La Logosofía, ciencia madre y conquista suprema en el mundo de los valores, inicia la era de la humanización del hombre mediante el desarrollo consciente de su propio espíritu. Ya no hay nada que lo condene a seguir siendo como es, a menos que él se obstine en preferir el yugo de su impotencia o que insalvables impedimentos patológicos malogren todo intento de superación
A lo largo de ese estudio procuraré trazar una semblanza del proceso autognósico, tal como lo he comprendido y realizado en los tres lustros que llevo cultivando esta ciencia imponderable.
Hago la salvedad de que una cosa es la Logosofía en sí y otra lo que el logósofo ha comprendido y experimentado de ella, pues el no tenerlo en cuenta haría confundir causa con efectos. Por consiguiente, las afirmaciones logosóficas son de orden causal y universal y están destinadas al estudio y experimentación por parte de cada individuo. Las afirmaciones del logósofo provienen en cambio de las conclusiones que él mismo ha extraído después de haber aplicado exitosamente en su propia vida los preceptos extraídos de las enseñanzas logosóficas.
BREVE HISTORIA DE LA LOGOSOFIA Y DE SU CREADOR
Con el nombre de Logosofía (ciencia del saber causal) el pensador argentino Don Carlos Bernardo González Pecotche (Raumsol), nacido en Buenos Aires el 11 de Agosto de 1901, dio a conocer en 1930 una nueva concepción del hombre y el universo, de la que es exclusivo autor.
La absoluta originalidad, tanto de los conocimientos que la informan como del método psicodinámico por él instituido para la adquisición de los mismos, atrajo desde un comienzo la atención de cuantos se pusieron en contacto con su esclarecido pensamiento.
Fue así como empezaron a agruparse en torno suyo, tanto en el país como en el extranjero, sus primeros discípulos y surgieron los primeros simpatizantes de la Obra de superación consciente del hombre, creada, inspirada y encauzada por él mismo con singular maestría.
Nacieron entonces las primeras sedes culturales de lo que posteriormente denominó "Fundación Logosófica, en pro de la Superación Humana", en cuyo selecto y dinámico ambiente gran número de seres de todas las esferas acudían a recibir gratuitamente los beneficios de su enseñanza renovadora.
La Fundación Logosófica, no es, pues, una escuela en sentido metafórico, sino que, además de ello, además de doctrina científica y filosófica incorporada al acervo de los valores humanos mediante libros, revistas, artículos y conferencias destinados a dar a conocer la nueva ciencia, constituye el recinto material, el gimnasio donde se aprende a usar el conocimiento que tiene por finalidad enseñar al hombre a superar sus habituales estados psicológicos negativos, a conocer y desarrollar conscientemente las facultades que integran sus mecanismos mental y sensible, a crear, procrear y jerarquizar ideas y pensamientos constructivos y a desprenderse de los que perturban u obstruyen su normal desenvolvimiento, a ennoblecer y acrecentar sus sentimientos y a incoar la evolución consciente de su espíritu mediante el estudio y asociación a la vida del saber causal destinado a sustentarla, tan afanosamente buscado por el hombre en todas las épocas de su existencia.
El reciente deceso de su creador (4 de abril del año en curso) que tanto dolor ha dejado en el corazón de sus innumerables discípulos, simpatizantes y amigos, representa el punto final estampado en sus enseñanzas creadoras. Pero ese punto final se ha convertido en puntos suspensivos para los herederos de su pensamiento y de su obra, por considerar que ha llegado el momento en que ambos sean conocidos por quienes proclaman a la razón como médula y norte del progreso humano.
En la actualidad, un crecido número de filiales de la Fundación Logosófica, algunas extraordinariamente pujantes, establecidas en populosas ciudades del país y del extranjero como asimismo diversos Centros de Informaciones logosóficas, imparten su enseñanza a muchos miles de personas.
El significativo hecho de que nadie hasta ahora haya discutido la solidez de sus conocimientos y su método debe de constituir sin duda la mejor garantía para que la tesis raumsólica sea estudiada y conocida por las mentes más lúcidas de la época. La verdad logosófica, por pronunciamiento expreso de su insigne autor, tiene como destinataria toda la humanidad. Nada más oportuno, en cuanto a lugar y a tiempo, que darla a conocer en la magna asamblea a realizarse en México. Nacida en América del Sur, sea ahora América del Norte de donde parta la voz destinada a hacerla ingresar oficialmente en el escenario universal de los valores humanos. Es el más grande homenaje que podría brindarse a quien convirtió la vida en enseñanza y la enseñanza en vida, haciendo de su propia existencia el más acabado ejemplo de una verdad fecunda y promisoria, que, si hoy ilumina los cielos americanos, mañana conquistará sin duda el corazón y la mente de toda la humanidad.
La Logosofía se nos presenta como una vasta y fecunda ciencia del espíritu, con sus fundamentos, su método, su campo experimental y sus fines propios e independientes de toda otra disciplina humana.
Ontológicamente constituye una doctrina ético filosófica que propugna la evolución consciente del hombre mediante el conocimiento de sí mismo.
Epistemológicamente proclama la existencia en el mismo de un potencial sistema mental factible de ser despertado gradualmente y organizado en función de la conciencia individual. Para ello dispone de un instrumento "sui generis", de alta precisión: el método logosófico, convertido en ciencia.
Éticamente apunta a la reversión consciente del espíritu. A tal fin, señala, describe y profundiza una por una, las deficiencias y propensiones psicológicas que han ido cerrando a ese ente metafísico las puertas de acceso a la vida física del ser que encarna. Presenta a sí mismo, para su estudio, comprobación y finalidad catártica, las antideficiencias destinadas a transformar positivamente la vida psicológica, moral y espiritual del hombre. Debe hacerse aquí la salvedad de que la Logosofía se ocupa de las anormalidades psicológicas del ser normal, o, como su propio autor nos lo dijera tantas veces, "La Logosofía hace más cuerdos a los cuerdos, pero no hace cuerdos a los locos".
La tesis raumsólica comprende, pues, tres grandes partes:
a) Metafísica y Ontología
b) Epistemología.
c) Ética.
Las tres son rigurosamente científicas por dos razones básicas a saber:
I) Porque los conocimientos y principios que la sustancian provienen de leyes universales, lo que permite su inmediata y fácil comprobación.
II) Porque su campo experimental es la vida misma del que nutre su razón y su sentir, en todos los ámbitos (íntimo, familiar, social, profesional, etc.) donde se desenvuelve.
La Metafísica Logosófica presenta a la investigación y experiencia humana la existencia de un mundo mental regido por leyes universales, poblado por factores psíquicos dotados de vida mental propia, a los que denomina simplemente "pensamientos"(1), monumental hallazgo sin parangón jerárquico con ningún otro descubrimiento efectuado por el hombre, ya que su gravitación sobre la vida del mismo explica en la línea sincrónica el por qué de todas sus manifestaciones psíquicas positivas y negativas y en el eje de la diacronía hominal el cómo y el por qué de la historia que se ha ido configurando con la huella de sus pasos por el mundo.
Podía haber denominado a esos singulares agentes de la mente humana por él descubiertos "noetones" o factores "noemáticos". No obstante y pese al riesgo de que se los confunda con conceptos de objetos que nada tienen que ver con ellos, prefirió designarlos con ese modesto término, por resultar así más accesible al entendimiento de todos.
La Metafísica Logosófica señala un espacio mental supremo y un espacio mental humano. El primero corresponde a los dominios cósmicos y lo pueblan pensamientos arquetípicos creados por la Inteligencia Suprema, cuya realización u objetivación ha dado origen al edificio universal; parte integrante del mismo y en evolución como él, es la especie humana.
El segundo espacio mental es privativo de la criatura inteligente, cuyos son los pensamientos que los pueblan.
Conforme a la posición mental de los agentes que residen en este campo distíngase la región científica, donde los entes mentales se hallan en activo proceso de perfeccionamiento y la región quimérica, cuyos agentes causales, generados al margen de las leyes de la creación universal o arquetípica, no solo representan el desvío mental experimentado por el hombre sino también la nociva influencia que ejercen sobre la especie.
La ontología logosófica descubre la configuración integral del hombre conforme al arquetipo que conservan los anaqueles de la existencia universal. Ese arquetipo está integrado:
a) Por el ente físico o alma
b) Por el ente metafísico o espíritu
Uno y otro asumen expresión individual en virtud de un complejo psíquico trisistemático, a saber:
sistema mental
sistema sensible
sistema instintivo
los cuales, al funcionar identificados con el ente físico, forman su alma, cuyas energías lo impulsan a abrirse cauce en todo lo que existe de él hacia fuera. Identificados con su ente metafísico constituyen el instrumento de su espíritu formando su ente espiritual, cuyo campo de acción es el mundo que se abre de él hacia adentro.
Epistemológicamente la Logosofía es una disciplina rigurosamente científica. La adquisición de sus conocimientos se logra mediante un proceso vivo, experimental, consubstancial, que responde a una precéptica lógica y matemática a la vez, sorprendentemente elástica: desde el hombre más sabio hasta el más ignorante pueden, en condiciones normales, realizar ese proceso; otro tanto acontece con la edad física del aspirante: desde el escolar hasta el anciano hallan sitio en la evolución consciente.
