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Logofosía:ciencia de la causalidad (página 3)

Enviado por Nestor Capisca


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Así la persona chismosa, vale decir, la que tiene enquistado en su mente un pensamiento que la predispone a recibir y trasmitir murmuraciones intencionadas respecto de otras, se constituye de hecho en vehículo voluntario o involuntario de un agente mental que se nutre, como las hienas y los buitres, de deshechos morales en estado de descomposición. Por influencia de ese pensamiento nauseabundo reiteradamente ingresan en el haber interno materias nocivas al desarrollo del espíritu. La mente, que en cierto modo es el estómago psicológico del hombre, funciona mal cuando da entrada a elementos mentales que degradan la noble naturaleza humana o cuando genera humores que la intoxican, pervierten o desvían. El método logosófico lleva a cada cual al conocimiento palmario del agente que provoca ese mal funcionamiento, a la identificación del microorganismo psíquico generador de la deficiencia. Esta parte del estudio y realización autognósica converge en el desarrollo de una aptitud mental consciente denominada "individualización e identificación de pensamientos".

82. Los pensamientos con vida independiente pueden ser individualizados en función de su actividad específica. Para ello se requiere que la conciencia, mediante la atención, se mantenga vinculada con las manifestaciones psíquicas del ser. ¿Cómo se produce esa conexión consciente? Veamos. Un pensamiento autónomo, al entrar en actividad por influencia de algún estímulo afín con su naturaleza, sea por sí mismo o con la concurrencia de otros pensamientos de similar composición, genera de inmediato, como he dicho antes, un "estado" mental o temperamental determinado, verbigracia: ira, celos, impaciencia, envidia, capricho, temor, alegría tristeza, entusiasmo, lujuria, aburrimiento etc., la atención en el registro de los mismos. Interviene entonces la observación, o mejor dicho la percepción consciente de esos estados se produce por el solo hecho de haberse educado la atención en el registro de los mismos. Interviene entonces la observación, o mejor dicho la autoobservación, para determinar, sea en el instante de producirse el hecho interno sea luego, al estudiárselo con calma, la naturaleza del estado, analizando la razón, la causa que lo ha originado. En principio es esto bien sencillo, ya que nadie podría confundir, p. ej. capricho con entusiasmo, ni temor con vanidad o con lujuria.

83. A la clara percepción de algún estado o individualización consciente de una vivencia debe seguir la precisa identificación del pensamiento causal. Este movimiento consciente de la inteligencia es de suma importancia, por equivaler en la terapéutica mental a un diagnóstico médico. El diagnóstico psíquico consiste en la identificación de pensamientos, o sea en el nombre preciso que le corresponde a cada uno de ellos en el cuadro psicológico. No debe confundirse, p. ej. impulsividad con violencia, ni frivolidad con fatuidad o inconstancia –rasgos típicos del tarambana– ya que cada deficiencia, lógicamente, tiene su tratamiento específico. (1)

(1) Véase "Deficiencias y Propensiones del ser Humano" de Carlos B. González Pecotche. Bs.As., 1962

84. Ahora bien, todo esto forma parte de la percepción interna o autopercepción. Pero también se logra fácilmente su determinación fuera del ser, vale decir, observando a otras personas. En este caso la vía es indirecta, pues el estado se capta a través de las palabras o de los actos. Los matices en la entonación y los gestos que suelen acompañarla, aún los más sutiles, permiten identificar el temor, la ira, la desconfianza, la petulancia, etc.

85. Si se trata de un escrito, el pensamiento central se identifica sin mayor dificultad por el fin que persigue ese escrito, transparente en la forma, las argumentaciones y el hilo conductor de las imágenes, figuras y períodos que integran el cuerpo discursivo. Esto mismo se observa también en las disertaciones: cuando se busca convencer, cuando divertir, o halagar, o cautivar, o hacerse admirar, o exaltar las pasiones, o llamar a la reflexión, o levantar el ánimo, etc.

86. Los actos humanos son también un medio de identificación de pensamientos porque, lo mismo que las palabras, persiguen la finalidad que ha impreso en ellos el pensamiento promotor. No siempre basta una sola observación para descubrir, esto es, para dar con el agente mental que los anima, y la razón debe analizar los diversos episodios, confrontándolos y sopesándolos en la balanza del criterio. Otras veces se los capta instantáneamente: los reflejos somáticos que originan los pensamientos –gestos diversos, movimientos expresivos de variada índole– permiten identificar la impaciencia, el desprecio, el temor, la frivolidad, el desaliento, el entusiasmo, la mala intención, el descontrol, etc.

87. Este aspecto de la autognosis, como tantos otros, permite inferir las proyecciones de la facultad de observar cuando la nutren los conocimientos esenciales, que la conectan con la conciencia de sí mismo y con las manifestaciones inteligentes de la vida universal.

88. Clasificación de los pensamientos. La Logosofía ha establecido una cuádruple e interdependiente clasificación de los pensamientos, a saber:

  • a) Por su origen

  • b) Por su naturaleza

  • c) Por su valor

  • d) Por su influencia

89. Por su origen, los pensamientos pueden ser propios o ajenos, esto es, nacidos en la mente misma de quien los alberga u originarios de otras mentes y que luego pasan a las ajenas por conducto de los sentidos físicos, principalmente la vista (lectura, imágenes de hechos y cosas, etc.) y el oído.

90. Por su naturaleza, se clasifican en dependientes o independientes de la voluntad e inteligencia del individuo, razón por la cual poseen estos últimos vida autónoma.

91. Por su valor como unidades mentales animadas y activas se clasifican en positivos y negativos, según beneficien o perjudiquen al propio ser o a otros las actuaciones que promuevan. El valor de los pensamientos es, pues, compatible con las otras categorías anteriormente mencionadas: origen y naturaleza.

92. Por su influencia, vale decir, por la gravitación que ejercen sobre la vida del sujeto que los alberga, la Logosofía los clasifica en intermitentes y en dominantes u obsesivos.

93. ¿Qué realización concreta propicia la destreza en clasificar pensamientos?. En primer término la inteligencia puede penetrar voluntaria y fácilmente en la zona dimensional de los mismos toda vez que lo estime necesario. En segundo término quien sabe hacerlo puede ubicarse en cada circunstancia que lo exija una determinación y saber con qué fuerzas o medios puede contar positivamente. En tercer término puede efectuar sus propias radioscopias psicológicas y saber con toda certeza hasta dónde es dueño de su vida y hasta dónde sus pensamientos disponen de ella.

94. Piénsese, verb.gr., en este hecho: un estudiante se halla frente a una comisión examinadora. Esa circunstancia constituye un poderoso estímulo para agitar en su mente pensamientos que irradian temor, inseguridad, atolondramiento, emoción inusitada, etc., los cuales operan sobre sus centros racionales inhibiéndolos en mayor o menor grado, y sobre los centros emocionales de las regiones cardiaca y solar. Suele acontecer que uno u otro profesor le formula una, dos o más preguntas, a las que el estudiante no puede responder o responde mal. Nuevos estímulos (negativos, en este caso) activan aun más los pensamientos y éstos a su vez los centros internos sometidos a su influencia. La inhibición mental puede llegar al paroxismo y el caso entonces no tiene remedio. Sale, pues, del salón y rato después, oh!, sorpresa!, el estudiante advierte que poseía una respuesta exacta y precisa para todas o casi todas las preguntas que le habían sido formuladas. ¿Qué es lo que influyó en su interno para eclipsar su memoria? Si se ignora que los pensamientos son agentes psicológicos dotados de vida propia, cuya naturaleza puede permitirles obrar con absoluta autonomía, episodios como el mencionado no tienen prácticamente remedio alguno. Cuántas veces acontece que una persona, designada de improviso para hacer uso de la palabra, experimenta una emoción tal y a la vez un vacío mental tan grande, que se ve impedida de dar curso a lo solicitado. Sin embargo, si todo dependiera de su "yo", de su voluntad, dispondría sin duda todo lo contrario: que sus centros emocionales permanezcan en suspenso y que su inteligencia se mueva con entera libertad. Pero el desconocimiento de la verdad logosófica seguirá haciendo que el hombre proponga y los pensamientos dispongan.

