Las mentiras históricas en la educación
La mentira, que pareciere formara parte de la esencia humana, no es ajena a la dinámica educativa. Según expertos, al ser humano lo caracteriza su disposición intrínseca y cultural para mentir. Si tenemos en cuenta que la mentira es una forma de supervivencia, que en ocasiones nos resulta provechosa, acudimos a ella cuando necesitamos que esté al servicio de nuestros intereses o conveniencias. Pareciere que las mentiras fueren inherentes a la condición humana. "Las mentiras, pequeñas y grandes, constituyen el lubricante de nuestra vida social"[1]. Nuestra cultura se construyó sobre mentiras. "¡Por qué la humanidad habrá tomado tan en serio las afecciones cerebrales de sutiles enfermos!", sentenció Nietzsche[2]Y de las mentiras históricas, ¿qué? Si nuestra civilización se ha construido sobre mentiras, ¿entonces por qué pensar ingenuamente que las personas no vayan a mentir? ¡Claro que mienten cada vez que les resulte de utilidad! El conocido médico Gregory House afirma que "todo el mundo miente"[3]. El brillante intelectual colombiano Fernando Vallejo plantea que la capacidad de mentir es la esencia del ser humano. "El ser humano es una bestia bípeda entrenada… para mentir en las formas más sutiles, de las cuales hoy por hoy es la palabra y las ecuaciones"[4]. Fedor Dostoievski sentenció que no podemos imaginar hasta qué punto somos capaces de mentir. "¿Cree usted que me irrito porque dicen mentiras? ¡No! ¡A mí me gusta que mientan! Mentir es el único privilegio del hombre frente a las instituciones. ¡Quién miente llega a la verdad! Por eso soy hombre, porque miento. No se ha llegado a ninguna verdad sin haber mentido antes unas catorce veces, y quien sabe si ciento catorce, y eso es honroso a su modo. ¡Pero nosotros ni siquiera sabemos mentir por inspiración propia! Miente todo lo que quieras, pero miente por ti mismo, y entonces te cubriré de besos. Mentir según dicta el ingenio propio es casi mejor que decir la verdad de otro. En el primer caso, se es persona; ¡en el segundo, un loro!"[5]. ¿El ser humano es, por naturaleza, un ser falaz? ¡He ahí la cuestión!
Como la educación que se imparte en nuestro país, es una educación para la "domesticación", para sujetar al sujeto, además de "enseñar" algunas mentiras históricas, se "enseña" sin filosofía y sin articulación crítica con los demás saberes. En el caso de la llamada "historia patria", que no es otra cosa que "leyenda patria", se "ensalzan" y se "enaltecen" a determinados héroes y heroínas como adalides absolutos de nuestra "independencia". No se puede desconocer que su aporte fue valioso en el plano revolucionario, ideológico y militar. Pero pretender hacernos "creer" que sin ellos no nos hubiéramos "liberado" tan fácilmente del dominio español, es un asunto que hay que replantear. La derecha ensalza sus héroes y la izquierda llora sus mártires.
Los verdaderos adalides, paladines, héroes, heroínas y próceres de nuestra "independencia" fueron las ideas de la Ilustración, alimentadas con el pensamiento filosófico, con el filosofar, de Descartes, Locke, Voltaire, Diderot, D"Alembert, Rousseau, Kant y otros más. "Los intelectuales de las colonias, representantes de los intereses de la aristocracia criolla, reciben el influjo del liberalismo inglés y del iluminismo enciclopédico francés. Los teóricos de la Revolución Francesa y de la independencia norteamericana sirven de fuente a nuestros ideólogos independentistas, Locke, Montesquieu, Rousseau, Voltaire y otros pensadores del iluminismo y de la ilustración se imponen como maestros del pensamiento desde comienzos del siglo diecinueve en nuestro continente. La Declaración de los derechos humanos en la Revolución Francesa sirve de bandera para la reivindicación de los derechos del pueblo colonizado…"[6] La filósofa e historiadora Diana Uribe Forero nos dice que lo que llamamos modernidad, América e independencia es el resultado del pensamiento. "Todo lo que va a sacudir el mundo, lo que va a formar la modernidad, lo que va formar el nacimiento de todos estos países tiene su origen en algo que llamamos la modernidad, y eso es un grupo de filósofos… Las ideas son las fuerzas más poderosas que inventa el ser humano; las ideas viajan en el tiempo, entran en los corazones, transforman los pensamientos, inflaman las pasiones, generan utopías, hacen que las personas se entreguen por completo a una causa; detrás de una causa hay una idea. Por eso las ideas de la Ilustración son el laboratorio que va sacudir a Europa y que va a producir el nacimiento de nuestro continente… ¡Cómo serán de poderosas, cómo serán de fuertes, que logran atravesar océanos, cordilleras, continentes, civilizaciones y tiempos! Una de las fuerzas más grandes que tiene la historia es la fuerza de las ideas… Esas ideas se van a concretar en revoluciones"[7]. Las verdaderas revoluciones, en concepto del filósofo José María Samper, son de ideas. La enciclopedia la Historia de Colombia señala que "no es difícil que en un país como el nuestro se haya escogido una pelea a puñetazos y pescozones como el momento clave de nuestra libertad"[8]. Comparto el planteamiento de Ricardo Peter, que afirma que la filosofía aunque parezca inútil, es apta para el cambio, social e individual. "Por esto la filosofía puede ser más poderosa que las armas y más revolucionaria que las guerrillas. Primero se gestan las filosofías y luego las revoluciones"[9].
