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Capítulo del libro "La psiquiatría española en la transición" (página 3)


Partes: 1, 2, 3

 

La llegada de los psico – argentinos

Las experiencias de cada uno de ellos son significativamente diferentes, por lo que vamos a considerarlas según los grupos a los que terminaron incorporándose.

La selección de instituciones y nombres propios será necesariamente arbitraria, pero sería vano pretender una exposición exhaustiva dada la cantidad de psicoanalistas argentinos que llegaron entre 1975 y 1980, y la variedad de las experiencias e instituciones a las que se incorporaron o dieron lugar.

Los psicoanalistas argentinos en las instituciones psicoanalíticas españolas

1972 es un año clave en el inicio del viaje Buenos AiresMadrid, recorrido al que terminarán por sumarse muchos psicoanalistas argentino en busca de nuevos horizontes,� algunos psicoanalistas españoles de retorno a un país que comienza a abrirse al psicoanálisis.

En España el declive biológico del generalísimo Franco y la necesidad de incorporarse a una Europa que pretende emanciparse del imperio americano sin abandonar el sistema capitalista, abre un espacio a cierta modernidad que no excluye el psicoanálisis.

En Argentina, la decadencia del gobierno militar y la inevitabilidad del triunfo peronista en las próximas elecciones, abren paso al socialismo con Perón que propugna una Juventud Peronista radicalizada, o al retorno al totalitarismo que empujó hacia el anti – peronismo a buena parte de la intelectualidad argentina; en cualquier caso a una radicalización de las contradicciones que servirá de prólogo al establecimiento de un nuevo régimen militar.

En ese año, Alberto Campo, psicoanalista argentino, didacta de la APA y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Niños Dr. Elizalde de Buenos Aires, se traslada a Barcelona y se integra en la Sociedad Española de Psicoanálisis.

El mismo año, Juan Francisco Rodríguez, luego de su formación en Buenos Aires y catorce años de permanencia en esa ciudad, estimulado por la apertura que se produce en estos últimos años del franquismo, retorna a Madrid y es reconocido por la Sociedad Española como miembro adherente, categoría que tenía en la APA desde 1968.

También en 1972, retorna al país Jaime Tomás, nacido en España y formado como psicoanalista en Argentina, quien hasta poco antes había presidido la APA, durante el conflicto que acabó con las traumáticas renuncias de los miembros de Plataforma y Documento, reflejo de las convulsiones políticas del país.

Lo acompaña su esposa argentina, Pola Tomás, que había trabajado en el Hospital de Niños con Alberto Campo. Su llegada es muy bien recibida por los psicoanalistas madrileños, ya que la incorporación de estos didactas reconocidos por la IPA a la tarea formativa permite fundar en 1971 la Asociación Psicoanalítica de Madrid, independiente de la Sociedad Española de Psicoanálisis con sede en Barcelona.

Jaime Tomás impulsa la creación del Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Madrid e interviene ante la IPA para su reconocimiento internacional.

La misma buena acogida reciben otros psicoanalistas rioplatenses que van llegando al ritmo del incremento de la represión en sus países, como el uruguayo Carlos Sopena, que llega en 1975 y es reconocido como miembro titular en 1978, y los argentinos León y Rebeca Grinberg, que llegan en 1976, se incorporan inmediatamente a las tareas formativas (cursos, seminarios, supervisiones) de la APM y serán reconocidos como miembros titulares y didactas en 1980, una vez que decidan fijar su residencia definitiva en Madrid.

Estas incorporaciones contribuyen decisivamente al reconocimiento de la APM como sociedad componente de la IPA, hecho que se concretará en 1979, de forma provisional, y definitivamente en 1981.

Pero después de esta fecha y a medida que se incrementa el arribo de psicoanalistas exiliados desde Argentina, hasta constituir una verdadera avalancha, comienzan a ser recibidos con mayor reticencia.

Isabel Luzuriaga, española de nacimiento y psicoanalista argentina por formación, es admitida en 1982. Forzada al exilio de España en su niñez (1939) por la militancia comunista de su padre; regresa desde su país de adopción en 1978, meses después de haber sido nombrada didacta por la Asociación Psicoanalítica Argentina, a causa de la militancia política de sus hijos.

Apoyada desde su llegada por el Dr. Rallo, deberá esperar cuatro años hasta su reconocimiento por la APM.

Otros analistas formados en Latinoamérica tendrán aun que aguardar muchos años más para ser aceptados; entre ellos Nicolás Spiro, Elba Izarduy, Carlos Paz y Jaime Spilka, que había impulsado desde la presidencia de la APA, entre 1974 y 1976, una liberalización del plan de enseñanza, dando lugar a la libre elección de los candidatos de su plan de estudios y a la presencia de diversas corrientes teóricas en el Instituto de Enseñanza.

Además, bajo su mandato, todos los miembros titulares pasaron a cumplir funciones didácticas, algo que no ocurría en la APM. Otros miembros de la Internacional Psicoanalítica por su pertenencia a la APA, renunciarán a incorporarse a la APM, desarrollando sus actividades psicoanalíticas fuera del campo de la Internacional en España y contribuyendo así a la difusión del psicoanálisis más allá de sus límites institucionales.

Este conflicto merece una reflexión.

Por un lado, carece de sentido lógico negar el reconocimiento a colegas que ya son miembros titulares y/o didactas reconocidos por la IPA en razón de haber adquirido estos reconocimientos en la asociación de otro país.

Aclaremos desde ya que no era la nacionalidad del solicitante lo que estaba en juego, ya que muchos de los analistas provenientes de Argentina eran españoles por nacimiento o por derecho (hijos de españoles emigrados), sino el reconocimiento por parte de la APM de los grados adquiridos en otra institución de la IPA.

El psicoanálisis, como teoría y como clínica, no es una cuestión de nacionalidades, ni siquiera de la nacionalidad de las asociaciones.

Que los títulos y derechos adquiridos por sus practicantes en un país no le sean reconocidos por una Asociación Psicoanalítica de otro país con similares reglas de formación, parece negar el carácter científico del psicoanálisis y poner en evidencia el corporativismo de las reglas de la Internacional.

Además, dadas las circunstancias en que se produce (exilio, emigración forzada), resulta poco solidario Pero, por otro lado, hay que entender las singulares circunstancias en que este conflicto se produce.

Una Asociación Madrileña en formación (y no muy distinta fue la situación en Barcelona), con un reducido número de componentes, se encuentra con una demanda masiva de incorporación que amenaza con "colonizarla".

No se trata sólo de reconocer los títulos y el saber de los que ya son didactas, sino que junto con ellos llegan muchos analizantes suyos que, lógicamente, tendrían también derecho a su reconocimiento como analistas en formación.

Los psicoanalistas argentinos de la IPA no llegan como individuos aislados, sino con sus pacientes y discípulos, sus amistades y enemistades, sus coincidencias y disidencias teóricas y político – institucionales, e inevitablemente las trasladarán a la asociación que los acoja.

Los lacanianos: París – Buenos Aires – Barcelona – Madrid, un largo viaje

Una misma figura cumple la función de introducir el pensamiento de Lacan en Argentina y España.