El fundamento epistemológico de esta ciencia radica en la fórmula "ser" es "saber". Se "es" en la medida de lo que se "sabe", real, conscientemente. Así, entre otras cosas, el niño aprende a ser niño; el joven a ser joven; etc. Se trata, en este caso, de aprender a manejarse, a dirigir los pensamientos que más convienen a cada edad, situación, esfera, momento y etapas que el hombre vive y cubre a través de los días que dura su existencia. Unas veces seleccionándolos, vale decir, sabiéndolos seleccionar, otras creándolos con los mejores elementos de que se dispone. De ese modo se aprende primero a organizar el instrumento de la vida, luego a vivir; y finalmente, a enseñar a vivir. Más de una vez he observado a jovencitas, desesperadas por parecer mayores, deponer tantas cosas inherentes a su edad y adoptar modalidades, gustos, y hasta costumbres correspondientes a una edad mayor. ¿Qué les ocurre luego? Que cuando llegan realmente a esa otra edad que habían imitado, ya no les satisface; quieren volver a la adolescencia y viven a desacuerdo con lo que son. Se pasan la vida, como dicen los gitanos, con el "paso cambiado."
Punto de partida es el conocimiento logosófico. Punto de llegada es el conocimiento de sí mismo, que se sustancia por etapas experimentales. La conciencia individual es la amalgama mental que plasman el saber y la experiencia de cada sujeto convertido en objeto de sí mismo.
Ahondando un poco más en los fundamentos de esta ciencia, a las preguntas: ¿Qué es el conocimiento?, responde la logosofía: "el conocimiento es el principio y el fin de todas las cosas y único objeto de la vida del hombre." (1)
¿Cuál es la función básica del ente humano? La función de pensar. Es por eso que los conocimientos logosóficos tienen como primera finalidad "el desarrollo y dominio profundo de la función de pensar." (2)
¿Para qué enseña a pensar la logosofía? Para propiciar el desarrollo y dominio profundo de la función de estudiar.
Debo aclarar que en la epistemología logosófica, lo que en una etapa oficia de fin en la siguiente oficia de medio. De tal modo, el aprender a pensar permite aprender a estudiar conscientemente; luego, el cabal ejercicio de las funciones de pensar y estudiar facilitan y desarrollan la función de aprender, y, cuando se sabe pensar, estudiar y aprender, se sabe también realizar. Una vez hechas conciencia, estas cuatro operaciones mentales propician el desarrollo y dominio profundo del más noble de los quehaceres humanos: el de enseñar: y no solo con la palabra sino también con el ejemplo. Así es como el método logosófico "se transubstancia en aptitudes individuales de incalculable significación para el porvenir pedagógico de la educación". (3)
En lo que atañe a la faz ética, la obra logosófica ha dado origen a un nuevo humanismo. Ya lo he dicho: para la logosofía, humanismo es la realización consciente del contenido espiritual de las calidades humanas desarrolladas mediante una ininterrumpida autosuperación.
(1) Axiomas, Principios de Logosofía T.1.
(2) Curso de Iniciación Logosófica, p.16.
(3) CIL (locus cit.)
El proceso de evolución consciente constituye pues el fundamento ético del saber logosófico y va de lo humano a lo supremo. El creador de la logosofía, además de infinidad de enseñanzas éticas de todo orden, nos ha dejado una medular obra axiológica: "Deficiencias y Propensiones del Ser Humano", con su correspondiente metodología especial para el tratamiento de las mismas.
Siendo el proceso de evolución consciente la base ética de la Logosofía, se deduce que a mayor evolución corresponde una mayor alcurnia moral. La moral del logósofo, es, pues, de índole psicodinámica: refleja la comprensión que va alcanzando a través de las etapas de renovación y perfeccionamiento que cubre su proceso interno.
La realización ética demuestra en forma acabada el perfecto ajuste de los conocimientos que conforman la Logosofía y su índole psicotrófica innegable. ¿Qué nos descubre este hecho? Este hecho nos descubre la existencia de un Verbo Logosófico; Verbo que está originando una nueva cultura: la de la vida superior. Y, cuando se haya generalizado el cultivo de la vida superior, surgirá también una nueva civilización. Civilización, cuyo lema ético, concebido en los siguientes términos:
"Ser es Saber; hay que aprender a ser lo que se quiere ser", enmarcará el principio y el fin de las inquietudes espirituales y ennoblecerá las aspiraciones humanas.
A fin de tornar inseparables la ciencia y el método logosóficos y propiciar la realización consciente de los conocimientos que impartía, Raumsol adoptó desde un comienzo el sistema de presentarlos en forma de enseñanzas, de las que nos ha dejado un inmenso caudal.
Enseñanza es, por consiguiente, la parte viva y medular de sus palabras, cuyo fundamento es indefectiblemente algún principio emanado de una ley universal o una ley misma. Él mismo, con incomparable arte pedagógico, nos ha enseñado a extraerlas del seno de sus exposiciones, habituándonos a trabajar en equipos, vale decir, en núcleos uniformes en cuanto a capacidad, cultura, edad, etc.
No hay formas de placer comparables con el que se experimenta en esa hora semanal que media entre una y otra reunión, donde la inducción temporal parece suspenderse.
Además, para evitar la monotonía e impedir la rutina mental, ha utilizado gran variedad de formas como envase didáctico de sus enseñanzas; explicaciones, axiomas, fábulas, cuentos, relatos, coloquios, conferencias, lecciones, clases especiales, artículos, libros, cartas, ilustraciones, observaciones, preguntas medulares previas, etc., etc. Hasta nos ha dejado una valiosísima y hermosa novela, cabeza de un nuevo género, el psicodinámico, titulada "El Señor de Sándara".
Por eso no es fácil, a quien carece de cultura logosófica extraer las enseñanzas, pues, como he dicho, hay que adquirir la técnica habilitante, basada en el conocimiento de las funciones mentales que convergen en la individualización y selección de pensamientos y en el reconocimiento de su origen, vale decir, de su composición mental.
De ahí que el lector común perciba por vía sensible la grandeza de estas singulares enseñanzas, que no puede utilizar porque su entendimiento no las penetra, son como piedras preciosas envueltas por costras minerales: para el profano son meras piedras sin valor; pero el especialista, el minerólogo, sabe lo que contiene.
De ese caudal de enseñanzas solo una parte se ha publicado. Pero, asimismo, es tan vasta que aun aquellos a quienes Raumsol consideraba sus discípulos dilectos quizás no hayan asimilado ni el cinco por ciento de las mismas. En lo que a mí respecta ese porcentaje es harto generoso.
Es pues la proyección aspectual de esas enseñanzas, que prácticamente agotan, o al menos parecen agotar todas las fases del quehacer humano, lo que impide realizar individualmente la exégesis plena del saber logosófico.
La experiencia de los años venideros hará perfilar sin duda sus diversas especialidades una vez cumplidos los estudios básicos de cultura logosófica.
No obstante, como todos los conocimientos logosóficos provienen de un mismo Verbo, procuraré dar unidad a mi labor de exégesis tomando como núcleo expositivo la doctrina logosófica del conocimiento de sí mismo. En otros términos: intentaré explicar la autognosis logosófica en relación con la metafísica, ontología, epistemología y ética logosófica.
Ojalá toque este ensayo el sentir de los hombres de pensamiento, para que la antorcha de la evolución consciente, que Raumsol encendiera un día en nuestra lejana Argentina, pueda pasar de mano en mano a través de las generaciones y alumbrar el camino de su propio perfeccionamiento, desvaneciendo las tinieblas mentales que impiden descubrirlo. Ese camino está adentro de cada hombre y, aunque parezca paradójico, cuanto más desciende uno en las profundidades y vericuetos de su propio ser tanto más asciende a lo supremo.
A veces pienso, y con fundados motivos, en lo triste que puede llegar a ser la vida humana en un futuro no lejano, si la tesis raumsólica, por indiferencia o por intereses creados, cayera en el vacío.
La ley universal de conservación tiene su raíz en las reservas. En última instancia la impostergable necesidad, la suprema "ananke" hace aflorar las reservas morales del hombre. Confío en que antes, mucho antes, un venturoso pronunciamiento de las inteligencias preceptoras de la época concitará la atención de la humanidad, invitándola a detenerse para efectuar el reajuste que las circunstancias le demandan al vehículo mental que la conduce. Bien podría ser ésa la más promisoria de las transiciones humanas.
La despreocupación por el futuro del mundo podría provocar en cambio una infernal transición, temeraria, infausta, suicida. El tiempo –conviene tenerlo presente– no admite descuidos ni tolera demoras.
DOCTRINA LOGOSOFICA DEL CONOCIMIENTO DE SI MISMO
ADVERTENCIAS:
1. Logosóficamente el conocimiento de sí mismo se va sustanciando en la conciencia mediante un proceso interno que propician, estimulan y dirigen las enseñanzas contenidas en los conocimientos referentes a la autognosis logosófica, estudiadas y practicadas en función de un método y una técnica privativos de esta ciencia.
2. Téngase en cuenta que tanto para la filosofía como para la ciencia el mundo mental es nebuloso. Hace veintiséis siglos que, entre los occidentales, Parménides anunció su existencia, pero prácticamente sigue siendo tan inaccesible como entonces. Con respecto a él no hay certeza de nada. Son todos los suyos conocimientos probables, sistematizados según el orden y la valoración que les asigna cada corriente de pensamiento fundamental.
