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Gustavo Adolfo Ruiz, un Maestro ejemplar


Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. Desarrollo
  3. Post scriptum

Introducción

El 20 de octubre de 1989 culminé esta biografía. Fue una asignación de carácter académico cumplida como parte de un Seminario en la carrera de Licenciado en Educación que culminé en la Universidad Central de Venezuela en julio de 1991. Hice entrega del trabajo a mi profesor de ese seminario, Guillermo Luque, quien casualmente fue luego parte del jurado que examinó mi tesis de grado, la cual, aunque fue mención publicación, nunca ha visto la luz por algún olvido por parte de la UCV. Así es que también pienso publicarla en www.monografías.com.

Si este trabajo contribuyó entonces con el acervo bibliográfico de la Cátedra correspondiente, de la Biblioteca de la Escuela o de la UCV, me alegra mucho. Si no fue así, espero que al ser publicado en este medio, entre a formar parte, como un humilde, sincero y respetuoso aporte, al conocimiento de uno de los prohombres de la moderna patria venezolana. También espero que esta experiencia sea útil para quienes quieran escribir con igual o parecida metodología, otras biografías de educadores eminentes y actualmente activos en Venezuela, como podían ser Aureliano Cánchica, Luis Bigott, Juan Perfetti Valdivieso, Freddy Esqueda, Servilia Ramírez de Jiménez y muchísimos otros… (La lista sería, realmente, interminable).

Agradezco comentarios sobre este trabajo, si es posible a mi e-mail: [email protected]. Gracias

Desarrollo

I

Finaliza el año 1918. Las descripciones que hace el corresponsal del Times de Londres por esa época, resaltan algunos aspectos físicos de la ciudad Capital: el tranvía, el Calvario,

…tres ríos que descienden hacia el Guaire: las verdes manchas de las plazas públicas, las numerosas palmeras que se levantan en los jardines y patios, los rojos techos de las casas, el amarilleo de los altos muros de los edificios (…), los imponentes contornos de esta ciudad de las montañas. [1]

Sin embargo, para sus pobladores, imbuidos en los avatares de aquellos días, la ciudad está lejos de ser un pacífico vergel: es víctima del atraso, del desencanto y de las enfermedades que hacen estragos en todo el país. La malaria se ha apoderado de dos tercios del territorio nacional; la influenza española pasa por la nación como ángel desolador. Apenas el año anterior, el régimen había sofocado un movimiento rebelde estudiantil, pero la conspiración continuaba incólume y en 1918 se preparaba un primer intento de derrocamiento del déspota por vía militar que debía estallar el año siguiente. Es la reacción contra el atraso político, social, económico y cultural que, como manto de oprobio, amortaja a la República… Las palabras de José Antonio Calcaño, aunque dichas con respecto a años anteriores, tienen aún plena validez: "hasta los ricos se veían en estrecheces"[2]

En aquella Caracas de 1918, el 23 de Noviembre, nace Gustavo Adolfo Ruiz, hijo del educador Pedro Manuel Ruiz (1870-1921) y de Inés Peraza Blanco.

La familia era de modestos recursos. Así correspondía entonces a una familia honrada, donde el padre se ocupaba del sustento honestamente ganado con el trabajo remunerado que ejecutaba: fue periodista, estadígrafo y educador.

En efecto, Pedro Manuel Ruiz fue un intelectual de gran valía, perteneció al grupo de pensadores positivistas de su época y compartió inquietudes con Pedro Emilio Coll, Eloy González y otros contemporáneos. Como educador no solo fue estudioso de la teoría educativa, sino que publicó trabajos sobre pedagogía y participó en el Primer Congreso Pedagógico celebrado en Caracas en 1895, bajo los auspicios del recién creado Ministerio de Instrucción Pública. Cuando en 1911, por iniciativas del entonces Ministro de ese Despacho, José Gil Fortoul, se produce la famosa reforma teórica y técnica en la enseñanza, inspirada en el pensamiento positivista, el padre de nuestro biografiado, miembro entonces del Consejo de Instrucción del Distrito Federal, forma parte de la comisión redactora de los nuevos programas educativos. Era el mes de octubre de 1911.

Además de esta importante participación en la historia educativa del país, Pedro Manuel Ruiz fue escritor, periodista e iniciador en el país de la estadística moderna, que aplicaba a la demografía; fue autor del libro Demografía Venezolana (1907), primero de si género en Venezuela; también fue autor de El Problema de la Educación, su carácter social y de otros textos. Además, fue un hombre de aguda sensibilidad social y de claro pensamiento político; no fue adepto al gomecismo y participó en la conspiración previa a los intentos militares de 1919. Una delación fue la posible causa de que fuera detenido por los esbirros de la "Sagrada" en enero de 1919, cuando su último hijo tiene apenas cuarenta días de nacido. Pedro Manuel Ruiz murió en la cárcel de La Rotunda, el año 1921. Gustavo Adolfo Ruiz no conocería, pues, a su padre.

