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El desempleo y la inflación (página 2)

Enviado por jvillalva


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Renta personal

Derivada de las cifras de renta nacional, la renta personal es la cantidad de dinero recibida por los individuos para su uso particular. Se compone de todo tipo de ingresos: sueldos y salarios, ingresos de los propietarios y rentistas, dividendos, cobro de intereses y transferencias recibidas. Este último concepto incluye pensiones, seguros de desempleo y pagos provenientes de los servicios sociales. En los últimos años las transferencias recibidas han sido una parte creciente de la renta personal. Cuando se restan la totalidad de impuestos pagados, el remanente se denomina renta disponible, que se puede gastar o ahorrar. A través de la medición de estas cifras de ingresos, el gobierno determina cuánto dinero de la renta es disponible y cómo se tiene que distribuir.

Una medida habitual de la prosperidad económica de una nación es su producto nacional bruto anual per cápita. Por ejemplo, el Banco Mundial estima que el PNB per capita en 1991 iba desde los 32.250 dólares estadounidenses de Suiza hasta los 70 dólares de Mozambique.

Economía de libre mercado, modelo económico según el cual, con la excepción de determinadas actividades que se consideran propias del Estado (como la defensa nacional, la promulgación de leyes y el mantenimiento del orden público), todas las actividades y transacciones económicas dependen de un modo exclusivo de la libre iniciativa de los individuos. Una economía de libre mercado es aquélla que genera un entorno en el que los individuos son libres de intentar alcanzar sus objetivos económicos de la forma que consideren más adecuada, sin la intervención del gobierno.

En este contexto económico, los individuos toman con libertad decisiones sobre su empleo, la utilización de su capital y el destino de sus recursos; por ejemplo, cómo distribuyen sus ingresos entre ahorro y consumo, y cómo distribuyen su consumo entre los distintos bienes disponibles. Pero existen ciertos aspectos relativos al funcionamiento de la economía de mercado que siguen siendo polémicos.

En primer lugar, existe cierta controversia en torno a qué actividades deben dejarse en manos del Estado y cuáles pueden adjudicarse a la iniciativa privada. Así, se suele defender que, puesto que el derecho a la vida, a la libertad y a la protección ante el ataque de un conciudadano es un derecho fundamental, no debe caer en manos del mercado porque el derecho a la seguridad y al orden público no debe depender de la capacidad adquisitiva del individuo. Además, hasta cierto punto los servicios de la ley y el orden constituyen un bien público ‘puro’, en el sentido de que si una patrulla policial ronda un barrio para evitar robos, protegerá todas las viviendas por el mismo precio, sin tener que incurrir en nuevos costes por el hecho de que se construya una nueva vivienda.

No obstante, existen muchas empresas privadas de seguridad y algunos individuos incurren en elevados gastos para garantizar su protección. Un guarda de seguridad contratado por un banco no tiene por qué evitar que se asalte a una anciana en la esquina de la calle. Por lo tanto no se puede establecer una línea divisoria entre las actividades que deben dejarse en manos del sector público y aquéllas que pueden confiarse a las fuerzas del mercado. De forma semejante, en muchos países se acepta que los derechos humanos —por ejemplo, el derecho a la vida y por tanto a una sanidad pública mínima— requieran que el Estado complemente los servicios sanitarios privados. Se pueden adoptar argumentos similares para defender la educación pública y otro tipo de servicios parecidos.

En muchos países que se consideran economías de libre mercado el Estado asume numerosas actividades como el transporte ferroviario, los servicios postales o las concesiones públicas, entre otras. Incluso en los países en los que estos servicios los desempeñan empresas del sector privado se considera necesario que exista cierta reglamentación por parte del sector público para evitar que se formen monopolios naturales.

En segundo lugar, incluso cuando las actividades económicas las desempeñan empresas del sector privado, suele existir cierta reglamentación pública. La mayor parte de esta regulación responde con frecuencia a consideraciones de tipo político y filosófico sobre la necesidad de restringir la libertad de los individuos cuando dicha libertad derive en una menor libertad de los demás, es decir, que la libertad de un individuo acaba donde empieza la de otro. Así, por ejemplo, la libertad económica está restringida por leyes que impiden adueñarse de forma indebida de la propiedad de otra persona o que refuerzan las cláusulas de los contratos. En otras palabras, se acepta que el contexto económico en el que opera una economía de libre mercado es un entorno donde rige este tipo de regulaciones legales.