Esta figura es la de Oscar Masotta, de quien dicen los que lo conocieron que daba gusto oírlo hablar, no sólo porque le gustara hacerlo, como a casi todos los argentinos, sino por la lucidez de sus articulaciones y la claridad de su exposición.

Masotta era un intelectual, interesado tanto en la filosofía como en el psicoanálisis, en la lingüística como en el arte y la literatura, capaz de organizar un ciclo de happenings en 1966, y de dirigir la Primer Bienal Mundial de la Historieta en 1968.

No deja de ser curioso que sea un bohemio, sin título universitario alguno ni formación psicoanalítica previa, interesado en la filosofía y el arte, quien descubra a Lacan y, por su intermedio, una nueva lectura de Freud, en un Buenos Aires en el que el psicoanálisis ya está firmemente implantado, mucho más que en el propio París.

Y será por medio de la enseñanza de este intruso en el campo analítico, como jóvenes analistas, médicos, psicólogos, filósofos e intelectuales, accederán a un nuevo modo de entender el psicoanálisis, mucho más seductor para la generación de los 60 y 70, por su "ataque a las instituciones del psicoanálisis oficial, el halo de rebeldía, el clima intelectual francés, en contraste con el estrecho profesionalismo norteamericano. El solo cambio de idioma tenía resonancias ideológicas y políticas: el francés "sonaba" mejor que el inglés para una postura antiimperialista".

La enseñanza de Masotta, nos cuenta uno de sus discípulos más destacados, Isidoro Vegh: "tenía lugar fuera de cualquier institución, en las casas;(…).

Los mismos alumnos iban difundiendo sus clases"; remplazando así la enseñanza académica de la APA por un modo de transmisión aun más antiguo: el de los sofistas.

"Después hubo algunas experiencias públicas que tuvieron gran efecto; dos de ellas fueron hitos en la historia del lacanismo en Argentina", continua I. Vegh.

"La primera fue en 1972, cuando vinieron Maud y Octave Mannoni, psicoanalistas lacanianos franceses.(…)

La segunda fue en la época de Cámpora, aquella jornada del Instituto Goethe." " Masotta vino un día y nos dijo: "Vamos a fundar una escuela.

Propongo que los que estuvimos en las Jornadas del Goethe y en la organización de la visita de los Mannoni, y en la revista, hagamos un acto de fundación.(…).

Todos estuvimos de acuerdo en eso. Pero, al poco tiempo, ocurrió un fenómeno realmente sorprendente: Masotta se fue a España."

Masotta en Barcelona

Masotta retoma su tarea de sofista en Barcelona en noviembre de 1975, el mismo mes en que muere Franco.

Llega así a España, desde el lejano Buenos Aires, el pensamiento de un autor vivo, que imparte sus seminarios no muy lejos de la ciudad condal, en el mismo momento en que agoniza el representante de un régimen que mantuvo a la reserva espiritual de occidente protegida, no sólo de Lacan, sino de todo el pensamiento contemporáneo francés: Althuser, Levi-Strauss, Jakobson, etc.

Si Masotta pudo ser sofista en España, es porque su oferta se encontró con una demanda ávida de participar de los debates intelectuales europeos.

"Todo ello explica la peculiar composición de los grupos de estudio de Oscar Masotta de entonces. Al principio, si habían practicantes de psicoanálisis, procedían casi exclusivamente de Argentina, mientras que los españoles eran estudiantes, intelectuales, incluso artistas – durante un tiempo (…) el estudio del pintor catalán Guinovart fue el escenario donde se desarrollaban las clases".

Con el tiempo la composición de los grupos de estudio se fue decantando entre quienes se habían acercado por curiosidad intelectual y quienes descubrían en ellos su vocación de analistas.

El clima de estas reuniones es muy distendido, como de charla de café, y, aun en la versión revisada y corregida por Marcelo Ríos y Enric Berenguer para su publicación pos mortem, se puede observar el esfuerzo de clarificación de Masotta para exponer el intrincado pensamiento de Lacan, sin traicionarlo, a un auditorio totalmente lego en la materia.

Es como si dijera: "Bueno, vamos a ver qué significa todo esto del Complejo de Edipo y de que uno quiere acostarse con su madre…".

Gracias a Masotta, Barcelona es la primera ciudad en España en la difusión del pensamiento de Lacan.

Pero Masotta no limita su acción a Barcelona, y viaja a dar sus lecciones a grupos de Madrid, Vigo y Valencia.

No conforme con eso, y fiel al afán institucionalizador que lo había llevado a fundar la Escuela Freudiana de Buenos Aires, funda en 1977 la Biblioteca Freudiana de Barcelona.

No llega a ver plenamente desarrollado su proyecto al fallecer tempranamente en 1979, pero éste se prolonga hasta el presente, no sólo como biblioteca, con la conducción de Germán García, sino sirviendo de base a la institucionalización del lacanismo catalán en 1990, con la creación de la Filial de Catalunya de la Escuela Europea de Psicoanálisis, la institución lacaniana numéricamente más importante de la península.

Lacanianos en Madrid

Así describe Jorge Aleman su llegada a Madrid: "Llegué a Madrid en 1976 con tres tomos de Freud, las ediciones I y II de los Escritos de Lacan, el curso de Lingüística General de Saussure, las obras completas de Borges, los libros de Masotta y el libro de Siglo XXI que incluía el trabajo de J.A. Miller sobre Significante y Sutura. (…) ¿dónde estaban los posibles interlocutores de aquellas lecturas?, no había ni rastros de la fauna argentina, no estaban los althusserianos, ni los estructuralistas, ni los semiólogos, ni los matemáticos interesados en Lacan.

En Castilla los intelectuales se repartían entre las tradiciones anglosajonas y alemanas".

Tampoco estaba Masotta, con su capacidad institucional.

Además, la psiquiatría progresista se hallaba embarcada plenamente en la lucha por el cambio institucional, sin tiempo ni deseos de embarcarse en aventuras intelectuales de torres de marfil.

Aleman, como otros, encontró sus interlocutores fuera del campo específico del psicoanálisis y la salud mental: en intelectuales y escritores, filósofos y lingüistas (García Calvo, Leopoldo Panero, Eugenio Trías), en las tertulias de los cafés madrileños, o en las actividades de los Colegios Mayores; abiertos al psicoanálisis o, al menos, al inconsciente.

Jorge Aleman se pregunta: "¿Cómo fue posible constituir un grupo de estudios en una ciudad donde ningún hábito institucional o intelectual posibilitaba semejante forzamiento?, ¿cómo pudieron los sofistas cobrar su dinero por una enseñanza apartada de los reglamentos institucionales?".

No se percata (o quizás es una pregunta retórica) de que unas líneas antes ha respondido a su pregunta: "Cuando no se tiene una situación social, honores, reconocimiento, la gente joven se convierte en el único lujo; es "la única aristocracia accesible", dice Gombrowicz [escritor polaco exiliado en Argentina].

