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Los tropiezos del afortunado Gabriel

Enviado por galup193


Partes: 1, 2

    1. Sinopsis
    2. En la habitación de un hotel
    3. El origen
    4. Recogido por la familia bosque
    5. Tour al infierno
    6. A la escuela
    7. Las perdidas
    8. Entre junio y octubre
    9. La matricula bochornosa
    10. La inseguridad social
    11. ¿Que pasará conmigo ahora?
    12. A la brigada
    13. El trayecto
    14. La distribución de la carga
    15. La convivencia campesina
    16. El falso licenciamiento
    17. La reubicación
    18. La despedida de Lourdes
    19. La depresión
    20. El pueblo de Isabela de Sagua
    21. Los ausentes inesperados
    22. La universidad
    23. Los viajes de rutina
    24. La navidad prohibida
    25. Los visitantes inesperados
    26. El cambio de pensión
    27. El despojo final
    28. Jugando a las posibilidades
    29. Volando sobre el atlántico
    30. Sheremetyevo
    31. La buhardilla de mi asesor
    32. Las angustias de noviembre
    33. Encuentro con Oleg
    34. Adiós a Moscú
    35. Navidad en Varsovia
    36. El tren berlinés
    37. La huida a Occidente
    38. Check point Charlie
    39. La aerolínea Interflug
    40. Despegando vuelo
    41. El capitán dijo "gander"

    SINOPSIS

    Es sorprendente como en nuestros tiempos, después de miles de años de existencia, la humanidad, sus pueblos y las organizaciones mundiales que ellos crean y hasta los propios gobiernos que ellos eligen, permiten que se comentan injusticias.

    Son muchas las fallas sociales que encontramos en la actualidad en cualquier país, por desarrollado que sea, pero siempre los afectados son los más débiles, los desprotegidos, la población humilde trabajadora.

    En la narración que someto a su consideración, la ficción palidece a la triste realidad que vive el pueblo cubano desde hace más de cuatro décadas.

    Se desarrolla en escenarios, donde encontramos patrones sociales muy similares a los conocidos en países vecinos: Injusticia social, parte de la población partidaria del gobierno, otros en desacuerdo, diferencias abismales de clases, abuso y atropello por parte de los que tienen el poder, y otras tantas aberraciones.

    La particularidad en el caso cubano (distinta a la de otros países) es que la parte de la población que está en desacuerdo con el gobierno, no puede demostrar su descontento, tiene que callar sus frustaciones, sus ideas, sus pensamientos, desdoblando su personalidad a través del engaño, la simulación, y la pretensión.

    Tiene que fingir estar conforme con el sistema político cuadragenario, que mantiene al mismo presidente y a un único partido político. Los ciudadanos que adoptan una postura civil y honesta con ellos mismos, y expresan sus ideales, diferentes de las establecidas por el sistema, son sujetos de vejaciones, maltratos, encarcelamiento, falta de trabajo y oportunidades para poder sobrevivir, viéndose obligados en muchos casos, a tomar la única opción posible, aunque ésta implique arriesgar la propia vida: Escapar en balsa hacia los Estados Unidos, a través del Estrecho de la Florida.

    De eso precisamente trata esta novela, de un personaje en el seno de una familia trabajadora, honesta, llena de buenas cualidades y principios, que simplemente por no compartir las nuevas ideas del gobierno que ocupa el país, se ve obligado a emigrar.

    Específicamente el intenso drama en la vida de un niño, abandonado por su familia, traumado y frustrado por su destino que se empeora por el ambiente político que vive su país, donde se realizan cambios radicales de estructuras, que lo desquician aun más. Las vivencias y desaventuras, su fuerza y fe de espíritu que no lo dejan flaquear, en un ambiente de traición, dobleces y desconfianza.

    Un personaje controversial, por momento liberal, con grandes ideales de libertad y principios firmes, que no asimila la nueva doctrina de la "Creación del Hombre Nuevo" y no comparte las nuevas ideas revolucionarias.

    En esas líneas aparece descritas su constancia y sacrificio en los estudios, y el trabajo del personaje por salir adelante en la vida, sus ansias por escapar del régimen comunista, por último, sus vivencias en Rusia, Polonia y Alemania, así como las relaciones humanas con algunos de los ciudadanos de esos países…

    Capítulo 1

    EN LA HABITACIÓN DE UN HOTEL

    La nieve cae silenciosa e implacablemente sobre el pequeño pueblo de Gander, es un invierno crudo el de 1979, que rompe récord.

    A través de mi ventana se aprecia un panorama bello, observarlo produce un goce único, con un toque celestial. No quisiera decir que es por primera vez en mi vida que puedo disfrutar tranquilamente de algo, pero sí puedo decir que ahora, alejado del ambiente de terror, lleno de paz y esperanzas, después de cumplidos los arriesgados planes para salir de mi país, la nieve y los paisajes tan distintos que admiro, me parecen mucho más bellos.

    Esta felicidad podría ser completa si estuvieran conmigo mis seres queridos, que no son muchos… Pero estoy solo, completamente solo.

    Las personas desconocidas que me rodean son oficiales del Departamento de Inmigración. Ellos tienen un alto sentido de humanidad, profesionalismo y ganas de ayudar, lo cual siempre agradeceré desde lo más profundo de mi ser. Pero sé que estoy solo, sin ni siquiera una persona conocida en este país y mucho menos un amigo. Estoy solo, con mis pocas pertenencias: La ropa que llevo puesta y mi persona, es todo; solo, a merced de la inmigración canadiense. Solo con mis recuerdos, que en esta paz salen de mi mente y me hacen gesticular, mientras mantengo la mirada fija por unos minutos, con los ojos enormemente abiertos.

    ¡Cuántas imágenes desagradables recuerdan mis sentidos en un minuto! No sé si podré describirlas todas y quizá no respete un perfecto orden cronológico. Considero que no tengo las cualidades literarias para que mi prosa sea perfecta, pero sí el alma muy herida, por lo que voy a gritar mis palabras y plasmarlas en este papel, con el lenguaje que salgan.

