Tópicos selectos de la evolución del desarrollo sostenible en el Perú
Enviado por Régulo Villegas Mas
Dedicatoria Con todo cariño a los Investigadores del Desarrollo Sostenible – en busca de las sinergias que nos conduzcan a un mundo mejor.
El presente trabajo monográfico titulado Evolución del Desarrollo Sostenible en el Perú, es uno de las muchas Investigaciones que vengo realizando en el marco del desarrollo de la Asignatura de Contaminación Ambiental en el Doctorado de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, que conduce la Dra. Guisela Yábar Torres – en la Escuela de Posgrado de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega –Lima – Perú; a quien va mi agradecimiento por haberme permitido compilar y analizar abundante información multidisciplinaria que contribuye a consolidar mi base cognitiva y asumir una postura estratégica en procura de contribuir al Desarrollo Sostenible de mi país, en un escenario que a la simple percepción del ciudadano común hay tal conflicto de intereses que no tendría manera de solucionarse.
Consciente de la importancia de este tipo y nivel de Investigacion he considerado importante relevar información correspondiente a los Fundamentos teóricos, consignando artículos de importantes autores que van contribuyendo a la consolidación del pensamiento del desarrollo ecológico sostenible; igualmente he quedado gratamente sorprendido con la abundancia de dispositivos legales y normativos que se han emitido y se vienen trabajando y que van sentando las bases de un Perú orientado al Desarrollo Sostenible y sustentable; y, finalmente he compilado información del comportamiento social correspondiente a los actores (Estado, Unidades Económicas y Sociedad Civil), cada cual con sus posturas estratégicas, en "defensa de sus roles y/o intereses" que generan las noticias en el día a día y orientan o desorientan a la sociedad en general, cada cual desde su particular punto de vista.
Para finalizar, como corresponde a toda Monografía, presento un resumen capitular de los hallazgos, asumiendo una postura estratégica que apunta hacia la amalgama de compromisos para sacar provecho del esfuerzo común, más allá de todo tipo de liderazgos personalistas y de posturas dogmáticas.
El Autor
1.1 APROXIMACIONES AMBIENTALISTAS AL DESARROLLO (1970–1990)1
Las aproximaciones ambientalistas al Desarrollo surgen en un contexto en que en el mundo afloran problemas de deforestación, contaminación de las aguas de ríos, lagos y mares, polución en las ciudades, la masiva y acelerada desforestación, el avance de la desertificación, entre otros, resultado en buena medida de modelos y estilos de desarrollo que consideran a los recursos naturales como inagotables y el lucro el fin supremo de los agentes económicos.
Entre 1970 y 1990 es notoria la aparición y progresiva consolidación de las aproximaciones medioambientales en torno al desarrollo, como lo fueron escalonadamente: el ecodesarrollo, el otro desarrollo, el desarrollo sostenido y el desarrollo sustentable. Punto de partida del conjunto de estas aproximaciones fue la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano llevada a cabo en Estocolmo en1972, llamada también Primera Cumbre de La Tierra2. El artículo 8 de la Declaración final establece que hay una ligazón profunda entre desarrollo económico, social y medio ambiente. Asimismo, en dicha conferencia se acordó un Plan de Acción para el Medio Humano. Su cuarta recomendación dio inicio al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) siendo elegido director ejecutivo Maurice Strong. Este empresario canadiense en la reunión constitutiva del PNUMA en Ginebra en 1973 acuña el término de ecodesarrollo.
Sin embargo, la elaboración conceptual y difusión internacional de dicho término recayó en el eco- socio-economista polaco Ignacy Sachs, quien lo explicita en 1974 en su libro "Environment et styles de dévelopement". Los partidarios del ecodesarrollo consideran que su propuesta busca armonizar cinco dimensiones o criterios para hablar propiamente de desarrollo:
1. Pertinencia social y equidad de las soluciones: la finalidad del desarrollo es ética y social; 2. Prudencia ecológica; 3. Eficacia económica: asegurar la eficacia a criterios macro sociales y no sólo de rentabilidad macroeconómica; 4. Dimensión cultural: perseguir soluciones aceptables; y, 5. Dimensión territorial: producir nuevos equilibrios espaciales.
