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La nueva cultura laboral su importancia y aplicación (página 2)


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En Estados Unidos se calculaba un promedio de 1000 personas con 450 millones de habitantes. Sin embargo, hace algunos meses la revista Fortune, señala la existencia de apenas 690 personas en ese nivel socioeconómico. En Canadá se trataba de no más de 100 personas con 40 millones de habitantes. Para éstos tres grupos la integración no constituyó un problema, pues siempre habían estado integrados económica y socialmente.

El problema estaba en el siguiente nivel, donde como puede observarse la forma entre los tres países evidenciaba una clara diferencia,

mientras que en México encontramos una forma piramidal, que representaba a la clase media y se caracterizaba por tener asegurados cinco de los principales satisfactores: alimentación, transporte, vivienda, salud y educación. No obstante, es evidente que la calidad de vida se va deteriorando a medida que se amplía la pirámide social.

En el caso de Estados Unidos y Canadá la forma es semejante y contrasta con la de México. La burbuja muestra que, en ambos casos, el acceso a los principales satisfactores se amplía considerablemente. En este sector, nos referimos a los directores de corporativos cuyo nivel de vida es muy superior al que encontramos en nuestro país. Es decir, no solo se trataba de un problema de forma, sino también de fondo.

Si pasamos al siguiente nivel, veremos cómo en el caso de México se amplía la estructura piramidal. Se trataba de los 40 millones de pobres que no alcanzaban a cubrir uno o más de los cinco satisfactores que habíamos mencionado. Recientemente fue publicada la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2000, elaborada por el INEGI y destaca el incremento del número de pobres en el país. La cifra se dispara a 53.7% de los habitantes del territorio nacional, es decir, más de la mitad de la población e encuentra en condiciones de pobreza.

En Estados Unidos también había una población con éstas mismas características. Sin embargo, en el caso de Canadá la situación era radicalmente distinta, aquí vemos que la pirámide se invertía y los márgenes de pobreza tendían a disminuir, hasta prácticamente desaparecer.

Pero lo más dramático en el caso de México, es que la base de la pirámide continúa con un grupo importante de marginados a los que se ha dado en llamar los "infrapobres", es decir, población que se encontraba en condiciones de pobreza extrema y que en 1989, era aproximadamente de 14.9 millones de personas. De acuerdo a la reciente estadística del INEGI, esta cifra se dispara al 24.2%, lo cual equivale a que 24 millones 200 mil mexicanos tienen ingresos inferiores (cuando los tienen) a quince pesos con 40 centavos al día en zonas rurales y 20 pesos con 90 centavos en zonas urbanas.

También Estados Unidos tenía un pequeño grupo de población en situación de marginación, sin embargo, se trataba en su mayoría, de población negra y/o emigrante.

A medida que se avanzaba en los niveles inferiores, las disparidades entre los tres países se hacían más evidentes y el problema de la integración económica y social se tornaba realmente complejo.

¿Qué iba a suceder cuando estos tres países se integraran? Al hacer un comparativo de la forma que adoptaban estas tres estructuras, la respuesta aparecía inmediata. Como habíamos mencionado, los grupos de la parte superior no tenían ningún problema porque siempre estuvieron integrados.

El desequilibrio venía en los niveles subsecuentes. Bajo este esquema resulta evidente que la posición más débil y por lo tanto la de mayor dependencia frente a sus socios comerciales, era la de México. ¿Es posible hablar de productividad, de competitividad, de intercambio, de globalización?

Los problemas estructurales de inequidad en el acceso a las oportunidades y en la distribución del ingreso, expresan, de manera objetiva, que después de diez años de apertura comercial, México no se ha beneficiado de las ventajas competitivas que supone el modelo exportador.

De ahí la necesidad de adoptar políticas tendientes a equilibrar las responsabilidades sociales con las presiones de la competencia internacional y tratar de liberar al país de los problemas que afectan a vastos sectores de la población, cuyo potencial productivo es desaprovechado. En este sentido, es importante considerar que los factores que han permitido al país desarrollar su capacidad productiva y exportadora, así como generar opciones de movilidad social para la población son: la educación y el trabajo.

Es precisamente la referencia a estos dos canales; la educación y el trabajo, de lo que hablaremos en esta segunda parte del diagnóstico. Como marco de referencia, se presentan una serie de datos estadísticos que permiten analizar tanto las condiciones de rezago educativo que sufre el país, como la situación de dependencia que lo caracteriza en términos de capacitación, ciencia y tecnología.

2.2 Diagnóstico educativo, científico y tecnológico (interno).

Datos de la Encuesta Nacional de Empleo del año 2000, realizada por la STPS junto con el INEGI, señala que aaproximadamente 7 millones de personas no saben leer ni escribir, lo que representa el 11% del total de la población mayor de 15 años. Alrededor de 11 millones, es decir el 17% de esa población, no ha terminado la primaria, mientras que 16 millones de personas, esto es, el 25% no ha concluido la educación secundaria.

El resultado es que 34 y medio millones que equivalen al 53.5% de la población, de un total de 64 millones de personas mayores de 15 años, se encuentra en rezago educativo al no haber concluido antes de los 14 años, los 9 grados escolares de la educación básica obligatoria (ver cuadro1). Un segundo aspecto reside en la relación que guarda este rezago con la productividad del país y su posibilidad de competir en los mercados internacionales.