95. Recuerdo un episodio vivido durante un examen de Filología Hispánica. Una sobresaliente alumna aguardaba el momento de exponer. Salió la anterior examinada y ella ocupó su lugar frente a la mesa. Transcurrió un angustioso minuto de silencio, dos, quizá tres. Al observarla me di cuenta inmediata de lo que le acontecía: laguna mental por excesivo recargo de la memoria. Observaba también el "vórtice" que se le iba desatando en la mente. Pude ver también la consternación de mis colegas, sobre todo el que dictara la materia, que estaba tan inhibido como la propia alumna. Aguardé unos instantes más. El tercer colega, distinguida profesora de la Casa, conmovida en su sentir quiso ayudarla. Pero desgraciadamente, su desconocimiento del interior humano la llevó a tocar, como el aprendiz de brujo, el resorte que no debía, hundiéndola aun más en el abismo. Advertida de ello dirigió entonces una suplicante mirada a su colega, el titular de la asignatura. El pobre, por hacer algo, le formuló dos o tres preguntas, como quien dispara su escopeta al aire; nada más pudo hacer. La joven logró apenas balbucir una disculpa y solicitar permiso para retirarse. Juzgue llegado entonces el momento de intervenir. Sabía perfectamente que lo primero que debía hacer era alejarla de inmediato de la causa que provocara su estado. Las circunstancias me inspiraron una salida tan graciosa como inesperada, que provocó la risa de mi colega femenino, una sonrisa en el colega masculino, blanco oportuno de la inofensiva e ingeniosa broma, y atrajo la atención de la atribulada joven. El primer paso había sido dado con todo éxito. Exploté entonces el mismo motivo presentando las derivaciones de lo que motivó la broma hasta ver dibujarse, mezclada entre las huellas de dos lágrimas, la sonrisa triunfal que me demostraba el preludio de un cambio mental incoándose en ella. Aproveche inmediatamente esa ocasión para condimentar la broma con supuestas preguntas que un ignorante dirigía a otro ignorante sobre tópicos relativos a la materia y los esfuerzos que hacía mi colega por esclarecer la cuestión entre ambos ignaros. Advertí entonces que mis pensamientos daban en el blanco, pues entre la gracia del momento, las académicas y precisas explicaciones que ponía en boca del colega fueron formando aceleradamente un puente sobre la laguna mental de la alumna hasta reconectar su memoria con los contenidos de la asignatura. Al observar el notable cambio de expresión operado en ella, saqué del escenario a mi colega y la puse en su lugar para que explicase otras cosas que mis dos ignaros monigotes querían saber. Así fue como finalmente salió del abismo. Cuando recobró el dominio de la situación parecía una ametralladora. No obstante, sin conocimiento logosófico difícilmente se la hubiese arrancado del torrente mental que la arrastraba hacia un fin inmerecido.

Los pensamientos hacen a la vida –nos dijo una vez el Maestro– pues son sus agentes naturales. De ahí la necesidad de conocerlos y clasificarlos, para saber a qué atenerse.

96. Recuerdo también que, cuando estudiaba ese tópico, no di importancia a la observación logosófica de que la clasificación de los pensamientos constituía una necesidad ineludible para el proceso de evolución consciente y un requisito sine qua non en el conocimiento de sí mismo. Era como pretender alcanzar el aprendizaje de la natación sin echarse al agua. Un pensamiento de holganza, sin agotar sus argumentaciones, me convenció fácilmente de la prescindencia de ese esfuerzo, ya que mis condiciones personales lo hacían innecesario. Al principio no me daba cuenta del juego, pues, como expresara en un párrafo anterior, los pensamientos, con su lenguaje mental, se manifiestan en primera persona, resultándole enteramente imposible, a quien carece de cultura logosófica, discernir entre la razón de los pensamientos y su propia razón. Pero más tarde, una experiencia, de las tantas y aleccionadoras que se viven en el camino de la evolución consciente, me permitió advertir, sin engaño esta vez, que en lo relativo a la autognosis, nadie tiene privilegios especiales ni exención alguna: las capacidades se alcanzan no por el mero esfuerzo mental de comprender lo que se estudia, sino por la realización efectiva de lo que se ha comprendido. No se aprende a manejar auto por correspondencia, sino sentándose al volante. En otros términos, la comprensión ilustra la inteligencia, pero la realización es quien la educa y le permite desarrollar aptitudes conscientes.

97. Me decidí entonces a ordenar y clasificar mis pensamientos gradual y pacientemente. Al observar tras una práctica reiterada el beneficio innegable que ese hecho me estaba deparando, pues mi inteligencia se habituó a accionar con rapidez ubicándose calculando en cada oportunidad sus reales fuerzas y las posibilidades que ellas me otorgaban, no descuidé más ese ordenamiento mental que tanta seguridad y eficacia proporciona.

98. En virtud de ello, sé distinguir al punto lo que es mío y lo que no lo es; lo que me conviene y lo que me desfavorece; lo que es afín y lo que desentona en las imágenes mentales con que debo manejarme, previa proyección de las mismas sobre mi pantalla psicológica.

99. Además, el problema de la propiedad intelectual para mí está honesta y eficazmente resuelto. Y cuando empleo un pensamiento ajeno sé también si lo manejo en su configuración total y original, o, si lo he modificado, qué parte del mismo, en virtud de qué y con qué finalidad lo hice; si tiene así más claridad, eficiencia, vigor y provecho que el original, etc.

100. Selección de pensamientos. Se deduce fácilmente que la clasificación de pensamientos propicia la selección y el manejo de los mismos. Estas dos últimas aptitudes conscientes, sumadas a la individualización, clasificación y control, constituyen las cinco operaciones básicas con que la autognósis logosófica contribuye a la educación del mecanismo individual de la inteligencia, para que el hombre pueda actuar conscientemente sobre la zona dimensional de sus pensamientos.

101. De la selección, manejo y control de pensamientos proviene la fuente de todos los cambios conscientes que modifican por completo la vida anterior, vacía, insegura, fatalista, plagada de errores. El avance consciente que resulta de ello devuelve poco a poco la confianza en sí mismo, al par que se experimenta plenamente y por primera vez –al menos esto ha acontecido en mí– la sensación de libertad interior, consecuencia lógica de la gravitación de los nuevos conocimientos en la propia vida.

102. La selección de pensamientos es una de las funciones típicas de la facultad de pensar, la cual, con el auxilio de otras facultades, especialmente las de observar, razonar y recordar, escoge los pensamientos y combina y articula los elementos mentales que éstos contienen, con el objeto de crear otro pensamiento, idea, proyecto o imagen mas adecuados a lo que las circunstancias demandan a la inteligencia o al sentir del hombre.

103. A los fines del autoperfeccionamiento que propugna la autognosis, la selección, extendiéndose a los pensamientos logosóficos que, como hemos dicho, contribuyen al despertar de la conciencia individual como puente entre ambos mecanismos mentales –el común y el superior– agiliza y vigoriza las funciones de pensar y razonar. Estas operan en beneficio del ser, como la raíz con que la planta humana extrae los elementos de la tierra de la realidad. La facultad pensante, en sus operaciones de selección y síntesis, elabora la "savia" de sus determinaciones destinadas a nutrir y desarrollar la vida inteligente hasta su plena organización.

104. Se puede inferir ahora la importancia de la selección consciente de los pensamientos en la conducción lúcida y feliz de la existencia y en el perfeccionamiento integral de las condiciones humanas en todas las etapas de la vida.

105. El desarrollo gradual de la función selectiva acelera de tal modo la actividad de los centros racionales del mecanismo pensante, que la selección previa de elementos se produce al cabo de un tiempo casi sin esfuerzo.

106. Manejo de los pensamientos. La experiencia en la práctica de los conocimientos logosóficos me ha permitido observar que en la composición mental de cada pensamiento autónomo se halla envasada una finalidad acorde con su naturaleza. En la vida corriente son ellos los que influyen sobre la voluntad humana sin que se advierta. Por consiguiente en el espacio dimensional de sus pensamientos el hombre tiene en potencia fines de la más diversa índole. Los estímulos, al agitar esa zona, activan cuantos pensamientos les son adictos, promoviendo las situaciones que instante tras instante viven las personas.

107. Por desconocimiento de esta inimaginada y estupenda realidad se producen las contradicciones, perturbaciones y desencuentros que a diario experimenta el ser consigo mismo y a menudo también con los demás. En párrafos anteriores citamos al tarambana, caso típico del individuo que no puede sustraerse al remolino de pensamientos con igual o semejante predominio sobre su mente y su voluntad pero con diferentes objetivos, convirtiendo su vida en inestable veleta. En mayor o menor grado todas las mentes, por lo común, se hallan o pueden hallarse expuestas a la fluctuación veleidosa de pensamientos autónomos con valor negativo.

108. El conocimiento logosófico, al propiciar el encuentro del ser consigo mismo (autognosis), lo faculta para actuar sobre dichos pensamientos, desechando los que comprometen su estabilidad moral y psicológica, y seleccionar los que a su juicio contribuyen con mayor eficacia y naturalidad a la conducción del momento que se vive. Así, por ejemplo, en el campo donde desarrollo mi actividad profesional dispongo de un equipo de pensamientos que manejo con positivos resultados. No todos son frutos de mi propia inteligencia; a muchos de ellos les he cambiado simplemente la dirección convirtiéndolos en instrumentos pedagógicos de singular valor.

109. Citaré uno. Los alumnos de la universidad donde ejerzo la enseñanza de las lenguas clásicas deben rendir mensualmente un examen parcial, cuyo promedio habilitará o no para llegar a un coloquio final en las asignaturas de su especialidad. Pues bien, en lo que a mí respecta, un tiempo antes señalo la parte de mis exposiciones que contiene la teoría de la prueba. Durante ese intervalo propongo una serie de ejercicios destinados adiestrar la inteligencia en el manejo de dicha teoría. Y aquí es, precisamente, cuando movilizo el pensamiento a que me había referido, pues los ejercicios de adiestramiento exigen mucha dedicación y empeño por parte del educando, que, para resolverlos, debe agotar prácticamente la dimensión teórica. Sé que más de uno se ha de pasar alguna noche en vela; pero luego, la prueba definitiva, sin exigir más de lo que normalmente corresponde, resulta para la mayoría juego de niños. Es que la realización previa, la que ellos consideraban ingenuamente medio, contenía el verdadero fin. Ni los límites de una preparación ni el fruto de un esfuerzo pueden medirse con justeza en el momento de una prueba, donde tantos factores negativos gravitan en contra del examinado. Lo humano y razonable es hacer cumplir la experiencia fuera de la experiencia misma, es decir, cuando la mente se halla libre de la presión de los pensamientos negativos y dispone de tiempo y medios para alcanzar un objetivo. Mientras no se superen los torpes procedimientos de la didáctica común el estudio continuará siendo una tortura, y las llamadas "disciplinas humanas", por extraña paradoja, no dejarán de constituir inhumanas disciplinas. El docente logósofo sabe arbitrar los medios para salvar esos inconvenientes y obtener los mejores resultados. Y así, cuando observo que el estudiante advierte el juego de un recurso pedagógico, juzgo llegado el momento de guardar en mi escaparate mental el pensamiento que lo configuraba extrayendo del mismo uno nuevo para ellos y de diferente índole, que manejo para hacerle cumplir natural, humanitaria y eficazmente idéntico objetivo.

