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Análisis de Madame Bovary (página 4)


Partes: 1, 2, 3, 4

Acosada por las deudas y la presión de su acreedor, acudió a banqueros, a León y a Rodolfo, pero ninguno le facilitó dinero. A partir de ese momento su vida empezó a tambalearse y a desintegrarse. Decepcionada de sus amantes y abatida por las deudas se suicidó, luego de haber convencido al cándido Justín (precisamente el ser que tanto la amaba en silencio) que le entregara la llave para tener acceso al veneno. Concluía así la trágica vida de un ser soñador que, después de ocho años de matrimonio, con dos tempestuosas aventuras amorosas de las que su marido no se entera, contrae una agobiante carga de deudas que no puede satisfacer, y se suicida.

Murió tras haberse persuadido del fraude, la mezquindad y la indiferencia de sus amantes, de "reconocer en el adulterio aquella misma insulsez del matrimonio", de "darse cuenta de lo sórdida que era su felicidad" a la que se aferró por rutina o por corrupción. Todo le resultó insoportable en la vida, hasta ella misma. Vivió con desidia y odió hacia Carlos, a quien nunca perdonó por haberla conocido. Buscando la felicidad en otros (y no dentro de ella) y añorando quiméricas vivencias y fantásticos ideales, se suicidó para no enfrentarse al absurdo y conflictivo mundo real.

B. SECUNDARIOS

CARLOS BOVARY

A pesar de ser el esposo del personaje principal de la novela, no contiene la fuerza que le permita trascender en la obra. Nació en un hogar provinciano en 1815. Lo amantó una nodriza. Sus padres, por ahorrar, tan solo lo enviaron a recibir instrucción (religiosa) por fuera de la casa; a los quince lo matricularon en el colegio en 1828. Allí durante sus primeros días fue objeto de burla por parte de sus compañeros, menores que él; así mismo, fue víctima de la tiranía del jefe de estudios. Con algunas interrupciones logró terminar su carrera de medicina en 1835.

Influenciado por su autoritaria madre consiguió trabajo en Tostes y ésta le "consiguió" como esposa a una viuda mucho mayor que él. Muerta ésta, se casó con Emma en 1838, la cual murió en 1846. Aunque trató de hacerla muy feliz con todo el amor y la comprensión que le profesaba, ella lo detestaba y nunca logró serlo.

Con su carácter permisivo, amable, comprensivo y tolerante buscó complacerla, pero como Emma buscada ideales ajenos a los que él tenía, terminó odiándolo, mintiéndole y engañándolo. Carlos amaba profundamente a Emma pero no contaba con la experiencia ni con el temperamento para satisfacer sus ambiciones.

Frustrado y triste por haberla perdido y, tal vez, por haber sido engañado, murió en 1847 en el mismo banco en donde su adorada esposa se había solazado con uno de sus amantes.

LEON DUPUIS

El joven León, que según la viuda de Lefrancois era "un encanto de chico" y nunca tenía "una palabra más alta que otra", en Yonville era una persona tímida; después de vivir en París y otros lugares superó su timidez. Le parecía tedioso vivir siempre en solo lugar. Amaba la lectura, recitaba versos y prefería la poesía porque el verso le parecía que encerraba mayor ternura que la prosa, conmovía más y hacía llorar. Al igual que Emma, aborrecía los personajes literarios vulgares "y los sentimientos atemperados, como los que se dan en la vida". Por eso pensaba que las obras que no conmovían el alma se desviaban de la verdadera finalidad del arte. "En medio de las decepciones de la vida, ¡es tan dulce poder trasladarse con el pensamiento a esos caracteres nobles, a esos sentimientos puros, a esas escenas de felicidad". En Yonville, que ofrecía pocos alicientes, la lectura era su única distracción.

Tímido y reservado, "con una reserva mezcla de pudor y disimulo", gozaba de buena estima por sus irreprochables modales. Escuchaba a los mayores "y no daba muestras de tener opiniones políticas exaltadas". Pintaba acuarelas, sabía leer la clave de sol y se entregaba con placar a la lectura.

León, que tenía el cabello castaño y liso y mantenía sus uñas bien cuidadas, le recitaba versos a Emma, le leía poesías y dialogaban sobre arte y literatura, temas afines a los dos.

Incapaz de confesarle su amor a Emma, renunció a su intento de conquistarla porque le parecía virtuosa e inaccesible. Así que, "harto de aquel amor imposible y que ningún fruto le reportaba", decidió cambiarle el rumbo a su vida. Aburrido de Yonville y de su gente, se marchó a París a terminar sus estudios de derecho.

Transcurridos unos tres años se reencontró con Emma, cuya imagen se le había "difuminado bajo otras ilusiones y apetencias que se le vinieron a superponer", pero aún la recordaba. Decidió hacerla suya, ya que su timidez había desparecido gracias a las compañías disipadas. "Con la audacia de los tímidos cuando deciden que nada se les ponga por delante" se entregó a la conquista de Emma.

Acudiendo a insistentes ruegos y a convincentes razones, logró que Emma se le entregara en cuerpo y alma; iniciándose así un apasionado y desenfrenado vínculo carnal y sentimental. Consumido el ímpetu de esa desaforada pasión y debido a que Emma se mostrara tirana, cursi y posesiva, León empezó a distanciarse de ella, ya que también le desagradaban sus modales descarados. "Ahora se aburría cuando Emma, de repente, se ponía a sollozar sobre su pecho; y su corazón, como la gente que no puede soportar más que una cierta dosis de música, se adormecía de indiferencia en el estrépito de un amor cuyas delicadezas ya no distinguía. Se conocían demasiado para gozar de aquellos embelesos de la posesión que centuplican su gozo. Ella estaba tan hastiada de él como él cansado de ella. Emma volvía a encontrar en el adulterio todas las soserías del matrimonio". Además, su madre, sus compañeros de trabajo y su jefe le habían aconsejado terminar con esa relación que le podría traer consecuencias y entorpecerle su aspiración a convertirse en notario. Todo concluyó tras la falta de voluntad de León para conseguirle el dinero que Emma necesitaba.

RODOLFO BOULANGER

Este apuesto "donjuan", que al momento de irrumpir en la vida de Emma, tenía 34 años, "era soltero y decían que tenía por los menos quince mil libras de renta", y poseía una casona y "dos fincas de las cuales se ocupaba él mismo, aunque sin tomárselo tampoco demasiado a pecho". Era un hombre de "temperamento rudo y de inteligencia perspicaz" y "entendía mucho de mujeres y estaba harto de tratarlas".

Luego de conocer a Emma, diseñó una audaz estrategia para conquistarla. Motivado por los grandes ojos de pestañas rizadas, que se le metieron "en el alma como si fueran taladros" y por "ese cutis tan pálido" (le gustaban las mujeres pálidas), emprendió su empresa de conquistarla. "Todo consiste en ingeniárselas para buscar las ocasiones… A ello, pues, y con audacia, que es el método más infalible". Sin permitir que nadie invadiera sus espacios, acudiendo a su galante y seductora retórica, aprovechó la feria agrícola de Yonville para empezar a consolidar su amistad y posterior conquista.

Arguyendo que no era tan alegre como parecía, porque a veces le entraban "unas murrias", decía que cuando estaba con los demás se cubría "el rostro con una máscara risueña". Y para impresionarla más, le confesó que le gustaría hacerle compañía a los muertos que dormían en los cementerios. Se lamentaba por no tener amigos. "¡Sí!, ¡tantas cosas me han faltado!, ¡siempre solo! ¡Ah!, si hubiese tenido una meta en la vida, si hubiese encontrado un afecto, si hubiese hallado a alguien… ¡Oh!, ¡cómo habría empleado toda la energía de que soy capaz, lo habría superado todo, roto todos los obstáculos!".