En este sentido, en 1997 se registraron 21 millones de mexicanos que representaban el 55% de la PEA, sin haber concluido los 9 grados que integran la educación básica. A partir del 2004 el ciclo educativo obligatorio de los niños mexicanos se elevará a 12 años al considerarse la educación preescolar como obligatoria. Lo anterior afecta el nivel y alcance de la capacitación para el trabajo de la población económicamente activa (PEA) y, por tanto, constituye un reto para que el Sistema Educativo Nacional amplíe su cobertura y mejore la calidad de la educación que ofrece.

Cuadro 1. Población mexicana de 15 años y más en rezago educativo por sexo.

Fuente: Encuesta Nacional de Empleo 2000, STPS/INEGI

Por otra parte, en 1999 los resultados de la Encuesta Nacional de Educación, Capacitación y Empleo permitió asociar las cifras del rezago educativo, con la frecuencia anual de acceso de la población a cursos de capacitación.

Del total de personas sin instrucción, sólo el 1%, es decir, 73,000 personas tomaron un curso de capacitación; el nivel más calificado como es el profesional alcanzó sólo el 48.4%, lo que significa que 3,135,945 personas tomaron al menos un curso de capacitación, es decir, uno de cada dos profesionistas (Ver cuadro 2).

La cifra es preocupante si consideramos que se trata de un país inserto en un esquema de competitividad internacional desde hace ya varios años.

Si bien el argumento utilizado para sumarnos a la apertura comercial se apoyaba en que la preparación de la fuerza de trabajo, y la calidad de nuestra educación, eran mayores que la de otros países latinoamericanos, la realidad ha demostrado la profunda brecha existente entre el desarrollo educativo de México y los países desarrollados, e incluso, con el de otros de nivel socioeconómico relativamente semejante al nuestro.

Cuadro 2

Población de 15 años y más, que ha tomado

al menos un curso de capacitación según nivel de instrucción

Otra dimensión del rezago educativo es geográfica. El desarrollo del sistema escolar ha sido más lento en las regiones económicamente más atrasadas del país. En efecto, se estima que la demanda potencial de enseñanza secundaria, constituida por adolescentes de entre 12 y 14 años, está satisfecha en un 87.4% dentro de las regiones más desarrolladas del país, y sólo un 71.9% en las de mayor atraso como las regiones sur y centro-norte.

Cuadro 3. Rezago educativo por estado

Fuente: Encuesta Nacional de Empleo 2000, STPS/INEGI

Es muy probable que en los estados de mayor rezago socioeconómico, uno de los factores que lo agudiza es la emigración de este segmento poblacional que cuenta con cierto nivel de instrucción hacia aquellos que por su crecimiento económico e infraestructura resultan más atractivos, tal es el caso del Estado de México, Distrito Federal y Nuevo León situación que mejora virtualmente sus cifras de rezago educativo (Ver cuadro 3).

También en ciencia y tecnología existe lo que llamaríamos una deficiencia crónica en términos de inversión. En México se invierte escasamente el 0.4% del PIB en ciencia y tecnología, mientras que en países como España y Brasil el 0.9%, pero si vemos a países como Corea y Estados Unidos, el porcentaje se dispara con el 2.6% y 2.7% respectivamente.

Ahora bien, si comparamos la plantilla de investigadores que tienen estos países por cada 1000 de los que pertenecen a la PEA, en México contamos con 25,000 investigadores, de los cuales sólo el 30% forma parte del Sistema Nacional de Investigadores, esto es el 0.7%, lo cual quiere decir que tenemos menos de un investigador por cada mil personas. En el caso de Brasil se incrementa en 40% más, en España, 400% más, en Corea 600% más y en el caso de nuestro socio comercial en 2000% más.

Por lo que hace a la formación de profesionistas con nivel de doctorado, en México tenemos 1000, en Brasil –país también latinoamericano- son 6000, en España casi 6000, en Corea 4000 y en los Estados Unidos la cifra es abrumadora, 45,000. Ésto es dependencia, porque aquí se refleja el nivel de capacitación pero también el nivel de posibilidades que tenemos para transformar la realidad. Es la capacitación lo que permite modificar la forma de trabajar y por lo tanto, de transformar las organizaciones. En México estas posibilidades están muy limitadas.

En cuanto al número de investigadores que trabajaron en los sectores público y privado durante las décadas de 1980, 1990 y 2000, resulta interesante la comparación entre México y Estados Unidos. En 1980 uno de cada seis investigadores norteamericanos, se encontraban en el sector público (125.662) y cinco de cada seis en el sector privado (525.430). Esta proporción se mantuvo en las décadas siguientes.

En el caso de México la proporción es completamente a la inversa. En 1980 cinco de cada seis investigadores se desempeñaban en el sector público (2.883), mientras que uno de cada seis pertenecía al sector privado (212). En el 2000 la distribución fue de 20.596 y 4.846, respectivamente.

El resultado que salta a la vista es que en México, el sector privado no le esta apostando ni a la capacitación, ni a la investigación. El efecto que esto provoca consiste en que nos estamos volviendo un país franquiciante de las investigaciones y descubrimientos extranjeros. Lo más dramático es que ahora ya no solo somos franquiciantes de la investigación, sino de los programas de formación y de capacitación.

El impacto que causa la falta de investigación en la planta productiva se ve reflejado en su vulnerabilidad. De los 2.8 millones de empresas registradas, según datos de la Secretaría de Hacienda, el 99% corresponde a la micro y pequeña, en tanto que 27,000 son medianas y grandes. De éstas, sólo 3,3000 cuentan con un programa de certificación en estándares de calidad y solo 2,500 se dedican a la exportación.

