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Biografía de Santos Michelena (1797-1848) Historia de Venezuela


Partes: 1, 2

  1. En los valles de Aragua
  2. Un sacrificio por la Patria
  3. Una gran lección
  4. El ideal grancolombiano
  5. La unidad de los colombianos no fue posible
  6. Ahora la Patria es Venezuela
  7. Un ministro de ejemplar probidad
  8. Una misión a Bogotá
  9. Fronteras con la Nueva Granada
  10. Se insiste en la lucha contra la esclavitud
  11. Un funcionario idóneo
  12. La revolución de "las reformas" y Santos Michelena
  13. De nuevo en el Ministerio
  14. El asesinato del Congreso y una muerte gloriosa

En los valles de Aragua

El primero de noviembre de 1797, veía la luz un hermoso niño, a quien llamarían Santos y más tarde Santos Michelena. Años en que termina toda una época y comienza una nueva. Encrucijada del tiempo donde se enlazan los acontecimientos pretéritos y futuros para producir el siglo XIX.

La cuna grande de Michelena es el Valle de Aragua, que, con el Valle de Caracas y el del Tuy, se hallan al Norte de Venezuela y simulan una serpiente verde entre las dos grandes cadenas de la Cordillera de la Costa. El Valle de Aragua está cruzado por pequeños ríos de aguas cristalinas y frescas, a cuyas orillas se encuentran bellos bucares con espesas copas de un color intenso. En aquellos valles se cultivaba el café, la caña de azúcar, el algodón, el añil. La región del cacao queda en las costas más cálidas. En aquellos ricos valles poseían los grandes señores sus haciendas.

La cuna chica de Santos Michelena es una de tantas casas de techo rojo y grandes ventanales, chatas, de anchas paredes de tierra apisonada o de mampostería. Algunas de ellas se yerguen entre jardínes, que a la vez son parque y huerta. Palmeras, tamarindos, trinitarias, mamones, guayabos, destacan su estatura por encima de los techos.

Los dueños de las haciendas y de esas casas eran los criollos, a los cuales pertenecía la familia Michelena, y quienes poseían escudos, que colocaban sobre los portones, y lucían con orgullo.

En una de esas casas nació Santos Michelena en la población de Maracay, que está enclavada dentro del Valle de Aragua. Como todas las ciudades de Venezuela, Maracay vive la vida quieta de la época colonial, a fines del siglo XVIII, arrullada por el tañido de las campanas y la voz grave de los serenos que golpean las lajas de las calles.

Un sacrificio por la Patria

La infancia de Michelena transcurrió apacible, dedicado a sus ocupaciones escolares, en las escuelas parroquiales de Maracay y Valencia. La vida en la campiña, el juego del trompo y las excursiones constituían sus alegrías, como las de todos los niños de la región.

De repente, atónito, ve romperse el sosiego colonial. Pregunta interesado por qué la aparición del gran corso Napoleón Bonaparte, al conquistar a España, puede provocar tantas inquietudes. Su mente, despierta, quiere averiguar el curso de los acontecimientos. Estos se precipitan.

En 1808, por un golpe, Napoleón Bonaparte se apodera del trono de España y coloca en él a su propio hermano, José Bonaparte. España se subleva contra el conquistador. Se constituyen entonces juntas de Gobierno, que asumen el poder en contra de Napoleón. Tanto éste como la Junta Central del Reino quieren ser reconocidos por las Colonias Españolas de América. Estas protestas contra los invasores de la Madre Patria y algunas se declaran autónomas. El pueblo de Caracas obliga al Capitán General a proclamar como soberano legítimo al rey español depuesto, Fernando VII, y no obedecer a Napoleón ni a la Junta Central de España. Los criollos pretenden gobernar en nombre del rey Fernando.

Fue el día 19 de abril de 1810 cuando se dio este paso definitivo. El pueblo, aglomerado frente al Ayuntamiento, gritaba al gobernador Emparan: "No lo queremos". Este, viéndose derrotado, exclamó a su vez: "Yo tampoco quiero mando". Y es en este instante, cuando, con su ardor juvenil, un muchacho de 14 años tomó partido en la lucha trágica que comenzaba: aquel niño era Santos Michelena.

Tres años después, Michelena estará empuñando el fusil. Son los momentos en que la mano que sostenía el libro y la pluma tiene que agarrar el arma. La patria requiere el gran sacrificio: darlo todo por ella.

En 1814 se perdía la República. Después de aquel milagroso esfuerzo del Libertador –Simón Bolívary de sus valerosos tenientes, quienes reconquistan a Venezuela en 1813, desde La Nueva Granada, la patria era atacada en el corazón. Todo el centro de Venezuela sufría la acometida del feroz Boves. Su segundo, Morales, otro guerrero sanguinario, sitió el 12 de febrero a la Victoria, defendida por el heroico José Félix Ribas y Mariano Montilla. A las órdenes de éstos estaba el joven Michelena. Sólo el honor podía mantener en pie a aquellos hombres cubiertos de heridas, luchando contra un ejército superior. Y con todo, derrotan al enemigo. Tenía que ser así, porque al lado de Ribas estaban los estudiantes, esperanza de la patria.

