- Introducción general
- El gran proceso de la Evangelización
- Comprometidos en la nueva Evangelización
- Directivas de Evangelización para el Paraguay
- Maria, modelo seguro de encarnación cultural en Paraguay
- Bibliografía
En este trabajo vamos a reflexionar sobre la difícil participación en la misión de Evangelización de la Iglesia a la luz de Santo Domingo y sus implicancias para el pueblo de Dios concretizado en el Paraguay.
Tenemos mucha esperanza en los agentes pastorales que están más cerca de esta grave misión. Y confío que en estos tiempos estamos convencidos de que al haber aceptado ingresar en la gran familia del Evangelio hemos aceptado también, por ese mismo hecho ponernos completamente a disposición del Señor con vistas a la realización de una llamada que procede de El y que nos consagra a la gran tarea emprendida por la Iglesia latinoamericana:"La Nueva Evangelización".
La Misión de la Evangelización, comenzó con Jesús mismo, y el cumplimiento de ésta fue su razón de ser en cuanto Cristo. Conforme a sus divinas palabras, lo mismo que él había sido enviado por el Padre, envía a sus discípulos y a toda la Iglesia, comprometiéndoles en el movimiento mismo de esa misión, para que continúe el ofrecimiento de la Buena Nueva en el corazón de los hombres y de cara a la edificación progresiva del Reino de Dios.
Aunque esta misión concierna, a toda la Iglesia y a cada uno de sus miembros, el Señor escogió a algunos para que fueran evangelizadores enteramente dedicados a esta misión y a título permanente. Es decir, la vida misma de esos enviados estará marcada con esta misión hasta el punto de que no podrán realizarla más que a expensas de sí mismos y sacrificando su vida terrestre hasta la muerte.
No se trata, sin embargo, de repetir lo que a 500 años atrás ya se había sembrado, tampoco es una misión de propaganda, ni de simple misión de enseñanza que pudiera realizarse mediante actividades definidas y limitadas, sino que consiste en la transmisión de un testimonio de vida y de palabra, de todo cuanto la Palabra de Dios ha revelado y realizado en el mundo. Se trata, de una renovación integral: "nuevos hombres y nueva Iglesia para una Nueva Evangelización". Porque no es conveniente "echar vino nuevo en odre viejo" ( Mt 9,17).
Vamos a reflexionar sucesivamente sobre diversos temas de la Nueva Evangelización, todos según la óptica de Santo Domingo. Y lo vamos a hacer teniendo en cuenta en el tratamiento de cada tema el contenido del otro. Y en primer lugar, hablaremos sobre la evangelización propiamente dicha, atendiendo el concepto escriturístico y magisterial, para posteriormente abordar el tema del proceso de elaboración de la Cuarta Conferencia Episcopal celebrada en Santo Domingo. En un segundo momento, reflexionaremos sobre las condiciones imprescindibles para que haya una nueva evangelización y propondremos como ya habiamos dichos más atrás: "un nuevo modelo de hombre y un nuevo modelo de Iglesia para una Nueva Evangelización". En tercer lugar trataremos sobre las directivas de evangelización para el Paraguay. Aquí presentaremos importantes datos históricos que ayudarán a la labor pastoral de los hermanos evangelizadores en el Paraguay. Y por último presentaremos en un apartado privilegiado a María como "modelo de Encarnación cultural para el Paraguay".
Somos concientes de que la Evangelización es un tema mayor de la reflexión y de la preocupación de la Iglesia latinoamericana. Ella es objeto de atención , de estudio y, de cuidado para los sectores más concientes y dinámicos de la Iglesia. Hoy debido a la presencia y a la relevancia de la cultura adveniente, se está convirtiendo en la prioridad pastoral que merece toda la atención, en el objetivo fundamental de las comunidades cristianas. Para todas ellas parece haber sonado la hora de la Evangelización, pero que se ha de realizar con un nuevo ardor, un nuevo método y con una expresión nueva (SD 28).
Nuestras reflexiones, surgidas en parte del contacto con las preocupaciones de diferentes grupos eclesiales, se hacen eco de ellas y pretenden ofrecer elementos que ayuden a clarificar la situación y colaboren en la tarea de poner a los hermanos evangelizadores en estado de Evangelización y de suscitar en ella instrumentos y cauces para el desarrollo de la tarea misionera.
Por otra parte, somos concientes de lo precario de nuestra condición de creyentes. Deseamos sinceramente serlo, sabemos que sólo lo somos de forma muy imperfecta. Pero sabemos también que somos agraciados con la llamada del Señor. Somos nada más que instrumentos que queremos hacer presente en el mundo de hoy la Buena Noticia, con palabras y obras, a todos los que quieran escucharnos. Y lo haremos con la modestia y con la audacia de quien sabe que comunica algo, que no procede de él, sino del Señor, pero que justamente por eso tiene una eficacia inigualable.
Van pasando ya casi cuatro años de la proclamación de la Nueva Evangelización en América Latina. Y hay un hecho que nos preocupa a saber, la distancia enorme entre la claridad de las formulaciones doctrinales del magisterio de la Iglesia sobre la necesidad y la urgencia de la Evangelización y la lentitud, la torpeza, por no decir el desánimo de esa misma Iglesia, a la hora de transformar unas estructuras que obstaculizan el desarrollo de esa tarea y promover otras nuevas al servicio de la misión. Realmente no sé qué pasó con la Iglesia paraguaya, coincidentemente con el gran movimiento de la Nueva Evangelización, ella comenzó una progresiva etapa de inmovilidad.
El trabajo que presentamos, pretende suscitar en los corazones de los hermanos evangelizadores mucho ánimo y, mucha entrega para la gran tarea que apenas comienza y que necesita más fuerza, más ardor y más vida, en estos tiempos difíciles que atraviesa nuestro País.
EL GRAN PROCESO DE LA EVANGELIZACION.
La gran tarea de la Iglesia en la actualidad está volcada a la Nueva Evangelización: promoción humana y cultura cristiana. Este desafío es grave y profundo, amplio y comprometedor. Con ella se quiere apuntar directamente a la situación delicada que padece el hombre de nuestro mundo y de nuestro tiempo: por un lado la descristianización o el ateísmo práctico que pretende desvirtuar sin más la fuerza liberadora, salvadora y redentora de la Palabra de Dios, del misterio de Cristo, para los cristianos en particular y para todos los hombres en general, que no pueden encontrar salidas válidas para los problemas más acuciantes que los preocupan, los oprimen y esclavizan por todos lados; y por otro lado, la falta de coherencia entre la fe y la vida que imposibilita la fecundación del Evangelio.
El Documento de Santo Domingo de una manera llamativa insiste en la necesidad de proclamar de una manera viva y alegre el kerigma, al que califica como "raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana y principio de una auténtica cultura cristiana"(SD 33).
Esta tarea a su vez es un desafío particularmente urgente para los agentes pastorales y para todo el pueblo santo de Dios.
Para adentrarnos sin más al tema, vamos a preguntarnos en qué consiste exactamente la Nueva Evangelización.
A) LA EVANGELIZACION.
1. En la Escritura.
La Evangelización es en primer lugar, el anuncio del kerigma: "es la buena noticia de que Jesús vive,que ha resucitado". Había muerto, pero ha vencido a la muerte. Jesús es el único hombre que, a lo largo de la historia, ha conseguido él mismo, realizar esta hazaña. "Lo hemos visto", dicen la mujeres(Cf Lc 24,43), Pedro, los doce y hasta 500 personas de una vez. El último en constatarlo fue Pablo (Cf lCor 15,3-8).
En el capítulo 28,16-20 de San Mateo, nos encontramos con el llamado testamento misionero de Jesús:
"A mi se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra -dice Jesús a sus discípulos- Id pues, a las gentes de todas las naciones y hacedlas mis discípulos, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a poner en práctica lo que yo he dicho. Y tened por cierto que yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo".
Con el anuncio del kerigma los apóstoles perseguían el objetivo de ofrecer la salvación, realizada por Jesús, alcanzada mediante la fe y la conversión, confirmada por el don del Espíritu Santo y vivida en la comunidad cristiana, a todos los hombres de buena voluntad. Atendiendo para que el hombre íntegro, y todos los hombres, experimenten la acción salvífica de Jesús.
El evangelizador es vínculo del amor de Dios, acompañando al evangelizado para llegar a la presencia de Dios, para que el mismo le declare: "Tú eres mi hijo amado en quien yo tengo todas mis complacencias" ( Mt 3,17). Así el evangelizado podrá confesar que Jesucristo es en verdad el centro del designio amoroso de Dios, diciendo:
" Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido con toda clase de bienes … para que seamos santos e inmaculados en su presencia en el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo"( Ef l,3-5).
2. Evangelización en el magisterio.
Los apóstoles afectados en lo más profundo de su ser por el acontecimiento trascendental, salen al mundo a anunciar la buena noticia. Ellos son los antiguos pregoneros que con seguridad y convicción cumplían su misión.
La Evangelización es una tarea decisiva para la Iglesia, así lo ha entendido siempre. Y sabe muy bien que el Evangelio es un mensaje de salvación y también que debe ser una respuesta a las exigencias profundas de los hombres. Por ello en sus documentos vamos a encontrar múltiples alusiones sobre el tema.
La misión que descuella entre las principales aparece la Evangelización para la Iglesia que "como rebaño único de Dios… peregrina hacia la meta final, comunicando el Evangelio de la paz a todo el género humano"(UR 2). Y esta misión de manera más particular le compete a los evangelizadores consagrados: "Jesucristo quiere que por medio de los apóstoles y de sus sucesores, crezca su pueblo por la fiel predicación del Evangelio"(UR2). Esta misión esencial de la Iglesia le viene encomendada del mismo Padre: "Así como Cristo fue enviado por el Padre, El a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo. Los envió a predicar el Evangelio a todo el mundo"(SC6).