Un manual didáctico aclara que "los intelectuales, representantes de la aristocracia criolla, recibieron el influjo del liberalismo inglés y del iluminismo francés: Locke, Mostesquieu, Rousseau, Voltaire"[10]. El filósofo Sergio Arboleda pensaba que para que las revoluciones fueran hechos auténticos y consecuentes tenían que estar fomentadas por las ideas. En su Historia del mundo, Uribe Forero dice que "la independencia que van a tener las colonias americanas será hija de la Ilustración", y agrega que "serán las ideas de la Ilustración, a través de Francisco de Miranda, las que animarán e instigarán los procesos de independencia de América Latina". Los movimientos libertarios estuvieron animados por las ideas de la Ilustración. El poeta José María Vargas Vila, testigo de la época (un intelectual iconoclasta, mordaz e irreverente), dice en Los divinos y los humanos que el espíritu libertario no vino como el del "creador" en las narraciones fabulescas de la Biblia sino en "alas de la filosofía".
Antonio Nariño, Camilo Torres, Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander emanciparon las multitudes, los filósofos intentaron emancipar las conciencias. La referida Historia de Colombia aclara que "a pesar de todos los esfuerzos del gobierno español por impedir que las ideas de libertad proclamadas por los intelectuales ingleses y franceses prendieran en América, la revolución francesa y los derechos del hombre incentivaron en las colonias el deseo de sacudirse el yugo de las potencias europeas", razón por la que, en "el equipaje de los pensadores y hombres de ciencia forjados en Europa, que se acercaban a Nuevo Mundo, traían uno que otro libro que al juntarse fueron abriendo los apetitos intelectuales de los que más adelante serían padres de la Independencia". No obstante la intención de la corona española de impedir por todos los medios la propagación de las ideas de la Ilustración, pensadores españoles como Benito Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos, Pedro Rodríguez de Campomares y el conde Aranda incendiaron la mentalidad ilustrada "por medio de escritos en los cuales se daban a conocer los progresos de las ciencias y el adelanto técnico en otros países"[11].
La misma dinámica oprobiosa de la conquista y la colonización impuesta a la fuerza por España, reflejada a través de la violencia, el saqueo y la domesticación religiosa, dieron origen a la inconformidad que incubaron los procesos de independencia y emancipación. José María Samper reconoce que la lógica de la conquista y posterior colonización dinamizó la lógica de la independencia americana. Fue así que España al desarrollar injustamente la conquista y la colonia preparó, sin proponérselo, la revolución. "Sin quererlo, España dio a luz uno de los fenómenos más extraordinarios de la historia política moderna: la revolución americana"[12].
Los "independizados", los "emancipados", siempre se han preguntado y nos hemos preguntado: ¿Cuál "Independencia"? Y La "Independencia" ¿para qué? El cuento "histórico" de la "independencia" no es más que mentitas, puras mentiras.