Sin embargo, la regulación gubernamental suele ir más lejos, porque puede existir cierto intercambio desigual entre el ejercicio de la libertad y otros derechos fundamentales. Por ejemplo, las regulaciones que restringen la libertad de las empresas para utilizar mano de obra infantil o esclavos, o la emisión de gases tóxicos a la atmósfera o a los ríos, o la venta de productos peligrosos (violando el supuesto de que el consumidor siempre sabe lo que es mejor para él).

Así, los distintos puntos de vista sobre el alcance de la intervención del Estado (en defensa, seguridad, orden público, sanidad y educación, entre otros) y el alcance de la regulación por parte del Estado del sector público, implican que no existe una definición exacta de lo que es o debiera ser una economía de mercado. Pero también existen fuertes discrepancias sobre los efectos benéficos de una economía de esta índole.

La tradición política occidental establece que la mejor sociedad es aquélla en la que el individuo se responsabiliza de sus propios actos, lo que implica que debe tener la máxima libertad posible para poder tomar decisiones económicas. Supone además que la libertad económica es esencial para que exista libertad política. También se piensa que las economías de mercado son más eficientes en términos económicos, pues los mercados crean incentivos para que las personas asignen sus recursos (como el trabajo y el capital) entre las distintas actividades posibles, y también incentiva a los empresarios para que produzcan los bienes y servicios que demandan los consumidores y a que utilicen las técnicas de producción más eficientes. La experiencia de las últimas décadas, sobre todo la caída de los regímenes comunistas del bloque soviético, ha demostrado los efectos negativos de una excesiva intervención del Estado.

Al mismo tiempo, se puede alegar en contra de las economías de mercado que la distribución de la renta que genera este sistema puede ser injusta, pues ni siquiera puede evitar la extrema pobreza. También permiten la acumulación de mucha riqueza y poder en unas pocas manos, con amenaza de la libertad política. Por ello, la existencia de economías de mercado no determina que se deba olvidar la permanencia de valores sociales básicos y la defensa de la libertad política.

La pobreza se hace notar:

En la carencia que sufre una persona/hogar por la falta de bienes y servicios considerados indispensables para cubrir las necesidades vitales: vivienda y todo lo que comporta el alojamiento, vestimenta, alimentación, protección sanitaria, formación (escolar, profesional, universitaria), etc.

En el grado de incapacidad para participar en todos los aspectos de la vida (social, cultural, cívica, profesional), así como en la imposibilidad de comunicarse.

En los años 80, los conceptos y las medidas de la pobreza adquieren una nueva entidad, debido a la magnitud que ésta llega a tener en el nuevo régimen de acumulación. A la pobreza estructural que ya estaba presente en el mundo (originada por una mala distribución de la riqueza) se le agregan los "nuevos pobres", producto de los ajustes y de la desarticulación generalizada de las nuevas economías. Éstos incluyen a los sectores de clase media, jubilados, docentes, trabajadores fabriles, que ven cómo sus condiciones de vida elementales se van deteriorando significativamente. 1

Con la desaparición de la clase media, el abismo entre pobres y ricos se profundiza y quien se encuentra entre los mejor pagados quiere tener cada vez menos en común con los estratos inferiores. La cohesión social está desapareciendo, ahora lo que se propone es la vuelta de las élites. La nueva norma es el encapsulamiento de los ricos.

Es imprescindible mencionar que la pobreza tiene serios efectos sobre las personas. La impotencia que sienten ante la imposibilidad de modificar su situación se traduce en menosprecio propio, menosprecio del país, depresión anímica y social, violencia y quebrantamiento de la ley. Además, provoca el resentimiento hacia los que tienen, refuerza el racismo y mata la sensibilidad humana.2

Planteado en estos términos el problema de la pobreza se ve fundamentalmente influido por los componentes inherentes a las variables utilizadas en su medición, en tal sentido el Prof. Riutort expresa: "La pobreza se reducirá siempre y cuando los ingresos nominales medios crezcan mas rápidamente que los precios" 5, por tanto el objetivo central de una política de reducción de la pobreza se fundamenta en la posibilidad de lograr una mejora del ingreso real de las familias. Crecimiento económico y control de la inflación serían las metas por excelencia de una política económica que tratara de enfrentar con alguna posibilidad de éxito el problema de la pobreza. Esta afirmación, la cual no deja de ser cierta, nos deja sin embargo con muchos asuntos aun sin responder; tal como nos apunta el Prof. Luis Zambrano, la relación existente entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza dista mucho de ser una relación lineal. 6

Es necesario profundizar en el conocimiento de las relaciones que se establecen entre los principales agregados macroeconómicos, las particularidades de los diferentes sectores de la economía, las características del mercado laboral y los salarios, la estructura distributiva de los ingresos y su incidencia en los niveles de pobreza en un momento determinado. Resulta evidente que el análisis de estas relaciones requiere contar, por lo complejo de las mismas, con un conjunto de herramientas que permitan la construcción de "modelos interpretativos" de la forma en que se establecen estas relaciones.