110. Inconscientemente, ignorando que maneja entidades vivas, el hombre sin cultura logosófica lo hace a menudo y hasta con éxito. Pero la gimnasia mental, científicamente practicada, torna consciente esa función de la inteligencia, y en forma gradual y sin esfuerzo la extiende a todos los pensamientos constructivos, tanto propios como ajenos. Es lo que acontece con el ejercicio de los que provienen de la fuente logosófica, cuyo empleo diario va generando en cada cual una técnica propia. "Cada pensamiento creado por el saber logosófico –afirma González Pecotche– es una enseñanza que, asociada a la vida, permite experimentar sus beneficios". (LCM p. 86).

111. Control de pensamientos. Esta operación mental, que resulta de las funciones combinadas de la razón y de la voluntad y que el hombre inconscientemente realiza a veces cuando hay un interés de por medio o influye especialmente alguna circunstancia favorable, se aprende a realizar a conciencia con las indicaciones del método logosófico.

112. El control mental se adquiere y desarrolla naturalmente como consecuencia de la conquista progresiva de una aptitud previa: la observación de pensamientos negativos y el estudio atento de las actuaciones que motivan. Espontáneamente surge entonces la necesidad de controlar sus manifestaciones para evitar desaciertos.

113. ¿Cómo aprendí yo a realizar esta función? Al observar en mí una deficiencia –la impulsividad, por ejemplo– y comprender las molestias y aun las complicaciones que frecuentemente me traía sentí la necesidad de anular, o debilitar al menos, la fuerza del pensamiento causal. Con tal propósito busqué en las enseñanzas de Logosofía la indicación que me instruyera a ese respecto. Hallada ésta, comencé a ejercitarme con ella en el plano mental, reviviendo, mentalmente también, alguna escena correspondiente a mis actos impulsivos. Ahí podía verme en dos conductas diferentes: cómo obraba movido por la deficiencia y cómo debía obrar auxiliado por la indicación logosófica. En otros términos, cómo procedo y cómo deberé proceder en adelante. Adiestro, pues mi inteligencia conforme a esa indicación, mientras aguardo el momento de utilizarla en la experiencia real, tal como quedó indicado en un punto anterior. (1)

(1) Origen de los pensamientos. Cfr. "Deficiencias y Propensiones del Ser Humano", primera parte.

(1) 71 – Origen de los pensamientos

(1) Origen de los pensamientos. Cfr. "Deficiencias y Propensiones del Ser Humano", primera parte.

(1) 71 – Origen de los pensamientos

114. Se infiere de ello que los pensamientos logosóficos van formando gradualmente la médula de la razón, estimulándola a cumplir, entre otras funciones básicas, las de controlar y neutralizar con eficacia la acción de los pensamientos negativos.

115. Actúan, en este caso, de agentes psicodinámicos del método logosófico. No dan solución a los problemas, pero le señalan a la inteligencia el camino para hallarla. Otros, en cambio, contienen la solución, pero el que ha de emplearlos tiene que pensar la forma de adaptarlos al caso que encara. Evidentemente, el genial creador de la Logosofía conocía la mente humana como la palma de la mano. Por eso, el proceso autognósico constituye simultáneamente la tumba del haragán y el paraíso del inquieto; uno porque tiene la oportunidad de desprenderse de la mortaja mental de la inercia; el otro, porque se siente como pez en el agua.

116. Si estos conocimientos fuesen llevados a la educación del niño y del joven, si tocasen la conciencia pedagógica de maestros y profesores, piénsese en los resultados que podrían alcanzarse y en la formación moral y espiritual que tendrían asegurada los hombres de mañana.

117. Pensamientos propios y pensamientos logosóficos. Son pensamientos propios los que forja la inteligencia individual con la intervención directa de la facultad de pensar, coordinando y envasando en sus correspondientes unidades mentales los elementos concurrentes a su formación y desarrollo como entidades psicológicas. Entiendo por ajenos los que, habiendo sido generados por otras mentes, el entendimiento de cada cual los incorpora en su haber interno, seleccionándolos principalmente de entre las expresiones orales o escritas que los contienen. Así es como luego, los que conforman al juicio o al gusto personal, suelen ser usados como propios.

118. Quien persigue como fin el conocimiento de sí mismo y la organización del mecanismo de su vida consciente sabe bien que los pensamientos logosóficos seguirán siendo para él pensamientos ajenos, puesto que su fuente generadora ha sido la inteligencia del creador de la Logosofía. Pero también sabe que el trato frecuente con esos pensamientos, altamente inspiradores y esencialmente útiles y prácticos, suministran a su facultad de pensar, por la acción inductiva de su manejo diario, elementos positivos y reales para crear sin esfuerzo pensamientos propios, cuyos quilates dependerán de la comprensión por él lograda respecto al saber y a la experiencia universal sustanciados en los pensamientos logosóficos.

119. Así por ejemplo, el procedimiento de cómo se crea conscientemente un pensamiento propio, una vez estudiado, comprendido y experimentado habilita a la facultad de pensar como para elaborarlos por su cuenta. En el proceso de alguna de esas creaciones mentales todas las comprensiones anteriores, obtenidas por conducto del estudio, la reflexión, la observación, el análisis, la experimentación, etc., de otras enseñanzas logosóficas, actuarán como elementos coadyuvantes e inspiradores de la inteligencia y suministrarán a la facultad y a la función de pensar ingredientes básicos de diverso orden, que ésta, en colaboración con otras facultades, especialmente la de razonar, seleccionará para formar la imagen mental del pensamiento que habrá de animarla.

120. Esto mismo, reiterado con palabras textuales de Raumsol, acabarán de aclararlo: "Al crear sus pensamientos, el estudiante de Logosofía lo hará obedeciendo siempre a la idea central del proyecto que persigue. El buen uso que haga de los pensamientos que animan las enseñanzas logosóficas le permitirá experimentar los beneficios de la fuerza constructiva que contienen, ya que en tanto éstos intervienen como auxiliares de la reflexión, facilitan la elaboración de las comprensiones con las que habrán de gestarse los pensamientos propios, que forjan las convicciones del ser". (LCM p. 66).

121. Los pensamientos propósitos. Al referirnos al origen de los pensamientos hicimos notar que la facultad de pensar, estimulada por necesidades, anhelos, aspiraciones, etc., elabora con los elementos de que puede echar mano la imagen mental de un pensamiento, al que el propio ser deberá cuidar y nutrir no sólo, para que no se desvanezca, sino para que asuma vida propia y le permita alcanzar el fin que le llevó a crearlo. Ese agente embrionario es el pensamiento propósito.

122. En la vida corriente los seres forjan a menudo propósitos de toda índole, desde los más descabellados hasta los que suelen inquietar profundamente el espíritu. Empero no siempre culminan en realidades. Ello se debe –observa la Logosofía– o al escaso vigor de las energías destinadas a llevarlo a término o a la incompleta formación del propósito (LCM p. 57). A veces no sólo un hombre en particular sino la humanidad entera se muestra impotente para realizarlo. Así por ejemplo, el propósito de conocerse a sí mismo proviene de una vieja aspiración, que remonta a millares de años atrás. Embarcado en la fórmula grecolatina "gnothi seautón = nosce te ipsum", viene navegando a través de más de veintiséis siglos, sin que, hasta el nacimiento de la Logosofía –año 1930–, haya tenido posibilidad de concretarse cabal y científicamente.

123. Para llevar adelante la noble aspiración que lo alienta no basta aconsejar o inculcar –como Sócrates a sus discípulos– la necesidad de hacerlo, si no se le acercan también los conocimientos y el método adecuados al mismo. De ahí el fracaso del sabio griego y el de la posteridad. No obstante, la grandeza de la aspiración fue manteniendo latente ese propósito hasta que hoy, merced a la Logosofía, el conocimiento de sí mismo se ha convertido en lo que es para mí la más grande y trascendente de las realizaciones humanas.

124. Como también hicimos notar en puntos anteriores, este tópico logosófico se halla estrechamente vinculado a la reproducción de pensamientos y a la ley de conservación que los rige. La reproducción de un pensamiento, en este caso el que contiene el propósito de conocerse a sí mismo, tiene un doble objetivo:

a) El de acrecentar la energía mental que demanda el proyecto

b) El de permitir al pensamiento propósito que abarque una mayor zona mental.

125. Se comprenderá mejor lo que es logosóficamente un propósito si lo equiparamos con un envase o continente dentro del cual, mediante la función de pensar con o sin el auxilio de las otras facultades, de la experiencia, del estudio, etc., vamos depositando los contenidos que deben llevar ese propósito. Justamente a esto se refiere la Logosofía cuando habla de la necesidad de "Efectuar cultivos mentales" seleccionando elementos de la mayor nobleza posible a fin de que los pensamientos nazcan sanos y vigorosos en la matriz mental.