Como si adivinara las ensoñaciones de Emma, le decía que había almas que vivían en un continuo tormento, las que necesitan "del ensueño y de la actividad, de las más puras pasiones y de los placeres más arrebatados" y que por esta razón se entregaban "a toda clase de caprichos y de locuras". Pero le advirtió que con estas diversiones no se alcanzaba la dicha, la cual se podría encontrar algún día para confiarle la vida entera a esa persona que la trajera, darle todo y sacrificar todo por ella. En sueños se atisbaba a esa persona. "Por fin, está ahí, ese tesoro que tanto se ha buscado, ahí, delante de nosotros; brilla, resplandece. Sin embargo, seguimos dudando, no nos atrevemos a creer en él; nos quedamos deslumbrados, como si saliéramos de las tinieblas a la luz…"

Rechazaba los convencionalismos sociales que obstaculizaban el goce de lo bello y clamaban en contra de las pasiones, lo más hermoso sobre la tierra, fuente de heroísmo, de poesía, de música, del arte, de todo… Por eso no había que tener en cuenta la opinión de la gente ni someterse a la moral mezquina, convencional, la creada por los hombres, sino acoger la moral que está por encima del bien y del mal y nos rodea e ilumina todos los lados, la moral inmutable. La moral convencional condenaba todos sentimientos que engrandecen al hombre. "Los instintos más nobles, las simpatías más puras son perseguidos, calumniados, y si, por fin, dos pobres almas se encuentran, todo está organizado para que no puedan unirse. Sin embargo, ellas lo intentarán, moverán las alas, se llamarán. ¡Oh!, no importa, tarde o temprano, dentro de seis meses, diez años, se reunirán, se amarán, porque el destino lo exige y porque han nacido la una para la otra".

Según él, el azar dispuso que se conocieran, porque a través del tiempo y la distancia, el curso de sus vidas, "como el de los ríos que corren para juntarse", los había traído el uno hacia el otro. Sus galanteos y expresiones conmovían y entusiasmaban a Emma, quien estaba maravillada con él. Le confesaba que la encontraba encantadora y quería ser más que un recuerdo en su pensamiento. Entonces comprendió que él no le era indiferente. "¡Oh, gracias!, ¡no me rechaza!, ¡es usted buena!, ¡comprende que soy suyo! ¡Déjeme que la vea, que la contemple!".

Así, continuando con su hábil plan de conquista esperó algunos días para presentarse ante ella, buscando que lo extrañara, se enamorara más y que la impaciencia por volver a verlo incrementara en ésta su amor por él.

Después de un tiempo prudencial, la visitó y le disparó todo su arsenal romántico… Con seductoras expresiones le confesó que no hacía otra cosa que pensarla, atormentarse con su recuerdo, y que no podía resistirse a la fuerza de atracción de su hermosura y de sus encantos. Emma, que nunca había oído expresiones semejantes, se estremecía y su amor se expandía al calor de tan retórico y arrobador lenguaje. Su locuacidad le sirvió hasta para exagerar que la veía en todo lo que la rodeaba. "De noche, todas las noches, me levantaba, llegaba hasta aquí, miraba su casa, el tejado que brillaba bajo la luna, los árboles del jardín que se columpiaban en su ventana, y una lamparita, un resplandor, que brillaba a través de los cristales, en la sombra. ¡Ah!, usted no podía imaginarse que allí estaba, tan cerca y tan lejos, un pobre infeliz…"

Exagerándole que necesitaba de ella para vivir y extasiándola con otras convincentes razones, logró que ella se le entregara, a pesar de su negativa inicial. A partir de ese grandioso momento, Emma se perdía en el mundo de Rodolfo; pero sus excesos pasionales fueron generando en él cierta indiferencia. Sin embargo, él sentía atracción por ella. Le parecía tan hermosa e ingenua. Esa ingenuidad la diferenciaba de sus anteriores amantes. "¡Aquel amor exento de depravación era algo nuevo para él, algo que había renovado sus costumbres libertinas y que halagaba al mismo tiempo su amor propio y sus sentidos… Y asentado en la confianza que le daba la certidumbre de ser amado, empezó a dejar de sentirse obligado a guardar las formas, y sus costumbres se fueron relajando sensiblemente". Pero a pesar de ello, la indiferencia proseguía y su retórica apasionada y locuaz se atemperó. "Ya no empleaba como antes aquellas palabras tan dulces que la hacían llorar, ni aquellas vehementes caricias que la enloquecían; de modo que su gran amor en el que vivía inmersa le pareció que iba descendiendo bajo sus pies, como el agua de un río que se absorbiera en su cauce, y percibió el fango. No quería creerlo; redobló su ternura; y Rodolfo, cada vez menos, ocultó su indiferencia". Se aburrió de su avasallamiento y de su tiranía. "Consideró engorroso el pudor, la desechó y empezó a tratarla sin miramiento alguno… Emma se parecía a todas las amantes; y el encanto de la novedad, cayendo poco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eterna monotonía de la pasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje. Aquel hombre con tanta práctica no distinguía la diferencia de los sentimientos bajo la igualdad de las expresiones".

Al cabo de seis meses, su atracción hacia ella entró en crisis luego de que le propusiera huir con ella a Génova. A pesar de haber estado de acuerdo con ella, dada su desesperada situación e insistencia de ésta, Rodolfo no cumplió su promesa; le envió una carta exponiéndole sus presuntas razones, pero esta realidad, que ella consideró como una traición, la decepcionaron y cayó en un período de tristeza, amargura y enfermedad. Como Rodolfo no pudo prestarle el dinero que le solicitó para pagar sus deudas, fue tal su inmensa y profunda decepción, que sumada a la que generó León por la misma razón, la condujeron al suicidio.

HOMAIS

Este locuaz y entrometido personaje, que "amaba el progreso y odiaba a los curas", tiene una crucial participación en la obra, a partir de la segunda parte. Tenía una farmacia y desempeñaba la "medicina" de manera fraudulenta. Era corresponsal del periódico El Faro de Ruán. Era una persona pragmática y utilitaria. Cuando nació Berta se convirtió en su padrino. Afirmaba que las mujeres morenas eran más ardientes; las negras les gustaban a los artistas; "las alemanas eran ligeras, las francesas libertinas, las italianas apasionadas". Detestaba a los mendigos, y se pregunta cómo el Gobierno no ordenaba recoger esos desgraciados y ponerlos a trabajar. "El progreso avanza a paso de tortuga… Nos seguimos debatiendo en un pantano de barbarie". Como las personas no confiaban en la ciencia ni en la medicina, recurrían a novenas, a reliquias, al cura, antes que acudir al médico o al boticario.

Defendía con ahínco y vehemencia la ilustración y era seguidor de las ideas de Voltaire; así mismo, reiteraba que había "que ir con los tiempos", confiado en la idea de progreso, proveniente del racionalismo. Él era la característica figura volteriana y positivista que creía en el progreso científico como única arma de renovación de lavida humana. Obnubilado por el progreso, invitaba a "estar muy al día con las corrientes de la ciencia". Por eso recomendaba dominar la química y la botánica para que los agricultores siguieran los dictados de la ciencia, ya que se ufanaba de tener conocimientos científicos sobre la agricultura. Pero se lamentaba que las mujeres tenían celos de la ciencia. Homais, extraña mezcolanza de seudociencia y jerga periodística, era un fanático de ciencia que ignoraba los más hondos destinos de la existencia.

