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El cine como promotor de la cultura. Un acercamiento al cine cubano


Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. Desarrollo historiográfico del cine y su carácter denotativo
  3. Dos derroteros del carácter promocional del cine
  4. Incidencia sociocultural del cine
  5. El cine cubano en la promoción de la cultura nacional
  6. Fortalezas, debilidades y desafíos del cine cubano actual
  7. Conclusiones
  8. Bibliografía
  9. Anexos

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"Es solo el conocimiento general el que puede inmunizarnos contra la venenosa marea

de banalización y hedonismo que atraviesan los indetenibles medios de comunicación".

Cintio Vitier.

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Introducción

El mundo, actualmente, atraviesa una crisis general donde los países capitalistas desarrollados controlan casi todos los mercados, este proceso se reconoce como Neoliberalismo Globalizado, dentro del cual se observan las sociedades despojadas de toda vestidura autóctona, bajo normas impuestas por el capital y la política hegemónica, que pretenden subyugar a los países en vías de desarrollo al consumismo y replegar sus valores de vida. Indiscutiblemente este proceso de intromisión globalizada, influye en la cultura, si esta se considera como el modo de vivir dentro de la sociedad, que tiene en cuenta todos los sentidos de la experiencia social, pues constituye el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y afectivos, que la caracterizan en un periodo determinado y que han sido producidos por la mente y la mano humana. "La cultura es la base y el fundamento de lo que somos" (Portugal, 2008. P. 2).

La cultura es un elemento inherente a cada integrante de la sociedad y conforma su expresión vital de la cual no puede sustraerse. La UNESCO ha definido cultura como las diferentes manifestaciones de la creatividad intelectual y artística humana, pasada y presente, las cuales, junto con los individuos y las instituciones responsables de su transmisión y renovación, constituyen lo que se considera comúnmente como el sector cultural. La Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales, reconoció la cultura como "…fundamento de la vitalidad de toda sociedad e instrumento para su conservación y renovación, así como parte integrante del desarrollo económico y social" (México, 1982).

La cultura debe estar ligada a las estructuras sociales de cada país, debe ser considerada como su expresión viva, pues es el mejor instrumento para inducir el cambio social y elevar la calidad de vida. Desde esta perspectiva, lo que interesa en primer lugar, son las diferentes expresiones de creatividad que define tanto a los artistas como a las diversas formas artísticas en un sentido amplio y contiene además, modos de vida, ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y creencias. "…se trata de llegar a la imagen audiovisual que abarca todo lo relativo a la cultura visual…" (Cebollada, 1997, p.18).

Dentro del conglomerado expresivo de la cultura, el cine incluye la realización dinámica de todas las artes, es un fenómeno cultural que contiene en sí mismo expresiones creativas de la sociedad; es un medio de comunicación social; es un arte narrativo y cuenta historias con un lenguaje propio a través de lo objetivo-subjetivo y lo concreto-abstracto; es un modo de representación y significación de realidades e imaginaciones, de expresiones y valoraciones del pensamiento, que ofrece un mundo doble, el exterior y el interior, lo cual lo convierte en una reproducción analógica de la realidad con su lenguaje de imágenes, símbolos y signos. En su complejidad expresiva contiene dos mensajes, uno denotado y otro connotado, así emite su lectura y espera una respuesta que defina su significación, porque el cine es un espejo de las sociedades que lo crean, una fábrica de realidades, un constructor de narrativas, un campo de experimentación científico-técnica, un entretenimiento y una industria cultural capaz de aportar recursos en la balanza económica de un país.

El cine enfrenta hoy un proceso de deterioro a escala universal donde lo que interesa mayormente es el entretenimiento banal que contribuye al empobrecimiento espiritual del ser humano, al reflejo de lo insustancial de la vida, a la preocupación por lo trivial y efímero que provoca exacerbación momentánea, "encocainada" y es utilizado para todo tipo de fin, desde la promoción de los últimos avances tecnológicos que incitan al comercio, hasta la sola preocupación de mercado al servicio de las sociedades edulcoradas en la frivolidad de la opulencia.

En el contexto cubano, el triunfo de la Revolución hizo posible una reestructuración radical de todos los campos sociales del país, cambios que no solo fueron formales sino que renovaron la superestructura ideológica de toda la sociedad. Dentro de estas transformaciones, la creación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) el 23 de marzo de 1959, ocupa un lugar muy importante, evidenciado en el hecho de haber sido la primera de las medidas revolucionarias tomadas en el campo artístico. "El ICAIC se situó rápidamente en la proa de las vanguardias y protagonizó lo más activo de un proceso revolucionario en pos de legítimos valores artísticos y de lograr la expresión de la nacionalidad" (Díaz y del Río, 2010, p.35).

