En 1662 la Asamblea de Virginia aprobó una ley que debía decidir si un niño era esclavo o libre, "de acuerdo a la condición de la madre". Esto fue para cumplir con el caso de los hijos mulatos, nacidos de madres negro, en la colonia. Se pensó que los paganos africanos eran esclavos, pero, los mulatos tendrían una parte cristiana. Sin embargo la ley inglesa en relación con la condición de siervo, declaró que el estado del niño debe ser determinado por el del padre. La ley de Virginia se opuso a esta doctrina en favor de los esclavistas. Algunos de los negros traídos a Virginia se convir- tieron al cristianismo y fueron bautizados. Se planteó la cuestión, "¿Es líci- to mantener a los cristianos como esclavos?" La Asamblea General llegó a la franquicia de los esclavistas mediante la promulgación de una ley que los esclavos, aunque los convertidos y bautizados deberían ser libres. Se pro- mulgó también que matar a un esclavo de su amo por la "corrección extre- ma" no debe ser considerado un delito grave, ya que no puede presumir que "premeditada malicia" podría "inducir a cualquier hombre para destruir su propia hacienda". Se promulgó también, como una evasión la ley que pro- híbe la explotación de los indios como esclavos " que todos los funciona- rios, al no ser cristianos, importados por el envío, serán esclavos de por vida". Los esclavos liberados fueron sometidos luego a incapacidad civil.
En 1663 la legislatura de Maryland aprobó una ley que "todos los negros y otros esclavos dentro de la provincia, y los negros esclavos y todos los demás a ser posteriormente importados en la provincia, tiene como objetivo durante la vida, y todos los niños nacidos de cualquier negro debe ser esclavos, como sus padres eran, por el término de sus vidas ". La misma ley dice que: "las mujeres, olvidándose de su condición de libre, y para desgracia de la nación, se casan con negros esclavos", se promulgó para disuadir de tal "vergonzoso partido" que, "las mujeres blancas para matrimonios mixtos deben ser sirvientas de los amos de sus maridos, y que estos matrimonios deberían ser esclavos de por vida".
En 1681 la legislatura de Maryland aprobó una nueva ley para remediar los males de matrimonios mixtos de blancos y negros. La exposición de motivos que recita tales encuentros fueron traídos a menudo acerca de la instigación o complicidad del amo o ama, que se aprovecharon de la ley anterior para prolongar la servidumbre de sus agentes femeninos en blanco y, al mismo tiempo para levantar a una cría de mulato esclavos. La nueva ley promulgada que todos los funcionarios femenina blanca se casaron con esclavos negros eran libres, a la vez, después de las nupcias, y sus hijos también, y que el ministro celebrante y el amo o ama la promoción o connivencia con esos matrimonios fueron sometidos a una multa de 10.000 libras de tabaco.
En 1682 el código de esclavos de Virginia recibió adiciones. Se promulgó que escapan de sus hogares que se negaron a ser detenidos podría ser legalmente asesinados. Los esclavos tenían prohibido llevar armas, ofensivas o defensivas, o para ir fuera de las plantaciones de sus amos sin aprobar un examen escrito, o de levantar la mano contra un cristiano, ni siquiera en defensa propia. La condición de la esclavitud fue impuesta a todos los funcionarios, ya sean "negros, moros, mulatos o indios que se introduzcan en la colonia por mar o por tierra, si se convirtió al cristianismo o no, siempre que no eran de filiación cristiana o país, o, si turcos o moros, en amistad con su Majestad ". Casi un siglo después de Virginia intentó suprimir la trata de esclavos africanos, y en 1761 se propuso en su poder legislativo para suprimir la importación de africanos mediante la imposición de un derecho de prohibición. El peligro para los intereses políticos de esa colonia se presagiaba por sus hombres más sabios en la continuidad del comercio. Una ley para la recaudación de impuestos fue aprobada por la Asamblea, pero en Inglaterra se reunió con el destino de los proyectos de ley similares de otras colonias para suprimir el tráfico infame. Fue enviado de vuelta con un veto.
El rey Joge III ,en el consejo, el 10 de diciembre de 1770, emitió una instrucción, de su propia mano, al gobernador de Virginia, " so pena del mayor descontento, a asentir y permitir la importación de esclavos que no debe ser, en ningún caso, prohibido u obstaculizado". En 1772 la Asam-
blea de Virginia debatió la cuestión con seriedad:"¿Cómo nos deshacemos del gran mal?" Jefferson, Henry Lee, y otros hombres importantes ansiosos por librar la colonia de la esclavitud "manifiestamente exige la expulsión total de los mismos." La Asamblea finalmente resolvió abordar el mismo rey en este asunto, que, en el consejo, había llevado a la tolerancia con el tráfico, le suplicaron para eliminar todas las restricciones sobre sus esfuerzos para detener la importación de esclavos, a la que llamaron "un comercio pernicioso". En este asunto de Virginia, representaba los sentí-mientos de todas las colonias, y el rey lo sabía, pero el monarca "se convirtió en el pilar de la esclavitud colonial y de su comercio". La conducta del rey hizo que Jefferson escribiera lo siguiente en su primer borrador de la Declaración de Independencia: "Él (el rey) ha hecho la guerra cruel contra la naturaleza humana misma, violando sus derechos más sagrados de la vida y la libertad en las personas de un pueblo lejano que nunca nos había ofendido, capturar y llevar la esclavitud a otro hemisferio, o sea castigar con una muerte miserable a cientos de seres en su transporte hasta allí. Esta guerra de piratería, el oprobio de los poderes infieles, es la guerra del rey de Gran Bretaña. Decidido a mantener abierto un mercado en el que los hombres deben ser comprados y vendidos, su negativa para la supresión de la esclavitud en todos los intentos legislativos para prohibir o restringir este comercio execrable lo hace responsable directo de todos estos males".
Para completar la esclavización de las colonias americanas-inglesas, el Parlamento británico, en 1750, dio libertad al comercio de negros, como esclavos, desde y hacia cualquier parte de África entre Sallee, en el sur de Berbería, y el Cabo de Buena Esperanza, a todos los súbditos del rey de Inglaterra. Este fue diseñado para llenar las colonias de esclavos, que no debían causar problemas para Gran Bretaña con los temores de alentar la independencia política, ni competir con sus talleres a la industria británica, ni iban a dejar a sus empleadores toda la seguridad que podrían permitirles preparar una revuelta.
El esclavo, James Somersett , era propiedad de Charles Stewart, un funcionario de aduanas de Boston , Provincia de la Bahía de Massachusetts, un británico de la colonia de la Corona en América del Norte. Stewart trajo a Somersett a Inglaterra en 1769, pero en 1771 se escapó. Fue capturado en noviembre y encarcelado en el barco y Ann Mary (el capitán John Know- les ) con destino a la colonia británica de Jamaica . Sin embargo, tres perso- nas que dicen ser los padrinos de Somersett,John Marlow , Thomas Walkin y Cade Isabel , presentaron una solicitud ante el Tribunal de Banco del rey de un recurso de hábeas corpus , y Knowles, el capitán, recibió la orden de conducir a Somersett ante el Tribunal de Banco del rey,que determinar si su detención era legal.
El Presidente del Tribunal Supremo de Banco del rey, Lord Mansfield , ordenó una audiencia para el mes de enero siguiente. De hecho, tras un aplazamiento, no fue hasta febrero de 1772 cuando el caso fue escucha-do. En el ínterin, este caso había atraído una gran atención en la prensa, y los miembros del público aportaban donaciones para financiar los abogados de ambos lados del argumento.Un laico militante,Granville Sharp,que buscaba continuamente los casos de prueba en contra de las justificaciones legales para la esclavitud, era partidario de Somersett, y cuando el caso fue visto, no menos de cinco abogados defensores apoyaron al esclavo.Estos abogados incluían a Francis Hargrave, un joven abogado que se hizo famo-so con este, su primer caso.
En nombre de Somersett se argumentó que, si bien las leyes coloniales podrían permitir la esclavitud, ni el derecho común de Inglaterra,ni ninguna ley hecha por el Parlamento reconocía la existencia de la esclavitud, la esclavitud era, por lo tanto, ilegal. Por otra parte, la ley de contrato inglés no permitía la esclavitud, ni tampoco ningún contrato vinculante sin el consentimiento de la persona. Los argumentos se concentraron en los detalles legales en lugar de los principios humanitarios. Cuando los dos abogados de Charles Stewart espusieron su caso, argumentaron que la propiedad era de suma importancia y que sería peligroso liberar a todo el pueblo negro de Inglaterra.
