes relaciones entre ambas familias. Ese mismo año, Juan Manuel de Rosas (1793-1877), tras una sangrienta expedición al "desierto del sur", arrebatando a los indios 100.000 km2 de tierras, fue proclamado en Buenos Aires gobernador y capitán general. Por espacio de dieciséis años, la dictadura de Rosas se enseñoreó de Argentina gracias a su tristemente famosa policía: la "Mazorca". En su haber positivo se halla la abolición de la esclavitud mucho antes de que lo hicieran otros Estados americanos. Por eso llegó a ser casi venerado por los negros. Un año antes de haber conseguido las más altas magistraturas de la nación, los ingleses se habían apoderado del frío pero estratégico archipiélago de las Malvinas, auténticamente argentino por mucho que lo enmascararan argumentando su descubrimiento por los británicos y su transformación en las islas Falkland: de nada serviría la protesta rosista.
Mientras los padres del pequeño José Rafael se encargaban de la administración de las estancias (auténticos maxi-latifundios de explotación industrial-ganadera a base de peonaje y en donde el absentismo de los dueños era proverbial), su tía doña Victoria Pueyrredón de Pueyrredón, "mamá Totó", le enseñaría las primeras letras antes de entrar en la escuela.
Como los Pueyrredón se hallaban unidos a la causa unitaria, casi todos se vieron obligados a emigrar por miedo a la "Mazorca". En 1839-840 la furia de Rosas se hizo más patente, fracasada la conspiración de maza. Para evitar caer en manos de la "Mazorca", "Mamá" Totó y su marido, con el pequeño José Rafael, huyeron en su coche de caballos (llamado "volanta") y dejaron al futuro poeta en casa de su abuelo paterno en Barracas, no lejos del Riachuelo, en donde permaneció hasta los nueve años.
José Hernández inició allí su vida escolar, llena de sobresaltos por las tensiones políticas. Cuando tenía once años cayo gravemente enfermo, al parecer por una infección pulmonar. Los especialistas prescribieron la interrupción de los estudios y su marcha inmediata al campo. Aprovechando las inspecciones realizadas por su padre como mayordomo de Rosas, marchó con él a las estancias del sur y pronto, como por encanto, recuperó la salud.
En aquel viaje, en el que se infiltró hasta lo más recóndito de su espíritu todo cuanto encerraba la Pampa, le acompañó su hermano Rafael. En 1843 perdieron a su madre y nueve años más tarde ambos quedaron totalmente huérfanos al morir, alcanzado por un rayo, el padre. Entonces se alistaron en el ejército, pues su orgullo les impedía pedir ayuda a sus familiares. Así de la gran escuela del campo pasaban a la siempre contradictoria experiencia de la milicia.
En 1852, el general Justo José de Urquiza (1801-1871) levantó la federación de las Provincias Argentinas y su famoso Ejercito Grande derrotó a Rosas en la batalla de Caseros. Poco después Urquiza era nombrado presidente de la Confederación Argentina para el período de 1854-1860, pero como Urquiza había promulgado una Constitución federal, algunas provincias, como Buenos Aires, donde gobernaba Mitre, continuaron la lucha y Urquiza tuvo que elegir por el momento como capital de su gobierno a Paraná.
Hilario Lagos, lugarteniente de Urquiza, tras sitiar Buenos Aires, se enfrentó con una leva de milicianos, gauchos e indios dirigida por Faustino Velasco y el la que iba José Hernández. Los "rosistas" fueron descalabrados y Faustino Velasco perdió la vida.
José Hernández no se desalentó y, bajo la bandera del general Hornos, partió poco después al encuentro de las tropas licenciadas del general Lagos, que fueron vencidas en la batalla de tala el 8 de noviembre de 1854.
En 1858, en unas de las elecciones tenidas por fraudulentas, Valentín Alsina resultó elegido gobernador de Buenos Aires. Paralelamente surgió el partido federal reformista, que proyectaba la reconciliación porteña con Urquiza a través del periódico "La Reforma Pacífica", dirigido por Nicolás Antonio Calvo; fue entonces cuando José Hernández dijo adiós a las armas de fuego para luchar con unas armas menos comprometidas: la pluma y la prensa.
Nuestro poeta pasó entonces a Paraná y publicó el folleto Las dos políticas, siguiendo la doctrina de Alberdi, que en mayor o menor grado Urquiza había hecho suyas. En Paraná, sede por entonces del Congreso Nacional, encontró un ejemplo de tenedor libre en la casa de Ramón Puig, que después sería yerno del general López Jordán. Al mismo tiempo pudo colaborar en El Nacional Argentino. Vagabundeará por la ciudad y en especial el mercado, recogiendo los chistes y dichos gauchescos de los carniceros, que entonces eran todos criollos. Allí sería podado "Matraca", por su potente voz y forma de hablar, hasta que en 1873 se le conocería como "Martín Fierro".
El 23 de octubre de 1859 tuvo lugar la batalla de Cepeda entre las fuerzas de Urquiza, que tenía como ayudante a José Hernández, y las de Bartolomé Mitre, que representaba a Buenos Aires y al gobierno de la provincia "secesionista": éstos últimos fueron derrotados, Urquiza creyó que por fin la gran ciudad porteña era ya parte integrante de la Confederación Argentina tras ocho años de lucha.
José Hernández regresó a Paraná a su profesión como tenedor de libros. Extraordinario autodidacta, "auto aprendió" taquigrafía y se empleó como taquígrafo en las sesiones del Senado Nacional. Un nuevo horizonte se abrió para él. Desde su puesto de "observador de la vida nacional" asistió a la sustitución de Urquiza por Santiago Derqui, el general Pedernera como vicepresidente y Mitre como gobernador de Buenos Aires, que alcanzaba ya las veintidós mil almas. Mitre hizo su ingreso en el Partido Socialista Argentino, con Hernández de secretario, que continuaba colaborando en El Nacional Argentino.
Dos años después ardió de nuevo la guerra civil, Urquiza, como comandante en jefe de las fuerzas leales a Derqui, vuelve a enfrentarse a Mitre en la batalla de Pavón (17-9-1861). José y Rafael lucharon como jabatos esta vez junto a Mitre. En la sangrienta acción de la Cañada de Gómez, Rafael Hernández cayó herido y a duras penas pudo llegar con su hermano a Paraná.
Derqui renunció a la presidencia y Urquiza negoció con Mitre la paz, tras el efímero paso de Pedernera por la presidencia. La muerte de la Confederación Argentina era un hecho. Una a una las provincias caerán a favor de Mitre, Argentina pasaba del federalismo al unitarismo. Por fin Buenos Aires volvió a ser capital de la nación y Mitre alcanzo en 1862 la presidencia por sufragio, mandato que terminaría en 1868.
Fue entonces cuando nuestro escritor se enamoró en Paraná de Carolina González del Solar (a la que quizá ya había conocido en Buenos Aires), que vivía con sus padres y era vecina del escritor, quien en la calle Industria compartía piso con Manuel Martínez Fontez. Carolina tenía una hermana: Teresa. Hernández se casó con Carolina y su amigo con Teresa. Carolina daría al poeta nueve hijos, de los que des murieron jóvenes.
Aunque no le gustaba el hogar, José fue siempre muy admirado y estimado por Carolina, que cuidó amorosamente de sus hijos durante las largas ausencias de su esposo.
En noviembre de 1863, José Hernández publicó en El Argentino, con épicos acentos, la crónica de la muerte del general Peñaloza a manos del mayor Irrizabal y el teniente Junt. Sin pretensiones literarias, el artículo es de singular belleza y acreditaba a su autor para la descripción de escenas de hondo dramatismo. José siente en sus propias entrañas el fin violento del "Chacho" y su lirismo pregona su sinceridad fuera de toda duda.
