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Urimare, la princesa guerrera (Venezuela) (página 2)

Enviado por FRANCISCO NATERA


Partes: 1, 2

Se estaban reuniendo las naciones de los Hombres Libres que abarcaban toda la tierra conocida entre el interior del centro de Venezuela y la extensa costa de su litoral. Desde las frías montañas de Los Teques y El Jarillo, pasando por la serranías de Mariche, Guarenas, Guatire, Naiguatá, Macuto, Maiquetía, Chichiriviche, Tarma y Catia La Mar.

Se pactaba el golpe final a los hombres blancos invasores, quienes habían causado un surco de sangre y lamentos en las naciones, habían esclavizado a los cautivos y violado a las mujeres.

Últimamente 50 guerreros mariches habían sido empalados frente a la muralla del poblado de los invasores llamado Santiago de León de Caracas. Los guerreros agonizaron por tres días y tres noches, clavados en sus estacas.

Los piaches de las 500 tribus y las 12 naciones de los Hombres Libres, se agruparon en la explanada y la noche brilló salpicada de miles de fogatas.

Diez mil guerreros se amontonaban, mientras en la gran choza de Aramaipuro conversaban los grandes caciques y los doce consejos de ancianos. Los piaches danzaban y repartían chicha y pócimas contra los malos espíritus.

Habló Guaicaipuró:

-Mi pueblo sufre por la arremetida de los invasores. Dicen que vinieron por donde cae el sol y antes, algunos los vieron en grandes canoas cerca del mar.

-Nos matan, esclavizan y toman a nuestras hembras. Su poder es grande y se basa en armas que producen mucho ruido y relámpagos, en cambio nosotros tenemos nuestras flechas, cerbatanas, macanas y sobre todo nuestro valor para defender la amada tierra.

-Ellos nos temen porque saben que somos muchos, pero estoy convencido que vinieron para quedarse.

-No podemos negociar con ellos porque solo les interesa algo que ellos llaman oro. Lo malo es que si permitimos que saquen su oro, tampoco se irán y por el contrario esto hará que se arraiguen más y más. No nos queda otro camino que luchar hasta morir!

Aramaipuro el huésped escuchaba atentamente mientras fumaba tabaco oloroso en su pipa. A su lado Urimare, no le quitaba un ojo a la imponente figura de Guaicaipuró.

Aramaipuro, se levantó y habló con alta voz:

-Mi pueblo sufre igual rigor. Hemos perdido muchos guerreros y mujeres. Ellos exterminan a los viejos, niños y toman nuestros depósitos. Están destruyendo nuestra vida y nuestra tierra. Son poderosos con sus rayos de muerte, pero no podemos rendirnos. Ya algunos pueblos en el borde de esta tierra, han tratado de convivir con ellos y han sido esclavizados y obligados a servirles sin dignidad.

Un tumulto de voces se levantó desde la audiencia y así fueron tomando la palabra los principales caciques, para llegar a la conclusión de que se avecinaban tiempos más difíciles de sangre, miedo, luto y guerra.

Ya tarde, algunos líderes se concentraron alrededor de las hogueras y contaban sus hazañas a distintos grupos de las tribus.

Guaicamacuto, contaba como en el sitio de los "Uveritos", en el poblado de "El Cojo", Macuto, hubo una gran reunión comunal, de todas las tribus del Litoral Central, para combatir a Francisco Fajardo, el mestizo traidor quien era un disfraz cruel de medio blanco y medio indio, antiguo fundador de Caraballeda y voraz abusador de todos en la comarca playera.

La Gran Asamblea Convocada bajo el cobijo de grandes matas de almendrón y uveros de la tierra, determinó combatir a sangre y fuego a Fajardo, quien tuvo que huir ante la grave amenaza de las tribus.

PLANIFICANDO LA GRAN BATALLA:

Al día siguiente las deliberaciones condujeron a la planificación de la gran batalla de "Maracapana" o la batalla "Libertad".

Sin discusión alguna Guaicaipuró fue reconocido como el Gran Jefe Comandante Supremo o "Guatoporí" y su columna de 2000 guerreros teques debería marchar por el llamado "Camino de los Indios" que unía las alturas de "El Jarillo" con la parte oeste del valle de Caracas.

El título de GUATOPORÍ, se había hecho tradición para honrar al gran jefe de los Tarmas, ya extinto, de nombre Guatoporí, quien había demostrado una fiera valentía en contra de los invasores.

Guatoporí, pasó a ser sinónimo de Jefe Comandante Supremo.

Aramaipuro y su segundo Aricabuto, fueron designados jefes del estado mayor central escoltados por Naiguatá, Uripatá, Anarigua, Mamacuri, Querequemare, Prepocumate, Araguaire y Guarauguta

Tiuna fue reconocido como el comandante armador de la batalla en el sitio de Maracapana, cuya explanada se adentraba entre la laguna de Catia al oeste, toda la franja que limita al norte el Guaraira Repano y al sur con la menores colinas que daban al antiguo poblado de El Paraíso, hoy asiento de una moderna urbanización llamada "23 de Enero" en la gran ciudad capital de Caracas.

Por el este, el campo de batalla se extendía hasta el centro de lo que ocupa la ciudad de Caracas en el Palacio de "Miraflores", asiento del Ejecutivo Nacional Bolivariano de Venezuela.

Tiuna comandaba 4.000 guerreros y debía marchar por el sur en el camino llamado de "La Vega", pasar las pequeñas colinas y caer directamente en las inmediaciones de la laguna de Catia, exactamente en donde se encuentra hoy la plaza Catia, en honor de Antonio José de Sucre, gran mariscal de Ayacucho, mártir de la libertad y vencedor de la batalla de Ayacucho en el Perú.

El plan consistía en coordinar allí con otros caciques importantes provenientes del Litoral comandados por Aricabuto y Guaicamacuto, seguidos por Naiguatá, Uripatá, Anarigua, Maiquetía, Mamacuri, Querequemare, Prepocumate, Araguaire y Guarauguta con una columna de 7.000 guerreros.

Aramaipuro y Aricabuto, se comprometieron a llevar la columna de los mariches siguiendo el borde del Guaraira Repano, para luego bajar hacia la laguna de Catia, en el contingente iría Urimare comandando su pelotón de 100 indios e indias mariches de choque, su misión por ser los mejores entrenados en el combate, era bloquear el callejón entre la laguna de Catia y la ciudadela del poblado de Santiago de León de Caracas.

El resto de la reunión se dedicó a observaciones y comentarios sobre las vías y desarrollo del futuro combate en el "Sitio de las Maracas" o en lenguaje Caribe simplemente "Maracapana".

Es curioso que el futuro sitio de la gran confrontación de todas las batallas, tuviera una relación con la sonoridad de las maracas, especie de instrumento usado por los piaches para exorcizar los malos espíritus, con el futuro decisivo que podría ser vital para la continuación de la vida en esta tierra conocida.

Guaicaipuró, seguido por sus lugartenientes salió fuera de la choza y en un cúmulo adornado por ramas y flores, frente a la explanada se dirigió a las tribus congregadas:

-Los invasores han hoyado el suelo de nuestras tierras, han esclavizado, se han apoderado de nuestras hembras y han quemado nuestros poblados.

-El consejo Supremo de todas las tribus ha decidido eliminar al invasor y nos disponemos a asediarlo en el "Sitio de las Maracas", cerca del poblado del Valle de los Caracas, a los pies del Guaraira Repano, antes de llegar al río Guaire en el sitio que llaman Catia. En dos días estaremos concentrados y marcharemos a destruir el poblado de los invasores.

El anuncio despertó una algarabía de miles de gargantas y una tormenta de chispas se alzó de las fogatas.

La luna llena rojiza se expandió sobre las nubes, estaba preñada de agua y la tormenta se presentaba sobre las montañas.

Como presintiendo el futuro el temible Guaraira Repano, el "Sitio del Viento Veloz" se oscurecía por momentos, preparando el sombrío panorama de una confrontación nunca vista!

El sitio de las maracas: Maracapana

La gran batalla decisiva. La apuesta a todo o nada. O son ellos o nosotros.

Muchas veces hemos leído sobre Carabobo, Ayacucho, Junín o Bomboná. Hemos llorado nuestros reveses de La Puerta o de la carnicería de la Casa Fuerte de Barcelona, del heroísmo margariteño en Matasiete, pero nadie ha escrito o llorado y ni siquiera recordado lo que significó para nosotros los venezolanos, la dura lucha realizada por nuestros Hombres Libres en el Litoral Central y en el hermoso territorio del Valle de Caracas.