Llama la atención y corresponde a lo que comentábamos anteriormente que de este universo de empresas, menos de 300 realizan algún tipo de investigación. Aquí valdría la pena preguntarse ¿puede un país reducir sus márgenes de dependencia, manteniendo su planta productiva en esta situación de rezago?

Si analizamos la participación del sector privado en cuanto al presupuesto que destina a la investigación, veremos que en el caso de nuestro país es de apenas un 24%, mientras que el de su socio comercial es del 80%, es decir, tres veces mayor al que destinan empresarios mexicanos. Como consecuencia de esto, se genera una escasa innovación en ciencia y tecnología y un bajo valor agregado.

Según datos proporcionados por el CONACyT, de un total de 708,576 patentes registradas en los Estados Unidos de 1990 al 2000, sólo 522 fueron para México. Pero lo más sorprendente es que en ese mismo periodo, las patentes registradas en México fueron 53,862, de las cuales solo 3,200 fueron para mexicanos, esto es apenas el 6% del total.

Sí es suficiente esta información para conocer la realidad interna y externa que enfrenta nuestro país. La pregunta que surge espontánea es ¿por qué?, ¿cuál es el origen del problema?, ¿existen posibilidades de revertir este proceso de dependencia?

La raíz del problema esta en cómo enfrentamos la realidad y en el hecho de reconocer que se trata de un problema no solo económico o social, sino fundamentalmente cultural. Partimos de la idea de que es en el aspecto cultural donde podemos encontrar algunas de las respuestas a la compleja situación que vive el país, por lo menos en lo que hace al mundo del trabajo.

3. Cultura y trabajo: Un enfoque conceptual e histórico.

De ser cierto lo que postula la corriente histórica de la llamada Ecole de les Annales, muy probablemente estemos siendo protagonistas de la primera generación que es consciente de que vivimos un cambio de época. Estamos al fin y al mismo tiempo al principio de un cambio de era en la historia. Y la conciencia de ello, es un fenómeno que no le había sucedido antes a la especie humana.

Por ejemplo, fue menester que transcurriera un gran lapso, siglos incluso, para que la humanidad identificara y asimilara que una época como la Edad Media se había agotado, dando entonces paso a una nueva era. Sin embargo, hoy estamos siendo capaces de leer el quiebre de la modernidad hacia la posmodernidad.

De la misma manera que un observador de una playa podría identificar, que en términos generales todas las olas, tanto las muy pequeñas como las más grandes del planeta, tienen la misma naturaleza y se componen de los mismas etapas, lo cierto es todas las olas en sí mismas son distintas. Todas entrañan un flujo y un reflujo, implican una energía cinemática que culminará en entropía de rompimiento y despliegue de mayor o menor fuerza, todas tendrán una cresta, todas lo mismo…no obstante siempre diferentes unas de otras.

Diversos intelectuales identifican a 1968 como un gran punto de quiebre. No sólo de México por nuestro movimiento estudiantil, sino por la Primavera de Praga, la Revolución Cultural China y ciertamente los efluvios del movimiento estudiantil mundial. Así, el 68 resulta para muchos el inicio del fin de una era. Al menos podríamos aventurar que es la cresta de una ola donde todo comienza a decrecer.

Lo mismo con 1989 y la caída del Muro de Berlín, cuando todo parecía que lo único que campeaba era el marxismo, fue precisamente por ahí donde se cayó o comenzó a caer todo. Acaso los sucesos del 11 de septiembre de 2001, suponen una expresión más de tal trance de era, aunque lo que hasta ahora podemos leer es que la última de las confrontaciones de la modernidad ha sido la bipolaridad.

Inicio y fin de era, tránsito consciente pero incierto. Este final y consiguiente comienzo de época es un haz de luces y sombras, donde prevalecen pocos paradigmas válidos para sortear exitosamente, el proceloso mar de confusiones que supone el cambio.

En este concierto o desconcierto, la humanidad pretende avanzar hacia lo bueno, aunque no todo lo malo se ha dejado. En el modernismo el error era más cercano a la ignorancia, pero en el posmodernismo el error resulta más cercano a la mentira. El individualismo no nos ha abandonado en esta transición, al tiempo que tampoco, como recientemente ha reconocido Vaclav Havel, la Tercera Vía ha logrado prevalecer, pues a pesar del afán mimetizante de comunistas que se moderan tremolando un diagnóstico autocrítico, siguen ayunos de propuesta alternativa viable a la mundialización y el mercado.

Para algunos otros autores como Toeffler, la apuesta es encuadrar el tema en una taxonomía donde la Ola de la Tecnología de la Información está llamada a inaugurar el cambio de época. De esta forma el posmodernismo, entre otras cosas, habrá de sistematizar la generación y dispersión de datos útiles y rentables, lo que conllevará a que la sociedad informada y participativa se torne en obstáculo para la no proliferación de regímenes autoritarios, los cuales se agotarán o tenderán al menos a no ser tan frecuentes ni tan largos. Pareciera entonces que siguiendo a Daniel Bell, pudiéramos apostar que una posmodernidad iniciada por la era de la Tecnología de la Información, se arropa y a la vez promueve la democratización como divisa y hasta fin en sí misma.

En otras palabras, el posmodernismo suscribirá y hasta sacralizará como la modernidad, la tesis de la democracia como sinónimo de sociedad civilizada, viable y confiable…aunque -casi siguiendo a Hegel o a alguno de sus seguidores si hubiere alguno al comienzo del siglo XXI- , estaríamos hablando de una democracia no tanto universalizada, sino popularizada.