    ¿Por dónde comenzar? ¿Por la falsificación de mi pasaporte en Berlín, por un asalto en Moscú o por el principio, algunos años atrás?

    Capítulo 2

    EL ORIGEN

    Recuerdo que tendría unos cuatro años de edad cuando pregunté dónde había nacido. Al parecer, la familia Bosque no estaba preparada para responderle a un niño preguntón, ellos no se habían puesto de acuerdo en la historia que debían contarme. Unos me dijeron que en Trinidad y otros que en Cienfuegos, ambas ciudades están ubicadas en la costa sur de la Isla de Cuba.

    Desde muy niño me habitué a no saber con certeza mi lugar de nacimiento, pero ahora, ya mayor, estoy seguro de haber nacido en Cienfuegos, pues todos los hechos que reconstruí me hacen pensar que fue en el hospital civil de esa ciudad donde me recogieron.

    Realmente no tengo conocimientos exactos de cómo se desenvolvió mi vida en los primeros meses, pues nunca obtuve respuestas claras a mis preguntas, pero, por conversaciones que escuché, supe que mi madre, a muy temprana edad, fue obligada por sus padres a trabajar de sirvienta en una casa en Trinidad, su pueblo natal.

    Cuando aún no llegaba a los 15 años, el señor de la casa la sedujo, y como consecuencia me engendraron a mí; no sé si hubo romance entre ellos, si realmente se querían o si fue puramente el deseo sexual el que los impulsó a actuar de esa manera.

    Posteriormente, me enteré de que mi padre le doblaba la edad, por lo que debo asumir que quizás él, como tenía más experiencias de la vida, fue el instigador, el abusador, y que, de acuerdo con las leyes vigentes, pudo haber sido juzgado por violación de menores.

    Ese señor se movía en la esfera de la alta sociedad. Tenía una posición acomodada, amigos influyentes, propiedades en el pueblo, un hogar constituido, prestigio y dinero; es decir, tenía todo lo necesario como para poder corromper a quien él quisiera y tapar cualquier mal paso.

    Por su parte, mi madre era analfabeta, menor de edad, y procedía de una familia de inmigrantes gallegos pobres, con padres muy honestos y sumisos, saturados de ignorancia, como la mayoría de la población pobre cubana de aquella época.

    En resumidas cuentas, mi madre fue arrojada a la calle, pues a mis abuelos les pareció eso más digno que soportar los comentarios del pueblo y el deshonor.

    Huyó, como la peste, y se refugió en casa de la hermana mayor, que estaba casada con un campesino y vivía humildemente en las afueras de Cienfuegos, para pasar los meses de embarazo y quizá quedarse por algún tiempo más, hasta ver la dirección que tomaría su vida.

    Juzgando mal, quizás, pienso que le fue imposible hacerse un aborto, que seguramente habría deseado con todas las fuerzas de su alma, porque, como era ilegal, le hubiera costado muchísimo dinero, razón por la cual, no le quedó más remedio que parir, y eso fue en el hospital de la ciudad de Cienfuegos.

    Luego conoció a un hombre, se casó e hizo una nueva vida, apartada por completo del hijo del pecado, pues, al mes y medio de nacido, me entregó a manos extrañas.

    Capítulo 3

    RECOGIDO POR LA FAMILIA BOSQUE

    La familia a la que me entregó mi madre estaba formada por un matrimonio anciano, Rafael y Natalia, quienes tenían cuatro hijos, tres mujeres y un hombre, y un nieto, hijo del varón, que ellos también estaban criando, pues la madre de éste había fallecido unos días después del parto.

    Lucía y Berta eran las hijas solteras, en tanto, Lourdes, la hermana mayor, estaba casada y vivía en el mismo vecindario. Ángel, el único varón y viudo, tenía una concubina en las afueras del pueblo. Miguelito, su hijo, de unos diez años, estaba bajo el cuidado principalmente de Lucía, su tía. Yo recibía atención de Berta, pues fue ella la que le suplicó a sus padres le permitieran llevarme para su casa e incorporarme a la familia.

    Berta trabajaba en ese entonces de enfermera en el hospital civil de Cienfuegos, y fue allí donde se enteró de que había una joven recién parida, que no podía mantener consigo a su hijo, por la precaria situación económica en la que vivía, lo estaba regalando.

    Al poco tiempo de nacer yo, mi madre volvió a quedar desamparada, tuvo que salir de la casa de su hermana, porque, a causa de su prolongada presencia, ésta comenzó a tener fricciones en su pareja.

    Pasé a vivir con la familia Bosque. No me puedo imaginar lo que sintió mi madre al entregarme a otros brazos, si fue desgarramiento con pena y llanto o si fue alegría. Asumiendo y considerando su corta edad e inexperiencia, pienso que tuvo una sensación de alivio.

    Me contaba Lourdes que a partir de ese momento mi madre se distanció, y que periódicamente había que enviarle mensajes para que fuera a la casa a verme. No sé qué indignaba más a Lourdes, si la actitud de sus hermanas, esa constante preocupación por lograr que mi madre me fuera era a visitar, o la indiferencia de ésta, que nunca me iba a ver. Lourdes, que tenía un fuerte

    y explosivo carácter, se enojaba con esta situación, lo que le provocaba muchas serias discusiones con sus hermanas.

    Mi infancia transcurrió lentamente, yo adoraba a Lucía y a Berta, pero tenía miles de interrogantes en mi cerebro, que aún hoy día, después de tantos años, no he podido descifrar.

    Alberto, el esposo de mi madre, así como la familia de él, siempre mantuvieron una actitud positiva hacia mi madre. De no ser por la generosidad y comprensión de ese señor, que me reconoció como hijo, dándome su apellido, no hubiera tenido legalmente padre. Así que, aunque no vivía con ellos, pasé a ser reconocido como hijo del matrimonio.