Ahora bien, entendemos que la misión de Evangelizar es tarea de todos, pero de manera particular, el Señor dió un mandato a la Iglesia organizada: "el cuidado de anunciar el Evangelio en el mundo pertenece al cuerpo de los pastores, ya que a todos ellos, dió Cristo el mandato,de evangelizar en común" (LG 23).
La Iglesia al ser conciente de esta tarea que le urge, descubre grandes beneficios y bendiciones que son frutos de la predicación del Evangelio: "El Evangelio fecunda desde sus entrañas las cualidades espirituales y las tradiciones de cada pueblo y de cada edad, las consolida, perfecciona y restaura en Cristo"(GS 58). Y lo más importante, contribuye para "combatir y eliminar los errores y males que provienen de la seducción permanente del pecado"(GS 58), además, anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes que deriven, en última instancia del pecado. El Evangelio lejos de ser una alienación para el hombre, "garantiza, como ninguna ley humana, la dignidad personal y la libertad del hombre… respeta santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión"( GS 41).
En fin, la Iglesia en su actividad evangelizadora no realiza ninguna presión a la comunidad humana para someterla al Evangelio. Sino, siempre comienza realizando una cordial invitación, inclusive a los ateos, "de manera que lo consideren sin prejuicios y pueda despertar en sus corazones una irrefrenable exigencia de dignidad"(GS 21.26). Y cuando los hombres hayan aceptado y asumido el Evangelio de Cristo quedarán iluminados por su luz". Todo esto se realizará gracias a la predicación y testimonio de los obispos y sacerdotes"( GS 43). "Así todas las familias humanas y cristianas darán al mundo testimonio valiosísimo de Cristo"(AA 11), anunciando a su vez la Buena Nueva, en un clima de fiesta. Fiesta realizada por medio de la liturgia, porque por medio de ella, "Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando su Evangelio, y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración"(SC 33).
Para la Iglesia la misión de los laicos comprometidos se ubica en un lugar muy destacado, juntos a la de los obispos y sacerdotes. Cristo, el gran profeta, que proclamó el Reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la Palabra, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria… por medio de los laicos, a quienes, constituye en testigos y les dota del sentido de la fe y de la gracia de la palabra (Cf Hec 2,17-18; Ap 19,10), para que la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social.
3.¿Por qué una Nueva Evangelización?
Hablar de una Nueva Evangelización no significa que la anterior haya sido inválida, infructuosa o de poca duración. En realidad significa que," hoy se presentan desafíos nuevos, nuevas interpelaciones que se hacen a los cristianos y a los cuales es urgente responder"(SD24). Sabemos que hay un solo y único Evangelio para todas las épocas, pero también sabemos que hay deficiencias anteriores en la evangelización que necesitan ser corregidas.
Para ver con más claridad estas deficiencias vamos a realizar un recorrido por la antigua evangelización (según el Padre Pedro Chinaglia).
-La primera evangelización se realizó bajo la convicción teológica de la Iglesia como único 'ámbito de salvación'.
-Los descubridores y conquistadores de América, creyeron que para evangelizar tenían que destruir la cultura pagana o diabólica, como ellos creían, de los amerindios y sustituirla por la ibero-lusitana.
-No asumieron lo positivo y válido de la cultura ya existente en América (exhorcismo cultural).
-Se le obligaba a la gente a convertirse a la fe (reducción a la fe).
-Se acentuaba en demasía la dimensión sacramental de la vida cristiana, mientras se descuidaba la previa evangelización y aceptación personal de la fe.
-Se daba mucha primacía a la ortodoxia, a la fe como contenido o conjunto de verdades reveladas por Dios que el cristiano tenía que creer sin poder entender. El pensar correctamente la verdadera fe (ortodoxia) según las enseñanzas de la Iglesia, la adhesión íntima del corazón y la unión entre fe y vida, no constituían el aspecto más importante; casi se suponía como natural.
-Se acentuaba demasiado la función del magisterio de la Iglesia: del Papa y los obispos. Sólo ellos podían leer e interpretar la Biblia, pero lo que es peor, casi se sentían superiores a la misma Escritura y la utilizaban como prueba de las verdades que proponían a los fieles.
Por otro lado, la Iglesia en América Latina ya nació alienada. Desde el comienzo y a pesar de esfuerzos valientes y excepcionales, no fue la dueña de su destino." Las decisiones eran tomadas fuera del continente: en Madrid, más que en Roma, en virtud del Patronato".
Había preocupación principalmente de salvar las almas. No se consideraba la idea de formar comunidades, sino de la salvación individual. Se escaparon las dimensiones tales como: el hombre ser corpóreo y, las estructuras sociales; la salvación del cosmos y de toda la naturaleza, fueron dimensiones desconocidas prácticamente.
La primera evangelización había realizado una alianza con el trono y el altar, entre misión y conquista. Esto había oscurecido un tanto el verdadero rostro de la Iglesia. Muchas veces los indígenas relacionaban los maltratos que recibían como esclavos, al dios de los blancos: "tienen la opinión de que nuestro Dios es el más inícuo y el más malvado de todos los dioses"(Bartolomé de las Casas). Es evidente que en nombre del Evangelio se cometieron muchos abusos, atropellos y violación de la sagrada dignidad de la persona humana. Antes que testimoniar a Cristo a veces sembraban odio y rencor entre los nativos: "¡Ay… entristezcámonos porque llegaron, nos enseñaron el miedo, vinieron a marchitar las flores. Para que su flor viviese, dañaron y sorbieron nuestra flor".
Como respuesta a estas herencias deficientes, el Documento de Puebla plantea lo siguiente:
"Recordar las deficiencias no debe tener como objetivo crear un malestar u odio por los que sembraron el Evangelio, sino tenerlas en cuenta para plantear una evangelización mejor cimentada. Porque, el mejor servicio que se puede brindar al hermano es la evangelización, que lo dispone a realizarse como hijo de Dios, que lo libera de las injusticias, y lo promueve igualmente" (DP 1145).
Concluyamos esta parte diciendo que, la siembra de la fe se realizó en un ambiente súmamente difícil, y a pesar de todo, creció. Por ello debemos dar gracias a Dios, porque esa fe es lo que nos une hoy en América Latina y lo que nos une es mayor que lo que nos puede separar: ¡Cristo nuestro primer y último evangelizador, que El mismo nos ayude en este caminar!
4.Nueva comprensión de la Nueva Evangelización.
Hemos dicho que toda evangelización parte del mandato de Cristo a sus apóstoles y sucesores (Cf Mt 28,19), "este se desarrolla en una comunidad formada por los hijos de Dios que comparten su amor y su fe" (SD 24). Ahora bien, hablar de una nueva evangelización presupone que hubo una primera evangelización. Hoy sin borrar aquella, se quiere dar unas respuestas nuevas a los desafíos nuevos del mundo, a los problemas que presenta la realidad del continente latinoamericano donde "existe divorcio entre la fe y la vida, que a su vez crea situaciones de injusticias, desigualdad social y violencia" (SD 24).
Se apunta directamente a la grave situación que sufre el hombre de hoy: la descristianización (ateismo práctico), y el divorcio entre la fe y la vida. Estas situaciones como ya hemos dicho, quieren desvirtuar sin más la fuerza liberadora, salvadora y redentora de la Palabra de Dios, del Misterio de Cristo, para todos los cristianos y para todos los hombres en general que corren por el mundo buscando encontrar salidas válidas para sus problemas más acuciantes, que los preocupan, los oprimen y esclavizan por todos los lados. El trabajo es árduo principalmente para los agentes más comprometidos con la causa de Cristo, pues deben lograr "conjugar de nuevo, conciente y sistemáticamente, la fe con la vida, la razón con la religión, y la mente con el corazón". Y ellos también deben lograr que esta evangelización sea realmente "nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión"(SD 28).
B) PROCESO DE ELABORACION DEL DOCUMENTO DE SANTO DOMINGO.
1.Antecedentes a la IV Conferencia Episcopal.
Para llegar a la idea de una nueva evangelización la Iglesia ha venido caminando y trabajando durante dos largas décadas. Ella entendió que para alcanzar este objetivo era necesario realizar en primer lugar, una radicalísma opción. Así la Iglesia como nunca optó por identificarse con su pueblo, compartiendo sus angustiosos problemas, especialmente los de los sectores más empobrecidos, todo esto a la luz y en comunión con las orientaciones pastorales propuestas por el Vaticano II y por la Santa Sede.
Sin duda alguna, Medellín (l968) fue uno de los signos más claros del encuentro entre la Iglesia y el Pueblo. Fue realmente un ponerse al día con toda la problemática latinoamericana, porque durante muchos tiempos, Ella se mantuvo del lado de los poderosos, mientras la masa mayoritaria católica era sometida a una esclavitud (en su amplio sentido), insoportable. Lo que la Iglesia hizo entonces, fue únicamente lo que debía hacer, en orden a su misión esencial: configurarse con un rostro auténticamente pobre, misionero y pascual, desligado de todo poder temporal para poder comprometerse audazmente en la liberación del hombre y de todos los hombres.
"Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo liberación que no les llega de ninguna parte… No podemos dejar de descubrir en esta voluntad cada día más tenaz las huellas de la imagen de Dios en el hombre. Que se presente cada vez más nítido en América Latina el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera comprometida con la evangelización y liberación de todo el hombre y de todos los hombres".
Posteriormente, se realizó la III Conferencia Episcopal latinoamericana, llevada a cabo en Puebla en 1979. En esta reunión se tomó como proyecto fundamental de trabajo, la "evangelización liberadora". Puebla a su vez estaba iluminada con las luces proyectadas desde Pablo VI con sus documentos: Octogesima Adveniens 1971 (carta apostólica), y la Evangelii Nuntiandi 1975 (Exhortación apostólica).
