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Mujer y equidad de género (página 2)

Enviado por Nathii


Partes: 1, 2, 3

La sexualidad: la sexualidad de la mujer suele ser valorada de forma negativa.

La cultura: las representaciones del la mujer en loa medios de comunicación y en la cultura publica suelen ser tergiversadas.

Nociones tradicionales de las identidades de género

Rasgos femeninos

Rasgos masculinos

Sumisa

Dependiente

Incapaz

Emocional

Receptiva

Intuitiva

Débil

Tímida

Conformista

Pasiva

Cooperativa

Sensible

Objeto sexual

Atractiva por su apariencia física

Dominante

Independiente

Inteligente y competente

Racional

Enérgico

Analítico

Fuerte

Valiente

Ambicioso

Activo

Competitivo

Frío

Sexualmente agresivo

Atractivo por sus metritos

EL PATRIARCADO EN FUNCIONAMIENTO

Habitualmente, las mujeres. A diferencias de los hombres, han de enfrentarse a dos tipos de tareas:

El empleo renumerado. El numero de mujeres entre la población activa se ha incrementado substancialmente a lo largo de este siglo .En la actualidad, el 60 por ciento de las pareja s casada dependen de dos rentas

La producción en el hogar: un segundo indicador del grado de implantación es la medida en en que las tarea habituales del hogar. En general, la población de las sociedades industrializadas divide el trabajo de una forma más equitativa que la población de las sociedades pobres. Pero en ninguna nación del planeta se reparten las tareas de hogar en forma totalmente equitativa. A pesar de la rápida incorporación de la mujer al mercado laboral , el trabajo doméstico desempeñado por las mujeres solo se han reducido ligeramente .El trabajo del hogar viene a representar un segundo turno que las mujeres desempeñan rodos los días después de regresar a casa, y en el que invierten hasta 26 horas a la semana . Por esto, el trabajo de hogar aumenta estrés de muchas mujeres. Las que reciben alguna aguda en el mantenimiento de l hogar y las que eligen voluntariamente desempeñar solo el papel de ama de casa sufren menos esta presión adicional.

EL PATRIARCA DE FUNCIONAMIENTO

Aunque muchas mujeres trabajan fuera del hogar en todo el mundo, su contribución económica a menudo frecuentemente trabajan en el sector informal. En algunos países a las mujeres se les prohíbe trabajar por razones religiosas que restringen su libertad. En aquello a paises donde las mujeres trabajan fuera del hogar, cobran sueldo s inferiores respecto a los hombres, tienen trabajos de niño y se encuentran excluidas de los cargos directivos .Podemos ver entonces que el patriarca también funciona en el mundo laboral.

En todo el mundo cada año pierden la vida hasta unas 5000 mujeres y niñas a manos de su propia familiares en lo llamados "crímenes de honra ". Cuando después de haber sido violadas, las mujeres son asesinadas por miembros de su familia para restaurar su honra.

En todo el mundo, al menos una de cada tres mujeres ha sido golpeada, obligada a entablar relaciones sexuales bajo coacción maltratada de alguna otra manera , muy frecuentemente por alguien conocidos.

Se estima que unos 4 millones de mujeres y niñas son compradas vendidas al matrimonio, a la prostitución o a ala esclavitud.

La violación de mujeres y niñas es una practica habitual en el tiempo de guerra .

EL PROCESO DE SOCIALIZACION DE GÉNERO

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Manifestación por el empoderamiento de las mujeres paquistaníes. (Foto: EFE)

La primera pregunta que normalmente se hace sobre un recién nacido "¿es niño o niña?", tienen enorme implicaciones porque la respuesta no se refiere solo el sexo sino a la dirección general que tomara la vida futura del bebe. En realidad, la socialización de género comienza incluso antes del nacimiento. En muchas sociedades las preferencias por el niño es muy marcada. Existe muchísima investigación sobre la socialización, y pueden diferenciar tres grandes corrientes teóricas.

Las teorías sobre el aprendizaje social. Afirma que las diferencias en el comportamiento de género se aprenden del mismo modo de todo lo más a través de un sistema que premia, refuerza, o castiga determinados comportamientos. Desde el primer día, el bebe niño es premiado cuando se comporta como un chico y castigado cuando se comporta como un niña. D e acuerdo con esta teoría el niño acaban comportándote como un chico por el siguiente mecanismo: el niño piensa "quiero ser premiado. Me premian por hacer cos de chico, por lo tanto quiero ser". Es una teoría muy sencilla y ampliamente adaptada.

Las teorías cognitivas. Señalan que las diferencias de genero surgen por un proceso de categorización por el que los niños y las niñas se sitúan a si mismos en lados categorías "masculinas" y "femenina", y ordenan sus experiencias de acuerdo con esto. Para este conjunto de teorías, el niño razona de la siguiente forma "soy un niño, por lo tanto quiero hacer cosas de niño".Algunas de estas teorías sugieren que esta identificación de genero sigue unas determinadazas etapas, mientras que otras apuntan que l formación de identidades surgen en unos determinados contextos sociales. Kohlberg (1981)es uno de los principales defensores de estas visión .

Las teorías psicodinamicas. Fundamentadas en los análisis de Freud. Estas teorías sugieren que las deferencias de género surgen durante la infancia temprana como consecuencia de la tensión emocional entre el niño y sus padres. En su formulación clásica, la estructura emocional de un niño surge con un conflicto entre el amor por su, madre y el temor a su padre que, en caso de resolverse con éxito, llevara al niño a identificarse con su padre y por tanto con el masculino. Los defensores de las teorías psicodinamicas no siempre se ponen de acuerdo sobre la naturaleza del conflicto y su desarrollo y cronológico. No obstante comparten la creencia de que la identidad de género es un resultado de un proceso estructural emocional e inconsciente, y que tiene lugar en una fase temprana de la infancia.

Cada una de estas corrientes teóricas presenta múltiples variantes y ha dado lugar a un gran cantidad de investigaciones y literatura analítica. Por lo general, las virtudes de una teoría se corresponden con las debilidades de otra. Y cada teoría pone el énfasis en distintos aspectos: comportamiento, conocimiento o emoción.