    No recuerdo haber visto nunca a Alberto y mucho menos haber conversado con él, pues trabajaba como agente de seguros, y por su trabajo tenía que viajar mucho a las provincias.

    Posteriormente, mi madre tuvo una hija, que legalmente es mi hermana carnal. La llamaron Agustina, pese a que yo le había pedido a ella que la bautizara con el nombre de Fátima, pues meses antes había visto un filme sobre la aparición de la virgen y me había quedado impactado por la magia del cine y por la trama. Pero ése nombre no le gustó.

    Desde pequeño, la familia Bosque me inculcó el amor y respeto por mi madre y su familia, lo infundían como una obligación, yo tenía que sentirlo, era como una lección en la escuela.

    Lucía influía más en eso que la propia Berta, creo que ellas tenían con mi madre una especie de solidaridad femenina, la comprendían, quizá porque pensaban en los abusos y carencias que había sufrido, siendo una mujer sola, seducida y abandonada. Eran mujeres buenas, que no habían conocido el amor de un hombre, ya que ambas seguían solteras, trabajando para mantener la familia y, más que todo, al sobrino. Aunque éste, ya en la pubertad, se regocijaba en el abuso, la desconsideración y el derroche, para Lucía, Miguel era la niña de sus ojos, sentía mucho amor, también, tal vez, lástima y pesar, cuando recordaba que el niño había perdido a su madre recién nacido.

    Cuando trataban ese tema, sus voces se entrecortaban, parece que había sido una gran historia de amor frustrada por la muerte, eso hacía que ellas lo mimaran y consintieran más y más…

    Capítulo 4

    TOUR AL INFIERNO

    De cuando en cuando hacíamos un viaje a Trinidad, donde aún vivían mis abuelos maternos y mi padre biológico.

    La ida y el regreso eran lo único agradables para mí, del angustioso fin de semana. Disfrutaba mucho mirar por la ventanilla del tren, que parecía la pantalla de un cine por la que pasaban bellas imágenes del paisaje rural, a todo color: El hombre del campo, labrando la tierra con la carreta de bueyes; los jinetes, que iban de un lado para otro; el ganado, pastando en las extensas sabanas, llenas de palmas reales.

    Recuerdo que siempre íbamos mi madre, mi hermana, Lucía, Berta y yo, cargados de regalos para la familia, pues estaban en mala situación económica.

    Me esperaban tres días de incomodidades. En el pequeño bohío donde vivían no había servicio, sino un excusado, afuera, a un extremo del patio; tampoco había agua potable, y teníamos que dormir varias personas en una cama. No sé cómo mi abuela podía mantener todo limpio y ordenado, con tanta humildad y estrechez. Era casi un estado de miseria.

    Lucía me imponía la presencia de mi madre, quería que siempre recordara quien era ella, insistía hasta el extremo de la ridiculez. Yo me oponía en algunas ocasiones, pues tenía una lucha interna de sentimientos encontrados, su pedido iba en contra de mis deseos, ya que, aún siendo un niño, me daba cuenta de que el amor que Lucía y Berta querían que existiera entre mi madre y yo, estaba basado tan sólo en mis sentimientos, me parecía que el amor de mi madre hacia mí era forzado.

    En general, obedecía y complacía para no contradecir a mis tutoras, pero siempre recordaba que Lourdes me había contado que, en una oportunidad, mi madre, que vivía en la misma ciudad, a unos 15 minutos de distancia, me fue a ver, después de dos años de ausencia. Cuando me dijeron: "Gabriel, mira quién llegó a verte. Aquí está tu mamá", yo me le acerqué corriendo…

    Al verme, ella sólo dijo: "Cuidado, que vas a ensuciar mi vestido", y me paralizó en seco; no me tomó en sus brazos, ni me tocó, pues en ese momento yo jugaba con mis amiguitos y sudaba.

    Ella había venido por la insistencia de Lucía, que constantemente le enviaba recados para que fuera a verme.

    Su conducta, unida al rencor que sentía hacia ella por no haberme tenido a su lado, me llenaba de una gran indiferencia.

    No obstante mi actitud evidente, Lucía y Berta me compraban regalos para que yo se los diera a mi madre en Navidad, en el día del cumpleaños, en el día de la madre y en otras fechas.

    En esos viajes a Trinidad me vestían con todo nuevo, aún se veían los dobleces en la ropa recién sacada de sus cajas, a veces hasta se quedaba alguno que otro alfiler en la camisa. Tieso por las prendas con el almidón de fábrica, sentía que se me irritaba la piel, ¡estaba incómodo! Pero estaba vestido de gala y me paseaban por el pueblo, ostentosamente, como a una muñequita en su estuche, con zapatos nuevos, que acaban con mis pies.

    Ese exhibicionismo era para mí humillante, sentía la cara hirviendo de vergüenza, pues los demás niños, y mis propios primos, me miraban como algo raro, o al menos así yo lo sentía.

    El tour comenzaba en el parque central del pueblo y después tomábamos la calle donde vivía mi padre.

    Recuerdo que cuando decidían pasar por el frente de su casa, mi madre no iba, ella sólo fue las primeras veces, para orientar a mi tutora y para mostrarle el físico del viejo, a fin de que lo reconocieran en las futuras incursiones.

    No sé de qué arte o maña se valieron Berta y Lucía, pues siempre que nosotros pasábamos por la casa del hombre aquel, él salía al portal o estaba ya allí parado, conversando con amigos o vecinos.

    Berta me sujetaba fuertemente la mano para que viera a mi padre. Yo miré sólo una vez, después no miré más. Mis tutoras me decían: "Lo viste, lo viste", y, para que no repitieran más esos paseos, yo les decía: "Sí, sí lo vi", pues mientras no cumplieran ellas con su deseo, no iban a terminar con ese recorrido estigmatizador para mí.

    No entendía la preocupación insólita por acercarme a esa persona que no conocía, ni quería conocer, y que abiertamente rechazaba, yo deseaba que la tierra me tragara cada vez que hacíamos esa caminata.