Por mucho que la esclavitud y la servidumbre habían desaparecidos en Europa, la clase dominante había desarrollado un sistema jurídico tan favorable a los grandes terratenientes que la mayoría del campesinado había, en esencia, cambiado una situación de servidumbre de derecho, por otra servidumbre de hecho. La sociedad occidental estaba totalmente jerarquizada y estratificada, y dominado, en los países católicos, por la Inquisición cuya función no se limitaba a perseguir "herejes y brujas", sino a imponer un fuerte control social, además de asegurar la Armada – a través de condenar muchos "herejes" varones a "galeras" – de una fuente continua de esclavos/remeros. Añadamos a esto la posición favorable de la Iglesia católica, y la mayoría de los protestantes, al concepto de esclavitud para "moros, paganos e infieles" (entre estos últimos se incluían los herejes condenados), y no es de sorprender que el tráfico de esclavos (y la esclavitud en general) fue aceptado con toda naturalidad. Los marineros que físicamente hicieron posible el tráfico (los traficantes se limitaban a financiarlo) tenían ya por sí una vida durísima. Por mucho que los barcos de vela mejoraron considerablemente a través de los siglos, seguían siendo bastante primitivos y los marineros que servían en ellos tenían una esperanza de vida muy corta. Muy frecuentes fueron los accidentes mortales por caídas de los mástiles (hasta 30 metros de altura), muertes por caídas al mar (los barcos de vela tardaban mucho en poder parar su marcha, para no hablar de dar la vuelta), y mil cosas más. Si a esto añadimos el incesante trabajo – especialmente durante los frecuentes periodos de mal tiempo y tormentas, en los cuales no se podían ni quitar la ropa mojada de encima – la comida putrefacta durante gran parte del viaje, la escasez de agua, y el brutal régimen disciplinario a que estaban expuestos – los capitanes tenían poder absoluto en alta mar y cualquier infracción o acto de indisciplina era castigada duramente con el látigo – podemos entender que la profesión de marinero no era para los sentimentales o blandos de corazón. Servir en los barcos traficantes fue todavía más duro. La explicación reside en el hecho de que para hacer rentables los viajes había que destinar no solamente gran parte de las bodegas de los barcos al "alojamiento" de los esclavos sino además grandes cantidades de comida y agua para su manutención; el resultado lógico fue que las tripulaciones fueron recortadas, literalmente por falta de espacio, a la mínima necesaria para poder manejar y defender los barcos. Si los marineros se prestaban a alistarse bajo estas condiciones – trabajaban casi sin dormir durante toda la travesía – fue gracias a la doble paga que recibían junto con una pequeña participación en los beneficios (los capitanes recibían tanto como el resto de la tripulación junta, y podían hacerse rico con 8 ó 10 viajes) y confiaban en poder retirarse en pocos años. Como los beneficios del viaje estaban directamente relacionados con la cantidad de esclavos que llegaban vivos y sanos al mercado de destino, y como de los beneficios dependían en gran parte los ingresos de los marineros, estos tenían intereses creados en asegurar, dentro de lo posible, el bienestar de su carga. Por lo tanto, no había lugar al mal trato sistemático y cruel de los esclavos. Que al cargar el barco los marineros repartieron latigazos para domar y controlar a los esclavos, no hay que interpretarlo como exceso de crueldad, ya que ellos mismos estaban continuamente expuestos a la vara de su contramaestre.
De la misma forma se puede desmentir otra de las leyendas sobre el tráfico de esclavos; la supuesta caza de africanos tan aventureramente retratado en la serie televisiva "Raíces" y en bastante películas. Hasta en el caso que los traficantes hubieron sido lo bastante insensatos para intentarlo, con unas tripulaciones tan reducidas no les sobraban hombres para arriesgarlos en tales estupideces. Los portugueses se daban cuenta, desde el principio, que las costas de África occidental más abajo de Senegal forma-ban un territorio muy peligroso para el desembarque. La selva impenetrable y pestilente, escondía una jabalina o una flecha detrás de cada árbol, y las primitivas armas de fuego de los europeos más que darles ventaja servían, en estas circunstancias, para poco. Para solventar el problema de su enorme inferioridad numérica y al mismo tiempo optimizar sus armas de fuego, los traficantes levantaron sus factorías fortificadas en pequeños islotes cerca de la costa o en las embocaduras de los grandes ríos si había suficiente campo abierto alrededor. Primero los portugueses y después los demás países que se dedicaban al tráfico de esclavos (España, Holanda, Inglaterra, Francia, Suecia y Dinamarca) se instalaron poco a poco a lo larga de la costa (unos 4.000 Km.), desde Senegal-Gambia en el norte hasta Gabón en el sur. Esta larga franja de costa estaba habitada por un mosaico de unas 60 etnias muy guerreras (incluyendo nombres que con el tiempo se han hecho famosos como Mandinga, Limba, Ewe, Fante, Ashante, Benin y Ndungo) que, salvo excepciones, no compartían ni cultura, ni religión, ni lengua (actualmente se sigue hablando más de mil idiomas en África) con sus vecinos, y que con regularidad se dedicaban al "noble arte" de la guerra tribal. Lejos de cazar africanos, los traficantes se limitaban a intercambiar, con la tribu que ocupaba el territorio lindante con su factoría, mercancías baratas contra presos de guerra. Como ya hemos visto antes, las tribus primitivas no tenían mucho uso para esclavos y acostumbraban a matar sus prisioneros. Con la llegada de los traficantes esto cambiaba, ahora un prisionero vivo tenía un importante valor comercial. En el comercio (y para los traficantes se trataba de esto) a un aumento de demanda siempre corresponde un aumento de oferta; es difícil saber si la demanda simplemente evitó la masacre de los prisioneros en las guerras tribales habituales o si la demanda tenía el efecto de aumentar la frecuencia de dichas guerras. Tomando en cuenta la enorme variedad étnica de los esclavos africanos en América a través de los siglos, hay que llegar a la conclusión que las suertes de la guerra estaban muy repartidas, y que a las tribus unas veces les tocaba vender sus enemigos y otras veces a ser vendidos por ellos.
Los traficantes normalmente no lograban hacer más que dos viajes al año por barco. La ruta a cubrir era un inmenso triángulo, con un lado desde Europa occidental a una de las factorías en la costa africana (con mercancía barata), el segundo lado desde a ahí a los mercados en América (Brasil, el Caribe o Norteamérica) y el tercero (invirtiendo parte de los beneficios de su carga de esclavos en café, azúcar y tabaco) desde ahí de vuelta a Europa. Un viaje de unos de 25.000 Km. que aprovechaba los vientos del noroeste y alisios de la mejor forma posible. La intención era de dejar coincidir la ruta África-América, el segundo lado del triángulo, con las mejores condiciones climatológicas en el Atlántico sur para asegurar una travesía lo más rápida posible. Esto era imperativo para no exponer la carga a un sufrimiento excesivo. Hay que saber que los esclavos estaban hacinados, encadenados lado a lado, en plataformas que ocupaban diferentes niveles en sentido vertical. Para que tengan una idea se puede decir que era comparable a que 4 hombres tuvieron que compartir, unas 22 horas al día (fueron subidos 2 horas al día a cubierta en pequeños grupos) – y durante casi un mes- una cama doble moderna. Esto, más que crueldad, fue una necesidad comercial; el mundo era cruel y en la famosa cárcel de Venecia hubo presos que pasa-ban decenas de años en "celdas" más pequeñas. Ya he indicado que la mortandad media fue de un 10%, exactamente la misma de lo que hubo entre los tripulantes. La media es engañosa ya que incluye los barcos que se habían ido a pique con todos sus ocupantes, tanto esclavos como tripula-ción. Estas estadísticas moderadas chocan con otras más elocuentes y, al parecer, más verídicas.
Este diseño, pertenece al barco negrero Brookes cuya capacidad máxima era de 451 esclavos, destinando a cada uno de ellos un espacio de 183 cm. por 40 cm. (menos espacio para las mujeres y niños). Según acusaciones de la Asociación Abolicionista en 1789, el Brookes llegó a llevar "cargamen-
to" de 609 esclavos. El transporte en estas condiciones llevaba consigo un alto índice de mortandad, que queda bien dramatizado en los siguientes datos de cuatro barcos negreros capturados durante el inicio de la prohi-bición de la trata en la década de los 30 del S.XIX (Martínez Montiel).
Buques | Embarcados | Muertos |
Cintra | 970 | 214 |
Brillante | 621 | 214 |
Commodore | 685 | 300 |
Explorador | 560 | 300 |
Si el tráfico de esclavos nos parece muy cruel, según podemos observar en este cuadro estadístico,llegando la mortandad a superar el 50%, en algu-nos casos; vale la pena compararlo con lo que ocurría en otros lugares. Durante la construcción de las murallas de Marrakech en el siglo XVII, decenas de miles de esclavos españoles (no todos fueron rescatados como Cervantes) murieron y sus cuerpos fueron incrustados en los muros como una temprana y macabra forma de hormigón armado.
Aparte del envío de esclavos a Portugal por parte de sus navegantes para suplir la falta de mano de obra para el campo, el verdadero tráfico de esclavos a gran escala empezó cuando Carlos I estableció en 1517 un sistema de concesiones a particulares para introducir y vender esclavos africanos en América, regulando de esta forma el incipiente tráfico en el Caribe. Ahí el uso de esclavos indígenas en las plantaciones y minas había sido un fracaso, parcialmente porque los indios no soportaban un trabajo duro y continuado al cual no estaban acostumbrados, pero más todavía por su falta de resistencia frente a las enfermedades europeos, en especial la viruela, que eliminaron antes de la mitad del XVI la totalidad de la población indígena de las Antillas. En toda la Nueva España la esclavitud indígena como institución jurídica desapareció en casi la misma fecha. Surgieron otras modalidades, como el endeudamiento o la encomienda.
A partir de entonces la esclavitud fue exclusivamente africana, tanto en la Nueva España como en Brasil. En las colonias británicas la esclavitud fue introducida casi desde sus principios. El primer caso conocido fue en 1619 cuando en Jamestown (la primera villa que había logrado mantenerse en Virginia) un barco holandés cambió 17 africanos por agua y comida. Estos esclavos estaban sujetos a la llamada "servidumbre limitada" (contractual) una situación legal propia de los siervos blancos (a cambio de haberles pagado su pasaje desde Inglaterra), e indígenas, que era precursora de la esclavitud en la mayoría de las colonias inglesas del Nuevo Mundo e implicaba prestar su trabajo durante un periodo de 7 años. A medida que las plantaciones fueron adquiriendo una mayor relevancia (especialmente en el sur) se consideraba más necesario el uso de esclavos y se hizo necesario modificar la legislación sobre la servidumbre en favor de la esclavitud total.