En el escenario plateño las cosas seguían sin estar claras: Venancio Flores, apoyado por el gobierno Argentino y por Brasil, se levanta contra el presidente Bernardo Prudencio Berro y su sucesor Atanasio Aguirre; el sucesor de éste, Tomás Villalba traspasará los plenos poderes a Venancio Flores en marzo de 1865 y este prorrogará su dictadura hasta 1868. Por otra parte, la tensión con el Paraguay desembocaría en una sangrienta guerra. Argentina cosecharía una serie de derrotas. Consecuencia de ellas fue el estallido de un profundo clamor pacifista, una enésima guerra civil y una profunda disidencia con su aliado Brasil. El 12 de octubre de 1868, Domingo Faustino Sarmiento sucedía a Mitre en la presidencia de Argentina.
A comienzos de 1867 José Hernández había llegado a Corrientes, en donde poseyó su primera imprenta y editó su primer diario: El Eco de Corrientes. Colaboró con su hermano Rafael, con su cuñado Gómez de Solar y con el gobernador Evaristo López. Fue designado oficial interino del Estado y después Secretario de la Cámara, cargo al que renunció por su discrepancia con el gobierno. Sin embargo, la renuncia no fue aceptada y entonces desde su diario suscitó una dura polémica con el diario de la oposición, La Esperanza.
El 27 de mayo de 1868 los revolucionarios sitiaron su casa y destruyeron su imprenta. Hernández se refugió en Rosario. Desde allí colaboró en La Capital, fundado por Ovidio Lagos, con las iniciales J.H. A fines pasó a Buenos Aires, en donde con ayuda de personalidades notables sacó a la luz el periódico El Río de la Plata, que pronto se situó a la cabeza de los periódicos de la capital. Desde sus páginas lanzó mensajes pacifistas para que el gobierno terminara cuanto antes una inútil guerra con Paraguay, así como a "derogar" la inconstitucional ley de fronteras, que obligaba a prestar servicio en estas y que traía consigo la inicua persecución y exterminio del gaucho. Gracias a sus artículos, la opinión pública se enteró de la terrible situación en que se hallaban las clases marginadas del país y prestó atención al agudo problema de los inmigrantes.
Fue entonces cuando Hernández concibió su Martín Fierro, con la intención de escribir una obra de arte y gozar de tranquilidad precisa para ello. Sin embargo, el asesinato de Urquiza por predicar ahora un arreglo con Paraguay y ser acusado de agente de Buenos Aires (1870), se lo impide. Asesinato ya presentido y publicado por el poeta años antes como una especie de "crónica de una muerte anunciada", abrió antiguos rencores. Ricardo López Jordán fue elegido gobernador de Entre Ríos de forma constitucional y defendido por Hernández en sus artículos, pero la guerra civil ahogaba toda concordia.
Acosado por el gobierno sarmientista, López Jordán reunió doce mil hombres gauchos y paisanos, pero fue derrotado en Ñaembé por la artillería de Viejobueno y las tropas del coronel Julio A. Roca. López Jordán marchó al exilio en Brasil, en donde se reunió con Hernández, refugiado en Santa Ana do Livramento. Allí, según algunos, empezó a escribir el Martín Fierro, aunque otros piensan que lo hizo en Buenos Aires.
A comienzos de 1872 vuelve a Buenos Aires. Publica en Rosario y en La Pampa, de Buenos Aires, una memoria sobre El Camino Trasandino.
El 28 de noviembre de 1872, el periódico La República daba por fin la noticia de que el Martín Fierro había salido a la luz. El éxito le acompañó desde su aparición, a pesar de la frialdad con que fue acogida por la clase intelectual.
Como consecuencia de considerarlo todavía peligroso jordanista, se dicta una orden de reclusión contra él y Hernández se refugia en Montevideo, por haberse puesto precio a su cabeza, al igual que a la de López Jordán. Sin embargo, a los finales de 1874 pudo regresar a Argentina y seguir adelante, realizando negocios de campo utilizando a su hermano como agrimensor. Gracias a Rafael pudo adquirir una librería en la bonaerense calle de Tacuarí para instalar su despacho de negocios.
En 1875, Rawson pronunciaba un notable discurso contra Sarmiento, que hacía un año había efectuado el relevo de la presidencia en la persona de Nicolás Silva de Avellaneda. En el discurso mencionó la Vida de Chacho, de Hernández, y el ex-presidente contestó con otro no menos relevante. Esta polémica animó a la reedición de la Vida del Chacho.
La Tribuna se revolvió entonces contra nuestro escritor, acusándolo de jordanista y pro Avellaneda, y José se justificó valiéndose de La Libertad, diario bonaerense cuyo director era Manuel Bilbao.
Y fue Rafael el que presentó a su hermano al presidente, pero Hernández, aunque pensaba hallarse de acuerdo con el político, no las tenía todas consigo. Por ese tiempo se hallaba instalado en su finca de Belgrano (entre las actuales calles de Luís Mª Campos, Cabildo, Olleros… y José Hernández).
Animado por los gauchos, bien en su domicilio, bien en la librería, escribió La Vuelta del Gaucho Martín Fierro, segunda parte del famoso poema, que salió a la calle en 1879. Hernández había sido elegido diputado provincial y en 1880 fue reelegido. Creyó entonces que había llegado de nuevo el momento de reivindicar "su" causa federal…
El 1ro de mayo d 1880 el gobernador Tejedor, que aspiraba a la presidencia de la República frente a la candidatura de Julio Argentino Roca, de talante "oficialista", se levantó en armas. Hernández invitó a los suyos a no combatir, pero no hubo más remedio y la causa federal fue decisivamente derrotada.
Vuelto a mundo civil, no sin sobresaltos, Dardo Rocha propuso a Hernández un estudio sobre la organización y trabajos que se llevan a cabo en las estancias; fruto de ello fue la Instrucción del Estanciero, editado por Caballé, y en el que figuraban magníficas recomendaciones para un mejor gobierno de las estancias.
La Instrucción del Estanciero es el último libro editado por nuestro escritor. Toda la obra rezuma un espíritu optimista y nos presenta la tesis de que una civilización madura no tiene por que hallarse reñida con la economía de tipo agraria. Se trata pues de un manual de la estancia nueva, que surge tras la campaña contra el indio. Demanda de la formación de colonias agrícolas con elementos nacionales, y su obra es como una didáctica de la estancia, que se encamina al objetivo político de rescatar al gaucho mediante el trabajo.
Desgraciadamente, y debido a su pasado, las autoridades no adquirieron ningún ejemplar y, en una comisión confidencial encomendada por dardo Rocha, José Hernández contrajo una enfermedad de la que ya no se repondría, falleciendo el 21 de septiembre de 1886; victima de tantos trabajos, discursos y sinsabores políticos, se hallaba a punto de cumplir 52 años. "Ayer murió el senador Martín Fierro".
Tres semanas después, concretamente el 12 de octubre, Miguel Juárez Celman empuñaba el bastón presidencial sucediendo a Roca.
Dos años más tarde fallecía también Domingo Faustino Sarmiento en Asunción (Paraguay), enemigo acérrimo de Rosas y de su política y uno de los creadores de la Argentina moderna. Su figura ha suscitado pasiones en pro y en contra y daría motivos de inspiración negativos para Hernández y su Martín Fierro. Sea como fuere, supo liquidar la sangrienta guerra con el Paraguay (1870) y, en un momento de extrema madurez – tenía casi sesenta años cuando llegó a presidente, con una apreciable sordera y muchos desengaños a cuestas – , atacó a la oligarquía criolla que antes le había apoyado y se dedicó a cambiar por completo el sistema de instrucción pública, muy en especial la escuela primaria; fomentó la inmigración e intentó cambiar el sistema de producción y reparto de la tierra.
