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Inmigración y oígenes de la industrialización en Brasil 1870-1954 (página 2)

Enviado por jorge.zappino


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Es evidente que no existía aún un determinado tipo de industrialización; y esto debido a que no se estaba en presencia de un perfil determinado de demanda. Esto se debía a que los mercados de consumo interno constituían polos distantes, diferenciados socialmente, y que contaban con diferentes "obstáculos" a la evolución de esa industrialización.

El ciclo del café creó las condiciones del capitalismo en la economía brasileña y, con la posterior subordinación del trabajo al capital, en la fase de transición, propició un proceso de creación de las condiciones favorables a la industrialización.

La tesis de que la industria en Brasil surge a partir del café es defendida por Sergio Silva y João Manuel Cardoso de Mello. En ella se plantea que la acumulación cafetalera engendró los prerrequisitos necesarios para el surgimiento del capital industrial y de la gran industria debido a que:

  1. Generó una masa de capital monetario, concentrada en las manos de una determinada clase social, la cual era pasible de convertirse en capital productivo industrial.
  2. Transformó la fuerza de trabajo en mercancía.
  3. Promovió la creación de un mercado interno de grandes proporciones.

Sin embargo, estos autores muestran que las relaciones entre el capital cafetalero y el industrial poseen una unidad contradictoria:

"La unidad se encuentra en el hecho de que el desarrollo capitalista basado en la expansión cafetalera provoca el nacimiento de un cierto desarrollo de la industria. La contradicción se encuentra en los límites impuestos al desarrollo de la industria por la propia posición dominante de la economía cafetalera en la acumulación de capital".

Dichos límites derivan de la subordinación del capital industrial al cafetalero y de la subordinación de éste último y de la economía brasileña al capital internacional, pues la división internacional del trabajo determinó la especialización de la economía como productora primaria. Esto posibilitó el surgimiento tardío de la industria de bienes de consumo asalariado, pero, al mismo tiempo, impidió una autonomía interna de acumulación de capital al excluir el desarrollo de su núcleo fundamental: la industria pesada de bienes de capital, la cual solo aparecerá a mediados de la década de 1950.

Ahora bien, este proceso es diferente de los patrones clásicos de industrialización. Es justamente esta especificidad la que lleva a Cardoso de Mello a concluir que la historia brasileña es la historia de un determinado capitalismo, la de un capitalismo tardío.

El comercio internacional tuvo un crecimiento sin precedentes en la segunda mitad del siglo XIX. En estas condiciones, creció también la demanda de café, todo esto favorecido por la utilización de navíos a vapor, que mejoraba el comercio de Brasil con Europa y EE.UU.

Además, para esta época, el capitalismo alcanzó un estadio superior de desarrollo que creó las condiciones para un mercado mundial de exportación de capitales.

En lo que respecta a la inversión extranjera en el del desarrollo capitalista brasileño, en especial en las transformaciones capitalistas de la economía cafetera, donde el capital extranjero actuó directa e indirectamente, financiando la inmigración masiva y, por lo tanto, transformando el mercado de trabajo esclavo en asalariado, financiando la construcción de vías férreas y permitiendo la implantación de servicios públicos de energía, gas, comunicaciones, transportes, se puede ver como la inversión externa constituye una inequívoca forma de colaborar en la construcción y consolidación del Estado Brasileño.

El principal inversor en este periodo fue Inglaterra, llegando a alcanzar, en 1900, tres veces el valor de las exportaciones y más de dos tercios del PBI, profundizándose, por lo tanto, las desigualdades en la distribución de capitales ingleses en América Latina, hacia el final del siglo XIX, cuando el 60 % de esos capitales fueron destinados a Brasil y a la Argentina.

Coincidentemente, la apertura del comercio y la independencia política darán a la burguesía comercial lusitano-brasileña y a la aristocracia terrateniente local el acceso al comercio internacional de importación y exportación.

De este intenso movimiento de capitales, con la consecuente expansión comercial interna y externa, nació la economía cafetalera, fundada en el trabajo esclavo, el cual se encontraba limitado a partir de 1850 por la abolición del tráfico.

A partir de 1851, esta población esclava ya no alcanzaba para el expansionismo pretendido en función de la elevación de los precios internacionales del café.

En este periodo, las migraciones internas de mano de obra suplían la carencia de esclavos, los cuales se habían vuelto muy caros. Esta mano de obra estaba apoyada en un sistema de auto subsistencia, recibiendo por el trabajo una retribución mínima y un porcentaje sobre la producción. Este tipo de sistema no podía constituirse en un verdadero mercado de trabajo para las plantaciones de café.

Los terratenientes cafetaleros comenzaron, entonces, a percibir que el único medio seria una inmigración masiva.

Una breve mirada sobre la inmigración masiva

Se ha determinado, mediante innumerables estudios, que los cambios en el régimen de acumulación del sistema capitalista son la causa de la aceleración de los movimientos migratorios a escala mundial.

La transición entre un régimen de acumulación y otro se produce a partir de la concentración de capital, de las innovaciones tecnológicas, de nuevas relaciones de producción y de la movilidad de la fuerza de trabajo. De esta manera se produjo la transición del capitalismo de libre competencia hacia el capitalismo monopolista en la segunda mitad del siglo XIX.

La concentración de capital que se produjo en la segunda mitad del siglo XIX generó una serie de consecuencias en el continente europeo.

Diversos investigadores ya demostraron que el ritmo de las migraciones transcontinentales entre Europa y América en la segunda mitad del siglo XIX decrecía cuando había relativa prosperidad en Europa y depresión en Norteamérica, y se incrementaba cuando Europa se enfrentaba a situaciones de crisis y América vivía ciclos de desarrollo.

El avance tecnológico de la agricultura generado por la penetración del capitalismo en el campo produjo la expulsión de una parte importante del campesinado europeo hacia las ciudades. La constitución de la gran industria y de las grandes regiones industriales europeas provocó la liberación de fuerza de trabajo artesanal que vivía en los pequeños pueblos entre el ambiente urbano y rural. Los dos procesos originaron movimientos migratorios del campo hacia las ciudades que contribuyeron a la concentración de pobres en las grandes ciudades.

Otra alternativa para la continuidad de reproducción tanto de la artesanía, como de la propiedad campesina en la tierra, era la de las migraciones intercontinentales. Desde ese momento, los principales países americanos, Estados Unidos, Canadá, Argentina, Brasil, Uruguay, a los cuales debemos añadir Australia, Nueva Zelanda y África del Sur, recibieron miles de inmigrantes que salían de Europa, muchas veces con apoyo gubernamental, para la "tierra de las oportunidades".