Nadie recuerda la gran batalla de "La Colina de la Cruz" en donde el cacique Maracay derrotó al sanguinario conquistador Juan Rodríguez Suarez. Millones de Hombres Libres murieron en combates por casi doscientos años. Nuestra guerra de independencia duró menos de 15 años!

En Maracapana fueron puntuales las columnas que venían del Litoral e igualmente las columnas mariches.

Tiuna y sus guerreros estaban ya enclavados en el centro de Catia y fue coordinando la llegada de cada columna la cual era saludada con vítores y charanga, seguida de guaruras.

Organizaba la logística del combate y las señales de desplazamiento eran acordadas por el clamor de los caracoles o guaruras.

El enemigo no dormía, días antes Diego de Lozada inquieto ante las evidentes señales visibles del enorme desplazamiento de los indios, había convocado a sus tenientes.

Eran unos 150 oficiales peninsulares, secundados por unos 1000 indios traídos de Yaracuy y otros que habían sido bautizados y esclavizados.

Pedro Alonso de Gáleas, fue comisionado por el Capitán para formar una barrera combativa en la entrada de Petare, para impedir todo ataque desde el este hacia el poblado de Caracas.

El resto de los peninsulares y sus comandantes fueron instruidos para marchar desde la ciudadela en la esquina de Principal, caminando por el estrecho camino hacia Catia para oponerse a cualquier fuerza que pudiera venir de ese lado.

LA VISTA DE LA ACTUAL CATIA EN CARACAS:

Yo que narro estos acontecimientos me trasladé hoy al sitio de la gran batalla, esto empujado por mi sentimiento de que la batalla más impresionante y decisiva que se realizó en el combate por la libertad de Venezuela, nunca ha sido descrita o tomada en cuenta por casi nadie.

Bajando por la avenida Urdaneta, al lado del palacio de Miraflores en la ciudad capital de Venezuela, teniendo a la izquierda las colinas del Observatorio y el glorioso cuartel de la montaña, génesis de otra epopeya reciente en la lucha por la libertad, me doy cuenta de la garganta estrecha que me lleva al oeste, anclada por el flanco izquierdo por el río "Caño Amarillo" y por el norte con las colinas que bajan del Guaraira Repano.

Diríamos que es un pasadizo de unos dos o tres mil metros de ancho, el cual nos conduce como un tubo a "Gato Negro" el parque "Alí Primera" y la plaza Catia.

Hoy el transporte subterráneo Metro sigue esta garganta raudo en sus idas y venidas, sin sospechar que pisa en un terreno que fue disputado a sangre y fuego en contra de los invasores esclavistas que invadieron una Venezuela antigua de 20 mil años antes que ellos llegaran a nuestra amada tierra.

Llego a la Plaza Catia en cuya explanada se reunieron las tribus y mi alma puede otear el alboroto de más de 400 años atrás en el cual Tiuna esperaba al "Guatoporí", el ungido e intocable, comandante en jefe Guaicaipuró.

Los hombres blancos con unos 100 caballos lideraban la marcha que salió de la ciudadela, por los lados del hoy palacio de Miraflores. Detrás marchaban una abigarrada columna algunos peninsulares pobres, indios yaracuyanos esclavos y otros recien bautizados, menos confiables.

Todos no pasaban de mil, pero los de a pie iban armados con algunos cientos de arcabuces y en carretas se transportaban dos culebrinas con sus dotes. A nadie le faltaba una lanza, falange o espada toledana y los grandes llevaban sus brillantes armaduras.

La garganta de "Agua Salud"

Ya Urimare había tomado posición en el pasadizo a la altura del sitio llamado "Agua Salud", en donde hoy trepida una flamante estación del gran metro de Caracas.

Sus guerreros tenían la misión de impedir cualquier avance del enemigo hacia la plaza de Catia. Todos tenían lanzas y cuchillos de hueso u oxidiana, además de macanas coronadas de piedras afiladas, su fuerte eran los arcos y flechas lanzadas por las columnas de guerreros, quienes tenían una gran puntería y ferocidad.

17 mil guerreros bullían desde la laguna de Catia, esperando la orden de marchar en un frente de 4 kilómetros hacia el poblado de Santiago. A cada sonido de guarura marchaban las columnas.

La avanzada de caballos españoles venía al trote por el camino y aquí fue recibido por una lluvia de flechas de la avanzada comandada por Urimare.

Atrás en la laguna, Tiuna evaluaba las alternativas de la batalla y esperaba a su "Guatoporí" o comandante general, quien ya a esta hora debería haber llegado a su comando.

Desgraciadamente una tormenta se había desencadenado sobre los cielos del "Camino de los Indios" y Guaicaipuró estaba atascado tratando de pasar inmensas torrenteras en el sitio del "Jarillo" y nadie había podido superar la enorme distancia que los separaba de Catia.

Un sudoroso correo llego a la presencia de Tiuna y le informó de los graves inconvenientes que enfrentaba el Jefe en el terreno, así como la orden de ataque general hacia el este.

Tiuna mandó a tocar las guaruras de ataque general y las columnas de guerreros avanzaron hacia el enemigo.

Diego de Lozada avizoraba el territorio desde el "Observatorio" al sur de su acometida y pudo vislumbrar con preocupación el grueso de la oposición a su acometida.

En la garganta, cada ataque de los aborígenes era fulminada por decenas de arcabuces y al instante morían 100 de ellos. Un surco de sangre marcaba el lento avance de las tropas hacia Catia.

Urimare recibió el envión de la avanzada invasora y sus guerreros acuchillaron a decenas de enemigos. Saltaban desde los matorrales y arboles como sombras mortíferas, hasta que llegó una carreta con una culebrina de bronce. Al primer disparo los atacantes aborígenes fueron fulminados por miles de fragmentos incandescentes que los cegaron en forma impresionante. Sonaba el cañón y caían cientos.

Urimare atacaba y contenía la marea de reflujo de los heridos y mutilados, mientras que los muertos yacían por decenas a su alrededor. No era una cuestión de valor o hasta de imprudencia, era un rayo devastador no comprendido que cortaba, segaba y mataba sin piedad. Algo de los demonios.

Sin embargo ella, la altiva, la nunca sometida, gritaba como una sirena:

-"Ana Karina Rote…Amucón papororo itoti nantó"· SOLO NOSOTROS SOMOS HOMBRES LIBRES, LOS DEMÁS SON ESCLAVOS!

Urimare luchaba al lado de Guaico, su pareja y gran amor, ambos eran los brazos implacables del desesperado sostén de la avanzada.

Ellos sabían un secreto bien guardado por parte de los invasores: Sus armas se alimentaban de un polvo negro, contenido en grandes barricas de madera y que ellos llamaban "pólvora".

Ya Urimare había probado que en días lluviosos, los españoles no podían accionar sus temibles armas, porque el "polvo negro" se mojaba y era inútil. Igualmente sabía que la candela era "enemiga" del polvo negro y cualquier contacto con ella la hacía estallar por los aires. Candela contra pólvora!.

Era urgente que se hiciera algo para contener los cañonazos del enemigo: O mojaban su pólvora, algo casi imposible o le prendían fuego a los barriles de madera que llevaba la carreta que sostenía la "culebrina".

-Guaico! Ven acá y escucha bien lo que te pido:

Debes acercarte lo más posible a la carreta en donde disparan la gran arma asesina, que tanto daño nos hace. Usa una flecha "luciérnaga" (Flecha en cuya punta iba un tejido seco e impregnado de brea y en donde se prendía una fuerte llama). Apunta bien uno de esos barriles que tienen atrás y corres hacia aquí, para evitar el estallido.

-Si mi princesa!, me llevo a dos y haremos lo que tu dices!.

-Guaico, hijo de mono!, o te ganas tu pluma roja de cacique o yo misma voy y lo hago!

Guaico se le quedó mirando arrobado a la ennegrecida figura y en silencio se retiró seguido por sus dos lugartenientes.

Reptando por entre los matorrales se fueron acercando a la carreta con la mortal culebrina, quien escupía fuego y plomo cada 5 minutos.

Necesitaban ponerse a tiro a menos de 30 metros, para poder encender la mecha de la flecha "luciérnaga".

En un túmulo del terreno se acurrucaron los tres, a la espera de una ráfaga de humo, que les permitiera ir a un matorral aledaño a la temible arma.

En un instante todo pareció propicio y corrieron hacia su objetivo, pero con la mala suerte que fueron avistados por algunos invasores que custodiaban el emplazamiento. Los arcabuces ladraron y tres cuerpos cayeron al suelo, aunque nadie se acercó a verificar la muerte de los abatidos.

Guaico yacía boca arriba y los cadáveres de sus amigos lo cubrían. Había sido herido, pero en forma muy leve en una pierna. Permaneció muy quieto por algunos minutos y la ráfaga de humo esperada, le brindó el impulso para apartar a sus hermanos muertos y reptar hacia el ansiado matorral.

