- La sexualidad
- ¿Qué piensa del sexo sin amor?
- El derecho de amar
- El verdadero amor no te hace daño
- Llénalo de amor
- La familia y el amor
- El amor propio
- Amor, alegría y sufrimiento
- Bien-hacer
- Educando a papá
- ¿Cuánto vale para ti la vida?
- Una pieza clave: El perdón
- Los bienes materiales y el amor
- Los celos
- Platón y el amor
- ¿Puede un amor platónico convertirse en amor erótico?
- Solidaridad e indiferencia
- El amor según aquel Hombre
- El amor y las amistades
- El amor y felicidad: fin último del hombre
- El Conflicto en el ser humano
- La espiritualidad y el amor
- Tips para el crecimiento humano
La sexualidad
Cuando sentimos amor hacia una persona y lo manifestamos de manera abierta y sincera, estamos asumiendo una acción que nace de nuestro fuero interior para complacencia de quien recibe el afecto y no sólo para nuestra complacencia egoísta. Este planteamiento traduce el hecho de que amar es entrega y renuncia; alegría y satisfacción; sexualidad y éxtasis; pasión, placer y una sublime retribución del amor recibido.
La esperanza para que sea atrayente debe ser un aguardo cifrado por el amor y la pasión. Entusiasmo que tiene que ver con todo, no sólo con el amor sexuado o hacia el bien amado y aguardado; porque el amor es más que sexo, es más que arrojo, es más que pasión, es más que cuerpos ardientes entregados para y por el encanto. El amor tiene una raíz espiritual mucho más arraigada de lo que suponemos, por ello permite soportar hasta lo indecible y castigar de la forma o manera más cruel.
Todos debemos saber la diferencia entre los diversos afectos que nos inunda el espíritu y nos envuelve el corazón. Afectos que tienen sus valores en la distinción que nos merecen y reciben; porque con el amor que le dispensamos a la amiga le nutrimos sin procurarnos ni transmitir sexualidad. Igual para la madre, el padre o los hermanos; pero para el ser que amo y forma parte de mi cuerpo en la entrega apasionada y sensual, existe erotismo animado por la identificación mutua y sensibilizada por la atracción que rebasa, incluso, lo razonado. Porque en esa entrega tiene que ver mucho la acción animal del macho por la hembra y viceversa, siendo de semejante comportamiento al de los seres inferiores. No piensen que aproximar ese amor con los instintos de la irracionalidad es grotesco o inmoderado, pues la pasión erótica desconoce límites; incluidas las fronteras morales.
Digo esto porque no quiero estar en la línea simplista de la moralidad engañosa, farisaica, escéptica y pusilánime; si no en el vértice que nos señala el mundo tal como es en su realidad actual. No quiero decir que debemos renunciar a nuestros principios morales y de formación religiosa –si es que los tenemos y los apreciamos- si no que descubramos nuestros ojos y mentalidad ante la realidad, para que ella no nos sea ajena.
Conocer esa realidad es más ventajoso que inconveniente, pues lo conocido, aún sin ser aceptado o practicado, no nos hará el daño de la sorpresa ante lo inesperado. Conocer el mundo no necesariamente es adentrarnos en él y compartirlo con vivencias propias, sino verle su grave rostro.
Conductas contrarias a estos conocimientos nos eran enseñadas cuando la sexualidad constituía un tabú enfermizo. Ese tabú infirió daños irreversibles en mentes y cuerpos que enfrentaron el conocimiento de aquella parte grotesca del sexo cuando ya era demasiado tarde. Lamentablemente así fue la realidad para muchos hombres y mujeres que aprendieron sexualidad en el "libro de la vida", y no en los manuales científicos que hoy sirven de base para educar sexualmente en las sociedades avanzadas, serias, honestas, y diría, de una auténtica espiritualidad; vivida la misma en la búsqueda de la verdad y la sublimidad de un acto cuya raíz es la voluntad del Creador. "Creced y multiplicaos" concluye en una relación sexual pródiga y constante, pero también responsable.
Pero, hay que decirlo, aquellos cuyo comportamiento de educadores hoy criticamos, creían que lo estaban haciendo bien. Con esto no quiero justificar tales conductas, pero sí reconocerles su buena fe.
Los tiempos, o mejor sus signos, van descubriendo que el hombre sexuado es animal, porque la sexualidad va unida a los viejos instintos. Hoy sabemos que tales conductas pueden y deben ser modificadas. Pero, en tiempos pretéritos y por no querer enfrentar al "lobo", éste nos devoraba inocentemente.
Cuanto arrepentimiento cruza nuestra historia a través de los siglos; cuántos reclamos guardamos dentro de nuestro diferido conocimiento y cuánta dicha rezagada por no conocer a conciencia lo que es un orgasmo o una eyaculación. Éxtasis reprimidos porque se suponía que el placer quedaba para la prostituta, mientras que la esposa no le era permitida manifestarse complacida con la infinita alegría del orgasmo. Era el hombre quien se estremecía, mientras que la mujer se mantenía reprimida e ignorada ante un acto que brinda excelso goce. Cuanta ignorancia en particular para saber conducir el placer y permitir que nuestra pareja hiciese de la relación sexual no un anatema, sino, contrariamente, una bendición de Dios. El sometimiento a la prohibición de conocer nuestros cuerpos retardó o hizo punitiva las zonas erógenas que tanto placer brinda, todo por una bizantina moral enfermiza y cruel.
