El hombre posee reservas infinitas y desconocidas que van surgiendo en él de manera espontánea, pero también cultivadas. Lo ideal sería que todo lo que en el hombre entra como sufrimiento salga como dicha y placer, pero lamentablemente nos complacemos en los recuerdos de lo que nos causa daño. ¿Que sucedió con el catarro que tuviste hace un mes? Lo olvidaste. A eso se refiere usted cuando menciona que las heridas físicas suelen sanar más rápidas que las heridas psíquicas, y existe mucho argumento al respecto. Pero en nosotros está la razón de la razón, el raciocinio del saber y en nuestras manos está el borrador. No digo que por arte de magia o milagro el hombre perdona y olvida, no, claro que no. Pero en él está la posibilidad y la inteligencia para que tal cosa sea posible. El perdón nace del amor, quien no ama no puede perdonar, le está vedado por una insuficiencia de amor. Aquí hay que cultivar el perdón y el olvido sembrándolos en las tierras fértiles del amor, ya que es imposible que tales flores nazcan en las áridas tierras del odio, del rencor, del remordimiento y de la venganza que es lo contrapuesto al perdón.
Rencor y venganza nada aportan, pero todo lo quita y lo pierde. Si mantenemos en nosotros estas figuras, podemos estar seguros que tarde o temprano despertarán enfurecidas para llevarse todo por delante. El rencor nubla, enfría el alma; la venganza opaca todos los buenos sentimientos.
No quiero aquí hacer análisis psicológico, me refiero a que no vamos a tratar el tema desde el psicoanálisis, sino que lo veremos con la simplicidad de la razón humana. Puedo, pero no lo voy hacer, establecer parangones de una vista profesional y sicológica del tema, ya que la idea es que nosotros consigamos, sin la ayuda profesional, el hacernos de una conducta liberada frente al rencor.
Lo cierto es que consciente o inconscientemente nos estamos condicionando con conductas ligadas al rencor y no al perdón; pues hagámonos, entonces, un giro de 360° y dejemos el infantilismo a un lado para imponer la madurez que no debe admitir el rencor como línea de conducta.
El reto está precisamente en la posibilidad franca de que el perdón y el olvido sean lo que son: piezas de gran valor. El diamante hay que tallarlo y pulirlo para que sea gema apreciada, así el perdón que cuando más nos cuesta más valor tiene. Quien mucho perdona, mucho ama; quien poco perdona, poco ama.
No quiero convencerte, lo que me gustaría es llamar tu atención sobre la particularidad sanadora del perdón. Esa profunda herida abierta en el corazón de quien de tu parte recibió la ofensa, es como un hueco donde debemos depositar el bálsamo prodigioso del perdón, y una vez allí colocado, esperar que la herida reaccione y sea sanada. Debes, por lo tanto, esperar, y de no recibir la repuesta esperada, aquieta tu corazón y continúa esperando. Esa espera, sin embargo, no puede ser recordatoria del perdón dado y solicitado, sino olvido en ti, para que también tú seas sanado.
"Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor" y veras que en ti hay disposición.
Perdonar sin olvidar es como perdonar y condenar para siempre al sujeto, lo que no nos permitirá ser sanado en nuestro interior. Muchas veces perdonamos, pero nos cuesta mucho olvidar la ofensa.
Quizás aquel agravio fue grave y nos causó importantes trastornos que han perdurado en el tiempo, en estos casos debemos sincerar muestra situación, pues nada remediamos con mantener un padecimiento eterno, ya que el castigo y la flagelación la tendremos por los dos lados; y te puedo asegurar que no resuelven absolutamente nada.
Existen personas que no perdonan ni olvidad, de ellas me compadezco, pero no con una compasión que ofende, sino de pena y dolor por su propio sufrimiento, que no terminará nunca. ¡ No te perdonaré jamás! Es una frece que he escuchado con dolor; pero esa actitud no debe producir en quien no se sienta perdonado frustraciones y mucho menos sentimientos de culpa eternos, pues así como no creo en la pena de muerte, tampoco creo o me gusta la condena perpetua. Dios no condena a perpetuidad, si es que condena. ¿Por qué, entonces los hombres nos sentimos con autoridad para cobrar ofensas por medio de la muerte o la condena eterna?
Te voy a poner u ejemplo que fue público y mundialmente conocido. El Papa Juan Pablo II a pocos minutos de ser herido gravemente por un terrorista anarquista, lo perdonó; pero no contento con esa acción, acometió una mayor. Fue y se entrevistó en la cárcel con el agresor y charlo con él como si se tratara de un viejo amigo. Ese acontecimiento acaecido en las Plaza de San Pedro en Roma, había sido ya perdonado por el Papa, pero quiso él comunicarlo personalmente al agresor, pues de esa manera el perdón y el olvido se concretarían en su alma, y, más importante aun, le llegaría de primerísima fuente al accionario, quien sin duda tuvo que sentir el noble gesto de aquella figura tan importante para tantos millones de personas en el mundo entero
El perdón no te obliga a continuar la relación –si así lo quieres- pero, por supuesto que para cada caso habrá particularmente un enfoque diferente. Perdonar al hijo significa ruptura de lo pasado y borrón y cuenta nueva; así con todo aquello que deseamos y necesitamos olvidar. Miren, en el olvidar ofensas están la verdad más sustantiva de las relaciones personales; aprovechemos ese conocimiento y pongamos en practica su inmenso valor.
Su pregunta es en sí misma la repuesta que anhelamos para ganarle la partida al odio: Perdón y olvido, son agentes especiales de nuestra propia seguridad. Quien no esté dispuesto a perdonar, no podrá jamás amar, y esto es tan obvio e inocultable como la luz solar.
Te puedo decir: abre tu corazón y permite que en él entre el perdón, pero prefiero pedirte que ames sin medida, pues al hacerlo jamás estará en ti el sentimiento del odio y el rencor. No los experimentarás jamás y eso es mejor que sacarlos de nosotros.
Los bienes materiales y el amor
El papel que juegan los bienes de fortuna en el amor suele ser disparejos, pero a decir verdad en el amor los bienes de fortuna nada tienen que buscar. Seguramente se extrañarán de esta afirmación, y lo primero que se les viene a la mente es aquel dicho de "amor con hambre no dura" Literalmente es una vulgaridad asemejar el amor con la necesidad biológica de alimentarnos. El amor no sabe de hambre ni de penurias, el amor es, a secas, amor. Lo único que mata el amor es la rutina, los años de rutina. Ni siquiera la infidelidad puede matar el amor, pues éste continúa en las parejas infieles, sólo que ha cambiado, momentáneamente, de emisores y receptores. Espero que al afirmar tal cosa no se sientan ofendidos por la sinceridad.
Cuando alguien deja a otros porque la suerte económica le es adversa, sólo está reconociendo que algo llegó a su fin, eso no fue precisamente el amor, en cuyo caso, me atrevo afirmarlo, nunca existió.
Nuestro deber es construir un mundo donde el amor sea una realidad y no un supuesto; donde las acciones, que hacen corazones, suplanten las buenas razones, teoría de las buenas obras.
Esto que ya lo había mencionado confirma la regla según la cual el amor, Su Excelencia, va mucho más allá de simples supuestos o imaginarias que nos engañan con un amor inexistente.
No quiero decir, los extremos nunca son buenos, que para que exista el amor deberemos ser pobres de solemnidad. Aunque nadie puede negar su existencia ante una situación tal. Y es que el amor todo lo supera, incluida la muerte. Él puede permanecer inalterable después de tal acontecimiento y también desaparecer con quien se fue. Es aquí donde reside lo indescifrable del amor; lo incomprensible y hasta la variabilidad de este sentimiento exclusivamente humano. Y no podía ser de otra forma para presentar esa característica dual de sencillo y complicado. Sólo el hombre es capaz de nadar en esas aguas disímiles, pero hermosas.
Particularmente creo que lo que nos hace escribir tanto sobre el amor es precisamente su halo misterioso e inescrutable que nos permite verlo distinto e innovado a cada instante. Esa cualidad es lo que definitivamente lo hace inmortal. Nunca muere y nunca morirá mientras existan dos personas decididas al amor.
El amor en el ser humano no tiene patente ni nadie es dueño del amor de nadie, por lo que también es voluble y, ya lo dije, hasta instintivo en el ser racional. Yo puedo dejar actuar mi instinto de amor, como lo puedo hacer racional y regularlo a mi antojo.
¿Podemos llegar convertirnos en amor-dependientes?
Hay quien afirma que no debemos llegar a ser esclavo de las emociones, y el amor es una de ellas. Recuerden que dije que el amor no puede causar daño, porque llegada tal situación deja automáticamente de ser amor, aun cuando así lo llamemos. El amor es un sentimiento bueno, ajeno a la crueldad física y mental, y lo que hagamos en su nombre con estas anomalías, jamás puede ser aceptado como amor.
"El amor hace posible lo imposible. El amor sólo el amor hace que los hombres no acabados crezcan juntos y formen una comunidad. Sólo en el amor se pueden soportar mutuamente los hombres" (Phil Bosmans)
Esta afirmación que ahora repito, nos aclara la potencialidad del amor, pero no se reconoce una"misión destructiva"Se habla de "crecer" de identificarnos en "comunidad" y de darnos soporte mutuamente. Porque así es el amor cuando se identifica con lo que es verdaderamente: Entrega
Cuando nos acostumbramos a ciertas conductas humanas, prefiero las buenas conductas, nos hacemos dependientes de ellas y nos cuesta mucho dejarlas, sobre todo cuando nos producen satisfacción.