Allí llegó jadeante y se cubrió bien con las ramas. A menos de 15 metros vomitaba fuego la aterradora culebrina, rodeada de unos 10 servidores, quienes sacaban pólvora y trozos de metal de los barriles, para alimentarla por su boca humeante.

Guaico, esperó su oportunidad y tanteó su mapire para extraer la "luciérnaga", el otro paso era producir fuego, darle candela y dispararla a los barriles de pólvora.

De un saco pequeño de cuero sacó un musgo seco y dos piedras negras. Poco a poco empezó a frotarlas, para hacer candela, aunque en este instante sucedió algo insólito: Una flecha de candela, cayó muy cerca de donde estaba e inició un pequeño incendio en el matorral que usaba de escondite.

Rápido como una centella, metió la punta de su "luciérnaga" en la candela y casi se puso de pie, para dispararle el flechazo a los barriles.

Los españoles lo vieron erguirse y se aprestaron a eliminarlo con sus arcabuces.

Demasiado tarde…la flecha mariche, realizó un arco de fuego en el humeante aire y certeramente perforó uno de los barriles.

El estallido fue instantáneo y arrastró a todos los que estaban a su alrededor.

Guaico apenas tuvo tiempo de lanzarse al suelo y entre una gran humarada corrió hacia su retirada.

Urimare, quien había mandado a un emisario a lanzarle la flecha incendiaria salvadora a Guaico, sabía que su "hijo de mono", había conquistado su pluma roja de cacique, en brava y casi suicida lucha. Su corazón se desbordaba de orgullo y de amor.

Guaico regresó medio maltrecho y algo herido, pero el abrazo de su princesa, compensó el sufrimiento y el susto.

Sin embargo, la lucha continuaba y los invasores no daban tregua en su intento de ganar la gran batalla.

Al rato llegó al sitio defendido por Urimare un segundo cañón de bronce tipo "culebrina" y la devastación los obligó a retroceder hacia Catia. Mientras morían miles de aborígenes, caían solo unos pocos atacantes invasores.

Diego de Lozada desde la altura del Observatorio pudo divisar entre la metralla y el humo, el penacho rojo de Urimare que saltaba entre los grupos, atendía a los heridos y gritaba buscando coraje y determinación en sus devastadas huestes. Todo era inútil y fantasmagórico, solo morían Hombres Libres.

Un grupo comandado por el propio Tiuna llegó en su auxilio y esto apenas pudo revitalizar la alicaída línea de batalla.

Mientras tanto en la explanada de Catia se amontonaban casi 10 mil guerreros y de repente cundió el pánico, ante la llegada de otro correo proveniente de Guaicaipuró, quien avisaba que era imposible estar al mando porque las condiciones del terreno, los diluvios de cataratas inmensas, le impedían avanzar hacia Caracas.

Tiuna llegó a ser informado que había sido nombrado "Guatoporí" o Comandante en Jefe y luego de detener por momentos el avance español en "Gato Negro", retrocedió a la laguna de Catia para reorganizar la batalla.

Todo fue inútil, muchos caciques habían emprendido la huida rumbo a "El Junquito", vía el "Camino de los Indios". Los que se retiraban admiraban a Tiuna y su gran valor, pero la falta de Guaicaipuró la tomaron como un mal aviso de destrucción y muerte.

Tiuna volvió al combate con unos 3 mil bravos y regresó al sitio que dolorosamente sostenía Urimare.

Los pajonales del "Caño Amarillo" ardían y se levantaba una cortina de humo protectora.

Diego de Lozada en una maniobra audaz y ya informado de los inconvenientes de Guaicaipuró por un correo que recibió desde Petare, decidió aventurarse por las colinas del hoy "23 de Enero", las cuales flanqueaban el campo de batalla hacia el sur. Encontró poca resistencia y se lanzó directo a la retaguardia de Tiuna y sus tropas.

Tiuna advirtió tarde la maniobra y en una retirada desesperada hacia el abra que conduce al mar, trato de proteger a sus combatientes y en donde ya estaban los 20 guerreros que le quedaban a Urimare y otros que comandaba su padre Aramaipuro, quien había peleado defendiendo la retaguardia.

Lozada no encontró resistencia en la laguna de Catia y los pocos que todavía merodeaban fueron acuchillados en el acto.

Las tropas de Tiuna ya fugitivas por la quebrada "Tacagua" que bajaba al Litoral Central, apenas pudieron llegar al sitio de "El Limón" y desesperados siguieron su angustioso camino.

Los españoles y sus tropas no los persiguieron demasiado, pues temían ser objeto de emboscadas en al abrupto terreno de bajada al Litoral.

Arriba en la explanada del sitio de la gran batalla, entre la laguna de Catia y Miraflores, habían quedado tendidos unos 10 mil combatientes por la libertad. Apenas los conquistadores habían perdido unos 50 españoles y 500 indios de su tropa.

La tarde gris luto llorosa de lluvia, se posaba sobre el suelo rojo de sangre en el sitio de Maracapana. Entre los cuerpos heroicos había hasta niños y muchas mujeres. Un silencio amargo de tumba, merodeaba por Catia!

Había terminado la gran batalla de Maracapana, la más grande y alucinante que se ha realizado en el territorio de la Patria, nunca recordada como un ejemplo de amor a la libertad y la contribución sangrienta de un pueblo invadido en pro del distante futuro que hoy disfrutamos tan inconscientemente.

La retirada

En la huida, Aramaipuro quien apenas había podido tomar parte en la batalla en respaldo de Tiuna y opuesto a abandonar la pelea por la falta de Guaicaipuró, había podido coordinar con los caciques del litoral, la retirada ordenada por la quebrada "Tacagua".

Al llegar al sitio frente a "Boquerón" en donde hoy se construye la "Ciudad Caribia", tomaron el camino de "Guaracarumbo" hacia el oeste. El resto bajó hasta la "Allanada" y el poblado de Naiguatá.

Aramaipuro, Urimare y los sobrevivientes subieron la empinada cuesta de "El junquito" rumbo a la "Colonia Tovar", para caer en el "Jarillo" en donde se toparon con un frustrado Guaicaipuró, quien de inmediato supo por las malas noticias que traían sus amigos, que la causa de la libertad en el territorio de los Hombres Libres había sido derrotada. Se acercaba fatalmente el día de su sacrificio final.

No hubo llantos, ni lamentos, solo rabia y amargura!

Guaicaipuró volvió a Los Teques y Aramaipuro con Urimare a Mariches. Les esperaba el sacrificio o la huida.

Guaicaipuró al final optó por el sacrificio y fue acorralado y muerto en su choza.

Aramaipuro escogió por la retirada hacia el Oriente de Venezuela.

LA PRIMERA GRAN HUIDA:

Entre Mariches y Cumaná hay unos 450 kilómetros. Desde Petare en el hoy estado Miranda de Venezuela y Cumaná, estado Sucre, llegando a la playa de Mariguitar, hay un largo camino, que en muchos lugares ni siquiera tiene camino.

Guatire, Caucagua, Panaquiere, Unare, Píritu, Barcelona, Puerto la Cruz, Mochima, Cumana y Caiguire, son lugares fáciles de enumerar, pero dificultosos, calurosos, sedientos y difíciles de alcanzar y transitar.

Siglos más tarde, este mismo camino fue tomado por miles que huían del mismo sitio en una Caracas a punto de caer en manos del realista español José Tomas Boves en el año de 1814 y en donde la excelsa María Luisa Cáceres, de apenas 13 años perdió sus zapatos, su atajo de muñecas y su joven mucama que la acompañaba.

El pueblo Mariche era menor, pero igualmente acosado por los triunfantes conquistadores, vencedores de la batalla de Maracapana, debían caminar hacia la salida del sol o morir.

Tres mil mariches se alinearon esa madrugada para salir rumbo a la laguna de Unare, pasando por Los Reventones y las escarpadas cimas de la fila de los Mariches, iban ancianos, niños, mujeres, guerreros y labriegos, comandados por Aramaipuro y auxiliados por Urimare y el pequeño grupo de jóvenes guerreros especiales que sobrevivieron a la gran batalla.

No poseían bestias de carga, ni carretas con ruedas y todo el peso de lo poco que podían llevar iban en sus agobiadas espaldas.

Un mes más tarde entraban en las afueras del villorrio de Cumaná y se desplazaron al lar de sus ancestros en la playa de Caiguire. Allí fueron recibidos en una pobre ranchería por algunos caribes que nada podían ofrecerle, solamente su amistad y admiración.