3. Frente a ese inmenso mar de conjeturas, teorías e hipótesis, la Logosofía se nos presenta como la ciencia del saber causal. En ese sentido, entiendo por causas ciertas realidades incorpóreas que dan origen a realidades corpóreas. Las causas que enseña a conocer Logosofía pueden ser supremas o humanas. Estas últimas atañen en primer término al conocimiento de sí mismo y se substancian en los pensamientos, a los que asigna nuestra ciencia el valor de entidades psicológicas dotadas de vida mental propia, capaces de desarrollar actividades dependientes o independientes de la voluntad del individuo.
4. Los conocimientos logosóficos abarcan en su conjunto cuanto se refiere al universo (causas supremas) y al hombre (causas humanas). Son todos de naturaleza diferente a lo que es común en materia filosófica y no se puede comprobar su validez sin extraer antes su esencia y aprender la técnica de su empleo.
5. Lo que cada cual individualmente o cada núcleo de personas dedicadas a su estudio extraiga de una enseñanza logosófica constituye lo que nosotros denominamos una "comprensión" individual o colectiva, respectivamente. Lo que cada uno comprueba al aplicar en su propia vida esa y otra comprensión va formando la base de su experiencia personal. La incorporación definitiva en la propia vida de lo que se ha comprendido y comprobado respecto a una enseñanza y a su consubstanciación con ella contribuye a la formación de la conciencia individual y a las convicciones que de ese hecho emanan.
6. Las comprensiones que dos o más personas tengan de una misma enseñanza pueden ser diferentes y el empleo que de ella hagan más diferente aún. Pero la enseñanza obra en todos en forma similar porque les permite superar sus condiciones internas en la medida de la comprensión y el uso individual de la misma.
7. Hay, pues, en todos los estudiantes de Logosofía diferentes grados de comprensión y de experiencia logosóficas. He aquí por qué nadie puede afirmar de esta ciencia sino lo que ha comprobado, y por qué las exposiciones de dos o más logósofos sobre un mismo tema, aún siendo diferentes, se complementan, pues al par que los variados aspectos de ese mismo tema muestran también la universalidad de los principios que lo substancian como conocimiento y el empleo concreto e individual que se hace de ese conocimiento.
8. Para conocerse a sí mismo hay que empezar por conocer la constitución interna del ser humano. A la pregunta concreta de cómo está configurado, la Logosofía responde concretamente: por el ente físico o alma y el ente espíritu. (1)
9. Con el objeto de explicar el contenido de la afirmación precedente escojo la siguiente imagen del creador de la Logosofía: El ser humano se puede equiparar a un automóvil. La carrocería es nuestro cuerpo, el motor y demás accesorios de su mecanismo, nuestra alma. Mientras vamos adiestrándonos en su manejo, iremos conociéndolo parte por parte y apreciando el valor y la exacta función de cada pieza o engranaje; nos compenetraremos a un tiempo de los secretos de su buen funcionamiento y de los no menos importantes para su mejor conducción. Esto nos advierte que siguiendo un adecuado proceso de adiestramiento iremos acumulando en nosotros, o sea, en nuestro espíritu, conocimiento y experiencia. Cuando por acción del tiempo se torne viejo ese vehículo, o sea nuestro cuerpo y nuestra alma, nos asiste la prerrogativa de abandonarlo. Pero el conocimiento y la experiencia que hayamos adquirido nos permitirá conducir con mayor pericia, en las sucesivas etapas del eterno existir, otros vehículos, pues el espíritu jamás envejece. (2)
10. Se deduce que nuestra parte más valiosa y trascendente es el espíritu, depositario de la herencia individual sustanciada en el saber y la experiencia propios, que aquél conserva –según se infiere– como reserva interna.
11. Ahora bien, ¿qué relación observa este postulado con la autognósis? Logosofía responde: El conocimiento de sí mismo es el encuentro e identificación con el propio espíritu. (3)
12. Dedúcese también que, por desconocimiento de su organización interna, el hombre se halla desvinculado de su ente individual o metafísico, esto es, de su propio espíritu y que, salvo excepcionales circunstancias, ajenas a su voluntad y a su conciencia, tan solo el ente físico funciona habitualmente, vale decir, el cuerpo movido por el alma, no por el espíritu.
(1) MVC p. 90
(2) MVC p. 96-97
(3) MVC p. 91
13. Este corte en la organización total del hombre lo priva de hecho de su herencia histórica. Le queda, no obstante, el consuelo de que su ente físico puede utilizar voluntaria y conscientemente el saber y la experiencia logrados en la línea horizontal o sincrónica de su presente vida. A esto responde la Logosofía que puede utilizar, en efecto, esos recursos. Pero no es menos cierto que la acción mental consciente desarrollada por el ente físico queda circunscripta al orden de lo material y rutinario, por pertenecer al plano extraindividual el saber efectivo con que cuenta. Además, la acción consciente no es continua ni responde a un solo fin, sino que se mueve a requerimiento de los diversos objetivos que demandan la atención del ser y acaba toda vez que uno de ellos ha sido alcanzado. (LCM p. 49) Así, p. ej., un profesor, al preparar sus clases, puede hacerlo conscientemente utilizando el saber y la experiencia que posee en el ejercicio de su profesión. Pero la acción consciente empieza tan solo en el momento que inicia su tarea y acaba cuando la clase quedó terminada. Acontece lo mismo con el investigador, el artista, el técnico, el hombre de ciencia, el industrial, el comerciante, el artesano y hasta el ama de casa: sus respectivas actividades conscientes se inician, en el mejor de los casos, cuando se disponen a cumplir cabalmente con sus respectivos deberes, obligaciones, responsabilidades, hábitos, estudios, vocaciones, inspiraciones etc. Y terminan con el logro de sus objetivos. Quiero significar que, en el orden rutinario de la vida, la inducción consciente no puede romper –como dice Raumsol (opus cit., ibidem)– la estrechez física y conectar cada esfuerzo con la aspiración de alcanzar el perfeccionamiento trascendente, vale decir, el de su propio espíritu, sino tan sólo el de su especialidad profesional o técnica. Esto significa que con la suma de todos los esfuerzos convergentes en el sector que cultiva un hombre puede ser, verbigracia, un eximio artista, un distinguido científico, un profesional de nota, etc., y estar cargado, no obstante, de todos los vicios y defectos que imaginarse pueda. Ello se debe a que su propio espíritu, destinado por naturaleza a gobernar moral y psicológicamente la vida interna del ser que anima, se halla imposibilitado de actuar por faltarle al hombre conocimiento capaz de despertar en él la conciencia del perfeccionamiento interno, incumbencia exclusiva de aquel singular ente metafísico.
14. Bien; supóngase que el sentir de alguien le hubiese permitido reconocer la necesidad de cultivar su vida interior y que se hubiese acercado a un logósofo en busca de orientación al respecto. Una vez informado sobre los contenidos generales de la Logosofía, su método y sus fines, a solicitud del propio interesado comienza el proceso preparatorio, cuyo objeto es adaptar su inteligencia a los nuevos estudios y a cuanto se relaciona con la preceptiva logosófica. Una vez en condiciones de iniciar su proceso de superación ingresa en calidad de neodiscípulo. Lo primero que debe estudiar es la configuración psicológica del ser humano, para hallarse en condiciones de conocer, observar y finalmente corregir el funcionamiento de su propio mecanismo psicológico. Esta etapa corresponde al conocimiento sí mismo y el propio interesado es la materia concreta donde se aplican los resultados del estudio.
ESTRUCTURA PSICOLOGICA DEL HOMBRE
15. Sinopsis
ANEXO 1
REFERENCIAS
A Sector correspondiente al ente psíquico
B Sector correspondiente al espíritu
1 MENTE COMUN cuyo mecanismo está integrado por la inteligencia y su correspondiente zona dimensional de pensamientos.
2 SISTEMA SENSIBLE integrado por el mecanismo de la sensibilidad y la zona dimensional de los sentimientos.
La flecha con dos puntas ilustra la interdependencia que se produce entre los dos mecanismos, puestos de acuerdo en virtud de la asimilación del conocimiento logosófico, que a su vez ha puesto en actividad la conciencia individual, o sea la conciencia de sí mismo.
3 SISTEMA INSTINTIVO convertido en tal por el proceso de evolución consciente, al conectar la conciencia sus manifestaciones energéticas con los centros superiores de energía 1 y 2.
Las flechas indican los progresos del instinto coadyuvando en la organización del mecanismo de la vida consciente.
4 CONCIENCIA INDIVIDUAL que empieza por regular el mecanismo de la mente común y se extiende luego al gobierno de la totalidad del ente psíquico. Finalmente toma contacto con el mecanismo de la mente superior o del ente espíritu, cuyas facultades, inmóviles por falta de desarrollo de la conciencia de sí mismo, empiezan a activarse.
Las líneas concéntricas, inversas a las que ilustran el progreso de la conciencia, muestran la inducción que empieza a desarrollar la mente superior al activarse y la espiritualización que, por intermedio de la conciencia, confiere al mecanismo psicológico del ente físico o alma.
5 ESPACIO DIMENSIONAL DE LOS PENSAMIENTOS SUPERIORES generados por la conciencia individual.
ESTRUCTURA PSICOLOGICA DEL HOMBRE (1)
16. El conocimiento de sí mismo empieza con el estudio de la configuración psicológica del hombre. Téngase en cuenta que éste, al venir a la vida, se encuentra con dos realidades: la que se abre a partir de él hacia fuera (mundo natural) y la que va de él adentro (mundo mental); que la mente, a través de sus vivencias, se esfuerza en alcanzar el conocimiento de la realidad, con rapidez cuando la guían el saber y la experiencia ya logrados, torpe e insegura cuando estos factores no la asisten. Esto explica su enorme progreso en el plano físico y su lentitud abrumadora en el mental, donde la ausencia de un saber efectivo como el que caracteriza el mundo natural la mantiene poco menos que estancada.