Igualdad de género

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Según la terminología del FIDA, por igualdad de género se entiende una situación en la que mujeres y hombres tienen las mismas posibilidades, u oportunidades en la vida, de acceder a recursos y bienes valiosos desde el punto de vista social, y de controlarlos. El objetivo no es tanto que mujeres y hombres sean iguales, sino conseguir que unos y otros tengan las mismas oportunidades en la vida. Para conseguirlo, a veces es necesario potenciar la capacidad de los grupos que tienen un acceso limitado a los recursos, o bien crear esa capacidad. Por ejemplo, una de las medidas posibles es facilitar servicios de guardería para los niños a fin de que las mujeres puedan participar en los talleres de capacitación junto con los hombres. Otra posibilidad es facilitar créditos a las mujeres del medio rural, dado que su acceso a los recursos productivos es limitado, o bien establecer programas educativos para los niños en América Latina, donde su asistencia a la escuela es escasa si se compara con la de las niñas.

Equidad de género

Por equidad de género se entiende el trato imparcial de mujeres y hombres, según sus necesidades respectivas, ya sea con un trato equitativo o con uno diferenciado pero que se considera equivalente por lo que se refiere a los derechos, los beneficios, las obligaciones y las posibilidades. En el ámbito del desarrollo, el objetivo de lograr la equidad de género, a menudo exige la incorporación de medidas específicas para compensar las desventajas históricas y sociales que arrastran las mujeres.

PATRONES DE DESIGUALDAD DE GÉNERO

Los roles de género están ahora muchas mas abiertos en todas las sociedades occidentales, y también en otras, de lo que estuvieron en una generación. Las mujeres de hoy disfrutan de mucha mayor igualdad con los hombres de la que disfrutaron sus madres o abuelas. No obstantes, todavía persisten desigualdades afectándonos a todos, mujeres y varones.

Algunas de estas desigualdades son un legado de los años en que las mujeres no alcanzaban un nivel educativo tan alto como los hombres. Por ejemplo, en 1993,el 19por 100 de las mujeres de mas de veinticinco años eran licenciadas ,comparadas con el 25 por 100 de los hombres (U.S. Bureau of the Census).Esta brecha se ha reducido del grupo mas joven de adultos licenciados (frente a un 44 por 100 hace diez años).A pesar de todo, la paridad en el puesto de trabajo:1999 una mujer con una licenciatura ganaba medida de 30.394dólares anuales, comparado con 41.406 dólares anuales de medida de un licenciado varón (U.S.Department of Labor,1994).A continuación vamos a ver mas de cerca el trato diferente a hombres y mujeres en el lugar de trabajo.

Desigualdad de género en el lugar de trabajo

La entrada de las mujeres en la fuerza de trabajo remunerada se ha llamado" la revolución social básica de nuestros tiempo"(Hochschild;P1989)..249).El número de mujeres que trabajan fuera de casa ha ido creciendo desde el principio del siglo XX, pero en los últimos años el incremento ha empezado a escalonarse (véase en la figura 9.1).El mayor cambio se a producido entre las mujeres blancas de

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Figura 9.1:

Clase media; un número sustancial de mujeres negra y de otras minorías ,así como de mujeres de clase trabajadora ,siempre ha trabajado fuera de casa ( Woody,1989).

Segregación ocupacional

El United Status Census (oficina del centrote Estados Unidos) hace un seguimiento de cuantos hombres y cuantas mujeres están empleados en más de 500 ocupaciones diferentes he aquí la instantánea sacada del censo de 1990 (Reskin and Padavic, 1994):

  • Muchas mujeres trabajan en ocupaciones primariamente femeninas

  • Tres de cada cinco trabajan en empleo de oficina, venta sobre servicio; dos tercios de los hombres trabajan como directores, profesionales, operarios o oficios (sorenson.1994).

  • Un tercio de las mujeres trabajan en solo 10 de las 503 ocupaciones de la muestra.

  • En 1990 las ocupaciones más comunes de las mujeres eran casi las mismas en 1940.

  • Solo el 11por100 de las mujeres trabajadoras estaban empleadas en ocupaciones eran al menos al 75 por 100 masculinos.

Lo que encontrábamos es quede una manera general, las mujeres están segregadas en trabajos femeninos, que mucha gente habría etiquetado como "trabajo de mujeres".Una buena medida de cuánta segregación ocupacional existe la proporciona una cifra estadística conocida como el índice de segregación .Si los hombres y las mujeres estuvieran perfectamente integrados transversalmente en las ocupaciones, el índice sería igual a cero; la completa segregación de ocupaciones

Daría un índice de 100.En 1990,el índice era de 55,lo que significa que el 55 por 100 de todas las trabajadoras tendría que cambiarse a ocupaciones mayoritariamente masculinas a fin de dejar el índice en 0 e integrar perfectamente todas las ocupaciones (Jacobsen,1994).

Las últimas décadas han visto un declinar gradual de la segregación ocupacional. Por ejemplo, el índice cayó 11 puntos entre 1970 y1991.Las mujeres han tenido éxito en trasladarse hacia algunos empleos tradicionalmente masculinos, como directivos bancarios, camareros de barra de bar ajustados de seguros y conductores de autobús. En muchos casos estas rupturas se produjeron debido atractivo para los hombres y los empleadores se enfrentaban a una falta de trabajadores varones. En algunos casos, ocupaciones completas se han "filtrados" hacia las mujeres, como han ocurrido con los cajeros de bancos y los operadores telefónicos (Jacobsen, 1994; Reskin and Padavic, 1949. Cuando esto sucede, el índice de segregación sube una muesca. Algunas mujeres se mueven dentro y fuera de empleos "masculinos" y "femeninos", pero la tendencia es a lo segundo; las incursiones en las ocupaciones masculinas tienden a ser esporádicas y de corta duración (Rosenfeld and Spenner, 1992).

El principal problema con la segregación ocupacional es que contribuye a crear una brecha de género en los salarios, porque el "trabajo de mujeres" se paga invariablemente más barato que el "trabajo de hombres" y se suele considerar menos deseable. Hoy, las mujeres ganan aproximadamente el 70 por 100de lo que ganan los hombres. Por cada 10.000 dólares que ganó la mujer media en 1991, el varón medio ganó 14.306.La desigualdad de salario generada por la segregación ocupacional se cree que supone en torno al 27 por 100 de la diferencia total entre hombres y mujeres (Sorensen, 1994).