Y así fue: jóvenes, preferentemente militantes de izquierda, algunos participantes en las instituciones de salud mental, y otros intelectuales, se prestaron a iniciar el extraño y sofisticado invento del grupo".

La tradición porteña del grupo de estudios fuera de toda institución, se encontró con la más antigua tradición madrileña de la tertulia, también apartada de los reglamentos institucionales.

Es en este marco en el que debemos inscribir la constitución por parte de el mismo Aleman y el también argentino Sergio Larriera (que había llegado en 1979) de Serie Psicoanalítica, primer grupo institucionalizado del lacanismo en Madrid.

Este grupo, tan precario en lo económico que, para aquellas reuniones que exceden la capacidad de sus viviendas y/o consultas, debe recurrir al espacioso bar Manuela, en Malasaña, edita la revista Serie Psicoanalítica, primer publicación lacaniana en Madrid.

Poco después se constituyen otros dos grupos de orientación lacaniana: Analytica, fundado por José Simonovich, y el Ateneo Freudiano de Madrid, fundado por Miriam Chorney y Gustavo Dessal, que edita la revista El Criticón.

No puede pasarse por alto el hecho de que sean tres grupos fundados por argentinos los primeros en intentar implantar una enseñanza lacaniana en Madrid. Españoles en París: Mientras los lacanianos argentinos intentan abrir un espacio para esta orientación del psicoanálisis en Madrid, médicos españoles con el deseo de ser analistas se forman en el Campo Freudiano de París.

Dentro de los psicoanalistas españoles formados en la ortodoxia milleriana en la capital del lacanismo, no se puede dejar de destacar a Carmen Gallano y Vicente Mira.

Estos analistas, una vez cumplida su formación, regresan a España dispuestos a institucionalizar el psicoanálisis mediante la creación de una filial del Campo Freudiano en Madrid.

Pero ya existían tres grupos de estudios fundados por argentinos en Madrid que estaban vinculados al Campo parisino y a J.A.Miller, realidad que no podía ignorarse.

El problema consistía en la poca disposición de los argentinos de Madrid, que no pertenecían a ninguna institución psicoanalítica lacaniana en Argentina, a integrarse en una institución de alcance internacional. J. A. Miller decidió entonces forzar una decisión por parte de los dubitativos argentinos: "Conviene ver que un debate, y sólo uno, divide al psicoanálisis: Lacan o la IPA" .

Esto era algo totalmente nuevo para los argentinos, en Buenos Aires los lacanianos habían fundado sus instituciones sin dependencia de las de Paris y sin preocuparse por la IPA.

Ahora eran legión, y la IPA no ocupaba un lugar significativo en sus debates. Es más, corrían ya los años 80: muchos miembros de la IPA no sólo leían a Lacan, sino que aplicaban sus enseñanzas en su clínica; y era bastante habitual que compartieran mesas de debate con miembros de alguna de las dos Escuelas Freudianas existentes en Argentina y con otros analistas independientes.

Evidentemente no era eso mismo lo que ocurría en París.

La carta de Miller terminaba así: "La fundación del Campo Freudiano podrá mañana abrir al retorno a Freud las formas que España merece."

Los argentinos de Madrid (como los llama Aleman) se encontraban ante una elección forzada: cortar sus vínculos con el Campo Freudiano o participar de la fundación de su filial madrileña en conjunto con los españoles de París. Los tres grupos argentinos terminan por disolverse e incorporarse a la corriente mayoritaria del lacanismo internacional.

Sin duda era necesario superar las diferencias entre las dos corrientes lacanianas, española y argentina, si el objetivo era que confluyeran en un solo movimiento: el Campo Freudiano de Madrid. Pero ¿dónde confluían?, ¿en Madrid, o en París?.

La pregunta adquiere hoy una nueva dimensión: una escisión del Campo Freudiano en París, encabezada por Colette Soler, tuvo su réplica con la creación del Colegio de Psicoanálisis de Madrid.

Este cisma parece haberse producido en Madrid sobre una falla pre existente: los argentinos de Madrid permanecen en la Escuela, los españoles de París van al Colegio.

La división se produce en direcciones opuestas a lo que podían hacer presumir los orígenes: son Carmen Gallano y Vicente Mira, los españoles fieles entonces a la ortodoxia milleriana los que se van del Campo Freudiano, en el que permanecen los díscolos argentinos de entonces.

Pero si esto es lo que ocurre en las alturas, las bases ya se han mezclado, y los analistas de las siguientes generaciones se distribuyen entre la Escuela y el Colegio según las transferencias que se han generado durante años de trabajo en común en el Campo Freudiano e independientemente de las nacionalidades de origen.

Lacanianos en España

Me he concentrado, en lo que al lacanismo se refiere, en los avatares de la corriente milleriana porque "España se ha convertido (…) en el único país en el que esta tendencia es considerablemente mayoritaria, a diferencia de la Argentina y Francia: doce grupos distribuidos en treinta ciudades (…), y ligadas a la École Européenne de Psychanalyse (EEP), a su vez adherente de la AMP [Association Mondiale de Psychanalyse]".

Libres de las restricciones de la Internacional (IPA), y con una política institucional más agresiva, en un país "en el que durante todo el franquismo no se había implantado en el ambiente psiquiátrico ninguna tradición clínica de inspiración psicoanalítica" , han tenido una difusión proporcionalmente mucho más masiva.

Pero el lacanismo en España, como en el resto del mundo, no se limita a esta corriente.

Los grupos lacanianos presentan una gran variedad y una cierta tendencia a la atomización, con algunos intentos de confluencia.

Algunos han nacido por escisiones de el tronco milleriano, como el mencionado Colegio de Psicoanálisis de Madrid; pero la mayoría se han fundado fuera de él.

De limitado peso tomados de uno en uno, en su conjunto han contribuido a la difusión del psicoanálisis en España.

Psicoanalistas argentinos en la sociedad española

La mayoría de los profesionales de salud mental argentinos no participó directamente de la Reforma Psiquiátrica.

En primer lugar porque, a pesar de la presencia masiva de psicoanalistas en instituciones públicas, las ricas experiencias en Comunidad Terapéutica (fundamentalmente en el Hospital Lanús), la existencia de salas psiquiátricas y atención ambulatoria en hospitales públicos, etc.; en Argentina no se había producido entonces, ni ahora, una reforma psiquiátrica con cierre de manicomios.

Tampoco participaron todos de la salud pública española. Algunos porque no lo hacían en su país de origen, ya fuera por adherir a una tendencia que consideraba masoquista el trabajo público, dadas las difíciles condiciones para ejercer el psicoanálisis y los bajos salarios; o porque, aun deseándolo, no encontraban plazas disponibles en instituciones ya sobre saturadas de analistas voluntarios.

Muchos de los que sí traían una rica experiencia institucional se veían limitados por su extranjeridad a concurrir como voluntarios, y los inmigrantes suelen tener necesidades más perentorias que la voluntad.

Claro que, como toda generalización, esta observación es poco justa con quienes tenían el interés ideológico y las condiciones personales que hacían posible su participación en la salud mental pública española.