17. La inteligencia puede abrirse camino por sí sola, pero en forma lenta y trabajosa; el conocimiento básico es, en cambio, el gran acelerador mental. Observemos que los progresos médicos alcanzados por la humanidad en los últimos 60.000 años se obtienen hoy en sólo seis en una facultad de medicina.
18. La Logosofía es la ciencia de las causas, la ciencia por la que tanto ha suspirado el hombre, y cuya aparición, hace treinta y tres años, ha puesto fin al estancamiento del saber humano en lo concerniente al mundo mental. La inteligencia puede moverse allí con la misma soltura y eficiencia con que se desempeña en el plano físico. A los fines de su experimentación y estudio la Logosofía nos presenta la configuración psíquica del hombre integrada por tres sistemas: el mental, el sensible y el instintivo; al solo efecto de ilustrar este punto lo represento de la manera indicada en el anexo I.
19. Sistema mental. Tiene como asiento físico el cerebro y está configurado por dos mentes u órganos psicológicos: a) la superior, estática –salvo notables excepciones– y sin desarrollo consciente, destinada para exclusivo uso del espíritu; b) la inferior o común, con la que se maneja el ente físico, acciona en el plano material y su mayor o menor dinamismo depende de la lucidez alcanzada por la inteligencia en sus esfuerzos por penetrar en la realidad extraindividual donde el ser humano se desempeña o incursiona.
20. Se ve allí el designio del Creador al dotar al hombre de dos mentes, una de las cuales tiene por finalidad vincularlo con el mundo físico y la otra con el metafísico; sólo que la segunda se encuentra en estado embrionario por haberle faltado al hombre los conocimientos y el método que la active. Podrá inferirse ya que la enseñanza logosófica opera en el desarrollo de esta última.
21. Para llevar al hombre al desenvolvimiento de su mente superior el método logosófico debe accionar, lógicamente, sobre la mente común, como instrumento y forja de aquella.
(1) Ref. Bibliográfica: González Pecotche: "Logosofía, Ciencia y Método"
22. Siendo los conocimientos logosóficos, en su totalidad, el medio de poner en función la conciencia individual, deberán presentar ante el entendimiento de quien ha de recibirlos una forma y un contenido. A tal efecto, el creador de la Logosofía adoptó para los mismos la forma de enseñanzas, cuyos contenidos ilustran la inteligencia sobre cada uno de los resortes de la articulación psicológica del hombre y sobre cada una de las realidades del mundo mental. Su conformación didáctica –la de enseñanza– permite al que estudia extraer de ella los elementos básicos, sustanciales, para aplicar en su propia vida y conducirla conscientemente haciéndole cumplir en esta forma las funciones que antes realizaba al azar.
23. Ilustraré lo antedicho con el siguiente ejemplo: un conocimiento logosófico nos enseña, verbigracia, qué son los pensamientos negativos y cómo se los puede individualizar y controlar. La estudiamos hasta extraer de ella su parte medular, vale decir, su mensaje didáctico, logrado lo cual culmina el esfuerzo teórico. Desde ese momento y en función de lo comprendido, se inicia una segunda etapa en la labor de asimilación del citado conocimiento: ¿Para qué nos sirve esa comprensión lograda? ¿En qué y cómo podrá empleársela? Por de pronto puede usársela para individualizar y controlar ya los propios pensamientos negativos, evitando así que éstos continúen gravitando desfavorablemente sobre nuestra vida, como lo han hecho hasta ahora.
24. La capacidad de individualizar y la función de controlar supone de hecho el ejercicio de una práctica constante. Estas dos vitales aptitudes de la vida consciente las alcanza la inteligencia bajo la dirección pedagógica de caracterizados miembros de la Institución. Su práctica habitual promueve la consubstanciación del conocimiento con la vida, por lo que su ejercicio se produce luego en forma natural y sin esfuerzo alguno.
25. La conciencia resulta del conocimiento hecho vida. Es pues, la conciencia la raíz de la nueva planta humana. Su fuente nutricia es la enseñanza logosófica. Planta nueva es la vida interna del hombre, que la conciencia alimenta con los elementos que permite extraer de la observación y estudio de cuanta vivencia origina el medio donde el ser desenvuelve sus diarias actividades.
En imponderable síntesis el conocimiento logosófico resume así el proceso del despertar, desarrollo y función de la conciencia: "La inteligencia de la mente común, al asimilar los conocimientos logosóficos con los cuales va integrándose la conciencia individual extiende los límites de sus posibilidades hasta tomar contacto con la esfera de la mente superior, que amplía a su vez el volumen de su capacidad creadora y cognoscitiva tanto como lo permite la evolución que el ser va alcanzando" (LCM p.46-47).
Siendo la mente común la que tiene que alcanzar los límites de la superior y no a la inversa, por ser esta última meramente potencial, el secreto de la evolución que preconiza la Logosofía consiste en convertir en conciencia el espacio dimensional de los pensamientos y eliminar de él cuanto se oponga a la expansión de aquella. Su avance está condicionado por los cultivos que la inteligencia realiza en el espacio mental.
CONFIGURACION DE LA MENTE COMUN
26. La mente humana –explica nuestra ciencia– está configurada por una parte autofuncional, a la que denomina "mecanismo mental de la inteligencia", y una parte extraautofuncional, a la que define como "zona o espacio dimensional de los pensamientos", entidades psicológicas animadas, descubiertas por el creador de la Logosofía, que desempeñan papeles protagónicos en la vida humana, como se detallará en su lugar.
27. El mecanismo de la inteligencia está constituido por un conjunto de facultades, principales unas y accesorias otras, como las de pensar, observar, razonar, entender, recordar, discernir, imaginar, combinar, intuir, etc. cuya suma recibe el nombre de "inteligencia" o facultad cumbre, por comprenderlas a todas. Cada una de ellas puede funcionar independientemente o en combinación con otras. En la parte de proceso interno relacionada con el conocimiento de sí mismo las tres facultades mencionadas en primer término (pensar, observar y razonar) desempeñan el oficio más importante de la realización autognósica, por ser las que más directamente se conectan con el mundo de las causas, y en consecuencia, las que pueden operar conscientemente de inmediato.
28. La facultad de pensar. Constituye el eje del mecanismo mental de la inteligencia por el hecho de tener a su cargo la creación y procreación de pensamientos e ideas mediante los cuales se nutre y configura la vida de un ser y aun la de sus semejantes.
29. El ejercicio consciente de esta facultad promovido por el estudio y práctica de las enseñanzas logosóficas –formativas todas– me permite inferir que la función de pensar es una labor que la inteligencia realiza tras habilitar al órgano físico que le sirve de asiento –el cerebro– entrando en función la facultad del mismo nombre para seleccionar y coordinar elementos mentales capaces de concretar y responder a la causa que ha originado esa labor. Es sintética y creadora. Parte de una ausencia para llegar a una presencia mental creada por ella.
Cuando la facultad de pensar aúna sus fuerzas con la de razonar, se produce el razonamiento o raciocinio; es cuando el sujeto, antes de sintetizar, necesita analizar, discernir y juzgar el valor, idoneidad o índole de los elementos que la función de pensar haya seleccionado. Si la función analítica y discernitiva se hace más extensa por las proyecciones que va sumiendo el fruto mental que se elabora, se produce la meditación.
Si la labor combinada de las facultades de pensar y razonar se concentran sobre un solo punto, objeto de la labor mental, con la finalidad de explicarlo y hacerlo comprensible al entendimiento, ésta se manifiesta como reflexión.
Los elementos que escoge la función de pensar pueden tener el más diverso origen, a saber:
a) De pensamientos que se tienen en la mente.
b) Del propio saber
c) De la experiencia individual o de la ajena, conocida por referencia.
d) De la observación
e) De la memoria
f) Del estudio
g) De algún hecho que motiva una vivencia
h) De la reflexión propia; etc.
30. La índole y el vigor de sus creaciones depende: a) del desarrollo que esta facultad haya adquirido; b) de la naturaleza, calidad y jerarquía de los elementos que haya seleccionado; c) del empeño, buena voluntad y tiempo que el propio ser ponga al servicio de la función de pensar.
¿Se puede pensar en cualquier momento? Si, pero siempre que la mente reúna las condiciones que esa función exige. Tales condiciones son perfectamente conocidas por el estudiante de Logosofía, ya que sabe qué debe hacer para cumplir esta función básica de la existencia. La Logosofía la denomina Básica porque al pensar es cuando se advierte el existir interno, por la acción misma de los movimientos mentales que van plasmando el pensamiento.
31. Cuando es manejada a conciencia, vale decir, cuando se piensa en función de conocimientos causales y de un claro objetivo prefijado, esta facultad puede cumplir también otra importantísima función: la de nutrir y vigorizar los pensamientos que el ser utiliza, tanto en sus actividades profesionales como en las inherentes a su evolución, por el constante acopio y cultivo de elementos nuevos que la función pensante extrae de la realidad con la cual toma contacto circunstancial o habitualmente.