Algo, pues, está cambiando y nuestro país, como actor relevante en el concierto de las naciones, se ve inmerso en este mudanza de época. Y en ese marco, nuestra llamada transición política, anticipada acaso por una suerte de primera etapa de transición económica, enfrenta su futuro a partir de esta modernidad que ha caído y de está posmodernidad que se va construyendo.

Nuestra transición que buscando asumirse potencia de un acto llamado cambio, se obliga así a una relectura para volver a estudiar lo que habíamos dicho que ya sabíamos.

Este cambio por lo tanto se cuestiona si lo anterior ha fracasado y cuál es entonces el nuevo rumbo.

Si lo anterior lo asumimos a guisa de framework, por lo tanto cuestionando los pregones del pasado con visión de futuro desde el momento presente, se reeditan antiguos dilemas: ¿Por qué países como Corea del Sur, por sólo mencionar alguno, hace años eran más atrasados que nosotros y ahora nos superan por mucho? ¿En qué hemos fracasado y por dónde recuperar el camino y acelerar el paso? Al cerrar el milenio pasado, para preguntas tales, hemos adoptado un par de respuestas: fundamentalmente porque el Estado no contaba con las instituciones adecuadas, y porque la sociedad en su conjunto abrigaba ideas equivocadas que generaban actitudes contrarias al crecimiento intensivo.

Comencemos por la primera, es decir, la emprendida Reforma Estructural, aunque aún inconclusa, tácitamente nos dice que concluímos que el Estado no contaba con las instituciones y las políticas adecuadas. Sin embargo, al iniciar el actual milenio, se sabe que el desarrollo sostenido es la consecuencia de una multiplicidad de factores: No basta con que la mayoría de las personas posean un espíritu frugal y productivo basado en la idea de la predestinación, como el que Max Weber creyó descubrir entre los pueblos triunfadores de la Europa protestante del siglo XIX; Tampoco con que los derechos de propiedad estén debidamente tutelados y este plenamente vigente el Estado de Derecho, como prescriben los recientes premios Nobel Douglas North y Ronald Coase; No sólo es cuestión de equilibrios macroeconómicos –control del gasto público, dominio de la inflación, cierta presión fiscal, estímulos al ahorro– según las fórmulas del Fondo Monetario Internacional; Ni siquiera se trata de limitar el perímetro del Estado y pretender que de éste recorte se derivará la prosperidad instantánea.

Es la suma de eso y de otras reformas de segundo nivel aún pendientes, pero también de poner acentos en más políticas públicas adecuadas que incluyan un esfuerzo extraordinario en materia educativa.

Pero aquí viene también, y de manera más que protagónica, el segundo gran elemento, a saber, sí la sociedad en su conjunto ha prohijado ideas contrarias a un desarrollo integral, equitativo, sostenido y sustentable.

Ciertamente el desarrollo socioeconómico resulta de elementos como los anteriores, pero todo ello también indispensablemente suscrito por una sociedad en la que la masa crítica de sus ciudadanos, mantenga una cosmovisión homogenea y comparta los paradigmas adecuados.

En otras palabras, no bastan sólo las reformas, sino que se vuelve imprescindible el cambio de actitud, el cambio de conducta…el cambio de cultura para que la masa crítica de los ciudadanos se involucre eficazmente en una transición con rumbo, hacia un cambio conveniente con visión de futuro.

En México, se han desarrollado ciertas tradiciones, formas de ser, de actuar, de enfrentarse y de ver al trabajo. Son precisamente ese conjunto de hábitos, conductas, valores, paradigmas que el ser humano va haciendo suyos lo que ha conformado un patrón cultural en el mundo del trabajo. En este proceso han existido vicios y cualidades. Pero antes de referirnos a ellos, empecemos por definir qué entendemos por cultura.

Una definición generalizada de cultura es aquella que tiene que ver con casi todos los aspectos de la vida social, política, intelectual, religiosa y artística de un pueblo. Sin embargo, hay que hacer énfasis en que todas estas manifestaciones tienen como origen al ser humano. De hecho, el término cultura cuyo significado etimológico es "cultivar algo", hace referencia a todo lo que el hombre cultiva o debe cultivar para realizarse como hombre. Dicha realización es dialéctica porque va del plano personal, al plano social y viceversa.

En este sentido, debemos distinguir un concepto de cultura que comprende el cultivo de tres relaciones básicas:

•Relación con la naturaleza, para descubrirla, modificarla y obtener de ella los bienes de consumo y de servicio.

•Relación con los demás, para enriquecerse del intercambio de experiencias, crear un sentido de unidad y hacer más humana la convivencia, mediante el perfeccionamiento de las costumbres e instituciones.

•Relación con lo trascendente, mediante la práctica de valores humanos

De tal manera que entendemos la cultura como la forma en que una comunidad descubre, analiza, interpreta y actúa en su entorno.

Desde el punto de vista epistemológico -cuyo proceso consiste en una serie de etapas secuénciales e interrelacionadas que parten de la persona y que determinan la forma como ésta descubre y actúa en su entorno, la cultura se construye a través de la relación e interacción que se da entre los miembros de una comunidad. Se trata de una estructura multidimensional de vínculos entre la comunidad y el medio que le rodea, que informa, orienta, educa y contribuye a la formación de las personas, dotándolos de identidad, significado y sentido.

El desarrollo cultural que caracteriza a una sociedad contribuye tanto al desenvolvimiento de sí misma como al descubrimiento y desarrollo de las capacidades de las personas que la integran. Una comunidad que pretende desarrollar valores y actitudes aceptados por la mayoría, contribuye a dotar de significado al trabajo que realiza cada persona y al de sus integrantes y genera aspectos comunes que crean identidad, aun cuando es claro que dichos valores y actitudes están sujetos a cambios de mediano y largo plazo.