Incluso cuando se comparan los trabajos masculinos de menor status con los típicamente femeninos,

Los hombres ganan más. Costureros y cocedores, por ejemplo, que son primariamente femeninos, ganan un salario medio que apenas supera la mitad de los que ganan los instaladores de moqueta, que son mayoritariamente varones. Incluso en le caso de los hombres que trabajan en empleos tradicionalmente femeninos, suele ser típico que cobren más que sus colegas femeninas. La educación no elimina esta desigualdad. La licenciada media gana menos que un trabajador varón con solo un diploma. Las mujeres de las minorías se hallan en desventajas doble: como media, las licenciadas negras con trabajos a tiempo completos no ganan más que los varones blancos que abandonaron el bachillerato (Rhode; 1990).

Históricamente, las mujeres negras han sido el grupo mas segregado en la fuerza del trabajo, ampliamente confiadas a ocupaciones de status bajo y salarios bajo como trabajadora domestica, obrera de fabrica y trabajadora del campo. En la década de 1970, con la aprobación de la legislación antidiscriminacion, las mujeres afro-norteamericanas hicieron avances significativos.

En 1985 las mujeres negras ganaban casi el 90 por 100 de lo que ganaba las blancas. Sus avances más importantes lo fueron en los empleos en el gobierno y la administración publica, en la educación y en los servicios sociales. No todas se beneficiaron en la misma medida: en algunos casos las mujeres negras solo<<pasaron>> a trabajos de ventas y de oficina mal pagados, mientras que las mujeres blancas ascendían. Sin embargo, en general, el status ocupacional y los ingresos de las mujeres negras mejoraron. Pero esta ganancias quedaron contrarrestadas por el fuerte declive de las oportunidades de empleo e ingresos para los varones negros, lo que dejo a muchas mujeres afro-norteamericanas como la única en aportar un salarió a la familia. En 1993, el 50 por 100 de los hogares encabezados por mujeres negras o hispanas tenían ingreso por debajo de la línea de la pobreza (Current Population Reports, 1995).

La segregación ocupacional y la discriminación salarial son fenómenos globales (United Nations, 1991).

En casi todo el mundo el lugar de trabajo se halla segregado por sexos, aunque los países difieren en qué ocupaciones se consideran primariamente masculinas o femeninas. En India, por ejemplo, las mujeres ocupan la mayoría de los puestos no cualificados en la construcción mientras que los hombres predominan en los trabajos de oficina. A pesar de todo, en casi todos los países las mujeres tiene un abanico de ocupaciones menos amplio y su trabajo se valora menos (Peterson and Runyan, 1993).De manera global, el grado de segregación ocupacional en otros países es similar al de Estados Unidos, aunque hay unas pocas anomalías.

Algunos sociedades "progresistas" que enfatizan el igualitarismo (como los países escandinavos) tienen realmente mayores niveles de segregación ocupacional que algunas sociedades más "tradicionales" como Japón, Italia y Grecia (Charles, 1992).

¿Cuan diferentes son los hombres y las mujeres?

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Durante muchos siglos, se ha supuesto que las diferencias innatas son las que explican los comportamientos de las mujeres y de los hombres, y que la biología determina tendencias y rasgos de la personalidad diferentes para los dos sexos. En la cultura

estadounidense, la creencia ampliamente extendida de que los hombres son racionales en forma inherente y que las mujeres son emocionales en la misma forma, es solo uno de los tantos ejemplos en este común punto de vista. Aunque pueden existir algunas diferencias innatas en el comportamiento entre los sexos, estas difícilmente justifican las distinciones elaboradas de los roles del genero que se encuentran en muchas sociedades. Mucho mas significativas son las fuerzas sociales que funcionan en las personas desde el momento de nacer, que les ayudan a estimular la adaptación a roles de los géneros. La evidencia que apoya esta perspectiva proviene de muchas fuentes: de la investigación sociológica ideológica y de los estudios de las diferentes culturas.

ANALISIS SOCIOLOGICO DE LOS ROLES DE GENERO

Me levanto a las 6:00 am, pongo el café y los cereales para el desayuno, y bajo al sotano para colocar la ropa en la lavadora. Cuando subo, visto a Teddy (1 año y medio de edad) y lo pongo en su silla. Luego visto a Jim (3 años y medio) y les sirvo el desayuno a el y a mi esposo y alimento a Teddy.

Después de que mi esposo se va, el día es como sigue: lavo los platos del desayuno, limpio la cocina, tiendo las camas, limpio el apartamento, lavo el cuarto de baño y la cocina. Arreglo las legumbres para el almuerzo y pongo a cocinar las papas. Visto a los dos niños con ropas de calle.; hago mis compras de alimentos y estoy fuera de casa con los niños hasta las doce. Regreso a casa y desvisto a los niños, los baño para el almuerzo, alimento a Teddy y lo pongo a dormir la siesta. Hago el almuerzo, lavo los platos, ordeno la cocina. Pongo a descansar a Jim entre la 1:00 y las 2:30, dependiendo del día de la semana, plancho, aseo completamente una habitación, cocino y horneo para los fines de semana, etc. a las 3:00 pm les doy a los niños jugo o leche y los visto para salir al parque y regresamos a las 4:30 les doy un baño, les preparo la comida y les ayudo a ir a la cama, hago la comida para mi esposo y para mi. Después de la comida lavo los platos y hago el aseo, después de las 8:00 pm. Plancho mas, especialmente en los días que he aseado en la tarde, luego los remiendos que hay q hacer, alas 9:00 pm me quedo dormida en la sala después de leer un periódico o escuchar la radio. (de Komarovsky, 1953 citado por Hewlett, 1986).

Aunque la anterior descripción de un día en la vida de esta mujer data de los años 50, muchas mujeres contemporáneas todavía ejecutan las mismas tareas.

La única diferencia es que la madre moderna con los niños en edad preescolar, también esta dispuesta a ayudar teniendo un trabajo por fuera de la casa. En el lugar de trabajo sus deberes pueden ser tan aburridores y desestimulantes como los que ejecuta en su casa. Quizá sea empleada en un almacén de descuentos o escriba a maquina en una oficina. Puede ser que ayude a ser pequeños dispositivos en una línea de ensamblaje. A pesar de las largas horas que dedica al trabajo, su salario de ninguna manera es suficiente para sostener a la familia. El rol de quien gana la mayor parte del sustento diario recae en su esposo. Por la noche, después de intercalar un segundo trabajo, en la cocina, aseo, el cuidado de los niños, se queda dormida viendo televisión en lugar de escuchar la radio.

El grado en el cual el rol de la mujer ha estado subordinado en la sociedad en Estados Unidos, ha variado alo durante la historia. En la época colonial, las mujeres tenían una cantidad considerable de poder económico porque eran escasas, pero principalmente porque tenían la responsabilidad de producir muchas cosas que necesitaba la familia. No existía quien ganara el sustento diario perse, puesto que el trabajo ejecutado por los hombres y mujeres era esencial para la supervivencia.