32. Cuanto mayor es la pureza de los elementos con que se cuenta tanto mejor es el ejercicio de sus funciones y la calidad de sus frutos. Por consiguiente, en el campo donde la inteligencia tiene hechos sus cultivos la facultad de pensar actúa con soltura; pero se muestra torpe, vacilante y hasta inmóvil donde no existen esos cultivos previos o donde el sector mental en el que debe incursionar se halla esterilizado por creencias y temores –que de hecho paralizan sus funciones– o por prejuicios que la obstaculizan y la traban.
33. La experiencia en el cultivo de los conocimientos logosóficos me ha demostrado claramente que antes de estudiar Logosofía yo ejercía la función de pensar en forma limitada y casi exclusivamente dentro de mi campo profesional. En los demás sectores de mi vida –ámbito familiar, círculo social, intimidad, etc.– no pensaba, y, peor aún, no sabía hacerlo, razón por la cual solía dejarme llevar por opiniones ajenas, por creencias inculcadas a lo largo de mi vida y por mis propias tendencias psicológicas, impregnadas de dudas, vacilaciones, intereses, temores infundados, cuando no por obstinaciones, caprichos, violencias y toda esa gama de reacciones propias del temperamento pasional y autoritario, fuente de ligerezas, incomprensiones y tardíos arrepentimientos.
34. El saber logosófico al enseñarme cuándo se piensa, cómo y para qué se cumple esa función básica de la existencia, ha hecho cambiar radicalmente mi vida. Se han desarrollado en mí aptitudes que no tenía y que muy difícilmente hubiese podido crear a expensas de mis propias posibilidades, verbigracia, la facultad de percibir y estudiar mis propias vivencias y actuaciones y la no menos valiosa de reaccionar rápida y favorablemente para neutralizar esos estados regresivos que promueven, de vez en vez, los viejos hábitos. En suma, se me ha abierto un panorama de experimentación y perfeccionamiento interno ilimitadamente amplio, interesante, concreto, real y fecundo en alto grado.
35. Han variado además los efectos. Antes, un desacierto de esos ante los cuales nada sabe ni puede hacer uno en su favor producía verticales caídas en mi ánimo, de las que salía a flote con el tiempo, con el auxilio de algún estímulo fortuito o con la ayuda ajena, tras de haber padecido innecesarias torturas internas y sin provecho alguno para mi vida, puesto que solían repetirse en mí las mismas situaciones. Ahora, cuando me sorprendo en el error o en una actuación desafortunada, sé movilizar todas las energías psicológicas de que dispongo y concentrarlas en la zona mental afectada por los factores negativos que promovieron mi desacierto. Al descubrir la causa experimento el inefable placer del que ha comprendido que en la vida la lucha es inevitable, del que ha aprendido a tomarle el gusto y a imponerse en esa lucha por sus propios medios.
36. Habrá, no lo pongo en duda, muchos motivos capaces de hacer experimentar dicha, placer o alegría aun al más indiferente. Pero el que se experimenta luego de haberse impuesto en un conflicto mental contra los pensamientos que gravitaban negativamente sobre la conducta personal tiene un sabor sublime y sin parangón con ninguna otra forma de placer. En mi opinión, constituye una experiencia que conmueve los más íntimos resortes del propio sentir y uno de los auténticos placeres del espíritu. Es ahí cuando se experimenta, positivamente, aquello de que "no hay mal que por bien no venga", tan mentado desde los dramas antiguos, mientras se aguardaba pasiva, ciega y crédulamente la prometida "peripecia" del refrán.
37. La facultad de razonar; enseña la Logosofía que: "la razón es y no es una facultad. Existe y no existe, y sólo acciona en base a los conocimientos que se tengan. Es el conocimiento lo que le da vida; sin él no podría ejercer su función directriz como facultad central de la inteligencia, pues el conocimiento constituye su razón de existir" (ICL, p.146).
38. Obsérvense las proyecciones que asume la definición transcripta al ser llevada al plano docente. Aplicada al ejercicio de mi profesión me ha llevado a cambiar radicalmente mi sistema de enseñanza de las lenguas clásicas. Cada año he ido perfeccionándolo y actualmente opero con extraordinaria facilidad sobre la razón del educando, nutriéndosela medularmente sin esfuerzo alguno. Sé como se imparte el conocimiento para que él pueda razonar ágil y certeramente, tornando el estudio placentero en alto grado. Las cosas más difíciles y complicadas, sabiéndolas enseñar conforme a las leyes que rigen el proceso de la comprensión, resultan un juego de niños. Mas, para alcanzar tan fecundo desiderátum, he debido yo mismo realizar antes ese proceso, organizando el mecanismo de mi inteligencia en función del método logosófico.
Dentro de la mente humana no sólo hay facultades sino también pensamientos; pensamientos de toda índole muchos de los cuales han formado graves y lamentables deficiencias caracterológicas que tornan a la razón fría e insensible. Mi propia experiencia me lleva a aclarar que la afirmación logosófica no atañe a la razón común del hombre, ni los conocimientos a que se refiere la Logosofía son los que se adquieren en el ámbito universitario. La razón común manejándose con el saber profesional, se muestra a menudo rígida, estrecha e incapaz de sincronizar su función discernitiva con los movimientos de la sensibilidad o con la vibración de los sentimientos, por no responder a los dictados de una conciencia integral, o sea la despertada por los conocimientos trascendentes. En el vasto campo de la docencia he podido observar infinidad de veces la incapacidad del educador (y yo era antes uno de ellos) para percibir los movimientos internos del alumno, sus necesidades, sus reacciones, etc., pese a que fueron también ellos educandos en su tiempo. Ese es el motivo que promueve los inevitables choques, por incomprensión de ambas partes, con la diferencia de que en el alumno, por estar en formación, la responsabilidad es mucho menor. ¡Cuántas veces he visto la intolerancia de un colega, rayana en la neurosis, manifestarse sin control alguno porque en circunstancias de un examen el alumno alteraba ligeramente el contenido de una afirmación suya! No puede ser ésa, indudablemente, la razón a que alude la Logosofía, sino la común, la inhumana y plagada de defectos.
39. Hecha esta aclaración procuraré mostrar cuando interviene en los movimientos de la inteligencia y en la elaboración de los juicios la facultad de razonar. El conocimiento alcanzado mediante el estudio de la enseñanza logosófica y su refirmación en la experiencia permite a la razón vigorizar los movimientos de las demás facultades diferenciando una cosa de otra, analizando hechos y palabras, jerarquizando los juicios y orientando la búsqueda de soluciones, lo que hace consciente al hombre de lo que tiene que encontrar.
40. En combinación con la facultad de pensar, al concentrarse sobre un hecho que preocupa la mente, facilita mucho la labor de la inteligencia en la confección de las imágenes mentales de aquellas cosas que alguien se propone, debe o tiene que llevar a cabo.
41. Un hecho de la vida mental que descubre claramente las funciones del razonamiento se manifiesta por la circunstancia de que esta facultad nunca expone sus conclusiones sin antes haber analizado, calculado, pesado y medido en función de conocimientos habilitantes las dimensiones del objeto sometido a su consideración. Supongamos que algo nos ha entusiasmado y apetecemos su conquista. Luego vemos que la misma tiene sus bemoles, y, como supone un esfuerzo de nuestra parte, solemos desligarnos de ella argumentando, con o sin razón, nuestra falta de tiempo. Supongamos también que una de esas cosas fuese, verbigracia, el anhelo de superación, despertado por el vigor y la realidad de la palabra logosófica. Pero hallamos que, aparentemente, no disponemos de tiempo para dedicarlo a su cultivo. No obstante, siguiendo el consejo de quienes nos instruyen al respecto, nos disponemos a ordenar nuestros quehaceres diarios con el objeto de crear dicho espacio. Esa buena disposición comienza a destacarse como una especie de envase o célula mental donde habrá de desarrollarse la futura solución. Esto mismo lo trasladamos luego a una libreta de apuntes, con lo que dispondremos ya de un escaparate mental y de un registro físico corporizado en la libreta. A poco de andar, la preocupación que el propósito genera en nuestro interno comienza a atraer hacia su esfera de acción a cuantos pensamientos teníamos sin saberlo en nuestra mente afines con dicho propósito, que desfilarán ante el mismo como transeúntes atraídos por un objeto llamativo expuesto en la vidriera de un comercio.
42. Uno demandará, por ejemplo, ¿cuáles son nuestras actividades diarias? Hago aquí la salvedad –según he podido observar– que los pensamientos no inducen su expresión en segunda persona (como si nos tutearan), sino en primera. De modo que al interrogante, al dibujarse en la mente, cobrará, por ejemplo, esta forma: "¿Cuáles son mis actividades diarias?" La mente es el órgano o instrumento natural, emisor y receptor a la vez, mediante el cual el mundo físico se enlaza con el extrafísico y puede ser usado tanto por el ente humano como por cualquier ente pensamiento que opere en la mente del ser. Si se manifestara en segunda persona, ¿no se lo hubiera descubierto hace muchísimo tiempo?. Por eso, hasta la aparición de la Logosofía, su carácter de agente animado de la vida mental había pasado totalmente desapercibido a la sagacidad humana.
El pensamiento es sustancia mental viva lo mismo el microbio es sustancia orgánica. Igual que éste, carece de inteligencia y de sensibilidad psicológica, pero igual que él, opera sobre la substancia humana produciendo diversos efectos en ella, conforme a la índole de su composición mental.