Gracias a su mentalidad práctica y oportuna, surgió política y laboralmente y obtuvo su tan anhelado galardón honorífico. "Desde la muerte de Bovary se han sucedido tres médicos en Yonville sin poder salir adelante, hasta tal punto monsieur Homais les hizo la vida imposible. Hoy tiene una clientela enorme; la autoridad le considera y la opinión pública le protege. Acaban de concederle la cruz de honor"

Como disentía de la iglesia católica y rechazaba a los jesuitas, polemizaba con el padre Bournisien, con quien tenían puntos de vista antagónicos. En tanto que el religioso sostenía que la música y la literatura eran ofensivas para las costumbres, el farmaceuta las defendía. Según éste, el teatro era útil para combatir prejuicios y dar lecciones de virtud, aclarando que "las tragedias de Voltaire están sembradas de reflexiones que las convierten en una verdadera escuela moral y de diplomacia para el vulgo". Aceptando que, así como habían medicamentos nocivos, había literatura de escasa calidad, no era procedente "condenar de un plumazo todo el conjunto de las bellas artes, con la importancia que tiene", la parecía una cretinería, una idea trasnochada, digna de aquellos tiempos de ingrata recordación en se condenaba a personas como Galileo. Homais se sorprendía que en pleno Siglo de las Luces, "haya aún quien se obstine en ponerle trabas al esparcimiento intelectual que no sólo es inofensivo sino muchas veces también moralizador y hasta incluso higiénicos…" Homais pidió tolerancia de la iglesia para atraer a las almas a la religión, con lo cual estuvo de acuerdo el sacerdote… Homais, consecuente con sus principios, comparó a los curas con los cuervos a los que atrae el olor de los muertos; la vista de un eclesiástico le era personalmente desagradable, pues la sotana le hacía pensar en el sudario y detestaba la una un poco por el terror del otro…

En una ocasión le advirtió a la viuda Lefrancois que no debía enviar a sus hijas a confesarse con curas como él. "Si yo fuera el gobierno, querría que sangrasen a los curas una vez al mes". Cunado ella le pidió que se callara, que él no tenía religión, le aclaró que tenía su religión, "y tengo más que todos ellos, con sus comedias y sus charlatanerías. Por el contrario, yo adoro a Dios. ¡Creo en el Ser Supremo, un Creador, cualquiera que sea, me importa poco, que nos ha puesto aquí abajo para cumplir aquí nuestros deberes de ciudadanos y de padres de familia; pero no necesito ir a una iglesia a besar bandejas de plata y a engordar con mi bolsillo un montón de farsantes que se alimentan mejor que nosotros! Porque se puede honrarlo lo mismo en un bosque, en un campo, o incluso contemplando la bóveda celeste como los antiguos. Mi Dios, el mío, es el Dios de Sócrates, de Franklin, de Voltaire y de Béranger. Yo estoy a favor de la Profesión de fe del vicario saboyano y los inmortales principios del ochenta y nueve. Por tanto, no admito un tipo de Dios que se pasea por su jardín bastón en mano, aloja a sus amigos en el vientre de las ballenas, muere lanzando un grito y resucita al cabo de tres días: cosas absurdas en sí mismas y completamente opuestas, además, a todas las leyes de la física; lo que nos demuestra, de paso, que los sacerdotes han estado siempre sumidos en una ignorancia ignominiosa, en la que se esfuerzan por hundir con ellos a los pueblos".

En torno del cadáver de Emma, sostuvo la siguiente disputa con el sacerdote, luego de que Homais formulara algunas quejas sobre aquella infortunada mujer joven, y el religioso respondiera que ahora sólo quedaba rezar por ella:

"Sin embargo replicó Homais, una de dos: o ha muerto en estado de gracia, como dice la Iglesia, y entonces no tiene ninguna necesidad de nuestras oraciones, o bien ha muerto impenitente, ésta es, yo creo, la expresión eclesiástica, y entonces…

Bournisien le interrumpió, replicando en un tono desabrido, que no dejaba de ser necesario el rezar.

Pero objetó el farmacéutico ya que Dios conoce todas nuestras necesidades, ¿para qué puede servir la oración?

¡Cómo! dijo el eclesiástico, ¡la oración! ¿Luego usted no es cristiano?

¡Perdón! dijo Homais. Admiro el cristianismo. Primero liberó a los esclavos, introdujo en el mundo una moral…

¡No se trata de eso! Todos los textos…

¡Oh!, ¡oh!, en cuanto a los textos, abra la historia; se sabe que han sido falsificados por los jesuitas…

¡Lea a Voltaire! decía Homais; lea a D'Holbach, lea la Enciclopedia.

Lea las Cartas de algunos judíos portugueses (Obra del abate Antoine Guénée, publicada en 1769, y en la que refuta los ataques de Voltaire contra la Biblia) decía el cura; lea la Razón del cristianismo, por Nicolás, antiguo magistrado.

Se acaloraban, estaban rojos, hablaban a un tiempo, sin escucharse; Bournisien se escandalizaba de semejante atrevimiento; Homais quedó perplejo ante semejante estupidez…

Entonces Homais le felicitó por no estar expuesto, como todo el mundo, a perder una compañía querida; de donde se siguió una discusión sobre el celibato de los sacerdotes.

Porque decía el farmacéutico ¡no es natural que un hombre se arregle sin mujeres!, se han visto crímenes…

Pero ¡caramba! exclamó el eclesiástico, ¿cómo quiere usted que un individuo casado sea capaz de guardar, por ejemplo, el secreto de la confesión?

Homais atacó la confesión, Bournisien la defendió, se extendió sobre las restituciones que hacía operar. Citó diferentes anécdotas de ladrones que de pronto se habían vuelto honrados, militares que habiéndose acercado al tribunal de la penitencia habían notado que se les caían las vendas de los ojos. Había en Friburgo un ministro…"

LHEUREUX

Astuto comerciante en paños y prestamista. Tenía una tienda de novedades. "Era un embaucador, un tipo de lo más rastrero". Este logrero y oportunista personaje, contribuyó al envío hacia al abismo de angustia y desesperación en donde Emma encontró su muerte. Con su hipocresía, desde un comienzo, urdió un hábil plan para tratar de endeudar a Emma. Con su perspicacia y sus contundentes seudoargumentos logró que ella, paulatinamente, se fuera endeudando.

Cuando consideró prudente empezó a asediarla con sus frecuentes cobros, para lo cual, confabulado con el notario Guillaumin, un banquero y un comerciante, estafó a Emma, la hizo embargar, la chantajeó y la presionó de tal manera que, decepcionada de sus amantes y acosada por éste, se suicidó. Lheureux fue el diabólico ejecutor del destino de Emma.

JUSTIN

Mancebo de la farmacia de Homais. Estaba enamorado en silencio de Emma. Le gustaban las conversaciones de los demás. Pariente pobre de Homais. Le limpiaba las botas de Emma que se le embarraban cuando iba a verse con Rodolfo. Engañado y presionado por Emma, le facilitó la llave para que sacara el tarro del arsénico. Después de la muerte de su amada Emma, le llevaba flores a su tumba y lloraba por ella. Se escapó a Ruán para trabajar como dependiente de una tienda de comestibles.

C. OTROS PERSONAJES

Bournisien. Sacerdote.

Eloisa Bubuc. Primera esposa de Carlos.

Viuda de Lefrancois. Patrona de El León de Oro. Chismosa, amargada e intrigante.

Roger. Jefe de estudios del colegio de Ruán. Bromista. Autoritario.

Hipólito. Mozo de cuadra.

Lestiboudois. Guarda, enterrador y sacristán. Jardinero del matrimonio Bovary.

Artemisa. Criada de la viuda de Lefrancois.

Tellier. Patrón del Café Francés.

Hivert. Cochero de "La Golondrina". Traía y llevaba recados.

Binet. Rico comerciante. Fabricante de servilleteros. Recaudador. Jefe de Bomberos. Puntual, latoso, jugador, cazador, callado, impasible, pocos sociable.

Guillaumin. Notario.

Madame Tavache. Esposa del Alcalde. Chismosa.

Monsieur Tavache. Alcalde.

Camus. Tendero.

Napoleón y Athalie. Hijos de Homais.

Teodoro. Criado del notario.

Monsieur Lieuvain. Consejero.

