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Utopía y realidad de la integración Latinoamericana (página 2)


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Ante este acontecimiento, Lugones, quien a la sazón formaba parte de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones, reacciona diciendo que el programa de la Unión es inaceptable pues constituye "una reedición de dos cosas viejas y malogradas por la experiencia: el americanismo bolivariano y el socialismo". Entre los argumentos que esgrime en oposición a los objetivos de la Unión, encontramos afirmaciones que están en consonancia con la tesis del amargamente célebre "Discurso de Ayacucho" en el que sostenía la caducidad del sistema constitucional del siglo XIX y anunciaba que "ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada".

Dos son los principales argumentos: por un lado se afirma que la América Latina es "mera expresión etnográfica", sin posibilidad de transformarse en una entidad política. Y, si así fuera, no resultaría conveniente a la Argentina figurar en ella, porque siendo la patria originariamente una "expresión de potencia y victoria" y no una entidad de derecho, su política será siempre la de su conveniencia, "la soberanía nacional es incompatible con la justicia internacional". Por lo tanto sería imposible aceptar la cláusula de la Unión que preconiza la solución arbitral de los litigios entre naciones de América Latina. Por otro lado, contra la voluntad de la Unión de garantizar la independencia y libertad frente a los Estados capitalistas extranjeros –que es una clara referencia a los Estados Unidos–, Lugones afirma que "no existe una sola prueba concluyente del «imperialismo capitalista» de aquel país" y que "no hay en América política internacional posible sin los Estados Unidos".

Lo mejor que puede, entonces, pasar –enfatiza en otro discurso de la misma época– es el fracaso de las ligas continentales preconizadas contra los Estados Unidos. Por otra parte, eso no es más que ideología literaria. … Política, sobre todo en lo internacional, significa conciliación de intereses.

Propone, por tanto una política de asociación de intereses de los países de la cuenca del Plata –Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil–, comenzando por la "unificación aduanera de Buenos Aires y Montevideo", que presupone comunicación ferroviaria directa, policía conjunta de contrabando, régimen proteccionista, consorcio monetario y distribución proporcional de los costos. Se trata, según Lugones, de ir formando una confederación internacional sobre bases comunes existentes –situación geográfica, idioma, instituciones políticas y religiosas, vinculación histórica–. Muchos factores favorecen la posición Argentina en la política del Plata, sin embargo hay condiciones que aún deben lograrse. Para Lugones los obstáculos más importantes proceden del liberalismo que predomina en las constituciones del siglo XIX. Sostiene que el "extranjerismo liberal" ha producido resultados funestos: "abundan los hijos de extranjeros, sobre todo escritores y universitarios, que manifiestan su menosprecio al país de nuestros mayores, rompiendo la vinculación histórica que constituye espiritualmente la Patria"; a ello se suman "la incapacidad del conjunto político llamado pueblo, para comprender y realizar la tarea … de elevación espiritual de subordinar al bien común todo interés egoísta"; "la falacia del ente político, creado por la ideología liberal bajo el nombre de ciudadano" con que se denomina a la masa "siempre ignorante, anárquica y concupiscente", a la que es necesario educar y disciplinar bajo "la triple acción de escuela, familia y autoridad". Según Lugones, a diferencia de los Estados Unidos, donde el carácter deliberativo del pueblo hace posible la democracia, entre nosotros ella es una "calamidad", pues no son las ideas las que gobiernan, sino las necesidades, "de suerte que la autoridad debe asumir con mayor amplitud la forma de mando".

Subyace a la propuesta de Lugones una concepción excluyente de lo nacional, en que la dicotomía nosotros – los otros sirve para establecer una frontera interna infranqueable, que separa de un lado a los intelectuales partidarios de lo que el autor llama "extranjerismo liberal" y junto a ellos el pueblo, menospreciado como masa ignorante e incapaz de comprender el interés común, al que sólo cabe disciplinar. Del otro lado se encuentran quienes participan del verdadero sentido de la soberanía nacional y están llamados a imponerlo por la autoridad y el mando.