Desde entonces la política cultural cubana ha llevado a cabo una batalla ideológica, que avala el desarrollo de la industria cinematográfica como reflejo de la cultura nacional, promotora de valores endógenos y autóctonos, pero esta expresión cinematográfica en los últimos años ha estado signada por muchas contradicciones, en su gran mayoría provocadas por el reflejo del desarrollo vertiginoso del proceso de comunicación y de los medios, inmersos en un mundo globalizado. A pesar de las diferentes investigaciones realizadas sobre la producción fílmica desde la crítica artística o desde el punto de vista estético de sus producciones, su papel como promotora de la cultura y la realidad cubana, a veces cruda, otras inquietante, es un aspecto polémico y se evade con frecuencia o simplemente se limita a la opinión individualizada de cineastas o especialistas que defienden sus teorías, particularizadas desde la propia lectura de sus propuestas.

La conciencia de que ignorar un fenómeno no lo elimina, ha provocado que se haya comenzado a jerarquizar la evaluación de la perspectiva del cine cubano desde esta dimensión, en un contexto de grandes confrontaciones ideológico-culturales como el que se vive en la actualidad, frente a determinantes tales como la política económica que provoca la industria de mercado y que ha afectado este aspecto dentro de la creación cinematográfica, con expresiones que deterioran la imagen real de la sociedad cubana. De esta manera se produce este acercamiento que persigue como objetivo valorar la incidencia del cine en la promoción de la cultura nacional y hace un acercamiento al cine cubano.

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Desarrollo historiográfico del cine y su carácter denotativo

El cine, abreviatura de cinematógrafo o cinematografía, es la técnica de proyectar fotogramas de forma rápida y sucesiva para crear la impresión de movimiento. El término designa también las salas o teatros en los cuales se proyectan las películas e implica un proceso industrial y artístico. Etimológicamente, la palabra cinematografía fue un neologismo creado a finales del siglo XIX compuesto a partir de dos palabras griegas, ???? (kiné), que significa movimiento, cinético, de la que deriva "kinesis", "cineteca", y por otro de ??afó? (grafós) que significa escritura, en este caso en imágenes. Con lo cual se intentaba definir el concepto de imagen en movimiento. "Nacido en las postrimerías del siglo XIX, el cine fue hijo de la Belle Époque. Y salió conquistador, su primera precaución: no contaminar su prestigio con el can-can, las chicas sensuales y el ajenjo, que tan mala prensa le dieron a París en una época moralista y recatada, aunque tampoco se desentendió de esos atributos. Por el momento se conformó con ser un asunto industrial. Luego se propondría reinar en el mundo de la elegancia y la frugalidad, la cara mostrable de la Belle Époque" (González, 2009, p.13).

La invención de la cámara de cine fue precedida por inventos relacionados con experimentos en el campo del movimiento y la visión. Conforme se perfeccionaba la fotografía, el siguiente paso natural sería conseguir la imagen en movimiento. Desde el zoótropo, se experimentó en todas las direcciones hasta la invención del cine. Tanto en Estados Unidos como en Europa, se animaban imágenes dibujadas a mano como forma de diversión, con dispositivos que se hicieron populares en los salones de la clase media. Ya hacia los años 20 del siglo XIX, William Henry Fox Talbot en el Reino Unido y Louis Daguerre en Francia trabajaban en un nuevo descubrimiento que posibilitaría el desarrollo del cinematógrafo: la fotografía, ya que sin este invento previo no existiría el cine. "Al principio los nombres que significaron algo en aquellos pasos adelantados, fueron los fabricantes, emprendedores pioneros que intuyeron el filón tras la oscuridad de la cámara inicialmente estática. Les entró la ambición de captarle también el pálpito a la existencia" (González, 2009, p. 26)

Hacia 1852, las fotografías comenzaron a sustituir a los dibujos en los artilugios para ver imágenes animadas. A medida que la velocidad de las emulsiones fotográficas aumentó, fue posible fotografiar un movimiento real en vez de poses fijas de ese movimiento. Hasta 1890, los científicos estaban interesados principalmente en el desarrollo de la fotografía más que en el de la cinematografía. Esto cambió cuando el antiguo inventor, y entonces ya industrial, Thomas Alva Edison construyó el Black María, un laboratorio cerca de West Orange (Nueva Jersey), que se convirtió en el lugar donde realizaba sus experimentos sobre imágenes en movimiento y en el primer estudio de cine del mundo.

