Descargar

El libro de los salmos (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

b) Pequeñas adiciones tardías han podido favorecer esta actitud meditativa. Whybray cita el caso del verso final del Sal 107, que es un canto de acción de gracias. El último verso dice" "¿Hay algún sabio? Que guarde estas cosas y comprenda el amor de YHWH". En el salmo 32 la acción de gracias es interrumpida por una voz en off en los versos 8 y 9: "Voy a instruirte, a enseñarte el camino a seguir…" El salmo 94, una lamentación, está interrumpido por una consideración sapiencial en los versos 8-14: "comprended estúpidos del pueblo…"

c) Los salmos nuevos que quizás hayan sido introducidos en el salterio tardíamente, serían los salmos exclusivamente sapienciales 1, 32, 34, 37, 49, 112 y 128, así como el larguísimo salmo 119 alfabético (al igual que el 37 y el 112). (Cf. R.N. Whybray, "The Wisdom Psalms", en J. Day ed., Wisdom in ancient Israel, (Cambridge 1995).

3. El problema sapiencial de la retribución

El gran problema que Israel lucha por resolver es el problema de la retribución. ¿Por qué si Dios es justo, parece muchas veces que a los buenos les va mal en esta vida, y a los malos les va bien?

La respuesta tradicional es repetir la ideología dominante: No es verdad; Dios premia a los buenos y castiga a los malos. El sufrimiento es siempre un castigo por el pecado. El justo tendrá riquezas y abundancia. Supuesto que en la época de redacción del Salterio no existe todavía una fe clara en el más allá, los premios o retribuciones tienen que ocurrir ya en esta vida.

Cuando uno muere, "ya no existe más" (Sal 39,14). Los difuntos bajan al she"ol donde no se puede decir que signa viviendo. Son sombras, sueños. En la muerte ya no hay recuerdo ni alabanza de Dios. "En la muerte nadie de ti se acuerda; en el she"ol ¿quién te puede alabar?" (Sal 6,6).

El pensamiento hebreo no es muy filosófico, y no interesa demasiado por el tipo de existencias de esas sombras. Aun suponiendo que se diera esa existencia, lo cierto es que a eso no se le puede llamar "vida". Vivir es amar, es reír, es comer, es sentarse en el porche bajo la parra, es contemplar a los nietos jugando, es oír cantar a los pájaros, y por encima de todo es alabar a Dios. Ciertamente no hay nada de eso en el she"ol, sino polvo, tinieblas, silencio, olvido, sombras y sueño.

Por tanto los premios o castigos de YHWH no pueden aplazarse a la "otra vida", por no hay otra "vida". Por eso la mayor desgracia es morir joven, y la mayor bendición morir como Abraham "en buena ancianidad, viejo y lleno de días" (Gn 25,8). Llegar a ver a los hijos de los hijos (Sal 128,6). "El temor de YHWH prolonga los días; los años de los malos son acortados" (Pr 10,27). "Amando al Señor está tu vida y la prolongación de tus días" (Dt 30,20). De aquí la legendaria longevidad de los patriarcas. A medida que el pecado va echando raíces en el mundo, la vida media de la humanidad se va acortando.

Por tanto Dios premia a los buenos aquí. Veamos cómo lo enuncia uno de los Salmos sapienciales: "Dichoso el hombre que teme al Señor… Fuerte será en la tierra su estirpe… Hacienda y riquezas en su casa… No tiene que temer noticias malas… (Sal 112).

En el libro del Deuteronomio la promulgación de la ley va acompañada de una serie de bendiciones y maldiciones. Bendiciones materiales para los que cumplan la ley (Dt. 28,1-14), y maldiciones también materiales para los que la incumplan (Dt 28,15-68).

Sin embargo con el paso de los años, esta ideología no supera la prueba de una confrontación con la realidad. La realidad es distinta. Hay justos que mueren jóvenes, y malvados que vive muchísimos años. La contestación de la ideología tradicional vino a Israel en un momento clave de su historia. El peor de sus reyes, Manasés (2 R, 21, 2.11.17), fue el que reinó más años, 55, y murió con 65 años. Mientras que uno de los mejores reyes, su nieto Josías, murió joven, a la edad de 39 años.

La ideología que postula premios y castigos en este vida se ve rebatida por los hechos. El que no quiere comulgar con ruedas de molino tiene que reconocer que muchos justos mueren prematuramente y muchos malvados mueren muy ancianos, en pleno disfrute de sus riquezas.

Job aún a riesgo de escandalizar dio un vigoroso mentís a la doctrina tradicional: El ha conocido malvados "que mueren en pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz, repletos de grasa sus ijares, bien empapado el meollo de sus huesos" (Job 21,23-24; 21,30). Esto es lo que dice a Job la voz de la experiencia, lo que cuentan los "viandantes". "¿No habéis interrogado a los viandantes?¿No os han pasmado los casos que os refieren?" (21, 29). "¿Cómo pues me consoláis tan en vano? ¡Pura falacia son vuestras respuestas…!" (v.34).

Este escándalo está recogido patéticamente en otro salmo sapiencial, el 73. El autor se siente tentado a envidiar a los malvados. "Celoso estaba de ellos… No hay congojas para ellos, su cuerpo está sano y rollizo, no comparten la pena de los hombres… Siempre tranquilos, aumentan sus riquezas" (73,3-5.12). El salmista está a punto de escandalizarse como Job "Por poco mis pies se extravían. Poco faltó para que mis pasos resbalaran" (v.2). "Me puse a pensar para entenderlo, ¡ardua tarea ante mis ojos!" (v.16). Pero no tiene la valentía de Job, de rebelarse contra los consejos de sus amigos. La resistencia de Job a aceptar que sus sufrimientos tengan que ser necesariamente resultado de un pecado, parece una blasfemia a sus amigos. Pero Job sabe que es mucho más blasfemia creer que todo sufrimiento sea necesariamente un castigo. El que piensa que Dios está de acuerdo con las injusticias que caracterizan el mundo presente, el que se resigna piadosamente a esta situación, está blasfemando de Dios.

La rebeldía de Job contra Dios, es la afirmación de una justicia divina superior, que no entendemos, pero que no debemos explicar facilonamente con frases piadosas que no convencen a nadie. Por supuesto el problema no encontrará una solución hasta que en contacto con la filosofía griega el pueblo de Israel venga a creer en la otra vida.

Esta creencia en la otra vida, donde se dará la verdadera retribución, es muy tardía en Israel, y sólo aparece en la literatura de la época helenística, en los Macabeos, en Sabiduría, en Daniel…

Por eso el autor del Salmo 73, falto todavía de una verdadera respuesta al problema, después de haber sido tentado a rechazar la teoría tradicional acaba aceptándola de forma no crítica, y dice: "Aunque veces parece que a los malvados les va bien, al final son rechazados, empujados a la ruina… Pronto quedan hechos un horror, desaparecen sumidos en pavores" (v.18-19). La presencia de esta teoría tradicional sería una prueba de la antigüedad de estos salmos sapienciales, que contienen una sabiduría antigua, que todavía no ha sido purificada por la prueba. La verdadera solución no puede ser diferir la justicia divina simplemente a un futuro dentro de nuestra realidad de hoy, sino a un futuro transcendente, a otra vida más allá de nuestra vida y de nuestro tiempo

4. Un ejemplo de Salmo sapiencial: Salmo 37

Este es el caso del salmo 37. Desde el punto de vista temático y formal tiene mucho en común con la literatura sapiencial. Pensemos por ejemplo en la exhortación a no exasperarse por los malvados ???????? (37,1) y a no envidiarlos ??????? (37,7.9). La exhortación a no envidiar a los malvados la encontramos en Pr. 3,51; 23,17; 24,1; 24,28. Y la exhortación a no exasperarse por ellos la encontramos en Pr 24,18.

El salmo 37 se mantiene totalmente en las líneas de la piedad tradicional. Dios premia a los buenos y castiga a los malos. El salmo se hace eco de la crisis ideológica que ya también sufría el autor del salmo 73, aunque no la expresa de una manera tan dramática. Nos exhorta a no "exasperarnos por los malvados, a no envidiarlos". Esto supone que la tentación de escandalizarse no está ausente del todo en este salmo. Pero es sólo una mal pensamiento que cruza por la mente y en seguida es rechazado. Todo sigue siendo claro. El autor del salmo 37 no ha oído a los viandantes de Job (21,29). El problema de la prosperidad de los malvados no es "ardua tarea ante sus ojos" como lo era para el autor del salmo 73 (v. 16). En el salmo 37 no hay ningún problema, todo está claro. "Fui joven, ya soy viejo; nunca he visto a un justo abandonado ni a su linaje mendigando pan" (v. 25). "Vi un malvado que se jactaba, que prosperaba como cedro frondoso; volví a pasar y ya no estaba; lo busqué y no lo encontré" (v.35-36)

No se trata de una oración. Las reflexiones del texto no se dirigen a Dios, sino que se dirigen a los hombres. Dios aparece siempre en tercera persona, nunca en segunda. El salmo habla sobre Dios, pero no habla con Dios. Tal como está podría perfectamente ser un capítulo del libro de los Proverbios o de Ben Sira.

La estructura, el estilo y el tema estilo son sapienciales.

a) La estructura es alfabética, con dos versos en cada letra (la letra Ain está hoy día desfigurada). Esta estructura no se presta para un desarrollo ideológico riguroso progresivo, sino circular. Las mismas ideas son expresadas repetidas veces con distintas imágenes, y no se da un progreso en el desarrollo del tema.

b) El estilo sapiencial se muestra en el gusto por el paralelismo antitético en frases simples; la alternancia de pensamientos (en 3ª persona) y consejos (en 2ª persona); la apelación a la experiencia como justificativa de las reflexiones.

c) El tema del contraste entre el justo y el malvado y el de poseer la tierra o verse excluido de ella. Se describen las situaciones de dos tipos de personas en su relación a la posesión de la tierra: los malvados y los justos.