Los miembros de este universo de pobreza reconocen diferentes orígenes, son efectivamente el resultado de una variedad de situaciones previas, no se participa de la misma historia y por tanto serán diversas las modalidades de enfrentarse a la condición que los une, que resulta no ser otra que la imposibilidad de lograr condiciones de vida aptas para el ejercicio pleno de los derechos que le competen como ser humano. La situación de carencia y deterioro no sólo compromete el presente, con el debilitamiento de la trama social sino

que involucran a las generaciones futuras, en la perspectiva de la transferencia.

Persistencia de elevadas tasas de desempleo, el incremento de la intensidad de la desocupación y la existencia de un gran sector de ocupados en condiciones precarias o en tareas que generan poco ingreso, fragilidad de los contratos laborales, la inexistencia de beneficios sociales tradicionalmente relacionados con la categoría de asalariado.

Se hace referencia a las formas usuales de medición de la pobreza; por el método de la Necesidades Básicas Insatisfechas se define la población categorizada como "pobres estructurales", sectores que históricamente sufrieron situaciones de carencia. La pobreza medida según los niveles de ingreso posibilita identificar la magnitud y la evolución de los "nuevos pobres" y de la indigencia.

Es casi un "círculo perverso" donde se reproducen las condiciones de marginalidad. Cuando se apela al concepto de carencia para describir una situación de pobreza también se está haciendo referencia al deterioro de los vínculos relacionales que se traduce en un alejamiento de la vida pública donde la presencia política o su influencia social se mantienen en el plano de lo formal antes que en el real.

En esta línea de pobreza como carencia es a la que se vinculan las nociones de vulnerabilidad y de exclusión. Estos conceptos permiten una mayor aproximación tanto a la diversidad de situaciones a las que se enfrentan los que de una u otra manera son partícipes de algún tipo de privación como para indagar en el proceso por el cual amplios sectores de la sociedad perdieron la participación en una o varias formas de relación social (ver Perona, 1997, 1998).

De esta forma la riqueza analítica del término no sólo no restringe su aplicación a las carencias actuales sino que también permitiría aplicarse para describir situaciones de riesgo, de debilidad, de fragilidad y de precariedad futura a partir de las condiciones registradas en la actualidad. Es por ello que las categorías de vulnerabilidad y exclusión se presentan como sugerente tanto para distinguir las diferencias y develar las heterogeneidades, es decir para la comprensión del fenómeno como para diseñar e implementar distintas acciones posibles en materia de políticas diversas; esto es darle centralidad al problema de los derechos civiles, políticos y sociales.

Wehle (1997) revisa los términos de la discusión europea y señala que en esos países la categoría de exclusión surge para designar una de las características salientes de los nuevos pobres, a partir de los análisis y trabajos que han investigado el aumento de los fenómenos socioeconómicos que hacen a una sociedad cada vez más dual. Así el debate sitúa los términos del problema no en el crecimiento económico, ni en la producción de riquezas, sino en la manera de repartirla y de tener acceso a ella. "El dualismo social se plantea a partir de la creciente división social entre los que participan de los beneficios de la modernidad, gozando de ingresos suficientes y estables, y aquellos que excluidos de los beneficios de la modernidad, viven con ingresos insuficientes y trabajan en situación precaria", pero además con fronteras entre incluidos y excluidos difíciles de delimitar.

Castel (1991, 1995, 1995b, 1996) considera las situaciones de carencia en función de relacionar dos ejes: Un eje de integración-no integración con relación al trabajo, es decir la relación con los medios por los cuales un individuo logra o no reproducir su existencia en el plano económico; otro vinculado a la inserción, o no, en una sociabilidad socio familiar, es decir la inscripción o la ruptura con respecto al sistema relacional en el seno del cual reproduce su existencia en el plano afectivo y social. Esta intersección generaría tres zonas:

de integrados- estables, de vulnerabilidad y de exclusión donde se encuentran los más desfavorecidos. Sitúa el centro de la metamorfosis en la precarización de las condiciones de trabajo que rompe con la solidaridad y las protecciones construidas en torno a las relaciones laborales y plantea la aparición de "una nueva matriz de desigualdades: la desigualdad ante la precariedad".