Madame Carón. Chismosa.

Vinçart. Oportunista comerciante. Se alió con Lheureux para estafar a Emma.

Orden en que aparecen los personajes:

Algunos que de los personajes que aparecen en la novela, tan sólo se mencionan indirectamente, sin que tengan una participación o intervención directa o relevante.

Carlos, esposo de Emma.

Roger, jefe de estudios en el colegio de Ruán**.

Carlos Denis Bovary, padre de Carlos.

La madre de Carlos.

Eloisa Dubuc, primera esposa de Carlos.

Anastasia, primera criada del matrimonio Bovary.

Teodoro Rouault, padre de Emma.

Emma Rouault, esposa de Carlos.

El vizconde, experto en vals**.

Felicidad, segunda criada de los Bovary.

Homais, el farmaceuta de Yonville.

Lestibuodois, sacristán, sepulturero y guarda de Yonville.

Lefrancois, viuda, dueña del "León de Oro".

Artemisa, criada de la anterior**.

Hipólito Tautain, mozo de cuadra de "El León de Oro".

Tellier, propietario de "El Café Francés".

Hivert, cochero de la "La Golondrina".

Binet, jefe de bomberos y recaudador.

León, amante de Emma.

Bournisien, sacerdote de Yonville.

Lheureux, comerciante en telas.

Guillaumin, notario de Yonville.

Tavache, alcalde de Yonville.

Justín, pariente pobre de Homais.

Napoleón, Franklin, Irma y Athalie, hijos de Homais**.

Rollet, nodriza de Berta.

Tavache, esposa del Alcalde.

Camus, tendero*.

Riboudet, niño impertinente, hijo de Boudet*.

Boudet, el carpintero de Yonville*.

Longuemarre, niño impertinente*.

Rodolfo, amante de Emma.

Virginia, actriz en Ruán, amante de Rodolfo*.

Teodoro, criado del notario de Yonville**.

Derozerays de la Panville, presidente del jurado (Feria agrícola).

Lieuvain, consejero de la Prefectura.

Catherine Nicaise Elisabeth Leroux, distinguida con medalla durante la feria**.

Alejandro, vendedor de una yegua a Carlos*.

Canivet, médico.

Girad, mozo de labranza de Rodolfo.

Langlois, Caron y Dubreuil, señoras vecinas de Emma**.

El limosnero ciego.

Feliza Lempereur, profesora de piano**.

Langlois, comprador de una finca de Carlos**.

Vincart, banquero de Ruán.

Annette, empleada de Lheureux**.

Hareng, licenciado encargado del embargo**.

Morel, amigo de León*.

Lariviere, médico.

* Tan solo se mencionan indirectamente.

** Una o dos intervenciones.

Temas

Los ensueños

Los sueños

Las fantasías

La moral

La búsqueda de la felicidad

El adulterio

El sinsentido de la vida

La mediocridad profesional

Los caballos

La mentira

Las deudas

Comentario

Gustave Flaubter a través de su extraordinaria y formidable novela "Madame Bovary", acudiendo a un estilo muy particular, mediante una portentosa narrativa nos cuenta que Emma Rouault (Madame Bovary) se casa con el médico Carlos Bovary, creyendo estar enamorada, pero como no logra encontrar felicidad con él, comete adulterio con León, pasante del notario de Ruán, y Rodolfo Boulanger, acaudalado solterón, con quienes, a pesar de disfrutar intensamente de sus pasiones instintivas, tampoco encuentra la tan anhelada y esquiva felicidad; razón por la cual, decepcionada de sus amantes y acosada por las deudas, se suicida con arsénico. "Emma Bovary, con la imaginación repleta de románticas ilusiones sobre el amor y la pasión, se topa con la realidad de un insípido matrimonio que la ahoga. Entonces busca las sensaciones y emociones, que cree existen por haberlas leído en los libros, por medio de una serie de aventuras amorosas. Lo que ella ve y siente al principio como grandes pasiones, verá después que en realidad no son mucho más interesantes que su aburrida vida matrimonial. En un ataque de desesperación, se quita la vida"1 Emma es el prototipo de la insatisfacción conyugal.

Gracias a su maestría narrativa nos presenta una historia profundamente humana, en la cual se evidencia la esmerada perfección de un estilo muy particular. Es evidente el cuidado al reproducir con exactitud los ambientes, costumbres, caracteres y sentimientos humanos. La propiedad de las palabras, la armonía de la frase y el valor evocador de ritmos y sonidos son otros de los elementos distintivos. A través de su hondo conocimiento de las miserias y grandezas del alma humana, logró construir, mediante una perfecta arquitectura de palabras que conforman un lenguaje conmovedor, un trabajo monumental para brindarnos un recóndito análisis de la psiquis de Emma Bovary, una apasionada y soñadora mujer, que, al no encontrarle sentido a su atribulada y confundida existencia, decide suicidarse porque no logró superar el apabullante conflicto que le produjo el choque de lo ideal con lo real. "Y esa alma, tan humana como cualquiera, de cualquier lugar y momento, ha sido perfectamente construida y dibujada por el genio de Flaubert"2

Reconozco su desafiante valentía y su acendrado espíritu crítico para retratar y enfrentar a la sociedad burguesa de su tiempo (dogmática, melindrosa, arribista, superficial y vacía), cuestionando el tradicional orden social establecido, los rígidos y absurdos convencionalismos morales, la decadente y alienadora religión cristiana y la férrea y autoritaria educación, entre otros aspectos; a la vez que ensalza y hace resplandecer las luminosas ideas de la ilustración. Ésta y otras características hacen de su novela una alegoría planetaria, por cuanto, así la problemática planteada se circunscriba dentro de un contexto espacio-temporal determinado, su contundente vigencia y abrumadora universalidad son evidentes en nuestro tiempo, y algunas de las realidades tratadas en el libro concitan al debate, a la controversia, al cuestionamiento y, sobre todo, a su replanteamiento.

El autor se muestra como antigurgués, antirromántico y antipolítico. Nabokov aclara que la burguesía que critica es la burguesía que es sinónimo de filisteísmo. Para Flaubert, los filisteos son las "personas preocupadas por el aspecto material de la vida y que sólo creen en los valores convencionales". El término bourgeois equivale a filisteo. "Nunca emplea la palabra buorgeois con connotaciones político-enconómicas marxistas de ningún género. Burgués, para Flaubert, es un estado del espíritu, no es un estado del bolsillo"3 Su aversión por la burguesía no la enfoca en el burgués como representante de una clase social, "sino como representante de una forma de vida"4 Su odio es una congoja por la ausencia de espíritu de personas que jamás sienten inquietudes internas. "El odio contra la burguesía de actitud podía llegar en él hasta el sufrimiento corporal. Por lo demás, con esa lucha contra el burgués ocurre lo mismo que con la lucha contra el romanticismo: no sería tan violenta si no tuviera que dirigirse contra un peligro de la naturaleza propia, cuya subyugación es impulso esencial de su inexorabilidad artística"5 Su lucha contra el burgués es una lucha contra su mundo de ideas y expresiones. "El carácter principal del burgués consiste en que sólo sea capaz de pensar lo que otros ya pensaron, y en que no juzgue sino que prejuzgue, lo cual tiene que hacer posible recopilar sus clisés y prejuicios, ordenarlos y elaborar con ellos una especie de enciclopedia de la necesidad burguesa"6 Su hostilidad política y antiburguesa es un caso particular de su desesperación general. "Emma Bovary es inteligente, sensible, relativamente culta, pero tiene un espíritu superficial: su encanto, belleza y refinamiento no anulan el fatal talante de filisteísmo que hay en ella"7 Según el escritor y periodista Luis Eduardo Jaimes Bautista, la crítica del marxismo dialéctico la vió "como un reflejo del juego de fuerzas entre las subclases de la burguesía, sin pododer desentrañar, no obstante, el atractivo de una mujer desclasada, que desprecisa sus máximos valores (el ahorro, la buena administración, el deseo de enriquecimiento), y que no es capaz de reflexión intelectual, podríamos añadir, ya que la mueve la pasión del sentimiento, el deseo de algo inasible, de estar en otro sitio y de ser otra…" (Vanguardia y cultura No. 1847. Suplemento del periódico Vanguardia liberal. Bucaramanga, 3/NOV/07).