Hombre de ideas unitarias, por ellas tuvo que emigrar dos veces a Chile, la segunda en 1841, teniéndose por discípulo de Andrés Bello, con quien intentó una reforma de la ortografía. Allí escribió Mi Defensa (1843) y su obra maestra, La antítesis del Martín Fierro: Facundo, Civilización y Barbarie. Se dice que escribió a Mitre en estos términos: "No ahorre sangre de gauchos. Es lo único humano que tienen y es necesario derramarla para abono de sus campos." Alberdi le reprochó siempre la terrible persecución de que hizo objeto al gaucho: "Los campesinos fueron siempre el baluarte de nuestra independencia, y el paisano, el gaucho su primer soldado." Sarmiento lo reconoció finalmente, aunque era demasiado tarde.
Ya hemos visto como Avellaneda sucedió a sarmiento en la presidencia (1874-1880). Avellaneda, en su gestión, ocupó la Patagonia (1879), redactó la Ley Universitaria, federalizó el territorio del municipio de Buenos Aires, erigido desde entonces en auténtica capital de toda la nación – 20 de septiembre de 1880 – y fomentó la instalación de nuevas industrias. Su sucesor, Julio A. Roca, que murió en el mismo año que Hernández, terminó la conquista del desierto y consiguió, ayudado por la ingerencia extranjera, la riqueza para Argentina y el prestigio nacional ¿Durará mucho tan súbita bonanza?…
Argumento de las dos partes de la obra
Primera parte: "La Ida"
Martín Fierro, el gaucho, nos va a contar con sincera nostalgia la vida feliz que antaño llevaba en la pampa y la inicia no con el grandilocuente verso homérico de "Canta musa, la cólera de Aquiles"… sino con un auténtico rapsoda del pueblo al que van destinadas sus cuitas y lamentos: "Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela…" en el canto II comienza el relato propiamente novelesco del poema, concretamente al llegar la cuarta estrofa: la leva lleva al gaucho del hogar a "la frontera", a la tierra de indios.
En el canto III asistimos a la vida miserable que sufre nuestro protagonista en su nuevo destino. La guerra con el indio se halla erizada de peligros sin cuento, hasta el punto de que el gaucho decide huir (canto IV y V). La continua huída va a durar tres años, sembrado de penalidades sin cuento. Pobre y desnudo, regresa a su rancho, que ha sido destruido y ha de refugiarse en una cueva.
Las penalidades no han terminado: en el canto VII Fierro sufre persecución al ser considerado un vago. Entonces se revela y se torna "malo", frecuenta las "pulperías", se emborracha y, pendenciero, en una pelea mata a un negro. En el canto VIII, la policía lo persigue. Exhausto, pero valiente, lucha hasta la extenuación, hasta conseguir la admiración del sargento de policía Cruz, en el canto IX lo escucha con atención y, compadecido de él, le cuenta a su vez, su historia; y así ambos, por ser dos almas gemelas, deciden marchar a tierra de indios. Así se llega al canto XIII, con el que finaliza la primera parte. Hernández, por boca de su protagonista, anuncia "romper la guitarra para no volverla a templar". En la última estrofa se encierra toda la protesta y denuncia socio-política: "…que referí ansí a mi modo / males que conocen todos / pero que naides contó".
Segunda parte: "La Vuelta"
La segunda parte abre también con una pequeña introducción. Se trata de una novela rimada con ecos de poema épico. José Hernández sabía que la fama de su personaje corría de boca en boca, a semejanza de lo que Sancho dice en relación a su amo en la segunda parte del Quijote (1 y 2). Narración de las aventuras de Cruz y Fierro en la tierra de indios, fiestas y bailes de los mismos, postura ante los prisioneros. En el canto 3 aparece una poesía sentenciosa junto al treno y la lamentación continuada. Una resignación sin esperanza, un estoicismo ilustrado con metáforas encadenadas. Menos mal que el lamento es el mejor lenitivo para todos los males. Las lamentaciones se cortan y volvemos a enfrentarse con el indio y conocemos la vida de prisioneros de Cruz y Fierro. En los cantos 4 al 6 se nos describen las costumbres indias, muchas de ellas bárbaras y salvajes, singularmente las de los hombres que maltratan a sus mujeres cuales aparecen como sufridas y abnegadas.
En el canto 6, Cruz muere de viruelas. Encomienda a Fierro a su hijo porque ya no tiene tampoco madre. Hasta ese momento no sabíamos que cruz tenía un hijo, y es quizá para un hombre que siempre se halla en escenarios bélicos, el pensar que podía tener una familia le quitaba toda la dureza de su carácter.
En el canto 8, tras enterrar a Cruz y llorarle, Fierro se ve envuelto en un terrible duelo con un salvaje que maltrata a una prisionera blanca. Después logra huir con ella, no sin antes asistir a una de las escenas más tiernas y a la vez duras del poema: el indio golpea brutalmente a la mujer y le arranca a su hijo de los brazos, acto seguido lo degüella… ¡para amarrarle después las manos con las propias tripas de su hijo! En los cantos 9 y 10 Fierro y su compañera sepultan al niño despedazado, tras matar al indio y enterrarlo en un "pajonal", a fin de que la tribu tarde en encontrarlo; después marchan a "tierra de cristianos".
Cuando llegan, Fierro se despide de la mujer y cada cual parte por su lado. Tres años han pasado en duro peregrinaje y cinco con los indios cautivo. Las autoridades ya no se acuerdan de sus delitos. Entonces aparecen los hijos de nuestro protagonista, a los que les cuesta identificarle, porque "venía muy aindiado y muy viejo". En el canto 12, el hijo mayor cuenta su estancia en la cárcel; en el 13 el hijo segundo narra asimismo su historia. Se nos da a conocer un nuevo personaje: el viejo Viscacha, a quien se le encomendó el hijo más pequeño hasta que tuviera edad para gozar de la herencia. El carácter y las acciones de Viscacha se nos narran en los cantos 14 y 15. En el canto 16 fallece Viscacha y es enterrado (canto 17 y 18). La obsesión por el viejo Viscacha, que tanto hiciera sufrir al hijo segundo, se nos explica con detalle. En el canto 20 aparece Picardía, que explica su azarosa vida picaresca (cantos 21 a 28). ¡Finalmente descubrimos que Picardía as el hijo de Cruz!
Aparece a continuación el Moreno, nada menos que el hermano menor del negro que injustamente mató Martín Fierro (canto 29 a 31). Por último, Martín Fierro (transposición del autor) da una serie de consejos a sus dos hijos. Estos, junto con Picardía, se despiden, no sin antes decidir cambiar de nombre. En la penúltima estrofa se nos devela el mensaje del autor al proponerse escribir la segunda parte de la obra: "es el tiempo de olvidar antiguas rencillas, tiempo es de trabajar por un futuro". El propio José Hernández se dirige a los lectores con el convencimiento de que su poema a de pasar a la posteridad y de que todo él encierra una enseñanza.
Cada estrofa del Martín Fierro es un pequeño poema independiente que posee valor por sí mismo, sin que sea necesario el sentido de las estrofas anteriores o posteriores. Por otro lado, cada estrofa se articula con las otras, constituyendo un tono armónico. Sin embargo, resulta fácil descomponer el poema en sus diferentes unidades fundamentales y montarlo de nuevo, confiriendo diferente orden a las estrofas que se suceden en cada uno de los cantos. Por lo tanto, cada una de las unidades métricas es un pequeño poema cerrado que tiene todos los elementos suficientes para transferir a los lectores, o a quien lo oyere, toda la emoción que el escritor se propuso comunicar.