La diversidad cultural que encontramos entre personas, comunidades y naciones es el reflejo de un desarrollo humano activo y floreciente que permite la comunicación e intercambio de valores, creencias y tradiciones entre personas de diferentes culturas. Esto parte de un auténtico diálogo cultural que permite comprender y apreciar la cultura del otro, como la propia; de una educación que promueve el sentido humano del trabajo y contribuye a crear condiciones sociales más justas.

En los diversos campos de la actividad humana se han registrado transformaciones tendientes a crear condiciones favorables para enfrentar los retos que las actuales circunstancias y el nuevo entorno económico presentan. Dar respuesta a estos desafíos con modelos e

instrumentos del pasado o, peor aun con la imposición de viejos contenidos a los nuevos conceptos, son posturas inadecuadas que falsean la realidad.

Por eso, si la cultura se explica por toda esta serie de manifestaciones, entre las que se encuentran las actitudes y los patrones que caracterizan al mundo del trabajo, podemos afirmar que la cultura y el trabajo mantienen un estrecho vínculo que conviene analizar más detenidamente.

¿Cuáles son las actitudes, hábitos y creencias que han caracterizado al trabajo? Existen viejos patrones –que se mantienen vigentes- que constituyen parte de la cultura y se caracterizan por la constante deshumanización de la persona, del trabajo y de la economía.

Considera al trabajador como un recurso que sirve casi para cualquier cosa; reduce el trabajo a una simple mercancía; convierte a las organizaciones en campos de batalla y hace de la productividad una forma de explotación.

Esta visión reproduce esquemas de autoritarismo, de explotación velada, de competencia desleal, de falta de productividad y de pérdida de competitividad, lo que hace vulnerable nuestra planta productiva y nos lleva a considerar un aspecto de la realidad cultural que no solo ha caracterizado a nuestro país, sino a la gran mayoría de los países del mundo.

3.1 La persona es un recurso.

Es común, tanto en México como en otros países, que el ser humano sea visto como un recurso, como una pieza más del engranaje productivo. Pero no solo eso, el problema más grave radica en que él mismo se ve como un recurso y, por lo tanto, se vende como tal. Se trata quizá del mejor de los recursos porque es dúctil, maleable, manipulable, es decir, se le puede "usar" casi para cualquier cosa. Es muy frecuente escuchar cuando alguien solicita empleo y le preguntan ¿qué sabe hacer?, responda "lo que sea", o bien que en la gestión de las empresas y del gobierno se acuñe el término "cazadores de cabezas" ("head hunters") para representar un estereotipo importado de países desarrollados que busca imponer patrones de medición que privilegian las características de orden técnico versus una concepción integral del ser humano.

Lo cierto es que se ha utilizado a la persona indiscriminadamente y sin ningún sentido ético (entendido éste como el respeto y promoción de su dignidad), casi para cualquier fin o propósito. Desde aprovecharlo como recurso para desarrollar una investigación científica, hasta servirse de él como escudo en un bombardeo. La sentencia hobbesiana "el hombre es un lobo para el hombre" sigue cobrando actualidad y evidencia la crisis que existe en torno al valor y dignidad de la persona.

3.2 El trabajo es una mercancía

Como consecuencia de lo anterior, el trabajo se organiza solo teniendo en cuenta las exigencias de eficiencia y productividad del mercado, esto es, producir lo más posible al más bajo costo y en el menor tiempo posible.

Considerar únicamente la dimensión objetiva del trabajo, la que transforma la naturaleza, produce riqueza material y permite mayor competitividad, hizo del trabajo una mercancía. ¿Será por eso que se generalizó el uso del término "mercado de trabajo"?.

Que el trabajo sea visto como una mercancía y por tanto, como un objeto susceptible de compra-venta, es una postura que reduce dramáticamente la actividad humana, ya que se olvida del aspecto subjetivo que también es esencial al trabajo y se refiere a la experiencia humana que le es inherente. Sin embargo, esta postura no fue sino que es hoy una realidad.

3.3 Las organizaciones son campos de batalla

El impacto que esta situación produce en el centro de las organizaciones deriva en la generación de conflictos de intereses que hacen de éstas, verdaderos campos de batalla, en cuya lucha participan los dueños del dinero y los que únicamente poseen su fuerza de trabajo. Ambos contendientes actúan en defensa de sus propios intereses, con el fin de obtener el mayor provecho individual.

3.4 La productividad es una forma de explotación

De esta manera, la productividad se convierte en una forma de explotación, que busca generar un valor agregado, un plusvalor. Por lo tanto, la organización del trabajo se orienta a que el "recurso" humano, cuyo trabajo es una mercancía, eleve a cualquier precio la productividad y la competitividad de las organizaciones.

Así, después de este breve análisis que pone en evidencia los patrones que han caracterizado las relaciones laborales y las estructuras de trabajo, vale la pena preguntarse: ¿existe una forma diferente de ver la realidad? Creemos que el problema radica justamente en la visión que tenemos de la realidad y en cómo la enfrentamos.

En este sentido, es urgente adoptar una postura diferente y promover un cambio de paradigma en el mundo del trabajo. Se trata de una nueva visión que hace referencia a la transformación del concepto del trabajo y lo sitúa como el medio legítimo para que el ser humano descubra la naturaleza, la transforme y la empee para su beneficio y el de su comunidad.