El grupo que llegaba, vino a inyectarles sangre joven a los alicaídos habitantes de Caiguire y pronto manos y brazos poderosos mariches, iniciaron la construcción de nuevas chozas y se desplazaron a los bosques aledaños en busca de caza. En la playa fueron lanzados nuevos peñeros y canoas, para la pesca.

El poblado creció e inició el intercambio de productos con Cumaná y poblados aledaños.

Urimare y su escolta incursionaron hacia Caripe del Guácharo y exploraron la famosa cueva.

Los Mariches extendieron su influencia benéfica hacia cientos de leguas alrededor de Caiguire y el azaroso pasado, la sangre derramada en Maracapana solo era un mal recuerdo.

¡Piratas!…piratas!

Corría plácido el año de 1595, ya bordeaba el centenar de años cuando Colón recaló perdido a nuestras costas y lo salvamos de morir de hambre en el océano.

Una pléyade de males se ensañaron en nuestro pobre y olvidado territorio, guerras, plagas, terremotos, infamias y desgracias y para colmo lo que nos faltaba: Piratas ingleses!, aunque esto es una redundancia, pues ellos llevaron la idea de piratear a su más alto sitial en aquel mundo.

Sir Walter Raleigh venía medio frustrado de un ataque a Trinidad y luego de pasar por las bocas del Orinoco y contemplar la bajamar de "Boca Grande" se encaminó hacia Paria, para recalar al pequeño poblado de Cumaná y considerarlo un bocado apetecible en su larga cadena de tropelías.

En realidad todo su reconcomio se debía a que se sentía engañado al no poder encontrar cerca en el gran río, la ansiada "Manaos" o la dorada ciudad de oro puro, en donde las arenas, las calles e incluso los edificios estaban hechos de oro. Nada había podido encontrar, sino raudales de agua, bosques inmensos, indios y animales raros.

Raleigh no tenía alma de biólogo o botánico, aunque se le atribuyen algunos tratados de "niño explorador", y en realidad todo su esfuerzo por su excelsa reina de Inglaterra, era en pos del dorado metal.

Tranquila se deslizaba la noche por las playas de Cumaná y Caiguire, poblados pacíficos de los arahuacos y caribes, que convivían en santa paz.

La madrugada se dibujó neblinosa y delante de ella ya recostados contra la playa, se mecían decenas de barcos.

Cundió la alarma en los poblados y el amargo despertar de los pobladores, fue acelerado por el espectáculo de las chalupas de desembarco rumbo a las playas, todo sazonado por intermitentes cañonazos de amedrentamiento dirigidos más que todo a infundir terror en aquello seres.

Urimare fue avisada y de inmediato tras recoger sus armas y atraer la atención de su escolta, se dirigió a la choza de su padre Aramaipuro.

-Padre!..Nos atacan blancos en muchos barcos. Están llegando a la playa en pequeños botes…debemos prepararnos…

Mariches heroicos, mariches mártires

Aramaipuro ya estaba alerta y se estaba preparando para resistir la oleada invasora. Los pobladores se arremolinaban frente a su choza y él ya investido de "Guatoporí", con su macana afilada en manos, salió a hablarles.

-Hombres Libres de Caiguire, patria de los mariches y guaiqueries, el invasor ha llegado a nosotros y se prepara a exterminarnos. Sabemos que no valen rendiciones, ni ruegos, siempre el hombre pálido va a querer aplastarnos y luego esclavizarnos. No tenemos otra salida que luchar y resistir hasta morir, si fuere necesario!. Venimos de la gran batalla de "Maracapana" y ya hemos combatido, no nos queda sino luchar y luchar!.-

Una ola de aprobación surgió del conglomerado y ya unos mil guerreros se aprestaban a la lucha. Se dividieron en dos columnas, una al mando de Aramaipuro y la otra al mando de Urimare. Ambas debían trasladarse en paralelo hacía Cumaná, desde donde ya se divisaba una gran humareda y explosiones de los arcabuces ingleses.

Raleigh había concentrado su ataque inicial en el centro del poblado y casi sin resistencia lo había tomado, procediendo a incendiar chozas y sobre todo a apresar a las mujeres. Todo aquel que osaba aunque sea levantar la voz, era ejecutado de inmediato cortándole de un tajo la cabeza.

No contaba con ninguna oposición y se entretenía indagando entre los detenidos sobre alguna mina de oro cercana.

La escena fue interrumpida por una lluvia de flechas que vino del camino a Caiguire. Las columnas mariches venían atacando como una tenaza y habían sorprendido a algunos guardias en la playa, que cuidaban los botes de desembarco.

Raleigh, alarmado por la posibilidad de quedar cortado en tierra, sin el apoyo de sus barcos, bruscamente interrumpió sus ansias de oro y se puso al frente de un numeroso pelotón de respuesta rápida al ataque mariche.

La columna que comandaba Aramaipuro, recibió de lleno el contra ataque inglés y sus filas fueron blanqueadas por los arcabuzazos.

Urimare trataba de sostener el otro flanco y entre los matorrales se acercaba al duro combate. Varias flechas habían acabado con una docena de ingleses y ya la lucha se hacía cuerpo a cuerpo.

Al caer la tarde, los ingleses sostenían la lucha a fuerza de superioridad en sus fulminantes armas, pero los hombres libres mariches hacían prodigios de valor por asaltarlos y darles muerte a porrazos o flechazos.

Ya Urimare luchaba junto a su padre y en ese instante una andanada de disparos fue a dar blanco en la humanidad del gran padre y Guatoporí. El se volteó para buscar el rostro sudado y ennegrecido de su hija, para luego levantar el brazo con su hacha de guerra hacia el cielo, como buscando la justicia divina y algo de vida, en el instante en que se le escapaba toda por sus 7 heridas mortales.

-Padre!…padre!…

Aramaipuro se derrumbó tinto en sangre y los guerreros fueron rodeados y dominados.

Urimare fue inmediatamente atada y trasladada a una chalupa inglesa. Los combatientes fueron ejecutados en el sitio y las mujeres fueron trasladadas a las chozas que aún quedaban en pie.

Raleigh, había ordenado sacar a Urimare del sitio, debido a que comprendió que ella era el motor y alma de la resistencia, además quedó impresionado por su altiva belleza y dignidad.

Los ingleses improvisaron un cerco alrededor de la playa y dieron fuego a todo el poblado de Cumaná y Caiguire. Se bajaron barriles de ron y 200 mujeres cautivas en las chozas fueron puestas a disposición de los blancos para que fueran violadas a placer. El griterío de los complacidos ingleses, era ensordecedor y Raleigh los acompañaba entre grandes risotadas y burlas.

-Joder! Que nos han dado un susto estos salvajes maese! Yes, very well, pero aquí los acabamos! Tomen a todas las mujeres que quieran gentelmens!..Go ahead!…A los hombres, viejos y niños, cuchillo inglés en sus gargantas…esta raza es mala y ponzoñosa!…La india esa adornada y altiva, pónganmela en mi buque insignia, en mi camarote, que pronto iré a visitarla!..

La peligrosa princesa, cautiva

Urimare, fue trasladada a la nave insignia y consignada en el camarote del castillo de popa, reservado al capitán Raleigh.

Al cabo de un rato se presentó en el camarote un cabo inglés, tosco y medio borracho, que decía tener ordenes de adecentar y bañar a la prisionera. Con una tina y un paño, se plantó ante la atada prisionera.

Well darling! Come on!..Vamos a ponerte limpia para el capitán. Voy a desatarte y debes quedarte quieta, pues si no te voy a pegar y eso no estar del todo good!.

Urimare, se quedó quieta y sintió las manos ásperas del cabo, desatando sus ligaduras en los pies y manos…

Cuando se vio libre, su brazo derecho viajó como una centella y su mano tomó en un segundo el puñal pequeño que tenía en una de las trenzas de su sandalia. Era un recurso oculto y extremo que Urimare siempre había utilizado con mucha efectividad.

La punta del puñal se clavó inmisericorde en la garganta del inglés, quien abrió los ojos desmesuradamente sin comprender lo que le pasaba, rodando muerto a los pies de Urimare.

Rápidamente Urimare se desplazó por el camarote y abrió un portalón en el castillo que daba al mar.

A lo lejos el rojizo resplandor de los incendios en Cumaná le indicaba el fin de la batalla.

Sacando su grácil cuerpo por la ventana, se lanzó a las negras aguas y nadando bajo de ellas, se desplazó todo lo que pudo del barco, en donde aparentemente nada había alterado la calma.

Con fuerte brazada, se fue aproximando a la marisma de manglares que marcaba la boca del rio Manzanares…Jadeante llegó a la orilla y refugiándose en una gran ceiba, inició el sonido gutural de las lechuzas, especie de seña para cualquier poblador o guerrero que se encontrara distante del holocausto ocurrido en Cumaná.