Puede decirse entonces que históricamente el concepto de Ecodesarrollo fue la antesala del desarrollo sostenido y sustentable. Por su parte, la Fundación sueca Dag Hammarskjold en su Informe de 1975, al que titula "Qué Hacer: Otro Desarrollo", establece varios principios de lo que denominan El Otro Desarrollo como son:
1. Es generado para la satisfacción de necesidades, comenzando con la erradicación de la pobreza; 2. Es endógeno y autónomo; 3. Está en armonía con el medio ambiente; y, 4. Está basado en transformaciones estructurales. "El Otro Desarrollo" surge a partir de la disconformidad de la población con "la sociedad de consumo", la cual a menudo es calificada de "sobredesarrollo" e incluso "mal desarrollo", así como con la creciente desilusión con el enfoque de la modernización. Para los partidarios del "Otro Desarrollo" no hay un patrón universal de desarrollo, éste difiere de una sociedad a otra. El consultor suizo Marc Nerfin, en la introducción al libro "Hacia otro Desarrollo: enfoques y estrategias" (1978), dirá que el Informe de la Fundación Dag Hammarskjold intentaba presentar, frente a un fondo general de "mal desarrollo", un marco conceptual alternativo como un todo consistente y de una forma clara y aceptable.
A inicios de los 80 la agudización del deterioro del medio ambiente era ya inocultable. El futuro de la tierra entra en la agenda de los organismos internacionales. Empieza a utilizarse el concepto de desarrollo sostenido. Así en el documento "Estrategia mundial para la conservación" (1980), publicado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el PNUMA y el World Wildlife Fund, se hace referencia a la necesidad de preservar los recursos vivos para un desarrollo sostenido, entendiéndose por éste "el crecimiento económico que no vulnera los ecosistemas" y que tiene un carácter permanente y de largo alcance. Aquí entonces la variable medio ambiente aparece consubstancial al desarrollo. No puede haber desarrollo si no se preservan los recursos naturales. Este concepto de desarrollo sostenido, asimismo, precede al concepto desarrollo sostenible.
En 1987 la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, luego de cuatro años de trabajo de evaluación del impacto del desarrollo sobre la naturaleza en el ámbito planetario, entregó al Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar, el informe "Nuestro futuro común". Este es conocido también como el informe de la Comisión Brundtland83, con él se dio nacimiento a un concepto mayor y más complejo: el desarrollo sostenible o durable. En el capítulo II del informe de la mencionada Comisión se define al desarrollo sostenible como: "Un desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras, para satisfacer sus propias necesidades". Algunas de las principales ideas-fuerza del informe fueron:
"La satisfacción de las necesidades y aspiraciones humanas es el principal objetivo del desarrollo. Un mundo en que la pobreza y la desigualdad son endémicas estará siempre propenso a crisis ecológicas o de otra índole. El desarrollo sostenible requiere la satisfacción de las necesidades básicas de todos, y extiende a todos la oportunidad de satisfacer sus aspiraciones a una vida mejor. Las necesidades conocidas están determinadas social y culturalmente, y el desarrollo sostenible requiere la promoción de valores que alienten niveles de consumo que permanezcan dentro del límite de lo que ecológicamente es posible y a los que todos puedan aspirar razonablemente". "El desarrollo sostenible requiere que las sociedades satisfagan las necesidades humanas aumentando el potencial productivo y asegurando la igualdad de oportunidades para todos; se puede lograr el desarrollo sostenible únicamente si la evolución demográfica está en armonía con el cambiante potencial productivo de los ecosistemas".
A diferencia de los ecologistas puros que parten de la naturaleza, el Informe Brundtland parte del hombre, de sus necesidades, de su inventiva, de sus instituciones, para desde ahí acercarse a la naturaleza y no al revés. Enfatiza las necesidades humanas, en especial las necesidades de los pobres a los que otorga atención preponderante. Subraya los límites físicos que el medio ambiente y los recursos naturales ponen al crecimiento económico para satisfacer las necesidades de la generación presente y futura. Denota pues una preocupación explícita por las generaciones venideras, ausente en los anteriores enfoques y estrategias de desarrollo. En esta definición del desarrollo sostenible, pensar el planeta y sus recursos en función de las próximas generaciones es un elemento nuevo y medular.