Durante la guerra de la Independencia estadounidense (1776-1783) los africanos eran esclavos en el más amplio sentido de la palabra, con una legislación, basada en gran parte en la romana, que definía claramente su situación legal, política y social. Durante el periodo colonial no hubo entre los blancos ninguna oposición a la esclavitud. De Europa habían heredado una sociedad muy jerarquizada en donde los ricos explotaban a los pobres salvajemente y donde el concepto de igualdad humana hubiera sido considerado como ridículo y peligroso. Hombres de Estado como Washing-ton y Jefferson consideraban normal tener varios centenares de esclavos. No es que no hubo voces discrepantes, varias iglesias protestantes como los anabaptistas, los cuáqueros y otros mantuvieron ya desde el siglo XVII la inmoralidad de la esclavitud. No sólamente hubo ya un estado que abolió el sistema (Vermont, 1770)- probablemente porque tuvo muy pocos esclavos – sino, hasta en los estados sureños, algunos plantadores empezaron a cuestionar su legalidad y moralidad. De todas formas no fue muy sorpren- dente que la famosa "Declaración de Independencia" tan llena de palabras bien intencionadas y cristianas, no abolió la esclavitud y admitía implíci- tamente que había gente mucho menos "iguales" que otros.(Tampoco hay que rasgarse las vestiduras considerando que la rebelión contra el Reino Unido poco tuvo que ver con la libertad, ni con la opresión, sino con la ambición de una nueva clase media dominante que ansiaba quitarse cual- quier tutela británica de encima y tomar las apetecibles riendas del poder en sus propias manos. Por cierto, una vez independiente, los tan odiados impu- estos indirectos británicos anteriores se multiplicaron por diez en la nueva República,mientras que al mismo tiempo, y gracias a la especulación, la misma clase media había multiplicado su fortuna proporcionalmente).
No obstante, el movimiento abolicionista empezaba a cobrar más y más vigor hasta convertirse en la auténtica moda humanitaria de la época. Tanto, que a finales del siglo, la Iglesia católica, manteniendo su posición contra cualquier marea, incluyó los panfletos abolicionistas en su Indice de obras prohibidas. He usado el término moda porque gran parte del movimiento fue intrínsecamente hipócrita. Ninguno de sus representantes más representativos, tanto en el Reino Unido que en los Estados Unidos, se molestó nunca en criticar la otra lacra de la época; la situación laboral y social de las clases bajas – el 80% de la población – provocado por la incipiente Revolución Industrial, en donde niños de solamente 5 años traba- jaban en los túneles más estrechos de las minas,y en las fábricas,en jorna- das de hasta 18 horas. Pero hubo más hipocresías todavía, cuando los Gobiernos se juntaron al movimiento, no por razones morales, sino por considera-ciones comerciales y económico-financieras. El resultado no fue la aboli-ción sino la prohibición del comercio de esclavos por parte del Reino Unido (1807) y de Estados Unidos (1810).
Resumiendo, con el paso del tiempo la producción y comercio de azúcar se había desplazado de las Antillas británicas a islas francesas como Haití. En las británicas el cultivo se había convertido en un negocio ruinoso que necesitaba de grandes subsidios por parte de Londres, convirtiéndolo en una auténtica carga para el Tesoro. Como en el Tratado de Utrecht (1713) – el mismo por el cual la "Pérfida Albión" se quedó con Gibraltar – el Reino Unido se había quedado con el Monopolio del tráfico de esclavos con América, su abolición dañaba mucho a los intereses francesas, incapaces de restituir la muy alta mortandad de esclavos en sus islas, y al mismo tiempo mejoraba mucho la competitividad de las islas británicas- con positivos resultados para las arcas del Tesoro- que no necesitaban de más influjos de esclavos. Hay que admirar la previsión de los ingleses, ya que la legislación se pasó en plena Guerra Napoleónica cuando ellos de todas formas controlaban el Caribe, lo que significaba que la ley solamente empezaba a surtir efectos prácticos a partir del final de la guerra.
Abolir el tráfico sin simultáneamente abolir la esclavitud, solamente empeoró las cosas ya que convirtió un comercio legal, y de cierta forma regulado y supervisado, en un comercio de contrabando. Como los pocos barcos de guerra dedicados al control y a la inspección, no podían inspeccionar barcos bajo bandera ajena, los barcos de los traficantes ingleses y, ahora también, estadounidenses, navegaban bajo banderas brasileñas y de otros países sudamericanos, y muchas veces estaban hasta registrados a nombre de testaferros de estos países. Fue curioso como muchos antaños fervorosos esclavistas se convirtieron en pocos años en igualmente fervorosos abolicionistas, al mismo tiempo que estaban financiando el contrabando de esclavos, negocio mucho más rentable todavía que el tráfico legal anterior.
La posición de muchos abolicionistas ingleses fue tan paradójica, que los mismos que clamaron por la abolición total en las Antillas británicas, lo que lograron en 1833,fueron posterior-mente los que defendieron la necesidad de esclavitud en Cuba y Brasil, con el argumento que abolirla atrasaría el desarrollo de estos "países", lo que afectaría "negativamente a los intereses comerciales británicos". Como dijo un crítico ingles de entonces: "Donde está tu bolsa, estará también tu corazón". A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX hubo, consecutivamente y separados por unos 30 años, dos hechos opuestos de singular importancia. En las últimas décadas del XVIII, el cultivo de tabaco entró en plena crisis de la cual no se recuperó hasta el último tercio del XIX, con la invención de máquinas que liaban cigarrillos de forma automática. El exceso de mano de obra resultante fue resuelto por los plantadores liberando muchos esclavos, no tanto por razones humanitarias sino para ahorrar gastos. Estos libertos se convirtieron con el tiempo en artesanos y mecánicos independientes y se formó hasta una incipiente élite de raza negra que no tuvo ningún reparo en adquirir sus propios esclavos (no hay que sorprenderse por esto, hay varios casos conocidos en Louisiana, de esclavos jóvenes que fueron educados y adoptados por plantadores viudos sin descendencia, quienes antes de morirse no solamente los libraban, sino además les declaraban herederos universales de sus bienes; estos repentinos propietarios de plantaciones y esclavos, trataban tan mal a sus esclavos – igual que muchos capataces llegados a más se convierten, muchas veces, en los peores patrones – que los plantadores blancos les echaban de su Círculo, no por negros sino por indeseables).
Algunas décadas después, ya en plena prohibición del comercio de esclavos, ocurrió lo contrario. La invención, en los principios de la Revolución Industrial, del telar industrial por Arkwright había hasta tal punto aumentado la producción que el suministro de algodón crudo desde Brasil y las Antillas ya no cubría la demanda; y ahí estaban los estados sureños con el clima perfecto para el cultivo de algodón (más de 200 días de sol al año y 65 cm de lluvia). Para poder atender este nuevo cultivo la demanda de esclavos en Estados Unidos subió enorme-mente justo cuando el tráfico (marítimo) había sido prohibido. El efecto fue doble, por una parte los traficantes (ahora, contrabandistas) se cuidaban de que su oferta se quedara siempre muy por debajo de la demanda y de este forma lograron multiplicar hasta por diez el valor de sus cargas, y por otra parte aumentó fuertemente el comercio de esclavos entre los estados, que seguía siendo completamente legal.
Durante las siguientes décadas el movimiento abolicionista creció continuamente, especialmente en los estados norteños, en donde la esclavitud había desaparecido por completo, gracias, en parte, a la creciente inmigración desde Europa que creaba una mano de obra abundante y barata. En el cincuenteno entre 1810 y 1860, cuando fue elegido Lincoln, la expansión hacia el Oeste fue tan enorme, que los 15 estados de aquel año (los mismos del año 1795) se convirtieron en 34. Como el diseño de la bandera – la famosa "stars and stripes" (estrellas y barras)- estaba basado en una barra para cada una de las 13 colonias originales y una estrella para cada una de los estados a partir de la independencia, esto implicaba que cada vez que uno o varios estados nuevos fueron admitidos en la Unión, la bandera sufría su correspondiente modificación. Más que en ningún otro país la historia de los Estados esta escrita en su bandera. Desde el año de la independencia la bandera fue modificada en no menos de 24 ocasiones (la última vez en 1960) de los cuales 12 veces entre 1819 y 1861.
Como los nuevos estados se alinearon en el bando esclavista o abolicio-nista según sus tendencias, no es sorprendente que el problema de la escla-vitud fue, durante toda estas décadas, el asunto político y religioso más ardiente de la Unión. Las posiciones cada vez más radicales de los aboli-cionistas fueron contestadas con una similar radicalización por parte de los esclavistas (de la misma forma que siglos antes, la Contrarreforma, como reacción a la Reforma, aumentó el fundamentalismo dentro de la Iglesia católica). También el impacto religioso fue muy importante. Muchos abo-licionistas, una vez que su conciencia negaba la validez de los preceptos esclavistas de la Biblia, empezaban a cuestionar abiertamente la validez y verdad de otros preceptos también. La Iglesia católica y la inmensa mayo-ría de las iglesias protestantes contestaron a este desafío con una huída hacia adelante defendiendo hasta la insensatez la inspiración divina de la esclavitud.
