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Breve historia dominicana, del Dr. Mejia Ricart


Partes: 1, 2

  1. El siglo XV: Sociedad indígena, descubrimiento y conquista
  2. El siglo XVI: Colonización: Oro, azúcar y hato ganadero
  3. El siglo XVII: Decadencia de la isla
  4. El siglo XVIII: Reactivación colonial y repoblación
  5. 1795-1821: Transformaciones y agonías del régimen colonial
  6. 1821-1844: Los regímenes republicanos extranjeros
  7. La primera República y anexión a España
  8. 1865-1924 La segunda República y primera ocupación norteamericana
  9. 1924-1966: La tercera República y segunda ocupación norteamericana

El siglo XV: Sociedad indígena, descubrimiento y conquista

La sociedad indígena que encontraron los españoles se encontraba en el estado de desarrollo cultural denominado del "neolítico americano", caracterizado por el uso de herramientas de piedra tallada, una agricultura basada en el cultivo del maíz, la yuca, la batata y otros tubérculos, así como por la caza y la pesca realizadas con instrumentos rudimentarios en condiciones de comunidad primitiva, núcleos familiares amplios y una organización tribal compuesta por cinco cacicazgos y los "nitainatos", especie de provincias de los anteriores encabezados por caciques menores.

Cuando Cristóbal Colón pisó por primera vez tierra dominicana en su primer viaje, el 5 de diciembre de 1492, a la que bautizó con el nombre de "La Española", luego de tocar brevemente una de las islas Bahamas el 12 de octubre y Cuba el 28 de ese mismo mes, se inició en nuestro país y en toda América el proceso de su incorporación a la civilización Occidental. El descubrimento de América en sí fue posible en virtud de una combinación de factores tales como el mejoramiento en la construcción de barcos y uso de instrumentos avanzados de navegación como la brújula, así como por la euforia u afán de gloria que en España despertó el establecimiento de la unidad nacional bajo los Reyes Católicos tras la expulsión de los árabes de su territorio, en un período en el que los avances de los turcos en el Mar Mediterráneo difucultaban el comercio de Europa con Oriente por las rutas tradicionales y se buscaban otras para realizarlo. Los españoles, aunque en gran minoría, sometieron fácilmente a los pobladores aborígenes por pertenecer a una civilización superior, con instrumentos de hierro y un nivel superior de organización social, contra los cuales nada pudo la débil resistencia que le opusieron algunos caciques de la isla, a quienes vencieron con la ayuda de las armas de fuego, perros de presa y afiladas espadas.

II El siglo XVI: Colonización: Oro, azúcar y hato ganadero

Antes de retirarse a Europa en su primer viaje, Colón construyó la Fortaleza "La Navidad", con los restos de su nave capitana: la "Santa Martí", que había encallado, y la dejó con una guarnición de 39 hombres encabezada por Rodrigo de Triana, la cual fue destruída antes de su regreso con sus* ocupantes por los indígenas encabezados por el Cacique Caonabo, cansados de sus abusos.

A partir de 1493, con su segundo viaje, Colón y sus hermanos Diego y Bartolomé fundaron "La Isabela" cerca de Puerto Plata, primera ciudad del nuevo mundo, establecieron lo que algunos autores han denominado la "Factoría Colombiana" como sistema económico-social. Esta consitió en el reparto de tierras e indios entre la gente principal que le acompañó y obligar a los pobladores a alimentar a los españoles y recoger oro para beneficio exclusivo de esa aristocracia y de la corona española, y quienes no lo hacían eran castigados brutalmente, aniquilados o enviados como esclavos a España.

Contra ese régimen, que esclavizaba a la raza indígena para enriquecer a una minoría encabezada por los Colón, se levantó Francisco Roldán, Alcade mayor de La Española. Con el apoyo de los colonos no aristocráticos y muchos indígenas, en la primera revolución acceso a los repartos de tierras e indios como "encomiendas" para su cristianización, pero los aborígenes quedaron en la práctica aún más explotados y esclavizados que antes.

Los Colón fueron destituídos por sus prácticas despóticas, dando lugar al efímero gobierno de Francisco Bobadilla y más tarde al de Frey Nicolás de Ovando, quien edificó en piedra a Santo Domingo, que había sido fundada por Bartolomé Colón en 1496, como la ciudad capital del imperio colonial español, de donde partieron las empresas de exploración, conquista y colonización de Nuevo Mundo.

El retorno de los Colón en las personas de Diego, hijo del Descubridor, y de su esposa María de Toledo, como Virreyes, en 1509, dió origen a un período de ostentación de la clase aristocrática de la corte y de luchas de éstos contra un sector liberal pro-indígena encabezado por los padres dominicos, entre quienes se destacaron Antón de Montesinos, Pedro de Córdoba y Bartolomé de las Casas, así como el Tesorero Miguel de Pasamonte, que produjeron un gran deterioro de la colonia.