El mencionado Informe, sin asumir posiciones maltusianas, expresa inquietud frente al aumento de la población, señalando que ésta no se debe ir más allá de la capacidad de soporte de los ecosistemas. Dicha preocupación se manifiesta en cuanto a la magnitud y velocidad de crecimiento de población en función a los cambios de la naturaleza y los cambios tecnológicos. No sugiere que la población deje de crecer, sino que el crecimiento de la población esté en función al carácter de la economía, la sociedad y la naturaleza.
El desarrollo sostenible también conlleva una postura ética, valores y un planteamiento democrático: la igualdad de oportunidades en la actividad económica. Por último, critica duramente a la forma de desarrollo de los países industrializados del norte, por su exceso de consumo material mercantil y el consiguiente deterioro del medio ambiente. Así, bajo esta impugnación, los países desarrollados dejan de ser los faros ejemplares que iluminaban el camino a seguir por los países del Tercer Mundo a fin de abandonar la condición del subdesarrollo, como sugerían los partidarios de la modernización.
El argentino Leopoldo Mármora (1992), analizado "Nuestro futuro común", señala que el concepto de desarrollo sostenible o sustentable tiene una alta dosis de utopía, como tal en términos prácticos es complejo y pretender aplicarlo requiere un gran esfuerzo científico y tecnológico. Vale preguntarse, ¿están los países, en especial los tercermundistas, armados del personal y las técnicas para enfrentar los problemas de sostenibilidad de muchos de sus recursos y de algunos procesos de agudo deterioro ambiental? ¿Se podrán canalizar recursos propios y de los países industrializados para que las poblaciones pobres, los 800 millones de indigentes, puedan llevar a cabo los planes de desarrollo y sostenibilidad sugeridos? En la llamada "Cumbre de la Tierra" realizada en 1992 en la ciudad de Río de Janeiro, a la que concurrieron representantes de todos los gobiernos del planeta, se insiste en que el modelo de industrialización y desarrollo de occidente, el cual ha llevado al hiperconsumismo y a degradar y poner en peligro los recursos naturales, no es un modelo viable para el resto de regiones y naciones. Por lo tanto, una vez más se recusa uno de los postulados centrales de la teoría de la modernización: el modelo de desarrollo de los países occidentales debe ser imitado por las naciones atrasadas.
La declaración de Río de Janeiro, firmada por representantes de 200 países, dice:
"Los países industrializados aportarán recursos financieros nuevos y adicionales a los países en desarrollo a fin de cubrir los gastos suplementarios ocasionados por las medidas que hubiera que tomar para hacer frente a los problemas del medio ambiente y para generar el desarrollo sustentable". La Agenda 21, documento que constituye una suerte de Programa de Acción emanado de la "Cumbre de la Tierra", compromete a los países desarrollados a proveer el 0.7% del PNB a la asistencia nacional al desarrollo (AOD), lo que en la práctica no se cumple. El Fondo de Recursos Financieros (FMAM), es un fondo de Naciones Unidas que garantiza la implementación de los instrumentos estipulados en la Agenda 21, para asegurar el acceso de parte de los países pobres a recursos adicionales para la protección del medio ambiente mundial y fomento del desarrollo económico sostenible y ambientalmente racional. Sin embargo, cada vez más los diversos programas creados para afrontar los desafíos sobre el medio ambiente están sectorializados, consumiendo de manera creciente la financiación dispuesta según el Consejo de Administración del PNUMA.
Finalmente, otro elemento fundamental para que el desarrollo sostenible sea viable, radica en el hecho de que en la realidad funcione lo que la misma Declaración de Río postula: La denominada "alianza mundial nueva y equitativa". Cabe preguntarse también, en qué medida es posible que pueda concretizarse y avanzar esta alianza si el mundo está dividido en núcleo, semiperiferia y periferia, donde no hay una verdadera relación de igualdad entre países. Resulta pues altamente improbable poner en marcha tal "alianza mundial" y que ésta sea sostenible. Por eso consideramos que existe mucho de retórica y de voluntarismo en esta propuesta.
