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La quinta de Rosas en Palermo (página 2)

Enviado por alberto pereira rios


Partes: 1, 2

Se doblaba hacia el norte por la Calle Larga, hasta el arroyo Manso (actual calle Austria) para luego empalmar con el camino de Palermo, culminando su traza frente a la residencia.

Era por entonces una pintoresca y recta avenida con dos carriles. Uno de tránsito rápido y otro para el paseo (Hoy diríamos carriles para desarrollar alta y baja velocidad)

(Ver representación en página anterior).

Tenía con todo unos 54 metros de ancho. El de tránsito rápido llamado Camino Carretero tenía 10 metros y el destinado a tránsito de Paseo 14 metros de ancho. Cubría éste una longitud de 1.600 metros

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Carruaje de la época

En el centro, aprovechando una depresión, había hecho construir un canal de 7 metros de ancho

(Ver figura en Página N° 28)

Paralelas a los carriles se situaban franjas de 4 ½ metros, espacio que fue destinado a establecer un marco vegetal compuesto de hileras de álamos y naranjos.

A ambos extremos había banquinas y zanjas dispuestas para desagües.

Todo el conjunto estaba bordeado por rejas y pilares de ladrillo, pintados con el emblemático rojo punzó.

Lo armónico del conjunto predisponía favorablemente a los viajeros.

El camino era recorrido periódicamente por cuadrillas destinadas a mantener el excelente estado que siempre conservó. Sin embargo, debo decirles que según mi entender, don Juan Manuel tuvo una mala idea cuando mandó cubrirlos con una capa de conchilla blanca. Si bien quedaban como espuma inmaculada, tenían el inconveniente de que los vehículos molían con su peso la cochilla y la convertían en polvo impalpable, los cuales, en época de sequía, levantaban una finísima polvareda que blanqueaban todo el contorno, incluyendo la vestimenta de los ocasionales paseantes. Para solucionar el inconveniente se los regaba diariamente para neutralizar la polvareda y sus efectos colaterales.

Fue una idea poco feliz, pero él no era hombre de dar marcha atrás en sus propósitos, y siguió agregando conchillas en los senderos. Como se le blanqueaban los árboles, tuvo que disponer de un costoso sistema de limpieza a cargo de un ejército de peones los que, trepados en sendas escaleras, lavaban y cepillaban las copas de los árboles para devolverle el verdor.

En febrero de 1851, llegó a Buenos Aires el comodoro

Mc. Keever, de origen norteamericano comandante de las fuerzas navales estacionadas en el Atlántico Sur. Primeramente había recalado en Montevideo a bordo del buque de guerra Congress. Deseoso de entrevistarse con Rosas logró su propósito el día 22, lo visitó en Palermo acompañado del capellán C.S.Stewart, quien muy buen relator de viajes escribió que para llegar tomaron:

" … Una ancha avenida para lo cual se utilizó un pavimento conocido como macadán científicamente construida y en perfecto estado. Estaba delimitada por una pulida baranda de hierro, bordeada con plantaciones de sauces y provista de de faroles para la iluminación. Es un camino público realizado por Rosas que se extiende hasta la ciudad y que todavía está en ejecución.

Al finalizar una milla y media de recorrido se conecta con otra avenida parecida pero de mayor hermosura y que formando la entrada principal del dominio, conduce directamente hasta el frente del domicilio palaciego del dictador. Tiene una milla de largo, jalonada con naranjos entremezclados con sauces, por otra parte se halla separado del camino público que corre paralelo, por un ancho y profundo canal construido de ladrillo. Este acceso privado está cubierto por conchillas del mar, blancas y duras como el mármol. La polvareda es evitada con el rociado con agua, mientras la hierba de cada costado aparece recortada con el cuidado de un césped inglés en permanente y constante frescura.

También le llamó poderosamente la atención ver una cantidad de jardineros de feroz aspecto, vestidos de gauchos con facón al cinto, trepados en escaleras limpiando escrupulosamente hoja por hoja con cepillo y jabón espumoso.

Este exceso de escrupulosidad de parte de su hacedor no altera las bondades de su obra. Hoy ubicándome en perspectiva, puedo afirmar sin que me quepa ninguna duda que El Camino de Palermo fue una ruta lujosa y de avanzada para su época.

Manuel: Habías mencionado un canal cuya traza estaba ubicada entre los caminos ¿de donde provenía el agua?

Máximo: De un arroyo llamado Manso, cuyo caudal se lo hizo desaguar en el canal, modificando de tal manera su curso natural o sea, que, para llenar tal cometido, hubo de clausurarse su salida al Río de La Plata.

Las aguas del canal confluían en el estanque central, ubicado como sabemos frente al caserón. Tenía paredes y pisos de ladrillos y estaba ubicado al oeste de la casona y medía 80 metros de largo por 25 de ancho. Como factor estético no era del todo desdeñable aunque la recreación fue el destino para el cual fue creado.

El estanque servía además como reserva de agua. Mediante un sistema de compuertas, se contenía su caudal durante las bajantes y posibilitaba su salida en días de lluvias intensas. A su vez los zanjones actuaban también como reguladores de nivel. (21)

Estas instalaciones aseguraban diversos usos y actividades como la natación, el baño, el paseo, el descanso y la navegación. Para tal fin, se utilizaban botes a remo y vela; y hasta navegó por sus aguas un buquecito a vapor con su debida tripulación, el cual, partiendo del estanque, continuaba su curso por las aguas del canal.

En lugar aparte se había instalado un anexo conocido como el baño de Manuelita. Estaba conectado a él través de un corto conducto. Era en rigor, una pileta circular, con gradas. Lo cubría una especie de cúpula armada con varillas de madera. Lucía pintada de verde y recubierta con enredaderas que mantenían la privacidad de las bañistas.

De lo cual se infiere que fue la de Palermo fue la primera pileta de natación privada que conoció Buenos Aires. El bote que se visualiza en el estanque sería una de las embarcaciones donde las señoras daban sus paseos por el canal, con lo cual queda registrado el antecedente más remoto de un divertimento que se generalizó tiempo después, a partir de la creación del Parque 3 de Febrero y que aún hoy, hace las delicias de los porteños.

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Croquis de la casona

Manuelita: A esta altura les parecerá obvio decirles que tatita era obsesivo en el cuidado de los detalles, no pasaba por alto ni el gesto del último jardinero.

Exigía una limpieza absoluta, no toleraba la vista de un insecto en los jardines y entraba en frenesí cuando veía una planta ó un animal enfermo. Caía a cualquier hora en gira de inspección, de allí que la gente se esmeraba en su trabajo. En actitud vigilante recuerdo que recorría la extensa finca, vestido con un indumento de aires marineros. (Chaleco y pantalones azules con vivos rojos, gorra de pastel también azul achatada de gran visera de hule con trencilla dorada)

Dirigía las plantaciones, indicando con su bastón de caña de castilla la faena a su gente.

Una vez que nos establecimos de manera permanente en Palermo, (1848) nunca volvimos al caserón de la calle Moreno entre Bolívar y Perú. (Empleando las denominaciones de la época: De la Merced; Del Colegio y Del Correo).

En adelante la residencia de Palermo fue la verdadera casa de gobierno. (Antecediendo en cierta forma a la actual quinta presidencial de Olivos).

Máximo: Cuando sus actividades se lo permitían disfrutaba a su manera de ese paraíso, para lo cual, solía descansar churrasqueando en la ribera a la sombra de los sauces llorones, mateando junto a su aromo ó chacoteando con sus hijos naturales.

