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Trastornos Antisociales (página 2)

Enviado por Lorena Herrera


Partes: 1, 2

Estructura de personalidad de tipo limítrofe: donde se ubican los trastornos de personalidad más severos; dividida a su vez en limítrofe superior y bajo

• Estructura de personalidad de tipo psicótico: que es un criterio de exclusión para los trastornos de personalidad.

¿Qué son los trastornos de personalidad?

Los trastornos de la personalidad se caracterizan por patrones de percepción, reacción y relación que son relativamente fijos, inflexibles y socialmente desadaptados, incluyendo una variedad de situaciones.

Cada uno tiene patrones característicos de percepción y de relación con otras personas y situaciones (rasgos personales). Dicho de otro modo, toda la gente tiende a enfrentarse a las situaciones estresantes con un estilo individual pero repetitivo.

Aunque la gente tiende a responder siempre del mismo modo a una situación difícil, la mayoría es propensa a intentar otro camino si la primera respuesta es ineficaz. En contraste, las personas con trastornos de la personalidad son tan rígidas que no pueden adaptarse a la realidad, lo cual debilita su capacidad operacional. Sus patrones desadaptados de pensamiento y comportamiento se hacen evidentes al principio de la edad adulta, frecuentemente antes, y tienden a durar toda la vida. Son personas propensas a tener problemas en sus relaciones sociales e interpersonales y en el trabajo.

Las personas con trastornos de la personalidad generalmente no son conscientes de que su comportamiento o sus patrones de pensamiento son inapropiados; por el contrario, a menudo creen que sus patrones son normales y correctos. Con frecuencia, los familiares o los asistentes sociales los envían a recibir ayuda psiquiátrica porque su comportamiento inadecuado causa dificultades a los demás. En cambio, la gente con trastornos por ansiedad se causa problemas a sí misma pero no a otros. Cuando las personas con trastornos de la personalidad buscan ayuda por sí mismas (frecuentemente, a causa de frustraciones), tienden a creer que sus problemas están causados por otras personas o por una situación particularmente dificultosa.

Los criterios para los trastornos de personalidad son:

La característica principal de un trastorno de la personalidad es un patrón permanente de experiencia interna y del comportamiento que se aparte acusadamente de las expectativas de la cultura del sujeto y que se debe manifestar, al menos, en dos de las siguientes áreas: cognoscitiva, afectiva, de la actividad interpersonal o del control de los impulsos

• Criterio A. Este patrón debe ser persistente y debe extenderse a una amplia gama de situaciones personales y sociales.

• Criterio B. Además de provocar un malestar clínicamente significativo o un deterioro social, laboral o de otras áreas de la actividad del sujeto.

• Criterio C. El patrón, como ya hemos dicho, es estable y de larga duración, además de descubrir que su inicio se remonta, al menos, a la adolescencia o al principio de la edad adulta.

• Criterio D. Este patrón no debe ser atribuible a ninguna manifestación o consecuencia de otro trastorno mental.

• Criterio E. No es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia médica (droga o medicación) ni a una enfermedad médica, como por ejemplo un traumatismo craneal.

El diagnóstico de los trastornos de personalidad requiere una evaluación de los patrones de actividad del individuo a largo plazo, y las características de la personalidad han de estar presentes desde el principio de la edad adulta. Los rasgos de personalidad patológicos que definen estos trastornos también deben diferenciarse de las características que surgen como respuesta a estresantes ambientales o situacionales específicos o estados mentales más transitorios (por ejemplo, trastornos de ansiedad o intoxicación de sustancias); por ello, el clínico debe valorar la estabilidad de dichos rasgos de personalidad en situaciones diferentes y a lo largo del tiempo. La evaluación de este trastorno también puede complicarse, por el hecho de que las características que definen un trastorno de personalidad, en ocasiones, no son consideradas como problemáticas por el individuo; por ello es útil la información que puedan aportar otros informadores externos.

Modelos teóricos

Se distinguen dos tipos del Modelo Cognitivo-Conductual:

La psicopatía primaria: ausencia de ansiedad o culpa por su comportamiento antisocial.

Psicopatía secundaria: es capaz de tener conductas antisociales, pero esto le "produce ansiedad o culpa. Sería más bien un problema de falta de control de los impulsos.

Tratamiento: vienen a la terapia porque alguien les fuerza a hacerlo ya que en su opinión el único problema que tienen es que las demás personas pretenden restringir su libertad.

Técnicas: I. Explicarle la formulación de su problema, los esquemas que están en la base y el cómo se formaron. II. Facilitar la comprensión y re-estructuración de sus esquemas con las técnicas estándar adecuadas a cada momento.

Estrategia general: presentarle la terapia como la posibilidad de evaluar los aspectos que obstaculizan su independencia y la obtención de sus deseos.

Personalidad antisocial

Las personas con personalidad antisocial (en otro tiempo llamada psicopática o personalidad sociopática), la mayor parte de las cuales son hombres, muestran desprecio insensible por los derechos y los sentimientos de los demás. Explotan a otros para obtener beneficio material o gratificación personal (a diferencia de los narcisistas, que creen que son mejores que los otros). Característicamente, tales personas expresan sus conflictos impulsiva e irresponsablemente. Toleran mal la frustración y, en ocasiones, son hostiles o violentas. A pesar de los problemas o el daño que causan a otros por su comportamiento antisocial, típicamente no sienten remordimientos o culpabilidad. Al contrario, racionalizan cínicamente su comportamiento o culpan a otros. Sus relaciones están llenas de deshonestidades y de engaños. La frustración y el castigo raramente les ocasionan la modificación de sus conductas.

Las personas con personalidad antisocial son frecuentemente proclives al alcoholismo, a la toxicomanía, a las desviaciones sexuales, a la promiscuidad y a ser encarceladas. Son propensas a fracasar en sus trabajos y a trasladarse de un sitio a otro. Frecuentemente tienen una historia familiar de comportamiento antisocial, abuso de sustancias, divorcio y abusos físicos. En su niñez, generalmente, fueron descuidados emocionalmente y con frecuencia sufrieron abusos físicos en sus años de formación. Tienen una esperanza de vida inferior a la media, pero entre los que sobreviven, esta situación tiende a disminuir o a estabilizarse con la edad.