Los malos tratos, su exportación como esclavos, las matanzas, las enfermedades traídas por los europeos, las persecusiones, la apropiación de mujeres por los nuevos amos y la gradual mezcla de los indígenas con europeos y negros; eliminaron rápidamente dicha raza; mientras el oro de los ríos y las minas a flor de tierra de fueron extinguiendo, con lo cual se agotó el modelo económico establecido por los Colón. La Colonia entró en decadencia y muchos de sus pobladores marcharon a México y otras tierras recién descubiertas, ricas en metales preciosos.

Al final, los retos de la raza indígena respaldaron el Cacique Enriquillo, quien se levantó en la Sierra del Bahoruco haciendo guerra de guerrillas hasta que obtuvo en 1533 la emancipación definitiva de los sobrevivientes.

Para sustituir la factoría colombina se fomentó el cultivo e industrialización de la caña de azúcar, basados en la mano de obra de esclavos importados de Africa, gracias a lo que renació la colonia por algunos años; pero los crecientes alzamientos de esclavos como el de los jelofes y el de Diego de Ocampo, el monopolio comercial que mantenía España, su debilidad militar y la piratería que afecto desde el siglo XVI a todo el Mar Caribe, terminaron por arruinar también ese modo de producción.

Sin embargo, esa reactivación económica tuvo la virtud de renovar la vida urbana y mantener la actividad cultural de Santo Domingo durante el resto del siglo XVI, donde funcionaron dos universidades, la de Santo Domingo (bautizada oficialmente "Santo Tomás de Aquino"), la más antigua de América (1538) y de "Santiago de la Paz" (1558). También se establecieron los primeros Conventos, la primera Catedral, el primer hospital y el Tribunal de la Real Audiencia que inicialmente tuvo jerarquía sobre la América Hispana.

Con la decadencia de la industria azucarera, la única fuente de recursos económicos desde el extranjero fue la venta de carnes y pieles a los piratas y contrabandistas (filibusteros y bucaneros) de otras potencias europeas a cambio de mercancías de diversos género, sobre todo en el norte y oeste de la isla.

En un país casi despoblado, dedicado a la crianza de ganado y cuyas tierras eran en gran parte baldías o comuneras, los grandes hateros, como se llamaba a los dueños de numerosas cabezas de ganado, se convirtieron desde entonces en el sector social más importante del país hasta fines pasado siglo.

III -El siglo XVII: Decadencia de la isla

Las incursiones de piratas como Drake, quien tomó, incendió y pilló a Santo Domingo en 1583, el contrabando generalizado y la introducción clandestina de biblias protestantes, crearon el ambiente para que el gobierno español tratará de detener ese proceso mediante la más brutal de las medidas: la devastacuón y despoblación total de la bandas norte y oeste de la isla entre los años 1605 y 1606, no sin antes tener que repeler sangrientos levantamientos de colonos en Guaba (Hincha) y Bayajá (Fort Liberte) encabezados por Hernando de Montoro.

La población residual de la zona devastadas fue concentrada en la ciudad de Santo Domingo y en poblados que se fundaron en sus alrededores: Monte Plata con los provenientes de Montecristi y Puerto Plata, y Bayaguana para los de Bayalá y La Yaguana. Pero muchos otros marcharon al extranjero dejando el país casi deshabitado.

Tan arbitrarias medidas precipitaron el descalabro casi total de la colonia española en la isla; y lejos de impedir las actividades de los filibusteros y bucaneros en ésta, se creó el campo propio para que éstos se instalaran definitivamente en su parte occidental, aprovechando las tierras y ganado abandonodos y hasta los negros aldados, dando origen así a lo que fue posteriormente la própera colonia francesa de "Saint Domingue", la que más tarde se convirtió en la República de Haití.

La población dominicana, reducida, ruralizada y casi aislada del mundo, desarrolló una economía de subsistencia basada en la montería, la crianza de ganado y el cultivo de frutos menores.

EL siglo XVII trancurrió en nuestro país dentro de la mayor miseria y abandono de todo trabajo productivo de base monetaria y en lucha incesante por el territorio contra el enemigo instalado en el Occidente. Apenas nos visitaban algunos barcos al año procedentes de la Metropoli o el Caribe. Los sueldos de la burocracia peninsular y otros gastos provenían del "Situado", traído de otras colonias más ricas.

IV – El siglo XVIII: Reactivación colonial y repoblación

El inicio de este siglo coincide con la instalación en el trono español de la casa reinante francesa: los Bordón. Esta circunstancia y el extraordinario auge de la colonia de plantaciones esclavistas en que se convirtió en pocos años el Saint Domingue francais, incentivaron el tráfico comercial intercolonial que le abrió un mercado al ganado y maderas dominicanas, y permitieron reactivar la abandonada colonia española.

Esta posibilidad de comercio intercolonial de carne, víveres, maderas, pieles y ganado en pie, a cambio de productos de origen europeo, fue defendida por los colonos y se manifestó en la conocida "Rebelión de los Capitanes" (1721) en la parte norte del país, después de la cual se liberalizaron esos intercambios.