El amor es un acto inseparable de la persona y tiene el poder de ser incuestionablemente generoso, y de no ser así sería imperdonable continuar llamándolo de esa forma. El amor es un acto inmanente que se crece a medida de ser más retribuido. No se agota el amor como cualquier otro bien. Y no es que el amor esté contenido en una que otra cosa importante, no, él vive en nosotros y nosotros dependemos de él.
Claro que el amor lo hacemos representar de muchas maneras y formas. Cuando damos una flor, ella simboliza el sentimiento predilecto. Cuando damos un beso o proporcionamos una caricia también allí lo estamos simbolizándolo. Sería posible hacer una lista de todas las cosas por medio de las cuales hagamos entrega de amor, pero con toda seguridad nos quedaríamos cortos. Sin embargo, el amor no puede ser canjeado por bienes materiales. Me refiero al hecho de que no puedo dejar de amar a cambio cualquier objeto. La canción dice que "… el amor ni se compra ni se vende…" De aquí podemos llamar al amor con un nuevo adjetivo: invalorable. Y es imposible tasarlo al igual que tasamos algún otro elemento.
Cuando decidimos amar se produce en nosotros toda una metamorfosis que nos conduce, incluso, a comportamientos extraños. Aquello de que"… parece que está enamorado", es una realidad cuando somos sometidos por el sentimiento predilecto. Todo en nosotros cambia, y se convierte en luz la oscuridad, el frío en calor y la vida plena nos invade hasta dejarnos extasiados. Su Excelencia el amor ha ganado otro partidario.
Los celos
Existe un tema, difícil, que por regla general y en mayor o menor grado está presente cuando el amor toca las puertas del corazón. Y no se vayan a imaginar que me refiero sólo a aquel amor que nace en la pareja de amantes, no, me voy a referir a él reconociendo su presencia en todos y cada una de las oportunidades donde el amor y el afecto por alguien están presente. Ese tema no es otro que los "celos"; esa máquina diabólica que ha producido escalofriantes episodios, así como ridículas situaciones. En su nombre o, mejor, por él se han cometido crímenes horrendos donde se ha involucrado hasta la prole de la pareja afectada. Familias enteras se han acabado porque el "fantasma de los celos" entro de improviso y de manera artera, "enloqueció" a quien más tarde protagonizará eventos llenos de dolor y asombro.
Enfermedad, desequilibrio mental, traumas sicológicos, entre otros, ha sido la respuesta para tratar de entender el por qué de su presencia. Para entender por qué en una persona actúa de una forma, y en otra de manera diferente, se hace necesario un estudio pormenorizado de cada caso.
Mi opinión, y es la que quiero dejar asentada en este libro, es que los celos tienen su raíz en la relación inmadura, desentendida y aminorada perversamente por la involución del hombre a etapas preliminares de su enmarque social. No digo que el hombre de las cavernas sintiera celos, cuestión que no me consta ni en un sentido ni en otro, pero de ninguna otra etapa de la vida del hombre sino de la animalidad puede desprenderse tal conducta.
Claro que tienen razón los sicólogos al decir que los celos son en realidad una huella de inferioridad, sin embargo, habría que tener en cuenta un análisis de cada caso en particular. Sé que existen patologías que nos indican comportamientos similares de los seres humanos, ello, no obstante, es la resultante de una vida en singular y no es plural, por lo que cada caso pudiera ser distinto en su génesis.
Ese comportamiento que involucra una desconfianza por lo general infundada, es de tan grave importancia que ignorarlo puede resultar fatalmente negativo. Es por lo que apenas asoma su manifestación más simple, se deberá buscar salidas sin esperar la presencia del conflicto de celos.La salida, no hay otra, es el diálogo sincero y oportuno que logre colocar cada cosa en su sitio, y de haber reales sospechas de una diferencia entre las parejas que pudiera llevar al rompimiento por el hecho de que alguna de las partes dé motivo, se tendrá forzosamente que darle la salida más inteligente, sensata y sin traumas.
"Estamos casados desde hace cuatro años, pero conocí a alguien que me movió el piso" -funciona tanto para la mujer como para el hombre-, es el momento de clarificar si tal situación es lo suficientemente comprometedora como para decidir una separación inteligente, concertada y sin traumas. Aquí hay que estar lo suficientemente claro, pues los escondrijos funcionan inversamente proporcionales al respeto que se merece la dignidad de cada miembro de la pareja. Y digo la dignidad de cada miembro porque evidentemente ambos son heridos en su respetabilidad. Porque el problema o conflicto real se presenta cuando -y es lo más común- se intenta llevar una doble vida, "… no renuncio a mi relación de pareja pero tampoco a ese flirteo que sostengo ahora, ya que me resulta gratificante…"
No obstante poder existir suficiente confianza entre la pareja para confesar una situación por menos enojosa, se pudiera dar el caso que el miembro de la pareja, supuestamente más agraviado, no esté de acuerdo y se torne el asunto violento; en cuyo caso estaríamos en presencia de un auténtico conflicto nada deseable. ¿Solución? Difícil aventurar una, ya que de seguro, y tal como lo dije precedentemente, habría que estar frente al caso en particular. A pesar de que el matrimonio supone un juramente de amor eterno sabemos que en la práctica no funciona así, y siendo elevada la estadística que nos habla del desamor, que pueda existir sin necesidad de un rompimiento "legal" del matrimonio o de la relación de pareja.
Hoy, no siempre fue así, pareciera existir una clarificación mayor en trances inducidos por los celos, y las parejas se abren más al entendimiento que al conflicto en sí mismo.
Los celos infundados, a mi modo de ver, son los que más daño causa y ofenden. Múltiples circunstancias harán ver situaciones que una disposición celosa confunda, produciendo dudas más allá de lo razonable. La identificación o "química"que pueda surgir entre amigos o recién conocidos no autoriza duda sobre la actitud de mi pareja. Por otra parte, y aquí funciona la seguridad o inseguridad, cada cual debe saber qué tiene y a donde es capaz de llegar una relación madura de amistad.
No pongo en duda que el "gusanito" trabaja sin que nosotros lo deseemos, pero es allí donde el autocontrol, la confianza, la madurez y, si se me permite, la clase, se hacen presente por sobre toda apariencia.
Dialogar no significa esconder, por lo contrario, se entiende como clarificador cualquier diálogo sobre el tema. Cierto que nada más admitir o proponer un diálogo sobre una determinada situación de celos es el reconocimiento tácito a su existencia, sin embargo, en principio no tenemos por que considerarlo, como admito he dicho, un regreso a la animalidad. Lo que sucede es que admitir una duda no significa necesariamente una desconfianza, sino una búsqueda que aclare algo que nos parece sencillamente confuso.
Pero los celos tienen su presencia, igualmente, en las relaciones entre amigos, lo que no reviste magnitudes, al menos de forma general, como los ya analizados. Sin embargo, sí ha llegado a producir distanciamientos serios y duraderos, terminando con amistades de vieja data…
Su opinión es que hoy las parejas llevan una relación más madura, sin embargo, tal situación no es impedimento para surjan los celos y sus derivados conflictos ¿Cree usted que es posible que las generaciones futuras no manejen este conflicto y que pudiera considerarse como desaparecido?
Nada me gustaría más que darle la razón al planteamiento que está dentro de su interrogante, pero me temo que no es así. Ello, sin embargo, es acicate y no-límite para el crecimiento.
Tal como lo afirmo, hoy las relaciones tienen una mayor carga de autenticidad producida por ese bagaje de conocimientos que cada día disponemos sin mayor discrecionalidad, y donde se siente y se presencia el despunte de una nueva aurora. Ahora bien, de allí no se puede afirmar como desaparecida la desconfianza que un día cualquiera y sin motivo aparente le pudiera surgir a un miembro de una pareja cualquiera.
La conducta impredecible del ser humano frente a esa fuente inagotable que es el amor, presupone disímiles situaciones que creo nadie está en capacidad de vaticinar en sus dimensiones y consecuencias, por lo que considero que mientras exista amor, existirán los conflictos que giran alrededor de Su Excelencia, siendo los celos sólo uno de ellos.
Siempre existirá, incluso, quien tratando de manipular situaciones, ciertas o falsas, trate de hacer o hacerse víctima para sacar provecho de ello. En esos casos debemos mantener firmeza de criterio. Si no tengo por qué sentirme culpable y me sé alejado de lo que eventualmente se me acusa, tendré a mi favor mi convicción, lo que es, con toda seguridad, una invalorable condición para asumir con tranquilidad cualquier situación.
Una víctima es aquella persona que ve su vida envuelta en situaciones creadas por otros, y mediante las cuales se le quiere manejar. Nunca debemos permitir ser utilizados en provecho de circunstancias ajenas a nuestros intereses, por lo que estamos en la obligación de rechazar contundentemente maniobras en tal sentido.
Y cuando hable de intereses me refiero al propio interés por una vida plena en todos los sentidos. Sólo un amargado puede intentar amargar tu vida, pues bien, ese inadaptado no tiene cabida en ti y tu posición es no aceptarlo.