Sin embargo, no fueron solamente campesinos, artesanos y obreros los que migraron. Entre estos también tenemos la figura de los llamados "migrantes burgueses", que en muchos casos eran pequeños empresarios o técnicos que habían estudiado en universidades europeas y que al acumular algún capital migraban a América para organizar negocios, huyendo del proceso de concentración de capital. También había científicos, profesionales aventureros y personas que encontraron en América la libertad para la realización de experimentos e innovaciones.

En el caso específico de Brasil, la prohibición del trafico de esclavos (1850), la Ley de Vientres Libres (1871), la Ley de los Sexagenarios (1885) y el crecimiento de la campaña por la abolición de la esclavitud que culmina en 1888, fueron los principales factores que desencadenaron el establecimiento de una política de creación de alternativas para el trabajo esclavo.

La abolición de la esclavitud obligó a los propietarios del Nordeste y del Centro-Sur a satisfacer una necesidad económica crítica: mantener costos bajos de la mano de obra.

En el Nordeste, un estancamiento económico y una gran densidad demográfica habían hecho que la transición a un trabajo libre fuera un proceso secular y la abolición final de la esclavitud en 1888 tuvo pocos efectos sobre la oferta de mano de obra. Según los datos censales, en 1872, los esclavos eran únicamente el 10% de la población total del Nordeste. En el sistema laboral más generalizado los esclavos eran sustituidos por moradores de condição. A esos moradores se les permitía cultivar pequeñas parcelas de subsistencia a cambio del suministro regular de caña para los ingenios de la plantación.

Por el contrario, las zonas cafeteras del Centro-Sur, por ser de ocupación reciente y hallarse en expansión continua, no tenían una reserva amplia de mano de obra de la que pudieran depender. Si las dos regiones hubieran competido por la mano de obra es probable que la suerte de los trabajadores rurales hubiera sido totalmente distinta. Sin embargo, la decisión de los terratenientes paulistas en favor de programas de inmigración extranjera creó una coalición reaccionaria con las minorías privilegiadas del Nordeste que privó a los antiguos esclavos y a la mano de obra nacional libre el acceso al mercado de trabajo.

Si bien es cierto que el transporte interno habría sido costoso debido a la falta de un sistema nacional eficiente de comunicaciones, ese obstáculo no era insuperable porque los recursos dedicados a atraer inmigrantes europeos podrían haberse destinado a tal fin. Los costos fundamentales eran políticos. Como los plantadores de café no tenían ningún interés en llegar a un enfrentamiento político con sus homólogos del Nordeste, optaron por transigir siempre que pudieran contar con recursos públicos para obtener un suministro alternativo de mano de obra.

No puede ignorarse el hecho de que la opción en favor de la mano de obra extranjera en la economía cafetera posterior a la abolición de la esclavitud se vio muy favorecida por factores externos. El hecho de que la expansión capitalista en Europa (y sobre todo en Italia, como se verá más adelante) en aquel momento había creado dislocaciones sociales importantes fue decisivo para el éxito de las políticas brasileñas de inmigración.

En el Centro-Sur, el recurso a las subvenciones del Gobierno, aparte de reducir los costos para los dueños de las plantaciones desempeñó una función importante en la contribución de la mano de obra. Hizo que el mercado de trabajo funcionara sin problemas, reduciendo al mismo tiempo el poder de negociación de los trabajadores, ya que la existencia de una oferta ilimitada mantenía bajos los salarios. De ese modo las subvenciones públicas complementaban los intereses de los terratenientes.

En cuanto a la mano de obra nacional en la región cafetera, su suerte no parece haber sido mejor. Los blancos pobres y los antiguos esclavos no podían hacer frente a la competencia de los inmigrantes europeos. Los prejuicios de los plantadores y la institucionalización de un mercado extranjero de mano de obra, les dejaba muy pocas oportunidades. Los antiguos esclavos, dejados repentinamente a su suerte, cayeron en una situación completamente marginal y prefirieron desplazarse a las zonas urbanas, donde realizaban trabajos que solo les permitían sobrevivir. Los blancos pobres se dedicaron en general a actividades de subsistencia y eran contratados de vez en cuando para trabajos temporales en las plantaciones. Su propiedad de la tierra seguía siendo bastante precaria y a veces eran expulsados de ella cuando las plantaciones de café llegaban a sus inmediaciones. Las tasas negativas de migración interna que ofrece el Estado de San Pablo en los años 1900-1920 apoyan esta conclusión: mientras que la entrada neta de extranjeros llegó a 374.250, se ha estimado que casi 20.000 personas nacidas en el Estado lo abandonaron.

Para los inmigrantes europeos, la misma dislocación espacial era el resultado de una gran movilización en la sociedad de origen. Al salir de su país, el emigrante estaba dispuesto a aceptar nuevos compromisos. Sin embargo, en su particular situación, no era probable que sintiera ninguna lealtad, y la respuesta generalizada fue la "salida". Como la escasa evidencia sugiere, los inmigrantes abandonaron, bien una plantación por otra, bien el campo por los centros urbanos, o bien Brasil por Argentina o Estados Unidos.

Según los datos disponibles, la proporción de trabajadores extranjeros que abandonaban las plantaciones antes de que terminaran sus contratos era de cerca del 40% en 1910 y del 62% en 1912.

En lo que se refiere a los desplazamientos hacia las zonas urbanas, los datos son también reveladores. La proporción de extranjeros en la ciudad de San Pablo creció de manera sorprendente durante ese periodo. Según los datos censales, en 1920 la población nacida en el extranjero era del 35,4% del total. La política de conceder subvenciones sólo a los trabajadores agrícolas no ayudó a los terratenientes: el movimiento hacia las ciudades siguió siendo alto en todo el periodo. Las salidas del Brasil fueron también importantes y algunos años superaron a las entradas.

Volviendo algunos años atrás, en 1840 el café comienza a sustituir al azúcar como el principal producto de exportación. Esto llevo al aumento de la necesidad de mano de obra para los cafetales, especialmente los de San Pablo.

Varias medidas son tomadas por el gobierno brasilero para atraer europeos, entre ellas el derecho a los Estados a traer inmigrantes.

La primera política de incentivo a la inmigración fue formulada por el senador Nicolau Pereira de Campos Vergueiro en 1840. Era el Sistema de Parcería, que daba el derecho a los inmigrantes a trabajar en tierras provista por los fazendeiros. Al final, los lucros era divididos. Sin embargo, como la mayoría de los inmigrantes eran pobres, tenían sus pasajes y comida pagos por los fazendeiros hasta que fuera vendida la primera zafra. De esta manera, al llegar a las fazendas, los inmigrantes ya eran deudores de los propietarios de la tierra.