En efecto, se trata de un nacionalismo basado en una idea de nación entendida como una realidad profunda y homogénea, asociada a una concepción de la soberanía como "potencia" que es incompatible con la justicia internacional. Desde esta perspectiva el proceso histórico de la inmigración constituye un obstáculo que interrumpe la continuidad histórica y espiritual de la patria. Asimismo el concepto de "ciudadano" es rechazado como falacia, ya que nivela en el plano político realidades sociales incompatibles. Así pues, Lugones expresa un nacionalismo conservador que distribuye la solidaridad y la exclusión de modo tal que en la práctica deviene un expediente legitimador de regímenes autoritarios, bloqueando toda posibilidad de proyectar y construir vías de integración entre los países de América Latina basadas en la cooperación, el respeto mutuo y la democratización de las estructuras políticas de decisión. La confederación de la cuenca del Plata que el autor esboza supone un proceso de asimilación asimétrica del otro en un nosotros pretendidamente homogéneo.

2. Latinoamericanismo, discurso integrador y antiimperialista en José Ingenieros.

Sin embargo en el universo discursivo de la época se dejaron oír otras voces que, sin descuidar aspectos culturales e históricos, acentuaron la dimensión política y social de lo nacional; potenciando otras formas de ejercicio de la solidaridad, tanto hacia el interior –entre los connacionales–, como hacia otras naciones –tendiendo lazos de unión hacia los países de América Latina–.

Desde que se produjo la convocatoria a la Primera Conferencia Internacional Americana, los mensajes de José Martí, desde las páginas de La Nación, advertían acerca de la necesidad de reconocer los rasgos que nos diferencian del país del norte y tomar distancia respecto de las pretensiones del panamericanismo. A través de sus Crónicas, denuncia José Martí que a pesar de la aparente mansedumbre de la convocatoria, sus verdaderos intereses estaban enderezados a lograr el predominio de los Estados Unidos sobre los pueblos de la América. También en La Nación se anticiparon desde 1900 las páginas del Ariel de José Enrique Rodó, cuyo mensaje latinoamericanista tuvo amplia repercusión. Se llegó a sostener que el concepto de "latinoamericano" había surgido como reacción del espiritualismo del sur frente al utilitarismo del norte, tal como surge de algunos de sus pasajes. Este clima de ideas moviliza las concepciones sobre el destino de América de José Ingenieros, quien procedente de una línea de pensamiento diferente a la de Rodó, el positivismo, incorpora la problemática social y política, avanzando hacia una concepción claramente latinoamericanista y antiimperialista.

El discurso latinoamericanista y antiimperialista de José Ingenieros se conjuga con una concepción de lo nacional incluyente de la diversidad. Seleccionamos dos textos suyos en los que se pone de manifiesto la índole del "patriotismo nacional" compatible con el ideal de integración latinoamericana. Nos referimos a "Terruño, nación, humanidad", publicado en la Revista de Filosofía en agosto de 1920, y a la conferencia pronunciada el 11 de octubre de 1922 en homenaje a José Vasconcelos, entonces Ministro de Educación Pública de México, con motivo de su estancia en la Argentina. Ambos textos corresponden al último período en el desarrollo del pensamiento de Ingenieros, que según Oscar Terán comprende los escritos producidos entre 1918 y 1925. Durante esta etapa su pensamiento político incorpora las variables más importantes de la política internacional: la experiencia de la primera guerra mundial, el distanciamiento de las expectativas wilsonianas y la revolución rusa como ensayo positivo exterior al capitalismo. Entre los elementos de la política local y regional, cabe señalar su adhesión a la Reforma Universitaria y al movimiento antiimperialista latinoamericano. De modo que en los discursos de esta época la antinomia principal alude a la oposición entre el capitalismo y la lucha de los pueblos por una vida más justa. Al mismo tiempo; Ingenieros introduce cierta relativización del positivismo manifiesto en los escritos anteriores y sostiene que los ideales morales se determinan según individuos, clases, naciones, razas, aun cuando aspiran a la universalización. Convertidos en "fuerzas morales", esos ideales encarnan en grupos sociales concretos, especialmente en la juventud.