De esta manera se vino trazando el camino largo y difícil, de la nueva evangelización hasta llegar a Santo Domingo en donde hay ya la mayor claridad y definición sobre el tema.
Otros acontecimientos importantes, considerados básicos para la proclama de la Nueva Evangelización son: a) La visita del Papa a Haití en 1983, ocasión en la que se realizó la XIX asamblea ordinaria del CELAM. En alguna parte de su discurso el Papa afirmó:"…es compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles la tarea de la Nueva Evangelización. Nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión"; b) En Santo Domingo, el 12 de octubre de l984 el Papa decía a los obispos de América Latina: "El próximo centenario del descubrimiento y de la primera Evangelización nos convoca pues a una nueva Evangelización". El Papa realmente se mostró preocupado por la situación actual de América Latina. Y en esa ocasión también propuso el plan de un futuro de esperanza, que se llama Civilización del Amor. Y enfatizó que es una enorme tarea y responsabilidad de los obispos.
2.Algunos documentos sobre la Nueva Evangelización.
Existen importantes documentos que subyacen el proyecto de la Nueva Evangelización. Para llegar hasta Santo Domingo, hubo una larga y progresiva gestación que iba concretando el proyecto. Después de la proclamación oficial, aparecieron numerosos otros documentos para estructurar y perfilar esta enorme misión.
a)Concilio Vaticano II.
El eje principal sobre el cual gira todo el proyecto de la Nueva Evangelización es la Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI. Este documento ha abordado amplios y novedosos temas pastorales que ha dinamizado en gran medida la labor evangelizadora de la Iglesia. Veámos algunos aspectos esenciales de esta exhortación apostólica, según el esquema de trabajo realizado por el Padre Antonio González Dorado, S.J.
El documento nos recuerda que la misión esencial de la Iglesia es evangelizar,"…es la vocación e identidad de la Iglesia"(EN 14). Ella existe para evangelizar, "…para continuar la misión de Jesús"(EN 7)." Y la misión de Jesus es ante que nada, el anuncio del Reino de Dios, el cual es Absoluto"( EN 8). Para construir el Reino de Dios era necesario salvar al hombre en su integridad, salvación que es liberación de todo lo que pueda oprimir al hombre, "especialmente liberación del pecado, en un clima de alegría, conociendo a Dios, siendo conocido por El"(EN9)."La Iglesia existe para evangelizar"( EN 14)," pero no olvida que para ser evangelizadora, Ella debe comenzar evangelizándose a sí misma"(EN 13).
En otra parte el documento habla del drama de nuestro tiempo, la rutura entre el Evangelio y la cultura. Y atendiendo a esta situación, propone "una evangelización liberadora, que promueva la justicia, la paz y el verdadero crecimiento del hombre"(EN 29).
Pablo VI, nos recuerda que, "una evangelización renovada y adaptada al contexto cultural de nuestro mundo moderno, es deber de todos los fieles cristianos"(EN 82), y propone a la Virgen María como "Estrella de la siempre renovada Evangelización" ( EN 80).
b)Documentos más importantes antes de 1983.
En forma sucinta presentaremos algunos documentos de estos tiempos:
*Mater et Magistra (1961) y Pacem in Terris (1963) de Juan XXIII. Nos proponen un mundo solidario y, califican a la Iglesia como la Iglesia de los pobres.
*Eclesiam Suam (1964), Populorum Progressio (l967) y Octogesima Adveniens (1971) de Pablo VI. Estos documentos serán de suma importancia para las conferencias de Medellín y Puebla.
*Redemptor Hominis (1979), Laborem exercens (1981) de Juan Pablo II. Siguiendo las líneas del Vaticano II, se orientan hacia la misión evangelizadora de la Iglesia y hacia la redención integral del hombre, además de la preocupación por las injusticias que aquejan a varios sectores de la humanidad.
c) Documentos más importantes después de 1983.
Aquí vamos a presentar algunos documentos importantes para América Latina,y que en su mayoría son frutos de las visitas del Papa a nuestro continente.
–Discursos del Papa en sus viajes: Centro América y Haití (1983); Santo Domingo y Puerto Rico (1984); Venezuela, Ecuador y Perú (1985); Colombia y Santa Lucía (1986); Uruguay, Chile y Argentina (1987); Uruguay, Bolivia, Perú y Paraguay (l988).
-Discurso al CELAM en Puerto Príncipe (1983), allí hace oficialmente el lanzamiento de la Nueva Evangelización.
-Homilía en Viedma, Argentina (1987) y Salto, Uruguay (1988).
-Instrucciones sobre la Teología de la Liberción publicadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe (1984,1986).
-Enciclica Sollicitudo Rei Socialis (1987), y la Exhortación Apostólica Christifideles Laici (1988).
3.Comprensión del Documento de Santo Domingo.
a) Dificultades en la elaboración del documento.
El Documento de Santo Domingo fue elaborado en solamente quince días de trabajo intensivo, inclusive podemos decir, a ritmo forzado. Pero antes de la Conferencia se tuvo una larga y profunda preparación sinodal y para-sinodal. Ciertamente es un documento reducido, pero tiene una importancia sustancial, porque es un documento oficial,que responde a las situaciones históricas actuales de la Iglesia latinoamericana.
El Padre Joaquín Alliende Luco, cuenta paso por paso cómo fue viviendo el acontecimiento: "Santo Domingo." El dice que la Conferencia resultó ser un entrevero y una simultaneidad de lo humano y lo divino.¡ Qué mejor testimonio que este sacerdote! El ha venido acompañando los trabajos de la Iglesia de América Latina en la Conferencia General del Episcopado en Puebla (1979) como secretario de la Comisión de Evangelización de la cultura y religiosidad popular, trabajando en la redacción de textos de esa materia y en los de otras comisiones. En la Conferencia General de Santo Domingo (1992), como perito adscrito a la Comisión de Coordinación general y a la Comisión de redacción.
b) La presencia del Espíritu Santo en S.Domingo.
El Padre Joaquín Alliende, cuenta que para él fue un privilegio y un regalo participar desde la entraña misma en una Conferencia General del Episcopado latinoamericano.
El mismo comenta que el Espíritu Santo actúo en medio de la realidad sicológica y social de los asistentes. De lo contrario jamás se hubiera llegado a una conclusión interesante, porque todos ellos son deudores de una cultura determinada, de escuelas de pensamiento, que se mueven por motivaciones de complejos registros. Hubo realmente personas nobles evangélicamente, pero también hubo mucho miedo, pasiones no purificadas, resquemores nacionales, debilidades que no están a la altura de las vocaciones de esos hombres. En fin parece que hubo de todo, mas lo grande es que Dios actuó allí y así. De esa manera se experimentó la victoria del Espíritu sobre las miserias humanas.
En fin, podemos decir con alegría, que las conclusiones del Documento de Santo Domingo son una voz de Dios, una moción del Espíritu en la conducción de la Iglesia en América Latina.
c) Calificación magisterial del documento.
El Santo Papa en su carta a los obispos de América Latina del 10 de noviembre de 1992 decía: "los textos conclusivos de dicha Conferencia, cuya difusión he autorizado, podrán orientar ahora la acción pastoral de cada obispo diocesano de América Latina". Y la responsabilidad del obispo es grande, debe ser el primero en informarse adecuadamente sobre el documento y después compartir con sus hermanos sacerdotes la tarea de la Evangelización. Esta misión está contenida en forma muy clara en los documentos de la Iglesia:
"Cada pastor diocesano,junto con los presbíteros sus cooperadores y con los demás miembros de la Iglesia particular que se le ha confiado,hará el necesario discernimiento, para ver lo que sea más útil y urgente en la situación particular de su diócesis" (LG28).
A partir de estos elementos podemos decir que, el documento tiene calidad de magisterio ordinario de los obispos. Pero más allá de cualquier calificación magisterial lo más importante para nosotros deberá ser el de atender al Documento de Santo Domingo, como acontecimiento y como texto, a la luz de la fe.
d) Santo Domingo conduce la pastoral de América Latina.
El documento de S. Domingo no es el catecismo de la Iglesia, avalado por la Constitución Fidei Depositum. No obstante sin tener esa calidad pide adhesión creyente de parte de nosotros a palabras legítimamente destinadas a conducir la pastoral de A.L. Es importante que cada creyente se adhiera con espíritu de obediencia a las orientaciones de nuestros obispos, como si fuera un eco de las enseñanzas del Buen Pastor. El mismo texto reclama un obsequio de nuestra fe. Por el trabajo aquí presentado no pretende analizar su contenido teológico o en revisar el documento para ver cuáles elementos sirven o no. Esta actitud estaría a la altura de un estudiante que está leyendo el trabajo de algún colega e incluso de un alumno en un seminario, al cual se le debe indicar cómo hacer mejor su tarea. Tampoco se debe utilizar palabra de índole pesimista,tal como: "se hubiese hecho así". Esta actitud no es muy conveniente, pues, crea una relación de desagrado al lector con el texto, y debilita en él su ánimo creyente necesario. La idea primordial es que se favorezca la apertura fundamental, y permitir así a los fieles recibir, con una benevolencia obsequiosa, las palabras orientadoras del Documento de Santo Domingo, y que los evangelizadores se dispongan con más ardor para cumplir el trabajo de evangelizar.
En definitiva, el futuro de las conclusiones de Santo Domingo se juega en si el magisterio de los obispos encuentra o no una respuesta creyente, especialmente de los que tienen responsabilidades pastorales y pedagógicas en el Pueblo de Dios. No podemos aceptar que en tan sólo tres años, se haya quedado en el olvido la propuesta evangelizadora de nuestros obispos. El proceso tiene que seguir, se debe acoger con alegría el programa de la Nueva Evangelización, que se centra en la persona de Nuestro Señor Jesucristo, como obra del Espíritu Santo y, de la voluntad del Padre.
COMPROMETIDOS EN LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.