Las condiciones de vida en los cafetales eran precarias. Los inmigrantes podían mantener una franja de tierra para cultivar alimentos para su propio sustento. Sin embargo, como no tenían tiempo para dedicarle a esas actividades, no conseguían producir todo lo necesario.

Con el crecimiento del mercado internacional del café y el fin de la esclavitud, creció la necesidad de estimular la inmigración. La Inspectoría Geral de Terras e Colonizaçao, hasta entonces responsable de la inmigración, autorizó a los Estados a establecer sus propias políticas de atracción de inmigrantes.

San Pablo establece, entonces, su propia política de inmigración. Los fazendeiros se unen en 1886 y fundan la Sociedad Promotora de la inmigración. Se hicieron cartas, folletos y libros de fotografías presentando a Brasil, para ser distribuidos en Europa por agencias contratadas por el Comisariado del gobierno brasilero. El gobierno paulista asume los costos de la llegada de inmigrantes financiando sus pasajes.

Fue hecha una intensa propaganda por los agentes y compañías de navegación, con promesas de vivienda, alimentación, salario y posibilidades de compra de tierras. Todo esto promovió la inmigración voluntaria de europeos, principalmente italianos, generando un verdadero éxodo en algunas regiones de Italia.

De los casi 5 millones de extranjeros que entraron a Brasil entre 1870 y 1949, mas del 50 % fueron al Estado de San Pablo. Los italianos eran el grupo mas numeroso, aproximadamente 950 mil personas. Entre principios de 1890 y la Primera Guerra Mundial, los italianos llegaron a conformar un 25 % de la población del Estado.

Los que venían con pasajes pagos por el gobierno brasilero se dirigían a las fazendas de café, mientras que los que venían por cuenta propia preferían la ciudad. Los municipios donde mas se hace sentir la presencia de italianos fueron aquellos localizados a lo largo de las vías del ferrocarril del Estado, por donde se dirigían el 90 % de los inmigrantes que abandonaban el hospedaje en la capital entre 1893 y 1910.

A partir de 1908, muchos inmigrantes comenzaran a preferir las áreas urbanas, tanto en la capital como en el interior del Estado. Eran aquellos que tenían alguna profesión como herreros, panaderos, jornaleros, tejedores, etc.

Bras fue el barrio de preferencia de los italianos que se instalaran en la ciudad, pero también tendrán una fuerte presencia en Mooca, Bom Retiro, Belenzinho, Caninde, Bexiga, Pari, Vila Carrao e Santana.

Se agrupaban conforme a su región de origen: napolitanos en Bras, calabreses en Bexiga y venecianos en Bom Retiro.

Los primeros grupos de alemanes llegaran a la ciudad de San Pablo en 1827, y se radicaran sobretodo en la región de Santo Amaro.

Muchos alemanes se instalaran, también, en Itapecerica, Sao Roque y Embu.

Mas tarde, el aumento de las exportaciones de café acabo beneficiando también las relaciones comerciales entre Brasil y Alemania.

La inmigración japonesa tuvo inicio el 18 de junio de 1908, con la llegada de 165 familias de agricultores y algunos mas que vinieron sin su familia.

Fueron a las fazendas de café en el interior de San Pablo y también a otros estados, dedicándose, mayoritariamente, a trabajar en la agricultura.

Las principales razones que llevaron a un gran numero de italianos a emigrar fueron el crecimiento poblacional y el proceso de unificación italiana, además de una pequeña área territorial y una topográfica muy accidentada que impedía la expansión de la agricultura.

Luego de la unificación, en 1870, pagaban impuestos sobre casi todo, hasta sobre los productos que producían para el autoconsumo y sobre animales domésticos. La tierra, fuertemente gravada, endeudó de tal manera a los productores que terminaron perdiendo sus propiedades. La ganancia del gobierno era tan grande que en ciertas regiones llegaba a pagarse un 31 % sobre todo lo producido.

De esta manera, la inmigración paso a representar la única posibilidad de sobrevivencia para esas personas y una válvula de escape para resolver sus problemas. El propio gobierno comenzó a incentivarla: una parte del pueblo necesitaba partir para que otra parte pudiera sobrevivir.

San Pablo seria el mayor receptor de flujos migratorios. En 1940 ya representaba el 10 % de su población, y en 1950 alcanzó el 11.6 %, totalizando más de un millón de personas de las cuales el 50 % eran oriundos de Minas Gerais y, poco más de un tercio, del Nordeste.

Con la inmigración, los contratos de trabajo obedecerán a un modelo que fijaba un salario base proporcional en función del número de brazos de la familia, con la obligación de "beneficiar" el café, embolsado y transporte; y otra parte del salario consistía en una especie de comisión por la cosecha obtenida. Además de esto, era concedida al trabajador una determinada área de cultivo – generalmente intercalada en los cafetales -, donde el mismo podía cultivar para su propia subsistencia.

Esta alternativa era la preferida de los inmigrantes, principalmente en los cafetales nuevos, porque facilitaba su trabajo. Sin embargo, con el tiempo, esas intercalaciones de tierra fueron abandonadas a medida que la tierra se agotaba. Además, los "fazendeiros" se apropiarían de esas tierras como medio de aumentar la rentabilidad a costa de los trabajadores, debido a que la cultura de la subsistencia mucha veces se había convertido en un medio de independencia de los trabajadores, que vendían sus excedentes y acababan emancipándose como pequeños propietarios.

Este hecho comenzó a tornarse un serio problema a medida que los inmigrantes se desplazaban buscando mejores condiciones de supervivencia. Algunos se iban a trabajar a las ciudades y otros emigraban, principalmente para Argentina; otros, prefirieron regresar a Europa.

A pesar de su pequeño número, no se puede dejar de apreciar lo que representó la migración de brasileños en función del fenómeno del café y del desarrollo de las relaciones capitalistas que este provocó en el sur del país. Estas migraciones representaron, hacia fines del siglo XIX, más o menos un 6% de la mano de obra, pasando a ser más representativa luego de la primera guerra mundial y hasta la crisis de 1929.

Inmigración e industria al inicio del período

Varios factores, como la expansión del café en el mercado internacional, los bancos de financiamiento de créditos y el aumento de la población y del mercado consumidor interno, favorecerán el desarrollo industrial en la ciudad y en el Estado de San Pablo.