También contribuyeron a esta reactivación, durante los primeros decenios de ese siglo, la declaración de algunos puertos dominicanos como "libres" durante las guerras franco-inglesas, e incluso la piratería contra buques ingleses. Más tarde, la eliminación del monopolio comercial de España, la reanimación económica de la metrópoli y de las colonias vecinas; así como una política migratoria y cultural más amplia, permitieron la gradual repoblación y fortalecimiento material y cultural del país.

La venta de ganado y maderas del otro lado de la frontera permitió a un sector de los propietarios de la zona del Cibao central financiar el cultivo sistemático del tabaco para la exportación, o como una de las princiapales fuentes de riqueza que habría de tener el país durante más de un siglo.

El predominio hatero sobre la sociedad dominicana se acentuó en el siglo XVIII, al establecerse el comercio fronterizo con el Saint Domingue francés, precisamente sobre la base de ganado y sus productos. De manera que las relaciones sociales imperantes en el hato, de esclavitud laxa y relaciones patriarcales entre hatero y peones, se proyectaron a toda la sociedad dominicana; aún cuando en la provincia de Santiago comenzó a gestarse un núcleo social de agricultores precisamente con la ayuda de técnicas, herramientas y hasta esclavos adquiridos allende los límites intercoloniales gracias al comercio fronterizo.

V – 1795-1821: Transformaciones y agonías del régimen colonial

La Revolución francesa iniciada en 1789, con su transformación burguesa de la sociedad y la declaración de los Derechos Humanos, repercutieron extraordinariamente sobre los eventos tanto en las demás naciones europeas como en las colonias francesa y española de Santo Domingo.

En el Saint Domingue francés se inició una sangrienta guerra social con insurrecciones de mulatos que siguió con los levantamientos de las masas de esclavos contra el predominio de los colonos europeos. Más tarde, cuando España e Inglaterra le declararon la guerra a la República Francesa, aún siendo estas potencias esclavistas, apoyaron a los esclavos de la parte occidental de la isla levantandos contra sus amos.

Pero la Francia Revolucionaria venció a sus enemigos en Europa y aquí ofreció la libertad y posiciones militares a los negros alzados encabezados por Toussaint L'Overture, que pasaron a sus filas, y con ayuda venció a españoles e ingleses. España cedió nuestro territorio a Francia en virtud del Tratado de Basilea en 1795.

El régimen republicano francés, siempre en guerra y agobiado de conflictos internos, no tomó posesión de la parte española de la isla hasta que Toussaint, autoproclamado gobernador de ésta, ocupó nuestro territorio en 1800 a nombre de Francia, eliminó la esclavcitud y trató para suplantar a las haciendas esclavistas francesas.

En 1802 Napoleón envió un poderoso cuerpo expedicionario encabezado por su cuñado el general Leclere, que derrotó a Toussaint de la isla, pero éste fue arrojado de la parte occidental ante de los dos años por los antiguos esclavos bajo el liderazgo de Dessalines, quienes declararon la independencia de Haití al iniciarse el año del 1804.

Pero Francia retuvo la parte española de isla gracias a la decisión de general francés Ferrand de permanecer en nuestro territorio, quien con la ayuda de los criollos bajo el mando de Juan Barón logró rechazar una invasión de Dessalines al año siguiente con el propósito de integrar la totalidad de la isla a su dominación. La llegada de un flota francesa para defender la sitiada plaza de Santo Domingo precipitó la retirada de los haitianos, quienes quemaron ciudades, mataron muchos habitantes y se llevaron otros como rehenes, creando así una barrera de odio de aún afecta las relaciones entre estos pueblos vecinos.

La parte española de la isla, en virtud de las ejecutorias del general Fernand, se reorganizó, inició el corte sistemático de maderas preciosas y reinició la tarea de crear las condiciones para desarrollar en el país una economía basada en la agricultura de productos de exportación. Para ello Ferrand auspició el retroceso histórico de restablecer la esclavitud y llegó a incursionar en el país vecino y hacer prisioneros para someterlos a ese yugo. También protegió el comercio con Francia.

Esa política de protección a la agricultura y de la burguesía francesa despertó la oposición de los hateros, quienes en 1808 encabezados por Juan Sánchez Ramírez y con el apoyo del gobernador español en Puerto Rico y de una flota inglesa, derrotaron a los franceses y restablecieron la colonia española en nombre del derrocado rey Fernando VII, quien también servía de símbolo en la lucha que libraba el pueblo español contra el régimen afrancesado de José Bonaparte.

Después del triunfo de los criollos sobre Ferrand en la batalla de Palo Hincado y establecido el sitio militar de Santo Domingo, Sánchez Ramírez convocó a una junta de representativos de todo el país que se celebró en Bondillo para determinar su destino. Allí se plantearon como alternativas la independencia y la unión con Haití, pero predominó con Sánchez Ramírez el retorno al colonalismo, mientras en el resto de América Latina se iniciaba el proceso de independencia frente a la metrópoli.