En el primero de los discursos mencionados se establece la diferencia entre el "terruño", que es "la patria del corazón", y la "nación", que es "la patria de la vida civil". El terruño está ligado al medio físico y no está determinado por conceptos políticos. Del amor al terruño nace un "patriotismo ingenuo" y limitado al horizonte geográfico. La nación, en cambio, representa intereses e ideales colectivos, requiere cierto grado de reflexión histórica y abstracción política, de modo que "el patriotismo nacional" surge de la afinidad entre sus miembros. El civismo –afirma Ingenieros– tiene un fondo moral, "es convergencia en la aspiración a la justicia, en el deber del trabajo, en la intensidad de la esperanza". Por el contrario, "el culto mítico a la patria, como abstracción ajena a la realidad social, fue siempre característico de tiranuelos que inmolaron a los ciudadanos y deshonraron las naciones".

Con respecto a la humanidad, sostiene que es "la patria del ideal". Este ideal consiste en la aspiración a la armonía de los pueblos, es decir, a la

Solidaridad organizada de culturas heterogéneas… [ya que] la justicia no consiste en borrar las desigualdades, sino en utilizarlas para armonizar el conjunto… La solidaridad debe concebirse como un equilibrio de partes cada vez más diferenciadas, capaces de cumplir mejor sus funciones en beneficio propio y de los demás. Cuando un pueblo pierde la noción de la interdependencia, tiende a romper el equilibrio en su provecho, desencadenando la guerra en perjuicio de todos.

La concepción de la "humanidad" como realidad heterogénea permite anticipar la posibilidad de nuevas formas de civilización mediante la confederación de pueblos, sobre todo si estos poseen semejanzas de origen, idioma, costumbres, intereses. Tal es el caso de los pueblos de América Latina desde el Río Bravo hasta el Estrecho de Magallanes.

Esa posibilidad histórica merece convertirse en ideal común, pues son comunes a todos los pueblos las esperanzas de progreso y los peligros del vasallaje…

Frente a las fuerzas inmorales del pasado, la esperanza de acercarnos a una firma solidaridad sólo puede ser puesta en la nueva generación, si logra ser tan nueva por su espíritu como por sus años. Sea ella capaz de resistir a las pequeñas tentaciones del presente, mientras adquiera las fuerzas morales que la capaciten para emprender nuestra gran obra del porvenir: desenvolver la justicia social en la nacionalidad continental.

Conocida es la tarea de publicista del mexicano José Vasconcelos, quien impulsó la creación de la Unión Latinoamericana, con el propósito de generar una institución internacional capaz de ejercer una efectiva oposición a la Unión Panamericana. En el discurso que Ingenieros le dedica, afirma la gravedad de la hora por la trayectoria alarmante para toda América Latina de la política imperialista norteamericana:

Desde la guerra con España se posesionó de Puerto Rico e impuso a la independencia de Cuba las condiciones vejatorias de la vergonzosa Enmienda Platt. No tardó mucho en amputar a Colombia el istmo que le permitía unir por Panamá sus costas del Atlántico y del Pacífico. Intervino luego en Nicaragua para asegurarse la posible vía de otro canal interoceánico. Atentó contra la soberanía de México, con la infeliz aventura de Veracruz. Se posesionó militarmente de Haití, con pretextos pueriles. Poco después realizó la ocupación vergonzosa de Santo Domingo, alegando el habitual pretexto de pacificar el país y arreglar sus finanzas.

Reitera en este discurso la denuncia acerca de la forma artera en que la "diplomacia del dólar" captura la conciencia y la voluntad de los estadistas. Ante tal situación, que caracteriza como un caso de "verdadera y simple defensa nacional", propone "resistir", activando las "fuerzas morales" –"palancas poderosas"– en el sentido de una progresiva integración de los pueblos latinoamericanos, como punto de partida para una futura Confederación política y económica, para cuya realización convoca a la juventud latinoamericana. Este ideal, a la vez político y social, se nutre de diversas teorías filosóficas y literarias que convergen en el terreno de la acción, apartándose tanto del neoescolasticismo del pasado como del positivismo reciente.

La reflexión de Ingenieros, apegada a los sucesos ocurridos en el primer cuarto del siglo XX en América Latina, aspira a movilizar la preocupación por el futuro de nuestros países. En este sentido afirma:

No somos, no queremos ser más, no podríamos seguir siendo panamericanistas. La famosa doctrina de Monroe, que pudo parecernos durante un siglo la garantía de nuestra independencia política contra el peligro de potencias europeas, se ha revelado gradualmente como una reserva del derecho norteamericano a protegernos e intervenirnos. … Parecía la llave de nuestra pasada independencia y resultó la ganzúa de nuestra futura conquista.