El advenimiento de la industrialización gradualmente debilito la sociedad económica q existía entre esposos y esposas. En una economía basada cada vez en el dinero y e la mano de obra remunerada, el esposo era comúnmente que con salario sustentaba a al familia. Largas horas de trabajo por fuera del hogar separaba ahora a los esposos de su familia. Puesto que las mujeres eran quienes estaban siempre en casa, tenían más control sobre los asuntos domésticos. Durante la era victoriana, la segregación de los sexos fue casi total. Las mujeres eran principalmente las que cuidaban de la casa y de los niños excepto en las familias de clase baja, donde se requería de los salarios de la esposa.

Si en algo los tiempos modernos se han intensificado, es en el aspecto de esta polaridad de funciones. Al requerir los empleos mayor movilidad, los padres estaban algunas veces alejados de la familia por varios días, mientras que las mujeres permanecían en casa para cuidar a los niños y hacer el trabajo domestico. La expansión de los suburbios sirvió para aislar a las mujeres del mundo de los trabajos y de sus esposos. Los hombres que vivían en los suburbios con frecuencia tenían que viajar diariamente muchas millas para llegar a las principales ciudades dejando a las esposas solas con los niños durante la mayor parte del día..La mujer que describe su día al principio de esta selección ilustra este modelo.

Los roles esperados de las mujeres Estadounidenses son hoy mas exigentes porque actualmente mucha mujeres son al mismo tiempo empleadas asalariadas, y centros de la familia y hogar. Estos roles dobles se reflejan en la ley: existe una legislación que elimina las barreras a ala igualdad de las mujeres codo a codo con leyes que buscan proteger a las mujeres, como si todavía constituyera el sexo débil. Así, aunque se abran nuevas oportunidades de trabajo para alas mujeres, todavía permanece la aceptación del rol femenino tradicional. Damos por sentado que el rol femenino tradicional varia a través de las clases sociales y de los grupos étnicos, tal como sucede en los roles tradicionales masculinos. Por ejemplo, los estadounidenses negros tienen algunas expectativas diferentes a las de los hispanos u orientales acerca del comportamiento masculino y femenino así como los blancos de la clase alta y de la clase baja o media tiene diferentes opiniones al respecto.

Mas aun todavía existe un núcleo de ideas tradicionales compartidas sobre los roles adecuados para cada uno de los sexos. Veamos que comprenden estos roles tradicionales de los géneros:

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Roles de género, lo privado, lo público…

Los roles de género indican a aquel conjunto de comportamientos previstos y asignados a uno u otro sexo desde la cultura, en una sociedad y momento histórico específico.

A través del rol de género, se prescribe como debe comportarse un hombre y una mujer en la sociedad, en la familia, con respecto a su propio sexo, al sexo contrario, ante los hijos, incluido en ello determinadas particularidades psicológicas atribuidas y aceptadas, así como los límites en cuanto al modo de desarrollar, comprender y ejercer la sexualidad, emanando de aquí lo que resulta valioso para definir la feminidad o la masculinidad. Estos valores hacia lo masculino y hacia lo femenino se trasmiten generacionalmente a través de las diversas influencias comunicativas existentes en la sociedad.

La masculinidad tradicional:

La masculinidad tradicional se encuentran muy asociada a la fortaleza tanto física como espiritual, al buen desempeño, la excelencia, la rudeza corporal y gestual, la violencia, la agresividad y homofobia, la eficacia, competencia así como el ejercicio del poder, la dirección y definición de reglas, la prepotencia, valentía e invulnerabilidad. La independencia, seguridad y decisión indican fortaleza espiritual, unido a la racionalidad y autocontrol. El hombre no debe doblegarse ante el dolor, ni pedir ayuda aunque ello lo conduzca a la soledad. Por eso se le prescribe, por lo general, alejarse de la ternura, de los compromisos afectivos muy profundos, de la expresión de los sentimientos.

En el hombre la sexualidad está muy vinculada a su carrera por la excelencia, por ello trata de estar siempre listo sexualmente, "siempre erecto", tener buen desempeño y rendimiento, variadas relaciones, ser activo en el coito y responsable del orgasmo femenino. Requiere a su vez, de la constante admiración femenina como nutrimento de su autoestima, esforzándose más por la demostración de su masculinidad que por su propio crecimiento.

La feminidad tradicional:

La feminidad tradicional se asocia a la contradicción maternidad – sexualidad. Para la mujer el sexo como placer, visto como algo masivamente asequible, constituye una novedad de las últimas décadas. Mientras, la maternidad continúa vinculada a la protección, tranquilidad, sacrificio, dolor, al borramiento de la identidad personal para integrarse a la identidad de otros. La maternidad se convierte en la exigencia social que da sentido a la vida de la mujer, el eje de la subjetividad femenina, de su identidad genérica y personal. A partir de aquí se le atribuyen características como la sensibilidad, expresividad, docilidad, generosidad, dulzura, prudencia, nobleza, receptividad, acentuándose más en su caso, la orientación hacia los demás. Es como si su identidad se encontrara más conectada a la relación con los otros. Asimismo, se le considera más influenciable, excitable, susceptible y menos agresiva. Su comportamiento es menos competitivo, expresando su poder en el plano afectivo y en la vida doméstica.

Los cambios…

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En las últimas décadas, los fuertes cambios sociales, económicos, científico – técnicos han ejercido su impacto en la cultura universal, con su expresión particular en los contextos socio históricos específicos. Ello se aprecia también en las representaciones acerca de los roles de género afectando, por consiguiente, la naturaleza del encuentro hombre – mujer.

Lo cierto es que hoy en día estas nociones y prácticas – en calma durante milenios – comienzan a desestabilizarse, a traernos no pocas complicaciones como maneras diferentes de entender lo femenino, lo masculino, lo privado y lo público. Estamos pues ante un fenómeno dinámico donde entran en colisión puntos de cambio y de permanencia, tanto en el plano de la cultura, de la subjetividad social como de la subjetividad individual.

El movimiento feminista ha influido considerablemente en el desarrollo de los derechos de la mujer con respecto al acceso al trabajo, a la educación, al sufragio en una larga lucha por reivindicarla de su marginación.