1. Malvados y justos.

Los malos son designados como malvados: 10, 12, 14, 16, 17, 20, 21, 28, 32, 34, 35, 38, 40 ; (inicuos: 1,9); malhechores 1; enemigos de Dios: 20; impíos: 38; malditos: 22. En un total de 19 designaciones se usan 6 términos; el término "malvados" aparece 13 veces.

Los buenos son designados como los que esperan en el Señor: 9), humildes: 11, justos: 12,16, 17, 21, 25, 29, 30, 32, 39); pobres: 14; indigentes: 14; íntegros: 18, 37; benditos: 22; piadosos: 28; rectos: 37; rectos en su camino: 14; varón: 23. En un total de 21 designaciones se usan 11 términos; el término "justos" aparece 9 veces.

La mayor parte de las veces estos términos aparecen contrapuestos de la siguiente manera:

a) los que esperan en YHWH / los inicuos (9)

b) humildes / malvados (10-11)

c) justos / malvados (12, 16, 17, 21, 32, 39-40)

d) pobres, indigentes, rectos en sus caminos / malvados (14)

e) íntegros / malvados, enemigos de YHWH (18-20)

f) benditos / malditos (22)

g) piadosos / estirpe de malvados (28).

2. Poseer la tierra o ser excluido:

La segunda contraposición es entre el lexema "poseer la tierra" ??????? , que aparece cinco veces (9.11.22.29.34) y "ser excluido" ????? que aparece otras cinco (9.22.28.29.34). La tercera contraposición aparece en la letra Lamed (v.22), que es la letra central, con la que comienza la segunda mitad del alfabeto.

El mensaje del salmo no consiste meramente en decir que los justos heredarán la tierra y los malvados serán excluidos, como si se tratase meramente del enunciado de una regla general de retribución divina.

La maldad del malvado de este salmo consiste precisamente en que quiere excluir al justo de la posesión de la tierra. No se le denuncia al malvado su impiedad o su rebeldía contra Dios, sino su acción contra el justo; esto es únicamente lo que lo convierte en enemigo de Dios. Comenta Schökel que frente a una interpretación pietista centrada en comportamientos religiosos, este salmo denuncia una situación social de injusticia interhumana "agresiva, calculada, sin detenerse ante el asesinato, incluso por cauces aparentemente legales".

3. Presente y futuro

En el presente el justo ha sido desposeído por el malvado. El malvado intriga contra el honrado y rechina los dientes contra él (12); desenvaina la espada, para abatirlo (14); pide prestado y no devuelve; espía al honrado e intenta darle muerte (32). Parece triunfar empleando la intriga (7), prospera como cedro frondoso (35), vive en la opulencia (16), es envidiable (1). El justo perseguido es llamado "pobre," "indigente" y humilde", bien porque ha sido desposeído por el malvado, o bien porque estando ya desposeído previamente, ahora no tiene cómo defenderse. Por tanto se distinguen en el salmo dos situaciones con respecto a la suerte del malvado y el justo. Una situación presente en la que el malvado parece prosperar, y el justo es amenazado y perseguido con intrigas, y otra situación futura en la que se volverán las tornas.

La situación futura de desposesión del malvado es descrita con mucho colorismo: "Se secarán como la hierba… (2); serán excluidos (9.22.28.34); su espada les atravesará el corazón, sus arcos se romperán (15); se les romperán los brazos; perecerán, se marchitarán como la belleza de un prado, como humo se disiparán (20), serán aniquilados en masa, su porvenir quedará truncado (38).

La situación de posesión del justo es igualmente descrita con todo lujo de colores: Dios les dará lo que pide su corazón (4); sacará adelante su derecho como el amanecer y su causa como el mediodía (6); poseerán la tierra (9.11.22.29.34); disfrutarán de prosperidad abundante (11); su herencia durará por siempre (18); no se agostarán en tiempo de sequía, en tiempo de hambre se saciarán (19); aunque tropiecen, no caerán, el Señor los tiene de la mano (24); siempre tendrán una casa (27); sus pasos no vacilan (31); tienen un porvenir (37); el Señor los protege y los libra (40).

Vemos que las promesas para los justos, en lugar de promesas generales, son siempre muy concretas; tienen que ver con su triunfo frente a las intrigas de los malvados, sacar adelante su derecho, poseerán la tierra, tendrán una casa, no vacilarán, serán liberados de las intrigas.

El cambio de fortuna y la retribución vienen a vindicar al Dios justo. Esta es la tesis de la sabiduría tradicional. Sin embargo esta justicia no siempre se deja ver en esta vida. El salmo ignora las situaciones en la que los justos, como Nabot, son desposeídos, o los malvados llegan a viejos en plena posesión de sus riquezas. Este problema aguarda aún una respuesta que nuestro salmo y toda la sabiduría tradicional no son capaces de dar.

Intuiciones espirituales

A. EL GRITO DE GUERRA

1. Naturaleza del Grito de Guerra

El primer medio de vida para la alabanza en la historia de Israel fue el campo de batalla. El valor es la cualidad más requerida para un ejército que va al combate. Por eso en todas las culturas ha habido medios concretos para acrecentar el valor y la moral de las tropas: las marchas marciales acompañadas de ritmo guerrero, las arengas del general que exhorta a los soldados con entusiasmo… En los pueblos más primitivos se utilizaba el grito de guerra que nosotros conocemos bien gracias a las películas del Oeste. Los indios daban el grito de guerra antes de ir al combate.

Este recurso tenía un doble efecto: primero disipar el miedo del corazón de los guerreros propias, y segundo espantar al enemigo. Cuando los colonos dentro del círculo de las carreta escuchan los gritos de los indios en mitad de la noche, se les hiela la sangre en las venas.

El libro de los Números dice: "Cuando ya en vuestro país vayáis a la guerra contra un enemigo que os oprime, sonaréis las trompetas a clamoreo. YHWH se acordará de vosotros y seréis liberados de vuestros enemigos" (Nm 10,9).

La palabra que designa el grito de guerra en hebreo viene de una raíz: ??? = ru', que sólo se utiliza en el binyan Hif"il: ???? = heria', o en el sustantivo ????? = teru'ah. Estas palabras se traducen normalmente como "aclamar", "aclamación".

En el grito de guerra se aclama la presencia de Dios en medio de las filas propias como un himno resonante y no como una súplica insegura y vacilante. Los israelitas reconocen la presencia del Dios de los ejércitos entre ellos como garantía de la victoria que se aclama de antemano como si ya hubiese tenido lugar.

No sabemos exactamente cómo era el ritual del grito de guerra. Había que aprenderlo como rito de iniciación. "Dichoso el pueblo que conoce el rito de aclamación, caminará YHWH a la luz de tu rostro. Tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo" (89, 16-17).

Sabemos que todo el pueblo lanzaba un grito simultáneamente como respuesta al sonido de las trompetas de plata especiales que se usaban para esta ocasión y que se llamaban "trompetas de clamoreo", de teru"ah, y eran sonadas por los sacerdotes.

Cuando tenemos que atravesar un lugar oscuro y amenazante nos recomiendan caminar cantando para que nuestra voz y nuestro canto disipen nuestro miedo.

Vemos cómo el ruido puede poner en fuga un ejército en el caso de Gedeón: "Haz sonar la trompeta, gritad y romped vuestros cántaros" (Jc 7,18). El elemento ruido es muy importante. Según algunos el verbo hery"a etimológicamente está relacionado con "romper" (¿tímpanos?)

Las personas que tienen vértigo cuando están al borde de un precipicio deben evitar mirar para abajo. Cuando se ve ante la amenaza de ser tragado por un abismo que se abre ante sus pies, debe volverse hacia el Señor y mirar hacia lo alto. "Levantar los ojos, levantar las manos, levantar la voz". "A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo" (Sal 123,1). "Que mi oración se eleve hacia ti como el incienso, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde (Sal 141,2). "Levanto mi voz a Dios gritando, levanto mi voz a Dios para que me oiga" (Sal 77,2).

Podemos transferir este medio de vida a las numerosas batallas que tenemos que librar hoy día. En lugar de dejarnos dominar por el miedo, hay que reaccionar con fuerza y cantar un canto de victoria anticipada. Haceos fuertes en el Señor y en su poder. "No luchamos contra adversarios de carne y sangre, sino contra los principados, las potestades, las potencias de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal" (Ef. 6,10-12).

El grito de guerra no se limita a expresar un deseo, sino la certeza absoluta de la victoria. Ningún enemigo huirá delante de un ejército vacilante que no sabe gritar con fuerza. Los muros de Jericó no caerán ante un ejército que no ha aprendido a dar la aclamación (Jos 6,20). Ningún ejército se llenará de valor y confianza si su propio grito carece de convicción. Si seguimos creyendo que el poder de nuestros enemigos es irresistible, si vemos a los enemigos como gigantes y a nosotros mismos como saltamontes (Nm 13,33), nos dejaremos llevar del pánico. Y el pánico es el peor enemigo de un ejército.

Pero cuando aclamamos el poder del Señor frente a los enemigos, descubrimos que éstos desaparecen ante nosotros. "Sí, ciertamente se cubrirán de vergüenza y sonrojo los que se inflamaban contra ti. Serán aniquilados y perecerán los que te buscaban querella. Buscarás a tus adversarios y no encontrarás a los que te hacían la guerra" (Is 41,11-12).

Esta situación puede compararse a la de una pesadilla. Soñamos con monstruos horribles que nos persiguen corriendo. Pero cuando encendemos la luz en la habitación, vemos que en un instante todos desaparecen, porque eran sólo un invento de nuestra imaginación.

M.L. King decía: "El miedo llamó a la puerta. La fe salió a abrir. No había nadie". Y el libro de Judit: "Entonces mis humildes gritaron y sus enemigos se acobardaron. Mis débiles clamaron y ellos quedaron aterrados. Alzaron su voz y sus enemigos se dieron a la fuga" (Jdt 16,11).