En aquellas circunstancias históricas, tener un preso en la familia era oprobioso en el contexto general de una sociedad oprimida y temerosa; pero si además el preso moría en aquellos antros de horrores, la condenación ostracista por parte del gobierno y de los contemporáneos solo podría compararse con el aislamiento social y humano que sufrían los lazarinos en la Judea antigua: se añadían al dolor de la pérdida, la angustia y la pobreza.

Inés Peraza de Ruiz, madre de nuestro personaje, como corresponde a una mujer de honor y temple, características comunes a las madres de los desterrados del régimen, a las esposas de los perseguido y según parece a la Madre Venezolana de todos los tiempos, asume la conducción del hogar con espíritu de lucha: levanta la familia con el trabajo de sus manos hacendosas, cosiendo para las incipientes fábricas de textiles de entonces junto con una hermana del esposo difunto; esto es, con el sacrificio y el orgullo propio de quien nunca se doblega. Los recuerdos de aquellos momentos duros, permanecieron siempre indelebles en la memoria del Profesor Gustavo Adolfo Ruiz:

En aquella época las mujeres casi no producían -nos contó-, pero mi hermana y mi tía se dedicaron a coser para sostener la familia. El trabajo de la mujer en aquella época era muy mal pagado. Recuerdo que estando yo ya algo crecidito, a mi mamá le pagaban cinco reales (Bs. 2,50) por armar un pantalón que la fábrica le entregaba cortado, nada más que para coserlo. No se armaban más de dos diarios, es decir, se ganaba cinco bolívares por día, mientras atendía la máquina y las labores de la casa. Cuando había mucho que hacer, por ejemplo en el mes de diciembre cuando le daban tres o cuatro pantalones, mi madre no hacía otra cosa en todo el día. Incluso en ocasiones casi no comía para no desatender su labor.[3]

Dentro de la familia, reinaban valores que la pobreza no vencía; así, se atendió prontamente a la educación de los niños. Gustavo Adolfo Ruiz recibe las primeras nociones fundamentales en el seno del mismo hogar y posteriormente asiste a la Escuela Federal "Fermín Toro", ubicada en parroquia La Pastora.

Regían entonces en la escuela primaria las disposiciones determinadas por las reformas que introdujo desde el año 1913, el Ministro Felipe Guevara Rojas, sucesor del Dr. José Gil Fortoul, las cuales sufrieron muy pocas modificaciones bajo el régimen gomecista: La Educación estaba dividida en dos niveles: elemental y superior; la duración del año escolar era de 343 días, excepto los domingos, y el calendario iba desde el 7 de enero hasta el 15 de diciembre de cada año. En el nivel elemental, el plan de estudios incluía las siguientes asignaturas: Lectura, Escritura y Elementos de Gramática Castellana; Cálculo Aritmético y Nociones sobre el Sistema Legal de Pesas y Medidas; rudimentos de Urbanidad e Higiene, de Geografía e Historia de Venezuela, de Moral e Instrucción Cívica; Himno Nacional y Cantos Escolares; algunos elementos de Trabajo Manual para varones y de Labores de Mano para las hembras; Lecciones de Cosas y Ejercicios Gimnásticos. El nivel superior agregaba: Geografía e Historia Universales; Ciencia Elemental; Agricultura y Cría; Dibujo y Música; Deportes y, para las niñas, Lecciones de Economía Doméstica.[4]

El ambiente escolar era rígido y uniforme ; las circunstancias dentro de las escuelas reflejaban el clima opresivo reinante en la sociedad: "era el tiempo en que el Ministro sabía exactamente lo que se estaba enseñando a determinada hora del día en todos los planteles de la República".[5]

Mientras tanto, el estado general de la educación era deficitario: el número de planteles en primaria, secundaria y normal era mínimo; la instrucción superior solo era posible en dos universidades: la Central y la de los Andes; en programas de estudios fue poco lo que se avanzó con respecto a las propuestas de Guevara Rojas y Gil Fortoul, pues durante la gestión del Ministro Rubén González, en 1916 y posteriormente en 1931, apenas si se les hicieron pequeñas revisiones, principalmente destinadas a extraer sinopsis con vista a los exámenes de fin de escolaridad de cada nivel o rama.[6]

Era tan grande el descalabro en la educación primaria en aquellos años de dictadura que, a escasos ciento veinte años de la Independencia, más del 80 por ciento de los niños venezolanos estaban sin escuelas; las pocas que existían estaban en un estado de gran abandono: carecían de locales propios y debían funcionar en casa de los maestros o en residencias particulares; carecía de muebles y materiales didácticos y adolecían del personal docente profesional. Mientras tanto, el régimen mantiene el dominio del país con mano férrea e invierte grandes cantidades en otros rubros propios de su sistema de gobierno…

Aparentemente, la historia se desenvuelve con paso lento…

En realidad, aquella calma era aparente… el tiempo era más bien convulso y las noticias referidas a los alzamientos llegaban constantemente a la provinciana capital. El descontento contra la dictadura estaba generalizado y el deseo de liberación marchaba a veces no tan soterrado…

En efecto, en sus veintiséis años de gobierno, Juan Vicente Gómez provocaría unos veinte movimientos en su contra. Las riquezas del país son utilizadas por el gobierno para modernizar sus fuerzas militares y de policía, así como para mejorar a sus cuadros, como medios para contener la insurrección popular.