"Si hay hombres que proclaman en el mundo el Evangelio de salvación, lo hacen por mandato divino, en nombre y con la gracia de Cristo Salvador"(EN 59). Este mandato divino en realidad, alcanza a toda la Iglesia, "la Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios"(AG 35). Estas palabras nos llenan de satisfacción, pero por otro lado nos dejan en un estado muy comprometedor. ¿Qué va a pasar con la humanidad, si la Iglesia no cumple su misión, o si no la cumple bien? Este grave compromiso es profundamente eclesial, desde el más humilde predicador, catequista o pastor, hasta la persona más importante de la jerarquía eclesial están convocados para participar de esta misión.
Para que haya un trabajo llevado a cabo con cierta armonía deberá existir un "nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la Evangelización"(EN 16). Además cada agente evangelizador debe estar plenamente convencido de su misión y todo lo que realice debe brotar de una profunda fe y conversión interior. Hoy más que nunca se necesita que el evangelizador reúna estas condiciones para que su trabajo realmente produzca frutos en abundancia.
A) NUEVO MODELO DE HOMBRE PARA LA NUEVA EVANGELIZACION.
1) Hombres de Dios.
La Iglesia y también el mundo, quieren ver en los consagrados a "hombres de Dios", que abrevan en la fuente del amor del Padre. "Como la cierva sedienta busca las fuentes de agua, así mi Dios, te busca a Ti"(Sl 42,2). Así viven los hombres de Dios y responden siempre a la invitación de Cristo que dice: "si alguno tiene sed que venga a mi y beba. El que crea en mi sentirá llegarle ríos de agua viva" (Jn 7,37).
Muchas veces nosotros los agentes principales de la evangelización nos convertimos en "académicos de la fe", y descuidamos la simplicidad de hombres de fe, que caracteriza al hombre que alaba al Señor. No podemos negar que el mundo está cansado de escuchar que Cristo resucitó, que liberó, porque nunca ve a los hombres resucitados y liberados por El.
Decir "hombres de Dios", es una frase que indica pertenencia. Es un acto de confianza. Es una historia y un compromiso. Es una gran responsabilidad, porque estamos proclamando que hemos salido de la mano de Dios; que somos obra y fruto de su amor. Somos por tanto y en primer lugar, hombres de Dios, porque él nos creó. Somos su pertenencia, porque Dios nos ha pensado, nos ha querido, nos ha amado y nos ha escogido. La condición de criatura es común con todos los hombres, pero, nuestra conciencia de agentes consagrados, nos hace más exigentes que los demás en el reconocimiento del amor de nuestro Creador y de la gratitud ante el don inestimable que nos ha otorgado. Además esta conciencia ha de hacernos celosos guardianes de la propia y de la ajena dignidad humana. De esta manera estamos reconociendo el señorío de Cristo.
Hoy contemplamos a la humanidad que ha olvidado a su Señor. Ejemplos claros tenemos en las ciencias actuales: la Biogenética se acerca a los más profundos misterios del ser humano, manipula la vida, juega con los cromosomas, experimenta sin respeto con los embriones humanos, se siente fascinada por la clonación, reemplaza el útero por la probeta, y se siente Señor de la vida. Legisla sobre ella su arbitrio. Por otro lado,vemos que las leyes abortivas se multiplican en el mundo; sexo y vida se separan y asistimos perplejos a la prostitución del derecho que concede estatuto marital a los homosexuales y a las lesvianas. Todos estos niegan totalmente a Cristo como el Kyrios, Señor del hombre, Señor nuestro y Señor de nuestros hermanos.
Hombres de Dios también significa que se abre la posibilidad de un diálogo franco y sincero entre Dios y el hombre. Es la capacidad para conversar con El, sin importar la calidad ética, ni el grado de santidad. Porque El entabla diálogo igual con pecadores que con santos, igual con místicos que con descarriados, y lo que es más, él mismo toma la iniciativa.
No cabe duda, que ser hombres de Dios, implica una gran responsabilidad de servicio a los hermanos. Somos portadores de la gracia redentora de Cristo y del don santificador del Espíritu Santo. Y por último debemos destacar que, el hombre de Dios es un hombre fiel: "la fidelidad para él es testimonio, vida, y hasta entrega de la misma vida".
2) Testigos de Cristo.
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres" ( Lc 4,18).
"Jesús fue enviado para anunciar la Buena Nueva, desde la Encarnación, los milagros, las enseñanzas, la convocación de sus discípulos, el envío de los doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de su presencia en medio de los suyos, forman parte de su actividad evangelizadora"(EN 6).
El testimonio de Jesús tiene calidad de sangre, y en ese sentido es el verdadero ejemplo para cualquier evangelizador.
El testigo de Cristo está irremediablemente destinado a soportar grandes dificultades. Está inserto en un mundo que vive a espaldas de Dios, en un mundo donde muchos hombres ya no tienen el sentimiento de la piedad. Han ahogado en su corazón, casi hasta hacerlo desaparecer, el sentido del misterio de Dios. ¡Oh Dios! defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado"( Sl 43). Pero el hombre de Dios, por su misma vocación, siente que su llamada es una renuncia y una despedida de las cosas que más preocupan el corazón del hombre moderno; mas, la luz de Dios nos hace comprender el inmenso don de nuestra vocación y sentimos que la amargura se nos volvió paz.
El testigo del Evangelio está dentro de la categoría de los que se configuran con Cristo en el ministerio sacerdotal alcanzado por medio del bautismo. Por ello tiene la exigencia especial de una cercanía mayor, y un ritmo más acompasado y constante tras los pasos del Maestro. Tiene la altísima responsabilidad de servir al Pueblo de Dios, obrando en la persona de Cristo Cabeza. Este tipo de testigo es lo que se necesita, porque como decíamos antes, "el pueblo de Dios y el mundo necesitan hombres santos", este es el clamor de la Nueva Evangelización.
El apóstol encontró fortaleza en la experiencia de la Resurrección y seguridad de su misión en la experiencia de Pentecostés. Una nueva Evangelización entraña una recuperación del sentido pascual. De esta manera el evangelizador cobrará valor frente a la cobardía que pueda invadir el ambiente ante la presencia agresiva de una cultura químico-matemática, sin Dios. La efectiva certeza de la Resurrección cambia en profundidad nuestra vida y da a nuestro ministerio el sello que los hombres de hoy reclaman.
Ser testigo del Evangelio, es ser el don vivo de Dios. Es por eso que se debe asumir con radical profundidad la vocación de profeta, sacerdote y rey, según el esquema de Camilo Maccise.
-Profeta: somos servidores de la Palabra, por eso abrimos las puertas de nuestro corazón al mensaje divino. Así se cumple en nosotros el mensaje de San Pablo que dice: "Medita estas cosas, ocúpate de ellas, para que todos aprovechen. Atiende a las enseñanzas, porque te salvarás tú y los que te oyen"(1Tm 4,15). Cada evangelizador debe ser un buen administrador de la Palabra (Cf PO 13).
-Sacerdote: revestidos de la plenitud del sacramento del orden somos administradores de la gracia del supremo sacerdocio, sobre todo en la Eucaristía, que celebramos o procuramos que sea celebrada, "mediante la cual la Iglesia vive y crece continuamente"(Cf LG 26). Así celebramos con alegría la gloria de Dios y agradecemos por todas sus obras buenas.
-Rey: compete a los obispos como sucesores de los apóstoles, apacentar la grey del Señor (Cf 1Pe 5,2), educar a los fieles como a hijos queridos en Cristo (Cf 1Cor 4,14-15), y regir a la Iglesia de Dios (Cf Hh 20,28). El obispo que es el que ocupa el lugar más alto, debe hacerse como el menor, como servidor de todos (Cf Lc 22,26-27). Esta potestad la ejercen personalmente en nombre de Cristo. Tanto el obispo como sus presbíteros tienen el poder de señalización, de elección atado al poder de Cristo. Nuestro poder es redentor, es servicio, es configuración con el Maestro que es al mismo tiempo Señor y siervo. Es un poder, fruto del amor salvífico, que se ejerce igualmente con mucho amor.
Ser evangelizador del mundo actual es una tarea súmamente difícil, porque cada uno de nosotros no somos ajenos al influjo invasor de los cambios culturales. Pero lo importante debe ser para nosotros vivir en la luz, debemos ser hombres que aman la verdad y que saben conjugar el poder y la riqueza con la sabiduría en la gloria de Dios. Y todo esto se logrará únicamente por Cristo Jesús, por la justicia de Dios, en la medida en que abramos nuestro corazón y nuestra inteligencia.
3) Hombres de la Verdad, de la Iglesia y de la Cruz.
"El Evangelio que nos ha sido encomendado es también Palabra de Verdad. Una verdad que libera y que es la única que procura la paz de corazón: esto es lo que busca la gente"(EN 78).
El evangelizador es una persona que debe caracterizarse por ser hombre de la verdad. Porque, "la verdad que él profundiza y comunica es verdad revelada y por lo tanto, más que ninguna otra forma, parte de la verdad primera: Dios" (Cf EN 78).
Estas palabras del Magisterio son tan bellas, tan nobles, pero, ¡qué difíciles son para cumplirlas a la hora de la verdad!, porque: en esta hora de la historia en que el hombre fabrica sus dioses, en que se levantan altares al ídolo del poder, al ídolo del placer, encontramos 'sacerdotes' de estas idolatrías y, dolorosamente, no faltan en nuestra propia Iglesia.