Hablar de "independencia" y de "mancipación" es decirnos mentiras. Somos una prolongación de la subjetividad, no sólo española, sino europea. Como colombianos, tenemos un cuerpo cuya cabeza está en Europa. La subjetividad europea nos sujeta. ¿Acaso la "democracia", la política, la filosofía, la religión, la ciencia, el capitalismo y los demás saberes no proceden de Europa? Por no pensar críticamente, por falta de espíritu crítico, de criticidad, nos "echamos" mentiras a nosotros mismos, y lo más grave es que nos las creemos. Sí, es cierto, España, y en general Europa, retiró sus ejércitos y sus autoridades y cesó la dominación militar y política, pero el colonialismo continuó de otra manera: a través de la mercancía. El capitalismo europeo, con toda su rebatiña económica, prosiguió con su dominación colonialista. Si bien es cierto que también nos somete el capitalismo norteamericano, éste es hijo del capitalismo del viejo continente. España y Europa en general, con la enorme influencia de los Estados Unidos, nos tienen colonizados con las leyes del mercado, con la lógica del mercado. ¿Cuál fin del colonialismo? ¿Cuál emancipación? ¿Cuál independencia? ¡Falacias, puras falacias! Colombia, como país "tercermundista", aún se encuentra bajo las tácticas colonialistas de Europa. El tercer mundo "ya se sabe que no es homogéneo y que todavía se encuentran dentro de ese mundo pueblos sometidos, otros que han adquirido una falsa independencia, algunos que luchan por conquistar su soberanía y otros más, por último, que aunque han ganado la libertad plena viven bajo la amenaza de una agresión imperialista"[13]. Un sector de la izquierda revolucionaria colombiana opina que Colombia aborda el siglo XIX con una situación económica y social heredada de las formas de dominación colonial sobre la cual asentaría los modelos de desarrollo económico que le impondría el capitalismo. "Considera que una de las características estructurales inherente a la formación social es la tendencia a vivir en condición de dependencia histórica"[14]. La izquierda pretende, con fundamento en un pensamiento europeo, trocar el orden establecido, también fundado en el pensamiento del viejo continente. Los partidos políticos tradicionales tienen su ideología en el pensamiento liberal (partido Liberal) y la doctrina cristiana (partido Conservador), irrefutablemente de origen europeo. Si la derecha, el centro y la izquierda buscan instaurar un establecimiento con base en el pensamiento europeo, ¿entonces dónde está la llamada "independencia" de Europa, específicamente de España? ¡Otra mentira más que nos creemos porque somos ingenuos, porque no tenemos espíritu crítico, porque no pensamos por nosotros mismos!
¡No nos digamos más mentiras! ¡Basta ya de mentiras! Seguimos siendo colonia española y, por ende, europea. En pensamiento, en ideas políticas, en ciencia, en religión, en idioma, en costumbres, en tradiciones, en convencionalismos, en rituales, en ceremoniales y en filosofía seguimos dependiendo de Europa. "Esta dependencia, de la cual a su vez depende el subdesarrollo que sufrimos, como efecto de causa, es una historia larga de contar. En líneas generales, el Yo europeo moderno se convierte en un Yo–conquisto, Yo–domino, Yo–decido, Yo–pienso. Los demás son entes conquistados, dominados, colonizados, pensados, es decir, oprimidos"[15].
No tenemos identidad nacional. El hecho de que los europeos, maquiavélicos y pragmáticos, hayan permitido a Colombia y a los demás países latinoamericanos tener su propia bandera, su propio himno nacional, su propia moneda y otros sucedáneos para ensalzar nuestra supuesta "independencia", no implica que estemos exentos de la colonización europea. ¿Será posible emanciparnos del colonialismo cultural europeo? ¿Pero cómo lograrlo si ni siquiera el nombre de América, Latinoamperica o Colombia es nuestro? Europa fue la que nos nombró. ¡Cuál independencia si ni siquiera tenemos un nombre propio! Europa nos bautizó, nos impuso nombre, pero nos negó nuestra identidad. "A Europa, en el juego de la historia universal, le tocó el destino, la responsabilidad, de ser los dominadores. Ellos son los que descubrieron otras "ecúmenes", las que dominaron gracias a la técnica y gracias a la fuerza de las armas, de la pólvora, de los caballos y las carabelas…"[16].
La filosofía, por ejemplo, cuyas ideas han movido, mueven y moverán al mundo, nos tiene "colonizados" hasta la médula, así, quienes carecen de espíritu crítico, no se den cuenta. Aristóteles, considerado por el consenso intelectual como el filósofo más genial de Occidente, nos condicionó con su extraordinario e influyente sistema de pensamiento. "Nuestra historia fue políticamente dependiente, y lo es aún económica y culturalmente, porque en el fondo fuimos y seguimos siendo ontológicamente dependientes… Latinoamérica, como continente independiente, ha vivido en el limbo de las pesudounidades impuestas por el imperio de turno. Como entes dominados, hemos ocupado un puesto periférico en relación a un centro. La unidad en la que hemos vivido nunca ha sido nuestra. No se niega que nuestras naciones políticamente hayan nacido a la historia, pero la independencia política sigue mediatizada por otras tendencias más profundas y difíciles de romper… Nuestro problema latinoamericano no es solamente el de falta de unidad propia, y por tanto, de identidad, sino también, como consecuencia inevitable, es la falta de verdad. No hemos sido auténticos porque hemos vivido de las verdades ajenas y formales dictadas desde el centro. Ofuscados por la claridad y distinción cartesiana de las verdades importadas, nuestra realidad nos parecía vacía de verdad, opaca, ininteligible sin interés… Secularmente hemos carecido de un proyecto histórico propio. Otros han hecho nuestra historia… Durante siglos no se nos dejó ser desde nosotros mismos. Aún hoy seguimos siendo dependientes. De ahí nuestra querencia a la fuga de la realidad que nos cupo en suerte y nuestros sueños de ser, apoyados en realidades extrañas"[17]. En palabras de Oswaldo Ardiles, "confundiendo las nociones de realidad y de ser, el pensar de la dominación obtuvo un reaseguro ontológico de la permanencia de lo existente"[18].