Como ejemplo, citaré a Pola Tomás, nacida Pola Ivancich, pero que conserva el uso argentino del apellido del esposo, Jaime Tomás, a quien ya nos hemos referido.

Pola Tomás llega a Madrid a mediados de 1972, apoyando el deseo de su marido de retornar al país que se vio forzado a abandonar 35 años atrás. Lleva tan sólo seis meses en España cuando, a la salida de una conferencia sobre psicoanálisis infantil que pronuncia en la Clínica de la Concepción, la abordan Luis Guzmán y José Jaime Melendo, médicos residentes en el Hospital Psiquiátrico de Leganés, que estaba en pleno proceso de sectorización, derribando sus muros y abriéndose a la población, compuesta en gran medida por niños y adolescentes, por medio de los Centros de Salud Mental.

Pola Tomás se pone inmediatamente manos a la obra: diseña un programa infantil adecuado a las circunstancias, que incluye prácticas nuevas, como psicoterapia de grupos de niños y de grupos de madres, y supervisa durante años a una nueva generación de psiquiatras y psicólogos que se incorporan a la profesión en plena ebullición reformista.

Si importante fue su aporte a la Reforma, también lo fue para el psicoanálisis español, ya que muchos de sus discípulos terminaron orientándose en esa dirección, dentro o fuera de la APM, ampliando así la presencia del psicoanálisis en la salud mental pública y, fundamentalmente, la oferta de psicoanálisis infantil.

Pero, pese a ejemplos como éste, la mayor influencia de los psicoanalistas argentinos en la Reforma fue indirecta, por medio de psicoanálisis, cursos o grupos de estudio en los que participaban algunos de sus impulsores.

Otras experiencias

Puede que a algunos psicoanalistas no todas estas experiencias les parezcan verdaderamente psicoanalíticas, pero mi propósito no es juzgar la pureza de tal o cual forma de aplicar el psicoanálisis ni definir sus límites; sino ejemplificar, por medio de las experiencias que me parecen más significativas (al menos de las que tengo conocimiento) cómo la llegada masiva de psicoanalistas argentinos produjo un fenómeno de masificación y democratización del psicoanálisis en España y, más específicamente, en Madrid; fenómeno que ha dado lugar al calidoscopio que es el psicoanálisis español actual.

La ayuda psicológica a los refugiados

Desde 1977 a 1982, tuvo lugar en España una experiencia nueva en la ayuda psicológica a los refugiados auspiciada por ACNUR (organización que en esos años obtendría el Premio Nobel de la Paz).

Guy Prim, que había participado en Brasil de la creación de un jardín de infantes con asistencia psicológica específica para niños refugiados, era en 1977 representante en España del Alto Comisionado de la ONU para ACNUR y, como tal, propició un Programa de Ayuda Psicológica a los Refugiados en España, del que nombró Responsable a la recientemente exiliada psicoanalista argentina Elba Izarduy, miembro de la IPA.

Este programa tenía un doble objetivo: ayudar a la integración de los refugiados y, simultáneamente, estudiar la problemática psicológica específica de su condición.

El programa se proponía para todos los refugiados, sin ninguna discriminación respecto a su origen, pero en la práctica, quizás porque la primera condición era la voluntariedad de los pacientes, se limitó a los que provenían de países en los que la psicología y las psicoterapias estaban implantadas en la cultura y la sociedad, es decir, los latinoamericanos, en particular argentinos, chilenos y uruguayos.

Trabajaron en la experiencia tres equipos, dos en Madrid y uno en Barcelona.

En todos los casos la ayuda consistía en psicoterapias breves, con un objetivo limitado: la integración del paciente a su nuevo país de residencia; pero con el psicoanálisis como referencia teórica y clínica, y llevada a cabo por psicoanalistas.

En la atención de niños, adolescentes y familias colaboraba el Instituto de Psicoterapia del Niño y el Adolescente, primera institución psicoanalítica de esta especialidad en Madrid.

El trabajo se realizaba en colaboración con el equipo de ACNUR (asistentes sociales, abogados, etc.) y, a veces, la Cruz Roja Española u otra institución.

En Barcelona trabajaban, entre otros, la argentina Mª Luisa Siquier (que más adelante fundaría la Escuela de Clínica Psicoanalítica de Niños y Adolescentes), y el uruguayo Guillermo Bodner (hoy presidente de la Societat Espanyola de Psicoan� lisis).

La experiencia ayudó efectivamente a muchos refugiados a conquistar un trabajo, un amigo, un proyecto, un lugar; gracias a palabras que circulan y que, por eso mismo, no quedan coaguladas.

Permitió a ACNUR un mejor conocimiento de la problemática psicológica que, a la manera de una neurosis traumática, padecen los refugiados; trauma actual que no significa negar "la patología anterior al exilio" porque "cada uno somos producto de nuestra historia, tanto social como psicológica, por lo que no es lo mismo quien puede simbolizar y sublimar, ocupar un lugar, aceptar los límites y, desde allí, crear, producir, militar, vivir; que el que sólo actúa por formación reactiva, quedándose encerrado en su propio narcisismo…".

También los profesionales que participaron del trabajo, según sus propias manifestaciones, se beneficiaron de esta experiencia.

La mayoría de ellos eran españoles, pero tuvo que haber tenido una especial significación para los psicoanalistas latinoamericanos, víctimas ellos mismos de una emigración forzada.

La psicología social

Era un concepto inexistente en España o, al menos, sin ninguna relación con el psicoanálisis, pero tenía vasta experiencia y amplia difusión en Argentina, sobre todo por la Escuela fundada por Pichon Rivière que continua después de su muerte con la dirección de Ana Quiroga.

Del interés que suscita allí dan prueba las largas y tediosas colas que se reiteran cada año desde la noche previa a la matriculación.

En 1978 se funda la Escuela de Psicología Social Pichon Rivière en Madrid, dirigida, como su homónima argentina, a un público heterogéneo: psiquiatras, psicólogos, psicoterapeutas, asistentes sociales, pedagogos, actores.

Participan del proyecto muchos de los que habían trabajado en el Servicio de Psicopatología del Hospital de Lanús.

Sus métodos no son habituales en España, como lo cuenta uno de sus partícipes: grupo operativo, multiplicación dramática, otra manera de enseñar, y de aprender, otra manera de transmitir las ideas psicoanalíticas de Freud, Klein, Lacan, Pichon Rivière; en un medio ávido y acogedor" Encabezan el proyecto Norma Ferro y Hernán Kesselmán, que habían renunciado conjuntamente al Hospital Clínico de la Universidad de Buenos Aires en 1976, él a su cátedra de Psicología Médica, ella a la jefatura de Consultas Externas de Psicopatología.

Norma Ferro, hija de españoles exiliados y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, en un viaje en 1971, se relaciona con psicólogos ávidos de aprender psicoanálisis pero excluidos del Grupo Psicoanalítico de Madrid por carecer de titulación médica.

Acuerda con ellos la realización de un curso / taller de psicodrama de orientación psicoanalítica que dará durante un mes al año, para lo que viajará regularmente a España.