Contrariamente, en la política hubo algunas mentes que trataban de moderar las cosas, y algunos de los estados de nueva incorporación en donde la esclavitud tuvo poca importancia se declararon a favor de uno de los dos bandos, según el momento, no por convicción sino para no deshacer el frágil equilibrio político existente. No obstante la cosa se complicó mucho por la insensatez de los sureños. Se ha defendido muchas veces que, durante la Guerra Civil, la Confederación no luchaba tanto para defender la esclavitud sino para defender los derechos constitucionales de los estados contra los abusos de la Constitución por parte de las autoridades federales. Pero los hechos demuestran lo contrario. Usando, en ciertos momentos, su mayoría en el Congreso y su control del Tribunal Supremo, impusieron la Ley sobre Esclavos Fugitivos, que autorizaba a los sureños a entrar en los estados del Norte para recuperar su "propiedad" a través del secuestro y en 1842 el Tribunal Supremo convirtió este derecho en un derecho constitu-cional, denegando, por lo tanto, a los estados del Norte de aplicar sus leyes estatales para defender cualquier persona dentro de sus fronteras contra abusos ajenos. Peor, todavía peor, fue una decisión judicial del año 1857 en la cual el Tribunal declaró que propietarios sureños tenían el derecho a introducir sus esclavos en los estados abolicionistas y mantenerlos como tales en flagrante oposición a las leyes abolicionistas locales. Como vemos los estados sureños, más que nadie, estuvieran perfectamente dispuestos a abolir los derechos estatales, por lo menos los ajenos, a favor de una legislación federal. Esta legislación combinada con el "ferrocarril" hacia la libertad creado por grupos abolicionistas para ayudar a esclavos a escapar hacia el Norte, creó el peor invento del sistema esclavista: la caza del hombre. Los elementos más canallescos de los estados sureños, auténtica "basura blanca", se organizaron en grupos y, acompañados por perros de presa, se dedicaron, como cazadores de recompensa, a la persecución de esclavos escapados con incomparable saña y crueldad.
Dicho todo esto, igual como con la prohibición del tráfico marítimo de esclavos de principios de siglo, en las últimas décadas antes de estallar la Guerra Civil también hubo mucha hipocresía en el movimiento abolicio-nista. No hay duda que hubo muchos abolicionistas sinceros y humanitarios (y bastante subjetivos), pero no fueron ellos, menos en apariencia, lo que formaban la fuerza motriz del movimiento sino oscuros intereses económi-cos, financieros y sociales. Para estos intereses la esclavitud fue una auténtica amenaza comparativa, ya que, por sorprendente que pueda parecernos, la situación de los esclavos, olvidándonos por un momento de las implicaciones morales y éticas, fue en casi todos los demás aspectos mejor que la de los millones de inmigrantes que estaban llegando a la "tierra prometida" convirtiéndose desde el momento mismo de su llegada en un lumpen proletariado. Ya he indicado antes que los Padres ingleses del abolicionismo nunca se molestaron en criticar la situación social de los hombres y mujeres ( y niños) en su propio país, y de la misma forma el movimiento abolicionista en los estados norteños,maquiavélica- mente dirigida desde las sombras, en vez de centrarse en el aspecto moral de la esclavitud se ocupó principalmente en denunciar su aspecto laboral, sanitario y humano. Esta actitud sigue siendo la norma actual no tanto por la falta de objetividad de los años anteriores a la Guerra Civil sino por un total desconocimiento histórico.
Analizamos las críticas más comunes:
1. Nutrición: Casi todos admiten que en general la comida fue suficiente y hasta abundante, pero se critica las deficiencias vitamínicas de la misma. No dudo que sea así desde nuestra punto de vista moderno, pero la obser- vación es totalmente sin sentido del punto de vista de aquellos tiempos. No solamente el concepto de vitaminas era totalmente desconocido, sino, como es sabido, la nutrición de los ricos, por excesiva, era mucho más deficiente e insana todavía. El hecho de que la comida de los esclavos era por lo menos suficiente comparaba favorablemente con el auténtico hambre que pasaban la mayoría de los nuevos inmigrantes "libres".
2. Trabajo: Se critica las jornadas laborales de 12 horas de los esclavos, una verdad a medias que aparte de un desconocimiento de la realidad histórica demuestra un desconocimiento total del campo. Durante la cosecha del algodón – principio de Septiembre hasta mitades de Octubre – todo el mundo, incluyendo los propietarios, trabajaban jornadas de hasta 18 horas ya que la recogida antes de las lluvias era casi cuestión de vida o muerte. Por otra parte, durante la época de lluvia y en invierno, la jornada de trabajo muchas veces no llegaba ni a las 6 horas. De todas formas jornadas mucho más largas fueron la norma en las fábricas ingleses y americanas. Mientras que los hijos de los esclavos empezaban a trabajar en el campo a los 10 ó 12 años, ya hemos visto que en Inglaterra niños mucho más pequeños ( 5 ó 6 años) fueron explotados en las minas.
3. Descanso: También se ha criticado que los esclavos solamente tuvieron el domingo como día de descanso (había plantaciones en donde también se libraba los sábados). Los críticos que dicen estas tonterías parecen no saber que, por ejemplo, en España cuando en 1904 el Gobierno de turno quiso imponer la semana laboral de 6 jornadas el proyecto se tuvo que enfrentar al rechazo total por parte de ambas la UGT y la Iglesia, por razones lógicamente diferentes. La UGT estuvo en contra porque los obreros no podían vivir con solamente 6 jornales a la semana ( así de bajo eran los jornales) mientras que la Iglesia objetó que si los obreros tuvieron un día libre a la semana solamente iban a dedicarlo a "emborracharse e ir de putas".
4. Alojamiento: Las cabañas de madera en que se alojaba cada familia de esclavos comparaban, gracias al buen clima de los estados sureños, también favorablemente con las chabolas de los obreros norteños para no hablar de las condiciones de vida de los primeros pioneros en el salvaje Oeste.
5. Castigo: Se ha hablado mucho de los crueles castigos a que fueron expuestos los esclavos con un liberal uso del látigo. Estas leyendas tuvieron mucho que ver con el comportamiento de los caza- recompensas, que se ensañaron a gusto con sus cautivos ya que el sistema de recompensas se basaba en el concepto de "vivo o muerto" y que su fin no era tanto la recu-peración del esclavo huido sino de servir como disuasivo para otros. No hay duda que se castigaba de vez en cuando a esclavos desobedientes o revoltosos pero el látigo se usaba infinitamente menos que en las Armadas de los países marítimos en donde el castigo corporal estaba regulado en los "Artículos de Guerra" (también aplicable en tiempo de paz) y aplicado hasta por infracciones mínimas.
Todo esto prueba que lejos de ser unos ogros sádicos y desalmados, la inmensa mayoría de los plantadores fueron racionales hombres de negocios que cuidaban sus esclavos que formaban por mucho la parte más importante de su inversión y, por lo tanto, de su negocio. Por esta razón casi todos – siempre hay excepciones- evitaron como la peste los castigos indiscriminados y arbitrarios, y la separación de las familias, y trataban, dentro de lo posible, tener sus esclavos si no felices, por lo menos contentos. Como dijo uno de ellos: "Un esclavo infeliz es un esclavo improductivo; y un esclavo improductivo es una mala inversión". Hace unos 25 años dos investigadores, economista y sociólogo, pretendieron demostrar las maldades del sistema esclavista haciendo un estudio pormenorizado de los libros de contabilidad de una de las grandes plantaciones a que tenían acceso. Una vez terminado el estudio resultó, para su gran sorpresa, que las plantaciones esclavistas fueron un negocio ruinoso con una rentabilidad mínima en relación con su nivel de inversión. Los plantadores vivían muy bien, pero ganaban proporcionalmente muy poco dinero. La conclusión del estudio fue que con el uso de mano de obra libre y con los jornales vigentes en la época las plantaciones hubieron sido hasta 6 ó 7 veces más rentables.
A esta situación se llegó efectivamente varios años después de la terminación de la Guerra, por las razones que ya veremos más abajo. Antes hemos visto la política insensata de los estados sureños en manipular la legislación para sus propios fines, por mucho que durante casi 20 años habían logrado imponer sus "intereses", pero la elección de Abraham Lincoln como Presidente de la Unión representando el partido republicano- constituido solamente 3 años antes- con una plataforma abolicionista (1859), les llevó por un camino más insensato todavía, el de la secesión. De cierta forma Lincoln no era tanto un abolicionista sino un pragmático, y al ser elegido se comprometió a no tocar la esclavitud en los estados esclavistas, y limitarse a cambiar las leyes aprobados durante las últimas décadas que infringían los derechos de los estados abolicionistas. Lo malo era que los sureños no se fiaban de él, no obstante de que Lincoln hubiera demostrado,en otras ocasiones, ser un hombre de palabra. Antes de que Lincoln jurase su cargo, y todavía bajo la presidencia de Buchanan, siete estados sureños (Alabama, Carolina del Sur, Georgia, Mississipi, Louisiana, Texas y Florida) se separaron de la Unión y formaron los Estados Confederados de América (Confederación). Pronto se juntaron a ellos 4 estados más (Carolina del Norte, Virginia, Tennessee y Arkansas).
No es que Missouri, Kentucky, Maryland, y Delaware, los otros 4 estados esclavistas, se mantuvieron fieles a la Unión, sino que fueron militarmente ocupados y puestos bajo Ley Marcial para que no pudieran seguir el ejemplo de los demás, y esto antes de que se declaró la Guerra. Queda claro que la Guerra Civil resultante no empezó para abolir la esclavitud, sino única y exclusivamente porque la Unión no estaba dispuesta a tolerar la secesión y no por ser anticonstitucional, al contrario. Tan ambigua fue la situación que cuando al empezar la guerra decenas de miles de libertos y esclavos huidos quisieron alistarse en las filas del ejercito Federal, fueron rechazados con indignación con el argumento de que se trataba de un asunto de blancos (White Man's War).Solamente un año después, y más por razones de necesidad (las enormes perdidas sufridas por el ejército de la Unión) que por razones éticas, los primeros regimientos de soldados "de color" fueron finalmente incorporados. En todo este periodo la mayoría de los partidarios de la Unión no solamente les importaba un bledo la abolición, sino que estaban totalmente opuestos a dar derechos cívicos a los libertos.