La lógica con que pensamos y razonamos a cada instante es aristotélica. "Es notable el hecho de que esta compleja ciencia de la estructura interna del pensamiento fue descubierta y expuesta casi en su totalidad por Aristóteles, sin que toda la humanidad posterior haya podido añadir otra cosa que leves detalles o aspectos. Toda la minuciosa doctrina de las formas generales del pensamiento (concepto, juicio y raciocinio) con sus clasificaciones, leyes y combinaciones, y toda la teoría de las formas particulares del pensamiento científico (definición, división, método), aparecen en el Organon aristotélico casi en la forma en que son estudiadas hoy mismo"[19]. Las bases de la ciencia biológica son aristotélicas. La estructura gramatical del idioma castellano (con el que nos comunicamos, también procedente de España) es producto de la genialidad aristotélica. Los tres poderes públicos de nuestra "democracia" son aristotélicos. Inclusive (sin que Aristóteles se lo hubiera propuesto) el fundamento de la doctrina católica, establecida por Santo Tomás de Aquino (otro filósofo que bebió de las fuentes del pensamiento de este singular filósofo griego), también es aristotélico. Ni qué decir del pensamiento platónico, fundamentador (también sin que Platón se lo propusiera) de la doctrina de la religión que nos impuso, a sangre y fuego, España: el catolicismo. "Todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos", sentenció el poeta Samuel Taylor Coleridge. Para los aristotélicos las ideas son meras generalizaciones de observaciones puntuales… Los platónicos consideran que las ideas tienen entidad real; que lo fundamental son los universales, los conceptos abstractos. Sobre cualquiera de estas dos inveteradas y arraigadas tendencias filosóficas, el hombre de Occidente organiza su cosmovisión de su mundo y el mundo que lo rodea. El realista aristotélico ve un mundo de realidades. El idealista platónico ve un mundo de ideas. Algunos ven los dos mundos a la vez. Europa produce el conocimiento que nosotros consumimos. Ponemos en práctica las ideas pensadas en el viejo continente.
Saturados de lo pensado por estos pensadores y los demás pensadores europeos, ¿cómo vamos a lograr nuestra emancipación del colonialismo intelectual? ¿Cómo vamos a tener una identidad como latinoamericanos y como colombianos? "Liberarnos" del pensamiento de la filosofía europea, implicaría elaborar una manera propia y nueva de pensar, y nuestras mentes, "colonizadas" por el pensar del viejo continente, por ahora, no tienen la capacidad y madurez filosófica para producir un Platón, un Aristóteles, un Descartes, un Kant, un Marx o un Nietzsche latinoamericano ni mucho menos colombiano. ¿Cómo vamos a tener un pensador nuestro de esa genialidad, si los textos o manuales de filosofía no reseñan, ni tan siquiera hacen alusión, de pensadores latinoamericanos, y menos de filósofos colombianos? Latinoamérica, incluyendo a Colombia, ha producido grandes filósofos (eso sí originales ninguno), pero no aparecen en los manuales de enseñanza ni los profesores se detienen a reseñarlos, aunque fuera a nombrarlos. ¿Qué joven, luego de concluir su educación secundaria, sabrá que Colombia tuvo connotados pensadores como Fernando González Ochoa, Danilo Cruz Vélez, Roberto José Salazar Ramos, Eudoro Rodríguez Albarracín, Germán Marquínez Argote, Rafael Carrillo Lúquez, entre otros? ¿Así cómo nos atrevemos a hablar de "independencia", "emancipación" y "descolonización"?