126. En la elaboración de antideficiencias como asimismo en la formación de las defensas mentales, el estudiante, guiado por el método logosófico, llega a adquirir una pericia extraordinaria en la creación de pensamientos. El sueño dorado del hombre – poseer inteligencia creadora– hasta ahora privilegio de los genios, se realiza justamente por esta vía y, en mayor o menor grado, puede ser prerrogativa de quien se lo proponga, no bien aprenda a manejar las leyes universales como instrumentos de la función de pensar.

127. Es que los conocimientos que sustancian la concepción logosófica son eminentemente psicodinámicos, promoviendo un rápido adelanto mental. Sería imperdonable y muy de lamentar que esta fecundísima fuente de saber no fuese examinada con el detenimiento que merece, pues es portadora del más significativo y trascendental mensaje que las leyes universales brindan al hombre.

128. Volviendo al tema; en éste, como en todos los demás casos, es necesario cuidar que el propósito jamás se torne dominante o exclusivo como niño mal criado, por noble que sea la aspiración o la necesidad que lo sustancia. Deben dirigirlo siempre la razón y la conciencia, que, al evitar su absorción, harán que junto con otros de similar índole constructiva concurran a forjar una vida matizada, amplia, activa y feliz.

129. Fruto hereditario del esfuerzo insumido en la realización de un propósito llevado a su culminación es la conciencia del camino o proceso (método) y la suma de los conocimientos obtenidos con el cultivo del mismo, que forman el saber. En adelante, sustanciará éste los movimientos de la inteligencia en la conducción de la vida y, junto con el método, servirá también para encauzar la vida de los demás. Así es como se conquistan los conocimientos que forjan al ser evolucionado y que gradualmente lo convierten en agente directo del bien universal.

130. El pensamiento autoridad y sus funciones. Es éste el agente mental directo del que inicia su proceso autognósico y aspira a organizar el mecanismo de su vida consciente. El pensamiento autoridad, individual y propio, puede y debe ser creado por razones de disciplina y de orden. En efecto, las enseñanzas logosóficas referentes a la autognosis deben ser objeto de estudio, de práctica y de incorporación definitiva en la vida del ser, vale decir, en su conciencia, lo cual significa que el proceso de asimilación consciente de una enseñanza se realiza en tres etapas que se complementan entre sí, a saber:

Primera etapa. Sea nuestro objeto de estudio, p. ej., lo referente a pensamientos dependientes y autónomos. Se lo leerá con atención y se lo estudiará reflexivamente hasta que el entendimiento quede satisfactoriamente instruido sobre el contenido de eso mismo. Con esto culmina el primer tramo y se está en condiciones de iniciar el siguiente movimiento en el proceso asimilatorio de la enseñanza.

Segunda etapa. Logrado un objeto –en este caso la comprensión mental de la enseñanza tomada como ejemplo– cabe preguntarse para que sirve ese objeto. La inteligencia debe realizar entonces un segundo esfuerzo consistente en estudiar que uso práctico podría dársele a lo que se acaba de comprender. Por ejemplo, sabiendo ya como se reconoce el pensamiento autónomo y al que no lo es, proponerse efectuar una revisión de pensamientos, de una y otra índole, tal como se manifiestan en la vida diaria del interesado. A tal efecto, registrará en su libreta de apuntes los que accionan ya en su vida íntima, ya en la familiar, profesional, social, etc. Recién entonces estará en condiciones de apreciar cabalmente hasta dónde gobiernan su vida los pensamientos y hasta dónde es él capaz de gobernarlos. Ahora sí está preparado para efectuar el tercer movimiento.

Tercera etapa. Juega en ella la voluntad un rol protagónico y decisivo. Si en las etapas anteriores era la inteligencia la que presidía y encauzaba los esfuerzos del sujeto y la voluntad quien colaboraba con la misma, ahora es ésta última la que oficia de proa y de motor, secundada por la inteligencia (voluntad intelectiva). Ser consciente de este hecho permite al interesado movilizar todas sus fuerzas haciéndolas converger, volcarse sobre la voluntad para que la inercia mental, bajo la forma del desgano, la indiferencia o el descuido (pensamientos esterilizantes) no hagan perecer el propósito que albergamos.

El experimentador –al menos esto sucedía en mí– en su comienzo habituado a los estudios corrientes, estima que el solo hecho de haber comprendido algo claramente lo capacita para actuar. En el campo de las ciencias físicas, naturales, matemáticas, etc., así es la cosa porque la aplicación generalmente es inmediata. Pero en el de la experimentación logosófica se puede llevar la sorpresa de que pase el tiempo y no haga nada que justifique sus esfuerzos anteriores. ¿Cómo se explica este hecho? Este hecho se explica por olvido involuntario de algo que se había aprendido en la etapa teórica, esto es, que los pensamientos autónomos se alternan en el manejo y dominio de la vida del ser. Así, tomada ésta por los que habitualmente imperan sobre ella, unos absorbiéndolo en sus tareas, otros entreteniéndolo, otros distrayéndolo con banalidades, el tiempo transcurre y el buen propósito queda postergado. Por eso manifesté al principio que la voluntad juega aquí un papel decisivo.

131. Comprender no es saber. La comprensión es fruto del esfuerzo que el mecanismo inteligente realiza para atrapar la sustancia mental contenida en aquello que se está estudiando. Depositaria de la comprensión es la facultad de recordar. Pero como la memoria de esa comprensión aun no se ha conectado con la conciencia por no haber sido todavía aquélla asociada a la vida, la comprensión está expuesta a desvanecerse, esto es, a caer en el olvido. La conciencia es un principio activo propio del hombre que opera como elemento fijador de todo lo que lo impresiona o conmueve vivamente y de todo lo que se identifica con la vida. Para que el conocimiento pueda ser asimilado por el hombre, lo que se ha comprendido en el estudio y retenido en la memoria debe llevarse a la práctica, por ser ahí cuando interviene la conciencia como elemento fijador de lo que está haciéndose vida.

132. Ahora bien; en el caso del interesado, como éste realiza sus estudios en la Institución Logosófica, el director del núcleo al cual pertenece, persona ya ducha en esto, le hace observar el hecho y la conducta a seguir. Se impone entonces la institución del pensamiento autoridad.

133. ¿Qué función debe cumplir este pensamiento? Ya explicamos como se da vida a un pensamiento; veamos ahora el por qué y el para qué del pensamiento autoridad. Si la tercera etapa en la asimilación del conocimiento logosófico presenta dificultades por el hecho de que la mente y la voluntad son interferidas por pensamientos de viejo arraigo, se hace necesario instituir –como lo expresa textualmente la Logosofía– "un pensamiento con autoridad suficiente para dirigir todas las actividades comprendidas en la realización del plan que se propone". "El pensamiento autoridad será en adelante el representante directo de la conciencia y el que encarnando las aspiraciones y decisiones del ser, mantenga, pese a las argumentaciones de la duda, la impaciencia y la resistencia de los viejos hábitos, el orden, haciendo cumplir la disciplina que impone el trato continuo con los pensamientos que acuden en auxilio del ser desde las fuentes del conocimiento logosófico. De esta manera –concluye la indicación– se evitarán interferencias molestas e inoportunas, o la ingerencia de tendencias extrañas a los altos fines de la evolución" (LCM págs.68-69).

134. Hay pues una razón fundamental para instituirlo: no acciona todavía la conciencia individual, como lo prueba el olvido del propósito. ¿Para qué debe pues instituírselo? Para que, mientras ello no acontezca, la represente e impulse a la inteligencia a cumplir estas dos funciones:

a) Poner orden en la zona dimensional de los pensamientos, a fin de que éstos no interfieran los movimientos del mecanismo de las facultades.

b) Hacer cumplir la disciplina mental que presupone la determinación de realizar algo, vale decir, la práctica de lo que se ha comprendido.

135. ¿Qué hecho demuestra la consolidación mental del pensamiento autoridad? La constancia de que ya tiene vida la acusa la sensibilidad misma del ser, pues cuando ese pensamiento ha quedado instituido gravita de tal modo sobre la voluntad que no deja tranquilo al ser hasta no realizar éste sus cultivos mentales en la práctica efectiva y comprobar los resultados. Si esa inquietud interna –evolutiva, en este caso– no se manifiesta cada vez que se planea una práctica es porque el pensamiento autoridad carece aun de vida propia. Por consiguiente debe concentrarse en él la atención por constituir el mediador en las realizaciones logosóficas. De ahí su imprescindible presencia en las actuaciones relativas al conocimiento de sí mismo.

136. Pensar, recordar e imaginar. Pensar y pensamientos. Le es muy difícil al hombre sin cultura logosófica discernir respecto a cuándo piensa y cuándo no piensa. A causa de ello se confunde constantemente, figurándose que todo lo que sucede dentro de su mente se debe a la función de pensar.

137. Así es como llama pensar al esfuerzo que la inteligencia realiza para atraer hacia un primer plano mental algo que necesita y que descuenta tiene dentro de su mente. Esta función no es la de pensar sino la de recordar y está a cargo de la memoria.

138. También la confunde con la función de imaginar, que es la que proyecta sobre la pantalla mental las imágenes que por asociación voluntaria o involuntaria se han ido formando en su propia mente, desde las más coincidentes con la realidad hasta las más descabelladas. El desconocimiento de la configuración del mecanismo mental hace que la facultad de imaginar sea mucho más empleada por los pensamientos que por el propio ser. Un pensamiento de temor, de desconfianza, de celos, de lujuria, o cuya composición mental responda al interés, a la ambición, a la falsía, a la ilusión o a la credulidad, suele influir sobre la imaginación hasta las lindes de lo ridículo y aún de lo quimérico, con las elucubraciones taumatúrgicas que fomenta.

