Porque sólo quien ve al otro y valora sus posibilidades, descubre su riqueza.
Motivar es compartir
Ya que solamente quien está dispuesto a dar de sí mismo, tiene la humildad de recibir.
Motivar es "ser simpático"
Ya que simpatía significa "sentir con el otro"
Motivar es tener fe
Porque sólo cuando confío creo.
Motivar es tener confianza
Porque sólo cuando confío, creo.
SER HOMBRE
Ser hombre hijo mío,
Es pisar en las brasas del miedo
y seguir caminando,
soportar el dolor de la carne
en silencio
y aridez en los ojos.
Más dejar que las lágrimas fluyan
Si el quebranto es del alma.
El cercar el valor de prudencia
Y el ardor de cautela
Sin torcer el propósito,
Sin mellar la decisión forjada
En la tesón, la paciencia,
La razón, la experiencia
Y la meditación.
Es pasar, con los brazos
Ceñidos al cuerpo,
Los labios inmóviles
Conteniendo el aliento,
Junto al castillo de arena
(Que es la felicidad que construyó
Otro hombre)
Con tu palabra;
O si al extender tú brazo
Pudiera derribarle,
¡Porqué arruinar la dicha de
Tu prójimo
Es más grave, peor,
Que introducir tu mano
En el bolsillo para robarle!
Hijo mío, no desdeñes el oro
Más no dejes que el oro señoree
Tu vida.
Acumula bastante para no tener que
Extender tu mano a la piedad del otro,
Y si poder, en cambio, poner algo
En la mano que hacia ti se extiende.
Y al que te pide un pan no le
Des un consejo.
No te juzgues más sabio que aquél
Que busca ayuda; dale apoyo y aliento
Y comparte su carga.
Dale tu oro y tu esfuerzo,
Y después el consejo.
Al temor no le pongas
El disfraz de perdón;
El valor, hijo mío, es la virtud más alta
Y confesar la culpa es el supremo valor.
No eches, en los hombros de tu
Hermano la carga,
Ni vistas a los otros
Las ropas de tu error.
Es tu deber, si caes,
No obstante la caída,
Mantener siempre en frente
Tu ideal y tu anhelo
Y no buscar la excusa, ni encontrar la disculpa.
Los héroes, hijo mío, nunca
Esgrimen pretexto.
La mentira es hollín,
No te manches los labios.
Y no ostentes ser rico,
Ser feliz o ser sabio
Delante del que exhibe
La llaga del fracaso.
No subleves la envidia,
La admiración, los celos,
Y busca la sonrisa;
No busques el aplauso.
Y perdónale al mundo su error,
Si no valora tus merecimientos
En lo que crees que valen.
(Es probable, hijo mío,
Que el más justo avalúo
Es el que el mundo hace).
Y por fin, hijo mío:
Que no turbe tu sueño
La conciencia intranquila;
Que no mengüe tu dicha
El despecho abrasivo
Ni tu audacia flaquee
Ante la adversidad,
No deforme tu rostro
Jamás la hipocresía
Y no toque tu mano traición
O deslealtad.
Y aún hay más, hijo mío:
Que el valor de tu mirada
Sobre el camino andado
No haya lodo en tus pies,
Ni se encuentre en tu huella
Una espiga,
Una mies
O una flor pisoteada.
Hijo mío, es esto
Lo que esa breve frase,
Ser hombre, significa.
Elías M. Zacaría
La televisión y la familia
Uno de los medios de comunicación que se han hecho indispensables en la vida familiar de hoy es la televisión; es el favorito de chicos y adultos, ya que permite tener una conexión inmediata con la totalidad del planeta, a través de una tecnología cada vez más sofisticada; de igual forma, es el medio de entretención preferido y facilita, a través de sus canales educativos, el acceso a la educación primaria y secundaria en áreas y personas en las que es difícil acceder a otros recursos; además, por distintos conductos, la publicidad logra cifras millonarias en ventas al contar con este medio masivo.