Y no crean ustedes, amigos lectores, que en pleno siglo XXI las cosas han mejorado sustancialmente, no. Apenas estamos abriendo los ojos ante un mundo que se nos muestra como infinito y ante una sociedad que no quiere regresarse hacia el oscurantismo medieval del cinturón de castidad. Y, bueno es decirlo, jamás regresará a los esquemas condenables de una sexualidad castigada por la doble moral de "decorosos" falaces que tiraban la piedra y escondían la mano.
Cuidado extremo -por eso la necesidad de conocer- debemos tenerle a los trucos que nos pueda guardar un sexo manejado por "expertos" manipuladores de las desviaciones y perversiones. El sano sexo definitivamente no tiene nada que ver con enfermizas propensiones de violaciones y relaciones que causan daños físicos o morales.
Afortunadamente, y esto puede ser constatado en diversos documentos de la Iglesia Católica, el sexo es analizado en su seno bajo una óptica prudente pero madurada, aceptando que las ciencias biológicas y de comportamiento humano tienen mucho que decir y hacer con relación a una sexualidad sana, satisfactoria y responsable.
Desde mi punto de vista el más importante documento surgido con posterioridad al Concilio Ecuménico Vaticano II, y que se relaciona con la dignidad del ser humano, lo es la Encíclica Evangelium vitae o Evangelio de la vida, que revisa de manera directa la sexualidad en materias como: Control de la natalidad, la banalización de la sexualidad, la educación impostergable sobre la sexualidad y el amor, la procreación responsable, etc., que deja ver la importancia que la sexualidad tiene dentro del marco de la dignidad de la vida humana.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, además, encontramos afirmaciones sobre la sexualidad que denota un claro interés sobre el tema: Es una "aptitud para establecer vínculos de comunión con otro."(2332) "Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual" (2333) Por supuesto se condena el aborto como crimen nefando, que aniquila una vida antes de nacer, pero ya considerada persona humana en cuerpo y en alma.
Hay quienes de la manera más torpe critican a la Iglesia Católica cuando asume posición frente a la cuestión sexual, pero son los mismos, que coincidencia, que la reprenden cuando de manera prudente se abstiene –en la mayoría de los casos- de participar en debates agrios e infecundos sobre esta materia que toca tan directamente al hombre. La seriedad en este aspecto de la conducta humana ha tenido en la Iglesia un único capítulo, que no es otro que exigir responsabilidad ante la más transcendental de las cuestiones de la persona humanas.
Realmente no tenemos otra salida que ir enseñando a ojo abierto, sin sombras que permiten ensenadas lodosas donde se esconde ladinamente el auténtico mal. Es hasta allí donde debemos ir para aplastarlo con el conocimiento del saludable sexo y la cultura del buen sexo.
Digo que apenas estamos abriendo los ojos, porque todavía lo viejo se resiste ante lo nuevo y porque aún la oscuridad reina en muchos aspectos de la sexualidad. Sin embargo, la transparencia no la lograremos sin ese ojo abierto que señalo, pues también dentro de lo nuevo se siembra la semilla que idolatra la sexualidad en lugar de amar a través de ella.
Vamos a estar claros para que no quede duda al respecto. El sexo es una acción que puede ser entendida o manipulada. Será entendida mientras comprendamos que somos capaces de manejarlo con inteligencia y conductas amatorias asertivas, y es manipulado cuando esa conducta se enseñorea sobre cualquier otro afecto para pasar a ser idolatrado.
Nada de comportamientos idolátricos para con el sexo, pues nos devorará sin clemencia. Conocerla, entenderla y respetarla son condiciones que debemos manejar para sacar sano provecho de la sexualidad.
La sexualidad debe ser una respuesta de goce y deberá procurarnos momentos de felicidad. Esto quiere decir que nunca una relación sexual nos hará bajar la cerviz en señal de vergüenza. Cada cual debe conocer y respetar su rol, el que no debe inferirte daño moral, espiritual ni material.
El respeto por la pareja es otra condicionante que el sano sexo demarcará en una relación que nos brindara el verdadero placer sexual. Nada más alejado del placer sano y vivificante que el atropello y la violencia sexual; pues desvirtúa la propia existencia y finalidad de la sexualidad. Y no sólo me refiero al abuso cometido tras un acto criminal de violación mediante la aplicación de métodos aberrantes, sino a las violaciones que se comenten entre las propias parejas que son obligadas a tener sexo al momento cuando una de las partes así lo manifieste. Esa violación es condenable igualmente, pues rebasa el respeto mutuo que nos debemos profesar.