En 1972 ya son cuatro los grupos, y participan de ellos miembros de la Peña Retama, del Instituto de Técnicas de Grupo y Psicodrama, e incluso, miembros del Grupo Psicoanalítico de Madrid, como Carolina Zamora y Enriqueta Moreno.

En 1973 coordina un grupo de psicodrama compuesto por peluqueros, en el que se trabaja la repercusión de los conflictos subjetivos e intersubjetivos en la actividad profesional.

A partir de 1974 comienza a viajar dos veces al año para atender a una demanda creciente.

En 1976, después del golpe militar, decide emigrara a España.

Ese mismo año, Hernán Kesselman, compañero suyo en el Hospital Clínico de la Universidad de Buenos Aires, también elige Madrid como puerto de destino de su exilio. Inmediatamente contacta con psiquiatras y psicoanalistas vinculados a la reforma psiquiátrica, como Antonio Espino y Pilar de Miguel.

En 1977 edita en España "Psicoterapia Breve" , libro que había dejado de circular en Argentina después del golpe de estado.

Con este libro introduce algunas ideas novedosas, totalmente alejadas de la ortodoxia analítica: Fotobiografía, Documentos Gráficos para la Anamnesis, Autobiografía en Escenas, Encuadres Situacionales, Multirecursos interdisciplinarios; ideas que influirán en Eduardo Cabau, José Luis Marín y la Sociedad Española de Medicina y Psicología Psicosomática, importando con ellas la heterodoxia psi argentina.

Simultáneamente abre una consulta en Madrid en la que se desarrollan terapias individuales y grupales, grupos de estudio y grupos operativos; muchos de sus partícipes serán docentes, coordinadores, observadores y colaboradores de la Escuela de Psicología Social.

Pero la Escuela de Psicología Social, transplantada a un ámbito diferente, sin la tradición de psicoanálisis aplicado del argentino, no alcanza la misma repercusión; y en 1984, con las renuncias de Norma Ferro y Hernán Kesselman, acaba la experiencia.

Sus partícipes continuarán difundiendo y practicando el psicoanálisis en España.

Para la mayor parte de ellos, la psicología social sólo habrá sido un tránsito hacia un psicoanálisis más ortodoxo, otros continuarán practicando las técnicas que se desarrollaban en la escuela, y algunos continuarán sus caminos fuera del campo psicoanalítico.

El análisis en grupo y la multiplicación psicoanalítica

Paralelamente a las actividades que conducen a la fundación de la Escuela de Psicología Social, Hernán Kesselman y otros analistas desarrollan una intensa actividad que contribuye a difundir las técnicas de grupo psicoanalítico, el psicodrama y otras prácticas terapéuticas.

" En la España de los 70, las creencias instituidas en el campo "psi" y correlativas al imaginario colectivo, naturalizaban el criterio de que la psicoterapia correcta y capaz de cambiar al sujeto debía ser individual (bi-personal); aún cuando algunos grupos eran, como excepción a la regla, bastiones de resistencia y creación de producciones y difusión de creencias propias y extranjeras. Lo "personal" (…) debía estar reservado sólo para las relaciones "íntimas" (intimidad del hogar, de la amistad, del confesionario o de la consulta) y hacerlo fuera de estos ámbitos era excéntrico, anormal, para la cultura propia; aún cuando, a mediados de esa década, era bien recibido el aporte a lo grupal de algunos argentinos".

No son ellos los primeros ni los únicos en practicar y transmitir algunas de estas técnicas en la península, ya que desde muchos años antes existen los grupos psicoterapéuticos y la SEPTG (Sociedad Española de Psicoterapia de Grupos) ya ha realizado cinco symposium; pero sí en hacerlo bajo la denominación de psicoanálisis.

Esto admite dos explicaciones opuestas.

Una de ellas nos la da el propio Kesselman a propósito de su libro Psicoterapia breve: "Este libro resumía los productos de mi formación psiquiátrica con Goldenberg, mi formación psicoanalítica en la Asociación Psicoanalítica Argentina y mi formación analítica grupal con Pichon Rivière, en cuya escuela privada ejercí el profesorado de Psicología Social hasta 1976.

Mostraba (como ya lo venían haciendo Alexander y Malan, entre otros) que se podía operar con un Psicoanálisis "no elitario, no exageradamente diario y en décadas" como se usaba en nuestra formación con los psicoanalistas clásicos en Buenos Aires, y que las experiencias grupal e individual no era incompatibles (yo mismo me analicé en individual y en grupo preformado – con León Grinberg -, e integré muchos laboratorios sociales con Psicodrama y Técnicas de Acción, pero sólo antes [de ingresar] y después de egresar de la Asociación Psicoanalítica Argentina".

Para él todo intento de limitar el campo analítico, de definir qué es, y qué no es, verdadero psicoanálisis, respondería a maniobras de poder "de la IPA y los grupos lacanianos de poder internacional", para dejar de lado "a los grupalistas, psicodramatistas, sistémicos, gestálticos, bioenergicistas, y otros".

Para otros psicoanalistas, y no sólo de la IPA o de la AMP, esta dispersión del campo analítico hasta el borramiento de todo límite corre el riesgo de difuminar el auténtico sentido del término psicoanálisis, para designar con él a toda psicoterapia, con lo que el psicoanálisis perdería su especificidad.

Esto podría ejemplificarse por el absurdo con la película "El color de la noche", en la que su protagonista, encarnado por Bruce Willis, se identifica como psicoanalista conductista, lo que representa una tan manifiesta contradicción en sus términos que pocos psicoanalistas y pocos conductistas estarían dispuestos a aceptarla.

Por esa razón, para estos psicoanalistas, sería preferible que quienes se sienten inclinados a otras prácticas psicoterapéuticas utilicen otra denominación, como hicieron Adler y Jung a instancias del propio Freud.

Ya vimos con que escrupulosidad Elba Izarduy y María Luisa Siquier, entre otros psicoanalistas participantes, prefieren denominar a la técnica utilizada en su experiencia con refugiados como psicoterapia breve de objetivo limitado en un marco referencial psicoanalítico.

Por otro lado, esta es una discusión que sólo tiene sentido en Estados Unidos o en Argentina, donde el término psicoanálisis lleva añadido un cierto prestigio social; muchos sistémicos, gestálticos y bioenergicistas de otras latitudes no se consideran a sí mismos psicoanalistas.

Puesto que este artículo pretende reseñar la influencia de los psicoanalistas argentinos en España, y no la del psicoanálisis; y que aquellos que trasladaron estas prácticas desde Argentina son psicoanalistas, en la mayor parte de los casos formados conforme a las reglas de la IPA y, por lo tanto, reconocidos por ella; no pueden estar ausentes los heterodoxos.

Las técnicas grupales nacieron en Estados Unidos, pero no fueron importadas a Argentina.

El psicoanálisis de grupos argentino tiene su propia teorización (León Grinberg, Marie Langer, Emilio Rodrigué) y, en este sentido, no es heredero del norteamericano.