Se ha desarrollado un debate con respecto a los aspectos positivos o las desventajas y dificultades que acarrea la televisión. En cada país existe menor o mayor control de los espacios televisivos; sin embargo, los únicos que pueden asumir un control adecuado para utilizar este polémico medio de comunicación son las personas responsables del grupo familiar (Rodríguez, 2001).
El abuso y el mal uso que se hace de este medio facilita que los niños pasen muchas horas de su valiosa vida observando, en forma pasiva, programas que en muchas ocasiones ni siquiera deberían de ver, por la carga de violencia, sexo, modelos de pareja estereotipados, mensajes que moldean sus mentes infantiles; ese tiempo deberían aprovecharlo en otras actividades que le permitan realmente recrearse, o aprender a desarrollar sus talentos y descubrir sus capacidades personales.
No podemos proteger a nuestros hijos de la gran cantidad de información y presión que ejerce la sociedad de consumo sobre ellos; muchos programas muestran este hecho; se desea influir sobre la persona como estimularla a que consuma y controle su forma de vida; los jóvenes y las personas que tienen dificultades para asumir su autonomía son más fácilmente manipulados (Rodríguez, 2001).
La búsqueda de valores que le permitan al joven identificarse, dado el vacío que encuentra en sus hogares y en las relaciones familiares, hace que los chicos cedan fácilmente a las presiones de los mensajes de violencia, a formas de relación que repiten formas de sometimiento machistas o novedosas formas de establecer relaciones intrascendentes y fugaces, mensajes en que la vida humana y cualquier ser vivo se conviertan en una mercancía, etc.
Todos estos elementos construyen una visión limitada y empobrecida del mundo y de sí mismos, que tristemente son los compañeros cotidianos de la familia actual; muchas veces los padres "enchufan" a sus hijos pequeños al televisor para que no "molesten", sin ni siquiera orientarlos sobre los programas adecuados para ellos.
PAUTAS PARA EL USO ADECUADO DEL TELEVISOR
Es importante que los padres y la familia en general orienten y asuman la responsabilidad de dar un adecuado uso a este medio, para aprovechar las ventajas que ofrece. Para ello es conveniente tener en cuanta las siguientes pautas (Rodríguez, 2001).
Controlar el tiempo de uso. Tomen en cuenta la cantidad de tiempo que los niños utilizan para ver la televisión, y si considera que es demasiado redúzcala; haga que ocupen este tiempo extra en otras actividades recreativas, de acuerdo con los intereses de cada chico; el tiempo recomendado para ver televisión es de una a dos horas diarias.
Seleccionar los programas. Enséñele a sus hijos a ser críticos con respecto a los contenidos, de tal manera de que aprendan a elegir desde pequeños lo que más les convienen; explíqueles la razón de esta selección y sólo vean los programas elegidos; el televisor no necesita estar prendido todo el tiempo.
Compartir con los hijos cuando ven televisión. La observación debe ser activa; comenten sobre el programa que están viendo: qué les agrada, qué les disgusta, los aspectos reales y los que no lo son, los mensajes, cómo se sienten frente al programa.
Ser modelo. Es importante que los padres examinen el tiempo destinado y la forma en la que emplean la televisión, ya que de la misma manera lo harán sus hijos. Identifique que programas prefiere, el tiempo que utiliza y la forma de hacerlo (se queda tardes enteras hipnotizado ignorando a todos, o emplea su tiempo libre en algún deporte o aflicción. Enseñe a sus chicos a hacer un uso racional de éste y otros medios de comunicación, como los computadores. De igual manera, estimule el empleo del tiempo libre dando ejemplo.
Cuestionar la violencia. Es importante que en su hogar aprendan a solucionar los problemas de una forma pacífica. Si observan programas en que la agresión se utiliza como alternativa para solucionar dificultades, los niños asimilarán este comportamiento como opción válida. Comenten acerca de vías adecuadas a las que los personajes podrían recurrir en vez de usar la violencia como alternativa.