La pareja debe hacer lo posible para ir de la mano en el conocimiento de la sexualidad, ya que manejando iguales valores sobre el tema les permitirá un disfrute pleno de su vida sexual. Nada que dañe al otro será bueno, y contrariamente introducirá fermentos que terminarán acidificando el amor de la pareja. Pero, es bueno que poniendo los pies sobre la tierra nos percatemos que las ansias amatorias no necesariamente surgen en los "dos" al momento o en el mismo instante, en cuyo caso se debe discutir sobre la necesidad y frecuencia amatoria de cada uno. No suelen ser iguales los deseos amatorios que inducen a la relación sexual, por lo que determinar el tiempo, periodicidad y lugar, es tan importante como acordar posiciones y practicas amatorias. No quiero decir con esto que fabriquemos un calendario donde marquemos los días o no para la relación, sino que inteligenciado la situación sepamos entregarnos el uno al otro en el momento propicio. Y, ¿cuál o cuales serás esos momentos?, únicamente la pareja los sabrá.
Si bien es cierto que las relaciones sexuales brindan seguridad a la pareja, no es menos cierto que unas relaciones contradictorias en gustos y momentos de incompatibilidad traerán conflictos difíciles si se les permite hacerse crónicos. La pareja debe estar clara ante los embates de posibles conflictos, aún cuando les parecieran de poca o pequeña monta. Toda disconformidad, insatisfacción, malos entendidos o comportamientos no acordes con la historia sexual de ambos, deben ser discutidos con naturalidad y transparencia, buscando siempre la unidad de criterios en las soluciones. No podemos olvidar que en el acto sexual intervienen dos personas, por lo que concertarse es de vital importancia. En oportunidades tal fin no es fácilmente alcanzable, pero ello no debe ser motivo para continuar buscando el crecimiento como pareja sexual, esta conquista no debe ser abandonada nunca por la pareja, pues ello le dará plena satisfacción amatoria. La sexualidad no debe ser nunca abandonada por la pareja, aún cuando los años nos marquen, debemos buscar satisfacción sexual y amatoria acorde con la edad y el rendimiento sexual.
Debemos tener presente que los cambios amatorios que puedan ser introducidos en la cultura histórica de la relación de pareja, deben ser convenidos previo a su puesta en práctica, ya que lo inesperado podría causar molestia y consecuencial rechazo. La práctica amatoria no tiene por qué ser rutinaria, pero los cambios tampoco deben empezar arbitrariamente contra las costumbres de la pareja. En todo caso es una pauta que se marcará de manera natural, pues las caricias eróticas son de carácter personalísimo de la pareja, y nunca se pondrán en práctica porque le funcionen a mis amigos o mis amigas
Ser innovador permite una relación alegre y refrescante, además de indicarnos que la pareja va en crecimiento sostenido, y que el amor no ha sido desplazado por el "simple" acto sexual. Aquí es importante que la relación amatoria sea desprovista de toda ingenuidad pecaminosa que perturba y ensombrece la felicidad de la pareja. Sólo en las parejas confiadamente fieles la relación debe volar tan alto como ambos lo permitan y lo deseen. No así cuando se trata de relaciones inconstantes, lascivas y definitivamente promiscuas, considerada de alto riesgo y sin respeto alguno hacia persona.
La rutina en la sexualidad de parejas es un problema que debe ser abordado con confianza, entendiendo que cada uno posee un potencial sexual diferente. Comprender esto en vital para que se busque soluciones al respecto. La mecanización de la sexualidad es doblemente ofensiva, pues somete mediante actos desprovistos de amor y pasión y obliga a soportar un sexo sin vida ni calor humano.
No pretendo en este libro ofrecer conocimientos sobre técnicas amatorias, y no lo haré por una razón fundamental: Cualquier técnica amatoria puede funcionar o no en una determinada pareja, por lo que cada pareja introducirá las modificaciones o velará por alternativas que conlleven cambios personales y únicos. Aquí el refrán que dice que la salsa del pavo sirve para la pava, no es verdadero.
El amor puede parecerle igual a muchas personas, pero son más las que estarían dispuestas a afirmar lo contrario. Si no fíjense la diferencia entre un beso de una persona y de otra. Diría que el beso es semejante a la huella dactilar en el sentido de que no existen dos personas con las mismas características.
Siempre he opinado que sobre la sexualidad no debe ser desechada ninguna orientación científica, sino, en contrario, buscarla afanosamente a través de lecturas especializadas u orientaciones dictadas por profesionales de la sexología. En esta materia es conveniente ser exigente y precavido, pues no todo aquel que se llame sexólogo lo es, ni toda publicación sobre la sexualidad está dirigida por profesionales. Sobre todo hay que tener sumo cuidado por quienes ofrecen realizar "maravillas y milagros" contra los padecimientos relacionados con el sexo como la impotencia y la frigidez. Ambas perturbaciones tienen hoy día magnificas soluciones, lo importante es buscarlas en el sitio adecuado. Busquen en el "circo" al payaso que les haga reír, más no la medicina que les ayude a superar una constipación
Como les había indicado, la pareja debe buscar soluciones concertadas y no mandatos ocurrentes de uno u otro. Por esto la orientación profesional se nos presenta como alternativa en aquellos casos irresolutos por y entre las parejas. Sobre la orientación profesional a veces hay que vencer el miedo y la vergüenza, pero ello es fácil si consideramos tales conductas como contraproducentes y oscurantistas. Con la vergüenza por delante nos quedaremos siempre sin entender y aprender, y el miedo es la vía más segura para conocer el fracaso.
