"El acto surrealista más simple consiste en salir a la calle con un revólver en cada mano y, a ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud. Quien nunca en la vida haya sentido ganas de acabar de este modo con el principio de degradación y embrutecimiento existente hoy en día, pertenece claramente a esa multitud y tiene la panza a la altura del disparo"
André Breton
Introducción
Esta exposición tiene como fin realizar un breve recuento del movimiento surrealista hasta 1929. Este movimiento tiene como fin otorgarnos una diferente aproximación al mundo desde un plano poco tocado antes en la literatura: el inconsciente. Los surrealistas encabezados por André Breton tomaron de Freud la idea de entender que la realidad actual, la que se da en la acción de vigilia puede ser explicada a partir de aquello que nos provee el inconsciente. Así, los sueños, los sentimientos y las emociones que experimentamos en este estado tienen que llegar a convertirse en la base de conocimiento de todo lo que significa una manifestación humana, ya sea la poesía o la ciencia.
La segunda parte presentará la relación que tiene Benjamin con el surrealismo, desde que llegó a tener contacto con él hasta la redacción de su ensayo Surrealismo, la última instantánea de la inteligencia europea. En este trabajo, Benjamin nos presenta un análisis bastante interesante acerca de la tarea que tiene que tener el surrealismo con respecto al futuro de la política y del arte. Ante eso, nos expone las características ya conocidas del movimiento y nos explica cómo esas llegarán a generar el cambio necesario para la revolución, aquella que los surrealistas incentivaron y que se convirtió en el aspecto más importante a la hora de examinar al mundo y a las imágenes que éste evoca en nosotros. Para Benjamin, las imágenes en su plano dialéctico contienen aquel contenido sintético y particular que puede llegar a cambiar la forma en la que entendemos al mundo, dejando de lado una perspectiva o muy materialista o muy ideológica, y mas bien, generando la praxis hacia la política y la cultura.
Surrealismo, definiciones y técnicas
El surrealismo puede ubicarse concretamente entre la época de entreguerras. Como nos cuenta Maurice[1]su génesis como movimiento empieza en Francia, pero se extiende a países como Bélgica, Inglaterra, España, Suiza, Alemania (entre otros en Europa), como también a México, Estados Unidos, Uruguay, Brasil y Argentina en América. Fue precedido por el Cubismo, el Dadá y el futurismo. Tanto Maurice como Klingsöhr-Leroy[2]coinciden en que uno de los principales movimientos se da en 1920, luego de la Primera Guerra. Esta reacción de los artistas se debió a que compartían un profundo desprecio por la sociedad burguesa y materialista que para ellos, fue responsable de la guerra. Tanto Breton, Eluard, Aragon, entre otros, proclamaban que nada querían tener en común con una civilización que los aplastaba y los mataba, y el nihilismo radical que sentían no solo se dirigió al arte, sino que se extendió a todas las manifestaciones de esa civilización[3]Breton utiliza algunas ideas de Sigmund Freud para el movimiento, como por ejemplo la importancia que le da el psicoanálisis a la imaginación y a los sueños, siempre relegados por la tradición racionalista. Con esto, lo que hace es desarrollar una nueva corriente de pensamiento, aquella que utilizará el artista para eludir el control de la razón. Así como Freud fundó la necesidad de entender cómo el subconsciente es finalmente una realidad que domina nuestros actos y pensamientos, Breton utilizó esta herramienta para aplicarla al arte, haciendo de éste una nueva manifestación basada en la imaginación y el subconsciente reprimidos, a su parecer, por la civilización y el progreso. La asociación con Freud no es de ninguna manera gratuita, pues es importante saber que Breton empezó su carrera estudiando medicina, y cuando trabajaba en el Hospital de Nantes, conoció a Jacques Vaché, quien lo introdujo a trabajos dadaístas antiburguesas. Con eso, Breton es capaz de conectar estas ideas antiburguesas con los sueños y las asociaciones mentales de los dementes del hospital, de quienes tomaba notas.
Era necesario, para los surrealistas, en ese entonces, volver a encontrarle sentido a la vida, ya que lo que quedaba de esa civilización eran las consecuencias de una superficialidad autocomplaciente de la vida, que con una fe perdida en la omnipotencia de los logros técnicos y científicos, sucumbió a una degeneración del sentido. Así, la única forma de salir de este problema era hacer un frente revolucionario antisistémico. Poco antes, los dadaístas ya habían emprendido campañas anarquistas, pero solo en el arte.