El restablecimiento de la soberanía española en el país, en un período en que metrópoli empobrecida no sólo enfrentaba graves luchas internas, sino que habría de realizar un gran esfuerzo militar en las guerras de independencia que se libraron en el continente americano, hizo aún más ineficaz esa administración, que fue denominada justificadamente de "España Boba". En éste la producción y el comercio llegaron a sus más bajos niveles, retornándose al simple trueque de artículos como forma de intercambio económico generalizado.

VI – 1821-1844: Los regímenes republicanos extranjeros

Frente a esas circunstancias, los criollos de la ciudad de Santo Domingo encabezados por el licenciado Núñez de Cáceres, teniente gobernador de la colonia y restaurador de la Universidad de Santo Domingo, organizó un golpe de estado que depuso al régimen colonial y estableció en 1821 el "Estado Independiente del Haití Español", el cual intentó vincular políticamente a la Gran Colombia de Bolívar, todavía en guerra con España.

El Estado Independiente del Haití Español fue un régimen producto de una minoría urbana educada, en un país ruralizado cuyos sectores más activos no tuvieron participación alguna en ese hecho: el de los grandes hateros, que era el dominante pero que habían sido desplazados del poder por Núñez de Cáceres y el de los negros esclavos quienes mantuvieron esa condición sin ningún cambio, no obstante la descolonización.

En cambio en Haití, cuyo país se había dividido tras el asesinato de Dessalines en 1907, entre una República de predominio mulato encabezado por Petión en el Sur y un reino de negros en el Norte encabezado por Cristóbal se había logrado la unidad el año anterior por el sucesor de Petión: Boyer, gracias a su habilidad y a la mayor libertad que había concebido Petión a los habitantes.

Debido a las circunstancias antes señaladas en ambas partes de la isla, Boyer estuvo en condiciones de alentar movimientos dentro de la parte dominicana que favorecían la incorporación del país a la República Haitiana. Tras desconocer el nuevo estado, Boyer penetró en 1822 con un poderoso ejército y declaró la isla "Una e indivisible", al tiempo que proclamó la libertad de los esclavos y garantizó a las propiedades y propetarios del país, con lo que se atrajo o neutralizó a esclavos y hateros, las fuerzas más significativas de entonces.

La dominación haitiana trajo al país mayores libertades que bajo los gobernantes españoles: libertad de comercio internacional, estabilidad política, el virtual derecho del campesino a la tierra que laboraba, un incremento en la agricultura y en los cortes de madera y la casi completa exclusividad de los criollos en el comercio detallista.

Bajo Haití se expropiaron las tierras de la Iglesia Católica y de los muchos propietarios que marcharon al extranjero, y se estableció un Código Agrario apenas aplicado que ataba al campesino a la tierra. La Universidad fue cerrada nuevamente por falta de rentas de los padres dominícos para solventarla y de estudiantes criollos porque fueron llamados a cumplir el servicio militar obligatorio.

Muchos padecieron humillaciones de diverso género, se trató de anular la cultura de origen hispánico y a partir de 1838 los dominicanos debieron contribuir a sufragar la onerosa indemnización que aceptó pagar Haití a Francia a cambio del reconocimiento oficial de su independencia.

Como consecuencia de esos cambios fue aumentando la producción agrícola, sobre todo el tabaco y los cortes de maderas preciosas para exportación, así como de los intercambios comerciales locales, con lo que se produjo un cierto crecimiento de la economía y se desarrolló una pequeña burguesía de comerciantes detallistas, artesanos y agricultores de ideología liberal y nacionalista que entraría en contradicción con los hateros y los comerciantes extranjeros de mentalidad autoritaria y colonial. Esa pequeña burguesía fue la base social de sustentación de hombres como Duarte, Sánchez, Mella y muchos otros patriotas que habrían de gestar e iniciar la independencia nacional.

Desde 1838 el régimen de Boyer, que había abandonado en la creación de un campesinado libre que hacía sólo cultivos eventuales dedicados a la simple subsistencia, cayó en una creciente insolvencia que fue agravada por los efectos del terrible terremoto del 1842, el cual virtualmente destruyó las principales ciudades haitianas y algunas dominicanas. Esta situación, que llegó a impedir que se pagara regularmente a las tropas, junto a la deuda haitiana con Francia, contribuyeron sin duda a que la población dominicana y sus líderes buscaran activamente un nuevo destino histórico.

La virtual bancarrota del estado haitiano, la estrechez económica en que se vivía y la reducción de las actividades comerciales en la última etapa del gobierno de Boyer, dominaron por despertar una conspiración insurreccional en Haití, llamada de "La Reforma", que logró deponerlo en 1843, dando paso así al gobierno del genral Charles Hérard. De esa manera se inició una efimera etapa de liberalización del país previa a la independencia nacional.