¿Entonces seguir afirmando que "logramos la independencia de España"? Mientras no prescindamos del pensamiento y de las instituciones europeas, seguiremos siendo colonia de Europa y dependiendo de ésta. Pareciera que Europa nos hablara en términos goethianos: "No es tiempo aún de emanciparnos; sed, pues, sumisos"[20]. No hemos escuchado las palabras de Sartre, cuando en el prólogo a los condenados de la tierra, nos invitaba a abandonar "a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina por dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo"[21]. El mismo intelectual, precisamente un europeo, reconoce la voracidad colonialista de Europa. "Ustedes saben bien que somos explotadores. Saben que nos apoderamos del oro y los metales y el petróleo de los "continentes nuevos" para traerlos a las viejas metrópolis. No sin excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales industriales; y cuando amenazaba la crisis, ahí estaban los mercados coloniales para amortiguarla o desviarla. Europa, cargada de riquezas, otorgó de jure la humanidad a todos sus habitantes: un hombre, entre nosotros, quiere decir un cómplice puesto que todos nos hemos beneficiado con la explotación colonial… el europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos"[22]. En un tono parecido resuena Erich Fromm, cuando afirma que no se necesita demostrar que la historia de Europa es una historia de conquistas, explotación, fuerza, subyugación. "Casi no existe un periodo que no se caracterice por estos factores, ninguna raza ni clase se exceptúan. A menudo esto incluye el genocidio, como el de los indios norteamericanos, y ni aun las empresas religiosas, como las Cruzadas, son una excepción. Esta conducta ¿fue sólo aparentemente motivada por la economía y la política, y los traficantes de esclavos, los gobernantes de la India, los asesinos de los indios, los ingleses que obligaron a los chinos a abrir sus territorios para importarles opio, los instigadores de las dos Guerras Mundiales y los que preparan la próxima guerra, son cristianos de corazón? O ¿quizá los dirigentes sólo eran unos paganos rapaces, mientras que las grandes masas de la población seguían siendo cristianas? Si fuera así, podríamos sentirnos contentos. Por desgracia, no es así. Seguramente los dirigentes a menudo eran más rapaces que sus seguidores, porque tenían más que ganar, pero no podrían haber realizado sus planes si el deseo de conquista y de victoria no hubiera sido –y sigue siendo– parte del carácter social"[23]. ¿Emancipados, libres e independientes? ¡Ese cuento sólo lo acepta sin ponerlo en cuestionamiento el rebaño! Los filósofos no, porque éstos, con su actitud iconoclasta, contestataria, anticonvencional, libertaria, irreverente, caustica, mordaz, controversial y desmitificadora, cuestionan todo aquello que los demás dan por sentado o prefieren no cuestionar. Esto no es que sirva de mucho para cambiar el estado de cosas, de modificar nuestra soterrada dependencia de Europa, pero sí para no tragar entero y darnos cuenta de la realidad en que vivimos. ¿De quién depende transformarla? ¡Quien no nos deje soñar, nosotros no estamos dispuestos a dejarlo dormir!
El mismo texto escolar[24]señala que a pesar de la independencia política el cambio cultural no es significativo, razón por la cual los hábitos de dependencia forjados durante la colonia permanecen, y que en la actualidad a nivel cultural somos consumidores acríticos de todas las corrientes artísticas, filosóficas, científicas, políticas y religiosas que se ponen de moda en Europa o Estados Unidos. José María Samper[25]dice que la vieja España todavía nos combate sin quererlo por medio de sus representaciones, es decir, de los elementos que nos dejó profundamente arraigados en las instituciones, tradiciones y costumbres coloniales. Fernando González Ochoa señala que copiamos constituciones, leyes, costumbres, pedagogía, métodos y programas. "La imitación ha sido nuestro vicio colombiano y latinoamericano. Imitamos versos, modas, catedrales, filosofía, modos de vida. Somos, por ello, vanidosos o vacíos de lo nuestro y de nosotros mismos. Todo es ajeno y simulado"[26]. El reconocido intelectual Luis López de Mesa Gómez aconseja una síntesis cultural más universal para superar la cultura europea que nos ha servido de mentor espiritual, porque, tal como nos dice "es una verdad ineludible el que carecemos de una rica imaginación aún: en cuatro siglos no hemos inspirado una religión, una filosofía, un drama universal, un poema épico, ni en pintura un cuadro de composición original, ni en música una interpretación eminente de lo humano. Hasta hoy vivimos de prestado en grandes proporciones… Nos independizamos oportunamente, pero sin la adecuada preparación racial, territorial, cultural y económica. Continuamos siendo colonia… de España, en literatura y legislación; de Francia, en literatura e ideología general; de Inglaterra, en lo económico y en algunas normas sociales… de Roma, en religión y preceptos morales…"[27]. López de Mesa advierte que mientras no superemos esa dependencia tendremos problemas de identidad cultural. William Ospina, un intelectual con sentido crítico, al respecto, señala lo siguiente:
"Es innegable nuestra pertenencia al orden mental europeo. Un país cuya lengua es hija del latín y del griego; que ha profesado por siglos una religión de origen hebreo, griego y romano; que se ha propuesto el modelo democrático debido a la Revolución francesa y que se reclama defensor de la Declaración de los Derechos del Hombre; una sociedad que se ha formado instituciones siguiendo el modelo liberal europeo, no puede pretender encontrar soluciones ignorando esa tradición. La democracia sigue siendo para nosotros una promesa y aún necesitamos en Colombia una crítica lúcida, vigorosa, implacable, de las iniquidades del poder imperante, como la que emprendió Voltaire en su día, y una propuesta seria de sensatez, de lógica, de generosidad y de valor civil. Lo que requerimos es comprender que una cosa es ser hijos de Europa y otra confundirnos con ella, cuando pertenecemos a un territorio tan distinto, cuando les debemos respeto profundo a los viejos padres que poblaron este territorio por siglos y de los cuales también descendemos, cuando sabemos que la diversidad de nuestra composición natural, étnica y cultural es un privilegio, y no permite la arbitraria imposición de un solo modelo, de una sola verdad, de una sola estética. Ningún país podrá construir jamás un orden social justo y equilibrado si no es capaz de reconocerse a sí mismo y de diseñar su proyecto económico, político y cultural a partir de esa conciencia de sus posibilidades y sus limitaciones"[28].