Sin embargo, el heroísmo no encuentra barreras y hombres como Emilio Arévalo Cedeño, Horacio Ducharne, Sixto Gil, José Rafael Gabaldón, Román Delgado Chalbaud, Zoilo "el caribe" Vidal, Juan Pablo Peñaloza, Rafael de Nogales Méndez, Régulo Olivares, Pedro Elías Aristeguieta, Gustavo Machado, Antonio Paredes, Celestino Peraza, José Rafael Montilla y muchos otros, inscriben sus nombres con diferentes acciones de guerra a través del territorio nacional.[7] No obstante, la dictadura logra imponerse: finalmente, el tirano moriría de muerte natural en 1935, cuando se preparaba una nueva invasión de venezolanos dispuestos a darle el golpe mortal a gobierno.[8]

Para el año final de Gómez, Venezuela contaría con unos sesenta maestros titulares, mientras que la población total del país era de 3.400.000 habitantes.[9]

La población del país era relativamente poca, era poca la matrícula escolar y escasísima la universitaria; pero los sueños de los venezolanos eran grandes: en 1928, una huelga estudiantil encabezada por el fogoso y joven orador Jóvito Villalba, con Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa y otros, logró el apoyo popular necesario para preocupar al general Gómez. Por esos días, la matrícula de la Universidad Central de Venezuela no era superior o estaba alrededor de los 300 estudiantes, de ellos, el número de descontentos activistas o pasaría de 60, pero su fervor conmocionó al país por una semana. El grito de "ala-balaja-sacalapata-lajá" con el cual hacen resonar las angostas calles capitalinas, con no decir nada,[10] se convierte en el símbolo de una rebelión que aguardaba entre acciones policiales, delaciones y cárceles. Los 147.000 habitantes caraqueños –recién censados en 1926–, permanecían a la expectativa de los acontecimientos. En 1928, Gustavo Adolfo Ruíz apenas tiene diez años y cursa estudios primarios, ajeno a la convulsión política que, no obstante, desde entonces, había marcado su vida.

En 1932, cuando Gustavo Adolfo Ruiz estaba egresando de la escuela primaria, con catorce años de edad, apenas se estaba graduando un docente ¡en todo el país! [11]

Precisamente en aquellas circunstancias de desolación en lo educativo y la efervescencia en los ánimos estudiantiles. Gustavo Adolfo Ruíz, por esas coyunturas humanas y familiares irrepetibles, ingresa en la Escuela Normal de Varones de Caracas. Es el año 1931 y su ingreso a la docencia nos lo relató con palabras no exentas de buen humor:

En aquella época, por supuesto, no había lo que se llama orientación vocacional ni nada parecido. En mí no operó eso para nada. En mi familia había tradición educadora o de profesionales de la educación y no creo que eso haya influido mucho o que me despertara vocación… Parece mentira, pero realmente puedo decir que yo no intervine para nada en la decisión. Un día me dijeron en mi casa: "Vamos para el Ministerio, que te vamos a conseguir una beca para que te vayas para la Normal". En esa época no se le preguntaba mucho a uno… y no porque mi casa fuera rígida, sino por obediencia a la autoridad de mi mamá y en consideración a que mi papá tenía [varios] años de muerto; aunque el ambiente era suave y no restrictivo, los hechos exigían decisiones. Recuerdo que fui con mi tía al Ministerio. [El edificio] estaba donde estuvo después la Policía, frente al Concejo Municipal, de Monjas a San Francisco, en esa ala del Capitolio Nacional. Arriba en el segundo piso estaba el Ministerio. Coincidencialmente encontramos allí a un maestro que se llamaba Octavio Antonio Diez, cuyo hermano, Prudencio Díaz, era Director de la Escuela donde yo hice la Primaria. Ambos habían conocido a mi papá. "Un momentico", nos dijo, subió, bajó luego y nos dio la noticia: "Bueno, que se vaya el lunes a la Normal, que ya tiene la beca, ¡porque yo soy el nuevo director de la Normal!" Precisamente se dio la casualidad de que estaba en el Ministerio recibiendo ese cargo y sus instrucciones. [Los estudios en] la Normal de entonces duraba tres años y yo entré con menos edad que la legalmente requerida, 15 años, y directamente del sexto grado.[12]

Pese a la necesidad apremiante de docentes que había en el país, la situación de los estudios de Normal presentaba un cuadro deficiente y lamentable. Hablando de esto, el Prof. Ruiz hace un breve análisis:

¿Cuál era la situación de los estudios para Maestros y de la Educación en general en todo el país? He aquí una referencia concreta: Todos los estudiantes de la Normal eran becados, con internado. La Normal tenía asignadas 60 becas y no se cubrían, es decir, en el país no habían 60 hombres que decidieran estudiar educación. Era el año 1931, vivíamos en el estado de deterioro final del gomecismo. Hay ahora por allí un grupo de gente a quienes yo llamo "las viudas de Gómez" que quieren defenderlo. Yo no digo que él no hizo nada; algo hizo y bastante "maluco", pero yo sostengo que el gomecismo se puede juzgar como sistema, en razón de las grandes necesidades nacionales: la educación, la salud, la vialidad, el urbanismo… ¿Qué hizo Gómez? Allí es donde tenemos que ver: lo que hizo por el país o lo que desarrolló como política gubernamental. ¿Qué, hizo la carretera trasandina? Él no hizo sino ampliar veredas, limpiar lechos de quebrada, cortar cerritos… En educación, ¿qué hizo? Cuando yo entré a la Normal el curso anterior, es decir, el que pasaba a segundo año, era el más grande que había habido en la historia de la [Escuela] Normal de Varones de Caracas: 24 alumnos. La [anterior] que ya estaba en tercer año, eran seis estudiantes. Y la previa a [esa] había sido de sólo uno; y antes de esa, también, uno. Quiere decir que hubo un momento en que la Normal tenía ocho alumnos: seis en primer año, uno en segundo y uno en tercero. Te puedo decir hasta los nombres. Cuando eran ocho, el que estaba en tercer año se llamaba Silvio Orta […]; en el segundo año estaba el otro, ése sí murió [ya], fue secretario de la Cámara de Diputados por [Unión Republicana Democrática] URD, en su tiempo, se llamó Félix Cordero Falcón. Y de los seis, me acuerdo de los nombres de algunos. Por cierto que hay uno […] cuyo nombre vi hace poco en unos libros que mandaron a los maestros con una carta del Presidente Lusinchi, donde éste decía que esa remesa era como un recuerdo a su maestro Luis Cabezas Martínez. Fue maestro de Lusinchi; estuvo en la [Escuela] Normal dos años antes que yo. Volviendo a la situación de la Normal, cuando yo entré, éramos seis alumnos en tercer año, veinticuatro en segundo y nosotros [en primero] éramos dieciséis. No llegábamos a cincuenta, éramos cuarenta y seis. Pero como había sesenta becas, la diferencia se llenaba con estudiantes universitarios e inclusive, dos de primaria; comían y vivían allí con becas de normalistas; pero eran estudiantes de bachillerato en su mayoría… Nadie estudiaba para maestro ¿por qué?

El profesor Ruíz contestó su propia pregunta con la fluidez de quien siente revivir en su memoria hechos y datos con una nitidez sorprendente:

En primer lugar, para el hombre [la carrera] no servía; para la mujer era algo el sueldito tal. Te advierto que cuando yo me gradué se trabajaban cinco horas diarias y entré ganando 230 bolívares. Era el año 1934. Me acababa de graduar y entré a trabajar ese mismo año. Subieron a 25º bolívares después que murió el general Gómez, es decir, el año siguiente. Eran ciento quince bolívares mensuales para comer, vivir y tal. [13]

Para calibrar debidamente el poder adquisitivo de aquel sueldo el profesor Ruíz hace una aclaratoria:

La gente tiende a decir: "¡Ah, pero [en aquel] entonces eso era un platal!" Pues, no. Eso no fue un "platal" nunca. Les voy a dar una comparación, que es como mejor se ve: un flux de casimir inglés costaba 250 bolívares, el sueldo de un mes. Como ahorita [1989] que una persona gana seis u ocho mil bolívares y un flux cuesta quince mil. Es decir, en función del valor real del dinero […] aquello siempre fue poquito.[14]

La Escuela Normal de Varones donde estudió el profesor Gustavo Adolfo Ruíz estuvo ubicada en Villa Zoila, el Paraíso, Caracas, donde por muchos años funcionó la Inspectoría General de Tránsito.[15] El año en que nuestro biografiado entra a la Escuela Normal, ésta había sido cambiada para un local construido para la Cárcel del Obispo, que había sido edificada entre 1927 y 1928 por el ingeniero Gustavo Wallis Legórburu, el nombre se debe al nombre del cerro donde fue edificada. Para 1931, había dos instituciones que formaban docentes en Venezuela: la Escuela Normal de Varones, de Caracas, y la Escuela Normal de Mujeres, de Valencia, estado Carabobo.