Su teoría y sus técnicas, así como las de psicoterapia breve, son difundidas por Rodrigué, Berlín, Kesselman, en el Instituto Psicoanalítico de Madrid (IPM) presidido por Alejandro Gallego, en Peña Retama (Marina Prado de Molina, Víctor de Dios Galocha, Carlos González), y en sus propias consultas. La avidez por "teorías y técnicas que permitan la apertura que tantos años de represión acorazaron" no se limita a Madrid.

La enseñanza y la práctica de técnicas lúdicas de acción, entrevistas operativas, maratones psicoanalíticas, laboratorios intensivos de psicoterapia institucional, etc, se extiende al Instituto Psicoanalítico de Zaragoza; el Hospital Psiquiátrico de Miraflores y diversas comunidades terapéuticas, en Sevilla; la Cátedra de José Guimón en la Universidad del País Vasco; y otros lugares de la geografía española.

De estas actividades y otras relacionadas con la psicoterapia de grupos, aparte de los ya nombrados, participan Bauleo, Caparrós, Pavlovsky, O´Donnell, Satne (en Barcelona), Susana Kesselman (bioenergética), Evans (profesora de expresión corporal), Volosin (danzoterapeuta), Sluzki (sistémico residente en Berkeley, California), y otros argentinos, en estrecha colaboración con psicoterapeutas de grupos españoles.

La EPNA: el psicoanálisis y su enseñanza

Norma Ferro funda la Escuela de Psicoanálisis de Niños y Adolescentes (EPNA), tomando como modelo los programas de la Escuela Argentina de Psicoterapia Para Graduados.

En 1981, la EPNA es reconocida por la Universidad Pontificia de Comillas, y en 1985 se incorpora como curso de pos grado (status que conserva hasta 1999).

El problema que plantea su incorporación a la Universidad es que, junto con el consecuente incremento de la demanda, está se modifica, y comienza a predominar el lógico interés de los estudiantes por puntos, créditos y títulos, algo a lo que es especialmente sensible la enseñanza psicoanalítica.

En primer lugar porque la enseñanza del psicoanálisis se concibe como el complemento del diván, no su remplazo.

Para comprender esto hay que entender que Freud realiza una ruptura tajante con la tradición psiquiátrica: borra las diferencias entre salud y enfermedad mental.

Y quizás sea éste el mayor aporte de la difusión y la socialización del psicoanálisis: si todos somos neuróticos (excepto los psicóticos y perversos), la neurosis deja de ser una enfermedad, y cualquier persona que padezca un malestar subjetivo o un sufrimiento excesivo puede consultar a un psicoanalista e iniciar una psicoterapia sin que esto lo señale como enfermo o diferente.

Si esta experiencia del inconsciente , este viaje a la búsqueda del propio deseo más allá de los condicionantes impuestos por el deseo de otros, por identificaciones con los ideales de otros, por la sumisión a mandatos superyoicos, depende del libre albedrío de cada sujeto; es imperativa para quien desea ser analista.

El psicoanalista debe ser consciente de su inconsciente para no contaminar a su paciente con la transferencia de sus propios conflictos subjetivos, con la proyección sobre él de sus propios prejuicios y deseos y, además, si no cree que él mismo puede beneficiare del psicoanálisis, ¿con qué autoridad puede ofertarlo a otros?.

Por eso, la enseñanza del psicoanálisis parte del presupuesto de que quien la recibe, excepto que lo haga sólo por una muy respetable curiosidad intelectual, simultáneamente realiza su propio análisis.

Pero esto no es siempre así en un país en el que cada santo aguanta su vela, y en el que la tradición psiquiátrica ha hecho del escritorio una frontera: de un lado de la misma está el médico, que se presupone sano; del otro, el paciente, que, por su misma presencia se asume como enfermo.

El hecho de que, por medio de su reconocimiento universitario, la enseñanza de la teoría psicoanalítica otorgue un determinado puntaje válido para las oposiciones, favorece el acceso de profesionales con formación psicoanalítica a la función pública, en la que, al menos en principio, cada profesional ejerce según arte, es decir, según sus propias convicciones y haciéndose responsable de su actividad.

Pero también favorece el acceso a esta enseñanza de jóvenes profesionales poco motivados hacia el psicoanálisis.

Esto podía tener interés en la época de la psiquiatría clásica, cuando la palabra jugaba algún papel tanto en el diagnóstico como en el tratamiento .

Hoy, cuando la psiquiatría se interesa más por la mente que por la psiquis, y más por el cerebro que por la mente, en un alejamiento de la psicología y un acercamiento progresivo a la neurología, hasta el extremo en que se confunden ambas especialidades; la formación psiquiátrica es tan heterogénea al discurso psicoanalítico que se ha vuelto impermeable a él.

Argentinos en Catalunya

Barcelona es, sin duda, la capital del psicoanálisis en España.

Ya ha sido mencionada en este artículo, sobre todo en relación a Oscar Masotta y la introducción del lacnismo en la península.

Pero, por su importancia, no parece posible concluir este texto sin alguna referencia explícita a la participación de los profesionales rioplatenses en la democratización y popularización del psicoanálisis en esta comunidad.

En Catalunya, como en otros territorios españoles, los años que van de 1973 a 1975, fueron años de movilización y crítica abierta al régimen imperante.

En lo que nos atañe, fueron años de lucha contra el sistema oficial en psiquiatría, manicomial, y su funcionamento represivo y patogeno, reproducción acentuada de los males del régimen agonizante.

Estas luchas se saldaron con la expulsión masiva de profesionales combativos de los hospitales psiquiátricos en los que la correlación de fuerzas no era particularmente revolucionaria; pero éstas expulsiones no pudieron evitar que sus víctimas se reagruparan en la creación de Centros de Higiene Mental (hoy incorporados al programa de Salud Mental del Servei Catal� de la Salut) y otros sistemas de salud mental comunitaria, sobre todo en los ayuntamientos que, una vez sobrevenida la democracia, eligieron a candidatos de la izquierda.

Estos centros se nuclean en una Coordinadora que lucha por un Sistema de Salud Mental público y gratuito.

Comienzan así los movimientos reformistas desde las mismas instituciones psiquiátricas.

Los Centres d’ Higiene Mental intentaban constituirse como servicios públicos, tanto en su financiación como respecto a la población a que estaban destinados.

Según el patrón de otros sistemas similares europeos, particularmente el italiano, pretendía articularse con otros recursos sanitarios, sociales y educativos, de la red pública.

Este movimiento, conocido como la reforma psiquiátrica, tenía como objetivos principales la recuperación de los derechos humanos para los enfermos mentales (entre ellos el derecho a la libertad de palabra, libertad que aparentemente ejercían pero que no era tal por su carencia de valor ante las autoridades del asilo y el conjunto de la sociedad), por medio del cierre de los manicomios; y el desarrollo de un sistema social de prevención.

Pero, en la práctica, y a diferencia de lo acaecido en Madrid en las mismas fechas, la reforma fue mucho más exitosa en la creación de sistemas de atención ambulatoria que en la modificación del sistema asilar.