En efecto cinco años después de Río la Asamblea General de Naciones Unidas reconoció en su resolución del 28 de junio de 1997 que "..las tendencias con respecto al desarrollo sostenible son hoy peores que en 1992…la implementación integral de la Agenda 21 es de vital importancia y más urgente que nunca". Entrado el siglo 21 esta tendencia se mantiene.
Al margen de sus limitaciones de orden práctico, el concepto de Desarrollo sostenible ha adquirido una impresionante difusión y legitimidad universal.
1.2 Conclusiones del Dr Marcel Valcárcel en su Artículo Génesis y Evolución del Concepto y Enfoques sobre el Desarrollo Los años 50 y 60 del siglo pasado estuvieron marcados por el nacimiento y hegemonía del pensamiento modernizador surgido en las aulas de las principales universidades anglosajonas. Siendo considerado el crecimiento económico sobre la base de la industrialización el corazón del desarrollo, y los países ricos del hemisferio norte el faro a seguir por los países denominados desde ese momento subdesarrollados o en vías de desarrollo.
En estas reflexiones teóricas iniciales en torno al llamado desarrollo en plena guerra fría, las sociedades del tercer mundo no fueron vistas como posibilidades diversas de desarrollo, vinculadas a sus modos de vida, sino que eran colocadas en un solo camino, el seguido por el occidente industrializado.
Los partidarios del paradigma de la dependencia que surge con fuerza a principios de los años 70 en América Latina, en respuesta al predominio del enfoque modernizador, si bien aportaron sustantivamente al debate recuperando la historia y la dinámica de las clases sociales al análisis concreto de la explicación del subdesarrollo y su contraparte el desarrollo, no prestaron atención al medio ambiente ni a la cultura. Entre las explicaciones plausibles de ello está de un lado la ausencia de antropólogos en dicha escuela de pensamiento (en aquellos años más preocupados por entender las sociedades campesinas) y el poco desarrollo de la ecología social.
Tanto los dependentistas, como los partidarios de la modernización en sus reflexiones no se salieron del terreno del debate de la modernidad occidental a pesar del mérito de los primeros de abogar por un desarrollo en los marcos nacionales en términos autónomos de los países centrales. La cultura del otro, del "subdesarrollado" siguió estando ajena en la comprensión más integral de la temática del desarrollo. Tardará un tiempo para que ocupe un sitial en el debate sobre el desarrollo.
La década del 80 destaca por la preocupación en explicar las interrelaciones entre modelos y estilos de desarrollo y el creciente e imparable deterioro del medioambiente. Así se coloca el desarrollo y el devenir de la tierra en el centro del debate de los foros de los organismos internacionales. La debilidad de las propuestas ambientalistas radica en la falta de alternativas concretas en el ámbito social, de un modelo económico y de actores políticos decididos a poner en marcha las reformas requeridas.
Una mayor conciencia de la imperativa necesidad de preservar la naturaleza de la acción antrópica antes que sea demasiado tarde, no sólo para la actual generación sino para las futuras, es probablemente el principal legado de los enfoques ambientalistas de los 80. Más allá de los acuerdos firmados en las reuniones internacionales que se cumplen tarde mal y nunca, como aconteció con los emanados de la reunión de Río de 1992, vale mencionar que en paralelo a estas reuniones, organizaciones de la sociedad civil mundial buscan convertirse en un instrumento real de presión de sus gobiernos para que ejecuten las medidas de protección ambiental y cumplan lo acordado en los foros mundiales.
De otra parte, de 1990 a inicios del siglo XXI las posturas neoliberales y un cierto pragmatismo parecen marcar las reflexiones y orientaciones sobre el desarrollo en el entorno de las agencias financieras internacionales y de los gobiernos de los países ricos occidentales. El Consenso de Washington y su columna vertebral, el ajuste estructural, son colocados como las palancas de desarrollo de los países pobres y endeudados del sur del planeta y del Este europeo.
En buena medida se vuelve a algunos elementos dominantes del paradigma modernizador de los 50, donde el crecimiento económico es la finalidad fundamental o única del desarrollo. En otras palabras nuevamente se ignora o no valora la heterogeneidad cultural de los países y sus diversas historias.