En esta época, los surrealistas, teniendo a la cabeza a Breton quien desde hacía ya dos décadas atrás venía generando el movimiento, se convierte en un líder carismático que pensaba generar un cambio efectivo en los diferentes ámbitos de la vida con sus seguidores para que este produjese un cambio efectivo en la realidad. El surrealismo, por tanto, a diferencia de los movimientos previos, no se constriñó al arte y a la poesía (aunque la lista de quienes lo constituían es prioritariamente de estas ramas), sino que buscaba, como ya será explicado, resolver los problemas fundamentales de la vida.
El término surrealista, como nos cuenta Cirici-Pellicer (1957)[4], debe el nombre a Apoliniare, quien es el primero en mencionar el nombre supranaturalismo. Esto se da entre 1910 y 1914 cuando en una conversación con Marc Chagall[5]un artista que llega a un Paris infestado de cubistas que habían sido contaminados, como también los impresionistas y los naturalistas, con el materialismo apóstata de su tiempo. Con eso, Chagall decide enseñarle sus pinturas a Apoliniare, este, ruborizado exclama: ¡sobrenatural! Luego, en 1917, Apoliniare estrena la obra Les Mamelles de Tirésias, y se le ocurrió poner debajo del título, en los volantes que repartió, la palabra drama, a la que luego le añadiría sobrenaturalista, que después de una modificación más, terminó cambiando al adjetivo, y le puso, finalmente drama surrealista[6]Cirici-Pellicer cuenta que es el propio Apoliniare quien nos explica la razón por la que se cambió el término: "Bien examinado, creo, en efecto, que es mejor adoptar surrealismo que sobrenaturalismo, que ya había en un principio empleado. Surrealismo no existe todavía en los diccionarios y será más cómodo de manejar que sobrenaturalismo, utilizado ya por los señores filósofos"[7].
Para Cirici-Pellicer, así como el arte clásico y el arte romántico reclaman a la historia haber sido reproducidos en muchas épocas, el surrealismo propone lo mismo. Según el autor, el surrealismo es una corriente que ha existido en todas las épocas y culturas, que se fue formalizando concretamente en Europa durante los años inmediatos a la Primera Guerra Mundial hasta organizarse en 1924 mediante la presencia de los siguientes tres hechos: a) la publicación del primer manifiesto de Breton; b) la fundación de una Oficina de Investigaciones Surrealistas y c) la creación de un órgano de prensa titulado La Revolución Surrealista, el primero de setiembre de 1924. Como nos dice Durozoi (1974)[8], en el Primer Manifiesto[9]Breton ilustra el concepto de SURREALISMO como: "automatismo psíquico puro mediante el que se propone expresar, sea verbalmente, sea por escrito, sea de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral". Además, agrega una definición enciclopédica:
Enciclopedia, filosofía: El surrealismo se funda en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación anteriormente desatendidas, en la omnipotencia del sueño, en el juego sin finalidad determinada del pensamiento. Aspira a la destrucción definitiva de todos los mecanismos psíquicos y pretende ocupar su lugar en la solución de problemas fundamentales de la vida. Profesan el surrealismo absoluto Aragon, Baron, Boiffard, Breton, Carrive, Crevel, Delteil, Desnos, Eluard, Gérard, Limbour, Malkine, Morise, Naville, Noll, Péret, Picon, Soupault, Vitrac."
Por otro lado, Durozoi nos explica que con la aparición del primer número de La Revolución Surrealista, la unanimidad de los colaboradores se basa en los siguientes principios: "el llamado mundo cartesiano que les rodea es un mundo insostenible, mistificador sin gracia, contra el que se justifica todas las formas de insurrección"[10]. Con eso, el surrealismo buscaba ser la respuesta a las tantas incógnitas que dejaba el pensamiento gobernando por la razón, como los problemas con respecto a la existencia. La lógica solo ha podido mantener su imperio mediante la supresión de cualquier otra manifestación del pensamiento. Con eso, las formas cotidianamente despreciadas del pensamiento como la imaginación (que ha sido apartada únicamente para los niños), así como también la sensibilidad, que necesita reivindicar sus derechos pues ella es la única capaz de proporcionar de nuevo cierto interés por la existencia y a lo que por esta se entiende, llevarán a los hombres a sustraerse de la mediocridad de lo cotidiano.