La lucha es candente entre el bien y el mal en el mundo y en el Pueblo de Dios. ¡Cuánta lucha tenemos que sobrellevar por la pureza, por la castidad en nuestra juventud! Pero aparece el fabricante de la verdad para destruir lo que la Iglesia enseña sobre pureza y castidad; ¡cuánto tenemos que luchar por la unidad matrimonial! Pero aparece el fabricante de la verdad propia para el ídolo del placer por encima de la ley de Dios; ¡cuánto tenemos que luchar para defender el señorío de Dios sobre la vida! Pero aparece el fabricante de la verdad abierta al aborto; ¡Cuánto debemos luchar por la unidad de la Iglesia fundada por Cristo! Y aparece el fabricante de sectas para dividir a los cristianos. Y hay confusión y tropiezan los débiles en las piedras de esos altares levantados a los ídolos. Pero a pesar de todo, si tenemos una fe grande en el Señor, "nadie nos puede separar de El" (Rm 9,35).
Por otro lado, el agente evangelizador debe ser un "hombre de Iglesia", un hombre capaz de unir más día a día a la Iglesia y amarla profundamente. Porque dividir una Iglesia, dividir una comunidad o dividir un hogar es relativamente fácil. El que se empeña en romper siempre lo bello, lo bueno y lo noble, no alcanza méritos importantes en la vida. No tiene ningún valor lo que realiza. Por eso, el obispo, el sacerdote, la religiosa, el laico y cualquier agente comprometido, deben luchar por la unidad y la fidelidad demostrando así el amor invencible que tienen por la Iglesia.
Hombres de la Iglesia es ser hombre de la unidad. "La fuerza de la Evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas"(EN 77).¿Cómo vamos a evangelizar al pueblo, si mostramos una imagen de gentes divididas? De esta manera sólo vamos a sembrar escándalos y cizañas en el mundo.
"Evangelizadores: nosotros debemos ofrecer a los fieles de Cristo, la imagen de hombres adultos en la fe, capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad" (EN 77).
Concluyamos esta sección recordando una condición importante para el buen desempeño del evangelizador en la tarea misionera. Esta es la de ser "hombres de la cruz". Esta es una situación no muy ambicionada por los hombres del mundo actual,inclusive por los obispos y sacerdotes. Todo el mundo busca lo más fácil, rápido y cómodo. Ser hombres de la cruz es una praxis nacida del encuentro con Cristo Salvador, que se situó en un lugar concreto de la historia, abajo, optando por los pobres, para abrirlos a la esperanza. Ese es su Evangelio, por ello sufrió violencia y conoció la muerte. Hoy la Nueva Evangelización ve la necesidad cada vez más urgente de la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado para nuestra salvación, buscando suscitar la adhesión a Jesucristo y a su Iglesia de tantos bautizados que viven sin energías, su cristianismo, alejados de la Iglesia. Pero hasta ahora no hay respuesta satisfactoria. Se hace necesario regar con más frecuencia la semilla sembrada, con aguas puras del testimonio de cada evangelizador."Los hombres de la cruz", son agentes que creen en la resurrección de Cristo, por eso luchan, sufren, sudan sangre proclamando que ¡Jesús vive! y a pesar de que el mundo les responde con su dolorosa indiferencia, son alegres y tienen mucha esperanza. "Pablo plantó la semilla y Apolo regó, Dios le dió el crecimiento"(1Cor 3,5-6). Esta es nuestra esperanza y esta es la que nos conforta y fortalece en la fe como evangelizador.
B) NUEVO MODELO DE IGLESIA PARA LA NUEVA EVANGELIZACION.
La Evangelización se concretiza siempre en la Iglesia local. Ella se implanta en el corazón de cada comunidad como signo e instrumento del Reino de Dios. Por eso, la Iglesia local es la que más sufre las diversas circunstancias anticristianas que amenazan a las personas y a las comunidades: la increencia, disfrazada de corrientes de pensamientos, modas o costumbres y, por otro lado, "el desconocimiento de la verdad sobre Jesucristo y de las verdades fundamentales de la fe de parte de los mismos cristiano"(SD 39). Muchos no sólo han perdido la fe, sino también, el sentido de pecado. En fin, se nota una abrumadora incoherencia entre la fe y la vida, que constituye un feroz desafío para la labor evangelizadora de la Iglesia.
Creemos que una de las preocupaciones más prioritarias que desafía a la Iglesia, es la falta de credibilidad de la gente hacia la actividad que ella emprende. Hoy se escucha decir:"Jesús sí, la Iglesia no". Algunos pretenden vivir su fe en independencia de cualquier comunidad cristiana, negando así la comunión que debe existir entre "Cristo, la Iglesia y la Evangelización" (EN 16).
1. Increencia y Evangelización.
a) La increencia.
El fenómeno de la increencia se ha dado en todas las épocas de la historia, incluso en las situaciones más decididamente sacrales y hasta teocráticas, como la que refleja el Antiguo Testamento. Aparecen restos de polémicas con los no creyentes, por ejemplo, el insensato dice: -"no hay Dios" (Sl 13); o como el escándalo que se produce cuando al impío le va bien, mientras al justo le llegan apremiantes situaciones de sufrimientos (Cf Sl 73,12-13).
Quizás en América Latina, no vamos a encontrar una masa grande que radicalmente sea incrédula. Pero la gran incoherencia que existe entre la fe y la vida de muchas gentes, nos hace pensar un poco más allá: ¿será que no hay un carácter masivo, de la increencia? Masivo no significa, sin embargo, mayoritario, ya que en todos los países latinoamericanos de tradición cristiana, los creyentes en Dios siguen constituyendo una mayoría muy importante de la población. Aquí sólo queremos indicar que el número de los creyentes comprometidos disminuye en gran escala con relación a los no creyentes. Por otro lado, existe una extensión numérica que ha adquirido la presencia de los no creyentes en todos los estratos sociales y su correspondiente reconocimiento social, cultural y político. Todo esto nos da la tentación de hablar de una cultura de increencia, como el mayor desafío para la Iglesia local.
Algunos afirman que la Iglesia poco interesa y convence. Por eso, le resultará difícil lograr una síntesis entre la fe y la cultura. Este juicio es muy rápico y poco profundo. Analizando con más seriedad la situación, vamos a constatar que "hemos sido transferido de una cultura oficialmente confesante a una cultura devotamente increyente". Antes, nuestro pueblo estaba envuelto en una cultura oficialmente confesante por dos razones: a) había un clima cultural, unos presupuestos mentales y valorativos que influían en el conjunto de la vida, se transmitían en los símbolos y hasta en el lenguaje en que se expresaban y condicionaban la organización social y política, y b) el cristianismo establecía los sistemas de pensamientos, las valoraciones éticas, las creaciones y las formas de realización de lo humano.
Ahora, del monopolio de la situación anterior se ha pasado al pluralismo, con una tendencia más o menos manifiesta a eliminar las presencias socialmente relevantes, para reducir la fe al terreno de las convicciones personales y de la conciencia individual: "yo vivo mi fe como se me antoja". Con esto el edificio de la comunidad se ve violentamente derribado.
La increencia es un fenómeno que a su vez tiene su consecuencia en ascendente evolución. Así vamos a notar que hay una difusión de una nueva forma de ser hombre con una nueva forma de pensar, que se difunde a través de los medios de comunicación social; hay una nueva escala de valores; un nuevo ethos, nuevas justificaciones de las conductas y nuevas mores.
G. Ebeling, afirma que la fuente del ateísmo está relacionada estrechamente con la fe cristiana. "Solo donde Dios es creído y proclamado tan radicalmente, puede ser negado radicalmente". Aparentemente estas afirmaciones van en contra de lo que el Documento de Santo Domingo confiesa: "Jesucristo ayer, hoy y siempre". Aunque parece que no. Lo que se pretende es dar por agotado y asimilado el cristianismo y trata (la increencia) de cumplir con otros medios las mismas funciones que el cristianismo desempeñaba en beneficio de las personas y de la sociedad. De ahí que en bastantes de sus formas al menos, la increencia actual no sólo intenta eliminar la fe, sino además, matar el nervio religioso, arrancar la misma raíz para evitar cualquier rebrote. Por ejemplo, rechaza la institución religiosa y critica los trabajos realizados por ella.
En fin, para concluir esta parte, vamos a decir que la ruptura o la incoherencia entre la fe y la vida no es un problema sencillo, al contrario, es muy complejo, detrás hay todo un movimiento cultural que los evangelizadores deberán saber cómo llegar a encontrar las fuentes.
b) Tipos de increencias.
Existen muchas formas de increencias, según Juan Martín Velasco, tantas como las personas no creyentes, porque cada una pone en ella el sello de su carácter, de las circunstancias de su mundo y de los acontecimientos de su vida.
Para clasificar los tipos de increencias, voy a observar que, la relación entre fe e increencia no se debe plantear en términos de dicotomía y de ruptura total, sino más bien, en los de "continuum" en el que resulta difícil establecer fronteras. por otro lado, se puede afirmar que en un mismo hombre pueden coincidir el justo y el pecador -simul justus et peccator- y que en cada creyente puede haber a la vez un no creyente y un hombre fiel.
*La increencia dentro de la religión: si decimos que la increencia está solamente en las gentes del mundo, fuera de las instituciones religiosas, estaríamos cometiendo un error inconciente. Porque existen, radicales perversiones dentro de la institución en la que necesariamente se encarna la fe, manifestada sobre todo en la radical perversión de la actitud creyente de los principales responsables. Muchas veces critican nuestras debilidades y nuestras fallas. Pero debemos reconocer también que hay radicales degeneraciones en algunos miembros de la institución sacerdotal, o en algunas de las autoridades, que al final se convierten en fuerzas al servicio de la incredulidad o de la idolatría.
"¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! …Así dice el Señor Yavé, aquí estoy yo contra los pastores…yo arrancaré mis ovejas de su boca y no serán más su presa" ( Ez 34).