Para terminar con estos comentarios debo dejar algunas observaciones sobre lo que se puede considerar una sexualidad sana y provechosa.
En primer término se debe decir que un sexo sano parte de la disciplina personal que adoptemos frente a las relaciones propiamente dichas. Esto, aunque te suene rígido, no lo es, si consideras tu relación sexual como madura, pródiga y satisfactoria.
Nada será más seguro y satisfactorio que mantener muestra relación con una sola pareja, y nada más peligroso que una conducta promiscua en la sexualidad. La promiscuidad no sólo es una conducta de alto riesgo para la salud, sino que, implícita como está la infidelidad en ella, causa traumas sicológicos terribles que termina destruyendo toda posibilidad de entendimiento entre las parejas.
La entrega amorosa de los cuerpos implica todo un comportamiento carnal, emocional, ambiental y de una profunda identificación. Quizás la "modernidad" esté dejando a un lado esa identidad que es propensa el gozo pleno, por lo que cada día es más significativo el desajuste de esta importante feseta de la relación amatoria. Sin embargo, la búsqueda incesante de esa identidad conduce a la exploración un tanto peligrosa de la pareja ideal sexualmente hablando. Pero, ¿qué hacer, entonces, para lograr la conquista de la pareja ideal?
El hecho de tener hoy más conocimiento sobre el sexo, su comportamiento sanitario, psicológico, antropológico y sociológico, no nos autoriza para ser inconvenientemente temerario, sino para ser convenientemente sensato. El sexo es una actividad que debe llevarse adelante con responsabilidad para que sea gratificante, sin este resultado simplemente no vale la pena. Aquí debe imponerse la racionalidad, pues si humanos somos, humanamente debemos comportarnos.
La pareja ideal -quizás la logremos, quizás no- tendrá su perfeccionamiento en el tiempo, pero no debemos pasar por alto la identificación por el gusto amatorio, y ese puede palparse en las primeras relaciones, siempre y cuando las mismas sean conducidas con autenticidad. Ojo, no digo sin las inhibiciones propias de unas primeras relaciones, sino con ese maravilloso "toque de piel" que sólo la pareja puede identificar. Ese toque de piel lo sentimos todos en las primeras de cambio, él puede ser grato o no grato. Si es placentero podemos continuar con esa pareja más allá, pero si nos resulta no desagradable debemos sopesar con honestidad y realismo donde pudiera estar el desajuste. Más temprano que tarde los desajustes pueden ser "ajustados" sin traumas y con gran complacencia.
Debo advertir que las relaciones sexuales prematrimoniales encierran duras pruebas que no todos estarían en condiciones de soportar, bien sea por condicionamientos morales y religiosos o por la nada despreciable seguridad sobre la salubridad de una relación sexual. La relación sexual prematrimonial, a mi modo de ver, es una cuestión que entra dentro de la libertad del hombre, pero no por ello –explícitamente- es recomendable como técnica para encontrar nuestra "media naranja" Recordemos que estamos en la búsqueda de una pareja y no sólo en la exploración de un "macho" o una "hembra" con el cual nos vamos a aparear. Esta decisión encierra afinidades en una serie de campos, así como conocer las diferencias que con seguridad y, deseablemente, existirán.
¿Qué piensa del sexo sin amor?
-El ser humano es sexuado y ello le viene dado de su propia naturaleza biológica e instintiva, lo que le permite relacionarse sexualmente sin más condición que la apetencia.
Fijar posición sobre las relaciones sexuales donde no existe amor no deja de ser complicado, pero ello no impide para que el mundo continúe celebrando relaciones sexuales sin la existencia de afecto, cariño y definitivamente amor.
Estas relaciones que no involucran el amor concebido como medio de respeto, afecto, aprecio, delicadeza, compromiso, responsabilidad, etc., pueden resultar placenteras a quienes la practican, pero poseen una carga despreciativa en sí mismas del valor humano de cada cual. Existe una ausencia de respeto por el ser que es involucrado en una acción mecánica similar a la que realizan los seres instintivos. El sexo tiene instinto, pero la persona humana encuentra en él no sólo el placer de la relación sexual, sino la identificación con quien se conjuga el cuerpo y el alma.
Dentro de la libertad que se nos reconoce como seres racionales, tenemos el manejo de la sexualidad como algo propio y no necesariamente sujetado a preceptos morales, sociales o religiosos; nuestra responsabilidad la asumimos y aceptamos, por lo que responderemos según las consecuencias que tales relaciones puedan originar.
No veo, por lo tanto, que a la sociedad le corresponda el rol de "contralor" en esta materia y como tal no condeno estas relaciones, sin embargo, no las considero las más indicadas, y todo por las razones ya expuestas.