Existen diversos estudios sobre el tema, entre los cuales sobresalen unas tablas armadas por Sergio Silva con datos del Centro Industrial de Brasil, en las cuales se percibe que muchas pequeñas actividades escaparán de los registros y también que las grandes empresas, con más de 100 operarios representaban, en promedio, entre el 70% y el 85% del capital invertido y ocupaban entre el 60% y el 80% de la mano de obra.

El autor, reconociendo la debilidad de los datos, organiza otros relativos al año 1920 y intenta conclusiones realmente aceptables, entre las cuales se encuentra la definición de que esas empresas con más de 100 operarios caracterizan verdaderamente a la industria brasilera naciente.

En lo que respecta a los transportes, fundamentales para todo desarrollo industrial serio, son inversores ligados a capitales ingleses los que van a instalar la red ferroviaria a partir de la zona Fluminense en dirección a San Pablo por el valle de Paraíba, y, posteriormente, uniendo a San Pablo con Santos y a Río de Janeiro con Minas Gerais.

Entre 1854 y 1860 el complejo ferroviario brasileño fue dominado prácticamente por capitales ingleses, y a partir de 1860 fueron organizadas por los propios "fazendeiros": Paulista, Sorocabana y Mogiana, asociadas a otras empresas, cubrían, hacia 1900, más de 3.000 Km. de líneas, donde el café se instalaba.

Y no era solo con los transportes que se manifestaba el expansionismo de ese modo de producción, sino, además, en muchos emprendimientos industriales como ser los de mecanización agrícola, empresas de transporte fluvial y marítimo, instituciones de financiación de productos agroindustriales y los primeros bancos.

En los inicios del periodo se produjo una acumulación capitalista importante a nivel de las actividades comerciales, aunque la misma frenaba la expansión de las fuerzas productivas de transformación, creando una apariencia de desarrollo económico no relacionado con la producción y que relegó al Brasil, dentro de la división internacional del trabajo, a la posición de país exportador de productos primarios.

Las sucesivas crisis de sobreproducción no sirvieron, sin embargo, para que los grandes terratenientes del café comprendieran el peligro de caer en una dependencia monoexportadora extrema; con cada crisis, insistían en las mismas soluciones: la devaluación de la moneda brasileña como forma de mantener los volúmenes de exportación, lo cual se conseguía al costo de una fuerte presión inflacionaria hacia adentro.

El fracaso de esta política hacia fines del siglo XIX llevó a que Brasil no pudiera afrontar los servicios de la abultada deuda externa. "La alianza de la clase señorial con el imperialismo naciente se realiza dentro del marco fundamental de los acuerdos logrados por Campos Salles en Inglaterra, donde obtuvo la unificación de los empréstitos anteriores y la suspensión de su amortización durante 13 años.

En 1906, mediante el acuerdo de Taubate, los cafetaleros definen una política orientada a estabilizar la oferta: los excedentes serian retirados del mercado y financiados con créditos externos (Principalmente alemanes y estadounidenses). Los pagos de esa deuda serian realizados con lo recaudado por un impuesto a la exportación de café.

Sin embargo, la calma duró poco, ya que los grandes terratenientes y la burguesía comercial, con el objetivo de mantener su política de "valorización y defensa del café", fueron a buscar más créditos a otros bancos, volviéndose a generar un grave problema en la balanza de pagos que terminó estrepitosamente en 1930, cuando los stocks volvieron a acumularse.

A partir de 1907, con las protecciones aduaneras y las dificultades originadas en los saldos negativos de la balanza comercial, la necesidad de suplir importaciones con producción nacional se tornó indispensable.

El gobierno central, repartido entre paulistas y mineiros mediante la "política de los gobernadores", no tuvo fuerzas para asegurar una acumulación capitalista a partir de la producción cafetalera, logrando una mejor distribución del desarrollo hacia el resto de la sociedad brasileña.

De hecho, el desarrollo capitalista basado en el café tenia en la propiedad de la tierra su factor básico; y esta, desde el Imperio, era ejercida de dos formas: una jurídica y la otra mediante la posesión física de tierras desocupadas.

El problema subsistía debido a las relaciones de propiedad establecidas durante la colonización y consolidadas a partir de la independencia, con la expulsión de los primeros ocupantes ante el avance de las fronteras del café, muchos de ellos inmigrantes. Quien no se integraba a la expansión cafetalera, o vendía sus posesiones, acababa siendo absorbido por el avance de los terratenientes. Los que adherían, quedaban dependientes de los que dominaban el gran capital y la financiación necesaria para la producción y la mecanización.

Esta apropiación de tierras se constituía, entonces, en la forma de acumulación de capital; y la especulación inmobiliaria era utilizada para evitar el acceso de ex esclavos e inmigrantes a la propiedad de la tierra, buscando, de esta manera, mantener la cantidad de fuerza de trabajo necesaria para la producción de café en las grandes "fazendas". Solo algunos pocos inmigrantes consiguieron participar de esta dominación.

De manera general, cuando el capitalismo ya esta implantado, la tierra pierde importancia como medio de producción; y la separación entre el trabajador y los medios de producción pasa a depender menos del hecho de la "posesión", de tal forma que el acceso a la tierra queda subordinado a la disponibilidad de capital.

Dentro de este régimen de desarrollo – extensivo y de monocultivo – el desarrollo del capital a nivel de la producción se vuelve débil.

Solamente después de 1907, el crecimiento industrial comenzó a absorber la acumulación de capital producto de la economía cafetalera.

Esta naciente industria se componía de tres sectores: artesanal, manufactura y fábricas, unidades de producción esenciales en la evolución del sistema capitalista.

En función del número de trabajadores que absorben las dos últimas, estas se distinguen de la artesanal por el mayor número, donde el propietario ya no se ocupa directamente de la producción. La fabrica se distingue de la manufactura por la importancia de su capital, principalmente el involucrado en la mecanización y en la organización técnica del trabajo más sofisticado. Esta última es, por lo tanto, la unidad de producción típicamente capitalista y, en consecuencia, la manufactura sería una forma de transición del sistema, la cual fue adoptada por los inmigrantes para su desarrollo.

Las funciones comerciales se verán transformadas por la conjunción de terratenientes e inmigrantes en actividades de importación y comercio de productos extranjeros para abastecer el creciente mercado interno.

La presencia de inmigrantes en San Pablo fue fundamental para el desarrollo de la ciudad y la diversificación de los servicios y productos comercializables.