El pensamiento opera sobre las facultades mentales y sensibles y sobre los centros instintivos de actividad psicológica, unas veces originando efectos saludables y otros provocando los más extraños y descontrolados desbordes, rayanos en lo paranoico. Por eso la Logosofía enseña a realizar un estudio minucioso de los propios pensamientos a fin de que cada cual conozca su propia realidad interna y sepa a qué atenerse.
Cada cual es como es, piensa como piensa, siente como siente, actúa como actúa y habla como habla, conforme a los pensamientos que pueblan su región dimensional e influyen sobre su vida. Por eso, cambiar de pensamientos es cambiar de vida. Pero hay que conocer antes la técnica y el método que hace consciente este imponderable y trascendente hecho de la vida inteligente.
43. Pues bien, volviendo a aquel primer interrogante, deberemos registrarlo en nuestra libreta de anotaciones para evitar que lo olvidemos, sin preocuparnos más de él momentáneamente. A su turno otros pensamientos se harán presentes también, atraídos por el señuelo del propósito. Conviene, pues, tener siempre a mano la libreta, ya que las sugerencias de los pensamientos suelen producirse extemporáneamente, por cuanto en el plano mental el tiempo no gravita. Otro pensamiento puede hacernos notar que no todas las actividades desplegadas por nosotros tienen la misma importancia, y, un tercero, que ponemos más empeño, energía y tiempo en mejorar el nudo de la corbata o la raya del pantalón que en la forma de expresarnos o en el cumplimiento de nuestras obligaciones. Estas y otras sugerencias van engrosando la lista y atrayendo con más asiduidad cada vez a otros pensamientos. Aparecerá el que argumenta, p. ej., que a menudo nos falta tiempo porque damos mil vueltas antes de decidirnos a hacer algo. Otro, que gastamos largas horas en discusiones o en triviales comentarios sobre personajes de la política, figuras deportivas, estrellas cinematográficas y mil tonterías. Quizás alguno nos haga observar que, cuando disponemos de fondos, quemamos tiempo y dinero en fruslerías y diversión corrida y que, cuando se han agotado los haberes, seguimos quemando el tiempo con protestas y lamentos inútiles. Y no faltará, quizá, el que, respondiendo a la voz de la conciencia, nos haga notar que a menudo argumentamos carecer de tiempo para darnos importancia. Algo nos ha hecho creer dentro que una persona falta de tiempo es una importante persona. No obstante, hallándonos en la edad de merecer, ¿a que no le diríamos a una señorita que nos ha concedido una cita que no nos será posible asistir por nuestras múltiples ocupaciones?…
44. La facultad de observar. Al servicio del proceso de evolución consciente y del conocimiento de sí mismo la facultad de observar, activada y dirigida por el conocimiento logosófico, apunta a un fin preciso: el enriquecimiento de la conciencia. Para ello hay que habituarla a trabajar en combinación con las otras facultades, especialmente las de pensar y razonar, con lo que sus funciones tórnanse conscientes.
45. En consecuencia, entiendo por observación consciente el acto de dirigir, aplicar y concentrar la visión mental sobre el objeto, hecho o circunstancia, físico o psicológico, que haya atraído la atención de la inteligencia.
46. ¿Qué se puede observar? Entiendo que ha de ser objeto de nuestras observaciones todo cuanto permite extraer elementos constructivos destinados a organizar el mecanismo de la vida consciente y a conducir la propia vida con seguridad, eficacia, dignidad y responsabilidad.
47. Producto de la observación –prescribe el método logosófico– ha de ser la crítica ulterior. Logosóficamente practicada nos permite, como veremos enseguida, seleccionar positivos elementos de juicio, coadyuvantes de la inteligencia en futuras actuaciones. La crítica logosófica difiere pues de la común: a) por la índole de sus conclusiones, edificantes todas; b) por estar al servicio de la superación, del perfeccionamiento y de la evolución de la conciencia individual. Esto significa que cada observación no constituye un hecho mental aislado, sino parte de una sucesión de hechos unidos por el hilo conductor del proceso interno, que los suma y complementa.
48. Al aplicarse a la propia vida, según la indicación metodológica, propicia el autoperfeccionamiento. En lo que a mí respecta la autoobservación me ha permitido desarrollar las siguientes capacidades: a) la de percibir mis propios estados psicológicos, b) la de individualizar e identificar los pensamientos que gravitan positiva o desfavorablemente sobre mi propia vida; c) la de conocer, identificar y corregir mis deficiencias psicológicas; d) la de advertir cualquier interferencia que pretendan ejercer en mi mente circunstanciales o arraigados factores psicológicos con el fin de desviarme de algún objetivo predeterminado.
49. Para ilustrar lo expuesto presentaré la siguiente imagen: Una persona de mi confianza o de mi amistad me informa, verbigracia, sobre la existencia de una nueva fuente de saber, detallándome sus fundamentos, su método y sus fines. Pero como los conocimientos que la constituyen no han surgido del ámbito universitario, pasado ese primer momento de entusiasmo que despertara en mí la novedad, se produce en mi interno una cierta inquietud, mezcla de agitación y desconfianza, lo que no es otra cosa que la conmoción natural de ciertos pensamientos, de viejo arraigo en mi mente, promotores de mis actuales prejuicios intelectuales. Movido por ellos trato de establecer relaciones con lo ya conocido y generalizado, y, al no lograrlo, solicito la opinión de otra persona, cuyos juicios han influido más de una vez en mis propias decisiones. Esta me dice, p. Ej., que ya ha oído hablar de esa presunta fuente de saber en diversas oportunidades, pero que, al parecer, es una variedad de tal o cual corriente de ideas que, a su juicio, no tienen mayor valor. Además –sigue diciéndome– Fulano afirma que dicha corriente parece oponerse a esta o aquella ciencia: Mengano, que se rebela contra tal o cual sistema de moral o religión; y Perengano, ya ha hecho notar, por su parte, que ni Juan ni Pedro ni Diego, personajes del mundo social, le han dispensado la menor atención.
50. Apabullado por todos esos argumentos demoledores, el brote de interés manifestado en mí al recibir aquella primera información se ha desvanecido, y si alguna circunstancia fortuita no se hace presente para modificar mi decisión, es casi seguro que se malograría en mí la oportunidad de beneficiarme con lo que me ofrece la nueva ciencia, que el azar había acercado a mis posibilidades inmediatas.
51. Este hecho, repetido infinidad de veces en la historia del desenvolvimiento humano, al ser analizado con criterio logosófico, permite observar y extraer entre tantas otras cosas, las siguientes conclusiones:
1º) Que el interesado no sabe pensar por sí mismo. Si supiera hacerlo, no hubiese recurrido al juicio de otro; antes bien, habríase tomado el trabajo de investigar y comprobar por sí propio la verdad o el engaño de lo que le habían ofrecido. Y aún, supuesto el caso de que se hubiese dejado llevar por la desconfianza o por la duda, si supiera pensar habría advertido al punto que la persona consultada no sabía más que él al respecto, y que, también ella, era vehículo incondicional del pensamiento ajeno. Por último, si supiera pensar, habría establecido una oportuna relación entre el entusiasmo nacido en su interno al recibir el informe inicial y su abatimiento posterior. Este hecho lo hubiese movido a investigar hasta superar la duda lógica.
2º) Que se deja llevar por prejuicios (intelectuales, morales, sociales o religiosos) que le impiden experimentar lo nuevo, si no se ha consagrado antes en el juicio de los demás.
3º) Que es insensible a los movimientos de su ser interno y que, por lo tanto, no puede percibir la diferencia de estados promovidos en él por la palabra constructiva y por la demoledora.
4º) Que la creencia y la propensión a creer ocupan un vasto y prominente espacio dentro de su vida mental, lo que le impide discernir entre lo real y lo quimérico, tomando lo uno por lo otro y viceversa.
5º) Que desconoce por completo el mundo de los pensamientos y su influjo causal en las determinaciones humanas.
6º) Que ignora lo que son y representan las defensas mentales y el poder de los estímulos.
7º) Que desconoce el verdadero fin de la existencia humana, etc.
Cuando se ha aprendido a manejar con cierta soltura la facultad de observar, toda la vida mental se activa, pues casi de continuo el entendimiento da ingreso a materia psicológica viva destinada al análisis de la razón, del que uno selecciona luego cuanto pueda enriquecer las reservas de su inteligencia.
52. Toda vez que la atención se posa en algo se produce la observación. Ese algo puede pertenecer al mundo físico o al mental. La observación de un hecho físico está a cargo de la mente común. La ciencia y el arte suelen desarrollarla aun en alto grado, pero donde termina el mundo físico empieza el mental: por consiguiente, también ahí termina el radio jurisdiccional de la observación de la mente común y si el conocimiento y la experiencia de las realidades inherentes al mundo mental no han despertado la conciencia a esas realidades, la visión humana se esfuma en las tinieblas de ese mundo, pues sin conocimiento trascendente el hombre está prácticamente ciego; no siempre es capaz de ver, entender y captar las causas que originan la conducta propia y la del semejante. Por eso se engaña y se lo engaña con frecuencia y sufre toda clase de infortunios. Al no ver mentalmente no puede pensar, ni razonar, ni extraer conclusiones oportunas que le evitarían muchos percances. Por eso también es indefenso y sucumbe con frecuencia ante el engaño. ¿Acaso advierten los pueblos la dialéctica envolvente de la demagogia? Si así fuera no existirían despotismos en el mundo. El dictador y el tirano existen porque el mismo pueblo involuntariamente los elige. Y los elige porque no sabe pensar; y no sabe pensar por su incapacidad para penetrar en el seno de las causas, esto es, en el mundo mental. Advierte el mal cuando ya no hay remedio, vale decir, cuando ha culminado el proceso de su gestación y desarrollo. Todo es proceso en la Creación, tanto en lo físico como en lo mental. La observación oportuna de la acción causal permite neutralizar a tiempo sus efectos, si son éstos negativos. La observación causal hace consciente al hombre de todo cuanto atenta contra su dignidad, su vida, su libertad, sus prerrogativas y su marcha progresiva hacia el destino fijado a la vida inteligente.