Para complicar todavía más el panorama, muchos de los descendientes de los libertos de principio de siglo que con el paso de los años se había convertido en una próspera élite negra, con esclavos propios, se ofrecieron para luchar en las filas de la Confederación. Cuando finalmente Lincoln, bajo la presión de abolicionistas, con muchos especuladores y aprovecha-dos en sus filas, firmó la Proclamación de Emancipación en Septiembre de 1862, esta no tuvo ningún efecto ya que solamente iba dirigida a los estados "rebeldes" y no a los estados esclavistas que se habían quedado dentro de la Unión. El símbolo de la Guerra no fue unas cadenas rotas.
No obstante, una vez ganado la Guerra Civil por la Unión, después de que las dos bandas habían sufrido terribles pérdidas, se podía ya ver con claridad que la guerra no había tenido lugar para abolir la esclavitud, por mucho que esto fuese uno de sus resultados, ni tampoco para luchar contra la secesión, sino que en esencia había sido una lucha a muerte entre la nueva sociedad industrial emergente del Norte y la antigua sociedad agrícola del Sur. Una de los eslóganes de esta nueva sociedad fue el viejo adagio de siempre: "cambiar todo para que no cambie nada", o mejor dicho, para que todo empeore mucho. Para esta sociedad la abolición de la esclavitud fue la mejor forma para poder explotar de verdad al negro africano. Ya veremos lo que ocurrió casi inmediatamente, durante la guerra en los territorios ocupados por las tropas federales, y después de terminar la guerra en todo el territorio de la Confederación.
El impacto de la guerra fue enorme. En 1800 la población de los 15 estados fue de 5 millones. En 1861, la de los 34 estados fue de 31millo-nes divididos en 22 millones en el Norte y 9 millones en el Sur, incluyendo a 3,5 millones de negros, la mayoría esclavos. Estos fueron los descendien-tes de los 650.000 que habían sido "importados" durante los últimos dos siglos y medio.(Existe la errónea impresión de que Estados Unidos ha sido el país de la esclavitud por excelencia durante este periodo, pero nada más lejos de la verdad. Aquellos 650.000 solamente formaban el 6,5% de los 10 millones transportados a las Américas) De la población de 31 millones, un 30% o 9 millones fueron hombres adultos y de estos casi un tercio sirvió en la guerra, 2.200.000 al lado de la Unión (30%) y 900.000 al lado de la Confederación (un increíble 42% de sus hombres blancos). De estos más de 3 millones de hombres, 650.000 murieron en la contienda. Hay que admitir que la sociedad americana pagó un precio muy caro por el pecado de la esclavitud, un hombre muerto por cada esclavo llegado de África.
La primera parte de la guerra fue en general favorable a la Confedera- ción, que tuvo a su favor, como sociedad básicamente rural, que todos sus hombres eran jinetes y tiradores de primera a partir de muy temprana edad. Se ha dicho que, junto a la de los mongoles y de los apaches, su caballería ligera fue la mejor de la historia.
No obstante, a la larga, la ventaja de la Unión en población, financiación y capacidad industrial fue decisiva. De cierta forma, cada batalla ganada por la Confederación constituía una victoria pírrica, ya que sus bajas fueron insustituibles, mientras que las bajas Federales (mucho más altas) fueron cubiertas por el incesante influjo de inmigrantes, en aquellos momentos, mayoritariamente irlandeses. A partir del año ´63, la balanza se inclinó definitivamente a favor de la Unión con la paulatina ocupación de territorio confederado hasta la terminación de la guerra. La ocupación de territorio implicaba la inmediato proclamación de la Ley Marcial, la privación de todos sus derechos cívicos y legales a los ciudadanos confederados blancos, la manumisión de los esclavos y la aplicación- durante poco tiempo por cierto- de las enmiendas XIV y XV (1863) de la constitución (dando a los libertos plenos derechos cívicos y de voto). El resultado fue un auténtico régimen de terror (llamado "Reconstrucción"), en donde por una parte se usaba el voto negro y los votos de los soldados federales para cambiar totalmente la Constitución de los estados sureños, y al mismo tiempo les exponía a un expolio brutal a través del saqueo sistemático de todos sus bienes, hasta tal punto, que se ha podido demostrar que no solamente todos los muebles, cuadros, servicios de plata y vajilla de las mansiones de los nuevos ricos californianos procedían de aquel pillaje, sino hasta sus trajes, vestidos, zapatos y carruajes. No es creíble que estas actitudes de corrup-ción pura fueron el resultado de una sana indignación contra la esclavitud. Si hubiera sido así se hubieran limitado a los grandes propietarios de esclavos y no se hubieran aplicado a la población blanca en general. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de la población sureña no tuvo esclavos, estos (3.500.000) pertenecían en casi un 90% a unas 5.000 grandes plantaciones a un medio de 600 por plantación. Durante esta época el antiguo territorio de la Confederación fue dividido en 5 comandancias generales bajo sus respectivos generales de división (¡reminiscencias cromwellianas!). Para dar una idea del cinismo y la inmoralidad de muchos de los generales de la Unión basta citar algunas frases de una carta del muy laureado General Sherman a su, igualmente laureado, subordinado el General Sheridan: "Para los secesionistas persistentes la muerte debe de ser un alivio, y lo mejor que podemos hacer es ayudarles, tanto a los hombres como a las mujeres, a alcanzarla cuanto antes; Usted ,yo, y todos los que estamos al mando tenemos la obligación de cometer todos los crímenes necesarios para alcanzar nuestra meta".
A terminar la guerra el Norte exigía a los sureños el pago retroactivo de todos los impuestos que habían estado vigentes en la Unión durante la Guerra Civil y por otra, un decreto por el cual las tierras confiscadas debían ser repartidas en lotes de 40 acres (16 hectáreas) entre los esclavos libera-dos-¡ además de darles una mula!-decreto que, lógicamente no fue cumpli-do nunca. En lo que se refiere al pago de los impuestos, muy contados plantadores podían hacer frente a esta exigencia gracias a amistados extranjeras o por haber puesto fondos a buen recaudo en tiempos pasados, pero la mayoría, después de haber sido expoliada de todos sus bienes mobiliarios- aparte de lo que les había costado ya la guerra en impuestos confederados y cosechas perdidas- no tenían con qué pagar y si algún banco en algún momento estuviera dispuesta a prestarles dinero contra cosechas futuras, ya se ocupaban los coroneles que ejecutaban el poder militar, civil y judicial en los distintos condados, de indicarles (sic) lo erróneo de tal actitud. El resultado de la incapacidad de hacer frente a este robo fiscal era la subasta de los bienes y la gran oportunidad – ya intuida hace años- para los militares y especuladores, en íntima colisión, de hacer todos los agostos de su vida a la vez. Se cuidaban mucho de pujar entre si y a todos – no hay que dudar de los milagros- les tocaba "su plantación" al precio de salida, o sea por una fracción de su valor real.
Habrá personas que consideren todo esto como el derecho del ganador y que a los sureños se les había aplicada una justicia si no divina (no olvidan que Díos sancionaba la esclavitud) por lo menos "humana", y que los des-graciados esclavistas se lo habían ganado a pulso. Pero queda la pregunta: ¿Qué pasó entretanto con los esclavos recién liberados? Aparte de los que antes, durante y después de la guerra se habían desplazado al Norte (por cierto con gran recelo de los recién llegados inmigrantes alemanes e irlandeses que temían una bajada de sus ya miserables jornales por exceso de oferta de mano de obra), y otros que prestaban servicios al ejercito ocupante, la mayoría, o no habían nunca dejado las plantaciones, o al terminar la guerra volvieron a ellas. No hay que olvidar que allí estaba la única casa que habían conocida. No pasaba nada hasta que los"carpetba-ggers" se apoderaban de las plantaciones, cuando sí hubo un cambio fundamental.
Los nuevos propietarios les invitaban a desalojar las cabañas y abandonar su tierra, bajo el argumento de que como personas libres ya no pintaban nada en propiedad ajena. Este fue el momento exacto, antes de finales de 1866, del gran éxodo de los antiguos esclavos de las plantaciones que les habían visto nacer. Toda esta masa humana tuvo que instalarse en terrenos marginales y pestilentes y allí fabricar sus chabolas, comparadas con las cuales sus antiguas cabañas les parecían viviendas de primera.
Ya he dicho antes de que uno de los fines de la guerra – además de cambiar la Unión de una Federación de Estados libres, en una Federación centralista de estados subyugados – era liberar los esclavos para poder explotarles mejor a través de una dependencia (¿esclavitud?) económica total. Una vez echados los libertos de sus tierras, los nuevos plantadores contrataban más o menos la mitad de ellos a jornales de escándalo (pagaban mucho menos de lo que a los plantadores esclavistas les había costado simplemente la manutención). ¡Que gran negocio! Habían compra-do las plantaciones por casi nada, no tenían que hacer ninguna inversión (compra de esclavos) en su mano de obra, mantenían la mitad de los libertos en el paro forzoso y la miseria total, y de esta forma mantuvieron los jornales al mínimo posible. Es verdad que el sur entró en una profunda recesión de la cual solamente ha empezado a salir a partir de la segunda mitad del siglo XX, pero los plantadores durante muchas décadas prosperaban mucho.