Así, lo que busca el surrealismo es abrir mundos nuevos, maravillosos y diferentes para poder demostrar que el mundo actual en el que se encontraban no era el único posible. Asimismo, otro de los fines de ésta corriente, al atacar directamente a la razón como aquella legisladora de todos los productos humanos, no es solo ofrecer nuevas alternativas para la asimilación de nuevos mundo, sino también es tratar de cambiar el orden social establecido. Como dice Durozoi (…) en efecto, en la medida en que la sociedad no se ha constituido más que a partir de manifestaciones parciales del espíritu, se pone de manifiesto que una reivindicación orientada al íntegro desarrollo del pensamiento solo puede provocar el desbarajuste: puesto que las estructuras existentes han quedado determinadas por un pensamiento truncado, no cabe pensar que puedan concentrarse con un pensamiento que desarrolle la totalidad de sus posibilidades[11]
Como vemos, el fin era destruir todas las ideas que la razón le ha impuesto al hombre y cualquier medio será bueno para demoler las ideas de familia, patria, religión, entre otras. Esta empresa no es cualquiera, desde los inicios del movimiento se entendió que el surrealismo tenía que cambiar el curso de la historia. Como ejemplo de éste punto, en el Segundo Manifiesto, Breton afirma: "todo induce a creer que existe cierto punto del espíritu en el que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, lo pasado y lo futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo cesan de ser percibidos contradictoriamente. En vano debe buscarse a la actividad surrealista otro móvil que la esperanza de poder determinar este punto"[12]
Para Durozoi[13]en el libro ¿Qué es el surrealismo?, Breton lo define como un movimiento
"(…) para adquirir una conciencia cada vez más nítida y al mismo tiempo más apasionada, del mundo sensible; como un paso decisivo hacia la unificación de la personalidad por hombres que, por encima de todo, están ciegamente entregados a rehusar, sistemáticamente, de un modo encarnizado, las condiciones en las que se les forzaba vivir (…)."
Siguiendo este argumento, nos cuenta Löwy[14]que Pierre Naville afirma que: "el pesimismo es el valor fundamental del surrealismo, pues así se puede hacer que la perdición del hombre sea útil".
Para De Torre[15]entre 1925 a 1935 suceden los años más escandalosos del surrealismo. Como hemos relatado, los primeros años del movimiento se basaron en manifestaciones y declaraciones colectivas que iban en contra de las leyes y estatutos tradicionales, primero en base al arte, pero luego, con la creación de la Revolución Surrealista su voluntad subversiva hacia una meta política era más que evidente. Para el autor, esta tentación comunista los llevó a hacerse una pregunta ¿acaso la emancipación del espíritu no exige previamente la liberación social del hombre? La respuesta, a pesar de ser afirmativa y de acorde con la época en la que estaba, no dejó de ser contradictoria con uno de los fines principales del comunismo: la propaganda. Indica De Torre que los surrealistas no comprendían la necesidad de utilizar su material artístico de manera propagandística a favor a la revolución ya que el sacrificio involucraba ceder a lo material, a una transformación que no solo estaba enfocada en el espíritu ideológico de la condición humana, sino también en la historia y en la empírea que lo rodea. La libertad artística, para ellos, no merecía sacrificarse por la necesidad revolucionaria.
El surrealismo, además de querer cambiar una forma de ver el mundo de acuerdo a una época específica, también nos entrega ciertas técnicas. Para Durozoi, el surrealismo presenta tres técnicas, las cuales fueron expuestas por Breton[16]a) cierto automatismo psíquico que corresponde con bastante exactitud al estado del sueño; b) los relatos de los sueños; c) las experiencias de un dormir bajo hipnosis. Aunque en un inicio le otorga mucha importancia a la tercera técnica, finalmente es la primera en dejar de lado, por lo que al autor llama "higiene mental". Con la única que se queda y a la que acaba dándole todos los reconocimientos es el automatismo. En el Primer Manifiesto afirma que es la única que representa correctamente al surrealismo, aunque no sea totalmente separable de las experiencias cuando se está durmiendo. Para De Torre, el automatismo tiene como fin la exploración del mundo del inconsciente, no con fines científicos sino poéticos, por medio de los sueños hipnóticos en alta voz y de la escritura automática[17]La influencia de Freud en este sentido desborda obviedad. Pero, ¿qué es lo que se pretendía con el uso de la escritura automática? De Torre afirma que el empleo sistémico de ésta, es decir, la transcripción directa de los sueños o de los estados de ánimo, realizados sin ninguna censura o represión, además de total indiferencia a la calidad del resultado, pretendía resolver las antinomias del espíritu, es decir, las de la vigilia y las del sueño, de la razón y la locura, del pasado y del futuro, incluso, la de la vida y la muerte. Para Breton, según este autor, el automatismo era no solo como un método de expresión en el plano literario y artístico, sino también como primera instancia encaminada a una revisión general de los métodos del conocimiento[18]
Durozoi[19]nos explica que, a pesar de que el ejercicio del automatismo para ser simple, pues básicamente involucra el acto de "vaciar" la mente a fin de que pueda irrumpir un flujo incontrolado de palabras; dejar que el lenguaje hable dentro de uno mismo sin pretensión de orientarlo mínimamente; confiar la escritura a un dictado interior, que obliga a transcribir estrictamente lo que da a entender[20]encierra grandes dificultades, pero sobre todo, como sostiene De Torre, los productos de esta actividad, en la mayoría de sus modelos, no ofrecen nada realmente profundo, como las esperadas obras maestras que los surrealistas esperaban.