2. El grito de guerra y el arca de la alianza

Este grito de guerra estaba asociado a la presencia de Dios que se hacía visible en el arca de la alianza. "Cuando el arca de la alianza llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron un clamor que hizo estremecer la tierra. Los filisteos oyeron este grito de aclamación y dijeron: "¿Qué significa esta gran aclamación en el campo de los hebreos? Y se enteraron de que el arca de YHWH había llegado al campamento. Temieron entonces los filisteos porque se decían: "Dios ha venido al campamento". ¡Ay de nosotros! Nunca había sucedido tal cosa" ¿Quién nos librará de la mano de ese Dios poderoso? (1 S 4,5-6).

Cuando el arca de la alianza estaba guardada en el templo de Jerusalén, el grito de guerra se utilizaba también en las fiestas religiosas. Las fiestas se convertían así en un nuevo medio de vida para este grito que había tenido sus orígenes en el campamento militar.

Podemos ver este motivo en el evangelio de S. Lucas. María se nos presenta como la nueva arca de la alianza. "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,35). Es la nube que cubría la tienda de la reunión (Ex 40,34-35), y más adelante el templo de Salomón (1 R 8,9-11).

Cuando Isabel vio que María venía a visitarla, dijo las mismas palabras que había dicho David cuando se enteró de que el arca de Dios venía hacia él: "¿Cómo es que el arca de Dios va a entrar en mi casas?" (2 S 6,9; Lc 1,43). Isabel celebró la llegada de María dando un gran grito" (Lc 1,42). "María se quedó con Isabel unos tres meses" (Lc 1,56). Es exactamente el mismo tiempo que el arca de la alianza permaneció en casa de Obededom de Gat. (2 S 6,11).

3. La aclamación y la liturgia del Templo

Como ya hemos dicho, el grito de guerra se lanzaba también en la liturgia del Templo. Encontramos el verbo ???? en los siguientes contextos:

"¡Todos los pueblos batid palmas (??????),

aclamad (????? a Dios con gritos de júbilo!" (Sal 47,2)

"¡Aclamad (????) a Dios toda la tierra,

cantad (???) a la gloria de su nombre

tributadle una alabanza a su gloria!" (Sal 66,1-2).

"¡Gritad de gozo (?????) para Dios nuestra fuerza

aclamad (????) al Dios de Jacob!

¡Sonad la música, tocad la pandereta,

el arpa y también la lira;

tocad el cuerno en la luna nueva

en la luna llena que es nuestra fiesta!" (Sal 81,2-4)

¡Aclamad (????) a Dios toda la tierra,

estallad (???) en gritos de gozo!

¡Cantad (???) a YHWH con la cítara, al son de instrumentos

al son de la trompeta y el cuerno

aclamad (????) ante la faz del rey YHWH!

¡Brame (???) el mar y cuanto encierra,

el orbe y los que lo habitan!

¡Aplaudan los ríos (??????),

que los montes griten de gozo (????)!" (Sal 98, 4-8).

"¡Aclamad (????) a YHWH toda la tierra,

servid a YHWH con alegría!" (Sal 100,1-2)

Podemos ver que el sustantivo "aclamación" y el verbo "aclamar" vienen acompañados habitualmente de otras expresiones de ruido, el bramido del mar, los aplausos, los gritos, el ruido de los truenos… La aclamación es una experiencia ruidosa, bien distinta del silencio o dela quietud características de la contemplación, la meditación transcendental o el Zen.

La última referencia al grito de guerra la encontramos en el libro del Apocalipsis. El P. Giblin, un jesuita americano, ha publicado recientemente un libro sobre el Apocalipsis desde el punto de vista de la guerra santa, como clave de lectura. Entre los paralelos con la guerra santa podemos incluir el grito de guerra que aparece tan frecuentemente en el libro, sobre todo en los tres Aleluyas finales en el capítulo 19. "El ruido de una muchedumbre inmensa en el cielo que clamaba: "Aleluya!" (Ap 19,1) "el ruido de una muchedumbre inmensa como el mugido de las grandes aguas, como el rugido de violentas tormentas que clamaba: "Aleluya!" (Ap 19,6; 14,2).

B. LA SIGNIFICACIÓN DE LA ALABANZA

1. Los tres momentos de la alabanza

¿A qué nos referimos cuando decimos que un cuadro es admirable? No nos referimos a que el cuadro sea admirado de hecho en este momento, sino que la admiración es la respuesta correcta, apropiada ante ese cuadro. Los que lo no admiran son personas romas, insensibles que se están perdiendo algo importante.

Dios solicita nuestra alabanza. Sin embargo no es un dictador, ni un millonario, ni una celebridad que necesite estar rodeado de una corte de admiradores que le recuerden continuamente lo maravilloso que es, y satisfacer así su sed de gloria. Dios demanda nuestra alabanza en el mismo sentido en que una obra de arte demanda nuestra admiración. No apreciarla es perderse una experiencia única.

Los que aprecian la música clásica sienten lástima de la mala suerte de los que son sordos o no tienen un buen oído musical. El enamorado se compadece de los que nunca se han enamorado. Al buen lector le dan pena aquellos que nunca han leído un buen libro.

Dios demanda nuestras alabanzas como el objeto de suprema bondad y belleza. La alabanza no le añade nada a Dios, pero sí nos añade algo a nosotros. Percibiendo la grandeza de Dios y disfrutándola el hombre se abre al supremo deleite que le colma en lo profundo de su ser.

Realizaremos ahora un análisis fenomenológico de la alabanza como experiencia humana y descubriremos que comporta tres etapas: la delectación, la expresión y la invitación. La alabanza al rezar los salmos será espontánea en el momento en que tengamos la capacidad para deleitarnos en Dios, expresar nuestro sentimiento e invitar a otros a compartirlo.

a.- Delectación

Todo goce se transforma espontáneamente en alabanza a menos que la timidez o el miedo de incomodar a otros venga a frenarlo. El mundo resuena de alabanzas: el tiempo que hace, los vinos, la cocina, las motos, los sellos raros, e incluso los políticos y los intelectuales.

Ser capaz de admiración es un rasgo típico de un espíritu equilibrado y sensible. Los maníacos, los amargados, los frustrados, alaban menos. Las personas resentidas no son capaces de disfrutar de nada. Viven continuamente hastiados y encuentran defectos en todo. Aun pasando el Mar Rojo a pie enjuto se quejan de que el suelo está un poco resbaladizo.

La belleza sólo existe en los ojos del que contempla. No nos faltan cosas admirables; nos falta capacidad de admirar. Pero "los que se admiran reinarán". Esta es una de las pocas palabras del Señor que se nos han conservado fuera de los evangelios canónicos (papiro Oxyrrincos).

La admiración y la alabanza son los sentimientos menos egoístas de todos. Mientras que la envidia nos entristece cuando descubrimos las cualidades de los demás, la alabanza nos hace experimentar una profunda satisfacción al descubrir el resplandor del bien en todo los que nos rodea, y no descansa hasta que puede expresar esta satisfacción. Lo único que nos puede estropear el disfrutar la voz de un cantante es compararnos con él y pensar en lo mal que cantamos nosotros.

b- Expresión

El goce necesita expresarse. No podemos contener nuestros labios (Sal 40). Hay un ¡Wuauuu! reprimido en nosotros que se libera cuando los fuegos artificiales caen en una cascada de luz y de color. O en la ovación de pie durante 20 minutos después de una soberbia interpretación de una sinfonía de Beethoven. O en las lágrimas de gozo de San Ignacio desde la terraza de su casa en Roma.

La alabanza no se limita a expresar un sentimiento, sino que viene a completar el gozo, a intensificarlo; es su plena consumación. No es sólo por cumplido que los enamorados sienten la necesidad de repetirse continuamente lo mucho que se quieren. Es que el placer es incompleto hasta que se ha expresado en palabras o gestos.

Cuanto más precioso es un objeto, tanto más intensa será la delicia de admirarlo, y más difícil será reprimir la alabanza que pugna por salir de nosotros. Si fuese posible a la criatura apreciar por completo la realidad más hermosa de todas, eso sería el paraíso.

c- Invitación

Cuando el hombre alaba espontáneamente las cosas que admira, invita también a los demás a compartir esta admiración y esta alabanza. "¡Ven a ver…!" Al convocar a todo el mundo a alabar a Dios, el salmista no hace sino repetir lo que hacemos nosotros cuando hablamos de la persona a quien amamos.

Es una verdadera frustración descubrir un nuevo autor y no tener a nadie con quien compartir esta experiencia. O el oír un buen chiste y no tener a nadie a quien repetírselo. "Venid a ver todos vosotros, los que teméis a Dios, y os contaré todo lo que ha hecho por mí" (Sal 66,16).

Pero aquí en la tierra todavía no hacemos sino afinar nuestros instrumentos. El paraíso es la alabanza perfecta, aunque nuestras liturgias resultan muy mezquinas. Sólo son intentonas de culto que rara vez se ven coronadas de éxito y en muchos casos son un rotundo fracaso.

Como cuando se afinan los instrumentos, hay aquí todavía mucho trabajo y poco placer. Cumplimos nuestros deberes religiosos, pero de cuando en cuando se nos deja gustar un poco a Dios y podemos gozar de él expresando nuestra vivencia con la más bella de las melodías.

2. La belleza de la liturgia

Como hemos mostrado, la adoración es una experiencia emocionante, y no un deber fatigoso, una tarea desagradable. Al creyente se le pide ante todo que se goce en Dios. "Pon tus delicias en el Señor, y él te dará todo lo que desea tu corazón" (Sal 37,4) Todo en la liturgia debe colaborar a crear una experiencia agradable e inolvidable. Todo debe hablar a los sentidos: la belleza del edificio, la blancura de los vestidos y paños del altar, el perfume del incienso, y por encima de todo la calidad de la música y el canto.