Los estudios normalistas de aquellos tiempos, en el criterio del biografiado, eran de muy poca calidad. En su opinión, valían más la pena los estudios del nivel universitario, pues en general la educación estaba bastante deteriorada. En la formación del docente había un objetivo general implícito más que expreso, como era la preparación de personal para la enseñanza; pero el Plan de Estudios era bastante débil. Se trataba de los programas de ampliar los conocimientos adquiridos en la Primaria, en el supuesto de que el futuro profesional que iba a enseñar tale asignaturas, debía conocerlas un poco mejor. Una vez que se cursaban estas asignaturas, también se incluían, a partir del segundo año, las siguientes:

[…] pedagogía, metodología, psicología pedagógica, legislación escolar, francés, dibujo, gimnástica, economía escolar, historia de la educación normal, organización y régimen de las escuelas normales, inglés, música, lógica aplicada.[16]

A este respecto, cabe destacar que la psicología que se enseñaba en la Normal como pedagógica, estaba atrasada en relación con el adelanto científico de la época, aún se enseñaba como aplicable y única psicología pedagógica la propuesta por Juan Federico Herbart a pesar de que Guillermo Wunbdt el filósofo alemán, había fundado ya la psicología experimental, mucho más avanzada que aquélla.

Hablando de los conocimientos que impartía entonces la Escuela Normal, Gustavo Adolfo Ruíz, expresó:

Aquella Normal daba poco. Cuando entré a ella venía de una primaria elemental. La Normal tenía tres años. En primer año volvías a ver Aritmética, Geografía, Física, Química, Historia de Venezuela, como quien dice: "si tú vas a enseñarlas, tienes que saberlas mejor". Los otros dos años, sí eran profesionales: veíamos Pedagogía y Psicología […] era una psicología filosófica todavía, la pedagogía era herbartiana, de fines del siglo anterior. No conocíamos nada de lo que se llama hoy Escuela Nueva, que para entonces ya teñía como treinta años andando; no conocíamos al señor John Dewey, ni al señor Piaget ¡nada de eso! Yo vine a conocerlos después. Aquella fue una formación elemental, muy deficiente, con eso salí yo: ese fue mi zurrón para empezar el camino ¡el palito y el bojotico que yo llevaba al campo de trabajo era ese! [17]

Para referirse a su vocación, en la entrevista de donde hemos extraído las palabras del maestro, Gustavo Adolfo Ruíz nos comentó

Yo fui a la Normal casi por una necesidad. Mi familia estaba muy mal desde la muerte de mi padre, y se presentó la oportunidad, por una circunstancia fortuita Yo pude ser un "niño bien"; quizás la pobreza me ha dado una buena cosa: sensibilidad social que no tendría, porque yo he vivido en barrios: en Sabana del Blanco, por ahí […] Pero mi padre tenía buena posición: el fue Director de Estadísticas del Ministerio de Fomento, fue un personaje en su tiempo; estuvo con Gil Fortoul en el Ministerio de Educación; pero el año diecinueve conspiró contra Gómez, fue a dar a la Rotunda y murió allí. Así que quedamos en la pobreza… Y una cosa muy curiosa: creo que nunca hubo mejor escogencia que mis estudios de normalista; esto me ha gustado a mí y lo vivo intensamente, disfruto con la profesión, y todavía vivo inventando qué hacer para enseñar algo., de manera que conmigo en eso no se equivocaron. Yo no soy un individuo frustrado porque no hice "tal cosa"; no soy un resentido porque yo quisiera ser un personaje universitario y no lo fui, no, no, no, nada de eso, porque no soy ni universitario siquiera, aunque he sido director de una Escuela universitaria…[18]

II

Gustavo Adolfo Ruíz egresa como Maestro de Instrucción Primaria de la Escuela Normal de Varones de Caracas, en el mes de julio de 1934. Las circunstancias políticas, económicas, sociales, culturales y educativas no han variado desde que su padre dio su vida en aras de una Venezuela más libre y progresista: el oprobio tiende su manto sobre el país. El régimen de Gómez continúa en pie: "El petróleo brinda al gobierno, además de dinero, armamentos y cooperación técnica de las potencias imperialistas que apoyan al tirano"[19] Pero tal cooperación no se extiende a otros campos. El estado de atraso del país se manifiesta inclusive en sus centros de enseñanza.

La pobreza de la familia Ruiz Peraza inspira y obliga a aplicar medidas drásticas. El ingreso del recién graduado docente, se hace por medio de alterarle la edad, dado que la ley exigía tener 18 años para ingresar al ejercicio de la docencia, y el Maestro Gustavo Adolfo Ruíz para aquel año tenía apenas 16. Había ingresado a la Normal con sólo trece años.

Gustavo Adolfo Ruíz nos dijo:

Si a mi me dijeron: "¡A ti te van a regalar un flux y te van a mandar de vuelta para tu casa, tú no vas a poder trabajar así! Entonces tuvieron que "ponerme" mayor de edad por la exigencia de la parte legal del ejercicio docente, que era de que era de dieciocho años.[20]

El profesor Ruíz, pues, inicia su carrera docente en la Escuela Federal "Casrlos Borges" en su mismo año de su graduación como maestro: 1934. Aquella escuela era de gente pobre también, estaba ubicada en lo que entonces se llamaba El Empedrado, hoy Avenida San Martín, de Caracas. Estaba frente al actual Grupo Escolar "República del Ecuador" y diagonal a la tienda "Maxi"s" de hoy.