Días después Michelena recibió herida de lanza en el sitio de "Los Naranjos", cerca de Valencia. Posteriormente fue hecho prisionero. El gobernador Cajigal le concedió la libertad a condición de que abandonara el país. Mejor destino y suerte le esperaban. Se perdía un soldado; pero la República ganaría un eximio servidor en la vida civil.

Una gran lección

Con su clara inteligencia e interés Santos Michelena supo aprovechar lo que sus modestos maestros de Maracay y Valencia le enseñaron. Los violentos acontecimientos políticos que se produjeron en Venezuela en 1810 y su fugaz actuación juvenil en la lucha, habían sido para él una gran lección que jamás olvidaría sobre todo le habían formado el gran pensamiento de que todo hombre se debe primero a la patria.

Protegido por su hermano, quien quedó como tutor de la familia, trató de trabajar en la vecina Antilla de Curazao. La pobreza, para ese entonces, de la isla y el poco ambiente de cultura le hicieron tomar rumbo hacia la pujante ciudad industrial de Filadelfia, en la costa este de los Estados Unidos de Norte América.

No podría haber elegido cambio mejor. Seis años de intenso estudio hicieron de él un modelo para sus compañeros. Pendiente siempre de adquirir una preparación que pudiera permitirle costear sus estudios superiores y ayudar económicamente a su familia, aprendió nociones y prácticas de comercio.

Pero la mejor lección permanente de su vida la encontró en la ciudad donde vivía. Las gentes tenían en su manera de conducirse, en sus costumbres, un gran aprecio por la familia a que pertenecían. Se respetaban y se estimaban.

La ciudad, siguiendo la voluntad de los libertadores, gobernábase por la voluntad y deseos de todos los ciudadanos. El Gobernador ejecutaba y hacía cumplir las leyes que le dictaban un cuerpo o asamblea elegida por todos los vecinos del lugar.

Pero más que eso, para él, ese sistema o forma de gobierno representaba el mejor baluarte de la democracia de Norte América, que ha mantenido el bienestar en ese país. Y ese sistema fue establecido en Filadelfia en 1787, después que el país, pocos años antes, había ganado su libertad luchando contra Inglaterra.

Un día visitó un bello edificio pintado de blanco. Era el Independence Hall (Salón de la Independencia), donde se había firmado, en 1776, la Declaración de Independencia del país de la bandera de las barras y las estrellas y donde las campanas habían echado al vuelo la palabra libertad. Emocionado, leyó lo siguiente:

"El pueblo de los Estados Unidos, con el propósito de formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, garantizar la tranquilidad Nacional, atender a la defensa común, fomentar el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y nuestra posteridad, promulgamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América".

Y así nacía el gobierno del pueblo, para el pueblo y ejercido por el pueblo. Un gobierno que actuaría para los gobernados y con su consentimiento. Los representantes de ese pueblo serían elegidos por sufragio popular, es decir, por votación de todos los ciudadanos.

Veintitrés años de edad le bastaban para emprender la realización de sus propósitos. Se dirigió hacia la bella Perla de las Antillas –Cuba– para trabajar en una importante casa de comercio. Su interés, esfuerzo constante y capacidad le valieron la oportunidad de dirigirla. Además de una relativa posición económica y de la siempre acogedora hospitalidad de los cubanos, se vinculó más en la generosa tierra antillana con el matrimonio que contrajo con la Srta. Encarnación Bosques, natural de la Habana.

Un año más tarde, en 1822, de regreso a la patria, se radicó en La Guaira, donde se dedicó otra vez a las actividades comerciales.

El ideal grancolombiano

El año 1821 es el año de la constitución definitiva de Gran Colombia, el sueño más sublime del Libertador, o sea la unión de la Nueva Granada (hoy Colombia), Venezuela y Ecuador. El primer Congreso Colombiano, el que promulgó las primeras leyes del nuevo Estado reunióse en Cúcuta, con representantes de los tres países.

Michelena leyó entusiasmado el discurso que pronunció el Libertador al instalarse el Congreso. Le recordaba la República del Norte y consideraba que sus ideales pronto iban a ser realidad. Bolívar dijo en esa ocasión memorable:

"Los pueblos de la Nueva Granada, Venezuela y Quito, quedan reunidos en un solo cuerpo de Nación, bajo el pacto expreso de que su gobierno será ahora y siempre representativo. Esta nueva Nación será conocida y denominada con el título de República de Colombia. La nación colombiana es para siempre e irrevocablemente libre e independiente de la monarquía española y de cualquier potencia extranjera. Tampoco es ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona. El poder y gobierno central estará dividido en Ejecutivo, Legislativo y Judicial".