La liberación de las mujeres y su salida al espacio social ha impactado la vida pública y privada. Todo ello también ha influido notablemente en su liberación sexual, en la desmistificación de la virginidad, en la distinción del sexo placer del sexo procreación, en el acceso de las mujeres al control y planificación de la natalidad e incluso en la diversificación de las alternativas sexuales.

El derecho al sexo – placer, induce a las mujeres a desarrollar sectores de su personalidad tradicionalmente aceptados como masculinos. La sexualidad la viven ahora desde la libertad de sus relaciones interpersonales.

La anticoncepción posibilita la planificación familiar, tendiendo a disminuir la fecundidad. La maternidad cada vez más es una derivación del amor y la libertad y menos del fatalismo y la resignación. . Se acentúa así, la autonomía de las mujeres con respecto al hombre.

Estos cambios, unidos al impacto tecnológico en el quehacer doméstico, a la mayor ocupación e independencia de los hijos fuera del hogar, a la disminución del número de éstos y las mayores posibilidades para la incorporación social, debilitan el liderazgo afectivo y doméstico de las mujeres.

Justo en la segunda mitad de este siglo, las mujeres comienzan a acceder a espacios antes vedados para ellas, son cada vez más las que trabajan fuera del hogar, que se convierten en proveedoras contribuyentes o absolutas de sus familias, se independizan económicamente, ocupan responsabilidades y encuentran legítimos espacios de realización en la vida laboral.

La creciente participación pública de la mujer ha traído consigo la ampliación de sus intereses, conocimientos y cultura así como la asimilación de pautas y exigencias de la vida pública. Todo ello ha generado como consecuencia, que lo doméstico y privado vaya abandonando el centro y el monopolio de la vida de la mujer. Cada vez son más las que acceden al poder en espacios públicos Se trata de mujeres que trabajan no solo por razones económicas, sino de mujeres que buscan y encuentran, justamente allí en el espacio público, una fuente importante, novedosa y atractiva de realización en la cual comprometen sus proyectos vitales. A su vez estas mujeres continúan su desempeño en el ámbito privado con las mismas autoexigencias que la cultura tradicional les había planteado hasta entonces.

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Son muchas ya las mujeres que sienten en sí mismas la necesidad de realización social, incluso, con tanta o mucha más fuerza que la asunción de la gestión de un grupo familiar. Ahora el centro de su autoestima se desplaza del recato, la pasividad y habilidades domésticas a su preparación, destreza e iniciativa ante la vida, al aumento de su auto confianza, seguridad, independencia y juicios propios.

La delimitación y diferenciación de los roles de género y sus funciones van tendiendo hoy cada vez más a su flexibilización produciéndose cambios en la noción de lo masculino y lo femenino, de la vida sexual y de pareja, de la familia tradicional y la procreación como su proyecto esencial y se promueve un pensamiento y actuación que relativiza lo que pacientemente había sido entendido hasta entonces como "lo privado" y "lo público". Se genera así un impacto transformador en las normas sociales, en los códigos del patriarcado. "Algo se ha quebrado del equilibrio anterior, donde regía un orden entre los géneros por el cual las mujeres `naturalmente` ocupaban un lugar postergado. Los organizadores de sentido que organizaban lo masculino y lo femenino trastabillan, las demarcaciones de lo público y lo privado vuelven borroso o por lo menos confuso sus límites. En suma, diversas fisuras amenazan con el quiebre del paradigma que legitimó durante siglos las desigualdades de género." (Fernández, A.M. 1992, pag.12)

Si nos detuviéramos en como han sido culturalmente diseñados los roles de género, comprenderíamos que justamente el saber y el poder han resultado históricamente dos espacios a los cuales las mujeres no hemos tenido fácil acceso. Conquistar un saber, mantenerlo y ejercerlo dota de un poder del cual son justamente portadoras las mujeres académicas. En estas mujeres probablemente se sintetizan – al menos potencialmente – las rupturas y discontinuidades más significativas con respecto a los roles de géneros patriarcales y en ellas se expresan importantes emergentes de cambio.

¿Cómo se produce el cambio en estas mujeres? ¿Cómo se piensan a sí mismas? ¿Posee costos el cambio? ¿Cómo subjetivan los roles de género? ¿Cuáles son las estrategias de conciliación de lo público y lo privado? ¿Cómo conquistar – mantener un saber y saber vivir? ¿Cuán amenazante puede resultar desde lo subjetivo una mujer racional, pensante, competitiva para sus congéneres y para el otro género?

Son lentos los cambios en la subjetividad individual y social lo cual se evidencia en la reproducción de creencias y sentimientos arraigados. A su vez, aún persiste una visión y práctica dicotómica de lo privado y lo público así como de lo que acontece en cada uno de estos estancos cerrados.

Responder a estas interrogantes pasa por la contradicción entre conservación y cambio tanto en el plano social, cultural como familiar y personal, por el reto de progresar en sistema. Esto demanda el desmontaje de estereotipos, la redimensión de conceptos y la continuidad en la promoción de nuevas políticas y no solo añadir desempeños.

Ello se inscribe en el ánimo de continuar promoviendo el crecimiento personal de mujeres y hombres así como el desarrollo de la cultura y la sociedad.

Mujeres académicas, entre lo público y lo privado…..

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Para profundizar en el conocimiento acerca de esta realidad, realizamos un estudio con mujeres académicas universitarias las cuales representan un segmento importante de la población femenina cubana. Estas son portadoras de los emergentes de cambio probablemente más significativos de los últimos años por tratarse – como señalaba anteriormente – de mujeres para las cuales la vida profesional y el desempeño en el ámbito público constituyen un sentido de vida.

La investigación se realizó a través de estudios de casos. La misma pretendió profundizar en la caracterización de la subjetivación de los roles de géneros en estas mujeres, conocer si el mismo se producía atendiendo a modelos tradicionales o no tradicionales y a su vez indagar como este proceso podía estar impactando la vida privada, la vida pública y el desempeño social de estas mujeres.

Los cambios económicos, sociales, al nivel de las políticas y estrategias de desarrollo resultan imprescindibles para el avance de relaciones de equidad entre los géneros, sin embargo, conocemos que todo esto no resulta suficiente para la consecución rápida de profundas transformaciones en la subjetividad individual. Los cambios en este nivel suelen ser lentos y a largo plazo, sobre todo cuando se trata de sentimientos e ideas profundamente arraigados durante siglos.