No obstante de exigir jornadas de trabajo muy largas a sus "trabajadores", la producción de algodón bajó un tercio. Pero gracias al aumento del precio de venta, provocado por la baja oferta, y los bajos costes de producción, la rentabilidad sobre inversión fue increíblemente alta. Entre 1867 y 1870 los estados sureños, una vez cambiadas sus constituciones y sustituidos sus clases dominantes, fueron readmitidos en la Unión. Como ya habrán anticipado, casi inmediatamente después, la aplicación de las enmiendas XIV y XV fue, en la práctica, suspendida y los negros no recuperaron sus derechos cívicos plenos hasta casi 100 años después. Hubo antiguos esclavos que 40 años después, ya viejos, manifestaron que la "libertad" que les habían impuesto fue infinitamente peor que la esclavitud que habían sufrido antes.
Considerando la enorme migración de sureños hasta los estados del Oeste en la década siguiente a la terminación de la Guerra Civil, hay que llegar a la conclusión que muchos de los más conocidos políticos racistas sureños actuales – y muchos de los componentes de la supuesta aristocracia sureña – son en efecto los descendientes de aquellos oficiales federales y de los "carpetbaggers" que expoliaron el Sur hace 150 años.
Hemos visto que la esclavitud ha sido una constante a través de todas civilizaciones y culturas desde tiempos inmemoriales, y que por lo tanto la esclavitud negra en América no fue ninguna novedad ni ninguna excep-ción. Pero entonces queda la pregunta:¿ por qué esta dejó tantos cicatrices mientras que otras desaparecieron sin dejar ningún rastro?. Creo que la respuesta tiene dos vertientes: raza y número. En otros tiempos la escla-vitud no tuvo ninguna implicación racial, los esclavos pertenecían a todas las etnias imaginables y, cuando la esclavitud desapareció, se incorporaron posteriormente a la sociedad sin que ningún rasgo físico les marcaba como antiguos esclavos. En aquellas sociedades los esclavos fueron considerados inferiores por sus amos, pero, por arte de magia, al obtener su libertad dejaban de ser, en el mismo acto, inferiores. La mayoría de los habitantes de Europa Occidental somos descendientes remotos de esclavos, siervos y villanos, sin que ni nosotros mismos tengamos constancia de ello.
En Estados Unidos la situación fue diferente, exceptuando un cierto número de esclavos o semi-esclavos blancos e indios en los siglos XVI y XVII, la población esclava fue exclusivamente negra. Partiendo desde el concepto de la inferioridad nata del esclavo y si durante mucho tiempo todos los esclavos son exclusivamente negros africanos, el concepto cambia y los esclavos son considerados inferiores no por esclavos sino por negros. Si los esclavos sureños en vez de ser negros hubieron sido, por ejemplo, eslavos, su estigma de antiguos esclavos o descendientes de ellos hubiera desaparecido en el acto. Pero siendo negros siguen marcados con la marca (el color) de su supuesta inferioridad. Lo mismo ocurrió en el Caribe y en parte de Sudamérica, especialmente Brasil, pero a la larga la actitud racial fue insostenible por ser la raza negra, en estos países, mayoritaria. Aquí tenemos la otra vertiente antes mencionada, la del número. En Estados Unidos el número de esclavos fue siempre muy inferior al de los habitantes libres.
Al empezar la Guerra Civil, los esclavos formaban el 35% de la población en los estados sureños, mientras que en todo el país superaban en muy poco el 10%.Podemos ver entonces que el racismo depende mucho de la combinación de raza y minoría, por lo menos dentro del propio país. En Brasil donde la población blanca es muy minoritario y el resto de la gente van desde el negro más oscuro al moreno más clarito, actitudes abiertamen-te racistas serían francamente suicidas. En Sudáfrica los minoritarios blancos trataron durante más de cincuenta años de mantener un régimen abiertamente racista (el apartheid) y al final sucumbieron, y mientras que en Brasil la pequeña minoría blanca ha logrado mantener en sus manos gran parte del poder político, en Sudáfrica lo ha perdido totalmente. En Estados Unidos la actitud racista por parte de la población blanca basada en la supuesta inferioridad intelectual de los negros es reforzada por la clarísima inferioridad económica de la población negra, una observación a todas luces injusta por que olvida que el bienestar de gran parte de la población blanca – la de los estados del oeste y medio oeste – se basa en el reparto de tierras (robadas a los indios) en la segunda mitad del siglo XIX por parte del Gobierno Federal a pioneros blancos, del cual los negros fueron, con mil artimañas, excluidos.
Mujeres esclavas trabajando el algodón
El actual "espíritu de Durban", un supuesto-por muy politizado- conclave antirracista, ha reactivado el movimiento pro-indemnización que empezó a manifestarse hace ya algunos años en Estados Unidos con la pretensión de exigir indemnizaciones para todos los descendientes de los antiguos esclavos. Como era previsible, a este movimiento se han incorpo-rado muchos de los más afamados abogados norteamericanos – siempre dispuestos a liderar juicios "populares"- no muy sorprendente ya que están acostumbrados a quedarse con gran parte del botín ( un 35% y más),y aquí estamos hablando de un auténtico mega botín de unas 1400 billones de pesetas. Han subido al tren todos los que nunca desaprovechan la oportuni-dad de hacer demagogia barata, como muchos políticos "políticamente correctos", dictadores y dictadorcillos africanos, y, como podía no faltar, el mismísimo Gran Hermano Fidel, olvidándose que él solito tiene esclaviza-do políticamente al 90% de los cubanos. Dicho esto hay que ver si todo esto de las indemnizaciones tiene el más mínimo mérito.Considerando que los traficantes europeos no esclavizaron nunca ningún africano sino se limitaron a comprar africanos ya esclavizados por otros africanos, parecería lógico que los descendientes de estos debieran pagar, en primer lugar, una indemnización a los descendientes de los esclavos. El problema es que es casi imposible distinguir entre unos y otros, ya que, como he dicho más arriba, los vendedores muchas veces se convirtieron poco después en vendidos por el mero azar de las guerras tribales. Hemos visto que la alternativa a la esclavitud hubiera sido la muerte, en cuyo caso la escla- vitud negra en Occidente nunca hubiera existido y Occidente tampoco se hubiera enterado de la muerte de millones de prisioneros de guerra. La con- clusión que podemos sacar de esto es terrible pero clara: sin la esclavitud los descendientes actuales de los esclavos ni siquiera hubieran existido.
Si a los primeros culpables del tráfico de esclavos no se les puede exigir responsabilidades por el simple hecho de que es imposible identificar cul-pables y víctimas, entonces queda la pregunta a quién haya que exigir las oportunas indemnizaciones. ¿ A los árabes que controlaban dos tercios del tráfico total? ¿A los países (Portugal, España, Holanda, Dinamarca, Suecia e Inglaterra) bajo cuyas banderas navegaban los barcos de los traficantes? ¿Y qué decir de los países caribeños, de Brasil y de otros países súdame-ricanos, destino del 94% del tráfico, en donde los descendientes de los esclavos forman la inmensa mayoría de la población, se van ellos a auto- indemnizarse? Como vemos la cuestión es peliaguda e insostenible. Menos, como siempre, en Estados Unidos en donde se está tomando el asunto muy en "serio". Entre los negros el 80% esta a favor, lo que no es muy sorprendente ya que a nadie le disgusta un dulce ($50.000 por familia), al otro 20% que está en contra hay que felicitarles por su sentido ético y moral. Legalmente la cosa no tiene ni pies ni cabeza. ¿ Alguien se puede imaginar de verdad que el Tribunal Supremo vaya a ilegalizar retroactiva-mente toda la legalización sobre la esclavitud que existió en los Estados Unidos anterior a la Guerra Civil? Una cosa es que Lincoln abolió la esclavitud a partir de 1863, otra cosa es declararla ilegal anterior a esta fecha; además de ser un imposible jurídico, no dejaría en muy buen lugar a los Padres de la Patria como Washington, Jefferson y otros. La sociedad evoluciona continuamente y no podemos aplicar nuestras ideas, opiniones y sensibilidades al pasado.
Pero imaginemos por un momento que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos cometiera tal atropello judicial, ¿a quién atribuiría la responsabilidad de las hipotéticas indemnizaciones?, ¿a los descendientes de los esclavistas -de muy difícil identificación- incluyendo en estas los 12000 libertos que tuvieron esclavos (la mayoría de los esclavos a través de los tiempos nunca estuvieron en contra de la esclavitud como tal, sino en contra de su esclavitud)?, ¿a todos los descendientes de la población blanca anterior a la Guerra Civil que ni siquiera tuviera esclavos?, o extendiendo la responsabilidad hasta el absurdo total:¿también a los descendientes de todos los inmigrantes que llegaron a la "tierra prometida" después de la abolición, obviando por completo que el 90% de la población blanca actual son descendientes de las capas más pobres de la población europea de los siglos XVIII y XIX, y por lo tanto todos ellos también descendientes remotos de esclavos, siervos y villanos? ¡ Qué despropósito y que sandez!