Exclusión debe ser entendida no como un concepto absoluto sino relativo en un doble sentido "por una parte constituye la contrapartida de la inclusión, es decir se está excluido de algo cuya posesión implica un sentido de inclusión. Este algo puede significar una enorme diversidad de situaciones o posesiones materiales y no materiales, como trabajo, familia, educación, vivienda, pertenencia comunitaria, etc. No es un concepto dicotómico que divide a los individuos o grupos en dos; existe una serie de situaciones intermedias entre ambos estados". Es también relativo porque varía espacial e históricamente en los contextos situados;

por otra parte tiene mayor potencialidad analítica para referirlo a aquellas situaciones que implican "fuerte acumulación de desventajas" (Minujin, 1998, 169-173).concepto referido a uno de los problemas estructurales más importantes de la actual sociedad en América Latina. La voz ha hecho fortuna…"

Con dicha categoría se hace referencia a diferentes manifestaciones empíricas de los procesos sociales globales: a la situación de barrios pobres urbanos, a las condiciones de vida, a la desocupación

La gravedad del problema no se reduce al aumento de la magnitud de los excluidos, y a la diversidad que esa magnitud encierra. Se trata de un proceso que atraviesa al conjunto de la sociedad; por ello la exclusión social representa un problema mayor ya que está cuestionando a la sociedad como totalidad, a una sociedad con presencia activa de sus miembros, con la ciudadanía como condición común y que fue la "utopía de la modernidad". Los excluidos, dirá Rosanvallon, resultan de un trabajo de descomposición, de desocialización en el sentido fuerte del término. La pobreza se acompaña de aislamiento social y de una pérdida de la ciudadanía. Cierto efecto de centrifugación aparece en el horizonte que tiene a su vez rasgos de incertidumbre, pesimismo y temor.

En suma se amplían los límites de la escena y se complejizan los actores que están en el escenario, sobre las que hay que tomar decisiones. Para concluir Marginación social, situación de aislamiento y exclusión de un individuo o grupo en un sistema social, y que no participa ni goza de los privilegios de los demás miembros de una sociedad.

El sociólogo estadounidense Robert Ezra Park acuñó el término ‘marginado’ para definir a aquellos individuos o grupos que presentan un desorden psíquico y social por su pertenencia a una doble cultura, sin participar plenamente en ninguna de ellas. Es marginado aquel que no forma parte de un modo de vida participativa por acumular ‘malestar’ en sus relaciones de convivencia. Abarca a grandes colectivos, como indigentes, prostitutas, drogadictos, delincuentes o personas discapacitadas.

Algunos autores relacionan la marginación social con la desviación social por el conflicto que implican entre el comportamiento del individuo y las normas y valores que imperan en una determinada sociedad. Sin embargo, en la desviación social la causa del malestar se imputa al comportamiento del individuo, mientras que en la marginación social la causa del malestar está en la sociedad.

La situación de marginación puede estar asociada a situaciones de pobreza. Desde el enfoque liberal, la marginación es un fenómeno coyuntural e individual en el que todo marginado es un individuo no apto, no cualificado y no adaptado. Desde el enfoque socialdemócrata, la marginación es una consecuencia estructural que afecta a grupos y colectivos víctimas de las crisis económicas, la privatización, la indiferencia del Estado o la reducción de los gastos sociales. Hoy la marginación se caracteriza por la presencia de niveles más elevados de criminalidad, la desorganización familiar o las perturbaciones afectivas.

la noción de marginalidad social ha sufrido cambios significativos. En su origen tuvo un marcado sesgo psicológico y cultural. Marginalidad fue, sucesivamente, sinónimo de comportamiento problemático, minorías étnicas o sexuales, cultura de la pobreza. Cada cambio trajo consigo adscripciones divergentes y posturas políticas que han tenido consecuencias de peso en la concepción y el desarrollo de las políticas sociales. A la luz de la existencia de vastos contingentes de desocupados, la marginalidad social plantea la necesidad de ser analizada a través de su relación con nociones de masa

marginal y empleabilidad.