Historiadores, que disienten de la "historia oficial" (de los historiadores a "sueldo"), historiadores con espíritu crítico, como Hugo Rodríguez Acosta, Álvaro Tirado Mejía, Diego Montaña Cuellar, Antonio García, Indalecio Liévano Aguirre, entre otros, "cuentan" que a la denominada "aristocracia criolla" (entre los que se encontraban Nariño, Torres, Bolívar, Santander, etcétera, etcétera, "los libertadores") la movieron otros intereses distintos al de los mestizos, indios, campesinos y esclavos, es decir, el "pueblo": el poder político y económico. Los criollos deseaban tener los mismos derechos que los blancos peninsulares. "Los compromisos pactados en la noche del 20 de julio no implicaron, como suele pensar una declaración de independencia, sino que ellos se limitaron a institucionalizar el gobierno de responsabilidad compartida entre el Virrey y los grandes voceros del estamento criollo. En esa alianza, acordada a espaldas del pueblo, los dos socios se beneficiaron mutuamente: el Virrey continuaba de Jefe de Gobierno… y los notables criollos ingresaban en la Administración… para compartir el poder con quien representaba la Corona…"[29]. La historia oficial esboza una orientación colonial, señorial, racista y eurocéntrica, "que sólo le interesa la memorización de cronologías y la descripción aislada de los hechos, con el objetivo de resaltar las hazañas de los grandes héroes, que casi siempre forman parte de los grupos privilegiados de la sociedad…"[30]. Los "descastados" no fueron más que fichas hábilmente "jugadas" y manipuladas por la aristocracia criolla en la consecución de sus pragmáticos logros.
Esta última tesis la sustentan algunos interrogantes: Si los criollos estaban "cansados" del dominio español, ¿entonces por qué, luego de la "independencia", no se liberaron de la religión católica, que había sido utilizada como instrumento de dominio, sometimiento, y como ideología de poder por parte del imperio español? ¿No había sido impuesto, "a sangre y fuego", el dogma religioso de la iglesia católica sobre los nativos y los esclavos? ¡Qué iban a liberarse de la religión los criollos, si en Dios cifraban sus esperanzas de "independencia"! O si no leamos lo que escribió en ese tiempo uno de los denominados "próceres" de la "independencia". "En tal conflicto recurrimos a Dios, a este Dios que no deja perecer la inocencia, a este nuestro Dios que defiende la causa de los humildes; nos entregamos en sus manos; adoramos sus inescrutables decretos; le protestamos que nada habíamos deseado sino defender su santa Fe, oponernos a los errores de los libertinos de Francia, conservarnos fieles a Fernando, y procurar el bien y libertad de la patria"[31]. ¿Los criollos ofrecieron alguna participación en la administración a los "guerreros" que habían intervenido, ya sea con apoyo logístico o luchando en el frente de combate para conquistar la "independencia"? ¿A los criollos les interesaba la "independencia" o el poder político y económico? ¿Por qué los "descastados" no pasaron a ocupar cargos de gobierno de los territorios "independizados"?
Los "patriotas" criollos no hicieron otra cosa que reemplazar la oligarquía española por la oligarquía criolla con todos los vicios y formas de sometimiento. En eso consistió, para ellos, la "independencia". "Los criollos habían tomado conciencia de su identidad y de la posesión de sus recursos. La política española y el fuerte monopolio impuesto herían los intereses locales"[32]. El nuevo gobierno no era más que el gobierno conjunto de las autoridades coloniales y los patricios criollos. Establecidos los pactos, "se produjo automáticamente un nuevo encuadramiento de fuerzas y sobre las viejas disputas"[33].
Basta consultar cualquier texto de "historia patria" para colegir que el llamado "Grito de Independencia" estuvo matizado de intereses, componendas, conflictos y pugnas por el poder que se disputaban con intrigas y violencia los "próceres" criollos de la nueva oligarquía. Entre los próceres surgieron discrepancias y conflictos por ansias de poder, por la repartición de la "torta burocrática". Tanto a los "próceres" "defendidos" por la historia oficial como a los "condenados" por la misma, solo los animaba una motivación: el poder; el destino del pueblo que participó en las revueltas, en las batallas, en las guerras y en la lucha no importaba para ellos. Al fin y al cabo pertenecían a la oligarquía criolla.