Su antirromanticismo, concomitante con los ideales y la estética del Realismo, es evidente en la novela cuando nos cuenta que Emma se extasiaba leyendo novelas y poesías de escritores como Scott, Chateaubriand y Lamartine, entre otros, autores esencialmente románticos. Aquí, como en el Quijote de la Mancha, que enloquece por leer libros de caballería, Emma se forja su propio destino fatal con la lectura de literatura romántica. Para Flaubert, romántico significa el "hábito soñador e imaginativo de la mente, por el que ésta tiende a recrearse en posibilidades pintorescas derivadas sobre todo de la literatura". Una persona romántica, en este sentido, es una persona que vive mental y emocionalmente en un mundo irreal. "Flaubert se dedica a estudiar bajo un profundo lente clínico la influencia del romanticismo en su personaje principal"8 El autor, al "cultivar" a Emma desde su niñez en ese tipo de lecturas, nos insinúa al romanticismo como responsable de haber sumido a Emma en un fantástico mundo irreal, lleno de sueños, de ensoñaciones, de fantasías e ideales inalcanzables. "La obra de Flaubert es una de aquellas grandes liquidaciones del romanticismo realizadas a mediados del siglo XIX"9

Sea considerada como relato de costumbres referido a la vida provinciana francesa o penetrante análisis psicológico, Madame Bovary es una extraordinaria novela que debe ser leída por todo aquel que esté interesado en la literatura clásica y penetrar en el conocimiento de la psicología profunda del ser humano. Tal como nos advierte Vladimir Nabokov, es muy posible que la joven Emma Bovary no haya existido nunca, perola novela Madame Bovary existirá siempre. Bovary, subtitulada Costumbres provincianas, "es, en apariencia, una convencional historia de adulterio, pero logra convertirse en un profundo análisis de la humanidad y, en concreto, en un ataque a la monotonía y a las desilusiones de la vida burguesa"10

El autor, a través de su excelsa prosa poética, nos pasea por un mundo fascinante, en el cual nos encontramos con una mujer profundamente soñadora e ilusa. Desde su niñez empezó a soñar y a vivir en un mundo fantástico. Su estadía en el convento fue decisiva para el cultivo de ese universo infinito de sueños, ensueños, ideales, quimeras, ilusiones y fantasías. Su desbordante fantasmagoría e imaginería se nutrió de esa cultura novelesca y superficial que le ofrecían los libros que leía y lo que extraía de ellos. "Emma es una gran lectora de novelas de amor, de relatos más o menos exóticos y de poesía romántica… Lee los libros emocionalmente, a la manera superficial de los jóvenes, poniéndose en lugar de ésta o de aquella heroína"11 Esos libros, fundamentalmente románticos, la embrujaron con los amores y los hombres ideales con los que ella soñaría y deliraría toda su aciaga y fugaz existencia. "La gran vida de hombres y mujeres que se desenvolvían en ámbitos casi imaginarios y sus igualmente fascinantes existencias, se le antojaron a Emma como la confirmación de sus desvelos"12 Pero fue, precisamente, esa educación conventual, saturada de convencionalismos religiosos y adormecimiento en el romanticismo, la que configuró su ilusa y equívoca cosmovisión de la realidad. "Emma fue educada con la sencillez e ingenuidad más acendrada. Sus días de formación, en efecto, la proveyeron de un sin fin de imaginerías y amañadas versiones del romanticismo y el amor"13 El mundo ideal que construyó con su aletargador universo romántico durante sus años de pubertad y adolescencia no coincidió con el trágico y desgarrador mundo real de su adultez. "Emma, que en su juventud se había embriagado con las lecturas románticas, sueña con otro tipo de vida rebosante de pasiones y situaciones idílicas"14 A pesar de su mundo ideal, Emma no era una hija vulgar y corriente de un granjero: "era una joven graciosa, una mademoiselle, educada en un buen internado junto a señoritas de la burguesía"15

Como no sabía qué era lo que en realidad quería, tomó decisiones erráticas que comenzaron con su matrimonio. Viviendo una existencia inauténtica, se sumergió en el arribismo, la superficialidad, la idealización del amor, las veleidades, las mentiras, las aventuras, el adulterio, el odio a su esposo… "Superficial y arribista, persigue lo infinito, en ese insaciable afán de aventuras y veleidades, de febriles y soñados sentimientos. Es rotunda su incapacidad para aceptar lo cotidiano cuyo encanto reside, precisamente, en la serenidad de su transcurso. Se instala en el amor, no lo crea; lo idealiza y de él espera la redención del ánimo y los motivos que den sentido a su vida; transita por ésta expectante y sumisa ante los otros en quienes vuelca sus necesidades, y a quienes hace involuntarios amos de los instantes de luz que en breve tiempo regresan a la penumbra"16 En ese mundo ideal, buscando la felicidad encontró la desdicha. ¡Qué irónico: su vida comenzó como un sueño poético y terminó en un desencanto! "Aburrida de la vida que lleva, y frustrada con su matrimonio, decide serle infiel a Carlos y buscar afanosamente la felicidad que ella ha creado en sus fantasías"17

Para esta atribulada mujer, que tenía repentinos accesos de irritabilidad y fatiga, y que vivió acosada por las furias y tempestades de su pensamiento, el matrimonio como el adulterio le resultaron igualmente sosos. Ninguno le permitió encontrar la felicidad que tan afanosamente buscaba. "El descubrimiento de su ambiente mundano terminó por crear en Emma una aversión total hacia su marido y todo lo que él representaba: la rutina, la casa, Tostes, días interminables que la asfixiaban al repetirse monótonos una y otra vez"18 Perdida como estaba en su mundo de frivolidades, no se persuadió que la plenitud amorosa únicamente se logra en intensos y fugaces instantes, que al prolongarse generan sinsabores y amarguras. Cuando inició sus idilios extraconyugales, en los cuales decía haber encontrado la dicha soñada, todo era alegría, gozo y placer, pero a medida que se prolongaban se iban complicando y deteriorándose. "Seres como Emma Bovary no responden agradecidos a estos regalos del amor y pretenden hacer de ellos una imposible continuidad de matices; en su interior no está la fuerza que mantiene erguida la propia existencia"19 Todo ese convulso torbellino de ilusiones, fantasías, ideales, quimeras, emociones encontradas de amor y odio, sueños, ensueños, pasiones, sufrimientos, frustraciones, frivolidades, insensibilidades, decepciones… la condujeron a una dura realidad que no ofrece otras salidas posibles a las tradicionales que impone nuestro complejo e intrincado sistema del modelo occidental. "Los altibajos de las emociones de Emma –sus anhelos, pasiones, frustraciones, amores y desengaños-, toda una gama variada de sentimientos, terminan en la muerte violenta y repugnante que ella misma se inflige"20

Posiblemente, la ausencia de la figura maternal pudo haber contribuido a la formación de Emma, pues no tuvo un referente femenino real y filial para templar y atemperar un carácter que le hubiera permitido situarse en la realidad de la compleja condición de una mujer ecuánime y equilibrada mental y emocionalmente.

Adentrándonos en su complejo mundo psicológico, encontramos que Emma, posiblemente, padecía del trastorno de personalidad esquizoide, que consiste en un patrón de conducta en que una persona se muestra aislada y sin consideración por los demás y se caracteriza por su incapacidad o deseo de formar relaciones sociales ni sentimientos de afecto o ternura. Por su esposo sentía odio, no la conmovió la muerte de su suegro y no demostraba afecto ni ternura por su hija. Era un poco huraña e insensible.