Para Vallejo (1980), la personalidad antisocial (trastorno antisocial de la personalidad) refleja en los pacientes una gran frialdad y una falta de miedo ante aquellas situaciones en las cuales cualquier otro sujeto con las mismas características y la misma edad, podría sentir temor o "prudencia" por su aparente peligro o situación de riesgo. Este mismo autor también menciona que los trastornos de la personalidad antisocial se manifiestan con mayor acentuación en aquellas personas que desde la infancia presentan alteraciones y rechazos ante las normas y reglamentos que se les presenten para la vida cotidiana. De este modo, el autor argumenta que desde la etapa de la niñez es común notar este tipo de comportamiento en los pacientes que presentan características de personalidad antisocial, además porque se suman factores relevantes como la mentira constante, el robo, el exceso de travesuras y conductas agresivas, que sobresalen una vez que se avanza en la etapa de la niñez.

Desde el punto de vista de la relación directa con los demás, los pacientes que presentan personalidad antisocial reflejan una regulación que se basa exclusivamente en la sensibilidad ante las señales de recompensa y la gratificación inmediata, por ello no se motivan a realizar actividades que requieran un esfuerzo sostenido y acaban desinteresándose de todo lo que no les provea estimulación y gratificación. Esta descripción de Vallejo (1980) se complementa con otras observaciones tales como la presencia continua de consumo de estimulantes del tipo de las anfetaminas o la cocaína, que se ven combinados con el alcohol o la marihuana, características propias de síndromes tóxicos en dichos pacientes.

Estos múltiples síntomas que abarcan el trastorno, determinan la aparición de la alteración como un cuadro que afecta al individuo cuando se presentan en la mayoría de las situaciones experimentadas. Por esto, el DSM-IV ha logrado reunir los síntomas en un conjunto de criterios diagnósticos, que facilitan la identificación de la psicopatía. Estos se describen a continuación.

Criterios diagnósticos para el trastorno de personalidad antisocial según el DSM-IV

Criterio A. A1. No hay adaptación a las normas entorno al comportamiento legal.

A2. Desprecian deseos, derechos y sentimientos de los demás. Engañan y manipulan para sacar provecho propio.

A3. Incapacidad para planificar el futuro.

A4. Irritables y agresivos (pelea física).

A5. Despreocupación por la propia seguridad y la de los demás.

A6. Continua y extremadamente irresponsables.

A7. Tienen poco remordimiento por las consecuencias de sus actos.

Criterio B. El individuo debe tener, por lo menos, 18 años.

Criterio C. El individuo debe tener un historial de algunos síntomas de trastorno disocial de personalidad antes de los quince años.

Criterio D. El comportamiento antisocial no debe aparecer exclusivamente en el transcurso de una esquizofrenia o de un episodio maníaco.

Sintomatología

Para entender el trastorno de personalidad antisocial (TPA), es necesario ver a que se refiere este concepto. Según lo definido por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR, 2000), un trastorno de personalidad (TP) es un patrón persistente de pensamientos, sentimientos y comportamientos que es significativamente diferente de lo que se considera normal dentro de la persona propia cultura.

Profesionales de los trastornos de la personalidad del grupo sobre la base de una comunidad de los síntomas.

Categoría A trastornos de la personalidad son aquellos que incluyen síntomas de aislamiento social, y / o impar, comportamiento excéntrico. Estos trastornos incluyen:

• Trastorno paranoide de la personalidad

• Trastorno esquizotípico de la personalidad

• Trastorno esquizoide de la personalidad

Grupo B trastornos de la personalidad son aquellos que incluyen síntomas de comportamientos erráticos o dramática (conductas contra-social). Estos trastornos de la personalidad son:

• Antisocial

• Límite

• Histriónico

• Narcisista

Grupo C trastornos de la personalidad están dominadas por las dificultades con la ansiedad y la conducta inhibida. Estos trastornos se denominan e incluyen:

• Trastorno de la personalidad por evitación

• Trastorno de la personalidad por dependencia

• Trastorno de personalidad obsesivo compulsivo (TOC)

El trastorno de personalidad antisocial es un patrón dominante en concreto de hacer caso omiso y violando los derechos de los demás. Este modelo deberá incluir al menos tres de los siguientes signos y síntomas específicos:

• La falta de conformarse a las leyes, como lo demuestran varias veces la comisión de delitos

• Falsedad repetida en las relaciones con los demás, como la mentira, utilizando nombres falsos, estafar a otros con fines de lucro o por placer

• El incumplimiento de pensar o planificar el futuro (impulsividad)

• Tendencia a la irritabilidad, ira y agresión, como se muestra en varias ocasiones por otros agredir o entrar en peleas físicas frecuentes

• Indiferencia por la seguridad personal o la seguridad de otros

• Persistente falta de asunción de responsabilidades, tales como no haber establecido un patrón de buenos hábitos de trabajo o de mantenimiento de las obligaciones financieras

• La falta de sentirse culpable por malas prácticas

Otras características importantes de este trastorno incluyen que no se diagnostica en niños (personas menores de 18 años de edad), pero la persona debe haber presentado síntomas de este diagnóstico por lo menos desde la edad de 15 años. Además, no se puede diagnosticar si la persona sólo muestra síntomas del trastorno antisocial de la personalidad, al mismo tiempo están sufriendo de esquizofrenia o cuando tiene un episodio maníaco.

Signos y exámenes

Para hacer un diagnóstico del trastorno de personalidad antisocial, una persona tiene que haber mostrado comportamientos de trastorno de conducta durante la niñez.

Las personas con trastorno de personalidad antisocial pueden tener los siguientes signos:

• Ira y arrogancia

• Capaz de actuar gracioso y encantador

• Bueno para adular y manipular las emociones de otros

• Problemas legales y drogadicción

Causas, incidencia y factores de riesgo

Los trastornos de personalidad son patrones de relaciones y comportamientos prolongados (crónicos) que interfieren con la vida de una persona durante muchos años.

La causa de este trastorno se desconoce, pero se cree que factores genéticos y el maltrato infantil contribuyen a su desarrollo. Las personas con padres antisociales o alcohólicos están en mayor riesgo. Los hombres resultan de lejos muchísimo más afectados que las mujeres y esta afección es común en la población carcelaria.

El hecho de prender fuegos y la crueldad con los animales durante la infancia están ligados al desarrollo de la personalidad antisocial.