Rodrigo:¿La quinta estaba destinada exclusivamente para uso privado ó también se contemplaban excepciones en fechas especiales?

Máximo: Era un lugar abierto. Todo Buenos Aires pudo apreciarla y disfrutarla, no estaba rodeada de verjas ni de cercas.

Nada indicaba que estaba prohibido pasar. No existía cuerpo de guardia en los accesos, ni nadie impedía el paso de quien allí entrara. Fue una de las peculiares características de la finca, que más llamó la atención de los visitantes extranjeros.

Estaba destinada al goce de quien quisiera recrearse. Por eso la entrada era libre. El parque resultaba tanto privado como público. Así pues, los domingos la gente que estaba en condiciones de hacerlo solía organizar paseos en carruaje ó en cabalgatas. Algunas familias llevaban sus provisiones para permanecer en el lugar durante todo el día. (22)

Ya en las mañanas era de verse que los bosques y jardines se poblaban de paseantes que disfrutaban de su entorno. Un lugar desconocido hasta entonces por los porteños.

Xavier Marmier viajero de origen francés, estuvo en Palermo en 1850 y dejó escrito sus impresiones de su visita a la quinta:

Yo no he visto en todo Buenos Aires más que un hermoso edificio –La casa de Rosas- Ha sido construida por un arquitecto hábil, según el plano general de las casas de la ciudad y sobre dimensiones cuya extensión no altera en nada la sobria elegancia. Forma ella sola una manzana y no tiene barrera que impida el acceso ni cuerpo alguno de guardia que indique su entrada. Algunos grupos de soldados vestidos con chiripaes rojos, acurrucados en el patio interior, son los únicos que con su presencia denuncian que aquel edificio no es de un simple particular.

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Dibujo en lápiz de la casona. Imagen anónima de la casona de Rosas

Manuel: ¿Tienen idea de la superficie total de la quinta en su momento de mayor expansión?

Manuelita: Llegó a tener 1.235 acres (500 hectáreas)

Rodrigo: ¡Vaya! es de no creer! Hoy en Inglaterra no hay muchos campos de esa extensión. Los que los poseen son personajes del más alto nivel

Para que tenga el lector una idea de la periferia de la quinta trazaremos sus límites sobre un plano actual de la ciudad, teniendo en cuenta que la ribera llegaba como ya fuera expresado aproximadamente por donde pasan las vías del ferrocarril

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Ubicación de la casona en un plano actual

M. Belgrano más próximas al río. El límite norte de la quinta era el arroyo Maldonado (actual Avenida Juan B. justo y al llegar al Camino a Santa Fe (Hoy Avenida de ese nombre) tomaba por éste hasta alcanzar el Camino del Chavango. (Av. Las Heras) Sígase el trazado de esta, hasta aproximadamente el arroyo Manso (Hoy Austria)y vuélvase al río. Todo lo que quedaba adentro de ese perímetro era propiedad de Rosas.

O sea que la quinta estaba dividida en cuatro "cuarteles" por la intersección de dos avenidas principales una a partir del actual cruce de las avenidas. Santa Fe y Las Heras (Plaza Italia) cruzaba derecho los terrenos del gobernador hasta el río es hoy lo que llamamos Av. Sarmiento. La otra partía del arroyo Maldonado, se cruzaba con la anterior y luego se dirigía hacia la ciudad es lo que hoy conocemos como la Av. Del Libertador; ambas se cruzaban en ángulo recto exactamente frente a la puerta de la casa principal.

Quien le iba a decir a Sarmiento que una de las "callejuelas" que el pintó tan despectivamente llevaría su nombre.

A su vez, existían una serie de senderos menores de traza rectilínea, que permitían recorrer los jardines.(23)

La quinta de Rosas demandó no menos de diez años para acercarse al ideal planificado por el dueño. Así pues, puede asegurarse que solo le restó al señor feudal un mínimo de tiempo para disfrutarlo.

Esta afirmación no debe extrañarnos si tomamos en cuenta la extensión de la propiedad y la de los medios con que se trabajaba en la época.

Para que el lector tenga una idea de las dimensiones del predio trazaremos sus límites sobre el plano actual de la ciudad teniendo en cuenta que la ribera llegaba aproximadamente donde pasan las vías del ferrocarril Belgrano más cercanas al río. El límite norte de la finca era el arroyo Maldonado (actual Av. Juan B. Justo) y al llegar al Camino a Santa Fe (hoy Av. del mismo nombre) se tomando por éste hasta llegar al Camino del Chavango (hoy Av. Las Heras) Seguimos su trazado hasta alcanzar el arroyo Manso (hoy calle Austria) y completando el contorno, por ésta hacia el río.

Todo lo que quedaba adentro de tal perímetro era propiedad de Rosas.

Existe un plano topográfico de Buenos Aires trazado en 1850 por Adolfo Sordeaux y reproducido por Alfredo Taullard en su libro "Los planos más antiguos de Buenos Aires" donde pueden apreciarse los caminos y senderos aludidos. Que hemos reproducido en esta sinopsis

Manuelita: Tatita nunca cesó de introducir mejoras e innovaciones en la quinta, incluso aprovechó circunstancias casuales, para realzar sus atractivos. Tan así, que cuando un bergantín norteamericano encalló en la ribera de Palermo a causa de una tormenta de Santa Rosa. (A la altura de lo que es hoy la prolongación de la actual Av. Sarmiento) y como la nave había quedado inutilizada y a merced de los embates del río que sin duda hubiera completado su destrucción.

Visto lo cual a tatita se le ocurrió la idea de reconstruir la maltrecha embarcación; para lo cual ordenó al constructor Miguel Cabrera que la asegurara y afirmarla de modo que quedara a salvo de los embates de las aguas. Luego la restauró, la pintó con el color emblemático del federalismo, y obtuvo un magnífico pabellón de descanso y recreación. Para lo cual hizo eliminar camarotes, mamparas y dependencias internas para dar lugar a un gran salón que fue habilitado para reuniones de todo tipo.

Máximo: Los asistentes podían recrearse de distintas formas; desde apreciar a través de los ojos de buey el paisaje del río ó tomar el aire fresco desde sus bordas. Se destinó también un sector de la bodega para billares, y hasta se colocó un piano en el sector de popa para amenizar las reuniones con baile incluido.

Manuelita: A alguien se le ocurrió bautizarlo con el nombre de "el buque palacio".

Cuando los trabajos culminaron, él nunca más volvió a aparecer por allí, tenía otros gustos.

Aparte de aquel bergantín, había una barca en la cual por solíamos adentrarnos en el río con mi padre y en compañía de amigos y visitantes. Habitualmente seguíamos la línea de la ribera hacia el norte a fuerza de remos, y nos introducíamos por la boca del "Maldonado" y desde allí, hasta un puente de madera ubicado a la altura del camino del Alto (hoy Av. Santa Fe) Eso, en los escasos momentos en que él decidía tomarse unas horas libres.

-Manuel: Para atender tamaña propiedad supongo que el abuelo debía ocupar a mucha gente.

-Manuelita: Si, no menos de trecientas personas, aplicadas a mantener el buen estado de los jardines, animales y el servicio de la residencia. Eso sí, seleccionaba cuidadosamente hasta el último peón. Era sabido que en sus establecimientos estaba prohibido el juego y la bebida en exceso, todo aquel que contrariaba estas órdenes era expulsado. La disciplina de trabajo era estricta.