Al rato, escuchó una respuesta cercana y luego aparecieron varios Hombres Libres, quienes la reconocieron de inmediato. Todos se alejaron a la sierra, para evitar cualquier encuentro con los ingleses y desde la altura pusieron centinelas para vigilar los caminos y los bamboleantes faroles de las naves que aún permanecían en la bahía.

Al amanecer, no había rastros de naves ingleses en frente de Cumaná.

Guaico y la escolta de los "intocables", había resistido hasta el final y los ingleses les fue imposible dominarlos. Ya cerca de la oscuridad de la rampante noche se adentraron hacia la sierra y acamparon alertas.

Honor a Aramaipuro, héroe de la patria mariche

Urimare y unos 10 acompañantes, bajaron a las ruinas de los poblados. En un recodo se encontraron con Guaico y su escolta, todos bajaron silenciosos hacia Cumana arrasada.

Las escenas de hombres, mujeres y niños degollados eran de un impacto y dolor sobrehumano. Todo había sido quemado e incluso las mujeres después de abusadas, muchas fueron degolladas, algunas sobrevivieron escondiéndose debajo de los cadáveres y haciéndose las muertas.

Los alaridos de llanto y dolor se sucedían a cada rato, al encontrar un nuevo cuerpo, a un marido, hijo, hija o conocido.

Urimare llegó al sitio del martirio de su padre y recogió su rígido cadáver para enterrarlo como correspondía a tan grande guerrero.

Una troja llena de flores silvestres fue el lugar posible para velar el cadáver. Al caer la tarde y delante de una silenciosa poblada, el cuerpo fue enterrado en una fosa y cubierto por lajas de la montaña. Urimare depositó encima el hacha guerrera de su padre y una lágrima furtiva se le escapó rodando hacia la piedra.

Regreso a la madre patria mariche

No era prudente seguir poblando aquellos inseguros parajes, en donde por seguro vendrían nuevos hombres blancos, así que reunido el Consejo y todo el poblado con los pocos cientos que sobrevivían, decidieron volver a la tierra Mariche, de donde habían salido hace unos pocos años. Regresaban al lar de sus ancestros, daban la vuelta en otra Gran Marcha al revés, para ver de nuevo sus antiguas aldeas: Vano sueño!

Meses vagaron por la línea de la costa, rumbo al centro de Venezuela, buscando de nuevo el Guaraira Repano, escondiéndose de algunas partidas de hombres blancos que ya dominaban el gran valle de Caracas, quienes se habían apoderado de toda la Fila de Mariches y los alrededores de Los Teques, comandados por el conquistador Pedro Infante.

Los vigías exploradores siempre regresaban con malas noticias de poblados ennegrecidos por las llamas, gente esclavizada y desplazada al valle de Caracas, toda una situación que no dejaba espacio para un nuevo inicio, en esta retirada rebelde mariche.

Los pocos guerreros de la partida evitaban encuentros armados, para no ser detectados por los conquistadores y en consecuencia exterminados.

Un enviado a la costa, por fin trajo algo de alivio a los desesperados desterrados de Cumaná, el gran cacique Guaicamacuto había logrado un acuerdo con los Hombres Blancos y su tribu se le permitía vivir en relativa paz en las estribaciones del Guaraira Repano entre Los Caracas, Naiguatá y Galipán en el Litoral Central de Venezuela.

Caminando desde Guarenas, por la Fila Picachos en tres días se podía llegar al poblado de Macuto.

LOS DESESPERADOS LLEGAN A MACUTO:

Los exiliados treparon montaña arriba y luego tras muchas dificultades, bajaron hacia la quebrada San Julián y a los alrededores del dominio del gran jefe Guaicamacuto.

Allí entre alarmas y saludos, fueron recibidos por todo el poblado, quienes se asombraban de ver aquellos desdichados en harapos, hambrientos y aturdidos que venían de tan lejos.

Guaicamacuto, ya era un anciano y tras lograr esta precaria paz con los blancos, mera paz de supervivencia para evitar ser aplastados o esclavizados en exceso, rodeado por los ancianos esperaba curioso la anunciada presencia de Urimare, la princesa mariche, combatiente del desastre de Maracapana, hija de Aramaipuro gran señor de los Mariches.

Previamente Urimare y su escolta de jóvenes guerreros y guerreros comandados por Guaico, se habían puesto algo a tono en las aguas de la gran quebrada San Julián y de nuevo ella lucía espléndida la figura empenachada de plumas rojas, signo de su valor en tantas batallas, la hija de los mariches, princesa de la luz!

Guaicamacuto, al verla venir, sintió una rara emoción en su pecho, al recordar su valor en la garganta de Catia al frente de los "intocables".

Fue recibida con pompa y la cascada voz del gran cacique, la alabó por su inmenso poder y valor, le dio el título de Princesa de Macuto y en su casa la hizo su nieta favorita. A Guaico, lo exaltó a la dignidad de Cacique Guerrero.

El litoral central, "civilizado"

El Litoral Central ya era un retazo de lugares tomados por los blancos. En Chuspa, La Sabana, Los Caracas, Naiguatá y Caraballeda, todos los poblados indígenas habían sido arrinconados hacia la montaña y los blancos disfrutaban de los mejores sitios frente al mar.

Por el oeste la situación era casi igual y desde La Guaira, Maiquetía, Catia La Mar, Chichiriviche y Puerto Maya, ya los encomenderos y adelantados blancos hacían de las suyas, esclavizando negros e indios y haciendo parir a las indias y sus negras esclavas.

En estos tiempos ya no quedaba lugar para batallas y revueltas. Los blancos temerosos de un desgaste en el tiempo, había adoptado la ruta de la esclavitud poco a poco, con dureza pero por retazos, permitiendo vivir a los aborígenes y tratando de ganarlos para su religión e idioma.

Al desembarcar los negros en Punta de Mulatos y también en Chichiriviche de la Costa, además del pingüe negocio de esclavos africanos, quienes añadieron otro componente y dinamismo a la supuestamente tranquila calma colonial.

Muchos de los esclavos negros traídos de África, resultaron poco dóciles y formaron varios "Cumbes" en las intrincadas faldas del Guaraira Repano.

Los blancos hacendados, encomenderos y adelantados, oían en las noches el cadencioso retumbar de los tambores en el intrincado bosque montañoso, asunto que les producía mucho temor y malos presentimientos.

URIMARE GOBERNADORA:

Urimare se fue encargando de los pequeños detalles del gobierno en el Litoral, en cuanto le era permitido por los invasores, quienes detestaban todo contacto con los "salvajes" y solo se les permitía vivir en los lomos de la gran montaña.

Muy raramente los indios se atrevían a visitar el valle de Caracas, pues un grupo de ellos en cualquiera actitud hubiera sido interpretado como una ataque, como aquellos miles de miles que sus ancestros y hasta no hace mucho contemporáneos había tratado para borrar del mapa a Santiago de León de Caracas, quien ahora lucía plaza mayor y un cuadrilátero de calles bien trazadas y un mercado grande en donde los indios muy de madrugada podían bajar de Galipán sus frutos, carne de caza y flores. Se retiraban temprano, pues nunca eran bienvenidos en el poblado y cualquier indio podía ser asesinado alegando cualquier cosa.

Guaico era su favorito y pareja desde la gran batalla de Maracapana, pasando por el largo exilio hacia Caiguire, la había escoltado amoroso y protector, aunque ella no necesitaba quien la cuidara, pues había demostrado muy eficientemente su habilidad para subsistir y pelear.

Urimare le encomendó desde Macuto a Guaico ir a Tarma al oeste del territorio a conocer a los Tarmas, muy reputada civilización que florecía en aquellas serranías de Carayaca.

Los verdaderos fundadores de Carayaca, provinieron del sur de América, probablemente del Paraguay, en migraciones que venían subiendo por el Amazonas y el Orinoco.

Los Tarmas, se asentaron en Carayaca, desplazando a los Arahuacos al oeste y a los Caribes al este.

GUATOPORÍ, COMANDANTE EN JEFE:

Este poderoso pueblo venía bajo el mando del cacique Guatoporí, el jefe de jefes y sus dominios iban desde Naiguatá en el este, hasta Choroní en el oeste, hoy estado Aragua.

Guatoporí, se enfrentó al conquistador Alonzo de Ojeda y lo derrotó en la primera batalla naval de nuestra história, en frente del pueblo de Chichiriviche de la Costa en el año de 1499. Desde entonces su nombre fue utilizado como "Jefe de Jefes", Comandante General del Pueblo.