De los dieciséis egresados de la Escuela Normal en 1934, sólo dos quedan ejerciendo en Caracas: el maestro Pablo Mogollón, quien posteriormente llegaría a ser Director de la Normal de Valencia, y nuestro biografiado. El resto de la promoción fue al interior de la República. Las necesidades educativas y pedagógicas del país eran inmensas. En efecto, persistía en todo el país un abandono total en esta área, y así lo dijo GAR:

Durante el régimen de Juan Vicente Gómez, con más de3.360.000 habitantes, nunca llegó a haber inscritos en la primaria ni siquiera 250.000 niños; la cifra que trae la Memoria del Despacho de Instrucción Pública es para diciembre de 1935 es: 122.134,, con un promedio de asistencia reducido a 90.156. El total de escuelas –para ese año–: 2.157, lo forman: 1.270 federales unitarias; 201 federales graduadas, 294 estadales, 210 municipales, 114 particulares públicas y 68 particulares privadas. No había escuelas rurales, ni casi instrucción nocturna. En todo (sic) Venezuela funcionaban en 1935: 188 cátedras de educación secundaria oficial, en solamente 3 liceos y 15 colegios, con algo más de 1.100 asistentes. El alumnado de las dos únicas escuelas normales, lo componían 115 jóvenes (65 hombres, la reapertura de la escuela fue en 1913; y 50 mujeres, su plantel había comenzado en 1892). Las dos universidades sobrevivientes suman 1.532 estudiantes (1.256 la de Caracas, y 276 la de los Andes)[21]

Otro autor asegura que

La historia reconoce, no obstante, la existencia de casos (en lo docente) de verdadera abnegación y sacrificio entre los educadores conscientes quienes con devoción y heroica actitud se consagraron con desinterés a mantener y transmitir la herencia cultural venezolana durante tan prolongada como difícil época.[22]

Precisamente, entre este grupo de docentes de espíritu servicial, se encontraba Gustavo Adolfo Ruíz, tal como veremos más adelante.

En la Escuela Federal "Carlos Borges" se desempeñó durante un año, específicamente hasta octubre de 1936. Esto significa que era docente en dicha escuela cuando murió el tirano. "Estando allí, decidió morirse el general Juan Vicente Gómez", recordó con su contagioso buen humor.

La muerte de Juan Vicente Gómez fue el inicio de un despertar para todo el país y en todos los órdenes. Pareció una verdadera revolución:

La prensa, activa e inteligentemente aceptó con fervor toda sugestión, iniciativa o petición relacionada con la Instrucción. Los educadores e intelectuales, asociados o individualmente, glosan el obligado tema docente y critican y exponen y proponen, atacando el carcomido sistema, correcciones indispensables urgentes de naturaleza educativa. [23]

Con el lema de la legalidad como factor sustentador de una nueva manera de gobernar, asumió la presidencia el general Eleazar López Contreras, quien en su "Programa de Febrero", expresó:

Es solo cuando los ciudadanos disfruten de sus libertades en su ambiente de mutua consideración y respeto a la ley, y respaldados por la acción protectora del Gobierno, como podrán realizarse útilmente las reformas necesarias para extirpar gradualmente los vicios del pasado. [24]

Al hacer memoria sobre aquellos importantes acontecimientos, el Profesor Gustavo Adolfo Ruíz, nos expresa lo siguiente: "Cuando se murió el general Gómez, el país despierta: sabe que a pesar de que van tres décadas, no está aún en el siglo veinte"[25]

En efecto, se había perdido un tiempo extraordinario. Había un 80% de analfabetismo, las enfermedades epidémicas todavía cundían por el territorio nacional; había ciudades donde no se podía dormir sin correr el riesgo de tener paludismo a los tres o cuatro meses; las mismas enfermedades comunes diezmaban a la población porque no existía sanidad ni prevención. En el país, apenas si se conoce para entonces la vacuna contra la viruela desde los tiempos de José María Vargas, y el panorama no había cambiado mucho.[26]

Así como el país despertó en lo político –nos narra nuestro protagonista-, también lo hizo en otras áreas. Se cayó en la discusión de todo y todo fue cuestionado; y todo fue encontrado deficiente y surgió un gran espíritu de recuperar el tiempo; aquello fue eminentemente emocionante: Uno tenía qué hacer, por qué estudiar, por qué pensar y por qué discutir; nació y hubo una mística. Lo que se logra en otros países, digamos por nombre uno: Cuba, o con una revolución, eso se logró aquí con sólo la muerte natural del general Gómez; un cambio de actitud de la gente de querer limpiar el pasado y plantear una revolución. Aquí hubo realmente una revolución con dos o tres muerticos que hubo en diciembre y otros en febrero del 36, pero que no tenían nada que ver con la situación, simplemente eran resabios con el gomecismo, más nada. No fue un movimiento cruento para alcanzar la conquista revolucionaria. No. Fue una revolución natural que se produjo por el hecho mismo de que nos dimos cuenta de que el país estaba dormido y que todos debíamos despertar y trabajar para construirlo.[27]