He aquí la observación a que alude la Logosofía. Implica una permanente captación y acarreo de sustancia mental al laboratorio de la inteligencia para ser analizada, originando inquietudes en ella que terminan cuando ésta sabe a qué atenerse. Sólo entonces la inquietud se resuelve en quietud mental, hasta tanto nuevas observaciones preocupen otra vez la inteligencia.
53. Por mi parte reconozco y declaro que el ejercicio consciente de la observación conforme a las prescripciones del método logosófico me ha humanizado sin lugar a dudas. Ello se debe, según estimo, al hecho de que en el orden mental y humano no hay observación consciente si antes no ha habido autoobservación y autocorrección. Por consiguiente, se puede ver claramente fuera lo que claramente se ha visto y comprendido dentro.
54. La autoobservación, en ponderable proyección catártica, va desmoronando, pues, al ídolo personal creado por los artilugios de la fantasía y, al extenderse fuera, permite al ser observar humanamente, esto es, con comprensiva tolerancia.
55. Existe una tolerancia fingida o aparente, que proviene de una posición mental. Tiene la duración y la consistencia de lo que es artificial y postizo. La auténtica tolerancia es una realidad forjada en la comprensión y el recuerdo consciente de lo que ahora se sorprende en otro estuvo antes envasado en el propio observador, cuando no queda aún vestigios, o algo más, de eso mismo que se está viendo fuera.
56. Piénsese ahora en el valor y la significación que asumiría la tolerancia en las relaciones humanas y el cambio que la vida experimentaría, si los seres conociesen el secreto y realizaran esta cardinal conquista del espíritu.
LA ZONA DIMENSIONAL DE LOS PENSAMIENTOS
57. Cada mente humana, además del mecanismo de la inteligencia, está integrada por una zona o espacio dimensional que ocupan los pensamientos. El creador de la Logosofía ha descubierto la existencia de ese espacio en la constitución mental del hombre, poblado por entidades psicológicas animadas que ejercen una acción preponderante en la vida humana, a tal punto que cada individuo de nuestra especie ha sido como ha sido, es como es y será como será, conforme a la índole de los pensamientos que hayan habitado, habiten o habitarán su mente.
58. Es éste, a mi juicio, no sólo el descubrimiento más sensacional de la época sino el de mayor significación y trascendencia en toda la historia de la existencia humana.
La experiencia que llevo efectuada sobre este fundamental aspecto de la autognosis me permite afirmar, sin la menor sombra de duda, que el día que los hombres de pensamiento se hayan impuesto debidamente de ello y su autorizada palabra llegue adonde debe llegar, la parte civilizada de la humanidad puede adelantar mental, moral y espiritualmente mil años en el espacio de uno solamente. Y estoy dispuesto a probarlo en cualquier momento.
59. Matriz psicológica de los pensamientos es la mente. Allí se conciben, nacen, se desarrollan, se reproducen y también allí mueren o se desintegran.
60. La ciencia y el método logosóficos capacitan rápidamente la inteligencia de cada cual para individualizar, clasificar, seleccionar, controlar y manejar los pensamientos que ocupan la mente. Se deduce que el conocimiento de los propios pensamientos es la base del conocimiento de sí mismo.
61. Pero no todos los pensamientos que una mente alberga en su correspondiente zona han nacido en ella. La mayoría son de origen extraautomental y el estudio y práctica del conocimiento logosófico nos ha demostrado acabadamente que nuestro órgano psicológico –la mente– es a un tiempo generador y vehículo de pensamientos. Por diferentes conductos, especialmente el de la palabra, pueden éstos viajar de una mente a otra deteniéndose y aún "enquistándose", ahí donde el ambiente les es más propicio o donde ya hay otros congéneres que afinan con su composición mental.
62. Son, por ejemplo, de origen extraindividual los pensamientos que, bajo la forma de conocimientos, hacemos ingresar en nuestro haber interno mediante el acto de estudiar, a los que utilizamos luego como si fueran propios, vale decir, como si nosotros mismos los hubiésemos creado. Otro tanto acontece con aquellos que, en forma de sugerencias –verbigracia la propaganda– penetran en nuestra mente con el propósito de influir sobre nuestra voluntad induciéndonos a realizar actos relacionados con lo que se pregona.
63. Los dos ejemplos anteriores permiten observar la relación que se establece entre los pensamientos y la voluntad, y entre los pensamientos y la inteligencia. Por la índole de su composición mental los hay que no pueden obrar independientemente de la voluntad ni desconectados de la inteligencia, sino subordinados a ambas. Tal ocurre, p.ej., con los pensamientos que integran el saber de cada cual. Otros, en cambio, pueden moverse en su recinto interno con absoluta autonomía, influyendo y hasta manejando a voluntad las facultades de la inteligencia. El desconocimiento humano a este respecto facilita aún más esa autonomía, pues impide la percepción consciente de dichos factores por parte del ser. La no percepción consciente de los mismos apuntala la inconsciencia, que es algo así como un aislante o anestésico psicológico que impide a los mecanismos internos del hombre despertar la conciencia de sí mismo.
64. Ese espacio mental inerte ese desvanece por acción de los conocimientos logosóficos, que, como hemos dicho, se presentan en forma de enseñanza, cuya función básica es la de unir los centros psicológicos productores de energías –mentales, sensibles e instintivas– con la conciencia individual, o sea con la propia realidad interna. Así pues, despertada y activada por aquellos, la conciencia estimula la atención, mediante la cual puede el hombre percibir claramente lo que está sucediendo en su ámbito psicológico –en el mental o en el sensible– iluminándoselo a la vista de su entendimiento. Tal es, en síntesis, la misión que cumplen los pensamientos logosóficos.
65. Pero mientras ello no ocurra, mientras el hombre se halle al margen de esta portentosa realidad, cuyo misterio desentrañó Raumsol hace más de treinta años, los pensamientos de naturaleza autónoma seguirán manejando a su arbitrio la vida humana y se seguirá haciendo alarde de una libertad interior que no se tiene, y, peor aún, que se cree tener.
66. Los pensamientos con vida independiente pueden ser propios o ajenos, negativos o positivos. Los que forman hábitos y aún vicios, se han originado, no cabe duda, dentro del recinto mental de quien posee esos hábitos o tiene esos vicios. Otros, como los pensamientos alarmistas, o los que conforman juicios, opiniones y comentarios sobre hechos o cosas de la vida diaria, que emitimos después de haber leído revistas, libros o periódicos, o tras haber escuchado noticias radiales o intercambiado puntos de vista con nuestros semejantes, muestran a su vez con qué facilidad pasan los pensamientos de una mente a otra sin tenerse la menor conciencia de ese tráfico mental.
67. Esta propiedad de la mente de ser emisora y a la vez receptora de pensamientos se advierte con claridad en los casos de las oscilaciones frecuentes del temperamento o en las del ánimo, que sufren el "contagio" de las alteraciones psicológicas producidas en otras personas. Así, utilizando como vehículo las palabras, los gestos o los actos, pensamientos que han provocado un estallido temperamental o pasional en alguna mente ocasionan también efectos similares en las mentes de otras personas que rodean a la exaltada. Estos hechos de la vida mental son los que originan esas graves tremolinas, frecuentes en las graderías de espectáculos públicos, en los mitines, en la mesa de las deliberaciones y, más modestamente, en la mesa familiar.
68. Insistiendo sobre la actividad de los pensamientos autónomos he podido observar también, en mis estudios logosóficos realizados al respecto, que mientras unos ocupan circunstancialmente el recinto mental de una persona y en modo alguno perdurarán en él –pensamientos tránsfugas o vagabundos, llamémoslos– como los que representan las diversas formas de esnobismo, de la moda y a veces de los "slogan", otros, en cambio, al penetrar en la mente procuran por todos los medios "enquistarse" en ella. Son éstos los que forman luego las propensiones negativas, las deficiencias psicológicas y los vicios que hipotecan y enajenan la vida de una persona. Tales son, por ejemplo, la propensión a creer, a adular, a discutir; el defecto de ser necio, hipócrita, petulante o vanidoso; el vicio de beber o de fumar sin control alguno, el de jugar o de quedarse con lo ajeno, el de mortificarse internamente para disfrutar con el propio sufrimiento o con la compasión de los demás, el de la avaricia, etc.
69. Ante tan variada gama de entidades mentales se comprenderá ahora la trascendencia de este colosal descubrimiento, que explica de una vez por todas las causas de la frecuente inestabilidad mental y temperamental de la persona humana, sus contradicciones, sus desencuentros consigo mismo y con los demás, sus rarezas, sus tardíos arrepentimientos y las mil cosas más que han originado y siguen originando los llamados "temas del hombre" sin que nadie, hasta Raumsol, hubiese dado con la causa o agente real de sus manifestaciones psíquicas. Por eso –permítaseme la insistencia– esta verdad, ensayada y difundida a tiempo puede hacer avanzar muchos siglos a la humanidad en el término de un año.