Son hermosos y poéticos los nombres de nuestros grandes caciques patriotas y decimos patriotas porque defendían la patria:

Paramaconi o "Cabeza de Caimán", Charaima o "Señor del valle de los Charas", Tiuna o "Luz del amanecer", Caruao o "Dios de las aguas azules", Urimare "Ponzoña de abeja", mujer cacica, quien combatió a las órdenes de Guaicaipuró el "Señor de los Teques, o Púa Ardiente", hijo del cacique Catuche y de la princesa de Carayaca, Aricagua, Guaicamacuto o "Cesto de Espinas".

Los españoles comenzaron su avance estableciéndose en el Arrecifes, para luego avanzar hasta conquistar todo el territorio de Carayaca.

En los albores de 1573, el cacique PREPOCUMATE, encabezó una gran rebelión en Carayaca, quien al frente de las tribus de Maiquetía hasta Petaquire, derrota a los españoles. Es Garcí González de Silva quien derrota y asesina a Prepocumate, tras intensos combates.

Garcí González, era un españoleto muy vivaz y llego a Santiago después de la retirada de Diego de Lozada, su principal tarea era la conquista a sangre y fuego de toda la Fila de los Mariches

Como podemos ver, la historia de CARAYACA, es algo distinta como nos la han venido contando. Se trata de toda una época de sangrientos combates y resistencia al invasor extranjero.

Guaico tenía como encargo llegar a un acuerdo con el Oeste del territorio y tratar de formar un estado de colaboración con todas las tribus que precariamente existían en el territorio, aunque la única política existente ya no pasaba por la resistencia armada.

Primero fue Caraballeda, fundada por Losada en febrero de 1568, un mes antes que Santiago de León de Caracas, tras la sierra.

Caraballeda se funda de nuevo por mandato real, al acatar Diego de Losada la orden de conquista que traía por una Real Cédula de 1563 que ordenaba literalmente volver a poblar los pueblos de El Collado, en la costa, y San Francisco en el valle de Caracas, fundados por Fajardo y despoblados por los indios hacia 1562.

Caraballeda es pues, la ciudad primogénita de la provincia de Caracas.

Caraballeda tenía el mismo régimen jurídico de cualquier ciudad castellana en Indias. Alcaldes, regidores, términos distritales y sede de encomiendas costeras, en nada diferentes a Santiago de León, su gemela tras la montaña.

Caraballeda duró poco, como ciudad castellana.

Los ataques de,m indios caribes por mar, el clima agobiante, comparado con su rival tramontana Caracas de temperatura primaveral, los piratas que la ponían en vilo, y su mal puerto, hacen que se despueble hacia 1586. Aunque como hemos visto, este desplazamiento tan repentino y misterioso nunca ha sido aclarado y la historia oral, la relaciona con la "Maldición del Guaraira Repano" o tal vez una súbita epidemia de viruelas.

La Guaira, la ciudad nunca fundada

La Guaira era para entonces un pobre sitio, una caleta cuya única ventaja como puerto era estar más cercana a Santiago de León que Caraballeda. Un lugar donde vivían indios de una tribu llamada los "aguairas" de donde le viene por corrupción la partícula "La" que ostenta curiosamente el nombre de La Guaira, pues no se llama simplemente Guaira como pudiera, sino que arrastra el artículo femenino determinado, que de otra forma no se explica, aunque cronistas y autores ordinariamente inventan por ignorancia mitos sobre este caso.

La Guaira, sin ser pueblo ni ciudad hacia 1586 cuando se despuebla Caraballeda, seguía no obstante siendo puerto de desembarque de mercancías, por su inmediatez a Santiago de León, en una época en la que cualquier caleta servía para puerto de descarga, si era medianamente buena para cargar o descargar sin que las olas de esa costa montañosa rompieran los bateles. Ese era todo su atractivo, su cercanía a la ciudad tramontana.

En época del gobernador Osorio, quizás hacia 1592 o 1593 se decide fabricar un reducto en dicha caleta para defender el desembarco de mercancías, y adicionalmente una "atarazana" o depósito de cal y canto para resguardar la mercancía que entra o sale, pesarla y cobrar la aduana.

En realidad, lo que se hizo fue el reducto por parte del cabildo de Caracas y quizás el gobernador Osorio, y una casa que hiciera de depósito y habitación del vecino vigilante a cargo de la mercancía, hecho esto por vecinos interesados de Caracas.

A partir de entonces, y con el resguardo capital que imponía el pequeño reducto, se comenzó a poblar La Guaira de casas alrededor de esa atarazana y reducto, que debió estar en la explanada inicial de la colina atrás de la actual Casa Guipuzcoana, donde luego evolucionaría un fortín más decente, denominado en contraste con otros fortines posteriores "la Fuerza Vieja".

La Guaira entonces como se ve, no tuvo derechos jurídicos como ciudad, ni origen formal por fundación, siendo como fue siempre, una extensión o complemento a las actividades comerciales de Santiago de León, desde que Caraballeda, como ciudad, había cesado de tener jurisdicción distrital en la costa, que la tuvo desde siempre, desde su fundación en 1568, hasta su despoblación en 1586.

Guaico, embajador en Tarma

Guaico fue recibido en Tarma por los notables y caciques, todos admiraban su valor y arrojo por la libertad. Su fama de ser el único conquistador del corazón de "La Princesa" era suficiente como para despertar mucha admiración.

El pueblo Tarma tenía una conducta artesanal notable y sus habitantes originarios, aunque ya arrastrados por la arremetida de los hombres blancos permanecían indestructible en la construcción de una comunidad próspera y comunalmente solidaria.

El viaje entre Macuto y Tarma era increíblemente lleno de obstáculos y el camino se extendía entre el gran cerro y las playas, pasando por las explanadas de Maiquetía y Catia La Mar, todo se extendía por gargantas rocosas expuestas al mar, siguiendo por la abrupta montaña, hasta coronar las alturas de Carayaca y luego deslizarse hacia los pedrios de Tarma.

No se trata de pensar en las avenidas y carreteras de hoy, en verdad, cualquier viaje entre Naiguatá y Tarma era una aventura de muchos días de esfuerzo y peligros.

Toda la lengua de tierra que se extendía entre el poblado de Chuspa, pasando por Caraballeda, Macuto, La Guaira, Catia La Mar, Carayaca, Tarma y Puerto Maya, era un inmenso pajonal, salpicado por algunas xerófilas y surcado por profundos barrancos que habían esculpido las 37 grandes quebradas por donde desaguaba el Guaraira Repano al mar de los caribes.

De vez en cuando la gran montaña se encrespaba e iniciaba un desagüe demoledor hacia la playa.

Mientras Guaico hacia su papel de diplomático en la aldea de los Tarmas, se inició uno de estos grandes temporales. Los ancianos reunidos en el pueblo, se acercaron luego a Guaico y uno de ellos, lo previno:

-Joven Cacique, señor de los Mariches, te venimos a decir que la montaña ha enloquecido de nuevo y su furia será muy grande. En un mes, no podrás bajar a la playa. La única vía y no muy segura es que regreses a Macuto en una curiara por la ruta de la costa. Esto debes hacerlo ya, pues el mar también se pondrá difícil.

-Gracias señores sabios de Tarma, ya he tomado a un baquiano pescador y su peñero y me propongo arriesgarme por el mar. Llevo muestras de su amistad y artesanía, que seguramente mucho complacerán a la Princesa Urimare, nuestra gran líder-.

REGRESO EN MEDIO DEL GRAN DESLAVE:

Muy temprano, Guaico, el patrón y sus cinco acompañantes embarcaron en la playa, cerca de Tarma y en un oscuro mar pusieron proa a Catia La Mar. Las olas ya eran respetables y el peñero se zarandeaba. Mientras todos remaban vivamente, siguiendo la difusa línea de la costa.

Al cabo de casi todo el día de bogar, divisaron las montañas de Arrecife y decidieron recalar a la pequeña caleta de La Zorra, pues el nivel de las olas ya eran insoportables y a cada rato todo el bote se llenaba de agua.

Caminando desde Catia La Mar, por la playa, pasaron por Puerto Viejo, Playa Verde y llegaron al poblado de Mare, el único villorrio que existía por los alrededores del Cabo Blanco. Allí pernoctaron en la ranchería de caribes pescadores y recibieron en esa noche todo el impacto de la vaguada, que hacía tronar las quebradas de Curucutí y Tacagua.

Todo se volvió un diluvio y Mare estaba cercado por raudales inmensos de agua, troncos y grandes piedras. Salir del amparo en que se encontraban hubiera sido suicida.

A los dos días con sus noches cesó el temporal, el cual decían los ancianos de Mare, que habían visto muchas veces en sus años de vida.