Así mismo, de los textos se desprende que el pueblo, instado por los "próceres", sólo sirvió como medio para el logro utilitario y pragmático de un fin. Y desde entonces se establecieron las fronteras entre la oligarquía triunfante y un pueblo "que buscaba confusamente su liberación y confiaba en que aquella profunda crisis del orden colonial no habría de reducirse a simple oportunidad para que las clases acaudaladas se apoderaran de los centros nerviosos del Estado"[34]. No bien el pueblo puso la cara, la oligarquía corrió a reclamar sus privilegios. El pueblo de los arrabales, hombres y mujeres, dejaron sus míseras covachas, "donde vivían como fieras olvidadas de Dios"[35], para acudir al llamado revolucionario de los "próceres" criollos. "José María Carbonell realizó uno de los actos más trascendentales de nuestra historia: acompañado de un grupo de estudiantes y de amigos se encaminó a los arrabales de Santafé, a las míseras barriadas de extramuros, donde habitaban en guaridas millares de artesanos, de mendigos, de indios y mulatos, de gente desesperadas y míseras, y las invitó, con su extraordinaria elocuencia, a trasladarse al centro de la ciudad para solicitar no una Junta de Notables, sino Cabildo Abierto…. Montoneras de hombres y mujeres, la "hez del pueblo", como decían los oligarcas, entraban así en el camino de la historia…"[36]. Pero sería a fundar la historia de los caudillos, de los "próceres", porque la historia oficial "sólo ha otorgado el apelativo de "próceres" a los servidores sumisos de la oligarquía, y para los defensores del pueblo y los voceros de sus intereses, ha reservado invariablemente los calificativos de "demagogos", "agitadores" y "tiranos""[37]. En el escenario de la "independencia", el pueblo no hizo otra cosa que desempeñar el papel de mudo espectador de la comedia de los notables. ¿Cuándo será la hora de los pueblos? "Ellos fueron los que combatieron y combaten, los que aportaron y aportarán miles de héroes estelares o anónimos", recuerda una proclama revolucionaria. Pareciere que el pueblo nunca llega al poder; a éste sólo llegan sus dirigentes, sus caudillos, sus caciques, sus políticos, sus próceres. Con sarcasmo e ironía, Álvaro Salom Becerra aclaró que al pueblo nunca le toca, porque el pueblo "no es más que un rebaño manso y sumiso, manejado por unos pastores audaces e inescrupulosos que son los políticos de uno y otro partido, que hacen con él lo que se les da la gana…"[38]. Los pueblos son como los hombres: se atienen más a las apariencias que a la realidad de las cosas.
La historia patria, tratando de defender a uno de sus "próceres", señala que José María Carbonell "no estaba dispuesto a dejar sin definir el problema básico de la Independencia, ni a tolerar que aquella batalla, ganada por el pueblo, no tuviera alcances distintos de un simple traslado del poder, de manos del Virrey y a la poderosa oligarquía criolla de grandes hacendados, comerciantes, plantadores esclavistas y abogados, que constituían la verdadera clase opresora de la sociedad granadina, la clase cuyas divergencias con la Metrópoli no tenían otro sentido que su deseo de derogar aquellas instituciones de la legislación española que otorgaban alguna protección a los indios y a los desposeídos, para lo cual trataban de adueñarse del Estado"[39]. Ensalzando a otro "prócer", también afirma que liberados de la oposición de Antonio Nariño, "quien insistió siempre en la necesidad de deponer a las autoridades con un auténtico levantamiento popular, los principales personeros de la oligarquía criolla –José Miguel Pey, Camilo Torres, Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Morales, etc.–, pudieron consagrarse a idear la táctica política de que se servían para provocar una limitada y transitoria perturbación del orden público, que habría de permitir al Cabildo capturar el poder por sorpresa y tomar a continuación las providencias indispensables para el pronto restablecimiento del orden, de manera que el pueblo no pudiera desviar el movimiento de los rumbos que la oligarquía, pensando sólo en sus intereses, trataba de darle anticipadamente"[40].