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El canal de Palermo que unía el estanque frontero a la casona con el arroyo Manso

Manuel: ¿Y tu madre, como ocupabas tu tiempo?.

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Rosas con casaca de brigadier general

Manuelita: Creo que mi aporte principal consistía en no perturbar los quehaceres de tatita, velaba su tarea de lejos para evitarle disgustos y cuidar de su salud. Para lo cual recibía los pedidos, escuchaba las súplicas, daba esperanzas y cumplía en la medida de mis posibilidades, con los pedidos que se me formulaban.

Ejercía además tal como ya les había comentado, la humanitaria misión, de ser portadora del mensaje misericordioso.

Muchas veces mi padre me transformaba en agente diplomático, así pues, comencé a desempeñarme en comisiones oficiales en las cuales asumía su representación. Firmaba cartas que el mismo redactaba, en casos en que mi intervención fuera más apropiada para producir el efecto calculado" (24)

Rodrigo: Madre, debo decirte a propósito de lo que nos relatas que ahora entiendo lo que esos años significaron para ti.

Por otra parte, también resulta claro advertir que nuestro sagaz abuelo te había convertido en la cara amable de su política.

Manuelita: Tal vez … en realidad fue una tarea que acepté de buen grado visto que tatita era un hombre agobiado por la responsabilidad que había asumido, de manera que con gusto colaboraba con él a su pedido, en misiones que estaban a mi alcance, ¿entienden?

Máximo: Bueno, permítanme agregar que vuestra madre matizaba su tiempo entre el deber que se había impuesto y el placer mundano. No es novedad para ustedes que ella fue siempre amante de la vida social. y encontró allí, un campo muy propicio. Tal vez por tal razón, tuvo que afrontar ser reconocida como la reina de Palermo.

Manuelita: Nunca lo tomé como halago. Siempre me pareció una expresión de cortesía de algunas personas y dicha con la sola intención de regalarme los oídos.

Lo cierto es que desempeñé lo mejor que pude mi papel de anfitriona en la quinta. Siempre procedí con naturalidad, sin dobleces, jamás me cegué con sus luces, aunque también es verdad que, por entonces, no había llegado a percibir la real dimensión social y política del momento.

Y convengo ahora contigo Máximo, cuando me decías, que hay que alejarse del objeto ó de los hechos, para establecer un perspectiva más justa.

En el aspecto puramente mundano, mi intención fue siempre que los concurrentes habituales ó los invitados por tatita, se sintieran bien atendidos.

Máximo: Y vaya si lo lograste. Hubo muchos de los visitantes que dejaron por escrito testimonios de admiración hacia tu persona y en algunos casos algo más … Tal el caso del el aristócrata inglés, ¿verdad Manuelita?

Comentando una de estas fiestas a su anfitriona, el lujoso y mundano ministro inglés Henry Southern, decía a Manuelita que el escribiría las lindezas que había visto, a sus amigos de Londres, y agregaba este párrafo sugestivo y emocionado "La amabilidad de usted, su noble cortesía, su elegancia y sus encantadoras maneras, me han hecho tan profunda impresión que me temo que en mis escritos a los amigos de Londres voy a olvidarme de las góndolas (se había organizado un paseo en góndolas donde los jóvenes cantaban coros) de ese festín de manjares exquisitos, y llenar mi carta de "Manuelita", solo y siempre de "Manuelita"

Había en esa sociedad, una mezcla extraña de refinamiento junto a la barbarie política, a los desenfrenos de gauchos y mulatos y las bufonerías brutales de D. Eusebio ó de Bigüá.

Dijo el Reverendo Pontoppidan: (De la fragata danesa Bellona en 1840)

Manuelita "Presenta un aspecto interesante sin ser rigurosamente hermosa. Espiritualidad y alma se reflejan en todo su exterior, pero sus modales son exaltados, sus ojos echan llamas, y en todos sus rasgos y movimientos se puede leer cual es su situación singular en la vida. Los oficiales se sienten cómodos en su compañía de doña Manuelita y admiran a esta mujer graciosa y guapa que monta los caballos más indómitos, fuma un cigarrito, si el caso se ofrece, toca el piano y canta, y no mal, y entretiene conversación corriente en español bueno y francés malo mezclados"

José Mármol: "Manuela –decía-"No es una mujer bella, propiamente hablando; pero su fisonomía es agradable y simpática, con ese sello indefinible, pero elocuente que estampa sobre el rostro la inteligencia cuando sus facultades están en acción continua. Agregad a esto una figura esbelta, una cintura leve, flexible, y con todos esos movimientos llenos de gracia y voluptuosidad que son peculiares a las hijas del Plata y tendrán una idea aproximada de Manuela Rosas".

Ventura de la Vega: La conoció en Inglaterra poco después de su casamiento hace de ella el siguiente retrato: "Es alta muy alta, (Digo ¿Bromeas Ventura?, lo que ocurre es que tu eras muy petiso) morena de pelo negro, ojos pardos muy expresivos, boca y nariz pequeñas: se da un aire en la cara a Teodora Lamadrid, y se parece también en el metal de su voz. No es gruesa pero tampoco puede decirse que es muy delgada, tiene muy bonito cuerpo, y un aire de lo más distinguido y elegante que se puede ver".

Lucio Mansilla: Anota sin embargo, "Mi abuela Agustina no era alta, en la familia sobresalió mi madre que, propiamente no era alta, como no lo era Manuelita Rosas. Era el modo como erguían el cuello el cuello los que las realzaba.

Mi prima Sentía predilección por el barco amarrado a orillas del río (se refiere al bergantín de mención) allí tenían lugar los bailes, las grandes fiestas y las tardes de jarana de aquella juventud dorada habitué de la quinta.

La reina mimada del Plata, diariamente agasajada por todos, adulada y reverenciada en los salones por los más encumbrados, aclamada en la calle por los más humildes, pasaba serena y tranquila sin marearse ni ensoberbecerse y sin que la vanidad, esa ingénita y hasta perdonable debilidad femenina, pudo haber rasado su alma sencilla" (25)

A la inversa del padre que, cuando veía acumularse gente se hacía humo. Ella era muy amante de la vida social, un ser gregario, suave, agradable simpática y exquisitamente cortés, llegó a reunir un calificado salón, donde se codeaban los más notorios apellidos de entonces. Sin ser hermosa Manuelita despertó entusiasmos amorosos entre algunos jóvenes, no solamente porteños sino extranjeros.

En una recepción el joven Gerondeau de la legación francesa le dedicó esta copla:

Casaca me he de poner

de paño, de arpillera ó coco

y estoy loco, loco, loco

por querer a una mujer.

Manuelita: Yo solo tenía ojos para ti Máximo.