Ante eso, señala De Torre que Breton, a vísperas de la guerra en 1937, deja de lado la escritura automática y propone nuevas técnicas: el humor objetivo y el azar objetivo[21](o lo que luego será llamado cadáver exquisito), siendo este último el más representativo en la obra de Breton que está basada en "analogías, coincidencias, premoniciones (…) de distintos episodios de su vida"[22]. Con respecto al humor objetivo, De Torre llega a rastrearlo hasta Hegel, quien en la Estética señala que (…) el humor afecta al objeto y a la forma que le imprime el reflejo subjetivo, prodúcese entonces una suerte de humor objetivo[23]En el caso del surrealismo, este humor objetivo es aquel que llega a romper la rigidez de las formas paradigmáticas ya instituidas, para poder así quebrar convencionalismos.
Walter Benjamin y el Surrealismo
Walter Benjamin, en palabras de Susan Buck-Morss[24]es un escritor revolucionario. La filosofía y la crítica literaria fueron sus oficios y de éstos se ocupó hasta el fin de sus días. Su vida transcurrió en un periodo difícil para cualquier judío que naciese en Alemania, pues fue uno más de los afectados por el totalitarismo nazi, del que tuvo que escapar en 1940, hasta que finalmente fue hallado muerto.
Su filosofía tiene un corte utópico, pues como base de ella se encuentra la dialéctica marxista, aquella que está provista de una historia que se supera a sí misma, para que así, se pueda encontrar la solución a los sueños utópicos de la sociedad.
La propuesta de Benjamin tenía como labor proporcionarnos un tipo de historia que ayudara a la humanidad a despojarse del pasado que la venía constriñendo, sobre todo en los ámbitos del arte, la poesía y la religión, aquellos tesoros culturales de los opresores[25]y que no dejaba terreno para la libertad de pensamiento. Así, la tesis del filósofo tenía como fin implantar un tipo de historia materialista que le permitiera al obrero reprimido por el burgués, salir de este cautiverio. La solución de Benjamin, inspirada por Marx, era darle a la historia el papel de ciencia del espíritu, para que así, la historia del proletariado no solo poseyera la capacidad de conocer su situación de clase, sino que también tuviera una motivación para la acción política, y con eso, encontrara la correcta forma de salir a la praxis.
Según Buck-Morss, la preocupación de Benjamin con respecto a los textos de Marx, es que éste, no se escapa de las distorsiones de su propia herencia cultural. Con esto, lo que propone es que la exposición marxista acerca de la función del hombre (el trabajo) y el valor que éste genera a los burgueses (el plusvalor) puede darnos un espectro adecuado de la conciencia de la clase, pero no necesariamente llamarnos a la revolución. Así, lo que se puede producir es la generación de una praxis sindical, sin que necesariamente esta llegue alguna vez a ser una praxis revolucionaria. Como es señalado por la autora, implícito estaba en la teoría de Benjamin, la necesidad de generar una educación materialista que dará un paso más allá del proyecto marxista, no solo generará cultura sino que también hará que esta sea una ideología revolucionaria.
Esta nueva ideología traía consigo el hecho de empezar a ver las mercancías culturales como imágenes dialécticas. El proyecto se dividía en dos partes: La primera era destructiva: la preservación de los objetos culturales del olvido por parte del aparato histórico y literario burgués tenía como costo el sacrificio de su valor de uso revolucionario. Así como la revolución política exigía el quiebre del aparato estatal burgués, de la misma manera el aparato cultural tenía que ser destruido. Particularmente la esquematización burguesa de la historia como continuum necesitaba ser barrida por la dialéctica. Tal como lo había advenido Engels, era necesario dejar de concebir las ideas y las formas culturales que las encarnaban como desarrollándose progresivamente desde una etapa temprana que era " superada" en el sentido de una "victoria del pensamiento (…) en general y para siempre". Benjamin sostendría que el orden temporal de sucesión no formaba una secuencia causal, de hecho, que no formaba secuencia significativa alguna. Así, el materialista histórico dejará de desgranar la sucesión de datos como un rosario entre sus dedos. Este imperativo cognitivo anticipaba el imperativo político: la conciencia de que las clases revolucionarias estaban haciendo saltar el continuum de la historia era un rasgo característico de su conciencia histórica en el momento de su acción. Dice Buck-Morss:
(…) Y mientras que el arte popular se hacía valioso para la educación materialista sólo cuando estaba mediado por una conciencia de clase, el arte que despreciaba el consumo de masas podía desempeñar una función revolucionaria a pesar de sus intenciones. Benjamin pensaba a Baudelaire como "agente secreto", descontento con su clase y su función social de dominio: La persona que lo confronta con su clase obtiene más de él que aquella que desde un punto de vista proletario, lo desestima por carente de interés[26]
La segunda parte de la transformación residía en el momento constructivo de la dialéctica. Los elementos de las culturas pasadas eran rescatados y redimidos, reunidos en novedosas agrupaciones que se conectaban con el presente en tanto "imágenes dialécticas" y así generaban textos, como los de Benjamin, que yuxtaponían diferentes elementos de un modo que transgredía todos los límites convencionales de las taxonomías mentales y materiales, y en el proceso, conectaba extremos de la escala que negaban la concepción de un espacio homogéneo.