En el entorno académico y de algunas instituciones nacionales e internacionales los planteamientos del "Desarrollo Humano", tributarios hasta cierto punto de los enfoques de las necesidades básicas y el desarrollo a escala humana, adquieren legitimidad y difusión. Algo similar ocurre con las nuevas interpretaciones teóricas desde la economía institucional y neoestructural. Por su parte, las ideas del economista y filósofo hindú Amartya Sen sobre el desarrollo son aceptadas y asimiladas en las aulas universitarias, organismos no gubernamentales vinculados a proyectos de desarrollo y gobiernos de diversas partes del planeta. Por último, el llamado Postdesarrollo en los albores del milenio en curso comienza a hacerse oír e interesar a intelectuales y minorías radicales de la sociedad civil del Norte y del Sur.
Si bien el concepto de desarrollo sigue mayormente asociado a la economía y al crecimiento, es evidente que a lo largo de poco más de medio siglo de su existencia ha ido incorporando, con un peso relevante, a los sujetos sociales. Asimismo, aunque la productividad y la eficiencia continúan siendo reconocidos como importantes indicadores en la definición de desarrollo, hoy día resultan fundamentales nuevos aspectos como la equidad de géneros, la satisfacción de las necesidades básicas de las personas, el respeto a las minorías étnicas, la democracia, la sustentabilidad ambiental y más reciente la valoración del territorio y las localidades. Las habilidades y capacidades de las personas son consideradas componentes esenciales en el enfoque del desarrollo, por lo tanto los indicadores para saber si un país ha avanzado o no al desarrollo son en la actualidad otros distintos a los que prevalecieron hasta hace unas décadas.
Todo ello en buena medida como consecuencia de los avances logrados por los movimientos reivindicatorios de la mujer, las minorías culturales y sexuales, los defensores del medio ambiente, los cuales reclaman, en el ámbito de las ideas y las actividades diarias, más derechos y participación.
Encontramos en los variados enfoques aquí presentados distintas densidades teóricas y manejo de los niveles y dimensiones del análisis científico. Algunos enfoques son más interdisciplinarios, integradores y trabajan con mayor rigor metodológico. Capital social y cultura fueron dimensiones postergadas en los enfoques del desarrollo. Es recién en los últimos años que emergen en el debate. La dimensión ética en la reflexión en torno al desarrollo aparece también tardíamente. Las evidencias de los escandalosos y graves casos de corrupción en el manejo de los fondos públicos y en la vida política partidaria no sólo en América Latina sino en diversas partes del mundo lo hicieron posible. Empero hay también otra dimensión dejada de lado: la subjetividad de los pueblos (sus sueños, deseos e ilusiones sobre el presente y el futuro inmediato) como bien lo recordaba Norbert Lechner en un excelente ensayo titulado Desafíos de un desarrollo Humano: Individualización y Capital Social (1999).
Una conclusión deducible de este balance es que no hay un patrón universal de desarrollo, éste difiere de una sociedad a otra. La cultura de los pueblos y sus historias tiene un sitial importante en ello. La experiencia de los países asiáticos desde Japón hasta la actual China Popular así lo viene demostrando.
Creemos que siempre habrá tensión entre lo que es y lo que debería ser el desarrollo. El debate entre las distintas versiones sobre el proceso del desarrollo, lo qué es, a quién beneficia y a dónde conduce, por supuesto no está zanjado ni tendría por que serlo pues el desarrollo, como todo concepto, es necesariamente relativo e histórico. El paradigma neoliberal ortodoxo de los 90 está debilitado, de ahí que no nos sorprenda que en los próximos años nuevos enfoques sobre el desarrollo se ubiquen en medio del conflicto y la disputa ideológica y la práctica cotidiana de la gente y las naciones.
Por último dos preguntas nos surge al cerrar este apretado balance. No pretendemos darles respuestas en este documento. Eso sí adelantamos algunas opiniones de teóricos y críticos del desarrollo a manera de incentivar a búsqueda de respuestas convincentes.