Analizar los comerciales. Enséñeles a sus hijos a adoptar una postura crítica frente a la manipulación que los comerciales pretenden realizar a través de los avisos publicitarios, entre otras cosas para que puedan ser más objetivos cuando escojan un producto que realmente necesiten, sopesando sus ventajas y desventajas.
Hacer buen uso del tiempo libre. Aprenda y enseñe a sus hijos a hacer un buen uso del tiempo; anímelo a que explore actividades creativas, deportes, aficiones, intereses o juegos que pueda desarrollar sólo o con otros chicos.
Usar la televisión como elemento educativo. Aproveche los programas culturales que sean de interés para los niños y compártalos en familia; grave los que sean llamativos para sus hijos; provéalos de programas educativos en DVD, que puedan se útiles para incentivar su curiosidad y espíritu investigativo.
LOS HIJOS NO ESPERAN
Hay un tiempo para anticipar la llegada del bebé, un tiempo para consultar al médico.
Hay tiempo para hacer dieta y ejercicios, y un tiempo para preparar ajuar.
Hay un tiempo para maravillarse en los caminos de Dios, sabiendo que este es el destino para el cual fui preparado.
Un tiempo para soñar lo que será este niño cuando crezca.
Un tiempo para pedirle a Dios que me enseñe a crear al hijo que llevo en mis entrañas.
Un tiempo para preparar mi alma, para alimentar la suya. Pues pronto llegará el día en que nacerá.
-Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para alimentarlo durante la noche, para cólicos y biberones.
Hay un tiempo para mecerlo y pasearlo por la habitación.
Hay un tiempo para ejercer la paciencia y la abnegación, un tiempo para mostrarle que su mundo es un mundo de amor, de bondad y de dependencia. Hay un tiempo para maravillarme de lo que él es, ni mascota, ni juguete, sino una persona, un individuo, un ser creado a imagen de Dios.
Hay tiempo para reflexionar acerca de mi mayordomía.
Para saber que no puedo poseerlo.
Qué no es mío; que he sido elegida para cuidar de él, edificarlo y responder ante Dios por él.
He resuelto hacer lo máximo a mi alcance.
Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para tenerlo entre mis brazos y contarle la historia más hermosa que jamás haya oído.
Un tiempo para mostrarle a Dios en la Tierra, en el cielo y en la flor y enseñarse a maravillarse y sentir asombro. Hay un tiempo para dejar a un lado los platos sucios y llevarlo al parque a columpiarse.
De correr con él una carrera, hacer un dibujo, atrapar una mariposa y darle compañerismo lleno de alegría.
Hay un tiempo para señalarle el camino y enseñarle a orar con sus labios de niño.
-Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para cantar en vez de renegar, sonreír en vez de fruncir el seño.
De secar lágrimas y reírse de los platos rotos.
Un tiempo para compartir con él mis mejores actitudes, mi amor por la vida, mi amor por Dios, mi amor por los míos.
Hay un tiempo para contestar todas sus preguntas.
Porque quizá vendrá un momento en que no querrá mis respuestas.
Hay un tiempo para enseñarle, muy pacientemente a obedecer.
Hay un tiempo para enseñarle lo hermoso del deber cumplido, de adquirir el hábito de leer la Biblia, de gozarse en la comunicación en medio de los suyos.
De conocer la paz que viene por la oración.
-Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para verlo partir valientemente a la escuela, y extrañar su manera de estar siempre alrededor mío.
De saber que hay otros que atraen su interés, pero de saber que estaré allí para responder a sus llamado.
De escuchar con atención sus descripciones de lo que ha sucedido en el día. Hay un tiempo para enseñarles a ser independiente, a tener responsabilidad y disciplina.
De ser firme pero afectuoso, de saber disciplinarlo con amor.