VII – La primera República y anexión a España

En 1838, Juan Pablo Duarte, hijo de un comerciante acomodado de origen español, luego de regresar al país proveniente de Europa y recibir con otros jóvenes enseñanzas del padre Gaspar Hernández, dió inicio a los trabajos de organización de una sociedad secreta: La Trinitaria, destinada a crear las condiciones para la independencia del país. Esta sociedad costituida inicialmente por la pequeña burguesía urbana de Santo Domingo, fue incorporando después a los hateros y agricultores del país, y a través de presentaciones teatrales y otros medios promovió las ideas de libertad y de independencia nacional en importantes sectores del pueblo.

Cuando en 1843 surge en Praslín, Haití, el movimientovico-militar de "La Reforma", que republicaba la dictadura, el oscurantismo y la miseria que a su entender significaba el régimen de Boyer, Duarte y los suyos se plegaron a ese movimiento, que aunque no fue exitoso militarmente en la parte del Este, terminó triunfante y Boyer fue depuesto. Los trinitarios aprovecharon esa coyuntura para aumentar su influencia y dominar las elecciones municipales que se celebraron poco después.

Frente a esa nueva situación, se manifiestan otras dos tendencias políticas: la de los haitianizados o "amañesados" que preferían la permanencia de la dominación haitiana, en la que militaban los haitianos residentes y algunos dominicanos, pero que estaban en franca minoría entre los nativos; y la de los afrancesados, constituida por los grandes hateros y los burócratas boyeristas, quienes buscaban el protectorado o la anexión a una gran potencia, preferiblemente de Francia. Ambas tendencias tildaron a los patriotas de "colombianos", para asociarlos a la fracasada experiencia de Núñez de Cáceres.

Pero tan pronto el gobierno haitiano se percató de la situación, Hérard se movilizó con numerosos efectivos militares a la parte dominicana, trasladó provisionalmente a los regimientos criollos hacia Haití, trayendo contingentes haitianos por razones de seguridad y persiguió los principales trinitarios, por lo cual muchos fueron detenidos. Duarte, Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez se vieron obligados a salir del país, mientras Francisco Sánchez del Rosario y otros trinitarios se escondieron en el país a la espera de mejores días.

El 27 de febrero del 1844, los patriotas encabezados por Sánchez declararon la independencia e hicieron capitular a la guarnición haitiana de Santo Domingo encabezada por Desgrotte. Como en el régimen existían unos cuantos destacamentos con efectivos haitianos y resultó empresa fácil sacudirse inicialmente de su dominación.

Durante el período llamado de La Primera República (1844-1861), los haitianos intentaron en numerosas ocasiones recuperar el control sobre la parte dominicana, pero fueron derrotados una y otra vez por las fuerzas criollas. La decisión de la gran mayoría de los dominicanos de ser libres e independientes, la lucha en el propio territorio, generalmente desde posiciones más ventajosas, el uso de animales de carga para los traslados y los combates, mientras los haitianos marchaban a pie y no recibían apoyo de alimentos, medicinas y otros suministros de su país cuando estaban en campaña; fueron factores que contribuyeron a consolidar militarmente nuestra independencia frente Haití.

Desde el día siguiente de la Declaración de la Independencia, el poder político pasó al grupo conservador de hateros y burócratas afrancesados, por la vía del control de la mayoría y de la presidencia de la Junta Central Gubernativa en la persona de Tomás Bobadilla y el del Ejército Liberador con el Gral. Pedro Santana, y sus lanceros seibanos, porque éstos eran quienes tenían la experiencia en el manejo de hombres para la guerra que se avecinaba y eran aliados de la burguesía de importadores y exportadores extranjeros que respaldaban la anexión de nuestro país a una gran potencia.

Luego de un fracasado intento de la pequeña burguesía de recuperar el poder bajo el liderazgo de Duarte, el sector hatero encabezado por Santana, caudillo del Este del país, estableció la dictadura, que sólo fue disputada por su ex-protegido Buenaventura Báez, hatero-maderero y comerciante del Sur, más educado y mejor administrador, aunque con menos honestidad personal que el anterior. Ambos caudillos extendieron su influencia sobre toda la nación y la fueron apartando de su destino soberano.

En 1857 los agricultores tabacaleros y comerciantes detallistas del Cibao con centro de Santiago, que habían seguido creciendo económicamente sin lograr mayor influecia en el gobierno, se levantaron contra el gobierno de Báez bajo la dirección de José Desiderio Valverde; acusándolo de especular en su contra con el tabaco y la moneda fuerte. Los revolucionarios situaron a los baecistas en torno a Santo Domingo, proclamaron una constitución liberal y trasladaron la capital a Santiago, pero aceptaron el regreso de Santana y lo pusieron al mando de las tropas sitiadoras.

Luego de triunfar finalmente frete a Báez, Santana también se volvió contra los liberales cibaeñós, restableció su control sobre el país y aprovechó las condiciones internacionales la guerra civil norteamericana y el nuevo auge del colonialismo europeo, para anexar el país nuevamente a España en 1861.