    De haber tenido la opción, nunca hubiera ido a Trinidad para visitar a personas por las que no sentía ningún afecto, personas que no ayudaron a mi madre cuando ella las necesitó, abuelos incomprensivos, con disciplina intolerante, moralidad arcaica, tías doblegadas a la voluntad de sus maridos, tíos indiferentes al problema de mi madre, ni uno de ellos le tendió una mano para ayudarla, cuando aún era una niña, siendo ella la hermana menor. Entonces: ¿Qué hacía yo allí?

    Los únicos inocentes, los que no tenían nada que ver con ese pasado, eran mis primos, pero aún con ellos sentía que había mala vibración, pues, mientras jugábamos me preguntaban cosas, ellos tampoco comprendían por qué yo vivía con personas que no eran de la familia.

    Tengo la certeza de que todos ellos ya estaban informados sobre el tema, o al menos habían escuchado conversaciones, comentarios sobre mí. Sin embargo, cuando hablaban conmigo, siempre la pregunta clave era por qué yo no vivía con mi madre, hermana y mi supuesto padre.

    Cuando eso pasaba yo tenía sensaciones terribles y de muy mala onda. Como infante no me gobernaba, además, prefería sufrir y tragar en seco, que contradecir a Berta y Lucía, era un niño bueno, complaciente y traumatizado…

    Aún teniendo ese problema con mis primos, me sentía mejor jugando con ellos en la casa de mis abuelos, que cuando salía a caminar por donde ya sabía lo que me esperaba: disgusto, humillación y vergüenza.

    Mi madre parecía no estar de acuerdo con lo que estaba ocurriendo, por razones obvias; por lo que dejó de salir con nosotros en esa caminata, tan pronto como mi tutora conoció a mi padre, a la distancia, pues, que yo recuerde, nunca hubo una presentación formal, ya que la familia de él, supuestamente desconocía mi existencia y la misma le podría ocasionar trastornos en su relación matrimonial.

    Supongo que mi tutora, de muy buena fe, lo que deseaba era provocar un encuentro casual con mi padre, con vistas a que yo lo conociera. Quizás pensaba que para mí era importante, o quería motivarlo a él para que se interesara en mí, no por una razón económica o material, pues a mí nunca me faltó algo que yo necesitara o deseara, sino por una razón moral y espiritual.

    Lucía y Berta trabajaban lo suficientemente fuerte como para mantener la casa, además de que me complacían y satisfacían todas mis necesidades. En cuanto al apellido, la gran preocupación de la época, yo ya tenía uno. También puede ser que ellas quisieran que nos conociéramos personalmente, para que viera materializada mi existencia, o para restregarle ante su cara al hijo que no quiso, obviamente, reconocer, y que viera que estaba bien atendido.

    En resumidas cuentas, nunca conocí a mi padre, ni tan siquiera recuerdo su silueta, parece que la indiferencia de él hacia mí, hizo yo adoptara la misma postura, por lo que no recuerdo haberme preocupado nunca por su existencia.

    Con todo ese ir y venir, lo único que lograron Berta y Lucía fue que le tomara lástima a mi madre y un cariño superficial.

    Capítulo 5

    A LA ESCUELA

    Mi vida estudiantil transcurrió en una buena escuela privada de Cienfuegos, con excelentes profesores y rígida disciplina; era una escuela católica, para niños de familia acomodada y clase media alta, estaba lejos de mi status.

    En los primeros cursos no me percaté de las diferencias de clase que había entre la mayoría de mis compañeros de estudio y yo, ya que todos vestíamos con el mismo uniforme y usábamos los mismos libros. Cuando avanzamos de grado y comenzaron las reuniones y fiestas con los padres, me di cuenta del desnivel social que existía entre nosotros. Sin embargo, eso me hizo admirar a mi familia adoptiva, esas dos mujeres abnegadas, que lo daban todo por mi bienestar.

    El amor de ellas era incondicional, inquebrantable, sin titubeos y no esperaban nada a cambio.En la ciudad había escuelas públicas gratuitas, pero las frecuentaban niños muy pobres, que no tenían la constancia en el estudio por el imperativo de la propia vida, pues muchos de ellos en las noches salían a trabajar con sus padres, como vendedores ambulantes de helados o maní, así como haciendo cualquier tipo de labor, para ayudar económicamente en sus casas.

    Mi familia quería que yo recibiera una buena instrucción y que estuviera rodeado del mejor ambiente estudiantil posible, por lo que trabajaba muy duramente para ello, sacrificándose al máximo para costearme los estudios y mantener la casa.

    No podía defraudar a esas mujeres, tenía que ser el primero en todo, para que se enorgullecieran de mí, para compensar de algún modo su esfuerzo y las limitaciones que atravesaban por él. En esa época pude revertir todo mi trauma por lo que me había ocurrido cuando nací, comprendía el sacrificio de Berta y Lucía, así que daba gracias a Dios por haberme puesto en el camino de la vida de esa familia.

    El perfil de mi personalidad fue transformándose lentamente, mi carácter fue cambiando, fui más cordial y complaciente, trataba de acercarme a todo el mundo, discretamente analizaba las relaciones humanas de convivencia, era más abierto, comunicativo, conversador, menos retraído e introvertido, me interesaba por la vida de todos en el aula y en el vecindario.

    En el tiempo libre de estudio comencé a practicar deportes, la natación y el baseball eran mis preferidos. Lo hacía todos días que podía, y muy bien, por lo que me fortalecía físicamente y asumía algún liderazgo en el grupo de amigos.

    Capítulo 6

    LAS PÉRDIDAS

    Cuando yo aún no había cumplido los nueve años, Rafael y Natalia, los padres de la familia Bosque, ya habían fallecido. Primero falleció el señor Bosque; recuerdo que era alto, moreno, jovial y alegre, como buen sevillano. Un día, siendo yo pequeño, vi como se desplomaba en el piso, enfermo por la fatiga. Después murió la madre. Yo era un poco mayor, tendría alrededor de ocho años, por lo que de Natalia recuerdo muchas cosas más; era una señora muy dulce, la quinta hija de un matrimonio formado por un chino y una cubana mestiza, por lo que tenía el sobrenombre de la china.