Factores neurobiológicos del trastorno de personalidad antisocial

Factores neuroanatómicos

Del-Bel (2005) menciona que la agresión (comportamiento característico de la psicopatía) puede llegar a ser clasificada como reactiva versus operativa. La reactiva (afectiva) se da cuando el individuo se encuentra temeroso y siente la necesidad de defenderse de los estímulos desconocidos, potencialmente peligrosos. Por otro lado, la operativa (depredatoria) es aquella planeada y ejecutada de manera calculada, para eliminar un objeto claramente específico. Estas diferencias de categorías del comportamiento agresivo se pueden identificar claramente en los diferentes procesos neuronales. Las estructuras donde se encuentran estas diferencias de la agresión, la depredadora, han sido ampliamente estudiadas y numerosas estructuras filogenéticamente muy antiguas han sido implicadas, incluyendo el hipotálamo, el tálamo, el mesencéfalo, el hipocampo y el núcleo amigdalino. La amígdala y el hipotálamo trabajan en estrecha armonía y el comportamiento de ataque puede ser acelerado o retardado, según sea la interacción entre estas dos estructuras. Por lo tanto, la inhibición o desinhibición de la agresión puede ocurrir entre dos elementos neuroanatómicos, en los sitios más primitivos o en las estructuras "superiores" sobre otras "inferiores" (Del-Ben, 2005). A continuación se describen los sistemas implicados en la desinhibición e inhibición de la conducta agresiva:

1. La desinhibición comportamental

Todas las alteraciones, incluidas las comportamentales, tienen elementos comunes. La desinhibición comportamental se vincula, según Mata (2002), con el Sistema de Activación Comportamental (SAC) como opuesto al Sistema de Inhibición Comportamental (SIC). El SAC se activa en respuesta a incentivos gratificantes o placenteros, en tanto el SIC lo hace frente a la posibilidad de castigo o frustración, y se piensa que es el substrato de la ansiedad. Se ha sugerido que en la psicopatía habría una hiperrespuesta del SAC, con baja reactividad del SIC. Esto ha sido demostrado por medio de pruebas. Algunos autores encontraron que los altos buscadores de sensaciones, especialmente aquellos que puntúan alto en desinhibición, tienden a mostrar baja desaceleración cardiaca a los tonos de moderada intensidad, en tanto que los bajos buscadores de sensaciones responden a la inversa. Estos resultados sugieren que los altos buscadores atienden más a los estímulos novedosos, aún si éstos carecen de significado desde el punto de vista de la recompensa o el castigo (Mata, 1998).

La teoría del bajo nivel de alerta, la cual tendría que ver con la frialdad afectiva, se apoya en que los psicópatas tienen baja responsividad fisiológica, evidenciada por el gasto cardíaco bajo, desde muy temprana edad, exceso de ondas lentas en el electroencefalograma (EEG) y baja conductividad eléctrica de la piel. En un sentido directo, esta baja responsividad puede hacer al individuo menos sensible a claves sutiles requeridas para el aprendizaje de claves prosociales y puede deteriorar el condicionamiento clásico de respuestas emocionales que se cree son importantes para la formación consciente del aprendizaje de la evitación (Howard, 1986).

2. La inhibición comportamental

Para Mata (2002) una falta de alerta autonómica podría explicar el déficit en el aprendizaje de la evitación pasiva en psicópatas, debido a que el arousal puede inhibir la respuesta en las personas más ansiosas. Los psicópatas tienden a exhibir menos alertabilidad de acuerdo a las mediciones de resistencia eléctrica de la piel, pero muestran alta respuesta cardiaca a los estímulos que han sido condicionados al castigo, ocurriendo a la inversa cuando tal condicionamiento no existe la respuesta cardiaca es bifásica, esto es, puede mostrar tanto aceleración como desaceleración en respuesta a los estímulos.

Estudios de neuroimágenes

Debido a la necesidad de estudiar las estructuras cerebrales implicadas en los diferentes procesos de la psicopatía, la ciencia médica ha utilizado los avances técnicos de neuroimagen funcional, como la Tomografía por Emisión de Positrones (TEP), la Tomografía Computarizada por emisión de Fotón Único (SPECT) y la Resonancia Magnética Funcional (fMRI) para hallar relaciones entre las regiones cerebrales y los criterios diagnósticos del TPA.

En un estudio de neuroimagen estructural con fMRI, se encontró que las personas diagnosticadas con TPA presentaban una reducción en el volumen de la masa prefrontal que se correlaciona positivamente con una reducción en la respuesta autónoma frente a un evento estresor (Del-Ben, 2005). Chiana- Shan, Kosten y Shinha, (2006), refieren que los individuos con TPA no tienen una adecuada respuesta emocional ante las situaciones de estrés y no logran aprender de las asociaciones cuando se enfrentan a situaciones similares. Estos autores encontraron en la fMRI una activación de la corteza prefrontal y del área de Brodman (BA) 10, en personas antisociales para suprimir el dolor emocional que se puede experimentar ante una situación de estrés, siendo estas estructuras las que controlan el sufrimiento del individuo en conjunto con la disminución de la actividad del cíngulo posterior izquierdo. Tal argumento es confirmado en otra investigación realizada por Edens, et al. (2006), donde hallaron que las personas con un alto puntaje en la escala PCL-R (Psychpathic Checklist-Revised, ver anexo 1) tienen una actividad electrotérmica menor ante estímulos lingüísticos y no lingüísticos agresivos, con lo cual lo correlacionan los autores con una baja sensibilidad para llevar a cabo un proceso de aprendizaje ante las señales de castigo. Estudios más recientes con la fMRI demuestran que en el TPA se implican las regiones prefrontales y el sistema límbico, donde según los investigadores se presenta una disminución en la actividad del complejo amígdala-hipocampo, giro parahipocampal, estriado ventral y giro del cíngulo posterior y anterior (Del-Ben, 2005).

Según García y Téllez (1995), el déficit que se presenta a nivel límbico en personas con alteraciones en el control de la impulsividad les genera dificultad para tener un aprendizaje significativo. Estos mismos autores también mencionan que los psicópatas tienen alterado el mecanismo del núcleo peduncular cerebeloso, el cual integra la acción motora, recibe aferencias de los ganglios basales y del sistema nervioso autónomo, por lo cual en el TPA, el individuo no se percata de sus acciones, presentando frialdad afectiva con incapacidad de tener memoria sensorial y aprender de las experiencias.

Laasko (2001) describió que existe una relación entre la psicopatía y las reducciones bilaterales del volumen del hipocampo posterior. Por su parte, Raine (1994), utilizando el TEP en la actividad de la corteza prefrontal de 41 asesinos y 41 sujetos de control, encontró que los asesinos tenían menor actividad en esa zona. En relación con las regiones del córtex, la reducción del funcionamiento prefrontal puede traducirse en la pérdida de la inhibición o control de las estructuras subcorticales; esto, dentro del plano neuropsicológico, se traduce en alteraciones en los sentimientos agresivos; en el plano neurocomportamental, se han identificado comportamientos arriesgados, irresponsables, trasgresores de las normas, con arranques emocionales y agresivos que pueden predisponer a la violencia; en el plano de la personalidad, se asocian con impulsividad, pérdida de autocontrol e inmadurez y, finalmente, en el plano cognoscitivo, causan una reducción de la capacidad de razonar y de pensar (Raine, 1997; citado por Garrido, 2003).