Estos daban gran importancia al desarrollo industrial: los italianos dominaban la industria alimenticia y la de tejidos. Los alemanes se especializaron en la producción de cerveza y papel, en la importación de telas y en las curtiembres. Los armenios se dedicaran a la producción de calzados, los judíos y los coreanos a la confección de ropa.

Los italianos, además de vender telas, dominaban gran parte del comercio de ferretería y de calzados.

Los artesanos, también de mayoría italiana, marcaran su presencia en la confección de productos elaborados artísticamente y en la construcción civil. La mayoría de los maestros mayores de obra también era italiana.

Los italianos participaran activamente en el proceso de industrialización de San Pablo, como operarios en las fabricas donde ayudaban a organizar los movimientos sindicales, y también como empresarios, creando innumerables industrias.

La industria paulista absorbió mano de obra de mecánicos, modeladores, zapateros, fundidores, etc.

La primera fabrica de tejidos de la ciudad de San Pablo fue fundada por italianos.

En el interior del estado, se fundaron fabricas, entre otras, en el genero alimenticio.

En Campinas introdujeron la industria de la seda. Algunos inmigrantes construyeron verdaderos imperios: Francesco Matarazzo, Rodolfo Crespi, Egidio Gamba y los hermanos Pugliese Carbone, que importaban harina; Scarpa, con su manufacturas de tejidos; Siciliano, con una fundición, etc.

Bresser Pereira, estudiando los orígenes étnicos del empresariado paulista, concluye que el 84% de los empresarios de San Pablo eran extranjeros y que lo mismo ocurría en Río de Janeiro, según el censo de 1920.

Por otro lado, debido a la evolución del mercado interno, fueron creadas una serie de empresas auxiliares al sistema de importaciones, dada la dificultad de importar ciertos productos perecederos. La industrialización resultante de la transformación de esos productos, ocupa un papel importante en la diversificación de la industria naciente.

Disponiendo del control del capital comercial, los inmigrantes se integrarán a los importadores y se asociaran a ellos en las actividades complementarias que se constituirán en los orígenes de las empresas fundadas por esos inmigrantes, o de aquellas cuyo control asumían en función de capitales propios o de aquellos a los que tenían acceso.

Con respecto a las inversiones extranjeras, Suzigan y Szmreesányi plantean que "parece innegable que las inversiones de capital extranjero en la industrialización de Brasil fueron modestas hasta el inicio de la década del 30. Sin embargo, en algunos sectores llegaron a asumir proporciones significativas."

Según los autores, "se puede decir que desde el final del siglo XIX, Brasil pasó a formar parte de las estrategias de expansión geográfica de empresas lideres en el sector industrial."

Como ejemplo de esta afirmación, se da el caso de Ford Motor Company, que inició sus operaciones en 1919 y, al año siguiente, decidió construir una línea de montaje en San Pablo.

Es evidente, también, que la existencia de lazos familiares entre la gran burguesía del café y la burguesía industrial naciente, llevo a la fusión de capitales y facilitó la expansión industrial.

Por otro lado, ese desarrollo, además de contar con la simpatía de la masa de inmigrantes, debido a la presencia de muchos de ellos en la dirección de empresas industriales, ofrecía oportunidades a aquellos que pretendían mudarse del campo a la ciudad, constituyéndose de esa manera una gran masa de mano de obra en San Pablo compuesta mayoritariamente de italianos y portugueses.

El crecimiento urbano del estado de San Pablo fue explosivo entre 1870 y 1920, llegando a un porcentaje del 7.393 %, del cual el 448 % pertenecía al interior del estado.

Junto a la población, creció vertiginosamente la producción de energía y la demanda del mercado interno.

Al respecto, afirma Cano, "en 1900 San Pablo representaba el 13 % de la población de Brasil y en 1907 abarcaba el 16 % de la producción industrial, cifra que subiría a 31 % en 1919 y al 45 % en 1939."

El inmigrante italiano, de acuerdo con muchos autores e informes del Gobierno de Brasil, generalmente era originario del norte y del sur de Italia. La mayoría eran artesanos y técnicos y el resto eran campesinos. En cierta forma, sus orígenes influirán en su comportamiento en relación a la sociedad que los recibía. Los del norte, que contaban con algún capital, buscaban adquirir su propia tierra o urbanizarse con el objetivo de progresar aprovechando sus conocimientos. Los del sur, en cambio, buscaban permanecer y desarrollarse en las actividades agrícolas.

Estos últimos, sufriendo la presión de los latifundistas y capitalistas, se desplazaban hacia tierras próximas a las ciudades desarrollando allí actividades diversificadas como la producción de lácteos, derivados de la carne, producción de ladrillos y tejas, etc.

Estadísticas realizadas por la Secretaria de Agricultura, marcan que entre 1901 y 1906, los propietarios agrícolas italianos aumentaron de 1057 a 5197, alcanzando en 1920 11.825 propietarios italianos en el estado de San Pablo.

La década del 20 y la fase agroindustrial

Los primeros síntomas acerca de imponer restricciones a la inmigración datan de la década del 20 a partir del nacimiento de movimientos nacionalistas. Sumado a esto se producía la nacionalización de la pesca, del comercio y de los bancos, además de una marcada campaña anti-japonesa y, ya en la década del 30, un movimiento antisemita, cuyas raíces se encontraban en el ideario Integralista secundado por un movimiento nazi-fascista.

El proceso de industrialización de la década del 20 se dividió en 2 etapas: la primera hasta 1924, coincidiendo con la tercera valorización del café (1921-1924) cuando fueron realizadas importantes inversiones en maquinaria.

La segunda, de 1924 a 1929, cuando ocurre un proceso de desaceleración de la producción nacional en virtud del aumento de las importaciones debido a un tipo de cambio barato.

A pesar de la intensa relación entre café e industria, que se refleja inclusive en la unión de familias por medio de casamientos o en el doble papel de terrateniente de café e industrial, no se puede negar la existencia de disputas entre fazendeiros e industriales, principalmente en lo que respecta a la elevación de tarifas.

Tanto la burguesía cafetalera, como la naciente burguesía industrial querían proteger sus intereses.

En 1922 fue creado el Instituto de Defensa Permanente del Café; y en 1924 se creo el Instituto de Café de San Pablo.

Los industriales también se organizarán en diversas asociaciones de clase, en San Pablo, Porto Alegre, etc., pero fue el Centro Industrial de Brasil, situado en Río de Janeiro, el que mas se destacó. Durante las huelgas del periodo 1917-1920 consiguió la unión de los industriales frente a la clase obrera.