70. Origen de los pensamientos. La Logosofía es una ciencia eminentemente práctica. En sus dominios teorizar no es saber ni, mucho menos, evolucionar. Aquí saber es realizar superándose. La sola teoría constituye algo así como el espejismo mental de la evolución. Es la conducta del logósofo lo que revela su saber. Su palabra también lo pone de manifiesto, como es natural; pero en este orden de actuaciones su autoridad tan solo se evidencia cuando habla de lo que ha constatado, vale decir, de sus comprobaciones reales y positivas.
71. Sobre el origen de los pensamientos la Logosofía me ha permitido comprobar que éstos nacen a la vida mental por conducto de la facultad de pensar, estimulada por alguna de las siguientes causas: a) un anhelo, b) una aspiración, c) un sentimiento, d) una inquietud, e) una necesidad. La célula mental donde se empieza a gestar un pensamiento recibe el nombre de "propósito". Nutrido éste por el elemento básico del cual proviene y por la dedicación que el propio ser le dispensa, el proceso de su formación culmina cuando el pensamiento ha asumido en la mente fuerza ejecutora y responde satisfactoriamente al propósito que lo ha originado.
72. Los pensamientos se forman consciente o inconscientemente. El sólo acto de pensar no basta para percibir las sensaciones promovidas en su proceso generador. Se requiere asimismo la guía de los conocimientos que versan sobre el tópico para que perciba la conciencia la serie de movimientos internos que van dando vida a la formación del pensamiento dentro de su "celdilla" o "cápsula" mental. Pondré un ejemplo.
73. Supongamos que he adquirido un automóvil y que aprendí ya su manejo. Un día lluvioso observo que otros automóviles patinan al ser frenados por sus dueños. El hecho me preocupa cuando a mí mismo, debiendo hacer lo propio, afortunadamente en lugar fuera de peligro, me ocurre idéntica cosa. Experimento entonces la necesidad de hallarle solución al problema. Pienso pues en ello utilizando mis propios recursos, pero sabiendo de antemano que, si éstos resultaran ineficaces o insuficientes, tendría tiempo de solicitar la ayuda de alguna persona más idónea. Al revisar mis posibilidades de defensa en un hecho de esa índole reparo en el freno de mano. Me digo entonces: "Bueno si falla el pedal, puedo recurrir al freno de mano". Satisfecho con mi solución, no quiero hacer más esfuerzo e ingenuamente me despreocupo del asunto. Pero he ahí que, al sobrevenir un nuevo percance y quedar sin freno a pedal, se produce en mí una súbita confusión mental y experimento una angustia tal que de lo que menos me acuerdo, es de que existe un freno de mano. Pasado ese momento, del que pude haber salido bien o mal parado, acude a mi mente, por inducción de la circunstancia misma, la recomendación logosófica de "estudiar lo que se experimenta". Me dispongo, pues, a examinar esa vivencia, y la primera pregunta que se dibuja en mi interno es por qué motivo no se me hizo presente en el momento necesario la solución que tan felizmente había encontrado. Descubro entonces dos cosas importantes:
1º) Que el temor había paralizado por una parte mi inteligencia y había agitado por otra a cuantos pensamientos responden al mismo, produciéndose ese típico estado de confusión y atolondramiento mental;
2º) Que mi pensamiento defensa era tan sólo un embrión de pensamiento, carente por lo tanto de fuerza ejecutora. De ahí su inmovilidad.
Comprendo entonces que, para que responda plenamente al propósito que me llevara a concebirlo, necesitaba ejercitarlo cuanto fuera menester a fin de que respondiese con eficacia y prontitud al ser requerida su intervención. En vista de ello comienzo a ejercitarlo, esto es, a hacer lo que debí haber hecho desde un principio, y, naturalmente, efectúo la práctica de mi pensamiento en el plano mental. Así, pues, mientras hago en coche mis salidas habituales, en vez de dejar que vaguen por mi mente pensamientos de cualquier índole, me dedico atender con solicitud a ése que la necesidad indújome a crear. Me figuro, por ejemplo, que en tal o cual momento aprieto el freno y no responde. Mentalmente, y por llamado de mi inteligencia, hago intervenir el pensamiento salvador. Mentalmente también recurro al freno de mano, Realizo esta misma operación todas las veces que me acuerdo, y noto, con sorpresa, que el nuevo agente acude a mi presencia mental provocando su recuerdo con tanta más frecuencia cuanto más lo ejercito. Llega así el momento en que desfila ya por mi escenario mental con pasmosa rapidez. Por fin un día la falla no es ya mental, sino real, y ¡oh sorpresa grata! El pensamiento objeto de mi atención no sólo se hace presente como recurso instantáneo, sino que también impide que el temor y la confusión se apoderen de mi mente; antes, por lo contrario, una inmediata sensación de seguridad y confianza en mis propios recursos ocupa su lugar.
74. Al estudiar nuevamente la experiencia, fructífera esta vez, extraigo diversas conclusiones positivas y valiosas y me doy cuenta claramente de cual es el procedimiento a seguir para encarar en adelante mis dificultades y problemas diarios: que significa vivir superándose y cómo se crea una defensa mental.
75. Individualización e identificación de pensamientos. Fundamento efectivo del conocimiento de sí mismo es, a mi juicio, la capacidad de individualizar pensamientos que ocupen la propia mente en el instante de entrar éstos en actividad.
76. En efecto; no todos los pensamientos que la mente alberga –salvo cuando se producen alborotos o bullicio mental– actúan de consuno. Lo habitual es que se carguen de energía y vibren dentro de ella en función de estímulos externos o internos, afines a su composición mental. Estos, los estímulos, operan: a) sobre los mecanismos psicológicos; b) sobre los pensamientos; c) sobre unos y otros a la vez. Ejemplos:
77. El ambiente propio de una sala de lectura, v.gr. una biblioteca pública, constituyen un estímulo externo que influye sobre los mecanismos mental y sensible del que entra en ella, imponiendo por su intermedio contención y sosiego en el espacio dimensional de sus pensamientos.
78. Pero si se tratara de la llegada a un salón de fiesta, el alboroto de los que allí se divierten representa un efectivo e inmediato estímulo generador de energías, no de contención sino de desborde. En el ejemplo anterior obró la comprensión, la parte consciente del ser sobre los pensamientos. En el segundo el efecto es inverso; los pensamientos se han cargado de energía e influyen sobre los centros internos de actividad psicológica lo mismo que sobre la voluntad, gobernando desde ese momento la conducta personal.
79. La imagen mental de un proyecto que estamos ejecutando con miras a una culminación feliz representa un estímulo interno, que simultáneamente irradia energías sobre nuestra organización psíquica y sobre todos los pensamientos que coadyuvan con ese proyecto, vigorizando nuestro ánimo frente a las dificultades.
80. Siendo los pensamientos entidades psicológicas animadas necesitan, como todo lo viviente, nutrirse para su conservación, alimentándose y reproduciéndose en la mente. Cuanto posee vida debe cumplir con esos dos requisitos, puesto que así lo exige la ley universal de conservación.
81. Y bien, ¿de qué se nutre un pensamiento?. Los pensamientos se nutren con las energías que obligan a generar a los centros psicológicos los factores externos o internos afines con la composición mental de los diferentes tipos de pensamientos. También se nutren con los estados psicológicos que provocan al agitar las deficiencias del temperamento. En tales circunstancias el estímulo activa uno o más pensamientos afines, que, a causa de ello, vibran en la zona mental que ocupan. El vigor de esa vibración depende, al menos en un principio, de la importancia del estímulo. Los pensamientos nacidos por influjo reiterado de escenas de violencia, por ejemplo, al comienzo necesitan estímulos mayores; pero, al nutrirse y crecer por la frecuencia de su ejercicio en la vida diaria, suelen alcanzar tal desarrollo que, a veces, un motivo insignificante provoca un gran escándalo. Cuanto mayor es el desarrollo del pensamiento, más grande es la energía que exige de los centros psicológicos para saciar sus demandas. De ahí el desvanecimiento que sufren algunas personas después de un ataque de violencia, provocado generalmente por alguna discusión que comenzó siendo trivial.
Como iba diciendo, la vibración mental del pensamiento se transmite a los centros psicológicos dando origen a un "estado", temperamental, psicoemocional, pasional, etc. Pues bien, de eso se alimenta el pensamiento. Una imagen aproximada para ilustrar este hecho la ofrecen la araña (pensamiento negativo) con su tela (= zona dimensional que ocupa en la mente), que vibra al enredarse en ella un insecto (= estímulo). Sólo que el pensamiento no se alimenta del estímulo sino del estado que provoca. La habitual repetición de esos estados, al alterar la mente, influyen sobre la parte somática (sistema nervioso, circulatorio y digestivo) del ente físico y provocan en ella serios trastornos y aun fatales consecuencias.
Pero más perniciosos resultan para el espíritu, porque las deficiencias que originan los estados van obturando insensiblemente los conductos que, en la mente infantil, se hallan expedidos. Esto explica claramente por qué se materializa más y más la vida de un individuo conforme avanza en edad.
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