Las estrofas se pueden colocar donde sea necesario por su significado o donde convenga. Además pueden cantarse sueltas, acompañadas de acordes de una guitarra. Cosa que cualquier cantante argentino de la actualidad puede hacer. De aquí las variantes en las numerosas ediciones respecto a su orden, al ser poemas minúsculos separados del contexto. Por lo general José Hernández utiliza la sexteta, estrofa creada por el mismo que rima: a-b-b-c-c-b con ocho sílabas en cada verso. Se trata de una variante de la sextilla y que algún tratadista bautizó con toda justicia hernandiana.
Pero también hay cuartetos especiales (consonancia en los versos pares), como por ejemplo en la Ida, cato VII y en la Vuelta, cantos 27 y 28 en cuartetos propiamente dichos. En los dos últimos cantos de la Vuelta alternan sin orden alguno la cuarteta y la redondilla. Así mismo, hallamos formas de romance asonantado en la palabra llana en la Vuelta, cantos 11, 20, 29 y 31; formas romanceadas en algunas sextetas, cuartetas dobles y una singular estrofa de diez versos.
Desde el punto de vista del contenido, en la composición de las estrofas el autor sigue el siguiente esquema: el tema es planteado en los versos iniciales; los centrales preparan para la conclusión que se nos ofrece en los dos versos finales, muy acertados, en general, para la composición, y para la recopilación de sentencias y refranes. Se ha dicho con razón que cada estrofa es una auténtica síntesis de lo filosófico, lo ingenioso, lo poético y lo vernáculo.
Como cada estrofa es independiente y posee sentido propio, su autor no necesitó componer la obra de una tirada en el orden en que podemos leerla en la actualidad. Hernández pudo muy bien ir recopilando estrofas y moldeando el poema con toda libertad, de forma doble, como un verdadero miniaturista. Sin que nuestro poeta fuera un autor culto que tendiera a un exagerado purismo, pudo de esta manera ir construyendo las estrofas por separado, a la vez que cincelaba sus versos, para luego hacer lo propio en el conjunto.
Martínez Estrada, uno de los grandes tratadistas del Martín Fierro, ha señalado una serie de anomalías a la disposición métrica general. Anomalías que no solo no desentonan sino que dan mayor belleza al poema; incluso a veces descuida el ajuste de las rimas para ofrecernos versos de contenido superior al que pudieran tener otros en los que la rima fuera exacta, conseguida a base de suprimir palabras que el autor cree intocables, por otras. Hernández sólo utilizaba el romance para acercarse al valor narrativo de la prosa, excepto en este caso, en que prefiere su sexteta, que por ser de su creación cree, tener todo el derecho en enmendarla por la necesidad poética del propio poema.
José Hernández utiliza para sus obras como lenguaje un remedo muy logrado del dialecto rústico rioplatense, tal como se hablaba en la primera mitad del s. XIX. El autor creía cumplir así el objetivo sociopolítico que se había propuesto. Por eso el pueblo supo reconocerse a si mismo hablando en su propio estilo intransferible, pero elevado al mismo tiempo a la máxima tensión de su eficacia expresiva.
Para transcribir con exactitud el sistema lingüístico del pueblo había que respetar las frecuentes sinalefas, tal como este las pronunciaba, y ser fiel a la ley de acentuación del pueblo discordante con la impuesta en el Diccionario y la Gramática de la Real Academia Española. El lector deberá respetar la acentuación de José Hernández, si quiere gustar plenamente del poema.
Sin embargo, nuestro autor se atreve a modificar las grafías más que las fonéticas. Así tiende a cambiar las s por las c equivalente al sonido de la z española, y aunque conserva el castellano llevado por los conquistadores en el s. XVI, resulta comprensible en su conjunto para un lector español de la actualidad, si bien se le escapan expresiones y palabras concretas que resultan esenciales para la mejor interpretación del verso y la estrofa, así como paladear mejor su arte. Por otra parte, nuestro autor intercaló muchas expresiones y formas de expresión suyas, pero no de los gauchos, lo que dificulta más la comprensión.
A lo largo de la obra los americanismos son evidentes, así como la tendencia a reducir grupos consonánticos: doctor – dotor; indigno – indino; instrumento – estrumento, etc., y la confusión de los prefijos en formas nominales y verbales: desertor – desertor; derramar – redamar, etc.
Resultan normales las formas arcaicas, cosa que recuerda a la lengua do los conquistadores. El canto sigue idéntico proceso al de las hablas rústicas: caer – cair; reír – reir; démelo – demeló; casos de debilitación vocálica: teatro – tiatro; poeta – pueta; casos de h aspirada: huir – juir; horcón – jorcón; trascripción de j por f inicial: fuerte – juerte; fogón – jogón; etc.
Hernández no era un poeta cuidadoso ortográficamente, pero gran cantidad de fallos hay que señalarlos no por su ineptitud, sino por el deseo de acercarse más al hombre de campo, deseo que plantea en todo el poema. Esta circunstancia casi no se da en cuanto a la sintaxis. Las construcciones se ofrecen en forma directa, a semejanza de lo que hacen las gentes sencillas, y las diferencias son más por fonética sintáctica (supresión de la a: "lo empecé [a] aventajar") o introducción del complemento de objeto indirecto: "Y dejábamos las vacas / que las llevara el infiel".
Por último, el voseo propio de Sudamérica en el Martín Fierro posee intención ofensiva. Así pues el Martín Fierro es tan comprensible como cualquier obra que tienda al castellano castizo del s. XVI.
Cruz
Es también gaucho como Fierro, pero ha ingresado en la policía gracias a un amigo que le debía una "deuda de sangre"; aparece como una especie de "doble" de aquel, pero no le anula. Su nombre ya es un símbolo: sufrimiento, muerte, castigo, purga en la vida de acciones pasadas… y por "la forma de firmar"… ¡con una cruz! como analfabeto. Actúa como complemento y desdoblamiento de nuestro héroe, que clama incluso con mayor fuerza que este contra la injusticia de los que mandan.
En la segunda parte lucha fieramente a lado de Fierro contra los indios: cree que va a morir, pero no es así hasta que le sobreviene el final, no en la lucha, sino tras cuidar a un indígena. Más humano que nunca, cae también él gravemente enfermo y encomienda con la mayor ternura un hijito a Fierro, desapareciendo para siempre.
El hijo mayor de Martín Fierro. Se nos presenta como un ex presidiario que ha ido a la cárcel injustamente, a la manera de El Proceso, de Kafka. El hijo mayor acusa y de él se vale José Hernández para lanzar un último ataque contra la justicia y el sistema penitenciario. En él están simbolizados no sólo todos los perseguidos injustamente, sino todos los que se hallen encerrados en la cárcel de su propia existencia (angustia existencial).
El hijo segundo. Se relaciona con Picardía, hijo de Cruz, y es un digno continuador de la gloria picaresca española. Trasciende de él un sentido humano de inocencia gracias a él se introduce en la obra un personaje de la riqueza argumental del viejo Viscacha. Una mujer (la tía) le recoge y le mima, y le deja una herencia gracias a la cual este hijo segundo entra en contacto con gente más refinada que los gauchos. La semejanza con los pícaros se halla muy lograda, ya que el muchacho vagabundo va de mano en mano y pasa "hambre viva" en casa del avaro Viscacha. Como en el caso de Picardía, su forma de vivir se halla determinada por las circunstancias.
Picardía. Hijo de Cruz, su nombre lo dice todo, narra sus aventuras sus detalles de humor que suavizan la tragedia del hijo mayor.