A pesar de las quimeras y las "puerilidades" de Emma, admiro en este personaje su grandiosa capacidad de soñar, de buscar un futuro mejor, de anhelar la felicidad, de tratar de buscarla donde estuviera, sin importar las consecuencias, lo cual la lizo vivir en el riesgo, en el peligro, en la aventura, tal como nos recomienda vivir Nietzsche (para vivir auténticamente). Algunas de sus cualidades le sirvieron para ocultar sus defectos. "En Emma, la vulgaridad y el filisteísmo quedan velados por su gracia, su astucia, su belleza, su inteligencia sinuosa, su poder de idealización, sus momentos de ternura y comprensión, y por el hecho que su breve vida de avecilla termina en tragedia humana"21 Es cierto que sucumbió en su intento de encontrar la felicidad, pero lo intentó; si las cosas no se dieron, no fue culpa de ella sino "de la fatalidad". No se puede desconocer que MadameBovary "trata del delicado cálculo del destino humano"22

Esa insaciable ansia de soñar de Emma me enternece. Esas son las alas que le permiten a uno soportar las amarguras del "mundo real". Dichosos los que tienen esa inmensa capacidad de soñar, pues, al fin y al cabo, en la imaginación de la persona están todos los mundos posibles. No acusemos a Emma de soñadora; como todo ser humano, estaba en todo su derecho a soñar. El determinismo y convencionalismo de algunas circunstancias sociales, económicas, religiosas y morales del contexto también contribuyeron al destino fatal de Emma. No todos los espíritus soñadores tienen un sino aciago. Muchas veces, los sueños son los que nos permiten encontrarle un horizonte a la existencia.

Surgen entonces inquietantes interrogantes: ¿Vivir toda una vida de aburrimiento al lado de un ser que no se ama, sólo por "serle fiel"? ¿Seguir buscando la felicidad donde no se encuentra? ¿Resignarse al destino? ¿No intentar algo y lamentarse siempre? ¿Esperar pacientemente que el otro se percate de que uno no es feliz y trate de posibilitar esa felicidad que debe ser compartida? ¿O lanzarse, por cuenta y riesgo, en búsqueda de los ideales, de las fantasías, de los sueños, de la felicidad? Emma, sin importar las consecuencias (y es ahí en donde radica su "valentía") se entregó a trasegar por el incierto camino que a veces conduce a la felicidad. No la encontró, pero sí halló otros sucedáneos como el placer, el amor, el disfrute de su genitalidad, la toma de sus propias decisiones… De manera, pues, que si la felicidad nos es esquiva, ¿debemos permanecer pasivos y no salir en su búsqueda? ¿Acaso la finalidad última de la vida no es la búsqueda de la felicidad?

Es evidente que Carlos, a pesar de sus esfuerzos por tratar de hacer feliz a Emma, no lo logró. Sólo consiguió que lo odiara. Su vida monótona y plana "nada tenía que ver con la que ella añoraba"23 Vemos cómo se esmeraba Carlos por complacer sus caprichos y brindarle todo el bienestar posible. No obstante, el amor de Carlos por Emma ser "un sentimiento real, profundo y verdadero, en absoluto contraste con las emociones frívolas o brutales que experimentan Rodolfo y León, sus engreídos y vulgares amantes",24 no pudo contribuir a su esquiva felicidad. Carlos, "a pesar de toda su estupidez, amaba a Emma con una adoración profunda, patética…"25 Pero para ella, él era responsable de su infelicidad; era un desgraciado, un mediocre, un vulgar… "Carlos es un cargante, un pesado sin atractivo, inteligente, ni cultura, y con toda una serie de ideas y hábitos convencionales. No fue más que un leño arrastrado por la impasible corriente del hado. La falta de voluntad lo acompañó durante toda su vida"26

Carlos era un personaje tan anodino y mediocre que cuando aceptó, frente a Rodolfo, que lo sucedido a Emma había sido culpa de la fatalidad, fue "el único momento en que ese hombre se elevó por encima de lo cotidiano de su existencia y en un especie de iluminación descubrió la ley con arreglo a la cual transcurrió esa existencia"27

Sin ningún espíritu machista, disiento un poco de los epítetos de "sinvergüenzas, engreídos, vulgares, bajos, brutales, insulsos, cobardes, vanidosos" dados a León y Rodolfo por Nabokov. Si bien es cierto que se valieron de audaces ardides convencionales y de seductores torrentes de retórica (sobre todo en el caso de Rodolfo) para conquistar a Emma, que estaba ávida de aventuras y de pasiones extremas, no se perciben actitudes de evidente cinismo ni oprobiosas conductas dirigidas a infligirle daño deliberado a Emma. Sin importar las razones por las cuales no pudieron facilitarle el dinero solicitado para satisfacer sus deudas, sus faltas de "solidaridad" estarían justificadas. Ellos no tenían ninguna obligación social o moral de facilitarle dinero para el pago de una cuantiosa deuda, producto de su ostentación, caprichos y debilidades. Rodolfo no podía estar de acuerdo con una locura como la de fugarse con ella, tratándose de una mujer casada, con una hija y que lo abrumaba con sus desbordados y comprometedores delirios pasionales. León tenía que velar por su futuro emocional y laboral, y al lado de Emma éste se vería incierto. Además de decirle que la amaban, producto de sus exacerbadas pasiones lujuriosas, no le juraron amor eterno ni le propusieron que abandonara a su esposo por ellos. Tampoco le garantizaron prodigarle la felicidad que tan inconcientemente buscaba. Encuentro justificadas las razones de Rodolfo para no huir con ella, puesto que él, con su vida hedonista y sibarita, inexorablemente la hubiera arrastrado al abismo.

El mensaje implícito en su novela sirve a los adolescentes en su dinámica personal y existencial de búsqueda de identidad, por cuanto las frivolidades de Emma son un llamado a los jóvenes para que se "ubiquen" en su realidad, es decir, para que "despierten" y reflexionen para saber dónde están, para dónde van y qué quieren hacer en la vida. Su obra invita a vivir "aterrizados", a buscar la felicidad (suprema finalidad de la existencia), equilibrando armónicamente las emociones con la razón, y a encontrarle sentido a la vida, para no terminar trágicamente como Madame Bovary, que soñó con un mágico y encantador mundo ideal, colmado de amor y felicidad, pero despertó con un amargo y desencantador mundo real, pletórico de miserias, tristezas y desengaños. Flaubert "ejemplariza las distintas facetas de su sentimiento de fracaso, de su noción de inviabilidad, de la grandeza, del ideal, del amor, de la gloria y del saber, tal como lo concebían los realistas, entre los cuales él figura como uno de los más destacados exponentes"28

Si somos incapaces de superar el profundo abismo entre los sueños y la realidad, entre lo ideal y lo real, encontraremos dificultades para alcanzar la anhelada felicidad, viéndonos expuestos a dolorosas situaciones que nos conducen a la pérdida del sentido de la vida, al pretender conquistarla en un mundo de fantasías, que cuando choca con la inexorable realidad terminamos trágicamente la existencia.