Ante la gravedad de la hora, Ingenieros propone una resistencia activa, mediante la compenetración de las fuerzas morales de los pueblos. No se trata de apelar a los gobiernos sospechados de corrupción y subordinación a la voluntad de los norteamericanos; "hay que dirigirse primero a los pueblos" para formar una "nueva conciencia nacional", ensanchando el sentimiento de patria hasta hacerlo continental. Tarea que Ingenieros, al igual que Ugarte, adjudica a la juventud latinoamericana.

En concreto, el proyecto de la Unión Latinoamericana contempla en el orden interno de cada país "un generoso programa de renovación política, ética y social" y en el orden internacional, la constitución de:

    • "Un alto tribunal latinoamericano para resolver los problemas políticos pendientes entre las partes contratantes;
  • un supremo consejo económico para regular la cooperación en la producción y el intercambio;
  • resistencia colectiva a todo lo que implique un derecho de intervención de potencias extranjeras;
  • extinción gradual de los empréstitos que hipotecan la independencia de los pueblos".

Por otra parte, con el de cursar del siglo XX se han tornado distintos los procesos integracionistas y han tenido su esplendor en la época de la influencia de la Revolución Cubana. A saber, la CEPAL, de 1960 hasta 1980 y la integración neoliberal desde 1980 hasta la actualidad.

El primer esfuerzo hecho y concebido por Raúl Prebisch, a quien se le considera el fundador y principal exponente de la escuela económica llamada "estructuralismo latinoamericano". Desarrolló las tesis Prebisch-Singer de la "Teoría de la Dependencia". Según esta idea, las empresas coloniales y el comercio internacional no han sido útiles para el desarrollo económico sino que, al dislocar las estructuras e instituciones socio-económicas de las colonias, generaron una serie de problemas (dependencia de las exportaciones, crecimiento desequilibrado) que bloquearon las posibilidades de desarrollo. Los países del tercer mundo, decía Prebisch, han caído en un estado de "dependencia" del primer mundo, convirtiéndose en productores de materias primas en una relación de "centro-periferia" con sus metrópolis. Para que estos países puedan entrar en una senda de desarrollo sostenido se haría necesario que se les permitiera un cierto proteccionismo en el comercio exterior y estrategias de substitución de importaciones. Esta idea tuvo sus méritos por ser un pensamiento latinoamericano original que enfrentó a la escuela liberal de la época. A Prebisch se le considera el padre la CEPAL organización que concibió como un proceso que tenía la Burguesía Industrial Latinoamericana como dirigente. Se creía capaz de protagonizar un desarrollo en Latinoamérica frente a las transnacionales. Al pueblo se le dejó un papel acompañante en el proceso. En sentido general se dieron pasos, aumentó el comercio. Pero, qué falló, no fue la, parte técnica, fue en lo socio político, fue darle capacidades a la burguesía que no tenía, a la burguesía que ya era muy dependiente y sometida como para disputarle a las transnacionales. La dosis de autonomía no se manifestó en la realidad.

El Neoliberalismo.

Esto es el puntillazo pues con su implantación se perdió lo logrado. El Neoliberalismo concibe la integración como COMERCIO. La mide como el crecimiento del comercio intra latinoamericano. Reduce el marco a ese espacio única y exclusivamente. Esto es un vicio y un fracaso y pone en práctica tres principios negativos:

  • Eliminación del trato preferencial a los países de menor desarrollo.
  • Concebir el desarrollo latinoamericano como una carrera exportadora a los mercados yanquis y europeos, estimulando una competencia suicida por exportar lo mismo, privando el desarrollo multilateral.
  • Proceso masivo de privatizaciones desde inicios de 1980 – ahora más de 4000 activos públicos- desde empresas productoras hasta, como nunca antes, privatización de cementerios, correos, carreteras, parques, cuestión nunca vista en otra parte de la geografía y en la historia.

Se le quitó la capacidad de conducir y regular sus economías a los países latinoamericanos y todo ello deriva en el estancamiento del proceso integrador y el broche final lo puso el ALCA que se viene a ver como la apoteosis de la integración.