La primera rebelión de esclavos importante en el sur fue conducido por un esclavo de veinticuatro años de edad llamado Gabriel Prosser. Todas las grandes revueltas de esclavos en el sur fueron dirigidos por gente como Prosser, que eran profundamente cristianos y fueron despedidos por la intransigencia religiosa contra la esclavitud. Prosser fue el primero. En 1800, comenzó a hacer planes de tomar la ciudad de Richmond, Virginia, por la fuerza. Él planeaba invadir Richmond, atacar el arsenal, con la ayuda de esclavos rebeldes. En agosto de 1800, había miles de esclavos alistados y había almacenado un arsenal de armas, incluidas armas de fuego. Pero fue traicionado por dos de sus seguidores y, en el día de su rebelión, con más de un millar de seguidores dispuestos a atacar Rich- mond, además los puentes de acceso a Richmod habían sido destruidos por una inundación. La milicia estatal le atacó al día siguiente y él y sus segui-dores fueron ahorcados.
Dinamarca Vesey, como tantos muchos otros líderes afro-americanos del siglo XIX, procedía de la "clase alta" de los esclavos: los ingenieros y artesanos que se les dio un alto grado de autonomía y autorrealización, en contraste con los trabajadores de campo o casa los domésticos. Compró su propia libertad, y permaneció como un carpintero en Charleston, Carolina del Sur.
A pesar de la placidez de su vida libre, mostraba un profundo odio por la sociedad esclavista en la que vivía y la situación en la que vivían sus hermanos negros. A lo largo de toda su existencia libre, planeó y pensó en liberar a sus compañeros de la esclavitud. Estaba tan lleno de ira que los compañeros dicen que ni siquiera podía permanecer en la presencia de un europeo-americano.
Al igual que Prosser, Vesey estuvo también profundamente inspirado por el cristianismo, en particular, el Antiguo Testamento. Un aspecto inte-gral de esclavos y libres cristianos fue su énfasis en la entrega de los "hijos de Israel" de la esclavitud en Egipto. Esta historia fue tal vez la influencia más poderosa, religiosa y cultural, en la visión del mundo de los estadouni- denses del siglo XIX.
Aunque la mayoría de los historiadores insisten en el carácter pasivo de la liberación israelita, que la liberación fue uncido también a la invasión israelita de la tierra de Canaán. Mientras que esta invasión fue apenas exitosa, los libros del Antiguo Testamento cuentan la historia de la ocupa- ción de Canaán y sus secuelas son despiadadamente violentas, presentando un dios guerrero sin piedad hacia los no israelitas. Toda la evidencia que tenemos sugiere que los esclavos entendidos en estos dos eventos fueron conectados y que la liberación a lo largo de líneas israelitas serían compra-dos con sangre humana. Vesey, que andaban citando textos bíblicos a los esclavos para inspirar a la rebelión, sobre todo le gustaba citar las instrucciones de Yahvé a Josué cuando exige que Josué mate a todos los ocupantes de las ciudades de Canaán entre ellos mujeres y niños.
Su tarea, como él lo veía, era incitar a los esclavos a la rebelión. En 1821, cambia radicalmente y comenza a organizar su propia rebelión. Organizó un grupo de trabajo de los lugartenientes que incluyó Gullah Jack, un hechiceroque se considera absolutamente invulnerable y Poyas Pedro, que fue uno de los grandes genios militares y de organización de principios del siglo XIX. Poyas organizó la revuelta en celdas separadas en virtud de los líderes individuales. Sólo sabía que los líderes de la parcela y, si alguno de los esclavos traicionaba la trama, sólo uno delate a sus celulares. En 1822, casi todos los esclavos en las plantaciones alrededor de Charleston se habían sumado a la revuelta. El plan de Poyas fue brillante-mente simple. Los rebeldes que todos se la estación a las puertas de los euroamericanos y, a altas horas de la noche, un grupo de rebeldes que iniciar un incendio. Cuando los hombres salieron de sus puertas, los rebel-des los mataban con hachas, picos, o armas de fuego. Luego entraría en las casas y matar a todos los ocupantes. Al igual que la revuelta Prosser, casi ganado. Fueron traicionados temprano en el juego, pero la estructura de la célula impidió a los funcionarios descubrir la trama en sí o la identifi- cación de alguno de los líderes. Fue sólo el día antes de que un esclavo, que conocía toda la trama, traicionado Vesey. Él y sus colíderes fueron ahorcados, pero sólo uno confesó.
La revuelta Vesey fue inmensamente alarmante para el sur de los propietarios de esclavos. No sólo era difícil de descifrar la trama, a pesar de que miles de esclavos estaban involucrados, pero el rigor absoluto de la violencia planificada refrigerados los corazones de los dueños de esclavos, incluso con más confianza. Que tantos esclavos estarían dispuestos a exter-minar a todas y todos los americanos europeos, independientemente del sexo o la edad trajo a casa la profundidad del sentimiento, la ira y la resistencia a los dueños de esclavos. Ni Prosser, ni las rebeliones Vesey en realidad sucedió, a pesar de su miedo, europeo-americanos considera que, al final, Dios los había protegido. Todo esto podría cambiar, sin embargo, cuando un hombre que los esclavos simplemente llamado Profeta, Nat Turner, encabezó una breve rebelión en la que Dios no protegería a los propietarios de esclavos.
Turner, como Vesey, era de la "clase alta" de los esclavos. Había crecido odiando profundamente la esclavitud, y su madre, una esclava africana, intentó matarlo cuando él nació en el año 1800 para que no viviera como un esclavo. También él era un hombre religioso, de hecho, mucho más que Vesey y Prosser. Su cristianismo se basaba en una religión de visiones y experiencias místicas. En el momento en que él era un hom-bre joven, Turner se había convertido en el líder, no oficial , de las religio- nes principales en el condado de Southampton, en Virginia. A diferencia de Vesey, el cristianismo de Turner no hizo hincapié en la liberación de los israelitas, pero sí en los últimos días de Cristo en Jerusalén y la promesa apocalíptica de una Nueva Jerusalén. Su retórica tenía un lugar, así como un sentido espiritual: Jerusalén, era Virginia, que estaba cerca.
Todos sus discípulos, siete de ellos, fueron despedidos por la ira y la pasión religiosa. Uno de ellos, Will, había sido tan maltratado por su amo que estaba cubierto de cicatrices. En la noche del domingo, 31 de agosto de 1831, Nat Turner salió de su casa y entró en la de su amo, donde, con sólo un hacha, ejecutó a todos los miembros de la familia de su amo, entre ellos dos adolescentes, con la excepción de un bebé. Luego se mudó de casa en casa durante toda la noche ejecutando a todos los europeos-americanos que pudieron encontrar, con la excepción de una familia blanca que no poseían esclavos. A medida que se fue de casa en casa se reunían los esclavos y se aprovisionaban de armas. Al día siguiente, lunes, fueron repelidos por un regimiento de europeos-americanos. Turner excavó un túnel y se fugó pasando a la clandestinidad, pero cuando las tropas llega-ron, recorrieron el campo y ejecutaron a cien esclavos. Turner, no sería atrapado hasta pasados 2 meses y durante todo este tiempo, los ciudadanos de Virginia fueron presa del pánico. La banda de Turner causó más de 50 víctimas. El Sur estalló de temor y rabia ante estos hechos, culpando a los del Norte de todo lo ocurrido. Cientos de personas huyeron del condado y muchos se fueron del estado para siempre. Turner, al final, fue capturado y colgado.
Unos años más tarde se produce un hecho destacado que ahondará más aún las diferencias entre los abolicionistas y anti-abolicionistas nortéame-ricanos. El Amistad era un barco de esclavos cubano que zarpó de La Habana, Cuba, el 27 de junio de 1839 con 49 hombres africanos y cuatro niños como cargo. Los africanos habían sido abducidos de Sierra Leona por comerciantes de esclavos portugueses en febrero de 1839, un acto que "violaba todos los tratados que existían en ese entonces," según indica National Archives.
El buque, manejado por una tripulación que consistía de un capitán, dos tripulantes españoles, un esclavo criollo, un esclavo mulato y los dueños de los esclavos, se dirigía a Puerto Príncipe, Cuba. El viaje supuestamente debería haberles tomado sólo dos o tres días, pero el buque fue retrasado por tormentas.
La tripulación comenzó a abusar de los esclavos africanos, y durante el cuarto día el cocinero dijo a algunos de los esclavos que serían asesinados y comidos una vez que llegaran a su destino. Liderados por Sengbe Pieh, popularmente conocido como "Cinque," los esclavos resolvieron tomar control del buque.
Cinque comenzó la rebelión abriendo sus propias cadenas utilizando un clavo suelto, y luego liberó a los otros esclavos. Los hombres descubrieron cuchillos para cortar caña de azúcar y asesinaron al capitán y al cocinero. Cinque tomó el control del buque, y ordenó que se dirigiera de vuelta al África, pero el dueño del buque lo dirigió al este durante el día y al noroeste durante la noche, por lo que terminaron en Long island Sound, donde fueron capturados por los marineros a bordo del buque Washington, de la Armada de los Estados Unidos, el 26 de agosto de 1839.
Los africanos fueron aprisionados en New Haven, Connecticut, e inicial-
mente culpados de asesinato y piratería. Los dos tripulantes españoles sobrevivientes, José Ruiz y Pedro Montez, fueron liberados.
Los abolicionistas apoyaron la causa de los africanos, y el caso del Amistad se convirtió en un punto clave para el movimiento. Un grupo llamado "Comité Amistad," conformado de varios abolicionistas promi-
nentes, organizó un equipo legal, encontró interpretes de Mende y ofreció cuidados a los africanos.
El Presidente Martín Van Buren ordenó una apelación de la decisión inme- diatamente después. Los abolicionistas persuadieron al ex Presidente John Quincy Adams para liderar el equipo de defensa durante el tercer y final juicio ante la Corte Suprema de los Estados Unidos. Dos años después,la corte llegó a una decisión, los 38 africanos fueron liberados en 1841.