139. Otra confusión frecuente es la creencia de que se está pensando en momentos en que se produce sobre el escenario mental un tráfico de pensamientos atraídos por algún alboroto interno, verbigracia, una ofensa, un desengaño, una reprensión, etc., que al ser experimentados, suelen provocar un enorme bullicio mental, con protestas, insultos, discusiones, gritos, amenazas, etc. sugeridos por los pensamientos y que, al repercutir sobre la parte somática de una persona, acaban por extenuarla o deprimirla; o a hacerle experimentar la sensación de que su cabeza va a estallar o de que falta aire en el lugar donde se halla. Esta misma sensación suele también experimentarla quien, por no saber estudiar, abusa de su memoria.

140. Por consiguiente, hay gran diferencia entre la función de pensar y la función de los pensamientos. Cuando el hombre piensa está realizando un acto creador, sabe por qué y para qué lo hace; con qué elementos cuenta, etc. El mismo maneja su mecanismo mental y los pensamientos que su inteligencia convoca están al servicio del objetivo que la movió a pensar colaborando con ella. Si el que piensa tiene cultura logosófica, la función de pensar es tanto más serena y ordenada cuanto mayor es su adelanto mental, vale decir, su proceso interno.

141. En cambio, cuando son los pensamientos los que se mueven por propia cuenta a causa de la autonomía que han alcanzado dentro del recinto mental, la mente, la voluntad, en fin, toda la vida del ser queda a merced de ellos. La acción que ejercen luego sobre la voluntad de una persona es tal, que puede llegar ésta a cometer, por sugestión de los mismos, las más lamentables ligerezas. ¿Cómo se explica, si no, que alguien, no queriendo decir o hacer ciertas cosas por comprender que está mal, las dice sin embargo o las hace, para experimentar luego ese característico reproche interno que le dirige su propia conciencia?

142. El llegar a establecer claramente la diferencia a que me he estado refiriendo, constituye una de las más importantes realizaciones autognósicas, porque una vez que el aspirante al conocimiento logosófico ha superado esa situación, el camino para alcanzar otros objetivos de mayor alcurnia se halla expedito para él.

SISTEMA SENSIBLE

143. Otra parte de la autognosis comprende el conocimiento y organización del sistema sensible, como denomina la Logosofía a lo que hasta ahora se llamaba simplemente sensibilidad. Su asiento físico es el corazón; al que nuestra ciencia define como "centro regulador de la vida psíquica del hombre." (LCM p.71). Consta de una parte autofuncional –la sensibilidad propiamente dicha– y de un campo, zona o "espacio dimensional de los sentimientos" (id.ibid.). El sistema está, pues, configurado a) por el mecanismo de la sensibilidad; b) por los sentimientos.

144. Mecanismo de la sensibilidad. Lo integran las facultades de sentir, querer, amar, sufrir, compadecer, consentir, agradecer y perdonar, a las que el conocimiento logosófico activa y educa en forma consciente para cumplir sus funciones reguladoras de la vida psicológica.

145. ¿En virtud de qué entra en función el mecanismo de la sensibilidad? Concretamente, responde la Logosofía: a) por impresiones; b) por emociones; c) por estímulos; d) por necesidades internas; e) por exigencias del espíritu; f) por influencia de los pensamientos. La palabra logosófica, p. ej., sobre todo cuando se la escuchaba directamente de su fuente, solía estimular cualquiera de esas causas, y aun todas en conjunto, según fuera la resonancia que producía sobre los centros mentales y sensibles de quienes escuchábamos a su insigne autor. Otro tanto ocurre cuando se la estudia y se la comprende, y, más todavía, cuando se la emplea con éxito.

146. Cabe señalar aquí uno de los estímulos más directos de la sensibilidad: la función de pensar. Tomando mi propio caso como elemento ilustrativo, recuerdo que antes de conocer Logosofía, y aún en los primeros tiempos del estudio de esta ciencia, muchas cosas, hechos, episodios en fin, de la vida, pese a tocarme más de una vez en forma directa me encontraban indiferente, frío, insensible. Pero la acción autognósica de la enseñanza y los progresos en mi proceso interno, al estimular mi inteligencia para aprehender y penetrar en cuanto se hacía presente a mi observación y entendimiento, fueron disolviendo la capa de hielo mental que envolvía mi sentir hasta que la conexión entre los dos centros polares de mi organización psicológica se establecía no bien entraba en función mi facultad de pensar (Véase la primera flecha del Anexo I) Desde entonces comprendí que la paralización o la poca movilidad del sistema sensible se debe en gran parte a la paralización o la escasa movilidad de la facultad de pensar. Cuantas veces, al observar la indiferencia de un semejante frente a ciertos episodios, yo mismo he provocado su reflexión mediante algún recurso que las circunstancias mismas me inspiraban, y he visto confirmado de inmediato cómo se establece esa conexión entre ambos sistemas, respondiendo su sensibilidad o sus sentimientos al movimiento de su inteligencia.

147. Un hecho que todos solemos experimentar sin advertirlo lo prueba claramente. Acontece al estudiar. En efecto; frente a una dificultad provocada por algo que penetra en nuestro entendimiento hacemos un esfuerzo mayor por superarla. Revisamos la cuestión, la razonamos, cotejamos elementos, los coordinamos, etc. Finalmente, la luz de la comprensión se hace en nuestro recinto mental. ¿No sentimos nada en ese momento? Claro que sí; una alegría, tanto más grande cuanto mayor ha sido el esfuerzo mental, nos invade llenándonos de satisfacción. Observemos también que, debido a nuestros hábitos pedagógicos, objetivos y rígidos, los docentes, desconociendo el instrumento del que aprende, o sea su organización psíquica, sólo atendemos, en el mejor de los casos, a la captación mental del educando sin reparar ni acordarnos siquiera que también posee una naturaleza sensible. Pero ocurre que, así como la función crea al órgano, la no función lo debilita y hasta lo atrofia.

148. Observemos también cuánto más fácil resulta a una persona exponer lo que ha comprendido que exponer lo que ha sentido.

149. Lo extraño es que esos hechos reiterados con tanta frecuencia no hayan llamado debidamente la atención de los especialistas, como si tampoco ellos pensaran o fuesen indiferentes a esa indiferente postura humana.

150. En las sedes culturales de la Fundación Logosófica el afecto se percibe y se vive con la misma naturalidad y fragancia con que se percibe el aroma de las flores. No es lo mismo sentirse feliz que percibir, que ser consciente de ese estado interior, y más aún, saber que el bienestar y la alegría surgen espontáneos del corazón humano cuando la comprensión se ha hecho en la mente tras haber alejado con una oportuna reflexión las sombras que habían alterado la calma.

151. Cuando la mente se halla tranquila y serena nuestro sentir fluye naturalmente anegándonos de plenitud. Por eso, para desarrollar el afecto, la enseñanza logosófica pone de acuerdo no el corazón sino la mente de los hombres. Ahí radica el gran secreto en la armonía de las relaciones humanas.

152. De lo expuesto surge como consecuencia que, andando bien la mente, anda bien el corazón. Que, cuando los pensamientos negativos hacen perder el control, los sentimientos suelen correr graves riesgos. Esta misma reflexión, ¿no ha conmovido, acaso, aunque sea fugazmente, el sentir del lector?

153. En general, entiendo que el universo, la creación, el hombre y las cosas del hombre constituyen fuentes mediatas de manifestaciones inmediatas de aquellas cualesquiera seis causas eficientes de la sensibilidad. Pero por desconocimiento de ese mecanismo sensible y de las funciones de sus facultades el hombre se va hundiendo en la materia, y, por otro lado, la exaltación de las pasiones, los intereses y las ambiciones personales, lo mismo que la intolerancia, el servilismo y la soberbia insensibilizan y anulan su sentir.

154. La cultura logosófica activa y regula los centros generadores del afecto y se constituye, desde un principio y mucho antes de que la razón llegue a comprender el valor y trascendencia de sus conocimientos, en el alimento básico de la sensibilidad, agostada por el crudo materialismo de la vida actual. De ahí la conmoción del alma, que experimenta la sensación de un verdadero renacimiento interno. Así es como, simultáneos con las primeras constataciones de las verdades logosóficas, el ser advierte que ciertos sentimientos, si bien embrionarios, comienzan a gravitar en su vida con el color y el aroma de las flores naturales brotadas espontáneamente al calor de la vida que se renueva.

155. Cómo se forma un sentimiento. Para la Logosofía los sentimientos son los agentes de la sensibilidad y, aunque dependen de ella, reciben el influjo energético del mundo mental. Así como la facultad de pensar es la fuente creadora de pensamientos, la de sentir tiene a su cargo la formación de los sentimientos. Estos se gestan y nacen dentro de su sistema con o sin participación de la conciencia. El conocer claramente esta diferencia es de gran significación, ya que no sólo permite su cultivo inteligente sino también la prerrogativa de preservarlos, acrecentarlos y ennoblecerlos.

156. Nuestra ciencia advierte que "los sentimientos se perpetúan por el estímulo incesante de la causa que les dio origen". (1) En virtud de ese estímulo –explica– los sentimientos se arraigan y afirman en el alma. Por el contrario, se debilitan o anulan si el estímulo se desvanece o si pierde el influjo vital que lo animaba. (1) LCM p. 73.