La crisis política de los 20 se caracterizo por el relegamiento del sistema oligárquico del café. Esto produjo el fin de la hegemonía de la burguesía cafetalera en la economía y la política brasileña. Sin embargo, la estrecha relación entre la industria y el café hizo que tanto los terratenientes como los industriales fueran vistos como beneficiarios de la política gubernamental.

La crisis de 1929 afectó, como a los demás países de la región, fuertemente a Brasil. Hasta ese momento, dice Cano, "San Pablo realizaba el 37.5 % de la producción industrial brasileña. Estos datos adquieren mayor importancia si recordamos que la década del 20 fue mas promisoria en términos de inversiones que de producción industrial. Es decir, la industria paulista acumularía una gran capacidad ociosa que será liberada en la década siguiente para la conquista del mercado interno.".

Por otro lado, la baja de precios internacionales del café no afecta a la producción, que continua creciendo hasta 1933.

Como los créditos externos estaban cortados, los excedentes se financiaron con la expansión del crédito interno, lo cual provoco inflación.

Esta situación lleva al gobierno brasileño a la decisión de destruir mas de 80 millones de sacas, que representaban 2 veces el consumo mundial.

La política del café constituye un ejemplo de acción a través de los medios comerciales, orientada a reducir la dependencia externa, pues toda fluctuación de los precios repercutía severamente en toda la economía brasileña.

El control de los stocks constituía la posición estratégica de la economía cafetalera, semejante a lo que hacían los EE.UU. con el algodón.

La crisis de 1930. Primer gobierno de Vargas

En lo político, los 30 se inician con la revolución que coloca a Getulio Vargas en el poder, impregnado de un nacionalismo militar que fundamentaba su estrategia de crecimiento económico en una industrialización apoyada en las industrias de base: cemento, celulosa, papel y siderurgia.

Esta revolución significó, en los hechos, el fin del predominio de las oligarquías políticas de San Pablo, abriendo caminos semejantes a los que la Argentina había seguido en 1916.

El rápido crecimiento de la urbanización y de la industrialización, como se vio en el capítulo anterior, cambió la distribución existente de poder político y sentó las bases para la aparición de las grandes coaliciones populistas de estos dos países.

En el caso de Brasil, el Varguismo fue incluso más pragmático a la hora de efectuar sus alianzas, pero nunca perdió el empuje industrialista que lo caracterizó, empuje que fue concretado más por sus herederos, pero que tiene en Vargas su primer articulador serio.

El desarrollo del Brasil estuvo relacionado con dos corrientes que originaron dos tipos de estructuras: Una centralizadora, heredada de la antigua metrópoli y otra basada en las autonomías regionales y locales. Esto se relacionaba con las dificultades de comunicación y por las diversidades económicas-culturales. A partir de 1930 se procuró fortalecer cada vez más la unión en detrimento de las autonomías estatales. Tales tendencias llegaron al extremo de acomodarse a los regímenes autoritarios de transición en la sociedad industrial. Aún así el federalismo permaneció como compromiso constitucional y como mecanismo de negociación política.

En un país de más de 8 millones de kilómetros cuadrados con grandes diversidades regionales, el desafío de Vargas era modernizar un país continente, carente de capitales y recursos humanos, geopolíticamente aislado y de población rural.

En 1930 se sumó otro factor desestabilizador: la gama de actores sociales que se incorporó a la escena política: militares, trabajadores, iglesia, empresarios, intelectuales. Esto acabó por cristalizar en torno al estado las reivindicaciones específicas de cada grupo.

Un rasgo a destacar es que en Brasil no existió un movimiento político que actuara como soporte del régimen. No hubo en los comienzos de la etapa de Vargas, un movimiento del Estado Novo, un partido varguista. El Estado Novo nunca tuvo una consistencia ideológica básica.

En lo que respecta a la inmigración, la década se inicia con una disminución en la entrada de extranjeros y el aumento de la migración nacional entre las regiones. En realidad, la corriente inmigratoria internacional a las zonas cafeteras había venido disminuyendo ya en los decenios de 1910 y de 1920, pero después de 1930 se redujo prácticamente a la nada.

Mientras que el mismo éxito de las anteriores políticas de inmigración había contribuido a crear una reserva de mano de obra en las regiones agrícolas más dinámicas, es también cierto que la evolución sociodemográfica en las zonas rurales tradicionales terminó creando unas importantes fuerzas que propiciaban el éxodo.

La característica fundamental de este periodo es el hecho de que la emigración fuera cada vez más la respuesta habitual del campesino del Nordeste a las condiciones miserables con que se enfrentaba. Si las minorías terratenientes locales habían temido perder la fuerza de trabajo en favor de la economía cafetera, próspera en vísperas de la abolición de la esclavitud, las grandes presiones sobre la tierra, más las largas sequías en el Nordeste hicieron que los esfuerzos para retener a la mano de obra no tuvieran ya sentido. Las familias campesinas considerarían cada vez más justificado enviar al Sur a los miembros jóvenes y productivos que no pudieran encontrar tierra que cultivar. Con el tiempo, no habría ni siquiera mecanismos selectivos operantes porque la "salida" llegó a convertirse para grandes contingentes humanos en la única alternativa a la inanición.

Se ha estimado que entre 1920 y 1940 unas 465.000 personas abandonaron el Nordeste. El movimiento migratorio aumentó sin cesar en el decenio siguiente, rebasando en una medida considerable las fronteras de la economía cafetera. Los habitantes del Nordeste continuaron desplazándose hacia el Sur, no sólo para realizar diferentes actividades agrícolas sino también para entrar en el sector industrial, centrado en San Pablo.

A medida que progresó la industrialización, la integración económica nacional estimuló aún más la migración interregional en favor de las zonas más modernas.

La reacción brasileña a la crisis del 29, no se limitó a los bienes de consumo: en 1932 la producción de bienes de capital aumentó en un 60 % con relación a 1929, mientras que las importaciones se redujeron a menos de la quinta parte de lo que eran antes de la crisis. Liberados de la presión imperialista, los factores internos mostraban una gran capacidad de capitalización nacional.

Hasta la implantación del Estado Novo, en 1937, las industrias de cemento y celulosa tuvieron programas facilitados en términos de tecnología y volumen de capital, lo cual no ocurría con la siderurgia, como ser la fabricación de coque por medio del carbón mineral. Dicha tecnología era costosa en términos de capital y, además, no seria fácilmente aceptada por los países que ya la poseían, los cuales tenían interés en la restricción internacional de ese mercado.