Marginalidad(es). En principio, resulta importante recordar que las primeras alusiones a la marginalidad tuvieron lugar en el marco de los trabajos de la escuela de psicología behaviorista estadounidense, dedicada a investigar el comportamiento de ciertos individuos y grupos sociales caracterizados como «problemáticos».

En esos estudios, la conducta marginal era aquella observada en individuos en los que se daba una subestimación del yo manifestada en una sensación de inferioridad respecto de las normas del estatus social. Desde este tipo de enfoques, se comenzó a pensar a la marginalidad como una desorientación psicológica (Stonequist).

Del énfasis psicológico se pasó al cultural, los marginales entonces eran aquellos que tenían una personalidad evaluada como conflictiva a raíz de vivir en una continua contradicción con la cultura conformada por valores sociales imperantes. Esta marginalidad cultural se dio primordialmente en países donde parte de la población pertenecía a grupos étnicos diferentes a los de la elite dominante. En ese entonces, lo marginal remitía a la existencia de ciertas minorías como la de los afroamericanos en Estados Unidos.

Con el correr de los años, este enfoque inicial fue incorporando distintos aportes. Entre ellos, merece una mención especial la «superposición cultural», según la cual el origen de la marginalidad reside en la dominación de un grupo sobre otro mediante una fuerte imposición de creencias y valores, situación en que se encontraba una gran cantidad de colectivos de indígenas en Latinoamérica.

De estar en una situación de «contradicción» se pasó a una de «imposición».

De hecho, en esos años surgió la idea de que los sectores subalternos, es decir, los dominados, son «portadores» de una singular cultura: la «cultura de la pobreza»

Este tratamiento de la marginalidad centrado en aspectos psicológicos y culturales encontró críticas rápidamente. En general, éstas subrayaban la falta de consideración de la realidad «material» circundante a la producción de ese fenómeno. En verdad, y más allá de los antecedentes arriba consignados, el desarrollo del concepto de marginalidad tiene lugar en Latinoamérica.

Esto se explica a partir de un proceso de reflexión creciente alrededor de la presencia de grandes sectores de la población con serios problemas de pobreza y desocupación. De allí surge que gran parte de los estudiosos latinoamericanos insistiera en que la marginalidad presentaba cierta singularidad en los países de la región. Existían y, de hecho existen, situaciones similares en distintos sitios del globo con los que Latinoamérica tenía y tiene al mismo tiempo elementos en común y claras diferencias (Germani). Quizás esta cuestión detonó los primeros interrogantes sobre la marginalidad en la región.

En este punto, y dejando de lado las antiguas connotaciones esbozadas por la escuela behaviorista y los enfoques culturalistas, algunos autores latinoamericanos denominaron marginales a los asentamientos periféricos, ilegales y precarios establecidos en torno de los grandes centros urbanos. Estos barrios, llamados en múltiples formas a lo largo de la región (villas miseria, favelas, cantegriles, etc.), fueron producto del creciente proceso de urbanización iniciado con la industrialización y el cambio en las formas de explotación de la tierra, lo que trajo aparejado un proceso de migración interna en el que participó una importante cantidad de personas.

Esta acepción de marginalidad fundada en la cuestión espacial/habitacional resulta deudora en parte del incipiente desarrollo del urbanismo latinoamericano, que tenía como objeto de estudio e intervención la situación de aquellas viviendas ubicadas en los «bordes» de las grandes ciudades. Estas casillas, de precaria construcción, carecían de las prestaciones más básicas: agua, luz, etc.

En reiteradas ocasiones, además, la cantidad de individuos que las habitaban superaban con creces la recomendada, produciéndose un importante hacinamiento. Queda claro que los asentamientos marginales se definían de este modo a partir de la existencia de un centro, en donde deberían haber otras condiciones habitacionales distintas a las del margen. Lo cierto fue que rápidamente esta dimensión territorial de lo marginal comenzó a desdibujarse, puesto que al interior del centro de cualquier gran ciudad latinoamericana existían viviendas igualmente susceptibles de ser calificadas como marginales. Su construcción también era deficiente, muchas de ellas no tenían acceso a servicios públicos y, en gran cantidad de casos, sus habitantes vivían hacinados. Por lo tanto, y casi por extensión, se pasó a hablar de personas

marginales, para hacer referencia a los habitantes de tales moradas, independientemente de dónde estuvieran localizadas. De esta manera, la marginalidad, como categoría seguía siendo tan imprecisa como en el pasado, pudiendo denotar cuestiones de muy diversa índole.