157. Supongamos que al iniciar los estudios logosóficos una persona presenta esos rasgos típicos del introvertido; es reservada, taciturna y tiende a aislarse. Al poco tiempo comienza el estudio de la autognosis logosófica y con ello principia a darse cuenta de muchas cosas de su vida mental que hasta entonces no advirtiera. Se da cuenta, p.ej., que no tiene amigos, y, por contraste, observa cuán amigos son entre sí los demás cultores de la Logosofía y cómo se esfuerzan por acercarse a él. Se da cuenta que en él debe haber una falla, que en su mente algo no anda bien. Hecha la consulta e impuesto debidamente de su personal situación comprende que debe cultivar la amistad y resuelve hacerlo conscientemente. Tal decisión ha provenido, lógicamente, de una necesidad: la de cambiar una modalidad negativa que le impide tener amigos y sentir la amistad. En su mente ha surgido pues un propósito: cultivar la amistad. Pero el solo propósito no basta; hay que ponerle dentro los ingredientes psíquicos que determinan su cultivo. Acude entonces a la enseñanza logosófica correspondiente al caso, y descubre que los elementos constitutivos de la amistad, los que le permitirán incoar el cultivo de su propósito, son básicamente tres: simpatía, confianza y respeto. Investiga también qué se entiende logosóficamente por cada uno de ellos. Envasa pues mentalmente dentro del contenido mental del propósito esos tres elementos, cuya comprensión posee como fruto de su estudio, y comienza el cultivo inmediato de los mismos por vía experimental. Al esforzarse por actuar conforme a ellos advierte enseguida que es correspondido por los demás, como si una ley (luego verá que, en efecto, la ley universal de correspondencia se ha hecho presente) estuviera rigiendo ahora su conducta. Su sentir no puede ya permanecer indiferente al influjo de la misma y, con las sensaciones gratas que experimenta en virtud de su nueva conducta, su sensibilidad se conmueve y la facultad de sentir va elaborando, estimulada por esas sensaciones, el sentimiento que configurará la amistad.

158. Obsérvese que este factor psíquico tiene asiento en la mente y en la sensibilidad. En la mente, como pensamiento constituido por los tres ingredientes básicos mencionados; en la sensibilidad, como sentimiento elaborado por condensación y fijación en el plasma mental de lo "segregado" por las facultades de la sensibilidad que han intervenido en este hecho de la vida sensible.

159. Pero no acaba aquí el proceso, porque los elementos que integran el propósito, constituido ya en agente mental vivo, esto es, en pensamiento, han despertado también la conciencia del sujeto –o sea la conciencia individual– a tan grato y fecundo acontecer mental. La asociación del pensamiento a la vida propicia la absorción gradual de sus elementos característicos por parte de la conciencia, hasta desaparecer como ingredientes mentales y aparecer como expresión consciente. La imagen que se me ocurre más ilustrativa es la del huevo y la incubadora. El huevo mental (pensamiento) está fecundado por un propósito (el cultivo de la amistad, en este caso). La incubadora es la mente; el calor de la incubadora está representado por el movimiento o actividad que el sujeto imprime a su pensamiento y el trato y atención que le dispensa. Poco a poco, las partes constitutivas de ese huevo, esto es, la clara y la yema, van desapareciendo como tales pero originando al mismo tiempo una cosa nueva. Por último del huevo inicial solo queda el cascarón, su contenido ha desaparecido y un ente vivo, el pollo, surge de él. Del mismo modo, el proceso de realización del propósito culmina cuando su contenido se ha transubstanciado en vida interna, es decir, en vida consciente. Lo que alienta y da calor a esa expresión de vida es su correspondiente sentimiento. A su vez lo que protege, defiende y dirige ese hálito psíquico de los atropellos internos y externos del tráfico mental, es la conciencia que opera sobre el sistema mental. El libro sobre las "Deficiencias y Propensiones del Ser Humano", constituye, a mi juicio, el laboratorio logosófico que permite plasmar todas estas profundas y significativas realidades humanas que espiritualizan notoriamente la vida del hombre.

160. Mientras el ser avanza en el conocimiento de sí mismo, su inteligencia, al tomar contacto con estos agentes de la sensibilidad, le hace comprender la conveniencia de mantenerlos, acrecentarlos, de nutrirlos con el alimento del saber causal y de ennoblecerlos con actuaciones fecundas. Así p.ej., la necesidad natural de hacer partícipes a otros seres de la fuente de bien logosófica con la cual está uno perfeccionando su vida, lo mueve a conservar, desarrollar y enaltecer su sentimiento humanitario, gestado por la facultad de sentir y el estímulo de una exigencia de su propio espíritu.

161. En mi experiencia logosófica he podido observar que con los sentimientos acontece lo que con las flores: tras la que ya se ha abierto despuntan los botones de otras. Pero, a diferencia del vegetal, las flores de la planta humana sólo mueren cuando el ser ignora el secreto que hace perdurar su lozanía "Los sentimientos –afirma González Pecotche– se perpetúan por el estímulo incesante de la causa que los ha originado" (LCM p. 73). Si esa causa es, como hemos dicho, la necesidad de ayudar al semejante, los estímulos que se experimentan con cada actuación jerarquizan y ennoblecen el sentimiento humanitario. Y, tras éste, otro sentimiento, el altruismo, impulsa al egoísta de otrora a borrar hasta las más imperceptibles huellas de esa torpe propensión mental.

162. El reconocimiento del bien recibido da origen a la gratitud, uno de los sentimientos más nobles que alienta el corazón humano. Tras la gratitud viene el afecto, como agente fijador de las relaciones humanas, y la lealtad, su compañera inseparable.

163. Los movimientos conscientes de la facultad de perdonar estimulada por la comprensión hacen brotar la tolerancia y la indulgencia, que tanto humanizan al hombre cuando sabe hacer buen uso de estos agentes de su vida interna.

164. ¿Y cómo sabe uno que hace buen uso de sus sentimientos? Cuando observa el efecto constructivo que ha promovido en el semejante. Por ejemplo, si el que respeta es a su vez respetado, el que tolera tolerado, el que perdona perdonado, etc., no cabe duda de que los sentimientos que alientan esos actos se emplean bien, pues, de lo contrario la ley universal de correspondencia no se manifestaría en la relación de semejante a semejante.

165. Cuando el ser aprende a corregir sus deficiencias, fuente de errores e infortunios, los pensamientos que moviliza para neutralizarlas, al estimular naturalmente los resortes de su misma sensibilidad, van generando sendos sentimientos, o, como dice la Logosofía, en bella y expresiva metáfora, refiriéndose sin duda a este hecho: "los sentimientos son pensamientos condensados en el corazón".

166. Siendo el conocimiento de sí mismo el encuentro e identificación del ser con su propio espíritu, pensemos ahora en la trascendencia que asumiría para la vida humana si la educación intelectual y física de niños y jóvenes se enriqueciera con la educación espiritual que resulta del cultivo de los conocimientos logosóficos. Se experimentaría entonces la agradable sorpresa de comprobar que la cultura del espíritu influye rápida y eficazmente en el perfeccionamiento de los demás aspectos de la educación, tornándola integral y plena, espiritual y humana.

SISTEMA INSTINTIVO

167. A los fines del conocimiento de sí mismo la doctrina logosófica completa el cuadro de la configuración psicológica del hombre presentando el estudio de su región instintiva, ubicada en la parte subabdominal de la figura humana. Organizada también en función de los conocimientos logosóficos asume la categoría de sistema.

168. Los tres sistemas psicológicos –mental, sensible e instintivo– constituyen, pues, los centros internos generadores de las energías psíquicas del individuo, alternándose en sus funciones. Según las circunstancias y las causas que obren en él como estímulos, puede producir energías mentales o intelectuales, anímicas o sensibles e instintivas o pasionales.

169. En las primeras edades –explica la Logosofía– las energías del instinto eran las únicas defensas del hombre para la supervivencia. Esto también era y sigue siendo propio de los animales, pero el hombre fue diferenciándose de ellos desde un comienzo por disponer, aunque embrionario entonces, de un órgano mental capaz de registrar las imágenes ofrecidas a su percepción por la vida primitiva. Fue así como empezaron a grabarse en su retina mental escenas de ferocidad, de lujuria y de temor, entre otras, que, al cobrar vida por influencia de las energías emanadas de sus centros instintivos, le propiciaron las primeras representaciones mentales animadas, vale decir, los primeros pensamientos que poblaron las reducidas dimensiones de su espacio mental; todos, naturalmente, de composición psicológica instintiva.

170. Pero con el correr de las edades y ya en plena civilización, las energías del instinto, lejos de ceder su imperio a los centros más elevados de su naturaleza racional y sensible y favorecer el desarrollo de su ente espiritual y consciente, hicieron al hombre impotente para controlarlas, por falta de conocimientos efectivos con qué educar sus resortes mentales y crear la conciencia de sí mismo. Es por eso que, hasta la aparición de la Logosofía, el instinto, carente de educación superior, ha obrado como elemento perturbador, trabando el movimiento de los mecanismos mental y sensible y retrasando, alarmantemente ya, el proceso de desenvolvimiento integral de la especie, razón por la cual la responsabilidad prácticamente no existe como manifestación consciente en la conducta humana. Detenerse unos instantes a contemplar el panorama mental del mundo, desde las más altas esferas hasta las más modestas en que la vida se desenvuelve, bastará para salir de duda.