El autor pretende mostrar las lamentables y fatales consecuencias por no afrontar la vida de manera auténtica, responsable, comprometida y "ubicada". Si pretendemos vivir en un mundo fantástico, alejado de la dura y patética realidad, los conflictos emocionales y existenciales serán obstáculo para la consolidación de un proyecto de "vida buena", mediante el cual podamos tratar de alcanzar el fin supremo de toda existencia: la anhelada y esquiva felicidad. "Flaubert aprovecha esta búsqueda de la felicidad inasequible para denunciar, a través de Emma, la inconformidad de los seres humanos y el afán que tienen algunos individuos de querer ser y de vivir una vida que sólo pertenece a sueños"29

Cuántas de las personas que a diario deambulan alrededor nuestro tienen algo de los personajes de la novela: soñadores, seductores, mentirosos, inescrupulosos, desleales, "adúlteros", desgraciados, ambiciosos, endeudados… Muchos vivimos en un eterno conflicto entre lo ideal y lo real. Todas las pasiones humanas desfilan a través de la obra. En el plano semiológico encontramos en ellos símbolos como: el adulterio (Emma), la mediocridad (Carlos), la sobriedad (León), la seducción o la pasión fingida (Rodolfo), la haraganería (el padre de Carlos), la insulsez (el cura), el progreso (Homais), la usura (Lheureux)… La gorra, esa prenda lastimosa y de mal gusto, que llevó Carlos a su primer día de clase simboliza la desacertada y lamentable vida futura del infortunado Carlos. El lago de mermelada de la torta de matrimonio de Emma, es una especie de símbolo premonitorio de los románticos lagos suizos por los que vagará ésta en sus sueños. La quema del ramo de novia de Emma es el símbolo de su posterior futuro. La pérdida de la perrita de Emma durante su traslado de Tostes a Yonville "simboliza el fin de sus sueños benignamente románticos y elegíacos, y el inicio de ensoñaciones más apasionadas en la Yonville falsa"30 Según Nabokov, el susto o espantada de su caballo cuando iba para Les Bertaux es una "sutil premonición de que la pacífica vida del joven va a desbaratarse"

A pesar de las viles pasiones, miserias y debilidades humanas de los personajes, es importante rescatar la enorme capacidad de soñar de Emma; el estoicismo, el amor incondicional, la comprensión y la tolerancia de Carlos; el anticonvencionalismo moral de Rodolfo, la fe en el progreso y la ciencia, la vehemente defensa de las ideas de la Ilustración y la mentalidad iconoclasta de Homais; la sagacidad como comerciante de Lheureux… Desde el punto de vista filosófico, encontramos espíritu idealista en Emma, racionalista y positivista en Homais, vitalista de corte nietscheano en Rodolfo, estoicismo en Carlos, pragmatismo en el notario Guillaumin…

Es tal la influencia de esta novela que se creó el concepto psicológico "bovarismo", que "es un estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas" (Vanguardia y cultura No. 1847. Suplemento del periódico Vanguardia liberal. Bucaramanga, 3/NOV/07).

Emma y Carlos no culparon a nadie por sus infortunios. Emma, en su carta de despedida, escribió: "Que no se culpe a nadie…" Carlos, por su parte, luego de aclararle a Rodolfo que no lo odiaba, le dijo: "La culpa la tuvo la fatalidad".

Apéndices

DISCURSO DE MONSIEUR LIEUVAIN, consejero.

"Señores:

Permítanme en primer lugar, antes de hablarles del motivo de esta reunión de hoy, y estoy seguro de que este sentir será compartido por todos ustedes, permítanme, digo, hacer justicia a la administración superior, al gobierno, al monarca, señores, a nuestro soberano, a ese rey bien amado a quien ninguna rama de la prosperidad pública o privada le es indiferente, y que dirige a la vez con mano tan firme y tan prudente el carro del estado en medio de los peligros incesantes de un mar tempestuoso, sabiendo, además, hacer respetar la paz como la guerra, la industria, el comercio, la agricultura y las bellas artes.

Ya no es el tiempo, señores, en que la discordia civil ensangrentaba nuestras plazas públicas, en que el propietario, el negociante, el mismo obrero, que se dormía de noche con un sueño apacible, temblaban al verse despertar de pronto al ruido del toque de rebato, en que las máximas más subversivas minaban audazmente las bases.

Pero, señores, continuaba el consejero, si, alejando de mi recuerdo aquellos sombríos cuadros, vuelvo mis ojos a la situación actual de nuestra hermosa patria: ¿qué veo en ella? Por todas partes florecen el comercio y las artes; por todas partes nuevas vías de comunicación, como otras tantas arterias nuevas en el cuerpo del Estado establecen en él

nuevas relaciones; nuestros grandes centros manufactureros han reanudado su actividad; la religión, más afianzada, sonríe a todos los corazones; nuestros puertos están llenos, la confianza renace, y, por fin, Francia respira.

"Y esto lo han comprendido ustedes, decía el consejero; ¡ustedes, agricultores, trabajadores del campo; ustedes, pioneros pacíficos de toda una obra de civilización!, ¡ustedes, hombres de progreso y de moralidad!, ustedes han comprendido, digo, que las tormentas políticas son todavía más temibles ciertamente que las perturbaciones atmosféricas.

¿Y quien se extrañaría de ello, señores? Sólo aquél que fuese tan ciego y tan esclavo (no temo decirlo), de los prejuicios de otra época para seguir desconociendo el espíritu de los pueblos agrícolas. ¿Dónde encontrar, en efecto, más patriotismo que en el campo, más entrega a la causa pública, más inteligencia, en una palabra? Y no hablo, señores, de esa

inteligencia superficial, vano ornamento de las mentes ociosas, sino de esa inteligencia profunda y moderada que se aplica por encima de todo a perseguir fines útiles, contribuyendo así al bien de cada uno, fruto del respeto a las leyes y la práctica de los deberes.

¿Y para qué hablarles aquí a ustedes de la utilidad de la agricultura? ¿Quién subviene a nuestras necesidades?, ¿quién provee a nuestra subsistencia? ¿No es el agricultor? El agricultor, señores, quien sembrando con mano laboriosa los surcos fecundos de nuestros campos hace nacer el trigo, el cual, triturado, es transformado en polvo por medio de ingeniosos aparatos, de donde sale con el nombre de harina, y transportado de a11í a las ciudades llega a manos del panadero que hace con ella un alimento tanto para el pobre como para el rico. ¿No es también el agricultor quién, para vestirnos, engorda sus numerosos rebaños en los pastos? ¿Y cómo nos vestiríamos, cómo nos alimentaríamos sin el agricultor? Pero, señores, ¿hay necesidad de ir a buscar ejemplos tan lejos? ¿Quién no ha pensado muchas veces en todo el provecho que se obtiene de ese modesto animal, adorno de nuestros corrales, que proporciona a la vez una almohada blanda para nuestras camas, su carne suculenta para nuestras mesas, y huevos? Pero no terminaría, si tuviera que enumerar unos detrás de otros los diferentes productos que la tierra bien cultivada, como una madre generosa, prodiga a sus hijos. Aquí, es la viña; en otro lugar, son las manzanas de sidra; a11á, la colza; más lejos, los quesos; y el lino; ¡señores, no olvidemos el lino!, que ha alcanzado estos últimos años un crecimiento considerable y sobre el cual llamaré particularmente la atención de ustedes.

¡Continuad!, ¡perseverad!, ¡no escuchéis ni las sugerencias de la rutina ni los consejos demasiado apresurados de un empirismo temerario! ¡Aplicaos sobre todo a la mejora del suelo, a los buenos abonos, al desarrollo de las razas caballar, bovina, ovina y porcina! ¡Que estos comicios sean para vosotros como lides pacíficas en donde el vencedor, al salir de aquí, tenderá la mano al vencido y fraternizará con él, en la esperanza de una victoria mejor! ¡Y vosotros, venerables servidores!, humildes criados, cuyos penosos trabajos ningún gobierno había reconocido hasta hoy, venid a recibir la recompensa de vuestras virtudes silenciosas, y tened la convicción de que el Estado, en lo sucesivo, tiene los ojos puestos en vosotros, que os alienta, que os protege, que hará justicia a vuestras justas reclamaciones y aliviará en cuanto de él dependa la carga de vuestros penosos sacrificios.

DISRCURSO DE DEROZERAYS, presidente del jurado.