Porque pronto legará el momento de dejarlo partir y de soltar los lazos que lo sujetan.
-Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para atesorar cada instante fugaz de su niñez.
Sólo diez y ocho preciosos años para inspirarlo y prepararlo.
No voy a cambiar este derecho natural por una posición social, o una reputación profesional.
Una hora de dedicación podrá salvar años mañana.
-Porque los hijos no esperan.
Llegará el momento en que no habrá más puertas que golpear, ni peleas entre ellos, ni marcas en las paredes.
Entonces podré mirar atrás con gozo y no con pesar.
Será el tiempo de concentrarme en un servicio fuera de mi hogar.
Habrá un tiempo para mirar atrás y saber que estos años de ser padres no se desperdiciaron.
Pedimos a Dios que llegue el momento en que podamos ver a nuestros hijos íntegros y rectos.
Dios mío, dadnos la sabiduría para saber que hoy es el día de nuestros hijos.
No existen los momentos de poca importancia en sus vidas.
No hay carrera mejor, ni trabajo más remunerador, ni tarea más urgente que nos postergue, ni descuide esta labor.
Que podamos aceptarla con gozo, y que con la ayuda del espíritu y por tu gracia nos demos cuenta de que el tiempo es breve y que nuestro tiempo es hoy.
-Porque los hijos no esperan.
Helen M. Young
¿Qué estamos haciendo en vez de decir te amo?
Estamos primordialmente dedicados a distanciarnos, destruirnos, intimidarnos, decepcionarnos, degradarnos, devaluarnos y no sabemos cómo cambiar esta situación.
Un nuevo lenguaje de amor puede rehacer mentes. En su importante libro. The Connection (la comunicación humana) Ashley Montagu y Floya Matson manifiestan que el amor es la forma más elevada de la comunicación (Rodríguez, 2001).
De manera que si usted quiere establecer la conexión humana en una relación de amor, quizá desea analizar lo siguiente:
Dime a menudo que me amas, a través de tu charla, tus acciones y tus gestos. Quizás muestre signos de turbación e incluso niego que lo necesito pero no lo creas. Hazlo de cualquier manera.
Felicítame a menudo por los trabajos bien desempeñados y cuando falle no me desacredites; en vez de ello, dame seguridad. No tomes muchas de las cosas que hago por ti como algo que se da por sentado. El refuerzo positivo y el agradecimiento darán como resultado la seguridad de que yo lo repita.
Hazme saber cuando te sientas deprimido. Sólo e incomprendido… Seré más fuerte al saber que tengo el poder de consolarte. Los sentimientos, si no se verbalizan, pueden ser destructivos. Recuerda: aún cuando te amo, no siempre puedo leer tu mente.
Expresa sentimientos y pensamientos jubilosos. Le darán vitalidad a nuestra relación. Es maravilloso dar regalos de amor sin razón alguna y escucharte cuando expresas con palabras tu felicidad.
Cuando me respondes me siento tan especial que eso compensa todos aquellos que, durante el día, pasaron a mi lado sin verme.
No invalides mi ser diciéndome que lo que veo o lo que siento es insignificante o no es real; si lo veo y lo siento para mí se trata de mi experiencia y, por lo tanto, es importante y real.
Escúchame sin juzgarme y sin ideas preconcebidas; ser escuchado, lo mismo que ser visto, es algo vital. Si en verdad me vez y me escuchas tal como soy en el momento, eso será una constante afirmación de mi ser, a medida que mutuamente nos ayudemos a cambiar.
Tócame, sostenme en tus brazos, acaríciame y abrázame. Mi yo físico se revitaliza gracias a la comunicación de amor de verdad.
Respeta mi silencio; casi siempre descubro las alternativas para mis problemas, mi creatividad y mis necesidades en mis momentos de quietud.
Hazle saber a los demás que me valoras; la afirmación pública de nuestro amor me hace sentir especial y me llena de orgullo. Es bueno compartir con los demás la alegría de nuestra relación.