Pero España, aún con resabios feudales en la metrópoli y esclavista en su colonias americanas de Cuba y Puerto Rico, atrasada económica, política y culturalmente, poco positivo tenía que ofrecer entonces a este país. En cambio nos trajo su fardo de intolerancia racial, religiosa y política y una burocracia incapaz de enfrentar adecuadamente los problemas de todo orden que padecía nuestro pueblo. En poco tiempo el descontento alcanzó a todo el país, particularmente en la zona norte, donde estaban los núcleos más progresistas de la República y fue discriminada con el cambio del papel moneda nacional por el español.

A partir de 1863 se proclamó la Restauración de la República presidida por el joven Gral. José Antonio Salcedo (Pepillo), y se inició una árdua lucha contra España encabezada por prohombres como Gregorio Luperón, Gaspar Polanco, Pimentel y otros. Frente a la superioridad española en disciplina y armamentos, el prócer Mella introdujo la guerra de guerrillas como recurso táctico fundamental que a la postre obligó a la corona española a abandonar nuevamente el país en manos de los patriotas el 11 de julio del 1865.

VIII – 1865-1924 La segunda República y primera ocupación norteamericana

Después de la Restauración de la República y como efecto del carácter local de la lucha guerrillera, el escaso desarrollo urbano, la falta de comunicaciones terrestres y la carencia de un verdadero mercado nacional, el caudillismo regional o caciquismo predominó en la escena social y política dominicana.

Esta vez las fuerzas se polarizaron entre los seguidores de Báez, que muerto Santana representaba a los grandes hateros y una burguesía comercial todavía esencialmente extranjera y anexionista. Constituyendo el partido conservador o rojo, y los liberales o azules, quienes tuvieron en Luperón su máximo líder, con el respaldo de los agricultores derl Cibao, la pequeña burguesía comericial, los intelectuales jóvenes y la nueva burguesía criolla.

Inicialmente predominó el baecismo, el cual durante la dictadura de los seis años (1868-1864), trató de imponer la anexión del país a los Estados Unidos de América; pero gracias a la lucha de guerrillas y la denuncia internacional encabezda por Luperón, Pimentel y José Gabriel García, ésta fue rechazada por el Senado Norteamericano con la ayuda del senador Charles Summer. Ese fracaso y la falta de recursos externos para mantener bajo control a los caudillos regionales, precipitaron su caída.

A partir de entonces (1874), el Partido Azul de Luperón fue aumentando su influencia junto con el crecimiento de la agricultura, el comercio manejado por dominicanos organizados en "juntas de crédito" y la educación básica y profesional de mayores núcleos de dominicanos, hasta que en 1879 éste encabezó una insurrección desde Puerto Plata, que dió origen a una verdadera revolución liberal en el país.

El gobierno de Luperón y los tres regímenes bienales bajo su influencia: Meriño, Heureaux y Billini-Woss y Gil, continuaron una línea política de nacionalismo y de fomento de la agricultura y la industria, que a la postre prosujeron un importante crecimiento económico del país, aunque también tuvo la virtud a largo plazo de incrementar la dependencia del país de las metrópolis capitalistas. Durante ese período se desarrolla asimismo la educación normalista y profesional bajo la orientación de Hostos y Meriño, y surgen en el país grandes valores nacionales en las letras y el derecho. La automarginación de Luperón de las tareas de gobierno y su falta de apoyo a las pretenciones anticivilistas de los caciques regionales, dieron paso a que el principal lugarteniente del primero (Ulises Heureaux), se aliara con estos caudillos y con la creciente burguesía comercial, para lo que obtuvo nuevos empréstitos extranjeros y estableció una dictadura personal, en la que dió vigencia además a los hateros y burgueses baecistas para neutralizar a los liberales de su viejo partido.

La paz forzada del régimen de Heureaux (Lilís) y su administración ineficiente y corrupta, crearon las condiciones de un superior desarrollo de la agricultura y particularmente de la industria azucarera; pero terminaron sumiendo al país en la insolvencia monetaria y la creciente dependencia financiera y política hacia norteamérica.

La quiebra del comercio y de la agricultura, la baja en los precios del azúcar, la falta de recursos económicos para mantener bajo control a los caudillos locales, y la fatiga del país de su dictadura, precipitaron su asesinato y la posterior caída de su régimen residual en 1899.

A la caída de Heureaux el caudillismo regional se acentuó, aunque bajo el ropaje de dos nuevos caudillos nacionales: Juan Isidro Jiménes, comerciante de Montecristi que recibió el apoyo de lo viejos caciques, los hateros, la Iglesia Católica y la burgusía de Santiago; y el Gral. Horacio Vásquez, quien se apoyó en los nuevos caudillos, los agricultores del Cibao, los intelectuales positivistas forjados por Hostos, la burguesía de la capital, Puerto Plata y Este y por el imperialismo norteamericano.

Tras el derrocamiento de Jiménes por el horacismo en 1902, el país fue cayendo en un estado de guerra civil casi permanente, mientras las exigencias norteamericanas por un mayor control económico y político que le permitieran la libre expansión de sus intereses, fueron agudizando la situación.