Benjamin entiende el surrealismo como un arte alegórico que expresa la experiencia de aquello de lo que no se habla, de lo escondido, lo sufriente, de lo oprimido. Las "imágenes dialécticas" sustituyen las "imágenes metafísicas" de las tragedias de occidente. Lo que busca es encontrar una utopía del dolor, en donde se hacen evidentes la realidad que devino con la modernidad y la caída de la humanidad. La tesis de La obra de los pasajes es que, con el desarrollo del capitalismo, "un espeso sueño se precipitó sobre Europa y con él una reactivación de las fuerzas míticas". Susan Buck-Morss[27]explica que mientras el intelectual alemán Max Weber postula el triunfo de la razón abstracta y formal, durante los siglos XVIII y XIX, entendiéndola como un principio organizador de las estructuras de la producción, la burocracia y todas las formas culturales, Benjamin mantiene que, esta racionalización, así como lo sostuvo Freud, tiene un nivel onírico inconsciente.
Como hemos visto anteriormente, la revolución de los surrealistas franceses estaba en la misma línea que la revolución pedida por Benjamin, al menos al inicio del movimiento surrealista. Uno de los primeros trabajos en donde podemos notar esta índole se da en 1928, cuando Benjamin declara su ambición de recoger la herencia del surrealismo, manteniendo una corta estadía en París, empieza a congregar notas y materiales para un artículo provisoriamente titulado "Pasajes parisinos. Un encantamiento dialéctico"[28] que tiene la forma de yuxtaposición mencionada anteriormente. Así, en el texto, lo que podemos ver es que el lector tendría que formarse un juicio con la yuxtaposición de citas provistas por el autor. Su fin con este tipo de obras era generar imágenes dialécticas. Sus intenciones eran las de revivir el siglo XIX con las cosas que el siglo XX presenta por sí mismo, conduciendo al lector mediante este tipo de imágenes. Así, para Benjamin, las imágenes deben de transmitir un conocimiento determinado, una experiencia específica: una síntesis, pues la imagen lleva en sí misma un poder simbólico y se convierte en una parte de nuestra esencia particular y con eso, porta memoria. Las imágenes son las catalizadoras de las experiencias humanas, lo cual hace que estén materializadas y eso genera que sean singulares y perduren, como constituyentes de nuestra experiencia. Así, la tesis central de Los Pasajes, será explicar que él no trata de describir, sino de exhibir la descomposición de la historia en imágenes.
El texto, Surrealismo, la última instantánea de la inteligencia Europea de Walter Benjamin, fue publicado por primera vez en la revista Literarische Welt en 1929. Este texto, de un misticismo único, está constantemente inspirado en imágenes y de alegorías extrañas acerca del Paris de la época, y posee una extraordinaria riqueza para el movimiento surrealista, pues logra introducirnos en él, así como también ofrecernos muchas de sus técnicas. Es necesario entender que éste texto no es un artículo de crítica literaria, sino mas bien, se trata de un ensayo poético, filosófico y político de una gran importancia, ya que como dice Löwy[29]hace un recorrido por intuiciones fulgurantes e iluminaciones profanas sorprendentes.
En esta parte de la exposición, trataré de presentar algunas de las partes más importantes del ensayo. Para Benjamin, el surrealismo mantiene el espíritu inicial de sus progenitores, pues él también lo interpreta como todo menos una camarilla literaria — opinión que él atribuye a los "expertos" filisteos a los que irónicamente denomina los nueve veces sabios[30]
No se trata pues de un movimiento artístico, sino de un intento de de explosición dentro del campo de la literatura, gracias a un conjunto de experiencias mágicas de alcance revolucionario; más exactamente, de un movimiento iluminado, que busca la libertad, y con éstos, andan en el camino del comunismo.