Edison es considerado como el diseñador de la primera máquina de cine, el kinetoscopio, pero en realidad ni fue él el inventor ni el invento era propiamente una cámara de cine. Su ayudante, William Dickson, fue quien hizo casi todo el trabajo, a través de un sistema de engranajes, todavía empleado en las cámaras actuales, que permite que la película corra dentro de la cámara, e incluso fue él quien por vez primera logró en 1889 una rudimentaria imagen con sonido. El kinetoscopio, patentado por Edison en 1891, tenía unos 15 metros de película en un bucle interminable que el espectador (individual) tenía que ver a través de una pantalla de aumento. El artefacto, funcionaba cuando se depositaba una moneda, no puede considerarse por tanto un espectáculo público y quedó como una curiosidad de salón que en 1894 se veía en Nueva York, y antes de finalizar ese año, en Londres, Berlín y París. Los experimentos sobre la proyección de imágenes en movimiento visibles para más de un espectador se desarrollaron simultáneamente en Estados Unidos y en Europa. "El paso de los días unió a aquellos, los nombres de creadores artísticos en un sentido más exacto. Coincidieron ambos orígenes y fue el caso de los hermanos Louis y Auguste Lumiere, fabricantes de productos fotográficos. No se conformaron con las excelentes instantáneas que sacaban luego de organizar el conjunto con gran sentido de composición y encuadre" (González, 2009, p. 26).

En Francia, a pesar de no contar con la gran infraestructura industrial de Edison, los hermanos Louis y Auguste Lumière llevaron el cinematógrafo, invento que era al tiempo cámara, copiadora y proyector, y que es el primer aparato que se puede calificar auténticamente de cine, por lo que la fecha de su presentación pública, el 28 de diciembre de 1895, y el nombre de los inventores son los que han quedado reconocidos universalmente como los iniciadores de la Historia del cine. "El cine nació para hacer realidad 20 000 años de ilusión" (Cebollada, 1997, p. 61). La historia del cine comienza el 28 de diciembre de 1895, "…año de los nacimientos del cine…" (Cebollada, 1997, p. 63), fecha en la que los hermanos Lumière proyectaron públicamente la salida de obreros de una fábrica francesa en Lyon, la demolición de un muro, la llegada de un tren y un barco al salir del puerto, olas que rompían en la orilla del mar y un jardinero que regaba el césped. Uno de sus cortometrajes más efectistas para demostrar las posibilidades del nuevo invento fue el que mostraba a un tren correo que avanzaba hacia el espectador, lo que causaba gran impresión en el público asistente.

En un año los hermanos Lumière creaban más de 500 películas, marcadas por la ausencia de actores y los decorados naturales, la brevedad, la escasez de montaje y la posición fija de la cámara. Pero los espectadores acabaron aburridos por lo monótono de las tomas. Y fue George Méliès quien profundizó por primera vez en el hecho de contar historias ficticias y quien comenzó a desarrollar las nuevas técnicas cinematográficas, sobre todo en 1902, "Viaje a la luna" y en 1904, "Viaje a través de lo imposible", con la técnica teatral ante la cámara, se creaban los primeros efectos especiales y la ciencia-ficción filmada. A partir de entonces la cinematografía no hizo más que mejorar (Cebollada, 1997).

Al principio el cine era mudo. Los textos pasaban escritos, en lo que se llamaban intertítulos, un piano, si lo había, acompañaba la proyección. Aun así, fue un gran éxito. Cuando a comienzos de la década de 1930 se hizo sonoro, las salas de cine se multiplicaron en todo el mundo. Se convirtió en el principal espectáculo. Además de las películas musicales y de los géneros anteriores, se hicieron varios melodramas y dibujos animados. Mientras que el cine producido en el estudio de Edison era más teatral (por la presencia de números circenses, bailarinas y actores dramáticos que actuaban para las cámaras) el equipamiento elemental ya había sido estandarizado según el modelo del cinematógrafo de los hermanos Lumière y las películas se comenzaron a comercializar a escala internacional. El éxito de este invento fue inmediato, no solo en Francia, sino también en toda Europa y América del Norte (Agramonte, 1966).

Debido a esta diversidad de películas y a la libertad de creación, es difícil definir lo que es el cine, sin embargo, las creaciones cinematográficas que se ocupan de la narrativa, montaje, guionismo y que en la mayoría de los casos consideran al director como el verdadero autor, son consideradas manifestaciones artísticas o cine arte (cine de arte), mientras que la creación documental o periodística se clasifica según su género. A pesar de esto y por la participación en documentales y filmes periodísticos de personal con visión propia, única y posiblemente artística (directores, fotógrafos y camarógrafos, entre otros), la madeja cinematográfica se ha desarrollado vertiginosamente en los países latinoamericanos (Anexo 1).