Este mismo autor también explica que el giro angular izquierdo registra una actividad menor del metabolismo de la glucosa, lo que favorece la conducta violenta. Identificó, además, que el cuerpo calloso tiene una actividad menor que facilita que el hemisferio izquierdo tenga dificultades en la inhibición de las emociones negativas. En otros estudios con PET y SPECT se hace evidente la reducción del metabolismo en regiones frontales (córtex prefrontal) especialmente, en áreas medias y en el núcleo caudado en el comportamiento antisocial (Blair, 2004). Del mismo modo, se pudo estipular que la actividad de la corteza prefrontal (PFC) más alta se asocia con baja excitación fisiológica, hallando así una correlación positiva entre la activación de PFC y menos cambio en la proporción del corazón, así como menor cambio en la ansiedad, presentando como agravante, el hecho que los individuos antisociales pueden comprometer el PFC a una magnitud mayor, al evaluar el dolor en la tensión de manera positiva (Chiang- Shan, Kosten & Shinha, 2006). Por último, Chiang- Shan, Kosten & Shinha (2006) manifiesta que su estudio muestra una correlación entre la actividad de MPFC y la personalidad antisocial que hace pensar en la baja excitación fisiológica durante situaciones de estrés.

En particular, se ha observado la pérdida del control de los impulsos y conductas agresivas en los sociópatas (APA, 1999). Para concluir esta parte, a continuación se resume lo expuesto sobre las bases neuroanatómicas del trastorno de personalidad antisocial.

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Factores neurofisiológicos

Además de los estudios que se han realizado sobre las estructuras anatómicas, también es importante resaltar los estudios sobre el funcionamiento de estas y las sustancias que intervienen, no sólo a nivel cerebral, sino en todo el cuerpo y que influyen en el desarrollo del TPA. Con tal finalidad a continuación se expondrá dicho funcionamiento.

1. Agentes hormonales

Las conductas violentas se han asociado a endocrinopatías tipo enfermedad de Cushing, hiperandrogenismo, hipertiroidismo, hipoglicemia y tensión premenstrual, asociaciones que han sido objeto de intensas controversias.

Históricamente, los hombres presentan mayor frecuencia de conducta antisocial en la infancia y en la adolescencia que las mujeres, en proporción de 4:1. En la edad adulta, los hombres muestran mayor prevalencia de trastorno de personalidad antisocial y conductas delictivas con relación de 7:1. La tipología del delito por género es diferente. Las mujeres cometen con mayor frecuencia delitos menores, mientras los hombres muestran mayor frecuencia de delitos contra la vida y la propiedad privada (APA, 1999). La discrepancia fisiológica de género parece ser el resultado de la diferenciación prenatal del área preóptica del hipotálamo, como resultado del influjo de los andrógenos (García y Téllez, 1995). Mata (1998) aporta que las diferencias de género se deben a las hormonas gonadales, en particular la testosterona, y han sido asociadas con la sexualidad, la dominancia social y la agresividad en animales. Estos hallazgos han sido algunas veces extendidos a los humanos sin suficientes estudios comparativos. Altos niveles de testosterona en prisioneros han sido relacionados con historias de agresiones especialmente malignas, pero tanto en prisioneros como en ciudadanos sin problemas legales, la testosterona parece estar relacionada con la dominancia social, la búsqueda de sensaciones (desinhibición) y experiencias heterosexuales (Mata, 1998).

2. Agentes neuroquímicos

Se plantea la presencia de una relación entre conductas agresivas y la concentración de ciertas sustancias como la serotonina (5-HIA) a nivel cerebral. Se ha encontrado disminución o aumento de cierto tipo de neurotransmisores (NT) en el cerebro y líquido cefalorraquídeo (LCR) de los suicidas y personas que cometen actos violentos. Se dice que hay un déficit serotoninérgico en los individuos con trastorno de personalidad y conductas violentas. Algunos autores consideran que estos niveles cerebrales de NT podrían ser predictores de las conductas de agresión física y violenta (Salín, Pascual y Ortega, 1989).

3. Noradrenalina (NA)

Para Raine (1995), los estudios que vinculan la NA dan resultados paradójicos e inconsistentes. Hay alguna evidencia de que la NA tiene alguna participación en la agresión afectiva (defensiva, impulsiva). La administración de Inhibidores de la Monoaminooxidasa (IMAOs) que elevan los niveles de la NA central, aumentan la lucha inducida por shock. De manera similar, drogas que vacían de NA al cerebro, anulan la furia inducida en gatos. Evidencias contradictorias, sin embargo, han indicado que la inyección de NA colocada intraventricularmente no produce agresión afectiva. En general, los resultados a partir de estudios animales sugieren que la NA puede facilitar la agresión afectiva, en tanto que inhibe la predadora, aunque hay mucha inconsistencia en los hallazgos a través de las especies.

4. Dopamina

Se ha encontrado también que las drogas que aumentan los niveles de DA inhiben la agresión depredadora. Por lo tanto, de manera similar a la NA, la DA puede inhibir la agresión depredadora y estimular la defensiva, o afectiva. No se ha demostrado consistentemente esta proposición (Mata, 1995).

5. Serotonina

Funcionalmente, este NT está asociado a muchos y diferentes efectos. Sus numerosas familias y subfamilias de receptores cumplen en esta variedad un papel muy importante. Aunque inicialmente fue conocido su papel en la digestión, es en realidad un NT que, en el cerebro, representa un papel inhibitorio para la descarga de impulsos. Por lo tanto, podría esperarse que los individuos con bajos niveles de serotonina (ST) tengan problemas en el control de los mismos. Las pruebas de su acción en humanos, incluyen (Volavka, 1999):

– Estudios del catabolito (ácido 5-Hidroxi-indol-acético, 5-HIAA) en Líquido Cefalorraquídeo (LCR);

– Estudios del contenido de triptofano en plasma y de la recaptación de ST en las plaquetas; y

– Desafíos neuroendocrinos de sus receptores centrales.

Los resultados de los estudios de Coccaro (1991) conducen a la conclusión de que una historia de actos agresivos y la tendencia a responder a las provocaciones con violencia, covarían con el número no con la afinidad de los sitios plaquetarios de recaptación de ST evaluados usando paroxetina tritiada (1). Notablemente, la correlación entre los valores Bmax (2) para la ligadura de la paroxetina tritiada y la historia vital de agresión eran independientes del funcionamiento global, del estado de la depresión, o de los trastornos afectivos, alcoholismo, o abuso de drogas, actuales o del pasado. Por lo tanto, es improbable que esta relación simplemente represente un epifenómeno de otras condiciones psicopatológicas entre los pacientes, en esta muestra.