En los resultados de este trabajo pudimos conocer que para estas mujeres académicas la vida profesional es altamente significativa y constituye una fuente de gran satisfacción siendo uno de los objetivos centrales en sus vidas que se expresan en sólidos proyectos de superación y enriquecimiento profesional. En su mayoría poseen grados científicos y cuentan con una historia brillante tanto en el ámbito académico como social.

Veamos algunas referencias al respecto: "Mi profesión me reporta la mayoría de las satisfacciones que tengo, mi vida sería muy aburrida sin ella, me siento profesionalmente muy realizada porque he hecho muchas cosas y porque he obtenido reconocimientos" "Profesionalmente me siento muy realizada a la par de ser madre, mi carrera y mi hija están ahí, (…) siento que lo que hago es muy útil, muy importante y sin eso yo no podría vivir, si yo solamente fuera madre, sería una mujer frustrada"

Son mujeres que han desarrollado características como la valentía, la decisión, seguridad, intelecto, cultura, capacidad para el liderazgo público, la independencia y liderazgo económico en el escenario familiar. Se trata de mujeres de excelencia en cuanto a su desempeño profesional cuya subjetividad está caracterizada por intereses cognoscitivos, necesidades de realización profesional y social, sensibilidad y preocupación por problemas sociales, en las cuales la capacidad de reflexión, la autoestima favorable y la necesidad de independencia se articulan con sensibilidad y deseo de realización en la vida privada.

La maternidad continúa apareciendo como eje de la identidad femenina en estas mujeres desde la visión de sacrificio, entrega incondicional, autoanulación lo cual perpetúa la sinonimia "buena mujer – buena madre". Continúan siendo líderes de la vida doméstica y figuras centrales de esta dinámica ejerciendo fuertes funciones de equilibrio familiar. A propósito refieren: "Una madre, hoy en día debe ser una maga" "Mi mayor temor es perder a mis hijas" "Mi mayor satisfacción es mi hija (…) Mi mayor insatisfacción la educación de mi hija" "Mi mayor satisfacción como mujer son mis hijos"

Se evidencia que la maternidad es un elemento constitutivo de la identidad femenina de estas mujeres, aunque el deseo y la práctica de liderar una familia se articulan con el desempeño y realización profesional.

En cuanto a los vínculos amorosos, estas mujeres reclaman un hombre menos tradicional, capaz de transmitir dulzura, sensibilidad, delicadeza. La vida amorosa resulta ser un proyecto importante para ellas y aspiran a relaciones de intimidad, fusión y coparticipación en las que esté presente la independencia y respeto a los espacios personales. Para estas mujeres se va operando una combinación de modelos tradicionales y no tradicionales en cuanto a los vínculos amorosos en un intento por lograr una mejor interrelación entre lo intrasubjetivo y lo intersubjetivo en el ámbito de la pareja.

Analizando la historia personal de estas mujeres se aprecia que en su mayoría han evolucionado desde formas más tradicionales de vivir el amor, los vínculos de pareja y familiares a formas menos tradicionales aunque sin desligarse completamente de lo prescrito desde la cultura para este espacio. Esto no ha dejado de representar conflictos para la vida amorosa de las mismas. En este sentido refieren:

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"Quisiera un hombre que no fuera machista, que no interfiriera en mi vida profesional, familiar, amistosa (…)" "Después que me divorcié y tuve dos o tres relaciones decidí que no, que ya no me sentía bien porque era mucho machismo (…) lo que menos me gusta de los hombres es su autosuficiencia. (…) me liberé y después de eso yo soy la que soy y nadie me domina nunca más."

El impacto económico que posee la salida de la mujer al trabajo remunerado y el cambio que supone para la familia la doble jornada femenina, constituyen uno de los puntos más traumáticos en las sociedades contemporáneas, pues se torna conflictiva la exigencia al hombre de mayor participación en el ámbito privado.

No son pocas las polémicas que se generan al interior de la pareja y la relación de ésta con su entorno cuando es la mujer la que posee mejor posición social, laboral y aporta más económicamente a la vida familiar.

La figura masculina deja de ser la proveedora por excelencia ante la paridad en la contribución económica e incluso ante el hecho de que en ocasiones sea la mujer quien aporte más en este sentido, lo cual genera conflictos en cuanto al modo de ejercer el poder tradicionalmente a lo interno de la vida en pareja y familiar. Al hacerse la mujer coprovidente, la autoridad se comparte y se avanza en un proceso que hace tambalear las jerarquías para moverse hacia relaciones más democráticas y de colaboración.

Este hecho contracultural, desde lo tradicional, origina dificultades comunicativas en la pareja, depresión y problemas de autoestima en el caso del hombre, muchas de las cuales no se han concientizado y que se dirimen en el plano de los dobles mensajes, las agresiones, devaluaciones y en detrimento de la vida sexual. Es decir, que el crecimiento profesional de la mujer, su despliegue social exitoso, especialmente si no posee un correlato en la figura masculina, en las condiciones contemporáneas de movilidad de valores, tiene un costo: el estrés familiar y amoroso.

Los cambios que van produciéndose en la subjetividad de estas mujeres generan cambios en sus ideales de masculinidad y de relaciones entre los géneros. Se produce así la búsqueda de un hombre diferente, con respecto a la noción patriarcal de masculinidad, que no se encuentra aún – de modo extendido – en la realidad.

Esto no deja de ocasionar conflictos a algunas de estas mujeres para las cuales su vida amorosa es vivenciada desde la frustración. A propósito dicen algunas de ellas:

"Fracasé en el matrimonio" "El matrimonio no me resultó. ""El matrimonio me ha representado grandes alegrías y enormes frustraciones "

Otras han logrado articular concepciones y estrategias que concilian la autonomía y la vida amorosa desde otras dimensiones: "Para mí lo más importante es la libertad personal (…) no me interesa lo que mi esposo hace en su tiempo. (…)El celo mayor de él ha sido con mi trabajo, él quiere competir y ahí no puede porque pierde (…) él quisiera que todo fuera a través de contar con él, le molesta la independencia y pienso que he logrado mantener la relación porque le he dado poco valor a esas cosas suyas y ha terminado aceptándome como soy y yo he cedido en algunas cosas que para mí no son de principio. (…) Al trabajo le dedico mucho tiempo, a la familia también pero saco el tiempo para mí, mis aspiraciones son mantener unida a mi familia y ser una persona satisfecha conmigo misma."