    Natalia rara vez salía a pasear, se quedaba días enteros dentro de la casa, sin siquiera pararse en el balcón de la calle. Su entretenimiento, después de la muerte de su esposo, era dedicarse a tejer, cocinar y a hacer todas las tareas domésticas, pues Berta seguía trabajando en el hospital y Lucía en un taller de costuras.

    Cada día, después de almuerzo, Natalia se recostaba a la sombra de un gigantesco árbol de mango y dormía la siesta tranquilamente, en su rostro se reflejaba la calma y la paz espiritual, como si estuviera flotando entre esponjosas nubes. Recuerdo que pasados sus setenta años comenzó a padecer del corazón, por lo que una tarde de noviembre continuó su sueño profundo hasta la muerte. Por casualidad, ese día yo jugaba cerca de ella, y una fuerza instintiva me hizo acercarme a verla, me sobresalté cuando me di cuenta de que no respiraba…

    La soledad comenzó a reinar en la inmensa casa, solamente vivíamos ahora, Lucía, Berta y yo. Años atrás, Ángel había dejado a su concubina y se había casado con otra mujer, llevándose consigo a Miguel su hijo, que ya era casi un hombre. Ángel había hecho un hogar apartado de sus hermanas, pues a ellas no les caía del todo bien su nueva pareja, porque practicaba la santería, razón por la cual sacrificaba animales. Se rumoraba en el barrio que la santera había embrujado a Ángel, para separarlo de la concubina y atraerlo a su lado.

    Berta había sido ascendida a jefa de salón en el hospital, en tanto Lucía había logrado independizarse y poner una pequeña fábrica de ropa. Instaló su taller de costura en uno de los amplios dormitorios de la casa y contrató costureras, con lo que conseguía tener ingresos suficientes para vivir modestamente. Además, como ambas eran solteras, recibían una pensión legada por el padre, que se dividían entre las dos hermanas.

    Capítulo 7

    ENTRE JUNIO Y OCTUBRE

    A los que vivimos en el trópico, nos llega todos los años la temporada de ciclones. ¡De eso no se escapa nadie! Para el cubano el refrán a mal tiempo buena cara es un choteo y se aplica a casi todo en la vida diaria. Y, ¿por qué no a los ciclones?

    Tradicionalmente, la espera de un mal tiempo es como una fiesta con susto, se reúnen familias y vecinos, se preparan comidas, con algo delicioso para degustar. Además, se toman las precauciones que aconsejan los del buró del tiempo, como tener reservas de todo tipo, por si se afecta el servicio eléctrico y el agua.

    Desdichadamente, ese año fue muy activo en ciclones y destructor para Cienfuegos. El fuerte viento y la lluvia, que durante varios días azotaron el centro sur de la Isla, hicieron que la parte posterior de la casa colapsara. Por suerte, ninguno de nosotros resultó herido, pero la inmensa casa dejó de ser tan grande, porque una parte de ella se desplomó.

    No había seguro para la propiedad, ni tanto dinero ahorrado como para reedificar todo aquello, por lo que decidieron vender el terreno aledaño, donde se encontraba el mango y los otros árboles frutales, para usar ese dinero en la reconstrucción de la casa.

    Hubo que cambiar en algo la estructura, la modernizaron y construyeron un departamento al fondo, para que Lourdes, Nicolás, su esposo, y la hija de ambos se mudaran allí, pues de esa manera íbamos a estar más acompañados. La vivienda del matrimonio fue diseñada con toda la privacidad necesaria, como para que viviéramos "Todos juntos, pero no revueltos", como siempre decía Lucía.

    Terminada la remodelación, se trasladaron para la casa, por lo que los espacios vacíos dejados por Rafael y Natalia, se volvieron a llenar, lo que dio más alegría y vida a nuestra convivencia.

    Al finalizar la escuela primaria, tuve una graduación con honores. Tendría unos 12 años, pero parecía tener más edad, ya que era muy corpulento y desarrollado físicamente, tal vez por tanto deporte que practicaba, pero mentalmente era muy inocente.

    Sin embargo, espiritualmente contradecía a mi apariencia y actitud, ya que me sentía un poco como la hermana menor de la familia. Por momentos no soportaba irme con mis amigos, para no dejar a medias una conversación entre mayores, más bien, casi siempre entre las hermanas y las vecinas que frecuentaban noche anoche la casa.

    Mi escritorio, donde tenía todos mis cuadernos de estudio y mis libros, estaba muy cerca del salón de reuniones y, sin querer, mientras hacía mis deberes, iba escuchando las conversaciones y a veces participaba en ellas.

    Nicolás, cada vez que pasaba y veía ese cuadro, me sacaba de la reunión y me mandaba a que saliera a jugar con mis amigos. Esas órdenes y la forma en que él las decía, no resultaban bien acogidas por Lucía y Berta.

    Capítulo 8

    LA MATRÍCULA BOCHORNOSA

    Comenzó el período preparatorio para ingresar al bachillerato, había que estudiar mucho. Pero llegó el día del examen de ingreso y lo pasé sin dificultad, ya podía entrar en la segunda enseñanza. ¡Ya era grande!

    ¡Qué difícil se me hace olvidar el día en que Berta me llevó a matricular! Casualmente, la persona que estaba haciendo esa labor conocía a mi tutora, y ambas amigas dedicaron tiempo a saludarse e preguntarse por sus respectivas familias.

    Seguidamente, la maestra tomó en sus manos una planilla y la comenzó a llenar con los documentos que le suministraba mi tutora, pero, de pronto, chilló, como si hubiera cometido un error imperdonable, e, irracionalmente, le preguntó a Berta si, por fin, yo llevaba el apellido Bosque, que era el de ella, o el de mi supuesto padre.