Estos objetivos se veían facilitados por el desarrollo de los psicofármacos, medicinas que podían tanto facilitar la liberalización de los locos presos del sistema como su mantenimiento en tratamientos ambulatorios.

Pero las drogas de por sí no son suficientes para devolver el derecho a la palabra de los enfermos mentales; es necesario un sistema de pensamiento en el que esa palabra recupere su valor.

El sistema que mejor se prestaba a este fin era la psiquiatría dinámica, que no es otra cosa que la manifestación en el discurso psiquiátrico del impacto producido por el discurso psicoanalítico.

El psicoanálisis en Catalunya, como en el resto de España, era un discurso marginal, practicado por un reducido número de profesionales, en su mayor parte en la órbita de la Sociedad Española de Psicoanálisis, con un importante desarrollo intelectual e institucional interno, pero con poca o ninguna inserción en la salud mental pública ni en la enseñanza universitaria.

La hegemonía académica pertenecía a la psiquiatría biológica y la asistencia se concentraba en los grandes asilos, con escasas excepciones psicodinámicas, como la Sala de Psiquiatría del Hospital Clinic, en la que se concentraban profesionales simultáneamente interesados en la reforma psiquiátrica y en el psicoanálisis.

En esta clínica psiquiátrica, dependiente de la Facultad de Medicina, y bajo la generosa dirección de Joan Obiols, participarían de forma honoraria, como psiquiatras asistentes, muchos de los exiliados latinoaméricanos, que con esta tarea se incorporaban al medio profesional catalán y legalizaban su residencia en España.

Algunos de ellos eran psicoanalistas.

Tampoco los psicoanalistas catalanes, como los de otras latitudes, parecían en su mayor parte interesados en abandonar la comodidad de sus consultas y la seguridad de los rituales psicoanalíticos bendecidos por la Internacional.

Como manifestación de esta aseveración, un tanto audaz, podemos citar los infructuosos esfuerzos del Centro de Higiene Mental de Cornellá por conseguir asesoramiento y supervisión de psicoanalistas catalanes.

Es en ese momento cuando se produce la llegada masiva de psicoanalistas latinoamericanos en fuga de la doctrina de seguridad nacional impuesta desde Estados Unidos al Cono Sur, quienes se encuentran con una apertura institucional consecuente a la etapa pos franquista y a la apertura democrática.

Estos analistas, ya sea por convicción ideológica, por aportar una vasta experiencia de trabajo psicoanalítico en instituciones públicas y/o por su deseo y necesidad de hallar un lugar en el que inscribirse en su nueva sociedad de residencia, se ofrecían más generosamente que los psiquiatras y psicoanalistas locales, ya más instalados en sus respectivas prácticas y, por lo tanto, menos disponibles.

Suplieron así esta carencia del psicoanálisis catalán, al comprometerse en los procesos de reforma y cambio que se estaban produciendo en la psiquiatría y los sistemas de salud mental.

Los recién llegados en general no participaron directamente de la tarea asistencial, pero aportaron seminarios y grupos de estudio, supervisiones, y otras formas de transmisión de su experiencia institucional en servicios públicos a los profesionales que lideraban estos cambios.

La base para este encuentro se hallaba en su comunidad ética e ideológica con el proyecto reformador, ideología y ética que, en la mayor parte de los casos, eran causa directa de su exilio.

Es de destacar su presencia, por ejemplo, en la creación y desarrollo de un equipo comunitario de Psiquiatría y Psicología Infantil y Adolescente, dependiente de la Asamblea Local de Cruz Roja de Hospitalet de Llobregat , o en el Centre Psicoterapia Barcelona – Serveis de Salut Mental, dirigido por Josep Fabregas i Poveda.

También hubo quienes, como el Dr. Varenblit, contribuyeron como asesores a los cambios en la Salud Mental Pública, que, paradójicamente, tenía y tiene un desarrollo precario en Argentina.

En cambio, su presencia en los hospitales psiquiátricos fue escasa o poco significativa.

Pero aun más importante fue su aporte en la formación de nuevos analistas mediante el psicoanálisis personal, supervisiones, cursos y seminarios. " Indudablemente abrieron el campo teórico y práctico del psicoanálisis, especialmente de influencia lacaniana, (…), mayormente en Catalunya, donde encontró campo abonado, especialmente en multitud de psicólogos con déficit de formación y de trabajo" [en los años 70 hacen su aparición las primeras promociones de psicólogos].

"Hay que decir que, tanto por la ideología de reformular dogmas y axiomas, como por la necesidad de insertarse en la práctica privada y [para ello] facilitar el acceso de [nuevos] alumnos, profesionales y candidatos al psicoanálisis, [los psicoanalistas latinoamericanos] flexibilizaron una amplia oferta de formación y asistencia privada, lo que facilitó la divulgación, tanto en el campo cultural como en el propiamente sanitario, de la teoría y práctica psicoanalítica".

Esta divulgación no se hacia sobre un terreno virgen, ya que este estaba abonado por la SEP, que había mantenido la existencia del psicoanálisis catalán en los difíciles años del franquismo.

Pero ahora era la difusión del psicoanálisis producida por los sudamericanos la que facilitaba la apertura a la sociedad del cuerpo tradicional psicoanalítico catalán.

Toda lista de psicoanalistas argentinos y latinoamericanos que hayan contribuido a la expansión del psicoanálisis en Catalunya será forzosamente incompleta y arbitraria; pero no podemos dejar de mencionar los nombres que más se han repetido en nuestro intercambio con profesionales catalanes: Oscar Masotta, insigne francotirador de inteligencia sorprendente , introductor de la enseñanza de Lacan en Barcelona y España, y fundador de la Biblioteca Freudiana de Catalunya (hoy Biblioteca del Campo Freudiano), primer institución lacaniana en la península.

Valentín Barenblit, jefe del Servicio de Psicopatología del Hospital de Lanús hasta el golpe militar de 1976, continuó en Catalunya su compromiso con la salud mental pública desde la docencia, supervisión y asesoramiento, tanto de profesionales, equipos e instituciones, como de la propia administración.

También contribuyó a la formación de nuevos psicoanalistas desde su consulta privada y desde IPSI, institución que él fundó y de la que es director, y de cuyas actividades participan muchos profesionales que realizan labores asistenciales en la Salud Mental.

Fanny Shutt, una de las fundadoras del movimiento interno Documento que renunció colectivamente a la Asociación Psicoanalítica Argentina en 1971.

Aun sin haber trabajado directamente en servicios públicos de salud mental, colaboró con ellos desde la formación y supervisión de muchos integrantes de su personal.

María Luisa Siquier, fundadora de la Escuela de Clínica Psicoanalítica de Niños y Adolescentes, donde se formaron muchos profesionales catalanes en esa especialidad.

Guillermo Bodner, psicoanalista uruguayo, psiquiatra asistente en la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina de Barcelona, partícipe con Mª Luisa Siquier en la experiencia con refugidos en Barcelona, supervisor en Centros de Higiene Mental y Centros de Atención Primaria, y hoy presidente de la Sociedad Española de Psicoanálisis.

Leonardo Satne, de gran actividad e influencia en psicoanálisis grupal y psicodrama psicoanalítico.