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Dos derroteros del carácter promocional del cine

  • 1. LA PROMOCIÓN CULTURAL.

Necesariamente al abordar el concepto de cultura se debe partir del concepto genérico de sociedad, no como cuerpo social, ni como el conjunto de personas que coexisten para formar el género humano, ni como uno u otro tipo específico de agrupación humana, sino desde su esencia. En las Tesis VI sobre Feuerbach, Carlos Marx (1973, p.98), señala que "…la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad el conjunto de las relaciones sociales". En su carta a Pavel Annenkov del 28 de diciembre de 1846, respondía a la interrogante de su amigo sobre ¿qué es la sociedad?: "Cualquiera que sea su forma, es el producto de la acción recíproca de los hombres" (Marx, 1973, p. 67).

Es decir, la sociedad es expresada como relaciones entre los hombres o como el sistema de relaciones que establecen los seres humanos entre sí, en cualquiera de las dimensiones de su actividad, la cual es entendida como forma de existencia de la realidad social que se manifiesta de manera práctica, cognoscitiva, valorativa y comunicativa, en las diferentes esferas de la sociedad: económicas, políticas y socioculturales, en general, con todo lo que cada una de ellas encierra. El antropólogo argentino, Néstor García Canclini en Las culturas populares en el capitalismo, analizó que las relaciones sociales "…son también relaciones de significación" (García, 1982, p.35). Por tanto, a lo largo del desarrollo histórico de la humanidad las relaciones sociales han sido y son relaciones de significación, esencialmente culturales, en condiciones concretas de manifestación, ya que desde las relaciones personales que establecen unos individuos con otros, siempre serán portadores de este tipo de relaciones en su espacio social, con significados comunes y diferentes.

Por lo tanto es necesario conceptualizar cultura, término que ha variado a lo largo de los siglos. Su uso actual designa el conjunto total de las prácticas humanas, de modo que incluye las prácticas económicas, políticas, científicas, jurídicas, religiosas, discursivas, comunicativas y sociales en general. La cultura como un elemento inherente a cada integrante de la sociedad, conforma su expresión vital de la cual no puede sustraerse. "…es todo lo que existe en el mundo y que ha sido producido por la mente y la mano humana" (Portugal, 2008, p. 2).

La UNESCO utiliza el concepto de cultura tomados en varios niveles de interrelación. Primeramente la reconoce como las diferentes manifestaciones de la creatividad intelectual y artística humana, pasada y presente, que junto con los individuos y las instituciones responsables de su transmisión y renovación, constituyen un ámbito de política diferenciado. En este ámbito, interesa en primer lugar las diferentes expresiones de creatividad y la definición, tanto de los artistas como de las formas artísticas en un sentido amplio. Por otra parte, considera la cultura como un acervo de recursos en los que los individuos y las comunidades pueden buscar inspiración y orientación, coincide con la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo (2005) en entender la cultura como la "forma de vivir juntos", como los valores integradores que constituyen una fuente intrínseca de motivación y energía individuales y sociales, imprescindibles en la sociedad donde se recogen las potencialidades creativas de sus integrantes.

En la Reunión de Expertos de la UNESCO de la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales de América Latina y el Caribe (1976) se planteó: "La cultura no debe seguir siendo tratada como superestructura, desligada de las condiciones materiales y de las estructuras sociales de cada país y de la región en su conjunto, sino debe considerársele como la expresión más viva de estas condiciones. La cultura, además de un bien que tiene valor "per se", es el mejor instrumento para inducir el cambio social y elevar la calidad de vida." (Yanes, 2009, p. 21). Este planteamiento, resulta altamente significativo y visionario, porque introduce en la teoría que cultura contiene un elemento de vital importancia, sobre todo en la actualidad, el cambio social que advierte así el papel activo de la cultura en el desarrollo. Seis años después, en la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales se reconoce "…la cultura como fundamento de la vitalidad de toda sociedad e instrumento para su conservación y renovación, así como parte integrante del desarrollo económico y social" (México, 1982).