"Volved a él vuestros ojos y quedaréis radiantes" (Sal 34,6). La música serena nuestro corazón y nos ayuda a relajarnos de nuestras tensiones. Cuando Saúl era atacado por un espíritu depresivo, le aconsejaron: "He aquí que un mal espíritu te aterroriza. Que nuestro señor dé la orden y los servidores que le asisten buscarán alguien que sepa tocar la cítara. Cuando el mal espíritu te asalte, él tocará y te sentirás mejor" (1 S 16,14-16).

"¡Qué bueno es cantar para nuestro Dios, qué dulce es alabarlo!" (Sal 147,1). "A los corazones rectos les va bien la alabanza. Dad gracias al Señor con el arpa (?????), tocad para él la lira de diez cuerdas (????????); cantadle un canto nuevo , tocad la música más bella en la aclamación" (Sal 33,1-3). "Es bueno dar gracias a YHWH, y tocar para tu nombre oh Altísimo, anunciar por la mañana tu misericordia, tu fidelidad por la noche, con la lira de diez cuerdas y la cítara, con arpegios del arpa " (Sal 92,2-4).

Esta es la razón por la que los judíos querían ir al Templo en peregrinación para participar en aquellos momentos gloriosos de alabanza colectiva "Sólo una cosa pido a YHWH, eso buscaré, habitar en la casa de YHWH todos los días de mi vida, saborear la dulzura del Señor y contemplar su templo" (Sal 27,4).

La música era uno de los elementos más importantes de aquella alabanza. Hemos visto ya hasta qué punto los salmos fueron compuestos para ser cantados y acompañados por instrumentos. Nada menos que 19 instrumentos son mencionados en la Biblia. Entre los instrumentos de cuerda tenemos el arpa (??????), la lira de doce cuerdas (???), la lira de diez cuerdas (????????), el laúd (?????). Entre los instrumentos de viento, la doble flauta (????), el cuerno (????), la trompeta (??????), y el ???? (¿flauta?). Había también una gran cantidad de instrumentos de percusión, como los címbalos (???????), castañuelas (?????), panderetas (?????).

El cuerpo, el alma, el espíritu, el hombre entero en todas sus dimensiones, es invitado a participar en la liturgia. Nuestro cuerpo, en tanto que sacramento de nuestro ser interior, debe expresarse en la oración. Si la oración es una elevación del espíritu ("A ti levanto mi alma": Sal 25,1), podemos expresar esta elevación alzando nuestros ojos como hacía Jesús (Jn 17,1). "A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo" (Sal 123,1).

Elevar nuestras manos es otra manera sugerente de dar expresión corporal a este movimiento ascensional característico de toda oración. "Así quiero bendecirte en mi vida y levantar las manos a tu nombre" (Sal 63,5). Levantar las manos es un gesto paralelo al de la nubecita de incienso que sube hasta el cielo" (Sal 141,2). La palabra hebrea para la elevación de manos es "palmas", indicando que las palmas de las manos estaban dirigidas hacia el cielo.

Arrodillarse para adorar, incluso prosternarse, es la posición característica de la adoración, hasta el punto en convertirse en término técnico para designar el culto dado a Dios (Gn 24,52; 2 Cr 7,3). La prosternación exige que la nariz llegue a estar en contacto con el suelo (Gn 18,22; Nm 22,31).

Danzar era también una expresión cultual. Dos veces en los salmos se nos invita a alabar a Dios con la danza (Sal 149,3; 150,4). El libro de Samuel nos relata como David danzaba con todas sus fuerzas delante del arca (2 S 6,14). Hay al menos diez raíces en hebreo que describen distintos tipos de danzas, aunque no podamos identificar algunas de ellas: danza ordinaria (???), rotativa (????), a saltos sobre el suelo (???), a brincos (???), hacia adelante (???), saltar con los dos pies (???), girando (???), a la pata coja (???), en corro (???).

3. La alabanza como don

La alabanza no brota de nuestros labios espontáneamente. Es un don que recibimos del Señor. Por esta razón es un don que tenemos que pedir con humildad. "Señor, abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza" (Sal 51,17). Es el Señor mismo quien pode su alabanza en nuestros labios como un don "Puso en mi boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios" (Sal 40,4).

El mejor comentador de los salmos, San Agustín, ha dado una gran importancia a este tema del canto nuevo (Texto 22). Y se pregunta varias veces en qué consiste este canto nuevo. Su respuesta es que sólo un hombre nuevo puede cantar el canto nuevo. La renovación de nuestra liturgia y de nuestra música religiosa sólo vendrá como consecuencia de una renovación del corazón del hombre por la gracia del Espíritu (Comentario al salmo 32, y 149).

Más de una vez el salmista parece chantajear a Dios diciéndole: "Te gusta la alabanza, haz esto por mí y te alabaré". Pero esto hay que entenderlo más profundamente con san Ireneo. Este nos dice que "gloria Dei homo vivens". La gloria de Dios se produce cuando el hombre vive, consiste en que el hombre viva. Cuanto más abundante es la vida de Dios en nosotros, en mayor medida podremos alabar a Dios.

La alabanza es el desbordamiento de la vida que hay en nosotros, el resplandor del ser. El rey Ezequías declara en su canto: "El she"ol no te alaba, la muerte no te glorifica. El vivo, sólo el vivo te canta, como yo ahora, el padre enseña a sus hijos tu fidelidad" (Is 38, 18-19; Sal 6,6).

4. Un ejemplo de Alabanza: el Salmo 84

Hemos escogido como ejemplo de una himno de alabanza el salmo 84 que aparece en los laudes del lunes de la tercera semana. Este salmo es un notable ejemplo de la devoción judía hacia el santuario de Jerusalén. Lo hemos escogido para mostrar lo excitante que podía llegar a ser la experiencia de peregrinación que se anticipaba gozosamente antes de ponerse en camino, y culminaba al llegar a la vista del Templo, donde tendrían la oportunidad de participar en los cantos, en los sacrificios y en la plegaria.

A) NATURALEZA DEL SALMO

Aunque no forme parte explícitamente del grupo de "salmos de peregrinación" o graduales (120-130), en el fondo, en el contenido y en el estilo, encontramos aquí la oración de un peregrino que expresa su delectación en el Señor. La alegría comienza en el momento en que se decide a partir (Cfr. Sal 122: "¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!"). Acompaña al peregrino a través de las dificultades del viaje y llega a su cumbre cuando visita el templo y puede tomar parte en la liturgia de alabanza.

Una manera de alabar a Dios indirectamente es alabando todo lo que le pertenece, el templo, la ciudad santa, las bendiciones que emanan de ese lugar. El contexto podría ser la Fiesta de los Tabernáculos, si tenemos en cuenta la mención de la primera lluvia. En esta fiesta se pedía el don de la lluvia, se celebraba la realeza de Dios y se ofrecían oraciones por el rey davídico.

2. ANÁLISIS LITERARIO DEL SALMO

En tres estrofas el poema va cantando el deseo del peregrino (2-5), el viaje (7-8) y su estancia en el Templo con la plegaria por el rey (9-11). Todo termina con un canto de gozo por las bendiciones que provienen de esa experiencia (12-13).

a.- Deseo y nostalgia de Dios

v.3.- Este salmo nos recuerda el 42-43, en el que el poeta exiliado añora los atrios del Señor, y se identifica con la cierva que corre hacia las aguas. El salmo 84 utiliza la imagen del gorrión que es equivalente y está cargada de afectividad positiva. Es frecuente en la lírica el identificarse con los animales que uno contempla, proyectando sobre ellos los propios sentimientos del poeta.

Más adelante hablaremos de la experiencia del desterrado entre paganos que recuerda las fiestas gozosas del templo y desea intensamente poder viajar a Jerusalén para poder participar en ellas de nuevo. Esta nostalgia de la cierva está expresada en el salmo 84 mediante dos verbos: ???? (nikhsaf) añorar y ??? (kalah) languidecer. Estos sentimientos afectan al hombre entero: alma, cuerpo y carne.

b.- El nido del gorrión

v.4.- El salmista envidia la suerte del gorrión que ha hecho su nido junto al altar. El nido expresa la idea de residencia permanente (Nm 24,21, Abd 4, Hab 2,9), en contraste con la fugacidad de la visita del peregrino que sólo puede pasar unos días en el templo y debe regresar a vivir entre hombres malvados. "Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre". Pero también, aunque menos, dichosos los peregrinos que preparan sus viajes.

Encontramos en el salmo tres macarismos o bienaventuranzas, dos al principio y uno al final. Uno de los macarismos se refiere a los que viven permanentemente en el templo (sacerdotes y levitas), el segundo al peregrino que se pone en camino. Y sin duda que la mejor parte es la del que reside permanentemente en el templo (Sal 65,5).

c.- La puesta en camino

v.6-. "Dichoso el hombre que encuentra en ti su fuerza al planear en su corazón una ascensión". El texto hebreo tiene la palabra "ponerse en camino", pero los LXX y la Vulgata traducen por "ascensión", anábasis; palabra técnica para designar la peregrinación. Preparar una ascensión es una expresión sugerente en la vida espiritual, para unos ejercicios, un retiro, un tiempo de silencio… Desde el momento en que se proyecta esta aventura espiritual, el alma se llena de gozo.

d.- El valle

v.7.- Este verso contiene 3 palabras que se pueden leer diferentemente: el valle de Baka' ??? puede ser el valle del terebinto o el valle de las lagrimas. Moreh ????? puede significar "maestro" (LXX, Vulgata), o "primeras lluvias". Hay finalmente un juego de palabras con las consonantes de ????, que pueden leerse como berakah (bendición) o berekah (alberca).