EL OTRO DESLAVE FATAL 360 AÑOS DESPUES:

Así es la vida, en esta encrucijada de quien narra, estos acontecimientos de la bravía naturaleza del Guaraira Repano, no puedo evitar pensar lo que yo he vivido al respecto.

Nos trasladamos a la gran furia ocurrida por estos mismos lares para el año de 1.999, es decir cerca de 360 años en el pasado vivido por Guaico en el poblado de Mare.

La fatalidad nos tocó en el mismo instante sublime que aprobábamos en votación popular, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la más sublime y hermosa aprobada por Pueblo alguno en la faz de la Tierra!

La misma furia, la innegable y sórdida noche en la que mi hermana y vecina Nubia me decía: "Nos vamos, hermano!, ya Vargas no existe!, todo ha sido arrasado por la vaguada inmensa"!

Y mire que esto ha ocurrido desde tiempos inmemoriales, la naturaleza acurrucada a las faldas del Guaraira, ha soportado el embate bestial de una avalancha de agua, lodo, piedras y troncos, que ha añadido nuevas playas y cegado miles de vidas.

Eso mismo fue lo que vivimos nosotros, tantos cientos de años después, la tierra arrasada, el sentimiento de catástrofe por 15 mil vidas cegadas en menos de 48 horas.

Sitio tapiado de la Prefectura de Vargas, más allá de Punta de Mulatos en donde llegamos, después de 6 horas de camino en una camioneta de todo terreno en un camino que normalmente nos llevaba 45 minutos. Aquello parecía algo increíble, pues caminábamos por el techo y abajo habían quedado todo el edificio y sus oficinas.

Al rato llegó nuestro amigo y jefe el Prefecto del estado Vargas, Omar Zambrano.

-Caray, Francisco, mira como nos ha tratado el cerro! Me costó llegar aquí…

-Prefecto amigo, todo el territorio está en ruinas y los lamentos de los supervivientes se esparcen desde Catia La Mar hasta aquí, pero me dicen que hacia el este, Los Corales, Macuto y Naiguatá, la cosa está peor…

Para la Prefectura nos mudamos prácticamente y bajo la dirección del jefe, procedimos a desenterrar el edificio.

Fueron necesario cuadrillas de trabajadores y 50 camiones de escombros y lodo para rescatar el viejo y noble edificio.

Dicen que antiguamente era un hospital y antes una hacienda en donde había nacido el prócer Carlos Manuel Piar, el tristemente fusilado en ciudad Bolívar.

Ya llevábamos dos meses en esta intensa lucha, enterrando cadáveres que aparecían a cada rato en los barrios de alrededor y otros que diariamente nos botaba el mar sobre nuestras asoladas costas, cuando nos arropó otra tragedia de iguales proporciones morales.

El Prefecto asesinado!

Una mañana, se presentó al ya recuperado edificio de la Prefectura, un sibilino personaje que ejercía su corrupto cacicaje en una de las parroquias del estado y a quien el Prefecto, había destituido por oscuros manejos con las máquinas removedoras de escombros del estado y valiéndose de su condición de jefe civil, penetró en el despacho del Prefecto y arteramente le disparó a quema ropa con un revolver por tres oportunidades, asesinándolo en su propia silla del despacho.

Nada puede describir esta nueva tragedia sobre la gran tragedia que nos había mandado el Guaraira Repano por esto días aciagos.

Ver morir al amigo y camarada, no a manos de la torrentera, sino a manos de un cobarde que acabó con aquella útil y preciosa vida, ha sido uno de los tragos más amargos de nuestra vida.

Omar Zambrano, Prefecto del estado Vargas, era nuestra nítida esperanza para entrar al siglo 21, por sus cualidades humanas de líder y conductor, por su inmensa clemencia para tratar a los desposeídos a quienes les brindaba medicinas, ayudas y diligencias para mitigar sus necesidades.

Nunca será suficiente escribir estas cortas palabras en honor a tan excelente ser humano.

El velo del tiempo, desde la angustiada lucha de nuestros pobladores originales, pasando por la traición a José María España y su martirio, el ataque de los piratas ingleses, el fusilamiento de los mil realistas en la caída de la primera república para terminar en esta inmensa vaguada del final del siglo 20, todo ello siempre enmarcado en la crueldad de la vida y en la perdida preciosa de tantas vidas y en especial la del Prefecto Omar Zambrano por la mano de la perfidia y la traición.

Mis pensamientos angustiados, de nuevo me transportan al pasado, buscando a Guaico, quien en iguales circunstancias luchaba contra la fatalidad.

En los brazos de Urimare

Tratando de guardar la costa hasta Punta de Mulatos, Guaico y sus acompañantes lograron llegar a Macuto y El Cojo, en donde encontraron arrasados todos los ranchos construidos hacia la playa. Subieron por la garganta y pronto divisaron el poblado Mariche, en donde las quebradas lo flanqueaban sin tocarlo.

-Guaico!..Hijo de mono!..Ya me tenías preocupada. Lo recibió una ansiosa Urimare.

-Soy el vencedor de la tormenta mi princesa! Y te traigo algunos regalos de Tarma, además de su disposición de intercambiar sus productos de artesanía por nuestro pescado y hortalizas.

-Guaico…no me hagas reír! "vencedor de la tormenta"…menos mal!, porque si venciéndola casi acaba con nosotros…imagínate si no te tuviéramos a ti!…hijo de mono!

Guaico, lucía orgulloso sus cuatro plumas rojas de cacique-guerrero, su guayuco tejido y los regalos que le traía a su princesa.

-Pasa de una vez!..Y ahora ríndeme cuenta de tus zalamerías, jalándolo por un brazo lo sepultó dentro de su choza, mientras lo besaba en la boca apasionadamente.

Al regreso de Guaico, ya Guaicamacuto sorprendentemente viejo para aquellos tiempos, en los cuales nadie vivía más de 60 años, había alcanzado algo más de los 90 años, pero a pesar de su reposo en el poblado y el descanso en el gobierno que le brindaba Urimare y su eficiencia, el viejo guerrero cacique falleció una noche de tormenta.

Las centellas caían a granel sobre el Guaraira y la naturaleza lloraba sin violencia, sobre el poblado. El Gran Piache, batió sus maracas y declaró a los reunidos que el grande, de los grandes, héroe de Maracapana, hacedor de la paz con los invasores, protector de los supervivientes, gran señor de las comunas indígenas en Uverito, había entregado su espíritu guerrero a Dios.

Cantaron las guaruras su ronco son doliente y Urimare, tocada con toda su gala, presidió el cortejo fúnebre por tres días y tres noches.

Desaparecía el sabio restaurador de la convivencia y el diálogo fértil.

La tribu quedaba en manos de su nieta adoptada Urimare y se podría afirmar que jamás mejores manos, fueron tan apropiadas para conducir la gobernabilidad del Litoral Central de Venezuela.

La vida transcurría a torrentes en el poblado de Macuto y en el otro lado del gran cerro, ya se dilataba hacía sus lados en el valle, la gran ciudad de Caracas, llamada Santiago.

Ya los indios se habían tornado más tratables después de la muerte del gran cacique Tamanaco y hasta los parapetos que resguardaban la pretendida urbe, habían sido desmantelados al cesar los ataques de los derrotados pobladores originales. Los colonos, adelantados y españoles, nobles o de orilla, hacían sus fechorías tanto en el valle como en su Litoral Central.

Garcí González de Silva, el que semejaba el plumaje del venezolano caraqueño pajarito llamado "gonzalito", fue el encargado de rematar la victoria de Maracapana y conquistar toda la Fila de los Mariches.

En el valle progresaba la ciudad de Caracas y poco a poco fueron desmantelados lo 8 parapetos que tanto protegieron a la naciente ciudad de los fieros ataques de los pueblos invadidos. Ya no eran necesarios, tras el doblega miento de los aborígenes vencidos.

Siguió una violenta expansión hacia el este en Petare y Fila de los Mariches y hacia el oeste, buscando las serranías de el Junquito.

Adelantados y encomenderos hacían de las suyas y hasta se hablaba de minas de oro clandestinas, secretamente explotadas por los primeros acaudalados terratenientes disfrazados de haciendas, para no pagar los impuestos al Rey.

En el Litoral Central, ante las incomodidades y lejanía de la primera ciudad de Caraballeda, se inicia un lento poblamiento en La Guaira.

La distancia entre Macuto y el poblado montañero de Urimare, era para entonces muy pequeña, pero protegida por los primeros acantilados que desembocan en el poblado del Cojo. Ir de allí a La Guaira, era todo un recorrido por un estrecho camino bordeado de uveros y cocotales.