Ciertamente el ámbito de la cultura es un ámbito de creación, goce, relación, comunicación e integración, pero es, también, un ámbito de conflicto. Los modos de aparición y de discurso de muchos conflictos hoy en el mundo, son en claves culturales, ya se trate de conflictos entre civilizaciones, entre países, entre géneros o entre grupos sociales. Precisamente se debe a que la cultura es un proceso de construcción de sentidos donde la gente participa activamente, no es un conjunto de significados preformados de antemano e impuestos. "Toda la cultura es, en cierta medida, consecuencia del incesante movimiento de los pueblos, que de un lado a otro de la tierra han ido combinándose y creando valores artísticos, literarios, ideológicos, etc." (Hart, 2007, p. 6). Esta libertad de construir sentidos que se adecuen a los propios intereses está circunscrita por otra libertad en la sociedad, particularidad que tiene lugar cuando las distintas subculturas pueden activar conjuntos de sentidos a partir de él e insertar estos sentidos en sus experiencias culturales diarias, al tomar los significantes producidos masivamente y los usan para articular y poner en circulación significados subculturales, pues una cultura se define por la habilidad de aprender de sus subculturas, sin ser destruida por ellas y sin destruirlas (Álvarez, 2001).

De esta manera el Estado asigna recursos a la cultura a través de distintas modalidades, tales como los presupuestos corrientes y las asignaciones puntuales desde la reserva central del país, en las estructuras territoriales provinciales y municipales que disponen de recursos respectivos para representar los mayores montos dedicados a la creación y el consumo cultural, desde el Estado, y en última instancia para promocionar los valores culturales atesorados por la propia sociedad. La promoción está conformada por el conjunto de actividades cuyo objetivo es dar a conocer algo o incrementar sus ventas, proceso utilizado para incentivar a un comprador potencial, es una de las principales técnicas utilizadas para la comercialización de productos que suele realizarse mediante el contacto directo entre el vendedor y el comprador, donde la presentación del producto se hace de tal manera que pueda convencer de lo absolutamente necesario que sería su adquisición. Para lograr esto hay que procurar una comunicación recíproca entre el vendedor y el posible comprador.

Toda acción promocional puede llegar a convertirse en alternativa favorable para alcanzar desarrollo en una nación, por lo que se constituye en un movimiento social complejo por la diversidad de elementos constitutivos, entre los que se encuentran: objetivo de la promoción; objeto o contenido que se desea promover; demanda; contexto; públicos a conquistar; necesidades a suplir; medición de los resultados; participantes en la construcción de la imagen renovada y valorada por otros. En tanto promover es provocar una acción puntual, un efecto y una respuesta del público a corto plazo para transformar y enriquecer favorablemente la realidad, un promotor puede ser un individuo, una institución, un sector corporativo, una industria, un centro o un mecanismo, que pueda llevar esta tarea de forma efectiva en bien del producto de interés promocional en cualquier constructo social que se determine.

En el campo de la cultura este mecanismo confiere ciertos aciertos porque en este caso el hombre es portador de la cultura, cuyo campo se corresponde con la conciencia de motivar hacia la participación activa en los procesos culturales, lograr una disposición favorable respecto a su ámbito expresivo, procurar el mejoramiento de la calidad de vida y la preservación de los valores que atesora como patrimonio, desde una posición de futuro. De esta manera se asume el concepto de promoción cultural dado por la Dra. Aida Martín Rodríguez en su artículo Entorno a la Promoción Artística: "…es un conjunto de acciones que desde diversas demandas contextuales se instrumentan en aras de viabilizar el desarrollo cultural de individuos, grupos y comunidades…considerando sus vínculos con elementos tales como la creación, la divulgación, la participación, el público y la labor de las instituciones culturales". (Martín, 1999, p. 1).

Es un proceso en el que interviene la oferta y la demanda como dinamizadores y donde son considerados tanto los resultados como el mecanismo de inducción de los consumidores a la adquisición del producto. Está estrechamente vinculado a la publicidad, los servicios de producción, los precios y la distribución, esta última signada por incentivos materiales para los productores y la competitividad entre ellos. Su producto es auténticamente cultural y se toma en cuenta la finalidad del recurso, el conocimiento que estructura, el disfrute de los receptores, la participación y la valoración de los resultados. "La promoción cultural es un sistema de acciones dirigidas a impulsar la relación activa entre la población y la cultura para alcanzar niveles de desarrollo superiores en ambas" (ibíd., p. 5). Incluye acciones de animación, investigación, comercialización, producción industrial de bienes culturales, conservación, rescate y revitalización de valores culturales, enseñanza y capacitación. Es un proceso de comunicación en sí mismo, se retroalimenta con el impacto de los diferentes mensajes en los receptores.