    Me quedé helado, yo sabía que el marido de mi madre no era mi verdadero padre, pero desconocía detalles. Asimismo, desconocía que la gente estaba al tanto de pormenores de mi registro ante las autoridades, que yo mismo ignoraba. Ahí caí en la cuenta de que yo no sabía cosas que sí sabía todo el pueblo.

    Berta, sin discreción alguna, le contestó jocosamente que yo llevaba el apellido Corral, por parte de un padre, que no era mi padre, y el apellido Del Valle, por parte de una madre que no era madre.

    Aquello, que entre ellas parecía un chiste, para mí resultaba denigrante, quería desaparecer por arte de magia. Fue tal la incomprensión de esas mujeres, que ni siquiera se percataron de que el jovencito aquel, estaba a punto de romper a llorar, y que tenía la cara roja de vergüenza, pues el bochorno lo sacudía de pies a cabeza.

    Para hacer más grave la crisis, esa señora, sonriendo, me dijo que iba a ser mi maestra de matemática en el primer semestre y que esperaba yo continuara siendo un buen alumno. Me quedé más petrificado todavía de pensar que mi futura maestra conocía mis intimidades.

    La conversación me hizo sentir muy mal. "¿Qué hago, Dios mío?", me preguntaba incesantemente.

    Por fin, se terminaron todas las preguntas, presentamos toda la documentación para el caso y nos fuimos del local.

    Ya en la salida del instituto, seguíamos caminando en silencio total, mientras pensaba: "Todos los días hay algo nuevo en cuanto a mí. Tengo que preguntarle a Berta, pero, ¿por dónde entrarle?, ¿qué vuelta darle?"

    Necesitaba una explicación, que me aclarara lo expresado por esa maestra acerca de mi apellido. No sabía cómo iniciar la conversación, pues por sobre todas las cosas estaba el amor y respeto que sentía por Berta, y la gratitud por todos sus sacrificios por mi bienestar, pero no podía quedarme con aquella intriga por dentro, y además, quería demostrarle mi disgusto por la conversación que sostuvieron en mi presencia, que fue inoportuna, de muy mal gusto y desagradable.

    Periódicamente yo había pasado por alto otras conversaciones similares, pero ya bastaba, ésta vez no lo permitiría, mi carácter se robustecía y exigía una explicación; por lo que no pasó un minuto más y lancé la pregunta al aire:

    –¿Cuál es la verdadera historia de mi apellido?

    –¡Eh!, ¿y qué viene eso ahora? –me replicó Berta.

    –Eso viene por la confusión que tuvo esa maestra al matricularme. Dime la verdad por favor, ya soy grande –insistí, mientras bajábamos las escalinatas del edificio.

    –Ahora no, estamos en la calle.

    –Sí, por favor, ahora.

    Berta pensó un momento y luego dijo:

    –Tu llegada a nuestra casa fue una bendición del cielo. La casa vibraba de luz y alegría, el barrio entero desfilaba por casa para verte, pues estábamos muy felices y contentas por tenerte…

    El tema de conversación en todo el pueblo eras tú, por eso Mireya, la maestra, sabía de ti. Tú sabes que nosotras somos muy conocidas y queridas por todos, tenemos muchos amigos, por mi trabajo en el hospital, donde siempre ayudé a tanta gente necesitada.

    Tendrías alrededor de once meses de nacido y había un furor tremendo por una novela radial que se llamaba: "El derecho de nacer". Nos reuníamos muchos en casa a escucharla, y sin querer creamos una semejanza contigo, pues tu vida prenatal se asemejaba tanto…

    –Pero, bueno, ¿es que me va a contar la novela ahora? –Le repliqué.

    –¡Déjame hablar! No me interrumpas. Me pediste saber y te estoy contando –me dijo, dándome un jalón de mano-. Como te decía… ya casi tenías un año de edad y aún no te habíamos podido inscribir en el juzgado del registro civil, pues Lucía insistía en que llevaras apellido de padre, pero no sabíamos cuál ponerte, pues ningún hombre le da su apellido a un niño que no es su hijo, sin mediar un interés.

    Pensamos que mi hermano Ángel, que es un don Juan, podría reconocerte como hijo natural, pero Violeta, tu madre, no accedió, pues Ángel sacó la piel gitana como papá y, en su ignorancia, ella no podía soportar que la gente pensara que pudo haber tenido relaciones con un mestizo.

    Al mismo tiempo, mi querida prima María, la que te amamantó por muchos meses, pues ella tenía los pechos hinchados con mucha leche, porque su hijo Joseíto, contemporáneo tuyo, tragaba tanto aire, que se satisfacía rápidamente y entonces ella quedaba con sus pechos adoloridos y repleta de leche…

    María supo del dilema por el que estábamos pasando, y le suplicó a su esposo que te inscribiera como hijo extramatrimonial, a ella sí que nunca le importaron los comentarios de la gente, consideraba que era más importante ayudarnos. De todas formas, el pueblo entero sabía la historia de Violeta, y lo calientita que era.

    A esa idea tu madre también se opuso, pues para ese tiempo ya tenía convencido a Alberto, su esposo, de que te diera su apellido, y realmente de esa manera quedaba mejor resuelto el problema… Y eso fue todo mi hijo –terminó Berta, con el rostro ceñudo.

    Posteriormente supe que Lucía había conocido a Rosa, la madre de Alberto, y que tenía una buena comunicación con ella. Era una señora de muy buenos sentimientos y de un amor espontáneo, por lo que se hicieron amigas, lo que influyó para que convenciera a su hijo de que me inscribiera con todas las de la ley, así no me ocasionaban problemas en el futuro por tener un solo apellido. Pero yo ya no volví a preguntar sobre este tema.

    Terminó el período de vacaciones y comenzó el nuevo curso escolar. Con el bachillerato hubo un gran cambio en mi vida cotidiana, representaba que dejaba atrás la niñez, que era mayor; suponía, también, más esfuerzo en el estudio, más responsabilidades, y me brindaba la posibilidad de hacer más deporte, serio y organizado.