Nilda Vanstein y Nélida García Márquez, psicopedagógas clínicas que participaron en la organización y desarrollo de servicios de atención infantil.

Alberto Campo, didacta en la Sociedad Espanyola de Psicoanálisis y pionero de la presencia de psicoanalistas argentinos en Catalunya.

Germán García, continuador de la obra de Masota.

Víctor Korman, Claudio Bergman, Alba Kaplan, y Benito López, son otros nombres que se han reiterado espontáneamente en el recuerdo de esos años de los colegas catalanes que han colaborado en este artículo.

A manera de conclusión

Cuando se produjo el golpe de estado en Argentina (1976) y el consecuente exilio masivo, una nueva generación de psiquiatras españoles estaba embarcada en la prodigiosa aventura de la Reforma Psiquiátrica.

La reforma hundía sus raíces en una larga tradición humanista y correspondía al espíritu de los tiempos, a las libertades democráticas recién adquiridas, a la lucha por la libertad, no sólo la propia sino también la de los otros, a la defensa de los derechos humanos. Los argentinos llegaban de otra experiencia: de una derrota de las fuerzas progresistas, del terror, del fracaso de sus proyectos vitales y profesionales que se habían visto bruscamente truncados.

Y, también, con otras necesidades: la de ganarse el pan, la de hacerse un lugar; en suma: la dura lucha por la vida, redoblada por su condición de inmigrantes recientes.

La Reforma Psiquiátrica, al abrir los manicomios y los servicios de larga estancia, no sólo deja salir a los locos, sino que permite entrar a otras corrientes distintas a la psiquiatría tradicional; y algunos psicoanalistas, entre ellos muchos argentinos y latinoamericanos, las atraviesan.

Si la participación de estos profesionales en la Reforma no es más destacada, es porque casi todos ellos eran psicoanalistas; y los psicoanalistas, en España como en otros países, no fueron los promotores del cierre de los manicomios.

Esa tarea, más política que psiquiátrica, vinculada a la lucha por los derechos humanos de los que los psicóticos se veían privados más que a una corriente científica; fue realizada por psiquiatras que habían tomado conciencia del papel policial y carcelario, más que médico, que se veían forzados a cumplir.

Algunos terminaron adhiriendo al psicoanálisis, pero esa adhesión fue contemporánea o, más habitualmente, posterior a la reforma; no previa a ella.

En lo que sí esta inmigración masiva tuvo una influencia decisiva fue en la difusión y democratización del psicoanálisis, aportando no sólo un gran número de analistas y analizantes, sino una variedad de experiencias "psi" que hasta entonces era desconocida.

En este sentido, podemos decir que los psicoanalistas argentinos y latinoamericanos contribuyeron enormemente a la expansión y divulgación del psicoanálisis en España y a su inserción en la Reforma Psiquiátrica mediante su participación en los procesos de cambio en la atención a la salud mental y en el desarrollo de instituciones, servicios sociales, educativos, de planificación familiar, judiciales y otras organizaciones.

Hoy en día somos testigos de cómo la reducción presupuestaria, el estancamiento de una oferta que no acompaña al incremento de la demanda, el traspaso de la red de Salud Mental a la gestión privada (en Catalunya), la presión de los laboratorios y el retroceso de la izquierda, favorecen la congelación de la reforma, su limitación a la sustitución de la prisión manicomial por el chaleco químico (lo que no es poco, al menos en el terreno de los derechos humanos), y, simultáneamente, la exclusión del psicoanálisis, como la de toda teoría que sostenga una ética de la palabra, de la salud pública.

La calidad de la asistencia disminuye y el desánimo se apodera de los profesionales.

Éste no es un fenómeno exclusivamente español.

"Una encuesta reciente publicada por Le Monde" [22 de diciembre de 1998] "muestra que numerosos médicos franceses, especialmente los que se ocupan de estados de urgencia, no están mejor que sus pacientes. Inquietos, desgraciados, hostigados por los laboratorios e impotentes para curar, para escuchar un dolor psíquico que los desborda cotidianamente, parecen no tener otras soluciones que responder a la demanda masiva de psicotrópicos. ¿Quién se atrevería a culparlos".

La reforma psiquiátrica es un acto inconcluso, una deuda que aun tiene la psiquiatría con la sociedad: hospitales psiquiátricos de larga estancia que perduran, algunos en condiciones deplorables, falta de una auténtica política de prevención, sobre todo en atención primaria, etc.

Es como si pasada la oleada de entusiasmo que acompañó a la transición y acompañando el giro a la derecha de la sociedad, se hubiera impuesto en la psiquiatría como en el conjunto de la sociedad aquello que Foucault llamó bio-poder, una política que pretende gobernar el cuerpo y el espíritu en nombre de una biología erigida sistema totalizador y ocupando el lugar de la religión.

Los psicoanalistas latinoamericanos, que tanto aportaron a la presencia del psicoanálisis en una reforma con la que se encontraron a su llegada, y a su expansión en la sociedad española; pasado el empuje de aquella y una vez establecidos en el país, salvo algunas excepciones, también han participado de la implosión del psicoanálisis y de su retorno a las consultas privadas, sin influencia alguna sobre la sociedad.

Agradecimientos:

No puedo concluir este artículo sin agradecer a:

JORGE ALEMAN, Escuela del Campo Freudiano de Madrid.

GUILLERMO BODNER, Presidente de la Societat Espanyola de Psicoan� lisis.

JOSEP FÀBREGAS i POVEDA, Director del Centre de Psicoter� pia Barcelona – SSM. NORMA FERRO, Escuela de Psicoanálisis de Niños y Adolescentes.

ELBA IZARDUY, Asociación Psicoanalítica Argentina.

ALFONS ICART, Director de la Fundació Orienta.

HERNÁN KESSELMAN, Sociedad Española de Psicoterapia de Grupo.

SUSANA KESSELMAN, Sociedad Española de Psicoterapia de Grupo.

JOSÉ LEAL RUBIO, Supervisor de Servicios de Salud Mental de Barcelona.

ISABEL LUZURIAGA, Asociación Psicoanalítica de Madrid.

MANINA PEYRÚ, Instituto de Psicoterapia del Niño y del adolescente.

JUAN FRANCISCO RODRÍGUEZ, Asociación Psicoanalítica de Madrid.

GABRIEL SAPOSICHI, Asociación Psicoanalítica de Madrid.

ANTONIO SOLER AGUADO, psicólogo y psicoanalista, Barcelona.

POLA TOMÁS, Asociación Psicoanalítica de Madrid.

ELINA WECHLER, Asociación Psicoanalítica de Madrid.

Y especialmente a: VALENTÍN BARENBLIT, IPSI; y VALENTÍN CORCÉS, Hospital Psiquiátrico de Madrid.

Todas estas personas han contribuido desinteresadamente con su tiempo y sus conocimientos a que yo pudiera escribir este artículo, espero no haberlos defraudado

BIBLIOGRAFÍA:

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Marina Averbach

Luis Teszkiewicz

Partes: 1, 2, 3
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