Les cuento algo de nuestras fiestas: En todas las reuniones se bailaba con piano, acompañándose a veces con flautas y violín, habiendo muchos mulatillos que tocaban el primero de estos instrumentos, pero cuando era una fiesta de tono, en ocasión de fiestas patrias, no faltaban Esnaola, Massini, Marradás ó Espinosa, por mencionar algunos de los maestros más en boga en ese tiempo. En general las reuniones comenzaban con un minué liso. Después seguía el "Montonero", llamado también "El Federal"; seguía la contradanza con figuras, que era dirigida por un bastonero. Tuvo mucha aceptación el "Solo Inglés" a que eran aficionados los muchos caballeros ingleses que concurrían a estas reuniones, varios de los que habían casado con niñas de las principales familias del país. De aquí que los gustos y costumbres inglesas estuvieron muy en boga. El gusto francés vino después. En esa época se obsequiaba con chocolate, mate de leche perfumado con canela ó vainilla. Los dandys de esos tiempos eran: Manuel Mateo Masculino, famoso por imponer la moda femenina de los peinetones; Nicolás Albarellos, siempre de contrapunto con su amigo el salteño Eduardo Ibarvals; Manuel Pérez del Cerro, con sus infaltables guantes amarillos. lo mismo que Cayetano Cazón, con sus corbatas blancas". (26)

También la pretendió el embajador inglés Jhon Hobart Caradoc, Lord Howden enviado por S.M.Británica para tratar sobre el conflicto armado que junto con Francia habían promovido en el Plata. Era noble, rico apuesto y dotado de prestigio. Al llegar a Buenos Aires, el embajador de ese país en Buenos Aires don Juan de Mandeville, lo presentó a Manuelita el día que ella cumplía 30 años, esto es, el 24 de mayo de 1847. El tenía 47 años.

La hija de don Juan Manuel vestía de blanco ó de rosa, por lo general con adornos punzoes, que eran los colores oficiales y de ordenanza.

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Juanita Sosa, llamada "La edecanita"

Manuelita: Los miércoles eran días de recibo. Eran entonces los de mayor concurrencia en la sala.

Y aunque el almuerzo fuera temprano, y no tan tarde la comida, solía servirse entre una y otra, un ligero lunch en el bosquecillo inmediato, ó bien en el bergantín frente al río a bordo de la cual, subían las visitas pasadas las horas de más calor.

Mis amigas eran para mí una compañía constante y estimulante, participaban de todos los eventos y reuniones que se organizaban en la quinta. Se me hace un deber mencionarlas por su invariable fidelidad. Las mencionaré por sus apellidos que siempre estuvieron al servicio del federalismo neto: Gómez, Larrazabal, Cáneva Velázquez, Pinedo, Saravia y Sosa, (Juanita, llamada la edecanita) grupo al cual siempre se agregaban mis tías María Josefa Ezcurra, Agustina, Mercedes y Gregoria Rosas.

A veces la fiesta llegaba a la madrugada y cuenta Saldías que: "Cuando el bullicio de la música y del baile atraía toda la animación de los salones de aquella casa, la incierta claridad que salía de las ventanas del lado opuesto de la casona, indicaba que Rosas trabajaba" (27)

Manuel: ¿En tales reuniones había personas y/ó personajes que hoy denigran la memoria del abuelo?

Manuelita: Algunos de ellos frecuentaban la quinta luciendo muy ufanos el cintillo punzó. Hoy se regodean censurando la memoria de mi padre. Tengo a mano una carta que recibí de mi inolvidable amiga Josefa Gómez en la cual transcribió el texto de una publicación de un medio de Buenos Aires en el que se utiliza la calumnia más atroz hacia la figura de mi padre, sin respeto a Dios ni a la sociedad en que viven, testigo de sus mentiras e iniquidades. Tal vez sea ingenua pero hoy me pregunto ¿Cómo es que muchos de los personajes que figuran

en la actualidad en el gobierno se sentían a sus anchas en la quinta; bailaban y se divertían en ella sin mirar ni causarles horror del que hoy hacen gala ante las supuestas mutilaciones de las víctimas, cuya piel desollada, cuyas orejas curtidas, cuyas cabezas sangrientas, servían de adorno en los salones del reo de lesa patria. El mismo Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield que tantas veces se llamó mi amigo y me visitaba ¿Es posible de que sea testigo indiferente de esa atroz calumnia?

Rodrigo: Son los eternos camaleones de la política

Manuelita: No guardo rencores, además, nadie mas que yo desea a mi querido país que sea por siempre un lugar tranquilo y próspero. Nadie lo saludaría con más entusiasmo, pues ya conoces que mi corazón y mis sentimientos no tienen otro anhelo que la suerte y la felicidad de mi patria".

Manuel: Madre, se lo que estás pensando, se que duele, aunque hoy debemos asumir que el reconocimiento de su trayectoria política demorará algún tiempo. Sabemos que la historia oficial la escribieron sus vencedores. Otros, por venir, lo harán sin rencores y con una visión más objetiva y ecuánime.

Manuelita: Eso creo hijo, Confiemos en que Dios ilumine a los que encaren esa tarea.

Volviendo a la quinta, recuerdo el día en que el general La Madrid se allegó a la quinta para agradecerle a tatita algunas atenciones y lo encontró según dijo en sus memorias: "A la sombra de los ombúes recostado en las faldas de su hija, sobre un banco de madera en que estaba ella sentada" (28)

Luego de tomar algunos mates, marchamos a disfrutar de un asado que terminaba de prepararse a orillas del río al reparo refrescante de un monte de sauces. Concluida la merienda, hicimos un corto paseo en bote.

Pero dejemos que La Madrid complete su relato: "Paseo del cual participaban sus dos hijos, la prima de éstos, y los locos bufones que lo seguían. Expresa que Rosas y el coronel Maza se sumergieron en el agua en camisa y empezaron a empujar el bote por entre los juncos hasta que, dándole el agua al pecho saltaron los dos a la embarcación, y tomando los remos se dirigieron río arriba pese a hallarse a la vista las cañoneras francesas".

(En tiempos del primer bloqueo francés)

"Luego remontamos el curso del arroyo Maldonado hasta llegar a las inmediaciones de un pequeño puente (tendido a través de lo que es hoy la Av. Santa fe) donde nos aguardaba personal del gobernador con caballos para el regreso".

Dentro de esa espléndida propiedad, Rosas vivia sujeto a una disciplina casi monástica y un estricto horario de trabajo. Era una persona austera de costumbres, tal cual era de esperar en un hombre de campo donde transcurrió su juventud.

Esa dura ejercitación lo educó en un completo dominio de sí mismo, atributo del cual hizo uso para consolidarse en el poder durante veinte años.

A través de la opinión de algunos de sus contemporáneos podemos atisbar solo algunas facetas de su singular personalidad.

William Mac Cann, comerciante de origen inglés lo recordaba como a un hombre macizo, de atractivas facciones y cutis sonrosado que le daba el aspecto de un gentil hombre de campaña inglesa.

"El trato con el general Rosas era tan llano y familiar, que muy luego, el visitante se sentía enteramente cómodo frente a él; la facilidad y tacto con que trataba los diversos asuntos, ganaban enteramente a su interlocutor" (29)

-Decía más adelante-

"Como siguiéramos caminando por el parque, levantó la vista y observó las refacciones de albañilería que se hacían ante nosotros"

Alguien podría preguntar, -me dijo- porque se edificó esta casa en estos lugares, pues bien, se ha hecho con el propósito de vencer dos grandes obstáculos. Este edificio comenzó a construirse durante el bloqueo francés; como el pueblo se encontraba en gran agitación, he querido darle una prueba de confianza, erigiendo mi casa en un sitio que podría ser fácilmente vulnerable; quería también dar a mis conciudadanos un ejemplo de lo que puede hacerse cuando se trata de vencer obstáculos y se tiene la voluntad de hacerlo.

Veamos lo que opinan de él algunos de sus contemporáneos que lo describieron desde la imparcialidad:

José María Ramos Mejía: Descendiente de unitarios, fue un historiador inequívocamente adverso, pero que ha estudiado sus costumbres; hablando con quienes le conocieron, ha dicho:

"Fue casi un asceta, porque se creyó misionero y enviado. Su vida, desnuda de pompa demuestra que ningún propósito de lucro lo guiaba".