Vizcacha. Viejo astuto y avaro que ha vivido siempre en el campo. Viscacha recuerda con su nombre al de una clase de roedor que vive en las madrigueras (una "vizcacha"). Es viudo por haber matado a su mujer de un golpe por haberle dado un "mate frío", pero el remordimiento no lo dejará ya en paz. Avaro, celoso o maniático, el hijo de Fierro deberá dormir fuera de su covacha, a la serena, con el cuerpo medio desnudo. Viscacha da al muchacho unos consejos, auténtica norma de vida para el pícaro que ha de desplegar la astucia, el engaño, el disimulo y la misoginia para sobrevivir en un mundo donde el hombre es lobo para el hombre.
El Moreno o "Negro de la Payada". Contrasta con los otros personajes sobre todo por el color. Se trata de un vengador de ofensa legal (venganza de la sangre) por ser pariente del muerto, pero no consuma la venganza, porque en la segunda parte ha llegado la hora del perdón y el olvido para las viejas ofensas. Su figura es interesante desde el punto de vista técnico y estilístico por introducir la payada, y con ella el poema incorpora uno de los elementos corrientes en la poesía gauchesca. El enfrentamiento entre negro y blanco es explicado por algunos como intención de tipo racial. El gaucho siente con orgullo la indiferencia hacia el color y si este orgullo lo separa del "pueblero" (aquí con mucho de defensa), también lo hace del indio y el negro.
Las mujeres
Se ha dicho que el Martín Fierro es un poema de hombres, lo cual no obsta para que la mujer se halle presente en él, tanto de forma individual como colectiva, en los distintos cantos de las dos partes.
La primera que nos presenta el poema es la esposa de Fierro. No posee nombre concreto y sale en él de forma episódica sin que sepamos nada ni de su rostro ni de sus formas… "una de tantas". Al marchar Martín Fierro, ella también marcha "con no se qué gavilán", y Fierro la disculpa e incluso le desea suerte.
La segunda es la del negro a quien un día, estando Fierro borracho, la insulta y se mete con ella hasta que la pelea inevitable termina con la muerte del negro. Fierro pretende entonces continuar su atropello, pero reflexiona y, por respeto, desaparece con gran remordimiento.
Cuando Cruz acaba de unir su vida a la del gaucho aventurero, aparece de nuevo la mujer, que si es buena puede ser de gran alivio para el compañero. Sin embargo, la de Cruz, a la que primero se pondera, termina, como la de Fierro, abandonándole por el comandante de la milicia. La misoginia de ambos hombres es pues justificable. Misoginia que se repite en el baile del gaucho (canto XI), en donde, además de una que le provoca, otras se burlan de él.
Llegamos con ello a la Vuelta. Las primeras mujeres que se nos presentan son las indias. Martín no tiene más que elogios para ellas. Son también mujeres sin rostro: piadosas, diligentes y sufridas en los trabajos. Sufren pacientes bajo el duro yugo del marido que es su tirano y su señor, y que "ni sabe lo que es amar". Con las indias contrasta el retrato de la "china vieja" que culpa a un "gringuito" cautivo de ser el causante de la viruela negra. Es una mujer maléfica y supersticiosa.
El episodio de la mujer cautiva produce el retrato más tierno de mujer del Martín Fierro, así como las trágicas escenas de las que es protagonista: mujer buena con su hijito contrapuesto al de la "china mala" que desencadena el drama. Gracias a la entereza de la cautiva, que pierde a su hijo degollado, Fierro recupera el instinto de pelea. Mujer valiente, Posee toda la cautela propia de la feminidad y sabe sobreponerse al dolor y ayudar a Fierro cuando es atacado por el indio y cae debajo de él sin poder volverse. Hernández hace que Fierro bendiga a Dios por haber puesto en aquella mujer la "juerza que en un varón / tal vez no pudiera haber".
Muerto el indio, se produce la huída de Fierro y la mujer. Nada se nos dice en cuanto si ha habido relaciones más íntimas entre el protagonista y la cautiva. El autor es todo discreción y hace que Fierro, convertido en auténtico paladín, no necesite descender a situaciones más prosaicas…
Por último se hallan: la tía que, recoge al segundo hijo de Fierro, lo mima y lo hace su heredero. Es una mujer con auténtico buen corazón y carácter maternal; y en contraste con la amable figura de la tía, está la curandera, auténtica parca, que visita a Viscacha viejo y enfermo. La viuda de la que se enamora el segundo hijo de Fierro. De la viuda su conducta, nada sabemos, mujer esquiva de la cual anda locamente enamorado el muchacho, no puede consumar su unión porque aquella es fiel a la memoria de su marido.
Unas tías que recogen al hijo de Cruz para que no ande suelto y desamparado, buenas mujeres, aunque unas beatorras de cuidado y, contrastando, la mulata que se "pega" al lado de Picardía, primero como ángel de la guarda, después como pícara tentadora del muchacho. Apodada "la parda, tenía los ojos como refocilo"… Finalmente, la alusión que hace el Moreno a su sufrida madre que tuvo diez hijos…
Las masas
Se hallan representadas por la caterva de jueces, comandantes, comisarios, asistentes, vigilantes, pulperos, indios, indias, unos más próximos al lector, otros en segundo plano; pero todos imprescindibles para que las figuras de los protagonistas aparezcan recortadas con mayor fuerza.
Martín Fierro, además de ser el más completo retrato del gaucho, es también el "hombre olvidado", allí donde de verdad la soledad crece e inunda el espíritu del que ha de resignarse a vivir solo consigo mismo y con sus recuerdos, cuando la fatalidad le ha obligado a huir sin saber hasta cuando, ni donde…
"¡Cuantas veces al cruzar en esa inmensa llanura, al verse en tal desventura y tan lejos de los suyos, se tira uno entre los yuyos a llorar con amargura!"
"Allí pasaba las horas sin haber naides conmigo teniendo a Dios por testigo, y mis pensamientos fijos en mi mujer y mis hijos, en mi pago y en mi amigo."
Un gaucho pesimista y fatalista
"Tal vez los verán sufrir sin tenerles compasión; puede que alguna ocasión, aunque los vean tiritando, los echen de algún jogón pa que no estén estorbando."
"Y al verse ansina espantaos como se espanta a los perros, irán los hijos de Fierro, con la cola entre las piernas, a buscar almas más tiernas o esconderse en algún cerro."
"Si uno aguanta, es gaucho bruto; si no aguanta es gaucho malo. ¡Dele azote, dele palo, porque es lo que él necesita! De todo el que nació gaucho ésta es la suerte maldita"
en el que la religiosidad que le inculcaron los conquistadores continúa en pie.
"Pido a los Santos del Cielo Que ayuden mi pensamiento;…"
"Vengan Santos milagrosos, Vengan todos en mi ayuda,…"
" ¡Bendito, Dios poderoso, quien te puede comprender!…"
"Yo junté las osamentas, me hinqué y les recé un bendito, hice una cruz de un palito y pedí a mi Dios clemente me perdonara el delito de haber muerto tanta gente."
Compagina su natural sentido de independencia con el recuerdo, la nostalgia de la vida familiar en la que era feliz antes de la leva (aparece así como un héroe romántico), con "sentido hogareño".
"Irse a cruzar el desierto lo mesmo que un forajido, dejando aquí en el olvido, como dejamos nosotros, su mujer en brazos de otro y sus hijitos perdidos."
Su carácter es una mezcla de psicología áspera y hostil con otra mansa y servicial.
Martín Fierro es un hombre bravo que huye de peleas inútiles (en general)
"Y sepan cuantos escuchan de mis penas el relato, que nunca peleo ni mato sino por necesidá,…"
y que desde pequeño ha de ganar la vida con el sudor de su frente sin que sepa jamás "lo que es subir en el escalafón ni social ni cultural".
"Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y aunque siempre estuve abajo y no sé lo que es subir también el mucho sufrir suele cansarnos, ¡barajo!"
Es un hombre de nobles sentimientos que constituye una familia, pero que la fatalidad lo obliga a huir, sin dejarle disfrutar de ella.
"tuve en mi pago en un tiempo hijos, hacienda y mujer, pero empecé a padecer, me echaron a la frontera, ¡y qué iba a hallar al volver! Tan sólo hallé la tapera."
En su persona se mezclan también el miedo y el coraje, miedo al peligro como todo mortal, pero valentía e infinidad de recursos para enfrentarse a él;
"Peligro era atropellar y era peligro el juir, y más peligro seguir esperando de ese modo, pues otros podían venir y carniarme allí entre todos."
"Para vencer un peligro, salvar de cualquier abismo -por esperencia lo afirmo-, más que el sable y que la lanza suele servir la confianza que el hombre tiene en si mismo."
y cuando mata al negro, lo desprecia. Aversión al hombre de color que se da también en otros pasajes y que los expertos han interpretado como la típica conciencia de la superioridad del hombre blanco propia de la época…
"a los blancos hizo Dios, a los mulatos san pedro, a los negros hizo el diablo para tizón del infierno."
Hombre contradictorio, nuestro gaucho pasa de la crueldad
"En esto la negra vino con los ojos como ají y empezó la pobre allí a bramar como una loba. Yo quise darle una soba a ver si la hacía callar, mas pude reflesionar que era malo en aquel punto, y por respeto al dijunto no la quise castigar."
a la ternura,
"El recuerdo me atormenta; se renueva mi pesar; me dan ganas de llorar; nada a mis penas igualo; Cruz también cayó muy malo ya para no levantar"
"Y yo, con mis propias manos, yo mesmo lo sepulté; a Dios por su alma rogué de dolor el pecho lleno, y humedeció aquel terreno el llanto que redamé."
"Se alzó con pausa de leona cuando acabó de implorar, y, sin dejar de llorar, envolvió en uno trapitos los pedazos de su hijito, que yo le ayudé a juntar"
de la bravura
"…vean si me pueden llevar, que yo no me he de entregar, aunque vengan todos juntos."
al cinismo,
"Como nunca, en la ocasión por peliar me dio la tranca. Y la emprendí con un negro que trujo una negra en ancas."
"…y me alargó un medio frasco diciendo: beba cuñao. Por su hermana, contesté. Que por la mía no hay cuidao"
cualidades positivas y negativas que le hacen aceptar ciegamente "su destino" a la manera de la tragedia clásica.
"…yo ruedo sobre la tierra arrastrao por mi destino; y si erramos el camino- no es el primero que lo erra."
"Si hemos de salvar o no, de esto naides nos responde; derecho ande el sol se esconde tierra adentro hay que tirar; algún día hemos de llegar- después sabremos a dónde."
Como características "individuales", a Fierro le gusta beber con los amigos, apostar a los caballos, y sólo trabaja ocasionalmente la tierra o se dedica a la caza.
"Déjenmé tomar un trago: estas son otras cuarenta mi garganta esta sedienta, y de esto no me abochorno, pues el viejo, como el horno, por la boca se calienta"
"¡Y qué jugadas se armaban cuando estábamos riunidos!…"
Se consuela de la pérdida de su mujer con la compañía de otras y no se esfuerza por recuperar a la propia mujer y a sus hijos, sino que se lanza a la vida libre como una liberación que siente en lo más íntimo de su ser.
Sin embargo, este es el Fierro de la Ida, el de la Vuelta es muy distinto, como también lo era su autor y las circunstancias políticas de la época. Tras ocupar la presidenta en 1874, Avellaneda predicó la renovación por doquier. Respaldado por Sarmiento, se convirtió en ídolo de la juventud, teniendo en su haber su extracción no militar. Predicó la conciliación entre federales y unitarios, porque eran conceptos ya superados.
El propio hermano de nuestro escritor, Rafael, se convirtió a la política avellanedista y defendió los ideales de la concordia y de deseo de terminar con un trasnochado localismo porteño que no conducía ya a nada y cuando ya nadie podía disputar a la bella ciudad bonaerense su categoría de auténtica capital del Estado.
José Hernández, combatiente rosista y militante después de Urquiza, lo defendió en los periódicos fieles al jefe entrerriano. Sin embargo, al publicar La Vuelta de Martín Fierro, envió un ejemplar dedicado a Mitre, que representaba la reconciliación, a causa de la coyuntura, de las dos tendencias.
Nuestro poeta, como su protagonista, había realizado la "Vuelta" a la ciudad, a Buenos Aires, y se había integrado en ella. Martín Fierro regresará a su tierra, allí encontrará a sus hijos y todos cambiarán de nombre y perdonarán: de esta forma, "borra su culpa" ¡si es que la tuvo alguna vez!…
- Caracteriza a Marín Fierro con ejemplos extraídos del texto (costumbres, trabajos, vicios y virtudes).
En la primera parte de la obra Martín Fierro trata al Moreno como retobado, malo y lo discrimina por ser negro, y les dice que a los negros los hizo el diablo para tizón del infierno.
"A los blancos hizo Dios,
a los mulatos San Pedro,
a los negros hizo el diablo
para tizón del infierno."
En cambio en la segunda parte, Fierro ya no lo discrimina, dice que ante Dios somos todos iguales y trata al negro como una persona sabia, buena y que posee muchos conocimientos. También habla del negro y del blanco en igualdad de condiciones.
"Dios hizo al blanco y al negro
sin declarar los mejores;
les mandó iguales dolores
bajo de una mesma cruz;
mas también hizo la luz
pa distinguir los colores."
"Ansi, ninguno se agravie;
no se trata de ofender,
a todo se ha de poner
el nombre con que se llama,
y a naides le quita fama
lo que recibio al nacer."
"Y ansí me gusta un cantor
que no se turba ni yerra;
y si en tu saber se encierra
el de los sabios projundos;
decíme cual en el mundo
es el canto de la tierra."
"Y aura te voy a decir;
porque en mi deber está
(y hace honor a la verdá
quien a la verdá se duebla)
que sos por juera tinieblas
y por dentro claridá."
En el poema, se presenta la visión del indio a través de la voz de Fierro y de sus propias experiencias:
Considera que la indiada en general es salvaje y no incorpora los elementos de la primitiva civilización.
"En los caballos en pelo
se vienen medio desnudos"
Que se caracteriza por sus hábitos grupales violentos.
"El indio – por donde dentra
roba y mata cuanto encuentra"
"La indiada todita entera
dando alaridos cargó"
Que su conducta es irracional e impetuosa.
"Que el indio lo arregla todo
con la lanza y con los gritos"
Es habitual el ejercicio de la crueldad para con los más desvalidos.
"Le descarnaban los pieces
a las pobrecitas vivas"
"Es guerra cruel la del indio
porque viene como fiera"
Por último manifiesta un profundo rechazo y desagrado al recordar un estilo de vida diferente y los padecimientos que sufrió por esta gente.
"Estos indios vagabundos
con repunancia me acuerdo"
El indio para Martín Fierro, era ladrón, indomable, implacable y traidor para la guerra.
- ¿Cómo aparecen caracterizados los indios y los negros? ¿Qué relación tiene con el gaucho, tanto en la primera como en la segunda parte?
En 1820 durante el gobierno de Sarratea se dictó una ley que establecía la obligatoriedad del uso de un documento donde se asentaba que el dueño poseía trabajo fijo. Todos aquellos hombres que no lo tuvieran estaban obligados a engrosar las filas del ejército como castigo por su "vagancia". Los gauchos fueron los más afectados por esta ley pues realizaban trabajos por poco tiempo y en distintos lugares. Si además se los encontraba jugando a las cartas los días hábiles se los denominaba "mal entretenidos" y eran castigados.