Pienso, por la ausencia de identidad que contiene este tipo de sexo, que el mismo queda relegado al actuado promiscuamente. Sin embargo, no podemos desconocer que también en "parejas" avenidas según las leyes sociales y religiosas, se da el caso de seres que cohabitan, pero sin que en ellos medie el amor. Alí también existe esa relación sobre la cual usted me interroga. Resultan francamente dolorosas tales situaciones, y quienes estén atravesando por circunstancias tan sinuosas, deberán fortalecer el diálogo con la finalidad de descubrir las fallas y solventarlas prontamente. Esta acción, sexo sin amor, es de manera conciente una afrenta que despoja al ser humano de toda dignidad, pues la hermosura de la sexualidad está precisamente en la entrega voluntaria y amorosa, y no simplemente en el placer que produce los momentos culmines de la relación.
Un poco dentro de este aspecto se está manejando estadísticas realmente preocupantes, las que se relacionan con el permisivismo sexual y las enfermedades como el SIDA y los embarazos precoces. Se nos informa del avance vertiginoso del HVI en las mujeres y 14 millones de abortos al año en adolescentes. Ochenta millones de niñas entre 10 y 17 años se han "casado"
Esta situación de las relaciones íntimas sin amor afecta mayormente a los jóvenes, quienes dentro de esa iniciación se involucran en relaciones muy poco gratificantes y como producto de la falta de educación sexual, lo que todavía no se maneja con suficiente transparencia.
Existe, a mi modo ver, una gran diferencia entre unión corporal con intención sexual, y la relación sexual derivada de la comunión de seres llamados al acto carnal mediante la potenciación del amor desprovisto de intereses utilitaristas. Esa diferencia no impide el goce de la sexualidad, pero aun dejando satisfecha a la pareja -ambos se sienten complacidos- dista de la entrega porque no existe identificación, sino una simple expresión del acto sexual entre un macho y una hembra. Es un acto racional llevado a cabo por seres racionales, pero entregados a una acción muy semejante a la de los animales inferiores no racionales. Ojo, no estoy condenando tales relaciones, sólo expreso un análisis de manera objetiva y no prejuiciado, pero sí reiterativo.
Estos actos que muchos llaman "aventuras"son abultadamente comunes y manifiestan un aspecto cultural de los pueblos y la permisividad de la sociedad llamada occidentalistas. Ya sabemos que en otras culturas donde la religión rige la vida del hombre de manera severa, tales conductas no existen o son dilatadamente minoritarias.
No compartiría jamás que el hombre sea sometido en una materia tan personal – responsable pero personal- a legislaciones y atavismos culturales o religiosos que frene la libertad del hombre en este factor. Sin embargo, mantener un comportamiento delineado por la racionalidad es lo que realmente se espera del ser humana responsable.
El derecho de amar
Quien ponga en duda esta oración cognoscitiva está categóricamente perdido en el espacio.
Definitivamente sería imposible recordar nuestro período embrionario, así como nuestra condición de feto ni aún, más tarde, el alumbramiento de aquella gestación tras nueve meses instalados con seguridad, en aquella cálida bolsa dentro del vientre de nuestra madre. Pero de alguna manera hemos estado posteriormente envueltos en la extraordinaria experiencia que es y constituye todo el proceso de la maternidad; desde el mismo momento cuando los gametos se unen, hasta el feliz alumbramiento de un nuevo ser. Esa vivencia que hemos experimentado de aquel hecho natural la sabemos posible, entre otros factores, por los cuidados amorosos que los padres le prestan a la criatura.
Diríamos que ese particular amor es como un auxiliar de todo aquel ciclo evolutivo que se sucede dentro del organismo femenino, pues nuestra intervención profesional o de simples espectadores no pasa más allá de la vigilancia expectante del médico, la madre y el padre. Sin embargo, cuán importante es esa dedicación para que la gestación se cumpla sin mayores complicaciones, y de surgir alguna en particular, ésta será atendida de forma inmediata. Significa que desde antes de venir al mundo estamos experimentando el amor, la dedicación y el esmero de unas personas que se preocupan y ocupan porque nuestra irrupción en la "vida" llegue a feliz término. Para luego estar percibiendo, si nos hacemos acreedores a él, amor hasta los últimos momentos de nuestra vida mortal, el que quedará grabado en la memoria de quienes fueron sujetos de nuestra existencia.
El amor, así como la felicidad, está integrado más por detalles que por cosas grandes e inconmensurables. A ellas llegaremos por estrechas veredas o amplios caminos, porque es sumando pequeñas obras como alcanzaremos grandes objetivos.
El pesimismo es opuesto al optimismo. Por pesimismo podemos entender: desilusión, tristeza, abatimiento, pero, sobre todo apatía; todas ellas situaciones que son producto de frustraciones. Contrariamente el optimismo nos habla de optimo, superlativo indicativo de bueno. El optimismo, además, es una doctrina metafísica que no niega la existencia del mal, sino que afirma que este mundo, tal como es, es el mejor de los mundos posible, pero a su vez perfectible.