En otra parte, afirma que "Para Rosas la vida no tuvo halago materiales".

"En el solitario retiro sin grandezas pueriles de atavíos, no entró jamás el placer en sus formas amables, ni los lujos que la vanidad sugiere al muelle sibaritismo. Vivió la vida sencilla del antiguo fraile, con solo las preocupaciones de la limpieza porque era pulquérrimo en el vestir".

Su facultad dominadora es la voluntad. Poderosa, constante. Indomable voluntad. Rosas nació para el mando, fue un hombre de poder, un procónsul del destino". )

Guillermo Hudson: (30) "Tal vez fue el más grande de cuantos alcanzaron el poder, en ese continente de repúblicas y de revoluciones"

Sabemos que era el hombre fuerte de la Confederación. Durante el tiempo que destinaba a las tareas de gobierno en el período en que el caserón de Palermo era la sede del gobierno, agotaba secretarios y escribientes a través de intensas jornadas que se prolongaban infinidad de horas.

Así pues transcribiremos la opinión de otro contemporáneo que firma A. del C. en un folleto editado en Valparaíso en 1851 por la imprenta del Mercurio, calle de la Aduana Nros. 22/24.

"Un escribiente de la secretaría de Rosas era a la vez un personaje y un esclavo. Sumiso hasta la degradación, apenas tiene la facultad de levantar sus ojos sin libertad para moverse de su puesto, ni hablar jamás de los misterios que pasan en el laboratorio de su señor. Recibe una librea que lleva continuamente, con lo cual aleja de sí la buena fe y la confianza de cuantos le ven de cerca. Bien pagado, y tratado a estricote (a mal traer) y a la vez regalado con largueza y con suma generosidad, si tiene la fortuna de sobrevivir al excesivo trabajo, y no morir de pulmonía, su posición llega a ser envidiable.

Su sueldo es de $ 500 pesos papel moneda, ($ 35 pesos plata) pero las dádivas que agrega el dictador lo aumentan considerablemente. Cada escribiente recibe diariamente un subsidio de $ 10 pesos, para sus gastos personales; luego $ 300 mensuales para la mantención de su caballo más dos uniformes y vestuario completo para cada año, con el agregado de alguna suma adicional para el día de su boda, su cumpleaños ó algún suceso notable. El astuto señor no acepta a su servicio sino a personas de mayor confianza ó bajo recomendaciones muy serias. Elige preferentemente a los huérfanos u hombres desconocidos y sin familia, no por espíritu de filantropía, sino para poder contar mejor con su reserva y evitar las influencias que pudieran ejercer sobre aquel, sus relaciones ó parientes".

Desde las 19 horas hasta las 6 se extendía el horario de trabajo de la secretaría de Rosas y como no era posible que los mismos escribientes soportasen aquel método de vida y la creciente multiplicidad del quehacer, se estableció en algún momento, que de los 20 adscriptos a tal función, se afectara a solo la mitad al servicio diario

El gobernador era hombre de excepcional resistencia física, creía que los demás eran igualmente resistentes a la fatiga y como tenía un elevado concepto de las responsabilidades del gobierno, todo, absolutamente todo lo a él atingente, debía pasar por sus manos, hasta en los más mínimos detalles, tal como había administrado sus estancias y las de sus primos. (Los hermanos Anchorena)

Aparte de llevar una copiosa correspondencia, recibir datos, dar órdenes, sin contar las entrevistas y reuniones inherentes del cargo. Leía toneladas de papeles escrupulosamente, vigilando giros y palabras, lápiz en ristre. Corregía, agregaba, redactaba notas de margen. Luego dictaba sus cartas. Presencia en las audiencias con funcionarios; personalidades; ministros y representantes extranjeros, las que se llevaban a cabo en el salón que a ese fin tenía dispuesto, dentro del ala del edificio que ocupaba en Palermo de San Benito. Todas ellas tenían el mismo protocolo, casi ritual, que Rosas obligaba a cumplir inexorablemente. Dice Adolfo Saldías, que estas entrevistas las celebraba paseándose con el visitante en su sala de recibo, yendo él en el medio, a su derecha su huésped y a su izquierda uno de los escribientes con los brazos echados atrás y papel y lápiz para anotar el resumen de la entrevista. Cuando llegaban a los extremos de la sala el visitante daba vuelta perdiendo el orden de formación, el gobernador le hacía dar una conversión a la derecha, siguiendo él el movimiento y simultáneamente el oficial girando militarmente recuperaba su puesto en la formación.

Tal era el ceremonial, recordado cuantas veces se omitía.

No era posible además que el oficial, padeciese distracción u olvido en horas de servicio Esa alternativa era totalmente imposible en un escribiente de Rosas".

Manuelita: Les diré que solo a partir de 1850 Palermo de San Benito alcanzó su aspecto definitivo, no obstante lo cual, los arreglos y mejoras se sucedieron hasta el momento en que debimos abandonar la quinta.

Hacia 1851, coincidente con el momento de mayor esplendor de nuestro Palermo de San Benito tatita daba muestras de fatiga física y mental, en tanto, su salud se deterioraba sensiblemente, no por vejez, ya que solo contaba con 58 años de edad, sino por el exceso de trabajo largamente sostenido y el implacable ritmo de vida que se había impuesto, su jornada de trabajo era realmente alienante: Se levantaba a las tres de la tarde y de inmediato se encerraba en su despacho a encarar su labor, sin pausa ni descanso durante 17 horas seguidas, en que apenas se concedía un reposo. A lo largo de esa jornada kilométrica y tal como ya le hemos contado, fatigaba a secretarios y escribientes que se turnaban extenuados, en tanto él, implacable, seguía imperturbable su ritmo. Así toda la tarde y toda la noche hasta el amanecer. A las ocho de la mañana le servían una abundante comida, la única del día y tras el último plato salía del despacho donde había entrado a las tres de la tarde del día anterior y se retiraba a descansar. Y así por semanas, meses y años. Muy de tarde en tarde, rompía el ritual buscando mi compañía, ó de algunos familiares que se acercaban al lugar; ó bien departiendo con algún visitante en el parque, a la vera del el río, ó saliendo a pescar que era su pasatiempo favorito.

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A causa de ese régimen de vida perdió la esbeltez de antaño, engordó, se puso macetón pesado, y la pérdida de la agilidad física, fue acompañada de un similar embotamiento mental. Su inteligencia se hizo pesada y lenta, sus manías se exacerbaron. Al cabo era un hombre avejentado y cansado de tanta rutina.

Al regresar de su extenso viaje por Europa y Asia, mi primo Lucio (Mansilla) me comentó que lo había encontrado muy desmejorado. Además se le sumaron trastornos de salud, a una persona como él, que jamás había estado enfermo.

Rodrigo: ¿Cual era su problema de salud?

Manuelita: Sufría violentos cólicos renales ó vesicales que lo inmovilizaban en su lecho días enteros, arrojó cálculos por la uretra en medio de espasmos dolorosos y de no sobrevenir Caseros, nada bueno le hubiera pasado a causa de su extenuante ritmo de trabajo.

Manuel: ¿Tanto había declinado?

Manuelita: La decadencia no se de debía a decrepitud, sino a falta de ejercicio y exceso de trabajo, lo cual quedó demostrado al tiempo de nuestra llegada a Southamptom. Vuelto al aire libre y a las faenas rurales, tatita recupero agilidad y esbeltez; desaparecieron signos de cansancio, volvió a ganar su vieja salud y el espíritu socarrón y bromista. A los ochenta años me consta, montaba caballo y galopaba con la soltura de un mozo. Murió como saben 15 días antes de cumplir los 84". (31)

Rodrigo: Es cierto, y de no ser la pulmonía que contrajo aquella fría mañana de invierno arreando a su ganado, los hubiera superado largamente.