Como ya hemos visto, la trayectoria de Benjamin caminaba ya por estos lares. Para Löwy[31]todo empezó cuando (…) Benjamin descubre el comunismo gracias a los hermosos ojos de Asja Lacis y la filosofía marxista por la lectura de "Historia y conocimiento de clase de Lukacs".
Esta similitud de pensamiento compartida, es mencionada por el autor, cuando a inicios del ensayo, menciona que es un observador alemán, situado en una posición infinitamente peligrosa entre la fronda anarquista y la disciplina revolucionaria[32]Para Benjamin, la dimensión libertaria del surrealismo se manifiesta de una manera más directa: Desde Bakunin a Europa le faltaba una idea radical de la libertad. Los surrealistas tienen esta idea[33]La hostilidad de la burguesía ante cualquier declaración de libertad espiritual radical[34]es la que llevó al surrealismo hacia la izquierda, hacia la revolución y, luego, hacia el comunismo. Hemos visto en la parte primera de esta exposición que los surrealistas encabezados por Breton tuvieron este ímpetu inicial de la revolución, y sin embargo, entre el 1930 al 1935 fueron dejando de lado esa alternativa, pues correspondía al orden de cosas que dejaba de lado lo utópico y se volvía más que todo material.
Es bastante anecdótico notar que mientras se escribía este artículo (1928), y luego su publicación (1929), no pasaron mas que dos años más para que las cabezas del surrealismo dejaran de considerar a la revolución como la respuesta adecuada al sinsentido que para ellos era la razón. Como es sabido, en 1927 Breton y otros surrealistas se afiliaron al Partido Comunista Francés. Sin embargo, para Benjamin, esta tendencia a una politización y al compromiso no debe ser entendida como muestra de que el surrealismo deba descontinuar su carga mágica y libertaria, sino mas bien, son precisamente esas cualidades las que le dieron al movimiento un protagonismo único al movimiento revolucionario: "Ganar las fuerzas de la ebriedad para la revolución. En torno a ello gira el surrealismo en todos sus libros y empresas.
De esta tarea puede decir que es la más suya. Nada se hace por ella por el hecho de que, como muy bien sabemos, en todo acto revolucionario esté viva una componente de ebriedad [35]En este sentido, la petición de Benjamin es que no se trate de ver más allá de lo enigmático con respecto a la revolución, la labor del surrealismo es tratar de proveer una opción dialéctica de lo cotidiano y hacerlo impenetrable. Para llevar a cabo esta tarea es del todo necesario que el surrealismo supere una postura demasiado unilateral y acepte asociarse con el comunismo.
¿A qué se refiere Benjamin cuando habla de esta "ebriedad"? Löwy[36]nos explica que es desde donde Benjamin querría extraer las fuerzas para la revolución. En Dirección única (1928), Benjamin se refiere a la ebriedad como la expresión de la relación mágica entre el hombre antiguo y el cosmos, pero también deja entender que la experiencia de la ebriedad que caracterizaba esta relación ritual con el mundo ha desaparecido en la sociedad moderna. No obstante, en su ensayo El surrealismo, la última instantánea de la inteligencia europea parece haberlo reencontrado, bajo una nueva forma, en el surrealismo.
Para Löwy, se trata de una figura que recorre numerosos escritos de Benjamin: la utopía revolucionaria debe pasar por el redescubrimiento de una experiencia antigua, arcaica, pre-histórica: el matriarcado (Bachofen), el comunismo primitivo, la comunidad sin clases ni Estado, la armonía original con la naturaleza, el paraíso perdido del que nos aleja la tempestad del progreso, la vida anterior en la que la adorable primavera no había perdido todavía su olor (Baudelaire[37]En estos casos, la propuesta de Benjamin no está proponiendo una vuelta al pasado, sino más bien, según la figura dialéctica, un desvío a través del pasado hacia un porvenir nuevo, que integre todas las conquistas de la modernidad desde 1789.
Luego, Benjamin propone que sepamos diferenciar entre las formas inferiores y primitivas de la ebriedad —que incluirían el éxtasis religioso o el de las drogas— y una forma superior, llevada a cabo por el surrealismo en sus mejores momentos: la iluminación profana. Figura rica pero difícil de delimitar. Este tipo de ebriedad puede ser encontrada, de forma no religiosa, en el amor cortés como en la revuelta anarquista en Nadja[38]y en el misterio presente en el corazón de lo cotidiano. Esta, consiste, en el papel preponderante de las experiencias mágicas sobre las palabras, en las que se interrelacionan consigna, fórmula de encantamiento y concepto.