Perspectivas actuales: masa marginal y empleabilidad

En la actualidad la situación social de gran parte de los latinoamericanos empeoró drásticamente respecto de los años 60 y 70, época en la que surgieron estos conceptos. En este sentido, y al igual que ayer, existen muchas interpretaciones que –de un modo contrario al de la masa marginal– hacen recaer en las propias víctimas la responsabilidad por su condición de tales. En el campo de las asociaciones empresariales, la herramienta elegida para «cargar las tintas» en los marginales fue la noción de empleabilidad; de este modo, se los categorizó como «inempleables». La empleabilidad hace hincapié en que, tanto quienes están ocupados como quienes no lo están, deben encargarse de, y esforzarse por, desarrollar ciertas aptitudes y actitudes que la crítica de Cardozo a la tesis de la masa marginal –reproducida en Nun– intenta demostrar la incorrecta interpretación de ciertos conceptos marxistas efectuada por Nun. En su artículo «Nueva visita a la tesis de masa marginal», Nun (p. 257) comenta que Cardozo reconoció años después la existencia de excedentes de población no funcional en Latinoamérica. Supuestamente los habilitan para ingresar y permanecer en un determinado puesto de trabajo.

La empleabilidad, surgida a mediados de la década de los 80, enfatiza que los trabajadores pueden mejorar su desempeño a través de la adquisición de nuevas habilidades y saberes. De allí también su particular postura sobre la educación y, sobre todo, la formación profesional, a la que caracteriza como una inversión. No en vano, la empleabilidad se inscribe en la teoría del capital humano En la práctica, esta teoría dio lugar a estrategias de recursos humanos y lobbys en instancias como cámaras empresariales y organismos internacionales. En este sentido, se puede mencionar el papel asumido por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico en materia educativa. Esta organización ha recuperado en parte elementos de la teoría del capital humano con el objeto de influir en el diseño de políticas educativas de los países en desarrollo. De hecho, propuso introducir en los contenidos curriculares elementos destinados a potenciar la empleabilidad de la fuerza de trabajo, refiriéndose de este modo a la necesidad de asegurar las competencias de los futuros trabajadores

En reiteradas ocasiones, y desde la esfera estatal, los desocupados latinoamericanos también fueron interpelados a través de distintas acciones tendientes a dotarlos de mejores capacidades para su incorporación y desarrollo en el mercado de trabajo. En esta línea se creó una gran cantidad de programas públicos de capacitación, formación y entrenamiento laboral. En su mayoría, esas acciones partieron de un supuesto según el cual una «adecuada formación para el trabajo es aquella que consigue disminuir el cuello de botella entre la demanda de personal para ocupaciones calificadas y la sobreoferta de trabajadores sin calificaciones adecuadas …» (Gallart, p. 102).

En relación con este aspecto cabe preguntarse qué proporción de la masa de desocupados puede explicarse por este «desfase» entre un tipo y otro de demanda y de oferta de fuerza de trabajo. Es decir, si todos los desocupados contaran con los certificados y calificaciones adecuados, ¿conseguirían un empleo? En este punto, hay al menos dos comentarios a introducir respecto de las políticas públicas y las acciones empresariales destinadas a promover la empleabilidad de la fuerza de trabajo. El primero es que en la actualidad, y con justa razón, no existen posturas contrarias a la incorporación de saberes y conocimientos por parte de la fuerza de trabajo, y sostener lo contrario es a todas luces un absurdo. De hecho, hoy son muchos los sindicatos latinoamericanos que se ocupan de llevar a cabo tareas de capacitación y formación de sus afiliados.

Ahora bien, otra cuestión (y muy distinta) es, a partir de estos enfoques, ver a los desocupados como responsables por no saber y, como corolario, trasladarles la carga de serlo. Dicho de otro modo, empezar a verlos como los principales causantes de su propia condición. En cualquier caso, y como segundo comentario, puede sostenerse que la noción de empleabilidad remite a la posibilidad de «funcionalizar» los excedentes poblacionales –afuncionales o disfuncionales– a los que hace mención la tesis de la masa marginal. En el campo de las hipótesis de trabajo podría sostenerse, además, que este proceso de funcionalización opera en dos instancias: una objetiva y otra subjetiva. En la primera, la empleabilidad conforma un conjunto de atributos –siempre variantes– que debe adquirir la fuerza de trabajo, con la idea de extender, dentro de la superpoblación relativa, la proporción ocupada por el ejército industrial de reserva frente a la masa marginal. Entran aquí las acciones concretas destinadas a mejorar las competencias laborales de los trabajadores ocupados pero, y sobre todo, de los desocupados.