Una fuente promocional está constituida por los medios de comunicación, entre los que se encuentra el cine, con un modo de participación activa en la circulación de sentidos, no es un fin en sí mismo, sino una manera de participar activamente en el proceso de producción y circulación de sentido que constituye la cultura, pues la cinematografía descansa en fuentes de información actualizadas que le permite tomar decisiones en el ámbito económico y político, al disponer de indicadores comparativos. Los análisis anteriores pueden ayudar a revelar el modo en que el cine sirve como arena de la lucha por el sentido que promociona, se considera como una parte de la experiencia cultural total de los espectadores. Esto significa que los sentidos son siempre leídos en el contexto de la experiencia cultural donde participa el hombre como ente social, espectador, público y promotor activo de la propuesta cinematográfica. Como cualquier otra industria, el cine como el audiovisual requiere de nichos teóricos apropiados para su desarrollo y sostenibilidad, precisamente por la carga promocional que representa para una localidad, una región o un país.

  • 2. EL ESPECTADOR.

El cine corresponde a modificaciones de hondo alcance en el aparato perceptivo, permite su enriquecimiento pues aporta conocimientos al ofrecer diferentes maneras de ver la realidad y hasta la más sórdida cotidianidad diversificada en la dinámica de sus décimas de segundo, hace saltar el mundo de las casas, las fábricas, las oficinas y propugna su valor de exhibición. "Como medio de comunicación y de cultura, la imagen exige que se le vea con una mirada especial, fruto de una educación que la comprenda en su esencia y en sus formas, que son muchas, y que se pueden extender hasta llegar a la percepción subliminal, en la que sus elementos pueden actuar sobre el espectador sin que se dé cuenta de ellos, porque ni los ve, ni los oye de manera consciente" (Cebollada, 1997, p.18-19)

El paradigma es la cámara fotográfica o cinematográfica que busca la distancia y borra distancias, con dos maneras bien diferentes de recepción: la del recogimiento y la de la dispersión, cuyos dispositivos están en la dispersión, la imagen múltiple y el montaje. El espectador de cine se vuelve experto, pero de un tipo nuevo de percepción en el que no se oponen sino que se conjugan la actitud crítica y el goce. Para seguir el argumento del filme, el espectador debe ir tan rápido que no puede pensar y como está dado en las imágenes, el filme no deja a la fantasía, ni al pensamiento de los espectadores, posibilidad alguna en la que puedan moverse por su propia cuenta, con lo cual los adiestra para identificarlo inmediatamente con la realidad.

El cine como medio de difusión masiva, es capaz de aglutinar a cientos de personas en el mundo entero de diferentes culturas, creencias, razas e intelecto; muestra un producto artístico con una marcada carga simbólica permeada de un sinnúmeros de estereotipos en los cuales los espectadores pueden sentirse identificados y pueden crear una imagen real o falseada de determinada sociedad. "Espectador es un hombre que mira. Specto es mirar, examinar y según Plauto, considerar atentamente…" (Cebollada, 1997, p. 172). A través de las películas y sus personajes, los espectadores conforman una imagen general acerca de determinadas conductas y actitudes ante los problemas sociales y la vida. El público se siente identificado con los personajes, quienes llevan la carga emocional del filme y que el director construye a partir de sus inquietudes, interrogantes, aciertos y vivencias de una realidad, en ocasiones, diseñada por estereotipos sociales muy distantes de representarla y configurarla con una visión diferente de la idiosincrasia nacional.

El cine cubano, por supuesto, también se encuentra matizado por este fenómeno seguido regularmente por una línea estética del proceso receptivo, pues el espectador no asume necesariamente un papel de receptor pasivo, su actividad se lleva a cabo de distintas maneras. Mentalmente, se enrolan en una secuencia interactiva que implica diversos grados de involucramiento y procesamiento del contenido expuesto. "Esta secuencia comienza con la atención, pasa por la comprensión, la selección, la valoración de lo percibido, su almacenamiento e integración con informaciones anteriores y, finalmente, se realiza una apropiación y una producción de sentido". (Orozco, 1991, p. 154).

La secuencia puede también realizarse de distintas maneras y a ritmos diferentes. A veces la selección o la comprensión de lo que se mira en la pantalla son los esfuerzos mentales que definen el curso posterior de la interacción del espectador con la puesta y con su realidad. A veces, la rapidez de presentación de la información que conlleva la propuesta acelera el ritmo de su percepción y puede disminuir la posibilidad de distanciarse de lo percibido. Sin embargo, lo más importante no es tanto con qué actividad mental comienza la secuencia o a qué ritmo se realiza el procesamiento informativo, sino el hecho de que las distintas actividades que la conforman no implican un mero procesamiento mecánico de la información, sino que involucran un proceso fundamentalmente sociocultural.

La razón principal es que la secuencia de actividades mentales conlleva una serie de asociaciones de contenido y contextuales entre la información transmitida por la pantalla y la información previamente asimilada en la mente del espectador, que no se enfrenta a la pantalla vacío de ideas, emociones, historia y expectativas, pero que es guiada por un guión que define secuencias específicas para la acción y para el discurso, en un escenario social y en un momento determinado y que en última instancia le permiten saber qué hacer en situaciones semejantes. La importancia de la situación y del mero momento de estar frente a la pantalla, refiere que el proceso de recepción no se circunscribe a ese lapso de tiempo. La interacción entre el espectador y el cine comienza antes de llegar a la sala oscura y no concluye una vez que este esté encendida, no son necesariamente actos aislados, individuales, sino que responden a patrones para ver cine, que son a su vez prácticas para pasar el tiempo libre, realizadas diferencial y sistemáticamente por segmentos de la población.

En el decir de Reynaldo González (2009, p. 207), "Ya sé que la oscuridad acompaña al cine, pero están exagerando…". Por lo tanto su significación es altamente social en la medida en que cada miembro del público es partícipe de una cultura determinada y está sujeto a una serie de mediaciones. De esta manera el proceso de recepción sale del lugar donde se expone la propuesta y circula en los otros escenarios. En todos estos escenarios el proceso de recepción está mediado tanto por las nuevas situaciones como por los agentes e instituciones involucrados. Un primer escenario donde transcurre el proceso de recepción es el hogar, la familia constituye una mediación institucional, es el grupo natural para ver cine. En este sentido constituye una primera "comunidad" de apropiación del contenido. Otro escenario es la comunidad donde se da una negociación entre los espectadores y la pantalla y entre los distintos.

Un lugar factible a la interacción es la escuela, constituye una mediación institucional también en el sentido de que tienen su propia esfera de significación, como consecuencia de su particular historicidad e institucionalidad, desde donde otorgan relevancia a la selección y legitiman su presentación en los escenarios sociales que involucra una serie de conocimientos y orientaciones sancionadas socialmente como adecuados. Un último escenario es el centro laboral, donde interviene una cantidad diversa de postulaciones y cobra vida los lenguajes interpretativos como un arcoíris semántico (Charles y Orozco, 1990).

La cosmovisión suministra, de hecho, referentes importantes para la postura de un sujeto cuando está frente a cada uno de estos escenarios, en los cuales son determinantes: los referentes culturales, el género, el nivel intelectual, la concepción del mundo, los intereses, la posición social, el origen social y geográfico, estrato socioeconómico, el lugar de residencia, la etnia, las capacidades perceptivas, la edad, los gustos y preferencias, el acceso a los medios, entre otros que constituyen mediaciones de referencias importantes en la interacción con el cine. "La producción de sentido que realiza el espectador, depende entonces de la particular combinación de mediaciones en su proceso de recepción que a su vez, depende de los componentes y recursos de legitimación a través de los cuales se realizan cada una de las mediaciones" (Orozco, 1991, p. 123).

A veces estas mediaciones se refuerzan mutuamente y comparten percepciones y aspiraciones, otras veces se neutralizan o diferencian por sus esferas de significación y su sentido, que paradójicamente se posiciona en la pantalla, en el aquí y ahora, así invade los espacios de intimidad, en un intercambio personal, íntimo, entre el filme y el espectador, donde las posibilidades generales de emisión se circunscriben a las habilidades apreciativas del receptor. En última instancia, el cine reúne grandes cantidades de masas. Millones y millones de personas visitan los cines diariamente, en forma simultánea, en diferentes lugares del mundo, donde se entrecruzan todas las categorías sociales como una masa heterogénea, cuyo único rasgo común es el de no pertenecer a una clase o cultura uniforme, solo ser espectadores que buscan un motivo para comparar su cosmovisión y un correlato de vida.

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Incidencia sociocultural del cine

El séptimo arte es un tema muy atrayente para todos los estudiosos de la cultura y amantes de la creación en general. Nada ha podido impedir que el cine constituya una pasión de miles de seguidores, los cuales llenan las grandes salas de estos espacios en el mundo. Aún es un gran misterio, para los seguidores de las cintas de 35mm, el saber qué hay más allá de una buena actuación, de un buen vestuario, de una buena música y de una superproducción. El cine es un medio de comunicación sin artificios, popular, que hace una llamada directa a las amplias masas, marca las etapas sucesivas en la democratización del arte y la gradual pérdida del carácter de fiesta que representaba, lo cual significa el primer intento desde el comienzo de la civilización individualista moderna, de producir arte para un público de masas como un poderoso y sugestivo medio de expresión artística y vehículo de popularización de las ideas.