Páginas después, Benjamin entra en el análisis a un descubrimiento, hecho por los surrealistas, lo que será llamado por él, las energías revolucionarias que se ocultan en "lo anticuado". Pasan por ellas las primeras construcciones de hierro, las primeras fábricas, las fotos antiguas, los objetos que empiezan a morirse, los pianos de cola. No obstante, Benjamin no explica cuál es la conexión que vincula estos objetos a la revolución. Löwy[39]esboza una especie de tesis, en donde se pregunta si ¿podría tratarse de un signo de la precariedad, de la historicidad, de la mortalidad de las estructuras, de los monumentos e instituciones burguesas? O si es acaso ¿un comentario irónico y subversivo a propósito de la pretensión burguesa por la "novedad" y la "modernidad". Yo me quedo con la segunda acepción, pues luego en el párrafo mantendrá un análisis en donde menciona que la moda, se ha encargado de quitar la esencia a aquellos que están viviendo en la urbe, demostrándonos así que la miseria urbana e incluso la tristeza de los barrios proletarios de las ciudades son nada más que eventos sin ningún tipo de significado dentro de las imágenes que representan, yendo en contra de lo propuesto por él inicialmente; imágenes que remiten a conceptos particulares llenos de contenidos en base a la dialéctica.
Cambia de tema en el siguiente párrafo para mencionar a la ciudad de París, que ha sido para muchos el más soñado de estos objetos. La ciudad se convierte en fuente de experiencia revolucionaria, en la medida en que sólo la revuelta hace resaltar de una manera absoluta el rostro surrealista. Para Löwy[40]el argumento de Benjamin varía entre distintas aproximaciones que sin ser necesariamente contradictorias, están lejos de expresar un criterio unívoco. A no ser que ese criterio no sea el mecanismo consistente en cambiar la mirada histórica sobre el pasado por la mirada política, es decir, encarar cada objeto desde el punto de vista de su futura —próxima— abolición revolucionaria[41]
Luego, Benjamin nos presenta una crítica acerca de los prejuicios románticos encontrados en el surrealismo. Para él, representada en la manera demasiado rápida y para nada dialéctica de concebir la esencia de la ebriedad. Los surrealistas no se dan cuenta de que la lectura y el pensamiento también son fuente de iluminación profana pues han venido utilizando técnicas en donde se reprocha la utilización de la razón y del pensamiento y se prefiere mas bien a figuras en donde se rechaza cualquier tipo de representación que se rija bajo la lógica. El ejemplo que relata es el siguiente: por muy apasionada que sea la búsqueda en relación con la ebriedad del hashish, no proporcionará ni la mitad de información que sobre ésta proporciona la iluminación profana del pensamiento. Esta crítica resulta ser bastante contradictoria con el sentimiento del movimiento, pues desde inicios de éste, los surrealistas siempre han preferido la utilización de las técnicas que analizan el sueño y las emociones del inconsciente antes que inclinarse a las experiencias de la droga.
Por otro lado, entre las iluminaciones profanas en las que el texto de Benjamin es rico, no hay ninguna más sorprendente ni más extraña por su fuerza premonitoria que el acuciante llamamiento a la organización del pesimismo. Nada hay para Benjamin más irrisorio y estúpido que el optimismo de los partidos burgueses y de la socialdemocracia, cuyo programa político no es más que un mal poema de primavera. Contra este optimismo sin conciencia, este optimismo de diletantes, inspirado por la ideología del progreso lineal, Benjamin descubre en el pesimismo el punto de convergencia efectivo entre surrealismo y comunismo. Es importante entender que este sentimiento es exactamente el que expusimos al inicio del apartado de Benjamin, es un pesimismo activo, que se encuentra organizado, material, volcado en el objetivo de impedir, con todos los medios posibles, el advenimiento de lo peor.