Vargas, aprovechando hábilmente la rivalidad entre EE.UU. y Alemania, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial y explotando los temores estadounidenses de una influencia alemana en el hemisferio, consiguió prestamos del Eximbank y prometió construir una usina, asociado a capitales nacionales, utilizando la tecnología de la United States Steel Corporation para la elaboración del proyecto.

De esta manera, se inicio la construcción – bajo la dirección del Ingeniero Edmundo de Macedo Soares, teniente del ejercito y nacionalista – de la usina de Volta Redonda, entre San Pablo y Río de Janeiro, utilizando el carbón mineral de Santa Catarina e imponiendo el control estatal de su administración, con la ayuda de grandes capitalistas nacionales liderados por Alexandre Siciliano, Guilherme Guinle y Roberto Simonsen, todos estos inmigrantes o descendientes de ellos.

El interés no era solo atraer los capitales nacionales hacia la industria, sino preparar al Brasil para los días que se venían con la Segunda Guerra Mundial. De esta manera, Brasil entra a la década del 40 con ese sentido de emancipación en gran escala; y, durante la guerra paso a tener un amplio control sobre su economía.

Una de las metas de Vargas – no alcanzada – fue la autonomía en la producción petrolera. La escasez de combustible durante la guerra hizo que se adaptaran las flotas de vehículos y camiones para su funcionamiento con gas de carbón vegetal. El racionamiento perjudicó severamente a las industrias y a su desempeño en el esfuerzo de guerra.

El ambiente industrial brasileño sufrió considerables cambios dadas las necesidades de materias primas por parte de los EE.UU. y sus aliados europeos. Por algún tiempo, el comportamiento de las naciones ricas en relación a Brasil cambio diametralmente y "el mundo desarrollado jamás prestigiaría tanto los esfuerzos de Brasil por industrializarse".

Además, la escasez de navíos, producto de la guerra naval en el Atlántico, abrió para Brasil los mercados de Argentina, Uruguay y otros países sudamericanos, incrementándose las exportaciones de algodón, carnes enlatadas y congeladas, aceites vegetales, azúcar, etc., muchas veces con fuertes perjuicios para el mercado interno.

La guerra obligó a la expansión de diversas áreas fabriles, anteriormente casi artesanales, destacándose las del vidrio, latas y embalajes, productos de goma, maquinas-herramientas, sustancias químicas, motores eléctricos, plásticos, explosivos, máquinas de oficina y, principalmente, piezas de automóviles y material ferroviario.

El primer plan quinquenal del gobierno de Vargas se completó en 1943, y a este le siguió otro con el objetivo de mantener el desarrollo industrial en la pos-guerra, debido a que, en realidad, Volta Redonda y las refinerías de petróleo, solo alcanzaron su pleno funcionamiento hacia el final del conflicto, cuando cayó el gobierno de Vargas.

Con respecto a la crisis del "Estado Novo", Corsi plantea, a mi juicio acertadamente, que estuvo relacionada con la situación internacional. La entrada de Brasil en la Segunda Guerra Mundial produjo el definitivo alineamiento de Vargas con los EE.UU. lo cual introdujo una contradicción en el régimen: una dictadura apoyaba a las democracias en la lucha contra el nazi fascismo, lo cual acabaría con el Estado Novo tres años más tarde. Esto no solo obligó a alejamiento de los sectores identificados con el fascismo, sino que abrió espacios para el crecimiento de la oposición.

Segundo gobierno de Vargas: la industrialización como política

Vargas retomaría el gobierno, consagrado por las urnas, luego de la desastrosa política de Dutra. Este último asume en medio de una economía desmantelada por el esfuerzo de guerra.

Uno de los principales actos de gobierno de Dutra fue la política de sobre valorización cambiaria, que en 1947 provoca una fuerte expansión de las importaciones, poniendo fin al objetivo de usar las reservas acumuladas durante la guerra para una política de desarrollo.

Brasil pensaba beneficiarse con la ayuda norteamericana de posguerra. En 1948 se origina el plan SALTE (Salud, Alimentación, Transporte y Energía).

Este plan llevaba implícita la posibilidad de la ayuda estadounidense.

A pesar de eso, el proyecto era un intento de redireccionamiento de recursos y consolidación de las inversiones ya realizadas en estos campos.

El SALTE estaba muy por encima de las posibilidades financieras de Brasil. La ayuda norteamericana no llegó y el Brasil quedó con un fuerte desequilibrio externo.

El segundo gobierno de Vargas, que comienza en 1950, produce un salto en el proceso de industrialización, que desembocaría en la creación de la Compañía Siderúrgica Nacional, empresa estatal de grandes proporciones.

El periodo 1950-1954 es decisivo para la industrialización.

En ese momento, se elevan los precios internacionales del café como consecuencia de la liquidación de los excedentes que tenia el gobierno, junto a la previsión de una mala cosecha.

Esto alivió un poco la crisis de la balanza de pagos y Brasil pudo retomar el proceso de industrialización.

Estos precios del café se mantendrían durante los dos años siguientes.

Preocupado por la guerra de Corea y el clima internacional, el gobierno afloja el control de las importaciones.

Esta acción provoca que la tasa media de crecimiento suba mas de un 7% entre 1951-1952. Esa fuerte expansión era provocada por el sector industrial, que crece al 10% anual en ese periodo.

En el primer año del segundo gobierno de Vargas, las importaciones de bienes de capital aumentaron un 72% y se mantienen en el 2º año.

La tasa de inversión, que era inferior al 10% en 1949, sube al 13% en 1951 y al 14% en 1952.

La creación del BNDE genera los recursos nacionales necesarios para este proceso de reconstrucción de la infraestructura de transporte y energía.

Sin embargo, en 1951, vuelven a acumularse los atrasos comerciales. En ese año, el flujo de capitales es por primera vez negativo. La respuesta del gobierno fue limitar las transferencias al exterior, lo cual hizo que bajaran de 90 millones de dólares a 33 millones en 1952.

En 1953, Aranha ocupa el Ministerio de Hacienda y adopta un tipo de cambio múltiple, clasificando a los bienes importados en distintas categorías según fueran mas esenciales o no.

Esta política no benefició al sector industrial pero permitió que se reforzaran las finanzas estatales para darle continuidad al esfuerzo de inversión en infraestructura.

Brasil había adquirido, en 50 años de intervención en el mercado del café, una sensibilidad para captar los problemas que interferían en los precios de ese producto.

La política cambiaria, orientada hacia la defensa del precio, mantenía sobrevaluada la moneda brasileña, lo cual exigía control de cambios y la selección de las importaciones.

Con estas medidas, los industriales podían importar mas fácilmente insumos y equipamientos para atender a la demanda interna.