Máximo: Fueron impiadosos con él sus vencedores. Prueba de lo cual, es un artículo aparecido en el "Nacional" de Buenos Aires, y que fuera publicado algún tiempo después de Caseros. Allí su autor se ocupa de Palermo de San Benito y su morador con una mal disimulada intención de subestimar todo lo que ve.

Lo firma Domingo Sarmiento hombre de reconocida y fecunda actividad política e intelectual y una de las más notorias y brillantes personalidades de la época pos – rosista quien años después, fuera ungido presidente de la Nación.

Dice don Domingo:

En Buenos Aires me preguntaban las gentes: ¿Ha visto usted Palermo? ¿Qué le ha parecido Palermo?

-Palermo es un monumento de nuestra barbarie y de la tiranía del tirano, tirano consigo mismo, tirano con la naturaleza, tirano con sus semejantes. ¡Y ojalá que el tirano hubiese sido el hijo de una sociedad culta como Luis XIV, habría realizado grandes cosas! Rosas realizó cosas pequeñas, derrochando tiempo, energía trabajo y rentas, en adquirir las nociones más sencillas de la vida, de que carecía.

Palermo estaba situado en la vega del río. A tres cuadras de la casa, al norte, son "ciénagos" los terrenos, "ciénagos" eran los cimientos del edificio.

Propúsose" corregir el defecto del suelo terraplenándolo, e invirtió un millón doscientas mil carretadas de tierra. Plantó árboles; pero entonces, dando en el agua las raíces, a medida que alcanzaban a la tierra cenagosa que no había hecho más que ocultar, los árboles morían y se replantaron en diez años cien mil naranjos para tener mil ó poco más vivos. Entonces emprendía a cavar fosos profundos de cuatro varas para cambiar la tierra en torno de cada árbol, y quedaban sepultados ahí millares de pesos. Derrotado en esta tentativa, zanjeó el terreno, construyendo de muchas cuadras de largo canales de cal y canto para colectar las aguas "estagnantes", y el terreno tomó los aires de una fortaleza "foseada" en todas direcciones. Solo medraban sauces llorones, e hizo alamedas del árbol consagrado a los cementerios. Quiso cubrir de cascajo fino las avenidas y gustárosle las muestras de conchilla que le trajeron del río La presión de los carros molió la conchilla, y sus moléculas, como todos saben, cal viva, de manera que inventó polvo de cal para cubrir los vestidos, el pelo y la barba de los que visitaban Palermo, y una lluvia diaria de cal sobre los naranjos a tanta costa conservados, por lo que fue necesario tener 1.500 hombres (¿?)que limpiaban diariamente, una a una las hojas de cada árbol. He aquí el resultado de ignorar el gaucho estúpido las leyes del nivel de las aguas, y la composición química de la conchilla. La barranca del terreno alto está a pocas cuadras. Un edificio colocado allí habría dominado el río, y teniendo a sus pies la vega, de manera que los sauzales no embarazasen la vista. Lo más es que los mosquitos aguijoneaban a toda hora al presuntuoso sapo, habitante de los pantanos para castigarlo de su terquedad.

La casa es del mismo género. Cuando se habla de la habitación del soberbio representante de la independencia americana, del jefe del Estado durante veinte años, se supone que algo de monumental ó de confortable ha debido crearse para su morada. En punto de arquitectura el aprendiz omnipotente era aún más negado que en jardinería y ornamentación.

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La casa de Palermo tiene sobre la azotea muchas columnitas simulando chimeneas. En lugar de tener exposición al frente por medio de un prado inglés con sotillos de árboles, está entre dos callejuelas, como la esquina del pulpero de Buenos Aires; la cocina que es un "ramadón" (32) está a la parte de la entrada principal, para que las reminiscencias de la estancia estuviesen más frescas. No sabiendo que hacerse, sobre habitaciones estrechas, en torno de un patio (interior) añadió en las esquinas unos galpones de obra como el edificio, hechos sobre arcos que reposan en columnas sin base ni, friso, sino en aquel bigotito de ladrillo salido que ponen los albañiles en los arcos de los zaguanes. Así, pues, toda la novedad, toda la ciencia política de Rosas estaba en Palermo visible en muchas chimeneas ficticias, muchos arquitos, muchos sauces, llorones muchos naranjitos.

Omito los detalles de la vida que tal habitación imponía. ¿¿Manuelita no tenía una pieza donde durmiese una criada cerca de ella?? Los escribientes y los médicos pasaban los días y las noches sentados en aquellos zaguanes ó galpones, y la denudez de las murallas, la falta de colgaduras, cuadros, jarrones, bronces y cosa que lo valga. Lo cual demuestra como alguien dijo, que "ningún propósito de lucro lo guiaba".

Si hubiera visto lo contrario, ¿alguien se atrevería a asegurar que no lo hubiera igualmente criticado? (Viene a cuento aquella vieja sentencia que dice: Palos porque bogas, palos porque no bogas")

Continúa diciendo don Domingo:

Todo lo cual acusaba a cada hora la rusticidad de aquel huésped, por cuyas manos han pasado suyo, ajeno ó del Estado, cien millones de pesos en veinte años. Cuando Rosas haya llegado a Inglaterra y visto a cada arrendador de campaña, "farmer" rodeado de jardines y bosquecillos, habitando "cottages" elegantes amueblados con lujo, aseo y confort, sentirá toda la vergüenza de no haberle dado para más su caletre que para construir Palermo. ¡Oh! ¡Cómo va a sufrir Rosas en Europa de sentirse tan bruto y orgulloso! (33)

No sufrió por eso, padeció y mucho por falta de medios ya que le habían confiscado lo que honradamente ganó con su esfuerzo personal. Atento a lo cual, no creo que haya tenido ganas ni tiempo de andar comparando y admirando el ornato de las propiedades inglesas. Estaría solo y muy ocupado en sobrevivir.

Rodrigo: Ciertamente ese hombre estaba muy enojado con el abuelo, hasta el punto de utilizar expresiones tan descalificadoras como de mal gusto impropias de un hombre de mundo tal como lo hace notar sin falsa modestia en su crónica. Le reprocha entre otras cosas, ser un "Gaucho estúpido"; "presuntuoso sapo"; "aprendiz omnipotente"; "bruto y orgulloso".

¡-Muy enojado!, madre, ¡muy … enojado!

Manuel: Tal vez explique su agresividad, el hecho de que estuvo exiliado mucho tiempo.

Lo obvio de esta nota es su intención de descalificar absolutamente todo lo que hizo el abuelo, no obstante, cualquier observador imparcial, debe haber advertido que este señor actúa solo llevado por sus apasionadas convicciones políticas. Sus comparaciones pueden resultar hasta cierto punto convincentes, en especial para aquellos que tuvieron como él, la oportunidad de apreciar la armónica visión de nuestros jardines, bosquecillos y cottages. Sin embargo, lo que deliberadamente omitió, es que su ponderado modelo estético inglés, es el resultado del clima y del trabajo de decenas de generaciones de ingleses. Lo cual me hace pensar que sus afirmaciones, más allá del talento con que las expresa, están fuera de tiempo y lugar, tomando en cuenta, querida madre, la visión que tengo de tu naciente país, el cual tiene una herencia cultural distinta y muy arraigada por aquel tiempo. Tal vez muchos estarían de acuerdo conmigo cuando digo que lo del abuelo fue muy meritorio, porque más allá de discutir sus gustos sobre concepciones estéticas fue pionero, y hacedor de una sólida base sobre la cual se asentó el futuro, animado hoy en el parque más importante de la ciudad, y eso, nadie se lo puede quitar.