Michelena, como hemos dicho, regresó a Venezuela en 1822. Un año antes se había obtenido el extraordinario triunfo militar en la llanura de Carabobo, que privó para siempre a los españoles de los medios de continuar la lucha para someter a Venezuela. Quedaban, sin embargo, para la fecha algunos reductos de resistencia realista, tales como Cumaná, Coro, Maracaibo y Puerto Cabello. Mas, pronto éstas se rinden a los independientes: Cumaná, a Bermúdez; Coro a Reyes González; Maracaibo, a Gómez, Manrique y Padilla; Puerto Cabello, a Páez.

Michelena quería colaborar, aunque fuera modestamente, en pro de un ideal tan noble y ambicioso como el de unir a tres pueblos hermanos. La distinción que se le hizo de ser abogado representante –como Síndico Procurador Municipal- de los derechos e intereses de la Municipalidad en La Guaira la considera honrosa además de que colma sus aspiraciones. Fue siempre un hombre modesto, como lo son los grandes hombres. Por eso en una ocasión le decía al General Páez, el centauro de los Llanos y la suprema autoridad de Venezuela: "No es el número ni la excelsitud de los destinos lo que debe enorgullecer al ciudadano que los obtiene, sino los bienes que ha proporcionado a sus semejantes".

Sin que él buscara el voto de sus compatriotas tuvo el orgullo de ser designado en 1824 Diputado al Congreso de la Gran Colombia. Con tal fin se dirigió ese mismo año a la ciudad de Bogotá.

En ese Congreso laboró con singular acierto e interés; por lo que recibió diploma de Honor y medalla simbólica del esfuerzo y de la tenacidad con que siempre distinguió su concurso.

La situación de la Gran Colombia requería de sus ciudadanos el mayor entusiasmo. Toda la energía de los hombres se había empleado en la lucha bélica. Había que dictar leyes que nos rigieran y gobernaran satisfactoriamente, organizar el poder público, calmar los ánimos exaltados por la violencia de diez años de lucha.

En 1826 presentó a la consideración del Congreso un proyecto de Ley que trataba de regular y ordenar todos los asuntos relativos al comercio con los países extranjeros, los impuestos que debieran cobrarse a las mercancías importadas, es decir, que vinieran de otras naciones, para proteger la producción nacional, haciendo que dichos artículos se encarecieran para que los nuestros fueran consumidos.

El proyecto no fue aprobado; pero Michelena lo guardó como un tesoro, y años más tarde llegó el día de aplicarlo, en Venezuela. Un extranjero, el Ministro de los Estados Unidos de Norte América, Mr. Shields, le hizo un notable y espontáneo reconocimiento. Cierto día el sencillo diplomático tuvo que efectuar algunas compras, y envuelto en periódicos le entregaron los objetos que había adquirido. Cuando llegó a su casa, leyó el periódico, que era el diario "El Constitucional" de Bogotá, y al estudiar en él la exposición de Michelena, encontró que las ideas de éste correspondían a los principios más avanzados, que por cierto no los habían aplicado ni en su propio país. Tomó su sombrero, y con el periódico en la mano se dirigió a la casa de Don Santos Michelena.

"Soy, dijo, el Representante de los Estados Unidos. No puedo esperar una presentación para conocer a usted. Por ello viene conmigo este periódico, que es el mejor intermediario. Vengo a rendirle a su autor el homenaje debido, lo mismo que a ofrecerle mi amistad".

Después, estuvo Michelena dos años en la hermosa Londres como Cónsul de Venezuela. Su cargo lo obtuvo por concurso. Los aspirantes tenían que presentar credenciales y una que otra prueba. Cuando Don Pedro Gual, Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, le participó el resultado al General Santander para que se le hiciese el nombramiento, éste dijo: "Él tiene habilidad e inteligencia para el Consulado".

"Aunque este señor ha sido enemigo de mi reelección como Vice-Presidente de Colombia, debe nombrársele, porque la Patria lo necesita y los mandatarios no deben ser vengativos".

Este rasgo cívico de Santander hizo más honroso la designación del Cónsul.

La unidad de los colombianos no fue posible

Desgraciadamente, el bello ideal grancolombiano encontró múltiples inconvenientes. Rivalidades entre los tres grandes Departamentos (Venezuela, La Nueva Granada y Quito), choque de autoridades entre Bogotá y los Departamentos; pero, por sobre todo, el deseo de muchos hombres de ver separados sus países a fin de que nadie les discutiera el mando. Pensaban que todavía Bolívar podía imponer su voluntad. Había pues, que acabar con la Gran Colombia. Entre esos hombres estaba Páez, el valeroso guerrero de los Llanos.

