- Introducción
- Para hablar de amor
- El sentido del amor
- Comunicación en pareja
- Papeles de la pareja
- La felicidad de la pareja
- La experiencia de ser padres
- Paternidad responsable
- Gestación: el milagro de vivir
- El papel de los padres solos
- Papel de los padres en la formación integral
- Comunicación en la familia
- Comprensión del comportamiento
- Relaciones eficaces, padres eficaces
- Importancia de desarrollar la autoestima
- Estimular el avance familiar
- La autoridad en la familia
- Pubertad y adolescencia
- La sexualidad integral
- Desarrollo psicosexual de la juventud, madurez y vejez
- El machismo
- El conflicto
- La farmacodependencia en la familia
- Violencia familiar
- Padres eficaces para el siglo XXI
- La televisión y la familia
- Lenguaje del amor
- Sueño de un padre: la hermandad, la fraternidad, la solidaridad
- Bibliografía
Para cada persona la vivencia del amor es una experiencia única y personal. El amor es una fuerza vital que mueve al individuo y a las sociedades. El primer amor es el de los padres; por él nos sentimos valorados y nos posibilita crecer y comunicarnos. Luego en cada etapa de nuestras vidas buscamos el reconocimiento y afianzamos nuestra autoestima a través de las personas a quienes amamos, ya sean familiares, amigos o pareja.
En la familia, como en la pareja, se busca el bienestar familiar y el reconocimiento grupal. Al iniciar la relación en pareja se siente la perfecta unión con el otro y la realización de muchos sueños. Luego se pasa por diversas etapas que, si se sabe abordar la relación con madurez e inteligencia, en que cada miembro aporte lo mejor de sí para procurar la felicidad y resolver los conflictos, puede llegarse ala plena madurez personal y afectiva. Lo contrario significa no sólo el rompimiento no sólo del status de pareja sino de las relaciones familiares y el fracaso de esta larga búsqueda.
En este trabajo se presenta una valiosa ayuda a los padres de familia de forma metodológica, tomando los escritos del Doctor Héctor Alfonso Rodríguez Díaz, para avanzar no sólo en las relaciones eficaces como padres y como familia, sino de manera que sea fuente de bienestar y felicidad que se refleje en todos los que interactúan, para lograr una sociedad más armónica, solidaria y feliz.[1]
Para hablar de amor pase mis pensamientos y mis palabras por el fuego sagrado purificador, pero cuando abrí mis labios para hablar comprendí que estaba mudo.
Cantaba al amor antes de conocerlo, pero cuando lo conocí, las palabras de mi boca se transformaron en un hálito frágil y las melodías de mi corazón, en una quietud profunda.
Cuando los hombres me interrogaban acerca de mis misterios y milagros del amor, yo respondía y les convencía de mi conocimiento. Pero ahora que el amor me ha envuelto en su canto soy yo quien pregunta acerca de sus caminos.
¿Qué es esta llama que arde en mi pecho y consume mis sentimientos y mis inclinaciones? ¿Y qué son estas alas que revoltean alrededor de mi lecho en la quietud de la noche y me mantienen despierto esperando algo que ignoro? ¿Qué es este despertar que está más allá de la vida y la muerte? ¿Quién no despierta del sueño de la vida cuando el amor roza su alma con la punta de su dedo?
Jalil Gibran
Para cada individuo la vivencia del amor es única y personal. Al referirnos a él no sólo hablamos del amor romántico o de pareja, sino de la fuerza vital que moviliza al ser humano más allá de sí mismo.
El amor es capaz de desarrollar en una madre la fuerza extraordinaria para salvar la vida de su hijo. El amor perfecto nos lo enseñó Cristo; sólo el pudo modelarlo al entregar la vida por amor.
La intensidad de este sentimiento se expresa en nuestra vitalidad, en la actitud con la que asumimos una vocación; lo cierto es que sin él nos desconectamos de nuestra propia esencia, de nuestros sueños y de los que realizamos.
El amor se manifiesta por primera vez cuando sentimos que somos amados por nuestra madre. Así aprendemos que somos valiosos y el mundo es entonces un lugar seguro para vivir; nos posibilita valorarnos, crecer y comunicarnos con aquellos que nos brindan su afecto. Se sabe que los niños que no son aceptados y amados por sus padres tienen un peso más bajo y presentan atraso en su desarrollo, ya que el afecto es una necesidad en el desarrollo del ser humano desde que nace y a lo largo de ésta.
En cada etapa, buscamos el reconocimiento de alguien, ya sea de nuestros padres, amigos, familia o pareja; los necesitamos para poder expresar nuestro afecto y sentir que somos valiosos; sin el amor dejaríamos de crecer y desarrollarnos; incluso podríamos perder nuestro equilibrio emocional.
Carencia de amor
Aprendemos a amar a partir de la interrelación con la familia a través del juego, de la respuesta afectiva, de la atención que se brinda a nuestras necesidades. Cada miembro del grupo familiar aporta algo diferente, dependiendo de su concepción del amor; los hogares que carecen de una adecuada expresión afectiva para nutrir a sus miembros, son fuente de conflicto y de empobrecimiento personal y grupal (Rodríguez, 2001).
Autoestima
Cuando los padres no aman ni aceptan a sus hijos o a su pareja por lo que son, el daño a sus autoestima les impedirá avanzar en forma íntegra. Por ello, en las relaciones familiares es más importante el afecto que se comparte que las habilidades que puedan desarrollarse con el fin de convertirse en mejores padres o solucionar los conflictos de pareja; pues sin amor lo demás pierde sentido, y el miembro de la familia que no recibe amor percibirá el rechazo como una señal de que no es un ser valioso y que por esta razón no merece ser amado. Los comportamientos autodestructivos (adicciones, suicidios, conductas antisociales) están alimentados por la inseguridad que siente la persona de no ser aceptada, lo que la lleva a rechazarse y a castigarse, culparse o lastimarse por ser quien es. Este tipo de sufrimiento produce una herida en la valoración personal que es muy difícil de reparar (Rodríguez, 2001).
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