En este clima, surgen iniciativas empresariales por todos lados, y San Pablo pasó a ser visto como un foco de progreso industrial.

Mientras tanto, el periodo de restricción inmigratoria redujo de manera considerable la capacidad económica reproductiva que ese flujo poblacional venia implementando hasta la década del 20. La Segunda Guerra también fue un factor de inhibición ya que Italia, Alemania y Japón, países de los cuales venían estos inmigrantes, quedaron, a partir de 1942, del lado opuesto a Brasil.

Durante la guerra, la mayoría fueron norteamericanos, sudamericanos, españoles y refugiados europeos. A esto le siguió, hasta 1950, las inmigraciones italianas, alemanas y japonesas, las cuales se incrementaron fuertemente.

Estos flujos demográficos tuvieron una influencia notable en el comportamiento y evolución de la economía paulista, pues a partir de allí, la inmigración dirigida comenzó a desplazar a la espontánea, muchas veces provocada por los mismos inmigrantes ya instalados que buscaban traer compatriotas con los oficios específicos que ellos necesitaban.

Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fueron terribles para Italia y las condiciones de vida de la península se tornaron cada vez mas difíciles.

El proceso de inmigración resultante, coordinado por la Compañía Italiana de inmigración y Colonización, tendió a masificarse nuevamente, sobre todo con intentos de colonizaciones agrícolas. Sin embargo, en San Pablo, la atracción por la urbanización era notable debido al proceso de industrialización.

Con la abolición del sistemas de licencias de importación, las reservas acumuladas durante la guerra fueron reducidas con importaciones superfluas en detrimento del reequipamiento del parque industrial que ya era obsoleto. Esta falta de reservas estimuló la creación de empresas fabricantes de equipamientos industriales.

Fundadas en las industrias de base, que al final de la guerra ya estaban en pleno funcionamiento, se crearon industrias productoras de bienes duraderos y de capital. De esta manera, se duplicó el número de industrias mecánicas y aumentó también el número de establecimientos dedicados a la producción de materiales de comunicaciones y eléctricos. Fue esta expansión la que posibilitó el desarrollo de industrias de materiales de transporte, la cual seria la base de las industrias de autopartes en la década del 50.

La racionalidad de esta evolución estaba apoyada en sólidos parámetros, o sea en la existencia "de materia prima, de capitales, de técnicas avanzadas, de mano de obra calificada y, sobre todo, de mercados para sus productos."

Sodré da una idea de esta expansión comparando el aumento de producción de las industrias de bienes de capital con las de bienes de consumo entre los años 1940 y 1955: 892 % contra 196 %.

Con relación a la energía eléctrica es bueno destacar el progreso en la región de San Pablo, donde de 184.195 KW, con 18.766 Km. de redes y un consumo de 400 millones de Kw. en 1930, se paso a 990.221 Kw. con 75.636 Km. de redes y un consumo de 4.5 billones de Kw. en 1957. La década del 50 fue fértil en la construcción de unidades generadoras por parte de empresas estatales.

En el sector privado, la apertura gubernamental al ingreso de capitales extranjeros, acabó por inducir a esos capitales a la compra de firmas brasileñas. Fue esto lo que ocurrió con los ramos de automóviles, neumáticos, farmacéutico, cigarrillos, equipos de construcción, eléctrico y electrónico.

En cambio, la participación relativa de las industrias textiles disminuía y otros ramos se estancaban, creciendo apenas en términos absolutos, como ser las industrias alimenticias que intensificaran su modernización.

El proceso de urbanización alterará los hábitos de consumo, creando nuevos ramos como ser los de la confección y los de calzado.

En agosto de 1954, durante una campaña electoral al Congreso, un oficial de la fuerza aérea murió en el intento de asesinato de un editor de un periódico opuesto a Vargas. El asesinato provocó la crisis gubernamental: los mandos militares demandaron que Vargas dimitiera. A primeras horas del 24 de agosto, Vargas acordó renunciar al poder temporalmente en favor del vicepresidente João Café Filho y se suicidó a las pocas horas.

A modo de conclusión

En el transcurso del trabajo se trató de poner de manifiesto la relación entre el movimiento migratorio hacia Brasil y, específicamente, hacia San Pablo, y sus consecuencias en el desarrollo económico y urbano.

La inmigración extranjera en San Pablo atravesó 4 fases diferenciadas, principalmente, en el destino de los inmigrantes:

1. Migración hacia la zona rural, para trabajar en las fazendas de café.

2. Movimiento migratorio hacia la periferia del centro urbano, desencadenando un amplio desarrollo de los circuitos comerciales entre la ciudad y su zona rural.

3. Migración de artesanos y técnicos hacia el centro urbano, movimiento que fue acompañado por inmigrantes que organizaron redes comerciales entre la zona rural y el centro urbano y entre la ciudad y los mercados regionales, nacionales e, incluso, internacionales. Esta corriente migratoria produjo importantes impactos en el núcleo central de la ciudad, con el crecimiento del comercio y los servicios.

4. En las últimas décadas del siglo XIX, llegaron los "burgueses inmigrantes" que organizaron sus empresas industriales y que introdujeron innovaciones sociales y técnicas en la ciudad. Estos, con la diversificación de sus capitales, fueron los responsables de la transformación de la ciudad, con la expansión de la periferia urbana y la introducción de un nuevo modelo de crecimiento urbano. Además, fueron también importantes en la formación de una nueva elite urbana y regional, "mezclándose", como se vio, con las elites terratenientes tradicionales.

Mucho de la modernidad urbana y social de la ciudad de San Pablo se debe a esta ola de inmigrantes europeos que llegados de su continente o de centros económicos más importantes y desarrollados lograron "conectar" la ciudad con los avances técnicos y sociales de las primeras décadas del siglo XX.

Para terminar, lo que se pretendió destacar es la participación de inmigrantes extranjeros en el desarrollo económico, social y urbano de San Pablo. Aunque es imposible no reconocer que el proceso de industrialización contiene innumerables contradicciones sociales y espaciales, tampoco es admisible ignorar la participación de los inmigrantes en los orígenes de la industrialización.

La concentración industrial y comercial generada en gran parte por el asentamiento de capitales de inmigrantes mantuvo a San Pablo como el más importante centro industrial de Brasil. El proceso muestra, también una gran permeabilidad y apertura hacia el exterior, que permitió la actuación de grupos inmigrantes y su eficiente integración en la economía y en la sociedad local.

 

 

Lic. Jorge Salvador Zappino

Partes: 1, 2
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