En 1826 comenzó el movimiento que trataba de separar a Venezuela de la Gran Colombia. Se le ha dado el nombre desdeñoso de la "Cosiata", y fracasó. Pero al fin había de triunfar el movimiento separatista, en 1830, año en que también murió el Libertador y la Gran Colombia con él.

Para el año de 1829 todo era violencia e intolerancia. Todo el mundo había tomado esta actitud. En el templo de San Francisco hubo una reunión y la gente gritaba con entusiasmo: ¡Viva Venezuela! ¡Abajo Colombia! Y luego: ¡Viva el General Páez!

Caracas se llena de pasquines y de hojas sueltas con insultos contra el Libertador, el hombre a quien todo se le debía. Muchos de los revoltosos actúan por convicción; otros por temor. Michelena da siempre una gran lección. Considera que la idea de la unión entre Venezuela, La Nueva Granada y Quito podía no ser práctica por los momentos y tener muchos inconvenientes. Podía discutirse el asunto, y tomarse el camino de la separación; pero nunca con la violencia ni el atropello. A todos les aconseja serenidad y valentía. Y eso es lo que él predicó con su ejemplo.

Ahora la Patria es Venezuela

A principios de enero de 1830 se reúne en Bogotá el que sería el último Congreso de Colombia. Bolívar lo había convocado con el fin de hacer el último esfuerzo por mantener la Gran República. Pensaba que allí, en esa magna asamblea, se resolverían todas las desavenencias entre neogranadinos y venezolanos. A pesar de haber designado este Congreso a hombres como el Mariscal Sucre para Presidente y a José María Esteves, Obispo de Santa Marta, para Vicepresidente, nada pudo hacerse. Páez, a su vez, convocaba en Valencia el primer Congreso exclusivamente venezolano, que tendría por encargo declarar la separación de Venezuela de la Gran Colombia y organizar el primer Gobierno del país.

Consumada la separación, la Constitución (1) Constitución: Ley fundamental de la organización de un Estado. de Venezuela, que toma el nombre de 1830, se organiza con esta base: la elección de los diputados y de los más altos mandatarios y gobernantes será indirecta, es decir, que el pueblo elegirá primero unos representantes suyos en las provincias, y éstos, reunidos, serán los que elegirán a los diputados. Además, para poder votar, se necesita tener alguna posición económica, que, como es fácil suponer, no estaba al alcance de todo el mundo.

De esta manera, el Nuevo Gobierno de Venezuela, era oligárquico.

(2) Oligárquico: Perteneciente a la Oligarquía; Forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social.

Predominaban en él los hombres que eran propietarios de tierras, que eran por cierto, en ese momento, los más instruidos. Se mantiene además la distinción entre hombres libres y esclavos y se respetan para los primeros las libertades.

El Presidente de la República Páez se rodea de hombres ilustrados y sensatos que hagan buena obra, como Diego Bautista Urbaneja y Santos Michelena.

Diego B. Urbaneja era Secretario de Hacienda y Relaciones Exteriores, pero como había sido elegido Diputado, renuncia el Ministerio. Páez entonces pensó en Michelena para que le sucediese.

Michelena, al ser llamado para tan alto destino, pidió a Páez que escogiera otro ciudadano más capaz y preparado que él, diciéndole: "Faltaría a mi conciencia y a la patria si conociendo mi deficiencia para el desempeño del cargo no lo manifestase a usted que debe fijarse en otra persona que llene tan importante destino de una manera honrosa, gloriosa para usted y útil para la patria". Páez sin embargo consideró acertado el nombramiento y lo mantuvo en el cargo.

Un ministro de ejemplar probidad

La administración de los bienes y rentas de la Nación, es decir, de la Hacienda Pública, se iniciaron con los fundadores de la patria en 1811; pero se destruyó la obra realizada, con la caída de la Primera República a manos de Monteverde. Los esfuerzos de Bolívar para restablecer el régimen económico se vieron seriamente estorbados por la lucha dramática de la guerra de independencia, hasta 1823. El orden que quiso establecer el Libertador cuando regresó a Venezuela en 1827 no se llegó a cumplir, ya que Páez, como Jefe de la Nación, tuvo como preocupación primordial hasta 1830 la de separar a Venezuela de la Unidad Gran Colombiana. Sin embargo, bastarán tres años del Ministerio de Michelena para que se estructure y organice la Hacienda Pública venezolana, tan desarticulada hasta ese momento.

(3) Hacienda Pública: Conjunto de bienes, rentas, correspondientes al Estado para satisfacer las necesidades de la Nación.

Páez tuvo un origen humilde, una escasa ilustración, y se encumbró por la suerte de la guerra. Sin embargo, le cabe mérito de haberse rodeado en su gobierno de hombres civiles, mentes superiores y grandes corazones, como Michelena, que no tuvieron más interés de hacer una gran obra. Además, tuvo la virtud de permitir que esos hombres trabajaran con plena libertad. Y esa labor de organizar una República en completo desorden, tenía que ser muy difícil, aunque no imposible. El propio Michelena decía lo siguiente sobre el estado económico de la Nación: "Al cabo de veinte años de sacrificios y males, consecuencias de las guerras y de las revoluciones que constantemente han agitado a Colombia, no debe esperarse que sea próspera la situación económica de Venezuela". La Secretaría de Hacienda se había instalado el 1º de febrero de 1830 conforme al Decreto del 13 de enero del mismo año; por ello la primera Memoria no pasa de ser un ligero informe y de allí que a Don Santos Michelena le toque entonces, en 1831, la oportunidad de presentar el primer recuento pormenorizado de la gestión política administrativa que realizaba el régimen paecista.

(4) Memoria: Exposición y recuento de las gestiones políticas y Administrativas de un Ministro.

La rendición de cuentas que por medio de la memoria de 1831, hace el ilustre patricio es producto de verdadera sinceridad republicana y de espíritu público. El documento es presentado en forma clara y en actitud modesta. Manifiesta ella, una posición humilde y de franqueza a toda prueba, virtudes que fueron permanente atributo del señor Michelena. En ese momento solemne, decía al Primer Congreso de Venezuela: "Esta obra, señor, difícil en todo tiempo, especialmente para quien la ejecuta por la primera vez lo es más aún por la transformación que acaban de sufrir tanto el sistema administrativo como el de contribuciones, y por la actitud enhiesta en que se ha mantenido la nación a causa de las revoluciones ocurridas en la Nueva Granada y de la que desgraciadamente ha estallado en el oriente del país". Pero a pesar de eso, el austero Ministro esboza con amplio criterio y lógica convincente todo un amplio programa de acción administrativa.

Por efecto de la dramática guerra de independencia y como resultado de una situación inestable y bamboleante como fue la de la Gran Colombia, la herencia fiscal de la Nueva República no podía ser peor. La labor del Ministro Michelena sería así más difícil, pero al obtener éxito como lo obtuvo éste sería más extraordinario y se agigantaría el resultado de su gestión. Toda su acción seguirá como norte el pensamiento liberal de que el Estado ha de velar por los superiores intereses, sin intervenir la libre iniciativa Privada.

(5) Fiscal: Como sinónimo de relativo a la Hacienda en esta frase.

(6) Liberal: El que profesa doctrina partidaria de la libertad política y económica dentro del Estado. (7) Iniciativa Privada: Derecho de los particulares de hacer una cosa.

De allí expresará: "Mi exposición será fiel; porque sólo presentaré datos positivos y resultados prácticos de nuestra legislación fiscal, con cuyos elementos combinados con principios de la ciencia económica podrá el Congreso dictar las medidas y acordar las reformas que sean necesarias para fomentar las rentas públicas con el menor detrimento de los particulares".

El análisis de la situación hacendística que plantea el austero y probo Ministro Michelena así como las soluciones que propone a los ingentes problemas nacionales son producto de su extraordinaria capacidad personal y del espíritu público y de progreso que guió a un gobierno que se distinguió por la honradez de sus más altos dignatarios, en el manejo de los fondos públicos, tales como el mejor de los Páez, el patricio Vargas y el virtuoso Soublette. Se iniciaba una verdadera tradición fiscal que dio a la República un "régimen que si tuvo, como todos, tropiezos en la práctica y no logró evitar algunas crisis económicas, aseguró sin embargo por diecisiete años y acaso mejor que ningún otro gobierno, junto con la normal administración de la hacienda, el buen crédito interior y exterior del Estado".

Se echaron las bases de la organización de la hacienda nacional, estructurándose en una forma técnica y jurídica.

(8) Jurídica: Que atañe o se ajusta al derecho.

A Michelena la cabe el altísimo honor de que los principales instrumentos de esta acción fueron elaborados e ideados por su claro talento, puesto al solo servicio de la República.

Para octubre de 1830 Michelena presentaba al Congreso un proyecto de Ley por el cual se organizaban las oficinas de Hacienda. Fue ésta nuestra primera ley sobre asunto tan importante. Por medio de ella se creaba una Tesorería (9) Tesorería: Oficina que se encarga de Administrar y guardar algunos bienes del Estado. General para toda la Nación. Lo que significaba que se custodiarían mejor los bienes, y se pondría un poco de orden en los ingresos o entradas de dinero. Se fijaba también que los gastos se harían de acuerdo con ciertas condiciones que deberían cumplirse, o lo que es lo mismo, se dictaron las primeras disposiciones sobre presupuesto.

Contenía también la misma ley la fijación de las principales rentas,

(10) Rentas: Los tributos y contribuciones periódicas del Estado, que deben pagar los particulares.

Tan necesarias en un país pobre y arruinado como era la Venezuela surgida de la guerra. Las principales rentas provenían de los impuestos o contribuciones que debían pagarse por las mercancías importadas, que además se recargaban cuando se traían en buques extranjeros. En cambio, como había que desarrollar la cultura, se permitía la entrada al país, libre de toda contribución, de los libros impresos, mapas, imprentas, instrumentos de matemáticas, ciencias naturales, etc.

El Gobierno, de acuerdo con los consejos de Michelena, se preocupó de crear una verdadera riqueza agrícola. Para ello dictó diversas medidas, entre las cuales figuró la de declarar libre de impuestos la explotación del trigo; y a fin de favorecer la pesca, se decretó que por cada quintal de pescado salado que se obtuviera se pagaran al portador cuarenta centavos. Durante todos esos años, las exportaciones de los productos nacionales fueron siempre superiores a las importaciones de los artículos extranjeros.

Tenía Michelena un criterio muy claro sobre el problema del comercio ilícito o contrabando. En la memoria que presentó al Congreso el año de 1831 dijo: "Venezuela, con una vasta costa de segura negociación y acceso, ofrece las mayores facilidades para el comercio ilegal, facilidades que se aumentan por su cercanía a una multitud de islas. Si se quiere llevar adelante el sistema de cobrar altos impuestos es necesario cubrir nuestra frontera con una línea de guardas; pero no debe pensarse que mejorará la nación, pues las rentas las absorberán semejantes medidas. Por ello, me atrevo a proponer la adopción del sistema contrario (disminución de los impuestos y facilidades al comercio), como único que aliviará la suerte del pueblo, dará impulso al comercio, preservará la moral de los empleados y aumentará los ingresos de las aduanas". Michelena fue hombre de gran carácter y rectitud. Como el país estaba mal servido por muchos funcionarios, pasó por la pena y por la necesidad de proponer que todos los cargos se declararan vacantes y servidos interinamente, a fin de dejar así en mayor libertad al Gobierno para hacer una verdadera selección.

Su obra como Ministro fue extraordinaria. Piensa y lucha por mejorar los servicios de correos, organiza un tribunal para juzgar a quienes no cumplan honestamente con sus funciones de administradores de la Nación, o idea la creación de unas Juntas Económicas que estudien y recomienden todas las medidas adecuadas a tan vasto campo.

La riqueza había que desarrollarla principalmente con las vías de comunicación. Mientras no se poblase el país y se cruzara de caminos toda la Nación no se habría hecho nada. Pero este gran pensamiento no pudo realizarse y es todavía en Venezuela una necesidad.

Y toda esta singular obra fue realizada por el régimen instaurado en Venezuela por la Oligarquía Conservadora que se posesionó del Gobierno hasta 1847. Los Presidentes dieron pruebas en muchos casos de respeto a la Constitución y de amar los principios cardinales del régimen republicano. Páez se "allanó a agrupar en torno suyo a hombres civiles, a cabezas superiores y a corazones de acerada fibra como Urbaneja, Narvarte, Rodríguez, Guzmán, Michelena, Quintero, Toro y Fortique, y en su segunda Presidencia vio organizarse y acató la oposición de tendencia democrática".

Sin embargo, el régimen establecido por la Oligarquía Conservadora, a pesar de que los mismos prohombres del Partido Liberal encomiaron la honradez personal de los hombres que gobernaron desde 1830 a 1843, no proyectó una obra económica que penetrara en la solución de los problemas seculares de la Nación. El llamado "período patriótico de la República", si es cierto que se distinguió en la mayoría de sus magistrados por la ausencia de aquellos vicios vergonzosos como el peculado,

(11) Peculado: Delito que consiste en el hurto de caudales del erario público, hecho por aquel a quién está confiada su administración.

Se caracterizó también por el estado de pasividad e ignorancia en que mantuvo a la población y por sostener un sistema electoral

(12) Sistema electoral: forma de realizar elecciones. Existen diversos sistemas según las condiciones que se exigen a los electores y elegidos.

Reñido con las ideas que se abrían paso en el mundo. "La Oligarquía Conservadora no extendió el derecho electoral a todas las clases sociales porque consideró que el mejor funcionamiento del gobierno radicaba en la selección del personal político". Bueno o malo este régimen, sus existencia dependía, por necesidad, de la limitación del sufragio a la clase rica o ilustrada, manteniendo sin embargo un aspecto marcadamente democrático para las concepciones de la época como es el requisito de saber leer y escribir.

Sobre este estado de cosas fue donde descansó la propaganda del Partido Liberal, tratando, como en realidad lo logró de despertar una amplia conciencia nacional.

Una misión a Bogotá

Los hombres se distinguen en las grandes oportunidades y frente a las más difíciles circunstancias. Con la separación de Venezuela de la Gran Colombia, una ola de tensión y de agitación imperaba en el ambiente. Las relaciones con la hermana república de La Nueva Granada en la lucha no fueron las más cordiales. Había que arreglar muchos asuntos, y entre éstos estaban problemas tan difíciles como el de límites y fronteras y el arreglo de las deudas que ambos países tenían en común.

Para tan delicada misión fue comisionado Santos Michelena. Se le designó Ministro de Venezuela en La Nueva Granada en 1833.

Se dirigió a Bogotá a través de Los Andes. Quería estar en contacto con la naturaleza, gozar de la belleza del panorama andino y sentir cerca de la tierra y a los hombres de la patria. Así se reconfortaba para su misión. Yendo hacia Lobatera, en el corazón andino, observa un hermoso valle cubierto de un césped verde. Es región donde muchos manantiales brotan con su agua cristalina. Entusiasmado por el lugar, viendo el Valle de la Sabana junto con un gran amigo, el padre Amando Pérez, le dijo: "Padre Amando, mire ese Valle. Aquí debía ya fundarse un pueblo". Y el pueblo fue fundado. En 1849 el sacerdote Amando Pérez, seguido por gente valerosa que oye su palabra y sigue su ejemplo, marcha con ellos a la Sabana. Las palabras de Michelena habían quedado grabadas en el alma del sacerdote… Pero más que esto influyó en él el valor cívico del noble patricio cuando el crimen del Congreso en 1848.

Los sucesos de 1830 habían sido violentos, cosa que había producido en los ánimos de los venezolanos y neogranadinos cierta tirantez; y no era por ello quizás la mejor oportunidad para negociar. Sin embargo, Michelena, primero como Secretario del Estado (Ministro) y luego como Ministro en Colombia, hará todo lo posible por lograr, con bases sólidas, la amistad de dos países que tenían que ser más que amigos, hermanos, ya que estaban unidos por un mismo destino histórico.

Y con ese espíritu elevado, tan suyo, buscando siempre los mejores resultados con el más alto propósito, Michelena, como Ministro Venezolano, se dirigió al Gobierno neogranadino en los siguientes términos: "Lo que interesa comprender es que cada país hizo méritos suficientes en la guerra de Independencia, la cual había exigido la unión de ambos en un solo cuerpo de nación; más habiendo cesado el peligro, cada parte comprendió que era conveniente la separación, sin que por eso dejara de convenirle, a cada una de ellas, entrar en pactos y tratados. Los principios de gobierno que profesa la nación granadina son cabalmente los mismos que proclamó Venezuela al acto de tomar su soberanía, a saber: respetar la soberanía de los demás pueblos, igualmente que la integridad de sus territorios; no inmiscuirse en sus asuntos domésticos o internos, ni en sus disensiones, y arreglar amigablemente sus problemas".

En lenguaje claro les pidió a los neogranadinos solucionar todos los problemas comunes; que el hacerlo con altas miras y satisfactoriamente contribuiría, de la mejor manera, a la verdadera amistad de dos pueblos que tenían el mismo origen, y se habían dado juntos su independencia.

Entonces insistió en su pensamiento con el gobierno de Nueva Granada, y le dijo, refiriéndose, pues, a la amistad de dicho país con Venezuela y Ecuador: "Si el peligro fue común y si la defensa de los mismos intereses los unió en una nación, ahora los obliga a dividirse las obligaciones, y ayudarse mutuamente para conservar el privilegiado objeto para cuya adquisición vertieron, juntos en mil combates, la sangre de sus hijos, siendo el recuerdo de sus antiguas glorias un motivo para gozarse en la presente situación".

El Congreso entonces aprobó que el representante de Venezuela iniciara con el Gobierno de La Nueva Granada y Ecuador la discusión del Convenio por medio del cual se arreglarían las deudas. La Nueva Granada nombró como su representante al señor. Lino Pombo, que era el Secretario de Relaciones Exteriores, Ecuador no envió a tiempo su Ministro, y por eso las discusiones del pacto se hicieron sin él.

Larga y difícil fue la discusión del tratado donde se manifestó, una vez más, la habilidad y talento del enviado venezolano, ya que su opinión, que tanto le convenía a Venezuela, fue aceptada. Pombo propuso que la deuda fuera dividida según la riqueza de cada República. El General Santander consideraba que se dividiese la deuda en nueve partes, cuatro para Nueva Granada, tres para Venezuela, dos para el Ecuador. Michelena entonces sostuvo, con razones claras, su criterio, el cual consistía en repartir la deuda según la población de cada país, ya que dicha deuda era en realidad una obligación de todos los ciudadanos, y todos, en consecuencia, debían contribuir a cumplirla.

Así fue como tocaron a Nueva Granada cincuenta unidades del total de las deuda, veintiocho y media a Venezuela y veintiuna y media al Ecuador. El Congreso venezolano aprobó el arreglo.

No tuvo tanta suerte el tratado sobre límites firmado por los mismos ministros Pombo y Michelena, y a la larga, al no ser aprobado por el Congreso de Venezuela, ésta, resultó perjudicada.

Fronteras con la Nueva Granada

Era muy difícil fijar de manera justa las fronteras de Venezuela y la Nueva Granada. Los límites del antiguo Virreinato de la Nueva Granada y de la Capitanía General de Venezuela no estaban determinados y se tenían noticias poco precisas. Por ello, la tarea de los ministros Michelena y Pombo tenía que resultar ardua y difícil; pero salvaron los escollos, determinando en el tratado que lleva el nombre de ambos ministros los siguientes límites:

"La línea limítrofe entre las dos Repúblicas comenzará en el Cabo Chichivacoa, en la costa del Atlántico, con dirección al cerro denominado de las Tetas; de aquí a la sierra de los Aceites; y de ésta a la Teta Goajira. Desde aquí, reptará por sus cumbres y las de Perijá, hasta encontrar con el origen del río Oro, diferente del que corre entre la parroquia del mismo nombre y la ciudad de Ocaña. Bajará por sus aguas orientales de las montañas, y pasando por los ríos Tarra y Sardinata, por los puntos hasta ahora conocidos como límites, irá rectamente a buscar la embocadura del río de la Grita en el Zulia. Desde aquí, por la curva reconocida actualmente como fronteriza, continuará hacia la quebrada de Don Pedro, y bajará por este río al Táchira; por este seguirá hasta sus cabeceras; desde aquí, por las crestas de las montañas de donde nacen los ríos tributarios del Torbes y del Uribantes, hasta las vertientes del Nula, y continuará por sus aguas hasta donde se encuentra el desparramadero del Sarare. De aquí se dirigirá al Sur, a buscar la laguna de Sarare, y, rodeándola por la parte oriental, seguirá con el derrame de sus aguas al río Arauquita; por éste continuará al Arauca, y por las aguas de éste, el paso del Viento. Desde éste punto, rectamente a pasar por la parte más occidental de la laguna del Término. De aquí al Apostadero sobre el río Meta; y luego continuará su dirección norte sur, hasta encontrar con la frontera del Brasil".

El Congreso de Venezuela, como supremo Organismo de la República, tenía que aprobar o improbar el tratado. Había designado una comisión de representantes compuesta por los ilustres diputados Pedro Briceño Méndez, Manuel Felipe Tovar y Valentín Espinal, para que estudiaran el Convenio y rindieran un informe. Este fue desfavorable, por considerar que la fijación del Cabo de Chichivacoa hacía perder a Venezuela 62 millas de costa, comprendidas entre ese punto y el Cabo de la Vela, hasta donde indudablemente se extendía la frontera de la antigua Capitanía General de Venezuela. Asimismo consideraba el informe que el territorio de la Goajira podía más bien dividirse en partes iguales, fijando el límite en Punta de Gallinas. Por las anteriores consideraciones, el Congreso desaprobó el tratado.

Se insiste en la lucha contra la esclavitud

Desde el siglo XVI España permitió en sus Colonias de América la introducción de negros esclavos para que trabajaran en ellas. Se les consideraba fuertes y los únicos capaces de laborar con éxito en las haciendas tropicales. Eran la máquina del tiempo, y los grandes hacendados no querían desprenderse de ellos, ya que constituían una mano de obra barata y productiva.

De nada valieron las disposiciones humanitarias de las Leyes de Indias, porque la explotación del hombre continuaba en marcha.

Iniciada la lucha por la Independencia, Bolívar prometió, en 1813, solucionar el problema, con la liberación de los esclavos; pero tal propósito no se hizo realidad. En tiempo de la Gran Colombia, en 1825, se dictó una Ley, que si bien no arreglaba la cuestión, por lo menos impedía que se continuara aumentando la esclavitud, puesto que, según dicha Ley, se declaraban piratas y se castigaba con la pena de muerte a los venezolanos que se encontrasen ocupados en el tráfico de esclavos.

Michelena desde que fue Ministro de Relaciones Exteriores, en 1830, comenzó a trabajar porque se negociaran tratados con los países desde cuyas colonias se sacaba la mayor parte de los esclavos, como por ejemplo con Inglaterra, a fin de hacer ilícito el inhumano comercio. Y así fue como para tratar de que la ley colombiana se aplicara, Michelena luchó en el Gobierno y movió todas las simpatías de la Nación con el objeto de que, por lo menos, no se aumentara más la esclavitud.

A su regreso de Bogotá, después de someter el tratado con Inglaterra a la consideración del Congreso, vio cómo por una falsa razón, o más bien por un pretexto, se le negaba su aprobación. Porque los congresistas consideraban "que el tráfico de los esclavos no existía ya por parte de Venezuela, prohibida como estaba en sus leyes la introducción de nuevos esclavos, ni tenía la Repúblicas barcos suficientes para contribuir a la persecusión de la trata en alta mar".

Partes: 1, 2
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