El pesimista es una persona inconforme, aburrida, triste, apesadumbrada y temerosa. Para él la vida no tiene sentido, ningún proyecto por bueno que sea le merece la más mínima confianza. Es, también, una doctrina metafísica según la cual el mundo es irremisiblemente malo y, por consiguiente, todo en la naturaleza y en la vida, tiende a la producción del mal. Su condición de orden moral son el suicidio o una vida rigurosamente ascética que conlleve la desaparición de la especia humana. Creo que no necesitamos demasiado esfuerzo mental para darnos cuenta en donde milita el amor, sí con el optimismo o con el pesimismo.
Hay quien opina que la humanidad está viviendo en un círculo vicioso, donde el mal que representa el pesimismo gana terreno vertiginosamente por medio de la violencia. Esta apreciación podrá tener una fatal causa que atenta contra el amor; es como el ataque terrorista, cruel cobarde e imprevisible para el común de los hombres. Cuando vives en un país donde el terrorismo se ha anclado, nadie está seguro, todos estamos a riesgo.
El pesimismo, hay que tener cuidado con él, es contagioso y pernicioso por lo que puede producir auténticas epidemias. Para mí es un terrorista que mina todo lo hermoso, todo lo humano. Y lo mina de envidia, de celos y de locura irreverente.
¿Cuántas personas al día te encuentras que de su vocabulario surja improvisadamente la palabra amor, afecto, aceptación, diálogo, admitir, etc.? Es posible que pocas o muchas, pero nunca lo suficiente.
Por experiencia sé que cuando hablas de amor para con los semejantes, la gente bosteza o simplemente te ignora. Pareciera, porque no son malas personas, que no tuvieran tiempo para ese tema o que simplemente nada les dice ese pregón.
Se afirma que las amistades son cultivables, y es verdad. La amistad es como un jardín, necesita del jardinero que con esmero abone y desmalece. Si no nos ocupamos del amigo, el amigo no se ocupará de ti. Si lo olvidas, él te olvidará.
En ocasiones pensamos que si "fastidiamos" al amigo, éste terminará aburriéndose de nosotros, lo que no deja de ser cierto. Sin embargo, al igual que las plantas de nuestro jardín requieren de nutrientes y riego, si nos sobrepasamos la planta puede dañarse en sus raíces y perjudicarse por exceso de riego. Entonces, en el equilibrio es donde reside el éxito para que esa relación se mantenga sana y vigorosa. Existe un valor dentro de la amistad que no debemos saltarnos: persevérenos en el respeto a la intimidad. Mi grado de confianza con el amigo determinará la frontera hasta donde puedo y debo llegar, en materia de asuntos personales e íntimos. Porque resulta muy complicado el poder comprender los intríngulis de una pareja y su manera de manejar ciertas situaciones dadas.
Mi amigo Pedro me consultaba sobre la conducta que debía asumir frente a su esposa en extremo celosa, y su esposa, por su lado, me interrogaba sobre las supuestas o verdaderas aventuras de su marido. Esta situación me colocaba en el ojo del huracán, y yo no quería estar allí. Una conversación clara con ambos, por separado, me libró del enojoso y comprometido asunto. A Pedro, buen amigo, le manifesté que la mejor manera de resolver el asunto era enfrentarlo de manera directa con su esposa, pero me abstuve de hablarle sobre las dudas que le sobresaltaban a Mary sobre su conducta. Igual recomendación le hice a ella, reservándome por supuesto, lo hablado con Pedro.
Los problemas de dudas sobre la fidelidad o, mejor, de supuestas o verdadera infidelidad de los cónyuges, deben ser revisadas por ellos y con la asistencia, si se quiere, de un consejero matrimonial que sea capaz de resolver tales conflictos. Creo honestamente que los amigos no deben verse involucrados en tales asuntos, pues la delicadeza de la materia indica la mayor reserva y prudencia. Los esposos deben estar en capacidad de resolver tales temas a través del diálogo (Se aprende a dialogar, dialogando), pero si ello no fuere posible por las características graves de la situación o la imposibilidad del diálogo, lo mejor es conducirse de la manera más prudente para no llegar a conflictos donde pudiera implicarse daños personales entre los esposos y, peor aún, a los hijos si los hubiere.
En estos casos, siempre graves y conflictivos, no debemos implicar a terceros que nada tiene que ver con el tema, pues corremos el riesgo de liar situaciones envolventes que tienen perjudiciales consecuencias.
En mi libro (En preparación) Sin niebla en los Ojos, capítulo II expreso que "… la comunicación es trinchera de toda relación humana gratificante"
Todo éxito de vida socializada se funda en la comunicación, no siendo posible bajo ninguna forma o esquemas soluciones fuera del diálogo. ¿Cómo entendernos si no hablamos? La Torre de Babel es un claro ejemplo virtual de la imposibilidad de entendernos si no hablamos el mismo idioma. Pero, si a tal situación le agregamos el hecho de ser enfurecidos enemigos de la comunicación, entonces sencillamente enfrentamos un problema irresoluto.
La comunicación entre los seres humanos es tan importante que grandes recursos económicos son destinados por los países para lograr este objetivo. Unida a la comunicación está la información, sin cuyo concurso es posible que la humanidad no hubiera rebasado la edad de piedra.