Base de la cual se valió luego Sarmiento para dar forma al Palermo actual.

Máximo: Era un hombre de una naturaleza enérgica y polifacética; Así pues, lucía circunspecto, minucioso, autoritario, austero y amigo de bromas. Lo más notable era su genio para la organización y la diplomacia.

A esta altura del relato les resultará sencillo comprender que tales condiciones fueron el resultado, de su finísima astucia gaucha, en lo que era inalcanzable. Esta condición natural, ayudada por su lógica y su firmeza, le permitieron vencer a diplomáticos que eran considerados entre los más eminentes de su tiempo. Y todo esto, sin estudios, sin siquiera secundarios.

Tales condiciones lo convirtieron en la gran figura de su época.

Numerosas anécdotas recrean su personalidad. De rasgos a veces tan peculiares y otros ciertamente censurables. Había en él una buena dosis de humor negro que canalizaba hacia terceros con el deseo de divertirse.

Con el tiempo trascendió una de ellas. En este caso su víctima propiciatoria fue el embajador de su Majestad Británica Mr. Henry Mandeville al que vuestro abuelo invitó a pasar un día de campo en su quinta. Después de almorzar convidó a su huésped a "siestear" bajo los árboles frondosos que rodeaban la casa y a tal efecto mandó arreglarle cama con un apero de campo. Con anticipación había dado instrucciones a uno de los hombres para que ejecutase la broma premeditada. Dormía tranquilamente el diplomático y Rosas aparentando hacer lo mismo observaba.

Hallándose ambos en esta situación se acercó su ordenanza con una picana y descargando con fuerza un golpe de punta en la pierna del ministro le infirió una herida, al tiempo que arrojó sobre el cuerpo del diplomático una víbora de la cruz, hecho lo cual se ocultó entre los árboles. Mr. Henry despertó sobresaltado y al ver al ofidio que salía entre sus ropas dio un grito creyendo que lo había picado. Don Juan Manuel saltó de su cama fingiendo sorpresa y aparentando hablar para si solo, dijo casi al oído de Mr. Mandeville

-¡Dios mío, y es de las más malas!- ¿Diga milord, lo ha picado?

El ministro pálido de espanto, con los ojos fuera de sus órbitas, indicó el punto donde había sentido el dolor del pinchazo. Rosas extrajo de sus ropas un pequeño puñal y rasgando el pantalón descubrió la herida, al tiempo que con aparente desesperación, aproximó los labios para absorber el supuesto veneno. El ministro más y más asustado, quiso evitar su sacrificio, pero él no se lo permitió.

Llamó enseguida. Acudieron los peones, y "mataron la víbora", (a la cual ya antes se le había cocido la boca). Después de varias exclamaciones airadas para crear el clima adecuado, pidió hojas de tabaco y aguardiente con lo que formó un apósito sobre la herida asegurándolo con su propio pañuelo.

Trasportado Mandeville a las habitaciones, se le rodeó de mil cuidados afectuosos y lo retuvo un par de días para dar mayor autenticidad a la patraña Al cabo de ese tiempo lo acompañó en su galera hasta su quinta (34)

Al despedirse de él afectuosamente, le pidió que como única recompensa no divulgase el suceso por lo que pudiera comprometerlos a los dos. Mandeville se lo prometió y se consagró a servirlo con una adhesión que se alimenta con la gratitud.

Ese humor estaba siempre latente en él, tal vez como un desahogo de su poderosa personalidad.

¿Algún comentario muchachos?

Rodrigo y Manuel: Sin comentarios…

El mantuvo en un cono de sombras algunos episodios de su vida privada.

Ya muy entrado el siglo XX los únicos testigos directos que quedaban en el país de aquellos días inolvidables fueron sus hijos naturales.

Tal vez fuera para Rosas la convivencia en la quinta con ellos, los mejores momentos de su aplanada existencia.

Estos fueron siete, fruto de la relación clandestina con María Eugenia Castro.

La casa grande de Palermo de San Benito era amplia y cómoda y estaba atendida por una servidumbre sumisa y leal que en la mayoría de los casos, nada tenían que hacer, como no fuera vigilar las interminables travesuras de los hijos del patrón.

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Batalla de Caseros

Alguna vez, aquellos hijos de la edad madura, salvaron de la muerte a don Juan Manuel. El tirano acostumbraba a pasearse por los corredores del caserón, mientras el mate iba y venía incesantemente de sus manos a las de la cebadora. A veces se sentaba en uno de los bancos del corredor y en aquel escenario patriarcal recibía al ministro de Su Majestad Británica, su grande y sumiso amigo Henry Mandeville. Otras veces se acostaba en posición de cubito dorsal en aquellos mismos bancos cuando las tardes caliginosas invitaban a la soñarrera. Cruzaba un pié sobre el otro, las manos sobre el amplio tórax y se ponía a soplar cadenciosamente, entre ronquido y ronquido. Una noche jugaba con sus chiquilines en uno de aquellos bancos, "El soldadito" (así llamaba a una hija natural llamada Ángela nacida en 1843 (fallecida en1925) jineteaba en una de sus rodillas, mientras los otros batían palmas y cantaban alguna canción en boga. En el fondo del corredor permanecía un hombre extraño siguiendo con mirada curiosa todos sus movimientos y como esperando una ocasión propicia para realizar algún oculto designio. Al cabo lo trajeron ante su presencia y confesó que era un vasco que estaba pagado por sus enemigos para matarlo. ¿Y porque no lo hizo? –le preguntó Rosas con frialdad? – Porque me dio no se que matarlo delante de esas criaturas inocentes, solo esperaba que estuviese solo, respondió aquel hombre lleno de emoción. El vasco fue pasado por las armas. Sus hijos bastardos lo habían salvado. Por eso mismo quizás sabiendo lo que pasaba en el ánimo de sus enemigos, él que leía tan profundamente en el alma humana nunca estaba solo. Los chicos eran para él, sus ángeles custodios. Sabiendo lo que pasaba en el ánimo de sus enemigos, él, que leía tan profundamente el alma custodios". (35)

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Palermo de San Benito, 27 de enero de 1852

Manuelita: En la galería norte de la casona mi padre se despidió, casi sin palabras.

Eran como las seis de la tarde. Instantes después, montó en su caballo y partió con su escolta hacia Los Santos Lugares, (1) para ponerse al frente de sus tropas.

Sin volver la cabeza, se alejó para ya nunca volver a su ponderada quinta, singular resultado de su inclaudicable tesón. Instantes después, solo pude escuchar la sonoridad de los cascos y la nube de polvo que los fue envolviendo.

Quedó en mí, la íntima sospecha de un esquivo desenlace.

Palermo de San Benito, 3 de febrero de 1852

Ese día presentí a través del lejano retumbar de los cañones que la suerte de mi padre y la mía propia estaban en juego.

Luego el silencio.

Las primeras noticias llegaron al caer la tarde.

Su portador fue el secretario de la legación británica, quien me informó en nombre del cónsul Mr. Robert Gore, que todo estaba perdido y que debía acompañarlo para reunirme con tatita.