4. Los ejes de la Nueva Cultura Laboral.

"Cuando hablamos de Nueva Cultura Laboral nos referimos a la urgencia de atacar los vicios de la antigua manera de ser, para construir una nueva relación entre trabajadores y empresarios, entre sector productivo y gobierno…que favorezca la posibilidad de que México sea un país con un desarrollo mucho más equitativo y también más competitivo." (Entrevista al Lic. Carlos Abascal)

Nueva, precisamente porque corresponde a las necesidades e interrogantes que plantea el mundo actual, se fundamenta en cuatro criterios básicos:

4.1 El trabajador es una persona, un ser humano.

4.2 El trabajo es el medio a través del cual se descubre y transforma la realidad.

4.3 Las organizaciones son comunidades de desarrollo compartido y participativo.

4.4 La productividad un resultado del trabajo organizacional.

4.1 El trabajador es una persona, un ser humano.

Se parte del reconocimiento fundamental de que el trabajador, cualquiera que sea su condición, es una persona. Pero y ¿qué es una persona?. Independientemente de la conceptualización que se ha dado a lo largo de la historia, diremos que la persona es el nivel donde la naturaleza adquiere conciencia de sí misma.

La persona es el único ser capaz de cuestionar y de cuestionarse, por lo tanto, es en la pregunta donde reside su capacidad de conocer. La pregunta es la forma por excelencia a través de la cual el ser humano descubre, enfrenta y transforma la realidad.

El fundamento que determina el trabajo es la dignidad de la persona, de quien lo ejecuta, lo cual determina su supremacía ante las cosas, ante los sistemas económicos y ante los sistemas administrativos.

En suma, podemos afirmar que el ser humano es único e irrepetible, es un ser consciente, creativo, libre y con una enorme dignidad, dignidad que se refleja en el hecho de no ser un medio del que otro pueda aprovecharse, sino un fin en sí mismo. El problema del capitalismo y del comunismo es que utilizan a la persona como un medio; unos al servicio del capital, y los otros al servicio de la ideología.

En este orden de ideas, es necesario reiterar que el valor de la persona esta más allá de todo precio y de toda ideología. Por ello, debemos tomar en consideración que, -hablando del trabajo- la calidad no esta en las cosas que se hacen, sino en la persona que hace las cosas.

4.2 El trabajo es un medio para transformar a través del cual se descubre y transforma la realidad.

El trabajo es el medio a través del cual, la persona se relaciona, descubre y transforma la realidad para su beneficio y el de los demás. Así el trabajo se convierte en una forma de responder a nuestra naturaleza social, lo que quiere decir que, a través de nuestra actividad, podemos ayudar solidariamente, cuando los resultados de nuestro trabajo benefician a otros.

En occidente la mayor preocupación se ha dirigido a desarrollar el lado objetivo del trabajo como condición necesaria para someter a la naturaleza y mejorar el nivel de vida de la población. Es indudable que el ser humano ha logrado de forma extraordinaria aumentar su control sobre la naturaleza y gozar de los beneficios que eso representa, sin embargo, ha descuidado y casi olvidado el lado subjetivo del trabajo (Buttiglione, 1984) que consiste en reconocer que éste es esencial a la realización del hombre en cuanto hombre.

Así visto, el trabajo se convierte en una fuente de crecimiento personal y de desarrollo de nuestras capacidades. El trabajo nos da la oportunidad de servir, de experimentar la fuerza y el potencial humano para modificar el medio y de sentir la importancia y vitalidad de las relaciones humanas. Nos referimos aquí al trabajo en su sentido más amplio; no solo al trabajo remunerado, sino a toda acción humana que transforma el medio; la educación formal e informal, la creación artística y cultural, la invención y la aplicación de la tecnología; la creación del ambiente físico y moral en la familia, entre otros. Es la capacidad de vincular el esfuerzo y la vida personal con los otros y con la naturaleza.

4.3 Las organizaciones son comunidades de desarrollo compartido y participativo.

El trabajo tiene como característica que, ante todo, propicia la unidad entre los seres humanos y en esto consiste su fuerza social: la fuerza de generar una comunidad. De hecho el trabajo tiene su origen en la necesidad de compartir. El trabajador por el simple hecho de ser persona, tiende a la relación con otros y de esta manera, es llevado por su misma naturaleza a formar una comunidad. Entonces las instituciones o centros de trabajo dejan de ser campos de batalla y se convierten en comunidades de desarrollo compartido y participativo, en cuyo espacio se generan las opciones para que hombres y mujeres puedan desarrollar todas sus capacidades.

Es en la comunidad laboral donde se descubre la riqueza que deriva de las diferencias entre unos y otros. ¿por qué él piensa diferente a mí?, ¿qué descubre él que yo no veo?. La propia personalidad se enriquece a medida que aumenta la relación con los demás. Así, el aspecto social del trabajo se expresa concretamente en el hecho de que se trabaja con los demás, para los demás y gracias a los demás.

Si el trabajador tiene esta conciencia, dará a su trabajo una mayor carga de socialidad, de solidaridad humana, de amor y entonces, producirá una plusvalía mayor de la que hablaba Marx. Se requiere inyectar calor humano a estas relaciones e ir más allá de la frialdad que imponen los diferentes roles, porque detrás de esos roles en la empresa, en la oficina, en el taller, en una escuela o en un hospital, se debe llegar a construir una verdadera comunidad (Sorgi, 1994). A medida que el trabajo sea expresión de solidaridad y colaboración, de atención e interés por quienes allí laboran, de búsqueda del bienestar de todos, se experimentará en el ambiente de trabajo mayor compromiso y conciencia de la dignidad de ser persona.