El señor Lieuvain se volvió a sentar; el señor Derozerays se levantó y comenzó otro discurso. El suyo quizás no fue tan florido como el del consejero; pero se destacaba por su estilo más positivo, es decir, por conocimientos más especializados y consideraciones más elevadas. Así, el elogio al gobierno era mucho más corto; por el contrario, hablaba más de la religión y de la agricultura. Se ponía de relieve la relación de una y otra, y cómo habían colaborado siempre a la civilización. Rodolfo hablaba con Madame Bovary de sueños, de presentimientos, de magnetismo. Remontándose al origen de las sociedades, el orador describía aquellos tiempos duros en que los hombres alimentábanse de bellotas en el fondo de los bosques, después abandonaron las pieles de animales, se cubrieron con telas, labraron la tierra, plantaron la viña. ¿Era esto un bien, y no habría en este descubrimiento más inconvenientes que ventajas? El señor Derozerays se planteaba este problema. Del magnetismo, poco a poco, Rodolfo pasó a las afinidades, y mientras que el señor presidente citaba a Cincinato con su arado, a Diocleciano plantando coles, y a los emperadores de la China inaugurando el año con siembras, el joven explicaba a Emma que estas atracciones irresistibles tenían su origen en alguna existencia anterior.

¡Conjunto de buenos cultivos!

¡Setenta francos!

Estiércoles.

Al señor Carón, de Argueil medalla de oro.

¡Al señor Bain, de Givry – Saint Martin!

Por un carnero merino.

¡Al señor Belot, de Notre Dame!.

¡Raza porcina, premio ex aeguo: a los señores Lehérissé y Cullembourg, sesenta jfrancos!

Aprovechamiento de piensos de semillas oleaginosas.

Abono flamenco, cultivo del lino, drenaje, arrendamiento a largo plazo, servicios de

criados.

¡Catalina – Nicasia – Isabel Leroux, de Sassetot – la – Guerrière, por cincuenta y cuatro

años de servicio en la misma granja, medalla de plata – premio de veinticinco francos!

-¿Dónde está, Catalina Leroux? -repitió el consejero".

Imágenes

1. "El campo llano se extendía hasta perderse de vista y los pequeños grupos de árboles en torno a las granjas formaban, a intervalos alejados, unas manchas de un violeta oscuro sobre aquella gran superficie gris que se perdía en el horizonte en el tono mortecino del cielo".

2. "Las estrellas brillaban a través de las ramas del jazmín sin hojas. Detrás de ellos oían correr el río, y, de vez en cuando, en la orilla, el chasquido de las cañas secas. Masas de sombra, aquí y allí, se ensanchaban en la oscuridad, y a veces, movidas todas al unísono, se levantaban y se inclinaban como inmensas olas negras que se hubiesen adelantado para volver a cubrirlos. El frío de la noche les hacía juntarse más; los suspiros de sus labios les parecían más fuertes; sus ojos, que apenas entreveían, les parecían más grandes, y, en medio del silencio, había palabras pronunciadas tan bajo que caían sobre su alma con una sonoridad cristalina y que se reproducían, en vibraciones multiplicadas".

3. "Emma, vestida con una bata de bombasí, apoyaba su moño en el respaldo del viejo sillón; el papel amarillo de la pared hacía como un fondo de oro detrás de ella; y su cabeza descubierta se reflejaba en el espejo con la raya blanca al medio y la punta de sus orejas que sobresalían bajo sus bandós".

Glosario

Barreño. De barro. Vasija de barro, metal, plástico, etc., de bastante capacidad, generalmente más ancha por la boca que por el asiento, que sirve para fregar la loza y para otros usos.

Barruntar. Prever, conjeturar o presentir por alguna señal o indicio.

Bedel. Empleado que en las universidades, institutos y dependencias administrativas cuida del orden y de otros menesteres.

Carámbano. Pedazo de hielo más o menos largo y puntiagudo.

Chacinero. Persona que vende carne de cerdo adobada para hacer embutidos.

Conchabanza. Acomodación conveniente de una persona en alguna parte.

Convite. Función y especialmente comida o banquete a que es convidado alguien. Reunión de trabajadores que prestan sus servicios a cambio de comida.

Desgaire. Desaliño, desaire en el manejo del cuerpo y en las acciones, que regularmente suele ser afectado. Ademán con que se desprecia y desestima a una persona o cosa.

Escuchumizado. Muy flaco y débil.

Figón. Casa de poca categoría, donde se guisan y venden cosas de comer.

Flebotomía. Arte de sangrar (abrir o punzar una vena). Acción y efecto de sangrar (abrir o punzar una vena).

Flequillo. Adorno de hilos o cordones.

Frenológico. Relativo a la frenología. Doctrina psicológica según la cual las facultades psíquicas están localizadas en zonas precisas del cerebro y en correspondencia con relieves del cráneo. El examen de estos permitiría reconocer el carácter y aptitudes de la persona.

Gorguera. Adorno del cuello, hecho de lienzo plegado y alechugado.

Impertinente. Que no viene al caso, o que molesta de palabra o de obra. Excesivamente susceptible, que muestra desagrado por todo, y pide o hace cosas que están fuera de propósito. Anteojos con manija, usados por las señoras.

Incordio. Tumor blando. Persona o cosa incómoda, agobiante o muy molesta.

Lacrar. Dañar la salud de alguien, pegándole una enfermedad. Dañar o perjudicar a alguien en sus intereses.

Malvasía. Uva muy dulce y fragante, producida por una variedad de vid procedente de los alrededores de la ciudad que le dio el nombre. Vino que se hace de esta uva.

Manguitos. Piezas tubulares de papel.

Marisabidilla. Mujer que presume de sabia.

Moaré. Tela que produce reflejos.

Paleto. Dicho de una persona o de una cosa: Rústica, zafia o falta de trato social.

Palisandro. Madera del guayaco, compacta y de hermoso color rojo oscuro, muy estimada para la construcción de muebles de lujo.

Pasmarote. Persona embobada o pasmada por pequeña cosa.

Peristilo. Galería de columnas que rodea un edificio o parte de él

Pupilo. Huésped de una pensión.

Sangría. Acción y efecto de sangrar (abrir o punzar una vena).

Tílburi. Carruaje de dos ruedas grandes, ligero y sin cubierta, a propósito para dos personas y tirado por una sola caballería.

Tornabodas. Días siguientes al de la boda.

Vaharada. Acción y efecto de arrojar o echar el vaho, aliento o respiración. Golpe de vaho, olor, calor, etc.

Notas

1 Enciclopedia Microsof Encarta.

2 MENDEZ BERNAL, Rafael. 101 clásicos de la literatura universal resumidos.

3 NABOKOV, Vladimir. Curso de literatura europea.

4 FRIEDRICH, Hugo. Tres clásicos de la novela francesa.

5 Ibídem.

6 Ibídem.

7 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

8 VARIOS. 12.000 minibiografías

9 FRIEDRICH, Hugo. Ob. Cit.

10 Enciclopedia Microsof Encarta.

11 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

12 MENDEZ BERNAL, Rafael. Ob. Cit.

13 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

14 VARIOS. 12.000 minibiografías

15 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

16 NOGUERA SAYER, Leonor. En busca de una vida propia.

17 VARIOS. 12.000 minibiografías.

18 VARIOS. 2.000 años de literatura universal.

19 NOGUERA SAYER, Leonor. Ob. Cit.

20 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

21 Ibídem.

22 FRIEDRICH, Hugo. Ob. Cit.

23 VARIOS. 2.000 años de literatura universal.

24 NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.

25 Ibídem.

26 Ibídem.

27 FRIEDRICH, Hugo. Ibídem.

28 VARIOS. 2.000 años de literatura universal.

29 VARIOS. 12.000 minibiografías.

30 NABOKOV, Vladimir. Ibídem.

 

 

Autor:

Luís Ángel Ríos Perea

Partes: 1, 2, 3, 4
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