A fin de cuentas, luego de un segundo gobierno provisional de Horacio Vásquez (1902-03) y otro de una coalición de jimenistas y antiguos lilisistas encabezado por el Gral. Alejandro Woss y Gil, tomó el poder el Gral. Morales Languasco, jimenista quien con apoyo de los horacistas abandonó a su caudillo para quedar aislado y marginado del poder por éstos, y ser sustituído finalmente por el vicepresicende horacista Gral. Ramón Cáceres en enero de 1906.

Bajo Morales y sobre todo con Ramón Cáceres, el gobierno se plegó totalmente a las exigencias financieras, políticas y de mayor penetración económica norteamericana; sus ingenios azucareros operaban sin pagar impuestos de exportación e importación, el transporte marítimo fue monopolizado por la empresa Clyde de esa nacionalidad y los productoss de dicho país desplazaron casi totalmente a los europeos.

Luego de una Convención Domínico-Americana firmada en 1905 que no llegó a aprobarse en el senado norteamericano, acaso por su carácter ultracolonialista, se concertó ésta por fin en 1907, en virtud de la cual los Estados Unidos no sólo pasaron a controlar todas las aduanas del país y retener por lo menos el 40% de sus ingresos, sino que establecieron la prerrogativa del gobierno norteamericano de entregar el resto de lo recaudado al gobierno dominicano que éste reconociera como legítimo y la prohibición de que se contrajeran nuevos empréstitos sin su consentimiento.

En el orden político, ese régimen, llamado por algunos de "despotismo ilustrado", gozó del pleno respaldo norteamericano, que lo hizo patente con su incursión militar y ametrallamiento de Villa Duarte y de los sitiadores jimenistas en febrero del 1904, lo cual permitió a Morales vencer la formidable insurrección que se le oponía. Pero también contó con el apoyo firme de los intelectuales, la burguesía local, los caudillos regionales del Cibao central y los agricultores.

Con este respaldo y luego de consolidarse en el poder por la fuerza, Cáceres intentó bajo la orientación norteamericana quitarle el poder de que disfrutaban los caciques locales, merced al desarrollo de un ejército profesional y una guardia civil adictos personalmente al presidente y al comandante de armas de Santo Domingo, Gral, Alfredo Victoria. A ese efecto, marginó como "generales en disponibilidad" a muchos de estos "caciques" retirándoles sus adictos de las filas del ejército. Con estas medidas, acompañadas de la construcción de carreteras y telecomunicaciones, y el incremento de la agricultura, la industria azucarera, el comercio y la educación, la industria azucarera, el comercio y la educación, se comenzaron a crear condiciones para el desarrollo de un régimen centralizado dominado por la burguesía dependiente de los Estados Unidos de América que suplantara al caudillismo imperante.

Pero todavía no había codicones totales para ese cambio. Horacio Vásquez y los caudillos regionales de ambos bandos se sintieron marginados y algunos de ellos encabezados por Luis Tejeda le dieron muerte a Cáceres (1911). El Gral. Alfredo Victoria a su tío Eladio en la presidencia, pero ante el repudio e insurrección generalizados hubo de deponer el mando un año más tarde (1912).

A la muerte de Cáceres surgen a la palestra pública dos nuevos partidos: el Partido Progresista de Federico Velázquez, ex-ministro de hacienda de Cáceres a quien se le atribuía la mayor responsabilidad en dicha administración; y el Partido Legalista encabezado por el Gral. Luis Felipe Vidal, caudillo regional sureño participante en el magnicidio de Cáceres, quien le quitó al jimenismo gran parte del apoyo de que disfrutaba en esa región del país. También se manifestó brevemente un "Partido Liberal Reformista" compuesto fundamentalmente por jóvenes estudiantes universitarios dirigidos por Rafael Estrella Ureña.

En esta situación surge el caudillo guerrillero noroestano Desiderio Arias, de origen jimenista, dominante en el Cibao, quien representó la oposición de ese sector de la pequeña burguesía rural a un gobierno centralizado y sujeto al imperialismo americano. Así, los breves gobiernos del arzobispo Nouel (1912-1913) y del Gral. José Bordas Valdez (1913-1914), no pudieron subrevivir a las crecientes presiones norteamericanas, así como de los desideristas y los horacistas por igual.

A fin de cuentas el gobierno norteamericano, empeñado en controlar totalmente el estado dominicano para utilizarlo en su beneficio político y económico, impuso un gobierno provisional encabezado por el Dr. Ramón Báez y elecciones en 2 meses. Estas elecciones resultaron muy reñidas, pero fueron ganadas por Juan Isidro Jiménes en alianza con el Partido Progresista de Velásquez (1914).