Hugo Rodríguez Acosta precisa que la historia tradicional hace apología desmedida de los "libertadores" y les brinda aplausos por parte de los "historiadores a sueldo", construyendo verdaderas leyendas en torno de aquellos personajes, elevados a una dignidad que excede su verdadera dimensión histórica. "Estos fueron los "libertadores", es decir, aquellos que hicieron del Estado un instrumento, colocado al servicio de las clases privilegiadas y de sus egoístas conveniencias". Este historiador crítico agrega que la aristocracia criolla fue incapaz de demoler el caduco orden colonial y sentar las bases de la nueva sociedad. Todo el proceso independentista sólo trajo consigo la transferencia del poder político de los funcionarios españoles a la aristocracia neogranadina. "Lo demás permaneció inmodificable: los indios continuaron siendo explotados por los intermediarios, los hacendados, el Estado, etc.; los negros continuaron siendo esclavos, y sirviendo por lo tanto a los intereses económicos de los terratenientes, hacendados, etc.; los peones, jornaleros, etc., continuaron ligados al grande o mediano propietario rural, en calidad de asalariados; en fin, las masas populares, conservaron, –gracias a la continuidad del ordenamiento colonial– el status social que tenían en la Colonia"[41]. Cuánto fundamento le asistía a Michel Focautl cuando afirmaba que la historia no se debe explicar a través de grandes hechos protagónicos de la historia, sino que la historia está en las pequeñas luchas también, que son en última instancia, las que van a definir ese transcurso de la historia. "La tragedia de la historia real consiste, generalmente, en que sus intérpretes encargados de narrarla a generaciones que no la conocieron objetivamente suelen distorsionarla vertiéndola al través de su prisma subjetivo, parcializado o unilateral, negando de esta manera en su historia escrita el derecho de los acontecimientos de haber sucedido así como se presentaron…"[42]. El legendario líder insurgente de izquierda Manuel Pérez Martínez decía que "la historia ha sido escrita para colocar de presente el significado de las clases dominantes, como clases dirigentes y hegemónicas que representan el interés nacional, en abierto desconocimiento de las clases populares y trabajadoras…"[43].
Manuel María Madeido señala que los criollos sustituyeron a los españoles y el pueblo siguió siendo la plebe. La Historia de Colombia refiere que el llamado "Grito de Independencia" no fue "una verdadera demostración del deseo de autonomía de las provincias, sino, mejor, la puesta en marcha de un proceso con el que se esperaba que criollos y chapetones tuvieran los mismos derechos en el Nuevo Reino", y agrega que este acontecimiento tan renombrado y exaltado estaba "muy lejos de representar el verdadero momento de la independencia de nuestra patria"[44]. Es bien sabido que la historia es escrita y manipulada por los vencedores. La historia, nos dice Eduardo Galeano, es una "dama de rosados velos, besadora de los que ganan"[45]. El industrial Henry Ford afirmó que la "historia es charlatanería". Herman Hesse pensaba que lo que en los colegios se llama Historia Universal, y que hay que aprendérsela de memoria para la cultura, con todos los héroes, genios, grandes acciones y sentimientos, eso es sencillamente una superchería, inventada por los maestros de escuela, para fines de ilustración y para que los niños durante los años prescritos tengan algo en qué ocuparse", y agrega que ello "siempre ha sido así y siempre será igual, que el tiempo y el mundo, el dinero y el poder, pertenecen a los mediocres y superficiales, y a los otros, a los verdaderos hombres, no les pertenece nada. Nada más que la muerte"[46]. En su autobiografía este brillante intelectual alemán señala lo siguiente:
"Cierto que nuestros maestros, en aquella divertida asignatura que llamaban Historia Universal, nos enseñaban que el mundo siempre había sido gobernado, dirigido y cambiado por ese tipo de personas que imponían su propia ley y que rompían con las leyes tradicionales, y nos decían que esas personas eran honorables. Pero eso era tan mentira como todo el resto de la enseñanza, pues cuando uno de nosotros, con buena o con mala intención, mostraba alguna vez valentía y protestaba contra cualquier mandamiento, o siquiera contra una costumbre estúpida o una moda, ni era honrado ni se nos recomendaba como modelo, sino que era castigado, escarnecido y oprimido por la cobarde prepotencia de los maestros"[47].
El "orden establecido" durante el proceso de "Independencia" y la conformación de nuestra nación, salvo algunas modificaciones, continúa vigente en nuestra sociedad. La falta de personas con sentido crítico, de personas con "mente abierta", de personas que piensen por sí mismas, es decir, que sepan filosofar, es la consecuencia de que este "orden" establecido continúe así, con la concomitante alienación, opresión, masificación y cosificación de los "descastados".
Quienes pensamos con espíritu crítico, cada vez que oímos hablar de "nuestra independencia" a los educadores, los "historiadores", presidentes de la República y medios de información, no podemos más que sonreír por la farsa histórica. "A muchos se nos metió en la cabeza que la independencia en Colombia es un chiste, un mal chiste, una pésima ilusión y sobretodo una gran mentira"[48]. Es un imperativo que el estudiante comprenda que los relatos históricos legitiman la ideología y poder dominantes, cuestionando y refutando las supuestas "verdades" históricas contadas por los historiadores oficiales, los historiadores "a sueldo", con el propósito que desinterprete y reinterpreta la historia.
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