Con frecuencia los propios pastores incentivamos a nuestros fieles a creer en mitos y adorar imágenes, o manipulamos idolátricamente alguna verdad de fe. De esta manera, ¿cómo vamos a pretender evangelizar a nuestras gentes?, si en el interior de nuestra comunidad eclesial o en la vida consagrada demostramos falta de confianza en el Señor. Así no vamos a poder revitalizar la fe de los demás. No podemos dar la sensación de que confiamos más en otros poderes que en el mismo Dios. Por ejemplo, priorizamos el dogmatismo, el clericalismo, absolutizamos la Iglesia, ambicionamos realidades mundanas tales como: el dinero, cosas materiales etc. Esta es una triste realidad y con esto estamos muy próximo a lo que dijo Jesús aludiendo a los fariseos: "hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no los imiten, ya que ellos enseñan y no cumplen"(Mt 23,2-4).
*La indiferencia religiosa: la cifra de los indiferentes es realmente muy elevada. Por lo menos existen tres niveles de la indiferencia: primero, están los que se caracterizan por una notable frialdad religiosa, que no toman partido con ninguna actividad religiosa. Leibniz,la califica de "mostruo horroros y esteril, de sistema devorador, de fanatismo filosófico, de tumba de la inteligencia, sepulcro vacío, de desfallecimiento moral y hasta de plaga desesperada de la Iglesia". En el segundo nivel están aquellas personas que viven en completa insensibilidad hacia las cuestiones fundamentales de la vida, es un desinterés absoluto. Y en tercer lugar, está la indiferencia vivida reflejamente como experiencia del vacío que genera resignación al presente, conformismo con lo pasajero y lo efímero, fatalismo y, en los casos extremos, en el nihilismo, etc.
*El agnosticismo: aquí describiremos solamente la actitud del agnóstico. Esta actitud consiste fundamentalmente en instalarse en el horizonte de la finitud. Vive tranquilo en la finitud, sin ninguna fe, ni pretende tenerla, no está perturbado en sus relaciones con la finitud. Poco o nada le interesa la existencia de Dios, porque no puede verificarlo y por lo tanto, prescinde de El.
Para los agentes evangelizadores esta postura humana, parece un caso perdido, sin embargo, se abre la posibilidad de dialogar con el agnóstico. El no renuncia a algunos de los lados inefables de la experiencia como determinadas formas de experiencia estética y de valor ético. Por ejemplo, él demuestra preocupación por los sufrimientos de los demás, lucha contra la injusticia y contra la muerte. Incentivando estos valores sublimemente humanos, quizás se pueda "recuperar en ellos el sabor transcendente del totalmente otro".
*La increencia de signo humanista: este tipo de increencia es un enorme malentendido, según el cual la afirmación de Dios sólo puede hacerse a costa del hombre, de la autonomía de su razón, e incluso, de su libertad. Uno de los representantes más calificados es Fuerbach. Según él, "el hombre es Dios para el hombre" (homo hominis Deus). Solamente negándole a Dios el hombre va a adquirir su realización absoluta.
Como decíamos, esta postura está terriblemente equivocada, porque Dios de ninguna manera quiere la perdición del hombre, al contrario, ha realizado el mayor sacrificio para levantar al hombre del polvo de la miseria, para darle una condición digna de ser hijo de Dios.
c) Líneas de acción.
Muchos de los que han perdido la fe o se alejaron de la Iglesia son bautizados, son hermanos nuestros, "por ello sin descuidar la atención de los cercanos, todos los pastores deben salir al encuentro de los que están alejados" (SD 131).
Las líneas pastorales del Documento de Santo Domingo son muy alentadoras y si se las toma con seriedad muchos frutos podemos lograr. Hoy en día se hace necesario salir al encuentro de los fieles. La Iglesia no puede permanecer tranquila con los que la aceptan y siguen con mayor facilidad. A ellos se les debe predicar en forma viva y alegre el kerigma. Por medio de las visitas domiciliarias y de las misiones populares se les puede descubrir la novedad siempre actual de Jesucristo. Además se debe aprovechar todos los medios con los cuales se cuenta, hasta con los acontecimientos más oportunos de la vida del cristiano.
La Iglesia más que nunca debe comenzar a preocuparse de la situación de increencia de los tantos bautizados que no viven su condición de tal. Por eso necesita realizar una nueva forma de presencia pública. Porque el modelo antiguo de la cristiandad, es decir, la impregnación aparente por el cristianismo de una sociedad y una cultura que se imponga a todos, es inviable y no corresponde a los principios de la libertad y la personalización que supone el ejercicio de la fe, la absoluta gratuidad, y la generosidad que caracteriza a la revelación de Dios en Jesucristo.
La Iglesia para poder recuperar su credibilidad necesita ser testigo. Este testimonio trasciende las ideas o doctrinas, éstas siempre podrán ser discutidas, hasta la existencia del mismo Dios o de Jesús. Lo único irrefutable es cuando se presenta vivencias de salvación de Dios y cómo El ha cambiado nuestra vida. Esta es una luz amarilla para todos los evangelizadores ya que no se puede comunicar nada sobre Dios, si no se tiene la experiencia personal de El; nadie ya nos va a creer, si no vivimos lo que anunciamos. Es bueno pues, comenzar por nuestra propia conversión porque es cada vez más urgente la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús muerto y resucitado para nuestra salvación. "Busquemos suscitar la adhesión a Jesucristo y a su Iglesia de los tantos bautizados que viven sin energías su fe y que se encuentran alejados "(SD 131).
2. La unidad de los fieles cristianos.
"Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, en mi y yo en Ti, que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,21). Esta súplica de Cristo justifica la denuncia del Concilio Vaticano II, al señalar el escándalo de la división de los cristianos (Cf UR 1), y nos exige encontrar los caminos más eficaces para alcanzar la unidad en la verdad.(Cf SD 132).
Evidentemente el problema de la división en el pueblo cristiano, sigue siendo un grave obstáculo para la evangelización. Porque nuestro testimonio queda muy debilitado al anunciar el Evangelio, además no impartimos la seguridad de que somos hombres adultos en la fe. La imagen de división entre los mismos cristianos crea un ambiente bastante oscura, y "a los que se dirige nuestra predicación se muestran perturbados, desorientados y hasta escandalizados"(EN 77).
Además de luchar por la unidad, nosotros los agentes de la pastoral debemos saber descubrir las posibles causas de la división en el pueblo cristiano. Algunas de las raíces más comunes podrían ser: querellas doctrinales, polarizaciones ideológicas, condenas recíprocas entre cristianos, problemas en las instituciones humanas y la invasión de las sectas,etc. (Cf 77).
a) La división es obra humana.
El Señor Jesús ha fundado la Iglesia por puro amor. Así el quería comunicar a los hombres su riqueza y los misterios escondidos desde desde siglos en Dios. Nos enseñó y nos dió los elementos necesarios para conservar la comunión entre los hermanos (el amor, el perdón,la comprensión, la paciencia, el diálogo,etc), pero nosotros los hemos ignorado y preferimos entrar en conflictos, creando la divisón en la Iglesia. "Esta división contradice abiertamente a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres"(UR 1). Es prioridad para nosotros buscar la unidad, utilizando los medios más adecuados tales como la comprensión y el diálogo.
b) La unidad es obra divina.
"Existe un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la Evangelización "(EN 16). Este principio es imprescindible en la conciencia evangelizadora del agente pastoral. Porque no se puede olvidar que fue Cristo resucitado es el que convocó a los apóstoles para formar su Iglesia. Por eso, el Papa, los obispos, los sacerdotes y los fieles, tenemos la categoría de ser fieles seguidores de los apóstoles. Por lo tanto, es nuestra responsabilidad vivir en comunión todos los cristianos, porque de la fuente de la unidad abreva la suerte de la Evangelización.
En cuanto a nuestro encuentro o reencuentro con los hermanos alejados, merece una especial atención. "Con una gran sensación de esperanza vemos los esfuerzos que se realizan en el mundo cristiano, en orden al establecimiento de la unidad"(EN 77). Este esfuerzo debe ser cada vez más contínuo y más vehemente. Porque, en cierto sentido, hay más personas que buscan la división que la unidad.
Seguidamente vamos a presentar una propuesta que según nuestro parecer puede ser eficaz para entrar en diálogo con los hermanos dispersos por el mundo. Esta es:"la comunión en la pluralidad",siguiendo el pensamiento de K.Müller.
El pluralismo es ciertamente uno de los aspectos de la situación social y cultural que más repercute sobre la situación religiosa, originando también un pluralismo religioso e incluso un pluralismo eclesial. Todas estas variantes del pluralismo repercuten sobre el desarrollo de la misión evangelizadora.
Nuestra sociedad latinoamericana, atravieza por una situación paradójica, por un lado es pobre y por otro, es una sociedad que ha absorbido la evolución cultural de las sociedades desarrolladas. Observamos un pluralismo de cosmovisiones, valoraciones de la realidad y formas de vidas que caractarizan a otras sociedades desarrolladas en la mentalidad de nuestros pueblos. A veces sin darnos cuenta, las personas plantean desde perspectivas y posiciones diferentes los problemas relativos al sentido de la vida, al valor y a la totalidad; originando respuestas distintas, algunas de las cuales están en contradicción con el planteamiento y la respuesta cristiana.
Admitir la posibilidad de pluralismo puede poner en peligro la unidad de la misión evangelizadora, pero podemos admitir también que puede conducir al descubrimiento del carácter de la opción personal de la fe y a la consiguiente personalización de la adhesión religiosa. Para ello será necesario realizar una correcta formación de las personas que las lleve al cultivo de criterios por los valores más altos, en lugar de dejarse llevar por el influjo de las modas, la presión social o los medios de comunicación social. Una situación de pluralismo puede constituir el mejor medio para vivir la fe de forma personal, pero debe ir acompañado de un esfuerzo mayor de formación de la conciencia y del conocimiento y la justificación de la fe. La pluralidad de ofertas religiosas y cosmovisionales exige de los cristianos un esfuerzo mayor de fundamentación de la propia fe, por los caminos siempre necesarios de la razón, pero sobre todo por el camino del testimonio de vida.