171. Las energías que mueven los resortes del instinto –sostiene y ha demostrado acabadamente la Logosofía– se han opuesto siempre a las demandas circunstanciales de los otros dos sistemas, siendo ello el motivo central de las grandes perturbaciones que en los órdenes interno y externo ha venido sufriendo el hombre hasta aquí. Y si a esto se suman todos los pensamientos adláteres generados por el predominio mental de los tres citados, relativos a la vida mental primitiva, veremos la razón que asiste a la Logosofía desde sus pronunciamientos iniciales. Pienso, por mi parte, que la ferocidad debió haber propiciado, desde épocas remotas seguramente, la herencia nefasta del odio, la venganza, la falsedad, la envidia, la soberbia, la obstinación, la desobediencia, la susceptibilidad, la ira y todo cuanto puede enumerarse bajo el rótulo de impiedad; que la lujuria ha debido ser en infinidad de casos la nodriza mental de los celos, la codicia, el rencor, la impulsividad, la inconstancia, la frivolidad, la fatuidad y todas las formas que asumen las licencias y debilidades humanas; que el temor ha de haber prohijado en las mentes, ¡vaya uno a saber desde cuando! la credulidad, la cobardía, la hipocresía, la ilusión, el engaño, la rigidez, la adulación, la falsa humildad, la impostura, el fanatismo y la extensa gama de pasiones que tanto han contribuido a envilecer, a limitar y a empequeñecer hasta lo ridículo al soberbio y microscópico súbdito, llamado presuntuosa y prematuramente "rey de la Creación".

172. Todo esto y mucho más aún, constituye la inculta herencia del instinto, definida actualmente –explica Raumsol– como reacciones psicoemocionales de características violentas e innobles que, al agitar los resortes instintivos, cobran fácilmente la forma de pasiones, a las que el instinto les transmite sus impulsos desenfrenados. Así, cuando estudiaba mis propias reacciones instintivas, puede observar claramente la paralización de mis centros racionales y sensibles motivada por un transporte de violencia, donde la reflexión queda prácticamente anulada, desconectado el sentir e inmovilizados los sentimientos. He podido percibir también el dolor de la sensibilidad abatida por la obstinación mental en sus irreflexivos desplantes temperamentales.

173. Pero no bien encauza la educación logosófica las energías del instinto y el sujeto las conecta con sus centros racionales y sensibles, la fuerza ciega que las rige se transforma en fuerza inteligente, como la energía hidroeléctrica obtenida con el embalse de un torrente (Véase , Anexo I, referencia 3).

174. Es oportuno preguntar entonces cómo se encauzan las energías del instinto en beneficio de la evolución consciente. Veamos. Alguien experimenta un arrebato de ira; grita descontroladamente, amenaza, castiga o es castigado. Vuelto a la normalidad, es común verle asumir una postura de ofendido, si en su desplante llevó la mejor parte, o a la de rencoroso si terminó mal parado. Difícilmente a consecuencia de ello se produzca en él alguna reflexión fructífera y aunque así fuera, la posición rígida que le hacen adoptar los pensamientos reaccionarios le eclipsarían la parte medular de esa vivencia. Por otra parte, aun reconociendo en sí la existencia de un defecto ¿cómo podría corregirlo, sin saber que es un ente psicológico animado el agente mental que lo produce?

175. En la vida logosófica esa misma vivencia estudiada con cuidado resulta altamente aleccionadora, pues, al revivirse en el recuerdo, propicia la observación reflexiva. Y las conclusiones de ese examen son siempre fecundas porque estimulan la labor interna. En consecuencia, las actuaciones deficientes, las fallas del temperamento y las reacciones pasionales, constituyen para el logósofo la realidad viva y la materia prima en donde ha de esculpir los rasgos nobles de su futura imagen arquetípica, con la ayuda invalorable de los elementos contenidos en las enseñanzas y el método logosóficos.

176. Cuando las circunstancias favorecen la conducción de la vida es fácil hacer gala de entusiasmo y sentirse optimista, pero que se haga lo mismo cuando el ánimo se ha venido abajo y no se sabe cómo ponerlo en pie nuevamente. El método logosófico enseña a aprovechar las energías del instinto para activar los mecanismos psicológicos superiores con un fin catártico y consciente al mismo tiempo. Todo ello es posible porque el conocimiento de sí mismo pone al ser en cada experiencia frente a una faz inculta de su propio ente psicológico. Toda aspereza de la personalidad que logra desbastarse y pulir propicia la manifestación de un rasgo espiritual que se va perfilando en la escultura psicológica.

METODOLOGIA DEL CONOCIMIENTO DE SI MISMO

177. Con respecto al método logosófico he hecho referencias diversas en los puntos anteriores. Expondré ahora los lineamientos del mismo, tal como lo entiendo y practico en el curso de mi proceso interno.

178. A los fines del conocimiento de sí mismo el método logosófico es muy amplio. No abruma ni exige, como los métodos corrientes, llenar una medida inflexiblemente prefijada. El estudio y práctica de un conocimiento se extiende a todo el tiempo que requiere su asimilación por parte de cada cual. Pero como los conocimientos logosóficos tienen por destino la vida interna individual, estimo oportuno referirme al uso que yo mismo hago de este método, tan amplio, humano y accesible.

179. En la práctica, el método logosófico presenta dos etapas diferentes, pero de complementación mutua y necesaria; a) la teórica o instructiva; b) la experimental o educativa.

180. Etapa teórica. Se estudia un tema hasta comprenderlo claramente. Logrado ese objeto, se ideará la forma de llevar inmediatamente al campo de la práctica lo comprendido . Obsérvese que en esta etapa del ejercicio del método el conocimiento logosófico está operando de fuera adentro. Por eso la he denominado "instructiva", pues la materia mental es ajena: viene de fuera adentro. La labor personal consiste en ordenar dentro de la propia mente lo que el entendimiento haya atrapado, hasta formar la imagen mental de una comprensión.

181. Etapa experimental o educativa. Por intermedio de esa imagen, que representa la comprensión teórica realizada por la inteligencia, se pueden arbitrar ya los medios para comprobar su viabilidad, vale decir, los alcances efectivos de su aplicación concreta en la vida diaria de cada cual, conforme a la indicación logosófica de "experimentar lo que se ha estudiado". El resultado inmediato puede ser positivo o negativo. En este ultimo caso, como la práctica de la enseñanza es controlada en la Fundación Logosófica por personas avezadas en el ejercicio del método, se puede recibir de ellas las indicaciones que harán finalmente positivo el resultado. Con esto ya se halla uno en condiciones de asociar la enseñanza a la vida, seguro de su eficacia. Aquí se puede observar bien cómo el conocimiento, que en la etapa anterior había operado de fuera adentro, fluye ahora por comprensión real, es decir, a través de la conducta, de dentro a afuera.

182. A esta segunda etapa la considero "educativa" porque adiestra ininterrumpidamente la inteligencia, los pensamientos, la sensibilidad y los sentimientos, renovando sin cesar la vida con el cultivo de los valores que van integrando el haber consciente.

183. La etapa experimental tiene como campo de acción la vida del propio experimentador en los terrenos o zonas donde se desenvuelve y que, con las determinaciones inherentes a cada cual, comprende los siguientes espacios: a) mundo interno; b) mundo externo o circundante; c) mundo logosófico; d) mundo metafísico. En estos cuatro espacios debe observar atentamente lo que hace y piensa en función del objetivo impreso en su pensamiento autoridad, que, como dijimos, se concreta en la superación consciente de sus estados psicológicos y en la educación de sus facultades y pensamientos. Los instrumentos básicos de esta imponderable realización, dijimos también, los constituyen las facultades de observar, de razonar y de pensar, a cuyas funciones remítese la conexión consciente del ser con sus pensamientos, sus palabras y sus actos.

184. Mundo interno. Corresponde a la intimidad del ser. Talón de Aquiles de la Filosofía, el "si mismo" abre sus puertas herméticas hasta hoy por el imperfecto conocimiento de la configuración psíquica del hombre y su ignorancia de los agentes de la vida mental, los pensamientos. A causa de ello la conciencia, factor clave en el conocimiento y organización de la vida interna, no pudo responder a las aspiraciones humanas ni pudo impedir que los afanes de sabios y filósofos naufragasen en un mar de conjeturas, teorías y quimeras. El conocimiento logosófico es el hálito mental que toca directamente a la conciencia, la despierta y gradualmente le va haciendo alumbrar los más recónditos confines de la vida interna. Hecha pues la luz en su mundo interior, puede uno movilizar las facultades de su inteligencia en actuaciones de trascendental significación para la vida. Por mediación de la conciencia es lícito a la observación captar, al entendimiento ver y a la razón analizar la índole y dirección de todos los pensamientos que animan los actos y palabras, considerándose lúcidamente las dimensiones de su compatibilidad o incompatibilidad con la imagen de lo bueno, de lo útil y de lo honesto que cada cual haya logrado instituir como fruto de la comprensión en sus avances conscientes.

185. Tampoco le pasan ya inadvertidos sus diferentes estados mentales, temperamentales y pasionales, las variaciones del ánimo y la oscilación de sus sentimientos como consecuencia de su arraigada inestabilidad mental, que gradual y pacientemente va superando. Sucédense así, ininterrumpidamente, una serie de cambios positivos resultantes de la educación consciente de sus mecanismos mental y sensible con participación de su espíritu, cuya intervención en la vida íntima del ser se manifiesta en la espiritualización gradual de su propia psicología.

186. La espiritualización del hombre, o sea la participación activa del espíritu en su vida diaria, se produce gradualmente por eliminación de deficiencias. Se trata pues de un hecho natural y lógico. Las deficiencias deshumanizan y materializan a quien las padece; las eficiencias, en cambio, lo humanizan y espiritualizan. La superación y el perfeccionamiento muestran, a través de sus etapas, la espiritualización progresiva del hombre.