Se muy bien que quizás estén pensando que las ideas anteriores en realidad no son necesarias, que ocurren de una manera espontánea, pero no es así; son estos aspectos mismos de la comunicación los que se convierten en la piedra angular de toda relación de amor floreciente. También constituye los sonidos más bellos del mundo.
Leo Buscaglia
El mejor amigo del hombre
Cuentan nuestros antepasados que el último animal que creó Dios fue el perro. Cuando terminó de hacerlo, Dios se sintió contento.
Le acaricio la cabeza, le dijo palabras cariñosas y entonces el perro movió el rabo.
A Dios le hizo mucha gracia ver la respuesta del perro; entonces pensó que por ser afectuoso y juguetón, sería un buen amigo para el hombre, y como a todos los seres, tenía que señalarle una tarea en la tierra. Le dijo:
-Servirás fielmente a tu amo. A donde vaya de día irás tú. Pero descansarás siempre con un ojo abierto. Tus orejas estarán siempre abiertas para escuchar todo ruido extraño. Y ladrarás fuerte para avisar a tu amo si hay peligro.
-¿Quién será mi amigo?- preguntó el perro.
-Será el más poderoso de todos los seres vivientes de la Tierra, pero tú mismo tendrás que encontrarlo.
Y Dios puso el primer perro en la tierra, el perro empezó a buscar al poderoso ser a quien deberías servir.
-No puede ser un pájaro- pensó el perro –porque yo no podría acompañarlo cuando vuela. Tampoco podría ser un pez porque yo no podría vivir debajo del agua. Por lo tanto, mi amo será una criatura de la tierra, como yo.
Buscando y buscando encontró muchos animales. Algunos eran más pequeños que él y se asustaban al verlo; otros eran más grandes, pero cuando él ladraba se alejaban asustados. Hasta que un día vio a un elefante que arrancaba ramas de los árboles y se las llevaba a la boca con sus trompas.
-Seguramente es el animal más grande de la Tierra- pensó el perro. –Y es el más fuerte porque arranca como si nada las ramas de los árboles. Entonces se acerco al elefante y le dijo:
-¿Quieres ser mi amo? Te seguiré de día; te protegeré de noche; seré un buen guardián.
El elefante levanto la trompa y le dijo que sí.
Aquella noche el perro se acostó junto al elefante. Poco después se hoyo un ruido en lo alto de un árbol. Era un mono que saltaba entre las ramas. Al escuchar el ruido, el perro se puso de pie de un salto y se puso a ladrar. Ladro fuerte para avisarle a su amo que había peligro. Pero el elefante, en vez de alegrarse se enojó.
-¡Cállate, perro tonto!- susurro el elefante –no hagas ruido porque el león podría oírte y como casa en la oscuridad podría venir a buscarnos.
-El elefante le tenía miedo al león –pensó el perro- aunque es tan grande y tan fuerte, no es tan poderoso como ese otro animal. El león será mi amo -.
Cuando se hizo de día, el perro se despidió del elefante y se fue a buscar al león. A cuanto animal se encontraba en su camino le preguntó que si tenía miedo del león. Y todos le contestaban que sí, porque el león es el rey de los animales.
Después de tanto caminar, en la orilla de un arroyo encontró por fin al león y le dijo: Dios me hizo para ser el sirviente del ser más poderoso de la Tierra. He visto que todos los animales te tienen miedo, hasta el elefante, con ser tan grande. Te serviré bien. El león se sintió orgulloso y aceptó ser su amo.
En la noche, el león y el perro salieron a cazar. De pronto sopló viento y las hojas de los árboles susurraron.
El perro, al escuchar estos ruidos extraños, comenzó a ladrar.
-¡Cállate perro!- Gruño el león –Nunca ladres de noche porque el hombre podría oírte. El hombre caza de noche y de día. Si te oye ladrar entonces sabrá dónde estamos y entonces nos cazará.