¿Qué "lección" debemos tomar del fracaso cepalino, la penetración neoliberal y de la aparición del ALCA?

América Latina debe integrarse con los Estados Unidos en condición de apéndice subordinado a la economía norteamericana.

Se trata entonces de decidir ante la encrucijada que tiene ante sí América Latina hoy. Integrarse al ALCA significaría la renuncia a la integración propia, significa la integración con los Estados Unidos. Y lo otro, sería asumir la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA).

Pienso que hay varios puntos a no olvidar sobre esta propuesta que lanzó el presidente Hugo Chávez Frías de la República Bolivariana de Venezuela:

  1. La integración regional no puede ser con los Estados Unidos, ni pretender una neutralidad de ellos. Debe ser en lucha con el ALCA, no puede haber dualidad. Se es del ALCA o se es del ALBA.
  2. La integración no será dirigida por las oligarquías de la región, teniendo en cuenta el fracaso cepalino y el neoliberal.
  3. La integración no puede reducirse al comercio ni medir sus resultados por el comercio. Tiene que ser concebida como un proceso más amplio, más integral.
  4. La integración no puede reducirse a la economía. Lo social no puede quedar para después.
  5. La integración tiene que disponer de PETRÓLEO en este mundo de hoy y estudiar fuentes alternativas de energía que sean viables y que no sacrifiquen las necesidades de la población y sí se pongan en función de ellas.
  6. Aprovechar los espacios de gobiernos y de poder que tiene la izquierda en provincias y municipios.
  7. La integración tiene que poseer Armas Mediáticas como Telesur, por ejemplo.
  8. El ALBA es un camino abierto. No es un manual conocido que nos orienta. Nunca ha habido ALBA. Hay que crear e imaginar.
  9. El ALBA es un gran proyecto para integrar sobre las bases de la solidaridad y la cooperación.

Conclusión.

Hemos analizado un conjunto de textos de dos autores que se inscriben en el universo discursivo de la Argentina en el primer tercio del siglo XX. Lo hemos hecho con el propósito de examinar el modo en que se configuran dos posiciones antagónicas: el latinoamericanismo y el panamericanismo. La adhesión a una u otra posición por parte de las clases dirigentes, de los intelectuales y de quienes tuvieron responsabilidad en las decisiones acerca de la política exterior, así como en la organización de las políticas sociales y culturales del país, ha dejado profundas marcas en el cuerpo social de la nación, evidenciadas a través de conflictos que surcaron la historia del siglo XX.

Cada uno de los términos antagónicos connota una determinada manera de entablar relaciones entre los países de América Latina y de éstos con Estados Unidos de Norte América. Así, "panamericanismo" alude a una interpretación de la doctrina Monroe en términos que justifican la hegemonía política de los Estado Unidos en el continente Americano y legitiman la expansión neocolonial de sus intereses comerciales mediante el control de la economía, la población y los recursos naturales. "Latinoamericanismo", por el contrario, significa un programa de integración de los pueblos ubicados al sur del río Bravo y de independencia política, económica, social y cultural de los mismos, que permita establecer relaciones de simetría con los poderosos del mundo, en particular con los Estados Unidos.

Del cruce de estos conceptos con una determinada interpretación de la "nación" y de "lo nacional" resultan connotaciones precisas acerca del modo de establecer lazos de solidaridad y criterios de exclusión en el interior de los países de América Latina.

En los discursos de Leopoldo Lugones, la "nación" es concebida como un objeto en sí, ligada al territorio y captada de manera más emotiva que racional. Tales discursos promueven una visión que tiende a homogeneizar los rasgos culturales asociados a factores biológicos como la raza; naturalizan la relación entre ser y deber ser y universalizan ideológicamente ciertos valores propios de un grupo o sector social. Se configura, así, una ideología nacionalista excluyente, montada sobre una asimetría en relación con los otros países de América Latina y con los otros que están entre nosotros –los inmigrantes, los habitantes del "desierto", la masa ignorante y anárquica, los partidarios del "extranjerismo liberal"–. Desde tal concepción de lo nacional quedan bloqueadas las posibilidades de comprender sobre base histórica los esfuerzos por la integración de los países de América Latina y de reconocer que la diversidad de las cosmovisiones culturales es compatible con la voluntad política de participar de un proyecto común de vida independiente, como lo anticiparon San Martín, Bolívar, Martí y tantos otros.