187. Mundo externo o circundante. Lo configura todo cuanto rodea al ser: su vida familiar, social, profesional, etc. El campo familiar, especialmente, ofrece a su observación interna un amplio panorama, en el que puede descubrir las causas de sus reacciones, desencuentros, caprichos y predisposiciones negativas de todo orden. Ahí es donde se puede ver claramente cómo ciertos pensamientos, por falta de defensas mentales, influyen desfavorablemente sobre el sistema sensible torturando y aun destruyendo sentimientos. Pero es ahí también, en ese fecundo campo de observación y estudio, donde se pueden alcanzar las más resonantes victorias sobre la parte menos culta del ser: los instintos y pasiones.

188. El orden social se le ofrece, entre otras cosas, como el altímetro de su crecimiento interno. Mientras las personas de nuestro habitual trato permanecen por lo general estáticas psicológicamente, con los mismos hábitos, las mismas prevenciones, los mismos defectos y rarezas, el acrecentamiento y flexibilidad moral y espiritual del logósofo presenta un vivo contraste entre lo inmóvil y lo que se renueva cada día. Ello se explica por las características rutinarias de la mente común. La autognosis logosófica hace al hombre consciente de esa falla, y así, la única rutina que voluntariamente se permite a sí mismo es la rutina contra la rutina.

189. Mundo logosófico. El selecto ambiente donde se imparte la enseñanza logosófica es un laboratorio y gimnasio mental a la vez, donde el ser aprende a realizar todos sus cultivos internos y a forjar una vida noble y digna. La tolerancia, la paciencia, el respeto, la discreción y sobre todo el afecto, hecho ley en los dinámicos centros de cultura logosófica, permiten atisbar la maravilla de la existencia humana cuando sus verdades se hayan consagrado en ella como factores causales de la vida superior.

190. Mundo metafísico. Es la zona impoluta de las realidades permanentes donde – según afirma la Logosofía en la palabra de su creador– encuentra el hombre la justificación de todo lo que antes le fuera incomprensible, y descubre los vastos desarrollos del espíritu en conexión directa con la evolución consciente de su propio ser. (MVC p. 57).

191. He presentido la existencia de ese mundo, antítesis del quimérico, la primera vez que logré captar en mi propia vida la manifestación de las leyes universales. Asomado apenas a ese mundo pude advertir sin inconvenientes que la fatalidad, el supuesto destino preestablecido, el azar, etc., en modo alguno constituyen realidades externas al ser, antes bien, la proyección que su misma ignorancia, cebada con sus propias deficiencias psicológicas, proyecta sobre su pantalla mental el conjuro de absurdas creencias que paralizan la función de pensar y llenan la mente de imágenes antinaturales, vale decir, quiméricas. En todo cuanto de él mismo depende no hay pues casualidad sino causalidad.

192. Y como las leyes, por ser tales, sancionan sin discriminación de si se las conoce o no, puede un pensamiento dominante, la obstinación por ejemplo, descalabrar la vida de un emperrado y atribuir luego éste a la fatalidad o al destino, y no a lo que él mismo se ha labrado con su contumacia, la causa de su infortunio final. En realidad, su insospechada violación de la ley universal de causas y efectos es quien lo ha sancionado.

193. El método logosófico, al llevar las experiencias al mundo causal, permite al hombre conocer, respetar, adaptarse y finalmente regir su existencia en función de las leyes que gobiernan la vida mental, hecho éste que lo habilita a convertirse en artesano y, quizá mas tarde, en artífice de su propio destino.

194. Ante los progresos de la observación y percepción conscientes, poco a poco se desvanece la estrafalaria figura del azar, reemplazada gradual y progresivamente por la imagen universal, real y eterna de la causalidad.

195. Los fundamentos del método logosófico se hallan principalmente expuestos en el Cap. VII de "El Mecanismo de la Vida Consciente" y en la lección VIII de "Logosofía, Ciencia y Método". Por su parte, el "Curso de Iniciación Logosófica" (pags. 15 a 41) detalla la didáctica del mismo. Además, la primera parte de "Deficiencias y Propensiones del Ser Humano" contiene la metodología de las mismas. Debo, eso sí, señalar que toda la bibliografía logosófica se halla saturada de indicaciones metodológicas.

196. En Logosofía, ciencia y método resultan inseparables. Son como dos ruedas que, aplicadas al vehículo de la evolución, o sea al propio interesado, le permiten cubrir metódica y conscientemente las etapas que jalonan el desarrollo de la vida superior conforme a lo que establecen y permiten las leyes universales en relación con las características y aptitudes inherentes en cada individuo, como receptáculo natural y vehículo voluntario de las mismas.

197. En función del método los conocimientos logosóficos se transubstancian en aptitudes conscientes. La calidad de esas aptitudes, lo mismo que sus características, son resultados exclusivamente individuales, como podrá inferirse de cuanto he dicho al respecto. Las aptitudes individuales representan, pues, la parte de conocimiento logosófico hecha vida en virtud de la índole de cada cual combinada con las características psicodinámicas del método.

198. Pero las aptitudes individuales se van también perfeccionando mientras el ser ofrezca posibilidades a la inducción fecundante de la ley de evolución. Por consiguiente, las características propias de esas aptitudes muestran los grados de comprensión que va alcanzando el sujeto evolucionario a través de su proceso interno.

198 bis. Veamos un hecho típico de la vida estudiantil. ¿Sabe estudiar el joven? Obvia la respuesta. ¿Por qué no sabe estudiar? Porque no sabe pensar. Bien, ¿Por qué no sabe pensar? Porque se le enseña de todo, menos esa función básica de la existencia racional.

No saber pensar implica de hecho no saber estudiar. Además, como no se sabe pensar y estudiar, la función de aprender, consecuencia lógica de las dos anteriores, se cumple deficientemente.

Pero no acaba ahí la cadena. Lo mal aprendido es también mal realizado. Una de esas realizaciones puede ser p. ej., la función de enseñar; no se puede enseñar bien lo que no se aprendió bien. He ahí el permanente "circulum vitiosus", mal crónico en todos los establecimientos de enseñanza

El método logosófico propicia el desarrollo y dominio profundo de las cuatro operaciones básicas de la aritmética mental: pensar, estudiar, aprender y enseñar (1), origen de todas las realizaciones conscientes y fecundas. Operaciones que se aplican indefectiblemente a cuantas dificultades, problemas o inconvenientes la vida diaria nos plantea.

(1) CIL p.16.

Si estas aptitudes no se desarrollan, ¿qué ocurre? Ocurre lo que nadie ha dejado de experimentar: la vida se va sumiendo poco a poco dentro de los problemas. El que sabe realizar estas funciones procede al revés: ubica los problemas dentro de la vida. He ahí la diferencia, la gran diferencia entre quedar atrapado por las dificultades o saber ubicarlas, enfrentarlas y resolverlas.

La falta de desarrollo y dominio de esas cuatro operaciones básicas origina desaciertos e imperfecciones tanto en la vida de los hombres como de los pueblos. Uno de ellos –nos ha hecho notar Raumsol– se concreta nada menos que en la no realización del ideal democrático. En efecto, éste, como ideal, constituye la mayor garantía del libre desenvolvimiento de cada individuo. Como ideal no se ha realizado; lo prueba claramente el espacio que día a día ganan las ideologías extremistas dentro de los propios recintos democráticos. ¿Y por qué ganan más y más espacio cada día? Porque las democracias tienen una grave falla: no enseñan a pensar. Al no saber pensar los ciudadanos no saben individualizar ni estudiar los pensamientos que oculta la acción demagógica, razón por la cual no aprenden a distinguir el fin que persiguen esos pensamientos, y peor aún, no saben enseñárselos a los jóvenes. Así es como, sugestionados éstos por el artilugio de los propagandistas, se entregan cándidamente a ellos. Cuando la realidad se hace presente mostrándoles el engaño, ya es demasiado tarde. Vienen entonces las lamentaciones, los arrepentimientos, etc. Y el arrepentimiento –define la Logosofía– es un sentimiento retardado, siempre llega tarde.

Si el hombre supiera pensar, el dictador perdería para siempre su reinado. Véase entonces cuán necesaria e impostergable es la conveniencia de hacer llegar la disciplina mental logosófica a los estrados de la educación.

CONCLUSIONES

199. Hemos visto, en lo que va de exposición, las razones por las cuales debe uno conocerse a sí mismo y la trascendencia que este significativo hecho asume para la vida humana en general y en especial para la de la niñez y la juventud que, por su mayor inexperiencia, resultan fácil presa del mal, como sin dificultad lo comprenden padres y maestros.

200. Hemos visto también que la autognosis se sustancia en el conocimiento de los sistemas psicológicos que integran el mecanismo total de la vida interna, y en el de los pensamientos como raíz y causa de las manifestaciones psíquicas del hombre.

201. Nos hemos referido asimismo a las deficiencias y a la necesidad y forma de eliminarlas.

202. Se ha visto cómo se cultiva la sensibilidad, cómo se depuran, se consolidan y ennoblecen los sentimientos, y las funciones reguladoras que una y otro ejercen sobre la vida psicológica del hombre.

203. Nos hemos extendido finalmente al método propio de la Logosofía, donde la observación interna o autoobservación hace posible la conexión consciente del ser con cuanto acontece en las lindes de su vida mental. Veremos ahora algunas de las perspectivas y proyecciones del conocimiento de sí mismo.

Partes: 1, 2, 3, 4
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