Ese vértice de libertad es la que veo está emergiendo en las nuevas generaciones, pues al ser libre para decidir situaciones me convierto en un ser imposible de ser manipulado por hipotéticas o ciertas situaciones que den origen a los celos. Ser libre significa estar en capacidad de decidir en cuanto a mi persona lo que crea más conveniente, dejando a salvo, por supuesto, las normas de convivencia de aceptación general.
Brindarme la oportunidad de decidir lo que me conviene o no, es un factor ponderable por mi persona y por nadie más, todo sin menoscabo de la relación que mantenga con mi pareja, amigo, amiga, familiar o simplemente conocido.
Por otra parte, si hablamos de desconfianza -la base de los celos- debemos obligatoriamente hablar de la confianza.
La confianza es un sinónimo del sustantivo "seguridad" y es, sin duda, uno de los atributos con el cual el ser humano debe comulgar a diario. Si carecemos de confianza difícilmente seremos capaces de vivir, pues ella en mayor o menor grado está presente en todos y cada uno de los actos del ser humano.
Sin confianza seremos incapaces de aprender a caminar –confianza en nosotros mismos- Sin confianza nos es imposible realizar la más pequeña inversión -confianza en el sistema– Sin confianza jamás nos aventuraremos a ser pasajeros o conductores en un transporte, sea terrestre, aéreo o acuático- confianza en los vehículos inventado por los hombres- etc.
Sin embargo, hay quienes opinan que tratándose de la dirección de nuestras vidas no debemos depositar total confianza en los demás. Tal razonamiento es perfectamente válido si queremos ser nosotros mismos, pero sin olvidar un detalle, pues al menos que seamos anacoretas, nuestras vidas tienen una singular dependencia de muchos factores externos que la hacen posible. Esos factores son a su vez dependiente de otros seres similares a usted, produciéndose una sucesión que personalmente considero como la cadena vital para la vida posible.
Pero hagamos hincapié en la frase total confianza que aludo arriba, ya que, permítaseme esta libertad, esa confianza total será de difícil manejo en nuestra existencia, no porque seamos desconfiados genéticos, sino porque la más reflexiva de las razones así nos le indica que debe ser.
Creo que la palabra clave que surge es el relativismo, sin que pretenda aquí fundar ninguna escuela filosófica, pues lo relativo a tal cosa debe ser cual cosa.
La relativa confianza que se tenga, por ejemplo en las instituciones, será directamente proporcional a la actuación de las mismas. Si las pautas me dan confianza, no debo en consecuencia negar la confianza que otorgue una acción determinada, porque no debo negar que yo también soy protagonista de ese maravilloso juego que es la vida.
Porque puedo afirmar, y ya para terminar sobre su pregunta, que nadie mejor que nosotros para saber cuándo y en dónde se hará presente la desconfianza, la que manejaré mejor con las herramientas de una vida sapiencial, fruto de la madurez que le hablaba al principio.
No, seguramente no desaparecerán los celos, pero tengo la seguridad que las generaciones presente y futuras está y estarán mejor preparadas para afrontar el reto que no es otro que brindarnos una mejor calidad de vida, tanto en lo material como en lo espiritual.
Platón y el amor
Existe una concepción sobre el amor que no quiero pasar por desapercibida, dada la importancia que ella ha tenido en la vida del hombre a través del tiempo, y que además de alguna manera divide al amor mismo.
Loado por poetas y cantores el amor platónico fue introducido por el filósofo y teólogo italiano Marsilio Ficinio (1433-1499), quien al traducir las obras de Platón se permitió la difusión del platonismo durante el renacimiento.
Médico, filósofo y sacerdote, Ficinio exaltó la divinidad del amor basado en esa especial amistad que pudiera surgir entre dos personas, quienes para nada buscan el llamado amor erótico.
William Shaquespeare en su obra "El mercader de Venecia" se hace eco del amor viril y el amor platónico que se opone a la amarga falta de humanidad de un usurero llamado Shylock y cuyas desdichas terminan despertando la comprensión y la simpatía del público. (Amor platónico)
Pero, si citamos a Ficinio y a una obra de Shaquespeare no podemos pasar por alto a quien ellos evocan, pues siendo Platón (nace en el 428 a. C.) el primero en utilizar el término "filosofía" que significa "amor a la sabiduría", nos encontramos con que él destacaba, precisamente, "la teoría de las ideas que proponía que los objetos del mundo físico sólo se parecen o participan de las formas perfectas en el mundo ideal, y que sólo las formas perfectas pueden ser el objeto del verdadero conocimiento. El objetivo del filósofo, según Platón, es conocer las formas perfectas e instruir a los demás en ese conocimiento"
Esa atracción amistosa y potencialmente sexual permite la existencia del amor hacia la familia, hacia los animales y hacia los objetos, fraguándose la sublimidad del amor que se plena ante un expresado sentimiento que envuelve una relación determinada.
Es pues el amor platónico algo real que nada tiene que ver con la intención de los "tratadistas" populares que le sugieren una connotación muy distinta y hasta divertida.
Esa grandiosidad donde el amor se crece como sentimiento noble y casto, nos invita a transitar otros aspectos de la vida del hombre.
Hacer el amor y no la guerra es en verdad un slogan que debiera calar en la mente de los jerarcas del mundo, sobre todo aquellos que subyugan pueblos en nombre de esa extraña filosofía que es el desprecio. Mal llamados "mandatarios" que insensibles ante el padecimiento humano, prefieren mantener en situación de miseria vergonzosa a sus pueblos.
El mundo por falta de ese "ingrediente" que es el protagonista de este libro, se mantiene al borde del desastre social y pleno de conflictos que mutilan la razón misma de la vida.
La pobreza y, más que ella, la miseria ruinosa se enseñorea sobre la humanidad con padecimientos que son verdaderas pandemias que nos azotan de manera inclemente. Esa situación que pareciera insalvable invade al hombre desde su nacimiento hasta su muerte.
Este escenario, no cabe la menor duda, es producto de la falta de amor entre seres semejantes, quienes olvidan, invadidos por el egoísmo, la propiedad de que otros tienen derecho a la vida. A una vida digna y humana.
Hoy se quieren evitar los nacimientos por considerar que en la tierra existen demasiados humanos y, de forma similar, se induce la muerte en hombres viejos y enfermos como si ellos fueran los culpables de los padecimientos que en nombre de revoluciones otros siembran de manera personalísima.
Los pobres de la tierra -que son mayoría- no encuentran solución para sus problemas, pues la riqueza del mundo está concentrada en pocas manos y los gobiernos lastimosamente en manos de crueles hombres que se dicen o se hacen llamar "políticos" Fue también Platón en su obra "La República" quien asienta los principios éticos de la política y los formula como un estudio de justicia y de"organización perfecta" de la sociedad.
Esa sociedad perfecta no es otra que un Estado formalizado en mandatarios y productores, donde los primeros administran con lealtad lo que los segundos producen, dispensando una justicia social equivalente. Una sociedad sin clases, no al estilo marxista donde el estado en la única "clase", sino en una sociedad uniclasista y fundamentada en el amor. ¿Es tal planteamiento amor platónico? Claro que sí, pues deviene de las enseñanzas de aquel hombre ya viejo para a historia, pero tan nuevo como el último de los filósofos recién graduados en nuestras universidades.
Hace algunos años escribí un poema que resalta uno de los problemas más graves de esta sociedad y donde los niños suelen llevar la peor parte.
Llorando con dolor ajeno
Por el cielo va la luna
Con encajes de luceros
Con un sol de edad madura
Un niño lleva en sus brazos
Siendo virgen siendo pura
Es un niño de la calle
Que no tiene madre alguna
Quizás vino al mundo
Por el "amor" de una "rumba"
De una noche de derroche
De aguardiente y de locura
Cuando arde la carne toda
Y la pasión se hace furia
Cuando un hombre y una mujer
Se unen embrutecidos
Sin ternura y con lujuria
Como animales indómitos
Que sacian sexo con sexo
Como se obra en la jungla.
(Del autor)
Esta poesía que nos narra con dolor el abandono de inocentes criaturas "que no tiene madre alguna" Ellos fueron llevados en el vientre de una "madre" que un día resolvió su "problema" echando a la calle la inocente criatura, y me pregunto:
¿Dónde está la paz del niño?
¿Dónde queda su ternura?
Para luego clamar al cielo y a los hombres:
Los arrullos que tiernos
Canten de cuna en cuna
Para poder ver ojitos
Todos llenos de hermosura
Diciéndole a la Luna
¡No más llanto, no más locura!
Pues los niños de la calle
Los nacidos sin cuna
Los que vagan hambrientos
Sin paz, sin tierra, sin cuna
Tienen en tu aposento
El calor que los acuna
(Del autor)
El amor platónico puede estar en cualquier parte, en el aire; en la flor; en el camino; en la ida y en el regreso; en lo finito y en lo infinito. En una cosa o en algo, allí puede estar esperando nuestra conquista, pues e igual a otro amor hay también que conquistar el amor platónico.
¿Puede un amor platónico convertirse en amor erótico?
Si se es capaz de amar platónicamente es por que existe capacidad para amar eróticamente, ello sin embargo, va a depender hacia quien puede ir dirigido ese interés converso.
No puedo amar eróticamente a mi madre, ni a mi padre, ni a mi hermano o hermana; no puedo amar eróticamente a mi mascota o una planta del jardín o una piedra de la montaña. Más sí estoy en capacidad de amar eróticamente a una amiga, si es así como resultan las cosas.