La idea general es que en mitad de un árido valle, o valle de sufrimientos, las primeras lluvias son un signo de bendición que el peregrino sediento encuentra a lo largo de su viaje. La transformación del valle seco en lugar de aguas nos recuerda el texto de Os 2.17, donde el valle de Akor (infortunio) se transforma en Petah Tiqwah ??????????: la puerta de la esperanza.

El segundo Isaías también ha contemplado el regreso del exilio como un camino a través del desierto en el que brota el agua, la tierra abrasada se torna en estanque y el suelo seco en aguas vivas (Is 35,6-7).

e.- Los baluartes

v.8a. "De baluarte en baluarte". También aquí encontramos un juego de palabras. El verso se refiere quizás a las diversas fortalezas por las que había que pasar a lo largo del viaje, o a los baluartes de la ciudad que el peregrino circundaba en el momento de llegar. Pero también se puede traducir "de altura en altura", de fuerza en fuerza, , en el sentido de que el peregrino renueva sus fuerzas, porque no se fatiga. Su deseo pone alas a sus pies (Cfr. Is 40,29-31). Cuando uno está muy ilusionado por algo parece que no siente en absoluto la fatiga.

f.- Ver a Dios

v. 8b. "ser visto delante de Dios". Es una antigua variante para evitar la expresión "ver a Dios". El sentido original guardaba semejanzas con la peregrinación pagana en la que el peregrino al llegar al santuario veía la estatua del dios. "Ver a Dios" se convirtió en un sinónimo de visitar un santuario (Sal 42,3). La expresión pertenece al mundo de los santuarios cananeos. Más tarde los judíos la consideraron teológicamente impropia, porque en Jerusalén no había estatua de dios, y los escribas censuraron el texto simplemente cambiando las vocales en el texto masorético, y poniendo "ser visto" en lugar de "ver": ????? en vez de ???? ver, "será visto", se presentará.

g. La oración por el rey

vv. 9-10.- Era corriente orar por el rey en el templo. El bienestar del rey era la garantía del bienestar del país. La palabra "nuestro escudo" puede ser leída como vocativo, referida a Dios; "¡Oh Dios, nuestro escudo, mira al rey!" (3,4; 18,3; 28,7), o como acusativo referido al rey: "¡Oh Dos, mira al rey, nuestro escudo!". (Lm 4,20). En una lectura mesiánica el cristiano de hoy invoca a Dios Padre y le pide que se fije en el rostro de Cristo y derrame su gracia sobre su cuerpo místico que es la Iglesia y la comunidad concreta que está orando.

h.- Un día en tus moradas

v.11.- "Un día en tus moradas vale más que mil". La palabra hebrea ?????: "he escogido", puede ir unida a la línea siguiente: "He escogido vivir en el umbral de la casa de Dios…" Pero quizás es un texto corrompido, y habría que leer behadri: en mi habitación. "Un día en tus moradas vale más que mil en mi habitación". El contraste entre 1 y 1000 es convencional (Dt 34,20; Jos 23,10; Sal 90,4). La idea es que el peregrino sólo se puede quedar unos días en Jerusalén en contraste con los mil días que tiene que pasar en su casa, junto a las tiendas de los malvados.

i. El umbral

v.11b. "Quedarse en el umbral", histofef Se trata de un hapax, derivado de la palabra ??: umbral. Esto añade un contraste más a la oposición entre el Templo y la casa del peregrino. Es mejor vivir un solo día en el umbral del templo (en el último rincón), que mil días en el interior de mi casa, cómodamente arrellanado junto a los malvados.

j. Sol y escudo

v.12. Dios es sol y escudo, según el TM. Es el único texto donde Dios recibe el nombre de sol. La versión de los LXX es muy diversa. "El Señor ama la gracia y la verdad" y supone la traducción de un texto hebreo totalmente diverso del texto masorético actual.

k. Última bienaventuranza

Termina el poema con la tercera de las bienaventuranzas aplicada al hombre que confía en el Señor. La confianza en Dios es la fuente de la verdadera alegría. El peregrino está seguro de que su viaje transcurrirá sin percances, y esta seguridad es la causa de su alegría.

3. LA PEREGRINACIÓN ÉTICA

Según Schökel el último verso introduce la idea de una peregrinación ética. Los que marchan en la honradez reciben del Señor favores, honor y bienestar. La estancia en el templo no es sólo una vivencia cúltica, sino que tiene como consecuencia una vida ética más exigente para el creyente. De nada serviría corretear por lugares santos si de hecho nuestra vida no se hace más santa. El camino hacia Jerusalén designa una vida de ascensión espiritual.

San Agustín ha escrito uno de sus comentarios más inspirados a este salmo, describiendo la tensión entre presencia y ausencia, posesión y nostalgia. San Juan de la Cruz en su "Subida al Monte Carmelo" aplica estos términos a la peregrinación espiritual de todo cristiano. Por eso este salmo resulta muy adecuado a la hora de comenzar alguna experiencia fuerte de oración, como pueden ser unos ejercicios espirituales y por supuesto podría ser un magnífico punto de partida para los que de hehcho emprenden una peregrinación a Tierra Santa o a visitar algún otro Santuario especial donde uno espera tener un encuentro fuerte con Dios.

C) SALMOS Y SUFRIMIENTO HUMANO

1. Estereotipos y simbolismos

Uno podría esperarse que en los salmos de lamentación las personas estén dispuestas a desahogarse y expresar todo lo que están viviendo sin freno ni inhibición. Y sin embargo los salmos de lamentación son más estereotipados que ningún otro tipo de salmo, sobre todo a la hora de describir el sufrimiento. Es difícil saber a qué tipo de sufrimiento se refieren de hecho. En muchos casos el suplicante se queja a la vez de enfermedades y de enemigos.

La mejor manera de comprender la naturaleza de la lamentación es alcanzar una comprensión más profunda del sufrimiento humano. De cualquier forma como el sufrimiento pueda presentarse en nuestra vida, enfermedad, catástrofe natural, guerras, persecuciones, soledad, el orden normal de las cosas es roto y el desorden gobierna la vida del hombre. Este se siente tan turbado que no es capaz de reconocer la causa de esta desgracia y no consigue definirla.

Lo primero que hay que hacer es recurrir a un esquema de comportamiento religioso para cambiar este peligro desconocido en una realidad conocida. Esto evita una angustia global que podría dominar su inteligencia y paralizar su voluntad.

Así este esquema comportamental, esta "forma", tiene una función creativa. Reconoce la situación imponiendo sobre ella una forma eficaz de reaccionar y al mismo tiempo adapta la situación a nuestra forma de reaccionar. Por consiguiente hay una laguna, una ausencia total de detalles concretos en la descripción del problema del suplicante. No se hace sino clasificar la situación, para responder a la interpretación que parece sugerir el esquema general de comportamiento. Hay por tanto un movimiento en dos direcciones. Por una parte a nivel de la conciencia es el esquema el que aparece, y por otra parte es el esquema el que proporciona a la crisis sus características concretas.

Peter Berger ha descrito bien este caos que comienza a abrirse en nuestra vida. Pone el ejemplo de una pesadilla. Terribles monstruos atacan la vida de un niño. Este horrorizado ante este caos incipiente, invoca a su madre como sacerdotisa del orden que hay que salvaguardar. Toma al niño en los brazos, e intenta que se vuelva a dormir con el eterno gesto de la Magna Mater o de nuestra Madona. Al hablarle, sus palabras son invariablemente las mismas. "No tengas miedo. Todo está bien. Todo está en orden". El niño recobra la confianza en el ser y se duerme de nuevo.

Recobrar la confianza en el ser, exorcizar el desorden con formas estereotipadas, es precisamente lo que nos hace falta. Lo que nos amenaza no es un peligro que podamos designar con el dedo. Lo que nos amenaza es la nada, el caos, la muerte que se anticipa en toda forma de enfermedad o de situación de debilitamiento.

Las enfermedades y los enemigos son manifestaciones de un mundo trascendente, que está habitado por el mal con las características del she"ol o el dominio de la muerte. Este es el esquema común que se presenta a las personas que se encuentran en una profunda angustia.

El dominio de la muerte se va imponiendo con autoridad sobre la persona que sufre. No se presta atención a los aspectos que nos permitirían describir la situación desde nuestro punto de vista moderno. La idea de una unidad rota o de una armonía perturbada lo domina todo y cubre con su sombra las verdaderas causas del mundo inmanente.

Así toda enfermedad es considerada como signo de una muerte amenazante A nivel del simbolismo no hay deferencia radical entre enfermedad grave y leve. Toda enfermedad es un anticipo de una muerte cercana. En nuestro mundo reprimimos el miedo a la muerte evitando hablar de su posibilidad. El hombre bíblico mira cara a cara a la muerte cercana, reconoce su amenaza, anticipa su intervención de modo que pueda exorcizar así el poder de la muerte.

2. La Amenaza del Caos

El caos en el libro del Génesis se describe como "tohu wabohu" (Gn 1,2). Un abismo profundo de aguas revueltas que abre su garganta para tragarnos. El diluvio se describe en la narración sacerdotal como el retorno del mundo al caos primordial. Este caos que se inicia en nuestra vida se designa como "Aguas turbulentas". "El abismo llama al abismo con el estrépito de su cascada. Todas tus olas han pasado encima de mí" (Sal 42,8). "Sálvame, oh Dios porque las aguas me han entrado hasta mi garganta. Me hundo en la ciénaga, y no tengo ningún asidero. He entrado en el abismo de las aguas y las olas me sumergen" (Sal 69, 1-2). "Las aguas me habían rodeado hasta la garganta. El abismo se abría a mis pies. Un alga estaba enredada alrededor de mi cabeza, en la raíz de las montañas" (Jon 2,6-7). Para un vista de conjunto de la referencias bíblicas sobre este tema, ver la nota del Salmo 18, verso 5, en la Biblia de Jerusalén.