Por otra parte, en los discursos de José Ingenieros, el concepto de "nación" representa los intereses e ideales colectivos que surgen de la reflexión histórica, de la comprensión de la realidad social conflictiva y de la construcción de una voluntad política de autoafirmación. De ahí que patriotismo nacional y antiimperialismo constituyen, para este autor, anverso y reverso de la misma moneda. Uno y otro se expresan en "la lucha por desenvolver la justicia social en la nación continental". Ingenieros apela a las "fuerzas morales" y confía en la capacidad de la juventud para llevar adelante un programa de integración latinoamericana capaz de resistir los embates del imperialismo y de alcanzar una forma de vida autónoma en lo económico, social, político y cultural. Se trata de una tarea ardua de construcción de un ethos basado en el auto y heteróreconocimiento de las culturas que habitan el continente, en la solidaridad y la cooperación en al terreno social y cultural, en la resolución arbitral de los conflictos limítrofes, en fin, en la conquista de la autonomía de cada uno de las países y de la región.

La emergencia del ALBA como proceso más universal de integración viene a ser la expresión más acabada de la conciencia latinoamericana en los albores del siglo XXI. La instauración de la Revolución Bolivariana presupone un cambio de paradigma en los modelos integracionistas, dándole mayor preponderancia a los elementos sociales y políticos sobre los económicos. Establece un nuevo rasero para medir los resultados y da posibilidades a los países desde las perspectivas propias de sus economías.

Citas bibliográficas.

1.- Lugones, Leopoldo, "El Americanismo", en: Mi beligerancia. Buenos Aires, Otero y García, 1917. pp. 181 – 182, 183 y 186.

Lugones, Leopoldo, "Neutralidad imposible", en: Mi beligerancia. Op. Cit. Pp. 161 – 162

2.- Ibídem, p. 164.

Lugones, Leopoldo, "La América Latina", en: La patria fuerte. Buenos Aires, Talleres Gráficos de Luis Bernard, 1930. p. 112.

3.- Lugones, Leopoldo, "El discurso de Ayacucho", en: La patria fuerte. Ob. Cit., p. 17 – 18.

4.- Cfr. Lugones, Leopoldo, "La América Latina", en: La patria fuerte. Ob. Cit., pp. 107 a 109.

5.- Lugones, Leopoldo, "La política del Plata", en: La grande Argentina. Buenos Aires, Huemul, Segunda Edición 1962. (Primera Edición: 1930), p. 166.

6.- Lugones, Leopoldo, "Errores del liberalismo", en: La grande Argentina. Ob. Cit., p. 180.

7.- Ibídem, p. 183 – 184.

8.- Cfr. Martí, José, "Congreso Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus tendencias", en Obras Completas. La Habana, Editora Nacional de Cuba, 1965, vol. 6, pp. 46 a 70. (Los artículos se publicaron en el Diario La Nación de Buenos Aires, entre el 19 de diciembre de 1889 y al 15 de junio de 1890).

9.- Cfr. Rodó, José Enrique, Ariel. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1976.

10.- Ingenieros, José, "Terruño, nación, humanidad", en: Antiimperialismo y nación, Introducción, compilación y notas de Oscar Terán. México, Siglo XXI, 1979. Pp.447 a 455; "Por la Unión Latinoamericana", Ibídem, pp. 434 a 446.

11.- Terán, Oscar, "José Ingenieros o la voluntad de saber", en: Antiimperialismo y nación, Ob. Cit. p. 100.

12.- Ingenieros, José, "Terruño, nación, humanidad", Ob. Cit. pp. 449 – 450.

13.- Ibídem, p. 454.

14.- Ibídem, pp. 454 – 455.

15.-Ingenieros, José, "Por la unión latinoamericana", en: Antiimperialismo y nación, Ob. Cit. p.438.

16.-Ibídem, pp. 437 – 438

17.-Ibídem, p. 443.

 

Datos del Autor:

Licenciado Manuel Avelino Ricardo Hidalgo

Universidad de las Ciencias Informáticas.

Partes: 1, 2
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