"Toda persona humana tiene derecho a: participar en la vida cultural de la comunidad (Declaración Americana); tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad (Declaración Universal); participar en la vida cultural (Pacto Internacional); participar en la vida cultural y artística de la comunidad (Protocolo de San Salvador) y participar libremente en la vida cultural de su comunidad (Carta Africana)" (Cebollada, 1997, p. 123).

La democratización de la cultura brinda la oportunidad de que todos los seres humanos tengan acceso a ella, con una participación efectiva en su desarrollo y en la determinación de sus necesidades e intereses. Por las razones ya expuestas con anterioridad una institución que se dedique al cine supera sus límites por la relevancia significativa dentro de una sociedad inmersa en transformaciones radicales. Los cambios económicos traen como consecuencia ciertas modificaciones de las imágenes que unas sociedades tienen de ellas mismas y de las demás, lo cual condiciona la disposición y las dificultades de los intercambios económicos. A ello se agrega la internacionalización de la producción cultural y sus desafíos, entre los que se encuentra la necesidad de diseñar políticas que promuevan la producción y la comercialización de la cultura más allá de las fronteras nacionales. "La democracia participativa (…) concibe la coexistencia de múltiples culturas en una misma sociedad, propicia su desarrollo autónomo y relaciones igualitarias de participación de cada individuo en cada cultura y de cada cultura respecto de las demás…" (Sarlo, 1999, p .63).

La industria del cine y el conjunto de su cultura, constituye un importante campo de inversión, circulación de capital y generación de empleos para una sociedad. En los países latinoamericanos se ha perdido la capacidad de producción endógena, esto se debe a la estructura oligopolista (concentración de la oferta de un sector industrial o comercial en un reducido número de empresas) de la producción de la cultura, que proporciona al mundo anglosajón, Estados Unidos principalmente, los mayores beneficios y convierten el mercado cinematográfico en un oligopsonio (situación comercial en que es muy reducido el número de compradores de determinado producto o servicio) además de la reducción de las inversiones estatales en América Latina, la transnacionalización de los medios y la expansión del consumo en una franja muy estrecha de la población.

Una pequeñísima parte de la producción de cine latinoamericano se halla en video. La producción endógena es subdesarrollada para los medios electrónicos, pero no en el consumo audiovisual. En América Latina la producción de películas ha decaído en Argentina, Brasil y México y es poco significativa en otros países. Aún peor es lo que sucede en la exportación. "Existe una asimetría entre la producción propia y un consumo elevado que se manifiesta como una baja representación en las pantallas de las culturas nacionales o latinoamericanas y una enorme presencia de entretenimientos e información originados en Estados Unidos" (González, 1989, p.56). Este desnivel no es igual en todas las sociedades. Deben distinguirse los países exportadores e importadores. Solo Brasil y México se encuentran incorporados a la economía global de bienes culturales y son sedes de gigantes del audiovisual como Red Globo y Televisa, respectivamente. Unos pocos países son incipientemente exportadores: Argentina, Venezuela y en menor medida Colombia, Chile y Perú, porque tienen una situación ambigua, por un lado buscan mercados para su producción cultural y por el otro, tienen que defenderse frente a la penetración, ya no sólo de las empresas extra-regionales, sino de las propias transnacionales latinoamericanas como Televisa.

En el resto de los países, netamente importadores, la casi totalidad de los mensajes proceden de Estados Unidos. Aunque aún se cuenta con una mayor producción propia, como en la televisión brasileña, mexicana y argentina, más del 70% de las películas y series son importadas de Estados Unidos y los programas de este país ocupan más del 50% de las presentaciones. La producción nacional se dedica sobre todo a noticiarios, por lo tanto es la franja más cercana a los intereses cotidianos del público, los programas de entretenimiento presentan una composición importada en su totalidad (García, 1996). El desequilibrio entre la débil producción endógena y el consumo crecientemente de importaciones se acentúa en la medida en que los medios masivos de comunicación, entre ellos el cine, se integran a un proceso de concentración tecnológica que procura la reorganización monopólica de los mercados, subordinados a los circuitos nacionales y a sistemas transnacionalizados de producción y comercialización. "Las exportaciones de la industria audiovisual constituyen el segundo rubro en ingresos por exportaciones de la economía norteamericana, luego de la industria aeroespacial…la producción de equipamientos culturales y de entretenimiento creció en forma impresionante desde los años 70, constituyendo un mercado de bienes simbólicos tan significativo como el de otros productos" (García, 1999, p. 69).

Partes: 1, 2, 3
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