Sin embargo, en algunas de estas mujeres se continúa reproduciendo una noción de las relaciones intergenéricas en las cuales prevalece la subordinación y la dependencia lo cual resulta un fenómeno no siempre suficientemente consciente o se conciencializa desde el conflicto. Así, al referirse al ideal de hombre o las relaciones de pareja dos mujeres refieren: "Me gustaría que fuera más inteligente que yo (…) lo que más me gusta de los hombres es la seguridad que me brindan" "Al tratar de buscar una relación entre lo que yo pienso científicamente y mi vida privada me doy cuenta que mi identidad femenina está atravesada por la dependencia de mi esposo y eso me molesta pero a la vez no logro la independencia emocional. Estoy en un conflicto de sentimientos contradictorios, me molesta sentirme dependiente pero a la vez esa dependencia me hace feliz."

La asunción de los roles de género en estas mujeres se encuentra en una movilidad entre elementos tradicionales y no tradicionales, sin una real redimensión, proceso que encuentra a su paso muchos conflictos y contradicciones, que tipifican más bien una transicionalidad.

La asunción transicional de los roles de género – si bien representa un emergente de cambio y progreso – supone también limitaciones en la realización de estas mujeres tanto con respecto a la maternidad y la vida amorosa, como a la vida académica, pues se encuentran ante la sumatoria de desempeños que van planteando una sobrexigencia en cuanto a la excelencia en los diversos espacios de sus vidas. Estamos ante mujeres aferradas aún a elementos del rol tradicional de madre – esposa – ama de casa a la cual se añaden proyectos personales y nuevos roles públicos.

Al asumir roles menos tradicionales incorporan elevadas aspiraciones en el ámbito social a la vez que mantienen iguales demandas en cuanto al cumplimiento de los roles tradicionales. La elevada realización profesional aparece con el costo de insatisfacción, endeudamiento y culpas con respecto a la vida privada. Se aprecia así una integración insuficientemente armónica entre sus diferentes espacios de sentido psicológico. Observemos algunas referencias: "Me siento realizada como mujer profesional pero no como mujer integral, el gran problema de la mujer es que para realizarse profesionalmente tiene que renunciar a cosas (…) la mujer realizada es la que puede realizar todo esto sin renunciar a su vida personal, de pareja, de familia(…)" "Mi profesión ocupa el primer lugar dentro de mi vida y creo que no es bueno porque uno subordina muchas cosas, por ejemplo el no haber formado a mi hija correctamente desde el punto de vista afectivo (…) Yo tengo responsabilidad en esto y siento culpa." "(…) no he tenido más hijos por mi profesión, pienso que tendría que separarme de mi trabajo, mi decisión de no tener más hijos ha sido influida por mis aspiraciones en el trabajo, eso me remuerde un poco, me gustaría tener otro hijo pero ya tengo 36 años."

"La mujer académica está satisfecha con su profesión pero es la que peor vive, hemos conquistado el derecho de saber pero malamente hemos conquistado el derecho a vivir. Nos sentimos satisfechas pero sentimos las carencias que sacrificamos."

Hoy, cuando se acrecientan las posibilidades sociales para las mujeres, éstas se encuentran diluidas en un sinnúmero de roles, muchas veces contradictorios y tensionantes que no dejan de ocasionar crisis de sentidos.

En algunas de estas mujeres existen tendencias a asumir la maternidad y la vida familiar en el intento de articular la dedicación a los otros a la vez que la preservación de las necesidades y los espacios personales: "El problema no es dedicarle mucho tiempo a los hijos sino la calidad en la atención (…) Yo he logrado combinar bastante bien las cosas sin trazarme metas espectaculares en mi profesión y sin intentar ser la mejor madre del mundo."

"(…) trabajar es importante pero no es toda la vida, la relación con los hijos es importante pero tampoco es toda la vida (…) cada cosa tiene su lugar, su espacio, su importancia."

Así, conjuntamente con los emergentes de cambio, aún se mantienen otros elementos arraigados tributarios de una feminidad tradicional. Las mujeres – incluso las académicas – como tendencia mantienen el sentimiento del liderazgo doméstico y maternal lo cual hace que junto con la aspiración de realización profesional conserven también aspiraciones de realización en la vida amorosa y familiar desde exigencias tradicionales.

En el proceso complejo de las transformaciones subjetivas, las mujeres avanzan en lo intelectual y lo social, pero sin sólidos recursos psicológicos para satisfacer las exigencias derivadas de aquí, aferradas aún a estereotipos a pesar de la intencionalidad de romper tradiciones.

"Las estudiantes, las maestras y las investigadoras que permanecemos en la Universidad vamos y venimos entre deberes y deseos entreverados y excluyentes para las más, que nos rescinden en tiempos y espacios, en trabajo y dedicación, entre la vida privada y la vida pública, entre el ser para los otros en la intimidad doméstica y el ser autónomas con otras dedicaciones." (Lagarde, M.1995, p.98).

Las mujeres, con gran avance en lo social, lo profesional y lo político, con la especificidad contextual que supone este análisis, no lo han hecho mucho en la vida íntima. Algunas siguen tan machistas como antes, otras desde declararse "progre" continúan en lo tradicional, preconizan una igualdad social a la vez que un sometimiento privado, como en un doble discurso. Refiriéndose a los cambios actuales y como los viven las mujeres refiere la antropóloga V. Gutiérrez de Pineda: "Mientras luchan por la igualdad hay ocasiones en las que todavía están recordando y añorando una figura masculina poderosa, protectora y envolvente, las liberaciones son muy complejas y muy lentas, aún nos queda mucho por recorrer, una mujer quiere libertad pero quiere a su vez un hombre protector, es contradictorio…"(Martín, E. 1995, 264 – 265)

Presionadas a adentrarse en un mundo que hasta ahora habían criticado, temen la excesiva integración al mismo. Vivencian fuertes temores ante la tenencia o no de hijos, en la colisión entre la presión de la edad y de la realización social. Desde lo tradicional, vivencian culpabilidad si se atienden mucho a sí misma. Desde el pseudoprogreso, se diluyen en tantos roles que tienen ahora poco tiempo para sí mismas, para sentirse satisfechas o percibir su autocrecimiento, produciéndose más bien un reemplazo de compromisos y exigencias, que una articulación y progreso.

Encontramos también, a una mujer que intenta progresar, pero no pocas veces, desde negarse, desde lo rivalizador con respecto al hombre, lo cual más que a un cambio real, conduce a un endeudamiento doble: con la autorrealización personal y social que pretenden alcanzar y con lo cultural tradicional de su rol, como si su identidad actual pasara por el equilibrio constante entre su vida personal y profesional o social.