En el campo de la subjetividad, la empleabilidad permite que cientos de desocupados puedan «sentirse parte» –mientras, por caso, se capacitan– del ejército industrial de reserva. En este plano, la empleabilidad opera para que los propios desempleados no presten atención a explicaciones de su situación centradas en la existencia de causas estructurales, y si a esto se le agrega aquella idea asociada a que los desocupados «no pueden nutrir un proyecto común y no parecen capaces de superar su desasosiego en una organización colectiva …» (Castel, p. 414), todo parece facilitar el ostracismo de estos sectores afectados por la falta de empleo. Cosa que en Latinoamérica, y en especial en el caso argentino, parece darse exactamente al revés: en ciertas circunstancias los desocupados lograron agruparse y movilizarse, dando lugar así al proceso constitutivo de su identidad y de inserción dentro del actual escenario económico y social (Colectivo Situaciones).

Comentarios finales

El persistente deterioro social latinoamericano exige imperiosamente profundizar los análisis y renovar los lazos que unen a la comunidad de científicos sociales con el resto de la sociedad, cuyo claro propósito es buscar alternativas para el incremento de la calidad de vida en toda la región. En este sentido, los datos disponibles son contundentes: la tasa de desempleo de América

*En primer lugar, la generación de empleo de calidad dependerá de una política económica que, además de colocar el empleo como un objetivo central de la misma, no se limite únicamente a garantizar la estabilidad de precios, combine políticas macro, meso y microeconómicas, además de políticas activas de empleo y de gasto social focalizado.

* En segundo lugar que, tratándose de economías abiertas en un contexto de globalización, el aumento de la competitividad de las empresas, y con ello de la economía en su conjunto, es crucial. A este aumento de la competitividad, y consecuentemente del empleo, la política laboral puede contribuir decisivamente, en especial mediante el desarrollo de la capacitación y la formación profesional, y la promoción de la negociación colectiva así como de los demás Derechos Fundamentales en el Trabajo.

*En tercer lugar afirma que la generación de empleo de calidad es un proceso lento; esto requiere prestarle una especial atención a las políticas de protección social, en la perspectiva de desarrollar el carácter sistémico de la misma.

Finaliza puntualizando que la responsabilidad de generar trabajo decente es de todos, gobiernos, trabajadores, empleadores y organismos internacionales; que existen los medios y se tiene experiencia y que a través del diálogo social entre estos actores se puede avanzar hacia el logro de estos objetivos.

  • No hay empleo sin educación;
  • No hay empleo sin formación profesional que permita la reinserción laboral o la inserción de quien ha abandonado la educción formal.
  • No hay empleo sin la mejora continua de la empleabilidad de los trabajadores activos
  • No hay empleo sin inversión
  • No hay empleo sin acciones de gobierno que brinden estabilidad para que el circuito económico y financiero funcione
  • No hay empleo sin política de transporte
  • No hay empleo sin salud pública
  • No hay empleo sin paz social
  • No hay empleo sin estabilidad jurídica
  • No hay empleo sin comprender las culturas aborígenes
  • No hay empleo sin diagnóstico social-cultural-educacional
  • No hay empleo sin inversión

Volviendo a términos más generales, que todos podemos conocer, podríamos sintetizar que la realidad que los gobiernos enfrentan hoy se caracteriza por los grandes cambios que se han producido en las últimas dos décadas a nivel mundial en lo que respecta a producción, consumo e inversión de bienes, servicios, capital y tecnología y el desfasaje educativo entre necesidades productivas y sistemas educativos en general. Se han borrado fronteras y reducido distancias, trayendo con ello cambios fundamentales en la organización de los negocios y las técnicas que en ellos se emplean.

Esto ha afectado todas las economías domésticas y altera el contexto dentro del cual las empresas producen, comercializan y los gobiernos actúan, para influenciar los patrones nacionales, regionales e internacionales de producción y distribución.

La responsabilidad de los Estados es garantizar la coherencia y sinergia entre las directrices para el empleo y las orientaciones generales de la política económica.