El presidente, anterior Ministro de Guerra y Marina del régimen gomecista, el general Eleazar López Contreras, sin haber sido político se manejó con una gran habilidad política. En primer lugar, la situación pareció colocarlo ante una difícil alternativa: seguir el camino de las dictaduras o democratizar el país. El 14 de febrero del año 1936, estuvo a punto de caer:

Se le fue un gentío encima –recuerda G.A. Ruiz–; pero él fue hábil y logró mantenerse, y de allí en adelante, el mismo mes de febrero, él presenta un primer intento de programa de gobierno, programa que nunca había habido en el país; y empieza con una política que él mismo llamó de "calma y cordura". Él trató de apaciguar porque el futuro se veía violento. La gente joven –Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Miguel Acosta Saignes, toda esa gente venía a cogerse este país, todos sin experiencia. Lo que tenían eran ideas políticas, pero no tenían experiencia de gobierno; aunque por otra parte ellos ayudaron a López Contreras a quitarse a los realmente gomecistas de encima; él apenas se quedó con los que le fueron fieles y lo ayudaron a enfrentar lo interno del gomecismo, para él llegar a la Presidencia. Pero había el otro grupo, el grupo conservador, de mentalidad estática y miedo al gran fantasma de entonces y que ya no asusta a nadie, el comunismo. Esto lo blandían de muchas maneras y lo usaban de muchas maneras porque también habían tomado una posición no comunista o al menos más disimulada, como Rómulo Betancourt, es decir, otros habían dado la vuelta al convertirse en socialdemócratas; y López manejaba entonces el asunto con mucha prudencia, mientras que a su vez hacía el trabajo de política general, de crear servicios, las instituciones necesarias y de instrumentar a un país que no tenía nada.[28]

Puede decirse […] que desde el histórico año de 1936, Venezuela se incorporó, si bien con graves y explicables fallas, a la dura batalla de la civilización a través de la Escuela [29]

La educación fue instrumento fundamental para los retos que entonces se le planteaban al país. Y el Maestro, a pesar de su escasa preparación académica., asumió la actitud correcta que la historia le reclamó. Gustavo Adolfo Ruiz, se encontró por lo tanto ante una particular situación:

Yo tuve algo (y eso sí van a tener que envidiárnoslo las nuevas generaciones); algo que no dan los libros, sino que lo que lo dan las situaciones si uno responde: Una situación sumamente estimulante, si tú la recoges, si aceptas lo que llaman "ahora el frente", y responde a ella, puede hacerte mucho bien. Yo tuve la actitud correcta de aceptar el reto y prepararme.[30]

Al celebrarse la Primera Convención Nacional del Magisterio en Caracas, entre el 31 de agosto y el 5 de septiembre de 1936, las palabras de Luis Beltrán prieto Figueroa, recogen el sentir de los maestros de aquellos días retadores:

¡Vamos al porvenir! Venezuela se incorpora decidida a Yo tuve algo (y eso sí van a tener que envidiárnoslo las nuevas genera superar su atraso y en su desperezamiento sacude el marasmo, y lo mejor de su pueblo: sus maestros, sus niños, su juventud, están aquí para prestarle ayuda. [31]

III

"Existe una establecida y legítima convicción de que el fin del régimen gomecista, en diciembre de 1935, marca para Venezuela el inicio de un nuevo tiempo histórico".[32] Aunque el paso hacia una Venezuela moderna se le hace aparentemente difícil al nuevo gobernante, este se maneja a la altura de aquella coyuntura. Inicialmente conserva a algunos no tan connotados herederos del tirano y a otros casi desconocidos. Cuando el 26 de diciembre de 1935 el Congreso –conformado por gomecistas– lo escoge para completar el período presidencial que concluiría en el mes de abril de 1936, ya López Contreras tiene asidas muy bien las riendas… y comienza a barrer los vestigios caudillistas.

En la ciudad de Caracas desaparece la lóbrega cárcel de La Rotunda, donde muriera el padre de Gustavo Adolfo Ruíz, y se edifica la Plaza de la Concordia: un símbolo del espíritu que primero invoca el pueblo, aunque para entonces la sociedad civil no estaba tan liberalmente organizada. El gobierno manifiesta timideces, contradicciones y limitaciones, que aún hoy son motivos de beligerancia entre quienes fueron protagonistas y que juzgan el período; pero se reconoce que había comenzado un cambio…

En efecto, comienzan a surgir organizaciones políticas: Unión Republicana Democrática, Movimiento de Organización Venezolana (ORVE) y el Partido Republicano Progresista. El Partido Comunista de Venezuela existía ya desde el año 1931. DE ORVE se originaría primero el Partido Democrático Nacional, del cual luego -en 1941- nacería Acción Democrática. Pero el gobierno de Eleazar López Contreras se niega todavía a legalizar los partidos, expulsa de Venezuela a cuarenta y siete dirigentes populares, auspicia ante la Corte Federal y de Casación la eliminación de credenciales a los diputados desafectos al régimen, disuelve grupos políticos y sindicales y mantiene amordazada y vigilada a la prensa. Pero por otra parte, el gobierno mismo promueve la reducción del período presidencial, prohíbe la reelección del Presidente después de su período legal y fija la responsabilidad del mandatario en común con sus ministros.[33]