Continuamos viviendo en una sociedad de raíces patriarcales cuya cultura sigue influyendo a través de sutiles mecanismos de difícil identificación y desmontaje e instalándose con especial fuerza en la estructura y funcionamiento psicológico.

Se está produciendo un mayor acercamiento de la mujer al modelo masculino que del hombre al modelo femenino. Este alejamiento de la feminidad tradicional no ha dejado de acentuar la desvalorización de funciones importantes para la convivencia humana como la familia, el cuidado y atención de los hijos y de otros familiares, etc.

Al nivel de la subjetividad social, aún sigue persistiendo una práctica dicotómica y sexista con respecto a lo que es entendido como lo privado y lo público, con sus respectivas devaluaciones o valorizaciones según el caso.

Junto al cambio que se opera en una serie de aristas en el desempeño de los roles de género, también se aprecia cierta parálisis en otras, coexistiendo una contradicción entre lo que surge, permanece y caduca de indudable impacto en la vida publica y privada.

Subsiste, una sutil – y a veces no sutil – resistencia en algunos sectores y segmentos sociales a la incursión de la mujer en el ámbito público. A su vez, se sigue perpetuando la existencia de profesiones predominantemente femeninas o masculinas sin que ello sea necesariamente explícito.

Continúa viéndose con suspicacia social – en el caso de la mujer – la soltería como opción, el orgullo por la independencia y los proyectos propios.

Persiste la visión – desde lo social- del rol femenino como desventajoso, cuando se le identifica con la maternidad sacrificada, debilidad, dependencia, inseguridad y limitación intelectual y al rol masculino como privilegiado, cuando se le identifica con virilidad, fuerza, poder, independencia.

Los cambios como los señalados son vistos por el hombre como amenazantes, como el temor a la pérdida de la identidad. Las mujeres exigen ahora más receptividad, respeto y expresividad por parte de los hombres, buscando a la vez independencia y suficiencia externa. Los hombres, claros de los requerimientos femeninos, comienzan a vivenciar la ternura como valor, abriéndose a nuevos espacios hasta entonces para ellos.

Lo cierto es que, para estos cambios no solo no están preparados la mayoría de los hombres, sino tampoco la mayoría de las mujeres, quienes continúan polemizando entre una identidad con la cual no están conformes pero que no tienen fuerza de abandonar y una identidad nueva que les asusta y aún no logran entronizar definitivamente. La redimensión urge en mujeres y hombres, en la cultura, en la sociedad y en las políticas para aliviar las contradicciones que ocasionan el cambio y la transición.

¿Quiénes podrán arriesgarse al desafío de la opinión social y del malestar del propio conflicto interno que entraña romper con la cultura sexista?

Muchas polémicas pretenden hallar solución a partir de la apertura a espacios sociales a las mujeres o domésticos a los hombres, sin profundizar en la real dimensión de la identidad femenina y masculina.

Si las mujeres cambian desde el referente masculino, sin crítica y redimensión de lo tradicionalmente asumido, lo que logran es una sobrexigencia, culpa, sobrecarga y costo psicológico, desde no resolver dialécticamente el conflicto entre lo asignado y asumido.

Desde mantener, las aristas más psicológicamente profundas y afectivas de éste fenómeno, sin redimensionar ambas representaciones y asignaciones de desventajas y ventajas para uno u otro género, no es posible una movilidad de esencia, un real progreso en este sentido, alcanzándose más bien un pseudoprogreso.

No se trata de imitar a los hombres lo cual reeditaría la polémica desde otro ángulo, sino legitimarnos y relacionarnos con ellos desde la equidad. Las mujeres lograran una real transformación en la medida que logren hacerlo desde sí mismas, desde afirmarse como mujeres y seres humanos de este tiempo y alcancen una mirada constantemente crítica de los anhelos de igualdad que les posibilite a la vez actuar consistentemente con respecto a dichas ideas. Mujeres y hombres necesitan redimensionar sus roles desde sí mismos y no desde el otro u otra.

Desde insistir en la dicotomía y la competitividad entre los géneros, se retorna al punto inicial, a un cambio parcial, al desencuentro hombre – mujer, a pesar de las posibilidades económicas y sociales contemporáneas.

En tránsito por el 2000…

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Se trata entonces, de integrar en cada uno lo diferente, de buscar lo masculino en lo femenino y viceversa, de integrar al sujeto en una articulación más totalizadora que posibilite el encuentro entre personas y no entre guiones preestablecidos que enfrentan y hacen rivalizar y que perpetúan la parcialidad, disociación y polarización.

Al parecer, no quedan grandes dudas de que se producirá un mayor acercamiento e imbricación entre lo masculino y lo femenino y con ello nuevos modos de encontrarse hombres y mujeres en lo privado y lo público.

La noción de supremacía del varón y de inferioridad de la mujer es injusta e intolerable en un mundo que intenta promover una conciencia de mayor dignidad personal y democracia. Los cambios que necesitamos seguir promoviendo inducen a desmontar el sexismo, el poder basándose en el género, la masculinización de la cultura, la noción de que lo humano es lo masculino, lo público y lo femenino, lo invisible y privado.

La tarea de la reivindicación y conquista de la dignidad femeninas resulta insoslayable en el camino de lograr la legitimación cada vez mayor de su espacio en el ámbito público. Sin embargo, se impone, además, repensar la masculinidad y la feminidad. En ello resulta imprescindible la distribución de funciones de género según diferencias personales y no genéricas así como la alternancia de género en cuanto a lo privado y lo público.

En el ámbito privado el tema transita por la construcción de una vida de pareja en la cual se comparta en lugar de competir, en la que se estimule y apoye en el crecer personal, en lugar de anularse o diluirse la una en el otro o viceversa, en que se defiendan los espacios personales y de pareja, en lugar de la dependencia emocional.

Las liberaciones son lentas, se alcanzan retos pero están aún pendientes otros como lo es la autonomía afectiva de hombres y mujeres. Va produciéndose un proceso en el cual coexisten y luchan valores muchas veces contrapuestos, lo que representa una movilidad hacia nuevas maneras de configurar la vida privada.

Aparece como impostergable la superación de dicotomías masculino – femenino, privado – público lo que posibilitaría extraer los sentimientos, pensamientos y desempeños humanos de estancos estereotipados o privativos de uno u otro género.

Partes: 1, 2, 3
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