No es el ser más poderoso de la tierra. No es el amo que yo busco. Entonces el perro fue en busca del hombre.
En un bosque encontró a un cazador, cuando el cazador vio al perro, el habló suavemente y cuando el perro se le acercó, le acarició la cabeza, como había hecho Dios. El perro movió la cola como diciéndole: – Te acompañaré de día, de noche te avisaré de los peligros, te serviré fielmente-
Aquella noche el perro durmió a la puerta del rancho del hombre. Cuando el viento sopló entre los árboles, cuando un mono saltó de rama en rama, el perro ladró vigilante. Y el cazador despertó cada vez.
-¡Buen perro!- decía, acariciándole la cabeza. Y se volvía a la cama para dormir. Sabia que estaría a salvo si el perro cuidaba su rancho. Entonces el perro pensó:
-Ahora lo comprendo todo. La grandeza no consiste en ser fuerte o fiero. El hombre no tiene colmillos como el elefante, ni dientes tan fuertes como los del león. Pero es capaz de sentir amor y acariciar suavemente a otra criatura.
El perro se sintió feliz, sabía que al fin sabía encontrado al ser más poderoso de la tierra.
Sueño de un padre: la hermandad, la fraternidad, la solidaridad
Sueño con una patria donde existan, de veras, la hermandad, la fraternidad, la solidaridad.
Que triste vivir en una nación en donde sus hijos se comportan como extranjeros. No tenemos vocación de anónimos.
Nos cubre el mismo cielo, los mismos océanos, tenemos iguales leyes que unifican nuestro proceder republicano; una religión nos congrega en una misma iglesia; somos hermanos de la misma heredad; tenemos tradiciones que tuvieron su origen en la misma cuna; podemos comunicarnos con la bella lengua de Cervantes; cantamos el único Himno Patrio; frente a la misma bandera; corre por nuestras venas la misma sangre mestiza; respiramos el mismo aire tropical
Es mucho más lo que nos une y congrega que lo que nos divide y dispersa.
La misma palabra "patria" nos pide a gritos unidad y concordia en nuestras vidas.
Patria son los mares, el paisaje, las leyes, la soberanía, los símbolos, la lengua, la religión, la tierra la economía ya todos estos aspectos que configuran la realidad "patria" los podemos llamar nuestros, de todos, sin distingos; la patria es "Nuestra Patria".
Por desgracia el panorama es muy distinto.
Nuestro egoísmo ha parcelado en todas direcciones y sentidos el horizonte de una convivencia solidaria.
Trozos enormes de nuestra geografía en manos de unos cuantos terratenientes
Cada día a aparece más concentrada la riqueza, de tal forma que una minoría goza de lo superfluo, mientras la inmensa mayoría no tiene lo necesario para vivir.
Se desprecia al vecino porque lo consideramos de otra clase social, porque no tiene apellidos de prestigio o porque su piel es morena.
Basta pertenecer a un partido político que no sea el nuestro para sentir en nosotros sospecha.
Una mansión en barrio aristocrático, un carro extranjero, una acción en un club de fama, la posibilidad de unas vacaciones en Miami, son títulos reconocidos que nos dan cierta estampa social, cierta importancia, cierto prestigio; y de todo esto sólo disfruta una minoría privilegiada. La inmensa mayoría de Latinoamérica piensa en esta posibilidad como un cuento de hadas.
El egoísmo reinante ha desquebrajado la hermandad, la fraternidad, la solidaridad. Ha resquebrajado la hermandad la fraternidad, la solidaridad.
Sueño con una patria en donde todos se tiendan la mano en plan de franca igualdad.
Una patria en donde las riquezas se repartan en forma más equitativa.
Una patria en donde todos se aúnen en forma solidaria contra la pobreza, el crimen y la anarquía.
Una patria en donde la iglesia congregue a todos en una misma plegaria.