Horas después tomé el camino de Buenos Aires para reunirme con mi padre.

Para ambos solo cabía destierro.

Tan inexorable como definitivo.

Fin de Palermo de San Benito

Junio de 2012

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Estatua de Sarmiento ubicada en el lugar donde

se levantaba el caserón de Rosas.

Notas

1) Los Santos Lugares de Jerusalém, Hoy Partido de San Martín

2) En su origen se llamó "suerte gótica" que significaba tierra cultivada por colonos.

3) Antigua denominación de chacra, en rigor denominación más apropiada, ya que de chácara derivan chacarero y chacarita, si fuera chacra sería chacrero y chacrita.

4) Dicho más apropiadamente: con frente a sus barrancas.

5) El reino de las dos Sicilias pertenecía a la corona española.

6) Dio su nombre a un barrio de la ciudad aún cuando. El nombre oficial del parque es 3 de Febrero no obstante, parque y sus bosques son más conocidos con la denominación

tradicional. Palermo, ese confín porteño, M.A. Scema.

porteño, "Revista Todo es Historia".

7) Ibidem

8) De la Biblioteca y Universidad, actualmente Moreno y Bolívar frente al colegio Nacional de Bs. As.

9) Ejercida a través de los Alcaldes de la Hermandad

10) Historiador y redactor de "La Gaceta" único periódico de tendencia oficialista.

11) Revista Buenos Aires 20. "El Parque Tres de Febrero", P. 49

12) Boletín Nº 13 del Instituto Histórico de la Ciudad de Bs. As., P. 71

13) Rosas buscó deliberadamente y a conciencia la utilización del colonial como afirmación del propio ser y en repudio del estilismo europeo del momento; precisamente del enemigo que estaba bloqueando al país y en línea con una arquitectura nacional.

(Búsqueda de un estilo propio) Este camino debía encontrarse en la tradición arquitectónica es decir en el barroco-colonial hispano americano. Esta posición estaba perfectamente de acuerdo con el romanticismo reinante y el extraordinario interés cultural por las "nacionalidades" y lo tradicional

14) El Parque 3 de Febrero, Revista Buenos Aires nos cuenta, P. 42, octubre de 1991

15) A unos trecientos metros de la ribera y tomando en cuenta la exuberancia de los bosques naturales adyacentes a la misma, dudo que, ni aún desde la terraza de la casona, se alcanzaría ver

al río en plenitud. Tenía razón Sarmiento cuando afirmaba que si la casa hubiera estado asentada sobre la barranca, se hubiera logrado plenamente tal objetivo.

16) Subestimadas con sarcasmo por Sarmiento (La Campaña del Ejército Grande)

17) Historia de la Confederación Argentina T.III. P.208 Bca.

Argentina de Historia y Política.

18) Especie de anea que se cría en terrenos húmedos los indígenas de las riberas del lago Titicaca la utilizan para construir sus embarcaciones ó cubrir las cabañas.

19) Nunca usó zapatos, calzaba siempre botas. Su dormitorio y ambiente de trabajo estaba aromatizado con sahumerios. Lucía siempre muy pulcro. Cuando murió uno de sus deseos fue que lo sepultaran con su dentadura postiza.

20) Pavimento hecho con piedra machacada arena y conchilla aglomeradas y Apisonadas., que se utilizó hasta principios del siglo XX.

21) Buenos Aires 20, El parque 3 de feb. P.79

22) Manuel Bilbao, Tradiciones y Recuerdos de Buenos Aires, P.

23) Ob. Cit. M.A. Scenna.

24) Manuelita Rosas, Carlos Ibarguren P. 226 Librería La Facultad, 1933.

25) Diego A. Del Pino. Historia del Jardín Zoológico Municipal pp. 18/19. En El Parque 3 de Febrero, Elisa Casella de Calderón.

Revista Buenos Aires 20, 1ra. Edición, octubre de 1991. P.47

26) Los miércoles de Manuelita, Octavio C. Battolla. Párrafo mencionado en El Parque 3 de Febrero, P.46, Elisa Casella de Calderón.

27) Adolfo Saldías. Ob. cit. 126.

28) Memorias del General Gregorio Aráoz de La Madrid, T. II, p.45, E.U.D.E.B.A. 1968.

29) Viaje a caballo … W. Mac Cann P.214

30) Manuel Gálvez Vida de don Juan Manuel de Rosas. Guillermo Hudson: Autor de Allá Lejos y Hace Tiempo

31 Ob.Cit. Miguel Angel Scenna, Revista "Todo es Historia"

32) Construcción rudimentaria sin estilo, con paredes de barro cocido y techo de totora.

33) Sarmiento. La Campaña del Ejército Grande. P. 255

34) La quinta residencial del ministro ocupaba unas diez manzanas ubicadas en el actual barrio de Villa Crespo. Su casa habitación era un viejo edificio colonial que estaba enclavada en la

intersección de las hoy Scalabrini Ortiz y Warnes, conocidas por entonces como Caminos del Ministro Ingles y de Moreno. La mencionada en primer término había sido a Rosas en Palermo. Vicente Cútolo, Las Calles y sus nombres, P.112

35) M.A. Scenna. Ob. Cit.

36) los Santos Lugares de Jerusalém, Hoy Partido de San Martín

Fuentes

Buenos Aires desde su fundación hasta

nuestros días. Bs. As. 1902. Imprenta de

Juan A. Alsina.

Manuel Bilbao

Como fue la vida amorosa de Rosas

Rafael P. Yáñez

El Parque 3 de Febrero Revista Bs. As. 20

1ra. Edición, octubre de 1991

Elisa Casella de

de Calderón

Evolución Urbana de Buenos Aires

Cuadernos de Bs. As.

Nº 12

El día que Palermo se asoció a San Benito

La Nación 12/1/1992

El buen humor de Rosas

Rev. Todo es Historia

Alicia Villoldo.

Historia de la Confederación Argentina T. III.

Adolfo Saldías

Historia de las calles y sus nombres, Elche 1988.

Vicente Cútolo

Historia de los Barrios de Buenos Aires

Vicente Cútolo

Historia y Leyenda del arroyo Maldonado

Cuad. de Bs.As.

Nº XXXVI Diego

Del Pino

Juan Domínguez Palermo

Instituto de Investigaciones

Históricas de la facultad

de Filosofía de la U.B.A.

La Campaña del Ejército Grande

Domingo F. Sarmiento

Kraft, Bs. As. 1957

La Casa de Rosas en Palermo

Rev. Todo es Historia Nº 223

Marco Rufino

Rev. Todo es Historia

Nº 223

Las Moradas de don Juan Manuel

Rev. Todo es Historia

Nº 118

Julio Luqui Lagleyze

Los 7 platos de arroz con leche

Lucio V. Mansilla

Los planos más antiguos de Buenos Aires

Alfredo Taullard

Palermo de San Benito

Boletín Nº 13 del Instituto

histórico de la ciudad

Bs. As. Carlos Fresco

Palermo, ese confín porteño

Miguel A. Scenna

Rosas y su dictadura

Mariano Pelliza

Rosas y su hija en la quinta de Palermo

Rev. Todo es Historia Nº 285

Vida de Juan Manuel de Rosas

Manuel Gálvez

Viaje a caballo por las provincias argentinas

William Mac Cann

Tradiciones y recuerdos de Bs. As. Dictio 1981

Manuel Bilbao

Fotos y Grabados

www.arconde buenos aires.com.ar

 

 

Autor:

Alberto Pereira Rios

 

Partes: 1, 2
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