La tarea evangelizadora requiere que se tenga en cuenta la pluralidad de situaciones y proponga y exija en cada momento y en cada caso, aquello para lo que se está dispuesto y que puede ser acogido en cada caso. Aquí se necesita la actitud muy valiente del evangelizador, porque él debe saber cómo hacer llegar el mensaje evangélico a su oyente en cada situación, momentos y culturas que muchas veces suelen ser muy propicias:
"En verdad, que el contenido de la Evangelización no lo inventa el evangelizador, ni dispone de él, sino que viene dado en su integridad por la revelación. Pero no olvidemos el principio de la jerarquía de verdades y tengámosla en cuenta a la hora de presentarla a sus destinatarios" (UR 11).
Es decir, si percibimos que hay interés de parte de alguna persona sobre cuestiones religiosas, la respuesta pastoral debe ser ofrecida de una manera pedagógica.
Para aclarar más esta parte, vamos a decir que, hoy día en la Iglesia, el problema de la unidad no consiste solamente en las relaciones de la jerarquía. Quizás sea lo que menos le interese a la gente y a la sociedad actual. La Iglesia se halla habitada por estos tipos de personas que de alguna u otra forma influyen en la unidad evangelizadora. Por ejemplo tenemos: a los asustados por los cambios, que buscan sobre todo seguridad en la doctrina, la práctica ritual y moral, lo más fija y clara posible; están los que necesitan unos símbolos vivos conectados con la propia tradición cultural, que encuentran en los gestos de la religiosidad popular tradicional; están los desorientados e inseguros hasta llegar al borde de la crisis psíquica, que buscan en la Iglesia un lugar de relaciones personales cálidas y un abrigo donde poder vivir; están los entusiasmados con las tareas de transformación del mundo, que insisten en la capacidad revolucionaria de la fe; están los críticos y los dóciles; y tantos otros que no caben en una enumeración por larga que la hagamos. Bueno, ¿qué podemos hacer pastoralmente con estas personas? Al parecer la ansiada unidad dentro de la Iglesia, para ser realidad, necesita del tacto y la sabiduría pastoral del evangelizador. Para dar equilibrio dinámico, que parte de la aceptación cordial de las diferentes tendencias, que no identifique a la Iglesia con ninguna de ellas y que promueva la convergencia de todas hacia una cada vez más perfecta realización del cristianismo, en la que terminarán por confluir siendo fieles a sus mejores valores y superando sus limitaciones y fallas.
Pensamos que si un pastor realiza en el interior de su comunidad este prodigio de equilibrio, estaría en las mejores condiciones para responder evangelizadoramente al pluralismo social, cultural y religioso. Pero este tacto y sabiduría, es también obra divina, porque mientras trabajamos para obtener la plena unidad de los cristianos, sentimos en nuestras obras correr como torrentes de aguas vivas la ayuda y la gracia del Señor, "que es nuestra esperanza y esta esperanza no quedará fundida" ( Rom 5,5).
3.Opción por un modelo de Iglesia pobre y solidaria.
Evangelizar es hacer lo que hizo Jesucristo, cuando en la sinagoga mostró que vino a evangelizar a los pueblos (Cf Lc 4,18-19). El siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (Cf 2Cor 8.9). "El nos desafía a dar un testimonio auténtico de pobreza evangélica en nuestro estilo de vida y en nuestras estructuras eclesiales, tal cual como el lo hizo"(SD 178). Este desafío implica una opción, que consiste en la decisión voluntaria que conduce a encarnarse en el mundo de los pobres para asumir con realismo histórico su causa de liberación integral.
Para que sea efectiva y eficiente esta opción, todos los creyentes, cualquiera que sea nuestra condición socio-económica, debemos participar en su realización. Inclusive el pobre debe realizarla, aunque a él ya no le afecta la exigencia de encarnación sociológica o de identificación con el mundo de los pobres, poque ya la realiza de antemano. Lo importante será que el pobre asuma conciente y activamente la causa de los pobres.
Los agentes de la nueva evangelización debemos, ser concientes de esta exigencia, que a la vez es una condición necesaria para realizar una auténtica evangelización. Debemos ser parte activa de la opción que la Iglesia hace para defender y apoyar inequívocamente el derecho que el pueblo oprimido y pobre tiene a organizarse para luchar al servicio de su causa.
a) Destinatarios de la opción.
La opción es por los pobres reales, los injustamente empobrecidos y desposeidos, pero no aislada, sino colectiva y dialécticamente considerados. "Se trata de los pobres reales tal como existen y son creados por los mecanismos opresores"(Gutierrez). Con ellos la Iglesia busca una relación directa e inmediata.
Nuestro mejor modelo seguirá siendo Jesús. El organizó un pequeño movimiento con la intención de influir la vida de las aldeas que subsistían en Galilea, Betsaida, Cafarnaún, Nazaret y Caná. Generalmente no entró en ciudades grandes. El campo de acción de Jesús era aquella parte del pueblo en donde vivían los pobres, los oprimidos, los huérfanos, la viudas, etc. Por eso Jesús es modelo para nosotros. Para El los pobres están en su misma concepción de Dios (Dios elige a un pueblo pobre). Y, paralelamente a eso, los pobres están presentes en lo más fundamental de su misión. "He venido para anunciar el Reino de Dios a los pobres"(Lc 4,18).
Es oportuno aclarar, que los pobres a quienes se dirige Jesús, son pobres socio-económicos, es decir, aquellos para quienes la casa, el hogar, el símbolo de lo que es el mínimo de vida, no está asegurado. Estos pobres viven con mucha dificultad: la vida (sin seguro social), los huérfanos (vivir es duro para ellos), los enfermos (no tienen acceso a la salud), el desnudo (que ha perdido su dignidad más profunda) y, todos aquellos para quienes vivir es una pesada carga.
b) Contenidos esenciales.
Algunos de los elementos fundamentales de la opción por los pobres, según Antonio Hortelano, son:
1) La ruptura: cambio de lugar físico o social. Se trata de una ruptura que corresponde lógicamente a los que, sin ser inicialmente pobres, optan por serlo, para un servicio mejor a la causa del pobre.
2) Encarnación o identificación: se expresa en ir a la periferia salir al encuentro del otro, entrar en el mundo del pobre, y asumirlo como propio. Se trata de una conversión inicial y tiene carácter contínuo, y va del vivir con los pobres, para los pobres hasta el vivir como pobre.
3) Asunción conciente y activa de la causa de los pobres: solidaridad activa con las luchas y prácticas populares, defensa activa de los derechos de los pobres, compromiso con su liberación integral, afirmación incondicional de la vida y rechazo incondicional de la injusticia…hasta que se haga realidad la praxis histórica de liberación.
4) Asunción del destino propio de los pobres: es muy fácil corregir los errores desde afuera en un partido de fútbol, entrar adentro, integrarse a los compañeros y luchar desde allí, es una cosa distinta. Para que una encarnación sea auténtica en el mundo de los pobres y de la defensa de su causa se debe asumir también el destino propio de los pobres. Si se ha de llegar al martirio, pues, que se llegue. A Jesús la causa de los pobres le llevó hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso, el evangelizador vive la cruz en la vida cristiana en conexión conciente y explícita con el seguimiento de Jesús. De este modo, la cruz lleva una a comunión y solidaridad con los que sufren y propicia una actitud de superación personal y social para que desaperezcan: la injusticia, el hambre, la opresión estructuralizada, la violación de los derechos humanos, etc.
c) Característica de la opción por los pobres.
La Evangelización debe tener siempre carácter universal, pero cuando la Iglesia realiza una opción, todos los evangelizadores debemos asumirla con mucha responsabilidad. La opción por los pobres tiene dos características fundamentales que ahora vamos a presentar y posteriormente vamos a hablar en forma más detenida sobre la segunda.
Preferencial: decíamos que el mensaje cristiano tiene un carácter universal, pero destacamos al mismo tiempo que tal universalidad sólo se puede afirmar y realizar evangélicamente desde la particularidad de los pobres."Quiere decir que nadie debe sentirse exluido de una Iglesia con esa opción, pero que nadie puede pretender ser incluido en la Iglesia sin esa opción".
Los obispos de Latinoamerica tomaron muy en serio esta línea y presentan la opción por los pobres, como algo esencial al cristianismo, mostrándola como elemento que "no es extraño a la Evangelización"(EN 30). Por eso desde la Conferencia Medellín viene evolucionando cada día más la entrega de toda la Iglesia hacia la consecución de esa opción. Y en la Conferencia de Puebla aparece con mucha más fuerza, ya que no sólo encontramos la opción por los pobres a lo largo del documento, sino que le ha dedicado un capítulo con el título de "opción preferencial"(DP 1134ss). Y llegamos hasta la Conferencia de Santo Domingo, para "descubrir en los rostros sufrientes de los pobres el rostro del Señor ( Mt 25,31-46) como algo que desafía a todos los cristianos a una profunda conversión personal y eclesial" (SD 178). Esta es una preocupación que nunca podía estar ausente en una conferencia auténticamente latinoamericana. En el mismo número podemos encontrar otra afirmación que tiene más fuerza todavía: "en continuidad con Medellín y Puebla, la Iglesia reafirma la opción preferencial en favor de los pobres. Una opción no exclusiva ni excluyente…basada en la Palabra de Dios" (SD 178). Así vemos también que en el Documento de Santo Domingo la opción es firme e irrevocable.
¿Qué es lo que se pretende con la opción en favor de los pobres? A nuestro parecer, lo que se pretende es tener en cuenta, el modo cómo Jesús asumió su misión evangelizadora. Sin buscar una imitación literal de Jesús, que vivió en otras épocas y en otras circunstancias; se busca trabajar por lo que El trabajó, dispuesto a pasar por lo que El pasó: incomprensión, persecución, muerte, que desembocan en la resurrección. El seguimiento de Jesús es esencial al cristianismo, y este esfuerzo de seguimiento del Jesús de la historia desde nuestra historia, en un compromiso liberador como el suyo, lleva a un encuentro con Jesús a quien se siente cercano y presente, "en el corazón de América Latina" (DP 9).