El avance de la tecnología comunicacional vía satélite, por internet, telefonía celular o cualquier otra convencional es una muestra de lo importante que resulta para el ser humano la comunicación.
Hoy en día es posible hacer grandes transacciones comerciales, financieras o ambas con el mundo entero sin necesidad de separarme de mi oficina o casa. Y todas con una altísima confiabilidad.
Si disponemos de tales tecnologías y además las usamos, es bueno que nos preguntemos por qué no poder hablar de manera directa de nuestros problemas sociales, políticos, económicos, personales, de pareja, familiares, etc., como personas culturalmente civilizadas.
Si nos amamos podemos comunicarnos porque es imposible amar a quien no comprendo, pero todavía peor, a quien no conozco. Esta afirmación debe ser entendida en el contexto del planteamiento que aquí estamos analizando, nunca fuera de él, porque mi condición de ser humano me indica que he de amar a todos mis semejantes.
Pero en esa relación personal que mantengo con mi novia, amante, esposa, hijo, madre, padre, hermanos, amigos, etc., sólo será gratificante a través del diálogo que nos permite entendernos. Y, además, encontrarnos bajo el planteamiento serio de la civilización del amor.
No existe vínculo más diáfano que el amor, aun cuando podamos tenerlo como complicado. Su éxito determinando es que sea reconocido por todos como: Su excelencia el amor.
La esperanza del hombre está en esa expresión que gramaticalmente es bien sencilla, pero que es todavía más sencilla cuando forma parte natural de nuestro comportamiento.
-Usted habla del amor como un derecho, sin embargo, miles de millones de seres humanos no lo alcanza ¿Es el amor un derecho selectivo como tantos otros derechos de la persona en este mundo un tanto desnaturalizado?
-Que yo conozca no existe en ninguna constitución o legislación de país alguno donde el amor sea reconocido como un derecho expreso, pero sí de manera tácita a través de otros derechos como el de la vida, la educación, la salud, etc., pero, quizás por esa falta de amor es que la humanidad se encuentra al borde del abismo, tal como usted lo sugiere en su pregunta.
Ahora bien, el amor no es tampoco una condición obligante para los hombres, pues tan sencillo es amar como no hacerlo. Es impactante la desidia del hombre frente al amor, y ya pareciera que no existe entre padres a hijos y a la inversa.
Cada vez son más los casos de divorcio, y esto sin contar los pocos matrimonios que hoy día se formalizan. La vertiginosa aprobación de la sociedad hacia el permisivismo sexual, amen de la informalidad de las relaciones entre parejas no casadas y la creciente promiscuidad, nos pone en alerta y compromete. Para mí el amor es un derecho inalienable que forma parte de la persona humana, pues todos debemos darlo y recibirlo.
La situación es crítica, pero no podemos cejar en el esfuerzo para que los hombres comprendan que el amor es imprescindible si queremos conservar la raza humana. Y no lo digo sólo desde el punto de vista biológico, sino en su más amplia acepción.
Por otra parte, es necesario decir que la vida es un conjunto de relaciones que determinan en alto grado la propia calidad de vida. Nos relacionamos con nuestros padres, esposa, esposo, hijos, hermanos y demás familiares consanguíneos; con nuestros compañeros de trabajo; con las plantas, con los animales, en fin, con el medio ambiente que nos rodea. La coexistencia pues es una constante relación donde se nos va la vida, por lo que si esa relación se fundamente en el amor, la calidad de relaciones y vida será superior y gananciosa.
Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, y según el evangelista Juan "Dios es amor". ¿Cómo podemos ser indiferentes ante un derecho de naturaleza divina? Para mí existe una relación indisoluble entre el amor y la vida, pues si ésta fue dada mediante un acto de amor ¿cómo no va a estar consustanciada con él?
Si ustedes quieren verlo de esta manera me sentiría feliz, pero si por lo contrario se quiere objetar la naturaleza divida transmitida por el Creador, igual respeto me merece esa opinión. En lo que a mí respecta demando amor como un derecho y doy amor como un deber.
Yo diría que al respecto no hay que buscar demasiadas explicaciones o razones. Amar y dejarnos amar es la axiomática razón de vivir.
El verdadero amor no te hace daño
En nombre del "amor", aquí quiero colocarlo entre comillas, se ha cometido terribles actos reñidos contra toda moral, contra toda religión, contra toda humanidad, en fin, contra el hombre mismo.
"La quería mucho y no pude soportar verla en brazos de otro, por eso la maté…" Declaró el asesino que le infirió cuatro balazos a su "amada"
"No me queda otro camino que el suicidio, sin ella la vida es imposible" Dejó escrito el suicida en una corta nota garabateada en el infierno de la desesperada angustia y depresión
El poeta mexicano Amado Nervo, a quien cito en el epígrafe de la obra, se sintió cercano a la idea del suicidio. Una vida complicada con la pérdida del padre a temprana edad, y poco más tarde la muerte de la madre, aunado al hecho de una decepción amorosa a la edad de 16 años, deja al poeta herido para siempre.