Una patria en donde todos los esfuerzos se aúnen para lograr un progreso que a todos beneficie.
Sueño con una patria en donde todos los vecinos sean nuestros amigos.
Quisiera que toda la geografía de mi patria fuera un parque inmenso en donde todos nuestros niños pudieran jugar libremente a la hermandad y a la fraternidad.
Que en todos nuestros ríos pudieran impulsar sus barquitos de papel.
Que en nuestras costas pudieran disfrutar de sus trasatlánticos de cuerda.
Que en todas nuestras carreteras pudieran transitar sus triciclos y carritos de navidad.
Que los vientos llenaran nuestros cielos con sus cometas multicolores.
Que los puentes, las avenidas, los aeropuertos, las represas, las cascadas, las torres, iluminaran la imaginación de nuestros niños con las mismas aspiraciones de belleza y fantasía.
Sueño con una patria en donde todos nos sintamos como en una misma patria, miembros de una misma familia, alimentados con el mismo pan de hogar.
Para que este sueño sea realidad en el futuro, tengo que desterrar de mi casa, trabajo, escuela, colegio o universidad, todo lo que suene a egoísmo y sembrar en mis hijos, familiares, estudiantes o compañeros, actitudes de convivencia fraterna y solidaria.
Debo decirles a mis hijos que las cosas que se consiguen no se deben dañar ni botar.
Mis hijos deben captar, poco a poco, la idea de la función de sus haberes.
Tienen que aprender a respetar los libros de la casa porque son de uso común.
Debo decirles que cuando uno de sus hermanos o compañeros de colegio necesita completar unos pesos para su necesidad, se les debe ayudar con la magnanimidad y sentido de compañerismo y fraternidad.
Debo decirles que, en un partido de fútbol, no se puede ser individualista, porque esto dañaría la buena marcha del equipo y que, después de una derrota, se le debe tender la mano al triunfador, con hidalguía y nobleza.
Mis hijos tienen que tomar conciencia de que una falta de disciplina en casa, perjudica a todo el grupo y retrasa el progreso.
Se tiene que dar cuenta de que vale más para la vida sacrificar su tiempo en bien de los demás que sacar la nota más alta en matemáticas.
Mis hijos tienen que captar la idea de que todos los miembros de una comunidad familiar o educativa (directivas, profesores, padres de familia, empleados y ellos mismos) configuran una gran familia que apunta a un mismo ideal de formación.
Tienen que saber mis hijos, que todos los elementos que encuentran en la casa como en la escuela (edificios, oficinas, canchas de juego, biblioteca, pupitres) son valores comunes que sirven a todos, elementos que sirven para crear una fraternidad, una solidaridad.
No puedo permitir que mis hijos irrespeten a los vigilantes, aseadores que trapean y barren nuestras basuras; no puedo permitir que traten mal al jardinero; ellos tienen que saber que estas personas cumplen una función digna dentro de la sociedad y ayudan, con su trabajo humilde, a su formación integral.
Cuando den las tardes, después de la jornada escolar, recojo a mis hijos y veo ese torrente compacto de estudiantes que salen para sus casas, se acentúan por la misma puerta, llenan la calle o el amino con su misma desborda inquietud, pienso en el futuro y tengo la fundada esperanza de una patria más fraternal y más solidaria (Rodríguez, 2001).
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Autor:
José Luis Villagrana Zúñiga
Maestrante de la Unidad Académica de Economía, Universidad Autónoma de Zacatecas. Zacatecas, México.
Fecha de elaboración: 2010/04/19.
[1] Tal como lo mencionan los Editores en: Pareja y Familia, Vida, Amor y Familia. REZZA, Editores. Le?n, Guanajuato, M?xico, 2001.
[2] Pues la poes?a y la m?sica reflejan mejor que cualquier tratado lo referente a las emociones y sentimientos.
[3] (Rodr?guez, 2001).
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