Este caso galvanizó el movimiento abolicionista en los Estados Unidos y polarizó aún más el Norte anti-esclavitud y el Sur con esclavos. Este caso es acreditado por algunos como uno de los eventos que llevó a la Guerra Civil en 1861.
El caso del Amistad contribuiría al desarrollo de la cultura africano-americana. La liberación de los africanos también inspiró trabajo misionero que llevaría a la fundación de la Asociación Misionera Americana en 1846, que se convirtió luego en la sociedad abolicionista más grande y organizada en los Estados Unidos antes de la guerra. Y en Sierra Leona, la actividad misionera norteamericana eventualmente se convertiría en un movimiento nacionalista para conseguir la independencia.
Esclavos africanos matando al Capitán Ferrer y tomando control del buque Amistad en 1839.
La prohibición de la esclavitud en el mundo
En 1783 en Gran Bretaña, y la mayor parte del mundo, la esclavitud era una práctica aceptada y legal.En ese año, un caso se vio ante los tribunales británicos. El asegurador del barco de esclavos Zong, que llevó a los esclavos africanos procedentes de África a las Américas, se negó a pagar una reclamación por "pérdida de carga". Que la carga se perdió más de 100 esclavos enfermos que habían sido arrojados al mar por el capitán del barco, por lo que su valor podría ser reclamado contra las aseguradoras. Si los esclavos habían muerto de causas naturales (su enfermedad), ninguna reclamación puede ser interpuesta contra las aseguradoras. Los esfuerzos para presentar cargos de asesinato contra los propietarios del barco fallaron. Los esclavos no eran seres humanos eran bienes.
La creciente toma de conciencia por un pequeño número de personas del horror de la esclavitud y la brutalidad de la trata de esclavos llevó a la acción. Los abogados, como Granville Sharp trabajaban para los cambios a la ley. Los antiguos esclavos como Olaudah Equiano escribió sus historias y trabajó por la libertad. Los cuáqueros habían hecho campaña en América del Norte y Gran Bretaña contra la esclavitud durante casi un siglo. En 1783 los cuáqueros británicos solicitaron el Parlamento la abolición del comercio. En 1785 Peter Peckard, el vicerrector de la Universidad de Cambridge establece un concurso sobre el tema ¿Es conveniente hacer esclavos a otros contra su voluntad? Un joven de 24 años llamado Thomas Clarkson en el concurso y ganó. Lo que aprendió a cambiar su vida y a dedicarse a la abolición de la trata de esclavos. Él y otros, después de una lucha de casi 20 años lograron su objetivo y se abolió el comercio de esclavos.
En el transcurso del siglo XIX Inglaterra fue agrandando incesantemente su imperio colonial, pero respetando siempre los principios del liberalismo, hasta el extremo de conceder una considerable autonomía a las colonias de población blanca. El Canadá se presentaba particularmente peligroso en este concepto, a causa de su proximidad con los Estados Unidos. En 1791 aquel territorio había recibido una constitución, y cuando, en 1839, se produjo allí una sublevación, dejóse al Parlamento canadiense, a propuesta de Lord Durham, el privilegio de designar a los miembros del Ministerio, facultad privativa hasta entonces de la Corona británica. En 1849 cedióse a la colonia, no sólo la administración financiera, sino también la comercial. En 1867 las colonias británicas norteamericanas se unieron para formar un Estado federativo. Australia y Nueva Zelanda obtuvieron un Gobierno autónomo en 1855, mientras El Cabo lo lograba en 1872. En cambio, después de la sublevación de los cipayos (1857) fue suprimido el privilegio de la Compañía de las Indias Orientales, haciéndose cargo el Estado de la administración después de haber sido concedida la libertad de comercio, en 1793 con la India y en 1833 con China. La ocupación de Egipto en 1882 aseguró a Inglaterra el camino del Indostán.
En Inglaterra, una parte de la población arrancada del campo por la revolución agraria fue absorbida por la industria de las ciudades, mientras la parte restante emigró. Wakefield demostró que las colonias estaban llamadas a complementar la economía nacional inglesa. Mientras en la metrópoli se iba reduciendo el suelo laborable y crecía, en cambio, el capital y la mano de obra, en las colonias ocurría el caso inverso, es decir, la sobra de tierras y la falta de mano de obra y de capital. Tratábase, pues, de proporcionarles estos elementos. A fin de atenuar en las colonias la oposición de los factores productivos, Wakefield recomendaba qua las tierras no fuesen cedidas gratuitamente, sino vendidas. El producto obtenido se destinaría a facilitar el traslado de los trabajadores y colonos. Los razonamientos de Wakefield hallaron aplicación principalmente en la colonización de Australia meridional y de Nueva Zelanda (1839).
La demanda de emancipación de la personalidad no se detuvo ante los individuos de raza negra. A pesar de los tratados internacionales que prohibían el comercio de esclavos y de la caza de que los cruceros británicos hacían objeto a los barcos negreros, en el período qua va de 1819 a 1847 se calcula en cerca de 3 millones de esclavos el número de los que fueron transportados de Africa a América. Era pues cuestión de abolir la esclavitud como institución. Inglaterra llevó la delantera; en 1832 declaráronse emancipados los esclavos de la Corona, y al año siguiente quedó suprimida la esclavitud en todas las colonias inglesas, con indemnización de los propietarios. Estas medidas no pudieron llevarse a la práctica sin que fuese preciso sortear dificultades económicas. Los plantadores de las Indias Occidentales viéronse expuestos, con la abolición de la esclavitud, a una peligrosa competencia por parte de Cuba y del Brasil, países que continuaban explotando a los negros. La aparición del azúcar de remolacha dió totalmente al traste con la prosperidad de aquellas colonias británicas, de máximo valor en otros tiempos. Privados de su mano de obra por efecto de la supresión absoluta de la esclavitud, los boers comenzaron en 1836 a emigrar hacia el Norte, para establecer allí posesiones autónomas. Francia libertó a los negros de sus colonias en 1848, indemnizando a sus propietarios. La resolución definitiva tomada en la cuestión de la esclavitud, produjo en los Estados Unidos la Guerra Civil.
En este país los propietarios de plantaciones habían venido represen-tando el principal papel desde el día de su fundación. A instancias suyas la capital federal fué trasladada en 1790 a un territorio entresacado de los Estados no abolicionistas de Maryland y Virginia. Siendo el algodón el principal de los artículos de exportación de los Estados Unidos, los habitantes del Sur tuvieron una influencia predominante en los esfuerzos expansionistas a costa de Méjico, el cual, en 1848, cedió los territorios de Texas, Nuevo Méjico y California. Con todo, la inmigración y los progre-sos industriales habían fortalecido también a los Estados del Norte, y ambas partes se disputaban el destino de los de reciente creación: tratábase de ver si el predominio iba a corresponder o no a los Estados antiaboli-cionistas del Sur. Cuando, en 1860, Lincoln fue elevado a la silla presiden-cial, los Estados meridionales se separaron de la Unión, mientras los republicanos septentrionales luchaban por el mantenimiento de la integridad federativa y contra la extensión de la esclavitud, pero de ningún modo por su supresión, la cual era considerada como un problema particular de cada Estado. Así, de los territorios limítrofes, mantuviéronse fieles a la Unión Delaware, Maryland, Kentucky, Missouri y Virginia occidental. Sólo los éxitos Bélicos de los Estados del Sur obligaron a los del Norte a considerar a los negros como sus aliados. En 23 de septiembre de 1862 concedióse la libertad a los esclavos de los territorios ocupados, pero la manumisión no tuvo carácter de ley constitucional hasta 1865. Para los Estados del Sur, esta modificación de la antigua organización del trabajo constituía un serio perjuicio económico. Los plantadores perdían sus capitales, invertidos en los esclavos, y en la deuda pública, totalmente desvalorizada, de la Confederación, mientras los negros manumitidos mostraban muy poca disposición para el trabajo. Para el Sur no empezó un nuevo florecimiento hasta después de 1880, gracias a la industrialización.
De igual modo que en Occidente, también los años subsiguientes a 1860 aportaron en Oriente la eliminación de la antigua servidumbre. La derrota de Rusia en la guerra de Crimea señaló la necesidad de reformas interiores. En 1861 Alejandro II decretó la emancipación de los siervos. Esta liberación de los campesinos, empero, no suponía, como en el Oeste, la instauración de empresarios independientes, agricultores y propietarios, sino que los campesinos rusos, en su mayor parte, continuaron ligados en la vieja forma de la propiedad comunal en tierras reducidas y gravadas por cuotas de rescate. El terrateniente vióse privado de la clase trabajadora que había proporcionado al propietario prusiano la no regulación de los campesinos sujetos a servidumbre personal; de modo que si quiso seguir explotando sus tierras, no le quedó otro recurso que acudir a los servicios de los labriegos con sus propias yuntas, sistema retrógrado, totalmente equivalente al empleado en el viejo régimen de servidumbre, sin otra diferencia que la de formas jurídicas. Hasta fechas bastante más recientes no se constituyó una clase de empresarios agrícolas que arrendaban o compraban tierras de labor, e integrada, ya por elementos ciudadanos, ya por campesinos que habían logrado reunir un capital trabajando en el Sur como obreros temporeros. La derrota de Rusia en la guerra con el Japón volvió a poner a la orden del día, junto con la cuestión de la constitución del Imperio, el problema agrario, tan mal resuelto antes. Las Leyes de 1906 y 1910 abolían las antiguas trabas de la propiedad territorial y creaban para Rusia la base de la agricultura capitalista-individualista.
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