Solidaria: este término deslinda el sentido de la opción, quitándole posibles ambigüedades y el sabor de inclinación paternal al pobre que algunos pudieran atribuirle. De este modo, se acentúa más bien, un compromiso real con los sufrimientos y las alegrías, las luchas contra la injusticia y los anhelos de liberación de los pobres .
Durante mucho tiempo, la Iglesia se juntó con los poderosos para brindar una atención o asistencia a los pobres desde arriba, sin considerar su situación integral. Hasta ahora muchos católicos en Paraguay realizan este acto de caridad, pretendiendo así cumplir con los compromisos cristianos. Este es un desafío para nosotros. Porque abrirse a los pobres significa algo más que servirles, atender sus necesidades y tratar de remediarlos, aunque ciertamente lo suponga. La Iglesia debe hacerse habitable para los pobres, apreciando los valores personales que poseen y estimando en lo mucho lo que valen sus culturas injustamente marginadas del concierto del mundo.
El evangelizador debe ser pues, solidario con el pobre, sólo así amará al hermano en la realidad en que él vive. Sólo así ayudará al hermano de un modo eficiente. La solidaridad significa llevar una situación hasta las últimas consecuencias. Jesús es nuestro modelo de siempre. El es la solidaridad de Dios en persona, la solidaridad que llevó su misión hasta el final.
El Documento de Santo Domingo nos invita a:
"asumir con decisión renovada la opción evangélica y preferencial por los pobres, siguiendo el ejemplo y las palabras del Señor Jesús, con plena confianza en Dios, austeridad de vida y participación de bienes" (SD 180).
4) Un modelo de Iglesia: la Iglesia de la Solidaridad.
Para que la Iglesia pueda hacer de verdad habitable para los pobres deberá aún realizar notables renuncias.
Para los agentes evangelizadores latinoamericanos la presentación de una Iglesia solidaria para los creyentes es crucial. Porque la Iglesia debe absorber a los hombres, no los hombres sometérsele. Debemos dejar un poco de lado la frialdad de la Iglesia intelectual, para construir el nuevo modelo de la Iglesia de la Nueva Evangelización: "La Iglesia de la solidaridad".
a) Una Iglesia con un nuevo rostro.
En época de Juan XXIII, se hablaba del aggiornamento de la Iglesia y llegó a penetrar en la comunidad eclesial .Y Pablo VI afirmaba que era urgente "limpiar y rejuvenecer el rostro de la Iglesia… para infundir nuevo vigor espiritual en el Cuerpo místico de Cristo en cuanto sociedad visible" (ES 39).
Medellín aborda este tema proponiendo:
"el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres" ( DM Juventud 15).
Puebla por su parte, insiste en que:
"cada comunidad eclesial debería esforzarse por constituir para el continente un ejemplo de modo de convivencia donde logren aunarse la libertad y la solidaridad. Donde la autoridad se ejerce con el espíritu del Buen Pastor" ( DP 273)
Este es el modelo adecuado que la Iglesia Latinoamericana nos propone para la promoción de un nuevo tipo de sociedad más humana.
Juan Pablo II, en la misma línea vuelve a insistir en el mismo tema al proponer el proyecto de la Nueva Evangelización. Habla del nuevo modelo de la Iglesia simultáneamente como condición y como objetivo de la Nueva Evngelización:
"Esta nueva evangelización, está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con El, de existencia vivida en la caridad y en el servicio" ( CH 34).
¿Por qué estamos insistiendo tanto en el nuevo modelo de la Iglesia? Porque una Iglesia que se propone ser evangelizadora de una cultura, en la que presida el valor de una solidaridad, promotora de liberación y de fraternidad, por exigencias testimoniales y pedagógicas ha de ser un modelo de solidaridad.
Por otro lado, el nuevo modelo de la Iglesia exige tener en cuenta algunos puntos de referencias: primero, precisar el objetivo específico pretendido por la Iglesia en el contexto de su misión evangelizadora, en este caso es la solidaridad; en segundo lugar, es preciso revisar las instituciones y las estructuras modificables de la Iglesia. A estos puntos es preciso añadir un principal punto de referencia que es el de "infundir nuevo vigor espiritual en el cuerpo místico de Cristo" (ES 39),"el de promover mayor fervor en las comunidades y mayores niveles de santidad, abierta a nuevas expresiones" (EN 80).
Creo que el principal desafío de este nuevo modelo eclesial recae directamente sobre cada uno de los evangelizadores. Es evidente que la Iglesia es objetivamente Santa por la presencia contínua del Espíritu Santo, pero ha de tener como preocupación primordial la santidad subjetiva. No puede haber Iglesia solidaria sin miembros solidarios. Si los evangelizadores no son solidarios, estamos ante una Iglesia enferma, pero si hay solidaridad,la Iglesia se encuentra evangélicamente sana. Con esto queremos decir que, desde el horizonte de la solidaridad podemos alcanzar una comprensión más evangélica y profunda de la realidad esencial de la Iglesia y de sus estructuras fundamentales, que nos ayuden a impulsar la solidaridad de la Iglesia, exigida e impulsada por la caridad, a niveles de testimonio admirable ante el mundo.
b)Una Iglesia inculturada.
Otro aspecto de la solidaridad de la Iglesia con las culturas y los pueblos, es la "inculturación." Pablo VI insistió sobre esta exigencia, adecuada al pensamiento de Cristo y a la sensibilidad del hombre de hoy. Juan Pablo II fortalece este movimiento conectándolo con la denámica del misterio de la Encarnación: "el término inculturación expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de la Encarnación"( CT 53; AG 22).
Desde la Conferencia de Santo Domingo se habla de este tema de una forma clara y profunda:
"A una crisis cultural… se presenta a la Iglesia un desafío gigantesco para una Nueva Evangelización, al cual se propone responder con el esfuerzo de la inculturación del Evangelio, a la luz de los tres grandes misterios de salvación: Navidad, Pascua y,Pentecostés" ( SD 220).
La Iglesia pretende realizar la inculturación con sumo cuidado, atendiendo a uno de los derechos fundamentales del hombre, que es la libertad religiosa. De esta manera está dando gran paso y está borrando aquella imagen de las épocas de cristiandad en que aparecía como una autoridad que imponía a la sociedad su poder coactivante.
Otro aspecto que la Iglesia cuida para inculturar el Evangelio es el diálogo entre las culturas,es decir, entre los pueblos entre sí. Se habla inclusive de la posibilidad de hacer un diálogo entre las iglesias inculturadas de los diferentes pueblos: "Por la inculturación la Iglesia encarna el Evangelio en las diversas culturas, transmitiendo a las mismas sus propios valores, asumiendo lo bueno, y renovándolo desde dentro"(SD 22o). Además, se habla de la posibilidad de realizar un auténtico diálogo intercultural, por medio de un respetuoso encuentro entre la Iglesia y las culturas autóctonas.
La exigencia de la inculturación implica sembrar en las propias culturas de los pueblos la Palabra de Dios como una semilla que "al germinar, absorbe el jugo de la tierra buena, regada con el rocío celestial, transformada y asimilada para dar al fin fruto abundante" (AG 22). En fin, son muchas las exigencias para el evangelizador. Y una cosa que nunca debemos olvidar es la exigencia máxima de la inculturación que es: la asunción de la historia de los pueblos, esto es asumir la pobreza del pueblo y amar incondicionalmente a cada uno de sus miembros.
La importancia primordial del testimonio para la Evangelización es indudable. Insistimos que en gran medida la gran tarea de la Nueva Evangelización será llevada a cabo, gracias al esfuerzo de toda la Iglesia. Pero se necesita que los evangelizadores estemos unidos y ofrezcamos testimonios de esa unidad. El mundo está colmado de divisiones, de culturas corrompidas, de ambiciones desmedidas y por la competitividad del poder. Allí la Iglesia y desde sus propias comunidades ha de ofrecer el testimonio gozoso de una convivencia en la que sobresale la solidaridad, la alegría de la generosidad, de la pobreza evangélica y, la actitud del servicio, como fruto de la fe comprometida en Jesucristo.
Ser promotor de la Nueva Evangelización además del testimonio de vida, exige que se abra espacio a la participación en las actividades a ser desarrolladas. Hoy el sacerdote no puede ya contar con una Iglesia benefactora que sólo brinda asistencia a los pobres, que reparte los sacramentos. Hoy se necesita de una Iglesia que educa a la gente a liberarse de su pobreza, para que se haga sujeto de su propia liberación. La gente tiene que aprender a ser Iglesia, sujeto que ama la Iglesia y participa de todas las actividades posibles. Para ello es necesario que el evangelizador realice renuncias insospechadas, se despoje de su condición de persona privilegiada en la sociedad para comenzar a empuñar la lucha por los derechos en favor de los campesinos, para comenzar a conocer mejor la realidad de los jóvenes, a pasar horas con el moribundo y por sobre todas las cosas, amar infinitamente su trabajo, "es decir, estar con ellos".
El contenido de la Nueva Evangelización es siempre Jesucristo, pero hoy se hace necesario anunciar el mensaje de salvación con un nuevo fervor, con un método participativo y con una expresión nueva. En definitiva, el evangelizador debe hacer un esfuerzo de encarnación, un esfuerzo para darse a entender por todos los medios que tiene a su alcance, adaptarse continuamente a sus oyentes, ha de meterse en la piel de los otros para poder llegar, a sentir y a ser como ellos. Y no olvidar que Jesucristo está con nosotros desde ayer, permanece hoy y nos acompañará por siempre.
Página siguiente |