Ante el empuje de Caracas en el valle y su imperiosa necesidad de tener un puerto o caleta para recibir mercancías desde el mar, era necesaria la construcción de un camino a la nueva y pujante ciudad. Esto se realiza por fin en 1589 por orden del gobernador Diego de Osorio, quien como sabemos nunca fundó La Guaira.

Los aborígenes del litoral, desde hacía mil años, transitaban el Guaraira Repano por dos vías principales, la cuales usaban antes de la venida de los invasores, para visitar e intercambiar productos con las otras tribus en el valle de Caracas y Mariches. Una de las vías era el llamado "Camino de los Indios" que partía desde Guaracarumbo y Carayaca, hasta la tierra de los indios Teques y el otro camino era el llamado "La Culebrilla".

El camino partía desde "El Rincón" en Maiquetía, pasaba por Las Llanadas y luego por un número de puntos que incluían fortines, unas posadas y haciendas, tales como La Venta, La Cumbre, Castillito, Campo Alegre, para culminar bajando por la serranía al oeste de la ciudad, en Puerta Caracas.Iniciando el trayecto desde La Pastora nos encontramos con el "Vía Crucis", cuyas estaciones son capillitas y cruces ubicadas a un lado del camino. Anualmente, se lleva en procesión a pie hasta el final del Vía Crucis la imagen de la Virgen y en Semana Santa los fieles rezan el Vía Crucis.

Las constantes andanzas de Urimare, se extendieron desde su poblado base en Macuto y se encaminaron hacia el este hasta llegar a Los Caracas y Naiguatá, así como por el oeste, hasta llegar a las tribus de Tarma y bordear a Chichiriviche y Puerto Maya, incluso algunas partidas se aventuraban pasando por Puerto Cruz y siguiendo la línea escarpada de la costa, para llegar a Puerto Cabello.

El poblado y cacicazgo mariche, se organizó en estos tiempos de paz forzada para cultivar cacao, tabaco y verduras, así como para explotar las riquezas que les ofrecía el mar.

Bajo la administración de Urimare, los productos excedentes del poblado, fueron sacados a los poblados vecinos, haciendas de blancos y hasta enviados a Caracas. En aquellos tiempos, solamente se hacían los intercambios por la vía del trueque y muy raramente por el intercambio con oro.

Los gobernados por Urimare en todo el litoral central, disfrutaban de un constante mercadeo de alimentos y muchos acudían a Macuto para dirimir diferencias territoriales o en busca de la muy reputada medicina natural de sus sabios ancianos y piaches.

Aquella época de transición entre el viejo orden aborigen y el nuevo orden impuesto por los invasores, llevó casi 200 años, desde la llegada de Colón en 1498.

Como toda transición existieron cosas que iban muriendo y otras que iban naciendo, en realidad pasamos de una sociedad socialista, preocupada por la supervivencia y la conservación de los recursos, de la protección de la naturaleza, del intercambio comercial sin moneda, ni metales a un brutal cambio mercantilista y capitalista, basado en la explotación del hombre por el hombre, el precio y el valor monetario, el lucro y el egoísmo personal sobre el bien colectivo.

El yo, comenzó a sustituir al nosotros

El tiempo se desgranó como una catarata y llegamos a los albores del 1.600. Dominaba la pobre Capitanía General de Venezuela Don Diego de Osorio, quien es un factor intermediario entre el brutal exterminio de los Hombres Libres y el nuevo orden colonial.

Se ocupa el Capitán de ordenar la construcción de un nuevo y decente camino de carretas entre Caracas y su Litoral Central, así como de establecer una ordenada distribución de la tierra entre los adelantados y encomenderos reales, así como sus nacientes y muy ambiciosos señores criollos, herederos de sus ancestros peninsulares.

La proliferación de las haciendas de cacao, café y caña de azúcar, fueron las riquezas que vinieron a sustituir la ansiada búsqueda de oro. La Colonia entró en un período lánguido de relativa calma y hasta de cohabitación con los aborígenes, ya totalmente "pacificados".

Todo apariencia, pues en las erupciones históricas, en esta bravía tierra muchas veces volvió a correr la sangre, la violencia y la lucha por la libertad.

Los primeros esclavos negros en llegar, fueron llevados a las minas de Buria, en el estado Lara.

EL NEGRO MIGUEL, EMPERADOR!

En este sitio se produce la primera rebelión en América de los negros esclavos, en 1555, se alza Miguel, quien muy orondo, funda una monarquía junto a su mujer Giomar, una negra bella y esbelta, que se creía y lo era emperatriz del universo.

Miguel se torna General y acompañado, como debe ser por los descontentos, intenta tomar Barquisimeto y dicen que casi lo logra, pero los europeos piden refuerzos a la capital, es decir al Tocuyo y aparece un tal Diego de Lozada, conocido después en Caracas, quien los derrota.

Miguel muere en forma heroica al frente de sus negros, los cuales fueron masacrados y ejecutados. Los pocos sobrevivientes fueron a parar al infierno de las minas de nuevo.

LA ESCLAVITUD NO FUE NINGUNA "PAPITA":

La esclavitud en Venezuela, no fue ninguna "papita" como la tratan de dibujar incluso ahora la clase burguesa dominante, en un arranque de complicidad ideológica.

Hoy aseguran los "ilustrados", que nuestros esclavos "vivían" una vida plácida, al lado de sus amitos, todos protegidos, cuidados y alimentados. Basura!

Los reyes de España, promulgaron leyes humanistas, muy de la época, tratando de suavizar la pesada carga de los esclavos. Nadie le paraba a estas leyes.

Cepo, hierro y azotes eran la orden del día.

Recordemos que el ESCLAVO, era considerado como una PROPIEDAD, un simple objeto, algo así como tener un caballo o un buey.

Muchos esclavos mataban a sus amos y otros se hacían "cimarrones" en los montes, prefiriendo vivir como salvajes que como esclavos.

Como dato curioso vemos como en la Gaceta de Caracas, para 1810 y 1811, años de independencia y de los Derechos del Hombre, sus páginas estaban llenas de avisos solicitando apresar esclavos huidos, así como listas de esclavos ya apresados para que sus amos fueran a buscarlos. Insólito!

Urimare el final de una época

En esta profunda etapa, el reinado de Urimare en el Litoral Central, transcurrió por el continuo asedio de los encomenderos y hacendados hacia los naturales territorios aborígenes quienes se defendían ya sin batallas heroicas y cada vez empinándose hacia el cerro Guaraira protector.

Por alguna razón Urimare nunca tuvo hijos y Guaico envejeció a su lado, encargándose de las tareas externas a la comunidad y el transporte de los productos.

El se fue primero, aquejado por cualquier enfermedad desconocida y la cual no fue dominada por sus sucesivos piaches y hierbas empleadas.

Ella le sucedió hasta una edad inusitada, cuando la paz y la relativa convivencia con los blancos, estaba asegurada y nadie era exterminado o esclavizado al bronco estilo de antes. Nuevas esclavitudes vendrían

Solamente los negros venidos de África, Costa de Marfil, Guinea y El Congo, sufrían con rigor la esclavitud y eran objeto de tropelías.

El territorio se desplazaba lentamente, hacía nuevas etapas y nuevas situaciones de lucha en pos de la Libertad.

Cuando llegamos al siglo 19, ya casi nadie recordaba los grandes sacrificios de nuestros ancestros y un nuevo "orden" se cimentaba, siempre dirigido por la misma clase social dominante, cuando de repente estalla el siglo 21 y los cadáveres de "Maracapana" se levantan de sus olvidadas tumbas y parecen retomar el camino hacia la victoria final.

Vargas, cuna del futuro

Hoy el nuevo estado Vargas, Venezuela, nacido en 1.998, ha sido siempre bastión de lucha por la libertad, cuna de hermosas ideas de liberación e igualdad, con su gente venida de los ancestros guerreros, del pueblo luchador por la independencia, siempre "Vencedor de las Tragedias" hoy acaricia e impulsa con nuevos bríos una vuelta a la igualdad, la confraternidad y el "buen vivir".

Cada día luchamos porque el NOSOTROS vuelva a derrotar al YO y el Socialismo del Siglo 21 sea nuestra nueva y flamante bandera!.

Queremos parecernos a nuestros ancestros Caribes, Arahuacos, Mariches y los Negros venidos de la madre Africa, ya mezclados en nuestra sangre palpitante para siempre!

Ahora si puede volver a resonar el grito de los gritos:

"Ana Karina Rote…Amucón papororo itoti nantó"·

SOLO NOSOTROS SOMOS HOMBRES LIBRES, LOS DEMÁS SON ESCLAVOS!

FIN.

edu.red

 

 

 

Autor:

Francisco Natera

 

Partes: 1, 2
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