El abismo que se abre a mis pies se llama "she"ol" o "pozo". "Mi alma está repleta de males y mi vida está al borde del she"ol; ya me cuento entre los que descienden a la fosa, soy un hombre acabado… Me has rechazado al fondo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos…" (Sal 88, 4. 7). "Me envolvían los lazos del she"ol, delante de mí las trampas de la muerte" (Sal 18,5). La boca de los enemigos es también como una tumba abierta (Sal 5,10). La boca del mentiroso es como la garganta de un animal salvaje que quiere devorarnos (Sal 14,4). Y detrás de todos estos enemigos, el mar que siempre está presto a tragarse la creación entera (Sal 104,9).

El she"ol está situado en alguna parte del interior de la tierra. La tierra es como un disco plano que flota sobre las aguas. Por eso las aguas pertenecen también al dominio de la muerte, y están habitadas por Leviatán y toda clase de monstruos como los que intervienen en nuestras pesadillas. Emergen desde un abismo profundo por debajo de nuestros pies que chapotean y vienen a tragarnos enteros.

Leviatán está ya presente en la literatura ugarítica. Se le describe como la serpiente fugitiva, el dragón marino (Is 27,1). No es de extrañar que en el libro del Apocalipsis, cuando se nos describe el cielo nuevo y la tierra nueva, se nos dice que el reino del dragón ha sido abatido para siempre y que "ya no hay mar" (Ap 21,2).

El pozo se nos describe como una trampa. "Nuestra alma ha escapado como un pájaro de las redes del cazador. La red se ha roto y hemos podido escapar" (Sal 124,7). Otra imagen favorita para la amenaza de la muerte es la de la ciénaga" (Sal 69,3), las arenas movedizas. "Me sacó de la fosa fatal, de las aguas cenagosas" (Sal 40,3). Estas dos imágenes tienen algo en común. Son situaciones en las cuales yo no me puedo librar a mí mismo. Es solamente otra persona la que me puede librar de la red o de la ciénaga. Mis esfuerzos por salir sólo sirven para enredarme más en la tela de araña. Mis chapoteos para salir de la ciénaga no hacen sino hundirme más aún. La salvación es una realidad trascendente. Es Dios quien debe desenredarme y romper la red. "Nuestro auxilio es el nombre del Señor que hizo el cielo y la tierra" (Sal 124,8).

Esto no quiere decir que el hombre no pueda recurrir a toda clase de medios humanos para salir de la situación. Combate con los enemigos, se somete a un tratamiento médico. Pero sólo Dios puede salvarle de esa dimensión trascendente del mal que ha hecho su aparición en mi vida a través de las mediaciones de la enfermedad o de la persecución.

3. Descripción del sufrimiento

Es cierto que el salmista no nos da ningún indicio sobre la naturaleza y las causas de su sufrimiento. Sólo a grandes rasgos describe los síntomas, y la manera de sentirse. Podemos recordar la descripción que San Ignacio nos da sobre la desolación, incluyendo todo tipo de matices. Veamos algunas de las características más dramáticas:

"Estoy en el abismo de las aguas y las olas me sumergen" (Sal. 69,2).

"Me canso de llorar, mi garganta arde, mis ojos se consumen de esperar a mi Dios" (Sal 69,3).

"Me siento sin fuerza, mis huesos están dislocados" (Sal 22,15).

"Mis pecados me sobrepasan la cabeza, como un fardo demasiado pesado para mí. Mis llagas hieden y están podridas a causa de mi locura: encorvado, abatido totalmente, sombrío ando todo el día" (Sal 38,5-7).

"El corazón me traquetea, mis fuerzas me abandonan, me falta la luz misma de mis ojos" (Sal 38,11).

"Estoy cerrado y sin salida, mis ojos se consumen por la desdicha" (Sal 88,9).

"Has alejado de mí amigos y compañeros, y me has hecho un espanto ante sus ojos" (Sal 88,9).

Mencionemos los distintos rasgos que se han utilizado en este cuadro tan sombrío:

1.- Sin punto de apoyo, si estabilidad, ciénaga, no hacer pie…

2.- El agua me llega a la garganta, me encuentro ahogado.

3.- Asfixia, respiración difícil, angina de pecho …

4.- Debilidad, falta de ánimos.

5.- Un fardo sobre mis espaldas que me dobla en dos.

6.- Oscuridad, falta de luz en mis ojos. Imposible ver el camino.

7.- Desmoronamiento, deterioro progresivo.

8.- Culpabilidad, desprecio propio, echar de sí mal olor, peste.

9.- Soledad. Estar arrancado de entre los hombres, marginalidad.

10.- Miedo del futuro, traqueteo del corazón, temblor de rodillas.

11.- Estar cerrado y sin salida.

4. Enfermedades y enemigos

A menudo en el mismo salmo el orante se queja de dos cosas distintas, enfermedades y enemigos (Sal 22,13-19; 38,6.8.12.20; 41,4.6-8; 102,4-9). ¿Cómo podemos explicarnos la aparición simultánea de estos dos males en la misma oración?

Puede ser que los dos se usen en sentido simbólico, como dos juegos de imágenes para describir el sufrimiento. Pero podemos intentar buscar una relación más profunda entre la enfermedad física y el odio. Son nuestras relaciones deterioradas las que nos hacen enfermarnos, y son nuestras enfermedades las que nos llevan a un deterioro de nuestras relaciones.

Hay un lazo profundo entre enfermedad y hostilidad. El odio que los otros nos tienen puede enfermarnos, incluso sin necesidad de recurrir a la magia negra y a clavar alfileres en un muñequito. Por otra parte es también cierto que "una persona enferma se va progresivamente separando de la sociedad, de su familia y de sus amigos. "Una desgracia nunca viene sola". Enfermedad, soledad, pobreza, mala conciencia… "Amigos y compañeros se alejan de mis llagas, hasta los más próximos se quedan a distancia; maquinan los que buscan mi alma, y los que traman mi mal hablan de ruina" (Sal 38,12-13). "De todos mis opresores me he hecho el oprobio, asco soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen lejos de mí; dejado estoy de la memoria como un muerto, como un objeto de desecho" (Sal 31,12-13). "Alejas de mí amigos y compañeros. Mi compañía son las tinieblas". (Sal 88,19). "Me parezco al búho del yermo, igual que la lechuza en las ruinas. Insomne estoy y gimo como el pájaro solitario en el tejado" (Sal 102, 7-8).

La descripción de la enfermedad física en los salmos alude siempre a un estigma social o psicológico que lleva consigo la enfermedad. La marginación es su consecuencia. El boicot de la sociedad contra los enfermos aumenta enormemente el sufrimiento. El enfermo debe soportar los dolores físicos él solo. En las descripciones de los salmos podemos a veces encontrar rasgos de síntomas tales como la fiebre, dolor de piernas, inflamación de ojos. Pero no olvidemos que estos rasgos pueden tener un significado meramente simbólico, las piernas sufren a causa de la tensión, y los ojos sufren a causa de las lágrimas sin que ellos mismos estén enfermos.

"Soy como agua derramada, todos mis huesos se dislocan, mi corazón es como cera en el fondo de mis entrañas, mi paladar está seco como una teja, y mi lengua se me pega al maxilar" (Sal 22,15-16). "Mis riñones arden de fiebre, no hay nada intacto en mi carne; roto, aplastado, acabado; me hace rugir la convulsión del corazón" (Sal 38, 8-9).

Las lágrimas son la expresión más frecuente del sufrimiento, y llenan el libro de los Salmos. "Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama. Mi ojo está corroído por el tedio, ha envejecido entre opresores" (Sal 6, 7-8). "Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces, mis ojos se consumen de esperar a Dios" (Sal 69,4). Pero el orante siempre derrama su corazón delante de un Dios que "recoge las lágrimas en su odre" (Sal 56,9).

Inconscientemente tendemos a referir siempre la desgracia al pecado, aunque conscientemente reprimamos esta referencia. El sufrimiento físico desencadena en nosotros un proceso de acusación y pecado. La acusación de mismo, de los otros, y para acabar la acusación contra Dios. El sufrimiento me lleva a condenarme a mí mismo y a justificarme condenado a los otros. Deberíamos negarnos a entrar en este proceso, lo mismo que Job se negaba a aceptar las razones de sus "amigos".

"Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable y no le tuvimos en cuenta… Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado" (Is 53, 3.5).

En la teología del Antiguo Testamento sufrimiento, enfermedad y pecado están siempre estrechamente ligados. El pecador es castigado con la enfermedad, y todo enfermo debe de haber pecado. Un pecador no es digno de relacionarse con otros miembros de la comunidad. Por consiguiente el que sufre es abandonado por sus amigos y compañeros de culto. A sus ojos parece que incluso se hubieran convertido en sus enemigos. Y lo que es más, se siente abandonado por Dios. La enfermedad es como el sacramento, la manifestación visible del pecado en nuestras vidas. Un camino de salida para esta situación es la confesión de los pecados. La confesión abre al pecador para que pueda tener "el son del gozo y la alegría, y se alegren los huesos quebrantados" (Sal 51,10). Es lo que sucede en los siete salmos penitenciales.

O bien hay otra alternativa. Insistir sobre la inocencia como Job, y abrirse a la nueva interpretación de un sufrimiento redentor. Esta interpretación nos lleva ya al umbral del Nuevo Testamento.

D. EVITAR LA CONNIVENCIA

1. Los textos bíblicos

Un fenómeno común en los salmos es la afirmación del salmista de que no tiene nada que ver con los malvados y se esfuerza siempre por evitar tener contactos con ellos.

"Hazme justicia, YHWH, pues yo camino en mi entereza…

No voy a sentarme con los falsos,

no ando con hipócritas,

odio la asamblea de los malhechores,

y al lado de los impíos no me siento.

Mis manos lavo en la inocencia,

y ando en torno a tu altar." (Sal 26,1.4-6).