A pesar de todo este cuadro, el desarrollo del país se pone de manifiesto en diferentes aspectos. El proceso se ha iniciado: hay un incremento en las empresas del Estado, en febrero de 19036 el Ministerio de Instrucción Pública se le cambia el nombre por el de Ministerio de Educación Nacional, lo que muestra un criterio de mayor amplitud y de otra filosofía educativa. Comienza la expansión universitaria; se organiza la clase obrera, que todavía sufre algunas persecuciones bajo López Contreras; aunque logra una histórica huelga desde el 11 de noviembre de 1936 al 22 de enero de 1937: los patronos reciben el mandato de emplear no menos del 75 por ciento de trabajadores venezolanos. En 1936 se legalizaron 113 sindicatos.

Se comienza la incorporación del medio rural a la vida nacional; se promueven colonias agrícolas: Chirgua, Guanare, Mendoza, Guayabita y Rubio.

La Federación Venezolana de Estudiantes, conducida por el principal tribuno de aquellos tiempos, Jóvito Villalba, cumple una función orientadora que marco un hito en la historia política, estudiantil, educativa y democrática del país. Durante el período de López Contreras pasan por el Ministerio de Educación Nacional, siete ministros. Del 18% de matrícula escolar que encontró, el régimen logra aumentarla al 28%. Se duplica el número de docentes federales, alcanzando la cifra de 3. 772 y los alumnos normalistas llegan a 1.1.38.[34] También aumenta el número de las Escuelas Normales y en septiembre de 1936 el gobierno decreta la creación del Instituto Pedagógico Nacional, con sede en Caracas.

En el despertar del año 1936 juega un papel fundamental en lo educativo, la Federación Venezolana de Maestros, "pese a infundios interesados en su descrédito que la hacían [aparecer] dentro de la órbita de la ultra-izquierda"[35]

Esta institución gremialista sirve de soporte a la divulgación del pensamiento pedagógico más actualizado; se empieza a conocer la Escuela Nueva en Venezuela y se abre una sed de lectura y de autodidactismo al cual no escapó Gustavo Adolfo Ruíz:

Quisimos ponernos al día. De ahí viene la raíz del autodidactismo que se prolonga durante toda mi vida profesional –expresa-; empezamos a leer y a discutir. Llegaron obras de España, toda la pedagogía francesa -que era muy buena-, y la de los alemanes, todo ello traducido en España, (donde hizo una gran labor) por Lorenzo Luzuriaga. Sí, además de lo que él mismo escribió, su gran labor fue la difusión del nuevo pensamiento educativo en América. Todo eso lo leíamos nosotros, los maestros inquietos de entonces. Y ese estudio condujo a que todos discutiéramos, que tratáramos de hacer ensayos. De no haber habido esa interrupción del gomecismo que tuvimos nosotros (aunque en 1911 tuvimos la primera influencia de modernidad con el positivismo y el reformismo), mucho antes nos hubiéramos preparado.[36]

Desde el 31 de agosto y hasta el 5 de septiembre del significativo año 1936, se celebra en Caracas la Primera Convención Nacional del Magisterio Venezolano. Las ponencias allí presentadas por los docentes son el punto de partida de la transformación auspiciada por hombres como, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Luis Padrino, Pedro Arnal y otros muchos.

El gobierno no descuida –tal vez por razones políticas-, la modernización de la educación. Se establecen escuelas experimentales, entre las cuales destaca la "Escuela Experimental Venezuela" en Caracas, y se comienzan a aplicar los nuevos métodos pedagógicos. "se introducen con más entusiasmo que éxito los llamados Centros de Interés así como se ensayan apriorísticamente loa principios pedagógicos" modernos; [37]así mismo, se revisan las condiciones económicas de los docentes, de 230 bolívares mensuales, en 1936 el sueldo fue aumentado a 250. El docente ahora podría comprar libros para ilustrarse:

Todas esas circunstancias de ese clima de empuje, de renovación, de cosas diferentes, de hacer, de promover unido al clima concreto pedagógico, esa fue mi "Gran Escuela Básica" –confiesa G.A. Ruiz-. Allí sí creo yo que fue mi formación más bien que en la Normal.[38]

El positivismo y el reformismo de la época gomecista arrancaron a escasos tres años de iniciarse aquel régimen y feneció prontamente, ahogado en la barbarie. Sin embargo, en otros países de América Latina sí florecieron, como en Argentina, Chile y Uruguay, gracias a situaciones políticas totalmente distintas a las nuestras. No obstante, tales movimientos volverían al país en 1936, gracias a las gestiones realizadas por uno de los desterrados del gomecismo en Chile, el "maestro de escritores", Mariano Picón Salas.

Partes: 1, 2, 3
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