Esta ley provocó la deserción de muchos gauchos del ejército y su ocultamiento en las tolderías indígenas donde los militares no podían entrar. Se los llamó "gauchos renegados".
En el canto 27, Picardía cuenta como es la vida en la frontera, donde los gauchos son obligados a trabajar y sacrificarse constantemente, cubiertos de harapos o desnudos y sin ninguna clase de paga; donde deben obedecer ciegamente a sus superiores, ya que el que se rebela es cruelmente castigado; donde son ignorados y tratados con negligencia mientras se encuentren allí, pero perseguidos tenazmente si intentan huir; donde las únicas opciones disponibles son soportar con la cabeza gacha la horrible situación en la que se encuentran, huir y ser un renegado, o ser asesinados.
Existen también, los gauchos que son liberados y a los que se les permite regresar a su hogar, pero aún esa opción, aunque suene prometedora, solo significa penurias, ya que deben emprender el viaje sin ropa, dinero o caballo y, al llegar a sus casas, lo más probable es que las encuentren vacías, ya que nadie se ocupa de cuidar de las familias que dejan atrás. Una vez allí, no tienen otra opción que volverse matreros, puesto que nadie está dispuesto a ayudarlos.
Aunque Picardía culpe en sus versos a la Providencia, son las autoridades (ley, justicia y gobierno) las responsables de esta situación, ya que no sólo no velan por el bienestar de los gauchos, sino que se aprovechan de ellos lo más posible y, para lograrlo, son excesivamente estrictos y severos.
- Explica brevemente la relación entre en gaucho, la ley, la justicia y el gobierno, a partir sobre todo, del canto 27.
Achurar: matar
Atorarse: atragantarse
Barullo: desorden, alboroto
Bolazo: disparate
Chacota: alegría y diversión con carcajadas y bromas, celebrando alguna cosa
Chucho: miedo
Chumbo: balazo, disparo de arma de fuego
Chupado: borracho
De arriba: sin pagar
Desembuchar: expresarse con franqueza
Despachar: matar
Disparar: huir
Emperrado: empecinado
Engatuzar: burlar, engañar
Mala entraña: malas intenciones
Facha: aspecto
Fierro: cuchillo
Fundir: dejar sin nada
Gavilán: galanteador
Guapo: valiente
Mamado: borracho
Manotear: robar
Mañas: en personas o animales, vicios o malos hábitos
Milico: agente de policía, gendarme, soldado, etc.
Morisquetas: muecas
Pago: distrito, lugar conocido al que se refiere alguien
Patalear: mover las piernas con ligereza
Pedo: borrachera
Pellejo: la vida
Picaflor: persona enamoradiza y galanteadora
Pico: boca
Pijotear: mezquinar
Pilcha: prendas de vestir
Pitar: fumar
Pollera: falda; por extensión, mujer
Prenderse: realizar algo sin interrupción
Remolón: desocupado, lento
Retobado: enojado, de mal humor
Vago: toda persona sin ocupación ni domicilio fijo
Yapa: propina, algo que se da de más
"Va cayendo gente al baile."
"Muchas manos en un plato."
"El Diablo sabe por Diablo, pero más sabe por viejo."
"Todo bicho que camina va a parar al asador."
"Un padre que da consejos, más que padre es un amigo."
"En hombre no debe creer en lágrimas de mujer ni en la renguera del perro."
"Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera."
- Extrae ejemplos del texto (palabras, frases, sentencias) que se usan actualmente en nuestra lengua.
- Extrae ejemplos de metáforas, comparaciones y personificaciones.
Metáforas:
La tierra no da fruto si no la riega el sudor.
Yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno.
Sangra mucho el corazón del que tiene que pedir.
Tiene en la desgracia mía un espejo en que mirarse.
Siempre es bueno tener palenque ende ir a rascarse.
Si la vergüenza se pierde jamás se vuelve a encontrar.
Comparaciones:
El hombre que lo desvela una pena estrordinaria, como el ave solitaria, con el cantar se consuela.
Cuando puntiao me encuentro, me salen coplas de adentro como agua de la vertiente
Mi gloria es vivir tan libre como pájaro del cielo.
La ocasión es como el fierro, se ha de machacar caliente.
Estaba el ñato presente, sentado como de adorno.
A poco andar dispararon, lo mesmo que sabandija.
Personificaciones:
La miseria en su afán de perseguir de mil modos llama en la puerta de todos y entra en la del haragán.
En donde viven bramando los volcanes que echan fuego.
Son los secretos que las tinieblas esconden.
Son los ecos que responden a la voz del que da un grito
Es siempre, en toda ocasión, el trago el pior enemigo.
Los cielos lloran y cantan hasta en el mayor silencio.
- Se dice que Hernández supo imitar el habla del gaucho.
Tengan cuidado, porque nunca se sabe donde se oculta un enemigo. Tengan en cuenta que debe saber muy poco aquel que no aprendió nada. Es mejor que aprender mucho, aprender cosas buenas. No aprovechan los trabajos si no han de enseñarnos nada. Siempre deben conocer al momento cuando a alguien enfadan. En el mayor infortunio pongan su confianza en Dios; de los hombres, sólo en uno; con gran precaución en dos. Las faltas no tiene límites; aquel que defectos tenga, disimule los ajenos. Nunca abandonen a un amigo, pero no pretendan nada de él. Siempre el amigo más fiel es una conducta honrada. Ni el miedo ni la codicia es bueno que a uno le asalten. No se sobresalten por los bienes que pierdan. Al rico nunca le ofrezcan y al pobre jamás le falten. Bien lo pasa el que respeta a la gente. Sean prudentes para librarse de enojos: cautelosos entre los flojos, moderados entre valientes. El trabajar es la ley, porque hay que adquirir; es una triste situación el tener que pedir. Trabajen siempre para ganarse el pan, pues la miseria siempre alcanza al haragán. A ningún hombre amenacen, porque nadie se acobarda. Para salir de cualquier peligro, más vale la confianza en uno mismo que las armas. Nunca dejen pasar una oportunidad cuando esta se presente. Si la vergüenza se pierde, jamás se vuelve a encontrar. Manténganse unidos, pues si se pelean son vulnerables. Respeten a los ancianos. Tengan cuidado porque serán juzgados de acuerdo a la gente de la que se acompañen. Procuren cuidar de sus padres en su edad madura. No se fíen de quien los ofenda, aunque perdonen la ofensa. Si tienen que obedecer, obedezcan y el que manda será más bueno. Procuren no perder ni el tiempo ni la vergüenza. Sepan que ningún vicio acaba donde comienza. No es vergüenza ser pobre, pero sí ser ladrón. No maten a otra persona ni peleen sin motivo. Es siempre, en toda ocasión, el trago el peor enemigo. Si se arma lío no se muestren altaneros aunque tengan razón. Si se enamoran, nunca ofendan a la mujer. Si son cantores no templen el instrumento si no tienen fundamento.