De acuerdo con la teoría de Cloninger, el sistema ST está asociado con la evitación del daño y la toma de riesgos; los niveles bajos de ST están asociados con la tendencia a evitarlos y los altos; en este marco, sugieren que la ST estaría vinculada a la "evitación del daño" (la tendencia a evitar o tomar riesgos). La NA se asocia con la "dependencia a la gratificación" (la tendencia a buscar la aceptación y recompensa social como motivador del comportamiento), mientras que la DA estaría ligada a la "búsqueda de estímulos" (la tendencia a buscar estímulos novedosos). Desde el momento en que cada uno de estos sistemas influye en los demás, las necesidades y el comportamiento de cada individuo necesitarían el análisis del estado de estos tres niveles (Mata, 1998).

La hipótesis de Linnoila (1994) es que de dos grupos igualmente violentos, los ofensores impulsivos podrían tener menores niveles de 5-HIAA en el LCR en relación con los no impulsivos, que habían premeditado sus actos. Por lo tanto, un bajo 5-HIAA es más bien un marcador de impulsividad que de violencia. Puede señalar baja producción de ST, o ser indicador de un alto transporte fuera del LCR, lo cual es un fenómeno de membrana. Los autores sugieren que el temprano consumo de alcohol asociado a bajos niveles de 5-HIAA puede desembocar en cuadros de psicopatía violenta, por lo que sería conveniente suministrar preventivamente serotoninérgicos. Esto apoya la hipótesis de que un control pobre de impulsos está vinculado a bajos niveles de metabolitos de las monoaminas y con una tendencia a la hipoglicemia en ofensores criminales.

Significativamente, niveles bajos del metabolismo de la ST, el 5-HIAA y de la enzima Monoamiooxidasa (MAO) se encuentran en los aumentadores visuales en potenciales evocados. Los bajos niveles de MAO se vinculan consistentemente con los buscadores de sensaciones y son bajos en los desórdenes desinhibitorios. La MAO baja puede ser un signo de falta de actividad serotonina (ST) o excesiva actividad dopamina (DA) (Raine, 1995). Este mismo autor explica la enzima MAO (Monoaminooxidasa) como contenida en las mitocondrias de las neuronas monoaminérgicas y reguladora del nivel de los neurotransmisores (NT) disponibles en las células a través de degradación catabólica por los NT después de la recaptación. La MAO en los humanos es evaluada usualmente a través de las plaquetas. La MAO plaquetaria es usualmente de tipo B, la que está primariamente asociada con la regulación de las neuronas DA en el cerebro humano. Bajos niveles de MAO plaquetaria han sido asociados con altos niveles del rasgo de búsqueda de sensaciones, y también con niveles altos de actividad social, criminalidad, tabaco, alcohol y drogas ilegales.

Hasta este punto se han descrito los factores neuroanatómicos y fisiológicos relacionados con el trastorno de personalidad antisocial. Vale la pena aclarar que la presentación de estructuras o sustancias que aquí se expusieron se encuentran aún en estudio y que no son las únicas implicadas. No obstante, se logró cumplir con el objetivo de ampliar el conocimiento en esta área. Ahora, para complementar la visión sobre los factores biológicos se describirán a continuación los factores genéticos que se relacionan con el TPA.

Factores genéticos del trastorno de personalidad antisocial

1. Los factores genéticos en el trastorno de personalidad antisocial

Los genes contienen la información que codifica varias proteínas estructurales y regulatorias (incluyendo al ácido ribonucléico, ARN) que conducen a diferencias en el desarrollo del ser humano. Estas diferencias individuales se pueden expresar en cualquier sistema fisiológico, pero las más importantes son las que se establecen en el cerebro y en otras partes del sistema nervioso ya que son, probablemente, las que más influyen en los rasgos comportamentales (Mata, 2002). En lo que respecta a este tema la genética del rasgo impuss se puede decir que las diferencias individuales en los sistemas bioquímicos y neurológicos subyacen a los mecanismos básicos de los orígenes sobre las variaciones en este campo.

Uno de los estudios que más se ha realizado con respecto al TPA es el de las correlaciones entre gemelos idénticos que fueron criados en forma separada. Estos estudios permiten una estimación directa de la heredabilidad de estos rasgos, contradiciendo la creencia común de que el ambiente familiar es el principal responsable de la socialización del niño y que las similitudes mayores observadas en los gemelos idénticos se deben a que son tratados de manera más parecida que los fraternos (Mata, 2002). La pregunta sobre qué factor es más importante en el desarrollo de la personalidad, el ambiente o la herencia, ha sido tema de muchas polémicas durante muchos años y es por ello que las investigaciones en los diferentes campos se han ampliado (Barnes, 1984). Se ha sugerido que hay una predisposición genética al retraimiento social, y que esto está relacionado con las anormalidades electrofisiológicas vistas en algunos psicópatas, lo cual sugiere que los niños que están predispuestos biológicamente a ser psicópatas están genéticamente predispuestos al aislamiento social; estarían también en riesgo, debido a su hipersensibilidad a amenazas de castigo (en los que están sobrevalorando el peligro) (Howard, 1986).

Al resumir la hipótesis planteada por Howard, se identifica una clase de individuos que muestran un comportamiento antisocial muy temprano, crónico, y cuya condición es fundamentalmente evolutiva, manifestándose en la adultez como un déficit madurativo, tanto comportamental como electrofisiológico; al crecer la persona, estas características disminuyen, en un nivel de rasgos. Algunos de estos individuos, especialmente los que muestran un auténtico trastorno de personalidad, se caracterizan por un subrasgo patológico de impulsividad. Como consecuencia de esto, hay falta de adaptación, que es la resultante del déficit de la apreciación, tanto primaria como secundaria.

2. La genética en relación con las características del trastorno de personalidad antisocial

Es notable la importancia de los factores genéticos en el trastorno de la personalidad antisocial, como lo muestran los estudios que a continuación se mencionarán. Ellos hacen evidente una relación, en especial, en temas como sociabilidad, emotividad y nivel de actividad.

Sociabilidad:

La sociabilidad abarca una considerable variedad de estilos de interacción con el ambiente social. En un estudio realizado con casi 13.000 parejas de gemelos suecos, se descubrió que en la pareja de los gemelos monocigóticos la medida de sociabilidad se correlaciona 0.54 y, para los gemelos dicigóticos en 0.21, lo que nos sugiere que para el desarrollo de ciertos rasgos de personalidad se encuentra una fuerte base genética. Por ende, una persona con TPA tiene una carga heredable desfavorable en su capacidad para relacionarse con los demás (Liebert, R y Liebert, L, 2000).