4.4 La productividad es un resultado del trabajo organizacional.

Entonces, y por último, la productividad se asumirá como lo que es, una consecuencia organizacional del trabajo. Si bien es cierto que todos los esfuerzos de la tecnología y de la organización social se han concentrado en la tarea de hacer más productivo el trabajo humano, también lo es que el valor de la experiencia que el hombre vive en el trabajo ha sido menospreciada, es decir, se invierte en tecnología para incrementar la productividad y generar riqueza, sin embargo, la inversión mayor debe estar asociada al enriquecimiento del ser de la persona, a través de la capacitación.

Por otra parte, la organización del trabajo que atiende más a la técnica y la eficiencia que al desarrollo de las capacidades humanas, generalmente margina a los que no corresponden a los estándares de productividad como pueden ser los jubilados o los discapacitados. Aquí vale la pena reiterar que ninguna institución o empresa puede hacer que el trabajo sea más humano y enriquecedor, si no parte del valor insustituible de la persona, y ésto, independientemente de la edad o condición física en que se encuentre.

El objetivo del trabajo debe estar encaminado al bien ser y al bienestar de los trabajadores, a fin de permitir que el trabajador sea más, se califique mejor y la productividad y competitividad, más que objetivos, sean el resultado de una justa valoración de las personas y del aprovechamiento de sus potencialidades.

5. la Nueva Cultura Laboral es un cambio de paradigma.

El patrón paradigmático tradicional que ve en la productividad una forma velada de explotación, no corresponde al fin legítimo del trabajo ni a la naturaleza y aspiraciones de la persona. Por eso, estamos empeñados en romper este paradigma y subrayar que la productividad no genera riqueza, sino que es la riqueza de los trabajadores, lo que genera productividad.

Este es el reto, transformar la forma de ver y medir la productividad para situarla en su justa dimensión: como un resultado de la actividad laboral organizada, responsable y participativa.

A medida que se rompan viejos paradigmas y se genere una cultura laboral basada en estos nuevos criterios que reconocen el valor, capacidad y dignidad de la persona y de su trabajo, nuestro país -en un esfuerzo compartido y comprometido entre los diversos actores sociales y económicos- estará en posibilidades de contar con mayores opciones de desarrollo y bienestar social para todos. De hecho, la palabra opciones deberá ser el parámetro con el que se midan todas y cada una de las acciones que den sustento a la Nueva Cultura Laboral.

6. La Nueva Cultura Laboral es un círculo virtuoso.

La Nueva Cultura Laboral es un círculo virtuoso que inicia con el reconocimiento, respeto y promoción de la dignidad de la persona. El trabajo ya no puede caer en la injusta miopia de que el es trabajo humano es una mercancía, mucho menos de que las personas como los prescribía el materialismo dialéctico que maniqueamente dividía entre los buenos (los pobres) y los malos (los detentadores de los medios de producción), en constante lucha dialéctica de clases. El trabajo no es mercancía

Luego entonces el trabajo no es mercancía, por lo que el segundo elemento del círculo virtuoso de la Nueva Cultura Laboral es la revaloración del trabajo humano como expresión de la dignidad de la persona, en donde a través del trabajo la persona imprime su propia subjetividad en lo que hace.

El tercer elemento de este círculo virtuoso es el proceso permanente de educación, capacitación, formación integral, que permite que la persona sea más. No debemos aspirar a que con el trabajo la gente sólo tenga más, sino que además de su justa retribución y prosperidad personal y familiar, la persona sea más. No sólo que tenga más, sino que sea más.

El siguiente elemento de este círculo virtuoso es la participación pro activa y solidaria del trabajador con su empresa, entendiéndola ésta como una comunidad socialmente productiva. Que cualquier trabajador, sea dueño de empresa, sea operario, la participación del trabajador para lograr por un lado proyectar mejor su esencia de persona en lo que hace a través de la calidad, pero por otro lado a través de su inteligencia, mejorar los procesos productivos, entendiendo por productividad ciertamente o hacer lo mismo con menos, o, preferentemente, hacer más con lo mismo. La participación implica el trabajo en equipo, porque la participación no es una parte individual para ver cómo se mejora el proceso, sino junto con otros.

Después de la participación, tiene lugar forzosamente en este círculo virtuoso de la Nueva Cultura Laboral, la innovación y el desarrollo tecnológico, es así como mejoran los procesos productivos.

Después del proceso de innovación y desarrollo tecnológico sigue sin duda el uso responsable de los recursos naturales, el gran tema del cuidado del entorno es parte esencial de la Nueva Cultura Laboral.

La siguiente etapa del círculo virtuoso es entonces, ahora sí, el incremento de la productividad, entendida no como trabajar más fuerte, no como trabajar más horas, sino como el producto de usar con mayor inteligencia los recursos y de cuidar el entorno. El aumento de la productividad, lo cual se traduce inmediatamente en generación de valor económico agregado, en generación de nueva riqueza.

Consiguientemente el siguiente elemento por definición es, lograr una más equitativa distribución de la riqueza de la nueva riqueza generada.

Entonces se avanzará hacia la fase de la satisfacción del trabajador, que habiendo seguido este círculo desde el reconocimiento, respeto y promoción de su dignidad hasta tener un mejor acceso a los bienes del desarrollo porque se reparte la riqueza con él, esto produce la satisfacción del trabajador, sea este empleado o empleador.