Si echamos un vistazo a la vida de Fierro es fácil darse cuenta que este no rigió su existencia en base a estas máximas. Llevó una vida muy dura, repleta de sufrimientos y, evidentemente, arrepentimientos. Cometió muchos errores, pero tuvo mucho tiempo para meditar respecto a ellos, y darse cuenta que tan distinta podría haber sido su vida de haberse comportado más sabiamente. Los consejos que él da, son conclusiones sacadas por él mismo al analizar su propia vida y, al transmitírselos a sus hijos y a Picardía, pretende ahorrarles los sinsabores que el padeció, por no haber tenido a nadie que lo guiara en su momento. Al analizarlos por separado es curioso como algunos son extremadamente pesimistas, mientras otros son muy optimistas. Es claro que no tiene mucha confianza en el género humano, ya que insta a sus hijos a no fiarse y a ser precavidos; pero, por otro lado, demuestra la seguridad sorprendente de que las buenas actitudes serán correspondidas. Son consejos muy sabios, que recomiendan, a la vez, paranoia, desconfianza, lealtad, disimulo, honradez, humildad, solidaridad, precaución, responsabilidad, esfuerzo, amabilidad, ternura, bondad, respeto, prudencia, moderación, audacia, conciencia y valor, entre otras cosas.
- Resume los consejos de Martín Fierro a sus hijos. Opina al respecto.
Después de separarse de sus hijos y Picardía, Martín Fierro cabalgo en busca de un lugar donde rehacer su vida. Con poco dinero y no más pertenencias que el caballo y las pilchas, se valió para sobrevivir de sus habilidades como cazador y de alguno que otro trabajo en una estancia. Y así pasaron los años, sin demasiados altibajos, y Fierro seguía envejeciendo y su salud empeoraba día a día. Quiso la Providencia que lo agarrara un día, llegando a una pulpería una tremenda tormenta y, aunque llegó a guarecerse, el frío que había tomado lo hizo desvanecerse. El local pertenecía a una viuda y a sus siete hijas que, al ver al pobre Fierro, viejo y enfermo, se apiadaron de él y llamaron a un médico. El médico que lo vio dijo que, por el momento, solo necesitaba descanso abrigo y alimento, pero que, aun cuando se repusiera, su salud ya no soportaría la vida de gaucho errante que obviamente venía llevando. La viuda, que tenía buen corazón le preparó un cuarto y ahí lo llevaron. Al poco tiempo, el gaucho volvió en sí y, agradeciendo de corazón, dijo que no quería abusar y que cuanto antes se mandaría a mudar. Pero se encontraba muy débil y las mujeres no quisieron ni hablar de dejarlo ir. En las semanas que siguieron, mientras Fierro se recuperaba, se fue haciendo cada vez más cercano a las amables habitantes de la casa. La más joven (y más curiosa) inquirió un día respecto a la historia del gaucho, y este, que se sentía extremadamente agradecido, pensó que referirles sus aventuras era lo menos que podía hacer para pagarles tan tremenda atención que habían tenido para con él. Todos los días la viuda y sus hijas iban al cuarto del gaucho a escuchar su relato, y el día en que el finalmente se sintió fuerte como para irse, ellas le rogaron que no lo hiciera, pues habían quedado prendadas de él y sufrirían mucho por su ausencia. Y así fue como finalmente, después de tantos años Martín Fierro sentó cabeza y se quedó definitivamente en la pulpería. Se celebro, al poco tiempo, el matrimonio de Fierro con la viuda cuyo nombre, Irene, significaba "paz", lo cual fue muy apropiado ya que fue eso lo que ella trajo por primera vez a la vida de nuestro gaucho.
Martín Fierro pasó los últimos años de su vida atendiendo la pulpería, en la que se divirtió de lo lindo, cuidando bien de sus hijastras con las que mantuvo una relación de mutua adoración, y amando muchísimo a su esposa, la única mujer en el mundo que supo entender a nuestro héroe y amarlo con todos sus vicios y virtudes.
Pero, no nos olvidemos de Picardía y los hijos de Fierro, que, al encontrarlo nuevamente, lo visitaban periódicamente y, ¡Oh, casualidad!, terminaron desposando a tres de sus hijastras y quedándose también a vivir con ellos.
Al morir Martín Fierro, muchos años después, de viejito en su cama, se le dio sepultura cristiana y muchos hubo que lo lloraron.
- Martín Fierro relata la historia de las penas de un gaucho. El final del poema cierra este relato pero no su propia vida. A partir de la elección de un punto de vista coherente con el que ofrece el poema, escribe un final para la vida de Fierro.
Una de las clases sociales que puede semejarse a la de Martín Fierro es la clase pobre, los habitantes de las villas miseria, por el hecho de que son excluidos, nacidos con oportunidades casi nulas y por las cuales el Gobierno no se preocupa, excepto cuando se acercan las elecciones. El chico que nace en una villa tiene un mundo de contras a los cuales enfrentarse si quiere, de alguna manera, progresar en la vida. Como los gauchos, los villeros, son despreciados y discriminados por el resto de la sociedad por lo cual se aíslan de ella y desarrollan su propia manera de pensar y de verlas cosas. La ayuda que obtienen del Estado es, en la mayoría de los casos, insuficiente, lo que los obliga a recurrir a actividades ilegales y/o ilegítimas para sobrevivir y cuidar de sus familias; y las autoridades, en vez de hacer todo lo posible para prevenir esta situación por medio de la educación y el trabajo, solo tildan a los pobres de criminales indeseables y los excluyen aun más. De esta manera se produce un círculo vicioso, del cual les es casi imposible salir.
Otra clase social que podría compararse a la de los gauchos son las pocas comunidades indígenas que quedan en la Argentina. Civilizaciones que han estado en estas tierras por mucho tiempo. Los legítimos dueños de este territorio y que ahora están siendo desplazados y ya no tienen a donde ir. Un ejemplo de esto es la comunidad mapuche en el sur de la Argentina, cuyas tierras están siendo compradas y ellos desalojados. Estas comunidades poseen sus propias culturas con su música, historias, leyendas, mitos, arte, hábitos, costumbres, tradiciones, miedos, creencias, principios, ideas, valores y, por sobre todo, derechos, Tan válidos como los de cualquier otro ser humano, pero que nadie garantiza. Como los gauchos, ellos también son excluidos.
- ¿Quiénes pueden pensar como Fierro en la actualidad?
- Expresa alguna de las ideas anteriores en un texto (sextina) en que tome la voz alguno de estos sectores y exponga sus penas. No se trata de que reproduzca el habla gaucha, sino de que expresen las resonancias del martín Fierro en la sociedad actual.
- Escribe un texto de opinión teniendo en cuenta estos aspectos:
Clase pobre: Necesitamos dinero
y laburar no nos dejan.
En cuanto nos ven se alejan
por miedo a ser asaltados.
No seríamos renegados
si un buen trabajo nos dieran.
Nuestros hijitos no tienen
comida, casa o escuela.
No sen jóvenes siquiera
cuando empiezan a trabajar.
Ni queriéndolo intentar
oportunidad les queda.
Comunidades indígenas: Estas tierras fueron nuestras
antes que ustedes llegaran
y ahora nos acorralan
queriéndonos desplazar.
Con tal de plata sumar
los indios no importan nada.
No tienen derecho alguno
de venirnos a pisotear
y, aunque les pueda molestar,
tenemos nuestra cultura,
tan buena como la suya,
y nos deben respetar.
Este fue un libro muy grato de leer. Posee una belleza poética impresionante así como un valor socio-cultural altísimo. Aun así, y aunque me halla quejado, la realización de este trabajo de análisis e investigación fue de gran provecho para mí, ya que me permitió, no solo una mejor comprensión del poema (desde el punto de vista artístico y lingüístico), sino también de la intención de su autor al escribirlo (teniendo en cuenta el contexto histórico en el cual fue escrito). También me permitió familiarizarme con una de las figuras más representativas de nuestra República Argentina, el gaucho, con sus usos y costumbres, vicios y virtudes.
- "Martín Fierro" – José Hernández. Colección "Grandes autores – Literatura universal", dirigida por el Catedrático Don F. L. Cardona. Edicomunicación S. A.
- Internet.
Autor:
Eva Ruth Kirilovsky