En este momento, Löwy se pregunta: ¿en qué consiste el pesimismo de los surrealistas? Para Benjamin, se refiere a ciertas profecías y al presentimiento de ciertas atrocidades en Apollinaire y Aragon: Asaltan las editoriales, tiran al fuego las colecciones de poemas, matan a los poetas. Lo que impresiona en este pasaje es la previsión exacta de un acontecimiento que iba de hecho a producirse seis años más tarde —el auto de fe de libros por los nazis en 1934. Pero éste no es el único extraño presentimiento de este texto. En cambio, nos preguntamos a qué puede referirse el concepto de pesimismo aplicado a los comunistas; una doctrina que en 1928 celebra los triunfos de la construcción del socialismo en la URSS y la caída inminente del capitalismo, ¿no parece más bien un claro ejemplo de ilusión optimista? De hecho, Benjamin ha tomado el concepto de "organización del pesimismo" de una obra que califica de "excelente", La Révolution et les intellectuels (1926) de Pierre Naville. Miembro activo del grupo surrealista (había sido uno de los redactores de la revista La Révolution surréaliste), Naville había optado en aquel momento por el compromiso político en el movimiento comunista. Cuando intenta hacer compartir esta opción a sus compañeros, les propone abandonar el estímulo anárquico y caótico que los embargaba y mas bien, alinearse a las bases de la lucha de clases, además de comprometerse a la acción revolucionaria. Como se ve, para el autor, la única vía posible era la marxista.
Debido a lo que ya hemos visto, Benjamin retoma la propuesta de Naville, y hace suya la necesidad de la revolución, alentando a los surrealistas a acompañarlo. Es más, la posición de nuestro autor es aún mucho más receptiva frente al movimiento. Löwy nos propone entender un poco más cómo nace y se transforma este sentimiento desde Naville, y lo cita: habrán "razones que puede darse todo hombre consciente para no confiarse, sobre todo moralmente, a sus contemporáneos", el pesimismo que constituye "la fuente del método revolucionario de Marx" se presenta, ante sus ojos, como el único medio de "librarse de las nulidades y de las contrariedades de una época de compromiso". Y sigue: rechazando la posición de una tal Spencer y llamándolo "cerebro monstruosamente limitado"— o de un Anatole France, del que detesta "los halagos infames", Naville concluye: "es necesario organizar el pesimismo", "la organización del pesimismo" es la única consigna que nos impide debilitarnos.
Pero finalmente, lo que sucede es que la lógica del pesimismo lo pone en contra de lo propuesto por las izquierdas de la época y lo llevan a pasar a las filas de los llamados trosquistas, de los que luego será un líder acérrimo. Según Benjamin, uno de los principales problemas planteados en el artículo de Naville es saber si la revolución está pidiendo que se dé el cambio de intenciones o el cambio de circunstancias exteriores. Desde su perspectiva, los surrealistas son quienes más se aproximan a lo que denomina la "respuesta comunista", basada en un "pesimismo general", total y generalizado. Resalta, así, su desconfianza ante el destino de la literatura, la libertad, del hombre europeo y de cualquier acomodación. Sin embargo, les atribuye irónicamente una confianza ilimitada en la compañia química I. G. Farben y en el perfeccionamiento pacífico de la Luftwaffe.
En este sentido, la iluminación profana de Benjamin va mucho más allá que Naville —del que toma nada menos que el espíritu de desconfianza y el rechazo de los compromisos— y que los surrealistas. Es la mirada pesimista y revolucionaria la que le permite intuir el futuro catastrófico de Europa, resumido en la frase sobre la confianza ilimitada. Es obvio que para entonces no eran previsibles ni la destrucción que generaría la Luftwaffe en Europa, ni el papel que desempeñaría la I. G. Farben a través de la fabricación del gas Zyklon B utilizado para "racionalizar" el genocidio, ni que sus fábricas iban a utilizar a miles y miles de recluidos como mano de obra. Sin embargo, es destacable esta intuición de Benjamin acerca de las potencialidades de la industrialización burguesa, única además entre los marxistas de la época.
Finalmente, el artículo concluye identificando al surrealismo como heredero del que llama el materialismo antropológico de Hebbel, Büchner, Nietzsche y Rimbaud, que sería distinto al de Vogt y Bujarin, al que tilda de metafísico. No obstante no se explaya en el materialismo antropológico del que habla, sí señala que se trata de comprender a la realidad como un cuerpo vivo, cuya tensión revolucionaria al convertirse en descarga revolucionaria llevará a que la realidad se vea lo suficientemente desbordada como para responder a las exigencias del Manifiesto Comunista.
Pese a que no señala a qué exigencias se refiere, Benjamin añade el siguiente comentario hacia el final: Hasta el momento los surrealistas son los únicos que han entendido la consigna que hoy ofrece [el Manifiesto comunista]. Uno después de otro cambian sus ademanes por la esfera de un sueño que marca los sesenta segundos de cada minuto. Aquí encontramos que Benjamin no solo coloca a los surrealistas por encima de otros intelectuales marxistas, sino que asocia al movimiento propiamente a la imagen dialéctica del sueño, ya no solo con la Vague de rêves de Aragon, a quien cita inicialmente a propósito del estadio "heroico" del movimiento, cuando su "núcleo dialéctico" estaba aún opaco.
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