El nuevo gobierno de Jiménes, no obstante su base constitucional, se vió enfrentado a pesiones aún más intensas que las anteriores, toda vez que junto a un gobierno norteamericano impaciente por imponer su voluntad, el cual ya en 1915 intervino militarmente en Haití, debió enfrentar a un Desiderio Arias evalentonado y mucho más poderoso que nunca en su calidad de ministro de Guerra y Marina y con partidarios suyos en el control del ministerio de interior y policía, la comandancia de armas de la capirtal, la guardia republicana y la mayoría de los cargos del Congreso Nacional en manos del jimenismo.

En supremo intento por hacer valer su autoridad, Jiménes destituyó finalmente a Desiderio y a sus seguidores más calificados, pero éste tomó el control de la Foltaleza Ozama y de la capital, e inició el operativo para hacer acusar a Jiménes ante el senado. Los norteamericanos desembarcaron entonces efectivos militares "para garantizar la vida de sus ciudadanos", pero amenazaron con tomar la Fortaleza Ozama y ante su importencia Jiménes renunció. Poco después penetraron en la ciudad las tropas norteamericanas sin ninguna oposición de los desideristas.

Los dominicanos seleccionaron entonces al Dr. Francisco Henríquez y Carvajal como presidente, pero al éste no plegarse a los designios norteamericanos, éstos desconocieron su gobierno, declararon un régimen militar bajo su absoluto control (1916), disolvieron el congreso, desarmaron el país y suprimieron las libertades públicas.

El gobierno militar norteamericano cambió la legislación de tierras, inmigración y aduanas, de manera que los centrales azucareros pudiesen expandirse rápidamente y alquilar haitianos como trabajadores temporeros a bajo costo, y quedaron exonerados de todo impuesto. También bajaron drasticamente los impuestos de importación a los productos norteamericanos, con lo que la naciente manufactura dominicana se fue a pique.

El régimen comunicó por carreteras la principales regiones del país, amplió las comunicaciones telefónicas, mejoró las condiciones sanitarias y restableció el sistema educativo paralizado a consecuencia de la anarquía imperante tras la muerte de Cáceres, con lo que se abrieron nuevos caminos a la agricultura y al comercio interior.

Luego de finalizada la primera Gerra Mundial, en la que se reivindiacaron los derechos de las pequeñas nacionalidades, el pueblo dominicano inició en 1919, una campaña cívica nacional e internacional para recuperar su soberanía perdida, y se organizó en torno a la consigna de la retirada "pura y simple" de las fuerzas de ocupación, sin condiciones de ninguna clase.

Pero frente a la intransigencia norteamericana, los partidos caudillistas tradicionales aceptaron una retirada gradual, la vigencia de todas las medidas dictadas por los interventores el mantenimiento de las fuerzas armadas creadas por el gobierno de ocupación, la renovación de la antinacional Convernción Dominico-Americana, el mantenimiento del arancel de aduanas y las exoneradciones de imnpuestos a los ingenios azucareros, favorables a sus intereses económicos.

Bajo esos términos del "Plan Hughes-Peynado", con la única concesión del establecimiento de un gobierno provisional exclusivamente civil encabezado por Juan Bautista Vicini Burgos, con el encargo de organizar unas elecciones para elegir las autoridades nacionales, se terminó en 1924 el régimen de intervención militar norteamericano.

IX – 1924-1966: La tercera República y segunda ocupación norteamericana

En las elecciones de 1924, y con la abstención de los nacionalistas que se ocupusieron al Plan Hughes-Peynado, ganó por gran mayoría el Gral. Horacio Vásquez con el apoyo de Velásquez, quien resultó elegido vicepresidente por la Alianza Nacional-Progresista; mientras los antiguos jimenistas postularon al Lic. Francisco J. Peynado, co-autor del Plan, siendo los derrotados. El nuevo gobienro, con los recursos de un nuevo empréstito y gracias a la paz social existente, continuó las obras públicas y mantuvo las libertades públicas.

Sin embargo, el afán continuista del Partido en el poder, su carácter elitista y la creciente corrupción administrativo, deterioraron su imagen pública. El gobierno maniobró para obtener mediante un ardid constitucional la prórroga del período de ejercicio de los poderes del estado de cuatro hasta seis años; y conforme se acercó el año 1930 hizo modificar la constitución para que se permitiera la reelección presidencial, contra lo cual se había pronunciado otrora el viejo caudillo una y otra vez.

La oposición al régimen se tornó encarnizada, sobre todo por parte de una nueva agrupación política: el Partido Republicano, dirigido por el fogoso orador licenciado Rafael Estrella Ureña, representante de la joven pequeña burguesía urbana educada que había luchado frontalmente contra la intervención militar norteamericana. También hostilizaban al gobierno su viejo aliado: el Partido Progresista de Velázquez y el partido liberal de Desiderio Arias, entre otros. Pedro sobre todo la división del partido horacista en dos facciones: la del vicepresidente José Dolores Alfonseca y la del sobrina político del presidente: Martín Moya; la terminación de los recursos extraordainarios provenientes de un emprésitito de 10 millones de dólares y finalmente la gran depresión económica mundial del 1930, crearon las condiciones para la caída del régimen.

Partes: 1, 2
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