"No dejes que tienda mi corazón a cosa mala

a perpetrar acciones criminales en compañía de malhechores

y no guste yo lo que hace sus delicias.

Que el justo me hiera por amor y me corrija,

pero el ungüento del impío jamás lustre mi cabeza" (Sal 141,4-5).

"YHWH, ¿no odio a los que te odian?

¿No me asquean los que se alzan contra ti?

Con odio colmado los odio,

son para mí enemigos " (Sal 139,21-22).

"Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos

ni en la senda de los pecadores se detiene,

ni en el banco de los burlones se sienta" (Sal 1,1).

"Mi corazón tu sondeas, de noche me visitas;

me pruebas en el crisol sin hallar nada malo en mí

mi boca no claudica al modo de los hombres.

La palabra de tus labios he guardado,

por las sendas que tú trazas ajustando mis pasos,

por tus veredas no vacilan mis pies" (Sal 17,3)

Basta con estos textos para mostrar lo frecuente que es en los salmos esta actitud de rechazo de todo trato con los malvados. Por eso no es de extrañar que los fariseos, que estaban familiarizados con estas actitudes, se escandalizasen de la actitud que el Señor tenía hacia los pecadores. "Acoge a los pecadores y come con ellos" (Lc 15,3). Simón se rebeló contra el hecho de que el Señor se dejase ungir por una pecadora, exactamente en contra de la profesión del salmista: "un pecador jamás me ungirá la cabeza" (Sal 141,5).

Si se tiene en cuenta que los pecadores de la época no respetaban las prescripciones alimentarias de la pureza (kashrut) comprendemos lo escandaloso del comportamiento de Jesús, en ruptura con alguno de los mandamientos más sagrados de la ética farisea.

Pero, en contraste con este comportamiento, encontramos también en el Evangelio otros pasajes que parecen estar más de acuerdo con el punto de vista tradicional que aparece en los salmos. El miembro de la comunidad que no quiere rechazar su mal camino es expulsado de la comunidad. "Si se niega a escuchar a la comunidad, tenle como un pagano o un publicano" (Mt 18,17).

Pablo insiste en la necesidad de expulsar a los pecadores públicos de la comunidad cristiana, basando su argumento en el hecho de que "un poco de levadura basta para fermentar toda la masa" (1 Co 5,6). Por ello el miembro incestuoso de la comunidad de Corinto debía ser expulsado de la comunidad (v. 2). Y en general ¿cuál debería ser el comportamiento hacia el hermano que lleva una vida inmoral o es usurero, o idólatra, o calumniador, o deshonesto? "No deberíais ni siquiera comer en común con este tipo de personas" (v. 11).

Parece que hemos vuelto a la casilla cero. ¿Estamos otra vez en el Antiguo Testamento olvidando que Jesús compartía la mesa de los pecadores? O más bien hay una parte de verdad en estos salmos que sigue siendo válida en el Nuevo Testamento y que hace posible y significativo el que sigamos recitando estos textos en los salmos?

2. ¿Cómo interpretar estos textos?

C. S. Lewis, en sus Reflexiones sobre los Salmos formula algunos principios que pueden ayudarnos a resolver esta pregunta. Intentaremos resumirlos aquí. Comienza subrayando los peligros que hay en juzgar a nuestros vecinos. Es un juego muy peligroso y casi mortal odiar a aquellos que tenemos como enemigos de Dios, y evitar la compañía de aquellos a quienes tenemos por pecadores, pensando que nosotros somos demasiado buenos para mezclarnos con ellos.

Esto nos lleva directamente al fariseísmo en el sentido que tradicionalmente se ha dado a esta palabra. Pero después de haber dicho esto, sería ingenuo leer esos pasajes sin caer en la cuenta de que hay aquí un problema real en nuestra vida de hoy.

Con frecuencia oímos decir que tal director de periódico es un canalla, que tal político es un manipulador, que fulano ha tratado a su mujer de un modo abominable, y sin embargo nadie rehúsa su trato, y más bien se comportan con ellos de una manera cordial. Algunos incluso hacen toda clase de esfuerzos por frecuentar su compañía, por conseguir entrar en su círculo. Desean comprar su periódico o ser presentados en el curso de una recepción.

El hecho de ser un canalla no incurre ningún castigo social. ¿No debería ser la sociedad más coherente condenado a estas personas al ostracismo, como el verdugo en la Edad Media, abandonado por sus conocidos, y rechazado si se atrevía a acercarse a una mujer respetable?

No es deseable que la misma persona disfrute a la vez de las ventajas de la tiranía y de las ventajas de ser bien considerado entre sus iguales. Los pecadores que Jesús frecuentaba eran personas excluidas de la sociedad. Las gentes honradas evitaban su compañía. No podemos poner en el mismo nivel la situación del Evangelio con la de los pecadores de hoy que son a menudo personas respetables, influyentes. Los pecados de los publicanos y de las prostitutas incurrían un estigma social, y este no es el caso de nuestros pecadores públicos y políticos corrompidos, estrellas de cine que tramitan su quinto divorcio y periodistas deshonestos.

¿Cómo debemos comportarnos frente a gente perversa que son poderosos y se enriquecen impunemente? Si son personas marginadas, pobres y miserables, cuyas transgresiones evidentemente no han pagado, entonces Jesús ya nos ha mostrado cómo comportarnos con ellos. El médico no ha venido para los sanos sino para los enfermos. Esos publicanos cuya mesa frecuentaba Jesús eran como el verdugo, gente fuera de todos los círculos sociales decentes. Jesús no frecuentaba su compañía para obtener de ellos contribuciones substanciales para los pobres, o fondos para una asociación caritativa.

¿Es diferente nuestra situación de hoy? Mucha gente tiene un deseo irresistible de encontrarse por curiosidad o por vanidad con gente famosa o importante, incluidos aquellos cuya conducta desaprueban. Eso les da tema de conversación, o un tema para escribir a propósito. Piensan que ser saludado por la calle por esta gente célebre, aunque infame, es una nota de distinción.

Un cristiano debería ser prudente y evitar todo lo posible el encuentro con personas brutales, lascivas, crueles, deshonestas. No porque nosotros seamos demasiado buenos para ellos, sino porque no somos suficientemente buenos para enfrentarnos con todas las tentaciones, ni suficientemente astutos para encarar todos los problemas que una velada en su compañía puede plantear.

La tentación es la connivencia con ellos. Por nuestras palabras, nuestra manera de sonreír, "aprobamos". Escuchamos historias odiosas como si fuesen divertidas. Calumnias infames sobre personas ausentes disfrazadas de un humor condescendiente. Las cosas que tenemos por más sagradas se convierten en sus labios en temas ridículos. La crueldad es abiertamente preconizada bajo la excusa de que su contrario es sentimentalismo. La posibilidad de una vida honrada no es que se excluya propiamente -esto la haría al menos objeto de un debate-, sino que se tiene por algo inverosímil, idiota y creíble sólo por los niños.

¿Qué hay que hacer? Una participación acrítica refuerza el poder del enemigo. Renegamos de nuestro Maestro, y nos comportamos como si no creyéramos en sus sistema de valores.

¿Hay que mostrarse agresivos, interrumpiendo el hilo de la conversación mostrando continuamente nuestro desacuerdo? Este tipo de reacciones nuestras vendría a confirmar su sospecha de que somos unos beatos escandalizables y maleducados.

El silencio podría ser un buen refugio. En ocasiones podremos mostrar nuestro desacuerdo sin que parezca suficiencia, dando razones y argumentos sin aire dictatorial. Quizás obtengamos el apoyo de alguno de los miembros del grupo en quien menos se nos ocurriría pensar y surja una discusión interesante. Quizás la misma persona que nos contradice en este momento puede haber sido influenciada por lo que hemos dicho, aunque en ese momento no lo quiera reconocer.

En cualquier caso hay situaciones tan graves que exigen de nosotros una protesta formal en toda regla, aunque podamos parecer autosuficientes. Si lo fuéramos disfrutaríamos oponiéndonos. Si nos cuesta tener que llevar la contraria es una buena prueba de que en realidad no somos suficientes, sino simplemente amamos la verdad.

Lo que hace nuestro contacto con este tipo de gente tan difícil es que requiere no sólo buenas intenciones, humildad y valentía, sino también cualidades sociales que quizás Dios no nos haya dado. No es por autojustificación sino por simple prudencia por lo que deberíamos evitar su compañía todo lo más posible. Y lo hacemos no porque seamos demasiado buenos para ellos, sino porque no lo somos suficientemente. Porque nos sentimos débiles en su presencia, y tenemos el peligro de caer en las trampas que nos tienden.

Cuando al rezar el Padrenuestro digo: "No nos dejes caer en la tentación", lo que estoy diciendo es: "Líbrame de esas invitaciones gratificantes, de esos contactos interesantes, de esa participación que tanto deseo, pero con tanto riesgo".

Espero que estas reflexiones que he tomado casi literalmente de Lewis nos ayuden a leer los textos de los salmos en la perspectiva apropiada, como algo que no hay que despreciar ni rechazar como si fuese una reliquia del Antiguo Testamento desfasada hoy después de la revelación del amor de Jesús por los pecadores.

E. RETRIBUCIÓN Y JUICIO

1. El problema de la retribución

Otro problema importante en el que coinciden los salmos y la literatura sapiencial es el tema de la oposición entre el justo y los pecadores. El salmo 37, que hemos estudiado anteriormente, es en su conjunto la enseñanza que un sabio dirige a su auditores que no dejan de atormentarse a causa de los malvados. El autor hace ver claro que finalmente Dios castigará a los malvados y salvará a los justos.

Sin cambiar una sola palabra este salmo podría haber aparecido en el libro de los Proverbios. El hecho de que haya sido incluido aquí en el Salterio muestra cómo en un periodo tardío la frontera entre salmos y sabiduría se ha hecho muy fluida.