Emotividad:

Es la tendencia a presentar activación fisiológica en respuesta a los estímulos ambientales. Liebert, R y Liebert, L (2000) mencionan una investigación longitudinal realizada por Fox y Loehlin, (1989) durante cuarenta y un años, con individuos desde su infancia. El estudio consistía en realizar entrevistas cada tres meses a los padres, luego cada seis meses hasta los 5 años y después, cada año a profesores, amigos y familiares. El resultado indica que los seres humanos presentan rasgos emocionales constantes desde el nacimiento hasta la adultez, lo que podría implicar que dichas expresiones son heredadas, así como sus alteraciones, patrón que ocurre en el trastorno de personalidad antisocial.

Nivel de actividad

Este nivel es definido por Jang, Livesley, Vernon & Jackson, (1996) como la cantidad neta de respuesta producida por un individuo, la relación con el vigor y la velocidad. Torgeersen (1995) realizó una investigación donde halló una correlación positiva en la heredabilidad de este rasgo del 0.93 en gemelos monocigóticos. Menciona que era diez veces mayor la correlación cuando alguno de los padres había presentado durante la vida alteraciones en el control de impulsos.

3. Biología molecular y trastorno de personalidad antisocial

Desde la genética no se pretende encontrar el gen de la agresión ya que se presume que depende de la interacción de múltiples genes y se entiende que en su determinación interactúan múltiples factores tanto epigenéticos como ontogenéticos. No obstante, se ha avanzado en el descubrimiento de genes asociados a defectos enzimáticos que modifican el equilibrio de los neurotransmisores y que se relacionan con las características de la sociopatía. (Jara y Ferrer, 2005).

Constantino, Morris y Murphi, (1997) encontraron una variable predictora importante para el desarrollo de la conducta antisocial. Ella es el que uno o ambos padres padezcan el trastorno de personalidad antisocial. Se halló una asociación entre la conducta hostil y agresiva en niños de 3 meses de edad con niveles bajos de 5-HTAA, cuando alguno de los padres o ambos habían tenido un diagnóstico de TPA; esto aumenta la probabilidad del infante de desarrollar el trastorno durante el transcurso de su vida. Soyka, Preuss, Koller, Zill y Bandy (2003) también mencionan la relación entre la serotonina y la conducta antisocial. Ellos en sus investigaciones hallaron una asociación entre 5-HT 1B del gen 8g1 y el trastorno antisocial.

Por otro lado, Saudino, Pedersen, Lichtenstein, McCt y Plomin (1997) mencionan que toda variedad genética en los eventos de la vida, deseable o no, está relacionada con un rasgo especifico. Ellos identificaron correlaciones genéticas significativas entre el fracaso para adoptar las normas sociales, violencia interpersonal y comportamiento antisocial juvenil, con una población de gemelos monocigóticos (324) y dicigóticos (335) de Inglaterra.

Dentro de esta misma línea Capsi, et al. (2002) en una investigación descubrieron que hay un gen ubicado en el cromosoma X que afecta los niveles de la enzima monoaminooxidasa (MAO-A), que es la encargada de metabolizar los neurotransmisores en el cerebro como la dopamina, la serotonina y la norepinefrina y potencia la aparición los trastornos de conducta. Estos autores explican que una baja actividad de esta enzima facilita el desarrollo de conductas antisociales en la adolescencia y la adultez.

Por su parte Shih, Chen y Ridd, (1999) apoyan los resultados de Capsi et al., (2002) en su investigación, donde también encontraron una asociación entre el gen de la monoaminooxidasa A (MAO-A) localizado en el cromosoma X (Xp11.23-11.4).

Con respecto al polimorfismo del gen de la MAO-A, Caspi, et al. (2002) mencionan que se ve involucrado en la conducta agresiva cuando se presentan niveles bajos MAO-A en el cerebro, según lo hallado en un estudio que realizó en Nueva Zelanda. Los mismos autores mencionan, además, que la presencia de una alelo corto del promotor del polimorfismo de la MAO-A disminuye la actividad de transferencia de las células incrementando de esta forma el riesgo de comportamientos indeseados. Soportando lo anterior Haberstick, et al. (2005) recientemente reportaron que el genotipo de la MAO-A interactúa como una variable predictora para el desarrollo del comportamiento antisocial.

Bau, Almeida y Hutz (2000) sugieren según los resultados de su investigación, que el alelo 1 del gen DRD2 (Taq1 A polimorfismo) se encuentra relacionado con el desarrollo del trastorno de personalidad antisocial, ya que genera una alteración de baja actividad plaquetaria de la monoaminooxidasa-B lo cual origina una disfunción en el sistema dopaminérgico. La presencia de este alelo podría inducir a los portadores a ser sensibles a los efectos de sustancias como alcohol o drogas alucinógenas, es decir, prodopaminérgicas, en un esfuerzo por compensar las deficiencias en el sistema dopaminérgico. (Koob & Bloom, 1998).

Dejemos en este punto la descripción de los factores genéticos en el TPA. Es de suma importancia aclarar que siempre que se identifican elementos genéticos asociados a alguna alteración orgánica o mental, debe tenerse en cuenta que estos por sí solos no generan la aparición, se hace necesaria la interacción de factores medioambientales que aumenten la probabilidad de ocurrencia. Ahora bien, el trastorno de personalidad antisocial no se exenta de esta regla donde la comorbilidad con ciertas condiciones de vida, generan la diferencia para que un individuo padezca el trastorno.

Factores causales

Una de las preguntas más frecuentes sobre el trastorno antisocial de la personalidad por los profesionales y los laicos es si es o no genética. Muchos se preguntan si se hereda la misma facilidad que el cabello, los ojos o el color de la piel, y si este fuera el caso, los hijos de los antisociales se espera que sea altamente antisocial sí mismos, sean o no vivir con los padres antisociales. Afortunadamente, los seres humanos simplemente no son tan sencillos. Como todos los trastornos de la personalidad y los trastornos mentales también la mayoría, trastorno de personalidad antisocial tiende a ser el resultado de una combinación de biológicos / genéticos y factores ambientales.

Aunque no existen causas claras biológica para este trastorno, la investigación sobre los posibles factores de riesgo biológicos para el desarrollo de trastorno de personalidad antisocial indica que la parte del cerebro que es el principal responsable para el aprendizaje de los propios errores y para responder a las expresiones faciales triste y temerosa (el amígdala) tiende a ser más pequeños y con menos fuerza de responder a las expresiones faciales feliz, triste o temeroso de los demás. Esa falta de respuesta puede tener algo que ver con la falta de empatía que los individuos antisociales tienden a tener con los sentimientos, derechos, y el sufrimiento de los demás. Si bien algunas personas pueden ser más vulnerables a desarrollar el trastorno antisocial de la personalidad como resultado de su condición genética particular, que se cree que es un único factor a la persona también está expuesto a eventos de la vida tales como el abuso o negligencia que tienden a poner a la persona en riesgo para el desarrollo del trastorno. Del mismo modo, si bien hay algunas teorías sobre el papel del síndrome premenstrual (SPM) y otras fluctuaciones hormonales en el desarrollo del trastorno antisocial de la personalidad, el trastorno puede, hasta el momento no, puede explicarse como el resultado directo de tales anomalías.

Otras condiciones que se cree que son factores de riesgo para el trastorno antisocial de la personalidad incluyen el abuso de sustancias, por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), o un trastorno de lectura. Las teorías sobre las experiencias de vida que ponen a las personas en riesgo de trastorno de personalidad antisocial dar importantes pistas para su prevención. Ejemplos de experiencias de la vida tales incluir una historia de la infancia física, sexual o emocional abuso , negligencia, la privación o el abandono; la vinculación con pares que participan en conductas antisociales, o un padre que es o antisociales o alcohólicos .

Consecuencias psicosociales

Las personas que sufren de trastorno de personalidad antisocial tienen un mayor riesgo de abusar del alcohol y otras drogas, y en repetidas ocasiones la comisión de delitos de prisión como consecuencia potencial. Las personas con trastorno antisocial de la personalidad también son vulnerables a los problemas del estado de ánimo, como depresión mayor, ansiedad y trastorno bipolar , tener trastornos de la personalidad, especialmente borderline (BPD) y trastornos de la personalidad narcisista, auto-mutilación y otras formas de autolesión, como así como muerte por homicidio, suicidio o accidente.

Trastorno de personalidad antisocial tiende a hacer casi cualquier otra condición más problemática y difícil de tratar. Después de haber trastorno de personalidad antisocial hace que las personas que también tienen un problema de abuso de sustancias más difíciles de ayudar a abstenerse de consumir alcohol u otras drogas. Las personas que tienen tanto trastorno de personalidad antisocial y la esquizofrenia tienen menos probabilidades de cumplir con los programas de tratamiento y tienen más probabilidades de permanecer en una institución como la cárcel o un hospital. Estos riesgos se magnifican si trastorno de personalidad antisocial no se trata. Muchas personas con trastorno de personalidad antisocial experiencia una remisión de los síntomas por el momento en que alcancen 50 años de edad.

Evolución

Las conductas antisociales tienen, a menudo, consecuencias inmediatas serias tanto para el que las lleva a cabo (expulsión de la escuela, clima familiar alterado, hospitalización, etc.) como para aquellos con los que interactúa (padres, maestros, compañeros, etc.). Aparte de estos efectos inmediatos, las consecuencias a largo plazo son también lamentables, ya que los problemas de estos jóvenes suelen continuar en la vida adulta aumentando, con ello, el riesgo de una mala adaptación personal y social.

Hay un conjunto de medidas problemáticas tales como pelearse, desobedecer, mentir, robar, que los padres y maestros deben afrontar en el curso del desarrollo normal. De todas formas, lo más significativo de las conductas antisociales en los niños normales, es que tienden a desaparecer durante el desarrollo y/o en respuesta a las actuaciones de los padres, maestros y compañeros. Su persistencia e intensidad extrema es lo que les da carácter de disfunción clínica. Diversa investigaciones citadas por Azrin (1988) concluyen:

1. Las conductas antisociales tales como pelearse, negativismo, destructividad, mentir y otras son relativamente frecuentes en distintos momentos del desarrollo normal. El hecho de que ocurran en proporciones significativas de niños, a menudo cerca de o sobrepasando la mayoría, significa que su mera aparición no es clínicamente significativa ni predictiva del curso futuro.

2. Muchas conductas antisociales declinan en el curso del desarrollo normal. Así pues, la significación de la conducta antisocial desde el punto de vista clínico puede proceder de varias consideraciones del desarrollo. El momento del desarrollo en que aparecen determinadas conductas y su curso y persistencia a lo largo del tiempo son relevantes para el pronóstico.

El inicio temprano y la amplitud de la perturbación (afectando diversas áreas de funcionamiento) así como su intensidad, son indicadores de mal pronóstico.

En este tipo de trastornos hay que temer complicaciones, en forma de problemas con la ley, traumatismos (peleas, etc.). En personas con estos trastornos, si persisten en la edad adulta, abunda también el número de muertes violentas.

El curso del trastorno es imprevisible. Son más leves los casos secundarios en los que el negativismo desafiante es consecuencia de un proceso tratable, como por ejemplo una depresión.

Expectativas (pronóstico)

Los síntomas tienden a alcanzar su punto máximo durante los últimos años de la adolescencia y comienzos de los 20 y pueden mejorar por sí solos cuando la persona llega a los 40 años.

Complicaciones

Entre las complicaciones se pueden mencionar encarcelamiento y drogadicción.

Prevención

Implica un comportamiento "antisocial… recurrentes violaciones de los patrones socialmente establecido de comportamiento", como la agresión, la hostilidad, el desafío, y la destructividad (Walker, Colvin, & Ramsey, 1995). En la actualidad, entre cuatro y seis millones de niños y jóvenes en las escuelas han sido identificados como antisociales (sólo algunos de los cuales son identificados con una incapacidad educativa), y el número va en aumento (Kazdin, 1993). La investigación sugiere que:

• Agresivo, conducta antisocial entre los niños no es "sólo una fase de" ser superado;

• La conducta antisocial en la niñez temprana es el predictor más exacto de la delincuencia en la adolescencia;

• Niños antisociales pueden ser identificados con precisión a los tres o cuatro años de edad;

• Si un patrón de comportamiento antisocial no se altera por el final del tercer grado, puede convertirse en crónica, sólo para ser "manejado" a través de apoyos e intervenciones, y

• Prevención e intervención temprana son la mejor esperanza que tenemos de evitar que los niños de este camino (Walker et al., 1995).

Sistema coordinado de esfuerzos de las escuelas pueden ayudar a desviar la mayoría de los niños de la conducta antisocial, mantenerlos en la escuela y del sistema de justicia de menores.

En cada escuela, tres tipos de estudiantes se pueden identificar: los estudiantes no corren el riesgo típico, los estudiantes con un riesgo elevado, y los estudiantes que ya han desarrollado patrones de conducta antisocial. Una estrategia de tres niveles de prevención e intervención es la forma más eficaz para evitar problemas potenciales y dirección de las ya existentes.

  • Prevención de conductas antisociales

  • Prevención primaria: actividades en toda la escuela al

  • prevenir el riesgo de desarrollar patrones antisociales.

  • Prevención secundaria: Orientación de los estudiantes en riesgo

  • para más actividades de prevención individualizadas.

  • Prevención terciaria: a largo plazo, servicios de gran intensidad

para los estudiantes con las pautas persistentes de antisociales comportamiento, la delincuencia, la violencia y la destructividad.

Amplia prevención primaria, las actividades escolares pueden incluir la enseñanza de resolución de conflictos, la alfabetización emocional, y la gestión de la ira en una escuela, o con carácter universal. Estas intervenciones tienen el potencial no sólo para establecer un clima escolar positivo, pero para desviar ligeramente los estudiantes en riesgo de conductas antisociales. La prevención primaria se puede prevenir el 75 por ciento a 85 por ciento de los problemas de adaptación de los estudiantes.

La mayoría de los estudiantes que no responden a la prevención primaria responde a los esfuerzos de prevención secundaria más personalizada, incluyendo apoyo para la conducta o académica, la tutoría y desarrollo de habilidades. Estrategias de prevención secundaria también incluyen pequeños grupos de habilidades sociales lecciones, contratos conductuales, tutoría especializada, programas de rehabilitación, orientación y tutoría.

Los estudiantes con patrones persistentes de conducta antisocial requieren intervenciones más intensivas, y pueden beneficiarse de servicios intensivos individualizados que involucrar a las familias, la agencia de personal de la comunidad, educadores, administradores y personal de apoyo. Estas estrategias requieren evaluaciones generales del problema, e implicar flexibles, integrales y sostenidas intervenciones (Walker, Horner, Sugai, Bullis, Sprague, Bricker, & Kaufman, 1996).

Los niños y los jóvenes antisociales corren un grave riesgo para una serie de consecuencias negativas: deserción escolar, la inadaptación profesional, y el alcohol, el abuso de la relación los problemas de drogas, y más alto de hospitalización y mortalidad. La gravedad de los patrones de conducta antisocial también está asociada con un mayor riesgo para los contactos de la policía y detenciones. Lo mejor que se puede hacer para los niños y jóvenes con problemas de conducta es mantenerlos comprometidos en la escuela, donde los educadores puedan desarrollar sus capacidades, mantener una influencia positiva y evitar la participación con grupos perturbadores durante el horario escolar (Walker et al., 1995).

Situaciones que requieren asistencia médica

Solicite una cita con un profesional en salud mental si:

• Tiene síntomas del trastorno de personalidad antisocial

• Su hijo muestra comportamientos de este trastorno

Tratamiento

Si bien puede ser muy resistente al cambio, la investigación muestra que hay una serie de tratamientos eficaces para este trastorno. Por ejemplo, los adolescentes que reciben terapia que les ayuda a cambiar el pensamiento que conduce a su conducta desadaptada (terapia cognitivo-conductual) se ha encontrado para reducir significativamente la incidencia de la repetición de conductas antisociales.

Por otra parte, en un intento para tratar el trastorno antisocial de la personalidad como las demás condiciones a menudo no es eficaz. Por ejemplo, los programas que han tratado de usar un reflexivo (orientada a la introspección) enfoque puramente para el tratamiento de la depresión o trastornos de la alimentación en personas con trastorno de personalidad antisocial con frecuencia empeoran en lugar de mejorar los resultados en las personas. En esos casos, una combinación de firme pero justa de programación que hace hincapié en la enseñanza de la personalidad antisocial trastorno de las habilidades que los individuos se pueden utilizar para una vida independiente y productiva dentro de las reglas y los límites de la sociedad ha sido más eficaz.

Si bien los medicamentos no directamente el tratamiento de las conductas que caracterizan el trastorno de personalidad antisocial, que puede ser útil para tratar las condiciones que produce esta enfermedad. En concreto, las personas deprimidas o ansiosas que también tienen trastorno de personalidad antisocial pueden beneficiarse de los antidepresivos, y los que presentan la ira impulsiva puede mejorar cuando se administra estabilizadores del humor.

El de personalidad antisocial se considera uno de los trastornos de la personalidad más difíciles de tratar. Las personas con esta afección rara vez buscan tratamiento por su cuenta y pueden iniciar una terapia únicamente cuando los obliga una corte.

Se desconoce la eficacia del tratamiento del trastorno de personalidad antisocial

Consejería

El tratamiento eficaz de la conducta antisocial de la personalidad y es limitada. La psicoterapia de grupo puede ser útil. Si la persona puede desarrollar un sentido de confianza, psicoterapia individual o la terapia cognitiva conductual también puede ser beneficioso. No hay investigación que apoya el uso de medicamentos para el tratamiento directo del trastorno de personalidad antisocial, sin embargo.

Tratamiento de psicoterapia eficaz para este trastorno es limitado. Es probable, sin embargo, que intensiva, los enfoques psicoanalíticos no son adecuados para esta población. Se acerca al reforzar las conductas apropiadas y tratando de hacer conexiones entre las acciones de la persona y sus sentimientos pueden ser más beneficiosos. Las emociones son por lo general un aspecto clave del tratamiento de este trastorno. Los pacientes a menudo tienen poca o no-significativos gratificante relaciones emocionalmente en sus vidas. La relación terapéutica, por lo tanto, puede ser uno de los primeros. Esto puede ser muy atemorizante para el cliente, inicialmente, y puede llegar a ser intolerable. Una relación terapéutica estrecha sólo puede ocurrir cuando una sólida y una buena relación se ha establecido con el cliente y él o ella pueden confiar en el terapeuta implícitamente.

Farmacoterapia

Los medicamentos sólo deben ser utilizados para tratar la clara, grave y aguda del Eje I diagnósticos concurrentes. Ninguna investigación ha sugerido que cualquier medicamento es eficaz en el tratamiento de este trastorno.

Self-Help

Ayudar a los métodos autónomos para el tratamiento de este trastorno suelen ser pasadas por alto por la profesión médica ya que son pocos los profesionales están involucrados en ellos. Los grupos pueden ser especialmente útiles para las personas con este trastorno, si están adaptados específicamente para el trastorno de personalidad antisocial. Los individuos con este trastorno por lo general se sienten más a gusto en hablar de sus sentimientos y comportamientos frente a sus pares en este tipo de modalidad de apoyo.

Referencias

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Autor:

Hernández N.

Herrera L.

Martínez A.

Varea J.

Universidad Chapultepec

Partes: 1, 2
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