La primera ¿Es todavía útil el pensamiento tradicional del desarrollo? Al comenzar los 80 Albert Hirschman4 consideraba que ya no era válida la idea original de los fundadores de la economía del desarrollo que ésta sería de crucial importancia por sí sola para abatir el dragón del atraso. Por otro lado, el sociólogo francés Alain Touraine señala en los 90 que la idea de desarrollo, triunfante en el momento de la descolonización y de la gran alianza entre los regímenes socialistas y los movimientos de liberación nacional, se encuentra medio siglo más tarde, debilitada y descompuesta, mientras triunfan el modelo liberal y la idea de modernización, por un lado, y enfrentándolos directamente, el nacionalismo cultural más extremo, del otro. No obstante es optimista con respecto al desarrollo como concepto y posibilidad real de transformación siempre y cuando sea capaz de explicar y dirigirse a situaciones específicas.
Contrariamente para Gustavo Esteva el desarrollo constituye una palabra sobrecargada y condenada a la extinción. Para su colega Gilbert Ritz el desarrollo sólo sobrevive como un residuo para justificar el proceso de mundialización (2000:18).
La crisis de la reflexión convencional sobre el desarrollo está abriendo, entre otras cosas la oportunidad de cruzar activamente capital social, cultura y desarrollo. Hasta hace poco, la corriente principal de trabajo sobre desarrollo prestaba limitada atención a lo que sucedía en dichos campos. A su vez, en ellos, muchas indagaciones se realizaban al margen de posibles conexiones con el proceso de desarrollo. La crisis que busca ampliar el marco de comprensión para poder superar la estrechez evidenciada por el marco usual, crea un vasto espacio para vencer aislamientos como sostiene Bernard Kliksberg.
Para las Naciones Unidas (2002) los viejos paradigmas del desarrollo han perdido vigencia, al ser incapaces de resolver los problemas actuales. Los nuevos –aún en construcción– vienen siempre acompañados de incertidumbres culturales. Estos se enfrentan al reto de la exclusión social que el neoliberalismo no es capaz de resolver. Para otros pensadores el Desarrollo no fracasó sino únicamente las políticas puestas en marcha, argumentando que en América Latina no estamos haciendo lo que se debe por lo que continuamos en la senda del subdesarrollo sostenible.
Al margen de lo mencionado el desarrollo sigue siendo una aspiración de los pueblos que pugnan por superar las restricciones de la vida diaria. Y a, principios del siglo XXI, quizás como nunca antes en la historia humana, el mundo dispone de las fuerzas productivas para hacerlo realidad.
La segunda pregunta ¿Qué ocurrió en la práctica el mundo avanzó o no al soñado desarrollo durante los 50 años de reflexión teórica sobre esta temática? La respuesta a este interrogante excede igualmente a los fines de este trabajo, sin embargo mostramos algunas opiniones y cifras al respecto.
Manejando una postura moderada el destacado economista inglés Hans Singer sostenía hace un buen tiempo que: "La historia del desarrollo es a todas luces una mezcla de cosas buenas y malas, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos" (1989:600). El año 2002 intelectuales de las Naciones Unidas concuerdan con Singer y repiten que "el desarrollo humano es también una práctica real, que tiene avances y retrocesos en la historia y que en el Perú de las últimas décadas se ha observado que éste se produce de materia persistente, aunque lenta y desigual" (2002: xi).
No menos cierto es también que durante los primeros cuatro años de gobierno de Toledo las exportaciones se duplicaron y la economía creció en un 25%. Sin embargo en ese mismo período la pobreza disminuyó tan sólo en un 2.7% (Kahhat: 2005).
En América Latina, Perú incluido, la desigualdad social y la exclusión social presenta niveles cada vez más altos como lo confirman las estadísticas oficiales, y lo rubrica Fernando Enrique Cardoso en un reciente artículo (2006).
Definiciones de desarrollo Según el diccionario de la Real Academia de la lengua española por desarrollo debe entenderse la acción y efecto de desarrollar y desarrollarse. Y por desarrollar entiende el aumentar, perfeccionar y mejorar algo o alguien. En tal sentido el concepto engloba una dimensión cuantitativa (aumentar) y una cualitativa (perfeccionar).