El contraste entre los buenos y los malvados ha ocasionado la aparición de un grupo de salmos especiales: 1, 37, 73, 112, 128, de los que ya hemos hablado. Insistiremos en este tema sapiencial que es importante para la comprensión de los Salmos y de la Sabiduría, recordando que en aquel tiempo no había una espera definida de una vida después de la muerte en la que el destino del justo y del impío habrían de ser invertidos. Premios y castigos debían ser otorgados en vida. Después de la muerte, "no queda nada de mí" (Sal 39,14). Los difuntos descienden al She"ol donde propiamente no se puede decir que "vivan" (Is 38,18). "En la muerte no hay ya recuerdo de ti, en el She"ol ¿quién te alabará?" (Sal 6,6).

La teoría tradicional de que recompensas y castigos se dan aquí abajo no aguanta una encuesta crítica. Es evidente que en esta vida no hay relación ninguna entre pecado y sufrimiento. Los justos mueren jóvenes mientras que nos pecadores alcanzan los cien años- Job se niega a aceptar la doctrina tradicional. Los hechos la desmienten continuamente. Los impíos "acaban su vida felices y se van al She"ol en paz" (Job 21,13).

Pero hemos visto que los salmos reflejan generalmente la visión tradicional sobre la retribución. "Era joven ahora soy viejo, nunca he visto que el justo haya sido abandonado, ni a su descendencia en busca de pan" (Sal 37,25).

Sin embargo ciertos salmistas, a la vista de la prosperidad evidente de numerosos impíos, se muestran escandalizados y ofendidos. El salmo 73 es uno de los afectados por el escándalo. "Por poco mis pies se extravían, nada faltó para que mis pasos se resbalaran, celoso como estaba de los arrogantes, al ver la paz de los impíos (Sal 73,2-3). "Miradlos, esos son los impíos, y siempre tranquilos aumentan su riqueza. Así que ¡en vano guardé el corazón puro, mis manos lavando en la inocencia!" (Sal 73, 12-14).

No es fácil responder al problema que plantean estos salmos: "Me puse a pensar para entenderlo, ¡ardua tarea ante mis ojos!" (Sal 73,16). ¿Envidiar la suerte de los impíos? Esta tentación nos recuerda las palabras del hijo mayor en la parábola del Hijo pródigo. El hijo mayor tiene envidia de su hermano pequeño, que se lo ha pasado tan bien, malgastando el dinero con mujeres, mientras que él trabajaba cada día en la casa. Las palabras de su padre intentan hacerle consciente del hecho de que vivir con el Padre es una vida mucho más dichosa que la del hijo pequeño. "Hijo tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo…" ¿Valoras más el cabrito que el haber vivido siempre conmigo en mi presencia?

El Padre de la parábola parece citar la respuesta que da el autor del salmo 73 cuando resolviendo su problema acaba diciendo a Dios: "Yo estoy siempre contigo. Me has tomado de la mano derecha… ¿Quién hay para mí en el cielo? Estando contigo no encuentro gusto en la tierra. Mi carne y mi corazón se consumen. ¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre" (Sal 73 23-26). "El Señor es la parte de mi herencia y mi copa. Tú mi suerte aseguras. La cuerda me asigna un recinto de delicias, mi heredad es preciosa para mí (Sal 16,5-6). "Hartura de goces delante de tu rostro, a tu derecha delicias para siempre" (Sal 16,11).

¿Cómo puede ser que quien ha gozado de delicias eternas envidie la suerte del miserable hijo pródigo, por más que haya gozado con los placeres que le produjo malgastar su herencia? La alegría de llevar una vida honesta debería ser en sí misma una recompensa suficiente, y nos debería llevar a compadecer a aquellos que nos han tenido la gracia de gustar la plenitud de vida que nosotros mismos gustamos.

2. El justo y el impío

En numerosos salmos hay una neta distinción entre el justo y el impío. El salmo 1 nos da las características de ambos e insiste en la diferencia de sus destinos. En otro salmo un justo que sufre se queja de las agresiones del impío… ¿Quiénes son los justos y quiénes son los impíos?

Para los justos tenemos el término tsadiq, y muchos otros sinónimos o palabras relacionadas: hasid, piadoso, yir'e Adonai, temerosos de Dios. En el contexto de los Macabeos, los hasidim o piadosos eran los pre-fariseos que se oponían a cualquier componenda con la cultura griega y constituían una secta radical en el interior del pueblo. Antes del exilio representaban la comunidad fiel, que había puesto su confianza en el Señor. No pueden ser identificados con una secta o con un partido, sino que representan a toda la comunidad orante. Ese nombre parece aludir también a la humildad o abajamiento ante Dios. Son los ?????? = anawim, pobres de espíritu que en la necesidad y la angustia ponen su confianza en Dios. Se les suele describir como oprimidos por los impíos.

Paralelamente, los impíos o ????? aparecen como enemigos de los justos y son evidentemente extranjeros hostiles a YHWH y a su pueblo. No se preocupan por Dios, y basan su fuerza en su propio poder (Sal 28,5). En algunas ocasiones pueden representar casos en los que la solidaridad religiosa ha sido rota en el interior del propio pueblo, como resultado de la contaminación de cultos cananeos o helenísticos. En este caso los impíos no son ya extranjeros, sino miembros de Israel.

Los justos proclaman su inocencia. Sus atestaciones a veces pueden escandalizar los oídos modernos. "Júzgame, oh Dios, según mi inocencia" (Sal 7,9). "Me pruebas en el crisol sin hallar nada malo en mí, mi boca no claudica al modo de los hombres" (Sal 17,3). "Yo marcho en mi perfección… mi pie se mantiene en el camino recto (Sal 26,11-12).

Esto nos puede recordar la oración del fariseo del evangelio de Lucas: "Te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres…" (Lc 18,11). Pero la situación del salmista y la del fariseo no son idénticas. Al fariseo no lo acusaba nadie. Su proclama de inocencia es gratuita, mientras que en el contexto de los salmos se trata de un tribunal ante el cual el justo ha sido injustamente acusado. Aquí no se trata de reconocerse humilde, sino de proclamar la propia inocencia.

Es importante distinguir entre la convicción de ser inocente, de tener razón, y la convicción de ser justo. Ninguno de nosotros es justo ("ningún viviente es justo ante ti" Sal 143,2). Pensar que uno es justo es sólo una ilusión. Pero probablemente todos, en algún momento u otro hemos tenido la convicción de tener la razón en algún pleito determinado. Aun el peor de los hombres puede llevar la razón en un litigio con la persona más santa. En ese litigio concreto la calidad de la persona no tiene nada que ver con la justicia del caso.

Consiguientemente no debemos suponer que el salmista se equivoca o miente cuando declara que contra ese enemigo concreto, y en ese caso concreto, tiene toda la razón. El que se expresen del modo como lo hacen puede dar la impresión de que son personas malhumoradas, amargadas… Pero cuando uno ha sufrido una gran injusticia no podemos exigirle que sea amable y risueño.

Es curioso que no solemos hacer protestaciones de inocencia en nuestras oraciones. Incluso nos escandalizamos de que alguien se declare inocente, pero no somos más humildes que él. Nos adelantamos a confesar que somos pecadores pero no solemos entrar en detalles. Decir que se ama a todo el mundo puede ser una excusa para no amar a nadie en concreto. Decir que uno es un gran pecador puede ser una excusa para no reconocer ningún pecado en concreto.

Si soy capaz de decir: "No he actuado bien en esta circunstancia concreta y particular", debo poder decir también: "Esta vez he hecho lo que tenía que hacer en esta otra circunstancia". El salmista es capaz de confesar sus pecados y su inocencia. Nos estimula a evaluar nuestras propias acciones en concreto y a no quedarnos en vaguedades, en sensaciones generales de inocencia o culpabilidad que no distinguen entre los diversos juicios morales que merecen nuestras diversas acciones. Debo ser capaz de distinguir siempre cuando me he portado mal con otros y cuando son ellos los que se han portado mal conmigo.

3. El juicio en los salmos

"El día del Juicio" es normalmente para el cristiano un día de cólera, un día terrible. La literatura y el arte cristiano nos han descrito este terror a lo largo de los siglos. Esta actitud remonta a la enseñanza del Señor, sobre todo a la terrible parábola de las ovejas y los cabritos.

Y sin embargo vemos cómo el Salmista habla del juicio de Dios como una ocasión de gozo. "Que las naciones canten de alegría porque juzgas al mundo con justicia (Sal 67,5). "Que exulte la tierra ante la faz de YHWH, porque viene, porque viene a juzgar la tierra, juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con verdad" (Sal 96,12-13). "Júzgame según tu justicia, YHWH mi Dios" (Sal 35,24).

La razón de esto es muy simple. Tanto el cristiano como el judío presentan el juicio de Dios como un juicio en un tribunal de este mundo. La diferencia está en que el cristiano se imagina que él es el acusado, mientras que el judío se ve a sí mismo como el demandante. Uno espera ser absuelto o mejor aún, ser perdonado, mientras que el otro espera un triunfo resonante con abundantes compensaciones.

Como verdadero judío que era, el Señor ha contado la parábola del juez inicuo en los términos típicos. El juez es injusto porque retrasa indefinidamente el proceso. No es como esos otros jueces malvados que presionan a los testigos o al jurado para condenar y castigar a los inocentes. La parábola del evangelio es claramente una demanda civil. La pobre mujer ha visto como su propiedad ha sido arrebatada por un vecino más rico y poderoso. Ella sabe que su caso es clarísimo, con tal que pudiera presentarlo ante el tribunal para ser juzgada según las leyes del país. Pero nadie la escucha. No consigue que empiece el proceso. No es de extrañar que quiera ser juzgada. Pero por desgracia hay que pagar al juez, o si no el caso nunca llegará a ser visto en el tribunal.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente