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Escritos de Juan (página 8)


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En cuanto a las dos apariciones del capítulo 20 de San Juan, a los Diez y a los Once, probablemente la segunda aparición no es sino un duplicado redaccional de la única aparición. Juan prefiere los diálogos individuales a los colectivos. El desdoblar la aparición en dos, le permite subrayar en el diálogo de la aparición segunda el tema de la fe. El hecho de que Juan narra la efusión del Espíritu mediante el soplo de Jesús en el día de Pascua, no debe ser contrapuesto a la efusión lucana de Pentecostés. La efusión del Espíritu es una realidad viva ligada a la glorificación de Jesús. Los Hechos nos cuentan varias de estas efusiones. Si bien alguna de ellas ha podido ser más dramática que las otras, y ha podido tener lugar precisamente en el día de Pentecostés, no hay duda de que la escena de Hechos tiene un carácter dramático y simbólico, y concentra en un momento una experiencia del Espíritu que tuvo lugar a través de un lento proceso en los días posteriores a la Pascua.

A través de las apariciones diversas, y la reflexión iluminada de los apóstoles que leen la Escritura a la luz del resucitado, la experiencia del Espíritu se va abriendo camino en la comunidad de un modo más gradual y difuso. Pero desde el punto de vista del contenido la Pascua de Juan es equivalente al Pentecostés de Lucas. Ambos han tratado de relacionar el don del Espíritu procedente del Resucitado con la cincuentena pascual, pero en dos fechas diversas.

4.-CUADRO SINÓPTICO DE LAS APARICIONES A LOS ONCE

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COMPARACIÓN DE LA ESTRUCTURA DE JUAN 1 Y JUAN 20

Ejecución fueron y predicaron A Betania. Ascensión Episodio de Tomás

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B) EL CAPÍTULO 20: APARICIONES

Escena I: La Magdalena. Los dos discípulos

1. Estructura Juánica

En esta primera escena podemos rastrear tres episodios diversos que se han dado cita. Dos de ellos corresponden a las tradiciones sinópticas (mujeres en el sepulcro, aparición a mujeres); una tercera es exclusivamente juánica: Pedro y el discípulo amado.

Originariamente estos tres episodios estaban separados y han sido unidos en el evangelio. Los puntos de sutura en la narración pueden aún ser observados.

-Magdalena acude sola a la tumba en el v.1 pero dice "no sabemos" en plural en el v.2. ¿Quiere esto decir que en la redacción original había otras mujeres junto a ella? En el v. 2 dice que han robado el cadáver, pero hasta el v. 11 no se asoma al sepulcro.

-No se nos dice cuándo regresa Magdalena después de haber ido a hablar con los discípulos.

En la tradición original a) varias mujeres han ido al sepulcro; han encontrado la tumba vacía y la piedra descorrida b) han visto los ángeles que les han dado el encargo c) van a comunicarse con los apóstoles. (Así Mt, Lc y Mc).

Aparte está la tradición de la aparición de Jesús a las mujeres con otros tres momentos:(a´) aparición de Jesús (Mr Mt), b´) Mujeres le adoran, c´) mensaje de ir a anunciar (Mr Mt).

Al unir estos dos relatos que originariamente eran independientes, los evangelistas se ven obligados a repetir dos veces el mensaje de una manera que resulta un tanto forzada. Mt opta por dar el mensaje por extenso por boca de los ángeles y dejar en boca de Jesús sólo un breve resumen. Mr ni siquiera referirá el mensaje de Jesús, sino que se limitará a constatar el hecho de que Magdalena fue a hablar con los discípulos.

Juan en cambio traslada todo el mensaje a la conversación de Magdalena con Jesús, con lo cual los ángeles ya no tienen nada que decir, y se convierten en un residuo de la tradición que apenas juega ningún papel y podría suprimirse en la narración. Quizás el papel que juegan es el de "guardias de la ciudad" a quien la esposa pregunta si han visto al amado de su alma, en el paralelismo de esta escena con el Cantar de los Cantares.

Juan nos trae los dos episodios completos (a,b,c + a´,b´,c´), pero al insertar en medio la visita de los dos discípulos no lo ha hecho por la sutura del medio, sino que ha desplazado (b) a la segunda parte, con lo cual la secuencia queda actualmente: a,c -dos discípulos- b + a´,b´,c´. En esta distribución el relato de los ángeles ha quedado desprovisto de significado y todo el contenido de su mensaje se traslada al diálogo entre Jesús y la Magdalena.

Pensamos que la tradición de la aparición a la Magdalena es muy antigua, aunque su inserción en el evangelio de Mc y Mt ha sido tardía. Sólo esta aparición puede explicar la importancia que todos los evangelistas dan a esta mujer, que no parece haberse singularizado por ninguna otra cosa.

Pensamos que también Mr y Jn siguen con más fidelidad la tradición al hablar de que Jesús se apareció a la Magdalena estando ella sola. En cambio Mateo, al narrar la aparición inmediatamente después del relato de la visita de las mujeres al sepulcro, ha hecho de la otra mujer también testigo de la aparición junto con la Magdalena, alterando el relato original de una aparición a Magdalena sola.

Juan en cambio ha hecho exactamente lo contrario de Mateo. Por una parte ha mantenido el dato tradicional de la aparición de Jesús a la Magdalena sola, pero en cambio ha prescindido de la presencia de las otras mujeres en el relato de la visita a la tumba vacía; de esta presencia sólo queda una pequeña reliquia, el "sabemos" plural del v. 2. Para Bultmann este plural no es un verdadero plural, sino un modo de hablar oriental en que el plural representa a un singular. Este uso está bien documentado tanto en el arameo de Galilea, como en el griego de la koiné).

La presencia de los ángeles en los relatos sinópticos (aunque Lc hable de dos hombres, y Mc de un joven, es claro que son ángeles), tiene una finalidad bien concreta: interpretar el significado del sepulcro vacío. Efectivamente la ausencia del cuerpo de Jesús ayudó a los cristianos a entender el hecho de las apariciones. La experiencia interior de las apariciones confrontada con el hecho del sepulcro vacío sirvió para iluminar el sentido de todo lo que había sucedido. Por eso los sinópticos utilizan el recurso literario de los ángeles para desentrañar el significado del sepulcro vacío. En Juan, dados los arreglos redaccionales, los ángeles son una reliquia que no cumple un papel teológico fundamental.

En cuanto al episodio de la visita de los dos discípulos al sepulcro, encontramos ciertas huellas en Lc 24,12.24. El versículo de Lc 24,12 nos habla de la vista al sepulcro de Pedro solo. Es una de las omisiones en el códice D llamadas "no interpolaciones occidentales (omisión en un códice que se caracteriza más bien por sus adiciones). Sin embargo forma parte sin duda de la redacción del evangelio. El v.24 en cualquier caso confirma la tradición de la visita de los discípulos al sepulcro vacío y se refiere a ella en plural: "Algunos de nosotros". De este modo la presencia del DA no entra en conflicto con la tradición recibida.

Lo que sí ha hecho Juan es trabajar mucho esta visita. Donde la tradición hablaba de Pedro y otros, Juan ha introducido al discípulo amado, por las razones teológicas que veremos en la exégesis.

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Hartmann piensa que el acompañante de Pedro en el relato original era la propia Magdalena. Cuando esta última va donde Pedro a comunicarle la noticia del sepulcro vacío, Pedro decide ir a comprobarlo y la Magdalena lo acompaña. Esto explicaría la presencia de Magdalena en el sepulcro después de que Pedro regresa a su casa.

Probablemente en la forma tradicional del relato, Pedro y su acompañante no llegaban a creer. Tampoco la visita de las mujeres terminaba con un acto explícito de fe. Todo esto habla a favor de la historicidad de estas tradiciones, que sólo posteriormente fueron enriquecidas con adiciones apologéticas: el ángel intérprete o la fe del discípulo amado.

2. Exégesis

PRIMER EPISODIO: HALLAZGO DEL SEPULCRO VACÍO

v.1: El primer día de la semana, temprano, siendo oscuro todavía, fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada del sepulcro.

El día que murió Jesús había sido el "último día", el de la efusión del Espíritu (7,37). Ahora estamos en el primer día de una nueva semana, de una nueva creación. Es el amanecer, pero todavía hay tinieblas en el corazón de los discípulos tardos a creer. Sin embargo la luz de la fe está ya muy próxima.

El 4Ev. no se refiere al "tercer día". El tiempo de la resurrección de Jesús se fijó de acuerdo con el momento en que fue hallada la tumba vacía. Sólo después se encontraron referencias bíblicas que aludían a un tercer día como el fin del sufrimiento. "Dentro de dos días nos dará la vida; al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos" (Os 6,2). El Midrash al Gn 42,17 dice: "El Santo, bendito sea, nunca deja al justo en angustia más de tres días". Las predicciones de Jesús hablaban ya del tercer día, pero es claro que los apóstoles nunca las entendieron antes de la Pascua, y sólo post eventum pudieron encontrar en ellas un sentido.

Iremos viendo a lo largo del comentario diversas alusiones al Cantar de los Cantares. Magdalena buscando a Jesús reproduce la búsqueda nupcial de esposa y esposo. Todavía siendo muy oscuro la esposa se puso en camino para buscar al amor de su alma (Ct 3,1).

La losa era signo de la muerte definitiva con la que quedaba irresistiblemente aplastado el hombre. Jesús había mandado quitarla del sepulcro de Lázaro (11,38-39-41). Ahora esta losa está quitada.

Muy probablemente Juan ha eliminado la presencia de las otras mujeres en el relato tradicional para dramatizar más la búsqueda personal y el encuentro personal con la Magdalena.

v.2: Fue corriendo, pues, y llegó donde Simón Pedro y el otro discípulo a quien amaba Jesús y les dijo: "Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto".

Es interesante la identificación que se hace aquí entre la figura del "otro discípulo" y el discípulo "a quien amaba Jesús" (13,23-26; 19,25-27; 21,7.20-40). Este hecho favorece mucho la misma identificación en el caso del "otro discípulo" que acompañó a Pedro al patio del palacio de Anás (18,15-16), aunque en este caso no esté explícitamente formulada. No queda en cambio tan clara la identificación con el discípulo innominado de 1,37-42.

Es notable cómo este discípulo amado aparece siempre en relación a Pedro en 13,23-26; 18,15-16; 20,2-9 y 21,7.23. El único episodio sobre el DA en el cual no aparece en relación y una cierta competición con Pedro es al pie de la cruz en 19,25-27. En el texto que comentamos ahora se establece claramente un contraste entre los dos. Ambos van a ver en el sepulcro las mismas cosas, pero sólo el amado va a creer. El amor de Jesús le ha dado una mayor sensibilidad hacia los signos.

En este contraste no se trata de rebajar a Pedro, sino de realzar al amado, y el modo cómo el amor sensibiliza para reconocer a Jesús (cf. 21,7). En cualquier caso este contraste no refleja ninguna hostilidad, ni es un elemento de especial relieve. Sencillamente Pedro no es el héroe preferido del autor juánico, y si bien se le reconoce su primado como pastor, la primacía del amor la ostenta claramente el amado. Para algunos la confrontación entre Pedro y el DA representaba la confrontación entre la comunidad judío-cristiana y la étnico-cristiana. La judía entró primero, pero la gentil acabaría teniendo la primacía de la fe. Sin negar del todo esta posible extrapolación a las dos comunidades, nosotros hemos preferido ver en el texto una confrontación entre las figuras representativas mismas, más bien que entre las comunidades representadas por ellas.

El robo de las tumbas o su violación era un delito sancionado con pena de muerte. Precisamente en Nazaret se halló una copia de un decreto de Claudio, dado pocos años después de la Pascua de Jesús, condenando a pena de muerte cualquier violación de una tumba. La severidad de tal decreto puede mostrar que el robo de tumbas no era un hecho infrecuente en la época.

El mensaje de María está totalmente cerrado a la posibilidad de la resurrección. En sus palabras sólo cabe pensar en el robo del cadáver. Está todavía en tinieblas.

v.3: Salió, pues, Pedro y el otro discípulo y llegaron al sepulcro.

v.4: Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corría más rápido que Pedro, se adelantó y llegó primero al sepulcro.

Nueve veces se menciona el sepulcro en este pasaje. Es la obsesión de la comunidad por la muerte. La prisa expresa el amor por Jesús, y por eso el discípulo amado corre más deprisa, porque ama más. Se ha querido relacionar esta velocidad con el hecho de que fuese más joven. Isshodad de Merv lo atribuye al hecho de que era célibe (¡!). Pedro sin duda lleva el peso de la culpabilidad y de su negación a cuestas, que no le dejan correr tanto.

v.5 Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró.

Los lienzos eran visibles desde el exterior. Ya ha amanecido y hay luz. Los lienzos han quedado atrás, mientras que en el caso de Lázaro el muerto los llevaba puestos. ¿Será porque tendría todavía que usarlos otra vez? En cambio Jesús ha dejado atrás definitivamente estos signos de muerte.

En el no entrar de Juan se han querido ver significaciones teológicas (deferencia hacia Pedro como jefe de los doce; paralelismo entre la comunidad petrina y la juánica… Aparte de posibles significados teológicos, desde el punto de vista dramático se consigue así retrasar la entrada y dejar el clímax de la fe para el final.

v.6: Llegó también Simón Pedro tras de él y entró al sepulcro. Y vio los lienzos por el suelo y el sudario que había estado sobre su cabeza no puesto en el suelo con los lienzos, sino aparte, enrollado en un mismo lugar.

Es difícil reproducir la localización de los lienzos y sobre todo el influjo que esta colocación tuvo sobre la fe des discípulo. Según Balagué habría que entender: Vio los lienzos lisos, no abultados; es decir los vio vacíos. El sudario, en cambio estaba en el mismo lugar, pero no liso, sino enrollado, haciendo bulto, se entiende por debajo del lienzo, en el lugar correspondiente a la cabeza. Balagué entiende que el sudario era un paño enrollado que se había usado para sujetar la mandíbula y anudado encima de la cabeza.

Según Brown la contraposición no es entre lienzos lisos y sudario abultado, sino entre los lienzos yaciendo en el suelo, y el sudario aparte en otro sitio. ¿Qué había en la disposición de aquellos lienzos que llevó al discípulo a creer? Para algunos (S. Juan Crisóstomo) se trata sólo del mero hecho de los lienzos vacíos. Un ladrón se habría llevado el cadáver con los lienzos puestos, sin molestarse en desenvolver el cuerpo.

Otros valoran mucho la disposición de los lienzos como el factor que genera la fe en el discípulo. La posición de los lienzos sólo sería explicable por la volatilización del cuerpo de Jesús que habría pasado a través de ellos como luego atravesará las puertas cerradas. Con todo resulta llamativo que Pedro no creyese también si la disposición de los lienzos era tan llamativa.

v.8: Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero. Vio y creyó.

v.9: Es que hasta entonces no habían entendido la Escritura de que tenía que resucitar de entre los muertos.

Se presenta la dificultad del cambio del singular al plural. Por una parte "vio y creyó", por otra parte "no habían entendido". Hay algunas variantes textuales: el códice de Beza trae: "no creyó". Agustín y otros entienden que creyó lo que había dicho la Magdalena de que no estaba el cuerpo.

Pensamos que el evangelista se refiere a la fe en la resurrección; en caso contrario no tendría sentido introducir la figura del discípulo amado para llegar a una conclusión tan de perogrullo como que el cuerpo no estaba ahí. Sin embargo en ninguna otra parte del evangelio aparecen ecos de esta fe del discípulo, ni en la aparición en el cenáculo ni en la del lago.

El DA percibe siempre antes que Pedro las señales de Jesús (13,23.25; 18,15; 21,7). En paralelo con las siguientes escenas, Magdalena, los Once, Tomás, todas acaban con un acto de fe.

¿A qué texto de la Escritura puede referirse? Unos piensan en una referencia genérica. Otros en algún texto concreto, especialmente aquellos que ya han sido citados anteriormente en el evangelio: Sal 18,19; Os 6,2; Is 26,19-21 LXX. La Escritura es un punto de referencia continuo del Señor resucitado. Cuando no comprendemos los sucesos de nuestra historia la Escritura debe ayudarnos a discernir los signos ambiguos que nos son dados, para encontrar en ellos la presencia del resucitado.

Para Schnackenburg el verso 9 estaba en la fuente del evangelista, porque la expresión que se usa allí: "tenía que resucitar de entre los muertos", no es una expresión juánica, sino sinóptica.

v.10: Los discípulos entonces se volvieron a casa.

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SEGUNDO EPISODIO: JESÚS SE APARECE A LA MAGDALENA

v.11: Entretanto María estaba fuera junto al sepulcro llorando. Sin dejar de llorar se inclinó a mirar al sepulcro.

Termina aquí la narración juánica de la primera tradición de "mujeres en el sepulcro", que había quedado interrumpida por la visita de los dos discípulos. Ya hicimos notar cómo no consta cuándo volvió María al sepulcro.

Hay un contraste entre los que se vuelven a casa y María que se queda. Sólo esta última en su perseverancia es la que va a contemplar al Señor. Las lágrimas de María reflejan ya lo anunciado por Jesús: "Lloraréis y os lamentaréis" (16,20). Las lágrimas nacen de la ausencia de Jesús. Pero "otro poco y me volveréis a ver, y se alegrará vuestro corazón" (16,16.22).

v.12: Y vio dos ángeles vestidos de blanco, uno sentado a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había estado el cuerpo de Jesús.

v.13: Le preguntaron ellos:

– Mujer, ¿por qué lloras?

Les dijo:

-Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.

La aparición de ángeles es un rasgo típico del relato "mujeres ante el sepulcro" en los cuatro evangelios. En Juan queda como una reliquia del relato original donde los ángeles tenían el papel fundamental de dar un mensaje y explicitar el sentido del sepulcro vacío. En Juan en cambio no tienen nada importante que decir.

En Lucas son dos hombres y se aparecen de pie, dentro del sepulcro (Lc 24,4-4). En Mateo es un ángel que acaba de quitar la piedra y se sienta fuera (Mt 28,2-3). En Marcos es un joven situado dentro a la derecha (Mc 16,5). En Juan son dos ángeles dentro sobre la repisa (arcosolium) en la que había estado depositado el cuerpo, uno a los pies y otro a la cabecera.

La sepultura dentro de la cueva podría tener lugar en un nicho, en la cual el cadáver era metido con la cabeza por delante, o un arcosolio, en el cual el cuerpo era depositado paralelo a la pared. Sólo en un arcosolio hubiese sido posible contemplar los dos ángeles que estaban uno a la cabecera y otro a los pies. El arcosolio comenzó a hacerse popular en el siglo I de nuestra era. De hecho el Santo Sepulcro de Jerusalén es una tumba de arcosolio.

Se ha buscado un simbolismo en la posición de los ángeles. Se ha hablado de un paralelismo con los dos ladrones, o en los dos querubines que estaban sobre el propiciatorio del arca de la alianza, en medio de los cuales se sentaba la gloria de Dios.

Los ángeles no comunican ningún mensaje. Se limitan a preguntar. Quizás su presencia le puede servir al evangelista para continuar el paralelismo del Cantar: "De noche me levanté, recorrí la ciudad, buscando al amor de mi alma. Lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardas que rondan la ciudad. ¿Visteis al amor de mi alma?" (Ct. 3,2-3). Los ángeles jugarían el papel de los guardias de la ciudad a quienes la desconsolada esposa pregunta en medio de su búsqueda.

v.14: Dicho esto se volvió y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús

Lo buscaba muerto, por eso no lo reconoce vivo. Habría reconocido a un Jesús yacente, pero no lo reconoce puesto en pie. Lo buscaba dentro del sepulcro, por eso no lo reconoce al verlo fuera.

El tiempo dedicado a narrar cómo María no reconoce a Jesús introduce un tema teológico importante. Jesús resucitado ha experimentado un cambio profundo. Mr dirá que se apareció en otra forma ???????? (Mc 16,1). Pablo señala esta simultánea permanencia y transformación con la imagen de lo que se siembra y lo que brota (1 Co 15,42). Las narraciones del sepulcro vacío subrayan la continuidad; las escenas del trabajoso reconocimiento subrayan la transformación.

Juan ha conservado algunos materiales del relato original de la aparición (tiempo y lugar, lágrimas de la Magdalena, aparición y reconocimiento, gesto de abrazarse a sus pies, mensaje a los hermanos (cf. Mt 28,9-10).

Pero Juan va a introducir novedades redaccionales para hacer de esta escena una página magistral de la teología y la psicología, como ya hizo con la Samaritana o con Pilato. El dramatismo psicológico del relato es bellísimo, pero al mismo tiempo los personajes se transforman en símbolos. Juan es un maestro en el arte de presentar personajes llenos de vida y al mismo tiempo fuertemente simbólicos.

v.15: Jesús le preguntó:

-Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?

Tomándole por el hortelano ella le dijo:

-Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.

El tema "buscar" estaba ya en la tradición sobre la conversación de los ángeles y las mujeres de Mateo, pero aquí debemos verlo en el contexto teológico juánico del primer diálogo de Jesús con los discípulos: "¿Por qué me buscáis? (1,38). También entonces los discípulos le llamaron Rabí. Ahora la Magdalena le llamará en arameo Rabbuni, maestro mío.

En la mención del hortelano algunos buscan significados simbólicos. Los que interpretan el pasaje en clave del jardín del Edén, podrían ver en Jesús el nuevo Adán encargado de cuidar el jardín. En cualquier caso hay una ironía de parte del evangelista. Dentro de la falta de lógica de su interpelación al jardinero "Si te lo has llevado…" María está diciendo una gran verdad sin saberlo. Aquél hombre de hecho se ha llevado el cuerpo, lo ha arrebatado del sepulcro.

v.16: Jesús le dijo:

-María.

Ella se volvió y exclamó en hebreo:

Rabbuni (que significa Maestro).

Las palabras "en hebreo" faltan en algunos códices occidentales. En realidad la palabra Rabbuni no es hebrea sino aramea, pero Juan acostumbra a llamar al arameo hebreo (5,2; 19,13.17; Ap. 9,11; 16,16).

Aunque Juan da la misma traducción griega para la palabra rabí, sin embargo puede que Rabbuni tenga un matiz de afecto. Albright sugiere: "Mi querido rabí" como la traducción óptima. Mateos siguiendo su paralelismo nupcial hace notar que Rabbuni podía ser usado por la mujer para llamar al marido. Así llama Sara a Abrahán en Gn 18,12; se estaría mezclando la imagen del maestro con la del esposo.

Causa extrañeza la expresión "ella se volvió". Ya antes en el v.14 se ha dicho que María se volvió (estaba mirado al sepulcro y se volvió para mirar hacia fuera al hortelano). Ahora se repite el verbo. Unos lo interpretan como huella un tanto desmañada de la composición del relato. Otros suponen que María se había retirado para mirar de nuevo al sepulcro y Jesús le llama de nuevo (suposición totalmente gratuita).

Más bien nos inclinamos a pensar que el verbo tiene un significado espiritual. Se trata del verbo hebreo Shub, que en sentido figurado denota la conversión de María que, al escuchar la voz de Jesús, se convierte de su obstinada incredulidad. Varias veces hemos hecho notar el tema juánico de la voz de Jesús. La voz del pastor (10,4), la voz del novio (3,19), la voz del Hijo de Dios (5,25). María reconoce a Jesús cuando éste la llama por su nombre, como el pastor llama a las ovejas por su nombre y éstas le reconocen (10,14-27).

El tema de la voz del novio encaja también en las múltiples insinuaciones nupciales que contiene el pasaje. "Estaba durmiendo, mi corazón en vela, cuando oigo la voz de mi amado" (Ct 5,2). Entre sus lágrimas María reconoce al Señor. El sol sale entre sus lágrimas en un hermoso arco iris. Magdalena había iniciado su peregrinación en tinieblas. En este momento acaba de salir el sol.

v.17: Le dijo Jesús:

-Suéltame, que aún no he subido a mi Padre. Anda, ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios"

Teológicamente éste es el verso más denso y más juánico. El tema sinóptico del mensaje del resucitado ha sido acuñado aquí en vocabulario y fraseología juánica.

Primero dice: "¡Suéltame! (literalmente, no sigas tocándome). Supone que María se ha abrazado a los pies de Jesús, tal como constaba en el relato tradicional (Mt 28,9). J. Maiworn recoge doce tipos distintos de explicaciones de esta expresión, algunas verdaderamente peregrinas. Unos hablan de la impureza ritual de tocar un cuerpo muerto, otros de que las heridas están todavía tiernas, otros suponen que María le había pedido a Jesús la comunión, otros que no le toque porque está desnudo. Asombra a la vez el candor y la fantasía de algunos comentaristas.

Detrás de este verbo hay que ver de nuevo una referencia al Cantar. "Encontré al amor de mi alma, lo agarraré y no lo soltaré" (Ct 3,4). Las alusiones nupciales pueden estar poniendo de relieve el simbolismo de la pareja Jesús/Magdalena y la pareja Adán/Eva en el jardín del paraíso. En este caso la esposa está representada por una mujer que ha renacido al pie de la cruz, lavada en el agua que brota del costado de Jesús.

Nosotros partiremos de una interpretación global de la escena. Sólo desde ahí se puede explicar la presencia del verbo "suéltame". El tiempo de las apariciones es un tiempo intermedio entre la vida mortal y la vida del Verbo junto al Padre en la gloria. La presencia normal del resucitado será su presencia en el Espíritu. Las apariciones no son el modo normal de presencia de Jesús glorificado a los suyos. María al abrazar a Jesús interpreta falsamente que Jesús se dispone a reanudar su anterior tipo de existencia tras el breve paréntesis de la tumba, y que esta aparición es el modo habitual de su presencia nueva.

Pero Jesús quiere hacerle ver lo transitorio de la economía de las apariciones. "No te apegues a ellas. Sólo pretenden ayudarte a descubrir la verdadera presencia resucitada que no es carnal sino espiritual. "Suéltame" quiere decir: "No te agarres a esta aparición, no quieras poseerla. Mi nueva presencia es en el Espíritu. Me puedes ver así todavía porque aún no he subido a mi Padre, pero subo ya a mi Padre, y estas apariciones no van a durar".

De algún modo Jesús ya ha ascendido al Padre, ya ha sido glorificado. Juan no establece un período tan marcado como el de Lucas de cuarenta días antes de la Ascensión. El Jesús juánico describe su victoria en términos de exaltación, más bien que en términos de resurrección. Su exaltación es un "retorno al Padre" (12,32-33; 14,38; 16,5.10.28). Cuando el 4Ev. habla en términos temporales de un antes y un después de haber ascendido, no está refiriendo esas categorías a la situación personal de Jesús (El ya está plenamente glorificado, plenamente ascendido), sino que se refiere a la percepción de Jesús glorificado por parte de los discípulos. Esta percepción sí tiene un antes y un después. El antes es la época de las apariciones, como etapa transitoria. El después definitivo será cuando la visión desaparezca y su presencia se viva totalmente en el Espíritu. Jesús le dice a la Magdalena que no se agarre a lo transitorio.

No te agarres, porque además no es el tiempo de la contemplación sino de la misión. No es el tiempo de hacer tres tiendas, sino de cumplir un envío. Traduciéndolo a nuestra experiencia espiritual las apariciones designan los momentos de consolación. No son duraderos porque estamos todavía en la intermitencia de "un poco y me veréis y otro poco y me volveréis a ver". Lo importante es cumplir la misión que el Resucitado nos encarga, la de llevar el anuncio a los hermanos.

Jesús se refiere a sus discípulos como sus hermanos. Nunca antes los ha llamado así. Quizás hay una alusión a que el don del Espíritu les ha transformado en hijos de Dios, y por tanto en hermanos de Jesús. Después de la glorificación de Jesús se han convertido en hijos.

Algunos han pretendido ver en la expresión "mi Padre y vuestro Padre" una diferenciación teológica entre el tipo de paternidad que Dios tiene para con Jesús y el que tiene para con nosotros. Jesús no puede hablar de "nuestro" Padre común. El sería el hijo natural, y nosotros los hijos adoptivos, en terminología paulina. Esto es cierto, pero pensamos que no es lo que quiere decir el evangelio en este punto. Más bien está subrayando lo que uno sobre lo que diferencia, la comunidad de filiación lograda por la muerte de Jesús.

En Rut 1,16, Rut le dice a Noemí su suegra: ligaré mi suerte con la tuya por siempre. "Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios". Jesús y los suyos vivirán en común perteneciendo a la familia trinitaria, en el mismo hogar en la casa del Padre, donde hay sitio para muchos. La plena ascensión de Jesús se realiza mediante el don del Espíritu que se dará en el episodio siguiente.

v.18: Fue María a anunciar a los discípulos: "He visto al Señor" que le había anunciado estas cosas.

Curiosa mezcla de estilo directo e indirecto, poco elegante en griego. Diversos manuscritos han tratado de normalizarlo. Algunos piensan que se puede encontrar la clave de esta expresión tan torpe en la crítica literaria, mostrando que se han unido aquí frases de dos relatos, uno que estaba en estilo directo y otro que estaba en estilo indirecto.

El cumplimiento de la misión confiada por Jesús es parte de los relatos de "mujeres en el sepulcro". Esta misión nunca pudo haber sido inventada por la comunidad. San Agustín busca una significación teológica. "¿Acaso no fue su resurrección anunciada a los varones por medio de las mujeres, de forma que la serpiente fuera vencida por un método contrario? Efectivamente ella (la serpiente) anunció la muerte al primer hombre por medio de la mujer, y la vida ha sido anunciada a los varones por una mujer" (PL 35,1998).

Escena II: Aparición a los Once

1. Estructura juánica

Decíamos que en la escena anterior se habían integrado tres relatos tradicionales: el de las mujeres en el sepulcro vacío, el de Pedro y otros visitando el sepulcro, y el de la aparición a la Magdalena.

En cambio ahora, para esta escena segunda pensamos que no existe más que un sólo relato básico de aparición a los Once que subyace a todas las versiones evangélicas y a los dos relatos consecutivos del 4Ev., sin Tomás y con Tomás.

La segunda aparición, a los ocho días, probablemente no venía recogida como tal en ninguna tradición y es un desdoblamiento que hace el evangelista como recurso literario para dividir en dos el abundante contenido teológico que hubiera recargado demasiado la escena de una sola aparición. Gracias a este desdoblamiento se puede también alternar nítidamente la dimensión grupal de la aparición (primer domingo) y el diálogo personalizado al que Juan es tan aficionado (segundo domingo).

En los relatos evangélicos de aparición a los Once existe siempre el tema de la incredulidad. Este tema lo ha desplazado el 4Ev. al segundo domingo, estando Tomás presente. Para ello ha omitido en la primera aparición cualquier referencia al tema de la fe o de las dudas, para tratar de este tema monográficamente en el contexto de la segunda aparición. Como sutura en el punto de donde se eliminó la referencia a la fe en la primera aparición, queda la mención de las llagas. Esta mención queda como colgada en el aire, al habérsele quitado la significación que había tenido y que ha sido desplazada a la segunda aparición.

¿Por qué ha escogido el evangelista precisamente a Tomás para protagonizar el tema de la fe en la aparición desdoblada? ¿Es una invención caprichosa? No necesariamente. Quizás la única tradición sobre la aparición a los Once daba un especial relieve a Tomás como exponente de las dudas del grupo. O Tomás sencillamente era uno de los discípulos citados nominalmente, tal como ocurre en el c. 21. En cualquier caso, lo que se nos narra sobre Tomás guarda una cierta coherencia con la psicología que se nos describe en 11,16 y 14,5. Probablemente, pues, el haber escogido a Tomás como exponente de las dudas del grupo no ha sido una opción totalmente caprichosa o arbitraria del 4Ev.

De entre los diversos relatos de aparición a los Once, nuestra doble aparición está más cercana a la versión de Lucas que a cualquier otra. Hagamos un breve recuento de paralelos.

* La fecha: tarde del domingo

*El lugar: Jerusalén, dentro de una casa.

* El modo: "se puso en medio" (Lc 24,36), "Se puso en el medio" (Jn 20,19).

* Las llagas: en Juan llagas en manos y costado, en Lucas manos y pies (Lc 24,39).

* El saludo: Paz con vosotros (Jn 20,19 = Lc 24,36).

* El don del Espíritu: prometido en Lucas (24,49), insuflado en Juan (20,22).

* El perdón de los pecados: Jn 20,23; Lc 24,41.

* La alegría de los discípulos: Jn 20,20; Lc 24,41.

* El tema de la incredulidad: Lc 24,41; desplazado en el 4Ev. hasta la segunda aparición.

* La misión: Jn 20,21; Lc 24,47-48.

A este esquema común Lucas ha añadido por su cuenta un largo discurso y el desarrollo apologético de la comida con Jesús. Juan, aparte de su desarrollo redaccional de las escenas comunes y el desdoblamiento de la aparición, ha añadido como realidad otorgada el Espíritu Santo y el perdón de los pecados que en el relato de Lucas era sólo promesas. Además ha reformulado en lenguaje juánico el tema de la misión y ha añadido el gesto de la insuflación y de la llaga del costado.

Sobre todo se ha ampliado el tema de la fe/incredulidad que en Lc y en los otros sinópticos está sólo insinuado. Al tratarlo monográficamente en la aparición desdoblada, puede abordarlo muy por extenso, integrando así el mandato "No seas incrédulo sino creyente" (20,27), una profesión de fe (20,28) y un macarismo (20,29). Una vez, como tantas veces hemos apuntado, Juan usa la figura de Tomás como símbolo, pero sin restarle nada al dramatismo palpitante y al análisis psicológico del personaje.

No olvidemos que Tomás había tenido un arranque de generosidad en su disposición a volver a Jerusalén a morir por Jesús. "Vayamos también nosotros a morir con él" (11,16). Este arranque de generosidad es paralelo al de Pedro: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti (13,37).

En el caso de Pedro Jesús le recrimina su autosuficiencia haciéndole ver qué pronto le va a negar tres veces. en el caso de Tomás no hay ninguna recriminación por parte de Jesús. pero el relato se encargará de mostrar hasta qué punto eran frágiles la fe y la generosidad de Tomás. Así contrasta mejor la condescendencia de Jesús para con la fragilidad del discípulo que como cualquiera de nosotros da muestras en ocasiones de una gran generosidad y en otras de una gran torpeza y tozudez.

2. Exégesis

PRIMER EPISODIO: APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS SIN TOMÁS

v.19: Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando atrancadas las puertas del lugar donde estaban los discípulos por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en el medio y les dijo:

-La paz con vosotros.

Se inicia el pasaje también ahora indicando la oscuridad, el miedo, las puertas cerradas.

El hecho de mencionar el día primero de la semana en las dos apariciones puede estar indicando la costumbre de la comunidad de reunirse a celebrar el recuerdo de Jesús en ese día. Por el Apocalipsis sabemos que el domingo era para la comunidad juánica "el día del Señor" (Ap. 1,10). Hay algunos otros rasgos litúrgicos insinuados: el saludo, la adoración, el acto de fe…

Los cuatro evangelistas mencionan con insistencia el hecho del miedo. Miedo ante la aparición angélica, ante el terremoto… En Juan son los judíos la causa del miedo. Miedo era también el sentimiento de los discípulos en la barca la noche en que Jesús no estaba con ellos y el viento era contrario (Jn 6,20). Las puertas cerradas pueden ser una pincelada psicológica para describir la actitud interior de los discípulos. Algunos han querido ver también una alusión a que el cuerpo de Jesús puede atravesar paredes. No pensamos que se haya pretendido esto. La piedra del sepulcro estaba quitada. Jesús no la atravesó. En ningún momento se dice que Jesús atravesase las paredes, sino que se puso en medio de ellos. En realidad ya estaba dentro; su presencia lo llena siempre todo. Simplemente se hace visible en determinados momentos.

Jesús en medio de su comunidad es uno de los temas más sugerentes en este episodio. La frase de saludo, aunque reproduzca la fórmula habitual de saludarse los hebreos, está aquí cargada de sentido teológico. Es el cumplimiento de la promesa de Jesús en discurso de despedida. "La paz os dejo, mi paz os doy" (14,22). "Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón" (16,22). La paz y la alegría son manifestaciones que acompañan el don del Espíritu que Jesús va a comunicar en este pasaje.

v.20: Dicho esto les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor.

El tema de las heridas está amplificado en la segunda aparición. Pero ya desde aquí vemos que el Resucitado conserva las huellas de su pasión. No se avergüenza de ellas, le identifican, son las huellas de su amor. En Lucas Jesús también les enseña las llagas de las manos (y los pies) para aliviar su miedo. El enseñar las llagas es ante todo una manera de identificar al Resucitado con el Crucificado. Se trata del mismo Jesús que ellos conocieron y que murió en la cruz.

La alegría está asociada en el 4Ev. con el regreso de Jesús. "Os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y vuestra alegría no os la podrá quitar nadie" (16,22). "Vuestra tristeza se convertirá en gozo" (16,20).

¿Quiénes son los discípulos? ¿Los Once o un grupo más amplio? Ciertamente en todos los pasajes paralelos y en la tradición se trataba de los Once. ¿Ha omitido Juan intencionadamente este dato? Es un tema que incide mucho en controversias eclesiales. Porque ¿a quién se otorgó el poder de perdonar pecados, a los Once o a los discípulos en general? Protestantes y católicos tratan de llevar un poco el agua a su molino en la exégesis de este texto.

Algunos han pensado que en el 4Ev. hay una intención deliberada de rebajar el puesto de los Doce en la Iglesia. Los menciona como grupo en raras ocasiones. Nunca los llama apóstoles, sino discípulos, aunque también es cierto que no tiene nada negativo que decir contra los doce. De hecho Ap 21,14 dará el nombre de los doce a los cimientos del muro de la Jerusalén celestial.

Lo que sí suele hacer Juan es tomar el grupo de los Doce/Once no en su ministerio específico intracomunitario, sino como representantes de un auditorio más amplio, constituido por todos aquellos que creen o habrán de creer. El 4Ev. se refiere sobre todo a los dones que los Doce comparten con el resto de los discípulos, y no tanto en su ministerio específico. Ni se afirma ni se niega que los Doce tuvieran un ministerio específico o unos poderes específicos en contraposición con el resto de los fieles. Esto habría que iluminarlo con los otros evangelios, o por medio de ciertas deducciones. Juan no lo afirma explícitamente (Excluimos por supuesto el pasaje de Pedro en Jn 21, pues nos estamos refiriendo ahora al grupo de los Doce).

v.21: Jesús repitió:

-La paz con vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

En todos los evangelios la aparición a los Once va acompañada de una misión. Lo característico de la teología juánica es la explicitación de la relación existente entre la misión de Jesús y la de sus discípulos. Ya había sido enunciada en la oración sacerdotal: "Como tú me enviaste al mundo, también yo les envío al mundo" (Jn 17,18). La misión de los apóstoles prolonga la misión del Hijo. Del mismo modo que quien ve al Hijo ve también al Padre que lo ha enviado (12,45; 14,7), así también ahora el que acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoge a mí, acoge a aquél que me ha enviado (Jn 13,20).

No es que Jesús delegue su misión en los apóstoles para que ellos la continúen en su lugar. Simplemente comparte su misión con ellos, les asocia a la misión que él sigue llevando a cabo mediante ellos, y mediante la comunicación del Espíritu.

En el texto de la oración sacerdotal, los discípulos eran consagrados en la verdad, en orden a la misión. Ahora van a recibir el Espíritu de la verdad, el que dispone a esta misión. Efectivamente el Espíritu dentro de ellos es el que da testimonio (15,26-27). Y además el Espíritu es el que engendra hijos de Dios (3,5-6). Por eso la misión juánica está en estrecha relación con el don del Espíritu.

v.22: Dicho esto, sopló y les dijo:

-Recibid el Espíritu Santo

El 4Ev. ha juntado en un solo día Pascua y Pentecostés. La glorificación de Jesús coincide con el don del Espíritu (Jn 7,37). De algún modo ya había sido adelantado simbólicamente en la misma muerte de Jesús ("Entregó el Espíritu" – 19,30). El hecho de que Juan coloque esta aparición en el mismo domingo de Pascua ya hemos dicho que probablemente es redaccional. También quizás lo es la fecha en la que Lucas sitúa el acontecimiento de Pentecostés. Nada nos fuerza a elegir entre Juan y Hechos. Lo importante no es la escenificación o la datación del hecho, sino el hecho en sí del don del Espíritu en los días de Pascua, como culminación de la ascensión o glorificación de Jesús y su nueva presencia en la comunidad.

El verbo usado por Juan es el mismo que usan los LXX al traducir Génesis 2,7, al describir la insuflación que da vida al barro de Adán. El soplo creador de Dios es ahora el soplo vivificante del Resucitado. Es el mismo verbo que se usa en Sabiduría 15,11:

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La misma palabra se usa en Ez 37,9 cuando el profeta pide que el Espíritu sople sobre los huesos secos.

Este es precisamente el momento del bautismo de los discípulos. A partir de ahora el Padre de Jesús es también el Padre de ellos y pueden ser de verdad hermanos de Jesús.

Algunos han tratado de buscar una diferencia entre el don del Espíritu en Pascua según san Juan y el don del Espíritu en Pentecostés según san Lucas, pensando que se trata de dos efusiones distintas del Espíritu con matices diferentes. La primera, inicial; la segunda consumada. La primera para dar la vida nueva, la segunda para otorgar un poder ministerial… Es hacer puro concordismo para tratar de encajar el distinto modo en que cada evangelista presenta la donación del Espíritu.

Mientras que Juan quiere insistir en la unidad del misterio pascual -muerte, glorificación, ascensión, Espíritu- colocándolos en contigüidad temporal. Lucas en cambio ha dispuesto estos aspectos del misterio: -muerte, resurrección, ascensión, donación del Espíritu-, en una secuencia temporal durante un total de cincuenta días. Juan y Lucas son muy prácticos en el arte de acomodar la cronología a la teología, y no tienen ningún escrúpulo en hacerlo en otras ocasiones.

v.23: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los imputéis, les quedan imputados.

Es importante el análisis morfológico de los tiempos verbales de esta frase para poder interpretar su verdadero sentido

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El aoristo tiene un valor puntual, algo que sucede de una vez para siempre: el perdón. En cambio el tiempo presente tiene una valor durativo: seguir reteniendo, manteniendo, sujetando.

Les quedarán perdonados: perfecto pasivo (en algunos manuscritos futuro o presente pasivo).

Les quedarán imputados: perfecto pasivo.

Para el primer miembro de las dos sentencias no hay duda en la traducción. Donde podrían surgir dudas es en los segundos miembros. Algunos sugieren que el perfecto de los segundos miembros implica una acción pasada, y que las traducciones con presente o futuro son manipulaciones para favorecer el sacramento de la reconciliación. El traduciría: "les han sido perdonados", implicando que no son los apóstoles los que perdonan, sino que meramente declaran el perdón que ha tenido ya lugar.

La Iglesia católica ha visto aquí la base sólida para el sacramento de la reconciliación, y por eso convendría detenernos en un estudio más detenido de este versículo. Ofrece paralelismos con el de Mt 16,19 y 18,18, que es material exclusivo de Mateo y no aparece en los otros sinópticos. La imagen que Mateo usa es ligeramente diversa: atar y desatar.

Curiosamente veremos como el 4Ev. encaja dentro de las apariciones algunos de los materiales flotantes que Mt o Lc han usado durante el ministerio de Jesús, pero que no pertenecían originariamente al contexto en el que han sido encajados. Estos logia de Mateo sobre atar y desatar pudieron estar anteriormente en el contexto de las apariciones de Jesús.

Se ha supuesto que el atar y desatar a renglón seguido de las llaves del reino puede ser el eco de Is 22,22 en que la entrega de las llaves significa la concesión del puesto de primer ministro. "La llave de la casa de David; abrirá y no cerrará; cerrará y nadie abrirá". Mateo habría adaptado esta imagen a un conocido logion rabínico que designa el hecho de determinar qué acciones son permitidas o prohibidas por la ley. Otro significado de este mismo par de verbos es el significado judicial que se expresa en imponer o levantar la prohibición de asistir a la sinagoga y participar en la comunidad. Juan va a usar otro par de verbos que connotan este acto judicial de perdonar o imputar un pecado.

Sin excluir otros significados concomitantes, perdonar e imputar significan en Juan promulgar la obra de juicio que Jesús mismo realizó en su vida. Jesús vino para un juicio que ponía en evidencia las obras de cada uno, al confrontarles con la luz de su palabra. Para un juicio había venido, para que los ciegos viesen, y los videntes aparecieran como ciegos. Los discípulos predicando el evangelio hacen que los hombres se definan y por consiguiente acepten la luz o se juzguen y condenen a sí mismos al rechazarla. Es fundamentalmente mediante la palabra predicada como se lleva a cabo este juicio. Unos se acercan a la luz y son perdonados, otros se endurecen y son condenados.

Los discípulos portan una palabra que implica perdón o condena. Esta tarea la hacen los discípulos bajo el poder del Espíritu Santo. Al Paráclito se le ha confiado la tarea de un juicio de carácter discriminatorio. Pero es el mismo Espíritu el que purifica del pecado en los sacramentos. La comunidad hace llegar el perdón a través de la efusión del Espíritu derramado inicialmente en el bautismo y a través del ejercicio continuado del perdón dentro de la comunidad.

Se ha discutido si el perdón de los pecados del que se habla aquí es el que se otorga en el bautismo, o el del sacramento de la reconciliación. No hay por qué escoger entre estas dos alternativas. Se refiere al perdón que es otorgado en el momento de la primera conversión, y también de conversiones sucesivas en la vida del cristiano.

Reproduciremos el texto de Brown, valorando la incidencia de este texto sobre el sacramento de la reconciliación.

"Es imposible zanjar esta disputa sobre bases puramente exegéticas… Dudamos que haya pruebas para limitar el poder de perdonar pecados o de imputarlos, otorgado en Jn 20,23, a un ejercicio específico de esta potestad en la comunidad cristiana, sea la admisión al bautismo, sea el perdón a través del sacramento de la penitencia. Estas son únicamente manifestaciones parciales de una potestad más amplia, concretamente la potestad de aislar, rechazar y negar el mal y el pecado, una potestad otorgada por Jesús en su misión y que él comunica a su vez a través del Espíritu a sus enviados. Se trata de una potestad eficaz, no meramente declarativa, contra el pecado; un poder que afecta a los antiguos y a los nuevos seguidores de Cristo, y que supone también un desafío para los que se niegan a creer. Juan no nos explica cómo o por quiénes se ejercía esta potestad en la comunidad a la que dirige su evangelio, pero el hecho de que se mencione indica que se ejercía".

SEGUNDO EPISODIO: APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS CON TOMÁS

v.24: Pero Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

v.25: Los otros discípulos le dijeron:

-Hemos visto al Señor.

Él les dijo: -Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no meto mi mano en su costado, no creeré.

Tomás no estaba con ellos. Se subraya el hecho de que se ha alejado de la comunidad y por ello se ha privado de la visita de Jesús. La única mención que teníamos de Tomás es su disposición a ir a la muerte con Jesús: "Vayamos también a morir con él" (11,16), y su pregunta en la Cena sobre el camino hacia el Padre (14,5). En ambas ocasiones se nos presenta como un hombre impulsivo, pero un tanto romo y escéptico. A lo largo del capítulo 20 hemos ido viendo varias actitudes psicológicas de los discípulos: la reacción afectiva de la Magdalena, la perspicacia del DA, la masiva lentitud de Pedro, y ahora el escepticismo de Tomás. A cada uno se le acerca Jesús de un modo diverso. El Señor muestra a los suyos su cariño, y se aviene a acomodarse a sus ritmos, sus lentitudes, sus prejuicios, sus tozudeces.

La frase de los compañeros: "Hemos visto al Señor" nos recuerda aquella gozosa de los primeros días: "Hemos encontrado al Mesías" (1,41). A los discípulos les había bastado con que Jesús les mostrase las manos y el costado. Tomás en cambio exige una comprobación más minuciosa de las heridas.

v.26: Ocho días después estaban de nuevo sus discípulos dentro de casa y Tomás con ellos. Llegó Jesús con las puertas atrancadas, se puso en medio y dijo:

-La paz con vosotros.

En la llegada de Jesús el autor se limita a repetir los datos de la primera aparición y contribuye a reforzar la opinión de los que piensan que nos encontramos con un duplicado redaccional y no con una nueva tradición. Pero no se cita ya el miedo a los judíos incompatible con el Espíritu que Jesús les ha infundido en la anterior aparición. Con todo las puertas siguen estando cerradas.

v.27 Luego dice a Tomás:

-Trae aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.

El evangelista encuentra reprensible la actitud de Tomás su empeño en comprobar los aspectos milagrosos. Sin embargo muestra cómo Jesús se aviene a someterse a las condiciones del discípulo. Las palabras de Jesús repiten punto por punto las exigencias que había mostrado Tomás. Éste se manifiesta descubierto y confundido. No se dice que Tomás llegase a tocar a Jesús. Más bien Tomás cree sin llegar a tocar sus heridas. Quizás para excitar la fe son mucho más eficaces el cariño y la condescendencia mostrados por Jesús que la mera comprobación objetiva.

v.28: Contestó Tomás:

-Señor mío y Dios mío.

El segundo concilio de Constantinopla insiste en que estas palabras se referían a Jesús y no eran simplemente una exclamación en honor al Padre (contra Teodoro de Mopsuestia). Hoy día todos piensan que la exclamación va dirigida a Jesús.

El evangelio ha estado puntuado por las confesiones cristológicas de los interlocutores de Jesús (1,29.32.41.49; 3,2.28; 4,19.42; 6,69; 9,38; 11,27; 12,13; 16,30; 20,16). Llegamos ahora a la confesión teológica más sublime, el clímax del evangelio. La divinidad de Jesús, el nombre sobre todo nombre, expresado de un modo inequívoco. Esta confesión de fe al final del evangelio forma una inclusión con el Prólogo: "El Verbo era Dios" (1,1).

Se unen los dos títulos usados en los LXX combinadamente para referirse a Dios:

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Jesús glorificado puede ser ya reconocido por los suyos en la plenitud de su misteriosa personalidad. "Cuando levantéis al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que YO SOY (8,28). Ya todos pueden "honrar al Hijo como honran al Padre" (5,23).

Se trata de una doxología en contexto litúrgico. Tomás habla en nombre de la comunidad. La fe ha alcanzado su punto más alto.

v.29: Le dijo Jesús:

-Porque me has visto, has creído. Dichosos los que sin haber visto creen.

El evangelio de Juan sólo trae dos macarismos. Éste y el de 13,17 "Dichosos vosotros si sabiendo estas cosas las cumplís". Un macarismo de fe y otro de obras. En cambio el Apocalipsis utiliza este breve género literario con gran abundancia. Hay nada menos que siete bienaventuranzas (1,3; 14,13; 16,15; 19,9; 20,5; 22,7; 22,14).

El evangelio se abre a una perspectiva más amplia, la de los futuros creyentes, del mismo modo que en la oración sacerdotal Jesús se abría también a los que habrían de creer por el testimonio de los discípulos (17,20).

No se contrasta la incredulidad de Tomás con la fe de otros. Tomás ya es un creyente. Se contrasta la fe de los que vieron a Jesús y la de los que no tendrán esa oportunidad de ver. También 1 P 1,8 dice a los cristianos de su época: "Sin haberle visto le amáis: aunque ahora no le veis, creéis en él, y os alegráis con un gozo intenso e inefable".

Recordemos que una de las situaciones existenciales a las que intenta responder el evangelio es la muerte de los testigos oculares y la primera generación apostólica, en concreto la muerte del discípulo amado.

El evangelio anima a sus lectores. Todos seguirán viendo al Señor de un modo especial, aunque distinto del de las apariciones. "El mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis" (14,19). Visión por connaturalidad. Sólo los vivos pueden ver al Viviente. La fe en Jesús es fruto de la experiencia de vida abundante que nos ha sido dada por él.

SEGUNDO EPISODIO: APARICIÓN A LOS DISCÍPULOS CON TOMÁS

v.30: Cierto que Jesús realizó todavía otros muchos signos en presencia de sus discípulos que no están escritos en este libro.

v.31: Éstos quedan escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo tengáis vida en su nombre.

Esta era la conclusión del evangelio en su redacción original. El capítulo 21 lo consideramos un epílogo añadido por un redactor.

¿A qué otros signos se refiere Juan? Unos piensan que se trata de otras apariciones, otros que se trata de signos milagrosos como los que están recogidos en el Libro de los Signos. Para nosotros puede referirse tanto a unos como a otros. Las apariciones son también signos.

La intención del evangelista es clara, y nadie puede llamarse a engaño. Él no ha escrito una crónica sobre Jesús, sino un libro que solicita la fe. No es un atestado imparcial de lo sucedido, sino la interpretación de un creyente y un miembro de la comunidad, pero que necesita verse robustecido e ilustrado en su fe.

EL EPÍLOGO

A) CRÍTICA LITERARIA

1. Relación entre Jn 21 y el resto del Evangelio

a) Apéndice, suplemento, epílogo

Desde el punto de vista textual el evangelio siempre circuló con el epílogo. No existen manuscritos en los que falte. Sin embargo, por motivos de crítica interna, muchos especialistas piensan que el capítulo 21 fue añadido después de compuesto el evangelio, y probablemente por alguien distinto del propio evangelista.

Razones principales:

* En 20, 30-31 hay un final claro que suena a acorde final.

* En 20,29, después de narrar las apariciones se consigna una bienaventuranza de los que no han visto. Es raro que después de esto se vuelva a narrar otra aparición más.

* El relato del capítulo 21 enlaza mal con el 20. Después de haber visto a Jesús en Jerusalén, ¿por qué han vuelto los discípulos a Galilea a su vida ordinaria? Si ya le han visto dos veces, ¿por qué les cuesta tanto reconocerle?

No nos gusta hablar de apéndice (es el nombre utilizado para hablar del apéndice de Marcos, escrito en una óptica diversa a la del resto del evangelio). En Jn 21, sin embargo, nos mantenemos en la órbita del evangelio.

Tampoco nos gusta suplemento, porque algunas de las noticias aportadas por Jn 21 no son necesariamente posteriores a las de Jn 20.

Preferimos hablar de epílogo, un discurso añadido a una pieza dramática para completar algunas ideas que quedaron pendientes. De este modo el epílogo viene a equilibrar el prólogo puesto al principio.

b) ¿Escrito por el evangelista o por un redactor?

Es importante hacer notar las semejanzas que hay entre el epílogo y el resto del evangelio, porque el cúmulo de smejeanzas o desemejanzas nos ayudará a responder a la pregunta dfe si está escrito por el mismo autor o por otro. Esta es la lista de temas repetidos:

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Se entenderá mejor lo que queremos decir contrastando el epílogo con el episodio de la adúltera (7,53-8,11), que también es un añadido al evangelio, pero que no pertenece en absoluto a la órbita juánica. En la adúltera no aparece ninguna de las palabrs típicas ele lenguaje juánico, ni ninguno de sus temas favoritos. Más parece un tesxto sinóptico que juánico.

A pesar de estas afinidades literarias y teológicas en Jn 21 hay ciertas diferencias de estilo que sugieren que es de una mano distinta de la del evangelista.

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Un poderoso argumento para razonar que no ha sido el evangelista el que ha añadido el epílogo, es que si hubiese sido el mismo, habría retocado om eliminado la conclusión del capítulo 20. Pero el redactor ha tratado con tal reverencia el evangelio como si fuese para él un texto ya sagrado y canónico, y no se ha atrevido a cambiar nada, sino que se ha limitado a añadir nuevos materiales.

Pensamos que el redactor fue un discípulo juánico que compartía la misma espiritualidad y desearía completar el evangelio con nuevos materiales procedentes ellos también de la escuela juánica.

Al mismo tiempo deseaba subrayar ciertos temas teológicos concretos. Esto no quiere decir, como pretende Bultmann, que el redactor quisiera corregir el evangelio: subrayar la sacramentalidad en un evangelio antisacramental o subrayar la eclesialidad en un evangelio antieclesial. Pero sí hay claramente indicios de que el redactor quería intensificar determinadas líneas teológicas que para su gusto no estaban suficientemente resaltadas en el resto del evangelio.

En concreto, el epílogo resalta la misión apostólica con la imagen de la pesca, reseña la rehabilitación de Pedro y su preeminencia en la Iglesia, corrige una interpretación errónea acerca de la muerte del discípulo amado. En conjunto todos estos temas inciden en una mayor eclesialidad del cap. 21, y en una visión más armónica de la relación de la comunidad juánica con las otras iglesias apostólicas, que quizás responda a un progresivo movimiento de incorporación de la comunidad juánica en el seno de la gran Iglesia.

2. Historia de las tradiciones

Un detallado análisis del c. 21 ha llevado a muchos exegetas a concluir que la estructura del pasaje es muy compleja. Se postula como posible solución a esta complejidad el que se hayan fusionado aquí dos escenas diversas referentes a distintas apariciones de Jesús. Una se centraría en la persona de Pedro y hablaría sobre una pesca. La otra se fijaría en el grupo de los discípulos y se centraría en una comida. Ambas tradiciones le llegaron quizás ya fundidas al redactor, que luego ha introducido muchos elementos redaccionales típicamente juánicos.

La primera aparición de la lista de 1 Co 15,5 es la aparición a Cefas. Pablo no la localiza. Lc supone que esta aparición tuvo lugar el mismo día de Pascua y en Jerusalén, porque al regresar los de Emaús la aparición a Pedro ya había tenido lugar (Lc 24,34). Hay motivos para pensar que la localización lucana de todas las apariciones en Jerusalén obedece a motivos redaccionales, aunque también hay motivos para pensar que las primeras apariciones tuvieron lugar en Jerusalén, tal como lo cuentan Lucas y Juan.

En Mc 16,7 el ángel da instrucciones a los discípulos y a Pedro de que vayan a Galilea, pues allí verán a Jesús, con lo que parece mostrarse totalmente ignorante de una aparición a Pedro en Jerusalén en el domingo de Pascua.

El evangelio apócrifo de Pedro sitúa en Galilea la primera aparición de Jesús a Pedro. Por otra parte en Jn 21 no hay ninguna alusión a que Jesús se hubiese aparecido anteriormente a Pedro. Antes bien, la lentitud de éste en reconocerlo parece excluir esta posibilidad. La actitud de Pedro ante el Maestro delata el embarazo y el remordimiento propio de un primer encuentro después de las negaciones. Si Jesús se hubiese aparecido ya antes a Pedro no se explica por qué volvió otra vez a la pesca en el lago, a su vida ordinaria.

Lo que sí parece claro es que en el relato tradicional de la aparición de Jesús a Pedro, Pedro estaba solo. Es precisamente esta aparición uno de los motivos para la singularidad de Pedro en la primera Iglesia. Parece incluso que Pedro fue el encargado de robustecer la fe de los otros apóstoles, y de congregarlos, en virtud de aquel encuentro personal que había tenido con el Señor. Este puede ser el sentido de Lucas cuando dice: "Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22,32). Esto favorece la hipótesis de que en esta aparición Pedro estaba solo, y que fue anterior a la aparición a los Once.

El hecho de que en el epílogo juánico Pedro aparezca acompañado de los discípulos, puede ser una señal de que está fundiendo dos relatos de apariciones, una a San Pedro solo y otra a los Once.

Así pues el epílogo nos estaría narrando aquí a su modo la tradición de la aparición a Pedro a la que aluden Pablo, Marcos y Lucas. Quizás puedan pertenecer a esta tradición algunos de los detalles que los sinópticos han situado en la vida pública de Jesús. Me voy a referir en concreto a tres pasajes sinópticos, dos de Mt y uno de Lc que pueden encontrar paralelos en Jn 21. Es claro que tanto en Mt como en Lc estos pasajes han sido añadidos, pues no pertenecen ni a la triple tradición ni a la fuente Q. ¿Cuál había sido el contexto original de estos relatos? Aventuramos que hubiera podido ser precisamente la aparición a Pedro que Juan ha reflejado en Jn 21. Estudiaremos cada uno de los tres textos.

Pedro camina sobre las aguas (Mt 14,25-33).

Aunque ya Juan nos ha narrado este episodio en el capítulo 6, allí no se nos habla de que Pedro saliese de la barca. Sólo Mateo nos dice que Pedro se tiró al agua al encuentro de Jesús. Si Mateo conocía un material postpascual de Pedro yendo a Jesús sobre el agua y no pensaba narrarlo en sus apariciones, éste hubiera sido un buen momento para incluirlo. Algunas semejanzas son notables.

* Pedro ve a Jesús a cierta distancia.

* No lo reconoce al principio.

* El miedo al fantasma (Mt 14,26) era un elemento en los relatos de apariciones (Lc 24,27).

* Se dirige a Jesús con el título de "Señor".

* Salta fuera de la barca hacia Jesús.

* Jesús socorre a Pedro después de haberlo reñido.

Pero hay que reconocer también que son muchas las diferencias, sobre todo en el hecho de que en Jn 21 Pedro va a Jesús nadando, y no hay ninguna alusión al carácter milagroso del camino de Pedro sobre las aguas que es evidente en Mateo.

Pedro roca fundamental de la Iglesia (Mt 16,16-19).

Los tres sinópticos recogen la escena en la que Pedro declara que Jesús es el Mesías. Sólo Mateo consigna la respuesta de Jesús a Pedro cambiando su nombre y haciéndole una serie de promesas. Una vez más Mateo ha añadido aquí un texto que no venía en Marcos o en Q. ¿Dónde encontró la fuente de Mateo este material y estos logia de Jesús? Muchos piensan que en la escena de la aparición de Jesús a Pedro después de la resurrección. Quizás habría una narración muy extensa de esta conversación, de la que Mateo tomó las imágenes de la roca, del primer ministro (llaves) y del atar y desatar, mientras que Jn 21 ha tomado la imagen del pastor y la de perdonar e imputar. Por otra parte el cambio de nombre de Simón que Mateo trae en este contexto, ya lo había adelantado Juan al primer encuentro de Jesús y Pedro al principio del ministerio apostólico (1,42).

La pesca milagrosa (Lc 5,1-15).

Lucas ha añadido el episodio de la pesca milagrosa al relato de la vocación de los discípulos junto al lago narrado por MM. De nuevo surge la pregunta: ¿Ha añadido Lucas o han abreviado MM? Nos inclinamos claramente por lo primero. Y si es Lucas el que ha añadido, cuál era el contexto del relato de la pesca tal como estaba en la fuente utilizada por Lucas?

La crítica interna del pasaje lucano no aporta pruebas decisivas a favor de una u otra posibilidad. En cambio sí impresiona ver los muchos paralelismos entre la pesca de Lc 5 y la de Jn 21.

* Toda la noche pescando sin coger nada.

* Jesús les dice que echen las redes.

* Al obedecer se recoge una pesca abundantísima.

* Se menciona el efecto del peso de la pesca sobre las redes.

* Pedro es el único que reacciona ante aquella captura.

* Se le da a Jesús el título de Señor.

* Los otros pescadores permanecen mudos.

* Al final aparece el tema de seguir a Jesús.

* La pesca simboliza el éxito de la tarea apostólica cristiana.

* Lucas usa por única vez el nombre de Simón Pedro (5,8) que es una expresión exclusiva de Juan (1,40; 6,8.68; 13,6.9.24.36; 18,10.15.25; 20,2.6; 21,2.3.7.11).

* Hay semejanzas de vocabulario en los términos náuticos.

* Se mencionan los hijos de Zebedeo.

* Pedro reconoce su condición de pecador.

No es verosímil que se trate de dos pescas distintas. ¿Cuál de los dos evangelios nos presenta la forma más original del relato y su encuadramiento cronológico? ¿Cuándo tuvo lugar la pesca milagrosa, durante el ministerio de Jesús o en una de sus apariciones? Nos inclinamos a pensar que es Juan quien nos conserva el verdadero contexto.

En general las transposiciones han tenido siempre lugar de la Pascua al ministerio de Jesús y no viceversa. Por otra parte, dada la intención clara de Lucas de no sacar ya a Jesús de Jerusalén una vez que culmina allí su vida, se ve claro que no podía narrar la aparición en el lago y por eso ha tenido que hacer el montaje de la pesca milagrosa en otro lugar de su evangelio. Su opción de incluir este material en el momento en que el relato de Marcos nos narra la vocación de los pescadores, ha sido una elección muy feliz.

Resumiremos citando a Brown a quien hemos seguido muy de cerca en este estudio: "La primera aparición de Jesús a Pedro se produjo mientras éste estaba pescando. Hubo una pesca milagrosa al obedecer Pedro la orden de un personaje en la orilla a quien Pedro reconoció sólo después como Jesús resucitado. Pedro saltó de la barca para ir a su encuentro, y en el curso del relato subsiguiente reconoció su pecado, fue restablecido en la amistad de Jesús y recibió una misión por la que adquirió una autoridad destacada en la comunidad". Juan ha conservado este relato más fielmente que Lucas y lo ha mantenido en su original contexto pascual. Además ha mezclado materiales procedentes de otra tradición de comida de Jesús con los Once discípulos, que Lucas ha situado conforme a su cuadro redaccional en Jerusalén. También ha elaborado mucho la conversación entre Jesús y Pedro, la triple pregunta y la confesión en lenguaje juánico, y ha añadido el tema del contraste entre Pedro y el discípulo amado.

Pero no olvidemos que no todos están de acuerdo en situar la aparición a Pedro en el lago. Es verdad que éste es el emplazamiento de Jn 21, y del evangelio de Pedro que la sitúa en el lago "el último día de los ácimos". El emplazamiento galileo viene también abonado por las palabras del ángel a las mujeres en Mt y Mc.

Pero si, como pensamos, es muy probable que las primeras apariciones fueran en Jerusalén el mismo domingo de Pascua (p 133), entonces es allí donde habría que situar la aparición a Pedro, que sin duda fue anterior a las otras apariciones a los discípulos. Algunos piensan que la leyenda del Quo Vadis, en la que Jesús se aparece a Pedro cuando éste huye de Roma, puede estar inspirada en la tradición de que Jesús se apareció a Pedro en el momento mismo en que éste huía de Jerusalén camino de Galilea (Fuller, Burkitt). Es claro que de haberse producido la aparición en este contexto, que por otra parte es paralelo al contexto de los de Emaús, la reacción de Pedro habría sido la misma que la de los de Emaús: regresar inmediatamente a Jerusalén.

Decíamos al principio que en Jn 21 se habían fusionado quizás dos tradiciones distintas: la de la aparición a Pedro y la de la comida de los discípulos. Ya hemos estudiado la primera, pasemos a ver la segunda.

Según MM (mensaje del ángel a las mujeres) las apariciones de Jesús a los discípulos tuvieron lugar en Galilea. Mateo sitúa concretamente la aparición en el monte donde Jesús les había citado. Pero teniendo en cuenta el simbolismo teológico que el monte ha tenido a lo largo de todo el evangelio, bien puede tratarse de un dato redaccional.

Si los discípulos volvieron a Galilea es posible que el encuentro tuviese lugar en el lago, donde vivían los discípulos. Reconstruiríamos la escena así: "En algún lugar de las inmediaciones del lago un hombre invitó a los discípulos hambrientos a comer una comida consistente en pan y pescado. El aspecto de aquel hombre era familiar. Vacilaban y no se atrevían a preguntar. Finalmente cayeron en la cuenta de que era el Señor cuando éste les dio de comer con unos gestos que recordaban la multiplicación de los panes".

En las apariciones lucanas en Jerusalén Jesús se aparece en el contexto de una comida. El relato de Jn 21 y el de Lucas son muy diferentes, pero tienen también muchas semejanzas. Quizás podría ser otra versión de la misma aparición a los discípulos del cap. 21.

Junto con estos dos relatos tradicionales de la aparición a Pedro y la comida con los Once, encontramos en Jn 21 otros fragmentos que derivan de tradiciones exclusivas de la comunidad juánica, como el logion del Señor sobre la muerte del discípulo amado, y la confrontación de su destino con el de Pedro. Este tema ya estaba insinuado en 13,36: "Me seguirás después". Sin duda cuando se redacta el evangelio el martirio de san Pedro ya había tenido lugar.

Muchos escrituristas no están de acuerdo con la versión sintética que hemos ofrecido aquí, que reduce a un mínimo el número de tradiciones sobre las apariciones de Jesús, y trata de entender las diferencias entre las distintas apariciones como debidas a actividad redaccional de los evangelistas. Pudiera bien ser que en realidad los distintos evangelios estén siguiendo tradiciones de apariciones diversas de Jesús, y que las diferencias entre los relatos no obedezcan a distinta actividad redaccional sino a diversas tradiciones, y últimamente a diversas apariciones. Es prácticamente imposible llegar a un acuerdo unánime sobre este tema.

B) EXÉGESIS

v.1: Algún tiempo después se manifestó de nuevo Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades y se manifestó de esta manera.

Una introducción tan vaga apenas puede ligar este episodio con el último que se narró en el evangelio. Esto favorece la tesis de que el cap. 21 es un epílogo.

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En Juan este verbo denota un surgir de la oscuridad, una manifestación de la gloria (2,11), del nombre de Dios (17,6), de Jesús a Israel (1,31). Jesús se negará a las pretensiones de sus familiares de "manifestarse al mundo" (7,4).

También en 6,1 se llama al lago "mar de Tiberíades", adaptándose al uso de los gentiles. Juan es el único de los evangelistas en llamar al lago de esta manera.

v.2: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos.

Los discípulos están juntos formando una comunidad. Insistiremos a lo largo de este capítulo en la dimensión comunitaria eclesial del texto. Pedro es mencionado el primero según la forma exclusivamente juánica de referirse a él: Simón Pedro.

Ciertamente sólo son siete, y no once. Juan no da tanta relevancia al grupo de los Doce en cuanto tal, ni nos da una lista de sus nombres, ni narra el momento de su designación. Sin embargo sí conoce la existencia de este grupo pues en dos ocasiones menciona el hecho de que un discípulo pertenece a los Doce: Judas (6,71) y Tomás (20,24). En cuanto grupo sólo aparece después de la multiplicación de los panes, en el momento de la gran crisis (6,67.70).

Algunos han visto en este minimizar la importancia de los Doce una intención de no ligar demasiado la Iglesia con el Israel de las doce tribus. Jesús no reconstituye el nuevo Israel, sino que viene a crear un pueblo abierto a los gentiles. Por eso quizás no le interesa subrayar la institución de los Doce, aunque no la rechaza (Ap 21,12-14). Otros piensan que no quiere prestigiar demasiado la institución de los Doce porque el discípulo amado no sería uno de ellos, y no quiere debilitar su status evangélico. Otros piensan que Juan quiere subrayar sólo la categoría igualitaria del discípulo y creyente, sin primar otros status jerárquicos dentro de la comunidad.

Ya en la introducción estudiamos la importancia que puede tener la lista de discípulos en este pasaje al tratar de identificar la personalidad del discípulo amado. Para algunos el DA sería uno de los dos innominados; para otros sería uno de los hijos del Zebedeo. Según el evangelio de Pedro los innominados eran Andrés y Leví.

v.3: Les dijo Simón Pedro:

-Voy a pesar.

Le contestaron:

Vamos también contigo.

Muy interesante este versículo si consideramos que la pesca simboliza a lo largo de todo el pasaje la actividad apostólica de la comunidad.

La iniciativa es tomada por Pedro; los demás la secundan y le acompañan. Pedro es la figura central del episodio. El tiene la iniciativa y dirigirá también la operación del arrastre de los peces.

v.3b: Salieron, subieron a la barca, pero aquella noche no cogieron nada.

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