    A Lucía uno de los cambios que trajo consigo el bachillerato no le gustó, se oponía a que yo tuviera que ir y venir por mis propios medios al instituto, ya que no había ómnibus escolares que llevaran a los alumnos. Recuerdo que tenía sombra de bigotes y pendejos en mi sexo, y no me dejaban salir solo. ¡Fueron muchos errores por sobre protección! Pero yo siempre obedecía.

    Al cumplir los trece fue cuando me enteré de que los Reyes Magos eran los padres, pues aún a esa edad tenía la ilusión de todo lo bello de esa historia. Otros amigos míos, más vivos que yo, me contaron la verdad, y llorando le pedí a Berta que me confirmara si todas esas cosas que había escuchado eran ciertas, contrariada, me respondió que sí, y que ellas habían tratado de mantener en mí la ilusión de ese día.

    El siguiente seis de enero pedí una cama para mí sólo, como regalo del Día de Reyes, pues, todavía a esa edad, dormía con Lucía. A partir de ese momento comencé a dormir solo.

    Capítulo 9

    LA INSEGURIDAD SOCIAL

    Transcurría el año 1958, el país vivía momentos de gran inseguridad política, pues la provincia de Oriente, una de las más importantes económicamente, era escenario de encuentros militares, iniciados el 26 de julio de 1953, con el ataque al Cuartel Moncada, una importante fortaleza militar del ejército, en la ciudad de Santiago de Cuba, capital de la antigua provincia de Oriente.

    Un grupo de hombres, encabezados por Fidel Castro, realizó ese asalto. El cuartel no pudo ser tomado por los agresores, a pesar de que causaron numerosas bajas en el ejército, por lo que tuvieron que retirarse sin haber alcanzado todos sus objetivos.

    Inmediatamente, el gobierno de Fulgencio Batista desató una persecución intensiva, hasta que logró hacer prisioneros a la mayoría de los rebeldes atacantes, entre ellos, al líder, que en su condición de abogado, asumió su propia defensa, en la causa por dirigir el asalto.

    Su discurso se propagó años después, fue difundido con el título de "La historia me absolverá".

    Ese alegato defensivo se basaba en lo que Fidel Castro pensaba eran las aspiraciones del pueblo cubano. Hacía una recapitulación de los problemas económicos, jurídicos y sociales que padecía nuestro país, justificando de esa forma las causas de la agresión al cuartel.

    Los atacantes fueron condenados a cumplir un año en prisión. Después de cumplirlo se dirigieron a México, donde se reorganizaron y formaron una expedición para invadir Cuba, compuesta por ochenta hombres y dirigida nuevamente por Fidel Castro. Partieron de un punto en el Golfo de México, a bordo de un viejo yate, llamado Granma.

    Lograron entrar ilegalmente en Cuba, por la costa sur de Oriente, en la madrugada del dos de diciembre de 1956, pero fueron detectados por el ejército aéreo en el momento del desembarco.

    Se produjo un fuerte combate, que redujo a 12 el número de los invasores, los cuáles lograron escapar, internándose en las montañas de la Sierra Maestra. Desde allí prosiguieron con la guerrilla.

    El movimiento revolucionario fue tomando fuerza y se fue esparciendo por todo el país. En las ciudades se consolidaban las organizaciones clandestinas, con sus grupos de acción terrorista: hacían asaltos, secuestros, ponían bombas en teatros, hacían sabotajes en los cines y en otros lugares públicos, por lo que la población vivía aterrada, evitando las salidas innecesarias.

    En muchos hogares se escuchaba la estación radial clandestina radio rebelde, emitida desde la Sierra Maestra, y desde donde se informaba y se desinformaba de los avances y resultados de los combates contra el ejército constitucional.

    En casa, cuando el esposo de Lourdes no se encontraba, esa era otra ocupación que, con la discreción requerida, entretenía a la familia y vecinos. Recuerdo que con frecuencia no entendíamos los problemas que los locutores planteaban, y cuando la programación terminaba se desataban las suposiciones y discusiones entre los vecinos oyentes.

    Los enfrentamientos militares continuaban en las pequeñas poblaciones, el ejército clandestino se organizaba y se nutría fundamentalmente de campesinos.

    La desmoralización de gran parte del ejército de Batista fue tal, que éste se vio obligado a abandonar el país, en la madrugada del 1 de enero de 1959, a pesar de poseer modernos y cuantiosos dispositivos militares.

    La anarquía y la inseguridad se apoderaron de Cuba, y se instauró el gobierno revolucionario, con un proceso de remoción de las causas de los males que había sufrido la nación. Se auto declaraba "Gobierno para el pueblo y por el pueblo".

    Rápidamente el gobierno comenzó a dictar nuevas leyes, salían unas tras otras, como abejas del panal, y la sociedad cubana dio un vuelco de 180 grados. Gran parte de la población estaba entusiasmada, los revolucionarios se proclamaron humanistas y ese término hizo eco en muchos oídos.

    En el país existían intereses norteamericanos, españoles y de otras muchas nacionalidades que de inicio comenzaron a verse afectados por las nuevas medidas adoptadas por la política del gobierno, lo que produjo un choque entre ellos, principalmente con los Estados Unidos, que trajo como rápida consecuencia la nacionalización de las grandes empresas extranjeras.

    Con anterioridad, y desde bases militares cercanas a la Isla, se habían iniciado una serie de ataques contra instalaciones cubanas importantes: aeropuertos, campos de cultivo de caña de azúcar, centros industriales, etcétera, por lo que la nación se vio envuelta en una guerra fría con Estados Unidos y con los miles de cubanos que ya habían comenzado a emigrar del país, y que desde el exilio se organizaban para frenar el empuje del comunismo amenazante, que trataba de apoderarse de Cuba.

    Por cada acto hostil del gobierno cubano, o del norteamericano, se respondía con otro acto más hostil todavía.