Sumado todo lo anterior, el nuevo elemento es el del aumento de la competitividad de la unidad productiva, que concretando un resultado tangible de mejora, lleva a que la empresa no sólo mantenga la sobreviví encía, sino que siga el natural impulso que propende a la expansión.

Todo este proceso, entraña a su vez como elemento aprovisionador de todo el proceso el diálogo social, mismo que vincula desde el reconocimiento, promoción, respeto de la dignidad de la persona…, hasta la competitividad para resolver los problemas y para aprovechar las oportunidades, las dos cosas, logrando hacer, digamos también como un denominador del proceso de educación, formación integral, capacitación continua el método de superación permanente del bien ser para lograr el bienestar como una consecuencia.

Entonces si esa es la Nueva Cultura Laboral prevalece y construye beneficios a todos los involucrados, quién podría dudar de la conveniencia de estos postulados. Ese círculo virtuoso es el que justifica un derrotero para avanzar en la transición hacia el cambio.

Cambio para navegar hacia un punto de encuentro y centro del diálogo social en el trabajo. Este mandato nos plantea conducir con responsabilidad los destinos de la sociedad mexicana, pensando incluso en las mexicanas y mexicanos que aún no han nacido. Pues la Nueva Cultura Laboral comprende que nuestro país, en estos tiempos y los más inciertos y complejos del futuro, se merece un hoy y un mañana acorde con la riqueza de sus recursos naturales y su cultura, pero sobre todo, del potencial de su gente.

Con la Nueva Cultura Laboral, aspiramos a hacer de esta oportunidad histórica, no un proceso de mera transición, sino cambio. Coadyuvemos con nuestro compromiso y trabajo en equipo, el hacer de México un país de Clase Mundial.

Conclusiones y recomendaciones.

Hacia la crisis económica mexicana de 1994-1995, el panorama de corto y mediano plazos se observaba complejo. La severa disminución de la actividad económica, con el consiguiente cierre de empresas y pérdida de empleos, desesperó y frustró a la sociedad entera.

Los signos de los tiempos eran un pregón que exigió no sólo del gobierno y los partidos, sino de la sociedad civil, los empresarios y los sindicatos, respuestas innovadoras y ambiciosas.

Una de las respuestas, pronto devenida en propuesta, emergió de un segmento de los sectores productivos: Construir, instaurar y hacer vida una Nueva Cultura Laboral.

Generar un cambio de paradigma en la sociedad toda. Imaginar un ideal y convocar a todos, sin distingo alguno, a incluírse en el afán y en el negocio, pues a todos convendría.

El tamaño del sueño era enorme, pero la apuesta y la promesa, el desafío y el riesgo calculado, el afán y la tarea se mostraban con apremios de urgencia.

Había que troquelar en nuestra sociedad en general, y en el mundo del trabajo en lo particular, una Nueva Cultura Laboral.

Empleadores y Trabajadores representativos de sus gremios, así lo visualizaron y lo comprometieron.

Llegado el nuevo siglo y el nuevo régimen del año dos mil, el afán se comprometió en Programa del Gobierno de la República. Y aunque en su misión 2001-2006 del Programa Nacional de Política Laboral se establece la misión de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (Conducir con Justicia y Equidad la Política Laboral Nacional para el bien Común) con un contenido doctrinal de bien común afín al partido político en el poder, en la Visión 2025 se establece la Nueva Cultura Laboral como una política de Estado, es decir, independiente del partido político que entonces gobierne, diseñando el futuro de nuestro país, como el lugar donde a través del trabajo productivo, las mexicanas y los mexicanos, tengamos un nivel de vida acorde con nuestra dignidad de personas.

Sí entonces transitamos a un cambio de época, con un gobierno que aspira no meramente a una mejor gerencia pública -por supuesto afán irrenunicable-, sino a concretar un devenir virtuoso con visión de largo aliento.

Podría fácilmente decirse lo anterior, vindicando como divisa de que se introyecta la práctica colectiva que gobernar ya no es, como recientemente, controlar…gobernar es algo más cercano a comunicar, es más, tal vez aun más próximo a educar.

Por ello la cosmovisón del gobierno, no resulta sólo de instalar prácticas de calidad clase mundial, sino también y acaso más importante, de concebir e inspirar un ideal colectivo para ganar un mejor futuro para todos, transformado no sólo las instituciones y el discurso de economía política, sino a las personas mismas.

Entonces el problema ya no es eficiencia económica sino de un diseño de ingeniería social a partir de un ideal, es decir, que promovida por una Secretaría más que del Trabajo y Previsión Social, una de Trabajo y Desarrollo Humano, en el año 2025, México cuente con una Cultura Laboral que propicia el bienestar y el bien ser de sus habitantes, por la que el trabajo productivo es un medio para el desarrollo integral de las personas, y las y los trabajadores de nuestra nación, tienen un nivel de vida acorde con su dignidad humana.

Y la plataforma de un cambio así no puede ser sino a partir de la educación y el trabajo productivo. A través de una Nueva Cultura Laboral. Pero una Nueva Cultura Laboral que no sea sólo doctrina, sino un gran crisol de sinergia social. Hay en ella un círculo virtuoso que la hace rentable en todos los sentidos, tanto para las empresas como para los trabajadores que la opten, en una cosmovisión social que la valide al menos en la masa crítica de sus ciudadanos.

El negocio de la cultura laboral es un buen negocio social. La razón de esto se encuentra, siguiendo la tesis de Carlos María Abascal Carranza, puesto que entraña un círculo virtuoso del trabajo.

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Javier Segura Vázquez

Partes: 1, 2
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