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Valoración clínica retrospectiva de José Martí y Pérez

Enviado por ecordero


    1. Objetivos
    2. Materiales y métodos
    3. Desarrollo
    4. Conclusiones
    5. Bibliografía

    Introducción

    José Martí es, sin lugar a dudas, la figura histórica cubana más extensamente estudiada desde los más diversos aspectos.

    Todos lo recordamos como el luchador incansable que llegó con su pluma hasta los más recónditos parajes, el amigo sin límites, el amante apasionado, el férreo patriota que organizó la Guerra Necesaria, el autor de La Edad de Oro, el autor intelectual del Moncada, en fin, como un hombre íntegro que admiramos y respetamos.

    Sin embargo, hay un tema de su vida de vital importancia, fundamentalmente para nosotros, futuros profesionales de la salud, del que prácticamente se desconoce, y es el referente a las patologías que padeció nuestro Apóstol.

    Con la presente investigación, aspiramos incentivar en nuestros colegas el deseo de continuar profundizando en este vasto y apasionante apartado de su vida.

    Motivó la realización de la presente investigación el desconocimiento generalizado que existe en nuestro sector de la salud sobre este tema.

    Objetivo General

    • Incrementar los conocimientos acerca del estado de salud de José Martí, nuestro Héroe Nacional.

    Objetivos específicos

    • Realizar un análisis clínico sobre las patologías que sufrió José Martí a lo largo de su vida.
    • Evidenciar cómo limitó el estado de salud del Apóstol su participación en las gestas independentistas de Cuba.
    • Dar a conocer cómo José Martí antepuso a las alteraciones orgánicas que padecía, su firme voluntad de liberar a Cuba del yugo colonial.

    Materiales y métodos

    En el presente trabajo se empleó el método de revisión bibliográfica. Además el de análisis y síntesis, así como los métodos histórico y lógico.

    Los materiales empleados fueron la bibliografía consultada y la información recibida de expertos en el tema.

    Desarrollo

    José Martí era de constitución física débil, aunque en su vida sacaba fuerzas extraordinarias para poder realizar la misión que su supremo ideal le imponía: la libertad de Cuba. Su salud comenzó a sufrir las alteraciones orgánicas desde su prisión en las Canteras de San Lázaro. En su cuerpo juvenil quedó grabado permanentemente la huella de la injusticia humana y de ese mal siempre sufrió Martí a través de todos los tiempos.2

    En el presidio, las condiciones de vida eran inhumanas, ni el más robusto de los hombres era capaz de soportar tanta crueldad; como el propio Martí citara en el documento "El presidio Político en Cuba", publicado en 1871, durante su primera deportación a España, tenían que trabajar 12 horas al día, con el agua a la cintura, el pico en la mano y el grillo en los pies, azotados por el brigada (persona encargada de hacerlos trabajar bajo cualquier circunstancia) que disfrutaba con el continuo chasquido del palo en las carnes de los prisioneros, y cuando alguno de ellos caía en tierra desmayado, era arrojado a un recodo estrechísimo donde las moles de piedra descendían frecuentemente, poniendo en peligro su vida, y entonces el brigada, para cerciorarse de la certeza del desmayo, lo comprobaba a puntapiés.

    No obstante, en este trabajo el Apóstol no plasmó directamente su propio dolor, reflejándolo de forma solapada, al referirse al de los demás prisioneros, pues consideraba que su sufrimiento palidecía ante el ajeno: " ¿A qué hablar de mí mismo, ahora que hablo de sufrimientos, si otros han sufrido más que yo? Cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo para llorar lágrimas?". Y así describió las extensas y sangrantes llagas en la espalda de uno de sus compañeros, el viejo Nicolás, lo que hace pensar al lector la intensidad de sus propias lesiones. Únicamente escribió sobre sí mismo en la obra para hacer alusión al día tan amargo en que recibió la visita de su padre: "(…) y yo procuraba ocultarle las grietas de mi cuerpo, y él colocarme unas almohadillas de mi madre para evitar el roce de los grillos, y vio al fin, un día después de haberme visto paseando en los salones de la cárcel, aquellas aberturas purulentas, aquellos miembros estrujados, aquella mezcla de sangre y polvo, de materia y fango, sobre que me hacían apoyar el cuerpo, y correr, y correr!".16

    Es preciso señalar que Martí, a pesar de estar en contacto con enfermedades altamente contagiosas, como la viruela y el cólera en el presidio, unido a las condiciones favorables del mismo para el desarrollo de patologías infecciosas, no hay evidencia alguna de que las haya padecido, lo cual nos hace pensar en la integridad de su sistema inmunológico hasta ese momento.

    Indiscutiblemente el Presidio le dejó secuelas físicas y psicológicas que influirían en su salud por el resto de su vida.

    Después de sufrir prisión en las canteras de San Lázaro y confinamiento en Isla de Pinos, es desterrado a España. Llega Martí a Madrid en febrero de 1871, se hospeda en un modestísimo cuarto de casa de huésped situada en la calle Desengaños No.10 y logra como único sostén económico el que le proporcionaban unas clases que daba a los hijos de don Leandro Álvarez Torrijos y a los de la señora Barbarita Echevarría, cubana, viuda del general español Raveret, en cuya casa fue acogido con muestras de verdadero cariño y admiración.

    Desde un principio entra en contacto con su antiguo amigo y compañero de actividades revolucionarias en La Habana, el estudiante de medicina, Carlos Sauvalle y Blaín, de acomodada familia, quien por sus inquietudes políticas había sido deportado a España y puesto casa en Madrid.

    La amistad entre ambos desterrados llegó a estrecharse tanto que Sauvelle trató en varias ocasiones de hacer que Martí se trasladara a su casa, pues se había convertido en un ideal secretario y verdadero enfermero de su quebrantada salud y fue él quien llevó a su lecho de enfermo al cirujano cubano, Dr. Hilario Candela, después notable catedrático de obstetricia de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid, quien en unión del doctor Gómez Pamo, lo intervino quirúrgicamente en dos oportunidades en esta época, de un sarcocele o tumor sólido del testículo, producto de su estancia en las canteras, por el rozamiento de las cadenas en la ingle, afección que con frecuencia era muy dolorosa. Sin embargo, los procederes quirúrgicos del Dr. Candela –según deducciones por apuntes históricos- consistían en punciones o cistoscopias, lo que conducía a mejorías, pero no a la curación definitiva, por lo que no curó del todo y lamentablemente lo acompañó durante el resto de su existencia. Además existen algunos indicios que nos hacen pensar que hubo una tercera intervención quirúrgica. Otro médico amigo de Manuel Mercado, en México, le practicó una exéresis del testículo mediante intervención quirúrgica, lo que se comprueba en la autopsia realizada por Pedro Valencia a Martí.

    El mayor desarrollo en esta rama en aquel entonces se encontraba en Francia y su operación fue realizada en Madrid, alejada de toda influencia del adelanto.

    En noviembre de 1871, al ocurrir la recaída de esta dolencia, Sauvelle logró llevar para su casa a Martí y le costeó la intervención quirúrgica.

    Otro de sus íntimos amigos, el entonces estudiante de medicina Manuel Fraga Leiro, que años más tarde sería miembro fundador de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana (1879) y después médico y farmacéutico emigrado en Cayo Hueso durante la guerra independentista de 1895, quiso que Martí conociera al joven patriota puertorriqueño y también estudiante de medicina Manuel Zeno Gandía.

    Al ocurrir la presentación y extender la mano al puertorriqueño, lo detuvo el cubano con estas palabras:

    "Un momento… como usted no me conoce es preciso que sepa usted antes, si un hombre ultrajado, que no ha tomado todavía la revancha de las injurias sufridas, es digno de que se le estreche su mano… Quiero que el señor aprecie por sí mismo las injurias" –y llevándolo a un portal de escasa luz, próximo al lugar, se quitó la chaqueta y con rápido ademán mostró su espalda desnuda. Había en ella una terrible cicatriz que oblicuamente la abarcaba toda, dejando ver la huella cárdena de un latigazo que debió, al producirse, formar una úlcera.

    En diciembre de 1872, en busca de un medio ambiente más saludable y económico que les permitiera terminar sus estudios y mejorar su estado de salud, se trasladan Martí y Fermín Valdés Domínguez a Zaragoza..

    Juan Santos Fernández, quien llegó a ser una de las figuras más importantes de la medicina cubana, oftalmólogo de renombre internacional, cuya bibliografía activa, que pasa de los mil títulos, es una de las más numerosas de las ciencias de habla hispana, conoció a Martí en sus días de estudiante en Madrid, y a pesar de sus ideas conservadoras e integristas, sintió por el Maestro una admiración y un cariño que no lograron disminuir ni el tiempo ni la separación.

    Cuando Martí estuvo en La Habana secretamente (usó en el pasaporte sus segundos nombre y apellido), de enero a febrero de 1877, visitó en dos ocasiones a Santos Fernández en su consulta de Neptuno No.62. Por su "Libro de anotaciones de la consulta", que rigurosamente llevaba el eminente oftalmólogo, se sabe que el 27 de enero le diagnosticó "conjuntivitis catarral crónica en ambos ojos y flictena conjuntival en el derecho" y le prescribió tratamiento. Cuatro días antes de partir de Cuba el revolucionario, lo visitó por última vez el 20 de febrero y el médico le recetó duchas oculares y le ordenó cristales convexos No. 24 como lentes, sin embargo, parece que no llegó a usarlos nunca, pues ninguno de sus contemporáneos lo recordó con espejuelos.3

    Por información obtenida de los apuntes de aquel médico y por deducciones históricas y análisis médico, creemos que la causa de tal afección ocular se debió a su intenso y agotador trabajo en la corrección de pruebas de imprenta y otras labores realizadas en México, que él mismo recordara en el poema "De noche, en la imprenta", que recayeron en sus ojos que ya habían sido seriamente lastimados por la cal de las Canteras durante su vida en prisión, y que no aceptarían acogerse a reposo.

    En junio de 1876 el Dr. Alfonso Herrera Franyutti, en España, le diagnosticó Sarcoidosis. La misma es una enfermedad granulomatosa multisistémica de etiología desconocida, caracterizada histológicamente por granulomas epitelioides no caseificantes que afectan a diferentes tejidos y órganos, con síntomas dependientes del grado y lugar de afectación. Aparece sobre en todo en personas entre 20 y 40 años. Los síntomas dependen del lugar de afectación, y pueden estar ausentes o ser leves o graves. Al comienzo se puede presentar fiebre, pérdida de peso y artralgias. La fiebre persistente es frecuente cuando existe afectación hepática. Las linfadenopatías periféricas son habituales y generalmente sintomáticas. La función del órgano puede estar alterada por la enfermedad granulomatosa activa o por la fibrosis secundaria. La tos y la disnea pueden ser mínimas o no aparecer.

    En pacientes con sarcoidosis crónica suelen existir lesiones cutáneas (placas, pápulas, nódulos subcutáneos), y pueden aparecer granulomas en las mucosas nasal y conjuntival. Se encuentran granulomas hepáticos en la biopsia hepática del 70% de los pacientes, que pueden estar asintomáticos y con pruebas de función hepática normales. Se detecta hepatomegalia en <10% de los pacientes, siendo rara la disfunción hepática grave y progresiva con ictericia.

    Aparece uveítis granulomatosa en el 15% de los casos; suele ser bilateral y, si no se trata, puede producir una pérdida de visión grave debida a afectación de la retina, vitreítis grave o granuloma secundario. En ocasiones existe aumento de tamaño de las glándulas lacrimales, infiltraciones en conjuntiva y párpados, así como queratitis seca. La afectación del miocardio, que se observa entre el 5 y el 10% de los pacientes, puede producir angina, insuficiencia cardíaca o arritmias mortales. La poliartritis aguda puede ser predominante. La afectación del SNC puede ser muy variada, pero lo más frecuente son las parálisis de los pares craneales (en especial parálisis facial), que afectan al 5% de los pacientes. Puede desarrollarse una diabetes insípida. pueden producir cálculos renales o nefrocalcinosis con insuficiencia renal.

    La causa puede ser un agente desencadenante único o la alteración de las reacciones de defensa estimuladas por diferentes razones, y los factores genéticos también pueden ser importantes. Los hallazgos histológicos característicos son los granulomas epitelioides no caseificantes, que se localizan principalmente en ganglios linfáticos mediastínicos y periféricos, pulmones, hígado, ojos y piel, y con menos frecuencia en bazo, hueso, articulaciones, músculo esquelético, corazón y SNC. Estos granulomas pueden desaparecer por completo o evolucionar hacia la fibrosis.

    Después de consultar su epistolario, sus destinatarios, biografías suyas escritas por eminentes historiadores, las obras completas, entre otros, hemos podido conocer manifestaciones clínicas presentadas por él que pudieran atribuirse a dicha enfermedad, entre las que figuran: fiebre a repetición; manifestaciones respiratorias como disnea y tos, y en varias ocasiones se le diagnósticó bronquitis y laringitis. Además presentó taquicardia, así como síntomas, no bien descritos en su obra, de dolencias hepáticas y biliares. Por algunos apuntes que dejara escrito el Dr. Alfonso Herrera hemos podido conocer que dicha enfermedad le provocaba además infartos ganglionares en la ingle.

    Podemos plantear que las manifestaciones respiratorias referidas por Martí, pudieran tener además un componente cardiovascular, pues en uno de sus textos expresa: "(…) el corazón salta más de lo que debe" (8 de agosto de 1891), manifestación que interpretamos como taquicardia, lo que pudiera estar relacionado con la patología en cuestión.

    Respecto a las dolencias respiratorias que sufrió, a continuación plasmamos algunos planteamientos hechos por él en relación a ello:

    "(…) aquí cobro pulmones nuevos". (Progreso, 28 de febrero de 1877).

    "(…) los pulmones se me quejan". (8 de agosto de 1891).

    "Y libros le he de escribir, en cuanto le vuelvan al pulmón las fuerzas". (1892).

    "No estoy bueno, por supuesto; pero ya le echaremos un remiendo al pulmón". (New York, 3 de febrero de 1893).

    "Sigue malo el pulmón, y va una línea por mano ajena". (1894).

    "La hormiga del pulmón no me deja trabajar, pero ya me recupero y sigo escribiendo".

    El 26 de diciembre de 1891, Martí llega a Tampa muy enfermo, víctima de una broncolaringitis aguda, diagnosticada y atendida por el Dr. Eligio Palma.17

    El 15 de enero de 1892 escribió: "Ya no escribo más. En cama la semana sin voz, y en un temblor"; y el día 27: "Como me iba a encontrar si me levanto de mi cama todos los días para ir a mi clase de noche ¿y de que ha de vivir su amigo fiero ¿De la clase a la cama no escribo más porque el pulmón me quema y no me deja."

    El 18 de julio de 1892 en la noche concurre a la velada político-literaria que se efectúa en el Liceo Cubano, aunque no puede hablar por encontrarse enfermo de la garganta.

    Cuando Martí comenzaba los preparativos para la guerra, conoció al doctor Ramón L. Miranda y Torres. En aquella época le diagnosticó bronquitis.3

    "En esta época la enfermedad se trataba por síntomas, el tratamiento no era completo. Ahora se conoce que se puede tratar con esteroides."

    Son numerosas también las ocasiones en que menciona que tiene fiebre, y en muy diversas fechas, lo cual indica que este era un síntoma recurrente y frecuente en él. Por ejemplo:

    "(…) mi cuerpo, con fiebre ahora, me niega su ayuda". (1876).

    "Venía yo de la Habana, herido de fiebre". (28 de febrero de 1877).

    En cuanto a las manifestaciones hepáticas y biliares, algunos fragmentos son:

    "(…) el verano me ha caído con furia sobre el hígado, y acabo de pasar por una tempestad verde. Las paso en pie, pero con la cabeza turbia y sin poder hilar los pensamientos". (1887).

    "He estado en cama, como todos los veranos, con un odioso ataque de bilis, que me ha tenido casi el mes sin conciencia de mí". (1887)

    "El hígado no me dejaba estar sentado". (Enero de 1888).

    "Postrado del hígado desde principios del mes, caí al fin en cama y me levanté antier. Sufrí mucho." 17

    El 16 de diciembre de 1892 regresa a Tampa. Llegan a la ciudad, donde elementos al servicio del enemigo intentan asesinarlo mediante envenenamiento. En aquella oportunidad presentó cuadro agudo de diarreas y vómitos, siendo atendido por el Dr. Miguel Barbarrosa.

    Se teme por su vida.

     El 19 de enero de 1893  continuaba enfermo como consecuencia del intento de asesinato. Escribe a Serafín Sánchez: "A Vd. puedo decirle que mi enfermedad de Tampa no fue natural, -que el aviso expreso que recibí de antemano sobre el lugar, y casi sobre la persona, fue cierto,-  y que padezco aún las de una maldad que se pudo detener a tiempo".

    Al analizar el estado de salud del Apóstol, es necesario valorar el aspecto psíquico, que en él cobra especial importancia, el cual contribuía a lacerar su ya precario estado de salud desde el punto de vista orgánico. En este sentido, se impone declarar que Martí sufrió mucho a lo largo de su vida por las múltiples incomprensiones y contradicciones de su hogar, por sus ideales revolucionarios, su incondicional y firme amor a la patria; la incomprensión de su esposa Carmen Zayas Basán; la separación del hijo que tanto amaba; el fracaso matrimonial; la impotencia que sentía al ver a Cuba humillada, ultrajada, sin que él pudiera hacer todo lo que quisiera; la incomprensión de que era víctima porque lo acusaban de verboso y hombre de poca acción, cuando en realidad su quebrantada salud era lo que le impedía participar más directamente en el fragor de la lucha; el hecho de estar desterrado en tierras lejanas, separado de sus seres más queridos; las falsas acusaciones y envidia de que era blanco constantemente, muchas veces por los propios cubanos.

    Tras analizar una amplia documentación de Martí, así como escritos de otras personas respecto a su persona, hemos determinado que padecía, además, Depresión. La misma es un trastorno psíquico, habitualmente recurrente, que cursa con una alteración del humor básico de tipo depresivo (tristeza), a menudo acompañada de ansiedad y en los que pueden darse, además, otros síntomas psíquicos como inhibición, sensación de vacío, desinterés general, disminución de la comunicación y del contacto social, alteraciones del apetito (más frecuente la anorexia), del sueño (insomnio tardío), agitación o enlentecimiento psicomotor, sentimientos de culpa y de incapacidad, ideas de muerte e incluso intentos de suicidio, así como síntomas somáticos diversos.

    Hay evidencia de que era víctima de esta patología al menos desde su adolescencia, que lo llevó incluso a pensar en el suicidio, como se evidencia en el siguiente fragmento de una carta que le escribe a su maestro y amigo Rafael María de Mendive en 1869:

    "Trabajo ahora de seis de la mañana a 8 de la noche y gano cuatro onzas y media que entrego a mi padre. Este me hace sufrir cada día más, y me ha llegado a lastimar tanto que confieso a Vd. Con toda franqueza ruda que Vd. me conoce que sólo la esperanza de volver a verle me ha impedido matarme. La carta de Vd. de ayer me ha salvado. Algún día verá Vd. mi Diario y en él, que no era un arrebato de chiquillo, sino una resolución pesada y medida."17

    Su depresión se palpa en otros momentos de su vida, como por ejemplo, durante los trabajos forzados en las Canteras de San Lázaro, escribiendo en "El Presidio Político en Cuba": "He venido enfermo de dolor y horror más que de responsabilidad y de trabajo".

    En otro fragmento por él escrito podemos percatarnos de su modo de ver la vida: "No, la vida humana no es toda la vida. La tumba es vida y no termina. La vida humana sería una invención repugnante y bárbara si estuviera limitada a la vida en la tierra."

    En varias ocasiones se refirió a la muerte. Por ejemplo: "Afortunadamente viviré poco" (29 de septiembre de 1877); "aunque la impotencia en que me veo para hacer todo el bien que pudiera me tenga a veces padeciendo, como ahora, de un apetito desordenado de la muerte" (marzo de 1891); "La muerte o el aislamiento serán mi premio único" (mayo 1894);

    "muerte apetecida" (18 de mayo de 1895).

    En el poema "Canto de otoño", del libro "Versos Libres", hace reiteradamente referencia a este tema: "(…) la Muerte está sentada a mis umbrales: cautelosa viene"; "Mujer más bella no hay que la muerte!: por un beso suyo bosques espesos de laureles varios, y las adelfas del amor, y el gozo de remembrarme mis niñeces diera!"; "(…) y amé la vida porque el doloroso mal me salva de volverla a vivir"; "Puede ansiosa la Muerte, pues, de pie en las hojas secas, esperarme a mi umbral con cada turbia tarde de otoño, y silenciosa puede irme tejiendo con helados copos mi manto funeral"; "(…) abre los brazos, listo estoy, madre Muerte: al juez me lleva!".13

    También sufrió de insomnio, como se refleja en los siguientes fragmentos de cartas escritas por él:

    "No en vano el sueño a mis pálidos ojos es negado".14

    "Mis ojos… queman, me queman, nunca duermen".

    "Con mis voraces ojos en el cráneo y en sus órbitas anchas encendidos".15

    "Anoche, a la madrugada, me desperté con pena, como deben despertarse los culpables" (21 de mayo de 1892).

    "(…) Y una angustia de corazón que no me deja dormir desde antier". (octubre de 1892). No fue esta la única vez que se refirió a la angustia que sentía, sino que es algo que repite muchas veces en sus escritos, como en una de esas ocasiones en que expresó: " ¿Qué sabe Vd. de las angustias, y de las tormentas de este amigo suyo…?"

    Otro de los síntomas que delatan su enfermedad es el cansancio, del que también se quejó frecuentemente, como cuando expresó: "Venía yo de la Habana, herido de fiebre y de cansancio" (28 de febrero de 1877), o cuando escribió: "pero el cansancio, por no decir la enfermedad, me rinde".

    Dando muestras de ansiedad, expresó el día 20 de abril de 1894, como lo haría en otras ocasiones: "Y luego esta agonía que no cesa, y el esperar la hora de la calma que no llega. Se lo dije una vez, y siempre es así".

    El pesimismo fue otro rasgo de su carácter que estudiamos, el cual pone de manifiesto al escribir: "(…) perdida como tengo la esperanza de ser por ahora, y por siempre acaso, útil a mi patria". (22 de marzo de 1886)

    Existen muchas otras expresiones donde el Maestro da muestras de esta enfermedad, pues a ello se refiere en la mayoría de sus cartas. A continuación expondremos algunos de esos fragmentos:

    "(…) siento que los puntales se me van cayendo". (1886).

    "(…) pero yo recojo del suelo mis propios pedazos, y los junto y ando con ellos como si estuviera vivo". (1886).

    Y en una carta dirigida a Manuel Mercado el 21 de marzo de 1889, refiriéndose a la separación de su esposa e hijo, escribió: "Vivo con el corazón clavado de puñales desde hace muchos años. Hay veces en que me parece que no puedo levantarme de la pena".

    "A Ud. le contaría yo, seguro de que no se reiría de mí, las mordieras que me tienen tan silencioso, y suelen parar, como este mes, en enfermedad, que un médico cura con píldoras, y otro con purgas, como si de la soledad del alma, de la plétora de la vida, de la inactividad forzosa, de la vergüenza y la pesadumbre del empleo fútil, pudieran curar a un hombre sincero mixturas y dracmas". (26 de agosto de 1889).17 En este último fragmento hace alusión además a cómo influye su estado psíquico en sus dolencias orgánicas y a su soledad, fundamentalmente.

    Indiscutiblemente, como se puede comprobar con las citas anteriores y otras muchas que lo ilustrarían y que no han sido colocadas todas aquí debido a su extensión, Martí presentó depresión con casi todo su cortejo sintomático, desde muy joven, viniendo a agravar el resto de las enfermedades que padeció.

    "Puede afirmarse, sin embargo, -dice Gonzalo de Quesada y Miranda- sin lugar a discusión, por cartas, documentos y relatos fidedignos, que su principal padecimiento físico fue aquella cruel herida del presidio político, que exigió varias operaciones en España y también en México, sin que jamás sanara completamente."

    En Martí los dolores orgánicos no hacían tanta mella como los dolores morales.

    A pesar de su estado físico, era de una fortaleza extraordinaria, pues jamás padeció de males que lo postraran durante largas temporadas, con excepción de las etapas en que se recrudecían los dolores de las llagas y lesiones producidas en el Presidio.

    No podemos afirmar que en su vida haya sido víctima de ninguna de las graves enfermedades de aquella época, lo cual nos hace pensar que las manifestaciones respiratorias que tanto lo aquejaran no se debieran a tuberculosis pulmonar, sino que las atribuimos a la sarcoidosis de base. También descartamos que se haya tratado de asma bronquial, neumonía, cáncer de pulmón, entre otras patologías.

    Sentía tanto en lo profundo de su alma las espinas de los problemas morales, como en su cuerpo los dolores físicos, que le producían las viejas heridas, el agotamiento del trabajo y el fragor de la constante lucha. Sentía muy hondo el dolor de Cuba irredenta. Cada día que suspiraba profundamente, Mayía Rodríguez le dijo que nole gustaba oírle suspirar. Martí le explicó: "Hay en Yucatán unos ríos subterráneos y salobres; de trecho en trecho la tierra se abre dejando oír por las grietas el rumor del río, que va con sus aguas amargas a perderse en el mar. Les llamaba "Cerotes"… Pues bien, esos cerotes, son mis suspiros".2

    " Resulta inconcebible –como muy bien dice el doctor Gonzalo de Quesada y Miranda- que no exista una hoja clínica de Martí, ni se haya realizado un estudio psicopatológico por ninguno de los médicos que lo trataron, incluyendo al propio doctor Miranda"

    Martí no tuvo jamás el temor a la muerte. Él sabía que la vida es tránsito. Lo que ambicionaba era tiempo para poder realizar la obra que se había propuesto.

    Aunque varios galenos trataron y asistieron a Martí en España, en México y en los propios Estados Unidos, eran atenciones circunstanciales, nunca de una manera permanente como lo hizo el doctor Ramón L. Miranda hasta que abandonó la ciudad de New York para ir a ofrendar su vida en Dos Ríos.

    Debido a la gran intimidad que se creó entre el doctor Ramón L. Miranda y Martí, el doctor con su sistema pausado, suave y convincente, lograba llevar muchas veces a Martí a tratamientos que él descuidaba, abrumado por el peso de la responsabilidad que tenía sobre sí. Este mismo doctor, no sólo le trataba sus males físicos, sino que se preocupaba de aliviarle la tensión de los males morales, de los que era víctima constantemente, por parte no de los adversarios, sino de los propios cubanos, que por sus incomprensiones, egoísmos, precipitaciones, vanidades y envidias, le hacían blanco de sus saetas envenenadas, que acabarían por llevarlo a la inmolación de Dos Ríos a morir de cara al sol.

    Es cierto que en Cuba la guerra –acontecimiento que Martí valoró y asumió siempre desde una perspectiva política abarcadora, irreductible a la insoslayable dimensión estrictamente militar, que ocupó el debido espacio en su labor de organización revolucionaria- se debatía en disensiones internas y otros motivos de debilitamiento visible que anunciaban, ya para entonces, el estancamiento que la conduciría al Pacto del Zanjón, en 1878. Pero todavía estaba en pie, y Martí le procuraría los servicios que le resultaban posibles cuando todavía él –como secuela de su etapa de Presidio y de trabajo forzado- padecía un estado de salud que le impedía participar más directamente en la contienda.

    El 30 de julio de 1876 suscribió, junto con otros compatriotas residentes en México, una comunicación que solicitaba a la Agencia General del gobierno cubano –radicada en los Estados Unidos– que los remitentes fueran inscritos en el registro de ciudadanos abierto por aquella. Ese derecho se ganaba con servicios prestados a la patria, y la mencionada solicitud no era un mero trámite formal, sino incluso más que una declaración de fe. Dado el carácter clandestino que debían tener muchos de los actos de apoyo material a la guerra independentista, es explicable que falten datos que los rebelen o confirmen.

    Pero indicios no han faltado para creer, por ejemplo, que martí participó de alguna manera en un fallido intento expedicionario para enviar refuerzos desde México a las tropas cubanas.

    Entre el 27 de mayo y el 19 de junio de 1875 polemizó desde Revista Universal con dos publicaciones que en México representaban intereses españoles de signo reaccionario: La Colonia Española y la Iberia. Ambas le recriminaron su tratamiento de la cuestión cubana, a propósito de la cual denunciaba monstruosidades cometidas por el régimen colonialista. Pero la primera de aquellas publicaciones lo zahirió directamente porque permanecía en México mientras Cuba estaba en guerra. Él encaró el asunto con su natural dignidad. Aludiendo a su responsabilidad familiar en México, o a su estado de salud, o quizás a las dos circunstancias, respondió:

    "La causa que me aleja de la revolución, me enorgullece por lo mismo que me oprime, y por lo mismo que obedecerla es mi verdadero sacrificio. Es un deber inmediato que cumplo, porque, en mal hora para mí, nadie podrá cumplirlo más que yo. Es un deber sencillo y respetable que no quiero exponer a una burla injuriosa, y que el periódico español ni necesita ni sabría entender".22

    Con todo, no sería fortuito ni reprobable conjeturar que en Martí crecía la sospecha que aquella guerra iba ya hacia un atolladero y no sería la que diera a Cuba la independencia. El fracasado intento expedicionario se ha podido ubicar –aunque hipotéticamente y con argumentos en contra- hacia finales de 1875. Si de veras tuvo lugar por entonces, cabe pensar que se asoció a otros hechos que bastaban para ofrecerle nuevas confirmaciones al respecto. Con ello tal vez se relacione la asunción por martí de nuevas responsabilidades familiares, pues nunca subordinó la patria a intereses personales. En diciembre de aquel año conoció a la mujer con quien decidiría casarse.

    Al respecto, en carta a Manuel mercado fechada el 12 de octubre de 1877, expresó: "De los de la Habana, no me olvido. – Ellos sufren menos, en tanto me da Carmen más fuerzas. –Olvidarlos hoy es la manera de salvarlos luego. –Si no, Ud. Sabe qué camino -¡por ellos no entendido!- llevaban mi salud y mi razón".

    Cómo se sentiría física y psíquicamente cuando en mayo de 1885 dejaría impreso, en su polémica con el diario La colonia española: "Ya que no puedo por mi mal ir a combatir al lado de los que defienden la independencia de mi patria, no fuera honrado que donde pudiera yo responderle quedasen incumplidas respuestas afirmaciones gratuitas y vulgares."

    A pesar de su delicado estado de salud, Martí organizó la Guerra Necesaria, como él mismo la llamara, de forma genial, con toda la intensa labor que eso implica, de unir los pinos nuevos con los pinos viejos de la anterior contienda, recaudar fondos, material bélico, crear un sistema de organización, e incluso, participar directamente en el combate, donde no tenía experiencia, habilidad ni la salud requeridas, dando al traste con su muerte. En más de una ocasión hizo alusión a sus ánimos de liberar a la patria pese a cualquier obstáculo, donde se incluía su deteriorada salud:

    "Enfermo desde que salí, resucitado a trechos para cumplir con los deberes grandes". (enero de 1892).

    "De años atrás sólo estoy en pie por la esperanza de ser útil". (14 de marzo de 1894)

    "La convicción de mi utilidad relativa me tiene vivo, pero me amarga y exaspera la imposibilidad de ser verdaderamente útil, contra tantos obstáculos como pone a la verdad la vida". ( igual fecha que el anterior).

    "Mi porvenir es como la luz del carbón blanco, que se quema él, para iluminar alrededor". (15 de mayo de 1894).

    "Padezco, tasco, pero serviré". (marzo de 1895).17

    Cuando Martí comenzaba los preparativos para la guerra, conoció al doctor Ramón L. Miranda y Torres, suegro de su discípulo predilecto Gonzalo de Quesada y Aróstegui. El propio médico dejó escrito cómo fue el encuentro:

    "En esa época, me mandó a buscar por estar enfermo, y me dirigí a su casa al oeste de la calle 61, cerca de la Avenida de Columbus; lo encontré en su modesto y estrecho cuarto, postrado en cama, febril, nervioso; examinado, diagnostiqué Bronquitis y que en breve se curaría; él se había alarmado creyendo que su enfermedad pudiera agravarse y me dijo: "doctor, cúreme pronto, tengo una misión sagrada que cumplir con mi patria; poco me importa morir después de realizarla; la muerte para mí no es más que la cariñosa hermana de la vida".".

    Desde aquel momento se convirtió, hasta la partida de Martí para Cuba, en su médico y colaborador más asiduo en las tareas revolucionarias.3

    El 10 de abril de 1895 embarcaron José Martí, Máximo Gómez y otros patriotas desde Montecristi hacia Cuba a bordo de la goleta Brothers, y a la medianoche del día 11 de ese mismo mes desembarcaron por Playitas, antigua región de la provincia de Oriente. Tan pronto como el 5 de mayo se entrevistaron ambos jefes mambises en La Mejorana con el lugarteniente general del Ejército Libertador Antonio Maceo, el 13 acamparon Martí y Gómez en la sabana de Dos Ríos, entre los afluentes Contramaestre y el Cauto.

    El día 19 se recibió la noticia de la cercanía de las tropas españolas, las cuales, por su parte, escogieron con cautela el campo de operaciones y se situaron en los puntos más estratégicos de dicha sabana. Alrededor del mediodía comenzaron los disparos. "¡A caballo!", demandó el Generalísimo, quien decidió cruzar a toda costa el caudaloso río contramaestre y, apenas alcanzada la orilla opuesta, cargó con fortuna sobre la avanzada española que allí se encontraba, no sin antes ordenar al Maestro que se quedara atrás; pero este, haciendo caso omiso de la advertencia, se separó de su lado.1 Nadie supo con certeza en qué momento, quizás por decisión propia o muy desorientados por el fragor del combate, Martí y su ayudante Ángel de la Guardia, cayeron en una emboscada, de la cual su acompañante escapó ileso para comunicárselo a Gómez, quien a pesar de todo su empeño no logró rescatar el cuerpo de su tenaz amigo.9 Allí estaba físicamente muerto el excelente escritor, el periodista, el brillante diplomático que había sabido encarar tan difíciles tareas, el sabio político que nunca escatimó entregar lo mejor de sí a favor de la libertad de Cuba.

    El enemigo tenía información de que Martí se hallaba entre los insurrectos, de modo que al concluir la batalla no se demoró mucho la tentativa de identificar el cadáver, después de lo cual el coronel don José Ximénez de Sandoval10, jefes de las fuerzas compuestas por el segundo, quinto y noveno batallones peninsulares, así como por una sección del Hernán Cortés, ordenó que el cuerpo fuera trasladado a Remanganaguas, lugar cercano adonde cayera el Apóstol; misión que se llevó a efecto bajo una intensa y casi continua lluvia, que les hizo llegar al fuerte del poblado al amanecer del día 20 de mayo.6

    Mediante el telégrafo ubicado en la zona, se trasmitió el parte oficial de la acción en las primeras horas de la mañana del 20 de mayo y el capitán general Martínez Campos optó por consultar al ministro de ultramar lo concerniente a la exhumación y el reconocimiento forense para garantizar la identificación definitiva.

    El comandante general de Santiago de Cuba, general de división don Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos, envió al doctor Pablo Aureliano de Valencia y Forns, médico forense radicado en la ciudad santiaguera, natural de La Habana, de veintitrés años de edad, graduado en España y especializado en práctica forense – que constituía en aquellos tiempos todo el alcance de la medicina legal-, con dos propósitos esenciales: establecer la identificación personal de José Martí Pérez y embalsamar el cadáver del titulado Presidente de la República, para que pudiera ser trasladado hasta Santiago de Cuba.18

    El mencionado facultativo, provisto de la documentación necesaria sobre los rasgos fisonómicos del occiso, algunas señas articulares que supuestamente le individualizarían (elementos suministrados por personas que habían conocido al Maestro) y ciertos detalles característicos de su aparato dental, llegó a Remanganaguas el día 22 en horas vespertinas y el 23 realizó la exhumación del cadáver. Colocó los restos mortales sobre una perihuela y los reconoció e inyectó como parte del embalsamamiento, hecho lo cual fueron trasladados al fuerte militar del propio poblado dentro de una tosca caja custodiada por un centinela.

    El informe rendido por el médico se cita textualmente a continuación:

    CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN DE JOSÉ MARTÍ

    El que suscribe, doctor Pablo A. De Valencia, Licenciado en Medicina y Cirugía. CERTIFICA:

    Que el día 22 de mes y año que cursan, por orden del excmo. Sr. General Salcedo, comandante general del 1er. Distrito de la provincia de Santiago de Cuba, se personó en el poblado de Remanganaguas con el objeto de identificar un cadáver que se suponía fuese del titulado Presidente insurrecto don José Martí, a tenor de los datos que acerca de dicho señor se tenían, acondicionándolo al propio tiempo para que pudiese ser trasladado a esta ciudad.

    Que los datos relativos a don José Martí, suministrados por personas que lo habían tratado íntimamente, son los siguientes:

    1ro. Se cree que tendría aproximadamente unos 48 años de edad.

    2do. A la sazón en que desembarcó en esta Isla para ponerse al frente del movimiento revolucionario, estaba regularmente nutrido, de constitución regular y temperamento bilioso. Aunque delgado, bien conformado, de estatura regular, pelo castaño oscuro rizado, una pequeña calvicie en la coronilla y entradas muy pronunciadas en las sienes; frente ancha y despejada; cejas de igual color del pelo y no muy pobladas, ojos claros; nariz aguileña; orejas pequeñas, boca regular, bigote fino y poco poblado; buena dentadura, sólo que le faltaba el segundo incisivo de la mandíbula superior del lado derecho y los dientes, en su mayor parte, eran puntiagudos; cara de forma oval.

    Y 3ro. Que presentaba en las piernas señal de haber llevado grillos.

    Que en presencia de dichos datos se procedió a las cinco y media de la tarde del día 23 del propio mes y año, al reconocimiento del cadáver, después de exhumado, y además de encontrarse bastante adelantada la putrefacción se observó en él lo siguiente:

    Dicho cadáver parece ser de un hombre cuya edad fluctúa entre 45 y 50 años. De musculatura firma y algo enjuto en carnes, circunstancias que aún podían observarse a pesar de la deformación propia del estado en que se hallaba, y de estatura regular.

    El pelo rizado, de color castaño oscuro, con una calvicie en la parte más alta de la cabeza, tiene grandes entradas hacia las sienes, que ponen de relieve una frente ancha y despejada. No llevaba barba, sino bigote muy fino y poco poblado, y de color más claro que el pelo. La dentadura está conforme con los datos arriba mencionados, así como también todos los relativos a la cabeza y la cara.

    Que presenta además en la pierna derecha y en su tercio superior, una hendidura especial de la piel, correspondiendo dicha hendidura a un color más oscuro que el resto del cuerpo, pruebas evidentes de haber sufrido en aquella parte, durante algún tiempo, una presión con la contusión siguiente, producida por un anillo de hierro colocado en dicho punto.

    Que presentaba las siguientes heridas:

    Una herida de bala penetrante en el pecho, cuyo orificio de entrada parecía corresponder a la parte anterior del pecho, a nivel del puño del esternón, el cual había sido fracturado, presentando al parecer dicha herida su orificio de salida por la parte posterior del tórax, en el cuarto espacio intercostal derecho, como a diez centímetros de la columna vertebral. Otra herida de bala en el cuello, cuyo orificio de entrada estaba debajo de la barba, como a unos quince centímetros de la misma, y a cuatro de la rama del maxilar inferior y cuyo orificio de salida se encontraba por encima del labio superior, lado derecho, cuyo labio se hallaba destrozado. Otra herida, igualmente de bala, en el tercio inferior del muslo derecho y hacia su parte interna. Además presentaba algunas contusiones en el resto del cuerpo.7

    De todo lo expuesto se deduce:

    1ro. Que entre el individuo muerto en el encuentro que con los insurrectos han tenido nuestras tropas el día 19 del que cursa, y cuyo cadáver se encuentra ante nuestra vista y los datos y antecedentes suministrados respecto a la persona de don José Martí, hay completa conformidad.

    2do. Que en cuanto a los caracteres físicos y condiciones orgánicas existe igualmente completo acuerdo, por lo que podemos asegurar que el cadáver expuesto a nuestros ojos es el del titulado Presidente de la República. Una vez identificado se procedió a su conservación y preparación, a fin de que pudiera ser trasladado.

    Es todo cuanto tengo que exponer, y para que conste donde convenga, expido la presente en Santiago de Cuba a los veintiséis días del mes de mayo de mil ochocientos noventa y cinco.

    (F) Doctor Pablo A. de Valencia.

    ¿Cómo se desarrolló la segunda exhumación del cadáver de Martí?

    Doce años más tarde, el gobernador civil de la antigua provincia de Oriente, señor Francisco Pérez Carbó, creó una comisión denominada "Restos de Martí" y designó, además de los testigos presenciales del acto de exhumación, a dos coroneles del Ejército Libertador como peritos: los doctores Pedro Echevarria Sánchez y Guillermo Fernández Mascaró, aunque también exigió el concurso del doctor Antonio Illas Portuondo, jefe local de Sanidad.

    Para llevar a cabo lo anterior se escogió la fecha del 24 de febrero de 1907, duodécimo aniversario del glorioso Grito de Baire, como tributo de amor y gratitud hacia el jefe civil de nuestras guerras de independencia y así se hizo constar en el acta no. 293 del distrito notarial de Santiago de Cuba. A las 10:00 a.m. del citado día, ante el notario público y abogado, licenciado Donato Valiente y Portuondo, así como de otras personalidades, se procedió a la apertura del nicho 134, que fue fumigado por los tres médicos ya mencionados, antes de extraer los restos del Maestro. La concurrencia se encontraba silenciosa y conmovida, al tiempo que la Banda Municipal interpretaba la Marcha Fúnebre de Chopin; pero la emoción alcanzó lo más altos grados de sensibilidad cuando se escucharon las vibrantes notas de nuestro Himno Nacional.

    Entre los testigos figuraban el señor arzobispo de la ciudad, doctor Francisco Barnada y Aguilar; el general Saturnino Lora Torres, jefe de la Guardia Rural, el presidente de la Audiencia, licenciado Jorge Milanés y Figueredo; el cónsul estadounidense, señor Ross E. Hollyday; el jefe de las fuerza norteamericanas destacadas en el Morro, coronel A. L. Meyer, y el capitán del Ejército Cubano José Martí Zayas – Bazán, hijo del Apóstol, entre otros.

    El doctor Mascaró tomó el cráneo entre sus manos, y mostrando a los presentes los restos mortales de Martí, afirmó que de acuerdo a los testimonios de los peritos se encontraban completos y así se expuso en el acta notarial 293 del distrito notarial de Santiago de Cuba:

    ACTA NOTARIAL 293.

    En la ciudad y distrito notarial de Santiago de Cuba, a veinticinco de febrero de mil novecientos siete.

    Ante mí, Licdo. Fernando Salcedo y Bonastra, abogado y notario público colegiado, con residencia y estudio abierto en esta capital provincial.

    COMPARECEN

    El Dr. Señor Pedro Hechavarría y Sánchez, natural de esta ciudad y casado.

    El Dr. Señor Guillermo Fernández Mascaró, natural de puerto Rico, de este vecindario, casado, y

    El Dr. Señor Antonio Illas y Portuondo, natural y vecino de esta ciudad, casado.

    Todos son mayores de edad y Médicos cirujanos, los dos primeros Coroneles de Sanidad Militar del Ejército Libertador y el último Jefe Local de Sanidad, a quienes conozco y tienen capacidad para el otorgamiento de la presente acta descriptiva del estado de los restos de José Martí y al efecto dicen:

    Que a las nueve de la mañana del día de ayer veinticuatro de febrero, duodécimo aniversario del Grito de Independencia, requeridos por al comisión nombrada "Restos de Martí" se constituyeron en el cementerio general de la ciudad, nombrado Santa Ifigenia, con objetivo de proceder a la exhumación y descripción de dichos restos, lo que se verificó en presencia del Notario autorizante después de haber cumplido con las disposiciones vigentes en materia de sanidad en la siguiente forma:

    Abierto el nicho ciento treinta y cuatro de la Galería Sur por el empleado del cementerio Señor Campos y comprobada la destrucción de la caja o ataúd, procedióse a la extracción de los huesos, comenzando por el cráneo. El peso del mismo fue obtenido por el Dr. Hechavarría y ascendió a setecientos setenta gramos.

    Todos los huesos componentes del cráneo y de la cara Antero externa del maxilar superior izquierdo, así como del cuerpo, de la escápula izquierda, se encontraba en partes destruidos por el proceso de putrefacción cadavérica. Los demás huesos que forman el esqueleto, fueron cuidadosamente recogidos e inspeccionados al objeto de poner de manifiesto las lesiones que pudieran presentar, habiéndose podido precisar la existencia de una lesión producida por proyectil de arma de fuego que produjo la fractura completa de la tibia y el peroné derechos en su tercio superior. Los fragmentos de los huesos mencionados y varias esquirlas de la tibia derecha nos permiten comprobar la clase de herida productora del las lesiones descriptas.

    Los demás huesos del esqueleto no presentaban lesiones aparentes de ninguna clase, pues aunque algunas costillas estaban divididas en dos fragmentos estiman los firmantes, por el estudio de los mismos, que dicho estado podía explicarse por el proceso de descomposición pútrida que destruyó dichos órganos, así como algunas falanginas y falangetas que no pudieron ser encontradas.12

    Con lo cual se dio por terminada esta acta de presencia de los testigos instrumentales si excepción, Sres. Francisco Chávez Milanés, Doctor en Derecho Y Secretario del Gobierno Provincial y Francisco Lorié y García, Secretario de este Ayuntamiento.

    Y enterado del derecho que tienen de lee cada uno de por sí esta escritura, por su acuerdo procedí a la lectura íntegra de la misma, en cuyo contenido se ratifican los otorgantes y firman todos.

    De conocimiento, vecindad y profesión de los otorgantes y de todo lo que se deja consignado en este instrumento público, yo, el notario, doy fe.

    Pedro Hechavarría Sánchez, G. Fernández Mascaró, Antonio Illas, Francisco Chávez Milanés y Francisco Lorié.

    Licenciado Fernando Salcedo.11

    Una vez terminada la peritación médica, se recogieron los restos y se depositaron en una urna de plomo, y con ellos, dentro de un tubo de cristal rotulado con la palabra MARTÍ, la copia de esta acta; se cerró herméticamente y se introdujo en otra urna de caoba, en cuy exterior aparecía también el primer apellido del Maestro, y se colocó de nuevo en el nicho 134.

    ¿Cuál fue la trascendencia histórica de la identificación de José Martí por su aparato dental?

    Hasta la segunda exhumación de sus restos mortales, el reconocimiento de nuestro Hére Nacional se había basado, sobre todo, en los rasgos fisonómicos obtenidos por el mando español a través de aquellas personas que lo habían conocido estrechamente, unido a otras señas particulares como "[…] una marca en la pierna derecha por haber llevado grilletes en prisión y características de su aparato dental […]",19 y al examen de su vestuario y pertenencias ocupadas, que para el doctor Pablo A. de Valencia constituyeron pruebas tan categóricas de su inequívoca identidad, que así lo dejó plasmado en el acta de defunción.

    Entre los signos particulares se utilizaron el esquema dentario como elemento de individualidad, que se aceptó como bueno en dicho dictamen (además de que en la dentadura del occiso sólo faltaba el segundo incisivo superior derecho), y la marca susceptible de haber llevado grillos, que se encontraba en el tercio superior de la pierna derecha; sin embargo, esas descripciones no se correspondían en realidad con las del Maestro, pues al morir presentaba alteraciones irreversibles y muy bien individualizadas en su aparato dental, que de haberse realizado un examen odontológico detallado del cuerpo el 23 de mayo de 1895 en Remanganaguas y percatarse de que la marca producida por el grillete debía estar en el tercio inferior de la pierna derecha, hubieran obligado técnicamente a escudriñar aún más sobre la identificación personal de Martí. Por otra parte, los signos de violencia que presentaba el cadáver, carecían de una correcta descripción en cuanto a distancia, localización y trayecto de los disparos.

    Si ciertamente no se avenían las señas particulares ofrecidas por el mando español con las existentes en el cadáver, esta discordancia tenía que haber sido reflejada en el dictamen, como es práctica establecida en Medicina Legal.

    Durante la exhumación de los restos el 24 de febrero de 1907, el doctor Juan Montero Zambrano, odontólogo presente en el acto, describió en público las características del aparato dental de José Martí:

    […] En el maxilar superior vi un diente central orificado. El primer molar derecho estaba empastado con amalgama en su parte inferior, faltándole el diente central izquierdo; así como también le faltaban tres bicúspides cuyas piezas perdió Martí muchos años antes de su muerte. Noté la falta del canino del alveolo cuando se extraían los restos del nicho y or mucho que se buscó en aquel momento no fue posible encontrarlo. En tanto se cerraba la urna, yo busqué un jibe d cernir arena y raspando los pedazos de madera del ataúd y cerniendo con mis propias manos en diversas ocasiones, al fin encontré la pieza que faltaba..4

    En poder de esta información, el secretario interino de Instrucción Pública, doctor Lincoln de Zayas, envió una comunicación al doctor Fernández Mascaró redactada en estos términos:

    […] ruego a Usted, pues, sirva contestarme qué de ha de entenderse por "la dentadura en perfecto estado" a la que alude la descripción del cadáver publicada, pues la dentadura de Martí no era perfecta, y sobre este extremo bueno sería oír la autorizada opinión del ilustre Doctor en Cirugía Dental Virgilio Zayas – Bazán, del cual fue su cliente.20

    En efecto, en su descripción odontológica, el doctor Montero Zambrano no sólo ratificó las opiniones periciales del los doctores Hechavarría Sánchez y Fernández Mascaró al considerar el aparato dental como bueno, sino tampoco preciso localizaciones específicas de algunas características estomatológicas importantes para la identidad, con lo cual provocó variadas discusiones al respecto que obligaron al doctor Zayas – Bazán a dirigirle una comunicación al doctor Fernández Mascaró.

    […] Observé un error donde dice que la dentadura de Martí estaba intacta, pudiera ser de gran trascendencia para la historia de nuestra independencia; creo que es mi deber comunicarle que como dentista que fui de Martí, habiéndole tratado el 4 de diciembre de 1894 por última vez, dos meses antes de estallar la revolución, que el estado de sus arcadas dentarias no era como dice el referido informe, el esquema de su boca es el que tengo el gusto de acompañarle.

    Como usted observará, los dos laterales superiores eran dientes muertos y fueron tratados por mí en aquella fecha y el central superior izquierdo lo había perdido anteriormente.

    Si le es posible, sería conveniente hacer un nuevo reconocimiento de ese cráneo, fijándose bien si el estado actual de las arcadas corresponden a mis indicaciones, pues puede ser que haya ocurrido un error en la conservación de los restos del Héroe José Martí.21

    En vista de la polémica generada, el doctor Zayas – Bazán remitió otra correspondencia al coronel Marín Coronado el 27 de febrero de 1907, en la cual explicaba las operaciones realizadas en varias sesiones (entre el 4 y el 9 de diciembre de 1894) en el aparato dental del Maestro:

    […] ya en esa fecha, Martí había perdido hacía algún tiempo el incisivo central superior izquierdo y el lateral del mismo lado se hallaba en tal mal estado, que fue necesario la desvitalización y reparación de la raíz para insertarle un diente artificial sobre espiga. Esa inserción no pudo hacerse, pues vino ha impedirlo el fracaso sufrido con la sorpresa en la Fernandina, el Amadís, El Logonda y el Baracoa, primera expedición de guerra preparada por el gran patriota. Este suceso violentó a Martí hasta tal punto, que aún recuerdo sus palabras. "Deje usted eso – dijo – , que importa un diente cuando se trata de dar la libertad a mi Cuba ", y efectivamente no me permitió terminar la operación, haciéndole una obturación provisional a la raíz. El lateral superior derecho fue tratado como un diente muerto.

    Dispense la relación minuciosa que hago de estos hechos, por lo que ello pueden servir para establecer la identificación absoluta de los gloriosos restos del Maestro.5

    Sobre esa base, el doctor Fernández Mascaró respondió oficialmente al doctor Zayas – Bazán, reconociendo que hubo un error en la información ofrecida al respecto a que "la dentadura estaba intacta"; equívoco que, según él, se debió al hecho de que al referirse en acto público al estado de los restos, se había limitado a las lesiones traumáticas, pero los reporteros lo hicieron extensivo al aparato dentario.

    ¿Cuáles fueron realmente los signos de violencia presente en los restos mortales de José Martí?

    En el dictamen emitido por el doctor Pablo A. De Valencia, el 26 de mayo de 1895, se mencionaban tres disparos de proyectiles de armas de fuego en el cadáver del Maestro y algunas contusiones en el resto de su cuerpo, sin precisar en que partes. De acuerdo con lo plasmado en los documentos de ambas exhumaciones, así como en relación con el actual análisis medicolegal, puede plantearse lo siguiente:

    Se dijo que representaba un orificio de entrada n la región anterior del cuello, por debajo de la barbilla, como a unos quince centímetros de la misma, pero sin especificar en qué lado, por lo que debe entenderse que el mismo se localizaba en la línea media de la porción anterior del cuello, mientras que el orificio de salida se hallaba por encima del labio superior, lado derecho. Como resultado de la segunda exhumación, los doctores Hechavarría y Fernández señalaron la destrucción del maxilar superior izquierdo, que atribuyeron al proceso de putrefacción. Sin embargo, tanto la ciencia como la experiencia pericial medicolegal han demostrado que la putrefacción cadavérica no alcanza de ordinario las estructuras óseas en los restos depositados dentro de un nicho durante un período de doce años y menos aún de forma selectiva en estructuras óseas fuertes como los maxilares, excepto que estén debilitados por ausencias de piezas dentarias, sepsis alveolar o infección del seno maxilar pre – mortem.

    También se preciso que el maxilar superior derecho se encontraba intacto y el izquierdo destruido, con desprendimiento de piezas dentarias como la no. 23 o canino superior izquierdo. Este último, buscado y localizado por el doctor Juan Montero Zambrano, fue reclamado por el hijo del Maestro y entregado, mediante un acta notarial, al gobernador de la provincia. Actualmente se muestra en el museo Emilio Bacardí de Santiago de Cuba.

    Con estos argumentos y al observar también la fotografía tomada por Higinio Martínez antes de inhumar los restos en el nicho 134, pudimos precisar que el orificio de salida debió producirse en el maxilar superior izquierdo, de manera que destruyó el labio superior a ese nivel. La trayectoria del proyectil fue de abajo hacia arriba y a la izquierda, puesto que el agresor estaba situado en un plano inferior, enfrente o a la derecha del agredido.

    El doctor Valencia indicó otro orificio de entrada en la parte anterior del pecho, a nivel de puño esternal, con salida por detrás del tórax y en el cuarto espacio intercostal derecho, aproximadamente a diez centímetros de la columna vertebral; sin embargo, los doctores Echevarria y Fernández señalaron la destrucción de la escápula izquierda, pero no así de la derecha. Si trazamos la trayectoria de ese disparo, de acuerdo con la localización anatómica informada por el doctor Valencia, se verá que el mismo debió la escápula derecha y lacerarla. Ahora bien, teniendo en cuenta los resultados concretos del examen de los restos, las consideraciones hechas sobre la posible lesión traumática y no como consecuencia de la putrefacción, así como el hecho de que la bala debió dañar la escápula derecha, la cual se encontraba íntegra, y en cambio la afectación se había producido en la izquierda, es obvio pensar que hubo un error de orientación en cuanto a la posición anatómica y lo que se estimó como derecho realmente era izquierdo; por tanto, la salida tuvo lugar a nivel del cuarto espacio intercostal izquierdo, a diez centímetros por fuera de la columna vertebral, con una trayectoria anteroposterior de derecha a izquierda, situado el agresor en el mismo plano.

    Otro orificio de entrada por disparo de proyectil de arma de fuego fue descrito en el tercio inferior y cara interna del muslo derecho, sin orificio de salida, por lo cual se consideró como un sedal incompleto. En la exhumación se observaron lesiones de ese tipo en el tercio superior de la pierna derecha, causantes de las fracturas de la tibia y el peroné. ¿Dónde se hizo entonces el disparo, en el tercio inferior del muslo derecho o en el tercio superior de la pierna derecha?

    Si realmente ocurrió como apuntara el doctor Valencia, el proyectil siguió una trayectoria de arriba hacia abajo y afuera, de acuerdo con la lesión apreciada en el tercio superior de la tibia y el peroné derechos. De existir otro error en la localización anatómica del orificio de entrada, éste debía encontrarse a nivel del tercio superior y cara interna de la pierna derecha, con una trayectoria recorrida de izquierda a derecha, que impedía determinar si el agresor se hallaba en un mismo plano por no tener orificio de salida y desconocerse el ángulo de incidencia del proyectil.

    En cuanto las contusiones, el doctor Valencia no aludió a su localización anatómica ni a las características de las mismas, los cual no permite correlacionarlas con el posible agente productor, que pudo muy corresponder a su caída del caballo en marcha.

    Como resultado de este análisis, el cadáver presentaba tres heridas por proyectiles de arma de fuego, sin precisarse a que distancias se efectuaron los disparos. De ello se deduce que el o los agresores que dispararon al cuello y tórax podían haberse hallado de frente o a la derecha del Maestro, en un plano inferior el que lo hizo al cuello y en un mismo plano el que apuntó hacia el tórax. El tercer disparo se produjo de izquierda a derecha, a un mismo nivel o en uno superior con respecto a la víctima. Esto revela que los atacantes se encontraban en diferentes posiciones en relación con el agredido.

    El disparo del cuello pudo ser letal, debido a posibles lesiones de las estructuras vasculares del mismo, que originaron profundo sangramiento, capaz de provocar una broncoaspiración sanguínea y la muerte por asfixia.

    El disparo recibido en el tórax pudo ser definitivamente mortal, ya que debió interesar órganos y vasos importantes a ese nivel y ocasionar una hemorragia interna, con un cuadro de anemia aguda o choque hipovolémico; mientras que el de la pierna derecha pudo generar una hemorragia externa, que limitó sobre todo la ambulación u coadyuvó al choque hipovolémico.

    ¿Cómo se produjo su muerte?

    Aunque no fue objeto de nuestro análisis correlacionar los signos de violencia presentes en el cadáver de nuestro Héroe Nacional, pero conociendo por lo menos la existencia de dos hipótesis en relación con su caída , decidimos exponerlas a continuación:

    1era. Fue muerto directamente en combate, víctima de la emboscada y el fuego nutrido casi a quemarropa por encontrarse las fuerzas españolas acampadas y en espera de los insurrectos, los cuales habían determinado romper el cerco por orden del Generalísimo.

    2da. Cayó herido y luego fue ultimado por sus enemigos, ya que el práctico de las tropas españolas, Antonio Oliva, conocido como Mulato, aseguró haber disparado al Maestro cuando se encontraba herido en el suelo.8

    La primera hipótesis puede ser posible si se recibió el primer disparo en el tórax cuando se hallaba sobre su caballo, con el tronco flexionado hacia delante; el segundo, erguido, con la cabeza hiperextendida por efecto del primer disparo; y el tercero, al caer, en la cara interna de la pierna derecha, al cruzar ésta por encima del lomo del caballo.

    Tal suposición nos recuerda el cuadro de Esteban Valderrama, en cuya pintura recrea el instante de su caída en Dos Ríos.

    De acuerdo con al segunda hipótesis, Martí debió haber recibido los disparos en el cuello y la pierna, según la forma descrita, cayó herido y fue víctima, de ser así, de un tercer disparo en el tórax, de carácter mortal, cuando se encontraba en el suelo en decúbito supino (boca arriba) o semisentado de frente al agresor.

    Las contusiones descritas en su cuerpo, en ambos casos, debieron producirse al caer del caballo en marcha y aún con vida. Este análisis nos lleva a reflexionar, desde el punto de vista histórico – médico – legal y en relación con los dictámenes médicos periciales ofrecidos en las dos oportunidades en que se procedió a la identificación y descripción de los signos de la violencia presentes en los restos mortales del Maestro, que estos exámenes no fueron todo lo exhaustivos que las circunstancias requerían, a pesar del poco alcance de la Medicina y Estomatología Legales en aquella época, lo cual no justifica que hubiesen sido tan poco explícitos y que no llamaran la atención sobre los aspectos no coincidentes en cuanto a la identidad, así como tampoco se omitieran algunos signos de violencia que hubieran podido ilustrar mucho mejor los momentos finales de su muerte.

    De tal manera, caracterizadas por la incertidumbre, quedaron esas consideraciones doce años después, cuando tuvo lugar la exhumación del cadáver, en la cual se volvió a incurrir en errores por no describir detalladamente las alteraciones que presentaban sus restos mortales, quizás motivado por la premura en ofrecer los resultados de los exámenes en los diferentes momentos históricos en que se produjeron.

    He aquí un ejemplo significativo de la trascendencia del dictamen pericial, tanto medicolegal como estomatológico, que ofrecemos a las futuras generaciones de médicos legistas y estomatólogos forenses como una interesante reflexión histórica.

    Conclusiones

    Cuando muere en Dos Ríos, Martí se encontraba en muy mal estado de salud. Si no hubiese muerto como él quería, peleando y de cara al sol, hubiera fallecido relativamente joven dada la precaria salud que le provocaron las enfermedades crónicas y altamente lesivas que padeció.

    Dada la severidad de las enfermedades del Apóstol, este, aunque sólo parcialmente, vio limitada su participación en las gestas independentistas cubanas, especialmente en la Guerra de los Diez Años.

    José Martí fue un hombre excepcional, que siempre puso en segundo plano su salud. Su amor a Cuba lo hizo superar y vencer las trampas de las enfermedades.

    Bibliografía

    1. Carta de Máximo Gómez al coronel José Miró Argenter, 26 de mayo de 1895, en el Centenario del natalicio de José Martí. Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, La Habana, 1953, p. 454.

    2. Cuadernos de Historia de la Salud Pública. (1992). Trabajos académicos y otros estudios, No.70. Publicación del Consejo Nacional de Sociedades Científicas. Ministerio de Salud Pública, pp.98-100. La Habana.

    3. Delgado García, Gregorio. (1993). Martí y los médicos cubanos revolucionarios. Cuadernos de Historia de la Salud Pública, No. 78, pp. 47-55. Editorial Ciencias Médicas. La Habana.

    4. "Documentos relativos a la exhumación de los restos del Apóstol José Martí ", en Centenario del natalicio de José Martí, Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 412, La Habana, 1953.

    5. "Documentos relativos a la exhumación de los restos del Apóstol José Martí", en Centenario del natalicio de José Martí, Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 416, La Habana, 1953.

    6. "Dos Ríos, muerte de José Martí", en Centenario del natalicio de José Martí, Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 440, La Habana, 1973.

    7. "Dos Ríos, muerte de Martí ", en Centenario del natalicio de José Martí, Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 436. 1953.

    8. "Dos Ríos, muerte de Martí ", en Centenario del natalicio de José Martí, Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 438, La Habana, 1953.

    9. Eusebio Leal Spengler: "Cesa todo el rencor", en Juventud Rebelde, pp. 6, Cuidad de La Habana, 16 de mayo de 1993.

    10. Ibídem.

    11. Emilio Bacardí: Crónicas de Santiago de Cuba, t. 8, p. 131, Ed. Arroyo y Hermanos, Santiago de Cuba, 1924.

    12. Gerardo Castellanos: Los últimos días de Martí, E. Ucar García, La Habana, 28 de enero de 1937, p 345.

    13. Martí Pérez, José. (1991). Versos Libres. Canto de otoño, pp. 11-13. Editorial Pueblo y Educación. La Habana.

    14. Martí Pérez, José. (1991). Versos Libres. Homagno, pp.25-26 . Editorial Pueblo y Educación. La Habana.

    15. Martí Pérez, José. (1991). Versos Libres. .Media noche, pp. 23. Editorial Pueblo y Educación. La Habana.

    16. Martí Pérez, José. (1996) El presidio Político en Cuba. Cuadernos martianos, tomo III, pp. 5-34. Editorial Pueblo y Educación. La Habana.

    17. Martí Pérez, José. (1975). Obras completas, tomo 20. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.

    18. Pablo A. De Valencia Y Forns: "Acta de defunción de José Martí ", 26 de mayo de 1895, en Centenario del natalicio de José Martí, Publicaciones del Archivo Nacional no. XXXVI, p. 434, La Habana, 1953.

    19. Pablo A. de Valencia y Forns: Ob. cit., p. 434.

    20. Ibídem, p. 415.

    21. Ibídem.

    22. Toledo, Luis. ( ). Cesto de llamas, pp. 60-61.Editorial

    Janet González Sotero

    Odalmys Rodríguez Curbelo

    Idanys Orea. Cordero

    Estudiantes del 5to Año de la carrera de medicina. Facultad de Ciencias Medicas, "Dr. Ernesto Che Guevara de la Serna". Provincia de Pinar del Río, Cuba.