    La euforia popular crecía como la espuma, al igual que el carácter autócrata de su líder; pero el sector intelectual comenzaba a sentir descontento, la prensa libre, tan diversificada, pasó a ser un sólo periódico: El Granma, prensa oficial de la revolución y posteriormente del Partido Comunista de Cuba.

    La radio y la televisión fueron censurada totalmente, no había un intelectual que pudiera escribir con libertad, todos los derechos civiles habían sido tirado al cesto. Entrábamos en una de las dictaduras más férreas y prolongadas del mundo.

    A la Declaración de San José de Costa Rica, tildada por Cuba como un documento inspirado por los Estados Unidos, el gobierno respondió con la Declaración de La Habana, del 2 de setiembre de 1960, que negaba rotundamente que existiera pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y de La República Popular China, de utilizar la posición geográfica de Cuba, para quebrantar la unidad continental y poner en peligro el Hemisferio Occidental.

    El tiempo demostró todo lo contrario, el gobierno fomentó, dirigió y subvencionó la guerrilla, así como los focos terroristas en casi toda la América Latina. Luego ese apoyo se extendió a África, Medio Oriente y hasta a la propia Europa.

    Tanto la pésima política de Estados Unidos hacia Cuba, como el desconocimiento, la incapacidad y los delirios de grandeza, que eran los motores que impulsaban al líder cubano, hicieron que se acelerara el acercamiento con la Unión Soviética, país que no titubeó en resolver los grandes problemas económicos creados por la deteriorada relación entre Cuba y los EE.UU.

    El Kremlin sabía que la posición geográfica de Cuba y su cercanía a los Estados Unidos valían mucho para sus intereses. ¡Había que subvencionar a Cuba!, el costo no importaba. Era la base soñada en el Caribe, que no se podía perder.

    El líder cubano seguía desinformando al pueblo, tal como lo había hecho a la prensa extranjera tiempo atrás, cuando decía que "nuestra revolución es más verde que nuestras palmas". Lo cierto de esta frase es que el color de las hojas de las palmas cubanas siempre es verde, eso no cambia, pero las palabras del dictador sí cambiaron, como cambian aquí, en Canadá, las hojas de los árboles, que en otoño se tornan rojas. Así que el 16 de abril de 1961, Cuba se volteó hacia la Unión Soviética, declarando el carácter marxista leninista de su revolución.

    En ese ambiente convulsivo comienza mi juventud, que arrastraba una niñez traumatizada por su propio destino y amenazada por los descontentos sociales, que incluían acciones bélicas, guerrillas y terrorismo.

    Berta y Lucía, cansadas por los embates de la vida y de los años, no pensaron nunca en abandonar el país, como los hicieron otros familiares, amigos y vecinos.

    De tomar esa decisión, la mejor opción serían los Estados Unidos, por las facilidades que ese país daba a los cubanos que huían del comunismo.

    Para emigrar de Cuba había que dejar atrás todas las pertenencias, pues el gobierno revolucionario las incautaba. Al irte dejabas tu dinero, tus joyas, perdías tus propiedades, etcétera. Tus pertenencias cabían escasamente en una maleta.

    Empezar nuevamente de cero, a una edad avanzada, para Berta y Lucía, no era una tarea nada fácil de resolver, había que estar en los zapatos de la persona para entenderlo, hay que estar en los zapatos de los cientos de miles y miles de cubanos que han tenido que pasar por esa triste e inenarrable experiencia durante más de cuatro décadas.

    Capítulo 10

    ¿QUÉ PASARÁ CONMIGO AHORA?

    Para mí el ambiente social del país era agobiador, tendría 17 años y mi inquietud provocaba que estuviera dando saltos y brincos, como un pez fuera del agua, pero no de alegría, sino de ansiedad.

    Berta comentaba con sus amigas la fuerza y energía que tenía su hijo, que no paraba un instante, si ella hubiera sabido…

    La educación privada había desaparecido con la nacionalización de las escuelas, los estudiantes respondían a la dirección del plantel y a una organización juvenil, creada por el gobierno, llamada Jóvenes Rebeldes, que orientaba y dictaba las órdenes y planes que tenía que seguir el estudiantado de enseñanza secundaria.

    Los estudiantes cabecillas de esa agrupación, entraban en las aulas, interrumpiendo las clases, y hacían que los alumnos salieran a las calles a protestar con actos de repudio, por cualquier motivo aparente o fantasmal. Todas las semanas había una protesta por algo: la iglesia católica, el imperialismo yanqui, que según ellos iba a invadir, los que estaban en contra de la revolución, etcétera, etcétera.

    Los profesores no tenían poder para evitar estas interrupciones, las asignaturas no cumplían con sus programas y, al final de cuentas, todo era un caos.

    En medio de ese ambiente surge la Campaña de Alfabetización, que consistía en una ordenanza del gobierno, para que los estudiantes y maestros salieran a los campos y lugares apartados del país, para enseñarles a leer y a escribir a todos los analfabetos, que en Cuba eran más del 20% de la población.

    Para cumplir con ese objetivo, cerraron los colegios e institutos de Cuba, por cerca de un año, y se dedicaron a formar las brigadas de alfabetizadores.

    Berta estaba en total desacuerdo con que me fuera de la casa por tantos meses, y quién sabía para dónde, pero Lucía, siempre persuasiva, logró convencerla, con el argumento de que si no me inscribía como brigadista, me iban a señalar como poco afecto a las tareas de la revolución y, por seguro, tendría dificultades en el futuro para continuar el bachillerato y, si no, me iban a entorpecer los estudios superiores en la universidad, que era el objetivo que ellas había perseguido siempre, desde mi infancia, y no se iba a tronchar por nada.

    Además, dijo, misteriosamente:

    -Tengo algo en mente que podría funcionar. No les puedo comentar ahora, pues es sólo una idea, que haré realidad muy pronto, con el favor de Dios.

    Partes: 1, 2
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