Constituye un concepto con múltiples aristas y puede ser caracterizado como un modelo, una política, un objetivo, un proceso, un resultado o meta. Con frecuencia el concepto de desarrollo ha sido usado por los gobiernos y líderes políticos para señalar una "meta" de perfeccionamiento de la acción social en general.
Coincidimos con Osvaldo Sunkel cuando, refiriéndose al desarrollo, escribe que:
"…se trata de un concepto amplio y complejo, con numerosas y sutiles implicaciones, que sería ingenuo y peligroso tratar de encajar en el "zapato chino" de una definición precisa y rigurosa.." (1976:22).
Agrega no obstante que la idea de desarrollo se centra en el proceso permanente y acumulativo de cambio y transformación de la estructura económica y social.
En ciencias sociales el concepto de desarrollo por lo general se le ha empleado como proceso global de transformación de una realidad históricamente determinada. Involucra de manera intencionada el incremento sostenible de las capacidades productivas, el aumento y la mejor distribución de la riqueza, la atención a las necesidades básicas de la población y la ampliación de las opciones y capacidades de las personas para el desenvolvimiento de su vida.
Estamos pues frente a un concepto pluridimensional que requiere ser abordado multidisciplinaria mente; sólo por razones metodológicas vale hablar de un desarrollo económico, cultural, político y social.
De allí la existencia de varios conceptos y enfoques de desarrollo, los cuales han ido modificándose a lo largo de medio siglo de acuerdo a los retos que plantea la economía, los procesos sociales y políticos del mundo y la propia reflexión intelectual sobre este fenómeno social.
Implica, como proceso y fin último la toma de decisiones entre un conjunto de opciones acerca de lo que debería de ser y cómo alcanzar una determinada sociedad.
Para el economista Celso Furtado (1970) la idea de desarrollo posee por lo menos tres dimensiones: La del incremento de la eficacia del sistema social de producción; 2. La de la satisfacción de necesidades elementales de la población, y 3. La de consecución de objetivos a los que aspiran grupos dominantes de una sociedad y que compiten en la utilización de recursos escasos.
Para el sociólogo belga F. Debuyst (1996:8):
« Le développement est une dynamique de formation et d"utilisation d"un surplus matériel et social, répondant à une certaine logique sociétable et devant permettre la réalisation d"un système de besoins ». Le développement est défini dans le cadre de chaque logique sociétale et que chaque société est dotée d"un certain degré d"autonomie. Par surplus social, il entend se démarquer d"une approche purement économiste et y inclut aussi bien les surplus économiques que des aspects non directement materiéls (le savoir –faire, les systèmes de solidarités, la conscience collective par exemple) et par système de besoins il se réfère au mode d"articulation de hièrarchisation et de modération entre les besoins-necessités de la societé ». La formulación de Bjôrn Hattne sobre el otro desarrollo o desarrollo alternativo es aquel desarrollo:
– « Orienté vers les besoins de base (materiel et no materiel). – Endogène (c"est à dire provenant du coeur de chaque societé qui définit en toute souveranité ses valeurs et la vision de son futur). – Independant (implique que chaque societés dépende d"abord de sa propre force ainsi que des ses ressources humaines et enviromentales. – Ecologique. Utiliser de façon rationelle les ressources. Basé sur une transformation structurelle (de manière á réaliser les conditions d"autogestion et la participations aux prises de décisions afin que les quatre principes précedents puissent être reálisés) ». (citado por Debuyst op, cit). Nos quedamos con el concepto Desarrollo Humano (DH) como la definición actual más interesante y prometedora para orientar las reflexiones y derechos de las personas, dentro de un marco de oportunidades iguales y con plena libertad. En esta óptica, la persona es el medio y el fin del desarrollo, es actor y beneficiario del proceso.
Bajo esta perspectiva el crecimiento económico es una condición importante para el Desarrollo Humano, a condición de que genere oportunidades iguales para todos y si no las genera, que existan los mecanismos institucionales a través de la acción del Estado, para lograr las igualaciones y las libertades que hacen el desarrollo (Gonzales de Olarte 2003:13-18).
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