Creo que en ciertos sentidos muchos amores eróticos se iniciaron como platónicos, y puede resultar con los años que un amor erótico no pase más allá de ser un amor platónico. Esa convertibilidad es posible, porque todo es posible en el mundo del amor. Bastase para ello la presencia de dos seres, de dos corrientes que se permitan confluir en el mar del amor, donde se unen con propósitos semejantes, coincidentes o sencillamente deseables.
Por ello se dice, al igual que la música, que el amor no tiene fronteras. Para nada es una barrera el color, el idioma, la raza, la nacionalidad, el sexo, la religión o cualquiera otra separación vívida o idealista.
Solidaridad e indiferencia
La solidaridad necesariamente tiene que estar presente en el amor, sin distingo de inclinaciones, pues sin ella el amor ciertamente no existe. No es posible imaginar situaciones afectivas cuando uno u otro no han relacionado su amor con la fraterna solidaridad. Ese valor, permítanme llamarle así, debe ser mecánico, me refiero a que debe ser intrínseco de la relación y debe nacer sin que lo notemos; algo absolutamente natural y surgido del amor.
La solidaridad no debe tener por lo tanto límite, ya que será tan grande como nuestro amor lo sea. Ser solidario con quien se ama tiene que ver mucho con el compartir, tema que trato en mi libro "Sin niebla en los Ojos", y es como aquél, artífice de una relación satisfactoria en todos los ángulos. No se puede expresarle amor a nadie, al menos válidamente, si en mí no está presente esa motivación que además debe ser, como ya lo expresé, innata.
El ser indiferente, algo presente en el amor como antivalor, desmotiva la relación creando una atmósfera de incertidumbre que opaca el afecto, hiere la dignidad del ser amado e introduce ese halo de egoísmo que termina socavando los fundamentos de una relación atrayente y placentera. Es muy difícil sentirse cómodo y a placer con quien de manera egoísta, posible rasgo de su personalidad, nos niega ese apoyo que todos los seres, indistintamente, nos merecemos. Para mí el amor está fundado en la solidaridad que puede llegar hasta donde seamos capaces de llegar; por ello digo que no tiene límite ni conoce fronteras al momento de hacerse presente.
Si nos permitimos darle vigencia a la indiferencia, lo tomo aquí como antónimo de solidaridad, pronto nos encontraremos con una relación fría y espantosamente fantasmal, donde casi nada o nada de lo que le acontezca al ser "amado", nos produce interés alguno. Si nada me importa ¿Puedo decir que la amo o lo amo?
La solidaridad es pues un valor que el hombre manifiesta de manera espontánea, no puede estar sujeto a "canjes" ni a la espera interesada de la reciprocidad. No es que no esperemos que el bien que hagamos se revierta en bien, sino que si se hacen actos solidarios ellos deben estar desprendidos de la "paga"que puedas merecer. Esto lo afirmo porque la solidaridad, siendo innata en el amor, es algo que se produce por inercia, diría para optimizar el calificativo, por natural incitación.
Por eso es que el amor merece el título de "Excelencia", ya que se permite el lujo de estar en esas dos aguas que se contraponen, pero que alcanzan su vitalidad dentro del amor mismo. Al afirmar lo anterior posiblemente surja en el lector la duda de que la indiferencia pueda ser una corriente del amor, y ello es posible a la plenísima libertad con que los sentimientos se expresan en la persona humana.
Antes decía que sin solidaridad no es posible el amor, pero nadie puede obligar a nadie a ser solidario o indiferente, aun cuando exista una relación afectiva. "Quiere a su modo" es una expresión que tipifica una manera de amar, lo que no nos obliga aceptar un amor egoísta, no solidario. El mismo derecho de ser como se quiera ser, lo tiene quien que no acepta situaciones reñidas con su naturalidad.
Resulta insoportable vivir con una persona egoísta, aun cuando esa persona sea el "amor" de mi vida. Y conste que cuando hablo de solidaridad no me refiero exclusivamente a las grandes gestas solidarias, sino, también, a los pequeños gestos que llenan las horas de nuestra existencia. Quizás sean éstos más importantes que los grandes actos solidarios que podamos recibir aún a consta de sacrificios personales.
La solidaridad y la indiferencia, usted le llamó valor y antivalor, son elementos inherentes al ser humano, ¿es posible que ambos se hagan presentes en las personas sin importunarse el uno al otro?
No solemos ser solidarios de manera plenaria, esto es, no con todo y con todos somos solidarios, lo que de alguna manera responde su pregunta. Pero, cuando amamos a alguien que nos resulta particularmente prójimo y próximo, la solidaridad y no la indiferencia es lo que debe amalgamar ese amor. La solidaridad nos permite ser totalmente humanos, mientras que la indiferencia nos ubica como en una "tribu"separada del resto de los humanos. Particularmente siento congoja y aflicción por los tropiezos de mis congéneres, y mi mano está tendida para favorecer a quien ha sido desfavorecido. Pero, ello es una particularidad que para mí es inevitable, y no necesariamente tiene que ser así en el resto de las personas.
El hombre en su conducta es un ser sorprendente que puede dar y ser lo que algunos piensan no es capaz de dar y ser. De la persona más hosca podemos contemplar en momentos acciones socializadas inesperadas. Así también con la solidaridad, lo que sucede es que para algunos la solidaridad no puede ser entendida si no como una norma de conducta que marca la personalidad. Concebir, sin embargo, que la complejidad conductual del hombre atiende a diversidad de factores, es una vía fácil para dar cabida a la solidaridad esporádica. Alguien diría "… de lo bueno poco", y me permito expresar que "poco" es mejor que nada. Lo que quiero reafirmar es que frente al amor que protagoniza nuestras vidas es imposible no ser solidario. Solidaridad es el sol y la esperanza del amor; la indiferencia su noche más negra y de mayor pesadilla.
La solidaridad es para proporcionar bien a otros, por lo que no se debe confundir con la complicidad que connota una acción subalterna de apoyo a algo deshonesto. Con la complicidad, sin darle otra definición que no se sea aquella que actúa maliciosamente, se desvirtúa el acto solidario de entrega y servicio benéfico. Puedo ser solidario con un momento penoso de alguien que ha infringido la ley y es sometido a la justicia, pero esa solidaridad no infiere complicidad con el acto por el cual se procesa al incriminado.
La pena de muerte, por ejemplo, es un castigo radical contra ciertos delitos y un hecho abominable que no respaldo, ello, sin embargo no me compromete como cómplice frente al delincuente que ha cometido un crimen atroz.
El hombre es un ser implantado en una sociedad y está en el deber de rendir observancia de las normas democráticamente establecidas, por lo que admite una obediencia que será tan transparente como trasparente sea la aplicación de las normas o leyes. El hombre acepta tales normas porque es el tributo que debe pagar por la convivencia social que hace posible la vida en común, sin esas normas la agrupación humana no existiría como fenómeno social.
La llamada célula fundamental de sociedad, la familia, recluye una asociación donde se dan todas las variables de ese conjunto que entendemos y aceptamos como sociedad de personas. Por ello es posible extender esa compleja asociación al resto de la comunidad de personas. Si vivo en familia, me será más fácil vivir en sociedad.
Esa extensión de la familia fundada en el respeto, el amor y la solidaridad es lo que debemos explayar hacia la sociedad toda para hacerla cada día más gratificante.
El amor según aquel Hombre
Siempre hay una oportunidad para expresar nuestro afecto, diría que a cada instante la vida se mueve en consonancia con el amor que no envejece y que no muere. El sólo ubicarnos unos cuantos años antes de nuestra era, allá en el año 27 a. C., nos encontramos que un personaje, Dios para unos y profeta para otros, se dedicó a predicar sobre la base del amor y nos lego su prédica en boca de los evangelistas que narraron cómo era aquel hombre empeñado en un mensaje que todavía hoy, dos mil años después, tiene una estremecedora vigencia. Aquel hombre nacido en "… Belén en una pesebrera, porque no había lugar para ellos en la sala común" (Lc. , 2,7.), nos acunó en el corazón un sentimiento que parecía predispuesto sólo para un puñado de escogidos que supieron diseminar la semilla e irla sembrando en tierra fértil.
"Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en una mejilla, preséntale la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames" (Lc. , 6,27-30)
Ese fue el amor predicado, ese es el amor que quiso legarnos; total, absoluto y, por qué no decirlo, sorprendente en su dimensión y trascendencia.
Esta sola referencia resume toda la prédica, toda la renuncia y la final entrega en manos de sus verdugos apasionados por el materialismo y las ansias de poder terrena que dieron cuenta de Él en una cruz.
Yo les voy a pedir en este momento a mis lectores hacer abstracción de la connotación religiosa que puede inferir la cita, para ubicarnos en el análisis de esas palabras trasmitidas a nosotros y atribuidas a Jesús, según unos, y Palabra de Dios según otros.
Amar a quien nos odie pareciera una petición francamente imposible de complacer, inalcanzable para nuestro corazón y fuera de toda razón humana. Cambiar amor por odio recibido parece estar más allá de las fuerzas del hombre; pobre criatura inacabada y llena de defectos. Esa propuesta que nos estremece por la renuncia que involucra el no "pagar con la misma moneda", es fuerte y, diría, hasta aventurada. Bendecir a quien nos enfrenta y nos llena de improperios y maldiciones, y desearle todo lo bueno al enemigo que nos injuria con mentiras, es la propuesta que se deja a nuestra consideración. Exponer la otra mejilla para que sea abofeteada y dar todo cuando algo propio se nos quita, resulta en verdad, por decir lo menos, una temeridad para nuestra piel mortal. ¿No se nos estaría pidiendo imposibles?
Si así lo observamos hoy, pasado todo aquel tiempo y cuando hemos evolucionado como seres sociales, se pueden imaginar ustedes, amigos lectores, lo que pensaría un hombre de la época, acostumbrado "al ojo por ojo y diente por diente", que por demás era ley.
Era una tarea gigantesca, una batalla dura, un ir contra la corriente sembrada de peñascos peligrosos y conceptos de ética y moral atávicos, que estaban sembrados en lo más íntimo de la razón humana y social.
¿Cómo lograr que aquellos hombres comprendieran un mensaje pleno de renuncias y de apariencia injusta?
Jesús encontró la manera de enseñar esa nueva ley que proponía el amor como fórmula para que el hombre conquistara la ansiada cima.
Sólo a través del ejemplo logró que unos cuantos se entusiasmaran y lo siguieran, no con ciertas y profundas dudas sobre aquel mensaje radical e innovador que proponía echar por tierra convicciones recónditas que harían incluso renegar, en los momentos cruciales de la persecución y detención de Jesús, el haber conocido y ser seguidor del reo. Todos los hombres que les siguieron le traicionaron –Judas Izcariote- le negaron o definitivamente le abandonaron. En la hora del sacrificio se espantaron ante el terror de la persecución, la cárcel o la muerte
Pero Él recibió en su cuerpo laceraciones que no devolvió, fue despojado de sus vestiduras y no protestó; entregó su cuerpo al duro madero de la Cruz, y sólo allí por un instante, se sintió solo y abandonado, para luego aclamar lo que El mismo enseño: "…Padre, hágase tu voluntad y no la mía…"
Su muerte física fue el precio que pago por sus enseñanzas, pero glorificado resucitó para que el mundo entero creyera en Él.
Ese amor dado en entrega total hasta morir, es la mayor enseñanza sobre la cual podemos desarrollar nuestro propio y humano amor.
Para amar he nacido y sólo la muerte me separará de ese elixir tonificante que me embriaga dulcemente.
Para amar he nacido y sólo la muerte podrá superar esas ansias de amar, pero, aun así, y cuando yazca difunto, continuaré amando sin fatigarme;
porque el amor será, entonces, sólo inherente al alma
sin padecimientos que le quiten esplendor a ese mi amor ya inmortal
(Del autor)
Pero, ¿estamos preparados y dispuestos para sumir el reto que nos impone un amor desinteresado?
El mundo se mueve hoy sobre la base del interés, doloroso reconocimiento que tenemos que hacerle a la incredulidad del hombre, su modernidad y abstracción espiritualista de su ser.
El materialismo ha calado hondo en el corazón humano y el "ver para cree" se ha convertido en toda una praxis contra la cual el hombre debe irrumpir si quiere lograr un mundo mejor. Esa filosofía que va más allá del sólo "convénzame", desdibuja el mundo feliz que ansiamos, pues nada que no esté en el ojo humano deja de ser importante para El.
Se impone una revisión de los actuales valores donde el humanismo ocupe lugar preferente, sin disminuir la vista científica que requerimos para subsanar secuelas de las conductas asumidas desde la proyección anitihumanística del mundo. La cuestión no estriba en desmerecer la concepción científica de la vida para encontrar mejor calidad de vida, sino convencernos que la dupla humanidades y ciencia tienen necesariamente que ir de mano.
El hombre está creado de cuerpo y alma; de ciencia y humanística, por lo que negar alguna de esas concreciones formativas es negarle la existencia misma. El hombre es un solo cuerpo y ninguno de sus miembros se le puede amputar a riesgo de una disminución importante.
Necesita el hombre reencontrarse y preguntarse si está verdaderamente satisfecho con la vida que actualmente posee, o por lo contrario, considera necesario un ajuste en sí mismo.
Particularmente no me siento contento con el actual modo en que la humanidad trata el problema del hombre moderno, porque pareciera más empeñado en una felicidad basada en el entorno, que una dicha lograda de manera integral, esto es, una vida desarrollada en función del hombre visto de manera total.
El hombre debe darse cuenta que es el ser más importante de la creación, entre otras cosas, porque de él depende prácticamente todo. Sin su cooperación nada lograremos, con su indiferencia todo será un caos.
Las diferencias del hombre actual partiendo de las concepciones religiosas, por ejemplo, son una verdadera calamidad cuando consideramos su bienestar en este mundo y no en el "otro" Siempre he pensado, desde mi concepción cristiana del hombre, que para salvar el alma, primero hemos de salvar a ese hombre que es portador de esa alma. Porque, ¿cómo vamos a salvar el alma si no logramos que la humanidad toda conquiste seguridad, bienestar y satisfacciones, si el hombre se está muriendo de hambre y tiene que asesinar y robar para poder comer? ¿Cómo lograr salvar el alma si la injusticia coloca al hombre frente al abismo donde es tentado de lanzarse para que Dios le envíe ángeles salvadores?
¿Importa ciertamente al hombre que las religiones monoteístas tenga diferencias sobre cómo llamar al ser supremo, si Dios, Yahvé o Allah?. ¿Importa ciertamente para la salvación del alma inmortal, si el Mesías esperando por el pueblo judío era Jesús o al alguien todavía por venir? Y pensar que por estas diferencias se matan los hombres tratando de convencerse los unos a los otros.
Y, me pregunto nuevamente ¿Fue acaso este caos el que predicó Jesús o Mahoma? Lo cierto es que desde hace muchos milenios atrás el hombre viene matándose en nombre de religiones; en nombre de mesías y en nombre de una vida eterna concebida a su manera.
Hasta cuándo vamos a vivir de la experiencia de si creemos en lo que dice el Noble Corán o la Biblia en cualquiera de sus versiones, esas diferencias limitan o envilecen al hombre, sin permitirle ver con luz propia la verdad. Dejemos al hombre no alienado buscar esa verdad que algún día debe brillar, como brilla su inteligencia cuando indaga en los misterios de la naturaleza y encuentra solución a sus problemas o padecimientos
Que el libre albedrío sea quien guíe al hombre en su búsqueda, y que sea Dios o Yahvé o Allah quien ilumine su inteligencia para que pueda entender, de una vez y para siempre, que es él el centro de todo afán humano y divino.
El Catecismo de la Iglesia Católica, citando la encíclica Gaudium et spes nos dice: "No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana…" (GS 39,2) Esa nueva familia humana está integrada por hombres por todos los que de buena voluntad se encuentran así mismos a través de crecimiento humano.
Salvar el cuerpo para salvar el alma debe ser una prioridad en el hombre, pues ¿cómo salvar un alma cuyo cuerpo es sometido a injusticias nacidas muchas de ellas por la interpretación caprichosa de las religiones?
Jesús dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. Y después viene otro semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt. 22,37-40) Eso es lo que definitivamente tiene valor absoluto.
Cumplir ese mandato no sólo por el premio que hemos de recibir, sino porque al no hacerlo, al no cumplir con él, estamos dejando a la deriva una propuesta que por lo menos es la más inteligente que el hombre haya recibido jamás.
No quiero parecerle imprudente o que piense que le estoy intimidando, pero: ¿Ama Usted de esa manera que pide se cumpla?
En el desarrollo de este libro, así como en mi obra "Sin niebla en los ojos", me pronuncio sobre la inperfectibilidad del hombre como una de las razones por lo que se niegue a sí mismo conquistas que estarían, bajo condiciones diferentes, a su alcance de una manera sorprendentemente fácil.
Por otra parte habría que decir sobre el amor a todos nuestros semejantes, que tampoco resultaría justo el dejarnos manipular por quienes sabiéndonos dados a la practica del amor absoluto, se confabulen y se armen de nuestras propias razones para abusar de nuestro amor desinteresado. Los perturbados, a quienes cité antes, buscan sacar provecho de los hombres de buena voluntad, pero no podrán tener éxito debido a que el lerdo no puede ser más avisado que el inteligente. Entiéndame que en mí no está la idea de dividir a la humanidad entre tardos y ágiles, sino que sería injusto dejar que el aprovechado time de algún modo al vago o viceversa, por lo que justo es saber distanciar para que no existan odiosas disparidades que dañen a unos y a otros.
No siento el menor pudor en aceptar que estoy en un camino de crecimiento que me permita ver con claridad cuando alguien quiere abusar de mí o, contrariamente, me necesita real y verdaderamente. Pero puedo asegurarle que sé poner en su sitio al abusador o abusadora, sin que tema a sentimientos de culpa por hacer lo que tengo que hacer en el momento indicado. Esto, sin embargo, no es una excusa para sacudirme a mis semejantes, sino que me sirve para pasar por el tamiz de la verdad las apetencias, siempre las habrá, de querer timar el noble corazón de alguna persona. Esas murallas que aparecen en nuestras vidas las hemos de salvar con inteligencia y con mucho amor.
Había expresado, por otra parte, que si bien el amor es fundamental para la vida, nadie está obligado a amar. Ama quien quiere amar y odia quien así lo desee. Pero en el amor es donde hombre encuentra su mayor y maravillosa realización y en esa obtención involucra necesariamente a sus semejantes. Amar a quien nos ama es fácil, donde está complicada la situación es amar a quien nos ofende y nos causa daño. Aquí vale la pena reflexionar detenidamente sobre esta espinosa materia.
Es indudable, hablando del amor de las parejas, que si uno deja de amar por cualquier razón válida o banal, no importa para este análisis, se hace insostenible la relación porque la pareja se funda en el amor mutuo. Cuando una de esas columnas se resiente la relación no existe de manera cierta. En esto hay que ser objetivo, pues la subjetividad en el amor lo descalifica lo convierte en insignificante.
Por otra parte con el amor no podemos ser dosificadores y recíprocos. Cuánto nos den damos, cuándo recibimos devolvemos. La sublimidad del amor no le permitir existir como recompensa, sino como entrega. Quien no sepa distinguir entre un amor devuelto como un bumerang y el que damos nacido de nuestro fuero interior, jamás podrá complacerse en el amor.
Es decir, además, que el amor es mucho más que simples caricias, buenos modales, sonrisas y una siempre disponibilidad de humor y aceptación. Es posible que todo esto ayude a crear un clima de mayor identificación y gusto, pero todo esto puede perfectamente no existir y sí existir amor.
El amor y las amistades
Santo Tomás nos dice que "… el hombre feliz necesita de los amigos, no por la utilidad… sino para hacerles el bien, para gozar al verlos hacer obras benefactoras y también para que le ayuden a beneficiar" Toda persona amiga, sin importar el grado o profundidad de la amistad, es bienvenida.
Uno no conoce a su amigo o amiga del alma desde toda la vida, sino que todo tuvo un comienzo. Si nos remontamos a aquel día nos daremos cuenta y recordaremos lo fácil o difícil que fue lograr aquella amistad. Cómo fueron sus primeros pasos y cuán tarde o temprano nos dimos cuenta -ambos- que estábamos frente algo especial. Esa amistad especial, generalmente no pasa de una, significa uno de los extraordinarios ingredientes de su excelencia el amor, no del libro, sino de la esencia misma de la excelencia como tal.
Lograr la excelencia en cualquier actividad humana subraya la necesidad de una dedicación especial que nos brinde dominar la materia con perfección. El manejo de nuestros modales -sin caer en la mojigatería- es un ingrediente que tiene que ver mucho con el cultivo y preservación de las amistades. Yo tenía un amigo, ya fallecido, que sentía especial animadversión hacia las palabras soeces o groserías, y siempre me hacía hincapié sobre lo ordinario que era incluir en nuestro vocabulario tales palabras. Para esta persona tal condición descifraba rasgos de personalidad que eran contraria y ajena a su modo de ser. Rechazaba tajantemente ese tipo de vocabulario.
Tengo como norma el respeto a las costumbres de mis amigos, y acato a pie juntilla esos detalles. Conservo un amigo que acostumbra dormir la siesta entre 2 y 4 de la tarde, por lo que jamás se me ocurrirá molestarlo durante ese horario. El respeto por esos pequeños detalle blinda las amistades y permiten una relación verdaderamente gratificante.
Existen personas que piensan que amar es una muestra de debilidad y se niega a mostrase amorosos con tal de no dar esa idea. Esa inexactitud siembra dudas y hace crecer conductas "duras" y hasta violentas. Lo razonable es ser auténticos sin dejarnos llevar por dudas que estarían más allá de la sensatez y la natural autoprotección.
La cuestión de amar no puede ser un agente perturbador ni factor que cuestione nuestra conducta, por lo que no podemos permitir que los sentimientos de culpabilidad nos coloquen frente a la disyuntiva de "amar o amar" Lo primero que sabemos los humanos, y lo tenemos muy presente, es que de manera obligada sólo se consiguen perturbaciones y amistades insinceras. Esta consideración es valedera porque de alguna manera nos corresponde escoger y mantener la amistad o amistades que consideremos "convenientes" para nuestro sano desarrollo social y obviamente humano. El término conveniente lo he colocado entrecomillado, porque quiero hacer una observación al respecto.
Sin duda que tenemos que disfrutar la amistad para que ella nos sea provechosa, para que nos llene de gozo esa relación nacida de una afinidad que nos ha permitido relacionarnos. Esa conveniencia marca pauta en nuestras relaciones amistosas y confiere a la amistad un valor no necesariamente tangible en lo material, sino aprovechable en lo espiritual. Aquí juega papel fundamental la definición que hiciéramos sobre el amor platónico.
-No busco ningún interés por esta o aquella amistad, que no sea el placer, el gozo, la felicidad de tenerla y compartir afinidades que nos son comunes.
Por otra parte, las amistades indefectiblemente deben ser respetuosas de todo aquello que, por una razón u otra, no les sea compatible entre sí, eso siempre y cuando la valoración de la amistad sea positiva y no negativa, y esté en las personas el deseo de conservar esa amistad sin importar las diferencias de actitud y aptitud.
Hay quien opina que las grandes ciudades no fueron hechas para tener amistades. Para visitar a alguien por lo general tenemos que atravesar la ciudad, y considerando el tráfico lo mejor es quedarse en casa viendo la tele.
Como trabajamos de lunes a viernes, sólo ese último día nos permite la ligereza de convertirlo, después del trabajo, en un día especial no comparado, incluso, con el sábado y el domingo; días que solemos dedicar a las actividades previamente proyectadas, para estar con la familia o realizar alguna diligencia exigente de tiempo.
El tiempo escasea para las amistades, a menos que ellas se encuentren en la misma oficina o sitio de trabajo, o simplemente sean nuestros vecinos, aun así cuesta dedicarles tiempo.
Pero, a falta de ese contacto personal hoy disponemos de tecnologías que abrevian las distancias y nos permite optimizar el tiempo, como por ejemplo el internet. Desde mi computadora puedo hablar con el mundo entero con una simple conexión y a un precio relativamente bajo. Shatear es una especie de nuevo verbo incorporado por la modernidad en bien de la amistad, claro que es sólo un sustituto de la comunicación personal, pero alivia en momentos cuando nos es imposible, por tiempo y/o distancia, conversar con nuestros amigos.
Esa "aldea global" en que se ha convertido nuestro mundo gracias al internet, puede ser una magnifica oportunidad para que nuestras amistades sean también globales y una gran posibilidad de goce y satisfacción.
¿Existe algún método para lograr que todas las relaciones con muestras amistades lleguen a ser satisfactorias?
Cuando hablamos de régimen, técnica, plan, regla o método no referimos a sistemas, por lo que dudo mucho en la garantía que un método pueda brindarnos en aras de amistades satisfactorias. No, creo contrariamente que si aplicásemos un método a las amistades con toda seguridad obtendríamos un rotundo fracaso.
La amistad, por así decirlo, es algo suelta, libre; no sujeta a formar preestablecidas que la "engominen" o la conviertan en una especie de mezcla industrial para hacer tarta de manzana o la pizza de microondas.
La espontaneidad, en cierto grado, es lo que hace posible la multiplicidad y la grandiosidad de la amistad. Se puede decir que la amistad es multisápida, cada una tiene sus propios ingredientes, propio sabor; su propia personalidad. La amistad no puede estandarizarse pues así como cada uno piensa, así cada uno siente; diferenciados somos mejores que iguales y ningún pensamiento se puede hacer ley sobre el cual graviten los demás. Los estándares en materia de amistad son simples sueños, por lo que no me atrevería a escribir un manual sobre cómo hacer satisfactoria una amistad.
Pero, existe una condición para que la amistad se inicie por buen camino, esa cualidad es la transparencia. Lo que comienza mal, definitivamente termina mal, y es por lo que habremos de cuidar meticulosamente que la amistad se inicie sobre terrenos firmes, con claridad de sol y calor de amor.
De la amistad y el matrimonio se dice que tienen algo de sorteo, nos toca el premio gordo, o simplemente nos afanamos hasta hacerlos, ambos, algo más que una simple suerte.
Las relaciones humanas, entre ellas la amistad, responden a una diversidad de componentes que la estructura y la convierte en una lazo más entre los seres, exhibiendo la complejidad de todo trato contenido en el ser humano. Esta consideración habremos de tenerla en cuenta para tener éxito en con las amistades.
Por otra parte, existe diversidad de amistades que responden a intereses diferentes, lo que enriquece sobremanera la vida. Si es psicólogo, médico, arquitecto, ingeniero o de cualquier actividad técnica; es posible que me vea rodeado de amistades que comparten mi profesión, lo que seguramente permitirá una base amplia sobre la cual me relaciono. Esto, sin embargo, no es garantía para que la amistad funcione como por inercia
Y recuerda que las amistades pueden sorprendernos dándonos más de lo que hemos dado, si así sucede, considérate tacaño pero no lo digas, enmiéndate.
El amor y felicidad: fin último del hombre
No pocas cosas nos condicionan. La cultura, ese bagaje antropológico e historiográfico que nos define, es el poderoso y real dictador de nuestra vida. Ella, queramos o no, nos guía y nos presenta ante el mundo como realmente somos. Antropológicamente nos describe, nos define, nos une o nos separa de nuestros semejantes. Esa cultura, histórica y hereditaria, nos marca para siempre y de alguna manera u otra nos conduce en el comportamiento. Sin embargo, podemos modelar ciertos rasgos de ella, permitiéndonos algunas libertades.
El comportamiento humano está ligado a los intereses que marcan nuestra línea de acción, siendo el interés particular privativo del interés colectivo; suerte de aglomerado donde convergen intereses comunes, no necesariamente, todos ellos, de interés particular.
El amor es, a mí modo de ver, vaso comunicante que nos permite la oportunidad de realizarnos como personas, y le da al ser humano esa cualidad que lo convierte y constituye en centro de toda confluencia interaccionada.
Toda acción que traspase el interés particular, es guiada por dos elementos separados cada uno de ellos por su propia misión y característica.
Cuando nos involucramos en acciones comunes es porque estamos de alguna manera expresando interés particular en la acción común, o lo que es lo mismo, esperamos obtener un beneficio particular de esa acción común que se acomete, y es posible que movidos únicamente por uno de los elementos que nos guía a interactuar. Todos nuestros actos comunes tienen un interés particular, y no necesariamente involucramos amor, sino razón práctica de existencia y socialización. Esto es simple realismo, así es la vida que podemos suavizar o, peor aún, endurecer.
Pero, según mi teoría, el hombre se debe más a un accionar colectivo que particular, corroborando el hecho ya mencionado de que la suma de los intereses comunes nos llevan hacia el interés colectivo.
De ese comportamiento, según mi criterio, el hombre se enlaza fecundamente a través del amor, comportamiento que lo define como animal racional afectivo y evolucionado.
La manada humana, al igual que muchos de los animales no racionales, se caracterizan por una condición común: la pluralidad sexual. La pareja animal no racional siempre estará constituida por un macho y una hembra; siendo que no encontramos en esta materia unidad familiar posible entre macho-macho o hebra-hembra. Esto indudablemente va unido a la necesidad reproductiva que condiciona, en el ser racional e irracional, su apareamiento con fines de procreación.
Es conveniente señalar en este punto que existen seres unicelulares que no requieren apareamiento para ser reproductivos, pues se bastan así mismo para multiplicarse.
Igualmente quiero señalar que no haré juicio de valor alguno sobre la relación conocida como homosexualidad, ya que la misma es producto de una conducta humana suficientemente estudiada por sicólogos, siquiatras y sexólogos, amen de otras disciplinas distintas entre sí, pero que igualmente se encargan de seguir o estudiar tal comportamiento.
Una decisión de tal naturaleza pertenece a lo personal, y los aspectos morales, religiosos, de riesgo u otros lo tiene que manejar quien se involucre es una relación de tal naturaleza. No se trata pues de aceptar o no tales conductas, sino verlas con realismo, aunque no con naturalidad. La naturaleza humana es clara y categórica en esta materia y todas las criaturas convergen en ese axioma que nos define sexualmente: Macho y hembras son los dos únicos sexos realmente existentes. El sexo es la, "diferencia física y de conducta que distingue a los organismos individuales, según las funciones que realizan en los procesos de reproducción. A través de esta diferencia, por la que existen machos y hembras, una especie puede combinar de forma constante su información genética y dar lugar a descendientes con genes distintos. Algunos de estos descendientes llegan a adaptarse mejor a las posibles variaciones del entorno" (1993-2003 Microsoft Corporation)
El amor y la felicidad como fin último del hombre se plantea una interrogante que Santo Tomás de Aquino delinea en su obra: La Felicidad, fin último del hombre, donde sobradamente despliega el tema de la felicidad, no siendo intención de éste autor plantear ante tal apreciación filosófica cuestiones distintas sino complementarias que nos ayude a iniciarnos o proseguir por esos caminos de amor y felicidad.
¿Se aprende a ser feliz y a amar? Creo que la felicidad es un caudal que solemos ignorar por no saber distinguirlo, siendo que en oportunidades lo semejamos con el bienestar y no con la felicidad propiamente dicha. El bienestar, que nos proporcionada felicidad, no es sino una arenita dentro del mar inmenso de la felicidad; la cual nos reta a vivirla en cada instante nuestra existencia. Somos más dados a interrumpir la felicidad que a continuarla porque desconocemos, o mejor, despreciamos el discernimiento que de ella tenemos.
El poeta nos dice:
Un tronco, la arena blanca
Y un bosquecillo a los lados;
¡Tristes recuerdos amados
De aquella noche tan buena!
("Noches" de Jesús Enrique Losada, venezolano, 1885 Antología de la poesía moderna Venezolana de Otto D"Sola)
O como dice el dicho popular: "Recuerdos tristes de un pasado alegre"
Nada de lo anterior es semejante y válido con la felicidad, pues la felicidad vivida, aún cuando ida y recordada nostálgicamente, brindó sus momentos que podemos recordar con dejo nostálgico, pero jamás debe involucrar tristeza.
Cuando olvidar mi pena quiero
Retorno al umbral de tu recuerdo
(Del autor)
Tiempos idos son todos, los que brindaron felicidad y los que nos perturbaron de alguna manera. Esos momentos fueron parte de nuestras vidas y son definitivamente irrenunciables. Es posible que esos tiempos contengan errores que podemos corregir, pero ello no descompone el hecho de aquella existencia. Nos corresponde evitarnos remembranzas dolorosas, pero por aquí pasaron en alas del viento.
Tu recuerdo duerme en mi almohada;
Mis besos surcan las viejas alambradas
Y llegan a ti como paloma mensajera
Llevando en su pico mil canciones de alborada
(Del autor)
Para mí ciertamente el amor es un fin último en el hombre que débil siente la necesidad de amar y ser amado. No la debilidad como defecto de carácter, sino aquella que nos hace necesitados de comprensión y ternura.
Para muchos la ternura -mostrase tierno- es un signo de debilidad que deja abierta la puerta del abuso, sin embargo, nada más falso que ese temor. El hombre se vuelve hacia su interioridad cuando se siente acorralado. Se esconde en su cascarón para evitar ser tocado, incluso por la felicidad. Por eso el hombre de hoy debe entender que la socialización no tiene extremos, simplemente se es social o no se es. Aceptar no necesariamente compromete, sólo entraña comprender para, incluso, poder corregir.
Amor y felicidad, en mi entender, son sinónimos, no idiomáticos sino perceptivos. Ellos tienen en su afán la suerte de ser valores integrales que poseemos o carecemos. Amar a medias, con reservas, es no amar. Ser feliz medianamente no es malo, pero no responde a la expectativa y a la razón de amar.
Volcanes de amor y felicidad están dentro de nosotros, dejarlos erupcionar sin temor de dañar ni ser dañado, es una decisión personal, pero recomendable para que la vida sea cada día más vida.
No escondamos los sentimientos porque abriguemos temor de sufrir, pues sólo sufre quien quiere. Nadie, sin nuestro consentimiento, puede hacernos sufrir o infringirnos daño psicológico o moral.
La felicidad siendo un estado de ánimo, es también una condicionante que una vez posesionada es inevitable su exteriorización. Nadie es feliz sólo para sí mismo, pues esa felicidad no tiene sentido al no saber o no poder compartirla con nuestros semejantes.
Grandilocuente, la felicidad se celebra por encima de nuestra propia decisión de proclamarla, pues ella se encarga de mostrase en nuestro rostro y de hacerse sentir a través de todas nuestras manifestaciones corporales. El individuo feliz no puede esconder el regocijo, el disfrute, el goce de la felicidad. Con el amor sucede algo semejante, pues al manifestarse se vuelca impetuoso hasta el punto de convertir a hombres en niños y a niñas en tiernas criaturas. No piensen que lo digo sarcásticamente, sino que en realidad la persona cuando se embriaga de amor, se legitima en su condición fundamental de ser humano.
El ser humano es amor pues nutrido como está de esa particularidad mental afectiva, le es más difícil el odio que el amor. El odio es un accidente biológico que se manifiesta visceral mente, mientras que el amor aún cuando se diga que nace del corazón que es una víscera, tiene una raíz espiritualista innegable.
Para los efectos del libro, no le vale adentrarse en consideraciones y profundidades biológicas o sicológicas, pues la intención de los análisis es fundamentalmente humanística, sin embargo, no puedo dejar de señalar, como lo he hecho, que el hombre responde a condicionantes tantos biológicos como síquicos en su comportamiento.
Cultivar es para el hombre la esencia de la viada, pues sin cultivo no hay cosecha. Esta verdad tangencial coloca a la persona humana en una labor de ordinario rutinaria que le personifica como un ser de costumbres. Esas costumbres que delinean en cierta forma la personalidad, nos permite trasmitir razonablemente la visión que tenemos y manejamos a través de los valores que dan base al comportamiento humano.
Cómo mirarte al rostro si te miento,
Cómo puedo decirte que quiero;
si no soy capaz de conocer tu sentimiento
(Del autor)
El valor del amor traducido en mil formas, indica cuán grande es el afecto, la dedicación, la sublimidad, el entendimiento, la transparencia, la convivencia, etc., que nos mueve y nos inserta en la sociedad de personas; primero con nuestros más allegados y luego rebasadas las fronteras mismas de la familia.
"Yo quiero tener un millón de amigos…" es un anhelo que todo hombre de pensamiento liberal se plantea ante la inseguridad de la vida, pues los amigos, en líneas generales, son apoyo donde encontramos saciedad social. Ese aspirado oasis podemos encontrarlo en la extendida mano de un amigo que nos reciba con un refrescante vaso de agua. Agua dulcificante que eleva energías y nos devuelve la esperanza.
Que existen controversias en el amor, por supuesto que sí. Pero yo diría que no en el amor propiamente, sino en la relación humana llevada a todos los ámbitos del quehacer cotidiano. Grandes, medianas y pequeñas diferencia surgen de la diaria relación humana, que nos permite tener una segunda, tercera o cuarta opinión. No es ya una decisión sólo particular, sino compartida que puede dar brillo, además de aceptabilidad, a una idea o propuesta manifestada.
Arquímedes, famoso físico griego nos legó, entre muchos otros conocimientos, la utilidad de la "palanca", herramienta capaz de elevar la fuerza humana para acometer tareas de dura demanda. Su frase "denme una palanca y moveré el Mundo" nos da la idea de que esa palanca que mueve el Mundo es precisamente el amor. Pero a diferencia de la palanca de Arquímedes que adquiere mayor potencia a distancia del peso levantado, y nos enseña la dinámica como facultad física de los cuerpos en inercia, el amor mientras más cercano esté del receptor, más fuerte será en su "dinámica" de trasmisión de fuerza.
Exalta el amor, doblega el odio,
Y te esperará a cada paso
La fuerza indomable que da savia
(Del autor)
Tener como meta, como fin último la felicidad y el amor, compromete nuestra vida de manera singular, diría que exigente. Escapar al sufrimiento o beber de su ácido licor lo menos posible es sin duda una tarea titánica, y a su vez noble. El no sufrir infiere el no hacer sufrir, lo que involucra una conducta racionalista que permita ser de carácter balanceado y presto al servicio.
El sufrimiento, sobra decirlo, resta felicidad y es factible en su presencia dar menos amor del esperado. Pero, ¿existe una cantidad establecida de amor que debemos dar a diario, mensual o anualmente?, me temo que no. Lo que sucede es que aspiramos recibir amor a tiempo y destiempo; igual en invierno que en verano. Y esto es porque el hombre responde ante criterios afectivos de manera positiva, mientras que se muestra negativo y agresivo ante el desamor.
El sufrimiento, contrario a la felicidad, debe ser duramente restringido y, cuando sea imposible evitarlo, tomarlo con mansedumbre, casi ignorándolo; aún cuando tal conducta nos sea difícil.
Sí, yo estoy triste; pero mi tristeza no es mala,
en su seno no hay gérmenes de rencor ni de ira;
no me estremece en ayes convulsivos, exhala
sólo quejas muy suaves; no solloza, suspira
("Aquí está la tristeza" de la poetisa venezolana Luisa del Valle Silva
Antología de la poesía moderna Venezolana de Otto D"Sola)
Pero, ¿cómo negar que el sufrimiento vaya unido al amor y éste al sufrimiento?
Grades amores de la historia nos narran pasajes de caro sufrimiento, donde la pareja llega al colmo de inferirse daño físico y emocional. Y no estoy hablando de Romeo y Julieta, me refiero al mundo donde habitamos seres de carne y hueso, seres comunes que aman y dejan de amar; que sufren y dejan de sufrir. Me refiero a ti y a mí, vapuleados por los aires del conflicto emocional, donde somos sujeto de duras experiencias humanas. Padres crueles o amorosos, esposos que se quieren o se odian; hijos que aborrecen a sus padres o los idolatran, en fin, personas lanzadas a la vida donde se curte la piel y donde sol quema bajo la sombra. ¿Quieres más autenticidad? La cuestión no está en decir voy a ser feliz, sino en el experimentar una vida feliz producto de conductas racionalistas y afectivas; reales experiencias de amor donde se vean conflictos, pero también perdones.
En diversas oportunidades habla usted en esta parte de su conversación del amor racionalista ¿cómo entender la racionalidad en el amor? Y, por otra parte, ¿es posible conquistar la felicidad "ideal" de la pareja?
Disculpe si comienzo por el final de su pregunta, pero ella me va llevar directo a la explicación de la racionalidad.
Si la pareja no es feliz, deja de ser "pareja" -ya lo dije con anterioridad relacionándolo con el amor- para convertir la unión en un saco de intereses, comunes o no, pero que de alguna manera dependen de esa "unión"
Nada que nos haga daño es aceptable, aunque ese mal trato venga de quien ha compartido contigo "toda" una vida.. Nada autoriza a nadie a la impertinencia y mucho menos a la bajeza e inculta postura del menospreciar valores sustantivos de quien resultaba ser "el muy querido ser"
Desde el punto de vista amatorio los parámetros de pareja tienen que estar suficientemente claros e inequívocamente aceptados, y cuando existiendo alguna duda, y ésta se refleja en la relación, lo indicado es analizas la o las diferencias, mismas que deberían ser salvadas o superadas de inmediato. Quizás esta apreciación se vea como demasiada perfecto, pero, si se me disculpa, ese es el detalle de racionalidad que debe hacerse presente.
¿Qué es lo que sucede exactamente?
El raciocinio es el método de razonar, y razonar es la cualidad por medio de la cual nos hacemos exacta cuenta de los asuntos que se hacen presentes en nuestras vidas. Si mi actitud volátil me impide razonar, con toda seguridad adoptaré soluciones viscerales a los problemas; más si razono, cuestiono, medito, reflexiono y soluciono, con toda seguridad las cosas me saldrán mejor.
Esto es tan obvio que no vale la pena poner ejemplos, sin embargo, sólo añadiría una cosa más: ninguna solución inteligentemente implementada, no dejará mal, pues aún y cuando no tenga toda la razón, los argumentos tendrán asidero dialéctico dignos de ser considerados. Racionalizar es una herramienta de primer orden en toda relación humana, y en la pareja es vital.
Yo les aseguro que si nos proponemos tener una relación de pareja inmejorable, ella debe estar sustentada por la racionalidad y por la transparencia, una yunta que batirá al peor enemigo con quien nos tengamos que enfrentar.
Sin entrar en detalles, pues cada relación es distinta una de la otra, podemos decir que existe un lugar común en la pareja donde todos convergemos: El diálogo. Esta herramienta, útil en todas las circunstancias, nos permitirá penetrar y depurar temas que habiéndolos dejando de un lado por desinterés, nos causan enojos frecuentes. Cuando esto sucede se produce una dispersión de la atmósfera del entorno que perturba la relación y nos mantiene en una calma tensa y ficticia. Nada peor que vivir de esta manera agobiosa donde el tiempo se convierte en pequeños infiernos que nos torturan. Me pregunto ¿Sacamos alguna ganancia al mantener esta aptitud? Obviamente que la respuesta es: no.
Si estamos conscientes de que la relación no gana, más sí pierde, al mantener actitudes como la señalada, lo obvio, igualmente, es evitar a toda consta que un problema se mantenga latente. El eterno disgusto en la pareja puede conducir a una de las partes a una importante pérdida de la autoestima, al no poder producir, aún intentándolo, un diálogo franco y fructífero.
La felicidad en cualquier de sus manifestaciones es el producto de un halagar introspectivo, retrospectivo y exteriorizante de nuestra conducta frente a los otros. La felicidad nace dentro de nosotros cuando asumimos la vida con placidez y comprensión; nos viene dada desde afuera cuando somos receptores de momentos importantes o sencillos que nos dan plenitud y, por último, se genera por ignición propia cuando analizamos las diversas cuestiones de la vida. Es por lo que siempre he dicho que la felicidad es un camino y no una meta en sí misma.
El Conflicto en el ser humano
No existe conflicto entre humanos que no sea susceptible de diálogo, y por grave que sean las diferencian es necesario trabajarlas con raciocinio; de no ser así, esa diferencia se convierte en combates entre animales inferiores. Esta apreciación por supuesto es personal, dejando a salvo cualquier otra que tenga asidero en la profundidad de los estudios de la mente humana, y adelantada seguramente por sicólogos o siquiatras, quienes adoptarán su punto de vista científico, sin llegar a considerar otros aspectos inherentes a la convivencia y adaptabilidad del ser humano.
Con quien primero entra en conflicto el hombre es consigo mismo, bien sea para solventar disímiles aspectos de su personalidad o para buscar y encontrar la adaptabilidad social con su entorno; hecho o mandato del cual no podemos ni debemos evadirnos, si es que queremos pertenecer a esa sociedad humana.
Se afirma que el hombre posee una dote de sus antepasados que le permite tener una especie de programación que lo ha preparado para enfrentar todo tipo de problema o conflicto. Ese bagaje antropológico, zoológico y sociológico trasmitido bajo la figura de la "cultura", resulta una base importante, sin embargo, los problemas aún cuando fueren similares se rodean de unas circunstancias diferentes que piden soluciones desemejantes.
El hombre es un ser social que necesita insertarse en ese colectivo que responde a estructuras unidas a la conducta humana, tales como la cooperación, comportamiento, autoridad y, por supuesto, los conflictos.
Pero, ¿es el conflicto un elemento negativo? El conflicto entraña una búsqueda, una indagatoria, un modo de ver las cosas de manera distinta a como la ven otros; lo que obliga un conflicto de pareceres que a la larga, y mediante la dialéctica, la concertación y la posible unificación de criterios, nos conduce a una aceptación o adaptabilidad de lo discutido. Esto es lo razonable si queremos preservarnos dentro de la sociedad. Cuando el conflicto no logra soluciones convincentes para las partes, se tiene que apelar a una persona que juzgue los diferentes aspectos y puntos de vista del conflicto, que le permita diseñar soluciones enmarcadas dentro de los parámetros de justicia o, en tal caso, de equilibrio.
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