Lola, de apenas 12 años, no tomó en cuenta aquel amor imberbe y lo rechaza tras recibir una carta de Amado, misiva que entrega a sus padres quienes a su vez la entregan al Rector del Seminario donde Nervo estudiaba. Pero, oigamos la narración de aquel hecho en las palabras del propio Amado "Lola era entonces una muchachita de unos doce años, graciosa y simpática… Nos encontramos en el camino y yo me detuve a mirarla. Atravesó ella la calle para llegar a su casa, situada en la acera opuesta a la mía, y yo avancé con paso lento. Al pasar frente al zaguán que estaba abierto, ella, que había traspuesto ya sus umbrales, volvió la cabeza, y nuestras miradas se encontraron." "¿Qué sintió ella? Nada ¿Qué sentí yo? El primer germen de un amor infinito, puro y… ¡muy desgraciado!
Años más tarde Nervo diría. "Llevo siempre en mis labios la sonrisa del sarcasmo, río mucho algunas veces, lo que hace que algunos me vean con un carácter esencialmente risueño y satírico"
Ello, sin embargo, no alejó al poeta del amor, sino que le cantó en muchos poemas. Su verso está colmado por el amor, siendo así escribió lo que a continuación les trascribo:
Llénalo de amor
Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.
Adolescente, joven, viejo: siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.
En cuanto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío, ve a buscar amor.
No pienses: "Sufriré"
No pienses: "Me engañaran"
No pienses: "Dudaré"
Ve simplemente, diáfanamente, regocijadamente, en busca del amor.
¿Qué índole de amor? No importa: todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.
Ama como puedas…, pero ama siempre.
No te preocupes de la finalidad del amor.
No te juzgues incompleto porque no responden a tus ternuras; el amor lleva en sí su propia plenitud. Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.
La dulzura del poeta muy a pesar de sus complicaciones personales que le conforman una situación anímica perturbadora, le permite ver la vida a través de ese cristal vivificante del amor. Pero, para él, como para muchos, suele pasar que la vida se desborona, muy a pesar de tener lo suficiente para llenar la copa de la vanidad. Dinero, fama y, en general, éxito. Pero lo sustantivo como el amor, el afecto, el sosiego se escapa sin que podamos detenerlos. Los bienes materiales dependen muchas veces de nuestra voluntad y tenacidad de lograrlos, pero aquello que tiene raíz en los sentimientos se nos vuelve huidizo.
No falta quien ve en la condición plena del amor un ingrediente que no se corresponde con la actualidad, pues se piensa que amar con plenitud es un signo de debilidad. "De vez en cuando hay que ponerle carácter a la relación para que no crea que uno es un tonto…" "Eso de soportar era propio de los abuelos, hoy nada que ver…" Ambas son expresiones cotidianas que nos hablan del endurecimiento del amor como tal y su no-reconocimiento como lenguaje universal. Cuán equivocados hemos estado.
El amor no es una cuestión de época, aunque podamos observarlo diferente a través de la historia, él le viene al hombre como una inclinación emocional propia de sí mismo. Nace en el hombre y se expresa por su medio, entrañando algo personalísimo, pero a su vez universal. Por ello lo encontramos en todos los seres humanos, aunque se manifieste en cada cual de forma o manera diferente. Es apasionante observar cómo posee el amor múltiples maneras de expresarse.
Siendo en oportunidades perversas o definitivamente esplendoroso, el amor es inexplicablemente indefinible, indescifrable e inimaginable. Por ello digo que a pesar de ser un universalismo, es también personalísimo e inimitable.
Cuando digo que es indefinible lo que quiero es reconocer en el amor su multiplicidad expresiva; es indescifrable por su condición secreta para manifestarse e inimaginable por ser concebible únicamente por quien lo prodiga.
Opinaba que en nombre del amor se pretende arrebatar la tranquilidad y la felicidad de los seres que decimos amar, y nos dedicamos a fastidiarle la vida a la esposa, esposo, amante, hijo, padre, madre o amigo. Me pregunto ¿Qué nos hace pensar que ese ser "querido" es feliz con nuestras impertinencias y hasta con nuestras agresiones?
En lo relativo a la mujer e indiferentemente de su conducta, debemos saber y reconocer que ella es la depositaria de la confianza de la maternidad, y aunque no lo haga bien en algún momento en esta materia, será siempre la única en quien se confió la perpetuación de la vida biológica. En el vientre de la mujer está simbolizado el amor puro, noble, desinteresado e infinito.
Amado Nervo, para citarlo de nuevo, decía que la "mujer es la sola colaboradora de Dios. Su carne no es como nuestra carne y en la más vil de las mujeres hay algo divino. Lo más parecido al amor de Dios, es el amor de una madre…"
Claro y seguro estoy que habrá quien me tilde de sentimentalista anticuado, pues no sólo cito a un poeta del siglo XIX, sino que me identifico con él integralmente. Pero, a quien así se exprese le preguntaré ¿La evolución de las especies abandonó el principio activo de la vida para progresar o sólo hubo cambios de forma?
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