VENEZUELA:

Venezuela registró un aumento del PIB del orden del 24.2% en los seis primeros meses del año 2004, con relación a igual período de 2003. Este resultado incorpora un importante efecto estadístico, tomando en cuenta la baja base de comparación que muestra

el primer semestre de 2003, como consecuencia de la paralización convocada en ese entonces por la oposición al gobierno, que se prolongó de diciembre de 2002 a principios de febrero de 2003. Asimismo, los dos siguientes trimestres de 2003 también mostraron significativas caídas del producto, ya que la actividad petrolera se mantuvo relativamente estancada al igual que el resto de los sectores económicos. De ahí que la mayoría de los indicadores muestren un importante crecimiento. Dado el incremento del precio del petróleo y la reactivación del resto de sectores no petroleros, las proyecciones a fin de 2004 señalaban que Venezuela tendría la más alta tasa de crecimiento de la región, estimada en 13%.

Por otro lado el Presidente Chávez se consolida en el poder. Están teniendo tratamiento futuras leyes que versan sobre el código penal, la Corte de Justicia regulación y contenidos de radio y televisión, todo lo cual lleva a concentrar el poder político y judicial en el presidente. La ley laboral fue ya completamente reformada. También se establecieron aumentos impositivos.

Los ingresos, en términos económicos, hacen referencia a todas las entradas económicas que recibe una persona, una familia, una empresa, una organización, un gobierno, etc.

El tipo de ingreso que recibe una persona o una empresa u organización depende del tipo de actividad que realice (un trabajo, un negocio, una venta, etc.). El ingreso es una remuneración que se obtiene por realizar dicha actividad.

Por ejemplo, el ingreso que recibe un trabajador asalariado por su trabajo es el salario. Si ésta es la única actividad remunerada que hizo la persona durante un periodo, el salario será su ingreso total. Por el contrario, si esta persona, además de su salario, arrienda un apartamento de su propiedad a un amigo, el dinero que le paga el amigo por el arriendo también es un ingreso. En este último caso, el salario más el dinero del arrendamiento constituyen el ingreso total. Los ingresos pueden ser utilizados para satisfacer las necesidades.

Cuando una empresa vende su producción o sus servicios a un cliente, el valor de la compra, pagada por el cliente, es el ingreso percibido por la empresa. Estos ingresos pueden ser utilizados por las empresas para pagar los salarios de los trabajadores, pagar los bienes que utilizaron para la producción (insumos), pagar los créditos que hayan obtenido, dar utilidades a los dueños de la empresa, ahorrar, realizar nuevas inversiones, etc. |

Cuando el ingreso proviene de actividades productivas, se puede clasificar en varios tipos:

Ingreso marginal: Generado por el aumento de la producción en una unidad.

Ingreso medio: Ingreso que se obtiene, en promedio, por cada unidad de producto vendida; es decir, es el ingreso total dividido en el total de unidades vendidas.

Ingreso del producto marginal: Ingreso generado por la utilización de una unidad adicional de algún factor de producción (trabajo, capital), por ejemplo, la utilización de un trabajador más, etc.

En general, las personas, las familias, las empresas, etc., buscan aumentar sus ingresos. Si éstos se elevan, su consumo y su ahorro pueden aumentar, llevando, en muchos casos, a un mejor nivel de vida y de bienestar.

Los Estados también reciben ingresos, llamados ingresos públicos. El Estado recibe ingresos por el cobro de impuestos, por la venta de bienes producidos por empresas públicas, por utilidades que generan éstas mismas, por ventas o alquileres de propiedades, por multas impuestas, por emisión de bonos u obtención de créditos, entre otros. Cuando los ingresos provienen de impuestos se denominan ingresos tributarios, por el contrario, cuando provienen de fuentes distintas a los impuestos se denominan ingresos no tributarios. Con los ingresos, los gobiernos pueden realizar sus gastos, sus inversiones, etc.

Los ingresos también pueden clasificarse en ordinarios y extraordinarios. Los ingresos ordinarios son aquellos que se obtienen de forma habitual y consetudinaria; por ejemplo el salario de un trabajador que se ocupa en un trabajo estable, o las ventas de una empresa a un cliente que compra periódicamente o de forma habitual. Los ingresos extraordinarios son aquellos que provienen de acontecimientos especiales; por ejemplo un negocio inesperado por parte de una persona o una emisión de bonos por parte de un gobierno.

BIBLIOGRAFÍA

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JUANA VILLALVA

PUERTO LA CRUZ – VENEZUELA

Partes: 1, 2
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